Dualismos: funciones estructurantes, funciones productivas. Adriana

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CUADRANTEPHI No. 22
Enero - junio de 2011, Bogotá, Colombia
Dualismos: funciones estructurantes,
funciones productivas.
Adriana Roque Romero
Carrera de filosofía
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá
aroque88@gmail.com
Me causó mucha curiosidad la pregunta que proponen para este debate, ―¿Para qué
dualismos en filosofía?‖, ya que no es una pregunta transversal cuando pensamos la
filosofía en general. En otras palabras, es la pregunta de la pregunta, la pregunta por el
proceder de la filosofía, y la finalidad de ese proceder. ―¿Con qué fin? ¿Qué pretende con
—esta hipótesis, esta pregunta?‖ son las preguntas que encierra el ―para qué‖. Es la
pregunta por el proceder de la filosofía en general porque identifica su carácter
estructurante y productivo. A esto volveré más adelante.
Pensé que podía traer a colación una argumentación interesante escribiendo un breve texto
sobre Spinoza. A primera vista, es el filósofo del no-dualismo, una anomalía moderna que
habla de un Dios inmanente y una realidad siempre productiva. Dado que mi tesis aborda el
problema de la identidad mente-cuerpo basada en la no sustancialidad, debate acérrimo
contra el cartesianismo, creí que podía ser un buen contrapunto para la ocasión. Pensé en el
siguiente título: ―La paradoja de Spinoza: un dualismo metódico en función de un monismo
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Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia
radical‖, porque si bien Spinoza acude a hablar de mente y de cuerpo, nos recuerda
constantemente que son lo mismo visto desde dos perspectivas distintas —sea el atributo
Pensamiento, sea el atributo Extensión―.
Sin embargo, estructuralmente, Spinoza no es tan monista como se presenta a primera
vista. Si bien mente y cuerpo son «lo mismo», no dos sustancias distintas que debemos unir
de alguna manera, hay en su ontología global1 un dualismo inherente, creo yo, a todo
filosofar, excluyendo a ciertas corrientes contemporáneas (tales como filosofía del lenguaje,
positivismo, pragmatismo y demás ramas de la corriente anglosajona); lo que nos gusta
llamar metafísica, en lo que corresponde a la ontología, objeto del debate. Hay una
separación radical entre la naturaleza de la Sustancia (Dios) y la de los modos. Desde ella
se estructura la visión de mundo que nos trae Spinoza. La Sustancia, infinita y absoluta
potencia, los modos, si bien hay unos ―infinitos‖, nunca serán absolutos. En este sentido,
hay una escisión entre lo absoluto -absolutamente infinito-, y lo limitado. Spinoza, junto a
muchos otros, está en la tensión entre finito e infinito, absoluto y limitado. Y lo enfrenta,
con un monismo dualista inmanente. Está, en últimas, en el problema que la filosofía
siempre ha rodeado (infinitas veces).
Todos los ejemplos que se dieron para ilustrar la idea de ―dualismo‖ que pretende abordar
este debate no son tan diferentes, en realidad. Ellos remiten a un dualismo básico del cual
echan mano los filósofos a la hora de explicar la realidad del mundo en general y así
también, el lugar del hombre en el mundo: lo absoluto-infinito y lo determinado-finito.
Aquí llego a una primera respuesta parcial a la pregunta: el dualismo en filosofía sirve para
explicar la realidad del mundo y del hombre en el mundo. Esto, sin embargo, es bastante
general. Lo especificaré de la siguiente manera: el dualismo, metafísico y no metafísico es
una función estructurante y productora de sentido. Digo metafísico y no metafísico porque
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Digo ontología global, porque en Spinoza podría pensarse una diferencia entre la elaboración del hombre en
términos ontológicos, y la ontología que la engloba y de la cual pende, la de la Sustancia, que sería la primera
parte de la Ética.
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considero que contemporáneamente hay dualismos no metafísicos, aun así estructurantes y
productores. Ahora bien, desglosemos esa afirmación.
Primero: el término ―función‖. Cuando se pregunta para qué, se pide la función de algo,
para qué sirve, para qué se usa. Convertimos los dualismos, al preguntar su ‗para qué‘ en
algo que se usa, que se utiliza; son una herramienta conceptual muy potente. Pero la
función también encierra otro proceso: actúa, es decir, no es una herramienta estática: el
movimiento filosófico como movimiento comprensivo se compone de conceptos que,
precisamente hacen. El dualismo no es un concepto al que se llega, sino un concepto del
que se parte en tanto que proceso que se construye en el filosofar. En otras palabras, el
punto no es hablar de ―el dualismo mente-cuerpo‖, ―el dualismo ser-no ser‖, sino que esas
formulaciones se implican como potencias de expresión del pensamiento en la tensión entre
finitud e infinitud; de ellas parte el impulso (thrive) por comprender, dar sentido, y
estructurar la realidad que se nos presenta. Son como máquinas: por eso decir que el
dualismo no «es», el dualismo hace.
Segundo: función ―estructurante‖. Creo que esto se insinúa bastante en lo que ya he dicho.
Como función estructurante organiza lo que se nos presenta. Sin embargo, no se trata de
que se tenga una estructura pre-hecha, sino que, en el proceso mismo de pensar dualmente
se llega a una cierta y determinada estructuración; un andamiaje de la realidad se produce
en el andar propio de cada filósofo.
Tercero: función ―productora de sentido‖. El dualismo, entonces, funciona estructurando y,
simultáneamente, produciendo sentido, es decir, creando estructuras que permiten la
comprensión de tal o cual fenómeno2: estructuras que nos permiten introducirnos en un
juego infinito de relaciones, remisiones, fuerzas, alusiones, reminiscencias que llevan a tal
o cual comprensión. Ahí se produce sentido, ahí funcionan los dualismos.
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E incluso la palabra fenómeno implica ya una determinada función estructurante-productiva.
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Por esta idea que acabo de desarrollar, decía anteriormente que hablaba de dualismos
metafísicos y no metafísicos, dado que no necesariamente una estructuración dualista
produce una significación trascendente; he ahí el caso de Spinoza.
Valdría la pena analizar, finalmente, penetrando la contemporaneidad, cómo el dualismo,
como lo he (d)escrito, se rompe; lo explotan en multiplicidad de referentes significantes,
que funcionan ad infinitum y se pueden insertar en sistemas más complejos, que hasta
pueden ser extranjeros, funcionar en contextos ajenos a su origen. Por ejemplo, Deleuze.
Por ejemplo, Derrida, latente en este escrito.
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