PARA ACABAR CON EL HAMBRE URGE INCENTIVAR LA AGRICULTURA CAMPESINA E IMPULSAR LA PRODUCCIÓN SOCIAL DE ALIMENTOS Ciudad de México, 25 de enero de 2013 En las organizaciones que integran la UNORCA compartimos el principio de que todo programa o acción pública que no genere y refuerce la organización social autónoma de la población es mero asistencialismo. Los programas asistencialistas son paliativos, sólo calmantes que no van al fondo de los problemas, se trata de que la gente no grite, no se movilice, mientras el grupo en el poder sigue modificando estructuralmente la economía en contra de los intereses del pueblo y en beneficio de una minoría. La cruzada gubernamental contra el hambre, más allá del revuelo propagandístico, y hasta que no se nos demuestre en los hechos lo contrario, no representa nada nuevo, es sólo la promoción uniforme y coordinada de los mismos programas asistencialistas que ya demostraron su incapacidad frente al reto de reducir la pobreza y acabar con el hambre. La razón de este fracaso es que las causas del hambre y la miseria son estructurales y las políticas públicas no se han enfocado hasta ahora al fondo del problema: el modelo económico excluyente de las mayorías y concentrador de la riqueza generada por el pueblo de México, mejor conocido como neoliberalismo. Como parte sustancial de ese modelo están las políticas de libre comercio que propician la competencia desleal en el campo, afectan la rentabilidad de la producción campesina, provocan el éxodo a las ciudades y al extranjero y son la causa fundamental de la catástrofe que vive la sociedad rural por lo menos durante el último cuarto de siglo. El dinero público que se invierte en el campo y que debería apoyar a pequeños y medianos productores, que somos la mayoría, se concentra en los grandes productores, llegando al extremo vergonzoso de aplicar subsidios masivos al agronegocio en manos de empresas trasnacionales como Cargill, y otras nacionales como Gruma, Minsa, etc. Mientras tanto, sólo las migajas del presupuesto se destinan a la agricultura campesina, escasos recursos disminuidos todavía más por el ilegal subejercicio de funcionarios incapaces que no cumplen con los lineamientos del gasto público. Es necesario cambiar el enfoque y reconocer que la agricultura campesina tiene vocación de producir de alimentos para el consumo nacional más que para la exportación y puede producir mucho sin depender de agrotóxicos. La agricultura campesina es capaz de producir alimentos sanos, con altos índices de productividad de la tierra y generar empleos con mano de obra de mejor remunerada. Desde la UNORCA, en los últimos años hemos impulsado un Programa Nacional Alimentario que podría ser un pilar esencial para reactivar el campo y una forma efectiva de terminar con el hambre y la dependencia alimentaria. Nuestra propuesta se basa en la premisa de la soberanía alimentaria y busca generar y recuperar en las comunidades y regiones más pobres del país la cultura de producir sus propios alimentos. Se basa en la participación consciente y organizada de las propias comunidades rurales, quienes definen los alcances del modelo de desarrollo a impulsar por ellos mismos y sus componentes productivos, la capacitación de promotores seleccionados por la propia comunidad y los esquemas de transferencia tecnológica. Es un programa de reorganización campesina para la producción social de alimentos a nivel de grupos de trabajo o comunitarios enfocados en la producción, distribución y consumo para desde ahí solucionar nuestros problemas de acceso a los alimentos. Enseguida enumeramos ejemplos de políticas públicas que junto con este programa alimentario podrían incentivar la agricultura campesina e impactar de manera estructural en la pobreza rural y el hambre: •Re-nacionalizar las reservas e inventarios de alimentos. •Cancelar/re-negociar TLCAN y otros tratados de libre comercio. •Re-direccionar presupuesto público hacia agricultura campesina, restaurar precios de garantía aceptables. •Defender la tierra y el territorio, no a los agrocombustibles, a Redd+, a la mineria descontrolada, y a otras acciones de despojo y desplazamiento. •Promover la producción agroecológica y las semillas criollas, no al maíz transgénico •Reorientar la investigación y extensionismo agrícola hacia el apoyo a las innovaciones agroecológicas de campesino a campesino, manejadas y compartidas por las organizaciones del campo. •Cambiar la educación agronómica en todos los niveles, con énfasis en agroecología. •Ampliar la ejecución de políticas a favor de la soberanía alimentaria (protección de mercados locales, prohibir el acaparamiento y especulación por parte de las corporaciones, la definición de sistemas para garantizar precios justos tanto para la producción campesina de alimentos como para los consumidores, etc.) •Apoyar los sistemas campesinos de semillas criollas, y derogar las leyes de semillas que van contra el campesinado. •Reorientar los sistemas de adquisición pública de alimentos (escuelas, hospitales, canasta básica, etc.) para dar prioridad a la producción campesina ecológica con los precios justos. •Apoyar la comercialización directa entre productores y consumidores de los productos campesinos ecológicos. •Desarticular y prohibir los monopolios y oligopolios nacionales e internacionales del agronegocio que captan y distorsionan las políticas públicas a su favor y en detrimento de los productores y los consumidores. •Eliminar las subvenciones a los agroquímicos y prohibir los plaguicidas tóxicos y los transgénicos.