•• EL VIAJERO ILUSTRADO 9 el capitán Dumont de Urbille que preparaba entonces un viaje de descubrimiento, recibió la misión de averiguar cuantas circunstancias pudiese en su ruta, y al buque que debía servir para la pesquisa de los ilustres restos, se le dio el nombre de Astrolabio. En Diciembre de 1827 el Astrolabio arribó á la tierra de Van Diemen, y allí el capitán Dumont de Urbille supo que, en efecto, un marino ingles le había adelantado y descubierto el sitio donde yacían los despojos déla expedición de Laperouse. Lo que había pasado era 3o siguiente : un capitán de comercio, Mr. Peter Dillon, navegando por cuenta de una casa de Calcuta y atravesando el Archipiélago de las islas Viti, en donde había cor r í H o , q l p i i n n < : pf*1ío-rn<í l í Krfí Ai- m an n c í-í ^ testimonio de los sentimientos que le habían animado, en el sitio mismo en donde Laperouse había encontrado funesta suerte, mandó elevar un monumento modesto, en testimonio de su visita. Encerráronse dentro algunas medallas de la expedición y monedas francesas, y se íijó sobre el mausoleo la inscripción siguiente: A LA M E M O R I A DE LAPEROUSE Y DE SUS COMPAÑEROS EL A S T R O L A B I O 14 DE MARZO DE 1828 I f w^ : i T _ vajes á dos marineros náufragos; era uno natural de Prusia, Martin Buschert, y el otro un lascar indiano. Mr. Dillon, continuando su ruta al Noroeste, hallóuna pequeña isla, cuyos habitantes, morigerados y sociales, invitaron á los náufragos á quedarse, y éstos accedieron, desembarcando inmediatamente. Era la isla deTicopia, Doce años después el capitán Dillon, hallándose en los mismos parajes, deseó saber qué había sido de los náufragos dejados en Ticopia, y enderezó su rumbo á esta isla. Los primeros que á su llegada subieron á bordo fueron el prusiano y el lascar. Después de los primeros momentos de gozo por volverse á ver, observó Mr. Dillon que el lascar llevaba una guarnición de plata en la espada, y que muchos naturales del país llevaban diversos objetos de plataó de hierro. Informado Mr. Dillon de dónde provenían tales fragmentos, supo que á una distancia de cuarenta leguas existían dos islas, en donde se encontraban en abundancia semejantes restos, los cuales, según la tradición, provenían de un naufragio de dos grandes buques. Los habitantes de Ticopia añadieron que se comunicaban con estas islas por medio de sus piraguas; pero estas comunicaciones eran raras á causa de la insalubridad del clima, que causaba la muerte á los ticopianos que permanecían en ellas algunos días. Admirado de este descubrimiento, Mr. Dillon examinó atentamente los objetos que tenía á la vista y se convenció de que habían pertenecido á los franceses. Creyó luego conocer las iniciales grabadas en la guarnición de la espada: era sin duda la de Laperouse. Informóse entonces con la mayor detención del sitio en donde se hallaban las islas, nombradas Mallícolo ó Manícolo, y contento con semejantes noticias, enderezó el rumbo á Bengala, pues la carestía de víveres y el mal estado de su buque, que hacía agua, no le permitían llevar á cabo una empresa que podría ocasionar la pérdida de toda su tripulación Las autoridades de Calcuta, en vista de la relación que les hizo el capitán Dillon, entraron en deseos de secundar sus planes y miras, y le confiaron el mando de una nave armada convenientemente. Con este buque fue con el que Dillon pasó al mar del Sur. Tomó en Ticopia los dos hombres que le habían facilitado este importante descubrimiento, y no le costó mucho hallar las islas de Vaníkoro. Después de haber recogido de los naturales un gran número de restos, que le confirmaron más y más en que se bailaba en el teatro del naufragio ¿c Laperouse, viendo que las enfermedades debilitaban la tripulación, emprendió su retorno á Nueva Celandia, y puerto de Jakson. Entre tanto el Astrolabio siguió su ruta hacia la isla de Ticopia. El capitán de Urbille y sus compañeros ardían en deseos de examinar por sí mismos lo que había alcanzado por casualidad el capitán Dillon. Llegaron á Ticopia el 10 de Febrero de 1828. El prusiano Buschert y el lascar no quisieron servir de guía á Mr. de Urbille. T o dos los ticopianos parecían contagiados por la influencia perniciosa del clima de Vaníkoro. Hasta el día 21 no fue posible entrar en una bahía de la isla para hallar fondeadero. Inmediatamente se enviaron canoas á recorrer la costa en todas direcciones para buscar el sitio en donde debieron naufragar los buques de Laperouse. Una de estas canoas, guiada por un natural del país, á quien el regalo de una tela colorada había seducido, llegó al lugar mismo en donde había perecido uno de los buques, y allí, á través de las aguas se vieron distintamente los cañones, las áncoras, las balas, é infinitas planchas de plomo; preciosos restos que fueron en seguida sacados del lecho donde reposaban después de cuarenta años. Con mucho trabajo y paciencia, á pesar de las enfermedades que asaltaron á la tripulación, se recogieron una porción de objetos, y el Astrolabio, que era un verdadero hospital ambulante, se preparó á abandonar tan insalubres sitios. Mr. Dumont de Urbille, queriendo dejar un En la inauguración las salvas de artillería y fusilería aumentaron la solemnidad del fúnebre homenaje, A su regreso á Francia, el capitán Dumont de Urbille remitió al ministerio de Marina los preciosos restos recogidos en Vaníkoro. Estos objetos, unidos á los que el capitán Dillon había dado ya al rey, sirvieron para formar el obelisco que se eleva en el centro del museo de Marina, situado en el Louvre. Entre balas y cañones, cadenas, martillos y cucharas, se ven una porción de fragmentos del equipaje de los buques, con los cuales se hundió Laperouse en el seno del mar. Pero no se extinguió su recuerdo, que es imperecedero. Los que conducían la imagen quedaron allí parados, como si les dominase una fuerza sobrenatural, sin poder dar un paso ni atrás ni adelante. El obispo comprendió entonces que estaba manifiesta Ja voluntad divina respecto al punto en donde la imagen debía venerarse. Allí mismo, en aquella ladera de forma tan rara como majestuosa, mont serrat, monte aserrado, como muy propiamente se la nombra. II Se eleva á siete leguas de Barcelona. La base de la montaña es inmensa y la mayor altura de 4,448 píes sobre el nivel del mar. 55 ' " p""-'-, -.i? üjíü) jFíirristi gigtinteü que lian quedado petrificados al sobreponerse los unos á los otros, y mirados de cerca, cuando se pasa por ios estrechísimos senderos que loa separan, oíre- cen las figuras más extrañas y caprichosas. Las piedras son de todos colores y redondeadas como las que se encuentran á la orilla del mar, llamando singularmente la atención del viajero el verlas tan adheridas entre sí por medio de un betum que solo allí se encuentra, que no es posible desprenderlas sino en menudos pedazos. El cuarzo de un blanco puro es el principal componente de aquellas rocas admirables ; de manera que á los primeros rayos del sol, cuando eí rocío se mantiene sobre ellas, resplandecen y deslumbran como montones de diamantes. EDUARDO CONTRKRAS DE DIEGO. Desde la fundación del monasterio muchos soberanos, magnates y celebridades de todo género, acudieron á visitarle y á deponer á las plantas de la Virgen valiosas ofrendas. Entre otros se cuentan los Reyes Católicos, el emperador Carlos V y su EL MILENARIO DE MONTSERRAT hijo D. Juan de Austria, el cual ofreció una prenda de valor histórico, el fanal que llev.iba la capitana de Alí-Bajá en la batalla de Lepanto. Era un sábado del mes de Abril del año 88o de Todo el caudal que representaban tan valiosas nuestra era, cuando tuvo lugar por primera vez la ofrendas, todo aquel tesoro incalculable desaparemilagrosa aparición que se ha conmemorado tan ció á principios de este siglo, arrebatado en su solemnemente en el monasterio y montaña de mayor parte por los soldados franceses, á las órMontserrat. denes de Suchet, aquellos vándalos que asesinaron á la vez á los indefensos monjes y destruyeron Volvían al aprisco unos pastores con sus rebaños cuando les sorprendieron los destellos de una hasta los cuadros, dejando en esta tierra uno de luz deslumbradora que brotaba de una hendidura los recuerdos más odiosos de su paso devastador. Pero á través de los desastres y entre los vaiveen lo más escarpado de la montaña. Llenos de nes de los siglos brilla la milagrosa imagen, la asombro pusiéronse á contemplar el prodigio, paVirgen morena, como la llama un poeta, tal cual reciéndoles que descendían nuevas luces del cielo la encontró el obispo Gundemaro, teniendo en y escuchando á la vez unos cánticos de armonía arrobadora, no comparable á ninguna música de sus brazos el Hijo de Dios, en el mismo estado en que la veneraron nuestros abuelos, y como se la la tierra. describe en los códices del tiempo del hallazgo. Bajaron los pastores á Olesa, y refirieron el caso Al celebrarse el Milenario han resonado entre á sus vecinos, sin conseguir que se les diese crélas peñas de Montserrat los ecos de la misma salve dito. que fervorosamente entonaban los sencillos pastoPasó una semana. Los pastores habían vuelto á res, á riñes de Abril del año 880. Montserrat, y ocupados en apacentar sus ganados Entre las escenas á que la fiesta dio lugar hubo hubieron de olvidarse ó poco menos del resplande todo, y nuestros grabados las reproducen con dor maravilloso y de los cánticos celestiales, atrila misma exactitud con que dan á conocerla dibuyéndolos á una alucinación. A la caída de la tarde del sábado tenían que re- versidad de tipos que concurrieron: por ejemplo: los provisionales camaranchones de madera donde gresar á sus hogares, como la semana anterior, y por seis reales se adquiría el derecho de pasar una habían de pasar por los mismos sitios. noche toledana; el despacho de arroz que no se Y precisamente á la misma hora y en el mismo lugar volvió á sorprenderles el prodigio del sába- servía al romero que no hubiera tenido la previsión de llevarse un plato en sus alforjas; habiendo do anterior, con aquellas armonías celestes. Entonces cayeron todos de rodillas, y cuando se ocurrido el caso de que alguno á quien apremiaba dirigieron á Olesa ninguno de ellos dudaba de la el apetito, y que carecía de plato, se empeñó en intervención divina en aquel suceso. Apresurá- sacar el arroz á puñados de las cacerolas; los que ronse á referirlo a un virtuoso sacerdote del pue- se vieron obligados á pasar la noche en los claustros del convento ateridos de frío, por haber sido blo citado, y el sacerdote presenció también el portento en las tardes de sábados sucesivos. En- tan imprevisores como los que carecían de plato, tonces lo puso en conocimiento del obispo de y el aspecto de la procesión á la vuelta al monasterio. Por efecto del frío excesivo, por Ja inmensa Ausona, Gundemaro, cuya sede estaba en aquel tiempo en Manresa, y á su vez el prelado hubo de aglomeración de gente, la insuficiencia de los medios de hospedaje y otras circunstancias de que la contemplar lo que calificó desde luego de verdaprensa diaria hubo de dar cuenta detallada, nindero milagro. guna solemnidad como el Milenario ofrece un Se organizó inmediatamente una procesión so- contraste lan vivo entre los goces del espíritu y lemne, y esta procesión, formada de numerosos las necesidades de la.vida. fieles de las riberas del Llobregat y del Card^ner P. BOKFIL. que iban acompañando santas reliquias, se fue aproximando al lugar del milagro. Y cuentan respetables cronistas de aquel tiempo que desde luego fueron sorprendidos y guiados por las armonías celestiales y respirando un am- ULTIMO DIARIO DE LIVINGSTONE biente embalsamado por aromas que enajenaban el alma como los dulcísimos cantos. (Continuación) El obispo, que dirigía la procesión, llegó el primero á la hendidura, y desde allí, en el fondo •23 de Febrero.—Estamos acampados en el bosde una gruta, vio la sagrada imagen que desde en- que, á mil quíentos metros del pueblo de Moemtonces inspira tanta veneración, no solamente en ba. El jefe nos ha enviado una diputación para Cataluña, sino en todo el mundo católico. Invitarnos á que nos reunamos con él; pero le he Pareciéndole al prelado que sería mayor revedicho que me encontraba mejor al aire libre, si rencia el trasladarla á Manresa, á su sede, volvió bien iría á hacerle una visita , lo cual efectué poco á encaminar la procesión con dicho objeto, atra- después. vesando por los lugares más fragosos de la sierra. Moemba es un hombre corpulento, de aspecto Pero al llegar á la meseta donde hoy se encuentabernario, y vizco del ojo izquierdo; pero intelitra el célebre monasterio de benedictinos, fueron gente y cordial. Le he dado un gran pedazo de sorprendidos los fieles por un nuevo prodigio. tela, y me ha ofrecido, en cambio, tanta harina