PRESENCIA DE LA IGLESIA EN LA UNIVERSIDAD Y EN LA CULTURA UNIVERSITARIA. VISIÓN HISTÓRICA CONFERENCIA DEL DR. PEDRO JOSÉ FRÍAS Presentación del Dr Cantini Antes de que hable el Dr. Frías, que lo hará en la medida en que su voz lo sostenga porque está con una grave afonía, les voy a explicar el método que vamos a seguir. El Dr. Frías escribió totalmente su exposición, y nos hemos repartido la exposición del Dr. Frías entre los dos: yo voy a leer y, por momentos -mientras tenga voz- el Dr. Frías va a agregar algo sin leer, resumiendo su trabajo. El tema de la Conferencia es: Presencia de la iglesia en la universidad y en la cultura universitaria.Visión histórica Esta visión histórica de la Iglesia en la Cultura Universitaria, tiene por finalidad descubrir los rasgos que nos permitan meditar sobre el paso del Pueblo de Dios en la historia, en Iberoamérica y en la Argentina. Meditaré pues: 1) sobre la Evangelización en América; me detendré en 2) El contraste con el Modelo Anglosajón: y reflexionaré sobre 3) "Los Signos de Cambio", que aparecían hacia los años 60. La Evangelización en América No creo que sea posible juzgar la evangelización en la Conquista, disociada de la Conquista misma. La religación con Dios asume la naturaleza humana y sus connotaciones. Habrá que recordar, pues, la sed de aventura de los españoles y portugueses tentados de navegar y descubrir, como lo muestra en frisos espléndidos Salvador de Madariaga, tanto en su "Cristóbal Colón", como en su "Hernán Cortés". Habrá que sumar la codicia de metálico, la libertad sexual por añadidura, cierta agresividad latente para enfrentar lo desconocido. El desafío tiende a ser totalizador, también la respuesta. La fe es lo metahistórico; atraviesa el alma sensible, penetra la conciencia, esclarece las opciones concretas. La mansedumbre del dominador es un género difícil, pero puede darse. La concordia no reconoce reglas externas, pero puede darse. El íntimo respeto por el indio no es un hecho natural, es un hecho cultural, pero puede darse. ¿De qué fe estoy hablando? De la fe Católica de la Contrarreforma; de la unificación de España con la expulsión de moros y judíos; de una identidad nacional vigorosa. Ese aspecto totalizador de la Sociedad Peninsular que conquista América, ha creado sensaciones de culpa y de escrúpulos desde adentro, y objeciones culturales desde afuera. Me ocupo de ellas. Cuando una Sociedad es unificada por su propia dinámica, la unidad es un bien. El mal empieza cuando sigue unificada por fuera y no por dentro; cuando las Subculturas o Cosmovisiones distintas, han adquirido cierta consistencia social que no cuenta en las conductas públicas. En Iberoamérica el Sistema Cultural tenía esa unidad, y el Sistema Político la complementaba. Entre tanto, del seno de la Iglesia han nacido las Universidades: la de Córdoba no es la primera , pero fue fundada en 1613 y confirmada por Cédula Real en 1621. Lo que paso a describir –las Tradiciones Políticas- son inseparables de la Universidad. Hablemos de las Tradiciones Políticas: Hay que desviar la mirada sobre la fe hacia las tradiciones políticas del siglo XVIII: el democratismo suarista de los Jesuítas y el Despotismo Ilustrado. El Doctor Eximio -Suárez- enseñaba así, y era el único maestro en las cátedras jesuíticas: "Dios crea la autoridad; la deposita en el Pueblo y el Pueblo la delega en los Gobiernos". El Despotismo Ilustrado que llega a su máximo consenso con Carlos III, se empeñaba en gobernar para el pueblo, sin el pueblo. En buena parte, el Despotismo Ilustrado fue dueño de la conducción pública y de la conducta pública. Por eso, después de la emancipación, nuestras sociedades "pupilares" tuvieron dificultad para convertir el subdito en ciudadano, asumir los poderes de gobierno e instalar controles sobre el mando. Estas tradiciones políticas (gobierno para el pueblo sin el pueblo y gobierno para el pueblo por el pueblo) no han muerto. Pero es cierto que Suárez ha triunfado y, con él, la democracia. En democracia cuentan todos: lo totalizador desaparece de la escena pública, porque “se puede dar a Dios lo que es de Dios, y al César -Estado- lo que es del César”. La sociedad se reconoce plural y por eso "pluralista". Se instala una tolerancia pragmática, y aún mejor, mucho mejor, una aceptador de los otros, aunque no se acepten sus disvalores como tales. La democracia suele llegar más lejos, pero ni es justo ni es necesario relativizarlo todo. He sostenido otras veces que "pluralismo" no es "relativismo": las creencias no deben relativizarse, sino ponerse en diálogo. La fe fue eficaz; fue eficaz su entorno cultural. Me pregunto si fuera de ese entorno hubiere tenido sentido el desafío de Fray Bartolomé de Las Casas: hace más de 400 años, después de haber sido soldado en Cuba y Le Española, y antes de vestir el hábito dominico, Las Casas planteó con agudeza la cuestión de los derechos de los indígenas: ¿tenían un alma inmortal? Entonces, ¿eran iguales -en derecho- a sus conquistadores? El hecho es que la monarquía española abolió la esclavitud de los indios en sus provincias de ultramar, con una orden que suele reconocerse que no fue posible cumplir: "acato, pero no cumplo". Esa fue la primera manifestación del pluralismo. Lo que interesa es destacar que la conciencia crítica se instaló bajo la sugestión de la fe. Creo que esa es, en definitiva, una constante que quiero rescatar. Intervención del Dr. Frías: Ahora tendrán que soportar mi voz, en esta "lectura asistida" pero no "in vitro", sino "in vivo". Vuelvo al proceso histórico, para señalar que ya al comienzo del siglo pasado, el subdito efectivamente quiere convertirse en ciudadano. Y esto origina nuestra independencia en Iberoamérica. El inolvidable P. Furlong ha estudiado bien la influencia de esa incipiente democracia suareciana que enseñaban los jesuítas, en el Cabildo Abierto del 22 de mayo y en el proceso posterior. Es decir que en realidad todo esto nos lleva a un cambio importante, en donde empieza a interponerse la sociedad entre la Iglesia y la Universidad. Las universidades eran de la Iglesia, pero poco a poco va a producirse ese cambio. Introduzco aquí un pequeño episodio en que contrasto lo ibérico con lo anglosajón: Sarmiento en "Conflictos y Armonías", pensaba ya que el protestantismo era socialmente más eficaz que el catolicismo. Como ustedes saben Max Weber dijo que "el capitalismo era hijo del protestantismo". Yo que he vivido en Bélgica, sé que el capitalismo es hijo del frío..., es hijo del invierno. No se puede sobrevivir en el norte de Europa -donde nació el capitalismo- sin ahorrar, sin "capitalizar". Pero es cierto que el protestantismo parece la religión que privilegia a los triunfadores, y el catolicismo más bien privilegia a los pobres. La anécdota de ibéricos y anglosajones ha sido muy frecuentada por pensadores anglosajones, justamente. Y del lado español, más bien ha habido réplicas con buen humor, que no falta. Lo ibérico es la Contrarreforma: lo anglosajón es la Revolución Industrial. En la fábula -que todavía sigue corriendo-, o ibérico es el erizo: el puercoespín. Lo anglosajón es el zorro, el movimiento del zorro, la adaptación del zorro. Nosotros, la resistencia al cambio. Sea lo que sea, en mi texto está largamente explicado, e incluso Toynbee usó estas paradojas: lo que yo creo es que hoy esa identidad nuestra puede ser "preciosa" en el momento de la globalización. La globalización nos va a exigir estar parados en diagonal: con una pierna en cualquier parte del mundo -que ya no va a ser Europa, donde yo la tuve siempre- y otra pierna en nuestra ciudad, en nuestro medio, entre nuestros amigos para no perder la identidad. De lo contrario sería el vértigo. Entonces esa identidad puede ser ahora "preciosa". Viene después la etapa de la secularización. Es decir, así como al comenzar el siglo XIX estamos buscando más autonomía -y, cuándo no, un constitucionalista tiene que citar la Constitución Argentina-, y no se rían porque la cito bien: el artículo 19 de la Constitución, que es original en la Argentina, dice que “las acciones privadas de los hombres, que no ofendan el orden ni la moral pública, están reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados". Yo les diría -no se sorprendan- que este artículo original de la Constitución Argentina, que saca de la autoridad pública el inmenso dominio de las acciones privadas que antes la autoridad real quería tener bajo su sujeción, este artículo es una obra maestra de la cultura universitaria inspirada por la fe. Es una conquista de la autonomía. Pero hacia fines del siglo pasado, el liberalismo trata de interpretar también la autonomía de la sociedad. Y allí muchas veces -como ya lo recordó Mons. Saraiva Martín- hay un sesgo anticlerical. Por ejemplo, dos episodios. Ubiquémoslos en Córdoba: gobernador Juárez Celman, un liberal convencido: Obispo de Córdoba, Mons. Esquiú. La verdad es que se tienen una estima recíproca, no ocultada, pero discretamente velada. El hecho se produce en 1880: el Consejo Superior de nuestra Universidad dispone restablecer la Facultad de Teología. Que se pone a cargo del Seminario, con profesores designados por el Obispo. Abrevio todo, lo pueden ver en la biografía de Esquiú escrita por Bazán ahora. Pero, abrevio sí, para decir que el Consejo Superior no cumplió su propio Reglamento: trató de poner profesores -que parece que no fueron del agrado del Obispo- y la Facultad de Teología no se restableció. Fue el signo de los tiempos. Otro episodio del que todos tienen vivencia es la Reforma Universitaria del 18. Para un cordobés resulta difícil no sentir la inspiración de ese magnífico Manifiesto. Como ustedes saben, es el producto que Córdoba exportó más a América Latina. Doy fe que cuando en el 68 -vivía yo en Roma- justamente 50 años después de la Reforma Universitaria del 18 en Córdoba, se producía el turbulento Mayo francés del 68. Fui asediado para que contara como fue el Movimiento del 18. Eso está en un diálogo con el Embajador de Francia recogido por un artículo de La Nación. Nosotros nos adelantamos 50 años, incluso con el "prohibido prohibir" que se escribía en las paredes. La Reforma era necesaria. La Reforma era necesaria pero su balance no lo hago yo: lo ha hecho uno de los más brillantes presidentes de la Federación Universitaria Argentina, un cordobés. El balance es muy negativo, fruto de su propia experiencia. Rescata de ella sólo la participación de los estudiantes en el gobierno universitario, para evitar nuestras camarillas y rescata sí -desde luego- la asignación de cátedras por concurso. Creo que éstos no son más que indicios de la secularización de la Universidad; de una sociedad que cambia y que a lo menos sigue siendo una sociedad católica, una Nación Católica, pero no un Estado católico; y creo que es el momento de llegar, hacia mediados del siglo en esta evolución histórica -yo lo concluyo de acuerdo con el Dr. De Imaz, en los años 60- advirtiendo los “signos del cambio”. Estos signos de cambio que el Dr. Cantini va a leer acortados, los escribí hace más de 30 años. Y, lamentablemente, anunciaban malos tiempos: fueron los tiempos de la violencia. Y ahora vamos a introducirnos en cinco "signos de cambio", que son: la conciencia del subdesarrollo; la inmadurez cívica; los altos índices de irracionalidad; los conflictos de generación. Todo ello repercutió en la Universidad. Recuerden ustedes si no, cuando en realidad los profesores nos sentíamos como en una "sociedad de clases" dentro de la Universidad y en una "lucha de clases", que creo que en parte se ha superado. Sigue leyendo el Dr. Cantini: Entramos ahora en el tema de: A mediados del Siglo Esta introspección sobre lo ibérico y lo anglosajón fue atípica entre nosotros. Pero creo que nunca faltó una reflexión sobre nuestro tiempo, sin complacencia. Tengo bien presentes las Reuniones de Profesionales Católicos y otras tantas. Podría también citar textos míos: de 1966 es el libro de "Pax Romana" sobre la Responsabilidad Social de la Universidad. Pero hay muchos más testimonios de las carencias que se iban ma- nifestando. Me detengo en el análisis que hice hace 30 años, y que clausura el largo periodo que estoy revisando. A) Conciencia del Subdesarrollo: En la Europa enriquecida del Mercado Común, el marxista Gorki habría podido escribir que la miseria ya no es argumento para impugnar al capitalismo. Pero en nuestra América Latina, la miseria afecta a buena parte del Sistema Occidental. Y no es la miseria, es la "conciencia" de la miseria. He aquí el hecho nuevo: hemos perdido la inocencia respecto a nuestra desigualdad con los pueblos prósperos y respecto de nuestras desigualdades internas. No van quedando pobres de buen humor, y se va articulando por toda América el sistema de quitárselo. Sólo grupos étnicos o sociales de espaldas al mundo de hoy -especialmente en el Pacífico y en Centroamérica- no proyectan una ambición distinta de la subsistencia inmediata. Esa toma de conciencia no tiene siempre igual valor. Ninguna diferencia social se traduce objetivamente sobre la sensibilidad. Depende de la percepción que se haga de ella: si se toma conciencia de la miseria como deshonra, se convertirá en humillación. Si se toma conciencia de la miseria como injusticia, se convertirá en rebeldía. Conciencia de la desigualdad, de la humillación, de la injusticia: he aquí los grados por los cuales transitan o transitarán las masas latinoamericanas (Dr. Frías: estamos hablando hace más de 30 años). Tránsito de Revolución, ciertamente; de riesgo para la democracia. Porque el tránsito y el cambio hechos bajo este signo indicativo, son generalmente autoritarios. La única alternativa contra los especuladores políticos de la miseria, contra los fabricantes de subversión, es sumarse a la lucha del mundo contra su miseria. Y pienso que esta es una convicción común a todas las generaciones activas del Catolicismo Latinoamericano. El tema es excesivo, pero al menos digamos que nos desafía a dos conversiones: la de cada uno y la de la sociedad. Individualmente, nadie puede dormirse en la posesión de sus bienes, ni ante la obligación de compartir lo que se tiene y lo que se es. Y para que la conversión sea social, esperan nuestro compromiso muchas formas comunitarias de acción. No estamos obligados a sumarnos a los demagogos, ya que hay otras opciones para ejercer el derecho y cumplir el deber de no ser usufructuarios de ninguna injusticia. Es el bien de todos el que está enjuego, si creemos en el bien moral. B) Altos niveles de irracionalidad: En la Argentina no hay duda que han crecido los desajustes psicosociales. Están implicadas la urbanización devastadora de los arraigos tradicionales y los cambios multitudinarios de ocupación, factor común a toda América Latina. Se les suman la sociedad de masas del Gran Buenos Aires y los medios de comunicación -también de masas- para la mayor parte del país. Lo importante es la vigencia de "estados emocionales". Ciertas encuestas -cuyos resultados parecen haber mejorado en 1963- revelan que crece un sentimiento de inadecuación para las responsabilidades nuevas, que se cruzan con ciertas constantes del carácter argentino, inclinado a confiar en la "viveza" (8%) y en la "suerte" (12%). Son porcentajes de esas encuestas. Crece también una sensación de trato injusto de la sociedad para con cada uno de nosotros. Y esta frustración que va devorando las mejores energías, conlleva reacciones de agresión. El cambio social parece sumergirse poco a poco en este "ambiente emocional": en la mayoría prima la irracionalidad del "cambio por el cambio mismo", sin que crezca el esfuerzo de ir cambiando útilmente desde ya. Se hace fe a la transformación brusca, total, inapelable. Cuando este estado de conciencia prevalezca, habrá aparecido -acaso por primera vez, luego de tantas revoluciones efímeras- una verdadera revolución: la cancelación de una continuidad y la iniciación de otra nueva. He señalado alguna vez el camino que en América Latina se había hecho del mago al burócrata, es decir del caudillo carismático al gobernante que se empeña en la racionalización del poder. Hay que decir ahora que parecemos volver del burócrata al mago. Pero una sociedad que se resiste a racionalizar sus reacciones, ¿está acaso adaptada al mundo de hoy? Si nuestra autenticidad como pueblos está ligada a la "emoción" el poder pertenecerá a quienes sepan manejarlas: oportunidad para vías espirituales, pero tanto más para traficantes del alma popular. C) Inmadurez cívica: Ciertas apreciaciones corrientes dispensan de sistematizar todos los aspectos de inmadurez en el civismo latinoamericano. El que más preocupa, es la falta de participación social. Hay inmadurez también en el sector público. Mientras se proyectan muchas reformas para el sector privado, la Administración Pública sigue intocable en su mediocridad deficitaria. Es un animal sagrado, cuyo nombre suele ser "corrupción" en los manuales europeos que se ocupan de América Latina, con algo más que cortés aburrimiento. D) Conflictos de generación: Es casi inevitable que entre las generaciones activas se susciten conflictos de sensibilidad y de valores, por una parte. y de participación, por otra. Este conflicto masivo avanza sobre América Latina, y su fuerza desgarradora no la da el número de los que asciendan y la escasez de oportunidades, sino la falta de arbitraje social. Todos los sectores están comprometidos: y porque tiene la importancia decisiva de poner a prueba lo mejor y lo peor de cada uno, nada hay más urgente que elaborar toda una actitud ético-social de esta transición. Tal perspectiva sería pesimista, si no se creyera que el conflicto puede resolverse en una tensión fecunda, a condición de que cada uno -profesores y alumnos, padres e hijos, nueva ola y vieja ola- dé testimonio de sus valores hasta el fin. Pero de sus "valores", no de sus prejuicios, ni de sus convencionalismos e intereses. Y que practique al mismo tiempo, en este juego de virtudes contrastadas, el pleno y leal reconocimiento del otro. Intervención del Dr. Frías: Todo esto fue publicado por mí hace más de 30 años. En cuanto a la traslación a la Universidad la hice en un Curso de Temporada de la Universidad, también publicado varias veces, que se llama "Juventud y Universidad". Estábamos en las vísperas de la violencia en América Latina. Estábamos en pleno curso de las llamadas "Décadas perdidas" por América Latina: por la cultura estatista, por la interrupción constitucional. Cuando hasta que felizmente se restablece una incipiente democracia, que parece ir consolidándose hacia esa democracia inevitable, que es el "signo de nuestro tiempo". Pero entre tanto, la Universidad ¿qué? La Universidad surgió; la Universidad -en esta visión histórica que termina hacia mediados del siglo- es una Universidad meramente profesional, que se corresponde con esa cultura de fragmentos de que habló Mons. Karllc ayer. Una Universidad meramente profesional donde es difícil ubicar la "excelencia" como un postulado: donde la matrícula universitaria ha aumentado legítimamente entre tanto; una Universidad donde yo fui un profesor feliz a pesar de las dificultades; donde tuve, en esa Universidad, la reforma de la libertad académica, cuando algún período político no la sojuzgó. En esa Universidad donde tuvimos una feliz convivencia, a pesar de que no siempre fue fácil. Cuento una anécdota porque quizás, aunque sea personal, ustedes también la han vivido de otro modo. Uno de mis compañeros en la Facultad de Derecho durante seis años era Fernando Nadra, el dirigente comunista más importante que ha tenido la Argentina. Con Fernando éramos compañeros de curso: él, presidente de la Federación Universitaria de Córdoba, y por consiguiente todopoderoso; y yo no era nada. Pero empezamos a ganarle alguna elección. Y durante 50 años, aún trasladado él a Buenos Aires, pudimos mantener un diálogo de respeto mutuo. Por lo que dijo Karlic ayer: porque encontramos algo común, que yo no sé si era que los dos buscábamos por caminos distintos esa "ciudad sin tristeza" que cantábamos ayer al abrirse las deliberaciones. El me confesó que no moría ateo, pero sí con esa vacilación ante Dios, de la que no había podido liberarse. Y ya en su lecho de muerte, después de 50 años que uno diría de desen-cuentros, me pidió que escribiera el prólogo de su último libro. En ese prólogo escribí lo que ha sido la convivencia universitaria para muchos. CONCLUSIÓN Este proceso complejo se vincula con las décadas perdidas por América Latina, por la cultura estatista y las interrupciones constitucionales. Luego se restablecerá una democracia incipiente -protodemocracia- y empezará el proceso de consolidación de la democracia inevitable. Pero con la matrícula universitaria que crece, la Universidad será meramente profesional, escenario de relaciones de poder y de conflictos de dominación. A pesar de muchos, hacia los años sesenta, la excelencia no es un postulado universitario. El pluralismo de escuelas que caracteriza a la sociedad accidental, se dio también en la enseñanza superior con las universidades privadas, muchas de ellas fundadas por la Iglesia. Hoy son un valioso instrumento de superación.