Muestran su estancia “Rincón del Socorro”, un paraíso ecológico en Corrientes KRISTINE MCDIVITT Y DOUGLAS TOMPKINS “Queremos que la cuenca del Ibera se convierta en el parque nacional mas grande de Argentina” Son un matrimonio norteamericano de éxito, amantes del vértigo y la naturaleza. Hicieron una fortuna en el negocio de la ropa: Kris fundó la marca Patagonia y él, The North Face. Desde hace veinte años unieron fuerza y pasión por preservar el medio ambiente 10 Adoran recorrer los distintos campos a bordo de un avión Husky A-1. Detrás, la hostería que funciona dentro de su propia estancia “Rincón del Socorro”, que data de 1896. Apasionados de la naturaleza, los unen los desafíos de preservar los rincones ecológicos en riesgo. 11 La zona de los esteros del Iberá abarca 1.700.000 hectáreas (equivale a la mitad de la provincia de Buenos Aires), de grandes extensiones de áreas silvestres casi inalteradas. Allí conviven unas cuatro mil especies, entre fauna (hay 350 variedades de aves) y flora. Abajo, derecha: Kristine y una ayudante sostienen a un oso hormiguero, una hembra llamada Renata, para poder curarla después de que la atacaran unos perros. Abajo, izquierda: el yacaré, típico de los esteros. El oso hormiguero había desaparecido de Iberá y, gracias a un programa de reintroducción encabezado por la fundación, entre 22 y 24 ejemplares viven hoy en la Reserva del Socorro (siete de ellos nacieron allí). “Queríamos acercarnos a la naturaleza. Impulsar proyectos de conservación demanda mucho esfuerzo, pero es lo que nos hace felices. Yo quiero vivir así, cuidando lo que amo, porque el paisaje, el cielo y los animales me conectan con quien soy realmente” L a anfitriona, Kristine McDivitt (62), es una mujer menuda, de ojos clarísimos y gestos suaves, que ama la naturaleza en su estado más puro y tiene el poder de contagiar su fascinación por los animales, los ríos, los paisajes inconmensurables y las montañas nevadas. Es norteamericana, fue criada en un rancho en Santa Marta, California, y lleva veinte años dedicada a cuidar del medio ambiente junto con su marido, Douglas Tompkins, a través de The Conservation Land Trust, una organización filantrópica presidida por ellos que compra tierras en peligro ecológico, las recupera y después las dona al Estado para 12 que se conviertan en parques nacionales. Su espectacular iniciativa tiene tantos seguidores como detractores: algunos cuestionan los ecoemprendimientos porque se trata de terrenos con importantes reservas de agua. Kris –como la llaman quienes la conocen– reparte sus días entre sus tres casas: “Fundo Riñihue”, en el sur de Chile, “Laguna Blanca”, en Entre Ríos, y “Rincón del Socorro”, en Iberá. Para ella, la vida tiene mucho de itinerante. En Iberá, por ejemplo, se levanta muy temprano y recorre la zona de los esteros, un territorio de 1.700.000 hectáreas de islas flotantes, canales, pastizales y bosques que se encuentra bajo 13 Los muebles de la casa, como los del escritorio donde Kristine trabaja (arriba, izquierda), el living (arriba, derecha) y el dormitorio (abajo, derecha) fueron diseñados por el matrimonio. Abajo, izquierda: Kris y Douglas dejaron su vida de empresarios exitosos en Estados Unidos en 1993 para perseguir su sueño ecológico. Primero desembarcaron en la patagonia chilena, después en Santa Cruz y ahora en Corrientes. “Cada vez que me encontré en una situación en la que se dudaba de mis intenciones, me concentré en hacer mi trabajo y dejé que hablaran los hechos” amenaza ambiental. Muchos animales de la región directamente desaparecieron en las últimas décadas, como el yaguareté, después de años de tala y cultivos sin control. Para los Tompkins, que en 1993 dejaron su actividad de empresarios exitosos en Estados Unidos –Kris fue CEO y accionista de Patagonia, la ropa para deportistas de montaña, y Doug fue creador de la marca The North Face– para perseguir un gran sueño ecológico hasta el rincón más austral de la patagonia chilena: transformar la zona de los esteros de Iberá en el parque nacional más grande del país. Ya lo hicieron en Monte León: en 2003, Conservación Patagónica compró la estancia, una 14 propiedad de 63 mil hectáreas en la costa de Santa Cruz. Kris, Doug y su equipo trabajaron duro para transformar ese terreno devastado en el hogar de lobos marinos, pingüinos, zorros, guanacos y aves y, cuatro años después, la fundación donó esas tierras a Parques Nacionales, para dar origen así al primer parque nacional costero. –En el mundo existen muchos lugares en peligro ecológico. ¿Por qué eligieron Iberá? –Llegamos acá en el año 96 y nos maravilló encontrarnos con un paisaje completamente distinto al que estábamos acostumbrados en la Patagonia. Nosotros somos escaladores, gente de montaña, y nunca habíamos estado en 15 En la cocina, repleta de cacerolas y elementos de cobre, Kris se encarga en persona de preparar todo tipo de delicias, ya que es una experta en el arte de las ollas y sartenes. Si bien ella no es madre, en su estancia hay una escuela para que puedan formarse los hijos de su personal. “Ahora que tengo 62 años, empiezo a pensar qué va a pasar en diez o quince. La única certeza que tengo es que quiero seguir haciendo esto hasta el último día” 16 un lugar así. Mi marido reconoció en la zona algo especial, que muchas personas descubrieron después: que la cuenca de Iberá es una mina de vida silvestre que merece conservarse, recuperar su legítimo lugar, y que su gente y su cultura también son muy especiales. –Cualquier otra persona con sus posibilidades económicas se hubiera dedicado a descansar y viajar por el mundo en lugar de comenzar algo que requiere de tanto trabajo. ¿Qué los motivó? –Nos gusta trabajar. Además, queríamos alejarnos de las ciudades y acercarnos a la naturaleza. Impulsar proyectos de conservación de especies amenazadas de- manda mucho esfuerzo, pero es lo que nos hace felices. Yo quiero vivir así, cuidando lo que amo, porque el paisaje, el cielo y los animales me conectan con quien soy realmente. En mi familia me enseñaron que el que tuvo la suerte de que le haya ido bien en la vida tiene más responsabilidad para con los demás. No se puede disfrutar de todo esto que nos rodea y no compartirlo. –¿Extrañan mucho vivir en una gran ciudad? –A mí me gusta vivir en los extremos: Nueva York, Londres, Buenos Aires y las selvas correntinas o las montañas y lagos del Sur. Un día puedo estar en la Opera de París 17 El viejo tanque australiano fue reemplazado por una gran pileta de natación con vista a la laguna y la sabana, bajo la sombra de añejos lapachos y tipas. Abajo y derecha: Kristine tiene una huerta orgánica muy surtida. Ella misma la desarrolló y la controla, y de ahí salen todas las verduras y frutas que se usan no solo en la hostería, sino en las casas de las cuarenta y cinco personas que trabajan para la fundación. “A mí me gusta vivir en los extremos: Nueva York, Londres, Buenos Aires y las selvas correntinas o las montañas y lagos del Sur. Un día puedo estar en la Opera de París y 48 horas después, haciendo pan en un horno de barro en la Patagonia” y 48 horas después, haciendo pan en un horno de barro en la Patagonia. –Hubo y hay gente que los mira con recelo. ¿Qué opina de la polémica que despierta la presencia de ustedes en la zona? –Bueno, una de las reglas de oro que me inculcaron mis padres dice: “Tus acciones hablan más fuertemente que tus palabras”. Así que cada vez que me encontré en una situación en la que se dudaba de mis intenciones me concentré en hacer mi trabajo y dejé que los hechos hablaran. Al final se ve que donamos las tierras de Monte León en Santa Cruz y que estamos preparando cinco parques más para donar a los Estados de Chile y Argentina. Si realmente hay transparencia y buena voluntad, la verdad se impone. –¿Molestó esa desconfianza? 18 –Al principio me dolió. Yo pensaba: “¿Por qué no nos creen?”. Hasta que empecé a aprender que en conservación siempre hay controversias, porque se da cierto conflicto entre desarrollo y protección de la naturaleza. Estudié casos que en otros países llevaron décadas de trabajo, como el del Parque Nacional Grand Teton, en Estados Unidos, que demandó 62 años y una pelea feroz. Ahora sé que si estoy metida en esto me voy a cruzar con gente que no me crea o defienda otros intereses. De todos modos, pienso que lo que mejor habla de nuestras intenciones es que en cada caso trabajamos con gente del lugar, argentinos en Argentina y chilenos en Chile. Y estos proyectos de conservación son de ellos también, que los tomaron y los hicieron propios. 19 Kristine da un paseo en lancha por la laguna Iberá –en guaraní, ‘agua brillante’– que en 2002 fue declarada sitio Ramsar, lo que la convierte en un humedal de importancia internacional. Centro y abajo: un carpincho, en medio de los pastizales, y un ñandú. “Llegamos acá en el año 96 y nos maravilló encontrarnos con un paisaje completamente distinto al que estábamos acostumbrados en la Patagonia. Somos escaladores, gente de montaña, y nunca habíamos estado en un lugar así” Son equipos increíbles y les ponen tanta pasión a lo que hacen que si mi marido y yo nos morimos mañana van a seguir adelante solos, porque ya tienen su propio sueño, su propio desafío, y porque aman la naturaleza y su país. –¿Su objetivo es donar también estas 150 mil hectáreas en Corrientes? –Sí, queremos convertir la cuenca del Iberá en el parque nacional más grande de Argentina. Es una manera de devolverle a la naturaleza todo lo que nos ha dado. Además, tanto Doug como yo creemos que los lugares especiales como este le pertenecen a la gente de este 20 país. Y el estatus es importante porque, en términos de biodiversidad, un parque nacional tiene más y mejor protección que una reserva. –¿Dónde te gustaría envejecer? –Ahora que tengo 62, empiezo a pensar qué va a pasar en diez o quince años. La única certeza que tengo es que quiero seguir haciendo esto hasta el último día. Recuperar zonas en peligro y hacer realidad proyectos de conservación es mi aporte. Estoy convencida de que colaborando con el medio ambiente ayudo al hombre. • Texto: Gabriela Grosso Fotos: Tadeo Jones y Beth Wald 21