El Arte de Escuchar a tus Hijos

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El Arte de Escuchar a tus
Hijos
1. ¿Por qué escuchar es importante?
Escuchar a nuestros hijos es una parte
esencial de la comunicación con ellos,
quizá más importante todavía que hablar,
sobre todo cuando tienen problemas. Y
cuando entran en la adolescencia, tener
adultos que los escuchen y los entiendan
se hace cada vez más importante.
TODOS queremos que nos escuchen.
Cuando mi interlocutor me escucha,
significa que quiere entenderme y cree que
lo que estoy diciendo tiene importancia.
Lo mismo les ocurre a nuestros hijos:
quieren que los entendamos, que los
valoremos, que los respetemos y los
amemos. Pero, ¿cómo podemos hacerles
ver que los estamos escuchando
activamente, no solo que los “oímos”, sino
también que los “entendemos”?
Con este ejemplo lo entenderás a la
perfección:
Tu hija llega a casa y dice: “Odio a fulanita.
No me deja jugar con ella ni me deja sus
juguetes”.
Después de
contestarías?
escuchar
esto,
¿qué
le
*********
De manera resumida, la escucha activa es:
Algunas madres dirán: “¡Pues juega con tus
otras amigas!”
*Escucha sincera, atenta y abierta
¿Qué ha pasado aquí? Que la mamá ha
ignorado los sentimientos de su hija. Es
como si le estuviera diciendo: “No tienes
ningún problema. Yo sé lo que tienes que
hacer.”
(pongo los cinco sentidos en lo que dice el
otro, estoy presente para él)
*Refleja
el contenido de lo que dice el
hablante
Y, sobre todo,
*Refleja el sentimiento del hablante
¿Cómo crees que se sentirá la hija?
¿Crees que esto es escuchar activamente,
o sea, de verdad?
Sin embargo, la conversación podría ser
algo parecido a esto:
Hija: “Odio a fulanita. No me deja jugar con
ella ni me deja sus juguetes”.
Mamá: “Estás enfadada con fulanita (refleja
el sentimiento-enfadada) porque no quiere
que juegues con ella (refleja el contenido,
lo que ha dicho la niña)”.
Esta respuesta demuestra que la mamá
está practicando Escucha Activa. Con esta
respuesta animas al niño a que te cuente
más.
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Hija: “Sí. Ayer me dejó jugar con ella, pero
hoy no he llevado mis juguetes”.
A su vez, esto te permite seguir explorando
los sentimientos y pensamientos de tu hija.
Madre: “Así que fulanita quiere que lleves
algo para que juguéis las dos”.
Hija: “Creo que sí”.
Este es un método mucho más eficaz para
llegar a la raíz del problema.
2. Piedrecillas (o pedruscos) en el
camino hacia el éxito
Estos son algunos de los problemas con
los que puedes encontrarte cuando
empieces a practicar la escucha activa con
tu hijo. Son errores que seguramente vas a
cometer en algún momento, pues escuchar
de verdad no es tarea fácil. Ten paciencia,
sé amable con tus errores, estás en un
camino de aprendizaje, pero te aseguro
que tienes el éxito al alcance de tu mano.
1. Usar la escucha activa para influir en
el niño para que haga lo que a ti te
parece correcto.
Por ejemplo:
Hijo: ¿Por qué no dejan fumar marihuana?
No es tan mala como el tabaco o el alcohol.
Deberían legalizarla.
Tú: Crees que deberían cambiar la ley para
que cada vez haya más chavales que se
metan en líos. (Te das cuenta de que estás
emitiendo un juicio de valor que esperas
que tu hijo “compre”, ¿verdad?)
2. Abrir una puerta para luego cerrarla,
cuando no te gusta lo que oyes.
Por ejemplo:
Tú: Eso no está bien. Pelearse no es la
manera adecuada de resolver conflictos.
¿Por qué no le dices que quieres hacer las
paces?
Hijo: ¡Ni hablar! (No me extraña que tu hijo
se haya enfadado. Te molesta su reacción
violenta y le ofreces tu solución. Pero, ¿has
hecho algo con su tristeza/rabia o lo que
sea?).
3. La madre “lorito de repetición”
No puedes limitarte a repetir las palabras
que ha dicho tu hijo, sino que te toca
recoger
el
sentimiento
que
está
expresando.
Por ejemplo:
Hijo: Antes me iba bien en el cole, pero
ahora me va muy mal. No me sirve nada de
lo que intento.
Madre: Ahora te va mal y nada de lo que
haces te sirve.
4. Escuchar sin empatía.
Es el error más común, así que lee con
atención.
Cuando tu hijo se comunica contigo, espera
que le demuestres empatía con sus
sentimientos. Cuando no empatizas, tu hijo
siente que la parte esencial de él en ese
momento (su sentimiento) no está siendo
comprendida.
Veamos un ejemplo:
(Contexto) Una familia con una niña de 6
años en la playa. La madre insiste en que
se meta en el agua, pero ella no quiere.
Niña: No quiero meterme. ¡Está muy
hondo! Me dan miedo las olas.
Madre: El agua está demasiado honda para
ti.
Niña: ¡Tengo miedo! ¡No me obligues a
meterme!
Tú: Pareces triste.
Hijo: Eloy me ha empujado.
Tú: Eso no te ha gustado.
Hijo: No. Y le voy a pegar un puñetazo que
se va a enterar.
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Esta mamá está obviando completamente
los sentimientos de su hija, y su mensaje
así lo demuestra. La niña no está haciendo
una evaluación sobre la profundidad de
agua, sino un ruego urgente a su madre.
“¡No me obligues a meterme porque estoy
muerta de miedo!” La madre debería haber
reconocido el sentimiento con un “Tienes
miedo y no quieres que te obligue a
meterte”.
¿Y
cómo
sabré
cuándo
parar?
Generalmente, tu hijo te enviará mensajes
no verbales (silencio, mirar el reloj,
levantarse, expresión facial…) o verbales,
como:
-No tengo tiempo de seguir hablando.
-Ahora veo las cosas de modo diferente.
-Tengo que estudiar…
5.
Practicar
escucha
momentos inadecuados.
El método definitivo para
resolver las peleas de tus
hijos
activa
en
a) A veces los niños no desean hablar,
sencillamente. A todos nos pasa.
Pregúntate: ¿Mi hijo necesita hablar, o yo
necesito que hable? En este último caso, la
escucha activa rara vez surte efecto. Si no
quiere hablar, por favor, respeta su
espacio.
b) Nunca intentes escuchar si no tienes
tiempo. Establece un momento más tarde
en el que no estés ocupada. Reconoce los
sentimientos de tu hijo, luego dile cómo te
sientes tú. (Estás triste/enfadado… y me
gustaría tener tiempo para escucharte en
este momento, pero voy a llegar tarde al
médico).
c) Cuando tu hijo te pida información. Por
ejemplo:
Hijo: ¿A qué hora volvéis a casa?
Tú: Estás confuso sobre la hora a la que
volvemos.
Aquí el niño está buscando información, y
punto. No está expresando ningún
sentimiento, no tiene ningún problema.
Obvio, ¿no?
6. También debes aprender a parar,
aunque no te parezca que tu hijo ha
resuelto el problema.
La escucha activa ayuda a expresar
sentimientos y a definir el problema. Tu hijo
continuará con el resto él solito. El
problema es nuestro, que queremos una
solución visible para quedarnos tranquilas.
Es un aprendizaje aprender a retirarse.
¿Cuántas veces al día, a la semana, al
mes, te ves lidiando con tus hijos,
intentando que dejen de pelearse, que
compartan sus juguetes, que dejen de
gritarse? ¿Cómo te sientes después?
¿Cansada? ¿Agotada, incluso? ¿Harta?
(La idea de una isla perdida donde nadie te
encuentre nunca jamás se hace cada vez
más tentadora…)
Te voy a enseñar la manera de solucionar
ese caos de una vez por todas. ¡Vas a
convertirte en mediadora de conflictos! O,
lo que es lo mismo, vas a aprender la
manera de animar a tus hijos a que se
escuchen, a que entiendan cómo se siente
el otro en una pelea, y a que lo reflejen.
Vamos paso a paso con un ejemplo
inventado.
Situación: Dos hermanos, Pablo (9 años) y
Biel (5 años) se están peleando porque Biel
ha entrado en la habitación de Pablo sin
permiso y le ha cogido un juguete, y
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además le ha desordenado toda la
estantería de libros. Tú estás haciendo la
cena en la cocina y oyes los gritos
procedentes del cuarto de Pablo. Te vas
para allá (armada de kilos de paciencia.
Ommm.)
A Biel: ¿Qué quieres que Pablo haga en su
lugar?
A Biel: Por favor, repite lo que Pablo ha
dicho.
A Pablo: Por favor, repite lo que Biel ha
dicho.
PASO 1: IDENTIFICA EL PROBLEMA
Aquí les estás enseñando a generar sus
propias soluciones al problema, y a elegir
una.
Si ambos están enfadados o de mal humor,
cosa altamente probable, primero debes
ayudarles a calmarse antes de comenzar a
resolver el conflicto. Cuando los niños
están enfadados, intentan hablar todo lo
que pueden y solo consideran su punto de
vista. En ese caso, debes fijar la regla de
hablar por turnos y escuchar al otro
antes de comenzar el paso 1.
Vas y les preguntas: ¿Qué ha pasado?
¿Necesitáis ayuda?
(Se van a poner a hablar, a gritar incluso, a
la vez. Calma. Otro Ommm.)
Tú: Quiero que habléis por turnos y
escuchéis al otro cuando hable.
A Pablo: Pablo, cuéntame lo que ha
pasado.
A Biel: Biel, cuéntame lo que ha pasado.
A Biel: Por favor, repite lo que Pablo ha
dicho.
A Pablo: Por favor, repite lo que Biel ha
dicho.
PASO 4: BUSCAR COMPROMISO
Tú (A Pablo): ¿Puedes hacerlo?
(A Biel): ¿Puedes hacerlo?
¿Prometes que intentarás comportarte del
modo acordado?
Si ambos dicen “sí”, elógialos por haber
escuchado y encontrado una solución.
Si uno dice “no”, pide a ambos que piensen
en lo que quiere hacer cada uno de ellos
para solucionar el problema. Pídeles que
piensen en algo que ambos consideren una
buena solución.
El Arte de Hablar con tus
Hijos
PASO 2: ¿CÓMO TE SIENTES?
A Pablo: ¿Cómo te has sentido?
A Biel: ¿Cómo te has sentido?
A Biel: Por favor, repite lo que Pablo ha
dicho.
A Pablo: Por favor, repite lo que Biel ha
dicho.
Aquí les estás enseñando a expresar sus
sentimientos y a que escuchen y reflejen
(repitan) cómo se siente el otro. ¡Ahí es
nada!
1. ¿Por qué mi hijo no me hace caso?
PASO 3: ¿QUÉ QUIERES?
A Pablo: ¿Qué quieres que Biel no vuelva a
hacer?
A Biel: ¿Qué quieres que Pablo no vuelva a
hacer?
A Pablo: ¿Qué quieres que Biel haga en su
lugar?
En muchas ocasiones, enviamos a
nuestros hijos mensajes que pueden
clasificarse dentro de alguna de las
siguientes categorías. Si este es tu caso,
es muy probable que tu hijo te ignore, o se
rebele, o se ponga a la defensiva.
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Y si entramos en alguno de esos
escenarios,
ya
tenemos
conflicto
asegurado, además del consiguiente
desgaste para ti.
Darle una orden: “Haz los deberes”; “Baja
la música”; “Cállate”…
Amenazarle: “Si no dejas de…”; “Como no
hagas lo que te digo…”
Darle lecciones de moral: “No se
interrumpe a los mayores cuando están
hablando…”;
“No
es
de
buena
educación…”
Juzgarle: “Eres un desconsiderado”; “Eres
un vago”…
Ponerle
en
ridículo:
“Mírale,
el
sabelotodo”; “Debería darte vergüenza”…
Psicoanalizarle: “Lo que quieres es que te
preste atención”…
Usar mensajes indirectos: “Espero que te
hayas divertido mucho esta tarde a mi
costa” (el niño había dejado la casa como
una leonera).
¿Qué consigues con esta clase de
mensajes? Seguro que ya lo sabes, porque
te habrá ocurrido muchas veces.
Pues que tu hijo se resista a hacer lo que le
ordenas, con lo que su respuesta va a ser
defensiva u hostil. Además, es como si le
estuvieras diciendo que tu necesidad es
más importante que la suya; o sea, que es
más importante tu conversación con
fulanita que su necesidad de tener tu
atención; o es más importante el trabajo
que tú estás haciendo que sus ganas de
escuchar música a todo volumen, o lo que
sea. Y si tú siempre tienes que ganar a
costa suya, la cosa no parece muy
nivelada, ¿no?
También consigues que tu hijo se sienta
rechazado, que disminuya su autoestima,
que sienta que no eres justa con él, que se
sienta culpable. No es eso lo que tú
pretendes, ¿verdad? Pues ahora te cuento
la alternativa.
2. Cómo conseguir que mi hijo me
haga caso
Si te fijas, los mensajes anteriores casi
siempre empiezan con la palabra “Tú”
(aunque esté omitida de la frase,
podríamos poner un “tú” en cada uno de los
comienzos).
Pero si lo que te interesa es que tu hijo se
entere de cómo te sientes ante su
comportamiento, la frase que le digas, el
mensaje, debe empezar con un “Yo”.
Esto es lo que se llama un Mensaje-Yo, o
mensaje asertivo. Vamos a desmenuzarlo
en partes para que sepas construirlos
cuando los necesites.
(Yo) me siento……… (describe tu
sentimiento)
Cuando tú……. (describe el
comportamiento de tu hijo, sin enjuiciar, de
forma objetiva)
Porque…. (describe el efecto de su
comportamiento en tu vida)
Un ejemplo:
“Me preocupé mucho… (sentimiento)
…Cuando no viniste a casa a la hora que
acordamos y no me llamaste…
(comportamiento de tu hijo que no es
aceptable para ti)
…Y no pude concentrarme en hacer nada”
(descripción del efecto tangible de su
comportamiento en tu vida).
¿Por qué son más eficaces estos
mensajes? Porque para tu hijo no resultan
tan amenazantes como sugerirle que tiene
la culpa de algo. Además, ponen el peso de
la responsabilidad en tu hijo para que él
cambie su comportamiento.
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Cuidado, los mensajes-yo no son una
fórmula mágica que vaya a funcionar
siempre, pero si aprendes a usarlos con
consistencia y bien, tendrás muchas más
posibilidades de influir en tu hijo para que
cambie su comportamiento. Pero, repito, no
son milagrosos, ¿vale?
3. Y si después de esto mi hijo sigue
sin hacerme caso, ¿qué hago?
En esos casos, te puede ayudar cambiar el
chip y ponerte a hacer escucha activa, a
ver qué le está pasando. Así tu hijo podrá
bajar su defensividad.
Espero que todo este te ayude a pulir los
mensajes-yo.
Seguro que ahora te estás preguntando:
Vale, muy bien, pero… Y si aun así mi hijo
no cambia su comportamiento, ¿qué hago?
Entonces, el problema está en la relación.
Los mensajes-yo no van a funcionar el cien
por cien de las veces. Piensa en tu vida y
tus
relaciones:
¿tú
cambias
tu
comportamiento siempre que alguien lo
necesita? No. Pues tu hijo tampoco va a
cambiar su conducta solo porque tú lo
necesites.
Pero quiero ayudarte un poco más
contándote algunos factores que te pueden
ayudar en el éxito o fracaso de los
mensajes-yo.
Primero, es importante que respetes las
tres partes del mensaje: Sentimiento +
comportamiento indeseado + efecto en tu
vida.
Te lo cuento en el curso online Mamá
Casi
Diez.
Apúntate y
mejorarás
drásticamente la relación con tus hijos en
tan solo 7 horas.
Si te ha gustado el contenido de este
documento, por favor, compártelo con
aquellas amigas que lo vayan a apreciar.
Muchísimas gracias por haber llegado
hasta aquí.
Un cálido abrazo.
Segundo, sigues poniendo en práctica la
habilidad de escuchar “de verdad”, tienes
más posibilidades de que tus hijos te
escuchen a ti. Elemental, querido Watson,
¿no? Esto es una vía en dos direcciones.
Yo doy, tú me das. O, mejor dicho: Yo te
escucho, tú me escuchas.
Tercero, que tu mensaje sea congruente
con tu sentimiento. O sea, que si estás
muerta de miedo porque, por ejemplo, el
niño dejó un cuchillo en la habitación del
bebé, no puedes decir algo como “me
siento un poco preocupada”. Porque eso es
poco congruente, ¿me sigues?
Cuarto, y último. Seamos sinceras: a tu hijo
no le va a gustar escuchar un mensaje-yo,
por muy bien construido que esté. ¿Te
gustaría a ti? Pero los niños, y
especialmente los adolescentes, quieren
hacer lo que quieren hacer y sin que los
molestes, así que a menudo puedes
esperar una respuesta del tipo “No quiero”,
“Me da igual Lo voy a hacer igualmente”,
blablablá.
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