HUMEDICAS 99 8/3/06 16:55 Página 1 Humanidades médicas Bioética Diego Gracia Catedrático de Historia de la Medicina. Universidad Complutense. Madrid. España. ¿Qué son intrínsecamente malos, los actos o las intenciones? Nada hay intrínsecamente malo más que la mala voluntad Lo que hace intrínsecamente malo un acto no es su objeto sino la intención, es decir, la resolución de actuar en contra de la conciencia del deber Referentes éticos Immanuel Kant (1724-1804) llevó una vida extraordinariamente tranquila en la ciudad prusiana de Königsberg (hoy Kaliningrado, en Rusia). Sus escritos sobre ética se caracterizan por un incondicional compromiso con la libertad humana, con la dignidad del hombre y con la concepción de que la obligación moral no deriva ni de Dios, ni de las autoridades y comunidades humanas, ni de las preferencias o deseos de los agentes humanos, sino de la razón. 50 JANO 17-23 MARZO 2006. N.º 1.599 . www.doyma.es/jano a ética tradicional ha considerado siempre que su objeto de estudio son los actos en tanto que buenos y malos. La ética no se ocupa directamente de la naturaleza, sino de los actos humanos. Y de los actos humanos se dice que son buenos o malos por tres características suyas, que son, respectivamente, el objeto, el fin y las circunstancias, o dicho de otro modo la norma objetiva o el carácter intrínseco del objeto del acto, la norma subjetiva o el motivo de la voluntad y las circunstancias. La tesis clásica es que hay cosas que, por su propia naturaleza, son intrínsecamente buenas o malas, y que por tanto ninguna circunstancia puede hacerlas cambiar de moralidad. Las éticas naturalistas consideraron que las cosas poseen o pueden poseer unas propiedades objetivas que las hacen buenas o malas, buenas o malas por su propia condición. Esto era particularmente claro en el caso de los llamados deberes negativos o de prohibición, en los que la propia naturaleza de la cosa la hace intrínsecamente mala. Se han puesto muchos ejemplos de este tipo de deberes objetivos o mandatos, como por ejemplo el hacer el bien y evitar el mal, el no matar, o más precisamente el no matar al inocente, el no violar, etc. La tesis naturalista es que estas acciones son intrínsecamente malas L HUMEDICAS 99 8/3/06 16:55 Página 2 La imagen, de Tino Soriano “Si se habla, pues, de "naturaleza de la persona humana”, El superintendente Augusto Ramírez, con debe hacerse de tal modo que quede muy claro que la pistola, y el supervisor general J. Antonio condición moral no depende de la naturaleza sino de la dirigen el trabajo de los braceros en el batey 4, persona, de su razón y su voluntad, y que los actos se definen próximo a la ciudad dominicana de Barahona. como intrínsecamente buenos o malos de acuerdo con la La presencia de un arma de fuego, si más no, intención, no por su naturaleza”. por su propia naturaleza, y que por tanto nada puede hacerlas buenas. Las éticas no naturalistas han pensado siempre que esto no es así, que no hay actos que por su propia naturaleza sean intrínsecamente buenos o malos. No hay nada ni puede haberlo en la naturaleza que haga algo intrínsecamente bueno o malo. Éste es un heteronomismo sólo defendible desde una ontología teleológica, como fue la antigua. Cuando el teleologismo de la naturaleza desaparece, o al menos adquiere una nueva forma, compatible con las leyes del azar, entonces las cosas de la naturaleza ya no pueden ser por sí intrínsecamente buenas o malas. Nada es bueno o malo en sí. Los actos humanos son buenos o malos no por su objeto sino por su intención. Tal es lo que dirán las éticas autónomas del mundo moderno. El ejemplo paradigmático es Kant. Cuando éste afirma al comienzo de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres que “nada hay en el mundo, ni tampoco fuera de él que sea posible pensar que es bueno sin restricción, a no ser únicamente la buena voluntad”, está formulando el principio fundamental de las éticas no naturalistas. Lo que define la moralidad de un acto es la voluntad y la razón, no el objeto en sí. No hay nada en el objeto que pueda hacerle intrínsecamente ejerce un claro papel opresor. bueno o malo. El carácter bueno o malo dependerá siempre del móvil de la voluntad, lo que Kant llama el principio subjetivo de la acción, es decir, la intención. Acciones buenas son aquellas que se realizan con una intención buena. Qué es una intención buena El problema está, entonces, en determinar qué es una intención buena o cuándo puede afirmarse de una intención que es buena. La respuesta de Kant es que ello sucede cuando puede convertirse en ley universal de la naturaleza, y por tanto cuando es una intención universalizable al conjunto de los seres humanos. Como es bien sabido, Kant afirma que cuando el motivo de la voluntad o la intención, al universalizarse resulta lógicamente autocontraditorio, entonces se trata de un deber absoluto y sin excepciones, de tal modo que obliga siempre y en todas las circunstancias. Esto ha hecho pensar a muchos que, bien que por otra vía, sigue resultando posible definir algunos deberes como absolutos y sin excepciones, y por tanto como intrínsecamente obligatorios. De esto suele deducirse, además, que la tesis naturalista sigue en pie, no ya respecto a las JANO 17-23 MARZO 2006. N.º 1.599 . www.doyma.es/jano 51 HUMEDICAS 99 8/3/06 16:55 Página 3 cosas sino a los seres humanos. Los seres humanos tienen una naturaleza que es racional y voluntaria, y los actos pueden considerarse intrínsecamente buenos o malos por relación no a la naturaleza de las cosas sino por la propia naturaleza del ser humano. Esto es lo que ahora suele llamarse, por algunos, “naturaleza de la persona humana”. De tal modo que, por una vía un poco distinta de la clásica, seguiría siendo posible afirmar prácticamente lo mismo que en la antigüedad y en la escolástica, que hay actos intrínsecamente buenos e intrínsecamente malos, que son absolutos y carecen de excepciones. Pero si se analizan las cosas con alguna detención mayor, pronto se ve que esto no pasa de ser un espejismo. Es cierto que en la naturaleza humana está esa condición que llamamos moralidad o conciencia del deber, de tal modo que todo infringimiento de esa conciencia es por definición intrínsecamente malo. Pero lo que hace intrínsecamente malo un acto no es su objeto sino la intención, es decir, la resolución de actuar en contra de la conciencia del deber. Nada hay, pues, distinto de la intención que pueda considerarse absoluto y sin excepciones. Una mala intención es siempre y por definición intrínsecamente mala. Lo que sucede es que esto no pasa de ser una pura tautología. La mala intención es mala, intrínsecamente mala. Es todo lo que podemos decir. Pero de aquí cabe concluir algo que sí es importante, a saber, que nada hay intrínsecamente malo distinto de la mala intención. Si se habla, pues, de “naturaleza de la persona humana”, debe hacerse de tal modo que quede muy claro que la condición moral no depende de la naturaleza sino de la persona, de su razón y su voluntad, y que los actos se definen como intrínsecamente buenos o malos de acuerdo con la intención, no por su naturaleza. Si esto es así, cabe decir que en la expresión “naturaleza de la persona humana” sobra el primer término, ya que basta con referirse a la persona humana. Y si se introduce insistentemente el término naturaleza, es para decir algo distinto de lo que venimos afirmando, a saber, que no sólo las intenciones sino los actos pueden ser intrínsecamente buenos y malos, que hay actos buenos y malos de modo absoluto y sin excepciones, por su propia naturaleza. Y esto es de nuevo naturalismo, el naturalismo antiguo. Lo que suele quererse defender con expresiones como esa es que el torturar es intrínsecamente malo, malo por su propia naturaleza. Lo cual no es verdad. Siempre será mala la intención de torturar por torturar, pero el acto en sí es indiferente a la intención, y por tanto compatible con una intención buena. No está dicho que toda tortura tenga que realizarse siempre con mala intención, es decir, una intención que no pueda universalizarse, y que por tanto el acto de tortura sea intrínsecamente malo. Hay situaciones, sin duda límites, en que la tortura puede coexistir con una intención buena. Ejemplos paradigmáticos En el debate actual sobre la existencia o no de actos absolutamente malos o intrínsecamente malos, es frecuente aducir algunos ejemplos paradigmáticos, similares al que acabo de poner. Y es curioso que todos ellos hacen depender el acto precisamente de la intención. Así, se dice que la violación es una acto malo por su propia naturaleza, y por tanto intrínsecamente malo. Pero si se analiza con detalle este ejemplo, se ve pronto que la violación no se define por otra cosa que por la intención o voluntariedad. Un acto idéntico por su materia a la violación, pero realizado con consentimiento de las partes, podrá llamarse sádico o masoquista, quizá perverso, pero desde luego no inmoral. Lo único moralmente reprobable en la viola52 JANO 17-23 MARZO 2006. N.º 1.599 . www.doyma.es/jano ción es el móvil de la voluntad, la intención de no respetar la voluntad de otra persona por puro interés o placer, no los aspectos objetivos del acto. En última instancia, todo el problema moral de la violación puede resumirse diciendo que la mala intención es siempre mala, es intrínsecamente mala, lo cual es obviamente una pura tautología. Lo mismo cabe decir de otros de los ejemplos aducidos últimamente con una cierta insistencia. Se pone como ejemplo de principio absoluto y sin excepciones el siguiente: “Es siempre incorrecto matar a uno meramente para complacer a otro”. Pero en este caso nos hallamos de nuevo en la misma situación de los ejemplos anteriores. Lo que hace intrínsecamente malo el acto es la intención, que efectivamente es incompatible con el respeto de los seres humanos. Del objeto del acto, el matar, no se puede decir que sea intrínsecamente malo y carezca de excepciones. Lo que hace al principio formulado intrínsecamente malo es la intención que, en efecto, es mala. Matar con intención mala es malo; eso es lo único que dice el ejemplo aducido. De todo esto se deduce algo muy importante, y es que toda la teoría kantiana de los deberes perfectos hay que entenderla como referida única y exclusivamente a los móviles de la voluntad. No hay actos que por su objeto sean intrínsecamente malos, sino por la intención, que cuando no es universalizable resulta incompatible con el principio de respeto a los seres humanos. Si esto es así, debe concluirse que toda la teoría kantiana de los deberes perfectos debe quedar reducida a la afirmación de que todo móvil de la voluntad por completo incompatible con el respeto debido a los seres humanos es por definición mala y carece de excepciones. Lo que los deberes perfectos definen son intenciones, no otra cosa. La distinción de los deberes perfectos y los imperfectos dice simplemente que hay intenciones más y menos incompatibles con el principio de respeto a los seres humanos. Y se llaman perfectas aquellas intenciones que son completamente incompatibles con el respeto a los seres humanos. Nada menos, pero tampoco nada más. Lo ilícito no es el acto en sí Por eso resulta tan forzado el intento de la actual teología moral católica de defender a partir de la teoría expuesta la tabla de deberes perfectos o de actos intrínsecamente malos de la antigua moral escolástica. No tienen nada que ver. Así, por ejemplo, los llamados actos sexuales antinaturales de la vieja teología moral eran absoluta e intrínsecamente malos, en tanto que desde la óptima moderna no pueden definirse como tales. Serán malos si van contra la voluntad de los intervinientes, por tanto, si atentan contra la autonomía de las partes, pero no en otro caso. Esto es lo que ha hecho que en nuestro ordenamiento penal los llamados “delitos contra la honestidad” hayan pasado a ser “delitos contra la libertad sexual”. Lo ilícito no es el acto en sí, sino la intención de pasar por encima de la voluntad del otro para satisfacer un deseo puramente personal y no universalizable, lo cual debe considerarse siempre y por definición como intrínsecamente malo. Tenemos que acabar por donde comenzamos. Nada hay intrínsecamente malo, ni en el mundo ni fuera de él, más que la mala voluntad, es decir, el no respeto de los seres humanos y de su dignidad. Y este respeto y esa dignidad no se definen por cualidades naturales de las cosas, ya que no hay ninguna de estas cualidades que pueda ser considerada absolutamente mala, sino por la intención. Sólo quien afirme esto habrá superado el naturalismo y se hallará libre de su falacia.J