costa de marfil: ¿un país con tres ejércitos?

Anuncio
COSTA DE MARFIL: ¿UN PAÍS CON TRES EJÉRCITOS?
Julio 2011
Cristina Barrios
http://www.fp-es.org/costa-de-marfil-un-pais-con-tres-ejercitos
La comunidad internacional debe evitar que en Costa de Marfil se refuerce un
régimen que dependa únicamente del presidente y priorizar la reconstrucción de un
Estado fallido.
Índice de Estados fallidos 2011.
SIA KAMBOU/AFP/Getty Images
Si la comunidad internacional decide apoyar el desarrollo económico y la democracia en
Costa de Marfil, es imprescindible que se contribuya a reforzar el Estado, más que al régimen
del presidente Ouattara. El país ha pasado de funcionar como un territorio viable –aunque
autoritario— con Houphouet Boigny (mandatario desde la independencia en 1960 hasta su
muerte en 1993) a ser calificado como frágil y fallido en los Índices realizados por el Banco
Mundial, Foreign Policy y Brookings. Casi dos décadas de multipartidismo frustrado, un golpe
de estado, división territorial, confrontación armada, ideología xenófoba y manipulación de
parte de Laurent Gbagbo han dejado al país listo para un nuevo régimen: el apoyo
internacional para consolidar a Alassane Ouattara en el poder el pasado abril (después de
que ganara las elecciones en noviembre) estuvo muy bien, aunque tardó demasiado. Sin
embargo, aparte de un nuevo dirigente, Costa de Marfil necesita un Gobierno competente
con instituciones fuertes, incluido un Ejército único que garantice seguridad y estabilidad.
Ouattara se ha comprometido a reformar el cuerpo militar creando las Fuerzas Republicanas
de Costa de Marfil (FRCM), y ya está barajando opciones de reorganización de mandos,
formación, armamento y financiación con Francia, la Unión Europea, Estados Unidos y la
Operación de Naciones Unidas en Costa de Marfil (ONUCI, por sus siglas en francés). Estos
programas internacionales de Reforma del Sector de Seguridad podrían, sin embargo,
desviarse para, en vez de reforzar el Estado, respaldar al régimen que recientemente se ha
instalado en el poder. Las FRCM podrían convertirse en una tercera milicia, añadiéndose a las
antiguas Fuerzas Armadas que defendieron a Laurent Gbagbo como fuerzas de seguridad
nacional y a la facción rebelde conocida como Fuerzas Nuevas, dirigida por Guillaume Soro.
Estos dos bandos se han enfrentado durante años en lo que algunos consideran una guerra
civil, y al final las Fuerzas Nuevas apoyaron a Ouattara y lo ayudaron a conseguir el poder. A
cambio, Soro no ha aceptado menos que ser presidente del Gobierno (primer ministro) y
ministro de Defensa en la Costa de Marfil que ahora lidera Ouattara.
Esto se explica por dos razones, que plantean problemas en la mayoría de los Estados
fallidos en África. Por una parte, el modelo estatal (copiado de Francia) es bicéfalo en el
poder ejecutivo: hay un cargo de presidente y otro de primer ministro, lo que engendra una
clara tensión política. Se quiere utilizar como espacio para construir alianzas y difuminar la
autoridad, pero perpetúa la difícil gobernabilidad y el nepotismo. La alianza entre Ouattara y
Soro es claramente de conveniencia; recordemos que éste último ya fue primer ministro de
Gbagbo y su verdadera ambición es posicionarse para dirigir el país en las próximas
elecciones. Los partidos políticos están poco dispuestos a jugar un papel de oposición, sobre
todo porque la Asamblea (poder legislativo) no tiene mucho peso. Por otra parte, esta
transición volvió a demostrar la fuerza de las armas como clave para que una facción se
imponga sobre la otra en el Gobierno. Las armas -mucho más que las elecciones como
voluntad del pueblo- ponen y quitan a los mandatarios, por eso es imprescindible que la
Reforma del Sector de Seguridad logre desligar el futuro Ejército marfileño de una persona
concreta y lo convierta en una institución estatal al servicio de la autoridad civil de turno. Es
lo que sucede en las democracias.
La mayor parte de los militares tanto de Fuerzas
La política y la cultura con
Armadas como de Fuerzas Nuevas están fuera del
frecuencia son más importantes que
control del presidente, y aunque ya no usen esos
el grado de fracaso
nombres siguen desplegados por todo el país.
Ouattara y Soro están logrando reducir el caos en
Abidjan, donde empiezan a verse grupos de soldados con camisetas FRCM, pero miles de
hombres armados de las estructuras antiguas (ahora más o menos desmembradas) siguen
abusando de la población en otras ciudades y regiones. Controlan las aduanas en los puntos
fronterizos clave del país, organizan la policía y la administración en los lugares donde están
implantados y se dedican a extorsionar a comerciantes y viajeros que circulan por las
carreteras en numerosos checkpoints. Además, en los últimos meses de crisis se vaciaron las
cárceles, se importaron mercenarios de Liberia y otros países y los dos bandos repartieron
armas a grupos de jóvenes y población civil, favoreciendo un clima de delincuencia, tráfico y
crimen que será difícil de rectificar. En Costa de Marfil se estima que se ha llegado al millón
de desplazados –familias huyendo de los campos de batalla a zonas rurales y a regiones que
parecían menos hostiles a su etnia— y medio millón de refugiados en países vecinos, lo que
conlleva flujos de población y reestructuración económica impresionantes.
Para evitar que se construya un tercer bando armado, las FRCM deberán incluir a las
antiguas Fuerzas Nuevas pero diluyendo la autoridad de Soro, así como convertir a muchos
de las antiguas Fuerzas Armadas en el nuevo Ejército marfileño. El presidente ha logrado que
algunos de los generales que defendieron a Gbagbo le presten juramento, pero éstos
esperan algo a cambio. En concreto, Ouattara podría verse obligado a hacer concesiones de
amnistía, pero la impunidad debilitaría su legitimidad y la reconstrucción del Estado de
derecho. Muchos de los militares (de ambos bandos) que han luchado estos años han
cometido graves violaciones de derechos humanos y ataques contra la población civil, y las
miles de víctimas marfileñas esperan justicia para poder confiar de veras en la ley y el nuevo
Ejército. Pero perseguir a los militares pondría en peligro la muy necesaria reconciliación y
reforma e incluso podría afectar a los altos cargos –incluso a Gbagbo, Soro y el mismo
Ouattara— si se estudia la responsabilidad de las cadenas de mando militar. La justicia de
transición y la condena por violación de derechos humanos son elementos cruciales en esta
etapa, pero las consecuencias para la construcción de instituciones marfileñas y la
legitimidad del régimen son muy complejas.
En realidad, el principal reto lo constituye el desarme y la desmovilización de la mayoría de
los miembros de todas las facciones, que deberían reintegrarse en escenarios económicos
alternativos: dejar de servirse del kalashnikov y encontrar medios comunes de ganarse la
vida. La ONUCI podría dedicarse a coordinar los esfuerzos internacionales en este sentido,
pero esto sólo va a funcionar si la Reforma del Sector Seguridad se acompaña de un apoyo
masivo a políticas de desarrollo e inversión. Y en vista de los vínculos humanos y
económicos, y de la naturaleza transfronteriza de los conflictos en toda la región, la
intervención internacional debe dirigirse a toda África Oriental, más allá de Costa de Marfil.
Aunque Ouattara se ha ganado la confianza internacional y consta de un potencial
imprescindible para el futuro de Costa de Marfil, la comunidad internacional debe evitar la
tentación de reforzar un régimen que dependa de la persona que está a cargo, como tantas
veces se ha visto en África, y priorizar la reconstrucción de un Estado fallido en esta región
extremadamente inestable.
Cristina Barrios, experta en relaciones entre la UE y África, es investigadora en Fride y
profesora en la escuela de negocios ESCP Europe.
Descargar