BANCO CENTRAL DE VENEZUELA Costos y beneficios de la rigidez cambiaria: La Junta Monetaria Argentina Miguel Ignacio Purroy 7 BCV Cuadernos BCV Serie Técnica En este Cuaderno el lector encontrará un análisis detallado de la experiencia argentina con el régimen de Junta Monetaria (o Caja de Conversión) desde su implantación en abril de 1991. El trabajo se inicia con la descripción de las características y del funcionamiento de las Juntas Monetarias para luego discutir los costos y beneficios de la rigidez del tipo de cambio. Después de exponer los principales componentes de la reforma económica argentina desde 1991, se pasa revista al desempeño macroeconómico durante la primera mitad de la presente década. El análisis se centra posteriormente en los dos aspectos más críticos de un régimen de cambio fijo, a saber, los mecanismos de ajuste frente a desequilibrios externos y la vulnerabilidad del sistema frente a crisis financieras. Un análisis detallado de la evolución de la balanza de pagos permite evaluar el funcionamiento del ajuste interno sin recurrir a modificaciones del tipo de cambio. Por otra parte, la severa crisis financiera de 1995 puso a prueba la solidez de un régimen monetario en el que no existe un “prestamista de última instancia”. Costos y beneficios de la rigidez cambiaria: La Junta Monetaria Argentina Miguel Ignacio Purroy 7 Costos y beneficios de la rigidez cambiaria: La Junta Monetaria Argentina Miguel Ignacio Purroy AUTORIDADES DIRECTORIO Antonio Casas González Presidente Carlos Hernández Delfino Alfredo Lafée Domingo Maza Zavala Luis E. Rivero Medina Roosevelt Velásquez Freddy Rojas Parra Representante del Ejecutivo Nacional Teodoro Petkoff Suplente ADMINISTRACION Antonio Casas González Presidente Hugo Romero Quintero Primer Vicepresidente Eddy Reyes Torres Segundo Vicepresidente PRODUCCIÓN EDITORIAL Gerencia de Comunicaciones Institucionales Departamento de Publicaciones ISBN: 980-6395-19-0 Información: Departamento de Publicaciones BCV Torre Financiera, piso 14, ala sur. Esquina de Las Carmelitas. Dirección Postal: Apartado 2017. Carmelitas Caracas 1010 Teléfonos: 801.80.75 / 83.80 / 52.35 Fax: 801.87.06 Internet: http://www.bcv.org.ve Las ideas y opiniones contenidas en los Cuadernos BCV, Serie Técnica, son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y se corresponden con un contexto de libertad de opinión en el cual resulta más productiva la discusión de los temas abordados en la serie. Comité de Publicaciones Carlos Hernández Delfino Luis E. Rivero Medina Marcos Sandoval Manuel Lago Rodríguez Rafael J. Crazut Mary Batista Lorenzo Maritza Reyes Santana (Secretaria Técnica) Indice I Introducción 9 II Juntas Monetarias: historia y debate 1 Antecedentes históricos a) Evolución general b) La Caja de Conversión argentina 2 Definición y funcionamiento de una Junta Monetaria 3 Junta Monetaria y reglas cambiarias 4 Los beneficios de una Junta Monetaria a) Reglas y credibilidad b) Disciplina macroeconómica c) Convertibilidad y señoreaje 5 Costos de un régimen de Junta Monetaria a) Pérdida de instrumentos de política b) Ajuste deflacionario c) Vulnerabilidad a crisis financieras d) Desalineación del tipo de cambio real 6 Consideraciones sobre la adopción de Juntas Monetarias 19 III El plan de convertibilidad de 1991 y la nueva política monetaria 1 La Ley de Convertibilidad 2 El BCRA: ¿Banco Central o Junta Monetaria? 3 Política monetaria del BCRA 37 IV Gestión fiscal Y reforma del sector público 1 Reformas fiscales 2 Reestructuración de la deuda pública 3 Privatización y desregulación 41 V Desempeño macroeconómico 1991-1994 y el efecto Tequila en 1995 1 Inflación y variables monetarias 2 Demanda agregada y sus componentes 3 Balanza de Pagos 4 Empleo y salarios 5 El efecto Tequila (1995) 47 VI Tipo de cambio y ajuste externo 1 Tipo de cambio real y competitividad 2 Flujos comerciales y proceso de ajuste 3 Impacto de la apreciación real sobre el empleo y la estructura industrial 63 VII Crisis financiera de 1995 1 Reforma del sistema financiero (1991-1994): fortalezas y debilidades 2 Fases y manejo de la crisis financiera de 1995 3 Reestructuración del sistema bancario 4 Evaluación y lecciones de la crisis 75 Conclusiones 91 Bibliografia 93 Indice de tablas Tabla II-1: Juntas Monetarias vigentes Tabla IV-1: Peso relativo de la deuda pública Tabla IV-2: Empleo público 1989-1994 Tabla IV-3: Gestión fiscal del sector público federal no financiero (Base Caja): Porcentajes del PIB Tabla IV-4: Ingresos por privatización Tabla V-1: Inflación, devaluación y monetización 1987-1995 Tabla V-2: Tasas de Interés domésticas e Inflación Tabla V-3: Prime Rate (Dic. 1994 - Dic. 1995) Tabla V-4: Crecimiento de la demanda agregada 1987-1995 Tabla V-5: Componentes de la demanda agregada 1987-1995 Tabla V-6: Balanza de Pagos resumida 1987-1995 Tabla V-7: Indicadores del mercado laboral 1987-1995 Tabla VI-1: Tipo de cambio real y nominal: evolución 1987 - 1995 Tabla VI-2: Exportaciones e importaciones 1987-1995 Tabla VI-3: Salario industrial relativo Tabla VII-1: Financiamiento de la crisis bancaria de 1995 Tabla VII-2: Fuentes de liquidez 1995 Tabla VII-3: Cartera irregular 1991-1995 Tabla VII-4: Variación acumulada de depósitos y M3 (1995) Tabla VII-5: Sistema financiero. Entidades y estructura de depósitos (1991-1995) Tabla VII-6: Reservas internacionales y relación de convertibilidad (1995) Indice de figuras Figura I-1: Evolución de la inflación Figura IV-1: Déficit fiscal 1987-1995 Figura V-1: Inflación y devaluación 1990-1995 Figura V-2 : Proceso de remonetización Figura V-3: Tasas de interés e inflación 1991 Figura V-4: Demanda agregada interna 1987-95 Figura V-5: Cuenta Corriente y Cuenta de Capital 1987-1995 Figura V-6: Empleo e ingreso real 1987-1995 Figura VI-1: Tipo de cambio real efectivo 1987-1995 Figura VI-2: Tasa de apreciación real 1991-1995 Figura VI-3: Relación precios industriales/salario industrial Figura VII-1: Variación acumulada de depósitos 1995 Figura VII-2: Reservas internacionales y relación de convertibilidad 1995 Indice de ilustraciones Ilustración II-1: Balance de la Junta Monetaria Ilustración II-2: Balance del Banco Central I Introducción La evaluación de la experiencia argentina después de cinco años de implantación de un esquema de Junta Monetaria –también denominada “Caja de Conversión”–, constituye una tarea apasionante tanto para los estudiosos de la teoría económica, como para los hacedores de política en cualquier país víctima de la inflación. Argentina, es la primera economía grande y políticamente autónoma que ha revivido un esquema heredado del imperio británico, el cual fue arrasado por la fuerza del movimiento independentista en la segunda mitad del presente siglo y por los nuevos axiomas keynesianos en pro del activismo en los campos fiscal y monetario. El éxito de la Junta Monetaria en el logro de la estabilización de precios y en el relanzamiento del crecimiento económico ha sido incuestionable en el caso argentino. La capacidad de sobrevivencia del nuevo esquema ha sido superior a la que prácticamente todos los analistas preveían. Superó su prueba de fuego en 1995, cuando el sistema financiero argentino sobrevivió a la crisis bancaria inducida por el “efecto Tequila” a un costo y en un tiempo inferiores a los de la mayoría de sus vecinos latinoamericanos. En la otra cara de la moneda, sin embargo, la tasa de desempleo abierto se ha triplicado durante los últimos tres años y la consiguiente presión social y política pudiera erosionar el consenso alrededor de la Ley de Convertibilidad. No se puede entender el curso adoptado por la política económica argentina después de 1991, el año de la Ley de Convertibilidad, sin comprender la cadena de mecanismos de desestabilización que se gestaron durante la década anterior. La pérdida de toda “ilusión” monetaria o cambiaria por parte de los agentes económicos colocó a las autoridades frente a la disyuntiva de aceptar la completa dolarización o anclar la moneda doméstica mediante un drástico compromiso de estabilidad. La desilusión había sido producto de repetidos “engaños” por parte de las autoridades en forma de indisciplina fiscal, expansión monetaria e intentos de estabilización mediante anclajes cambiarios. Altas inflaciones, sobre todo cuando su tasa de aceleración no es predecible y, en consecuencia, los mecanismos de indexación se ven desbordados, inhiben el nivel de actividad económica. Los hechos estilizados nos dicen que en contextos hiperinflacionarios desaparece el crédito en la actividad comercial. La banca se limita a financiar el creciente déficit fiscal. El sector financiero, al igual que la masa monetaria doméstica, se reducen a su mínima expresión1. La percepción de inviabilidad fiscal impregna el desenvolvimiento económico de alta inestabilidad. Productores y comerciantes están sometidos a tal incertidumbre sobre costos y precios de venta, que prefieren reducir o paralizar la actividad. Los consumidores optan también por inhibir sus decisiones de compra ante la imposibilidad de controlar su restricción presupuestaria. Finalmente, todo este conjunto de factores ejerce un profundo impacto sicológico en las decisiones de inversión de los agentes económicos. Es este efecto inhibidor de la inflación no predictible el que motiva los esfuerzos de estabilización. Varias lecciones interesantes pueden extraerse de la experiencia argentina en su empeño por erradicar la inflación, previo al Plan de Convertibilidad. Un primer aspecto a resaltar es que todos los programas de 1 El agregado monetario M2, por ejemplo, cae a un mínimo histórico de 2.5% del PIB en 1990. 9 estabilización de la década de los 80 se caracterizaron por un éxito en el corto plazo en la reducción de la inflación, al margen e independientemente de si las medidas de estabilización estaban siendo acompañadas por el saneamiento estructural de las finanzas públicas o no. La eficacia de tales programas, por consiguiente, sólo es posible apreciarla en un mediano o largo plazo, y depende fundamentalmente de su armonización con programas de reforma estructural. Por otra parte, se puede constatar que el éxito inicial se agota en períodos cada vez más cortos conforme los fracasos de anteriores planes de estabilización van minando la credibilidad de las autoridades económicas. La erosión de la credibilidad, por otra parte, hace que el componente ortodoxo de los planes de estabilización se haga progresivamente menos eficiente y más costoso. Un síntoma crucial de ello es la persistencia de altas tasas reales de interés a pesar de la reducción nominal de la inflación. Son estas altas tasas reales de interés las que contribuyen decisivamente al fracaso de los programas, tanto por su efecto sobre la actividad real, como por su impacto sobre las finanzas públicas a través de la carga de la deuda. Un segundo aspecto interesante es la estrecha relación entre crisis financieras y crisis cambiarias, una vez que la inflación alcanza estadios avanzados2. Los episodios hiperinflacionarios de fines de los 80 en Argentina estuvieron siempre precedidos de cambios drásticos en la composición del portafolio de activos financieros de los particulares. La percepción de la insostenibilidad fiscal conduce a los agentes privados a proceder de forma masiva y acelerada a la conversión de todos sus 2 activos financieros en moneda local a activos denominados en moneda extranjera. Si el sistema financiero no ofrece una vía razonablemente confiable de conversión de depósitos o si la salud del sistema financiero como tal está cuestionada, se produce un ataque simultáneo en contra del sistema bancario y de las reservas internacionales. En tercer lugar, el caso argentino sugiere varias advertencias de cautela respecto a la gerencia macroeconómica de procesos hiperinflacionarios. Por una parte, los controles de precios únicamente sirven para demorar y hacer más costoso el proceso de ajuste hacia el nuevo nivel de equilibrio. No solamente se producen sobre-reacciones de los agentes económicos al elevar anticipada y exageradamente los precios, sino que la tasa real de interés se ubica también por encima del nivel teóricamente necesario para lograr el ajuste, con lo cual se agrava el problema del déficit fiscal. Otra advertencia se refiere al dilema confrontado por las autoridades entre endeudamiento o emisión monetaria para financiar el déficit fiscal. El pensamiento ortodoxo tiende naturalmente a dar por sentado que basta con eliminar el financiamiento monetario del déficit para detener la hiperinflación. Sin embargo, tal como Fernández (1991a) apunta, recurrir en este contexto hiperinflacionario al endeudamiento en el mercado interno de capitales puede generar más inflación y devaluación que la alternativa de emisión de dinero. En efecto, un mayor endeudamiento produce el doble impacto de incrementar el stock de deuda pública y de elevar aún más la tasa real de interés, con lo cual el sector público entra en el círculo perverso de mayor Kaminsky y Reinhardt (1995) han realizado una detallada indagación empírica sobre los posibles vínculos entre crisis de balanza de pagos y crisis financieras. Los resultados del estudio recomiendan cautela a la hora de establecer vínculos de causalidad en una u otra dirección, razón por la cual la experiencia argentina de los 80 no es generalizable. 10 servicio de deuda y mayor necesidad de financiamiento3. Y una tercera advertencia se refiere a las limitaciones de la política fiscal para estimular la demanda agregada en contextos de alto endeudamiento público. La prescripción de política de tradición keynesiana recomienda incrementar el déficit como medio para estimular la demanda. Pero la evidencia demuestra que, una vez alcanzado cierto umbral de deuda pública, la política fiscal deficitaria tiene más bien efecto contractivo. En el marco intertemporal de toma de decisiones, los agentes privados reducen su nivel de gasto, porque esperan un alza inminente de impuestos como consecuencia de la acumulación insostenible de deuda pública4. Acorde con este peculiar mecanismo de transmisión de los impulsos fiscales en el marco de excesivo endeudamiento público y de alta inflación, en el caso argentino se puede observar también que las reducciones del déficit fiscal conducen a incrementos del consumo privado. Este fenómeno contrasta con la correlación positiva observada en otros países entre reducción del déficit y aumento del ahorro privado5. En cuarto lugar, los intentos fallidos de estabilización de la primera fase del gobierno de Menem parecen cuestionar no sólo la viabilidad, sino también la eficacia de esquemas de corte ortodoxo basados exclusivamente en una política monetaria contractiva y en una flexibilización del tipo de cambio6. Ninguna de ambas políticas atacan el problema medular del “debt-overhang”. Hizo falta darle una solución de fondo al problema de la deuda a través del Plan BONEX, para que las políticas ortodoxas tuvieran condiciones mínimas de efectividad. Por otra parte, cuando la desmonetización de la economía y la pérdida de ilusión monetariacambiaria alcanzan estadios avanzados, se requieren otros mecanismos institucionales –distintos a la contracción ortodoxa– para restaurar la credibilidad. Esta percepción influyó de forma importante en la decisión de adoptar el Plan de Convertibilidad en 1991. El presente estudio se centra en el período transcurrido desde 1991, aun cuando el lector no familiarizado con la historia económica argentina encontrará un recuadro descriptivo sobre los intentos fallidos de estabilización durante los 80. El Capítulo II ofrece una visión general y sucinta del esquema de Juntas Monetarias. Además de proporcionar los antecedentes históricos, se describe la operación de las Juntas Monetarias en contraste con la operación de Bancos Centrales y se discuten detalladamente los beneficios y los costos teóricos del esquema. Frente a los beneficios de la credibilidad y de la disciplina macroeconómica se contraponen los costos de la pérdida de márgenes de maniobra de la política económica, del ajuste 3 Esta conclusión de Fernández (1991a) sugeriría que la “unpleasant monetarist arithmetic” de Sargent y Wallace (1981) tendría validez no sólo cuando la economía se encuentra en el lado izquierdo de la curva de Laffer, tal como fue formulado originalmente por esos autores, sino también cuando la economía se encuentra en el lado derecho de la curva. 4 Sutherland (1995) analiza este comportamiento con la ayuda de un modelo intertemporal, que incorpora expectativas de distribución intergeneracional de impuestos. En niveles moderados de financiamiento deficitario, las actuales generaciones no descuentan a los efectos del consumo hoy los impuestos futuros de un eventual programa de estabilización de deuda, porque esperan que afecte sólo a futuras generaciones. Conforme se incrementa el stock de deuda, la necesidad de estabilización es una amenaza más inminente y los costos esperados de mayores impuestos inhiben las decisiones de gasto de la generación actual. 5 Este fenómeno es abordado en detalle por Rodríguez (1994). 6 Opiniones en este sentido son expresadas en los trabajos de Kiguel (1995) y Powell (1995). 11 recesivo y/o deflacionario, de la vulnerabilidad frente a crisis financieras y de la desalineación del tipo de cambio real. La validez de estos costos y beneficios de las Juntas Monetarias es cotejada en el resto del trabajo. Previamente se analizan los dos pilares sobre los que ha descansado el éxito del Plan de Convertibilidad: la nueva política monetaria-cambiaria (Capítulo III) y la reforma del sector público (Capítulo IV). Seguidamente se pasa a evaluar el desempeño de la economía argentina durante el período 1991-1995, con especial énfasis en el impacto del “efecto Tequila” durante 1995, cuando el país sufre un severo shock financiero externo (Capítulo V). Más allá de esta visión macroeconómica general, el trabajo se concentra en las dos áreas más críticas del esquema de Junta Monetaria, como son la supuesta pérdida de competitividad externa y la vulnerabilidad financiera. Para ello se analiza en el Capítulo VI la evolución de los flujos comerciales con el exterior, de los flujos de capital 12 y del tipo de cambio real, con sus respectivos impactos sobre el empleo y la estructura productiva. Finalmente, en el Capítulo VII se analiza detalladamente la crisis financiera de 1995, sus fases, la actuación de la autoridad monetaria en ausencia de un mecanismo de “préstamo de última instancia” y la respuesta del sistema financiero nacional e internacional. Una visión detallada y crítica de la experiencia argentina contribuirá a superar el exceso de simplismos y estereotipos, que acostumbran a estar presentes en la discusión de las Juntas Monetarias. El caso argentino demuestra que el esquema permite incorporar sustanciales márgenes de maniobra y que los precios y salarios son capaces de adoptar mayor flexibilidad para contrarrestar la rigidez del tipo de cambio. Pero también se evidencia que esquemas tan rígidos implican un costo considerable y que su aplicación sólo se justifica cuando ésa sea la única forma de conferirle credibilidad a la autoridad económica. Intentos fallidos de estabilización El fenómeno de la inflación en Argentina es de vieja data. Desde mediados de la década de los 40, la tasa de inflación se ubicó en un piso cercano al 20 por ciento promedio anual, cuando en el resto del mundo el fenómeno había dejado ya de ser problema. La historia inflacionaria argentina ha estado íntimamente ligada a la ausencia de disciplina fiscal. Entre 1960 y 1988, la gestión fiscal arrojó déficit primarios ininterrumpidamente. La relación entre inflación y déficit se hizo especialmente evidente desde mediados de la década de los 70, cuando los déficit fiscales ascendieron a cerca del 15 por ciento del PIB y la inflación promedio anual pasó de 82 por ciento durante la primera mitad de la década a 169 por ciento en la segunda mitad (ver Figura I-1). En realidad, el problema fiscal argentino no se debió a la baja carga impositiva. De hecho, la presión fiscal puede considerarse alta para estándares latinoamericanos y estuvo creciendo a un ritmo superior al PIB durante las tres décadas pasadas. El problema residió en una ampliación excesiva del tamaño del Estado y de su campo de actuación, cuyo origen se remonta a los primeros gobiernos peronistas. El continuado exceso de gasto por encima del nivel de ingresos ordinarios condujo a un desarrollo explosivo de la deuda pública, cuyo servicio terminó siendo la principal causante del financiamiento monetario7. El drama cuando se sobrepasa cierto nivel de deuda es que ésta se muestra irreducible durante los programas de estabilización –un fenómeno conocido en la teoría como “debt-overhang”– y termina dando al traste con esos programas. Argentina es un buen caso de estudio. Figura I-1: Evolución de la inflación Promedios quinquenales 1945-1995 400 % P R O M E D I O A N U A L 350 300 250 200 150 100 50 0 19 4 6 - 50 19 56 - 6 0 19 6 6 - 70 19 76 - 8 0 19 8 6 - 9 0 Q UIN Q UE N IO S Nota: La inflación promedio anual del quinquenio 1986-90 fue de 1.382 por ciento (se excluye por razones de mejor visualización) Fuente: Kiguel (1995). 7 Ver Rodríguez (1994). 13 La década de los 80 transcurre en una secuencia de crisis cambiarias, crisis financieras, brotes hiperinflacionarios e intentos fallidos de estabilización. Prácticamente todos los programas de estabilización utilizaron el tipo de cambio como ancla nominal, cuyo primer antecedente fue el programa de Krieger Vasena en 1967 y que posteriormente tomó forma en la “tablita cambiaria” de Martínez de Hoz (1979-1981) o en el Plan Austral de 1985. En todos estos casos, los programas de ajuste fiscal no pudieron ser mantenidos y los intentos de estabilización desembocaron en severos problemas de balanza de pagos, que finalmente condujeron a maxidevaluaciones y al consiguiente rebrote inflacionario. El Plan de Estabilización de Martínez de Hoz (1979-1981) fue capaz de mostrar un éxito inicial en el control de la inflación. Sin embargo, este resultado temporal favorable no impidió el surgimiento de una sobrevaluación del tipo de cambio real como resultado de la política de anclaje nominal. Tampoco en el campo fiscal fue posible el mantenimiento de la disciplina, de tal forma que la crisis bancaria surgida a principios de los 80 se vio agravada por la presencia de crecientes déficit fiscales. Este conjunto de factores condujo al recrudecimiento de la inflación, la cual llegó a alcanzar cotas de más de 600% por ciento anual, para promediar 370 por ciento en el primer quinquenio de los 808. Ante este recrudecimiento de la inflación, el nuevo gobierno del Partido Radical de Alfonsín formuló el Plan Austral de junio de 1985. Este plan consistió en una mezcla de medidas ortodoxas en el campo 8 fiscal y monetario con políticas heterodoxas de control de precios y salarios. Previo un ajuste alcista de precios de bienes y servicios públicos, los precios y salarios fueron congelados al nivel del 14 de junio. Se implantaron asimismo controles cambiarios y controles sobre el sistema financiero. El Presidente de la República anunció públicamente su compromiso formal de no forzar al Banco Central a la emisión de dinero para financiar gastos del sector público. Nuevamente el programa de estabilización gozó de una credibilidad inicial, haciendo que la inflación y las tasas de interés cayeran aceleradamente en los primeros meses de ejecución del plan. Pero, nuevamente también, la falta de disciplina fiscal y la laxitud en la política monetaria dieron al traste con el éxito inicial y la inflación resurgió a partir de 1986. El gobierno no tuvo ni la visión, ni la voluntad política de emprender acciones de fondo para reformar el sector público. Los arquitectos del programa creyeron que la estabilización macroeconómica era una precondición necesaria para acometer la reforma del sector público. Sin embargo, el desenlace del Plan Austral les dio más bien la razón a los que pensaban que cambios en el marco institucional de las finanzas provinciales y locales, junto con una reforma estructural del sector público, sobre todo de las empresas públicas, eran prerequisitos para la estabilización9. La persistencia de déficit fiscales terminó afectando una vez más la disciplina monetaria. Hace irrupción en este momento el problema del endeudamiento público, que gravitará decisivamente en el fenómeno hiperinflacionario de los años posteriores. Solamente entre diciembre de 1983 y junio de 1985, la tasa de inflación mensual se duplicó hasta alcanzar 42% en ese último mes. 9 Ver Fernández (1991a). 14 En un intento de honrar su promesa de no emisión de dinero, el gobierno recurre a la deuda interna para cubrir sus necesidades fiscales. El Banco Central, sin embargo, se vio obligado a esterilizar el exceso de gasto público y utilizó para ello el mecanismo de incrementar y remunerar los encajes sobre los depósitos bancarios, dando origen a un creciente déficit cuasifiscal. Los estertores del Plan Austral dieron nacimiento a otra práctica fiscal de muy negativas consecuencias para la confianza de los agentes privados, como fue la figura del “financiamiento compulsivo”. Se obligó a los contribuyentes a adelantar hasta un 40 por ciento del impuesto sobre la renta y del impuesto sobre activos. Adicionalmente se aplicó un impuesto sobre las transacciones con cheques de cuentas corrientes, cuya racionalidad impositiva era altamente cuestionable. Durante 1987 un conjunto de medidas fueron adoptadas para reforzar el agonizante Plan Austral. Una nueva congelación de precios fue impuesta, esta vez con menor efectividad y con un tiempo de vida más corto. Nuevos controles salariales sin un adecuado acuerdo social entre las partes terminaron en alta conflictividad laboral y desórdenes callejeros en 1988. Pero al mismo tiempo se adoptaron algunas medidas positivas, como fueron los primeros esfuerzos de liberación comercial y la flexibilización parcial del régimen cambiario, que permitió el surgimiento de un mercado dual para transacciones financieras. El Plan Primavera de 1988 representó el último esfuerzo del gobierno del Partido Radical por combinar políticas de ingreso heterodoxas con ciertos elementos de ortodoxia. Fue creada una Comisión de Seguimiento de precios y salarios. Fueron acordadas restricciones a los aumentos de precios y salarios para contenerlos dentro de un límite de no más de 3-4 por ciento mensual. Continuó el proceso de eliminación de las restricciones no tarifarias a las importaciones. Para restringir la liquidez disponible en el sistema financiero, los encajes legales sobre depósitos bancarios fueron “canjeados” por títulos especiales del gobierno (denominados A-1241 y A-1242), que serían remunerados a la tasa promedio de depósitos de la banca comercial, más un 0.5 por ciento mensual. El período que medió entre las medidas de estabilización y el repunte de la inflación se redujo nuevamente en comparación con programas anteriores10. Tampoco esta vez se logran avances significativos en materia fiscal, en parte porque el gobierno no tenía la capacidad política de imponer la necesaria disciplina y en parte porque hace irrupción con plena fuerza la dinámica perversa de un servicio de la deuda pública que retroalimenta déficit fiscales crecientes. En efecto, para ese momento la mayor parte de la deuda pública, incluyendo los encajes legales, estaba de facto o de jure indexada a la inflación a través del mecanismo de las tasas de interés. La exacerbación de las expectativas inflacionarias elevaba las tasas reales de interés a niveles que hacían insostenible el servicio de la deuda existente, a la vez que encarecía las nuevas emisiones para servir deuda vieja. Por el lado de los ingresos, la inflación erosionaba seriamente el valor real de los impuestos 10 La tasa de inflación desciende de 27,6% mensual en agosto de 1988 a 5,7% en diciembre del mismo año, pero ya en febrero de 1989 se produce el quiebre alcista y la inflación alcanza a 114% en junio y a casi 200% mensual en julio de 1989. 15 a causa del plazo que mediaba entre la generación del hecho impositivo y su efectiva recaudación11. El desenlace inevitable de la percepción de insostenibilidad fiscal era la pérdida de confianza en la moneda doméstica, ataques especulativos en contra de las reservas internacionales, corridas en contra del sistema financiero local y, finalmente, hiperinflación y maxidevaluaciones. Se producía así un mutuo reforzamiento del proceso inflacionario y del proceso devaluacionista. A mediados de 1989 tiene lugar la elección presidencial, en la cual resulta electo Carlos Menem como candidato del Partido Justicialista de tradición peronista12. Debido al colapso económico reinante, el gobierno electo se ve obligado a tomar posesión del mando el día 9 de julio de 1989, casi seis meses antes de lo pautado por la Constitución. Las primeras medidas económicas, al menos a nivel de discurso, se parecen a los anteriores intentos de mezclar esfuerzos de estabilización ortodoxa con políticas heterodoxas de ingreso. El nombramiento de los ministros responsables de la gestión económica, sin embargo, apunta hacia el convencimiento –más propiamente, intuición13– de Menem de que el margen de maniobra para medidas “populistas” estaba ya agotado. Se formula un nuevo plan de estabilización, el Plan Bunge y Born, llamado así por ser esa poderosa compañía argentina de granos quien suministró los primeros dos ministros de Economía. El tiempo de vida de este programa es de apenas cinco meses, ya que en diciembre de 1989 el Ministro de Economía renuncia ante una inflación mensual de 40% en ese mes. Es importante señalar, sin embargo, que a diferencia de planes anteriores, el nuevo gobierno se mantiene, en líneas generales, en la senda de la disciplina fiscal y monetaria14. Tampoco el Banco Central acomete emisiones significativas de dinero para financiar las operaciones corrientes del sector público. De tal forma que no pudiera afirmarse en esta ocasión que la inflación desatada a fines de ese año tuviera un origen fiscal. El repunte hiperinflacionario guarda fundamentalmente relación con el círculo vicioso de la deuda pública, al que se hizo referencia antes. Al no lograr el Plan Bunge y Born una reducción de la tasa de interés real, el proceso de incremento de la deuda pública continuó su trayectoria explosiva. Durante la gestión fiscal de 1989, el pago de intereses de la deuda pública alcanzó la astronómica suma de 12.3 por ciento del PIB y las operaciones cuasifiscales del Banco Central 11 Este fenómeno es conocido en la literatura como el “efecto Olivera-Tanzi”, por el cual cada incremento de la tasa de inflación reduce el valor real del ingreso fiscal a causa del efecto erosionador del lapso que transcurre entre la generación del hecho impositivo y su efectiva recaudación: Ver Olivera (1967) y Tanzi (1977). 12 La profunda decepción de la población con el gobierno de Alfonsín se explica también por las exageradas expectativas que generó su victoria electoral, cuando por primera vez el peronismo es derrotado en unas elecciones libres. La gestión económica del Partido Radical fue percibida por el electorado como desastrosa. Alrededor de Menem y de su Partido Justicialista se gesta una curiosa alianza entre la clase trabajadora y la clase alta con una notoria ausencia de las clases medias y de las burocracias públicas. 13 Actores de primera línea durante las primeras semanas de gestión gubernamental recalcan la visión pragmática del jefe de Gobierno, para quien la única preocupación inicial era sobrevivir al colapso socio-económico reinante. 14 En efecto, el déficit primario global del sector público disminuye a un 1.6% del PIB en 1989 (sin incluir carga por intereses de la deuda pública, ni déficit cuasifiscal del Banco Central). 16 contribuyeron con un 4.7 por ciento adicional al déficit fiscal. De esta forma, el sector público no financiero cerró el año con un déficit de 16.2 por ciento del PIB. La percepción de insostenibilidad de tal situación hizo que el público perdiera nuevamente confianza en la efectividad del programa de estabilización para reducir la inflación15. Un nuevo ministro de Economía es nombrado en enero de 1990 (Antonio Erman González). Su primera tarea consiste en implementar una conversión forzosa de todos los depósitos a plazo del sistema financiero en bonos de largo plazo denominados en dólares (llamados BONEX). Las cuantiosas deudas del Banco Central con la banca privada, incluyendo las obligaciones por requerimientos de reserva, fueron igualmente refinanciadas con BONEX. De esta forma se produce un cambio fundamental en la composición de la deuda pública, ya que las deudas de corto plazo del ente emisor son convertidas en deudas de largo plazo a cargo del Tesoro Público. Se elimina así la principal fuente alimentadora del proceso inflacionario, puesto que el servicio de la deuda ya no implica generación de financiamiento monetario por parte del Banco Central16, al tiempo que la denominación en dólares de esa deuda la desvincula de las tasas de interés domésticas. El Plan BONEX implica también la aceptación de la progresiva dolarización que había venido experimentando la economía argentina al calor de cada episodio inflacionario. Esta forzosa conversión de depósitos privados en bonos representó una considerable pérdida patrimonial para los depositantes, ya que los nuevos títulos se cotizaban en el mercado secundario al 30% de su valor facial. No es extraño que tal confiscación terminara de resquebrajar la confianza del sector privado, lo cual explica que la inflación mensual se acelerara desde un nivel de 40% en diciembre de 1989 a 95% en marzo de 1990. A esta aceleración coadyuvó la existencia simultánea de un régimen de cambio flexible, que facilitó el ataque contra la moneda local. En este contexto de turbulencia se formula el Plan Erman en marzo de 1990 de corte netamente ortodoxo. Los elementos fundamentales del plan consistieron en una política monetaria drásticamente contractiva y en una disminución del déficit fiscal a 2% del PIB. Al mismo tiempo se reafirma el régimen de cambio flexible, aun cuando sin abandonar la política del rezago cambiario como ancla nominal17, y se inicia un programa de privatizaciones, que abarca inicialmente las compañías de teléfono y la aerolínea nacional. Después de una desaceleración de la inflación a niveles de 13 por ciento promedio mensual en el segundo y tercer trimestres del año y de 6.2 por ciento en el último trimestre, a comienzos de 1991 vuelven a producirse nuevos ataques especulativos contra la moneda, una fuerte devaluación y el retorno de la inflación a niveles de 25 por ciento mensual en febrero de 1991. Quedó en evidencia que la economía seguía careciendo de un ancla nominal creíble. Con la renuncia del Ministro de Economía en ese mes y el nombramiento de Domingo Cavallo finaliza el último intento fallido de estabilización dentro del ciclo histórico previo al régimen de convertibilidad. 15 En enero de 1990 la inflación alcanza la tasa de 79% mensual, en febrero 61% y en marzo 95%. 16 En opinión de Powell (1995), el Plan Bonex marca el inicio del fin del financiamiento inflacionario de la deuda del sector público. 17 Como se verá más adelante, la considerable apreciación real del tipo de cambio durante 1990 constituyó un severo lastre para el Plan de Convertibilidad que se inicia en 1991. 17 II Juntas Monetarias: historia y debate Antes de proceder al análisis del Plan de Convertibilidad de 1991 y de sus efectos sobre la economía argentina, es conveniente hacer una digresión sobre el régimen de Juntas Monetarias18, tanto para ubicarlo en su perspectiva histórica en la Argentina como dentro del marco de la discusión general sobre alternativas de regímenes monetariocambiarios. Un régimen de Junta Monetaria es en esencia un arreglo monetario, según el cual la emisión monetaria es un reflejo automático de variaciones en la posición de reservas internacionales del país. En la práctica, las Juntas Monetarias han venido acompañadas por una regla de tipo de cambio fijo y por un régimen de convertibilidad total de la moneda doméstica. Estos dos elementos, sin embargo, no son esenciales a la institución de Juntas Monetarias. 1 Antecedentes históricos a) Evolución general Las Juntas Monetarias nacieron al abrigo del Imperio británico. La primera de ellas fue establecida en Mauritius en el año 1849. Con el tiempo, más de 70 países, la mayor parte de ellos pertenecientes al ámbito colonial de alguno de los centros hegemónicos, adoptaron alguna forma de Junta Monetaria19. Este tipo de arreglo monetario alcanzó su apogeo hacia fines de 194020. Detrás de esta difusión del régimen se puede encontrar tanto una lógica política, como también económica. El hecho político de la dependencia colonial encontró su extensión natural en el sometimiento del manejo del dinero y de su valor de intercambio a los dictámenes del centro dominante. En el ámbito económico, la Junta Monetaria representaba un régimen conveniente para las colonias por el hecho de que les permitía disponer de una moneda “propia”, que fuera estable y convertible, pero que al mismo tiempo no implicara el costo de tener que utilizar billetes y monedas extranjeras. Este costo de adoptar la moneda extranjera como circulante local estaba relacionado, en primer lugar, con las pérdidas que hubiera acarreado la sustitución de los billetes o monedas deteriorados o perdidos. Al disponer de un circulante local, el costo de su reposición se limitaba al costo de acuñación o impresión, pudiendo mantener intacto el stock de reservas en la divisa fuerte de respaldo. Un segundo costo estaba asociado con el costo de oportunidad del interés dejado de ganar por tener que mantener una gran parte de las reservas en “efectivo” (cash), caso de usar la divisa extranjera como medio circulante local. Un segundo motivo de carácter económico se derivó del simple hecho de que el “estándar oro” –o algún estándar similar– era el régimen monetario-cambiario predominante a nivel mundial en la segunda mitad del siglo pasado y hasta bien entrada la primera mitad del presente siglo. Las Juntas Monetarias no eran más que el espejo del estándar-oro a nivel de economías 18 En el ámbito hispanoparlante se utiliza también la expresión “Caja de Conversión”, pero preferimos usar aquí el término Junta Monetaria, el cual se ajusta mejor al término original inglés “Currency Board”. 19 Una buena exposición sobre el pasado, presente y futuro de las Juntas Monetarias puede verse en Schwartz (1993). Para mayores detalles históricos ver también Walters y Hanke (1992). Un inventario completo de las Juntas Monetarias pasadas y presentes puede encontrarse en Hanke, Jonung y Schuler (1993). 20 Ver Crick (1965). 19 periféricas, ya que incorporaban los dos elementos básicos de ese régimen: el respaldo “duro” de la emisión monetaria y el ajuste monetario automático a los cambios en la posición de la balanza de pagos. Fue sin duda esta racionalidad económica la que motivó la instalación de juntas monetarias también en algunos países independientes, como fue el caso de la Argentina (1902-1914 y 1927-1929), Irak (1931-1949), Irlanda (1918-1940), Panamá (1904-1931), y Rusia del Norte durante la guerra civil posterior a la revolución bolchevique21. Las décadas de 1960 y 1970 fueron testigos del desmantelamiento de la mayoría de las Juntas Monetarias existentes. Nuevamente intervinieron en su desaparición factores políticos y económicos. Desde el punto de vista político, la figura de las Juntas Monetarias era incongruente con el movimiento de independencia que se había venido completando desde mediados de siglo en los enclaves coloniales. Y desde el ángulo económico, un régimen tan rígido, en el cual los países ofrendaban su autonomía monetaria a cambio de la estabilidad, no encajaba en la moda del pensamiento keynesiano de la época con su preferencia por el activismo monetario, cambiario y fiscal de carácter anticíclico. Ya a comienzos de los 70, la mayoría de las Juntas Monetarias habían sido sustituidas por Bancos Centrales. En años recientes, sin embargo, se ha observado un resurgimiento de arreglos monetarios similares. Lo interesante de este resurgimiento es el hecho de que ya no se trata únicamente de territorios que difícilmente puedan ser considerados como países por su reducida dimensión o por su extrema Tabla II-1 Juntas Monetarias vigentes1 País/Territorio Argentina Bermuda Brunei Cayman Islands Estonia Malvinas / Falkland Faroe Islands Gibraltar Hong Kong Lithuania Fecha2 Población3 1991 1915 1967 1972 1992 1899 1940 1927 1983 1994 33.913 61 285 32 1.617 2 48 32 5.549 3.848 Fuente: Williamson (1995). (1) Hasta julio 1995. (2) Fecha del último establecimiento. (3) En miles de habitantes. 21 Ver Hanke, Jonung y Schuler (1993). 20 Divisa Reserva US dollar US dollar Singapore $ US dollar Deutsche Mark Pound sterling Danish Krone Pound sterling US dollar US dollar dependencia respecto a algún país-centro, sino de economías medianas, como Hong Kong, Estonia22 y Lituania23, o incluso de economías grandes como Argentina (Ver Tabla II-1). Aun cuando las razones para su implementación varían en cada caso, el denominador común ha sido una profunda desconfianza en la capacidad de los respectivos Bancos Centrales para resistir las presiones para financiar monetariamente los déficit gubernamentales. b) La Caja de Conversión argentina En el caso específico de Argentina que nos ocupa, la institución de la Junta Monetaria (llamada Caja de Conversión) existió desde 1890 hasta 1935, aun cuando en realidad funcionó como régimen de Junta Monetaria propiamente dicho únicamente desde 1902 hasta 1914 y luego desde 1927 hasta 192924. Hasta 1902, la Caja de Conversión no disponía prácticamente de reservas internacionales, con lo cual tuvo que seguir actuando como un emisor tradicional de dinero fiduciario. Las reservas de oro representaban en ese año apenas un 0.11 por ciento del circulante. Gracias a un mejoramiento de los términos de intercambio a partir de ese año, las reservas de oro llegaron a representar el 73 por ciento del circulante en 1913. En opinión de Calvo25, dos circunstancias favorables hicieron posible el funcionamiento de la Caja de Conversión durante ese primer lapso de vida. En primer lugar, la inusitada bonanza externa, que se manifestó en un crecimiento de las exportaciones de cerca de 9 por ciento anual entre 1902 y 1913, generó un flujo permanente de reservas, con cuyo respaldo fue posible una considerable expansión monetaria. En segundo lugar, la Caja de Conversión argentina funcionó con más flexibilidad de la que suele atribuírsele en las simplificaciones de los libros de texto. El Banco de la Nación utilizó sistemáticamente su amplio stock de reservas (principalmente oro) para suavizar las fluctuaciones en la oferta monetaria, que se hubieran derivado de las inevitables fluctuaciones en la posición de balanza de pagos del país. De esta forma se atenuaba el elemento más perturbador del esquema de Junta Monetaria, como es el mecanismo automático de inflación/deflación para responder a shocks externos. En 1913, producto de la incertidumbre política mundial y de menos favorables perspectivas económicas internas, comienza a producirse una salida incesante de oro de la Caja de Conversión, que no pudo ser compensada por préstamos del Banco de la Nación. Los bancos comerciales comienzan a experimentar problemas de liquidez, a pesar de haber tradicionalmente venido manteniendo altos índices de liquidez del orden del 40% de los depósitos. El resultado es una contracción del crédito y un proceso recesivo en la actividad económica. El 3 de agosto de 1914, el gobierno decide suspender la convertibilidad del peso y la Caja de Conversión deja de actuar como tal. En la medida en que las condiciones económicas empezaron a mejorar a mediados de la década de 1920, el gobierno argentino permite nuevamente las exportaciones de oro en 1925 y reasume el régimen de convertibilidad en agosto de 1927. En esta ocasión la 22 Para una descripción detallada del caso de Estonia, ver Benett (1993). 23 Una discusión del nacimiento y desempeño de la Junta Monetaria de Lituania puede verse en Camard (1996). 24 Ver la ponencia de Hanke y Schuler en Liviatan (1993). 25 Ver la ponencia de Guillermo Calvo en Liviatan (1993). 21 vida de la Caja de Conversión finaliza el 16 de diciembre de 1929, cuando el gobierno decide suspender la libre convertibilidad. Nuevamente un shock externo, que afecta principalmente al sistema financiero, se encuentra en el origen del abandono del esquema de convertibilidad. El alza de las tasas de interés en los Estados Unidos genera una salida de reservas entre mediados de 1928 y fin de 1929, que alcanzó a cerca del 40 por ciento del total de reservas conjuntas de la Caja de Conversión y del sistema bancario. Merece la pena detenerse brevemente en la discusión sobre las causas del fracaso del esquema de Junta Monetaria en la Argentina. Hanke y Schuler26 mantienen la tesis de que la suspensión del esquema no fue resultado de problemas de la Junta Monetaria per se, sino simplemente producto de la negativa del gobierno argentino de permitir que el mecanismo automático de ajuste del estándar-oro operara durante períodos en los que la salida de oro producía una caída de los precios internos (deflación). Basan su argumentación en el hecho de que la Caja de Conversión tenía para el momento del abandono de la convertibilidad una relación reservas/circulante satisfactoriamente alta (60 por ciento en 1914 y 83 por ciento en 1929). En una línea similar de argumentación, aunque refiriéndose a los episodios previos de convertibilidad en la segunda mitad del siglo XIX, Cortés (1995) resalta la falta de un claro y creíble compromiso de las autoridades argentinas en cumplir las normas de convertibilidad. En sus análisis ya clásicos del caso argentino, Williams (1920) y Ford (1962) apuntan hacia la inviabilidad del estándar-oro en economías exportadoras primarias. Williams fundamenta los abandonos de convertibilidad en un estudio detallado de los déficit de balanza de pagos. Ford se centra en la explicación de la diferencia de funcionamiento del estándar-oro en economías maduras, como la británica, y en economías exportadoras primarias, como la argentina. Argumenta que en un régimen de cambio fijo la volatilidad de las exportaciones afecta directamente la estabilidad de la demanda agregada y del ingreso a través del mecanismo de transmisión monetaria en un contexto de insuficiente flexibilidad de los precios hacia abajo. A diferencia de las economías maduras, estas fluctuaciones de la cuenta corriente no son compensadas por movimientos de capital (oro), tal como predice la teoría del estándaroro. Más bien, por el contrario, el debilitamiento de la cuenta corriente degenera en fugas adicionales de oro en la cuenta de capital. Esta dinámica perversa se agrava por la falta de profundidad del sistema financiero en países subdesarrollados. Calvo apunta también en esta última dirección de la debilidad del sistema financiero. Menciona que las Juntas Monetarias de países como Canadá y Australia se mantuvieron en pie durante la turbulencia previa a la Primera Guerra Mundial, porque se asemejaban en su funcionamiento a las colonias británicas y la banca londinense actuaba en la práctica como “prestamista de última instancia” en los momentos difíciles. El efecto desestabilizador sobre el sistema financiero de la ausencia de un prestamista de última instancia, aunado al efecto recesivo de la contracción monetaria, hacen suponer que esquemas de este tipo sólo son viables a mediano y largo plazo en contextos de crecimiento de las exportaciones o de entradas compensatorias de capital. Hasta qué punto esta aseveración es cierta, será tema de discusión en la sección VII. 26 Ver ponencia de Hanke y Schuler en Liviatan (1993). 22 2 Definición y funcionamiento de una Junta Monetaria Después de este breve repaso de la evolución histórica del esquema de Junta Monetaria y antes de adentrarnos en la discusión de sus ventajas y desventajas, es necesario precisar la diferencia entre el funcionamiento de una Junta Monetaria y el de un Banco Central27. Para entender la especificidad de una Junta Monetaria, conviene recordar que se trata en última instancia de una regla monetaria, es decir, de un parámetro transparente para regular el nivel de la base monetaria. La gama de posibilidades a la hora de establecer una regla monetaria es muy variada. Depende, en primer lugar, de la variable macroeconómica que se seleccione como punto de referencia. Si adoptamos como tal variable la posición neta de la balanza de pagos, la cual se traduce en cambios en el nivel de reservas internacionales, pueden diferenciarse dos tipos de regla: t Reglas exógenas o anticíclicas: la base monetaria es variada de tal forma que los cambios en la posición de reservas internacionales sean compensados o esterilizados mediante movimientos en dirección opuesta de los activos domésticos de la autoridad monetaria. El objetivo sería aislar la actividad doméstica de cambios en la posición externa del país. t Reglas endógenas o procíclicas: el nivel de la base monetaria debe responder a los cambios en la posición de la balanza de pagos, es decir, debe estar “endógenamente” determinado por movimientos en las reservas. Dentro de este tipo de reglas, caben dos variantes: t Regla marginal o proporcional: manteniendo constante en términos absolutos el componente de activos domésticos de la base monetaria, ésta debe variar en estricta proporción –uno a uno– con las variaciones en las reservas internacionales. t Regla del estándar-oro o sobreproporcional: manteniendo constante en términos relativos los componentes doméstico y externo de la base monetaria, las variaciones en las reservas externas deben generar variaciones de igual proporción en el componente doméstico. De esta forma, el incremento (disminución) de la base monetaria es la suma del incremento (disminución) de las reservas internacionales y de los activos domésticos. Variaciones en la posición de balanza de pagos, por consiguiente, son transmitidas de forma ampliada al nivel de la base monetaria. Este es en esencia el mecanismo automático de estabilización del arquetipo del estándar-oro. Una Junta Monetaria típica funciona de acuerdo a la regla marginal. En este sentido, una Junta Monetaria puede definirse como un arreglo institucional por el que se legisla una regla monetaria, según la cual los cambios en la base monetaria son iguales a los superávit o deficit de un país en su balanza de pagos global. La diferencia entre una Junta Monetaria y un Banco Central se aprecia a través de la observación del balance estilizado de cada una de esas instituciones28. 2 7 Las siguientes consideraciones se apoyan en el pedagógico trabajo de Williamson (1995) sobre Juntas Monetarias. Una útil y detallada descripción del funcionamiento de Juntas Monetarias puede encontrarse también en Benett (1994). 28 Sobre las especificidades del Balance General de las Juntas Monetarias para los casos de Hong Kong, Estonia y Argentina, ver Benett (1994). Aquí nos limitamos a describir las características comunes. 23 Ilustración II-1 Balance de la Junta Monetaria Balance General Activos Pasivos Activos Externos (Reservas Internacionales) Circulante (monedas y billetes) [Depósitos de la Banca Comercial] Patrimonio Neto En un régimen de Junta Monetaria, el dinero base (M0) consiste en monedas y billetes, pero “puede” incluir también otras reservas mantenidas por la banca comercial. Esta posibilidad está reflejada en los corchetes del lado derecho de la cuenta T. Cuando esas reservas de la banca comercial (distintas al efectivo en bóveda) deban ser mantenidas exclusivamente en forma de divisas de reserva29, hablamos de una forma pura de Junta Monetaria. Cuando, por el contrario, la banca comercial puede mantener todas o parte de sus reservas en forma de depósitos denominados en moneda local en la Junta Monetaria, estamos frente a una forma no pura de Junta Monetaria. Pero lo importante a resaltar aquí es que, en cualquiera de las variantes, la base monetaria está respaldada exclusivamente por activos externos propiedad de la Junta Monetaria. La Junta Monetaria carece de discreción para manipular la base monetaria. Los incrementos o disminuciones de base monetaria se producen únicamente como resultado de la decisión de los agentes privados de vender o comprar divisas de reserva a cambio de moneda doméstica. A su vez, estas decisiones responden a las necesidades de financiamiento que se derivan de déficit o superávit de la balanza de pagos. En el caso de un Banco Central, la base monetaria se compone del efectivo circulante y de los depósitos de la banca comercial. Los bancos comerciales siempre mantienen depositadas sus reservas en el Banco Central. Ahora bien, la característica distintiva de un Banco Central se encuentra por el lado del Activo. A diferencia de una Junta Monetaria, un Banco Central puede respaldar la base monetaria con activos domésticos, que generalmente consisten en préstamos al sector público o préstamos a la banca comercial. Un Banco Central tiene la potestad de modificar discrecionalmente la base monetaria mediante variaciones en el stock de activos domésticos. Una compra de títulos de deuda pública, por ejemplo, o la asistencia financiera a un banco con problemas de liquidez incrementan la base monetaria. Esta diferencia en el modo de funcionamiento determina el mecanismo de ajuste de una economía regida por Junta Monetaria. El mecanismo es básicamente el “price-specie-flow mechanism”30 que Ilustración II-2 Balance del Banco Central Balance General Activos Pasivos Activos Externos (Reservas Internacionales) Activos Domésticos (Préstamos al Gobierno y a la Banca Comercial) Circulante (monedas y billetes) Depósitos de la Banca Comercial Patrimonio Neto 29 Al establecer un régimen de Junta Monetaria, el país adopta como “divisa de reserva” la divisa de un país grande, que generalmente suele ser el país en el que se concentra el grueso del comercio y/o de las transacciones financieras. En la elección del país-reserva juega también un papel importante la tradición de estabilidad monetaria de ese país. Si no es posible seleccionar un país que reúna alguna de las condiciones anteriores, puede adoptarse una cesta de monedas que refleje en términos gruesos la composición del intercambio comercial. Esta última modalidad, sin embargo, ha sido de uso muy limitado, en gran parte debido a la menor transparencia de las cestas de monedas, lo cual no coadyuva a la credibilidad del esquema. 30 En idioma español se utiliza a veces la expresión “mecanismo ajuste-precio”. La traducción literal sería “mecanismo del flujo precio-especie”, refiriéndose el término especie al oro. 24 caracterizó el estándar-oro clásico. Resumiendo la dinámica de ajuste para el caso de un déficit de balanza de pagos, supongamos que el punto de partida es una disminución de las reservas internacionales. Esta disminución de reservas determina una reducción automática de la oferta de dinero –proporcional o magnificada, según sea la regla monetaria adoptada– y el consiguiente incremento en el nivel de tasas de interés. Por el lado de la economía monetaria, el alza de la tasa de interés doméstica incentiva la entrada de capitales (oro, en los tiempos del estándar oro), lo cual contribuye a cerrar el déficit inicial de la balanza de pagos. Por el lado de la economía real, el efecto contractivo del alza de intereses genera una reducción de la absorción doméstica (consumo e inversión), con lo cual disminuye el flujo de importaciones. Esta caída de las importaciones se manifiesta en un mejoramiento de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Adicionalmente, el mecanismo de ajuste actúa también a través de la modificación de los precios relativos. La reducción de la absorción doméstica genera efectos deflacionarios sobre los precios internos de los bienes no transables31. Al bajar los precios de estos bienes y al estar fijados exógenamente los precios de los bienes transables, se produce una devaluación real y la consiguiente mejoría de la competitividad externa de la economía. Por esta vía, las exportaciones aumentan, la cuenta corriente externa mejora y la producción nacional sustituye parcialmente productos importados, con lo cual el nivel de actividad económica se incrementa. Cuánto del nivel anterior del producto se recupera, en cuánto tiempo y a qué costo temporal de desempleo, depende de la flexibilidad de los precios y salarios internos, así como de la movilidad de los factores productivos entre sectores. 3 Junta Monetaria y reglas cambiarias A pesar de que la regla de emisión de dinero en función de las variaciones de los activos externos en principio puede separarse de la regla de un tipo de cambio fijo, en la práctica este tipo de arreglo monetario suele venir asociado con un régimen de tipo de cambio fijo 32. La razón de ello reside en que el cambio fijo le confiere a la regla monetaria una credibilidad que es esencial para su sostenibilidad en países con antecedentes inflacionarios, como Argentina o los países del ex bloque comunista. Es precisamente la desconfianza en el manejo discrecional de las variables nominales por parte de las autoridades monetarias la que suele conducir a la adopción de una Junta Monetaria. Pero no sería descartable que, en un contexto de credibilidad ganada, una regla de emisión con respaldo de reservas pudiera convivir con una flexibilización cambiaria, en la que el tipo de cambio responda a shocks externos en una forma preestablecida33. 31 Aun cuando ésta es la vía más previsible de ajuste, en determinadas circunstancias puede suceder que el ajuste en el sector de no transables se haga por la vía de reducción de volúmenes. Ver Corden (1981). 32 Ver Benett (1994), quien resalta que la Junta Monetaria puede, en principio, ajustar el tipo de cambio, aunque esto en la realidad rara vez ocurre. 33 En el caso de Singapore, coexiste una Junta Monetaria llamada “Board of Commissioners of Currency”, que es la responsable de emisión de dinero con 100 por ciento de respaldo de reservas, con una Autoridad Monetaria, que ejerce todas las funciones de un Banco Central excepto la de emisión de moneda. Singapore no mantiene una política de tipo de cambio fijo y tampoco incrementa automáticamente la BM en respuesta a incrementos en sus reservas. Por este último motivo no puede afirmarse que Singapore mantenga una Junta Monetaria en sentido estricto del término, como tampoco sucede en el caso de Argentina por otras razones. Ver Osband y Villanueva (1993). 25 Antes de entrar a discutir la conveniencia de una Junta Monetaria es necesario dilucidar la cuestión previa sobre si es deseable o no fijar el tipo de cambio. Solamente después de dilucidada esta cuestión básica es que cobra sentido la discusión acerca de cómo fijar el tipo de cambio. Una Junta Monetaria es una variante institucional, entre otras posibles, de cómo fijar el tipo de cambio. De hecho, en el ámbito específico de Latinoamérica, la discusión sobre las Juntas Monetarias ha girado casi exclusivamente alrededor de las ventajas y desventajas de una regla cambiaria fija. La opinión más difundida hoy entre los economistas parece apuntar hacia la conveniencia de adoptar algún régimen de cambio fijo en el marco de procesos de estabilización en países con una historia previa de muy alta inflación34. Se aducen para ello argumentos variados como, por ejemplo, el hecho de que la política monetaria se torna inefectiva en situaciones donde la base monetaria es muy reducida, cosa que suele suceder al final de largos procesos inflacionarios. Una regla de cambio fijo implica que la oferta monetaria responde endógenamente al mejoramiento de las variables fundamentales, lo cual facilita la remonetización de la economía durante el proceso de reducción de la inflación. Una regla de cambio fijo, por otra parte, ayuda con su transparencia a la restitución de la credibilidad del esfuerzo de estabilización. En el largo plazo, sin embargo, las opiniones se inclinan más por preservar una buena dosis de flexibilidad cambiaria. Muy rara vez existe la suficiente movilidad de factores –especialmente de la fuerza de trabajo–, que la teoría sobre “áreas monetarias óptimas” considera necesaria para justificar una unión monetaria. Adicionalmente, los países en desarrollo están sometidos indefectiblemente a shocks externos, cuya absorción sería excesivamente costosa con tipos de cambio rígidos. Por otra parte, aun cuando en el corto plazo la rigidez del tipo de cambio pueda ser beneficiosa, la inercia del proceso inflacionario previo hace inevitable la persistencia de diferenciales de inflación, que terminan afectando seriamente la competitividad externa del país. Ahora bien, si se opta por un cambio fijo en el proceso de estabilización, la segunda cuestión se refiere a qué tan rígido queremos hacer el tipo de cambio. Puede haber diferentes grados de compromiso de la autoridad con el régimen fijo y diferentes arreglos institucionales para demostrar ese grado de compromiso. Dentro de los posibles esquemas de rigidez, una Junta Monetaria constituye un arreglo intermedio entre un régimen “fijo ajustable” (versión débil del régimen fijo) y un régimen de sustitución de moneda (versión fuerte)35. Incluso dentro del esquema de Junta Monetaria, pueden adoptarse versiones más puras –y por lo tanto, más comprometidas–, como en el caso de Hong Kong, o versiones menos puras, como en el caso argentino. Cada uno de estos regímenes representa diferentes grados de compromiso con el cambio fijo. Es en el marco de este espectro de variantes donde deben analizarse las ventajas y desventajas de las Juntas Monetarias como un mecanismo institucional para lograr la estabilidad cambiaria. 34 El caso reciente del Perú, sin embargo, evidencia que la estabilización también puede ser exitosa en el marco de un régimen cambiario flexible. La cuestión crucial parece residir en la disponibilidad fáctica de algún otro tipo de herramienta como ancla de la inflación, así como en el grado de deterioro de la confianza en las autoridades económicas. 35 La sustitución de moneda puede tomar la forma de dolarización oficial, como en el caso de Panamá, o de conformación de una unión monetaria con una nueva moneda común, tal como se está proponiendo en la Unión Europea. 26 4 Los beneficios de una Junta Monetaria a) Reglas y credibilidad Un primer bloque de argumentos a favor de Juntas Monetarias tiene que ver con la cuestión crucial de la credibilidad. Si dejamos de lado arreglos monetariocambiarios en los que desaparece la moneda doméstica, una Junta Monetaria encarna un esquema de fuerte blindaje institucional del compromiso de las autoridades con un cambio fijo. Mucho es lo que se ha discutido recientemente sobre los beneficios de compromisos fuertes en la lucha contra la inflación. En términos generales hay consenso en que la presencia de reglas creíbles de política conducen a menores niveles de inflación por el hecho de que los agentes privados no esperan ser “engañados” por un gobierno deseoso de sacar ventaja de aumentos sorpresivos de la inflación. La evidencia empírica comparativa nos muestra, por ejemplo, que un mismo nivel de déficit fiscal puede estar asociado con diferentes niveles de inflación. La explicación de esta aparente contradicción tiene que ver con los diferentes grados de credibilidad de que gozan los gobiernos. Un mayor grado de compromiso con una regla de cambio fijo mejora, sin duda, esta confianza en el gobierno. Un segundo requisito para la confianza es la coherencia de las políticas. Tanto desde un punto de vista teórico como práctico, los regímenes de tipo de cambio fijo sólo funcionan cuando existe simultáneamente un mecanismo automático de ajuste, por el cual las autoridades monetarias se comprometen a permitir que los desequilibrios de la balanza de pagos sean eliminados mediante variaciones de la base monetaria. Esa es precisamente la esencia de una Junta Monetaria. En este sentido, el esquema de Junta Monetaria le confiere credibilidad al compromiso de tipo de cambio fijo, por cuanto institucionaliza el mecanismo de ajuste monetario que lo hace viable36. Aun cuando este mecanismo automático de ajuste tiene costos asociados, una Junta Monetaria ofrece a los agentes económicos la certidumbre de que ésa, y no otra, será la respuesta de las autoridades frente a eventuales perturbaciones económicas. Tal garantía es un tercer elemento adicional que contribuye a la credibilidad del esquema. b) Disciplina macroeconómica El segundo bloque de argumentos gira alrededor del tema de la disciplina macroeconómica. Se afirma que una Junta Monetaria induce forzosamente a la disciplina fiscal. Por expresa prohibición legal, la Junta Monetaria no puede financiar los déficit del gobierno, con lo cual éste se ve constreñido a balancear sus cuentas (a no ser que tenga margen para recurrir a préstamos en el mercado de capitales). Una Junta Monetaria tiene la ventaja de que hace mucho más transparentes las limitaciones en el financiamiento del gasto público. La aceptación del hecho de que sin disciplina fiscal el esquema de Junta Monetaria colapsa indefectiblemente, aunada a la percepción de que tal colapso tendría un alto costo político, induce al gobierno a ordenar su gestión fiscal. Cualquier gobierno racional que adopte un esquema de Junta Monetaria, conjuntamente con una regla de cambio fijo, sabe que su única tarea macroeconómica se reduce a lograr el equilibrio fiscal, ya que no tiene que preocuparse en absoluto de las variables monetarias. 36 Esta relación de condicionalidad no necesariamente tiene que existir a la inversa, es decir, un régimen de cambio inflexible no es condición indispensable para el funcionamiento de una Junta Monetaria. 27 Una observación de cautela, sin embargo, debe mencionarse en relación a este asunto crucial de la disciplina fiscal. Para que una Junta Monetaria funcione y pueda inducir al saneamiento fiscal, debe existir un compromiso previo de las autoridades económicas y, sobre todo, de las instancias políticas de acatar la disciplina que tal arreglo monetario exige37. Las autoridades fiscales deben estar conscientes de la “camisa de fuerza” a la que estarán sometidos, y aceptarla. De lo contrario, un gobierno siempre encontrará vías por las cuales eludir la restricción fiscal. La más obvia de ellas es el recurso a la emisión de deuda en montos ilimitados, lo cual no contraviene legalmente las disposiciones de una Junta Monetaria. El problema con la deuda reside en que la carga de su servicio puede terminar dando al traste con la institución misma de la Junta Monetaria. El país puede caer en una trampa de endeudamiento creciente, en la que la prohibición de utilizar financiamiento monetario desemboque en mayores déficit fiscales y mayor inflación en el futuro. Tal situación es ciertamente poco probable una vez que un país adopta un esquema de Junta Monetaria, pero debe reconocerse que no es, en absoluto, descartable si el compromiso de las autoridades con la disciplina fiscal no es suficientemente firme. Más diáfano es el efecto disciplinador sobre la inflación, cuando a la institución de la Junta Monetaria se le añade, como en la práctica suele suceder, el compromiso de un tipo de cambio fijo. Hay consenso en la teoría económica acerca de que un tipo de cambio fijo, si es mantenido por tiempo suficiente, termina por equiparar el nivel de precios doméstico al nivel de precios internacional –o al nivel de precios del país de reserva–. La rigidez cambiaria impone a los agentes económicos una fuerte restricción en el proceso de formación de precios. Una desviación de la tasa de inflación doméstica respecto de la internacional sólo es posible si existen diferencias en la evolución de las tasas de productividad real. De no ser así, el tipo de cambio fijo no sería sostenible. Finalmente, las rigideces que un esquema de Junta Monetaria impone en el campo fiscal, monetario y cambiario, obligan a las autoridades a emprender sin dilación reformas económicas de carácter estructural, que hagan viable el funcionamiento de los mecanismos automáticos de ajuste. Especialmente importantes son reformas del sistema financiero y del mercado laboral, así como la desregulación general de los mercados. c) Convertibilidad y señoreaje Finalmente, un tercer argumento se refiere al aseguramiento de la convertibilidad de la moneda doméstica por la divisa de reserva. La convertibilidad está garantizada por el respaldo de la base monetaria con un 100 por ciento de reservas internacionales. En circunstancias normales, tal seguridad ejerce un efecto positivo sobre la conformación del portafolio de los agentes económicos, así como sobre sus decisiones de inversión, sobre todo en el caso de la inversión extranjera. Otra ventaja del esquema de Juntas Monetarias consiste en que, al tiempo que preserva la plena convertibilidad, no renuncia totalmente a la ganancia del señoreaje38, como sucede en el caso de la sustitución de monedas o dolarización oficial. Al contrario de 37 Schwartz (1993) hace especial hincapié en este compromiso previo. 38 De forma simple, “señoreaje” puede definirse como la ganancia para el emisor de moneda que resulta de la diferencia entre el valor facial del dinero producido (monedas y billetes) y el costo de su producción material. Ver Fischer (1992). 28 algunos autores que aducen la cuestión del señoreaje como un costo en la adopción de Juntas Monetarias, pensamos que se trata más bien de un elemento favorable, si se le compara con alternativas “más fuertes” de compromiso con un cambio fijo. Si bien es cierto que hay un costo asociado al hecho de que un país use reservas internacionales en vez de activos domésticos para respaldar su base monetaria, también es cierto que la Junta Monetaria percibe intereses por la colocación de sus reservas internacionales en el exterior. De hecho, una Junta Monetaria pudiera obtener más señoreaje que un Banco Central. Todo depende de la ganancia obtenida en la inversión adicional que pudiera realizarse internamente, si las reservas internacionales fueran sustituidas por activos domésticos para el respaldo de la base monetaria. Es perfectamente posible que esa inversión adicional obtenga menor rendimiento que el ganado por la colocación de los activos externos, en cuyo caso la opción de Junta Monetaria no implica ninguna pérdida de señoreaje39. 5 Costos de un régimen de Junta Monetaria a) Pérdida de instrumentos de política En la decisión de adoptar o no un esquema de Junta Monetaria, las autoridades enfrentan un claro “trueque” (trade-off) entre credibilidad y flexibilidad. Esta discusión constituye el corazón de la amplísima literatura teórica que se ha venido desarrollando alrededor del tema de la elección de regímenes monetario-cambiarios. En el caso específico de esquemas del tipo estándar-oro o de Junta Monetaria, la preocupación se centra en la pérdida de instrumentos de política para responder a shocks que puedan afectar la economía. Tanto la política monetaria, en términos de variaciones autónomas de la base monetaria, como la política cambiaria, en términos de variación del tipo de cambio nominal, desaparecen de la paleta de instrumentos disponibles. El mecanismo de ajuste a shocks se circunscribe a los movimientos endógenos de la oferta de dinero, de las tasas de interés y de los precios relativos. El problema con este mecanismo es que tiende a actuar procíclicamente, ampliando el efecto expansivo o recesivo de los shocks. La política monetaria no puede ser usada para responder a las necesidades del ciclo coyuntural de la economía. El hecho de que muy frecuentemente la política monetaria activa haya causado más daño que bien, no invalida la conveniencia social de disponer de medios para atenuar las fluctuaciones del ciclo de negocios. El único instrumento de política macroeconómica que queda en manos de las autoridades es la gestión fiscal; de ahí su rol crucial en una Junta Monetaria. Dos tipos de problemas surgen a este respecto. En primer lugar, la política fiscal se ve sometida a una carga excesiva, por cuanto se exige de ella una enorme flexibilidad para responder a los desequilibrios que puedan presentarse en otras áreas de la economía. Es bien conocido que la gestión fiscal suele estar sujeta a rigideces sociales, políticas y económicas, que no se presentan en otros instrumentos de política económica. Adquirir la suficiente flexibilidad exige normalmente cambios estructurales en las finanzas públicas, que necesitan tiempo y que pueden enfrentar serias resistencias sociopolíticas. Esta resistencia, incluso, pudiera llegar a socavar la credibilidad del sistema mismo. 39 Ver Williamson (1995), quien argumenta adicionalmente que una Junta Monetaria puede aumentar el señoreaje por el hecho de crear condiciones favorables a la remonetización doméstica. 29 En segundo lugar, pueden presentarse situaciones en las que un desbalance fiscal temporal no debería ser considerado simplistamente como un acto de indisciplina, sino más bien como una respuesta socialmente óptima frente a un shock negativo. Es cierto que el gobierno puede recurrir al endeudamiento en tales ocasiones, pero si el shock es de gran magnitud y toda la carga del ajuste tiene que recaer en el campo fiscal, el monto de ese endeudamiento pudiera ser excesivo y degenerar en el círculo perverso de elevación de la tasa de interés, excesiva carga por servicio de deuda y mayor endeudamiento para servir la deuda vieja. La disponibilidad de otros instrumentos de política y la aceptación de una moderada inflación temporal pudiera constituir un marco más adecuado de política en situaciones exógenas adversas. O dicho con otras palabras, la opción de “atarse las manos” no siempre es socialmente óptima. b) Ajuste deflacionario Hipotéticamente, el mecanismo de ajuste automático de una Junta Monetaria es capaz de restaurar el equilibrio de la balanza de pagos y el nivel de actividad económica. Pero nótese que este aumento del producto sucede después de un proceso de deflación y de desempleo temporal40. La recuperación del pleno empleo sólo es posible si el nivel relativo de precios de los bienes y servicios no transables desciende suficientemente hasta alcanzar su nuevo nivel de equilibrio. También es importante señalar que, para que esta expansión del producto tenga lugar, los factores de producción deben ser suficientemente movibles como para transferir recursos productivos hacia el sector de bienes transables. La realidad es que las economías no suelen gozar en el corto plazo de suficiente flexibilidad de precios y salarios, así como tampoco de suficiente movilidad de factores para hacer indoloro el proceso de ajuste. También es importante específicamente la flexibilidad del sector no transable, ya que si el ajuste se realiza predominantemente por la vía de reducción de volúmenes en vez de precios, es de esperar un efecto negativo sobre el empleo. A menor flexibilidad de precios y movilidad de factores, mayor es el tiempo requerido para completar el ajuste y mayores son los costos en términos de pérdida de em pleoydecaídadelproducto41. Adicionalmente, estos costos se incrementan en el caso de economías relativamente grandes y poco abiertas, ya que, al representar las exportaciones e importaciones una proporción menor del producto total, las variaciones en los precios relativos deben ser mayores –en comparación con pequeñas economías muy abiertas– para generar la misma variación relativa del nivel de absorción doméstica. Los méritos del mecanismo automático de ajuste de una Junta Monetaria deben evaluarse en comparación con los de un régimen de cambio flexible, en el que el tipo de cambio nominal se aprecia o se deprecia en respuesta a shocks42. En este caso, la modificación de un sólo precio –el tipo de cambio– produce el mismo efecto sobre la estructura de precios relativos que el penoso 40 Véase el punto 2 de esta misma sección. 41 Una medida de la velocidad del ajuste viene dada por la condición Marshall-Lerner, que suele frecuentemente cumplirse en plazos de 12 a 18 meses. 42 La alternativa de comparación no es un régimen “fijo ajustable”, ya que este tipo de arreglo cambiario suele degenerar en crisis de balanza de pagos y en ataques especulativos, con el resultado final de abruptas devaluaciones y altas inflaciones. 30 proceso de inflación o deflación característico de una Junta Monetaria43. Si lo que se pretende es reducir el nivel de absorción doméstica para restituir el equilibrio de la cuenta corriente, una depreciación del tipo de cambio nominal incrementa el precio relativo de todos los bienes y servicios transables, mejorando así la competitividad externa y elevando el nivel de producción doméstica a través del efecto sobre las exportaciones y sobre la sustitución de importaciones. Este mecanismo de ajuste es, sin duda, más expedito y menos costoso. Ello no excluye, sin embargo, que la devaluación nominal pueda inicialmente producir un efecto contractivo debido a la dinámica temporal de la curva J 44. El impacto de la devaluación sobre los flujos comerciales puede verse también entorpecido en el corto plazo por el efecto denominado “cabeza de playa”45 o por un traslado incompleto de las variaciones del tipo de cambio en los precios de las exportaciones e importaciones46. Hay que advertir, sin embargo, que la restitución del equilibrio externo por la vía de la devaluación nominal se obtiene a costa de una cierta dosis de inflación –en vez de la deflación– del “price-specie-flow mechanism”. Cuán alta sea esta inflación dependerá de factores concomitantes, tales como el grado de disciplina fiscal y monetaria, los avances de productividad o la brecha existente entre el output potencial y el output actual de la economía47. Es también materia de discusión en la literatura económica en qué medida y en qué horizonte temporal una devaluación nominal se traduce en una depreciación real. Hay consenso sobre la correlación positiva a corto plazo entre variaciones nominales y reales, la cual existe gracias a precios “pegajosos” en el corto plazo, pero en el largo plazo no parece que manipulaciones del tipo de cambio nominal tengan efecto sobre la economía real. Variaciones nominales se traducen únicamente en una variación del nivel general de precios internos. El empleo, el producto y la competitividad externa dependen a largo plazo tanto de la dotación de recursos productivos de una economía, como del nivel de productividad con el que tales recursos son usados. c) Vulnerabilidad a crisis financieras Una de las características menos deseables de las Juntas Monetarias es que torna al sistema financiero local excesivamente vulnerable a corridas bancarias. La razón de ello reside en la ausencia “formal” de un prestamista de última instancia, una función que es típica de la banca central convencional. La normativa sobre emisión monetaria le impide 43 En su ya clásica defensa de regímenes flexibles de cambio, Milton Friedman (1953) afirma que el principal argumento a favor de la flexibilidad es de naturaleza microeconómica. Es mucho más sencillo modificar un sólo precio, esto es, el tipo de cambio, que depender de cambios en la multiplicidad de precios que conforman la estructura de precios doméstica. 44 Ver Krugman y Taylor (1978 ) sobre el efecto contractivo de una devaluación y Meade (1988) sobre el fenómeno de la curva J. El efecto J se deriva de la existencia de contratos a plazo en el comercio internacional. 45 El “beachhead effect” se refiere a los costos sumergidos que inhiben a las empresas a abandonar un mercado ya establecido o a penetrar un nuevo mercado. Ver Baldwin (1988). 46 Esto es lo que se conoce en la literatura como “Exchange Rate Pass-Through”, que puede ser incompleto dependiendo del grado de segmentación de los mercados. Ver Menon (1995) para un recuento teórico y empírico del problema. 47 La devaluación de la libra esterlina después de la crisis cambiaria de septiembre de 1992 tuvo un impacto inflacionario relativamente bajo por encontrarse en ese momento la economía británica sustancialmente por debajo de su nivel potencial. 31 a la Junta Monetaria, en teoría, prestar auxilio –más allá de las reservas internacionales excedentarias– a instituciones financieras con problemas de liquidez. Esta limitación, aunada a la garantía de convertibilidad, hace más probable la aparición de crisis financieras. Ante la presencia de un shock negativo externo, como pudiera ser un reverso abrupto de los flujos de capital del exterior, los agentes económicos pueden empezar a exigir la conversión de los activos financieros domésticos a divisas de reserva. Dado que las reservas internacionales sólo cubren el monto de la base monetaria (M0) y que los agregados monetarios más amplios (M1, M2, M3) suelen exceder en varias veces la base monetaria, muy pronto puede presentarse la situación en la que el sistema financiero en su conjunto, incluyendo la Junta Monetaria, no pueda hacerle frente a las demandas de conversión. En el caso de una Junta Monetaria “pura”, en la que la banca comercial no mantiene depósitos en la Junta Monetaria, los bancos deberían disponer de suficientes reservas propias en moneda extranjera o de suficientes líneas de crédito con el exterior para responder a las demandas de sus clientes. Como esta disponibilidad de reservas o de líneas de liquidez es poco plausible en bancos locales, la única garantía de convertibilidad en una situación de pánico financiero generalizado sería la transformación de los bancos locales en filiales o sucursales de bancos extranjeros de primera línea48. En el caso de una Junta Monetaria “impura”, en la que la banca comercial mantiene requerimientos de reserva en la Junta Monetaria, el problema no varía en lo esencial, ya que una vez liberados estos requerimientos de reserva por parte de la autoridad monetaria, la restricción de liquidez en divisas de reserva se hace igualmente patente49. Nótese que estamos inicialmente hablando aquí de una situación de crisis en la que se produce fundamentalmente un ataque en contra de la moneda local. En ese caso, la crisis se reduce a la conversión de activos financieros denominados en moneda doméstica a activos denominados en moneda extranjera. En presencia de un sistema bimonetario, como el existente usualmente en regímenes de convertibilidad, el problema se limitaría a una recomposición del portafolio dentro del mismo sistema financiero. Tal recomposición no generaría dificultades insalvables, si los bancos fuesen capaces en el corto plazo de recomponer también sus activos en proporción similar a sus pasivos50. Pero si esa recomposición de pasivos no es factible en tan corto plazo o si la magnitud de la recomposición es simplemente inmanejable por bancos con mayor base local, parece inevitable que una buena parte del sistema financiero considerado más débil sufra una pérdida neta de recursos, con lo cual la crisis cambiaria degenerará en un ataque en contra del sistema financiero en su conjunto (por el efecto contagio) y en fugas de capital. En ese contexto es altamente probable que surjan dudas acerca de la sostenibilidad del esquema mismo de convertibilidad y de la Junta Monetaria como tal. De tal forma que el sistema bimonetario no es tampoco garantía de salvación frente a una crisis generalizada. 48 Una alternativa a la internacionalización total del sistema financiero sería la creación de una “red de protección” de carácter internacional, que ejercería la función de prestamista de última instancia. 49 Sobre el margen de maniobra para el manejo de crisis financieras en el caso de una Junta Monetaria impura, como la argentina, se tratará extensamente más adelante en este capítulo. 50 Sería necesario, en concreto, que los deudores de los bancos estuviesen dispuestos a convertir sus deudas en moneda local a deudas denominadas en divisas de reserva. En situaciones de crisis, no parecería que esta conversión masiva pueda realizarse sin desmejorar la calidad futura de la cartera de los bancos. 32 Defensores del esquema de Juntas Monetarias alegan que, ante la ausencia de un prestamista de última instancia, el mismo sistema financiero desarrolla sus propios mecanismos de protección, en forma, por ejemplo, de mayores reservas líquidas, fortalecimiento de vínculos externos, esquemas cooperativos de seguro de depósitos, etc. Adicionalmente, la probabilidad de aparición de “riesgo moral” (moral hazard) es mucho más baja si no existe una garantía oficial de depósitos o la perspectiva de salvamento de instituciones insolventes51. Las autoridades regulatorias, por su parte, tienden a imponer estándares prudenciales más exigentes y a reforzar los mecanismos de supervisión. Finalmente, si las autoridades demuestran en las primeras etapas de la crisis la plena resolución de permitir que los mecanismos de ajuste monetario recesivo actúen irrestrictamente, la credibilidad del esquema de Junta Monetaria puede ayudar a abortar la crisis financiera en su fase inicial. La otra cara de esta moneda es que, en primer lugar, los mecanismos de autoprotección imponen una pesada carga sobre el sistema financiero en términos de costos asociados a los índices de liquidez y de capitalización. Los efectos de estos costos sobre la rentabilidad de las instituciones financieras y sobre la capacidad de pago de los clientes de crédito bien pudieran contribuir a alimentar dudas sobre la solvencia de buena parte del sistema financiero en situaciones de perturbación económica. En segundo lugar, la drástica contracción de liquidez que se derivaría del funcionamiento irrestricto del mecanismo de ajuste de la Junta Monetaria puede alimentar dudas sobre la viabilidad social y política del esquema, lo cual pudiera desatar ataques especulativos inmanejables. Es imposible arribar a una conclusión de la discusión a este nivel de meras suposiciones. Baste con resaltar aquí la alta probabilidad de que el esquema de Junta Monetaria haga especialmente vulnerable al sistema financiero. Cuál sea después el comportamiento fáctico en cada caso concreto, es materia de la observación empírica. Las experiencias recientes son hasta el momento favorables, aun cuando la utilización extensiva de instrumentos de provisión de liquidez por parte de las autoridades impide formular juicios concluyentes52. 51 El riesgo moral se manifiesta en una suerte de “huida hacia adelante” de instituciones financieras que asumen riesgos aún mayores para solventar problemas actuales. Los depositantes se prestan a participar en este arriesgado juego a cambio de mayores rendimientos ofrecidos por instituciones en dificultad, ya que saben que sus depósitos están garantizados. 52 Estonia ha sufrido dos crisis bancarias de consideración durante el tiempo de vigencia de la Junta Monetaria. En la primera de ellas a fines de 1992 se vieron afectados tres bancos con activos que representaban el 40 por ciento de la base monetaria, pero la crisis fue satisfactoriamente superada después de la liquidación de uno de ellos y la fusión de los otros dos. Es difícil determinar en qué medida la crisis se debió a la rigidez del esquema de Junta Monetaria u obedeció a problemas heredados de épocas anteriores (Ver Benett, 1993). Hong Kong experimentó a principios de 1995 las secuelas de la crisis mejicana y la reacción de las autoridades fue permitir el funcionamiento del mecanismo de ajuste monetario, magnificando así el efecto de la salida de capitales. La confianza fue rápidamente restablecida, ayudada también por el hecho de que el sistema financiero de Hong Kong tradicionalmente ha dispuesto de reservas de divisas muy por encima de lo requerido por el respaldo de la base monetaria. Argentina sufrió también en los primeros meses de 1995 una crisis bancaria de consideración. La reacción de las autoridades en este caso, sin embargo, fue atenuar el impacto de la salida de capitales sobre la liquidez y sobre las tasas de interés mediante el aprovechamiento al máximo del margen de maniobra legal para auxiliar con liquidez al sistema financiero. Es imposible saber si un funcionamiento irrestricto del ajuste monetario hubiera detenido antes la crisis o si, por el contrario, la existencia de la Junta Monetaria y la falta de prestamista de última instancia exacerbaron su desarrollo (Ver Williamson, 1995). 33 d) Desalineación del tipo de cambio real Un hecho estilizado de la etapa posterior a la introducción de Juntas Monetarias es la tendencia a la apreciación real del tipo de cambio. En países con historia previa de alta inflación, ésta tiene una dinámica propia que no es posible erradicar abruptamente al implementar un programa de estabilización. Fenómenos como el de la indexación retrospectiva, persistencia de contratos, etc., hacen que el proceso de convergencia hacia el nivel de inflación del país de reserva sea más lento que lo deseado53. Esta inercia inflacionaria de las fases iniciales produce una acumulación de diferenciales de inflación, que se manifiesta en la progresiva apreciación real del tipo de cambio y en la pérdida de competitividad externa del país. No hay duda de que, como observáramos más arriba, el anclaje del tipo de cambio termina haciendo confluir los niveles de inflación en algún momento del tiempo. El problema reside en el período de transición. Hace falta que, por efecto de la apreciación real, surjan excesos de capacidad que fuercen a los agentes económicos a reducir sus demandas en materia de precios y salarios. Este proceso puede ser largo y, ciertamente, penoso. De ahí que puedan surgir dudas sobre si las autoridades estarán dispuestas a mantener esta política durante suficiente tiempo o si sucumbirán a la tentación de aliviar la recesión mediante una modificación del tipo de cambio. Dado que, en el fondo, estamos lidiando con expectativas, un régimen de Junta Monetaria tiene ciertamente la ventaja de que representa un compromiso institucional fuerte. La credibilidad asociada con este compromiso puede constituir el factor decisivo para desmontar en menor tiempo las expectativas inflacionarias. Aceptado este argumento, sin embargo, todavía persiste el problema de los diferenciales iniciales de inflación y de la apreciación real, aunque sea en menor escala. Una solución que se ha propuesto consiste en fijar un tipo de cambio altamente devaluado al inicio de la Junta Monetaria, con el fin de tener margen para su apreciación en las primeras etapas sin sobrepasar el nivel real de equilibrio. El problema con esta proposición es que, en el contexto de un régimen de Junta Monetaria y de convertibilidad, el tipo de cambio subvaluado actúa como una “grúa nominal”, que eleva los precios internos a niveles internacionales54. Unicamente después de que esta nivelación se ha producido y de que comienzan a manifestarse los síntomas de la subsecuente apreciación real, es que el proceso inflacionario se detiene y las expectativas se modifican. Esto demuestra que la sobredevaluación inicial no remedia el problema. La evidencia empírica avala el récord antiinflacionario de las Juntas Monetarias. El fenómeno de la apreciación real, sin embargo, parece ser insoslayable en cualquier esquema de estabilización. Este es un poderoso argumento a favor de la necesidad de preservar a mediano plazo, es decir, una vez quebrada la inercia inflacionaria y ganada la credibilidad, una flexibilidad cambiaria, que permita hacer frente a desviaciones respecto del nivel de equilibrio de la tasa de cambio real. Incluso no sería descartable la adopción de una Junta Monetaria con el anuncio simultáneo de una depreciación escalonada decreciente durante un tiempo delimitado para compensar el efecto de la apreciación real 53 Incluso el anclaje del tipo de cambio nominal sólo es realmente efectivo en economías sumamente abiertas o altamente indexadas al tipo de cambio. 54 Este fue el caso de inflación de Hong Kong durante los 80. 34 inicial. Este esquema de flexibilidad cambiaria no sería incompatible con el modo de funcionamiento de una Junta Monetaria55. Evidentemente, su aplicabilidad depende de la historia previa de credibilidad de las autoridades. Pero en cualquier caso, el marco de rigidez cambiaria en el que han venido actuando las Juntas Monetarias no es deseable en sí mismo. 6 Consideraciones sobre la adopción de Juntas Monetarias La discusión sobre beneficios y costos de una Junta Monetaria recomienda cautela a la hora de determinar su conveniencia para una situación particular. El punto fuerte del esquema de Junta Monetaria es, sin duda, la credibilidad asociada a la institucionalización de un compromiso fuerte de las autoridades con la estabilidad monetaria y cambiaria. Un beneficio derivado de tal compromiso es, aparentemente, la disciplina macroeconómica que le impone a las autoridades. Se observa, sin embargo, una cierta dosis de ingenuidad política en la defensa del esquema de Juntas Monetarias. Los compromisos políticos, al igual que las leyes, se hacen y se deshacen. La historia está llena de ejemplos de incumplimiento de compromisos por parte de los gobiernos. El hecho de que cerca de 70 Juntas Monetarias desaparecieran después de mitades del presente siglo es la mejor prueba de ello. En relación con las Juntas Monetarias que sobreviven, es difícil discernir si esos países han sido exitosos porque han mantenido la Junta Monetaria o si la han podido mantener porque han sido exitosos. Cuando un país se ve sometido por largo tiempo a shocks económicos adversos o cuando la gerencia económica es muy deficiente, la probabilidad de abandono de la Junta Monetaria es alta. Los compromisos se mantienen hasta tanto el costo político o económico de su incumplimiento sea superior a los beneficios de la ruptura. Tanto la experiencia histórica como la lógica política sugieren que la sobrevivencia a largo plazo de esquemas rígidos como el de una Junta Monetaria necesita de un contexto de crecimiento económico y de abundancia de capital externo. Similar ingenuidad se observa en la presunción de que la Junta Monetaria impone disciplina fiscal. Tal como correctamente apunta Williamson (1995), una Junta Monetaria no puede funcionar en ausencia de disciplina fiscal, pero si esta disciplina ya existe, la Junta Monetaria no sería necesaria. La cuestión crucial es, entonces, si la Junta Monetaria es necesaria para establecer la disciplina fiscal o no. Los abogados de las Juntas Monetarias dan por supuesto que así es, pero ésa es una suposición ingenua e infundada. La discusión sobre la conveniencia y viabilidad de las Juntas Monetarias no puede realizarse fuera del contexto histórico de cada país. En el balance sobre costos y beneficios que la sociedad haga de este esquema pesará decisivamente la experiencia pasada de (in)estabilidad monetaria y de confiabilidad de las autoridades. Cuando el trauma sufrido por los episodios inflacionarios anteriores se traduce en una clara preferencia de la sociedad por la estabilidad, los costos involucrados en el funcionamiento de la Junta Monetaria son sobrepasados por el beneficio de la estabilidad. Esta misma experiencia previa es la que determina los grados de flexibilidad que pueden introducirse en el esquema. Hipotéticamente, una Junta Monetaria sería compatible con cierta flexibilidad cambiaria, pero si el récord de manipulación abusiva del tipo de cambio por parte de las 55 Una proposición de flexibilización cambiaria en este sentido ha sido hecha por Osband y Villanueva (1993). 35 autoridades es altamente negativo, esa flexibilidad sencillamente no es viable. En segundo lugar, la discusión debe estar también vinculada a las características estructurales de la economía. Economías sujetas a importantes y frecuentes shocks externos no son candidatas adecuadas para esquemas de excesiva rigidez cambiaria. La abundante literatura sobre “áreas óptimas de moneda” coincide en la apreciación de que un régimen de cambio fijo es más adecuado para economías pequeñas y abiertas. Las razones son varias. El hecho de que una alta proporción del producto nacional esté constituida por bienes transados internacionalmente hace que la fijación del tipo de cambio sea un mecanismo efectivo para nivelar los precios domésticos con los precios internacionales. En países grandes y menos abiertos, en cambio, utilizar el tipo de cambio como ancla nominal sería como pretender que “la cola mueva al perro”. Por otra parte, tal como se mencionó anteriormente, el proceso de ajuste de los precios relativos para restaurar el equilibrio externo es sustancialmente más costoso en economías grandes y poco abiertas. De hecho, la mayor parte de las Juntas Monetarias en el pasado y en el presente se han establecido en economías pequeñas y abiertas. Una excepción, sin embargo, es precisamente el caso argentino, una economía grande y relativamente cerrada. Como veremos a continuación, en este caso privó el argumento del derrumbe total de la confianza en las autoridades. La Junta Monetaria fue la única forma de restaurarla. Por otra parte, Argentina no se encuentra entre los países más volátiles en cuanto a shocks externos se refiere56. 56 Véase el IADB Report correspondiente a 1995. 36 III El plan de convertibilidad de 1991 y la nueva política monetaria El cambio de rumbo de política económica implementado después del primer trimestre de 1991 ha sido etiquetado con el nombre de Plan de Convertibilidad (PC). El nombre obedece al hecho de que a partir del 1 de abril de ese año entró en vigencia la Ley de Convertibilidad, por medio de la cual se modificó el régimen cambiario y se le fijaron nuevas pautas de funcionamiento al Banco Central de la República Argentina, que asemejaban fuertemente a las reglas de una Junta Monetaria. Es importante advertir, sin embargo, que la “convertibilidad” es apenas uno de los varios cambios implementados, aun cuando tuvo un impacto decisivo sobre el quiebre de expectativas inflacionarias. Un conjunto de reformas adicionales en el campo macroeconómico e institucional acompañaron a la introducción de la convertibilidad. Tampoco es correcta la apreciación de que las reformas se iniciaron en abril de 1991, ya que desde 1989 el nuevo gobierno venía adelantando acciones en diferentes frentes, sobre todo en el frente fiscal. Incluso en algunos campos, como la reforma comercial, las transformaciones venían gestándose ya desde la primera mitad de los 80. 1 La Ley de Convertibilidad No cabe duda de que el éxito ‘inmediato’ del PC se debió a los cambios que la Ley de Convertibilidad (LC) introdujo en el marco institucional monetario y cambiario a partir del 1 de abril de 1991. Al Banco Central de la República Argentina (BCRA) se le impuso un régimen de reglas inflexibles en su política monetaria. La intencionalidad fundamental detrás de la LC era impedirle al BCRA la manipulación del tipo de cambio y el financiamiento de los déficit públicos. Ambas potestades eran percibidas como las causantes del fracaso de los anteriores planes de estabilización. Restaurar la confianza perdida después de tanto fracaso estrepitoso exigía “atarle las manos” al gobierno y a la autoridad monetaria con una Ley aprobada por el Congreso de la República. Las principales disposiciones de la LC fueron las siguientes57: Un tipo de cambio fijo respecto al dólar estadounidense, que inicialmente se estableció en 10.000 australes/$ y luego en 1 peso/$ a raíz de la sustitución del austral por el nuevo peso. Respaldo de la base monetaria con al menos 100% de reservas internacionales. En su versión original, la LC establecía que no menos de 2/3 de la reservas internacionales debían estar constituidas por “reservas líquidas” (principalmente oro). El resto de las reservas podían consistir en títulos de deuda gubernamental denominada en dólares o en otros activos financieros internacionales. Sin embargo, el BCRA decidió en su primera reunión de Directorio después de la promulgación de la LC reforzar aún más las disposiciones de la Ley y adoptó dos decisiones complementarias: t Las reservas líquidas no debían de ser inferiores a 4/5 partes de las reservas internacionales58. 57 Ver Powell (1995) para una exposición detallada. 58 La carta orgánica del BCRA posteriormente ratificó que el respaldo de la base monetaria con títulos públicos denominados en dólares (BONEX) no podía exceder del 20 por ciento de las reservas y que dichos papeles debían estar valorados a precio de mercado. Este techo puede ser elevado a un 30% en caso de emergencia. Ver Rodríguez (1995) 37 t El stock de títulos gubernamentales denominados en dólares respaldando la base monetaria no podía incrementarse en más de un 10 por ciento en un año. *Prohibición de financiamiento al gobierno por parte del Banco Central59. *Liberalización del régimen cambiario: t Consagración del derecho de propiedad de los exportadores sobre las divisas generadas en sus operaciones de comercio exterior. Se eliminaba así la obligación de repatriación de divisas y de venta al Banco Central a una tasa oficial, que había estado vigente desde la década de los 30. t Reconocimiento legal del bimonetarismo: los contratos podían ser pactados y denominados en moneda extranjera; las transacciones de pago podían ser efectuadas también en moneda extranjera60. * Prohibición de contratos en pesos indexados a la tasa de inflación. Dos son los pilares, por consiguiente, sobre los que descansa la LC. El primero consiste en la regla de emisión de moneda con respaldo de reservas internacionales. Y el segundo es el compromiso de un tipo de cambio fijo, acompañado de una liberalización del régimen de cambio que garantiza su convertibilidad. 2 El BCRA: ¿Banco Central o Junta Monetaria? Aun cuando la intencionalidad y las disposiciones de la LC se asemejan fuertemente al esquema de una Junta Monetaria, existen importantes diferencias entre las atribuciones otorgadas al BCRA y las que serían propias de una Junta Monetaria pura61. Si bien es cierto que la LC limita severamente la facultad del BCRA para prestarle fondos al gobierno, no la elimina completamente. En primer lugar, hasta un 20% de las reservas que respaldan la base monetaria puede estar representadas en títulos públicos denominados en dólares, lo cual equivale a un financiamiento al gobierno por ese monto. En segundo lugar, la autoridad monetaria puede suministrarle fondos al sector público, cuando las reservas internacionales excedan la base monetaria. En el Balance General de una Junta Monetaria típica, las reservas internacionales están representadas exclusivamente por oro o por activos financieros externos cuasilíquidos, pero en ningún caso por títulos de deuda gubernamental. El hecho de que estos títulos estén denominados en moneda extranjera no los diferencia en lo esencial de los activos domésticos que típicamente forman parte del Balance de un Banco Central. Es precisamente este componente “doméstico” del activo el que le permite a la autoridad monetaria actuar discrecionalmente sobre la base monetaria. Tampoco hace mucha diferencia el hecho de que los títulos deban estar valorados a precio 59 Esta prohibición no aplica para la parte de la base monetaria respaldada por títulos públicos. Para evitar que el sistema judicial pudiera forzar al Banco Central a emitir dinero para atender reclamos de acreedores contra el sector público, fue aprobada una segunda Ley, denominada Ley de Consolidación de Obligaciones, por la cual las deudas públicas contraídas previamente al 1 de abril de 1991 sólo podían ser canceladas mediante nuevas asignaciones presupuestarias o mediante la emisión de Bonos de Consolidación (BOCONs) a diez años con intereses acumulables, pero no desembolsables durante los primeros seis años. 60 Esta disposición consagra la “convertibilidad interna” de la moneda doméstica. Sobre el concepto de convertibilidad interna y sus implicaciones operativas, ver Kyei y Yoshimura (1996). 61 Sobre la diferencia entre Juntas Monetarias puras e impuras, ver la sección II.2. 38 de mercado secundario, aun cuando ésa es una precaución sana de la LC. También por el lado del pasivo, el Balance del BCRA se diferencia del de una Junta Monetaria pura al preservar la figura del encaje legal de los bancos. Después de la LC, la banca comercial continuó con la obligación de depositar los requerimientos de reserva en el BCRA62. Como única limitación, la carta orgánica le impide al BCRA remunerar los encajes legales, al igual que, en general, le prohíbe adquirir pasivos que devenguen intereses por encima del rendimiento efectivo de la colocación de los activos internacionales. Unicamente puede generar pasivos para adquirir reservas internacionales, como es el caso de la emisión de monedas y billetes a cambio de oro o de divisas de reserva. Estas disposiciones van dirigidas a suprimir las fuentes de déficit cuasi-fiscal que anteriormente se generaban en el marco del financiamiento al sector público o al sistema financiero. 3 Política monetaria del BCRA El Banco Central argentino tiene todavía a su disposición la mayoría de los instrumentos de política monetaria y financiera, que son usuales en la banca central. En las operaciones que afectan el lado activo del Balance (colocaciones y préstamos), el cómputo de títulos de deuda pública como reservas internacionales le permite al Banco emitir moneda doméstica contra títulos públicos hasta por una quinta parte de la base monetaria. Esta posibilidad le otorga al BCRA considerable flexibilidad para regular las fluctuaciones de liquidez. También está autorizado el BCRA a conceder préstamos de corto plazo al sistema financiero a través de redescuentos y “repos” (reportes) con garantía de títulos públicos63. Aun cuando estos préstamos al sistema financiero tienen estrechas limitaciones en cuanto a plazo y monto, en circunstancias extraordinarias, como la crisis financiera de 1995, estas limitaciones fueron generosamente flexibilizadas. Por el lado de las operaciones pasivas, la fijación de las tasas de encaje constituye un poderoso instrumento para regular la liquidez, así como para establecer salvaguardas prudenciales en épocas de normalidad. En situaciones de crisis, la reducción de los encajes permite dotar de liquidez al sistema financiero de forma expedita. Es posible también autorizar el uso de la totalidad o parte de los encajes para apoyar procesos de reestructuración, fusión o absorción de instituciones financieras. En la práctica, exceptuando las situaciones de crisis de fines de 1992 y en la primera mitad de 1995, la política monetaria del BCRA ha sido fundamentalmente de carácter pasivo. Se ha dejado a iniciativa de los bancos comerciales el uso de repos y redescuentos. Las tasas de interés aplicadas a estas operaciones han sido las determinadas por el mercado financiero64. Las tasas de encaje legal no han sido manipuladas. El porcentaje de títulos públicos que respalda la base monetaria también se ha mantenido estable. Tal pasividad ha sido factible por el considerable éxito del PC en la reducción de la inflación. Como consecuencia de los logros de 62 El régimen de encaje legal fue sustituido en 1995 por la figura de “requerimientos de liquidez”, que ya no están sujetos a depósito legal en el BCRA. Ver sección VII sobre la reforma financiera más adelante. 63 Existe también la figura de los “reverse-repos” o pases pasivos, que consisten en depósitos de los bancos comerciales en el Banco Central a cambio de una remuneración similar a la obtenida por las reservas internacionales. 64 Ver Kiguel (1995). 39 estabilización, la economía estuvo creciendo a tasas respetables desde 1991 hasta 1994. Los ingresos de capital, a su vez, además de financiar ese crecimiento, permitieron una rápida expansión monetaria (o remonetización de la economía) sin atentar contra el marco legal establecido para la emisión de dinero. Por otra parte, la reducción de la inflación ha mejorado sustancialmente el ingreso fiscal real y ha reducido la carga de intereses sobre la deuda, eliminando así la principal fuente de déficit fiscal de épocas anteriores. Durante la grave crisis financiera de principios de 1995, sin embargo, la política monetaria del BCRA se tornó sumamente activa, haciendo uso de la amplia paleta de instrumentos de política que todavía están a su disposición. Los márgenes de maniobra existentes fueron utilizados al máximo, pero sin quebrantar el marco establecido por la LC y por la carta orgánica del BCRA. Una vez superada la turbulencia de la crisis a mediados del mes de mayo de 1995, el BCRA se esforzó por retornar al uso moderado de la flexibilidad, que había caracterizado los primeros años del régimen de convertibilidad. No cabe duda de que el efecto desestabilizador que un incumplimiento de la LC hubiera tenido sobre el tipo de cambio, jugó un papel decisivo en la preservación de la disciplina monetaria aun en los momentos más dífíciles. En general, las autoridades argentinas están conscientes de la limitación en el uso de la flexibilidad. Aun cuando técnica y legalmente tienen a su disposición gran parte de los instrumentos de la banca central, saben que su uso frecuente terminaría por resucitar dudas acerca del compromiso con el nuevo régimen monetario-cambiario, el cual fue precisamente introducido para sustituir la falta de credibilidad del ente emisor65. 65 Similar restricción “de facto” se ha observado en el funcionamiento de las Juntas Monetarias de la región báltica. Ver Camard (1996). 40 IV Gestión fiscal y reforma del sector público El segundo elemento sobre el que pivotó el drástico giro de la economía argentina fue la reforma del sector público. Esta abarcó más allá del simple esfuerzo por equilibrar las cuentas fiscales y atacó desde el principio el problema del sobredimensionamiento del Estado mediante un programa agresivo de privatizaciones. Fue indispensable también reestructurar la deuda pública a niveles y plazos manejables. 1 Reformas fiscales La reducción de la inflación mejoró sustancialmente las cuentas fiscales, tanto por su efecto sobre los ingresos reales como por la creación de condiciones favorables para mejorar los mecanismos recaudatorios y fiscalizadores. Para tener una idea del efecto positivo de la caída de la inflación, baste mencionar que solamente entre principios y fin de 1991 la recaudación del IVA se duplicó. Simultáneamente, en los primeros dos años del PC se lograron avances en los mecanismos administrativos de recaudación y de fiscalización, como fueron la introducción del uso generalizado de la factura para el cobro del IVA, retenciones en la fuente o la nueva Ley Penal Tributaria. Junto con la mejoría en la recaudación de impuestos convencionales, la estructura impositiva se racionalizó mediante la eliminación de otros impuestos anteriores menos eficientes y distorsionantes para la actividad económica, como el Impuesto a los Débitos Bancarios, el Impuesto a los Activos Brutos, impuestos a las exportaciones y otros impuestos a las ventas. La nueva estructura impositiva se concentró en impuestos sobre el valor agregado, sobre la renta, sobre combustibles y sobre las importaciones66. Se procedió también a partir de 1994 a una reducción significativa de los impuestos al trabajo. Anteriormente, el extenso, aunque ineficiente sistema de protección social era financiado con altos impuestos a los salarios, que llegaron a constituir más del 50% del costo laboral67. Los impuestos laborales habían demostrado ser fuertemente regresivos, por cuanto afectaban predominantemente a los perceptores de menores salarios, mientras que los beneficiarios de más altos ingresos percibían parte de su remuneración bajo esquemas no sujetos a las contribuciones laborales. Otra área importante de reforma fue la descentralización o redefinición de la asignación de recursos y de competencias entre el nivel central y el local. No obstante, es en este campo donde resta una amplia agenda pendiente, ya que todavía no se ha encontrado el marco institucional adecuado para regular las relaciones entre las instancias centrales y locales. La reestructuración de las burocracias locales ha encontrado también serios obstáculos políticos. La reforma del sistema de seguridad social se abocó inicialmente a regularizar pagos pendientes mediante la consolidación de deudas por un monto aproximado de US$ 13 millardos, como parte de la emisión de los denominados “bonos de consolidación”. Desde 66 Ver López-Murphy (1996) para una enumeración detallada del conjunto de reformas del PC. 67 Ver Rodríguez (1995). 41 Figura IV-1: DEFICIT FISCAL 1987 - 1995 4 2 % 0 -2 D E L -4 P I B -10 -6 -8 -12 -14 -16 -18 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 A ÑO S SUPERA V IT (DEFIC IT ) PRIM A RIO SUPERA V IT (DEFIC IT ) GL OBA L Fuente: Tabla IV-3 1992, los pagos de prestaciones fueron reanudados, lo cual absorbió cerca del 15 por ciento de los ingresos tributarios federales. De cara al futuro, el anterior sistema de pensiones fue complementado con esquemas de capitalización individual, públicos y privados, al tiempo que se elevaban las exigencias para acceder a la jubilación. Poco se ha avanzado en los esquemas de previsión provinciales, que continúan presentando una seria incoherencia actuarial. Este conjunto de reformas, aunado al impacto beneficioso de la estabilización, ha permitido mejorar los ingresos corrientes del sector público no financiero en tres puntos del PIB entre 1990 y 1995 (Ver Tabla IV-3). El grueso de la mejoría tuvo lugar en el bienio 1991-1992. Los gastos corrientes (neto de intereses), sin embargo, tuvieron también un crecimiento relativo similar, con lo cual el ahorro corriente no ha podido superar el promedio de alrededor de 2 puntos del PIB. La mejoría verdaderamente importante con 42 respecto a la situación de fines de los 80 se ha referido a la reducción de la carga de intereses de la deuda pública, así como a la práctica eliminación del déficit cuasi-fiscal del Banco Central. Ha desaparecido, de esta forma, la principal fuerza detrás del tradicional financiamiento monetario de los déficit fiscales, tal como se explicó anteriormente. Tal como puede apreciarse en la Figura IV-1, el déficit fiscal experimenta una drástica reducción a partir de 1990, aun cuando ya en 1989 se logró un superávit fiscal primario. En ese año, sin embargo, el déficit global alcanzó la cota histórica de 16.2 por ciento del PIB debido a que la carga de intereses por la explosión hiperinflacionaria de la deuda representó más de doce puntos del PIB y las operaciones cuasi-fiscales del Banco Central le costaron al Fisco casi 5 puntos del PIB. El programa ortodoxo de estabilización de 1990 logra incrementar el superávit primario a 1.4 del PIB (Ver Tabla IV-3), elimina prácticamente el déficit cuasi-fiscal del BCRA y reduce la carga de intereses a 3.4 por ciento del PIB. El bienio 1992-1993 registra ya un superávit global en las cuentas fiscales. En el bienio 1994-1995 vuelve a surgir un déficit global, aunque moderado, originado principalmente por el proceso de traslado de contribuciones al sistema privado de pensiones, por la caída de la actividad real y por el deterioro de las finanzas provinciales. Si se incorporan las finanzas regionales y el resto del sector público, el déficit global asciende a 1.7% del PIB en 1994 y 3.0% en 1995. 2 Reestructuración de la deuda pública Tal como se mencionara más arriba, el éxito del programa de estabilización pasaba por darle una solución de fondo al problema del “debt-overhang”, que en 1989 fue responsable de un déficit fiscal y cuasi-fiscal superior al 16 por ciento del PIB. En lo referente a la deuda pública interna, el proceso de reestructuración comenzó en diciembre de 1989 con el Plan BONEX. Como parte del esfuerzo de estabilización en ese momento, el gobierno decretó la conversión forzosa de depósitos a plazo y de las deudas internas del sector público a nuevos títulos de deuda denominados en US dólares (BONEX). Posteriormente, el gobierno consolidó la deuda no documentada con proveedores, con las provincias y con los jubilados, mediante la emisión durante 19921994 de los llamados Bonos de Consolidación (BOCONs) hasta por un monto aproximado de US$ 21 millardos68, equivalentes a 2.3 por ciento del PIB en 1992, 4.3 por ciento en 1993 y 1.8 por ciento en 1994. Estos bonos, denominados en moneda local y extranjera, tenían una madurez de entre 10 y 16 años, con intereses capitalizables durante los primeros seis años. La regularización de las obligaciones con el exterior culminó en el año 1992, mediante acuerdos para refinanciar los atrasos existentes y reestructurar los vencimientos futuros. En ese año se logró el acuerdo con los acreedores del Club de París para reestructurar durante 16 años principal e intereses de la deuda por vencer entre 1992 y 1994. También en ese año se alcanzó el acuerdo con los bancos comerciales dentro del marco de la iniciativa Brady, que permitió la reestructuración del principal y de los intereses atrasados a lo largo de un período de 30 años, con reducciones de deuda o de intereses por un monto cercano a US$ 6 millardos. Tabla IV-1 Peso relativo de la deuda pública Deuda Pública Externa / PIB Servicio Deuda / Exportaciones (1) Intereses D.P. Ext. / Exportac. (1) 1991 1992 1993 1994 1995 31.3 47.3 30.3 25.3 40.8 24.8 23.4 47.1 18.3 21.9 31.7 17.1 24.1 28.7 16.8 Fuente: FMI, Selected Economic Indicators, EBS/96/45. 68 Usamos el término “millardo” para indicar mil millones, de acuerdo a la reciente aceptación de la Real Academia de la Lengua Española. El término equivale al “billón” en el medio anglosajón. 43 Como consecuencia de las iniciativas de reestructuración, el peso de la deuda en relación al PIB y la carga de su servicio en relación a las exportaciones han mejorado sensiblemente desde 1991 (Ver Tabla IV-1). Con estas iniciativas quedó también pavimentado el camino hacia la reinserción del país en los mercados internacionales de capital. Entre 1993 y 1995, el gobierno argentino pudo colocar en los mercados externos emisiones por más de US$ 8 millardos. Esta reinserción, conjuntamente con la eliminación de las restricciones a la entrada de capital extranjero, hicieron posible un considerable flujo de entrada de capitales a la economía argentina. 3 Privatización y desregulación En gran medida herencia de las épocas de gobiernos peronistas y militares, el Estado argentino había adquirido un tamaño excesivo y mostraba todos los síntomas típicos de un Estado hipertrofiado e ineficiente. Hacia fines de los 80, las ventas combinadas de las 93 empresas públicas mayores representaban más de un 15% del PIB y contribuían con alrededor de cinco puntos del PIB al déficit fiscal global. El programa de privatización arranca con fuerza en 1990, con la venta de las compañías telefónicas y de la principal aerolínea nacional. Entre 1990 y 1994, casi todas la empresas bajo el control del gobierno federal habían sido privatizadas o entregadas en concesión. Los sectores afectados dan una idea del grado de expansión previa de la actividad empresarial del Estado: astilleros, acerías, exploración y explotación de petróleo y gas natural, bancos, telecomunicaciones, transporte, puertos, etc. Para 1995, únicamente 8 empresas públicas quedaban todavía en manos del gobierno federal: correos, fábrica de moneda, tres plantas nucleares y dos proyectos binacionales de generación de energía. Marcadamente más 44 lento ha sido el proceso de privatización de empresas bajo el control de gobiernos locales, aun cuando el progresivo deterioro de las finanzas locales, agravado en 1995, le ha dado recientemente impulso al proceso. Como resultado de la venta de empresas públicas, entre 1990 y 1994 el Estado obtuvo ingresos en efectivo por casi 10.000 millones de dólares, rescató deuda pública por un valor de mercado de 6.152 millones (equivalentes a 14.923 millones de valor nominal) y transfirió obligaciones a los nuevos propietarios por 2.666 millones (Ver Tabla IV-4). El grueso de los ingresos se obtuvieron por las privatizaciones en el sector de telecomunicaciones, energía eléctrica, petróleo y gas. Es interesante anotar aquí que hasta 1991 predominó la figura del “debtequity swaps” por la prioridad otorgada a la solución del problema de la deuda, mientras que a partir de 1991 se incrementó la figura de ventas en efectivo para fortalecer la posición de reservas que exigía el PC. Quizás el efecto positivo más importante consistió en la reducción del tamaño del Estado, tal como se evidencia por la reducción del empleo en el sector público (Ver Tabla IV-2). El empleo en el sector de empresas públicas se redujo de 302 mil personas en 1989 a 138 mil en 1994. El gobierno central redujo su nómina de empleados en 266 mil personas durante el mismo período. El gobierno provincial y municipal, sin embargo, lo incrementó en 142 mil personas, reflejando no sólo un desbalance en los esfuerzos de reestructuración a nivel central y regional, sino también el sobredimensionamiento del aparato burocrático regional. A pesar de ello, el sector público en su conjunto logró reducir el empleo en 286 mil personas. Como era de esperar, las empresas privatizadas experimentaron un intenso proceso de reestructuración. Aparte de la eliminación del exceso de personal, la inversión en el sector privatizado alcanzó un promedio anual de aproximadamente US$ 2 millardos entre 1991 y 1995, lo cual equivale a cuatro veceselnivelprevioalPC 69. Cabe mencionar aquí también un aspecto relacionado con la reducción de la presencia del Estado, como es la desregulación de mercados. No solamente cesó con las privatizaciones la presencia monopólica del Estado en importantes áreas de la producción de bienes y servicios, sino que también se procedió a remover controles de precios (a partir de1989), desregular el mercado agrícola en 1991 y liberar los precios de combustibles en ese mismo año. En el mercado laboral, un decreto complementario a la LC de 1991 estableció que los aumentos salariales sólo podían hacerse en concordancia con los incrementos de productividad y que las negociaciones colectivas debían realizarse a nivel de empresas en vez de al nivel sectorial. La reducción de los impuestos laborales contribuyó también al inicio de la flexibilización del mercado laboral70. Por otra parte, el proceso de desregulación de mercados fue acompañado de la creación de marcos regulatorios en las áreas de servicios de alto interés público, especialmente en las áreas privatizadas. Esta regulación se hacía especialmente importante en los casos de sustitución de un monopolio público por otro privado. Tabla IV-2 Empleo público 1989-1994 (en miles) 1989 Empresas Públicas del Gobierno Central Gobierno Federal y Entes Descentralizados Gobierno Provincial y Municipal Total Sector Público 302 565 1.219 2.086 1994 138 301 1.361 1.800 Fuente: Ministerio de Economía, Secretaría de Programación Económica. 69 Según datos del IMF Staff Report SM/95/248. 70 Debe anotarse aquí, sin embargo, que la flexibilización del mercado laboral continúa siendo uno de los principales puntos en la agenda de reformas todavía pendientes. 45 Anexo estadístico del Capítulo IV Tabla IV-3 Gestión fiscal del sector público federal no financiero (Base Caja) Porcentajes del PIB 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995(1) Ingresos Corrientes Gastos Corrientes (2) 14.4 12.0 15.8 14.3 Ahorro Corriente Recursos de Capital (3) 2.4 0.4 1.5 1.3 2.1 0.8 3.4 0.3 2.1 0.3 1.7 0.4 Gastos de Capital 1.4 1.0 0.8 1.5 1.4 1.1 0.8 1.4 1.8 2.1 2.2 1.0 1.0 12.3 4.7 3.4 0.8 2.7 0.4 1.5 0.1 1.1 0.1 1.1 0.0 1.5 0.1 (4.8) (5.2) (16.2) (2.7) (1.2) 0.5 1.0 (0.1) (0.6) Superávit (déficit) primario (0.7) (0.9) Intereses Déficit cuasi-fiscal-BCRA Superávit (déficit) global 3.5 0.7 3.8 0.5 17.1 19.6 17.9 17.4 15.0 16.2 15.8 15.7 Fuente: Ministerio de Economía, Secretaría de Programación Económica. (1) Cifras provisionales. (2) Excluye intereses. (3) Incluye privatizaciones. Tabla IV-4 Ingresos por privatización (1) Sector Efectivo Títulos Transfer. TOTAL Deuda(2) Obligac. (3) INGRESO (Millones de US dólares) Teléfonos Aerolíneas Electricidad Petróleo y Gas Siderúrgicas Otros TOTAL 2,271 260 867 5,921 143 458 1,257 483 1,931 2,425 22 33 1,556 1,110 3,528 743 4,355 9,456 165 491 9,920 6,152 2,666 18,738 Fuente: Ministerio de Economía. (1) Hasta octubre 1994. (2) Valor de mercado de los títulos. El valor nominal de esos títulos era de 14.923 millones de dólares. (3) Deuda asumida por nuevos propietarios. 46 V Desempeño macroeconómico 1991-1994 y el efecto Tequila en 1995 ¿Cuáles han sido los efectos del nuevo rumbo de política, y en especial, del nuevo régimen cambiario, sobre las principales variables del desempeño macroeconómico? Debido a la complejidad y amplitud del programa de reformas estructurales, es difícil evaluar en qué proporción el éxito es atribuible a la elección del régimen monetario-cambiario. Al menos en lo que se refiere a la estabilización de precios, no hay duda de que el esquema de la Junta Monetaria con cambio fijo ha sido decisivo en la velocidad del abatimiento de la inflación. En relación al crecimiento económico es también incuestionable el efecto indirecto positivo a través de la estabilización de precios, que ha motivado a los agentes económicos a reconstituir los niveles de actividad. Pero también es indudable el efecto positivo que han tenido tanto el resto de las reformas estructurales como el favorable contexto financiero internacional de la primera mitad de la década de los noventa71. Figura V-1 INFLACION Y DEVALUACION 1990-1995 45 40 % P R O M E D I O 35 M 30 E N 25 S U 20 A L 15 10 5 0 19 8 7 19 8 8 19 8 9 19 9 0 19 9 1 A ÑO S 19 9 2 19 9 3 19 9 4 19 9 5 INFLA CION PROMEDIO MENSUA L D E P R E C IA C IO N N O M IN A L M E N S UA L 71 El rol jugado por el ambiente externo, que se manifestó en ingreso de capitales, es destacado por Damill, Fanelli y Frenkel (1996). 47 1 Inflación y variables monetarias Sin duda el resultado más impactante del PC de abril de 1991 fue la drástica reducción de la inflación. De un promedio mensual de 15 por ciento en el primer trimestre de 1991, la inflación cae a promedios mensuales de 3.8 por ciento en el segundo trimestre, 1.9 por ciento en el tercer trimestre y 0.6 por ciento en el cuarto trimestre de ese mismo año. Con la excepción de un leve repunte en el primer trimestre de 1992, los niveles de inflación se han mantenido bajos desde entonces (Ver Figura V-1 con la evolución trimestral y Tabla V-1 con la evolución anual). A partir de 1994, la inflación argentina se sitúa por debajo del nivel medio de los países de la OECD. En 1995 algunos sectores experimentan incluso un proceso de deflación, siendo éste un indicativo de que el proceso de ajuste característico de esquemas del tipo Junta Monetaria en situaciones de desequilibrio externo ha estado funcionando. Este rápido descenso de la inflación diferencia el proceso de estabilización argentino de otros procesos también exitosos, pero que necesitaron considerablemente más tiempo para retornar a niveles internacionales de inflación. El programa de estabilización chileno de mediados de los 70 necesitó diez años para doblegar una inflación inicial anual del orden del 500 por ciento a niveles de 20 por ciento anual72. En el caso israelí, el programa de estabilización de mediados de los 80 logra en un primer momento llevar la inflación a niveles de 20 por ciento anual, pero ha necesitado después casi una década para ubicarla en niveles de un dígito anual73. La única explicación plausible de esta diferencia entre el caso argentino y otros casos exitosos de estabilización reside en el nuevo arreglo institucional de la política monetaria y cambiaria argentina, que le ha conferido al esfuerzo de estabilización una mayor credibilidad. Figura V-2 Proceso de remonetización 18 % 16 14 D E L 12 P I B 6 10 8 4 2 0 1987 1988 1989 1990 1991 A Ñ O S Fuente: Tabla V-1 72 Ver Bosworth et al. (1994). 73 Ver Kiguel (1995), Bruno et al. (1988), y Helpman et al. (1994). 48 1992 1993 1994 1995 En la Figura V-1 puede apreciarse también el descenso abrupto de la tasa de devaluación de la moneda argentina. Después de una fuerte devaluación en enero y febrero de 1991, el tipo de cambio nominal se estabiliza a partir de marzo. En términos de promedios mensuales, el segundo semestre todavía muestra una leve depreciación inercial (1.6 por ciento promedio mensual), pero a partir del tercer trimestre la depreciación es nula. Este anclaje del tipo de cambio tuvo una influencia decisiva en la reducción de la inflación. El éxito en la reducción de la inflación explica también la rápida remonetización de la economía argentina. La hiperinflación de fines de la década anterior hizo caer el agregado monetario M3 (circulante en manos del público, más depósitos totales en pesos y en dólares) a un mínimo histórico de 5 por ciento del PIB en 1990 (Ver Figura V-2). Posteriormente, M3 se triplica como proporción del PIB durante los primeros tres años de aplicación del PC. A esta remonetización contribuyó el fuerte influjo de capitales del exterior. La autoridad monetaria no tuvo necesidad de esterilizar el impacto monetario del influjo, ya que simultáneamente los agentes económicos se encontraban en el proceso de reconstrucción de los saldos reales de tenencia de dinero. En ambos fenómenos influyó decisivamente el grado de credibilidad alcanzado por el compromiso antiinflacionario. No obstante esta acelerada remonetización, el fenómeno del bimonetarismo parece haber quedado enraizado fuertemente en la economía argentina74. Se observa una marcada tendencia a la dolarización de los depósitos a plazo, mientras que los depósitos a la vista se mantienen predominantemente en pesos75. La persistencia de la dolarización puede interpretarse, en primer lugar, como una secuela sicológica de épocas hiperinflacionarias anteriores y, en segundo lugar, como una derivación natural del esquema de convertibilidad. La credibilidad de este tipo de esquemas depende precisamente de una abundante presencia de divisas de reserva en el sistema financiero local. Hay razones para suponer que la dolarización ha aumentado la estabilidad del mercado cambiario. Quizás el impacto más favorable del logro de credibilidad puede apreciarse en la evolución de las tasas de interés. Ya en el primer mes de aplicación del PC, abril de 1991, se produce una caída abrupta de las tasas pasivas nominales (Ver Figura V-3 y Tabla V-2). Nótese que el descenso de las tasas de interés es más acelerado que el descenso de la inflación, lo cual es un indicativo del pronto quiebre de las expectativas de inflación en los mercados financieros. Durante el primer año de aplicación del Plan, el rendimiento real de los depósitos a plazo fue incluso negativo durante varios meses, si se le compara con la tasa de inflación mensual anualizada. El comportamiento de las tasas de interés ha sido una característica distintiva del PC. Ningún plan de estabilización anterior había logrado reducirlas en un tiempo tan corto. En apenas nueves mese, las tasas de remuneración al ahorro se ubicaron por debajo de 10 por ciento anual. En el mismo lapso después de la introducción del Plan Austral de 1985, por el contrario, las tasas se encontraban todavía a niveles cercanos al 50 por ciento anual. Es cierto que una diferencia importante entre el PC y el Plan Austral ha sido un contexto favorable para los flujos de 74 La consolidación del bimonetarismo, entre otras razones, explica que la monetización en moneda doméstica no logre recuperar los niveles previos a 1989. 75 La participación de los depósitos en dólares dentro del total de depósitos se ubicó en alrededor del 45 por ciento a partir de fines de 1991. Con motivo de la crisis financiera de 1995, la participación de los depósitos en dólares aumentó de 51 por ciento en diciembre de 1994 a 55 por ciento en diciembre de 1995. 49 capital hacia las economías emergentes, pero también es verdad que el monto y la celeridad del retorno de capitales han dependido decisivamente del cambio de percepción de los inversionistas sobre el riesgo país. Este cambio de percepción se manifiesta en la reducción del componente de riesgo país en las tasas de préstamos en dólares, que según algunos cálculos desciende a niveles de sólo 2-3 por ciento76. atención la alta tasa de crecimiento ya en el primer año de aplicación del PC (8.9 por ciento; Ver Figura V-4 y Tabla V-4). Ello se explica por diversas razones, la primera de ellas relacionada con el hecho de que durante 1989 y 1990 se había completado ya gran parte del ajuste fiscal y monetario. En segundo lugar, y tal como lo muestran también otras experiencias con programas de estabilización, la reducción de la inflación suele generar efectos positivos inmediatos sobre la economía real. Y finalmente, el nuevo marco institucional de la LC, aunado al ingreso de capitales, permitieron acometer la estabilización simultáneamente con una considerable expansión monetaria. En efecto, de marzo a diciembre de 1991 la base monetaria creció en un 55 por ciento en términos reales. 2 Demanda agregada y sus componentes La caída de las tasas de interés reales coadyuvó a la rápida recuperación de la actividad económica en 1991. Después de tres años de profunda recesión, en el período 1991-1994 el PIB crece a un promedio anual de 7.5 por ciento en términos reales. Llama la Figura V-3 Tasas de interés e inflación 1991 140 120 % A N U A L 100 80 60 40 20 0 mar-91 may-91 jul-91 sep-91 nov-91 ene-92 M ESES DEPOSITOS (90 días y más) INFLACION (anualizada) Fuente: Tabla V-2 76 Según cálculos de Rodríguez (1995). 50 mar-92 may-92 Al indagar sobre las fuentes de dicho crecimiento encontramos que el consumo real creció del orden de 12 por ciento anual en el bienio 1991-1992 y de 5.5 por ciento en el siguiente bienio. Esta expansión del consumo es típica en programas de estabilización basados en el tipo de cambio. Tanto el proceso de desinflación como la apreciación real del tipo de cambio generan incrementos en el ingreso real de los consumidores77. A ello debe añadírsele el impacto positivo que la remonetización tiene sobre la restitución del crédito al consumo. Muy considerable ha sido también la expansión de la inversión bruta fija, que ha venido creciendo sostenidamente durante el cuatrienio 1991-1994 a un promedio anual de 22 por ciento. Entre los factores que explican el relanzamiento de la inversión cabe destacar la recuperación de los márgenes de rentabilidad y el acceso al financiamiento doméstico e internacional. Otro factor favorable ha sido la disponibilidad y el abaratamiento de los bienes de capital importados. El factor fundamental, sin embargo, ha sido la gran afluencia de capitales al amparo de la apertura de la economía y de la confianza en las políticas públicas. En términos relativos, la inversión bruta fija había caído a principios de los 90 a un mínimo de 14 por ciento del PIB (Ver Tabla V-5). Ya para 1994, la inversión representaba algo más de 23 por ciento del PIB, una cifra ya cercana al nivel de 1980 (25%). También el consumo incrementa su participación dentro del producto nacional. La evolución aquí reseñada del consumo y de la inversión se corresponde con la caída del ahorro bruto nacional en 1991 y su progresiva recuperación en años posteriores. No obstante, dado que la inversión crece más aceleradamente que el ahorro, la brecha entre ambos ha sido cubierta por ahorro externo, el cual ha representado montos entre un 4 y un 5 por ciento del PIB durante 1992-1994. Como veremos más adelante, estos volúmenes de ahorro externo guardan proporción con la evolución del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. Figura V-4 Demanda agregada interna 1987-95 C T R A E S C A I M A I N E U N A T L O 35 30 25 20 15 10 5 0 -5 -10 -15 -20 -25 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 A ÑOS PRODUCTO INTERNO BRUTO CONSUMO INVERSION BRUTA INTERNA FIJA Fuente: Tabla V-4 77 Para entender la rápida reacción del consumo en 1991, es bueno recordar que el grueso de la apreciación real se produjo ya en 1990 (casi un 50% en promedio del año). 51 3 Balanza de Pagos Una primera aproximación a la evolución de la balanza de pagos puede obtenerse comparando la participación de las importaciones y exportaciones de bienes y servicios en el PIB durante esos años (Ver Tabla V-5). Entre 1990 y 1994, el peso relativo de las importaciones prácticamente se triplica al pasar de 5.5 a 15.1 por ciento del PIB, mientras que las exportaciones disminuyen su participación dentro de la economía de 12.5 a 10.0 por ciento del PIB. Medidas en pesos constantes de 1986, las importaciones tuvieron un crecimiento espectacular de 65 por ciento anual durante el bienio 1991-1992 (Ver Tabla V-4). En el siguiente bienio, su crecimiento se desaceleró a cerca de15 por ciento anual, aun cuando continuó siendo superior al de las exportaciones. Estas decrecen consecutivamente durante 1991-1992 y recién comienzan a mostrar signos de recuperación a partir de 1993 y más marcadamente en 1994. Medidas en dólares corrientes (Ver Tabla V-6), las importaciones se quintuplican entre 1990 y 1994, mientras que las exportaciones tienen un crecimiento de apenas 28 por ciento en el mismo período. La consecuencia de este desenvolvimiento disparejo del comercio exterior es la aparición de déficit en cuenta corriente a partir de 1991, después de tres años de superávit. En el trienio 1992-1994, este déficit corriente alcanza niveles inusuales para una economía que, como la argentina, puede considerarse todavía relativamente cerrada. En 1992 y 1993, el déficit en cuenta corriente asciende a 2.8 por ciento del PIB, y en 1994 se sitúa en 3.7 por ciento del PIB. La abundante afluencia de capital tuvo, por un lado, el efecto de impulsar la generación del déficit corriente a través de su impacto sobre el nivel de actividad económica78. Un segundo impacto tuvo que ver con el efecto de la apreciación del tipo de cambio sobre los flujos comerciales, que analizaremos más adelante. Por otro lado, las entradas de capital proporcionaron los recursos necesarios para financiar este desbalance comercial. La cuenta de capital comienza a arrojar saldos positivos a partir de 1991, siendo especialmente intenso el influjo neto de recursos en los años 1992-1994, cuando el saldo de la cuenta de capital alcanza proporciones cercanas a 4 por ciento del PIB. Figura V-5 Cuenta Corriente y Cuenta de Capital 1987-1995 (% del PIB) 5 4 % D E L 3 2 1 0 P I B -1 -2 -3 -4 19 8 7 19 8 8 19 8 9 19 9 0 19 9 1 19 9 2 19 9 3 19 9 4 SUPERAVIT (DEFICIT) CUENTA CORRIENTE SUPERAVIT (DEFICIT) CUENTA DE CAPITAL Fuente: Tabla V-6 78 Cálculos de regresión realizados por Rodríguez (1995) sugieren que una entrada de capital de 1.000 millones de dólares ha estado asociada con un 1 por ciento de aumento en el índice de producción industrial. 52 19 9 5 AÑOS Una observación más detallada de la cuenta de capital revela que durante los primeros tres años del PC el grueso del mejoramiento del saldo proviene exclusimente de operaciones catalogadas como de largo plazo. Entre ellas destacan las inversiones directas asociadas al proceso de privatización, que suman más de US$ 11.3 millardos en ese trienio (Ver Tabla V-6) y los préstamos financieros de largo plazo, que ascienden a la cantidad de US$ 11 millardos. Las operaciones catalogadas como de corto plazo arrojan un saldo prácticamente nulo en el trienio 91-9379. Con todas las cautelas que siempre se deben tener al interpretar cifras de movimientos de capital, el hecho de que la mitad del influjo neto de capital esté representado por inversiones directas puede considerarse positivo desde el punto de vista de la estructura del financiamiento externo de la balanza de pagos. Esta estructura, sin embargo, empeora significativamente en 1994, cuando el proceso de privatización está llegando a su fin y los ingresos de capital son predominantemente de carácter financiero, lo cual es un indicativo de mayor volatilidad. Las cifras parecen sugerir el preámbulo de la crisis financiera que se desatará en diciembre de 1994. y Tabla V-7). Durante los dos primeros años del PC no se observan efectos significativos del nuevo esquema monetario-cambiario sobre el empleo. La vigorosa recuperación de la actividad económica contribuyó, sin duda, a compensar el efecto de los ajustes estructurales en el sector de las empresas públicas y, embrionariamente, en el sector productivo privado. Entre junio 1991 y mayo 1993, el empleo total crece en 5.3 por ciento, correspondiéndole cuatro quintas partes de ese crecimiento al empleo salarial formal80. Figura V-6 Empleo e ingreso real 1987-1995 18 180 T A S A 16 170 D E 12 D E S E M P L E O 10 4 Empleo y salarios 14 160 150 140 8 130 6 120 4 110 2 0 Hasta el año 1992, las tasas de desempleo y de subempleo se mantienen a niveles usuales para la economía argentina (Ver Figura V-6 19 8 7 100 19 8 8 19 8 9 19 9 0 19 9 1 AÑ OS 19 9 2 19 9 3 19 9 4 19 9 5 TASA DE DESEM PLEO INDICE DE INGRESO REAL (1991 = 100) Fuente: Tabla V-7 79 Esta cifra resulta difícil de interpretar, no solamente por cuanto contiene el renglón de “errores y omisiones”, sino porque no se compagina con el hecho de que en ese período se produce una considerable repatriación de capitales argentinos (“argendólares”), facilitada por la apertura de la banca local a depósitos en dólares. Estos depósitos se incrementaron en no menos de US$ 15 millardos durante ese trienio. Tampoco es fácil precisar qué proporción de los préstamos financieros catalogados como de largo plazo es realmente de largo plazo. 80 Ver Beccaria (1996). 53 I N D I C E Las cifras de ocupación a partir de mediados de 1993, sin embargo, indican un aumento sostenido del desempleo y del subempleo, a pesar de la continuación del crecimiento económico hasta 1994. La creación de empleo se estanca entre mediados de 1993 y mediados de 1994, para luego caer considerablemente. Ello sugiere la presencia de un fuerte componente estructural en las nuevas cifras de desempleo. Un conjunto de explicaciones –un tanto superficiales– se han barajado para interpretar el fenómeno. Una primera explicación apunta al hecho de que es recién ahora cuando está emergiendo el desempleo que siempre estuvo “oculto” en un sector público ineficiente y sobredimensionado. No hay duda de que la reducción de la plantilla pública ha contribuido al desempleo, pero el grueso de esa reducción se produjo entre 1990 y 1992, sin afectar prácticamente las tasas de desocupación. Una segunda explicación se centra en el incremento de la tasa de participación laboral. La mejoría del salario real, sobre todo en los sectores no transables (servicios y construcción), ha inducido a más personas a ofertarse en el mercado de trabajo. Otro motivo para acceder al mercado de trabajo ha sido el deseo de compensar la insuficiencia o la falta de ingreso salarial de otros miembros de la familia. Ahora bien, como puede observarse en la misma Figura V-6, entre 1991 y 1994 la participación laboral aumentó en 1.4 por ciento, mientras que el desempleo más el subempleo aumentaron en 6.5 por ciento. El incremento de la participación laboral sólo puede explicar el incremento del desempleo hasta mediados de 1993, ya que a partir de ese momento entra a jugar papel predominante la reducción de la demanda laboral. Finalmente se alega que el desempleo simplemente refleja el proceso de “eficientización” general de la economía argentina, mediante el cual las empresas responden con reducciones de costos y de personal al nuevo reto competitivo. Pero este concepto de la “eficientización” es inadecuado para el análisis del problema, ya que no capta la complejidad de los cambios que se han estado produciendo al interior del mercado laboral y en la estructura productiva misma. Hace falta analizar factores tan importantes como la evolución del tipo de cambio real y sus efectos sobre la estructura de la producción y del empleo81. Es también importante evaluar hasta qué punto la flexibilidad del mercado laboral ha sido suficientemente adecuada al mecanismo automático de ajuste que está implícito en el nuevo esquema monetario-cambiario. Por el momento baste con adelantar aquí la hipótesis de que efectivamente las rigideces del mercado laboral argentino en el contexto de ese esquema monetario-cambiario están acarreando un costo importante en términos de empleo. En lo referente a ingresos salariales, la Figura V-6 muestra un mejoramiento del ingreso real de los asalariados entre 1991 y 1993, aun cuando relativamente moderado si se toma en cuenta el deterioro de los años anteriores. Ello se debe no sólo al efecto real de la reducción de la inflación, sino al crecimiento de la demanda laboral. Acorde con las tendencias en la evolución del empleo, el ingreso real de los asalariados se estanca entre mediados de 1993 y mediados de 1994, para luego caer sensiblemente en 1995. 5 El efecto Tequila (1995) Hemos limitado deliberadamente el análisis de las cifras de desempeño 81 Este tema será abordado en la sección VI de este capítulo. 54 macroeconómico al período anterior a 1995, ya que a fines de 1994 las tendencias de crecimiento se revierten de forma llamativa. Ya desde mediados de ese año, el alza de las tasas de interés en los mercados financieros internacionales comenzó a afectar negativamente la economía argentina. Un segundo elemento perturbador del clima de estabilidad fue el empeoramiento de las cuentas fiscales por efecto del traspaso de contribuciones laborales al sistema privado de pensiones. Preocupaba también a los mercados financieros el alto déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Con el estallido de la crisis mexicana en diciembre de 1994 y su efecto sobre las economías latinoamericanas, surgen fundadas dudas sobre la futura financiación del déficit corriente, así como también sobre la capacidad para atender amortizaciones de la deuda pública externa por el orden de los US$ 5 millardos en 1995. Como consecuencia de la reversión de los flujos de entrada de capital por el “efecto Tequila”, la economía argentina experimentó durante 1995 un fuerte ajuste recesivo en respuesta a ese shock externo82. 1995 constituye, por consiguiente, un año decisivo para evaluar el funcionamiento –y la solidez– del esquema de Junta Monetaria en presencia de shocks externos altamente negativos. La crisis mexicana demostró que los mercados de capital latinoamericanos estaban altamente correlacionados. En un primer momento, la desconfianza de los inversores se extendió a todo el continente sin mayor discriminación, tal como lo demuestra la caída simultánea de los precios de los papeles de deuda de todos los países. Ahora bien, especialmente afectados por el reverso de los flujos de capital fueron lógicamente los países que, como México y Argentina, habían estado dependiendo de ingresos de capital para financiar los déficit en cuenta corriente. En el caso argentino, como veremos más adelante, la reacción de los inversionistas fue acelerada por la inquietud acerca de la sostenibilidad del rígido esquema monetario-cambiario. El sistema financiero perdió una quinta parte de los depósitos entre enero y abril de 1995. Las tasas interbancarias escalaron a niveles de 70 por ciento en marzo, al tiempo que las tasas de préstamo “prime” llegaron al 40%. Los precios bursátiles se desplomaron a la mitad en los cuatro meses iniciales de la crisis. A partir de abril la confianza de los inversionistas comenzó a restaurarse. Contribuyeron a ello, en primer lugar, el anuncio de un enérgico paquete de medidas fiscales, que contemplaba reducciones de gasto y un aumento temporal de la tasa del IVA en 3 por ciento83. En segundo lugar, el gobierno argentino consiguió comprometer importantes fondos de apoyo de la comunidad financiera internacional para enfrentar la crisis financiera. Pero la reversión definitiva de la salida de capitales se produjo a partir de mediados de mayo, cuando la reelección del gobierno de Menem disipó las dudas sobre el rumbo futuro de la política económica. El comportamiento de las tasas de interés es un buen termómetro de la evolución de la crisis. Las tasas activas para préstamos en pesos inician el movimiento alcista desde la cuarta semana de diciembre de 1994, cuando suben a 18.6 por ciento desde un nivel inferior 82 Cifras detalladas sobre la magnitud de la crisis financiera pueden verse en la próxima sección sobre el sistema financiero. 83 Adicionalmente, el paquete fiscal contemplaba otras fuentes temporales de ingresos, como el incremento de la tasa estadística a las importaciones de 3 a 10 por ciento y la suspensión del cronograma de reducción de impuestos laborales. Las reducciones de gasto contempladas ascendían a US$ 2 millardos. Paralelamente a estas medidas de emergencia, el gobierno anunció importantes reformas del sistema de jubilaciones y retiros, que absorbe cerca de la mitad del presupuesto federal. 55 al 11 por ciento a comienzos de ese mes (Ver Tabla V-3). Las tasas de préstamos en dólares, por el contrario, experimentan un alza moderada de sólo 2 por ciento durante diciembre y se mantienen relativamente estables hasta fines de febrero de 95. Este comportamiento diferenciado se reflejó también en la caída más acelerada de los depósitos en pesos durante enero y febrero, lo cual refleja dudas de los agentes económicos sobre la estabilidad de la moneda doméstica. Durante marzo y abril, sin embargo, la desconfianza se extiende también hacia los depósitos en dólares, indicando dudas también acerca de la estabilidad del sistema financiero. Tanto las tasas de interés en pesos como en dólares experimentan un alza abrupta en esos dos meses. La evolución de las tasas después de mayo refleja un retorno a la normalidad relativamente rápido, al punto de que en agosto puede considerarse concluido el episodio de conmoción financiera. No obstante esta normalización de la situación financiera y de las tasas de interés, el crédito bancario al sector privado –especialmente a las empresas pequeñas y medianas– continuó fuertemente restringido a causa del esfuerzo de los bancos en la reconstrucción de la liquidez. Esta contracción del crédito tuvo un serio impacto sobre el nivel de la actividad económica, especialmente en el segundo y tercer trimestre del año. En el conjunto del año, la economía experimentó una declinación de 4.4 por ciento (Ver Tabla V-4). La inversión y el consumo cayeron también fuertemente después de cuatro años de expansión. El desempleo aumentó de 12.2 por ciento en octubre de 1994 a 18.4 por ciento en mayo de 1995, para luego caer levemente a 16.4 por ciento en octubre de 1995. Más allá de cierto componente coyuntural de muy corto plazo que influyó en el pico de mayo, el shock externo de 1995 reforzó el debilitamiento estructural de la demanda de 56 trabajo que venía observándose desde mediados de 1993. Como resultado del “efecto Tequila”, de octubre 1994 a octubre 1995 el desempleo abierto aumenta en más de cuatro por ciento y el subempleo en más de dos por ciento. Dado el proceso de transformación productiva en el que se encuentra inmersa la economía, la recuperación del empleo tomará un tiempo considerable. La tasa de inflación de los precios al consumidor cayó a 1.6 por ciento durante el año 1995, lo cual puede interpretarse como deflación, si se compara con los niveles de los países industrializados y si se tiene en cuenta que en abril se decretó un aumento del IVA de tres por ciento. En algunos meses del año el IPC llegó incluso a declinar, especialmente en los sectores de alimentos y de indumentaria. La inflación de los precios al mayor fue algo superior (6 por ciento), indicando que la recesión afectó principalmente los márgenes a nivel final de la cadena de distribución. A pesar del paquete de medidas fiscales, el déficit fiscal del conjunto del sector público fue de aproximadamente 3 por ciento del PIB. Especialmente afectadas resultaron las finanzas de las administraciones provinciales y locales. Ello se debió fundamentalmente al deterioro de los ingresos fiscales por causa de la recesión económica. No obstante, si se ajustan las cuentas fiscales en base a los factores cíclicos adversos, la gestión fiscal de 1995 puede calificarse de contractiva a pesar del déficit arrojado. Las cuentas externas reaccionaron de manera cónsona para contrarrestar el shock que significó la reversión de los flujos de capital a inicios del año. Las importaciones cayeron 12 por ciento en términos de pesos constantes como resultado de la contracción de la actividad económica (Ver Tabla V-4). Las exportaciones aumentaron 22 por ciento en términos de pesos constantes por el efecto combinado de la compresión de la demanda doméstica, el incremento de demanda desde Brasil, la mejoría de los términos de intercambio y avances en la competitividad externa de la economía argentina84. Una primera evaluación de la respuesta al shock externo en 1995 permite concluir que los mecanismos de ajuste automático funcionaron adecuadamente. Las autoridades monetarias permitieron una razonable contracción de la oferta monetaria como parte del ajuste. Junto con la reducción de la absorción doméstica, una buena dosis de deflación interna, sobre todo en el sector de bienes y servicios no transables, contribuyó a mejorar la competitividad de la economía y a redireccionar los flujos comerciales con el exterior, restituyendo así el equilibrio de la balanza de pagos. Teniendo en cuenta que para el segundo trimestre de 1996 los indicadores de actividad empezaron a mostrar una clara recuperación, se puede concluir también que el tiempo del ajuste fue razonablemente corto en relación a la magnitud del shock. Un elemento importante en la evaluación es también el hecho de que la recuperación ha estado liderizada exclusivamente por el sector privado. No obstante, el costo del ajuste en términos de caída del producto y del empleo puede considerarse alto, lo cual hace presumir una inadecuada flexibilidad de los mercados de factores, en especial, del mercado laboral. Finalmente, pero no menos importante, el hecho de que la crisis haya podido ser sorteada sin abandonar la disciplina impuesta por el esquema monetario-cambiario de la LC, le ha conferido al compromiso de las autoridades una crecida credibilidad. Las autoridades demostraron que era posible ajustar la cuenta corriente en respuesta al shock de salida de capitales sin recurrir a la devaluación del peso. Esto constituye un activo importante para la eventualidad de futuros shocks. Anexo estadístico del Capítulo V Tabla V-1 Inflación, devaluación y monetización 1987-1995 1987 Inflación anual (IPC) (2) Inflacion prom. mensual Depreciación nominal promedio mensual (3) M3 (% del PIB) (4) 175.0 8.8 9.3 11.5 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995(1) 388.0 4,924.0 1,344.0 14.1 38.6 24.9 11.0 10.2 44.6 8.6 11.9 5.0 84.0 17.5 5.2 1.3 5.7 7.3 0.0 10.5 7.4 0.6 3.9 0.3 1.6 0.1 0.1 14.4 0.0 17.0 -0.1 16.6 Fuente: Cepal y BCRA. (1) Cifras provisionales. (2) A fin de cada año. (3) Tipo de cambio nominal paralelo o libre. (4) Circulante en manos del público, más depósitos totales en pesos y en dólares. 84 Medidas en dólares corrientes, las importaciones caen 9 por ciento y las exportaciones suben 31 por ciento. 57 Tabla V-2 Tasas de Interés domésticas(1) e Inflación Ahorro Depósitos (90 días y más) Inflación (anualizada) 1991 Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre 105.4 144.9 112.1 12.3 12.1 15.0 16.2 12.7 9.0 8.3 7.9 8.6 103.9 160.6 133.5 21.8 23.3 27.4 34.6 25.6 26.6 18.8 23.3 21.4 92.4 324.0 132.0 66.0 33.6 37.2 31.2 15.6 21.6 16.8 4.8 7.2 8.9 7.9 7.4 7.3 7.3 6.7 20.7 16.2 10.7 15.0 14.7 14.7 36.0 26.4 25.2 15.6 8.4 9.6 1992 Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Fuente: BCRA. (1) Muestra ponderada de tasas anuales en bancos de Buenos Aires. 58 Tabla V-3 Prime Rate (Dic. 1994-Dic. 1995) Prime Rate (1) Diciembre 94 Enero 95 Febrero 95 Marzo 95 Abril 95 Mayo 95 Junio 95 Julio 95 Agosto 95 Septiembre 95 Octubre 95 Noviembre 95 Diciembre 95 Pesos US$ 13.4 18.3 19.3 34.8 26.1 22.4 16.3 14.6 13.2 13.3 12.6 12.3 12.2 9.7 11.6 12.2 23.1 19.9 17.9 13.7 12.4 11.8 11.3 11.0 10.9 10.8 Fuente: BCRA, Boletín Monetario y Financiero. (1) Tasa activa preferencial. Promedio mensual de la tasa nominal anual. Tabla V-4 Crecimiento de la demanda agregada(2) 1987-1995 Tasas anuales de crecimiento 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 Producto Interno Bruto Consumo (3) Inversión bruta interna fija Exportaciones (b.y s.) Importaciones (b.y s.) 2.6 -1.9 -6.2 0.1 8.9 8.7 6.0 7.4 1.5 -4.0 -4.8 -0.4 12.6 11.4 4.9 6.0 14.2 -4.5 -21.9 -9.9 25.1 30.9 14.5 18.7 -3.4 18.4 6.3 18.9 -8.3 -1.3 5.0 13.8 13.2 -11.5 -18.1 0.6 64.9 66.0 11.0 20.9 1995(1) -4.4 -5.7 -15.9 22.0 -12.0 Fuente: Ministerio de Economía, Secretaría de Programación Económica, BCRA, CEPAL y cálculos propios. (1) Cifras provisionales. (2) A precios de 1986. (3) La estadística de cuentas nacionales no discrimina la variación de existencias a partir de 1989, razón por la cual esta variable está incluida dentro de la cifra de consumo a los fines de homogeneizar la serie. Ello implica también que no se dispone de información sobre la inversión bruta total, razón por la cual se utiliza la cifra de inversión bruta fija interna. Igualmente, la variable ahorro está afectada por este hecho. 59 Tabla V-5 Componentes de la demanda agregada (2) 1987-1995 Porcentajes del PIB 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995(1) Producto Interno Bruto Consumo (3) Inversión bruta interna fija Exportaciones (b.y s.) Importaciones (b.y s.) 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 79.9 78.1 79.3 78.9 81.6 83.6 82.8 81.6 80.5 19.4 18.9 15.7 14.2 16.3 19.6 21.2 23.4 20.6 7.7 9.3 10.5 12.5 10.5 9.6 9.5 10.0 12.8 7.0 6.3 5.5 5.5 8.4 12.8 13.4 15.1 13.9 Ahorro bruto nacional (4) Ahorro externo (5) 17.7 1.8 20.1 -1.2 18.8 -3.1 19.2 -5.0 16.9 -0.6 15.5 4.1 17.1 4.1 18.6 19.7 4.8 0.9 Fuente: Ver Tabla V-4. Notas 1-3: Ver Tabla V-4. (4) Ingreso bruto nacional menos consumo. (5) Inversión bruta interna fija menos ahorro bruto nacional. Tabla V-6 Balanza de Pagos resumida 1987-1995 1987 1988 1989 1990 1991 1992 (Millones de US$) Cuenta Corriente Saldo Comercial Exportaciones Importaciones 1993 1994 (1) 1995 541 3,811 5,376 8,275 3,703 -2,637 -3,686 -4,238 2,342 6,360 9,133 9,579 12,354 11,978 12,235 13,098 15,841 20,830 5,819 5,322 4,203 4,079 8,275 14,872 16,784 20,079 18,488 Saldo Servicios Reales Saldo Servicios Financieros Transferencias (neto) -285 -255 -252 -291 -815 -913 -2,633 -2,693 -2,042 -2,205 -2,514 -3,341 -4,173 -3,940 -3,540 -2,382 -3,697 -4,555 998 793 749 446 315 455 Saldo Cuenta Corriente -1,949 1,042 1,783 4,809 Cuenta Capital Largo Plazo Inversión Directa De la cual: Privatización Préstamos financieros (2) Corto Plazo (3) Saldo Cuenta Capital Superávit (Déficit) Cuenta Corriente Superávit (Déficit) Cuenta de Capital 1,244 1,836 1,531 -592 -5,336 -260 -6,341 -8,255 -10,313 -3,800 4,002 2,439 1,974 1,563 -3,339 5,023 14,938 6,444 4,179 6,305 1,882 3,661 5,700 605 844 8,633 4,562 3,003 -843 4,982 844 743 -81 -4,092 663 8,026 14,095 11,426 (En porcentajes del PIB) (1.8) 0.8 2.3 3.4 (0.2) (2.8) 0.8 0.6 (0.1) (2.9) 0.5 3.5 (2.8) (3.7) 4.5 4.1 Fuente: 1987-1989: Ministerio de Economía, Secretaría de Programación Económica; 1990-1995: Estimaciones del FMI de ambos períodos no son estrictamente comparables por diferencias metodológicas). (1) Cifras provisionales. (2) Incluye bonos del gobierno argentino denominados en moneda extranjera. (3) Incluye errores y omisiones. 60 1,783 (1.3) 0.6 (Cifras Tabla V-7 Indicadores del mercado laboral 1987-1995 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 Tasa de desempleo (1) Tasa de subempleo (1) (2) Tasa de participación (1) 5.9 8.4 39.2 6.3 8.5 39.1 7.8 8.9 39.8 Empleo Total (junio 91=100) Ingreso Real (junio 91=100) Asalariados Total 7.4 9.0 39.1 6.5 8.8 39.5 7.0 8.2 40.0 9.6 9.1 41.3 1994 1995 11.5 10.3 40.9 17.4 12.0 42.0 100.0 102.5 105.3 105.7 101.6 100.0 109.7 124.6 100.0 116.4 132.7 127.3 119.0 135.1 122.2 Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos; Beccaria (1996) para los índices de empleo y de ingreso real. Los índices se refieren a mayo de cada año. (1) Areas urbanas de tamaño medio y grande. Promedio de las cifras de mayo y octubre. (2) Se refiere a población asalariada que trabajó menos de 35 horas en la semana. 61 VI Tipo de cambio y ajuste externo Hasta principios de la década de los 90, la economía argentina podía catalogarse como una economía relativamente cerrada, al menos en comparación con el resto de las economías latinoamericanas. Ello fue consecuencia de seis décadas de políticas volcadas hacia adentro, marcadas por estrategias de desarrollo del tipo de “industrialización sustitutiva” y por estrecheces en la disponibilidad de divisas para importar85. Es a fines de la década de los 80 cuando se produce el viraje hacia una concepción más abierta de la economía, aun cuando será el nuevo gobierno electo en 1989 quien le dé impulso definitivo a la reforma comercial86. El precepto de la convertibilidad a partir de 1991, por otra parte, equivale a un imperativo de apertura externa+. En la evaluación del desempeño de un régimen cambiario es fundamental observar el comportamiento de las cuentas externas, puesto que el principal argumento en pro de la flexibilidad cambiaria suele centrarse en la facilitación del ajuste frente a perturbaciones externas. A través de variaciones nominales del tipo de cambio y de variaciones de los precios relativos se inducen movimientos compensatorios en los flujos comerciales y financieros externos. Se afirma que este ajuste a través del tipo de cambio es más rápido y menos costoso en términos de empleo y producto. En un régimen de cambio rígido, sin embargo, el ajuste descansa íntegramente en la capacidad de las políticas domésticas para afectar los precios relativos. La efectividad y el costo del ajuste dependerá esencialmente de la flexibilidad de los precios y salarios internos. Deflación y/o avances en eficiencia parecen ser la respuesta ineludible frente a perturbaciones negativas. En cualquier caso, el ajuste tiene que manifestarse en la cuenta corriente externa. Un segundo criticismo frente a la rigidez cambiaria guarda relación con la supuesta tendencia a la apreciación real del tipo de cambio a causa de la inercia inflacionaria. Tal apreciación real terminaría por minar la sostenibilidad del régimen mismo. Necesitamos analizar, por consiguiente, tanto la evolución del tipo de cambio real después de 85 El cierre progresivo de la economía argentina sucede a partir de la década de los 30. Una idea de la magnitud de la involución la proporciona el hecho que el “índice de apertura” (calculado como la media aritmética de Exportaciones más Importaciones, dividida por el PIB) pasa de un promedio de 40 por ciento en la década de los 1920 a 10 por ciento a partir de la década de los 1940. Como consecuencia de ello, la participación del comercio argentino en el total mundial pasa de 2 por ciento en 1950 a apenas 0.3 por ciento a comienzos de los 90. Ver Rodríguez (1995). 86 A partir de 1988 comienza el proceso de desmontaje de las restricciones cuantitativas a las importaciones. La eliminación progresiva de las restricciones cambiarias para flujos comerciales se inicia en 1989 con el nuevo gobierno y se completa en 1991 con la LC. En la segunda mitad de 1989 se pone en marcha el proceso de reducción de aranceles de importación, que descienden de un promedio de 29 por ciento en noviembre de ese año a 10 por ciento en abril de 1991. También comienza un proceso gradual de eliminación de los gravámenes sobre exportaciones. Hasta abril de 1991, la estructura arancelaria había sido uniforme para evitar distorsiones en los precios relativos. Pero a partir de ese momento se introduce el esquema de progresividad arancelaria dependiendo del grado de elaboración de los productos. El objetivo es proteger la producción doméstica de mayor valor añadido (“régimen de especialización industrial”). El arancel oscila inicialmente entre nulo para bienes de capital, bajo (5 por ciento) para materias primas, medio (13 por ciento) para insumos industriales y alto (20 por ciento para bienes manufacturados finales). La estructura arancelaria experimenta varias reformas posteriores (noviembre 1992, mayo 1993, etc.), denotando una cierta inestabilidad y discrecionalidad. Otro aspecto a menudo cuestionado es la racionalidad detrás de la protección de ciertos sectores, como la industria automotriz, la industria del papel o las industrias en Tierra del Fuego, que no se justifica desde el punto de vista de ventajas comparativas, ni tampoco desde el punto de vista del equilibrio en la aplicación de las reglas de competencia para todos los sectores. 63 que la tasa de devaluación nominal fue menos de la mitad de la tasa de inflación del año (650 contra 1.340 por ciento). Una apreciación adicional se observa en 1991, pero este dato debe ser analizado con cautela, ya que estamos graficando el TCRE promedio de cada año y no su evolución puntual a fin de cada año. Si observamos lo ocurrido durante 1991, encontramos que durante los dos primeros meses se revierte el proceso de apreciación, pero el exceso de devaluación nominal por encima de la tasa de inflación no llega a compensar la fuerte apreciación real del año anterior. A partir del anuncio del PC en marzo 1991, la devaluación nominal se detiene casi por completo, pero la inercia inflacionaria durante el resto del año hace que se anule la depreciación real de los dos primeros meses del año, terminando así el TCRE prácticamente al mismo nivel de comienzos de año. adoptada la LC, como el efecto de este fenómeno sobre la balanza de pagos. Especial atención debe prestarse a la reacción de los precios relativos y de los flujos comerciales durante el shock negativo de 1995. 1 Tipo de cambio real y competitividad Como consecuencia de los brotes inflacionarios y de los consiguientes ataques especulativos contra la moneda doméstica a fines de la década de los 80, el Tipo de Cambio Real Efectivo (TCRE) experimenta una sensible depreciación hasta 1989. Ese año el índice promedio del TCRE alcanza un mínimo de 32.7 en comparación al año base 1980 = 100 (Ver Figura VI-1 y Tabla VI-1). Durante 1990, por el contrario, el TCRE se aprecia aceleradamente por el simple hecho de Figura VI-1 Tipo de cambio real efectivo 1987-1995 90 80 1 9 I 8 N 0 D I = C E 1 0 0 70 60 50 40 30 20 10 0 19 8 7 19 8 8 19 8 9 19 9 0 19 9 1 A ÑO S Fuente: Tabla VI-1 64 19 9 2 19 9 3 19 9 4 19 9 5 En la Figura VI-2 se grafica la tasa de apreciación (depreciación) puntual a fin de cada año. Ahí se observa que entre diciembre 1990 y diciembre 1991 no solamente no se produce apreciación real, sino que se da incluso una leve depreciación. En el bienio 1992-1993 se retoma el proceso de apreciación real iniciado en 1990, aun cuando a un ritmo más moderado. En el bienio 19941995, sin embargo, se revierte la tendencia y el tipo de cambio real se deprecia, indicando que los precios domésticos han ido adquiriendo la flexibilidad que se requiere en un esquema de rigidez nominal del tipo de cambio. Figura VI-2 Tasa de apreciación real 1991-1995 % A N U A L 2 1 1 1 1 1 0 8 6 4 2 0 8 6 4 2 0 -2 -4 -6 -8 -10 19 9 1 19 9 2 A Ñ O S 19 9 3 19 9 4 19 9 5 Nota: Tasa de variación del TCRE a fin de año; una tasa positiva (negativa) significa apreciación (depreciación). Fuente: Tabla VI-1. El PC se inicia, por consiguiente, con un peso altamente apreciado, que gravitará fuertemente sobre la balanza comercial durante los primeros años del PC. Este hecho contraviene la recomendación convencional de iniciar los programas de estabilización con una devaluación suficiente como para absorber la inercia inflacionaria de los primeros meses (o años). También se recomienda la devaluación inicial para compensar el impacto “apreciador” de los influjos de capital que suelen surgir por efecto del mejoramiento del cuadro macroeconómico. Un tercer argumento a favor de la devaluación previa es que, cuando al programa de estabilización se le suma la apertura comercial, el efecto inmediato es una reducción de los niveles de protección de la producción local. La apreciación real de 1990 es consecuencia de la política de rezago del tipo de cambio en un contexto de inflación descontrolada, mientras que la apreciación de 1991-1993 es primordialmente producto del ingreso de capital. El fenómeno de la inercia inflacionaria, que en otros programas de estabilización suele jugar el papel esencial, no fue la principal fuente de apreciación real en el caso argentino después del PC, en parte por el rápido éxito en reducir la inflación, pero sobre todo porque esa inflación remanente tiene su origen en la dinámica de ajuste inducida por los flujos de capital. 65 Si nos atenemos al período postconvertibilidad, el TCRE se aprecia un 34 por ciento acumulado entre abril 1991 y fines de 1993. Posteriormente, entre fin de 1993 y fin de 1995 se produce una depreciación real del orden del 9 por ciento, de tal forma que la apreciación acumulada entre abril 1991 y fines de 1995 se ubica en alrededor de 20 por ciento. Esta es una magnitud más bien moderada en comparación con otras economías latinoamericanas después de cinco años de estabilización. Las fases de la evolución real del tipo de cambio a partir de abril 1991, por consiguiente, parecen responder fundamentalmente al patrón de entradas de capital a la economía argentina87. Tales ingresos de capital incrementan la oferta monetaria y aumentan el nivel de absorción doméstica, tanto de bienes transables como de no transables. La mayor absorción de transables es satisfecha mediante el incremento de las importaciones, mientras que el restablecimiento del equilibrio en el mercado de no transables exige el aumento relativo de los precios en ese mercado. El tipo de cambio real, que no es más que el precio de los no transables en términos de transables, actúa precisamente como el mecanismo de ajuste que induce la reasignación de factores productivos del sector transable hacia el sector no transable88. Un patrón similar de comportamiento se observa en la evolución de los precios industriales respecto del salario industrial (Ver Figura VI-3), que es un indicador aproximado del precio relativo del sector de bienes transables. A mayor valor del indicador, mayor es la rentabilidad relativa de los bienes industriales y más favorable la competitividad externa. Se observa que el índice alcanza su pico al mismo tiempo que la fuerte depreciación real de 1989 y cae durante la apreciación real de 1990. A partir del segundo trimestre de 1991, se observa un deterioro paulatino pero moderado de los precios industriales relativos, el cual se detiene en 1994 y comienza a revertirse en 1995. La espectacular apreciación de 1990 y la más moderada a partir de abril de 1991 afectaron seriamente la competitividad externa de la economía argentina en los primeros tres años del PC. Como resultado de la implementación del PC, sin embargo, se produce también una mejoría sustancial de los costos en el sector exportador, manifestada, por ejemplo, en menores costos de energía, mejoramiento de la infraestructura portuaria, mayor eficiencia de los servicios públicos, desregulación de los mercados y reducción de impuestos. Simplemente reajustando el TCRE por la eliminación de la mayoría de los impuestos de exportación, la depreciación acumulada entre abril 1991 y mayo 1995 se reduce a un mero 11 por ciento, en comparación con un 21 por ciento sin ajustar89. Aun cuando las estadísticas sobre productividad no son plenamente confiables, parece claro que las mejorías de eficiencia de la economía argentina pudieron compensar a partir de fines de 1993 el efecto de la apreciación real anterior. Un aspecto favorable de procesos de estabilización después de muy alta inflación es que la recuperación de la productividad desde un nivel muy deprimido permite acomodar la apreciación real inercial. 87 Mediante un análisis de regresión para el caso argentino, Rodríguez (1995) estima que una entrada anual de US$ 1 millardo se asocia con una apreciación real de 2 por ciento. El mecanismo apreciador actúa a través de la expansión de la oferta monetaria, la cual eleva el precio de los bienes no transables en relación a los bienes transables. 88 El efecto de apreciaciones reales sobre la estructura productiva es el tema central de la amplia discusión sobre la denominada “enfermedad holandesa”. Ver los trabajos clásicos de Corden (1984) y de Corden y Neary (1982). 89 Ver FMI, Documento SM/95/248. 66 Figura VI-3 Relación precios industriales/ salario industrial 1400 1300 1200 1100 1000 900 800 700 600 500 400 87 /I 88 /I 89 /I INDICE 1983 = 100Y 90 /I 91 /I 92 /I 93 /I 94 /I 95 /I 96 /I TRIMESTRES Fuente: Datos de CEPAL 2 Flujos comerciales y proceso de ajuste El efecto combinado de la apreciación real de 1990, la liberación comercial en 1991, la eliminación de restricciones cambiarias en ese mismo año, y los influjos de capital fue una explosión sin precedentes de las importaciones en el bienio 1991-1992. El crecimiento se enlentece algo desde 1993, lo cual no impide que el volumen de importaciones se quintuplique en apenas cuatro años (1991-1994). Inicialmente, el crecimiento más vigoroso se observa en las importaciones de bienes de consumo (Ver Tabla VI-2), y también son éstas las que más decaen desde 1993. Llama la atención el vigor de las importaciones de bienes de capital, que se mantienen altas hasta 1994, reflejando un importante proceso de inversión en la economía. Igualmente dramático es el impacto de la apreciación real sobre la evolución de las exportaciones, que se mantienen estancadas durante el trienio 1991-1993. Sin duda influyó también en ello la vigorosa expansión de la demanda doméstica, pero la causa principal hay que buscarla en el cambio de los precios relativos en detrimento de los bienes exportables. Pero ya a partir de 1994 se observa un claro repunte de la actividad exportadora en general. Observando el desglose por tipo de bien, vemos que durante 1991-1992 las exportaciones de bienes industriales son las más afectadas. A partir de 1993, sin embargo, las exportaciones industriales crecen a tasas muy significativas y sensiblemente superiores a las tasas de los bienes agropecuarios. Sin duda el aspecto más importante de resaltar en la evolución de las cuentas externas es la respuesta inmediata de los flujos comerciales al shock negativo de la interrupción de la entrada de capitales. Durante 1995, las importaciones decrecen un 8 por ciento (en dólares corrientes), mientras que las exportaciones aumentan en un 32 por ciento, liderizadas por las exportaciones de bienes 67 industriales. No hay duda de que una serie de factores coyunturales coadyuvaron a este considerable auge exportador, como fueron el mejoramiento de los términos de intercambio90, una fuerte demanda desde Brasil91 y la compresión de la demanda interna por efecto de la recesión. No obstante, la evolución del comercio exterior desde fines de 1993 revela que el sector exportador se encontraba ya en un proceso de recuperación de la competitividad externa, sin el cual no hubiera sido posible la rápida respuesta al desequilibrio de la cuenta de capital de la balanza de pagos durante 199592. La evolución del sector externo argentino desde 1991 es una buena muestra de los procesos de ajuste que típicamente se desarrollan en una economía con tipo de cambio nominal fijo y que se ve sometida a shocks financieros externos. Durante los primeros tres años del PC, la significativa entrada de capitales genera un déficit comercial en la balanza de pagos. Las importaciones reaccionan inmediatamente al incremento de la demanda doméstica y a la mayor disponibilidad de divisas, mientras que las exportaciones necesitan de cambios estructurales más lentos para reaccionar. Estos cambios, que llevan tiempo, se refieren al conjunto de reformas estructurales tendentes a mejorar la eficiencia general de la economía. Mientras tanto, es necesario que se produzca una apreciación real del tipo de cambio, cosa que sucedió durante 1991-1993, para que los recursos productivos se trasladen desde el sector productor de bienes transables hacia los sectores no transables (construcción, servicios, etc.). Cuando a partir de 1994 la tendencia de los flujos de capital comienza a revertirse, se hace necesario también revertir el proceso de reasignación de recursos productivos. Hace falta movilizar recursos desde el sector no transable hacia el sector transable para que las exportaciones suban y las importaciones caigan. Para permitir este movimiento de recursos, el tipo de cambio real debe depreciarse, cosa que sucedió durante 19941995. Al estar fijo el tipo de cambio nominal, el mecanismo para generar la depreciación real es a través de una disminución relativa del nivel de precios de los bienes no transables. A su vez, para poner en marcha este proceso deflacionario hace falta que la economía entre en recesión y caiga así el nivel de absorción doméstica93. La cantidad de recesión requerida en un régimen de cambio fijo dependerá de 90 Esta mejoría de los términos de intercambio se concentra principalmente en los bienes agrícolas, cuyos precios internacionales mejoran casi un 30 por ciento durante el segundo semestre de 1995, arrastrados por los precios cerealeros. 91 Brasil absorbió un 26 por ciento de las exportaciones argentinas en 1995 (22 por ciento en 1994). 92 Kosacoff (1996) y Cepeda (1995) ofrecen una visión más cautelosa del incremento de las exportaciones industriales al señalar que las exportaciones se concentran en pocas firmas y sectores con vínculos productivos de alto valor añadido bastante débiles. 93 En un régimen de cambio flexible, por el contrario, la alternativa al ajuste deflacionario es una devaluación nominal, la cual produce el mismo efecto sobre la estructura de precios relativos. Sin embargo, el posible efecto real de devaluaciones nominales es una materia muy discutida. Ver Gosh, Gulde, Ostry y Wolf (1995) para una revisión teórico-empírica del problema. Hay quienes opinan que ni siquiera en el corto plazo es esperable un impacto real sobre la actividad económica. La discusión sobre “exchange rate pass-through” (Magee, 1973, Feenstra y Kendall, 1994 y Menon, 1995) enfatiza los elementos que impiden un traslado de variaciones nominales del tipo de cambio a la estructura de precios relativos y, por consiguiente, a los flujos comerciales. En países que han perdido del todo tanto la “ilusión monetaria” como la “ilusión cambiaria”, como en el caso de Argentina, una devaluación nominal puede incluso generar contracción de la actividad a causa del quiebre de expectativas. Véase también el trabajo clásico de Krugman y Taylor (1978) sobre posibles efectos contractivos de la devaluación. 68 cuan flexibles hacia la baja sean los precios y, sobre todo, de cuán movibles sean los factores productivos para desplazarse de un sector a otro. Si el mercado laboral, por ejemplo, está altamente regulado y no permite flexibilidad salarial hacia la baja, o si otros mercados claves adolecen de suficiente competencia, hará falta una gran dosis de depreciación real, es decir, de deflación y recesión, para modificar los flujos comerciales y cerrar así la brecha externa. De ahí la vital necesidad en regímenes de cambio fijo de profundizar las reformas estructurales que le confieran flexibilidad a la economía. A la vista de la respuesta frente al shock negativo de 1994-1995, se puede concluir que la economía argentina ha venido adquiriendo un grado creciente de flexibilidad. Los flujos comerciales reaccionaron sensiblemente a la moderada depreciación real, aun cuando no se correspondería a la verdad atribuir esta reacción únicamente a la variación de los precios relativos. Influyó también una considerable dosis de contracción de la demanda doméstica, asociada con un crecimiento muy importante del desempleo. A la vista de las cifras de desempleo, la flexibilidad del mercado laboral parece seguir siendo la tarea clave en el proceso de adaptación a las nuevas reglas de ajuste bajo el régimen de convertibilidad con cambio fijo. 3 Impacto de la apreciación real sobre el empleo y la estructura industrial La sabiduría convencional dice que la apreciación real del tipo de cambio está asociada con déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos y con su contraparte de financiamiento externo. No es a simple vista evidente cuál de ambos fenómenos es causa y cuál es efecto. Quienes se inclinan por una concepción más monetaria de la balanza de pagos suponen una dirección de causalidad desde los flujos de capital hacia los déficit corrientes, actuando el tipo de cambio como el precio clave para modificar los flujos comerciales. En cualquier caso, una apreciación real reduce la competitividad externa de los sectores productivos en el área de bienes comercializables con el exterior. Siendo la industria manufacturera el sector productivo comercializable más importante, una apreciación real afecta negativamente el empleo manufacturero94. Por lógica inversa, una depreciación real debería mejorar el nivel de actividad y la situación del empleo. Pero ello no sucede cuando la depreciación real no es facilitada a través de una depreciación nominal, como en regímenes de cambio flexible, sino que debe ser conquistada a costa de deflación interna. Y tampoco está claro el efecto positivo de la depreciación sobre la restitución del equilibrio de la balanza comercial, tal como lo supone la sabiduría convencional. Así por ejemplo, Krugman (1988) sospecha que la resistencia del déficit comercial estadounidense a ceder, una vez que el dólar se deprecia a partir de mediados de la década pasada, puede obedecer a la permanencia de las mismas causas que condujeron a la aparición del déficit (lo que se denomina el fenómeno de “histéresis”). Los procesos de desinversión y desindustrialización, que se producen después de un largo período de insuficiente 94 Branson y Love (1988) encontraron efectos significativos y sustanciales de la apreciación del dólar sobre el empleo en la industria manufacturera estadounidense durante la primera mitad de los 80, por el hecho de que muchas empresas mudaron la producción al exterior. Los autores reconocen, sin embargo, que el efecto de la “histéresis” puede ser el responsable de la falta de recuperación del empleo industrial una vez superada la sobrevaluación del dólar. 69 competitividad externa, tardan también un largo tiempo en revertirse95. En el caso argentino, es importante precisar cuánta responsabilidad en el fenómeno del desempleo le corresponde al mecanismo de ajuste que conlleva un esquema monetario-cambiario rígido, como el impuesto por la LC. A nuestro entender, la mayor responsabilidad recae en el impacto de la apertura comercial precedida por una apreciación real muy significativa. No debe olvidarse que la Junta Monetaria se instaura simultáneamente con una apertura comercial extremadamente rápida y comprehensiva96, en ausencia de un mercado de capitales para financiar la reconversión y en presencia de una apertura irrestricta de la cuenta de capital. Firmas incapaces de enfrentar la drástica reducción de la protección efectiva tuvieron que cerrar y el resto se vio forzado a incrementar la eficiencia productiva. Tanto el cierre de capacidades productivas, como la eficientización de las remanentes implican pérdidas de puestos de trabajo. Este proceso de reestructuración, que es normal en todo contexto de apertura comercial, fue especialmente costoso en Argentina a causa de la fuerte apreciación real previa a la implementación del PC. Los hechos estilizados nos dicen que, cuando los precios son fijados exógenamente en el mercado internacional, las firmas no tienen forma de repercutir los aumentos de costos en los precios finales. La detención de la inflación y el boom de actividad de los primeros años postconvertibilidad incrementaron los costos salariales reales, especialmente en el sector de no transables. El costo laboral unitario en dólares constantes se incrementa un 19 por ciento entre 1990 y 199397. La respuesta de las firmas para compensar los incrementos de costos se concentra inicialmente en procesos de reestructuración para mejorar la eficiencia productiva, los cuales van desde inversiones puntuales de capital para eliminar cuellos de botella en el proceso productivo hasta alianzas estratégicas con tecnología extranjera y reorganizaciones masivas. Los beneficios de tales medidas de reestructuración, sin embargo, son decrecientes en el tiempo98, razón por la cual las firmas se tornan cada vez más dependientes de una segunda vía para mejorar la estructura de costos, la cual consiste en la ampliación de la escala de producción y en la concomitante reducción de márgenes. Es esta dependencia de la escala la que hace a buena parte de las empresas altamente vulnerables a situaciones recesivas, como la que se presentó en 1995. La apreciación real afecta el empleo también por la vía del abaratamiento de los bienes de capital importados. La necesidad de responder al nuevo reto competitivo, aunada al atraso tecnológico de varias décadas de cerramiento, impulsan a la incorporación de nuevas tecnologías que, por efecto de los favorables precios relativos, son capitalintensivas. Este patrón de renovación tecnológica se extiende también a los sectores de bienes y servicios no transables. En el caso de los servicios, la introducción de estas 95 No obstante lo anterior, Krugman no encuentra una clara evidencia de que la apreciación del dólar durante la primera mitad de década haya causado efectos permanentes sobre la competitividad estadounidense. 96 Sobre los efectos reales de las reformas comerciales, ver el excelente survey de Harrison y Revenga (1995). 97 Ver Damill, Fanelli y Frenkel (1996). 98 Kosacoff (1996) atribuye este fenómeno de los beneficios decrecientes a la obsolescencia de la infraestructura productiva en el conjunto de las empresas que no se decidieron por una reestructuración ofensiva después de los 70. 70 tecnologías representa un costo muy alto en términos de empleo, ya que se trata de sectores tradicionalmente intensivos en mano de obra. El cambio en los precios relativos favorece también un patrón de industrialización, en el que se incrementa la incorporación de partes e insumos importados, de tal forma que las actividades de ensamblaje y de comercialización adquieren importancia en detrimento de las actividades clásicamente manufactureras. Otra línea de actividad industrial favorecida es la industria intensiva en recursos naturales, que generalmente suele ser al mismo tiempo una industria intensiva en capital. El desempleo de la época postconvertibilidad tiene características distintas al existente en la década de los 80. Según Gerchunoff y Kacef (1995), la economía argentina durante los 80 se encontraba en lo que denominan la zona del “desempleo keynesiano”, es decir, un mercado laboral deprimido por la insuficiencia de demanda efectiva y por el consiguiente estancamiento del nivel de actividad. Los primeros años de la década de los 90, por el contrario, se ubican en la zona del “desempleo clásico”, en la que existe exceso de demanda por bienes no transables y exceso de oferta de trabajo. En esta situación, el nivel del salario real es el que determina el nivel de demanda de trabajo por parte de las empresas. Ahora bien, el impacto de la evolución de los salarios reales sobre la demanda de trabajo varía dependiendo de si se trata del sector de transables o de no transables. Al incrementarse el salario medio real y no poder repercutirlo en los precios, los productores de bienes transables se ven obligados a disminuir su demanda laboral. Los productores de bienes no transables se enfrentan a un doble incentivo contrapuesto en lo que se refiere al empleo de mano de obra. Por un lado, el aumento del precio relativo “no transables/transables” induce a un aumento del empleo en el sector de no transables, pero, por otro lado, el aumento del salario en términos de transables induce a la sustitución de mano de obra por capital. Como puede observarse en la Tabla VI-3, a partir de 1990 se produce un notable incremento de la relación entre salarios industriales y precios de los bienes transables (manufacturas y maquinarias). Ello condujo a los efectos estilizados descritos en el párrafo anterior. El sector de transables se convirtió en expulsor de mano de obra (al menos hasta 1994). El sector de no transables, aun cuando incrementó fuertemente su nivel de actividad, no fue capaz de compensar la pérdida de empleo “transable”, ya que predominó el efecto sustitución de mano de obra por capital. Innegable influencia tuvo también el proceso de reestructuración del sector público. El quiebre de tendencia desde mediados de 1994 (en lo que se refiere a los TCRE y a los salarios relativos) en respuesta a la reversión de los flujos de capital coloca nuevamente a la economía en una zona de desempleo donde la variable limitante es la caída de la demanda agregada interna. Pero a pesar de la mejoría en los precios relativos, el sector productor de bienes transables no es capaz de absorber el empleo expulsado por el sector no transable, no sólo por su reducido tamaño en relación al conjunto de la economía, sino también porque hace acto de presencia el fenómeno de la histéresis, al que hacíamos referencia al inicio de esta sección. La respuesta de la estructura productiva a los cambios en los precios relativos toma su buen tiempo, máxime si previamente se produjo un proceso de desinversión. Por todo lo anterior, no es de esperar una pronta recuperación del empleo después de la crisis de 1995, ya que existe un conjunto de factores estructurales que continuarán inhibiendo la creación de empleo formal. De hecho, ya desde 1994 se observa un incremento del empleo informal y una ampliación de la desigualdad de salarios en función del nivel 71 educativo. Los salarios reales, sobre todo en el sector de bienes y servicios no transables, han venido deteriorándose también. Todos estos aspectos son síntomas de la persistente debilidad del mercado laboral, la cual parecería ser necesaria para ayudar a vencer las naturales resistencias al proceso de flexibilización laboral. Anexo estadístico del Capítulo VI Tabla VI-1 Tipo de cambio real y nominal: evolución 1987-1995 (1) 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 Real Tipo de Cambio Real Efectivo (2) [1980 = 100] Apreciación (Depreciación) del TCRE (3) Promedio año (%) A fin de año(%) 40.9 37.4 32.7 48.7 66.4 75.6 (7.3) (8.5) (12.4) 48.7 36.4 (1.1) 13.8 14.6 11.0 14.1 11.9 24.9 5.7 5.2 0.0 1.3 Nominal Depreciación nominal promedio mensual (4) Inflación prom. mensual 9.3 8.8 44.6 38.6 83.0 81.9 78.1 9.8 (1.3) (4.6) 6.9 (5.9) (2.7) 0.1 0.6 0.0 (0.1) 0.3 0.1 Fuente: FMI para el TCRE y CEPAL para las variables nominales. (1) Cifras provisionales. (2) Promedios anuales, calculados según metodología del FMI en base al tipo de cambio nominal, índices de precios ajustados por estacionalidad y peso relativo de los principales socios comerciales. Un aumento significa apreciación real. (3) Tasas de variación anual. Una tasa positiva significa apreciación. (4) Tasa promedio mensual de depreciación del tipo de cambio nominal paralelo o libre. Tabla VI-2 Exportaciones e importaciones 1987-1995 (1) 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 (Millones de US$) Exportaciones 6,360 9,136 9,57312,353 11,97812,237 13,09015,839 20,893 Bienes agropecuarios (2) 4,399 6,114 5,732 7,368 7,804 7,824 7,793 9,081 11,391 Bienes industriales 1,864 2,867 3,515 4,021 3,408 3,331 4,073 5,107 7,340 Combustibles 97 156 326 964 766 1,082 1,224 1,651 2,162 Importaciones Bienes intermedios (3) 5,819 5,322 4,201 4,079 8,27514,872 16,786 21,591 19,969 4,529 4,249 3,274 3,142 5,126 7,921 8,609 10,275 11,184 Bienes de consumo 318 226 210 319 1,715 3,881 4,165 5,305 3,944 Bienes de capital 973 847 717 618 1,434 3,069 72 4,013 6,011 4,841 (Variación Anual) Exportaciones Bienes agropecuarios (2) Bienes industriales Combustibles -7% 44% 5% 29% -3% -13% 39% -6% 29% 6% 13% 54% 23% 14% -15% -41% 60% 109% 195% -21% 2% 0% -2% 41% 7% 21% 0% 17% 22% 25% 13% 35% 32% 25% 44% 31% Importaciones Bienes intermedios (3) Bienes de consumo Bienes de capital 23% -9% -21% -3% 103% 80% 18% -6% -23% -4% 63% 55% 11% -29% -7% 52% 437% 126% 58% -13% -15% -14% 132% 114% 13% 29% 9% 19% 7% 27% 31% 50% -8% 9% -26% -19% Fuente: BCRA (hasta 1990) e INDEC. (1) Cifras provisionales. (2) Incluye pesca (3) Incluye combustibles. Tabla VI-3 Salario industrial relativo Indices (1986 = 100) Salario industrial / IPC Salario industrial / IPM Manufactura Salario industrial / IPM Maquinaria y Equipo 1987 1988 1989 92 93 85 97 84 99 82 1991 1992 73 71 75 82 81 72 77 98 124 147 149 64 71 89 112 134 137 Fuente: Gerchunoff y Kacef (1995). 73 1990 1993 1994 VII Crisis financiera de 1995 Adicional al mecanismo de ajuste recesivo, la segunda objeción que se formula en contra de las Juntas Monetarias es la ausencia de un prestamista de última instancia, la cual hace al sistema financiero más vulnerable a shocks, especialmente si éstos son de origen financiero externo. Por esta razón, el estudio del comportamiento del sistema financiero argentino durante la crisis de 1995 es altamente relevante. Interesa observar el comportamiento de la autoridad monetaria, de los agentes financieros y del público ante la ausencia de una red de protección bancaria en un contexto adverso. Parecería, a simple vista, que los requerimientos a los que se ve sometido un sistema financiero son más exigentes en el marco de una Junta Monetaria. 1 Reforma del sistema financiero (1991-1994): fortalezas y debilidades Durante los años previos a la crisis, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) se abocó prioritariamente a las tareas de supervisión y regulación del sistema financiero, en vista de que la LC le asignaba un rol eminentemente pasivo respecto a las tareas tradicionales en el campo monetario y cambiario. Los equipos supervisorios fueron fortalecidos y tecnificados, al tiempo que se elevaron los estándares prudenciales en materia de requerimientos de reservas legales, índices de capitalización y provisionamiento de cartera. A pesar de que estas políticas acarreaban costos significativos para la industria bancaria –con el consecuente encarecimiento del crédito–, demostraron a posteriori ser de vital importancia para soportar el shock de liquidez de 1995 sin la ocurrencia de masivas quiebras bancarias. Los requerimientos de reservas legales de liquidez (encajes legales), que inicialmente fueron establecidos por razones de regulación prudencial, se convirtieron durante la crisis financiera en un poderoso instrumento de dotación de liquidez. A principios de 1993, el BCRA procedió a la revisión del sistema de encajes legales. La autoridad regulatoria impuso un altísimo requisito de encaje del 40 por ciento para depósitos a la vista, al tiempo que liberaba de todo encaje a los depósitos a plazo99. La racionalidad detrás de esta exagerada diferenciación fue el deseo de fijar mayores encajes para los depósitos más inelásticos, lo cual no fue posteriormente corroborado durante las corridas bancarias de 1995. Una segunda razón guardaba relación con la concepción del encaje legal como un “impuesto” al sistema financiero, para cuya fijación debía tenerse en cuenta el costo de los depósitos para los bancos. Sea como fuere, en agosto de 1995 se modifica nuevamente el sistema y se uniforman en 15 por ciento las tasas de encaje sobre todos los depósitos100. Los requerimientos de capitalización fueron el segundo instrumento en importancia de regulación prudencial. En la reforma de 1992 se estableció un calendario de incrementos graduales de los requerimientos de capital. Desde un nivel de 3 por ciento sobre los activos ponderados 99 En agosto de 1993, los encajes legales fueron elevados a 43 por ciento para los depósitos a la vista y 3 por ciento para los depósitos a plazo. 100 Este cambio obedece también al hecho de que a partir de ese momento las reservas de liquidez pueden ser remuneradas y, consecuentemente, se reduce el diferencial de costo. 75 por riesgo a mediados de 1991, el índice de capitalización debía aumentarse a 8.5 por ciento a fines de 1993, 10.5 por ciento a mediados de 1994 y 11.5 por ciento en enero de 1995. De esta forma, la crisis financiera emerge cuando el sistema se encuentra ya altamente capitalizado. Adicionalmente, el esquema de capitalización incorporó un requerimiento adicional en función del nivel del interés cobrado por los préstamos bancarios, con el argumento de que a mayor interés cobrado, mayor es el riesgo de la cartera de préstamos y mayor deber ser la capitalización. Este requerimiento ligado al nivel de la tasa activa de interés representa en la práctica un 3.5 adicional al 11.5 de requerimiento base. Tanto los requerimientos de liquidez como, sobre todo, los requerimientos de capital se ubican sensiblemente por encima de los estándares del Acuerdo de Basilea101. Detrás de esta mayor exigencia prudencial se encuentra la correcta percepción por parte de las autoridades bancarias acerca de la mayor vulnerabilidad del sistema financiero argentino. Esta vulnerabilidad proviene no sólo de las limitaciones impuestas al potencial prestamista de última instancia para responder a shocks sistémicos de liquidez, sino también del insuficiente desarrollo del mercado interbancario para proveer recursos a instituciones financieras con problemas temporales de liquidez. Otra fuente de vulnerabilidad a corridas bancarias es la ausencia de esquemas de garantía de depósitos. También los requerimientos de provisionamiento de cartera se han incrementado progresivamente102. Adicionalmente, la calidad de la cartera del sistema financiero ha ido mejorando progresivamente en los años previos a la crisis (Ver Tabla VII-3). Con excepción de los bancos provinciales y municipales, los cuales, dicho sea de paso, fueron los más afectados por la crisis de 1995, la cartera de crédito de las instituciones financieras experimentó una clara mejoría durante los primeros cuatro años del PC. Especialmente llamativo fue el mejoramiento en la banca pública de ámbito nacional, mientras que la banca privada parecía encontrarse ya suficientemente saneada en 1991. Las cifras correspondientes a abril de 1995, momento de apogeo de la corrida bancaria, revelan un empeoramiento de la calidad de la cartera, que no parece en absoluto desproporcionado dada la magnitud de la crisis. Nuevamente, la banca provincial y municipal constituye la excepción, al mostrar una evolución especialmente desfavorable. El cuadro revela asimismo el fuerte impacto de la crisis sobre las instituciones no bancarias. A pesar de los innegables avances en materia de regulación prudencial, el sistema financiero argentino continuaba mostrando antes de la crisis de 1995 un conjunto de debilidades103. El primer aspecto crítico se refiere al tamaño y a la profundidad del sistema. Como consecuencia de la larga historia previa de inestabilidad monetaria, el sistema financiero sufrió un proceso de raquitismo progresivo, tal como se evidencia de la evolución de los agregados monetarios en relación al tamaño de la economía. Es sintomático, por ejemplo, el escaso uso de cheques en las transacciones económicas. Aun 101 El estándar de capitalización de Basilea se ubica en alrededor del 8 por ciento. 102 Desde junio de 1994, las provisiones de cartera en el caso de préstamos sin garantía van desde un 5 por ciento de los préstamos a riesgo hasta un 100 por ciento de los préstamos catalogados como irrecuperables. Estas provisiones van desde 3 por ciento hasta 50 por ciento en el caso de préstamos con garantía. 103 Un detallado diagnóstico del sistema financiero argentino antes y después de la crisis puede verse en (1996). 76 Machinea cuando la monetización de la economía se incrementa sensiblemente después de 1991, todavía está hoy muy por debajo de los estándares de economías de similar nivel de desarrollo general. Una relación entre depósitos y PIB del orden de un 17 por ciento es extremadamente baja para una economía con tasas de ahorro cercanas al 20 por ciento del PIB. Ello es expresión también del bajo grado de intermediación financiera. El rápido proceso de remonetización desde 1991 ha estado acompañado de dos fenómenos que han aumentado la vulnerabilidad del sistema financiero. El primero se refiere a la creciente dolarización de los activos y pasivos de las instituciones financieras104, lo cual incrementa la exposición de los bancos al riesgo cambiario. La proporción de depósitos en dólares crece de 28 por ciento a fines de 1990 hasta 45 por ciento a fines de 1994. De alguna forma, la dolarización ha sido el precio de la remonetización en un contexto de Junta Monetaria con garantía de convertibilidad. La segunda secuela de la remonetización ha sido la vertiginosa expansión del crédito bancario, que ha venido creciendo a tasas anuales superiores al 30 por ciento desde el inicio del PC. Hay evidencias empíricas de que tales períodos de expansión de crédito suelen preceder a las crisis financieras105. El riesgo se incrementa cuando una parte considerable de estos créditos se otorga en dólares a empresas del sector no transable, las cuales son especialmente vulnerables en los procesos de ajuste deflacionario. La estructura de vencimientos de los depósitos continúa estando sesgada hacia el corto plazo106. Aun cuando los créditos tienen también plazos cortos, en la práctica su recolección no es posible en los plazos contractualmente pactados y menos en circunstancias de recesión económica. Un período de conmoción financiera puede desequilibrar fácilmente el necesario balance de vencimientos entre activos y pasivos. También los costos operativos de la industria bancaria continúan siendo excesivamente altos a juzgar por los altos diferenciales entre tasas pasivas y activas. Influyen en ello no sólo los altos estándares impuestos por la regulación prudencial (requerimientos de reservas, índices de capitalización, etc.), sino también la baja economía de escala que impone un número excesivo de instituciones para un mercado bancario tan reducido. Especialmente desfavorable es la estructura de costos en el segmento de los bancos pequeños y medianos. Por otra parte, los altos diferenciales de tasas afectan de manera especial a las empresas pequeñas/medianas, cuya salud financiera se ve amenazada por la carga de costos financieros reales. 2 Fases y manejo de la crisis financiera de 1995 La primera fase de la crisis se extiende desde la tercera semana de diciembre de 1994 hasta fin de febrero de 1995107. La devaluación mexicana del 21 de diciembre de 104 A diciembre de 1994, el 52 por ciento de los activos y el 54 por ciento de los pasivos de los bancos estaban denominados en dólares. 105 Ver Hausmann y Gavin (1995). 106 Cuarenta días y noventa días respectivamente para depósitos en pesos y en dólares. Ver Machinea (1996). 107 La descripción de las fases de la crisis financiera se apoya en los trabajos de Powell (1995) y Kiguel (1995). 77 La corrida de depósitos en pesos afecta principalmente al grupo de bancos denominados “mayoristas” (bancos de segundo piso), cuyos índices de solvencia empeoran debido a que poseían una alta proporción de títulos de deuda gubernamental en su cartera. Estos títulos, al igual que el resto de los títulos latinoamericanos, experimentan una fuerte caída de valor. Posteriormente se produce un efecto de contagio hacia bancos pequeños, principalmente bancos cooperativos. La respuesta inicial de las autoridades monetarias se centra en proveer de liquidez al sistema, utilizando al máximo las fuentes contempladas en la LC y en la carta orgánica del BCRA. Entre el 28 de diciembre de 1994 y el 12 de enero de 1995, los encajes legales son reducidos de 43 por ciento a 30 por ciento para los depósitos a la vista y de 3 a 1 por ciento para los depósitos a plazo109. Esta reducción de encajes representó una inyección de liquidez del orden de US$ 2.7 millardos en esta primera fase de la crisis (Ver Tabla VII1). Adicionalmente, a través de las operaciones de redescuento el BCRA presta asistencia de liquidez a las instituciones financieras por un monto de US$ 284 millones. Ambos conceptos cubren prácticamente la totalidad de la caída de depósitos durante ese período. El BCRA orquesta también una primera “red de seguridad” a través del mecanismo de redistribución de liquidez a través del Banco de la Nación, mediante el cual este banco estatal adquiriría cartera de crédito solvente de bancos con problemas de liquidez. Los fondos para estas operaciones (aproximadamente US$ 700 millones) son provistos mediante un incremento general del encaje legal de 2 por ciento. Tabla VII-1 Financiamiento de la crisis bancaria de 1995 Aportes Liquidez BCRA (Millones de US$) STOCKS al 20/12/94 Variaciones: Fase I: 20/12/94 al 28/2/95 Fase II: 1/3/95 al 31/3/95 Fase III: 1/4/95 al 14/5/95 Hasta el 14/5/95 Total Depósitos Crédito al sector privado Repos Redescuentos Baja de encajes Líneas de crédito externo 45.239 47.786 519 115 7.750 5.417 -3.189 -4.170 -1.144 -8.503 681 -1.408 310 -417 -150 436 15 301 284 836 508 1.628 2.700 870 -168 3.402 1.220 326 570 2.116 Fuente: BCRA y Powell (1955). 109 Adicionalmente, desde mediados de enero, los bancos son obligados a mantener sus cuentas corrientes con el Banco Central en dólares en lugar de pesos. 79 Adicionalmente, el sistema financiero logra obtener líneas de crédito del exterior por más de US$ 1.2 millardos. De esta forma, el shock de liquidez inicial puede ser manejado con considerable holgura. Prueba de ello es que se produce un nada despreciable incremento del crédito al sector privado, en un contexto donde lo esperable hubiera sido una contracción crediticia. La segunda fase de la crisis tiene lugar durante el mes de marzo, cuando la caída de depósitos –en pesos y en dólares– alcanza a más de US$ 4.1 millardos en ese solo mes. A fines de marzo, la disminución acumulada de depósitos –desde la tercera semana de diciembre– alcanza a 22 por ciento en pesos y 9 por ciento en dólares. Tanto en términos relativos como absolutos, la salida de depósitos en dólares es superior a la salida en pesos durante el mes de marzo. Ello es claro indicativo de que, en la percepción de los agentes económicos, al riesgo cambiario se le ha sumado el riesgo de una crisis bancaria sistémica. Pero también la percepción de riesgo cambiario en sí mismo aumenta significativamente. Prueba de ello es el aumento del diferencial de tasas activas en pesos y en dólares de 920 puntos básicos en la cuarta semana de febrero a 1.440 en la segunda semana de marzo. El disparador inmediato de esta segunda oleada de retiros lo constituye el corte de las líneas de crédito de los bancos internacionales a sus sucursales en Argentina en los últimos días de febrero, demostrando una pérdida de confianza del exterior en la sostenibilidad del esquema de convertibilidad. Un conjunto de factores contribuyen a este viraje de la percepción de riesgo. Influye, en primer lugar, la divulgación de “malas noticias” sobre la situación de los bancos que habían sido afectados por la primera oleada de retiros de depósitos. Se incrementa la preocupación sobre el impacto de la recesión en los ingresos fiscales y, consecuentemente, en la capacidad de atender las obligaciones externas del país. A esta preocupación se le añaden renovados rumores sobre planes oficiales de reprogramación de depósitos bancarios. Y, finalmente, el proceso electoral para la elección de nuevo gobierno entra en su fase crítica y con ello surgen dudas sobre la voluntad del gobierno, tanto del saliente como del entrante, de apegarse a la disciplina que exige la LC en un contexto de creciente recesión y desempleo. La respuesta operativa del BCRA para dotar de liquidez al sistema en esta segunda fase consiste en una nueva flexibilización de los encajes legales. Se les permite a los bancos computar hasta un 50 por ciento de sus reservas de efectivo en bóveda como parte de su encaje legal. Adicionalmente, se autorizan disminuciones selectivas de encaje a los bancos que adquieran carteras de crédito de instituciones en problema. Ahora bien, en vista de que estas medidas de reducción del encaje legal apenas liberan US$ 870 millones, mediante una reforma de su carta orgánica se le permite al BCRA ampliar temporalmente los montos y los plazos de la asistencia por concepto de redescuentos y de reportes110. En total, sin embargo, la provisión de liquidez por concepto de liberación de encajes, redescuentos y repos representa poco más de US$ 2.1 millardos, lo cual cubre apenas la mitad del drenaje total de depósitos del sistema durante el mes de marzo. Debido al agravamiento de la situación, la banca local enfrenta creciente dificultad para obtener líneas de crédito del exterior. Apenas US$ 326 millones de crédito externo se hace 110 Decreto N° 290 del 27 de febrero de 1995. Este decreto amplía también las facultades del BCRA para acometer la reestructuración de instituciones financieras con problemas. 80 A estas alturas de la crisis financiera, sin embargo, el margen de maniobra de las autoridades monetarias para contrarrestar nuevas salidas de capital sin generar una severa contracción monetaria parecía haber llegado al límite. Los requerimientos de encaje ya habían sido reducidos a la mitad para fin de marzo. Disminuciones adicionales del encaje legal hubieran atentado contra elementales normas prudenciales, lo cual hubiera agravado la desconfianza en el sistema bancario. Igualmente nocivo para la confianza hubiera sido continuar reduciendo la relación de convertibilidad, cuyo límite inferior estaba fijado por la LC en 80 por ciento. Y las líneas de crédito privado externo estaban ya prácticamente agotadas para gran parte de la banca local. En estas circunstancias, las autoridades estaban perentoriamente obligadas a instrumentar soluciones de fondo, más allá de los mecanismos de provisión de liquidez de las dos primeras fases de la crisis. Se puede afirmar sin exageración que el sistema financiero –y probablemente también la Junta Monetaria– se encontraba a fines de marzo a pocas semanas del colapso111. La estrategia en la tercera fase de la crisis, que abarca desde principios de abril hasta mediados de mayo de 1995, se centra en la adopción de medidas fiscales de emergencia y en la coordinación de un paquete de salvamento financiero por un monto cercano a los US$ 11.5 millardos112. Las medidas fiscales, a las que se hizo referencia en el apartado 5 de la sección V, estaban supuestas a generar cerca de US$ 4.5 millardos, incluyendo privatizaciones. Los organismos multilaterales (FMI, BM, BID y Eximbank) se comprometen a aportar fondos por hasta US$ 5 millardos113. Adicionalmente se anuncia una emisión de bonos –denominados “bonos patrióticos”– por US$ 2 millardos. Con el anuncio de este paquete fiscal y financiero comienza a producirse un cambio de percepción en los agentes económicos. La colocación de la emisión de “bonos patrióticos” en los mercados financieros resultó exitosa. Adicionalmente, los temores de los pequeños depositantes se apaciguan con la implementación a mediados de abril de un Fondo de Seguro de Depósitos114. El resultado del conjunto de medidas es la reversión del proceso de retiro de depósitos en pesos y la desaceleración paulatina de los retiros en dólares (Ver Figura VII-1). En concreto, desde fines de marzo hasta fines de abril los depósitos en pesos se incrementan en más de US$ 800 millones, mientras que los depósitos en dólares disminuyen en US$ 1.2 millardos. A partir de fines de abril, la salida de depósitos en dólares se detiene también. El drenaje de liquidez de esta tercera fase es enfrentado por el BCRA mediante el 111 Prueba de la perentoriedad de la situación es que el sistema bancario hubiera colapsado, de haber continuado durante abril el ritmo de retiros del mes de marzo. Aún suponiendo hipotéticamente que los bancos hubieran podido liquidar suficiente cartera de crédito para atender los retiros de los depositantes y que el BCRA hubiera mantenido la convertibilidad, una caída adicional de reservas de US$ 3 millardos hubiera implicado una contracción monetaria cercana al 30 por ciento en un solo mes. 112 Las medidas de emergencia fueron anunciadas el día 14 de marzo de 1995. 113 Este paquete de salvamento financiero se hace posible después de que el gobierno argentino logra un nuevo Acuerdo de Facilidad Ampliada con el FMI. 114 El Fondo de Seguro de Depósitos se alimenta con aportes de capital de las instituciones financieras que voluntariamente deseen participar en él. Los aportes se realizan en función del promedio mensual de depósitos, ajustado por un conjunto de indicadores de riesgo para cada institución. La cobertura alcanza hasta US$ 10.000 para depósitos a plazos menores a 90 días y hasta US$ 20.000 para depósitos con plazos superiores a 90 días. 82 uso de los redescuentos. La actuación de la autoridad monetaria puede mantenerse en niveles moderados, gracias a que la banca es capaz de movilizar líneas de crédito externo en un monto suficiente para compensar la restante pérdida de liquidez e incluso para expandir levemente el crédito al sector privado. La liquidez monetaria ampliada (M3) se mantiene estable durante abril-mayo. Si tomamos en su conjunto las cifras de la crisis desde fines de diciembre de 1994 hasta mediados de mayo de 1995 (Ver Tabla VII-2), observamos que el BCRA aportó liquidez equivalente a dos terceras partes del drenaje de depósitos. Una cuarta parte del drenaje fue cubierta con incrementos en las líneas de crédito externo y el restante 12 por ciento pudo ser manejado mediante reducción de crédito y otras operaciones. Las cifras demuestran el rol decisivo de instrumentos de provisión de liquidez por parte del Banco Central, así como del crédito externo, para sortear el período que medió entre el inicio de las corridas bancarias y la implementación de soluciones de fondo para restablecer la confianza de los depositantes. Una vez re-electo el gobierno a mediados de mayo, se inicia una vigorosa recuperación de los depósitos en dólares. En apenas cuatro meses (junio a septiembre) el sistema bancario recupera la totalidad de los retiros en dólares acaecidos durante los primeros cuatro meses del año115. No sucede lo mismo con los depósitos en pesos, cuyo volumen no logra recuperar el nivel previo a la crisis (Ver Figura VII-1). La reafirmación del esquema de convertibilidad con tipo de cambio fijo parece haber influido en la profundización del fenómeno de la dolarización del sistema bancario argentino. Concomitantemente con el proceso de regreso de capitales se produce el descenso de las tasas de interés y la reducción del diferencial entre las tasas de instrumentos en pesos e instrumentos en dólares, el cual desciende a niveles inferiores a los 200 puntos básicos desde julio de 1995, un nivel incluso inferior al existente antes de la crisis (Ver Tabla V-3). Tabla VII-2 Fuentes de liquidez 1995 (Millones de US dólares) US$ % Disminución de depósitos 8.503 100 Variación crédito privado Pérdida neta de recursos –417 8.086 5 Aportes de liquidez del BCRA 5.331 Líneas de crédito externo 2.116 63 25 Saldo por cubrir 639 7 3 Reestructuración del sistema bancario Adicionalmente a las acciones a nivel macroeconómico y al fortalecimiento de la regulación prudencial, el sistema bancario argentino ha estado sometido desde principios de los 90 a un proceso de reestructuración y de consolidación, que se intensificó durante y después de la crisis financiera de 1995. En lo referente a la banca pública, tanto federal como provincial, el proceso de reestructuración –previo y posterior a la crisis– ha sido más intenso. A nivel de la banca pública nacional, entre 1991 y 1994 se procedió a la privatización del Banco Nacional de Ahorro, la liquidación del Banco Nacional 115 La recuperación se concentra en los bancos percibidos como más sanos (banca extranjera y bancos grandes), mientras que el conjunto de instituciones menos solventes se ve obligado a continuar con su proceso de reestructuración. 83 de Desarrollo, el redimensionamiento del Banco Hipotecario de la Nación, y su transformación en un banco mayorista, y el redimensiona-miento del Banco de la Nación de Argentina. Entre 1991 y 1995, la plantilla laboral del sector de bancos públicos fue reducida en un 25 por ciento. La crisis de 1995 afectó de manera especial a los bancos provinciales, cuya situación era ya precaria antes de la crisis a juzgar por la alta proporción de cartera de crédito con problemas (Ver Tabla VII-3). Razones políticas, sin embargo, hicieron especialmente difícil el proceso de privatización y/o reestructuración de estas entidades. Hizo falta el embate de la crisis para que se desbloqueara el proceso, de tal forma que entre diciembre de 1994 y diciembre de 1995 el número de entidades se redujo de 27 a 16 (Ver Tabla VII-5). Mediante el Decreto N° 286 del 27 de febrero de 1995 se creó el Fondo Fiduciario de Fomento Provincial para ayudar a los gobiernos provinciales con la privatización de sus bancos. El fondo fue dotado de US$ 1.25 millardos, con aportes del Banco Mundial y del BID. Sin embargo, el hecho de que la participación de la banca pública se mantenga en la alta cota de 40 por ciento del total de depósitos es un indicativo de que el proceso de reestructuración y privatización, al que han estado sometidas otras áreas del sector público a partir de 1990, todavía no se ha extendido al área financiera. Indicadores de eficiencia operativa, de rentabilidad y de solvencia revelan serios problemas en el sector de la banca pública, con excepción de unos pocos bancos grandes nacionales116. En el sector de la banca privada se intensifica también el proceso de reestructuración durante 1995, el cual afecta principalmente a las entidades cooperativas y a las instituciones financieras no bancarias. De los 38 bancos cooperativos existentes a fines de 1994 quedaron apenas 6 a fines de 1995, y de las 37 instituciones no bancarias desaperecieron 8 durante el año. El mecanismo principal de reestructuración consistió en operaciones de fusión o absorción. Apenas 4 bancos, representando el 0.6 por ciento de los activos del sistema, fueron cerrados, aun cuando el proceso de reestructuración abarcó un grupo de instituciones con un porcentaje de mercado del orden del 15 por ciento de los activos del sistema. En marzo de 1995 se conformó el Fondo Fiduciario de Capitalización Bancaria con el aporte de los US$ 2 millardos generados por la colocación de los “bonos patrióticos” y el aporte de US$ 500 millones del Banco Mundial. La finalidad del fondo era facilitar el fortalecimiento patrimonial de bancos privados con problemas transitorios de cartera, quedando explícitamente excluida la asistencia a instituciones insolventes. 4 Evaluación y lecciones de la crisis En toda crisis financiera suelen estar presentes factores microeconómicos y causas macroeconómicas. En el caso argentino, sin negar el efecto de las debilidades y de la inconclusa reestructuración del sistema financiero a la que hacíamos referencia más arriba, puede afirmarse que la crisis tuvo predominantemente raíces macroeconómicas117. El hecho de que el shock externo derivado del “efecto Tequila” impactara con más fuerza en Argentina que en otros países latinoamericanos, 116 Ver Fanelli, Rozenwurcel, Simpson y Damill (1996) para un análisis detallado de los indicadores bancarios en el caso argentino. 117 Ver Machinea (1995). 84 tiene su explicación, en primer lugar, en la excesiva dependencia de influjos de capital para financiar un crecimiento económico previo, que pudiera calificarse como “menos prudente” que el de otros países latinoamericanos. En segundo lugar, debe mencionarse la mayor vulnerabilidad del sistema financiero argentino a causa del esquema de Junta Monetaria y de la ausencia de un prestamista de última instancia. No hay duda de que la economía argentina y en especial su sistema financiero sufrieron un severo impacto negativo como consecuencia del “efecto Tequila” de la crisis mejicana. Una regla monetaria rígida junto con un tipo de cambio fijo abren las puertas de par en par a la transmisión interna de shocks externos. Desde este punto de vista, la existencia de tales reglas hace más sensible la economía de un país a los avatares externos. La cuestión crucial, sin embargo, es si el balance final de costos y beneficios hubiera sido más favorable en el caso de un esquema más flexible, que hubiera amortiguado el choque externo. El balance de costos de la crisis es llamativamente satisfactorio, tanto en términos de instituciones fallidas, de depósitos no reintegrados118 o de erogaciones fiscales. El costo en términos de emisión de dinero o de inestabilidad cambiaria ha sido nulo, ya que la crisis pudo ser gerenciada dentro de los límites establecidos por la LC. En cuanto a la duración de la crisis, surge la duda de si una menor intervención del BCRA para contrarrestar el drenaje de liquidez, hubiera acortado el proceso. Hubiera cabido la posibilidad de permitir una mayor contracción monetaria inicial, al estilo de la actuación procíclica de la Junta Monetaria de Hong Kong durante el “efecto Tequila” a inicios de 1995119, con lo cual el proceso de crisis y su final se hubieran acelerado. No obstante, a la vista del costo recesivo experimentado por la economía argentina en 1995 y teniendo en cuenta que el proceso se estabilizó en apenas seis meses, no parece que un agravamiento del efecto monetario del shock hubiera sido conveniente ni necesario. No debe olvidarse tampoco que la incertidumbre política de unas elecciones presidenciales en ciernes contribuyó a retardar la reversión de las expectativas. Algunos argumentan que, en vista del récord inflacionario de las autoridades argentinas antes de 1991, no había sencillamente margen para tal flexibilidad. Cualquier titubeo de las autoridades en materia cambiaria o monetaria hubiera conducido a un ataque especulativo de impredecibles consecuencias. Con el beneficio de la retrospectiva, la opinión general posterior se ha reafirmado en los beneficios de la regla rígida. Más allá de esta ausencia fáctica de margen de maniobra, es también dudoso que, sin las restricciones de la LC, las autoridades hubieran podido resistir las presiones para emprender operaciones de salvamento de instituciones financieras con el argumento de proteger a los depositantes. Es bien conocido el efecto perverso que tal promesa –explícita o implícita– de salvamento ejerce sobre la disciplina de los bancos y de los depositantes en contextos de crisis. Tanto los accionistas de los bancos como sus depositantes tienen en ese caso todos los incentivos para incurrir en acciones cada vez más riesgosas, lo que se denomina en la literatura el problema del “moral hazard”120. 118 Hasta el primer trimestre de 1996, las quiebras bancarias afectaron apenas 1.4 por ciento de los depósitos. Se estima que las pérdidas para los depositantes pudieran llegar finalmente a US$ 240 millones (0.5 por ciento de la masa total de depósitos). 119 Ver Williamson (1995). 120 Véase Díaz-Alejandro (1985). 85 Otro aspecto positivo es el hecho de que las limitaciones que la LC impone al Banco Central para actuar como prestamista de última instancia condicionaron la respuesta de los agentes financieros frente a la crisis. El mercado actuó como estímulo disciplinador y obligó al sistema financiero a sustituir el prestamista de última instancia con mecanismos de protección más sanos, como fueron los procesos de reestructuración, la intensificación de las relaciones financieras externas y la adopción voluntaria de estándares prudenciales excepcionalmente altos. Los depositantes, por su lado, tuvieron que discriminar entre instituciones sanas e insolventes. La evidencia empírica muestra que el mercado funcionó eficientemente en este proceso de discriminación121. En efecto, especialmente afectados por el retiro de depósitos fueron los institutos con reales debilidades en su cartera, como exceso de tenencia de papeles públicos, alta concentración de depósitos, tasas de interés más altas, exceso de ingresos por operaciones extraordinarias, etc.122. Dentro de los factores que ayudaron a la superación exitosa de la crisis jugó un papel decisivo la provisión de liquidez por parte del BCRA. La modalidad “sui generis” de la Junta Monetaria argentina le ha preservado al Banco Central una generosa disponibilidad de instrumentos para regular la liquidez. Defensores del esquema de Juntas Monetarias alegan que es precisamente la credibilidad del esquema la que permite utilizar al máximo estos márgenes de maniobra, sin desatar una crisis de confianza. El margen de maniobra, sin embargo, quedó prácticamente agotado con la segunda oleada de corridas bancarias durante el mes de marzo. Fue en ese momento cuando las autoridades monetarias tuvieron que abocarse a soluciones de mayor envergadura, como fueron el ajuste fiscal y el Acuerdo de Facilidad Ampliada con el FMI, las cuales eran prerequisitos para construir una “red de seguridad” suficientemente amplia como para sustituir la ausencia del prestamista de última instancia. El caso argentino demuestra que la ausencia del prestamista de última instancia sigue siendo un problema que debe ser resuelto. La autoridad monetaria no disponía de suficientes mecanismos institucionales para enfrentar la crisis cuando ésta se extendió más allá de las primeras semanas. Prueba de ello fueron las modificaciones por decreto que debieron hacerse a la carta orgánica del BCRA para ampliarle las facultades de asistencia a los bancos, así como la creación del seguro de depósitos en marzo. Con todo y esas modificaciones, la situación a fines de marzo era de inminente colapso general de no detenerse el retiro de depósitos en el transcurso de las siguientes semanas. Algunas proposiciones apuntan hacia la “internacionalización” del sistema bancario local como una posible respuesta a la falta de prestamista de última instancia, pero no debe olvidarse que fue precisamente la suspensión del crédito por parte de los bancos extranjeros 121 No obstante reconocer que la selección realizada por el mercado fue fundamentalmente correcta durante la crisis, Machinea (1995) sugiere cautela a la hora de generalizar esta eficiencia del mercado a situaciones de normalidad. De haber funcionado eficientemente el mercado y teniendo en cuenta que los bancos más afectados fueron los pequeños, se tendría que haber producido un proceso de concentración de la industria bancaria durante los años previos a la crisis, cosa que no sucedió. Por otra parte, el efecto contagio en las crisis bancarias puede tornar a bancos bien manejados con meros problemas de liquidez en bancos con problemas de solvencia, razón por la cual no puede afirmarse que “el mercado tenía la razón” al llevar a la quiebra a esas instituciones. 122 Estas debilidades caracterizaban la situación de cartera del grupo de bancos afectados, en especial, bancos mayoristas y cooperativos. Ver Powell (1995). 86 a sus filiales argentinas la que disparó la corrida bancaria de marzo de 1995123. La experiencia histórica de las Juntas Monetarias evidencia que estos sistemas –cuando han sobrevivido– siempre han contado con un amplio respaldo financiero internacional, el cual ha hecho las veces del prestamista de última instancia. Quizás la vida de la Junta Monetaria argentina era todavía muy corta en 1995 y no había sido aún sometida a prueba, como para gozar de este respaldo internacional, pero no hay duda de que, de cara al futuro, algún tipo de red de seguridad financiera internacional es necesaria. Una duda que surge inmediatamente frente a tales proposiciones es la referente a los incentivos perversos, que los esquemas de protección suelen generar. Sería también factible pensar en soluciones fiscales como alternativa a la intervención de la autoridad monetaria. Si lo que se pretende es evitar la emisión monetaria que conllevaría la asistencia financiera del Banco Central, pudiera establecerse una regla de generación automática de superávit fiscales para respaldar los auxilios prestados al sistema financiero. Estas soluciones directamente fiscales tienen, sin embargo, el problema de la legitimidad de la “socialización” de las pérdidas de los agentes financieros privados. Los recursos fiscales destinados al salvamento financiero constituyen un costo para toda la sociedad, al igual que los recursos provenientes de una red de seguridad internacional deben ser pagados por las generaciones venideras a través del servicio de la deuda. Incluso si los fondos para la construcción de la red de seguridad son parcialmente aportados por las propias instituciones financieras, ello implica costos actuales para los agentes económicos en forma de mayores diferenciales entre tasas pasivas y activas. Es cierto que estos inconvenientes están igualmente presentes en el caso del tradicional prestamista de última instancia, pero la ausencia de este prestamista hace más probable la aparición del pánico financiero en un tiempo más corto. Si por razones de precariedad de la confianza en las autoridades la Junta Monetaria resulta ser la mejor solución, es fundamental compensar esa mayor vulnerabilidad con un reforzamiento de la credibilidad del sistema, en adición a posibles redes parciales de seguridad. Tal reforzamiento debe acometerse a dos niveles. A nivel macroeconómico, la cuestión fiscal y las cuentas externas deben ser manejadas con criterios más estrictos de prudencia. Se hace sumamente cuesta arriba manejar una crisis financiera con una situación fiscal precaria. Junto con la holgura fiscal, se necesita disponer de un amplio colchón de reservas internacionales en exceso de los pasivos monetarios. Ello implica limitar la aparición de déficit en cuenta corriente, y por ende limitar la expansión de la demanda agregada, a niveles que sean compatibles con este imperativo de prudencia124. En ambos aspectos, la economía argentina mostraba serias debilidades a fines de 1994. A nivel microeconómico, la solvencia y eficiencia del sistema financiero debe ser fortalecida. A pesar de los avances desde 1991 y de la reestructuración acaecida durante 1995, una parte importante del sistema financiero argentino ha quedado seriamente debilitado después de la crisis, tal como lo 123 Siendo realistas, no se puede dar tampoco por sentado que la banca extranjera esté interesada en ampliar su presencia en el mercado financiero local. De hecho, tal como se evidencia en la Tabla VII-5, la participación de la banca extranjera se ha mantenido estable desde 1991. 124 Este imperativo de prudencia implica, entre otras cosas, límites al proceso de inversión basado en el uso del ahorro externo. 87 evidencian los indicadores de rentabilidad y de salud de cartera125. Las regulaciones prudenciales necesitan ser definidas con estándares aún más exigentes que los existentes en la precrisis y la industria bancaria tiene que someterse a un profundo proceso de reestructuración. Todas estas medidas implicarán un costo para la clientela bancaria, pero ésta parece ser la más equitativa de todas las soluciones. Tabla VII-3 Cartera irregular 1991-1995 (1) Junio 1991 Dic. 1994 Abril 1995 Total Sistema Financiero 37.0 16.1 18.5 Bancos públicos nacionales Bancos provinciales & munic. Bancos privados (Buenos Aires) Bancos extranjeros Instituciones no bancarias 53.7 39.9 6.8 5.7 7.0 21.9 37.6 6.3 6.8 8.4 22.2 44.2 8.2 7.2 14.7 Fuente: BCRA (1) Porcentajes de la cartera de crédito. Tabla VII-4 Variación acumulada de depósitos y M3 (1995) Depósitos (1) Pesos Dólares Total Enero 95 (3) Febrero 95 Marzo 95 Abril 95 Mayo 95 Junio 95 Julio 95 Agosto 95 Septiembre 95 Octubre 95 Noviembre 95 Diciembre 95 -9% -13% -22% -18% -16% -15% -14% -13% -15% -14% -13% -11% 2% 0% -9% -15% -13% -11% -9% -5% -3% 1% 4% 3% M3 (2) -3% -6% -15% -16% -15% -13% -11% -9% -9% -7% -5% -4% -4% -6% -14% -14% -14% -12% -9% -8% -8% -7% -5% -1% Fuente: BCRA, Boletín Monetario y Financiero. (1) Incluye Cuentas Corrientes, cajas de ahorro y depósitos a plazo. (2) Depósitos totales más Circulante (monedas y billetes en manos del público). (3) Variación entre la cuarta semana de enero y la tercera semana de diciembre del 94. Para el resto de los meses: variación entre la cuarta semana del mes y la cuarta semana del mes anterior. 125 Ver indicadores en Fanelli, Rozenwurcel, Simpson y Damill (1996) y en Machinea (1996). 88 Tabla VII-5 Sistema financiero Entidades y estructura de depósitos (1991-1995) Dic. 1991 Dic. 1994 Entidades Entidades % Depós. Bancos Publicos Federales Provinciales y Municip. Bancos Privados Nacionales Extranjeros Cooperativos Total Bancos Inst. no bancarias Total Sistema 35 6 29 132 57 31 44 167 47 214 33 6 27 135 66 31 38 168 37 205 Dic. 1995 Entidades % Depós. 39% 15% 24% 60% 33% 17% 10% 99% 1% 100% 22 6 16 105 68 31 6 127 29 156 40% 15% 25% 60% 36% 19% 5% 99% 1% 100% Fuente: Ministerio de Economía, Secretaría de Programación Económica. Tabla VII-6 Reservas internacionales y relación de convertibilidad (1995) Diciembre 94 Enero 95 Febrero 95 Marzo 95 Abril 95 Mayo 95 Junio 95 Julio 95 Agosto 95 Septiembre 95 Octubre 95 Noviembre 95 Diciembre 95 Pasivos Financieros (1) Reservas Internac. Líquidas(2) Relación de Convertibilidad(3) 16,683 14,642 14,107 11,680 13,526 13,161 13,364 14,390 13,619 14,745 14,336 13,843 17,129 16,219 13,776 13,296 10,265 11,583 11,318 11,478 12,804 11,483 12,598 12,276 12,095 15,559 97% 94% 94% 88% 86% 86% 86% 89% 84% 85% 86% 87% 91% Fuente: BCRA, Boletín Monetario y Financiero. (1) Circulación monetaria más cuenta corriente en Banco Central, neta de pases activos. (2) Oro, divisas, depósitos a plazo y otros. (3) Relación entre Reservas Líquidas del BCRA y pasivos financieros. 89 Conclusiones El presente papel de trabajo ha tenido como objeto observar el desempeño de la Junta Monetaria argentina desde 1991 hasta 1995. La motivación detrás del estudio ha sido el renovado interés teórico alrededor de la discusión sobre flexibilidad y rigidez cambiaria en el marco de procesos de estabilización. Al contrario de la recomendación usual de limitar el uso de un tipo de cambio fijo al lapso de tiempo estrictamente necesario para revertir las expectativas inflacionarias y darle paso luego a la flexibilidad cambiaria, la estrategia de estabilización de las autoridades argentinas ha optado por un esquema del tipo Junta Monetaria, que se cataloga como un “compromiso fuerte” en pro de la estabilidad del tipo de cambio y que deja muy poco margen para flexibilizaciones ulteriores. En última instancia, la elección de un régimen cambiario implica tomar una decisión ante el trueque entre flexibilidad y credibilidad. Dada su historia previa de hiperinflación, Argentina no tuvo otra salida que optar por la credibilidad. El balance entre costos y beneficios de una Junta Monetaria no es, en absoluto, concluyente. La cuestión clave en la determinación de los beneficios es saber si ese arreglo monetario induce a una mayor disciplina macroeconómica por parte de las autoridades. Aun cuando la historia demuestra que no hay compromiso político que no pueda ser renegado, no hay duda de que el alto costo político de incumplir con una regla, máxime si ésta tiene rango legal-constitucional, permite esperar que la disciplina será mantenida hasta tanto no sobrevenga una grave emergencia social o económica. En lo referente a los procesos de ajuste, los costos dependerán, en el corto plazo, del grado de flexibilidad de los precios y salarios domésticos para responder a las perturbaciones externas mediante variaciones de precios relativos entre los sectores transables y no transables, así como de la flexibilidad de la política fiscal para coadyuvar al ajuste. A mediano plazo, el costo del ajuste dependerá de las ganancias de eficiencia en los sectores transables. Otro aspecto crítico de las Juntas Monetarias se refiere a la ausencia del prestamista de última instancia y a la consecuente mayor vulnerabilidad del sistema financiero. Argentina es un caso de estudio interesante, ya que es el único país independiente, de tamaño grande y con economía de mercado medianamente abierta que aplica en tiempos modernos un esquema parecido a una Junta Monetaria. Más interesante todavía resulta el caso argentino por haber sufrido un fuerte shock externo adverso en la segunda mitad de 1994 y una severa crisis financiera en 1995. Visto en retrospectiva, el desempeño de la economía argentina antes y después de la crisis ha sido satisfactorio. La caída de la inflación fue más rápida que en similares procesos de estabilización. Por efecto de la alta credibilidad del programa, la actividad económica tuvo una expansión vigorosa en un contexto financiero favorable caracterizado por entrada de capitales, expansión del crédito bancario y bajas tasas de interés. La cuenta corriente de la balanza de pagos tuvo importantes saldos deficitarios durante el primer trienio del Plan de Convertibilidad, lo cual era esperable en el contexto de influjo de capital y de crecimiento económico. Respecto a la apreciación real del tipo de cambio la cuestión crucial se refiere al grado de responsabilidad de la fijación nominal del tipo de cambio en esa apreciación. Los datos demuestran que el grueso de la apreciación real tuvo lugar en 1990, antes de la puesta en vigencia de la Ley de Convertibilidad. La apreciación inercial posterior fue relativamente moderada en 91 comparación con otras experiencias de estabilización, debido a la mayor credibilidad del compromiso de las autoridades con la estabilidad de precios. Adicionalmente, la apertura comercial y el conjunto de reformas estructurales promovieron avances de productividad, que compensaron posteriormente esa apreciación inercial. Llamativamente exitosa fue la respuesta de los flujos comerciales frente a la interrupción y posterior reversión de los flujos de capital externos a partir del segundo semestre de 1994. La tendencia a la apreciación cambiaria real se revierte en ese año, demostrando que los precios domésticos en el sector no transable habían adquirido una considerable flexibilidad. Ayudado por las ganancias de eficiencia del trienio anterior, el sector transable respondió efectivamente al estímulo de la depreciación real, observándose un vigoroso crecimiento de las exportaciones en 1994 y 1995. En cuanto a la crisis financiera de 1995, aun cuando la existencia de la Junta Monetaria convirtió a la Argentina en un blanco más vulnerable a los coletazos del “efecto Tequila”, el desenlace de la crisis fue más benigno que el esperable en otros casos latinoamericanos con prestamista de última instancia. Vista en retrospectiva, la crisis fue manejada adecuadamente y a un costo relativamente bajo. Los factores decisivos del éxito fueron, en primer lugar, los esfuerzos previos de mejora del sistema de supervisión y de regulación prudencial y, en segundo lugar, el uso pleno por parte de la autoridad monetaria de los márgenes de maniobra que el peculiar esquema argentino de Junta Monetaria contempla, sin retornar a la figura del prestamista de última instancia. No fue necesaria la emisión de dinero primario, el costo fiscal fue insignificante y el porcentaje de instituciones fallidas fue realmente bajo. Sin embargo, la crisis de 1995 también dejó en 92 evidencia los riesgos de un derrumbe sistémico en el caso de no poder contar con una cierta red de seguridad financiera internacional. Quedó igualmente claro que los estándares de solvencia y liquidez del sistema financiero deben ser extraordinariamente elevados. Menos favorable es el panorama del desempleo, que se ha triplicado desde 1994, dejando en evidencia que la flexibilización del mercado laboral sigue siendo la principal agenda pendiente del Plan de Convertibilidad. Esta flexibilización continúa enfrentándose con los usuales frenos políticos e institucionales, pero no cabe duda de que la sostenibilidad de la Junta Monetaria estará en peligro hasta tanto no se reduzca esa masa de desempleo, al menos a los niveles de la época preconvertibilidad. No se corresponde con la realidad, sin embargo, atribuir exclusivamente el auge del desempleo a la rigidez del esquema monetario-cambiario. El aparato productivo argentino hubiera tenido que emprender el mismo esfuerzo de reestructuración bajo cualquier otro esquema. Por otra parte, aun cuando es cierto que una Junta Monetaria no permite “comprar” empleo a cambio de inflación (o devaluación), la teoría económica coincide en que ese trueque no existe en el largo plazo. Más aún, en países que, como Argentina, han perdido la “ilusión” monetaria y cambiaria, el trueque entre inflación y empleo ni siquiera existe en el corto plazo. Vista en retrospectiva, la crisis fue manejada adecuadamente y a un costo relativamente bajo. Los factores decisivos del éxito fueron, en primer lugar, los esfuerzos previos de mejora del sistema de supervisión y de regulación prudencial y, en segundo lugar, el uso pleno por parte de la autoridad monetaria de los márgenes de maniobra que el peculiar esquema argentino de Junta Monetaria contempla, sin retornar a la figura del prestamista de última instancia. Bibliografía Baldwin, Richard Hysteresis in import prices: the beachhead effect, American Economic Review,78, 1988. Beccaria, Luis The impact of structural adjustment on income distribution in Argentina, Argentina Conference Papers, ILAS, London, 1996. Bennett, Adam Currency boards: issues and experiences, IMF, ppaa/94/18, 1994. 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