ALGUNAS PROPIEDADES DE LOS CAMPOS1 Un campo se define, entre otras cosas, definiendo aquello que está en juego. Un campo es un microcosmos dentro del macrocosmos que constituye el espacio social (nacional) global. Cada campo posee reglas del juego y apuestas específicos, irreductibles a las reglas del juego y apuestas de otros campos (lo que hace “ir y venir” a un matemático –y la manera en la que “va y viene”– no tiene nada que ver con lo que hace “ir y venir” –y la manera en la que “va y viene”– a un empresario industrial o a un gran diseñador de moda). Un campo es un “sistema” o un “espacio” estructurado de posiciones. Dicho espacio es un espacio de luchas entre los diferentes agentes que ocupan las diversas posiciones. Las luchas tienen como apuesta la apropiación de un capital específico del campo (el monopolio del capital específico legítimo) y/o la redefinición de ese capital. El capital es distribuido de manera desigual al interior del campo; existen, entonces, dominantes y dominados. La distribución desigual del capital determina la estructura del campo, que está definida así por el estado de una correlación de fuerzas histórica entre las fuerzas (agentes, instituciones) presentes dentro del campo. Las estrategias de los agentes se comprenden si se las relaciona con sus posiciones en el campo. Entre las estrategias invariables, se puede señalar la oposición entre las estrategias de conservación y las estrategias de subversión (del estado de la relación de fuerzas existente). Las primeras son, con mayor frecuencia, las de los dominantes, y las segundas, las de los dominados (y, entre ellos, más específicamente, los “recién llegados”). Esta oposición puede tomar la forma de un conflicto entre “antiguos” y “modernos”, “ortodoxos” y “heterodoxos”. En lucha unos contra otros, a los agentes de un campo les conviene que por lo menos el campo exista y, entonces, mantienen una “complicidad objetiva” que va más allá de las luchas que los enfrentan. Los intereses sociales son siempre, pues, específicos de cada campo y no se reducen al interés de tipo económico. A cada campo le corresponde un habitus (sistema de disposiciones incorporadas) propio del campo (e. g. el habitus filológico o el habitus pugilístico). Solamente aquéllos que incorporaron el habitus propio al campo, están en situación de jugar el juego y de creer en (la importancia de) ese juego. Cada agente del campo está caracterizado por su trayectoria social, su habitus y su posición en el campo. Un campo posee una autonomía relativa: las luchas que ahí se desarrollan tienen una lógica interna, pero el resultado de luchas (económicas, sociales, políticas…) externas al campo tiene un peso muy fuerte sobre el resultado de las relaciones de fuerzas internas. 1 Bourdieu, Sociología y Cultura, Grijabo 1990, p. 135- 141 Bernard Lahire ,“Campo, fuera de campo, contracampo” Colección Pedagógica Universitaria 37-38, enero-junio/julio-diciembre 2002 HABITUS2 Sistema de disposiciones durables y transferibles que integra todas las experiencias primarias y que funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, apreciaciones y acciones. Es la interiorización de la estructura social, del campo concreto de relaciones sociales dentro del cual el agente se ha conformado como tal. Será a partir del Habitus incorporado que los sujetos producirán sus prácticas, es un sistema que genera acción, que trasforma las posibilidades inscritas en los seres en capacidad concreta de realizar actos. No obstante, el Habitus no corresponde a ninguna regla definida. Las acciones que produce tienen regularidad, pero esa regularidad no es el producto de la obediencia de ciertas reglas. Puede estar objetivamente adaptado a un fin sin suponer por ello la búsqueda conciente de ese fin o la utilización intencionada de estrategias para lograrlo. En este sentido, representa la orquestación de la acción, más no la conducción en el sentido estricto. El habitus funciona como la aguja de una brújula, porque aunque podría moverse libremente en cualquier dirección la orientación que marca está en últimas determinada por el campo en el cual se sitúa (como si se tratase de un campo magnético). Al incorporarse como esquema de percepciones el Habitus divide el mundo en categorías, distingue lo bello de lo feo, lo adecuado de lo inadecuado, lo que vale la pena de lo que no. Por ello opera como selección sistemática de informaciones nuevas: rechazando aquellas que cuestionen sus principios o reinterpretándolas a través de sus esquemas de apreciación. De esta manera, ni los sujetos son libres en sus elecciones el habitus es el principio no elegido de todas las elecciones, ni están simplemente determinados el habitus es una disposición que se puede reactivar en conjuntos de relaciones distintos y dar lugar a un ámbito de prácticas distintas. El Habitus se aprende fundamentalmente mediante el cuerpo, no pasa por la conciencia y por ello no es algo que se posea como un saber que se domina. El Habitus es lo que se es. Se inscribe en los detalles más insignificantes del porte, de la postura o de los modales, de las prácticas corporales y verbales. Como disposición adquirida el habitus es un conocimiento que puede, en determinados casos, funcionar como un capital simbólico. Este capital, representado en aptitudes, gustos, maneras o expresiones tanto verbales como corporales solo cobra verdadera importancia dentro ciertos campos en donde los agentes estén dotados de las categorías de percepción necesarias para otorgarles valor efectivo. Es decir, que no es un capital que exista por si solo, sino que es un valor que se basa en el reconocimiento por parte de los demás de un poder asociado a ese habitus. Para que ese reconocimiento se produzca tiene que existir un consenso social dentro del campo que otorgue la legitimidad necesaria a esas prácticas. Por ello, si los agentes sociales juegan los diversos juegos de acumulación de capital simbólico no es porque estén determinados por un interés, ni porque hayan decidido hacerlo de manera reflexiva y racional, sino porque han incorporado este interés mediante la inmersión en un universo de prácticas (campo) que define lo que está en juego, porque han incorporado en su habitus unos esquemas particulares. Bourdieu, P. Las reglas del Arte, Anagrama, Barcelona, 1996 , Razones prácticas, Anagrama, Barcelona, 1994 Martín Criado, Enrique. Les habitus, Diccionario sociológico, Universidad Complutense de Madrid Loesberg. J. “Bourdieu and the sociology of aesthetics”, en ELH 60 (1993), pp.1033-1056 2