1 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia El mito dualista de la filosofía académica Juan Pablo Sánchez Rojas Licenciatura en filosofía Pontificia Universidad Javeriana Bogotá jpsanchez1001@hotmail.com Esta postura está divida en dos partes: 1. Precisiones. 2. El mito dualista de la filosofía académica. 1. Precisiones Mi punto de partida son las definiciones dadas por el equipo de la revista para aclarar el sentido de este debate. “En esta pregunta nos referimos a los dualismos que tienen un carácter filosófico en general y no sólo a aquellos que tienen un carácter ontológico. Con más precisión, consideramos que un dualismo es una explicación en la que se afirma la existencia de alguna dualidad, es decir, la existencia de dos principios, dos entidades, dos fenómenos, etc., que son complementarios o antagónicos. Para entender esto es suficiente recordar el lugar que han tenido en filosofía dualidades como ser-no ser, razón-experiencia, mente-mundo, cuerpo- 2 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia mente, hecho-valor, sujeto-objeto, bien-mal, forma-contenido, necesidad-contingencia, naturaleza-sociedad, identidad-diferencia, y muchas otras que se presentan en la actualidad en los diferentes ámbitos de esta disciplina”. I. Dualismo no es exactamente lo mismo que dualidad. Por eso, niego que la complementariedad de los términos en una dualidad sea un dualismo. Defino un dualismo como sigue: acto del pensamiento que consiste en distinguir, producir dos términos y oponerlos. II. La pregunta nos sitúa en la tradición y en los “ámbitos” o “ramas” de una disciplina llamada „filosofía‟. Constato que, siguiendo los ejemplos de binas propuestos por el equipo de la revista, plantear dualismos parece ser una conducta habitual de los autores que estudiamos en esta tradición de la disciplina llamada „filosofía‟. Ésta es una tradición sostenida, principalmente, en el lenguaje escrito y en prácticas pedagógicas institucionales. III. No sólo en esa tradición académica se sostienen dualismos. También en otras disciplinas, en otras tradiciones y en la vida cotidiana sostenemos dualismos, con consecuencias prácticas concretas. Ejemplos: religiones, gobiernos, conversaciones diarias. Algunos dualismos le han costado la vida a seres humanos, por ejemplo, la disyuntiva uribista-terrorista, que nos recuerda el lugar común: “estás conmigo o estás contra mí”. Los dualismos, entonces, no son necesariamente propiedad de la comunicación escrita y su recepción en las instituciones educativas. IV. A pesar de ser una conducta habitual y mayoritaria, sostenida en diversos contextos o situaciones de comunicación, los dualismos no son más que una conducta entre otras. Existen otras estrategias de pensamiento: monismos, generación de múltiples alternativas, observación de las continuidades entre los términos, etc. Ejemplos: monismo de Spinoza y pluralismo de Leibniz, en oposición al dualismo de Descartes. 3 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia V. Los dualismos son una conducta estratégica de la inteligencia humana, que puede servir en diversos contextos o situaciones de comunicación. La palabra „estrategia‟ o „conducta estratégica‟ nos lanza de inmediato a lo práctico que puede ser sostener un dualismo, en términos de la realización efectiva de un fin en determinado contexto. Los dualismos pueden llegar a persuadir o derrotar a otros en un debate cotidiano, pueden darnos dominio sobre algo (por ejemplo, la comprensión de una realidad) o apropiarnos de un territorio (por ejemplo, la instalación de una tradición filosófica en instituciones educativas). VI. Los dualismos no necesariamente son desaciertos o errores. Antes que abominar o prohibir los dualismos, me interesaría analizar cuáles son efectivamente estratégicos y para quiénes los son; en qué casos y para quiénes sería más conveniente reemplazarlos por otras estrategias de pensamiento. 2. El mito dualista de la filosofía académica 3. El mito dualista de la filosofía académica es una configuración de discursos, prácticas pedagógicas y, fundamentalmente, relaciones de poder basadas en la autoridad del conocimiento, que se sostiene en el ámbito de la filosofía académica o institucional y que se basa en la creencia de que la filosofía tiene un “lugar propio”, separado de la labor del artesano. Éste es un dualismo auto-fundacional de la filosofía como disciplina. Mediante él, la filosofía se afirma, se auto-determina, pero establece una escisión con el mundo del trabajo. Así queda establecida una distinción y una oposición entre dos términos, uno de los cuales es la filosofía misma, entendida como disciplina en una institucionalidad académica. Un ejemplo claro de esto es la pregunta que funda este debate: ¿para qué dualismos en filosofía? 4 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia Un mito no es una mentira o un error. Es una concepción relato que legitima una serie de prácticas, tradiciones, instituciones y relaciones de poder. En este caso, se trata de un relato reproducido en instituciones educativas por prácticas pedagógicas concretas: aquél que ubica en la Grecia de Sócrates el origen de la filosofía, entendida como „amistad con la sabiduría‟, y que cuenta a partir de allí los sucesivos intentos de los autores canónicos de la tradición en torno al descubrimiento de la verdad y la figura del sabio. Este mito cuenta que los llamados “filósofos” se apropian de la máxima del Oráculo de Delfos y, así, expropian a los artesanos del mundo del pensamiento. El filósofo no sólo exilia de la aventura del pensamiento al artesano, al obrero, por ser su hacer, su producción, de una naturaleza distinta a la labor teorética, sino que además se convierte en legislador y juez de las producciones intelectuales. En otras palabras, el filósofo se auto-determina como intelectual, como ser pensante, y además como maestro del pensamiento. No es extraño escuchar en las academias de filosofía, de las maneras más sutiles y solapadas, que el filósofo es quien piensa verdaderamente y quien enseña a los demás a pensar. El filósofo viene a iluminar, esclarecer o profundizar los debates. El filósofo parece ser el especialista de la reflexión o el pensamiento crítico en general. Pero, paradójicamente, así, estableciendo la reflexión en general como su propiedad privada, garantiza su sustento laboral. Si no fuera por esta privatización, no existiría ya cátedra para el filósofo ni lo llamarían los artesanos (médicos, artistas, abogados) a sus discusiones para que fundamente, profundice o ilumine las cuestiones. El mito es, pues, conveniente para los miembros de la academia filosófica hasta ese punto. Pero, como para sostener su lugar como propietario del pensamiento necesita oponerse o escindirse del mundo de la producción o el trabajo, queda automáticamente exiliado de ese mundo, tan importante para dar sentido a la vida individual. En este sentido, no es conveniente para nosotros continuar con el mito dualista, pues nos cierra alternativas de construir sentido y de hacer con otros en el mundo del trabajo. En términos meramente económicos, puede representar para muchos profesionales avalados por la filosofía institucional una disminución de su calidad de vida en razón de su retribución salarial. 5 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia El árbol-filosofía, figurado por el dualista Descartes, hunde sus raíces en la oposición pensamiento-acción/producción. Imagino unas pedagogías más basadas en el aprender haciendo, vinculadas más directamente con el mundo del trabajo, y menos basadas en el auto-sostenimiento del respeto y la dignidad de las disciplinas, especialmente del árbolfilosofía. 4. Precisiones como consecuencia del debate del 28 de octubre En este apartado pretendo precisar algunos puntos de mi postura, en relación con los desacuerdos y contra-argumentos expresados por mis compañeros el 28 de octubre de 2010, y así continuar con el debate. I. Concibo la filosofía como dos cosas: por un lado, unos estudios académicos formales; por otro lado, un lugar que permite desplazamientos hacia el “margen” de la institución o la disciplina académica. En este segundo sentido, concibo la filosofía como un enfrentamiento constante con lo “no-filosófico”, a partir del cual el filósofo por formación y profesión puede aprender y, sobre todo, asumir una actitud de escucha. II. No niego que la disciplina llamada filosofía produzca conceptos expresados en discursos, registrados en textos escritos y en comunicación oral (en clases, seminarios, entrevistas, debates o foros). En este sentido, la filosofía produce teorizaciones o problematizaciones, que pueden tener efectos sobre los individuos que se acerquen a éstas. Sin embargo, yo no quería decir que el filósofo no produce en absoluto ni que la teoría es una ausencia de actividad; es más, valoro las teorizaciones de los filósofos como aportes para comprender el presente y como ejercicios de transformación de la mirada sobre éste. Pero estos ejercicios de comprensión y desplazamiento de la mirada, no necesariamente se deben quedar en las academias, con los lenguajes, formas de proceder y gestos de las academias. 6 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia III. Sería interesante para la formación de un filósofo profesional tener experiencias de primera mano en escenarios donde no todos hablan en sus términos, no todos están acostumbrados a teorizar como él teoriza y se le pide que haga cosas diferentes a sólo teorizar. Esta experiencia podría ser académicamente calificada como no-filosófica, y yo aceptaría eso. Precisamente, mi punto es no preocuparnos tanto por la dignidad e identidad de la filosofía entendida como disciplina, o su emancipación respecto de la teología, las ciencias o las prácticas sociales, y empezarnos a preocupar más por la experiencia formativa individual. Creo firmemente que la emancipación es individual, jamás institucional, sea ésta de una disciplina o área académica como la filosofía–. Me refiero a una amplitud de la experiencia educativa de los individuos que pasan por las academias de filosofía, una experiencia que le refuerce algunas de las competencias que ya se enfatizan en las escuelas (por ejemplo, el pensamiento crítico o las competencias vinculadas con la lectura y escritura, como la competencia argumentativa o la interpretativa) y que dé cabida al énfasis en el desarrollo de otras, como la escucha, la asertividad, la relevancia argumentativa o la capacidad para trabajar en equipos multidisciplinarios o inter-disciplinarios. Pienso que es más estratégico para nosotros tener más oportunidades de formación, un currículo realmente más flexible, en comparación con la mera experiencia de teorizar en torno a una tradición disciplinaria con aquellos que manejan nuestros términos y nuestros procedimientos. IV. No entiendo por „trabajo‟ el simple interés fetichista de ganar dinero, sino la virtud de ganarse la vida inteligentemente, la posibilidad de dar sentido a las experiencias en el trabajo con otros (diferentes, pero iguales), la posibilidad de ver en los oficios, incluso en el de profesor de filosofía, algo más que rutinas con retribución salarial. Sin duda, el pensamiento académico puede conservar en él mismo muchas aventuras intelectuales, pero si se trata de experimentar, nada más rico que enfrentarse a vivencias del más diverso tipo: no sólo leer en una biblioteca, sino hacer etnografía, entender las maquinarias políticas, adentrarse en descubrimientos tecnológicos o pensar en proyectos educativos o sociales, 7 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia Se pude decir que el filósofo académico, incluso el típico scholar, produce, trabaja en ese sentido, y yo acepto eso. No obstante, me refiero a abrir las posibilidades de formación en escenarios “no-filosóficos”, donde el filósofo de profesión o disciplina pueda aprender a interactuar más efectivamente con los “no-filósofos”. No quiero decir con esto que el filósofo sea un torpe o un inútil per se, pero creo que el mundo laboral actual es bastante complejo y sería bueno que los estudiosos de la filosofía tuvieran más oportunidades para aprender a involucrarse en estas dinámicas, sin que necesariamente pierdan su “identidad” como teorizadores. Esto, claro está, si es que no queremos limitarnos sólo a ser profesores de educación media que transmiten su saber histórico y su profundo amor por la disciplina que, y no necesariamente nuestros alumnos, escogimos como opción vital u oficio. V. Por „filosofía académica‟ no entiendo sólo la manera de producción del scholar actual y su regulación por instituciones como Colciencias, sino también unas prácticas pedagógicas, unos contenidos vistos en cierto orden, unos cánones, unas autoridades en la materia y, en general, las formas de organizar instituciones encargadas, principalmente, de transmitir los saberes y repartir las competencias propias de una disciplina. Es claro para mí que ningún régimen tiene tanto control como para coartar o prohibir la heterodoxia o la producción, así sea subversiva o paralela, de alternativas diferentes al orden establecido. Mi interés no es condenar a la filosofía académica ni acabar con ella, tampoco distanciarme personalmente de ella, así como condenar sus dualismos. Tampoco me interesa denunciar las conspiraciones de las instituciones en contra de nuestra libertad individual. Me interesa ver qué tanto nos conviene sostener el dualismo academicista, dentro de la academia misma, y qué tanto nos conviene involucrarnos en experiencias formativas, en alternativas de trabajo como las ONG, la cooperación internacional, los proyectos sociales, el tema de desplazamiento, DDHH y DIH, las secretarías y ministerios de gobierno, las empresas privadas, los proyectos editoriales, los proyectos artísticos, entre otros. VI. Pese a lo anterior, cuestionar el mito dualista de la filosofía académica significa renunciar a hablar de la filosofía en sí y para sí misma. Actualmente me interesa más pensar el asunto del pensamiento mismo, independiente de en qué tipo de discurso, conjunto de 8 CUADRANTEPHI No. 22 Enero – junio de 2011, Bogotá, Colombia instituciones o prácticas pedagógicas se despliegue o se inscriba. Me interesa más apelar a la experiencia individual y el pensamiento humano e invitar a los estudiosos de la filosofía a dejar de defender la identidad de la disciplina, enmarcada en un conjunto de normas, prácticas y relaciones de poder institucionales.