TESTIMONIO La experiencia de un ex testigo de Jehová expulsado de la organización. “YO NO TE ECHO FUERA” por EMILIANO LÓPEZ Durante muchos años he sido un fiel testigo de Jehová, creyendo siempre todas las doctrinas y normas que la organización había estado enseñando, hasta que un día empecé a fijarme en algunos puntos a nivel de la organización que me molestaban, puntos como: ¿por qué un testigo de Jehová no podía tener barba?, o ¿por qué teníamos que llevar un registro tan minucioso y detallado de los barrios donde vivíamos?, o ¿por qué teníamos que vender libros de puerta en puerta, dando la impresión de ser vendedores en vez de predicadores?. Estas preguntas se fueron haciendo más fuertes con el tiempo. Fue entonces cuando reuní a los ancianos de mi congregación para que ellos me respondieran a estas preguntas. “Son normas de la organización que debemos seguir sin oponernos”. Éstas fueron las únicas respuestas que recibía de ellos. Fue cuando los dirigentes de la organización cambiaron de opinión en un asunto económico, que sólo les beneficiaba a ellos, que salté y dije que no estaba de acuerdo. Pretendían que los lugares donde se reunían, los llamados Salones del Reino de los Testigos Cristianos de Jehová, fueran única y exclusivamente comprados por los testigos de todo el mundo y puestos a nombre de la organización. Todo esto me parecía una tomadura de pelo, un abuso hacia los sinceros testigos que estaban trabajando para ellos, creyendo que esa era la “buena voluntad de Jehová”. Actualmente, según sus mismas estadísticas, existen más de 70.000 congregaciones en el mundo. El propio salón donde yo me reunía costó 14 millones de pesetas y fue puesto a nombre de la Asociación de los Testigos en Madrid. Lo que comenzó siendo un grupo de estudiantes sinceros de la Biblia a finales del siglo pasado, se ha constituido en una de las mayores multinacionales de los EE.UU. Poseen medio Brooklyn, imprentas, fábricas, edificios, granjas, salones, por todo el mundo y, además, unos 4 millones de seguidores que trabajan sin descanso para vender, llevar y adquirir riquezas que, según ellos, Dios las preservará en el día del juicio sólo para ellos. Estas dudas y posterior actitud de no estar de acuerdo con estas normas hicieron posible mi expulsión y la de mi esposa. La acusación fue “rebeldía”. Yo me sentí deprimido por esto, pues a pesar de saber que estaba haciendo lo correcto, fui tan presionado, rechazado, despreciado por aquellos que yo creía mis hermanos sinceros, que caí en un estado de depresión, hasta el punto de perder el trabajo, la salud y el deseo de seguir viviendo. Cerca de un mes estuve en esta condición; incluso pudo costarme mi matrimonio. Un día por la tarde, orando sinceramente a Jehová, le pedí que me ayudara y que me mostrase la Verdad, le dije que la aceptaría aun si Él me decía que no se hallaba en los testigos de Jehová. Miré al cielo y clamé, lloré, supliqué, y miré para la calle y vi pasar dos chicas jóvenes por enfrente de mi casa; entonces sentí un deseo de que me hablaran, algo muy dentro de mí me decía que ellas tenían algo que darme. Seguí mis impulsos y bajé, esperé a que salieran de un portal y ellas, al pasar por delante de mí, se pararon y me dieron una hojita que decía: “Tu respuesta es Jesucristo”, y un número de teléfono donde contactar con ellos. Pedí una entrevista en mi casa y ellos vinieron; les hice pasar y yo tenía encima de la mesa mi Biblia y libros de consulta de los testigos. Nada más entrar les dije que fuera lo que fuera lo que ellos me iban a decir, yo no creía en la Trinidad, ni en la inmortalidad del alma, ni en la divinidad de Jesucristo. Una de estas chicas dijo estas palabras: “Nosotros no hemos venido a discutir contigo, traemos una palabra del Señor Jesús para ti, ¿quieres escucharla?”. Quedé tan impresionado por esta respuesta que casi no pude hablar. Respondí: Si. Entonces leyó en Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”. Las palabras, “yo no te echo fuera” rompieron mi ansiedad; era la respuesta a mi vida. Jesús no me echa de su lado, me ama, no me aparta de sí, no estoy solo. La hermana me pidió si yo aceptaría que ella orase por mí (para un testigo de Jehová está prohibido que alguien de otra religión ore por ella). Dije sin miedo que si. Abrí mi corazón a Jesús, le pedí perdón por mis pecados y le invité a entrar en mi corazón. Sentí una paz tan grande que supe desde ese mismo día que todo iba a cambiar, que era hijo de Dios, que había sido salvo y que Dios me amaba. Un mes más tarde mi esposa entregó su vida a Cristo y actualmente estoy ayudando a ex testigos a conocer a Cristo, llevando un ministerio de ayuda espiritual a este colectivo, dándome Jesús un amor y una comprensión por ellos que supera lo ya vivido antes. La Confraternidad Evangélica de Ayuda al Testigo de Jehová (CEAT) está para informarte, ayudarte en tus contactos con testigos. Disponemos de documentación que demuestra los intereses de la organización, y un vídeo que habla y prueba lo que los testigos de Jehová están haciendo en América. Mi Apartado de Correos es el 801. 06080 Badajoz España. (Este artículo fue publicado en “El Heraldo del Pueblo”, mayo-junio 1995).