Una sonrisa, por favor (Narración con un yerro, ¿o trampa?) La fuerte tormenta ayudaba a sus planes, era una noche era perfecta. Avanzaron despreocupados y, tras desactivar la alarma, ingresaron alegremente en la lujosa mansión. Sus propietarios paseaban por Europa y el encargado de seguridad, lejos de allí, en esos momentos se “encargaba” de atender a su nueva amiguita; “una damisela de la alta sociedad”, lógicamente, aleccionada por ellos. Mientras recorrían la fastuosa mansión; evaluaban los espléndidos objetos y magníficas obras de arte e intercambiaban exclamaciones de admiración y gestos aprobatorios, pero nada de eso les apetecía, no constituían el bocado principal. Llevarían sólo el contenido de la caja de caudales, el dinero no tenía marca y las joyas, por sus reducidas dimensiones, se podrían transportar y negociar con suma facilidad. Ahora, antes de la limpieza prevista… un gran banquete; total… les sobraba tiempo. Además, con la intensa lluvia y los rayos… ¿Quién podría andar por esos andurriales…? Se dieron un pantagruélico banquete, jamás degustaron exquisiteces semejantes, ¡lo que puede el dinero…! La tormenta arreciaba y los relámpagos conferían a las habitaciones un aspecto fantasmal. Ahítos, fueron hasta la caja del tesoro –motivo de sus desvelos- y comprendieron que su apertura sería un juego de niños, conocían bien el modelo, eran verdaderos profesionales dedicados a jugar con esos artilugios; para muchos sumamente complicados y para ellos, tan simples. El más bajito hizo unos “pases de magia”, la apertura del mecanismo produjo un leve chasquido. Dando traspiés fue hacia su cómplice, alarmado. -¿Qué te pasa…? -¡Uhm… no sé! Tengo un sueño terrible, ¡dale…apurémonos! Terminaron de girar la puerta y el mundo se vino abajo. -¡La bóveda está vacía! –manifestó sorprendido y colérico el delincuente más grande. En su interior un enorme cartel rezaba: “Bienvenidos. La policía fue alertada en forma automática. Los reflejos de los rayos encubrieron los flashes, mientras deambulaban libremente se registraron fotografías secuenciales. ¡Ah…! Los alimentos del refrigerador contienen un somnífero. Si prestan atención quizá oigan las sirenas policiales. Ahora, como agradecimiento y en recuerdo de su gentil visita, antes de que caigan dormidos o presos… la última fotografía. ¡Sonrían… por favor!” El destello del flash, los encegueció. Las sirenas de las patrullas atronaban la noche. Elmi Shindo