Existen curanderos especializados en ciertas enfermedades como hepati­ tis o fracturas. Otros sólo curan las más comunes y, por último, los hay que tienen remedio para casi todas las dolencias. Para sus curaciones también utilizan minerales o rocas como el caolín o la arcilla, y restos de animales como patas de mono, piel de elefante, carne de leopardo o cuernos de antílope. Estos productos se emplean normalmente asociados a las plantas y, a veces, solos o mezclados unos con otros. El tratamiento específico se elige después de haber hablado con el pacien­ te y según la comunicación de los espíritus, siendo éstos los que dictaminan. Existe la creencia generalizada de que el vigor de la medicina se manifiesta sólo si es administrada por la persona adecuada y no tiene valor sin que el cu­ randero haya pronunciado algunas palabras mágicas o conjuros. Es fundamental para tratar con los curanderos tener fe en su ciencia y esti­ marla. Si no es así, ellos lo detectan, no pudiéndose llevar a cabo la curación. Aunque las posibilidades de la medicina local son inmensas y es reconoci­ do que ha salvaguardado desde tiempos remotos la salud de manera natural, es preciso decir que asistimos a una progresiva pérdida de esta medicina en África. Esto está motivado por varias causas, siendo las principales la cada vez mayor difusión de la medicina alopática en el territorio africano, el des­ arrollo de las comunicaciones y la influencia de la cultura occidental entre los nativos. De esta manera, hoy en día, en la mayor parte de los poblados existen ya dispensarios llevados por agentes primarios de salud, individuos del poblado que reciben la instrucción necesaria de médicos no africanos pa­ ra practicar las atenciones sanitarias primarias y que está sustituyendo cada vez más al curandero en sus funciones. Por otra parte, el cambio de mentali­ dad hacia una educación occidental hace que los nativos prefieran los medi­ camentos químicos por considerarlos superiores a los suyos, perdiendo inte­ rés por la medicina tradicional, hasta el punto de que son muchos los ancia­ nos que no han podido legar sus conocimientos a la descendencia, llevándo­ selos consigo cuando mueren.