2. Masas o complexos sustantivos Como podemos apreciar, Benot rompe con la definición semántica del sustantivo en cuanto denotador de entidades con estatuto de substancia, definición presente en Dionisio de Tracia y en la tradición española desde Nebrija hasta ese momento (1910: 27, n. 1)2; también hace caso omiso de la versión que, en el análisis del pensamiento, la gramática filosófica presentaba como expresión de una idea subsistente o de una idea total (Lacueva 1832: 15; Gómez Hermosilla 1841[1835]: 8). Y es que lo sustantivo es una categoría funcional: sustantivo es cualquier masa elocutiva no determinante, pero determinable en su extensión y comprensión para formar los nombres propios de las individualidades. Podría parecer que esa relación con el nombre propio y con la entidad que éste designa supone la intervención de cierto componente semántico, pero no es así: Benot no indica de qué tipo de individualidades se trata, sino que parte –según antes decíamos– del nombre propio en cuanto noción primitiva que pone en el discurso eso a lo que denomina individualidad. Hay en nuestro gramático dos puntos de vista al tratar de lo sustantivo: el sustantivopalabra, que en cuanto nombre común precisa verse determinado para servir de nombre propio a un individuo, y el complexo sustantivo (masa sustantiva compleja), que el acto de habla construye cuando es necesario. Entre los complexos sustantivos los hay de dos tipos según su estructura: los formados por determinación de un sustantivo-palabra, donde éste figura como núcleo (aunque el gramático no emplea tal denominación), y los que, careciendo de ese núcleo, gozan de una referencia individual. Como elemento determinable en un complexo de esta índole, el sustantivo puede ir rodeado de unos adyacentes que aumentan su comprensión (modificadores intensionales) o que circunscriben su extensión (modificadores extensionales)3. Entre los primeros se encuentran los adjetivos calificativos, que –como la mayoría de sus contemporáneos– Benot define, no por su valor semántico de expresar la cualidad de las cosas, sino por su capacidad de determinar la comprensión del sustantivo (Calero 1985: 74-75). Nuestro gramático depura así el análisis racionalista, que separaba el sustantivo del adjetivo gracias a la distinción entre idea total e idea parcial, o entre idea de lo subsistente frente a idea de lo accidental; el sustantivo expresa ahora una idea general que se hace particular o menos general gracias a la adición de otra idea general, expresada por el adjetivo4. Este nuevo punto de vista obedece a que, al operar con el concepto de comprensión, el significado se concibe, en cierto modo, como un conjunto de rasgos sémicos: ya que la comprensión de la palabra triángulo está integrada –dice Benot casi textualmente– por las ideas de superficie + limitación + línea + tres, si le añadimos la idea de +esfera y +curvas, nos resultará la comprensión del complexo triángulo esférico (1910: 21). El gramático advierte que el calificativo es un determinante imperfecto, pues no logra circunscribir el objeto de referencia (1910: 25). Hacen falta, pues, determinantes que limiten la extensión del sustantivo, algunos de los cuales, como los demostrativos, son determinantes perfectos ya que logran fijar la referencia de una manera absoluta, aparte de fijar la situación de las cosas con respecto al hablante (1910: 24)5. Ahora bien, al parecer, Benot establece un orden en la relación de incidencia: primero se produce la determinación intensional sobre el núcleo sustantivo para formar una masa con más comprensión, y sobre esta masa se produce la determinación extensional para construir un complexo vinculado a algún referente. Así, en Tu casa grande, el adjetivo incide sobre el sustantivo para acrecentar su comprensión; y, como con esto no basta para determinar el objeto referido, se recurre a la determinación extensional mediante el posesivo, el cual no incide ya sobre el sustantivo casa, sino sobre casa grande (1910: 25). En un sintagma endocéntrico, los elementos no siempre inciden sobre el núcleo de manera inmediata, sino por niveles. Benot vacila a la hora de establecer qué tipos de palabras suelen figurar entre los determinantes de extensión, pues si en Arquitectura incluye todos los que habitualmente se llaman hoy determinantes, en Arte de hablar incluye sólo el artículo y los cardinales, múltiplos, divisores y numerales indefinidos, clasificando los demostrativos y posesivos dentro de los determinantes de comprensión junto con el adjetivo calificativo (1889: I, 93; 1910: 22-37). En cualquier caso, entre los determinantes de extensión encuentra lugar privilegiado el artículo, en unos términos que hallamos posteriormente en la Gramática académica de 1917 (pág. 34): "el artículo es una parte de la oración que sirve principalmente para circunscribir la extensión en que ha de tomarse el nombre al cual se antepone"6. Como los determinantes de extensión sirven, ante todo, para circunscribir la referencia de la masa donde figuran, nuestro gramático atiende especialmente a esta función mostrando poco interés por lo formal. En el artículo figura sólo la forma el, mientras que la forma un parece situarse entre los cardinales o entre los indefinidos (1910: 35)7. En cambio, con respecto a la forma el, señala la oposición entre su presencia y ausencia, que se reduce simplemente a expresar el sustantivo tomado en toda su extensión o en sentido partitivo (1910: 35-36). Pero Benot advierte que no basta con los elementos verbales para fijar la referencia de una expresión, sino que muchas veces debe contarse con la situación comunicativa8. Así, la palabra yo, que parece señalar al individuo –como el nombre propio–, designa al hablante en cada acto de comunicación (1889: I, 35)9. Y del mismo modo, la expresión El médico, cuando nos referimos con ella al de nuestra familia, permite individuar gracias a la situación y al contexto (1910: 41); sin embargo, esto no parece significar la elipsis de una expresión como de nuestra familia, sino que, en cierta situación, el artículo basta para reducir la extensión de la palabra médico y hacer que sólo se refiera al médico de cabecera. La situación explica también que a veces un determinante se convierta en pronombre al no modificar a ningún sustantivo, como ocurre en El de la capa (1910: 42)10. En cuanto al pronombre, al no ser determinante ni determinable, coincide con el nombre propio en la situación comunicativa concreta; por ello Benot lo considera en Arquitectura de las lenguas un sustantivo especial, en una posición que recuerda la del Brocense, Jiménez Patón y Correas (Benot: II, 68; Escavy: 252). Pero, de forma inverosímil, en Arte de hablar parece producirse una vuelta a la tradición que, desde Dionisio de Tracia y pasando por Nebrija, presenta el pronombre como sustituto del nombre (1910: 38)11. Si el gaditano hubiera discurrido consecuente con su teoría, habría dicho que en el ejemplo anterior –El de la capa– ese artículo es un sustantivo ya que viene determinado por una masa elocutiva de carácter adjetivo, conforme a lo que vemos en análisis de expresiones semejantes (1889: I, 142, n. 2). Pero la función determinativa sobre el sustantivo no se realiza sólo por adjunción de palabras o de complexos, sino también por desinencias y afijos. Así, las desinencias de género –al menos cuando expresan sexo–, los sufijos apreciativos, y los morfemas de grado en los adjetivos, son verdaderos determinantes de la comprensión de la raíz sobre la que inciden, son "de índole adjetiva", como afirma Benot refiriéndose al género en particular (1910: 31-34). Y entre los determinantes de extensión coloca la desinencia de número, con lo que entiende el valor actualizador del plural ("el plural no aumenta la comprensión de un singular, pues se refiere sólo á su extensión") (1910: 37)12. Al introducir las desinencias y afijos en la función determinativa, nuestro gramático concibe el complexo sustantivo (sintagma nominal, en la nomenclatura de hoy) como una estructura jerarquizada por niveles donde la función determinativa se ejerce tanto en la constitución morfológica como en la adjunción sintáctica. Notas 2 Por ejemplo, Rufino Blanco dice textualmente que "las substancias se nombran con sustantivos, y los accidentes, con adjetivos" (1927: 97); de modo parecido opina Salleras (1887: 32). Entre los que consideran el sustantivo como clase primaria en la época de Benot, casi todos recurren a la idea de representación de un objeto o cosa; sólo unos pocos, como Bello, Nonell y Lenz, recurren a un criterio sintáctico (Calero 1986: 70-72). 3 Traduciendo a Destutt, Lacueva distinguía entre modificativos de la comprensión y modificativos de la extensión (Destutt de Tracy 1826[1803]: 145-147; Lacueva 1832: 30-36). 4 El criterio funcional puro permite a Benot distinguir, de manera tajante, entre sustantivo y adjetivo dentro de la antigua categoría del nombre. Pocos tratadistas españoles en esta época hacen tal distinción (Calero 1985: 69). 5 Al circunscribir la extensión del sustantivo, los determinantes ejercen una función referenciadora puesto que –como se dice hoy– "todos ellos participan en un grado u otro del carácter deíctico" (Hernández Alonso 1996: 559). Benot advierte también que, a parte de ese carácter deíctico común, los determinantes demostrativos desempeñan de modo secundario una función deíctica espacial. 6 Ya Hermosilla había distinguido una categoría de palabras que no representan idea alguna de los objetos, sino que sólo los indican; a ella pertenecen el artículo, los posesivos, demostrativos, indefinidos, numerales y relativos (Gómez Hermosilla 1841[1835]: 10-20). Esa importante función era la que Port-Royal asignaba al artículo (Ridruejo 1997: 102). 7 Gonzalo Correas y Benito de San Pedro lo sitúan entre los numerales; la distinción entre ambos artículos se había iniciado en Port-Royal (Lliteras 1992b: 513-514). En la época de Benot proponen la forma el como único artículo Avendaño, Caballero, Arañó, Navarro y Pogonoski (Calero 1985: 81). 8 La gramática de Port-Royal había advertido el papel de las circunstancias para la función determinativa; del mismo modo Du Marsais en la Enciclopedia (Lliteras 1992a: 94). 9 Con este mismo sentido caracterizaba el Brocense al pronombre como protonombre (1976[1562]: 52). 10 Por lo irrelevante de la cuestión formal, Benot no se plantea explícitamente si artículo y pronombre son variantes alomorfas (adjetiva y sustantiva), como opina Bello (1988[1847-60]: I, 280). 11 Bello (1988[1847-60]: II, 793) situaba el pronombre dentro de la categoría del nombre y, como a éste, lo clasificaba en sustantivo y adjetivo. Como sustituto del nombre lo presentan Boned, Pahissa, Díaz-Rubio, Galí, Blanco, Fernández y Retortillo, Pogonoski, Yves, Balmes, Herranz, Alemany, las gramáticas académicas de 1854 y 1870, etc. (Calero 1985: 90). 12 De modo parecido se expresaría Rafael Lapesa (1975).