TOf EL DISCERNIMIENTO ETICO Responsabilidad urgente del cristiano TONY MIFSUD, SJ. El avance científico-técnico lia provocado proftitulas transformaciones de la realidad y con ello se nos plantean agudos y nuevos interrogan!es éticos ¿Cómo podemos los creyentes en Jesucristo responder adecuadamente a ellos? No basta con recurrir a las normas establecidas, que juegan ciertamente un importante rol pedagógico, sino que es necesario recorrer creativamente el camino del discernimiento. El autor, doctor en teología moral y profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile, señala que para realizar ese discernimiento es indispensable una conversión liberadora y una búsqueda comunitaria que hagan posible la relación entre la fe y la acción transformadora del hombre. El discernimiento cristiano es la búsqueda constante de la voluntad de Dios y no puede reducirse a un mero ejercicio intelectual-espiritual. Es preciso rescatar su aspecto de proceso dinámico y práctico que lleva a la conversión y a la apertura confiada al plan de Dios sobre la historia humana.1 E! discernimiento es una relación dialéctica entre la intimidad con la Persona de Jesús y la fidelidad a su praxis transformadora como dos aspectos de una misma experiencia. Moral y discernimiento Desafortunadamente, el discernimiento se ha considerado como un momento de la espiritualidad sin subrayar suficientemente su lugar privilegiado en la ética cristiana. Con toda propiedad se puede afirmar que el discernimiento MENSAJE NO 338. MAYO 1985 constituye un "elemento esencial del procedimiento ético"'.2 El discernimiento es un clenento clave para la ética cristiana, O. Cullmann comenta cómo la acción del Espíritu Santo se manifiesta en primer lu en el proceso del discernimiento, es decir, "en la capacidad de tomar, en toda situación duda, la decisión moral conforme al Evangelio". Mas, e! "discernimiento es la clave de toda moral neotestamentaria". Dentro del contexto de [a historia de salvación, el fruto principal del Espíritu Santo es el don de un juicio moral certero en cada caso concreto porque "Dios obra en nosotros su voluntad" (Flp. 2, 13). "Este discernimiento reposa sobre la asociación del juicio razonado y de la inspii ai ion espontánea: 'No apaguéis el Espíritu; no despreciéis las profecías; nías, examinad todas las cosas, rete- oed lo bueno' (1 Tes. S, 19 21)". Cullmann concluye que esta invitación divina da lugar a un "principio de aplicación": "El principio de amor, el amor de Dios que solamente se puede expresar en el amor al prójimo". En los escritos ¡uaninos se hace resaltar que el amor de Dios por nosotros debe traducirse en el umor al prójimo 3 El discernimiento es uno de los lazos vitales entre la espiritualidad, entendida como apertura a la gracia del Espíritu Santo que nos permite reconocer en Jesús de Nazaret al mismo Dios hecho Hombre,4 y la praxis cristiana co mo un estilo de vida según las opciones de Jesús el Cristo. Descubrir la voluntad de Dios en el hoy de la historia y llevarla a cabo son dos mo mentos cK' una misma vocación: el ser cristiano. "Entendemos por discernimiento cristiano l¿i búsqueda constante de la voluntad di Dio.s, tío sólo para ser captada, sino para ser reHlizada. Entendemos el discenimicnto, por tanto, no sólo puntualmente. siim como un proceso en el cual la voluntad de Dir>s realiz¡ula verifica también la voluntad de Dius pensada". 1. SOBRINO. Jesiis en Anímica Latina, Suniajjder Sal Terrae, 1982, p. 203. R. SIMÓN "Ley Moral y micntti" en Concilliun 139 (19781 p. 5S4. O CULLMANN Cdsto v el Ticmno í Barcelona: Estela, 1967) pp. 202203. "Nad'e puede decir: '¡Jesús ct Señor!' sino ñor ¡nfíuio del Espíritu Sanio" íl Cor. 12, .1). 129 IGLESIA ¿Moral Legalista o mora! relativista? Al hablar del discernimiento dentro del contexto de la ética cristiana, puede surgir el interrogante de si no se va hacia una moral relativista. Detrás de esta pregunta yace un concepto legalista de la moral que tiende a plantear la disyuntiva: ley o anarquía. Si no existen normas claras y precisas sobre el comportamiento cristiano —se dice—, entonces se corre el peligro de una anarquía ética, donde cada uno juzga según su propia escala de valores. Esta preocupación tiene dos fallas: desconoce el aspecto comunitario del discernimiento y otorga a la norma moral ' un lugar desmesurado en la vida del cristiano. "El discernimiento cristiano debe permanecer creativamente abierto —por encima de las estabilidades normativas necesarias para una existencia sensata de los hombres en sociedad— a lo que hay de incodificable en lo que podríamos llamar la ley del prójimo, anterior a todas las leyes, de la que Jesús trazó en su vida y en su muerte una imagen ejemplar, que nos ofrece no tanto para que nos limitemos a repetirla e imitarla, cuanto para estimularnos a tomar responsabilidades inventivas."5 La ética cristiana es el intento constante de humanizar la persona y fomentar aquellas condiciones ambientales, estructurales, institucionales y culturales que permitan la creación de una sociedad mejor, porque el peligro permanente es la idolatría personal y social que destruye al ser humano. En esta tarea existe un polo de referencia: la obra, las opciones, las actitudes, el estilo de vida, las palabras y los gestos de Jesús de Nazaret, porque reconocemos en El a nuestro Salvador. La "norma" para el cristiano es Jesús, y la práctica que Jesús 130 nos exige es: "Ámense los unos a los olios como yo les he amado" (Jn. 15, 12). "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros" (Jn. 13, 34-35). Es decir, la norma del cristiano es "el sacramento del otro". Y esto implica, en primer lugar, conversión y discernimiento: convertirse a la invitación que Jesús nos hace en el otro, y discernimiento constante para descubrir y llevar a cabo este amor en las situaciones concretas de la vida diaria. El discurso de las normas y leyes es secundario, sin dejar de tener su importancia. La norma concreta es siempre el resultado de un proceso histórico que intenta codificar en palabras un valor que trasciende el tiempo. El valor no cambia, pero la norma es su expresión histórica, que. ateniéndose a las circunstancias traduce en orientaciones concretas la vivencia de un valor. El verdadero papel de la norma es pedagógico, en cuanto orienta al cristiano en su praxis. "Y así, antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe. Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo. Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús" (Gal. 3, 23-25). La norma es también una expresión comunitaria de nuestro quehacer cristiano. Justamente apunta a la dimensión social de la persona humana y a la necesidad de un discurso objetivo normativo que haga posible una vivencia social según una escala de valores. Es un deber comunitario ir construyendo un proveció ético para formar una sociedad que se puede llamar humana y que sea humanizante. Pero no podemos hacer un ídolo ele la norma moral. Jesús advierte contra la falsa seguridad, producto de un mero cumplimiento exterior de leyes. "El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: '¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias'" (Le. 18. 11-12). Mientras que el publicano, guardando distancia y sin alzar los ojos al cielo, se golpeaba el pecho diciendo: "¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" (Le. 18, 13). En ningún momento se nos dice que las afirmaciones del fariseo eran falsas: él cumplía la ley. Pero el juicio de Jesús es sorprendente. Nos dice que el publicano volvió a su casa justificado y no el fariseo. Poique "todo el que se en ce. será humillado; y el quu se humille, será ensalzado" (Le. 18. 14). La humildad no es falsa modestia, sino el re conocimiento auténtico de uno y de sus acciones. La humildad del publicano consiste en saberse y en reconocer se pecador; la falta de humil dad del fariseo es justificarse fronte a Dios por medio de la ley. Esta es la trampa del legalismo: exigir algo a Dios en nombre de la ley cumplí da. De esta manera, el cum plimiento de la ley puede He gar a ser una idolatría dcshurnanizante, como en el caso de la curación del hom de la mano paralizada, cuando Jesús tiene que afirmar: "¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?" (Me. 3, 4). Para el cristiano la disyuntiva no es ley o anarquía sino ley o Espíritu: una ley esclavizante o una conversión ! R. SIMÓN, o. c , 595. MENSAJE N9 3iS. MAYO I9SÍ IGLESIA liberadora. "Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja" (Rom. 7, 6). "Sí, ya sabemos que la ley es buena, con ial que se tome como ley, teniendo bien presente que la ley 00 ha sido instituida para el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los ineügiosos v profanadores, para los parricidas y matricidas, para los asesinos, adúlteros, sodomitas, traficantes de seres humanos, mentirosos, perjuros y para todo lo que se opone a la sana doctrina que está conforme con el Evangelio de la gloria de Dios bienaventurado, que se me ha confiado" (1 Tim. 1, 8-1 O. Así, pues, para el compromiso ético del crisLiano lo primordial es el disiernimiento y dentro de este proceso de discernimiento la norma juega un papel pedagógico. Es difícil sostener lo contrario, que la norma está sobre el discernimiento, sin caer en un legalismo anticristiano. Sobre aquel que se cierra a la conversión y al "sacramento del prójimo" (el amor de Dios que se traduce -en el amor al otro), prende la ley con toda su fuerza; pero sobre aquel que ha entrado y aceptado el proceso de la conversión, la ley es orientación liberadora hasta que so hace innecesaria. "Para ser libres nos libertó Cristo (...1. Poique, hermanos, habéis sido llamados a la libertad, sólo que no loméis di? esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servios por amor los unos a los otros. Pues loda la lev alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Gal. S, 1.13-14). En este texto encontramos la clave de una preocupación que puede surgir: ¿no se puede abusar de la libertad, ya que somos pecadores y aseMENSAJE 338. MAYO 1985 diados por intereses, egoísmo, ideologías, etc.? que uno se va entregando amorosamente al proceso de conversión, en esta misma medida crece su libertad para entregarse al proyecto ético de Jesús: construir un mundo de hermanos. Aun más, la verificación de esta libertad cristiana es el amor al otro, fruto de la conversión a la Persona de Jesús, el hombre-para-losdemás. En esta entrega, el cristiano llega a ser "imagen y semejanza" de la divinidad. Este misterio comunitario de autodonaeión resalta la originalidad de cada persona, pero también la unión profunda de una misma Divinidad.11 La libertad del cristiano ¿En qué sentido está el cristiano llamado a la libertad? ¿La "libertad" es aquí tan sólo un concepto formal? "La libertad de la ley no es un concepto secundario en la teología paulina, sino ocupa un puesto en ella al mismo nivel que otras expresiones de la condición cristiana. Aporta el matiz de independencia de lo humano, pero no es una experiencia accidental o subordinada".* "El cristiano es y ha de seguir siendo y estando libre de todo. Sólo depende de Cristo"; aún más, "tal actitud de libertad se ha de mostrar en la práctica, procediendo con libertad, como hijo y no como esclavo".7 El especialista en los escritos paulinos, profesor Federico Pastor, plantea el "objeto" de esta libertad cristiana: "El amor mutuo y el servicio acompañan a la libertad cristiana. En la recta inteligencia de ella no hay lugar para el libertinismo, egoísmo o autarquía, sino la preocupación total y amorosa por los hermanos". Por eso, "obrando de esta manera el cristiano cumple libre y espontáneamente los contenidos éticos de 'la ley'. Por ello se puede hablar de una 'ley interna', que no es como la ley ordinaria, sino el amor y, en último término, el Espíritu que obra e impulsa a obrar en el cristianismo".8 La libertad es una situación fundamental del cristiano. No estamos llamados a la esclavitud, sino a la libertad de los hijos de Dios. Es una libertad que implica dos momentos complementarios: libertad del pecado y libertad para construir hermandad. Justamente por eso el concepto cristiano de libertad está íntimamente ligado con la conversión. En la medida en Libertad y discernimiento 1.a libertad y la conversión conducen al discernimiento; o, también, el discernimiento presupone la libertad, fruto de la conversión. Siendo el discernimiento la búsqueda de la voluntad del Padre, sólo se puede realizar en la libertad de hijos. Es decir, desde nuestra libertad buscamos cómo construir este plan de Dios para la humanidad. Concretamente, se pueden señalar algunos presupuestos para que haya un discernimiento desde la libertad: — Profunda libertad interior, en un afán de buscar la voluntad del Padre más allá de intereses velados. — Libertad activa y crealiva, que no se contenta con soluciones superficiales, sino ' F. PASTOR RAMOS. La Libertad en la Carta a los (ululas (Vaitrncia: Edic. Institución San Jerónimo, 1977) p. 327. (Lo subrayado es del autor.) 7 Ebid.. p. 327. 8 Ihíd., pp. 327-328. (U> subrayado es ild autor.) * Ver la saicdenlf elaboración de este tema en P. Pedro Arrape S.J.. "Inspiración Trinitaria del Carisma Ignaciano" (conffri?ncia dictada et 8 de Febrero de 1980), reproducida BE La Iglesia de Hoy y del Futuro (Bilbao v Santander: Mensajero y Sal Terrac. 1982). 131 IGLESIA busca siempre el mayor bien del otro. — Libertad afectiva, capaz de tener profundos sentimientos de cariño hacia el otro, es decir, una profunda capacidad de compasión, que no es conrfescendencia, sino el sentir can y por ti otro — Libertad frente a las ideologías, reconociendo su presencia, pero siendo capaces de ser críticos frente a la propia y cualquiera que se presente. — Libertad del instinto individualista, que impide un ejercicio comunitario del discernimiento (la tentación del mesianismo es descartar la posibilidad de que Dios hable por medio tic los demás, mientras que la calidad del profeta es su apertura a escuchar el mensaje de Dios donde él lo concede). — Libertad Frente a uno mismo, porque se tiene confianza en que el plan de Dios para uno es el mejor posible. Obviamente, el concepto cristiano de libertad no tiene nada que ver con un libertinaje irresponsable e individualista. El libertinaje asume la libertad como un fin en sí mismo y entonces se torna egoísta y manipuladora del otro; la libertad cristiana nace del amor al Dios de la Libertad y se torna un medio para la construcción del proyecto ético de Jesús en uno mismo y se traduce en una vida de servicio al otro. El amor al otro, el hacer del otro un prójimo, llega a ser la verificación de la profunda libertad del cristiano. Eticamente hablando, se puede decir que la ética cristiana procede del amor de Dios por la humanidad y se verifica en el amor del cristiano por el otro. tual, fruto de una objetividad y de un compromiso, sino, y en primer lugar, una cierta connaturalidad con la volun tad de Dios, fruto de una conversión y de una aceptación profunda del amor de Dius hacia uno y hacia los demás. "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros?" (2 Cor. 13, 5). Esta cercanía con Jesús y la comunión profunda con su proyecto otorgan al cristiano un sentido de connaturalidad espontánea para descifrar los signos de los tiempos. "Decía también a la gen le; 'Cuando veía una nube que se levanta en el occidente, al momento decía: 'Va a llover', y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?'". (Le. 12, 54-56). Una moral de discernimiento Si la conversión es el aspecto personal del discernimiento, la comunidad es el aspecto eclesial de este, "El problema está en ver clara- El discernimiento ético no es un mero ejercicio intelec132 Esta connaturalidad en el discernimiento, fruto de una conversión que otorga una libertad profunda, tiene una meta: el amor al otro. "Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo" (Gal. 6, 2). ¿Por qué hemos complicado lauto la vivencia cristiana y buscamos refugio en un legalismo justificante? La clave de la vocación cristiana no es un código, sino una conversión constante al amor profundo de Dios que se traduce en un amor tierno y comprometido por los demás. Es esta conversión sencilla y profunda la que nos dará el sentido de discernimiento. Es esta sencillez que admiramos en la figura de Simeón (Le. 2, 2235) que, siendo "justo y piadoso", fue capaz de reconocer en el hijo de una familia modesta al propio Salvador, mientras otros buscaban en otro lugar. mente, de una vez para todas, si el mensaje de Jesús es un mensaje dirigido esencialmente a individuos (que tuego han de añadir la dimensión comunitaria) o, por el contrario, está esencialmente dirigido a la comunidad (dentro de la cual los individuos no pueden eludir sus propias responsabilidades personales). En otras palabras, la cuestión está en saber si el hecho cristiano es esencialmente un hecho individual y privado, en el que luego se debe integrar la dimensión pública y comunitaria, o, por el contrario, consiste esencialmente en un acontecimiento comunitario y público, que debe ser vivido desde la necesaria responsabilidad de cada uno. ¿Qué se debe decir a este respecto?". Y es el mismo profesor J. M. Castillo que presenta su respuesta: "Según el Nuevo Testamento, el mensaje de Jesús es esencialmente comunitario. Por supuesto, la fe es la respuesta personal del hombre a Dios. Desde este punto de vista, la fe es necesariamente asunto de cada individuo. Pero eso no quiere decir que la fe sea un asunto 'individual' y, menos aún. que sea un asunto 'privado'. El proyecto de Jesús es esencialmente comunitario (...). La fe cristiana es un proyecto esencialmente comunitario en un sentido concreto: el creyente está llamado no simplemente a 'hacer el bien", sino ante todo a 'hacer comunidad', compartiendo con los demás lo que es y lo que tiene, en el servicio incondicional a los otros, sobre todo a los más miserables, los más desgraciados y los más perseguidos. Dicho de otra manera: el proyecto de Jesús no consiste en un proyecto de perfeccionamiento de individuos, .sino en un programa de comunidades, en las que el orden presente se invierte y en las que los hombres se ponen a vivir de tal manera que el 'orden preMF.KSAFn N° ,T!8. MAYO I9S5 IGLESIA senté' se ve radicalmente Irastornado".10 Hemos llegado al segundo criterio del discernimiento. La conversión personal tiene su complementariedad en la dimensión comunitaria do! discernimiento: crear comunidad. El discernimiento ético nace en comunidad y, a la vez, crea comunidad. Al crear comunidad busca constantemente la real ¡/.ación humana de la comunidad. Es decir, el ejercicio del discernimiento transforma al grupo en una comunidad y la proyecta hacia la construcción de una comunidad más grande. Cuando una persona entra en un proceso de discernimiento no lo hace en abstracto sino en un proceso que está situado en el tiempo \ condicionado por la vivencia concreta de la persona. De modo que el "yo discierno" no implica tan sólo una liberación de una complejidad de intereses, estados de ánimo, traumas, egoísmo, y un largo etcétera, sino también significa un "yo discierno con los demás". Ahora bien, si el "yo discierno" tiene una experiencia fundante en el sentirse profundamente querido por el Padre, el "yo discierno con las demás" tiene una opción previa: los marginados. El Dios "universal" (de todos) es un Dios "parcial" {a favor de unos) porque es a través de esta parcialidad por aquellos que no se les trata como hijos y hermanos, que Dios nos invita a crear la comunidad de hijos y de hermanos. La universalidad de la llamada pasa por la parcialidad de la opción. Todos estamos invitados a convertirnos a la presencia de Jesús en el marginado (ver Mt. 25, 3146) para que desde ellos construyamos el proyecto ético de jesús.11 No se trata de una exclusión, sino de una inclusión desde los excluidos.12 Es una parcialidad incluyente ya que desde ella se crea una universalidad. Plantear la universalidad de otra manera es conMENSAJK \ ° 33Í. MAYO 198S denar a la exclusión a los ya marginados. Es decir, la calidad de una familia se mide por su capacidad de integrar al miembro enfermo y la universalidad de la familia se construye a partir de la opción que se hace por el enfermo; pero si la familia cons11 u> c sus planes en abstraclo, entonces no tendrá cabida el enfermo. Concluyendo El discernimiento ético es un tema central en la teología moral católica, porque supone una vivencia cristiana alerta a la presencia de Dios en la historia, y se acepta la invitación de ser testigo y misionero de esta Presencia. La superación de una tenlación legalista o relativista es fruto de un triple proceso inherente a la vida del crislia no: — a nivel personal: la conversión constante a Dios y a su presencia en la histuria concreta; — a nivel intei personal: una ética que procede del amor al otro y se verifica en el amor al otro ("el sacramento del prójimo"); — a nivel social: una ética que asume la opción divina por- los excluidos para construir, desde ellos, la hermandad. El discernimiento es un proceso personal (sin ser jamás individualista) y, a la vez, comunitario. El discernimiento tiene una dimensión eclesial que no se limita a la instancia de fidelidad a la jerarquía, sino que también implica una búsqueda constante dentro de la comunidad que se enfrenta con situaciones coyunturales determinadas. El discernimiento es el momento contemplativo-práxico de la vida cristiana, donde se trasluce el nexo vital entre la oración (la apertura confiada y amorosa a Dios en una actitud de escucha) y la acción (un quehacer testimonial del amor de Dios por la humanidad desde aquellos que sufren su ausencia por parte de la humanidad). "Pues debiendo ser ya maestros en razón de tiempo, volvéis a tener necesidad de ser instruidos en los primeros ru dimentos de los oráculos divinos, y os habéis hecho tales que tenéis necesidad de leche en lugar de manjar sólido. Pues lodo el que se nutre de leche desconoce la doctrina de la justicia, porque es niño. En cambio, el manjar solido es de adultos; tic aquellos que, por la costumbre, tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal (Heb. 5, 1M4)."D 111 J. M. CASTILLO, "La 'Imitación de Cristo' v 'Camino': del disur nimiciitu prlvatizada a la anulación dül dUocniimienlu" en Cuncltlum 1.39 (1978) pp. 543-545. 11 Ver el Interesante capitulo de J. SOBRINO. "El seguimiento de Jesús como discernimiento cristiano", en Jesús en América Latina (Santander: Sal Terrac 1982) pp. 209-221. 11 "Esa opción por los pohres, como lo dice Puehla en diversas ocasiunes, es prefcrencial y no exclusiva. El papa lu había subrayado ya en diferentes discursos pronunciados durante su vi-sila a México. Seamos daros sobre esta punto. (...) Esta pretendida exclusividad sería evidentemente una mutilación del rTK:nsaie evangélico que se dirige a t[>cli) ser liumano, amado por Dios y redimido por su Hijo. No somos propietarios privados del evangelio, no es posible disponer de él a nucido gusto. Pero la preferencia por el pobre está inscrita en el mensaje mismo. Y la 'exclusividad' le quitaría, paradójicamente, a la opción preferencia!, su murdiL'nic histórico. Justamente lo que ha hecho insoportable para muchos ta opción por los pobres es la pretensión de anunciar el evangelio en la dialéctica da una universalidad que pasa [v>r un& particularidad, por una preferencia Desde esta última, el evangelio resulta palabra duna v exigente para los privilegiados do un orden social injusto. í.a 'exclusividad' las deiaria más bien al margen de este anuncio que se reviste de una denuncia do lodo aquello que despoja v oprime al pobre. No. el evangelio se t i l t i l .i Indo ser humano poro hay en él una predilección por f-l pobre, v es por ello que se 1c proclama desde la solidaridad con los oprimidos". G. GUTIÉRREZ, La Fuerza Histórica de lo» Ponre« (Salamanca: Sípiemc. 1982) pp. 172 173. 133