“El hombre es, por naturaleza, un animal cívico (…). La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro animal gregario, es clara. La naturaleza, pues, como decimos, no hace nada en vano. Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es una indicación del dolor y del placer; por eso la tienen también los otros animales (ya que su naturaleza ha alcanzado hasta tener sensación del dolor y del placer e indicarse estas sensaciones unos a otros). En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones. La participación comunitaria en éstas funda la casa familiar y la ciudad.” Aristóteles, Política, I, 2. 1. Sobre el texto: sitúa al autor en su momento histórico, señala el tema/problema del texto, indica sus ideas principales, muestra las relaciones entre ellas y explícalas. (2,5) Aristóteles fue un discípulo de Platón que asistió, a su pesar, al declive del periodo clásico helénico y su estructura política de ciudades – estado, y que formuló una nueva filosofía más atenta a lo concreto que la de su maestro, que supuso el inicio de un gran número de ciencias en la cultura occidental. Supo armonizar un gran número de aportaciones de otros filósofos en un sistema coherente que tendría una duradera influencia en nuestra cultura. El tema del texto es el carácter social del ser humano, en un sentido que le diferencia de otros animales sociales, porque en el hombre ese carácter social está estrechamente ligado a su naturaleza racional, debido a que la razón humana se desarrolla al poner en común nociones abstractas como las mencionadas en el texto (“justo-injusto, buenomalo”). En cuanto a las ideas del texto, Aristóteles aplica aquí su paradigma finalista a la política y a la naturaleza racional humana, en cuanto que nos explica que la sociabilidad del ser humano es el terreno propicio para el desarrollo de su potencialidad más específicamente natural, la racionalidad. A diferencia de otros seres vivos, nos dice el autor, la naturaleza hilemórfica del ser humano le faculta para abstraer las Formas inmanentes de los seres, es decir, para razonar, mientras que al resto de animales sociales (abejas, por ejemplo) la forma de su cuerpo, su psique sensitiva, no lo organiza para ejercer tan elevada función, sino que se limitan a percibir el entorno, y de ahí que sus pequeñas sociedades se basen en expresar “el dolor y el placer”, en lugar de nociones abstractas. El alma sensitiva de los animales marca la naturaleza inferior de sus sociedades, de la misma manera que marca la complejidad inferior de su comunicación, basada sólo en sensaciones. Sólo el ser humano, según el autor, es capaz de apreciar la esfera Formal inmanente en este cosmos, de ahí que sólo el ser humano forme sociedades políticas articuladas en torno a la razón, y por eso el hombre es un animal cívico en un sentido superior a otros animales sociales. “La naturaleza no hace nada en vano”, y por eso el ser humano posee un lógos que le faculta para captar las Formas universales, no meramente una voz animal para expresar sensaciones particulares. Vemos aquí que Aristóteles analiza la política, como es una constante en su pensamiento, desde la óptica del desarrollo de potencialidades. Los seres poseen, como ser en potencia, ciertas capacidades que sólo se actualizan en las condiciones apropiadas. Y según el texto, la condición apropiada para el desarrollo del alma racional del hombre es un contexto político racional. De ahí su oposición, antes mencionada, a la desaparición de las ciudades – estado del mundo helénico clásico, que eran juzgadas por él como la expresión política de la razón humana, y el terreno propicio para el desarrollo de la ciencia. Las comunidades que pueden desarrollar el logos humano estarían para Aristóteles encadenadas: aquí menciona “la casa familiar”, junto a la polis; y es que según nuestro autor el desarrollo natural de la comunidad racional sería primero la familia, después la aldea (agrupación de familias), y finalmente la polis (agrupación de aldeas), teniendo cada una de esas comunidades una finalidad sucesivamente más alta: la reproducción, el sustento material y finalmente el desarrollo del conocimiento, objetivo que queda alcanzado en la polis y que cierra la serie, de manera que sería innecesario e incluso perjudicial perseguir algún tipo superior de comunidad (el Imperio), que según él ya se ha visto en los bárbaros que no permite germinar la genuina potencialidad humana, el logos. Los conceptos de Acto y Potencia, que vemos aplicados aquí para diferenciar la naturaleza humana de la animal, juegan un papel crucial en su filosofía, pues son su manera original de alejarse a la vez del hieratismo de la metafísica parmenídea, y del misticismo de la platónica, a la vez que suponen uno de los primeros intentos del pensamiento occidental por racionalizar el devenir, un propósito ineludible para todo sistema filosófico que aspire a comprender el cosmos, como pretendía nuestro autor. Según él, entre el ser y el no-ser parmenídeos es necesario distinguir un tercer estado del ser, que es el ser en potencia, lo que no es pero puede llegar a ser. En nuestro texto, el carácter racional del ser humano, que llegaría a plasmarse en acto plenamente sólo en una sociedad racional, como es la polis. De esta manera, un ser humano que no se eduque en una comunidad política adecuada no llegaría a ser plenamente lo que es, sino que su potencialidad quedaría fallida, como según él ocurría con todos los bárbaros. Aristóteles es un ejemplo de cómo un gran genio puede usar conceptos novedosos en algunos campos del pensamiento (la ciencia, la cosmología, la metafísica) para justificar en otros (aquí, la política) los prejuicios de su época, pues él comparte plenamente el etnocentrismo de los griegos del periodo clásico. Siguiendo la argumentación del texto, podría decirse que los bárbaros son sólo un poco más avanzados que las abejas (aunque a diferencia de ellas llevan dentro el logos en potencia), pero no tan humanos como los griegos que desarrollan ciencia. El ser en potencia es también una manera que tiene Aristóteles de superar la trascendencia de mundos tan esencial al pensamiento platónico, y tan opuesta al espíritu aristotélico, en el que se encuentra encerrada esa admiración por la observación que en la cultura occidental dará lugar al empirismo moderno y sus precedentes. El mundo de las Formas sigue siendo lo esencial del cosmos en el pensamiento del estagirita, pero ese mundo no está ya alejado de este, en un más allá separado por un horizonte de trascendencia, sino que permanece aquí oculto, moviendo el cosmos desde dentro, guiando el desarrollo de cada ser desde dentro de su misma naturaleza. Y es que la admiración de Aristóteles por lo concreto le llevó a convertir en inmanente esas Formas de cuya importancia él nunca renegó, como alumno de Platón que en definitiva fue.