LA LECTURA (RELATO DE UN VIEJO EXPERIMENTADO)

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LA LECTURA
(RELATO DE UN VIEJO EXPERIMENTADO)
Anton Chéjov
En el despacho de nuestro jefe, Iván Petrovich Semipalatov, hallábase un día
sentado el empresario del teatro de la localidad, Galamidov, hablando con
aquél de la belleza y manera de interpretar de nuestras actrices.
-No estamos de acuerdo -decía Iván Petrovich al tiempo que firmaba papeles-. Sofía Iurievna tiene un talento fuerte y original. iEs simpática, graciosa,
encantadora!...
Iván Petrovich se disponía a continuar; pero, no permitiéndole el entusiasmo
articular una palabra más, se limitó a sonreír de una manera tan amplia y
dulzona que el empresario, al mirarlo, sintió que la boca se le llenaba de algo
dulce.
-Me agrada de ella esa inquietud ..., ese palpitar de su pecho juvenil cuando
lee un monólogo ... iArde ..., lo que se dice arde!... iDígale de mi parte que en
esos momentos yo me siento dispuesto a todo!
-Excelencia ..., sírvase firmar esta comunicación de la Comisaría de [erson,
referente a...
Semipalatov alzó su rostro sonriente y vio ante sí al funcionario Merdiaev, que
con ojos inexpresivos le presentaba un papel para la firma. Semipalatov hizo
una mueca de desagrado. La prosa venía a interrumpir a la poesía en el momento más interesante.
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CUADERNOS DE ECONOMÍA 31
-Esto podía haberse dejado para después. ¿No ve usted que estoy conversando? iQué gente tan mal educada y tan poco delicada!... ¿No decía usted, señor
Galamidov, que ya no quedaban tipos gogolianos? ...Pues aquí tiene usted uno.
¿No es este uno de sus tipos? .. Descuidado, con los codos rotos, bizco, sin
peinarse jamás ... iYmire como escribe!... iAlgo horrible!... Escribe sin sentido y
haciendo faltas como cualquier zapatero. Mire usted, lpor favor!
-iHum!... -bramó Galamidov mirando el papel-. En efecto ...Usted, señor
Merdiaev, con seguridad lee muy poco.
-iY así no es posible, amigo! -prosiguió el jefe-. Me avergüenzo de usted!
iSipor lo menos hubiera usted leído!...
-La lectura hace mucho -dijo Galamidov, suspirando sin motivo alguno-.
iMucho!... Debe usted leer, y cuando lea ya verá como su horizonte cambia
radicalmente. Usted puede procurarse libros donde quiera ..., en mi casa, por
ejemplo. Yomismo, si usted quiere, le traeré alguno.
-Dé las gracias, amigo -dijo Semipalatov.
-Merdiaev sonrió torpemente, movió los labios y se retiró.
Al día siguiente Galamidov llegó a nuestra oficina trayendo consigo un montón de libros. Y éste es el preciso momento en que dio comienzo nuestra historia. iNi los descendientes de Semipalatov perdonaron nunca a éste un proceder
tan ligero! Si hubiera sido un adolescente podría habérsele perdonado; pero
siendo, como era, un consejero, el perdón era imposible.
Merdiaev, a la llegada del empresario, fue llamado al despacho.
-iTome, amigo, y lea! -dijo Semipalatov entregándole un libro-. iLea con
atención!
Con manos temblorosas cogió Merdiaev el libro y salió del despacho. Estaba
pálido, sus ojos bizcos giraban inquietos, como sibuscaran una ayuda entre los
objetos que le rodeaban. Nosotros le quitamos el libro de las manos y lo examinamos atentamente.
Era éste El conde de Montecristo.
-Nadie puede oponérsele -dijo con un suspiro Projov Semionich Budilda,
nuestro viejo contable-. Tú procura esforzarse como puedas ..., vete leyendo
poco a poco, y más tarde, si Dios quiere, quizá se le olvide y te sea posible
dejarlo ... Tú no te asustes ... Lo principal es no penetrar en la lectura. iLee...,
pero no penetres en esas inteligencias!. ..
Merdiaev envolvió el libro en un papel y se sentó a escribir. Aquella vez, sin
embargo, no se encontraba en disposición de hacerlo. Le temblaban las manos
y los ojos se le torcían en todas direcciones, uno se le iba al techo y otro al
tintero. Al día siguiente, cuando llegó al trabajo, en su rostro se veían señales de
llanto.
-iHe empezado cuatro veces -dijo-;
pero no me ha sido posible comprender nada! iNo sé qué de unos extranjeros!...
LA LECTURA
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Cinco días después, al pasar por delante de las mesas, Semipalatov se detuvo
ante Merdiaev y preguntó:
-Bien, ¿y qué? ... ¿Leyó usted el libro ?
-Sí, excelencia. Lo he leído.
-¿y de qué trata lo que ha leído usted, amigo? iAver... cuéntenoslo!
Merdiaev levantó la cabeza y movió los labios.
-iSe me ha olvidado, excelencia!". -dijo al cabo de un minuto.
-Eso significa que no lo ha leído usted ..., o que lo ha leído sin poner atención ..., automáticamente. iAsíno puede ser!... Tiene usted que leerlo otra vez.
iEso se lo recomiendo a ustedes, señores, a todos en general! iTodos tienen que
leer! iCojan ustedes libros de los que están en mi despacho, encima de la ventana, y lean! iParamonov, vaya usted ahora mismo y coja un libro! iYayausted
también, amigo Podjodzev!... iYusted, Smirnov, también! iYayan todos, señores ..., se los ruego!
Todos fueron y cogieron cada uno un libro. Budilda fue el único que se atrevió
a protestar. Moviendo las manos y la cabeza, dijo:
-Perdóneme, excelencia ... ; pero yo antes le pediría el retiro que ...Yoya sé lo
que ocurre cuando se leen esas criticas y composiciones. iPor culpa de ellas mi
nieto mayor llama estúpida a su propia madre en su misma cara y se pasa la
Cuaresma bebiendo leche! iPerdóneme!
-iEs que usted no comprende de lo que se trata! ...-dijo Semipalatov, que por
lo general solía perdonar al viejo todas sus rudezas.
Pero Semipalatov se equivocaba. El viejo comprendía perfectamente. Al cabo
de una semana, todos pudimos ver el fruto que daba aquella lectura.
Podjodzev, que leía el segundo tomo de El judío errante, llamó a Budilda jesuita.
Smirnov empezó a venir borracho al trabajo. Sin embargo, sobre ninguno produjo la lectura tanto efecto como sobre Merdiaev. Éste adelgazó, palideció y se
dio a la bebida.
-iProjov Semionich! -imploraba de Budilda-. iRezaré por usted eternamente, pero pida a su excelencia que me disculpe ...!iDígale que no puedo leer
más! iMe paso leyendo la noche y el día, no duermo, no como ... Mi mujer agota
sus fuerzas leyéndome en voz alta, pero yo no entiendo nada. iDios es testigo!...
iHágame esa merced!
Varias veces intentó Budilda poner a Semipalatov al corriente de lo que ocurría; pero éste se limitaba a hacer un ademán de impaciencia y, en unión de
Galamidov, acusaba a todos de ignorancia. Transcurridos de esta manera unos
dos meses, la presente historia estuvo a punto de tener un espantoso final.
Un día, al llegar a su trabajo, Merdiaev, en lugar de sentarse ante su mesa, se
puso de rodillas en el centro de la habitación, se echó a llorar y dijo:
-iPerdónenme, hermanos, por haber falsificado documentos!
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Luego corrió al despacho de Semipalatov, se hincó nuevamente de rodillas
ante él y exclamó:
-iPerdóneme, excelencia!... iAyertiré a un pozo a un niño chiquitín! Después,
golpeando el suelo, rompió a sollozar.
-lQué significa esto? -se asombró Semipalatov.
-iEsto significa, excelencia -dijo Budilda avanzando y con los ojos llenos de
lágrimas---, que se ha vuelto loco! iQue ha perdido el juicio! iHe aquí lo que ha
conseguido Galamidov con la famosa lectura!... iPero Dios misericordioso todo
lo ve, excelencia ...y si mis palabras no le agradan, permítame que presente mi
dimisión! iMás vale morir de hambre que presenciar semejantes cosas a la
vejez! Semipalatov palideció y dio unos cuantos pasos por la habitación.
-iQue no vuelva a recibirse a Galamidov! -dijo con voz sorda-. Yustedes,
señores, tranquilícense. Ahora veo mi culpa. iGracias, viejo!
.
Desde entonces no volvió a ocurrir nada. Merdiaev se curó, pero no del todo.
Aún ahora, cuando ve un libro, tiembla y vuelve la cabeza.
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