Julio Arce

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INTERCULTURALIDAD EN LA SALUD – LA MEDICINA DE LOS PUEBLOS
AMERICANOS PRECOLOMBINOS Y SU VIGENCIA EN LA ACTUALIDAD
Cultura es la herencia social de los pueblos; es el conjunto de sus costumbres y
comportamientos, de sus bienes y adquisiciones materiales y espirituales, en su
interacción con el entorno natural y social, a través de generaciones.
Antes de la llegada de los europeos en el siglo XV, los pueblos originarios de
nuestro continente habían alcanzado en muchos casos un grado avanzado de cultura, de
alimentación y de medicina. Su alimentación era variada y completa: animales
domésticos como llama, vicuña, guanaco, alpaca, aves de corral, ñandú, peludo, liebres,
etc., pesca en ríos, lagos y mar, cantidades de verduras y frutas, cereales y tubérculos;
p.ej. conocían cientos de variedades del maíz y de la papa. Ya los pueblos preincaicos
habían desarrollado admirables técnicas agrícolas, cultivando tierras áridas y laderas
montañosas en terrazas, aprovechando el agua escasa con canales para irrigación. El
trabajo de la tierra era comunitario y ritual (mingaco). El excedente de cosechas se
almacenaba y conservaba en depósitos subterráneos a más de 2.000 metros de altura,
quedando disponible para su distribución en casos de catástrofes naturales (sequía,
inundación, terremotos) previniendo o paliando hambrunas. La red incaica de buenos
caminos recorridos por rápidos chasquis con sistema de postas permitía la rápida
información de necesidades y el envío de alimentos y otros elementos necesarios en las
emergencias. El registro de la información por quipus (cordones con nudos) constituía
la base para una administración eficiente.
En cuanto a la medicina, en 1520 Hernán Cortés escribía al emperador Carlos V
que “no envíe a Nueva España (México) médicos de la península (ibérica), pues los
aztecas son mejores, especialmente para las enfermedades locales”. El Virrey Toledo en
Chuquisaca, Alto Perú, en 1580, comunicaba al rey de España Felipe II que los médicos
españoles “están aprendiendo exitosamente al lado de los especialistas indígenas”. El
abate Molina, siglo XVI en Chile, testimonió que “los médicos araucanos ejercían
varias especialidades, tenían buenas nociones del pulso, diagnosticaban y daban nombre
propio a sus enfermedades más comunes…utilizaban simples productos de origen
animal…recurrían a las fuentes termales para el reumatismo y ciertas enfermedades de
la piel.” Existían “ampives” (herboristeros sintomáticos), “vileus” para insectos y
parásitos, “gutaves” para cirugía y ortopedia (sangrías, heridas, abcesos, fracturas,
esguinces, etc.), “cupaves” o destripadores que interpretaban las vísceras de los
muertos, “colmelaches” o parteros, “machis” masculinos o femeninos que constituían la
máxima autoridad religiosa y médica, al lado del “lonko” o cacique de la tribu. Las
enfermedades se clasificaban según su gravedad, antigüedad, origen natural o
sobrenatural y su proveniencia indígena o “huinca”, como p. ej. la viruela, el sarampión
y la gripe, antes desconocidas y sumamente virulentas, con frecuencia mortales, para los
aborígenes. Los principales procedimientos terapéuticos, que han persistido hasta la
actualidad, son el “lahuentun” (cura con hierbas) y el “machitun”, complejo ritual
participativo para expulsar el daño o “kalkutun”.
La cruenta conquista y colonización europea destruyeron gran parte de estos
adelantos y conocimientos, proscribiendo y persiguiendo con frecuencia tanto las
lenguas indígenas como el ejercicio de sus medicinas, las que a pesar de todo
subsistieron, especialmente en el medio rural, en la selva y la montaña. A lo largo de los
cinco siglos transcurridos fueron evolucionando y combinándose en parte con la ciencia
y los conocimientos de los conquistadores, de los esclavos africanos y de los muchos
inmigrantes de todos los continentes.
La medicina popular es la suma de todos los conocimientos y prácticas,
explicables o no para la ciencia académica, utilizadas en el diagnóstico, prevención y
eliminación de trastornos físicos, mentales y sociales; está basada exclusivamente en la
experiencia y observación, comunicadas en forma oral o escrita. Bien ejercida
constituye una sólida amalgama de experiencia ancestral con conocimientos y destrezas
médicas, combinados en forma dinámica a través del tiempo
El curador popular o tradicional procede de la comunidad en la cual vive y es
reconocido por ella como competente, compartiendo bases sociales, culturales y
religiosas, conocimientos , actitudes y creencias respecto al bienestar físico, mental y
social, así como a las causas de enfermedad, discapacidad y muerte; provee cuidados de
la salud con sustancias vegetales, animales y minerales. Su formación comienza desde
temprana edad, al lado de algún curador experimentado. No suele tener afán de lucro y
es frecuente que ejerza otro trabajo remunerado, recibiendo por sus cuidados de salud
modestos pagos en dinero o en especias.
En muchos lugares de nuestro país y del continente americano, así como en el
resto del mundo, la población recurre con frecuencia a la medicina popular, sin dejar de
consultar a la oficial de cuño académico. Un número creciente de profesionales
universitarios de mente abierta a la realidad cultural y social de sus pacientes han
podido establecer vínculos con curadores populares locales, generalmente buenos
conocedores de la situación sanitaria de su comunidad, intercambiando conocimientos y
experiencias y estableciendo normas comunes de promoción, protección y recuperación
de la salud, como vacunas, medidas higiénicas, tratamiento de basuras y excretas,
hidratación oral en los trastornos digestivos, signos de alarma de enfermedades
respiratorias, etc. Inclusive en varias facultades de medicina existen programas de
difusión de conocimientos populares, invitando a curadores para que expongan y
dialoguen con los estudiantes.
Respecto a la medicina popular, deben evitarse cuatro conductas equivocadas:
1. Ignorarla como si no existiera, aunque está vigente en todas las comunidades.
2. Atacarla a priori sin conocerla, llevando a su ocultamiento por los pacientes..
3. Idealizarla indiscriminadamente como panacea que puede curar todo.
4. Aplicarla sin la debida formación previa, al lado de un curador experto.
Arce, Julio Enrique – Asociación para la Salud de los Pueblos Aborígenes.
Tres Arroyos 566 – RA 8300 Neuquén, Argentina – tel. 54 299 4427760
Fax: 54 299 4437072 – e-mail: julioarce67@hotmail.com
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