EL BERRENDO PENINSULAR, GANANDO LA CARRERA A LA EXTINCIÓN Por siglos, el berrendo peninsular fue amo y señor de las planicies de Baja California. Pinturas rupestres — de al menos cinco mil años de antigüedad— nos muestran la relación e importancia que tenía el berrendo para la cultura de los antiguos pobladores. Más adelante en la historia, los registros nos hablan de manadas de cientos de miles de berrendos que dominaban el paisaje de las llanuras desérticas El Vizcaíno y provocaban a su paso una grandiosa biodiversidad. Como parte de una familia de cinco subespecies que viven sólo en el norte de nuestro continente, el berrendo peninsular debe soportar el ecosistema más difícil: el desierto El Vizcaíno; el cual es uno de los lugares más áridos del planeta, donde las altas temperaturas y la falta de agua y alimento lo vuelven un sitio inhóspito para la mayoría de las especies vivas. Sin embargo, en el berrendo peninsular, estas condiciones forjaron un animal de una fuerza y cualidades asombrosas. El berrendo peninsular no sólo está capacitado para recorrer decenas de kilómetros al día en busca de comida; también es capaz de obtener la escasa agua del desierto de las mismas plantas de las que se alimenta y administrarla de una manera extraordinaria. Como nómada del desierto, el berrendo se convierte en una pieza clave para el equilibrio del ecosistema, ya que en sus largos recorridos rompe con su pezuñas afiladas la capa salina del suelo, al tiempo que siembra con sus excretas las semillas de las plantas que ha comido; provocando a su paso nuevas vegetaciones que servirán de alimento o refugio para otros animales y retendrán la escasa humedad de la superficie. Entre las características que lo hacen un animal formidable, destaca su visión de 280 grados, capaz de percibir movimientos a seis mil metros de distancia. Sin embargo, ésta no es su mayor cualidad. El berrendo peninsular es también el animal más veloz de nuestro continente, pues alcanza velocidades de hasta 95 km/h, superando incluso, en carreras sostenidas, al más rápido del mundo: el chita africano. Por desgracia, tras haber librado durante milenios las extremas condiciones del desierto, bastaron unas cuantas décadas del siglo XX para que las actividades desarrolladas por el ser humano lo llevaran al borde de la extinción. Desde servir de alimento a los mineros del cobre presentes en la zona durante el siglo pasado, hasta la fragmentación de su hábitat por ranchos y carreteras, pasando por la competencia con el ganado doméstico debido a su manejo extensivo mal implementado, fueron condiciones que provocaron que, para el año 1997, la población de berrendos se redujera dramáticamente a un número entre los 150 y los 175 ejemplares. Para intentar identificar y proponer esquemas que permitieran frenar y luego revertir el inminente proceso de extinción, en 1994 se reunió un grupo de expertos nacionales e internacionales, quienes sentaron las bases de lo que posteriormente sería el Plan de Recuperación del Berrendo Peninsular (PRBP). En 1997, Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable, A.C., en coordinación con la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (SEMARNAP), y con el apoyo de Ford Motor Co., emprendió el Programa de Recuperación del Berrendo. Éste se basó en cuatro líneas de acción fundamentadas en una experiencia previa iniciada en 1982, en San Luís Potosí, México: 1) la cría en cautiverio de recentales productos de la población silvestre; 2) el desarrollo en semi-cautiverio de un hato fundador; 3) el monitoreo continuo de la manada silvestre; y 4) la educación ambiental. En 1998, se capturaron los primeros cinco recentales. Con ellos, se dio inicio al programa de crianza en cautiverio. En 2005, al cumplir la meta de duplicar la población de berrendos existente al inicio del proyecto, el programa avanzó hacia una segunda fase: la reintroducción paulatina del berrendo peninsular a su hábitat natural. La recuperación de una especie sin la restauración de su hábitat crea un desequilibrio entre ellos, lo cual terminará por afectar indudablemente a la especie recuperada. Es por eso que, en 2006, algunos ejemplares producidos en los corrales de la Estación Berrendo fueron trasladados a las 23,000 hectáreas de la península de La Choya para comenzar su adaptación al medio natural, reiniciar la repoblación gran escala e iniciar la recuperación del hábitat del desierto, eliminando el ganado doméstico en áreas destinadas a los berrendos peninsulares. Con el inicio del manejo extensivo, llegaron los retos y el aprendizaje acerca de la adaptación de los berrendos a su nuevo entorno. La depredación excesiva, el abandono de crías o la ausencia de nacimientos, fueron algunos de los obstáculos que la población liberada tuvo que sortear. Afortunadamente, en pocos años el hato de La Choya se estabilizó y la población ha experimentado un crecimiento constante de 2011 a la fecha, con un promedio de sesenta nacimientos anuales. Al mismo tiempo, el trabajo de sensibilización y negociación con los pobladores de la zona dio frutos, logrando que se integraran al proyecto 30,000 hectáreas del predio denominado Llano del Berrendo, que también forma parte de la UMA Estación Berrendo y es propiedad de los ejidos El Costeño y Benito Juárez. Durante el verano del 2011, se trasladaron los primeros 23 ejemplares a la nueva área de manejo extensivo en el Llano del Berrendo. Además, aunque en 2012 un virulento brote de clostridiosis impidió que se realizara un nuevo traslado, durante el invierno de este año 25 nuevos berrendos se integrarán a este hato, el cual también ha incrementado su número con las crías silvestres que nacieron durante las temporadas de partos 2012 y 2013. La estrategia para el Llano del Berrendo se centra en la repoblación con la colaboración directa de los dueños de la tierra, quienes, partiendo de zonas de exclusión ganadera, participarán de manera activa en la recuperación del hábitat, iniciando el manejo de la denominada ganadería diversificada con miras a convertirla en una actividad económica derivada del aprovechamiento sustentable del berrendo peninsular. Adicionalmente a los obstáculos técnicos, en 2012 el programa enfrentó la terminación del apoyo de Ford y sus distribuidores, lo que significó un nuevo reto en la búsqueda de recursos económicos que garantizaran la continuidad del proyecto. Como resultado de esta situación, nuevos participantes se han unido al esfuerzo por recuperar al berrendo peninsular y su hábitat. Actualmente se cuenta con la colaboración de Exportadora de Sal y la Alianza WWF-Fundación Carlos Slim; por otro lado, se mantiene el apoyo del FMCN, CONAFOR, Gobierno del Estado de Baja California, así como el creciente interés de los ejidos El Costeño y Benito Juárez y el apoyo técnico del Consorcio Internacional para el berrendo peninsular. Si superamos el constante obstáculo de mantener el financiamiento necesario para cumplir las metas a mediano y largo plazo, esteremos más cerca de cumplir el objetivo del Programa. A la fecha, salvar al berrendo peninsular ha requerido una inversión de más de 50 millones de pesos, así como el trabajo constante de un nutrido grupo de expertos en distintas áreas, por mencionar lo más evidente. Esto demuestra que el costo de restaurar es mucho mayor que el de conservar. Han pasado 16 años desde el inicio del programa y las dificultades son constantes. Sin embargo, los logros son palpables y se multiplican día con día, gracias a lo cual podemos afirmar que el berrendo peninsular tiene cada vez más probabilidades de poder ser visto por las nuevas generaciones, recorriendo libremente y preservando las llanuras costeras del desierto bajacaliforniano. Alejandra Monroy Valentino Felipe Ramírez Ruiz de Velasco alemonroyv@endesu.org.mx feliperamirezmx@yahoo.com.mx (55) 55139940