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HUMEDICAS 99
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Humanidades médicas
Bioética
Diego Gracia
Catedrático de Historia de la Medicina. Universidad Complutense.
Madrid. España.
¿Qué son intrínsecamente
malos, los actos
o las intenciones?
Nada hay intrínsecamente malo más que la mala voluntad
Lo que hace intrínsecamente malo un acto no es su objeto
sino la intención, es decir, la resolución de actuar en contra
de la conciencia del deber
Referentes éticos
Immanuel Kant (1724-1804) llevó una
vida extraordinariamente tranquila en la
ciudad prusiana de Königsberg (hoy
Kaliningrado, en Rusia). Sus escritos
sobre ética se caracterizan por un
incondicional compromiso con la
libertad humana, con la dignidad del
hombre y con la concepción de que la
obligación moral no deriva ni de Dios, ni
de las autoridades y comunidades
humanas, ni de las preferencias o
deseos de los agentes humanos, sino
de la razón.
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a ética tradicional ha considerado siempre que su objeto
de estudio son los actos en tanto que buenos y malos. La
ética no se ocupa directamente de la naturaleza, sino de los
actos humanos. Y de los actos humanos se dice que son buenos o malos por tres características suyas, que son, respectivamente, el objeto, el fin y las circunstancias, o dicho de otro
modo la norma objetiva o el carácter intrínseco del objeto del
acto, la norma subjetiva o el motivo de la voluntad y las circunstancias. La tesis clásica es que hay cosas que, por su propia naturaleza, son intrínsecamente buenas o malas, y que
por tanto ninguna circunstancia puede hacerlas cambiar de
moralidad.
Las éticas naturalistas consideraron que las cosas poseen o
pueden poseer unas propiedades objetivas que las hacen buenas o malas, buenas o malas por su propia condición. Esto
era particularmente claro en el caso de los llamados deberes
negativos o de prohibición, en los que la propia naturaleza de
la cosa la hace intrínsecamente mala. Se han puesto muchos
ejemplos de este tipo de deberes objetivos o mandatos, como
por ejemplo el hacer el bien y evitar el mal, el no matar, o más
precisamente el no matar al inocente, el no violar, etc. La tesis
naturalista es que estas acciones son intrínsecamente malas
L
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La imagen, de Tino Soriano
“Si se habla, pues, de "naturaleza de la persona humana”,
El superintendente Augusto Ramírez, con
debe hacerse de tal modo que quede muy claro que la
pistola, y el supervisor general J. Antonio
condición moral no depende de la naturaleza sino de la
dirigen el trabajo de los braceros en el batey 4,
persona, de su razón y su voluntad, y que los actos se definen
próximo a la ciudad dominicana de Barahona.
como intrínsecamente buenos o malos de acuerdo con la
La presencia de un arma de fuego, si más no,
intención, no por su naturaleza”.
por su propia naturaleza, y que por tanto nada puede hacerlas
buenas.
Las éticas no naturalistas han pensado siempre que esto no
es así, que no hay actos que por su propia naturaleza sean intrínsecamente buenos o malos. No hay nada ni puede haberlo
en la naturaleza que haga algo intrínsecamente bueno o malo.
Éste es un heteronomismo sólo defendible desde una ontología teleológica, como fue la antigua. Cuando el teleologismo de
la naturaleza desaparece, o al menos adquiere una nueva forma, compatible con las leyes del azar, entonces las cosas de la
naturaleza ya no pueden ser por sí intrínsecamente buenas o
malas. Nada es bueno o malo en sí. Los actos humanos son
buenos o malos no por su objeto sino por su intención. Tal es
lo que dirán las éticas autónomas del mundo moderno. El
ejemplo paradigmático es Kant. Cuando éste afirma al comienzo de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres que “nada hay en el mundo, ni tampoco fuera de él
que sea posible pensar que es bueno sin restricción, a no ser
únicamente la buena voluntad”, está formulando el principio
fundamental de las éticas no naturalistas. Lo que define la moralidad de un acto es la voluntad y la razón, no el objeto en sí.
No hay nada en el objeto que pueda hacerle intrínsecamente
ejerce un claro papel opresor.
bueno o malo. El carácter bueno o malo dependerá siempre
del móvil de la voluntad, lo que Kant llama el principio subjetivo de la acción, es decir, la intención. Acciones buenas son
aquellas que se realizan con una intención buena.
Qué es una intención buena
El problema está, entonces, en determinar qué es una intención buena o cuándo puede afirmarse de una intención que
es buena. La respuesta de Kant es que ello sucede cuando
puede convertirse en ley universal de la naturaleza, y por tanto cuando es una intención universalizable al conjunto de los
seres humanos.
Como es bien sabido, Kant afirma que cuando el motivo de
la voluntad o la intención, al universalizarse resulta lógicamente autocontraditorio, entonces se trata de un deber absoluto y sin excepciones, de tal modo que obliga siempre y en
todas las circunstancias. Esto ha hecho pensar a muchos que,
bien que por otra vía, sigue resultando posible definir algunos
deberes como absolutos y sin excepciones, y por tanto como
intrínsecamente obligatorios. De esto suele deducirse, además, que la tesis naturalista sigue en pie, no ya respecto a las
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cosas sino a los seres humanos. Los seres humanos tienen una
naturaleza que es racional y voluntaria, y los actos pueden
considerarse intrínsecamente buenos o malos por relación no
a la naturaleza de las cosas sino por la propia naturaleza del
ser humano. Esto es lo que ahora suele llamarse, por algunos,
“naturaleza de la persona humana”. De tal modo que, por una
vía un poco distinta de la clásica, seguiría siendo posible afirmar prácticamente lo mismo que en la antigüedad y en la escolástica, que hay actos intrínsecamente buenos e intrínsecamente malos, que son absolutos y carecen de excepciones.
Pero si se analizan las cosas con alguna detención mayor,
pronto se ve que esto no pasa de ser un espejismo. Es cierto
que en la naturaleza humana está esa condición que llamamos
moralidad o conciencia del deber, de tal modo que todo infringimiento de esa conciencia es por definición intrínsecamente
malo. Pero lo que hace intrínsecamente malo un acto no es su
objeto sino la intención, es decir, la resolución de actuar en
contra de la conciencia del deber. Nada hay, pues, distinto de
la intención que pueda considerarse absoluto y sin excepciones. Una mala intención es siempre y por definición intrínsecamente mala. Lo que sucede es que esto no pasa de ser una
pura tautología. La mala intención es mala, intrínsecamente
mala. Es todo lo que podemos decir. Pero de aquí cabe concluir algo que sí es importante, a saber, que nada hay intrínsecamente malo distinto de la mala intención. Si se habla, pues,
de “naturaleza de la persona humana”, debe hacerse de tal
modo que quede muy claro que la condición moral no depende de la naturaleza sino de la persona, de su razón y su voluntad, y que los actos se definen como intrínsecamente buenos
o malos de acuerdo con la intención, no por su naturaleza. Si
esto es así, cabe decir que en la expresión “naturaleza de la
persona humana” sobra el primer término, ya que basta con
referirse a la persona humana. Y si se introduce insistentemente el término naturaleza, es para decir algo distinto de lo
que venimos afirmando, a saber, que no sólo las intenciones sino los actos pueden ser intrínsecamente buenos y malos, que
hay actos buenos y malos de modo absoluto y sin excepciones,
por su propia naturaleza. Y esto es de nuevo naturalismo, el
naturalismo antiguo. Lo que suele quererse defender con expresiones como esa es que el torturar es intrínsecamente malo, malo por su propia naturaleza. Lo cual no es verdad. Siempre será mala la intención de torturar por torturar, pero el acto en sí es indiferente a la intención, y por tanto compatible
con una intención buena. No está dicho que toda tortura tenga que realizarse siempre con mala intención, es decir, una intención que no pueda universalizarse, y que por tanto el acto
de tortura sea intrínsecamente malo. Hay situaciones, sin duda límites, en que la tortura puede coexistir con una intención
buena.
Ejemplos paradigmáticos
En el debate actual sobre la existencia o no de actos absolutamente malos o intrínsecamente malos, es frecuente aducir algunos ejemplos paradigmáticos, similares al que acabo de poner. Y es curioso que todos ellos hacen depender el acto precisamente de la intención. Así, se dice que la violación es una
acto malo por su propia naturaleza, y por tanto intrínsecamente malo. Pero si se analiza con detalle este ejemplo, se ve
pronto que la violación no se define por otra cosa que por la
intención o voluntariedad. Un acto idéntico por su materia a la
violación, pero realizado con consentimiento de las partes, podrá llamarse sádico o masoquista, quizá perverso, pero desde
luego no inmoral. Lo único moralmente reprobable en la viola52
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ción es el móvil de la voluntad, la intención de no respetar la
voluntad de otra persona por puro interés o placer, no los aspectos objetivos del acto. En última instancia, todo el problema moral de la violación puede resumirse diciendo que la mala intención es siempre mala, es intrínsecamente mala, lo cual
es obviamente una pura tautología.
Lo mismo cabe decir de otros de los ejemplos aducidos últimamente con una cierta insistencia. Se pone como ejemplo de
principio absoluto y sin excepciones el siguiente: “Es siempre
incorrecto matar a uno meramente para complacer a otro”.
Pero en este caso nos hallamos de nuevo en la misma situación de los ejemplos anteriores. Lo que hace intrínsecamente
malo el acto es la intención, que efectivamente es incompatible con el respeto de los seres humanos. Del objeto del acto,
el matar, no se puede decir que sea intrínsecamente malo y
carezca de excepciones. Lo que hace al principio formulado
intrínsecamente malo es la intención que, en efecto, es mala.
Matar con intención mala es malo; eso es lo único que dice el
ejemplo aducido.
De todo esto se deduce algo muy importante, y es que toda
la teoría kantiana de los deberes perfectos hay que entenderla como referida única y exclusivamente a los móviles de la
voluntad. No hay actos que por su objeto sean intrínsecamente malos, sino por la intención, que cuando no es universalizable resulta incompatible con el principio de respeto a los
seres humanos.
Si esto es así, debe concluirse que toda la teoría kantiana de
los deberes perfectos debe quedar reducida a la afirmación de
que todo móvil de la voluntad por completo incompatible con
el respeto debido a los seres humanos es por definición mala y
carece de excepciones. Lo que los deberes perfectos definen
son intenciones, no otra cosa. La distinción de los deberes
perfectos y los imperfectos dice simplemente que hay intenciones más y menos incompatibles con el principio de respeto
a los seres humanos. Y se llaman perfectas aquellas intenciones que son completamente incompatibles con el respeto a los
seres humanos. Nada menos, pero tampoco nada más.
Lo ilícito no es el acto en sí
Por eso resulta tan forzado el intento de la actual teología moral católica de defender a partir de la teoría expuesta la tabla
de deberes perfectos o de actos intrínsecamente malos de la
antigua moral escolástica. No tienen nada que ver. Así, por
ejemplo, los llamados actos sexuales antinaturales de la vieja
teología moral eran absoluta e intrínsecamente malos, en tanto que desde la óptima moderna no pueden definirse como tales. Serán malos si van contra la voluntad de los intervinientes, por tanto, si atentan contra la autonomía de las partes,
pero no en otro caso. Esto es lo que ha hecho que en nuestro
ordenamiento penal los llamados “delitos contra la honestidad” hayan pasado a ser “delitos contra la libertad sexual”. Lo
ilícito no es el acto en sí, sino la intención de pasar por encima de la voluntad del otro para satisfacer un deseo puramente personal y no universalizable, lo cual debe considerarse
siempre y por definición como intrínsecamente malo.
Tenemos que acabar por donde comenzamos. Nada hay intrínsecamente malo, ni en el mundo ni fuera de él, más que la
mala voluntad, es decir, el no respeto de los seres humanos y
de su dignidad. Y este respeto y esa dignidad no se definen
por cualidades naturales de las cosas, ya que no hay ninguna
de estas cualidades que pueda ser considerada absolutamente
mala, sino por la intención. Sólo quien afirme esto habrá superado el naturalismo y se hallará libre de su falacia.J
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