XXI ENCUENTRO DE PROFESORES DE DERECHO CONSTITUCIONAL “A 20 años de la Reforma de 1994: Balance y Agenda Constitucional” SANTA FE - 19 a 21 de agosto de 2014 ___________ LA AUTONOMIA EN EL NUEVO REGIMEN MUNICIPAL DE ENTRE RIOS Autor: Dr. NORBERTO RAMON MARANI Profesor de Derecho Constitucional – Derecho Público Provincial y Municipal – Derecho Político UNER – UCSF – UCA _________________ ABSTRACT La Provincia de Entre Ríos reformó su constitución en el año 2008, adecuando el régimen municipal al artículo 123 de la Constitución Nacional. Esta ponencia discurre, en general, respecto del alcance y contenido que el constituyente reformador ha asignado a la autonomía municipal, enfatizando en la limitación que la afecta en el orden institucional. _________________ LA AUTONOMIA EN EL NUEVO REGIMEN MUNICIPAL DE ENTRE RIOS Con la reforma de su carta local, Entre Ríos ha saldado la deuda de constitucionalidad que mantenía desde 1994. Nos referimos, por supuesto, al reconocimiento -con alcances y contenidos propios- de la autonomía municipal. Aún cuando la predisposición y actividad de la Convención de 2008 procuró poner al día otras cuentas pendientes con la sociedad entrerriana, lo apuntado no es una cuestión menor, si tenemos en cuenta que tres provincias son aún deudoras en el sentido expuesto: Santa Fe, Mendoza y Buenos Aires; la última -conviene destacarlo- con altanera indiferencia, por cierto. Como es sabido, desde la Reforma de 1994, la Constitución Nacional exige a las provincias asegurar un régimen municipal autónomo, diversificado en ineludibles órdenes de autodeterminación en donde el institucional importa dictarse la carta orgánica. No obstante, se libera a la provincia -poder constituyente mediante- para “dosificar” la consagrada autonomía municipal, operando criteriosamente respecto de su “alcance y contenido” (art. 123 CN.). Analizaremos críticamente, con especial énfasis puesto en el orden institucional, cómo ha sido plasmada la autonomía en el ordenamiento específico que aloja la Sección IX de la nueva Constitución entrerriana, valiéndose de 2 capítulos, 28 artículos (del 229 al 256 inclusive), 48 incisos y 11 apartados. Conforme con nuestra constante prédica, el nuevo régimen municipal de Entre Ríos tributa a la Escuela Sociológica o Natural cuando en el artículo que encabeza la Sección IX se declara: “El municipio es una comunidad sociopolítica natural y esencial con vida urbana propia e intereses específicos que unida por lazos de vecindad y arraigo territorial, concurre a la búsqueda del bien común” (art. 229). Las ventajas de esta concepción están a la vista y son decisivas a la hora de hacer operativo el remozado régimen municipal (que es, por naturaleza, normativamente programático), sea en el desarrollo que debe encontrar en la ley o carta orgánica futuras; sea en la exégesis frecuente que reclame su aplicación en sentido general. Así, si bien hay un necesario acotamiento normativo del Municipio en el artículo 230 (asentamiento mayor a 1500 habitantes), domina todo el sistema una dimensión que trasciende lo institucionalnormativo para recalar en lo institucional-filosófico. El Municipio entrerriano es ahora algo natural y esencial; y, además, es igualitario. Ya no existen “categorías” que discriminen su peculiar realidad. Todos los Municipios son iguales, cualquiera sea el tamaño de su vecindario; y tienen asignado el mismo órgano gubernativo: una municipalidad, dotada de sendos departamentos deliberativo y ejecutivo; y con igual competencia y aptitud para realizar plenamente el bien común de la respectiva comunidad local que, por su parte, también es definitivamente igual a las demás. La competencia del Municipio (en rigor, de su órgano gubernativo) ha sido cuidadosamente enunciada, dejando sabiamente abierto el tasado (art. 240). No hay límites categóricos ni exclusiones; va de suyo que lo expresamente enumerado y lo tácitamente permitido debe ser conjugado con la flamante concepción del Municipio (art. 229 ya citado) que se enarbola y preside como pabellón de su insoslayable autonomía. El artículo 242 incentiva la participación ciudadana, fomenta la integración regional y anima la potestad municipal en ámbitos en que concurren otras jurisdicciones estatales, consecuente con lo que preserva el artículo 75 inciso 30 de nuestra Carta Magna. En el orden económico y financiero, la autonomía ahora se fortalece, desde que el Municipio posee una exclusiva facultad de imposición bajo esas variadas modalidades que suponen los impuestos, tasas, derechos, contribuciones, cánones y regalías; que se ejercerá sin más condicionamientos que los señalados por los principios constitucionales propios de toda tributación y las exigencias de una saludable y armónica convivencia jurisdiccional (arts. 243 y 244). Resulta evidente que en el constituyente reformador de la tierra de Urquiza ha calado fuerte el argumento práctico de que una autonomía sin recursos materiales es solo un mito. Ahora, la coparticipación de los ingresos fiscales provinciales -propios o, a su vez, coparticipados por el Gobierno Federal- esta dispuesta y cuantificada en el texto constitucional: debe distribuirse a los Municipios no menos del 18 y 16 por ciento, respectivamente (art. 246). Tal previsión se la encuentra presidida por otra, no menos trascendente, como lo es la institución de un régimen coparticipativo claramente inspirado en el precepto del artículo 75 inciso 2) de la Constitución Nacional, base medular para la ley especial que deberá sancionarse (artículo 245). Preocupa, sin embargo, el reconocimiento autonómico que venimos comentando a la hora de dirigirlo al orden institucional y político. El artículo 231 consagra: “Se asegura la autonomía institucional, política, administrativa, económica y financiera a todos los municipios entrerrianos”. Tan plena autonomía así reconocida y declamada encuentra, empero, algunos límites, conforme ya anticipáramos y explicitaremos más adelante. Así, en su aspecto institucional propiamente dicho -potestad para darse la propia organización-, el atributo está circunscripto a los Municipios de más de 10.000 habitantes (art. 231). A este respecto cabe decir que si coincidimos en que autonomía política comprende no solo aquello “dinámico” de elegir libre y periódicamente a quien gestionará los intereses de la sociedad local; sino, también, diseñar el órgano de gobierno respectivo, hallaremos aún más y categóricos condicionamientos. En efecto, los artículos 233 a 236 no dejan margen al constituyente municipal para osadas innovaciones, ya que taxativamente se estatuye respecto del gobierno municipal: composición; elección y elegibilidad; mandato; reemplazos y acefalías; organización y funcionamiento; y base para la competencia específica y su distribución interna. La autonomía institucional, esto es -lo repetimos-, atribución del Municipio para darse su Carta Orgánica; y la política, que comprende la libre facultad tanto de diseñar el órgano de gobierno cuanto de dotar al mismo de las personas físicas -autoridades- que habrán de ocuparlos, se encuentran fuertemente limitadas en el nuevo régimen municipal entrerriano, tal como surge del artículo 238 del ordenamiento que, en rigor, articula los límites a una declamada autonomía. Un análisis detenido de la citada disposición permite concluir en las siguientes aseveraciones que, obviamente, ponen de manifiesto precisamente las limitaciones de la autonomía municipal en el orden apuntado: a) En lo que refiere al Gobierno Municipal, no podrá ser otro que una Municipalidad, compuesta de un Departamento Ejecutivo unipersonal y un Concejo Deliberante colegiado, por remisión que hace el artículo en su primer párrafo a los 234 y 236 de manera expresa; y, tácitamente, a los 233 y 235; b) Además de una tasada estructura del gobierno municipal, como consecuencia del contenido de las disposiciones remitidas (artículos 234 y 236), quedan impuestas al constituyente municipal la composición de ambos departamentos integrativos, sus respectivas competencias y relaciones interfuncionales, así como previsiones respecto de contingencias propias de vacancias y reemplazos; c) Al imponer la “simple pluralidad de sufragio” para la elección del órgano unipersonal, que, por otra parte, no podrá denominarse sino “Presidente Municipal”, se excluye la alternativa de la doble vuelta o balotaje; d) Asimismo, se restringe la autonomía municipal de orden político al imponerse la novedad de hacer presidir el Concejo Deliberante por el Vicepresidente municipal; e) Finalmente, la representación proporcional en el Concejo Deliberante que debe asegurar “la participación efectiva de las minorías” está condicionada a no afectar la tan mentada “gobernabilidad” mediante remisión al artículo 91 del texto constitucional. Sin perjuicio de aportar algunos principios y declaraciones de tenor “dogmático” compatibles, claro, con lo municipal, más bien ratificatorios que institutivos, lo cierto es que la naturaleza práctica de una carta orgánica municipal es, precisamente esa: un instrumento constitucional orgánico; esto es, destinado a estructurar la composición y delinear el funcionamiento -bien que bajo el sistema representativo y republicano- del poder o gobierno municipal. Desde esa mirada, en el caso objeto de análisis, la decepción no tarda en asomarse y la frustración reemplaza a la menos pretenciosa de las expectativas. _________________