1 EXPERIENCIA ESPIRITUAL EL CAMINO RECORRIDO Como nuestros zapatos, también nosotros hemos recorrido ya muchos kilómetros. Tenemos una historia, un pasado, un mundo de valores, unos sueños. No estamos aquí por casualidad, no estás aquí porque se te haya ocurrido de repente... Al recomenzar la experiencia puede ser bueno que te pares a recordar (a pasar nuevamente por el corazón) lo que ha pintado Dios en tu vida hasta ahora, sobre todo en tu opción por Cristo. No se trata de que te quedes en el nivel de las ideas (lo que sabes sobre Dios, lo que piensas, lo que te convence, lo que te cuestiona, lo que dudas, etc.). Es algo más sencillo y también más profundo. Aquí van unas sugerencias por si te sirven de algo... 1. ¿Has sentido de alguna manera la iniciativa de Dios? ¿Cómo? 2. En todo este tiempo... ¿qué medios has puesto para cuidar tu relación con Él? 3. En este momento concreto de tu vida, ¿quién es Dios para ti? 4. ¿Dónde te resulta más fácil encontrar a Dios? ¿Dónde te cuesta más? (Oración, naturaleza, comunidad, trabajo, familia, amigos, pobres...). ¿Por qué? ********************************************************* ALGUNAS CLAVES DE LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL Miles de creyentes nos han precedido en esta aventura. Su historia ilumina la nuestra y nos ayuda a extraer algunas claves de la 2 relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. En este momento podemos fijarnos en la etapa inicial de la vocación de Moisés. Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yahveh se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés: “Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza". Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: “¡Moisés, Moisés!”. Él respondió: “Aquí estoy”. Yahveh le dijo: “No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada”. Y añadió: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro porque temía ver a Dios. Éx 3,1-6 1. Reconocer y aceptar tu propia historia El empeño de la Escritura en subrayar datos muy concretos nos pone de manifiesto que el encuentro con Dios tiene lugar en la realidad del ser humano, sea la que sea. Así como Moisés tenía su propio nombre, era pastor y pertenecía a un pueblo, tú llegas Al grupo con tu propia historia, con “tus zapatos”, y es necesario que te aceptes tal como eres. Es a ti, con tu nombre y tu historia, a quien Dios está llamando hoy. Recorre brevemente tu historia personal. Reconoce en ella el paso de Dios. 3 Mira si hay heridas que necesiten ser sanadas. Agradece que Dios te quiera y te llame tal como eres, sin esperar a que cambies. Otros textos: Ps 138; Jer 1,4-10 2. Estar siempre en camino Dios, que nos invita constantemente a “salir”, nos encuentra en el camino. Claro que caminar significa esfuerzo, incertidumbre, cansancio, tentación de pararse y abandonar... A Moisés le vemos pastoreando un rebaño hasta el Horeb, pero no llega al monte para quedarse allí sino que tendrá que regresar. Tú acabas de “salir” de muchas cosas; de nada serviría si empiezas a instalarte en otras. El encuentro con Dios tiene lugar a la intemperie. Haz un pequeño recuento de aquellas cosas que te ha costado dejar para llegar aquí y revive los sentimientos que te produjo “salir” de ellas. Pide la gracia de estar ágil y disponible para andar los caminos que Dios te vaya trazando este año. Otros textos: Gén 11,1-4; Lc 1,39-45 3. Abrirte al asombro Vamos a veces por la vida como personas que ya lo han visto todo. Algo parecido suele ocurrirnos en la vida de fe, sobre todo si somos cristianos desde pequeños; nos aburre, nos cansa, nos suena todo demasiado conocido. La rutina va empañando nuestra capacidad de ver la acción de Dios y de asombrarnos ante ella. Moisés, por el contrario, es un hombre “curioso” que cuando intuye algo diferente no se conforma con elucubrar sobre el caso sino que se toma la molestia de aproximarse para mirarlo de cerca. La relación con Dios no es virtual. Tal vez necesites activar tu capacidad de sorpresa ante lo desconocido y tu determinación de vivirlo desde dentro. 4 Recuerda la ilusión de la noche de reyes cuando eras pequeño; la emoción ante lo desconocido casi no te dejaba dormir... y por la mañana saltabas de la cama para ver los regalos. Ponte interiormente en esa actitud de admiración propia de los sencillos y pide el don de saber descubrir a Dios desde el interior de las cosas. Otros textos: Lc 10,21-22; Lc 19,1-10 4. Acoger la iniciativa de Dios Acostumbrados como estamos a llevar las riendas de nuestra propia vida, nos cuesta un poco reconocer que en la vida espiritual no podemos controlarlo todo. Si has tomado la decisión de seguir a Jesús es porque Él te llamó primero y, más allá de tus fuerzas, te sostiene. En algún momento (o en muchos) de tu vida, el Señor te ha llamado con fuerza; haz memoria agradecida... y renueva tu deseo de abandonarte a Él. Otros textos: Jn 1,39-45; Mt 14,22-33 5. Responder “con grande ánimo y liberalidad” Precisamente porque Dios no nos quiere autómatas, cuenta con la respuesta de nuestra libertad. A veces nos gustaría que todo fuese más evidente y quisiéramos que Dios nos diera las cosas más hechas. Y hasta nos desespera que Él no haga nada en nosotros sin nosotros. Con Moisés, con Samuel, con María, con Ignacio, con M: Carmen... vuelve a decir cada mañana: ¡aquí estoy, Señor! 5 Ante la llamada del Señor caben respuestas diferentes; recuerda qué sentimientos se despiertan en ti cuando aceptas su invitación y cuando prefieres seguir a lo tuyo. Porque también la respuesta es gracia, pide con fuerza “ser puesto” en el seguimiento con un corazón generoso. Otros textos: 1Sam 3,1-18; Lc 1,26-38 6. Descalzarte Dice muy bellamente Madeleine Delbrêl: Nuestra primera tarea cuando llegamos a un lugar ha de ser descalzarnos. Si no lo hacemos así corremos el riesgo de pisar los sueños de la gente y, lo que es aún más grave, olvidaremos que Dios estaba ahí mucho antes de nuestra llegada. Traes contigo todo lo que eres (“tus zapatos”) y es en tu realidad personal donde Dios te busca. Pero estás llegando a una tierra sagrada donde otras gentes tienen sus propios sueños, una tierra amorosamente bendecida porque la habitan los predilectos de Dios: los pequeños, los que sufren, los pobres. Con inmenso respeto, empieza a descalzarte de todo aquello (prejuicios, afán de protagonismo, deseos de arreglarlo todo, activismo, aires de superioridad, respuestas fáciles, perfeccionismo, impaciencia... y ese largo etcétera que cada uno podemos añadir) que pueda arrasar estos lugares santos a los que eres invitado. Dios te espera en lo pequeño. Descálzate para no pisotear su obra. Echa un vistazo al equipaje que has traído, a todo lo que constituye tu persona (valores, forma de enfocar la vida...). Agradécelo porque es un regalo. Ofrécelo todo, ábrete al deseo de vivir desde el servicio sencillo, sin invadir... 6 Otros textos: Ps 130; Mt 10,1-10 7. Escuchar a Dios en la vida La realidad concreta que vas a vivir será el espacio donde Dios vaya hablándote y te diga “quién es”. Si vives con Él en clave de amistad, si dejas que tome la iniciativa en tu vida y respondes activamente, si te abres con asombro a su palabra, si te descalzas para no avasallar su obra... quizá te sorprenda lo que te cuente de Sí mismo. No le busques en las nubes porque se ha empeñado en vivir nuestra historia y es ahí donde te manifestará la hondura tierna de su corazón. Al comenzar el camino tienes una imagen de Dios. Vuelve a tomar conciencia de quién es hoy para ti. Dale gracias por todo lo que te ha ido comunicando. Deja que te llene el deseo de buscar a Dios en la vida, en el trabajo, en la comunidad... Otros textos: Mt 13,53-56; Mc 10,41-45 8. Comprometerte La presencia de Dios es cercanía e intimidad, es cariño y calor, pero también sobrecoge. Él, tan grande, te ha elegido a ti, tan pequeño. Te necesita y te busca para construir el Reino. No puede estar contento sin ti. Ante la manifestación de Dios Moisés se cubrió el rostro. Tú, déjale ser como es y, simplemente, síguele. Jesús te ha salido al encuentro y tú no te has quedado indiferente; dale gracias porque suscita en ti el deseo de seguirle. Pídele que este deseo vaya haciéndose cada día más concreto y te lleve a un compromiso real con el Reino. Otros textos: Mc 8,34-36; Jn 20,11-18