PETER BURNS EL CAPITALISMO TRIUNFANTE Y LA CRISIS DEL COMUNISMO: UN NUEVA CONTEXTO PARA EL PENSAMIENTO SOCIAL CATÓLICO Vivimos un momento crucial de cambio en la historia moderna de las ideas, caracterizado por la crisis político-económica del mundo comunista y por el nuevo estadio del desarrollo capitalista (revolución tecnológica y globalización de mercados, resultando en una mayor interdependencia económica); junto a un renovado compromiso ideológico con un capitalismo muy libre. El artículo desarrolla los motivos por los cuales el magisterio social de la Iglesia y el pensamiento social católico deben reaccionar ante esta nueva situación y ser fuerza creativa y positiva que aporte recursos morales e intelectuales para la acción y para orientar y ayudar a los católicos a posicionarse ante las distintas opiniones políticas de nuestro tiempo. Capital triumphant and the crisis of Communism: a new context for Catholic social thought, The Month, 23 (1990). 173-178 y 223-230 Juicio al socialismo Se han asociado todas -las opciones políticas de izquierda con el fracaso comunista. No sólo se juzga al totalitarismo, sino al socialismo en general, acusado de falsedad en sus postulados y de ser inviable en la práctica. Aunque prácticamente ningún socialista democrático ha llegado a aceptar como socialistas los regímenes de China, Unión Soviética y Europa del Este, sí lo ha hecho la ideología procapitalista hegemónica actual, en su empeño de relegar al socialismo al archivo de la historia de las ideologías, mientras ensalza la libertad como "La Solución" a la ` situación humana, al menos en sus aspectos materiales. Asimismo, la derecha cristiana defiende con justificaciones pseudoteológicas su postura procapitalista, y no duda en vincular la libertad de mercado y la libre empresa con la voluntad de Dios. Defensa del socialismo En esté clima intelectual de crecimiento de la ideología capitalista ante la crisis del comunismo, el pensamiento social católico, así como su praxis, debe: 1) denunciar y condenar la idólatra sacralización del capitalismo; 2) analizar y denunciar sin temor los fallos destructivos del capitalismo; 3) apuntar una alternativa más humana. Y todo ello debe hacerlo como respuesta a retos históricos y experiencias reales de nuestro tiempo. La crítica del capitalismo El nombre de Marx siempre ha levantado sospechas en la Iglesia, y a ello ha contribuido la historia de los regímenes marxistas. Así, la Iglesia ha reflejado la actitud occidental hacia Marx. Sin embargo, el pensamiento social católico debe mantener y reforzar su interacción con el pensamiento marxista, básicamente porque la crítica de Marx al PETER BURNS capitalismo es aún la más persuasiva, y la visión de Marx del socialismo converge en muchos aspectos clave con la del pensamiento social católico. El coste del capitalismo A pesar de sus fallos, hay quienes siguen prefiriendo el capitalismo al socialismo, porque aquél funciona y éste no. En la economía mundial nadie puede escapar a los dictados del orden económico internacional capitalista, caracterizado por el hambre, la pobreza, la inflación, el desempleo, la falta de vivienda, y la explotación de los trabajadores. Sin embargo, su capacidad total de producción es suficiente para satisfacer las necesidades básicas de toda la humanidad. Pero a pesar del fracaso de los mercados e instituciones capitalistas en este cometido, se afirma que el capitalismo funciona. El capitalismo funciona -¿para quién? Las disfunciones mencionadas pueden considerarse simplemente como parte de su funcionamiento normal. La mera continuidad del capitalismo es suficiente para afirmar que funciona, haciendo a los ricos cada vez más ricos, y sin reparar en los millones de personas, que mueren de hambre, a pesar de los excedentes alimenticios. ¿No hay alternativa? La doctrina social católica no puede admitir esta irrelevancia de la miseria de millones de personas. Sin embargo, se dice que es necesaria, puesto que sería mucho peor bajo cualquier otro sistema socioeconómico, como demuestra la experiencia comunista. Identificar las alternativas al capitalismo con los regímenes totalitarios del bloque comunista es una falacia. El sistema capitalista mata Probablemente mueren cada año de hambre y malnutrición unos 15 millones de personas. Los criterios de mercado, orientados hacia el beneficio, impiden que el excedente alimenticio sea distribuido con la suficiente igualdad para evitar esas muertes. Otras se producen por enfermedades que no pueden ser combatidas por falta de recursos o fruto de accidentes laborales por falta de unas mínimas condiciones de seguridad y una salud inadecuada, etc. Este tipo de muertes se producen también en las sociedades comunistas Pero la pregunta es si el capitalismo resulta realmente mejor. En los 2/3 del mundo dominados por las relaciones de mercado capitalistas, el número total de muertes innecesarias fruto del normal funcionamiento del capitalismo podría ser de 25 millones al año. PETER BURNS El cuadro completo La mayoría de las sociedades del Primer mundo no alcanzan a comprender el impacto global de las relaciones de mercado capitalista y su directa relación con los deprimidos niveles de vida de gran número de personas en otros lugares. Para ello bastaría con preguntar qué le pasaría al nivel de vida del primer mundo si los precios de todos los productos importados del Tercer mundo subieran a cotas que permitieran a los trabajadores que los produce¡¡ tener el mismo poder adquisitivo que el ciudadano medio occidental. Incluso admitiendo distintos niveles de productividad los trabajadores del tercer mundo reciben sólo una pequeña fracción de lo que reciben sus homólogos del Primer mundo. Víctimas Al hablar de represión política, la comparación también es menos favorable al capitalismo de lo que habitualmente se cree. Podría preguntarse cuánta gente ha muerto a manos de ejércitos apoyados por los EEUU y otros gobiernos occidentales. Las víctimas incluirían a gente de los cinco continentes. Al combinar estas muertes con las mencionadas anteriormente, nos encontramos con que mientras quizás unos 150 millones de muertes pueden atribuirse al estalinismo y al maoismo, el orden político y económico capitalista internacional ha sido el responsable de cientos de millones de muertes innecesarias y con frecuencia brutales, y continúa causando la muerte de millones de personas cada año. El hecho de no poder asociar estas muertes a un nombre como Stalin o Mao no las hace menos condenables. Deseo de emigrar El ideólogo capitalista argumentará, sin embargo, que la gente ha votado tácitamente al abandonar los países comunistas. El hecho es que generalmente hay un fuerte deseo de marchar de los países pobres a los países ricos. Además, las grandes migraciones a los EEUU vinieron al principio de toda Europa, mucho antes del comunismo. Y hay muchísima migración interna dentro de los países desarrollados, en busca de empleo y mejores salarios. La ley capitalista del desarrollo desigual hace inevitable el deseo de emigrar, al margen del comunismo. La búsqueda de alternativas En la tradición católica del pensamiento ético y social existe una fuerte tendencia a estimular la capacidad natural cognoscitiva y deliberativa del ser humano, más que buscar soluciones a cuestiones prácticas y políticas en la revelación divina. Este gran potencial del catolicismo fue ya respaldado en el Vaticano II al aceptarse explícitamente la legítima autonomía del mundo secular y sus disciplinas. Y Juan Pablo II ha reconocido que el magisterio social de la Iglesia no es una "tercera vía" entre capitalismo y socialismo, sino más bien una guía teológica a aplicar a propuestas prácticas políticas:Así el magisterio social, católico, sin perder su rol ni su identidad, no debe temer ni desdeñar un compromiso serio, crítico y responsable con el pensamiento PETER BURNS socio-político-económico secular, en su tarea de buscar soluciones prácticas a los problemas del hombre. Esta implicación no tiene más remedio que partir de las fuentes de la izquierda secular, si quiere ir más allá de nuevas generalizaciones éticas, y muy a pesar del poco apoyo oficial (cuando no oposición frontal) que algunas de estas ideas de la izquierda han recibido dentro de la Iglesia. Pero al igual que el tomismo fue inicialmente condenado por corromper la doctrina de la iglesia con una filosofía secular ajena, cualquier compromiso con políticas de izquierda provocará una crítica similar. Hay que resistir esta crítica, pero al mismo tiempo desenmascararla. La alternativa socialista democrática Para Marx era decisivo saber juzgar y seleccionar entre las distintas formas de socialismo en base a dos precondiciones fundamentales del socialismo genuino: 1) predicarse en un modo de producción capaz de satisfacer la demanda de consumo de una población, y 2) realizarse a través de una masa de trabajadores que ejerzan el control y la propiedad democráticos de los medios de producción., Es evidente que ninguno de los actuales países socialistas cumplen estas condiciones, y mucho menos los requisitos de ser sociedades sin clases, sin mercado, sin Estado pero tecnológicamente desarrolladas y compuestas por cooperativas de productores libres, que es a lo que Marx se refería al hablar de comunismo. Aproximaciones pragmáticas Actualmente hay que esperar el resultado de la política de Gorbachov y su impacto final en el mundo comunista. Es posible que surja algo próximo al genuino socialismo, pero también podría suceder un retorno al totalitarismo, o un vuelco absoluto, al capitalismo. puro. Lo que queda aún por intentar es la aplicación de la visión de Marx del socialismo en un país capitalista desarrollado. Sólo así se podría juzgar de forma justa su alternativa socialista. Un análisis del capitalismo Al analizar al capitalismo, Marx vio que los procesos de producción se socializaban cada vez más, requiriendo un alto grado de coordinación y cooperación, pero al mismo tiempo el conjunto seguía sujeto a un control y una propiedad inexplicables y no democráticos. El capitalismo es cada vez más racional en el detalle, pero irracional en su conjunto. Actualmente hay una enorme planificación que incluye todo tipo de trabajo coordinado dentro del ámbito de la producción. Sin embargo, esta planificación sigue al servicio de la acumulación privada del beneficio y del poder. Una dirección democrática de este uso planificado de la capacidad productiva al servicio de necesidades del hombre sigue siendo un objetivo inalcanzado, por el modo en que el mercado ha sido utilizado para encubrir esta acumulación de riqueza planificada pero privada. Lo que Marx demostró es que la distribución de bienes y servicios no podía explicarse simplemente por. las leyes de mercado de la oferta y la demanda, pues sus esquemas PETER BURNS son ya en sí mismos variables que ocultan distribuciones desiguales de poder, que a su vez dejan al mercado sujeto a la considerable influencia del capital. La obsesión por la producción y el beneficio Además de la creciente socialización de la producción, Marx predijo la creciente concentración de poder económico, periódicas recesiones y booms, y un continuado avance tecnológico. Mientras que a corto plazo los trabajadores podrían beneficiarse del crecimiento económico, a la larga no serían capaces de aumentar sustancialmente su participación de ganancias en la creciente productividad. Marx predijo que bajo el capitalismo el aumento de la productividad no se utilizaría tanto para reducir la jornada laboral como para incrementar la producción, y con ello el beneficio. A pesar de que la productividad ha aumentado repetidas veces en las naciones ricas, muchos trabajadores aún tienen que trabajar muchas horas en labores pesadas para producir objetos inútiles sólo para mantener su nivel de vida. Y las reducciones de jornada laboral y los aumentos de calidad de vida conseguidos han costado décadas de lucha sindical. Propiedad democrática La obsesión por aumentar la productividad y el beneficio no sólo impide la emancipación del trabajo respecto a las tareas más inútiles, sino que además amenaza el propio equilibrio ecológico del planeta. Al depender la estabilidad del capitalismo en su producción creciente, la única salida es someter el capital a la propiedad y el control democráticos, y situar las necesidades humanas como el principio rector de su utilización. Lo que justifica esta propuesta es que no es el dinero, o las máquinas, o la reducción del consumo lo que crea riqueza, sino las personas a través de su trabajo. Dos características del socialismo Marx describió el futuro del socialismo con dos características importantes. A medida que la tecnología avanzara, posibilitando una mejor satisfacción de las necesidades físicas, sería cada vez más innecesario asignar en el mercado bienes y servicios, especialmente aquellos para los cuales la demanda fuera poco flexible. Se ha demostrado la viabilidad práctica de distribuir servicios de sanidad y educación básicamente en función de la necesidad, y podría aplicarse también en alimentación y vivienda. Por supuesto, esta abolición del mecanismo de mercado necesitaría de una estructura racional de planificación democrática y un firme consenso para limitar los índices de crecimiento económico. La otra característica del socialismo sería la progresiva reducción del tiempo de trabajo, impedida por el propio mecanismo capitalista, o bien mal distribuida (creando desempleo). PETER BURNS Marx vio la emancipación del trabajo gracias al avance tecnológico como una oportunidad única para permitir a los trabajadores desarrollar plenamente todo su potencial cultural y espiritual. Nuevamente, bajo el capitalismo, estas oportunidades se distribuyen de forma muy desigual. Solamente la propiedad y el control democráticos y activos de los medios de producción por parte de los trabajadores puede situar el desarrollo tecnológico al servicio de la liberación humana. Transición del capitalismo al socialismo Marx consideraba a la democracia como esencial al socialismo, y sabía que había que extenderla a la economía si los trabajadores querían beneficiarse de ella. El socialismo, por su esencia, no podía instaurarse por decreto. Las clases trabajadoras debían ser plenamente conscientes y organizarse como un conjunto activo para conseguir la necesaria transformación de la sociedad. Si las masas estuvieran pasivas o desorganizadas, ningún poder revolucionario de élite podría verdaderamente engendrar el socialismo. El socialismo como movimiento de masas es en sí mismo un embrión de la sociedad socialista. El estalinismo y el maoismo demostraron lo que puede ir mal si los individuos intentan forzar el socialismo en una población no preparada se convierte en un transvestismo brutal de lo que Marx quería. Pero se observa también que a medida que se produce una industrialización forzada, y la economía y la sociedad se desamolían y son más complejas, inevitablemente aparecen presiones irresistibles en favor de la democratización política y la participación popular en el proceso ,de decisión económica. La dictadura del proletariado Para Marx, la idea de democracia no era incompatible con la noción de dictadura del proletariado por la que abogaba. Una democracia liberal capitalista sería una dictadura de la burguesía, simplemente porque es la burguesía quien, en tal democracia, controlaría el poder del Estado. Para Marx, la dictadura del proletariado significaba la democracia participativa de masas en el período de transición durante el cual se socializa el poder de los capitalistas. Cuando un movimiento socialista de masas consigue el poder político y lo ejerce, necesita actuar con toda la autoridad y poder del aparato estatal. Todo partido político actúa de forma similar al alcanzar el poder. Ciertamente, Marx subestimó la capacidad del poder económico capitalista para resistir e incluso frustrar los esfuerzos de los socialistas en el poder. Marx también advirtió de los peligros inherentes en la propiedad del Estado si ésta quedaba sujeta a una élite burocrática de la cual el Estado sería meramente propiedad privada. PETER BURNS No hay sustituto del proletariado Todo esto demuestra que no hay sustituto para la gran masa de trabajadores organizados y concienciados. Ni las élites revolucionarias armadas ni las burocracias de Estado pueden reemplazarla. Por lo tanto, la experiencia de los Estados socialistas hasta la fecha debería haber servido de confirmación -y no de descrédito- del marxismo. Este marxismo democrático no equivale sin embargo a la socialdemocracia europea occidental, que no obstante ha conseguido importantes logros en los distintos ámbitos sociales del bienestar (empleo, sanidad, vivienda, educación, consumo, etc.). Estos logros no surgieron del altruismo natural del capitalismo, sino de muchos años de lucha política democrática. Una serie de crisis En parte también hay que atribuirlos al propio interés capitalista, pues al perseguir la maximización de la producción y la minimización de los costes, la producción aumentó más que el consumo, y se produjeron recesiones periódicas que culminaron en la gran depresión. La enorme crisis se resolvió temporalmente en la posguerra mediante una combinación de políticas keynesianas de pleno empleo, un sistema de asistencia social creciente, y un nuevo papel para los trabajadores de alto salario para mantener los niveles de consumo. Sin embargo, esta estabilización entró en crisis en los años 70 debido a los crecientes costes laborales, el aumento de los precios y la caída de los índices del dinero. Ante ello, la reacción hostil del capitalismo se convirtió en ataques contra el keynesianismo, los sindicatos y el Estado del bienestar. Una gran cantidad de capital salió del Primer mundo en busca de mano de obra aún más barata, y hubo un incremento en la especulación. Los resultados de este proceso incluyen graves desequilibrios en las balanzas comerciales, el abandono de las políticas domésticas de pleno empleo, y una creciente subclase. Pero los niveles de alto consumo basados en la deuda van a conducir a nuevas presiones inflacionarias en cuanto crezca la demanda de empleo y el precio de las materias primas, y las reivindicaciones de los trabajadores en los países industrializados llevarán a un aumento del coste salarial y de los precios de la importación. Esta presión se, verá aumentada si se facilita el crédito para permitir a los bancos y demás entidades crediticias eludir nuevas crisis. Para frenar estas alzas de la inflación, los gobiernos del Primer mundo probablemente mantendrán la amenaza del desempleo masivo y la presión para mantener los salarios bajos. Al mismo tiempo, la desigualdad creciente en las rentas, la falta de inversión en infraestructura, y los problemas sociales derivados de la pobreza continuarán azotando las sociedades capitalistas avanzadas, mientras que las crisis del comercio mundial y de la deuda seguirán hundiendo al Tercer mundo y amenazando con una nueva recesión global. La debilidad de la socialdemocracia Para entender por qué afrontamos esta situación es necesario examinar las debilidades básicas de la socialdemocracia: 1) fue incapaz de tratar con la internacionalización del PETER BURNS capital frustrando la capacidad de los gobiernos para dirigir el comercio y mantener el pleno empleo; 2) se forzó á los gobiernos a contentar al capital para mantener altos los niveles de crecimiento económico; 3) las tendencias de clase seguían siendo evidentes en los programas de gasto público (poco democráticos y participativos), no consiguiendo una redistribución fundamental de la renta. Una reestructuración radical de la sociedad La socialdemocracia fue en la práctica demasiado débil para sujetar el capital al control democrático, y se encerró a sí mismo en una ideología de crecimiento que resulto insostenible. El socialismo optaría. por una restructuración más radical de la sociedad de manera que, de una vez por todas, sometería al capital bajo la propiedad y el control democráticos, mediante medidas adicionales tales como: 1) la socialización de las decisiones sobre el comercio, la inversión y la distribución de beneficios, mediante la propiedad pública y supervisión (por parte del gobierno y otros organismos independientes y democráticos) de los bancos e instituciones financieras y planificadoras, en cuanto a sus políticas de inversión y comercio, y el uso social de los beneficios acumulados; 2) la transferencia de la propiedad de la mayoría de las acciones, en las 1.000 sociedades más grandes, a sus empleados, y periódica información de sus operaciones a unos consejos reguladores; 3)- un grupo de industrias estratégicas propiedad del Estado o corporaciones públicas independientes, en materia de energía y transportes, serían analizadas una a una para decidir la mejor forma de propiedad para ellas; 4) el fomento, por parte del gobierno local, de cooperativas de trabajadores comunitarias; 5) control público de precios y renta dentro de un marco de mercado; 6) una reforma radical de las políticas fiscal e inmobiliaria con el propósito de lograr una distribución de la renta más igualitaria. Al considerar todas estas medidas, no se puede insistir demasiado en que lo que se contempla es una planificación democrática y de carácter estratégico, ni la dirección operacional de la economía por parte de una burocracia, como en las economías de tipo soviético. Subsidiariedad Estas políticas se utilizarían también para financiar sistemas globales y gratuitos de asistencia sanitaria, educación y servicios sociales, y un fuerte compromiso para facilitar viviendas a bajo coste y erradicar su falta. El principio básico de la propiedad y control democráticos del capital se llevaría a cabo dentro de un marco de supervisión por parte de consejos reguladores elegidos democráticamente. Pero el énfasis estaría puesto en los grupos independientes de trabajadores y ciudadanos que ejercerían las funciones de propiedad y control. Esto enlaza perfectamente con la doctrina social católica en cuanto al principio de subsidiariedad. Además, el sistema sería suficientemente flexible para permitir un gran margen a negocios individuales y familiares de pequeña escala. Este sistema fomentaría el tipo de democracia participativa que es la clave del socialismo viable. Permitiría que la tecnología y el capital se pusieran al servicio de necesidades articuladas democráticamente: También estimularía una cultura social y política profundamente democrática. PETER BURNS ¿Sería económicamente factible este sistema? Sólo su implementación daría una respuesta definitiva, pero un gran número de estudios teóricos de economistas sostienen que no sólo sería factible en la práctica, sino que marcaría ventajas económicas sobre el capitalismo. Solidaridad social internacional Es absolutamente crucial que se construyan fuertes lazos de solidaridad social internacional entre los países desarrollados y los países en desarrollo, para que estas políticas sean suficientemente efectivas para contrarrestar el poder del capital transnacional. Los modelos de desarrollo para el Tercer mundo deberían basarse en la satisfacción de las necesidades básicas, porque un desarrollo sólido depende del tipo de crecimiento y su distribución, y no sólo de su cantidad. En este punto de su desarrollo, los países más pobres necesitan una estrategia asistencial dirigida a elevar los niveles básicos de vida, más que una socialización que de golpe, resultaría sólo en una socialización de pobreza. Este es un proyecto difícil y a largo plazo, y requerirá un delicado proceso de educación sociopolítica. Pero se está produciendo un aumento de la concienciación de grandes sectores de la población mundial, de su creciente interdependencia al afrontar los: enormes problemas de la humanidad, y la necesidad de una acción co-operativa global para hacerles frente. Democracia económica Al mismo tiempo está emergiendo una conciencia popular en favor de la democracia en distintas partes del planeta. Hasta ahora se ha puesto un énfasis en la democracia política, pero a medida que se reflexiona más sobre los ideales democráticos, hay una gran necesidad de que el proceso de democratización se extienda a la esfera económica. En la Europa del Este especialmente, esto puede tomar la forma de la propiedad de los trabajadores de la industria, y formas de planificación económica estratégica que regulen socialmente el mercado. También en Occidente, a medida que los ciudadanos observan la lucha por la democracia en otros lugares, pueden empezar a preguntar de cuánta participación democrática gozan en el desarrollo económico, tecnológico y social de su propia sociedad. Una organización tan internacional como la Iglesia Católica Romana está en una buena posición para facilitar este proceso usando sus fuentes educacionales para el bien común. Pero el pensamiento y la praxis social católicos deben entrar en una relación renovada con las organizaciones socialistas y seculares: si se quiere lograr una masa crítica para cambios decisivos. Son muchas las complejidades y dificultades que esta tarea entraña, pero la alternativa es un mundo a merced del capitalismo global. Si las reformas en el, bloque comunista, especialmente en la URSS, consiguen una: cierta medida de socialismo democrático, supondrá un gran estímulo para la izquierda democrática occidental. Es teniendo presente esta posibilidad que el pensamiento social católico debe apoyar el proceso de reforma en el mundo comunista. Esto significará desarrollar vínculos más estrechos con las fuerzas progresistas de estos países, pero al PETER BURNS mismo tiempo intentar alejarlas de la tentación de seguir el camino capitalista. Una familiaridad con el genuino pensamiento de Marx por parte de los pensadores sociales católicos facilitaría este tipo de interacción. Afortunadamente hay grupos significativos, especialmente en la URSS, que a la vez que decididamente críticos con el estatalismo burocrático que ha caracterizado el desarrollo de sus sociedades y ha provocado la actual crisis, también se comprometen a una alternativa democrática socialista al capitalismo occidental. La convergencia del pensamiento social católico y el socialismo de Marx Algunos aún serán escépticos ante la idea de que el pensamiento social católico tiene .mucho. en común con la visión de Marx del socialismo. Pero creo que, una comparación sin prejuicios revela muchos puntos de convergencia. Quizás el más fundamental sea la opción básica común por un tipo de sociedad conscientemente participativa y cooperativa, y por una solidaridad global entre los pueblos. Además, el magisterio social católico ha reiterado la prioridad de tres preocupaciones claves ante el efecto del capitalismo: 1) la opción preferencial por los pobres; 2) la dignidad y los derechos de los trabajadores; 3) el servicio de las necesidades básicas humanas sociales y físicas. Otro tema clave ha sido la idea de que la tecnología y la ciencia deberían estar al servicio del hombre y no viceversa. El acento católico en el respeto por los recursos naturales está en conexión con ello. Muchos socialistas actualmente están extendiendo la visión de Marx en este sentido a la vista del peligro de daño ecológico provocado por el incesante crecimiento económico. Esto encaja con el deseo de Marx de dirigir las mejoras en la productividad a eliminar el trabajo innecesario en lugar de seguir incrementando la producción. Marxistas y católicos pueden unirse en la crítica al consumismo fútil. El deseo de Marx de que los hombres utilicen su progresiva emancipación del trabajo innecesario para cultivar su propio desarrollo espiritual y cultural converge con el interés de Juan Pablo II por un auténtico desarrollo humano en Sollicitudo Rei Socialis. Tradujo y condensó: VICTOR SÁNCHEZ