La fuerza de voluntad en los niños y jóvenes Lic. Vivian Saade Una de las grandes carencias de los niños y jóvenes de hoy en día es la fuerza de voluntad: la energía interior para afrontar las dificultades, retos y esfuerzos que se necesitan en todos los aspectos de la vida. En las escuelas, lograr que los alumnos sean capaces de tener y conservar la fuerza de voluntad se ha convertido en una preocupación primordial; que sean capaces de esforzarse para conseguir lo que quieren o se les pide, aunque cueste trabajo y no obtengan una recompensa inmediatamente. Desafortunadamente vemos que con más frecuencia la familia deja de ser el pilar educacional para todos los niños, por lo tanto, el desarrollo de su fuerza de voluntad es aun más necesario para nutrir esa fuerza interior. El tener fuerza de voluntad se relaciona con la madurez y la responsabilidad. Por lo tanto, la fuerza que tengamos tanto padres como maestros para desarrollar una “exigencia amable” va a marcar, en buena medida, el desarrollo de la capacidad de trabajo y esfuerzo, así como sus éxitos y actitudes relacionadas (constancia, perseverancia, paciencia, etc.). Sin embargo, exigir también cuesta trabajo; en ocasiones a algunos padres y maestros les cuesta trabajo dejar de ayudar a los niños y jóvenes cuando estos tienen complicaciones y prefieren cargar con parte del trabajo creyendo que así será más rápido y menos conflictivo, pero se equivocan. Sin esfuerzo propio, los niños y jóvenes no tendrán un crecimiento real. Entre los siete y los doce años es el periodo sensitivo de estas cualidades: es cuando se aprenden con mayor arraigo y naturalidad. Si los niños se ven privados de hacer esfuerzos, tomar retos y responder a exigencias, llegarán a la adolescencia con una crisis de madurez y no tendrán la energía interior necesaria para superar las dificultades que se les presente. Nos encontraremos con niños que, o no se dejan exigir, o -aunque entiendan lo que les decimos y quieran hacerlo- no tendrán la fuerza y el entrenamiento necesario para conseguir las metas que se proponen. Algunas veces, los padres pretenden evitar a sus hijos -con un cariño mal entendido- los esfuerzos y dificultades que ellos tuvieron que superar en su juventud: los protegen y sustituyen, llevándoles a una vida cómoda, en la que no hay proporción entre el esfuerzo realizado y los bienes que se disfrutan. No se dan cuenta de que, más que proteger a los hijos para que no sufran, se trata de acompañarles y ayudarles para que aprendan a superar el sufrimiento. Para que un hábito bueno se haga permanente, es necesario que haya autoconsciencia (entender qué y por qué se hace) y voluntariedad (querer hacerlo). Por eso es tan importante ayudarles a entender el esfuerzo que van a realizar como algo necesario y conveniente, motivar y estimular sus deseos de esforzarse. 1 Existen muchas oportunidades en la vida cotidiana de la familia y del salón de clases para que los niños se ejerciten en resistir un impulso, soportar un dolor o molestia, superar un disgusto o dominar el cansancio, un ejemplo básico sería el acabar las tareas del colegio antes de ponerse a jugar o el darles responsabilidades en casa (acordes a su edad) y pedir que las cumplan cada día. Como siempre, el ejemplo es lo más importante para que los hijos entiendan que es necesario esforzarse en cada meta para lograr obtener satisfacciones. Enseñar serenidad, mostrar paciencia y equilibrio interior, para que no se desmoronen ante problemas o pequeños contratiempos e imprevistos. Si la exigencia no es constante, produce inseguridad en los niños. Quiero hacer hincapié en la necesidad de lograr que los jóvenes realicen esfuerzos sin quejarse. Tener decisión, energía y empuje para ir superando los miedos y cansancio que generalmente llegan en retos o proyectos difíciles. Necesitan aprender a esperar, a dar a cada cosa su tiempo y a realmente creer que los errores son siempre oportunidades de aprendizaje. Así, la fortaleza se transforma en autodominio. Algunos consejos para fomentar la fuerza de voluntad en los niños (siempre con el ejemplo de por medio): Exhortarlos a hablar o presentarse en público sin sufrir de pena o miedo. Tener paciencia cuando algo sale mal y hay que repetirlo. No hacer berrinches cuando pierden en algún juego o competencia. Darles pequeñas metas, motivarlos a que las cumplan y elogiar su esfuerzo. Enseñarles a hacer pequeños sacrificios por otros. 2