Personas Sin Techo en Madrid

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Departamento de Sociología y Trabajo Social
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
Personas Sin Techo en Madrid
Diagnóstico y Propuestas de actuación
INFORME
Marzo 2003
Pedro José Cabrera
Mª José Rubio
Universidad Pontificia Comillas de Madrid
PLAN DE ATENCIÓN INTEGRAL A PERSONAS SIN HOGAR EN LA
COMUNIDAD DE MADRID
Informe
1. INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 4
1.1. Metodología ................................................................................................ 10
2. DIAGNÓSTICO ................................................................................................. 14
2.1. ¿Quiénes y Cuántos son? .......................................................................... 14
2.1.1 Operaciones de recuento ...................................................................... 21
2.2. Tipología ..................................................................................................... 40
2.2.1. PERFIL 1.............................................................................................. 40
2.2.2. PERFIL 2.............................................................................................. 46
3. LA VIDA EN LA CALLE ................................................................................... 52
3.1. El camino hacia la calle .............................................................................. 52
3.2. La vida en la calle ....................................................................................... 70
3.2.1. Comer .................................................................................................. 71
3.2.2. Dormir .................................................................................................. 80
3.2.3. Aseo ..................................................................................................... 94
3.2.4. Ropa..................................................................................................... 96
3.2.5. La economía de la calle ....................................................................... 98
3.2.6. Mendicidad......................................................................................... 103
3.2.7. Agresiones ......................................................................................... 108
3.3. Salir de la calle ......................................................................................... 111
4. LOS RECURSOS SOCIO-ASISTENCIALES ................................................. 116
4.1. Recursos específicos para Personas Sin Techo ...................................... 118
4.1.1. SITADE .............................................................................................. 118
4.1.2. UMES................................................................................................. 118
4.1.3. RAIS................................................................................................... 119
2
4.1.4. Centro de baja exigencia Puerta Abierta............................................ 119
4.1.5. “Campaña contra el Frío” ................................................................... 120
4.1.6. Solidarios para el Desarrollo .............................................................. 121
4.1.7. Amauta............................................................................................... 121
4.1.8. Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR) ..................... 122
4.2. Recursos generales para PSH ................................................................. 122
5. ALCANCES Y LÍMITES DE LA ATENCIÓN................................................... 124
5.1. Recursos específicos para PSTecho ........................................................ 125
5.1.1. Los recursos de proximidad (UMES, RAIS, los voluntarios y el Equipo
de Intervención Social y Humanitaria del SAMUR) ...................................... 125
5.1. 2. El SITADE ......................................................................................... 150
5.1.3. Puerta Abierta .................................................................................... 151
5.1.4. Campaña del frío................................................................................ 153
5.1.5. La Coordinación de los recursos específicos para PST ..................... 156
5.2. Los recursos generales para PSHogar ..................................................... 160
5.2.1. Insuficiencias e inadaptación de la red............................................... 160
5.2.2. Los problemas de coordinación y conexión externa........................... 180
5.2.3. Los medios para la prevención .......................................................... 184
6. CONCLUSIONES ........................................................................................... 190
7. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN ....................................................................... 197
8. PROPUESTA DE ACTUACIONES PARA LA ELABORACIÓN DE UN ........ 205
“Plan de Atención a Personas Sin Hogar de la Comunidad de Madrid” ...... 205
8.1. ACTUACIONES URGENTES ................................................................... 223
9. BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................. 228
3
1. INTRODUCCIÓN
Dormir y vivir en la vía pública, así como pedir y mendigar una moneda a los que
pasan, son todavía hoy en día, cuando acabamos de entrar en el siglo XXI, las
manifestaciones más visibles que adopta la miseria -real o pretendida-, en las
calles de nuestras ciudades. Personas adultas que piden dinero o comida en la
calle, a las puertas de una iglesia, de un supermercado o de unos grandes
almacenes; adultos acompañados de menores que ejercen la mendicidad;
hombres o mujeres que duermen al raso y viven instalados con sus míseras
pertenencias, en algún banco o acera de cualquier calle, plaza o parque, son
escenas cotidianas para cualquier ciudadano de Madrid.
Sin lugar a dudas, el encuentro cara a cara con quien se exhibe públicamente
como necesitado y empobrecido hasta el extremo, es una experiencia dura e
insoportable para la mayoría de las personas, un encuentro -no por habitual
menos inesperado- que introduce cierto nivel de desasosiego y malestar en sus
vidas. Las reacciones que se siguen de esa incomodidad pueden ser de lo más
variado y alimentar desde las acciones inspiradas por la compasión y el deseo de
ayudar al otro, a las reacciones más agresivas y violentas que, en ocasiones, se
saldan con la muerte del indigente, tal y como recogen las páginas de sucesos en
los periódicos con machacona e inquietante reiteración. En la actualidad, a pesar
de los intentos que han hecho tanto la Administración como algunas iniciativas
privadas para resolver o al menos paliar el problema, la realidad sigue
mostrándonos la presencia de personas cuyo escenario vital sigue siendo la calle.
Por lo que se refiere explícitamente a la mendicidad, aunque las evidencias
disponibles son más bien fragmentarias y poco informadas científicamente, el
hecho es que existe una fuerte conciencia entre algunos sectores de la población
y, desde luego, entre los políticos y responsables municipales, acerca del
4
crecimiento de la mendicidad en las grandes ciudades europeas (DEAN 1999). Sin
que se hayan investigado en profundidad las razones del fenómeno, así como la
naturaleza, las implicaciones y las dimensiones del mismo, la opinión pública y la
administración reclaman ideas y proyectos para solucionarlo.
Como forma de ayuda entre seres humanos, uno de los cuales se muestra en
situación de necesidad, la práctica de la mendicidad implica que la ayuda se
realiza en una situación de encuentro cara a cara interpersonal, lo cual violenta y
altera el discurrir histórico de la acción social, en el que la aparición de
intermediaciones institucionales, permite “evitar” tales encuentros cara a cara,
delegándolos en profesionales o mediadores especializados en tales menesteres
(religiosos, etc).
De ahí que, desde siempre, haya existido la preocupación por distinguir entre unos
mendigos y otros, clasificándolos según su estilo, su situación etc., y en definitiva,
según el criterio de si serán o no dignos de recibir esa ayuda que se pide sin otras
referencias que las que puedan mostrarse a modo de seña de identidad en un
encuentro fugaz y transitorio.
La mendicidad conlleva, por lo general, un claro estigma social. En según qué
contextos grupales y de clase puede implicar la señal última de que se ha perdido
la propia autoestima y el sentido de la dignidad, de manera que resultaría
preferible la comisión de pequeños delitos o realizar ciertas actividades ilícitas,
antes que “rebajarse a pedir”. Por el contrario, en algunas subculturas,
tradicionalmente una y otra actividad han resultado habituales y compatibles, sin
que implicasen desdoro o menoscabo para quien las practicaba, al menos dentro
de la propia comunidad, como ha sido el caso entre los gitanos, o los habitantes
de algunos pueblos en Las Hurdes, entre quienes ser un buen “pidior” te convertía
en un buen partido a la hora de buscar pareja.
5
Del mismo modo suele ser habitual prestar alguna atención a las formas que se
emplean para solicitar limosna, a la evolución que experimentan a lo largo del
tiempo, a la extensión que alcanzan unas y otras, y al éxito mayor o menor que
acarreen en cada época y circunstancia, puesto que, en definitiva, de ello
dependerá en gran medida que el juicio rápido que ha de hacer el transeúnte que
pasa al lado de quien pide, le haga decantarse por entregar una moneda, o no.
Actualmente, la preocupación por la mendicidad, viene ligada a:
•
Los recortes en los sistemas de protección, o las insuficiencias de la política
de vivienda, salud mental, y de empleo, así como por la modificación de los
estilos de intervención social, especialmente en aquellos programas
dirigidos a los más pobres.
•
La preocupación por articular medidas de política social eficaces con
relación a la exclusión social, es perfectamente compatible en nuestra
sociedad con la tolerancia frente a la desigualdad social y la pobreza de
amplias capas de población. Paradójicamente, pueden coexistir la tolerancia
cero frente a las exhibiciones ostentosas de miseria, en situaciones cara a
cara, con la absoluta permisividad y tolerancia frente a la pobreza masiva.
•
En la mendicidad actual, se reflejan los procesos de globalización
económica y de crecimiento de la desigualdad entre regiones, países y
continentes. Como ha señalado Z. Bauman, formando parte del mismo
fenómeno de base, podemos contraponer al “turista” y al “vagabundo” (los
gitanos rumanos por ejemplo) como protagonistas de un mundo cada vez
más global e interconectado.
•
La mendicidad no es sino una de las formas de actividad económica
informales que permiten ir tirando a quienes han sido arrojados a los
márgenes de la sociedad, de ahí que tenga importancia estudiarla en tanto
que categoría peculiar dentro del amplio espectro de situaciones que
6
concurren en la economía sumergida o informal. En ese sentido, pedir
implica una forma de racionalidad económica propia, aunque peculiar y llena
de riesgos sin duda.
•
Por otra parte, mientras que en las leyes antimendicidad, se la suele
criminalizar y se la hace responsable del incremento de la inseguridad,
también se podría considerar, a la inversa, que pedir es una actividad muy
arriesgada para los propios mendigos, que pueden ser objeto de asaltos,
robos, explotación mafiosa, etc.
•
Desde luego, determinadas formas de limosneo pueden ser entendidas
como una suerte de rebelión frente al sistema; es el caso de chicos jóvenes,
hippies, punkies, new age, o de quienes entroncan con una cierta tradición
anarquista de rechazo al trabajo y la explotación que éste conlleva.
•
Por último, aunque resulte difícil de entender a primera vista, los mismos
valores de autonomía e independencia financiera a los que aspiran la
mayoría de los ciudadanos, pueden estar en el origen de la conducta de
algunas personas que mendigan y que, en ese sentido, encuentran en la
mendicidad una “liberación” de otras situaciones más dependientes y
“parasitarias”, puesto que el hecho de poder proveerse por sí mismas de lo
que necesitan para subsistir las evita depender de albergues, comedores u
otras instituciones de asistencia (DEAN y GALE 1999).
En este informe, con los términos “pedir” y “mendigar”, nos referimos a la conducta
de las personas que viven más o menos habitualmente reclamando ayuda
económica y/o material a los transeúntes en un lugar público. Por su parte, “vivir
en la calle” es un concepto que hace alusión a todas aquellas personas que
duermen al aire libre o en lugares no apropiados para ser utilizados como
alojamiento por un ser humano (cajeros, portales, etc.).
7
Por lo general, pedir y vivir / dormir en la calle son problemas que se suelen
asociar al fenómeno del sinhogarismo. Sin embargo, aunque en muchos casos
esta asociación es cierta, conviene precisar que el sinhogarismo es una realidad
más amplia que puede incluir no sólo a los que duermen en la calle, sino a otras
muchas personas que lo hacen en la red de alojamientos para PSH, en pensiones,
en infraviviendas, etc. Como expone FEANTSA (Federación Europea de
Asociaciones que Trabajan a favor de los Sin Hogar), el término Personas Sin
Hogar “incluye aquellos que no pueden acceder a conservar un alojamiento
adecuado, adaptado a su situación personal, permanente, y que proporcione un
marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas u otras barreras
sociales, o bien porque presentan dificultades personales para llevar una vida
autónoma” (Cabrera, 2000:24).
Por otro lado, si bien es cierto que muchas Personas Sin Hogar (PSH), y, por lo
tanto, sin recursos económicos, piden para subsistir, no todas las PSH piden en la
calle. Esta cuestión ha sido frecuentemente señalada por las organizaciones que
trabajan con PSH. Pues, según ellos, en muchas ocasiones, se corre el riesgo de
considerar a todas las PSH a partir de la conducta de una parte de la población,
probablemente minoritaria, etiquetándoles a todos con el calificativo degradante y
estigmatizador de “mendigos”.
De hecho, en el imaginario popular, se entremezclan junto a la mendicidad, otras
situaciones y actividades que poco tienen que ver con ella salvo el hecho de darse
cita en el espacio abierto y público que es la calle: vivir sin techo y dormir sobre
unos cartones; ejercer la prostitución y solicitar a los peatones como clientes;
vender revistas de calle como La Farola o También Contamos; instalar una manta
con CDs pirateados; o hacer de estatua pintado de purpurina, son algunas de las
posibilidades con las que cualquier transeúnte puede toparse mientras camina por
Madrid. Evidentemente, los puntos de conexión que pueden existir entre quienes
se ven envueltos en ellas no pueden ignorarse, pero tampoco sería bueno
confundirlas y entremezclarlas entre sí en una especie de totum revolutum que
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nada resuelve y nada aporta, a no ser un incremento del rechazo y la intolerancia
hacia quienes ocupan posiciones y lugares marginales en nuestra sociedad.
Del simple hecho de entremezclar las cuatro posibilidades básicas que se dan cita
en la calle como formas de vida marginales que permiten “ir tirando” a quienes las
practican: (a) pedir limosna, (b) vender pequeños productos, (c) ofrecer servicios
al paso, o (d) dormir literalmente sin techo, nos surgirían hasta 13 posibilidades
diferentes según se den solas o combinadas entre sí (ver Gráfico sig.), cada una
de las cuales significa para quienes las practican, tener que asumir connotaciones
sociales, económicas, relacionales y simbólicas muy diferentes unas de otras.
Duermen sin techo
Piden Limosna
Ofertan servicios
Venden productos
Teniendo en cuenta los medios disponibles, el escaso tiempo con que hemos
debido preparar este informe, y el tipo de instituciones, agencias y centros sociales
que fueron convocados a participar en el proyecto, nos vamos a ocupar
básicamente de las dos primeras posibilidades, (1) dormir sin techo, y (2) pedir
limosna -o lo que es lo mismo, aquellas que representan la exhibición de miseria
más explicita de cuantas nos podemos encontrar en la vía pública-, así como de
las interrelaciones que podamos detectar entre ambas.
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Incluiremos la venta de productos, cuando por su insignificancia (pañuelos) o su
expresa vinculación con personas en situación de exclusión (venta de prensa de
calle), resulten de hecho asimilables en la conciencia ciudadana a la mendicidad;
esto significa no tomar en cuenta, por ejemplo, la venta de fruta, el llamado “top
manta”, etc.
Del mismo modo, la oferta de servicios, no tendrá sentido incluirla cuando se
acompañe de ciertos niveles de calidad, como por ejemplo, los teatros de
marionetas ambulantes, los echadores de cartas, la lectura del tarot, etc; en
cambio sí que podríamos considerar como formas más o menos similares a la
mendicidad, el tocar la flauta mientras se pide con un cuenco, hacer de estatua,
echar la buenaventura al paso, etc.
En definitiva, nuestro foco de interés se centra en estudiar las circunstancias por
las que transcurre la vida de las personas que viven literalmente sintecho, y sus
conexiones más o menos próximas con quienes ejercen la mendicidad en las
calles de Madrid. El objetivo que nos hemos propuesto cubrir con este informe,
consiste en tratar de averiguar, cuántos y quiénes son, de dónde vienen y por qué
han llegado a verse así, cuál es la atención que se les presta actualmente y,
finalmente, poder lanzarnos a proponer algunas medidas de actuación para el
futuro que gocen del respaldo y el consenso de las principales agencias e
instituciones implicadas.
1.1. Metodología
Por las circunstancias en que ha debido ser abordado y habida cuenta de la
escasa investigación previa disponible, el estudio tiene en primer lugar un carácter
exploratorio y descriptivo. Una vez delimitado el foco de nuestro interés: personas
viviendo en la calle y/o personas practicando la mendicidad, nuestro primer
objetivo consistirá en dar cuenta de la realidad existente en estos instantes en las
10
calles de Madrid. De momento, el ámbito de nuestro trabajo de campo, se ha
circunscrito al municipio de Madrid, y particularmente a las zonas céntricas en las
que se dan cita la mayor parte de situaciones a estudiar. Con ello creemos estar
cubriendo el grueso del problema y, desde luego, sus manifestaciones más
visibles y notorias.
Para lograr esta primera descripción que nos sirva como diagnóstico de la
situación actual, hemos contactado con la práctica totalidad de las instituciones,
centros y servicios implicados en la atención directa a estas personas. Hemos
recopilado la información contenida en sus últimas memorias y hemos realizado
entrevistas abiertas en profundidad a un total de 15 profesionales responsables y
expertos.
Contando con la colaboración de todos ellos, hemos podido conocer de primera
mano el funcionamiento de los servicios, siendo particularmente interesante el
conocimiento que nos ha proporcionado el hecho de poder acompañar a quienes
hacen trabajo de calle e intervienen en medio abierto. Así,
hemos podido
acompañar en sus recorridos a: la UMES, RAIS y Solidarios para el Desarrollo.
Además de las entrevistas a expertos y de las visitas a centros, hemos tenido la
oportunidad de encontrarnos con todos ellos en el transcurso de tres reuniones
celebradas en la Escuela Municipal de Voluntariado para poner en marcha la
llamada “Campaña contra el Frío”. En la primera de ellas expusimos el proyecto y
recogimos las impresiones de los participantes, en la segunda de ellas dimos
cuenta del trabajo realizado hasta ese instante y pasamos un cuestionario para
recoger las ideas, sugerencias y propuestas de los expertos implicados, y en la
tercera se realizó una devolución de los primeros resultados e ideas aportadas
hasta ese momento. Operando de esta forma, creemos estar proponiendo un
dispositivo de investigación-acción, mediante una metodología participativa y de
colaboración interinstitucional que ha de ser fundamental en el diseño de
actuación posterior.
11
Además de la visión del problema que emerge desde las instituciones, hemos
querido recoger la versión de los propios protagonistas, para lo cual hemos
realizado entrevistas en profundidad a 20 personas que viven en la calle y/o
practican la mendicidad. La muestra naturalmente, no tiene pretensiones de
representatividad estadística de un universo
sino que pretende, desde una
metodología cualitativa, abrirse a la comprensión de las razones, motivos,
justificaciones y demandas que manejan quienes se encuentran literalmente
tirados en la calle.
No obstante, hemos buscado que la muestra estuviese adornada de la mayor
heterogeneidad posible, para lo cual hemos entrevistado a jóvenes y mayores,
varones y mujeres, personas solas y con pareja, gentes que utilizan
eventualmente los albergues y otras que no los pisan nunca, etc. Creemos que
estas entrevistas pueden ser suficientes para poder indagar en la experiencia
subjetiva de marginación y desarraigo extremo tal y como es vivida por sus
protagonistas.
En total, disponemos por tanto de 35 entrevistas en profundidad, realizadas a los
actores que intervienen o padecen la cuestión que nos preocupa.
Además de todo ello, para intentar una estimación cuantitativa del fenómeno tal y
como éste se presenta ante los ojos de un observador callejero, hemos realizado
dos recuentos:
1. En el primero de ellos, contamos con la colaboración extraordinaria de los
voluntarios que cubren las rutas nocturnas atendidas por la ONG Solidarios
para el Desarrollo. A lo largo de la cuarta semana de Octubre, durante las
primeras horas de la noche, entre el 21, lunes, y el 24, jueves, los
voluntarios de Solidarios, fueron consignando en unas hojas de registro
elaboradas al efecto, los datos sociodemográficos básicos de las personas
durmiendo en la calle con las que entraban en contacto.
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2. El segundo recuento, tuvo carácter diurno y se realizó durante la misma
semana de referencia. El jueves, 24 de octubre, en grupos de mañana y de
tarde, nosotros mismos y un grupo de algo mas de 20 alumnos de 4º de
sociología de Comillas, como parte de sus prácticas de observación dentro
de la asignatura de Técnicas de Investigación Social, realizamos un barrido
sistemático de los distritos centrales de Madrid, tomando nota sistemática
de todas aquellas personas que podían detectarse mendigando, o con
signos externos de estar durmiendo en la calle. La hoja de registro de
observaciones, permite trazar los contornos principales del problema tal y
como se detecta de forma visible y aparente a plena luz del día.
Los datos cuantitativos fueron analizados mediante el programa SPPSS v. 11;
mientras que las cintas con el contenido de las entrevistas se transcribieron a
documentos de texto, para ser posteriormente analizadas mediante el programa
QSR-NUDIST de análisis de contenido.
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2. DIAGNÓSTICO
2.1. ¿Quiénes y Cuántos son?
Contando con los sistemas de información actuales, es imposible saber el número
de personas de las que estamos hablando. Ni siquiera para las personas más
directamente relacionadas con el tema y con más conocimiento de la realidad a
estudiar resulta fácil aproximarse a una estimación medianamente rigurosa. Una
consulta realizada a los representantes de las instituciones implicadas en la
atención a PSH en Madrid, arroja cifras muy dispares, las respuestas obtenidas a
la pregunta acerca de cuál estiman que sería el número de personas que en un
día cualquiera quedan fuera de las instituciones durmiendo en la calle oscila entre
300 y 3.500, con una cifra media de 907 personas sin techo una vez eliminadas
las posiciones más extremas.
En cuanto a la mendicidad, las respuestas obtenidas a la pregunta sobre el
número de personas que en un día cualquiera se dedican a mendigar en Madrid,
oscilan entre 100 y 4.000, con un saldo medio estimado de 1.153 personas.
Nuestra opinión es que las cifras más ajustadas a la realidad son bastante
inferiores. Si tenemos en cuenta que las plazas de alojamiento y/o refugio
nocturno disponibles en Madrid, son aproximadamente 1.256, resulta francamente
improbable que por cada persona albergada haya aproximadamente otra que no
encuentra o no desea obtener una plaza. A nuestro entender, deberíamos estar
hablando más bien de un número situado en torno a 300-400 personas en un día
cualquiera. Naturalmente, la cifra crece si en lugar de hablar en términos de
stock, tratáramos de aproximarnos al número de personas que a lo largo de un
período, por ejemplo un año, acaban recalando en la calle y haciendo de un
14
banco, un cajero o un portal, su dormitorio improvisado por un tiempo más o
menos prolongado.
Tabla
1.Plazas
de
alojamiento/refugio
disponibles para PSH en Madrid, durante los
meses de frío.
Centro
Nº Plazas
S. Isidro
269
Puerta Abierta
80
Pabellones Casa de Campo
87
Estación Metro (ocupación media)
61
S. Juan de Dios
230
S. Martín de Porres
62
Mini residencia SMP
12
Calor y Café
50
Pensiones
10
Don de María
80
Sta. María de la Paz
114
Jesús Caminante
60
Hogar Jesús Caminante
50
Misioneras de la Caridad
20
Plazas en pisos (El olivar, HH. de la
71
Caridad, Cáritas, Realidades, etc)
Total
1256
Elaboración propia, datos de la Campaña contra el frío 2001/2002
En cuanto al número de personas que practican la mendicidad de un modo regular
y no esporádico en Madrid, resulta aún más difícil de estimar, puesto que no existe
manera de realizar un censo siquiera aproximado. Sin embargo, si consideramos
que aunque no todas las personas alojadas en centros para PSH, mendigan, ni
mucho menos, tampoco es infrecuente encontrarse con personas que residen en
ellos, y emplean parte de sus horas libres en intentar sacar algún dinerillo a las
puertas de una iglesia o de un supermercado, y si a este grupo le sumamos, el
amplio grupo de “músicos” ambulantes, “estatuas”, vendedores de prensa
callejera, algunas personas mayores con pensiones insuficientes que se ayudan
de la mendicidad, y otros, quizás la cifra media ofrecida por los profesionales que
estimaba en torno a 1.100 personas el número de mendigos en un día cualquiera
no sea del todo exagerada, aunque en este momento nos inclinamos a pensar
más bien en una cifra más modesta situada en torno a 600-800 personas, de los
15
que sólo una tercera parte (por razones que más adelante indicaremos) se
encuentran viviendo en la calle.
En este instante, los datos más sólidos respecto de lo que ocurre en la calle, son
los elaborados por Grupo 5 a partir de la actividad desarrollada por la UMES. Así
por ejemplo durante el año 2001, atendieron a 1.166 personas diferentes, si bien,
la media mensual fue de 221 personas distintas. Del total de personas atendidas,
el 54% (esto es 626) se encontraban viviendo literalmente en la calle. A estas
podríamos sumarle aproximadamente otro 9% (49) que se encontraban residiendo
en albergues pero que sin embargo fueron objeto de una intervención de la UMES,
normalmente por estar mendigando.
Gráfico 1. Personas que viven en la calle. Año 2001.
(Cifras anuales en datos absolutos)
1000
800
626
540
600
400
200
0
Viven en la calle
Algun tipo de alojamiento
Fuente: Memoria UMES 2001
De las 626 personas que vivían en la calle a lo largo del año 2001, las mujeres
representaban un 18%. El 83,5% residía en Madrid desde hacía más de 6 meses,
y un 50% vivían en Madrid desde hacía más de 5 años.
16
Gráfico 2. Personas que viven en la calle según sexo. Año 2001. (%)
82
100
80
60
18
40
20
0
Mujeres
Hombres
Fuente: Memoria UMES 2001
Gráfico 3. Tiempo de residencia en Madrid (más o menos de seis meses). (%)
100
83,5
80
60
16,5
40
20
0
Más de 6 meses
Menos de 6 meses
Fuente: Memoria UMES 2001
Gráfico 4. Tiempo de residencia en Madrid (Más o menos de 5 años) (%)
Menos de 5 años
50%
Más de 5 años
50%
Fuente: Memoria UMES 2001
17
El 25% eran extranjeros; la mayoría (58%) de países extracomunitarios, pero con
una importante representación de naturales de la UE (42%), entre los que la
nacionalidad mayoritaria era la portuguesa (un 14% de los extranjeros que vivían
en la calle). A diferencia de los nacionales, los extranjeros sin techo, llevan mucho
menos tiempo viviendo en Madrid: el 30% menos de 6 meses, y sólo un 23% lleva
más de cinco años en Madrid (frente a un 50% entre los españoles). La
importancia del desarraigo y el extrañamiento, así como la necesidad de una
intervención temprana para evitar la consolidación de la vida en la calle de los
extranjeros temporalmente sin techo resulta evidente a la luz de estos datos.
Gráfico 5. Extranjeros (%)
100%
75%
80%
60%
40%
25%
20%
0%
Extranjeros
Españoles
Fuente: Memoria UMES 2001
18
Gráfico 6. Origen de los extranjeros (%)
U.E.
42%
Extracomunitarios
58%
Fuente: Memoria UMES 2001
Gráfico 7. Tiempo viviendo en Madrid de los extranjeros
80
70
60
50
40
30
20
10
0
77
23
Más de 5 años
Menos de 5 años
Fuente: Memoria UMES 2001
Por zonas geográficas, nos encontramos con que nueve de los 21 distritos
acumulan, ellos solos, el 89,3% de las intervenciones; son los de Centro (31,5%),
Moncloa (16,4%), Salamanca (8,4%), Arganzuela (7,7%) Chamberí (6,6%), Tetuán
(5,7%) y Chamartín (5,1%), Latina (4,5%) y Retiro (3,4%). La presencia de zonas
comerciales y espacios abiertos con numeroso público, estaciones de tren, y
centros de asistencia (comedores, sobre todo y también albergues) ayuda a
explicar esta extraordinaria concentración de “emergencias sociales” en una zona
relativamente limitada.
19
Tabla 2.- Personas que viven en la calle y/o piden según distritos
Distrito
%
Centro
31,5
Moncloa
16,4%
Salamanca
8,4
Arganzuela
7,7
Chamberí
6,6
Tetuán
5,7
Chamartín
5,1
Latina
4,5
Retiro
3,4
Fuente: Memoria UMES 2001
Lamentablemente, de la memoria elaborada por la UMES, no podemos extraer la
estimación del número de personas que a lo largo del año 2001 se encontraron
ejerciendo la mendicidad de forma, digamos “problemática”, puesto que en la
valoración de las situaciones a las que han de enfrentarse desde la Unidad Móvil
únicamente pueden asignar a efectos estadísticos una única problemática, cuando
la realidad es que pueden concurrir en la misma persona una pluralidad de ellas
como por ejemplo, estar mendigando y ser alcohólico. Con todo y con ello, de
entre las 1166 personas diferentes que fueron objeto de intervención en 125
casos, la mendicidad era el problema principal o único que motivó dicha
intervención y así fue consignado.
Por tanto, aunque los datos, lamentablemente son mucho más inseguros y
escasos de lo que podrían ser, podemos extraer algunas notas características de
estos 125 casos detectados como problemática principal. El 28% de los mendigos
fueron mujeres. Entre las mujeres que mendigan son muy numerosas las ancianas
de más de 65 años (34%), no así entre los varones, donde los viejos no llegan al
9%. En un 5% de los casos estaban mendigando con menores, se trataba
prácticamente siempre de mujeres. En cuanto a la concentración por distritos
sigue la misma pauta que el conjunto de la actividad de la UMES, y por lo que se
refiere al origen, hay que señalar que, contra lo que se viene afirmando en los
medios de comunicación, la inmensa mayoría de los que se dedican a mendigar,
son españoles: el 80%. Finalmente, también se confirma la falsedad del
20
estereotipo que hace coincidir, persona sin hogar con mendigo, puesto que, al
menos en los casos diagnosticados desde la UMES como problemática principal,
sólo una tercera parte aproximadamente (36%), se correspondían con personas
que vivían en la calle.
Ahora bien, no sólo tiene importancia considerar el número de personas
aproximadas que viven en las calles de Madrid, sino que es muy importante, tratar
de conocer cuál es el flujo de llegada a esa situación, esto permitiría una
intervención precoz que evitara la consolidación de la vida en la calle como forma
de existencia habitual. Por los datos de la UMES, del total de 626 personas
diferentes que se encontraban viviendo en la calle, 289 eran ya conocidos
anteriormente, mientras que 337 fueron detectados por primera vez a lo largo del
año de actuación. Podríamos decir que, aproximadamente una persona por día
viene a caer en la calle. Algunos de ellos se encontrarán de paso, otros serán
rápidamente derivados hacia los centros adecuados, sin embargo, una fracción
que en este momento no podemos precisar con exactitud acabará haciendo de las
calles madrileñas su residencia habitual.
2.1.1 Operaciones de recuento
Para
tratar
de
aproximarnos
directamente,
esto
es,
sin
mediaciones
institucionales, a una estimación del número de personas que viven y duermen
literalmente sin techo, intentamos realizar -dentro de las limitaciones económicas y
de calendario a las que estábamos sometidos-, un recuento directo en las zonas
céntricas de Madrid mediante hojas de registro de observaciones en las que
íbamos consignando los casos con que nos encontrábamos. Con ello
pretendíamos asomarnos a las impresiones que puede extraer el ciudadano medio
que pasea por las calles de Madrid sobre la presencia de situaciones de “miseria”,
real o pretendida, que existen en la capital, contrastándola con el número objetivo
de casos existentes en un instante determinado, y, de paso, poder verificar la
21
información recogida tras un proceso de intervención social formal como el que
realizan las UMES.
El trabajo de recuento directo se realizó durante la semana del 21 al 27 de
octubre. Esta semana fue elegida por ser inmediatamente anterior a la puesta en
marcha de la llamada “Campaña contra el frío” cuyo comienzo estaba previsto
para la semana siguiente, con lo cual podíamos pensar que todos los que se
encuentran durmiendo fuera de los albergues, se hallarían en la calle al no
haberse abierto todavía los dispositivos extraordinarios que se ponen en marcha
durante los días más fríos del invierno, y en los que se refugian buena parte de las
personas que ahora veremos.
El recuento del stock de personas sin techo se apoyó en dos fuentes de
aproximación: por un lado, contamos con la inestimable ayuda prestada por los
voluntarios de Solidarios para el desarrollo, que llevaron a cabo de forma
sistemática un recuento de todas las personas con las que se iban encontrando en
sus rutas nocturnas durante aquella semana; por otro lado, el jueves, 24 de
octubre, un grupo de 25 alumnos de sociología de la Universidad P. Comillas,
entrenados previamente en técnicas de observación realizaron un rastreo diurno,
repartidos en turnos de mañana y tarde por los distritos centrales, para detectar a
todas aquellas personas que presentaran a simple vista rasgos de estar viviendo
en la calle. Igualmente, durante
esta labor de observación callejera, se
consignaban en hojas de registro diseñadas al efecto, otras situaciones, en parte
coincidentes con la condición sin techo y en parte no, como eran la presencia de
personas ejerciendo la mendicidad y también la de aquellos que se dedicaban a la
venta callejera de productos de uno u otro tipo, desde el periódico “La Farola” a los
que se dedican al llamado “top manta”.
22
Los “clientes” de Solidarios para el Desarrollo
De lunes a jueves, cada anochecer, los voluntarios de Solidarios para el
Desarrollo, se despliegan por las calles de Madrid, para acercarse a quienes se
encuentran en la calle, ofrecerles apoyo, llevarles una bebida caliente y unos
sándwiches, al tiempo que intentan facilitarles información y orientación sobre la
red de recursos sociales existentes. El objetivo último consiste en establecer un
vínculo de amistad y confianza, permaneciendo en contacto regular con las PST
por si en un momento dado pueden acompañarles o animarles a iniciar un proceso
de recuperación personal que les permita salir de la calle.
Durante los cuatro días en los que se llevó a cabo la labor de registro de casos, se
obtuvieron, cerca de 400 observaciones. Naturalmente, las personas que se
encuentran habitualmente en la misma zona, fueron consignadas sucesivamente
durante varios días. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de personas
que van de un lado para otro, que en ocasiones, no se encuentran en su lugar
habitual aunque haya restos de su presencia, o que se refugian en huecos y sitios
más o menos recónditos durante la noche, entre otras cosas para protegerse de
eventuales asaltos. La ventaja de contar con datos de observación reiterados a lo
largo de cuatro días seguidos, y realizados por personas que llevan mucho tiempo
haciendo este trabajo voluntario, es que nos permite obtener una información muy
contrastada que se apoya en muchas conversaciones y encuentros anteriores.
Una vez, descontados los casos que aparecían duplicados, el resultado que
obtuvimos fue que en la semana de referencia, se encontraron en la calle durante
la noche, un total de 299 personas distintas, cifra que se aproxima mucho a
nuestra estimación previa. Bien es verdad, que la zona cubierta por las rutas de
Solidarios es limitada1, y que quedan fuera otras zonas de Madrid, como por
1
Las Rutas de Solidarios se extienden por el distrito Centro, Atocha, Sol, Callao, Gran Vía, Pza de
España, Argüelles, hasta Moncloa; y por otro lado, cubren el barrio de Salamanca, Goya, Colón,
Paseo de Recoletos, la Castellana hasta Nuevos Ministerios y Cuatro Caminos.
23
ejemplo, el parque de Berlín, la Casa de Campo, o el aeropuerto de Barajas,
donde nos consta que hay grupos más o menos numerosos de personas sin techo
que duermen allí. Sin embargo, también es cierto, que los distritos centrales, son
los que concentran el mayor número de casos, tal y como hemos visto
anteriormente a partir de los datos de la UMES. En todo caso, teniendo en cuenta
todos estos datos, y haciendo una proyección más bien generosa, podríamos
estimar que el número total de personas viviendo sin techo, fuera de la red de
albergues, durante aquella semana en Madrid, podría rondar las 500 personas en
total2.
También hay que decir, que las circunstancias personales que concurren en estas
500 personas son muy diferentes. Desde luego, no todas se corresponden con el
perfil más estricto y estereotipado de la persona sin techo crónicamente
establecida en la calle, durmiendo en un banco, desgreñado, sucio y con
evidentes signos de abandono personal. Entre estas personas sin techo, hay buen
número de inmigrantes, que no llevan demasiado tiempo en la calle, y que
normalmente saldrán de ella cuando encuentren un trabajo o consigan regularizar
su situación, personas que de forma más o menos regular “hacen la calle” y
duermen muchos días en pensiones, etc. En cualquier caso, lo que es evidente, es
que en la semana de referencia, y en un horario comprendido entre las 10 y la 1
de la noche, se encontraban “tirados” en la calle, y se encontraron o se acercaron
a los voluntarios de Solidarios para conseguir una bebida caliente, algo de comida
y conversación. Son, sin duda, la “gente de la calle” que existe en Madrid. Veamos
cuál es el perfil que ofrecen.
2
Si aceptamos que en los nueve distritos centrales en los que viven 1.369.480 madrileños, hay
unas 300 personas que duermen sin techo, esto nos daría una tasa de 0,219 PST por cada mil
habitantes. Teniendo en cuenta que en los distritos de la periferia la población sin techo es mucho
menor, podríamos aplicar a la población que vive allí (1.718.478 hab.) una tasa que fuese la mitad
de la anterior (0,109 por mil) lo que arrojaría un resultado de 188 personas sin techo en estos otros
distritos, que sumadas a las 300 anteriores, nos daría un total de 488 PST en el municipio de
Madrid.
24
El 82% son varones, y el 18% mujeres, lo que confirma exactamente el porcentaje
ofrecido por los datos de la UMES, que se ven así totalmente validados. La edad
media, que presentan queda establecida en 41.6 años. Siendo algo inferior para
las mujeres (40.8 años) que para los varones (41.7). Hay que tener en cuenta, que
en este punto nos movemos a partir de datos de observación, puesto que sólo en
los casos con los que Solidarios tiene una relación más prolongada, las
conversaciones previas a la semana de referencia, y el contacto prolongado con la
persona nos permiten conocer su edad de forma fehaciente. En los demás casos,
hemos de apoyarnos en impresiones visuales y a primera vista. No obstante, el
dato resulta bastante coincidente con los obtenidos en otros estudios.
De las 299 PST detectadas, algo más de la mitad se encontraban solas (54%),
mientras que el resto (46%) están en la calle formando un grupo, o en parejas.
El porcentaje de extranjeros sin techo, que resulta de la observación de Solidarios
en octubre de 2002 es de un 30%. Lo que supone un 5% más que las cifras
ofrecidas por la UMES para el conjunto del año 2001. Pero incluso, así, los datos
pueden considerarse coincidentes, habida cuenta de que la diferencia no es
excesiva, y teniendo presente el crecimiento experimentado por los extranjeros en
la red de atención a personas sin hogar durante el último año (ver Cabrera y
Malgesini, 2002)3.
3
Las cifras que manejamos en el reciente informe elaborado para FEANTSA sobre inmigración y
sinhogarismo, a partir de una encuesta a centros de atención a PSH, nos muestran que,
actualmente, el 41% de las plazas existentes en los albergues españoles están ocupadas por
extranjeros. En algunos comedores madrileños, los extranjeros representan el 80% de la población
atendida.
25
Gráfico 8. Extranjeros (%)
100%
70%
80%
60%
30%
40%
20%
0%
Extranjeros
Españoles
Fuente: Solidarios para el Desarrollo. Octubre 2002.
En cuanto al origen de los extranjeros viviendo en la calle, nos encontramos con
que casi la tercera parte proceden de la Europa del Este (30%), el segundo
colectivo más numeroso lo forman los latinoamericanos (25%), seguidos de los
magrebíes (18%) y de los que provienen del África subsahariana (14%). Los
ciudadanos de países de la UE, que se hallan viviendo literalmente sin techo en
Madrid representan un 11% de todos los extranjeros de los que conocemos su
nacionalidad (9 casos de 85 en total). En aquella semana, se encontraban
viviendo a la intemperie en el centro de Madrid, cinco portugueses, dos alemanes,
un italiano y un inglés.
Finalmente, aunque sean unas cifras que hayan de tomarse con muchas
precauciones puesto que no reflejan un diagnóstico profesional, pedimos a los
voluntarios de Solidarios para el Desarrollo que nos indicaran si, según su parecer,
las personas a las que atendieron presentaban síntomas de tener un problema de
alcoholismo, de drogadicción, de salud mental, o de minusvalía. Los resultados
obtenidos, creemos que reflejarían, como mínimo, el porcentaje de casos en los
que el problema señalado resulta abrumadoramente evidente, no quiere decir que
sean todos los casos existentes, pero digamos que serían los casos más obvios,
incluso para un lego. Como mínimo tienen la virtualidad de reflejar la impresión
que recibiría el ciudadano medio que paseara por la calle y se encontrara con
estas personas.
26
Tabla 3.- Problemas detectados a “simple vista”
N
%
Drogadicción
33
11,5%
Enfermedad mental
20
7,0%
Alcoholismo
29 10,1%
Alcoholismo+Drogadicción
4 1,4%
Alcoholismo+Minusvalía
3 1,0%
Alcoholismo+Enfermedad mental
3 1,0%
Total Alcoholismo
39
13.6%
Minusvalía
5
1,7%
Drogadicción+Minusvalía
2
0,7%
Ningún problema aparente
187
65,4%
Total
286 100,0%
Digamos que por orden de importancia aparecen señalados el alcoholismo (39
casos en total), igualado por la adicción a otras drogas (39 casos), seguido de la
enfermedad mental (23 casos). Los casos de minusvalía son 10 en total. Sin
embargo, conviene hacer notar la importancia de los casos que presentan lo que
podríamos llamar una patología dual, en total, son 12 los detectados, en distintas
combinaciones.
Teniendo en cuenta, siempre que se trata de una detección de mínimos, intuitiva y
no profesional, puede tener algún interés tratar de ver las diferencias de perfil de
quienes presentan alguno de estos problemas, para lo cual, en la siguiente tabla,
recogemos, para cada uno de estas cuatro problemáticas, la edad media, el
porcentaje que representan las mujeres, y el porcentaje de extranjeros.
Tabla 4.- Perfil de las distintas problemáticas detectadas “a simple vista”
Edad media
% mujeres
% extranjeros
Alcoholismo (39 casos)
44,4
7,7%
23,7%
Drogadicción (39 casos)
33,8
28,9%
26,3%
Enfermedad mental (23 casos)
48,0
29,2%
17,4%
Minusvalía (10 casos)
47,6
20,0%
Ningún problema aparente (187)
41,9
18,2%
33,2%
Total de casos
41,6
18,4%
30,1%
27
Las personas que presentan claros síntomas de enfermedad mental, son las que
parecen ser más mayores, mientras que los casos de adicción a drogas
constituyen el grupo más juvenil, más de catorce años de diferencia separan a los
unos de los otros. Esto confirma lo hallado en otros estudios, el deterioro social,
económico y de relaciones que provocan ciertas adicciones, constituye la vía más
rápida para acabar viviendo tirado en la calle.
Las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas entre las personas sin techo con
síntomas de enfermedad mental, y de drogadicción, en cambio son una minoría
entre las PST con síntomas de alcoholismo que nos han señalado los voluntarios
de Solidarios.
Finalmente, por lo que se refiere a los extranjeros, los datos obtenidos nos
muestran que, si bien hay ejemplos de alcoholismo, enfermedad mental, y
adicciones, se comprueba que en todas estas tres problemáticas, los extranjeros
se encuentran infrarrepresentados, respecto de lo que sería su porcentaje entre la
población sin techo (30,1%), por lo que parece, que más allá de cualquiera de
estas circunstancias, es sobre todo su condición de extranjero (pobre y sin
recursos) la que les coloca en la calle.
Las PST según la observación callejera diurna
Para complementar los datos obtenidos de la experiencia ofrecida por Solidarios
para el Desarrollo, durante sus rutas nocturnas, ideamos un plan de observación
callejera diurna, con el que intentamos aproximarnos, de forma objetiva y llevando
un plan de registro sistemático, a la experiencia cotidiana a la que se enfrentan los
peatones que deambulan por las calles de Madrid. Al realizar nuestra batida en un
solo día, tratábamos de aproximarnos a lo que podría ser el stock de presencias
28
callejeras, que resultasen llamativas a un observador previamente entrenado por
presentar alguno de los siguientes rasgos:
a) Mostrar signos visibles y aparentes de estar viviendo a la intemperie.
b) Estar pidiendo limosna o mendigando de una u otra forma.
c) Encontrarse vendiendo algún tipo de productos (CDs, Bufandas, ropa, fruta,
etc)
d) O bien, ofertando “servicios” (música en vivo, quiromancia, prostitución,
etc.).
Bien es verdad, que nuestro interés principal se centraba en consignar los casos
de PST y/o mendigando, por lo que creemos que no siempre, los observadores
estuvieron igual de diligentes a la hora de registrar los casos de vendedores
callejeros, con lo que las cifras de éstos pueden resultar algo infrarrepresentadas.
El momento censal escogido, fue el día 24 de octubre, jueves, por ser un día
central de la misma semana en la que se estaba realizando el recuento de
Solidarios.
Naturalmente, si la observación callejera se hubiera realizado, un
sábado o un domingo, o incluso un lunes, el paisaje humano al que nos
hubiéramos enfrentado hubiera cambiado sustancialmente. En general, los fines
de semana y, sobre todo los sábados, se produce una verdadera explosión de
vendedores callejeros que extienden sus “mantas” en las calles más comerciales y
transitadas. No obstante, a pesar de ser un día de diario, la presencia de
vendedores, supera a todas las demás posibilidades.
Así pues, durante el día 24, en turnos de mañana y tarde, con una duración de
entre 4 y 5 horas cada uno, 24 alumnos de sociología y yo mismo, realizamos un
barrido lo más detallado que nos fue posible de los distritos centrales de Madrid
(Centro, Chamberí, Argüelles-Moncloa, Salamanca, Atocha, Lavapiés, Retiro, y
Tetuán hasta llegar a Pza. de Castilla y la estación de Chamartín). Naturalmente
no fue posible recorrer todas las calles de una zona tan amplia, pero sí muchas de
las más concurridas y significativas.
29
Naturalmente, el recuento no puede considerarse exhaustivo, muchas de las
personas que se encuentran sin techo, no son identificables a primera vista, otras
muchas se refugian en lugares de difícil acceso o se encuentran ocultas en el
momento en que pasa el observador, etc. Pero no obstante, creemos, que
después de una sesión de entrenamiento previo en técnicas de observación, y,
una vez provistos de una hoja de registro de las circunstancias que se daban cita
en cada caso, los observadores estaban en condiciones de proporcionarnos una
panorámica general, más amplia y mucho más objetiva, que la que emerge de una
aproximación puntual e intuitiva al fenómeno de la “pobreza exhibida” en las calles
de Madrid. Pobreza, que en ocasiones presenta rasgos de pura miseria, que en
otras muestra indicios de su contacto con el mundo de las adicciones, la
enfermedad mental o el abuso del alcohol, o que en otras refleja la situación
administrativa irregular de muchos extranjeros que subsisten merced a la
economía sumergida, etc. En todo caso, nuestro objetivo era, acercarnos, con ojos
entrenados y atentos, a la experiencia del ciudadano medio que unas veces ignora
y otras se asombra del “número de mendigos/pobres/sintecho” que hay en la
capital de España. ¿Son tantos como a veces se dice?, ¿qué características
presentan?, aparentemente, ¿a qué se dedican?, ¿qué actitudes muestran?, eran
algunas de las preguntas a las que pretendíamos dar alguna respuesta con este
recuento exploratorio y, sin duda, básico e inicial.
Como es lógico, salvo en casos muy concretos, en los que los datos registrados
resultan altamente coincidentes –lugar en que se produce el encuentro, sexo,
edad aparente, actitud idéntica, etc- resulta muy difícil detectar las duplicidades
censales a partir de datos extraídos a simple vista, por lo que sólo en parte han
podido ser descartadas. De todas formas, lo que nos interesa es poder valorar las
proporciones que emergen del conjunto de registros de observación obtenidos, y
éstas no se alteran por el hecho de haber contabilizado varias veces a una misma
persona al haberse desplazado de una zona a otra, o ser avistada en dos
momentos distintos de la jornada y quedar registrada en el turno de la mañana y
30
nuevamente en el de la tarde, puesto que en principio, no tenemos razones para
pensar que tal posibilidad no haya ocurrido con probabilidades idénticas en unos
tipos u otros.
Finalmente, de los 502 registros obtenidos, descartamos 20 casos por tratarse de
repeticiones evidentes, y obtuvimos un censo de 482 observaciones.
Para no complicar en exceso la presentación de los resultados y habida cuenta del
relativamente escaso número de casos de oferta de servicios que fueron
reseñados, vamos a unir la “Venta”, ya sea de productos o de servicios, en una
misma categoría genérica. Teniendo en cuenta esto, los 482 individuos diferentes
sobre los que contamos con información, pueden encuadrarse en alguna de las
siguientes posibilidades: 212 personas sin techo (de ellas, 52 además pedían
limosna, 12 vendían algo, y 1 mendiga y vendía), registramos 158 personas que
explícitamente mendigaban de una u otra forma, de las cuales 52 parecían estar
viviendo sin techo, y 44 vendían algún pequeño producto (La Farola, pañuelos, o
mecheros en un semáforo, etc), finalmente el grupo más numeroso lo constituyen,
los 222 “vendedores” grupo cuyas fronteras se mezclan con las anteriores
categorías en las proporciones que ya se han indicado.
31
La “gente de la calle” en Madrid
Duermen sin techo
52
147
Piden Limosna
61
1
12
44
165
Venta de productos
/ Servicios
Ahora bien, es evidente que estas cifras no reflejan el volumen total de la
población sin techo, de quienes mendigan y de quienes venden en la calle en
Madrid, sino sólo los casos que pudieron ser localizados en un momento dado en
un día concreto y en unas zonas limitadas. ¿Cómo podríamos tratar de estimar la
población total que mendiga, y la de los que venden? La única posibilidad que se
nos ocurre es tratar de extrapolar las proporciones encontradas, a partir de la
estimación absoluta de las personas sinhogar/sin techo. Si a las 500 personas que
estaban durmiendo fuera de los albergues, le sumamos las 1130 personas sin
hogar que se encontraban en ellos (1256 plazas en una ocupación de alrededor
90%), podemos calcular en unas 1600 personas la gente sin hogar que había en
Madrid por aquel momento.
32
Si expresamos en porcentajes las cifras absolutas que obtuvimos en nuestro
recorrido de observación diurna, sobre el paisaje humano que se gana la vida,
trapichea, mendiga o vive en la calle, el resultado es el que aparece en el
siguiente gráfico.
La “gente de la calle” en Madrid (%)
Duermen sin techo
10,8%
30,5%
2,5%
Piden Limosna
12,7%
0,2%
9,1%
34,2%
Venta de productos
/ Servicios
Digamos pues, que la impresión que podría obtener el ciudadano medio, reflejaría
que las calles “están llenas” de vendedores” (46%); la gente sin techo les andaría
bastante cerca
(44%), y probablemente debido a su gran “visibilidad” la
percepción subjetiva del paseante resulte sobredimensionada respecto de lo que
verdaderamente es su número real en Madrid; finalmente, lo mismo, aunque con
mayor motivo, cabría decir de quienes ejercen la mendicidad (32%) puesto que en
general pretenden explícitamente llamar la atención y dejarse ver por quienes
pasan por la calle.
Por otra parte, el hecho de que con frecuencia se confundan y mezclen unas
realidades y otras, en el imaginario colectivo, tiene su fundamento en el hecho real
de que si no todos, desde luego, hay una buena parte de personas que viven sin
33
techo que, de modo explícito, mendigan, y viceversa.
No todas las PST se
dedican intensamente a mendigar de forma abierta, y desde luego no todas las
PSH (entendiendo por tales los usuarios de los albergues) mendigan, sino que
encuentran otras formas de ganarse la vida, entre otras cosas porque la Renta
Mínima de Inserción, ha retirado a muchos de esta práctica, aunque sin duda no a
todos, tampoco durante todo el tiempo que dura un interminable mes en el que
hay que subsistir con los 300 € aproximadamente que supone la RMI.
De hecho (ver Tabla sig.) si consideramos aisladamente cada una de las tres
categorías anteriores nos encontramos con que el 24,5% de las 212 PST que
hemos localizado, se encontraban mendigando en ese momento, y a la inversa, de
las 158 personas que hemos observado que pedían limosna, una tercera parte (el
32,9%) presentaban signos externos a partir de los cuales cabía suponer que se
encontraban viviendo sin techo.
Finalmente, entre los “vendedores” los rasgos de quien se encuentra sin techo,
aparecen mucho más raramente (tan sólo en el 5,4% de los casos), mientras que
el caso de quienes mendigan, utilizando una puesta en escena que utiliza la venta
de productos (La farola, pañuelos) o la oferta de servicios (música, mimo) es
bastante más habitual, puesto que hasta una quinta parte (19,8%) de los
“vendedores”, en realidad, están mendigando, ya sea por la baja entidad del
producto que ofrecen, o porque de hecho solicitan dinero a quienes pasan a su
lado mediante un cacillo, una bolsa, etc.
Tabla 5.- La gente de la calle en Madrid (% en filas)
Duermen sin techo
Piden limosna
Venta de productos / servicios
Total
(N)
(1)
PST
69,3%
32,9%
5,4%
44,0%
(212)
(2)
Mendicidad
24,5%
38,6%
19,8%
32,8%
(158)
34
(3)
Venta
5,7%
27,8%
74,3%
46,1%
(222)
1+2+3
0,5
0,6
0,5
0,2%
(1)
Total
(%)
(N)
100,0 212
100,0 158
100,0 222
122,8% 482
Como vemos, las situaciones se entremezclan y hacen difícil poder separar
estrictamente a los unos de los otros. No obstante, se pueden observar diferencias
de perfil importantes entre unos y otros si atendemos a cómo se dan cita
diferentes edades y porcentajes de mujeres y extranjeros entre “PST”, “mendigos”
y “vendedores”.
Tabla 6.- Perfil de las distintas tipologías detectadas “a simple vista”
“PST”
“Mendigos”
“Vendedores”
Edad Media
38,6 años
40,6 años
32,4 años
% de mujeres
17,4 %
23,6
23,0
% de extranjeros
28,4 %
24,7
67,4
% solitario
53,3 %
70,3
24,8
% Ropa sucia o muy sucia
36,8 %
25,9
15,4
% Higiene mal o muy mal
39,6 %
32,2
9,0
% Aspecto físico mal o muy mal
35,9 %
22,8
7,2
% Minusvalía
6,1 %
10,8
0,5
% Alcoholismo
45,3 %
22,8
6,8
% Salud Mental
17,5 %
15,2
8,6
% Drogadicción
26,4 %
6,3
4,1
% Mascota
6,1 %
8,9
1,4
% “Instalado” en el lugar
34,0 %
16,5
-
Hay que tener en cuenta que en todos los casos se trata de apreciaciones
visuales, normalmente, sin que medie diálogo entre el observador y el observado,
y realizadas por personas diferentes, aunque de acuerdo con criterios previamente
pactados. No obstante en sus perfiles generales creemos que pueden ser
tomados como indicadores fiables de las diferencias existentes entre unos y otros
tipos de presencias callejeras.
Así por ejemplo, se nos confirma que efectivamente, entre las personas sin techo
hay alrededor de un 18% de mujeres y en torno a un 30% de extranjeros. El
porcentaje de mujeres crece entre los que mendigan (24%), mientras que contra lo
que pudiera pensar mucha gente, desciende algo el número “extranjeros” (o al
menos de personas de aspecto extranjero). Por el contrario, entre quienes se
encuentran vendiendo, los “extranjeros” representan las dos terceras partes como
mínimo.
35
La mendicidad es una actividad que habitualmente se realiza en solitario (70,3%),
mientras que entre la gente que parece estar en la calle no son pocos los que se
encuentran en pareja o en grupo tan sólo el 54% fueron localizados solos; si bien
los vendedores son los que más se presentan en grupo (75,2%).
También es la venta, la que exige presentar una ropa en mejores condiciones, una
higiene mayor y un aspecto físico más saludable. Todas estas circunstancias
empeoran bastante entre quienes mendigan, y mucho más aún entre los que
entendimos que dormían en la calle: el 37% con las ropas sucias o muy sucias, el
40% con muy mala higiene, y otro tanto con aspecto de encontrarse muy mal de
salud.
Del mismo modo la asociación con problemas de alcohol, de salud mental, o de
drogadicción, crece hasta hacerse extrema entre las PST. Desde la impresión
externa
que
causaron
a
nuestro
equipo
de
observadores
(que
es
aproximadamente lo mismo que decir cuál será la impresión que causen al
ciudadano medio que pase a su lado), el alcoholismo resulta patente, al menos, en
un 45% de los casos observados, los problemas serios de salud mental, en un
18%, y la drogadicción en un 26% de los casos.
Por lo que se refiere a los problemas graves de salud mental, uno de los que más
preocupan en relación a la gente que vive en la calle, la cifra que se desprende de
la observación callejera coincide prácticamente con la aportada por la UMES
(19,6%); aunque esta última es algo superior, debido al conocimiento más cercano
que este servicio tiene de las personas a las que atiende o pretende dirigirse.
Por último, no se puede minimizar la importancia de las mascotas, que como
mínimo acompañan a un 7% de las PST, y a un 9% de los que se encontraron
“mendigando” (jóvenes que tocan la flauta, mimos, malabares, aspecto okupa,
36
etc). Nueve de cada diez personas con mascota se acompañan de un perro,
aunque también vimos algún caso con gatos.
La mendicidad
En buena parte de los casos, la persona que mendiga se sienta en el suelo, en un
sitio concurrido sin que se pueda hacer una referencia directa a ningún lugar
concreto, sin embargo en cien casos en los que se puede consignar un lugar
significativo, nos encontramos con que las puertas de las iglesias y la de
determinadas tiendas con mucha clientela (grandes almacenes, centros
comerciales como La Vaguada, etc.) siguen llevándose la palma como lugar para
mendigar (ver tabla sig.), , y por supuesto, el Metro es la tercera gran alternativa,
ya sea en los pasillos, dentro de los vagones o a la entrada de las mismas bocas
de metro, si los vigilantes no dejan otra opción. Para quienes lo hacen en el
exterior, y abordando directamente a la gente que sale o entra, dos buenas
alternativas son las puertas de cafeterías y restaurantes, y las entradas a los
supermercados, que además permiten prestar el pequeño servicio que significa
abrir la puerta a quien va cargado con bolsas. El caso de los que se dedican al
“semaforeo”, suele estar más ligado a la venta que a la mendicidad pura y dura de
ahí su baja representación en la tabla, además del hecho de que resulta más fácil
de detectar cuando se va en coche, mientras que el equipo de observadores se
desplazaba a pie.
Tabla 77.- Lugar donde mendiga
Iglesia
27,0%
Tienda
27,0%
Metro
23,0%
Cafetería, restaurante
9,0%
Supermercado
7,0%
Semáforo
7,0%
Total
100,0%
(N)
(100)
37
En cuanto a los textos escritos que en ocasiones se utilizan para pedir, suelen
tener un contenido bastante tópico. Los hay que se limitan a dar las gracias, pero
lo más normal es proporcionar alguna información estereotipada que se suele
referir a la falta de trabajo, al hecho de estar enfermo (de SIDA normalmente) o a
tener un buen número de hijos, circunstancias todas ellas que se juzgan más o
menos lamentables y dignas de lástima con las cuales se espera inspirar algo de
compasión en los viandantes; por último, cuando en ocasiones se sugiere el
destino de lo que se recaude mendigando, siempre es obligado hacer referencia a
algún objetivo legítimo y razonable, como pueda ser comer o pagar un modesto
alojamiento en una pensión; tal y como cabría esperar, a nadie se le ocurre decir
que irá destinado a comprar bebida, hacerse con una china de hachís, o “irse de
putas” (cuando nos consta que tales objetivos no dejan de estar presentes en
algunos casos) Estos son algunos de los textos escritos recogidos por el equipo
de observadores:
− “Vivimos en la calle, por favor, una ayuda para comer y para la pensión”
− “Muchísimas gracias. Que Dios les bendiga”
− “Tengo 63 años, no me dan trabajo. Una ayuda para comer. Muchas
Gracias”
− “Hermano, no tengo trabajo, tengo hambre, llevo 3 días sin comer. "Pro"
favor ayudame para comer. Gracias.”
− “Foto hija pequeña”
− “Estoy enfermo de SIDA, pido una ayuda”
− “Estoy durmiendo en la calle y estoy enfermo de SIDA”
− “Vivimos en la calle, por favor una ayuda para COMER y para una
PENSION. Muchisimas gracias. Que dios les bendiga"
− "Por favor una pequeña ayuda para comer, Duermo en la calle, estoy sin
trabajo, GRACIAS"
− "Tengo 4 hijos, no tengo trabajo, por favor dame una ayuda para comer.
Muchas gracias"
38
− "Hermanos por Dios soy viuda. Tengo 5 hijos pido para comer. Ayudarme y
que Dios le bendiga."
− "Por favor una pequeña ayuda para comer, duermo en la calle, estoy sin
trabajo, MUCHAS GRACIAS”
− "Una Ayuda"
− "Enfermo de Sida"
Quienes pueden hacer exhibición de una notoria minusvalía, no suelen usar de
ningún otro estímulo para animar a la donación de algunas monedas; es el caso
de quien pide en silla de ruedas, mostrando unos brazos mínimos y deformes, o
se encuentra mutilado de algún miembro.
Por el contrario, entre quienes piden haciendo algo más que extender la mano, o
colocar una bolsa, un vaso de plástico o una caja de cartón para recoger las
monedas, lo más normal es encontrar a quienes tocan un instrumento: junto al
tradicional organillo, nos tropezamos con gente que toca la guitarra, el violín, el
arpa, el teclado electrónico, el saxofón, o la flauta. Por último, aunque menos
abundantes que los músicos, también son relativamente abundantes los mimos
que se plantan a hacer de estatuas, o la gente joven que hace juegos malabares.
En su inmensa mayoría, la gente que mendiga adopta una actitud pasiva, y
respetuosa, pero nos encontramos con un par de casos en los que mostraban una
actitud intimidatoria y algo agresiva, increpando a quienes pasaban, que muy
probablemente tenía que ver con un estado de ansiedad y excitación fruto de la
drogodependencia. En otro momento, pudimos observar una discusión entre dos
mendigos colocados a la puerta de la iglesia de San Judas Tadeo en Atocha, el
más joven le decía al más mayor que no podía estar allí porque tenía un piso y
cobraba 60.000 pts de pensión, pretendiendo convencerle de que sólo podían
estar pidiendo “los que no tienen dinero”, mientras se cruzaban amenazas e
insultos mutuamente.
39
En cuanto a la mendicidad con menores, creemos que, en contra de la opinión
más extendida, es mucho menos frecuente de lo que parece, de hecho, el equipo
de observadores no dejó constancia de ningún caso durante el día de recuento.
Creemos se trata de una conducta atípica y poco habitual que puede
circunscribirse a grupos étnicos muy concretos de inmigrantes, no se suele
asentar de forma estable y continuada en la vía pública sino que se desplaza para
evitar el encuentro con la policía, puesto que su actuación a este respecto es
mucho más frecuente y efectiva de lo que la opinión pública supone.
2.2. Tipología
Además de estas características sociodemográficas se podría realizar una
tipología atendiendo no sólo a los hábitos de pedir y dormir en la calle, sino en
función de la relación que estas personas tienen con la red de recursos para
PSH. Principalmente, se trata de dos grupos con características y necesidades
diferentes:
2.2.1. PERFIL 1
Son personas que duermen en la calle y en muchas ocasiones también piden
durante el día. Viven en un grado de pobreza muy severo y en unas condiciones
materiales muy precarias. Suponen el elemento más visible y llamativo de la
miseria en las calles.
Pueden haber estado en alguna ocasión en albergues, en otros centros de
acogida o en pensiones, pero, fundamentalmente, suelen llevar tras de sí largos
periodos de tiempo (varios años) viviendo en la calle. La desconexión de estas
40
personas con la red de recursos para PSH, con la red general de Servicios
sociales o con otros recursos como los sanitarios es bastante grande.
Por lo general, su actitud es de rechazo institucional. Muchos de ellos se
encuentran indocumentados, debido a pérdidas o robos, pero su motivación por
recuperar sus acreditaciones (DNI, tarjeta de la Seguridad Social, etc.) suele ser
muy débil. Lo que supone un indicio del “desenganche” de estas personas con la
organización social instituida.
En este mismo sentido, en muchas ocasiones la motivación por acceder a la
Renta mínima de inserción o recursos económicos similares puede ser baja.
Tratando de huir de todo aquello que les suponga realizar una serie de trámites
que les saquen de la apatía y al mismo tiempo de la lucha (pedir, buscar…) que se
desprenden de la miseria de la vida en la calle. Según los profesionales que
trabajan con estas personas aún hay muchos que a pesar de ser informados de
estas rentas mínimas no se deciden a solicitarlas o tramitarlas. De este modo, en
este grupo aún se pueden encontrar muchas personas que aún no reciben
ningún tipo de ingreso de integración.
Tan sólo el trabajo continuado de estos profesionales dedicados a ayudar a estas
personas en su medio, esto es en la calle, puede animarles y orientarles para que
soliciten estas ayudas económicas. De otro modo, su renuncia a cualquier
beneficio y derecho social parece ser una constante de su modo de vida. Como
decía unas de las personas entrevistadas “Estoy tan acostumbrado a perder, que
ya el ganar me enfada”. (E.1)
En otros casos, las rentas mínimas o las pequeñas pensiones que puedan cobrar
eventual o permanentemente no parece que hayan servido para sacarles de su
situación de calle. Unas veces porque su cuantía no es suficiente como para
pagar una pensión o alquilar una casa, otras porque se prefiere seguir viviendo en
la calle y poder contar con algo de dinero para comida, tabaco, alcohol, etc.
41
Este colectivo suele ejercer una mendicidad que puede ser de dos tipos:
•
explícita o activa, poniendo carteles o cualquier recipiente para que los
transeúntes depositen alguna moneda, o directamente pidiendo en las terrazas
de los bares, las salidas de las parroquias, supermercados, cines, etc;
•
implícita o pasiva, entendiendo por tal los donativos, comida, ropa, etc. que
ofrecen a estas personas el vecindario de la calle o plaza donde suelen vivir,
sin que los primeros lo demanden de una forma manifiesta. En muchos casos,
los apoyos vecinales son suficientes para que estas personas tengan
prácticamente cubiertas sus necesidades más básicas. Se trata sobre todo de
personas que llevan viviendo durante mucho tiempo en el mismo lugar y han
conseguido una relación de “convivencia” bastante efectiva, e incluso afectiva,
con el entorno. En este sentido, en esta investigación hemos encontrado
vecinos que no sólo prestan conversación, algo de dinero o ropa a
determinadas personas de la calle, sino platos de comida calientes, e incluso
hemos llegado a conocer algún caso en el que una vecina se encargaba de
lavar regularmente los perros de una persona que vive en la calle,
procurándoles además recipientes para comer, cestos para dormir, comida
para animales, etc.
Por lo general, pedir es vivido con vergüenza por la gente de la calle. Aunque se
reconoce que una vez metidos en la dinámica las resistencias personales a
mendigar se van haciendo cada vez menos fuertes. Se pide porque no se tiene
más remedio para subsistir, ante la ruptura tan decidida que han hecho con la red
de recursos para PSH. Esta ruptura lleva implícita toda una serie de conflictos con
las reglas y condiciones de los centros de acogida, y una relación casi siempre
conflictiva con los otros usuarios de estos recursos. Motivos por los cuales, por
ejemplo, se prefiere pedir antes que ir a comer a un comedor público en el que hay
que esperar colas, acudir a determinada hora, solicitar tarjetas de admisión, hablar
previamente con los trabajadores sociales… y, sobre todo, convivir con toda una
42
serie de personas que le devuelven a cada individuo un reflejo más o menos
aproximado de lo que él mismo es; y que, por lo tanto, tenderá a rechazarlo.
De esta manera, las personas que ejercen la mendicidad se instalan en una
paradoja, pues, por un lado, consiguen una independencia respecto a las
instituciones públicas, mientras que, por otro, caen de lleno en la dependencia de
la voluntad de los ciudadanos. Y a vivir la mendicidad como una verdadera
indignidad, según ellos, para cualquier persona. De hecho, los que piden
pasivamente no suelen reconocer que de una u otra manera están ejerciendo la
mendicidad, y se defienden imaginariamente contra la práctica siempre
vergonzosa de pedir.
Además de esta mendicidad, algunas personas tratan de procurarse algunos
recursos económicos a través de lo que ellos denominan “la busca”. Es una
actividad que tiene como objetivo encontrar algún objeto de “valor” entre las
basuras (ropa, calzado, chatarra, electrodomésticos, muebles, libros…) para
después poder venderlos en los mercadillos o en el rastro. Los típicos minicarros
que acompañan a muchas personas sin hogar en la calle están repletos no sólo de
las escasas pertenencias de cada cual, sino de toda esta serie de objetos que
recaban aquí y allá.
Así, , se pueden distinguir dos tipos de economía que practica la gente que vive en
la calle: una economía de la indigencia, que consiste básicamente en obtener
recursos a través de la mendicidad, y otra marginal, que se basa en recabar y
vender lo que se puede, lo que supone una posición más activa a la hora de
buscarse la vida y salir adelante.
Algo similar con el proceso de ruptura institucional que lleva a pedir para poder
subsistir sucede con el hecho de dormir en la calle. Para estas personas dormir
en un centro de acogida supone vivir en un régimen casi carcelario, repleto, según
ellos de normas y reglas a cumplir que les coarta de modo severo su libertad y su
43
modo de vida. Por ejemplo, para los que practican “la busca” el horario de los
albergues les impide salir a recoger cosas de los contenedores, que suelen
empezara llenarse a última hora de la tarde. Tampoco a estos centros pueden
llevar sus carros o pertenencias. Así, según ellos si vives en un albergue “no te
puedes buscar la vida”.
Por otro lado, los albergues son para estas personas una fuente inagotable de
conflictos. Ésta suele ser una de las principales razones por las cuales dicen no
querer ir a los mismos. La gran cantidad de personas que duermen en muchos de
estos centros, la variedad de rasgos y problemas asociados que portan muchos de
ellos (adicciones, enfermedades, exreclusos, inmigrantes…), y los, según ellos,
frecuentes robos entre usuarios suelen aducirse como los principales motivos para
no dormir en un albergue. De esta manera, la calle a pesar de sus rigores y
amenazas supone un espacio de libertad y un ecosistema en el que día a día se
refuerza ese “desenganche” con los recursos de alojamiento que existen en la
actualidad.
En algunos casos, sobre todo en el de las personas con mayor deterioro psíquico
se va generando un desenganche social y una falta de vínculos relacionales
que llevan a un desarraigo y a un aislamiento que suponen el principal factor que
entorpece su conexión con la red de asistencia a PSH y a otros recursos
generales.
En otras personas, sin embargo, justamente, los vínculos relacionales,
principalmente con el vecindario, suponen una plataforma importantísima de la
vida en la calle. Hay vecinos que durante el día guardan las mantas a las PSH,
otros que les guardan las pequeñas pagas que reciben y les van dando el dinero
poco a poco según se lo van pidiendo, que charlan con ellos, que les dan comida,
ropa o algo de dinero, vecinos que les dan los buenos días todas las mañanas,
que en ocasiones les han llevado al hospital cuando les han visto muy enfermos,
personas que en sus pequeños negocios (kioscos, tiendas, puestos de flores o de
44
tabaco…) se dejan ayudar por las personas de la calle a cambio de algún dinero,
café, tabaco, etc. Aunque es cierto que en muchas ocasiones existe rechazo
social, e incluso agresiones físicas muy graves, hacia estas personas, también lo
es que aquellas que las que llevan viviendo durante mucho tiempo en un lugar fijo,
van creando un entorno ecológico, un terreno propio, muy definido, en el que se
crea una cierta sensación de convivencia y seguridad. Por este motivo, muchas
veces se renuncia también a dormir en un albergue o en un comedor. Para ellos
son lugares alejados del lugar donde pasan todo el día y han organizado
mínimamente su vida, y, en consecuencia, acudir a ellos supone integrarse en un
mundo vital que no es el suyo.
A lo anterior se une que, en ocasiones, también hay personas que tienen muy
mermada su salud física, y desplazarse supone un esfuerzo que se evita pidiendo
o recibiendo ayuda de los vecinos.
Muchas de estas personas a las que se les suele denominar en el argot del trabajo
social con PSH como crónicas, presentan problemas añadidos a su condición Sin
hogar. Así, por ejemplo, uno de las patologías más notables son los trastornos
psiquiátricos crónicos. Según el grupo SMES (Salud Mental y Exclusión Social)4
habría detectados por los diferentes recursos que hacen trabajo de calle alrededor
de 100 casos en Madrid de personas con enfermedades mentales severas. Si
extrapolamos esta cifra a las 500 personas sin techo estimadas más arriba,
tenemos alrededor de un 20% de individuos viviendo en la calle con graves
trastornos psíquicos. Lo que básicamente concuerda con las estimaciones de
nuestra observación callejera y con los datos que aporta la UMES para el año
2001,. Estas personas no suelen tener tratamiento médico, apenas cuentan con
conciencia de enfermedad, y por ende rechazan ir a los centros de salud mental. Y
finalmente no cuentan con motivación u orientación alguna para poder salir de la
calle. Esto unido a su situación de pobreza severa y a la ausencia de vínculos
4
Propuesta de Actuación coordinada en la Atención a Personas Sin Hogar con Trastornos
mentales.
45
relacionales en la que se encuentran, les sitúa en un estado de desprotección
extremo. La mayor parte de estas personas suele ejercer una mendicidad
implícita o pasiva, llegando incluso a haber casos que subsisten de lo que recaban
en las basuras.
Otra circunstancia que agrava la situación de los enfermos mentales es que, al no
tener conciencia de enfermedad, se muestran muy reacios a pasar un examen
psiquiátrico que les califique con una minusvalía suficiente como para cobrar una
Pensión por invalidez. Algo similar ocurre cuando se les propone que intenten
tramitar la RMI, pues al estar ajenos de la realidad es muy difícil que acepten
embarcarse en una serie de gestiones administrativas.
Otro problema que agrava la cronicidad de muchas de las personas del grupo al
que nos estamos refiriendo son las adicciones, sobre todo el alcoholismo y las
toxicomanías. Por un lado, la adicción perpetúa la estancia en la calle al dificultar
los procesos de integración social, al tiempo que el mantenimiento de la adicción
obliga a ejercer la mendicidad, por otro lado, las adicciones minan severamente la
salud de estas personas que viven en la calle y a las que muchas veces se las
puede encontrar literalmente tiradas en cualquier acera pública. En este sentido,
conseguir que estas personas empiecen, por ejemplo, un tratamiento con
Metadona o que admitan dormir en un albergue e inicien un tratamiento de
desintoxicación se plantea como la primera gran meta a conseguir a medio y largo
plazo.
2.2.2. PERFIL 2
Este segundo grupo está integrado por personas que alternan dormir en la calle
con estancias en albergues, centros de baja exigencia o pensiones. Así,
pueden vivir durante meses en algún albergue y después pasar periodos en la
calle, dependiendo de circunstancias como haber sido expulsados por alguna
infracción de estos alojamientos, haberlos abandonado voluntariamente por motivo
46
de algún conflicto entre usuarios o con los profesionales, no haber plazas cuando
lo precisan, dejar de cobrar la RMI y, en consecuencia, no poder pagar la pensión
donde vivían, etc.
También hay personas que duermen en la calle, porque no se adaptan a las
normas y la vida de los albergues, pero que durante el día van a comedores,
utilizan las duchas de los baños públicos o centros de día, etc.
En general, éste es un colectivo mucho más vinculado a la red de asistencia a
PSH que el anterior, así como a la red general de los Servicios Sociales y a la
sanitaria. Conocen buena parte de los diferentes recursos que existen, y suelen
tener una posición más activa para procurarse alojamiento y otros recursos
básicos aunque sea por períodos intermitentes. Así, es frecuente que asistan a
comedores públicos, suelen estar informados sobre roperos, duchas y otros
servicios de los centros de día, y, en ocasiones, los utilizan.
En este grupo hay más personas que reciben algún tipo de ingreso
económico (RMI, PNCs, pensiones asistenciales…), pues la relación con las
instituciones y los centros de acogida les facilita el acceso a las mismas.. A pesar
de esos ingresos, en muchas ocasiones dicen necesitar ejercer la mendicidad
para cubrir los gastos que supone vivir en una pensión digna, comer al margen de
los comedores públicos… y, sobre todo, poderse costear una adicción.
En otras ocasiones se trata de personas que han agotado el hasta hace poco
tiempo denominado Ingreso Mínimo de Integración (IMI), no lo han podido renovar
o no les ha sido concedido ningún tipo de ingreso alternativo, por lo que ejercen la
mendicidad ya sea de forma activa o pasiva y vuelven a dormir en la calle o a
esperar turno en algún albergue.
La Renta Mínima de Inserción
parece haber permitido a muchas de estas
personas vivir durante algún tiempo en alguna pensión. En buena medida, muchos
47
acuerdos con los usuarios se han establecido con la condición de que dejaran de
vivir en la calle y buscaran un establecimiento de ese tipo. Justamente, la calidad
de las pensiones a las que desde los ingresos de la RMI se pueden tener acceso
suelen ser muy baja.
Con lo que muchas veces no suelen contribuir de una
manera enteramente positiva en los procesos de integración de las PSH.
Las personas de este grupo tienen un contacto más o menos habitual con los
centros de ayuda a PSH. A través de ellos han podido gestionar documentos
personales, la solicitud de prestaciones económicas e, incluso, pueden haber
participado en algún taller o actividad de esos centros. En este sentido son
personas que en mayor o menor medida pueden haber iniciado, aunque sea de un
modo muy incipiente, algún proceso de integración social, aunque eso en
ocasiones consista en algo tan elemental como estar documentado o percibir
algún pequeño ingreso con el que poderse empezar a organizar mínimamente.
Se encuentran, por tanto, en un nivel de desprotección y de miseria menos
extremo que el perfil anterior, pero, sin embargo, al mantenerse en una continua
conexión-desconexión con la red de recursos, y no haber conseguido
consolidar pequeños procesos de integración social, económica, laboral…, se
encuentran abocados bien a pasar temporadas durmiendo en al calle, bien a pedir
ocasional o continuamente.
Las personas que hemos agrupado en este perfil 2, tienen un modo de vida menos
sedentario que las del perfil 1, por eso aunque pueden contar con apoyos
vecinales, no tienen una relación tan continuada de la que se derive toda una serie
de pequeñas garantías (comida, ropa, algo de dinero…) que les eviten ir a los
comedores públicos, roperos, etc. También los que componen este perfil están
más dispuestos a asistir a las actividades de los centros de día (el Rincón del
Encuentro de RAIS, CEDIA, Realidades…), y en ese sentido a conocer otras
dinámicas y rutinas diarias diferentes.
48
También en este grupo la mendicidad puede ejercerse de modo activo o pasivo. Y
son frecuentes algunas actividades económicas marginales como revender
mecheros, pañuelos, carteras de bolsillo…, ayudar en algún kiosco de prensa,
recoger cartones en alguna tienda, etc. Ahora bien, la mayoría de los que piden
de forma activa dentro de este grupo lo hacen a causa de alguna adicción, ante la
cual se ven obligados a pedir.
Una circunstancia que en ocasiones obliga a alguna de estas personas con
adicciones, especialmente los toxicómanos, a dormir durante temporadas en la
calle, es el hecho de que en algunos centros de acogida no sólo no aceptan
toxicómanos en activo, sino que tampoco lo hacen con aquellos que se
encuentran bajo tratamiento de Metadona. Algo similar ocurre con las personas
con problemas de consumo excesivo de alcohol. En la mayoría de los centros no
se admiten personas en estado ebrio, lo que implica no sólo pasar una noche al
raso, sino perder la plaza en el albergue durante algún periodo de tiempo.
Por otro lado, es frecuente encontrar dentro de este colectivo cierta picaresca que
consiste en no gastar el dinero que en principio debería ir destinado a pagar una
pensión (RMI, PNC…), durmiendo en centros de baja exigencia, para después
emplearlo en alguna adicción.
También las enfermedades mentales es un problema significativo dentro de este
colectivo. El grupo SMES estima alrededor de 125 enfermos mentales que residen
en centros de acogida, pensiones, etc., que utilizan distintos recursos de la red de
atención a PSH, y que al menos en la mitad de los casos tienen algún tipo de
tratamiento de salud mental. Obviamente, la situación de estos enfermos no es tan
acuciante como la descrita en el Perfil 1, pero precisarían de una atención
socio-sanitaria y de unos recursos de alojamiento mucho más especializados que
los que existen en la actualidad.
49
Dentro de este perfil también se puede incluir a un pequeño número de personas,
que aunque tienen casa, y en esa medida se alejan enormemente del modo de
vida y las características de este grupo, sin embargo ejercen más o menos
habitualmente la mendicidad. Se trata de personas, principalmente mayores de 65
años, que reciben pensiones muy pequeñas y se ven obligados a pedir para
poder subsistir. Aunque pueden pedir cualquier día de la semana, parece que se
concentran sobre todo los fines de semana, pidiendo en alguna parroquia o a la
salida de los grandes almacenes. Así, según los profesionales consultados,
durante el sábado y el domingo se pueden reconocer a bastantes personas que no
se encuentran en el resto de la semana.
Por último, en una situación intermitente, de estancia en la calle y en los centros
de acogida tanto para PSH como específicos, se encuentran muchos
inmigrantes. Según los profesionales que trabajan con las personas que viven en
la calle, cada vez son más las personas extranjeras sin recursos económicos que
o bien ocupan buena parte de las plazas de los alojamientos destinados a PSH
(en algunos albergues ya ocupan más de la mitad de las camas disponibles), o
bien se ven obligados a tener que pernoctar en la calle ante la falta de plazas en
centros para inmigrantes.
En opinión de los voluntarios, que trabajan con PSH en la calle por las noches,
uno de los dispositivos donde mejor se puede apreciar la evolución del volumen de
extranjeros sin alojamiento es la Estación de Atocha, recurso de emergencia en
los días de mayor frío en invierno, y que en los últimos años se ha visto abarrotado
de inmigrantes.
La situación de estas personas sin recursos económicos, y en muchas ocasiones
sin papeles, cada vez parece estarse agravando más. Hasta el punto de que ya se
puede identificar a bastantes inmigrantes que por así decirlo se comienzan a
cronificar. Es decir, personas que llevan varios años en nuestro país, sin que
hayan podido recabar la documentación y los recursos suficientes como para salir
50
de la calle, que arrastran alguna enfermedad física generada o agravada por las
condiciones de la calle, que presentan alguna adicción, etc. También las propias
personas que viven en la calle, nos han informado de que cada vez es más
habitual ver por las noches a muchas personas, principalmente, inmigrantes
recabando comida en los cubos de la basura de los supermercados. Según estos
informantes, no son gente que luego duerma en la calle, pero por su actividad
parecen estar en una situación de vulnerabilidad clara.
Tabla 8 .- Tipología de personas que piden y duermen en la calle
PERFIL 1
PERFIL 2
x PSH que alternan dormir en la calle con
x PSH “crónicas”.
estancias en albergues, pensiones…
x Duermen habitualmente en la calle.
x Mendicidad o “busca” intermitente.
x Mendicidad habitual o “busca”.
x Conexión-desconexión con la red de
x Pobreza y condiciones materiales muy
recursos para PSH.
severas.
x Considerable volumen de personas con
x Desconexión con la red de recursos para
RMI, PNC…
PSH y con otras redes (sanitaria, Servicios
x Enfermos mentales con una situación algo
Sociales).
más protegida.
x Rechazo institucional (albergues,
x Adicciones.
comedores, Administración).
x Inmigrantes.
x Apoyos vecinales.
x Enfermos mentales en desprotección
extrema.
x Fuertes adicciones.
x Desinterés o falta d expectativas para
tramitar la RMI, PNC…
51
3. LA VIDA EN LA CALLE
3.1. El camino hacia la calle
3.1.1. Los factores que llevan a la calle
“Vagabundos, mendigos como quieran llamarnos, como cambian todos los
nombres, bueno, somos indigentes.” (Entrev. 15)
El mendigo, el vagabundo, el indigente, el sin techo… a menudo es percibido
como una foto fija, sin historia. Como si las pobres ropas, el aspecto sucio y
abandonado, la actitud pasiva y dependiente, el andar tirados por las aceras o los
bancos, la pobreza extrema y la miseria hubieran acompañado de modo
permanente la vida de estas personas. Sin embargo, el tiempo de los sin techo no
es estático. También para estas personas hubo un antes y para muchas habrá un
después de la calle. Un momento en que pasaron a la calle, “se tiraron” a la calle
(“yo la única solución que vi, es decir, bueno, me tiro a la calle, me pongo a dormir
en la calle ” E.13). Un momento de tránsito que suele estar marcado por unas
circunstancias y
sucesos más habituales y cotidianos de lo que en muchas
ocasiones el imaginario colectivo suele suponer: “...en fin... mis hermanos por un
lao, que si esto... y venga a acometerte, venga acometerte, …para estar de pelea
todos los días -porque yo estaba en la casa de mi madre- bueno pues...aquello
era...una cueva de lobos y digo: ‘sí, digo...a tomar por saco’" (E.1).
Con frecuencia se ha pretendido describir el proceso del paso a la calle como la
consecuencia de una elección personal: la de aquellos que sin querer adaptarse a
las normas y costumbres que rigen la cotidianeidad eligen situarse al margen o en
las afueras del orden instituido; o en una versión más suavizada, como el
resultado al que se ven abocados aquellos que por debilidad moral no son
52
capaces de tomar las riendas de su propia vida. Sin reglas, sin casa, sin
pertenencias, sin empleo, sin dinero, sin familia…, planteado en estos términos, a
la luz de esas explicaciones individualistas, estar sin hogar parece la conclusión
lógica de una cadena de sucesivas elecciones sin más responsable, acaso
culpable, que la persona que la porta.
Muy al contrario, vivir/pedir en la calle –manifestación específica de la exclusión
social- es un fenómeno de raíz multidimensional al que se llega como
consecuencia de la interrelación de diferentes desventajas o dificultades que
se encuentran presentes en la biografía de ciertas personas, y a las que,
personalmente, apenas se consigue hacer frente. Entre ellas destacan las
rupturas o conflictos familiares; los problemas con el empleo; la falta de
recursos económicos e incluso los desahucios; los problemas de salud, sobre
todo los relacionados con los trastornos psíquicos graves. También en algunas
ocasiones, las historias de vida de corte marginal –con una socialización
conflictiva- terminan abocando a la calle; en otras son los problemas con el abuso
de sustancias como el alcohol u otras drogas; y, finalmente, en los últimos años
la inmigración por causas económicas es el factor principal que ocasiona que
muchas personas procedentes de otros países vivan a la intemperie en nuestras
ciudades.
Aparentemente, se podría pensar que la mayor parte de estos problemas podrían
ser atajados aunando esfuerzos personales, familiares-relacionales y socialesinstitucionales. La cuestión es justamente esa. Cada una de las personas sin
techo viene a representar el fracaso colectivo de las distintas redes de pertenencia
a las que cada individuo trata de amarrarse para vivir en sociedad, como
consecuencia en la mayor parte de los casos de la insuficiencia de recursos con
que cuentan para hacer frente a las situaciones de crisis.
El análisis de las entrevistas biográficas realizadas para este estudio permite
constatar una vez más la presencia de toda esa serie de factores que terminan
53
arrojando a algunas personas a la calle. Asimismo se pueden encontrar
referencias a la forma en que las diferentes circunstancias se van
entretejiendo en el camino de cada entrevistado de manera que “casi sin darse
uno cuenta”, precipitan su caída en la calle: “quitarme... del abujero que nos
hemos metío, sin querer o queriendo, nos hemos metío... Sí, sí, [las cosas] van
viniendo sin darte cuenta..., yo antes de separarme de mi..., bueno, mi mujer me
dejó, yo tenía mi trabajo, tenía de to” (E. 20)
Naturalmente, el primer paso hacia la calle no se produce de un día para otro,
aunque haya siempre un momento en el que se materialice. La vida anterior a la
calle suele estar jalonada de sucesos vitales que van horadando la convivencia
familiar, la salud, los recursos económicos, la estabilidad en el empleo…, en
definitiva, el equilibrio de la propia vida.
La ruptura familiar (sobre todo las separaciones matrimoniales), como causa
precipitante de la vida sin-hogar, es mencionada en más de la mitad de las
entrevistas. Las desavenencias y discusiones entre cónyuges suelen ser el
escenario de una situación que se convierte en insoportable y que, en muchas
ocasiones, se zanja con el abandono del hogar de una de las partes,
generalmente el marido: “¿Cómo fue que te quedaste en la calle?: Porque tuve
problemas con mi mujer… digo, si sigo aquí la voy a matar. ¿Porque discutíais
mucho, no…?: Siempre, aquello era ya una cueva de lobos, entonces abandoné
mis hijos…y la abandoné a ella.” (E. 1).
Desde una posición activa, a veces el abandono se plantea como la solución única
a un problema que no se sabe o no se puede resolver. En esa medida se niega la
propia incapacidad para afrontar la situación, tratando de responsabilizar y, en
buena medida, castigar al otro. “La agarré y dije: ahí te quedas, no has trabajado
en tu puta vida, ahora vas a saber lo que es trabajar y si quieres… seguir adelante
vale… si no tú verás, si no te metes a prostituta”. (E. 1). En otras ocasiones, y
desde una posición pasiva, se termina en la calle tras ser abandonado por el
54
cónyuge y los hijos. “Me echó. Me cambió la cerradura, y ya está, y digo pos vale,
pues a la calle”. (E. 9).
La desmoralización que implica esa pérdida afectiva repercute, entonces, en todas
las esferas vitales, muchas de las cuales se encuentran ya deterioradas,
desmoronándose entonces los puntos de anclaje (por ejemplo, el trabajo) sobre
los que se sostiene la propia vida.
Las crisis conyugales a veces se tratan de superar acudiendo a la ayuda y
protección de la familia de origen. Pero los problemas de convivencia y los
económicos (desempleo) terminan por deshacer una acogida que en principio se
plantea como temporal, pero que después se prolonga sin aparente solución: “Y...
y se fue, claro, yo tengo allí hermanas, no tengo ni padre ni madre pero tengo
hermanas, pues claro, a mí no me gusta comer de la sopa boba, allí... si no hay
trabajo, me tienen que alimentar... y a mí no me gusta, porque al final te lo echan
en cara,... es tu familia pero al final te lo echan en cara” (E. 2)
La falta de recursos económicos suele acompañar a todas estas rupturas,
aunque también puede ocurrir que el abatimiento que sucede a muchas de ellas
se intente compensar con el gasto apresurado de los pequeños ahorros de los que
se dispone, “[nada más verme en la calle, lo que tenía ahorrado] me lo gasté todo
en putas en la calle Montera, me lo gasté en coches de alquiler, eh, y me lo gasté
en borracheras.” (E. 13). Otras veces el dinero del que se dispone sirve para pagar
durante algún tiempo una pensión antes de pasar a dormir en la calle, pero en la
mayor parte de las ocasiones el paso a vivir/dormir en la calle suele ser directo,
puesto que para cuando llega el momento de la crisis definitiva y se “sale a la
calle” ya se han agotado hasta el extremo todos los recursos económicos.
También algunas relaciones conflictivas con los padres culminan con el
abandono del hogar por parte de los hijos, o la expulsión de estos por sus
progenitores. La adicción a alguna sustancia psicoactiva es uno de los principales
55
desencadenantes de la tensión padres-hijos: “Es más fácil decir: ‘vete a la calle,
vete fuera’. Yo cogí mis cosas y me fui. Yo, estaba trabajando de camarero y...
bueno, de camarero sabes tú que bueno... Que cuando tu quieres salir del bar son
las doce, las tres, la una. Entonces, te tiras catorce horas en un bar y lo más
normal es... con los compañeros irte a tomar una copa. Y, entonces a lo mejor,
llegaba a casa a las cuatro o las cinco, y entonces eso era lo que ellos no
permitían, que una persona…. Entonces yo, tendría unos treinta y nueve, cuarenta
años. Entonces lo que no permitían era aquello... eso, que querían ellos de casa al
trabajo y del trabajo a casa. Y, entonces, como yo tampoco estaba dispuesto a
ello, pues que salga el sol, por donde sea” (E. 6). Del mismo modo, las conductas
que se derivan de alguna enfermedad psíquica grave (como la esquizofrenia)
terminan por agotar el difícil esfuerzo que supone atender, y entender, a un
enfermo psíquico severo. Abandonar la casa paterna sin tener donde refugiarse,
suele ser una secuencia relativamente frecuente tras años de tensiones y
enfrentamientos al límite entre padres e hijos.
En cualquier caso, en opinión de las personas de la calle, las rupturas familiares,
cuando se producen y precipitan la caída en la calle, siempre aparecen como algo
inevitable. Una cuestión que ni tenía, ni tiene remedio. No había otra salida
diferente, así como tampoco hay posibilidades para un nuevo entendimiento. Tan
sólo alguna llamada o algún contacto esporádico principalmente con los hijos o
con los padres, sigue manteniendo el hilo entre unos y otros. Pero, por lo general,
se trata tan sólo de saber que el otro sigue ahí, sin más pretensiones relacionales:
“Una niña tengo, bueno una niña ya con veinticinco años.
¿Y la sigues viendo o no?: Sí … De vez en cuando…
¿Por voluntad tuya o… porque vienen a verte?: No, porque voy yo por el
barrio y eso…
¿Y, que tal la relación ahora?: Bien, tomamos unos vinos, me invitan ellas,
porque yo nunca llevo… y ya está.” (E. 8). Una relación inexistente que sin
embargo, puede ser consciente de las dificultades extremas que vive el pariente
56
sin techo: “Sí, ni yo los llamo, ni ellos tampoco, ellos saben mas o menos por
donde paro yo y bueno... tampoco existe…, la relación es nula ya...” (E. 6).
En ocasiones, las crisis graves de salud despiertan el interés por renovar el
vínculo familiar, apelando a los afectos primeros y más básicos, pero para
entonces ya poco se puede reestablecer:
“Una amiga mía ha llamado a mis
hermanos; cuando me dio el infarto llamó [a un hermano] y dijo que eso era mi
problema, que no quería saber nada. El otro tampoco quiere saber nada. Y tengo
cinco hermanos más, que no es decir uno, no, no, tengo cinco hermanos más y
ninguno quiere saber nada, pues que sigan su vida y que Dios les bendiga, la vida
es para todos, es para todos”. (E. 16)
Estrechamente relacionadas con las rupturas familiares aparecen las crisis
laborales. Así, 11 de los 20 entrevistados han explicado las causas de haber
terminado en la calle como una mezcla de graves problemas familiares y
laborales. Es significativo observar cómo bastantes PST han relatado su situación
laboral anterior, como algo relativamente estable hasta el momento en que se
produjo la quiebra familiar. Ésta última se presenta como un punto crítico de crisis
a partir del cual, empieza o se precipita el hundimiento social y psicológico de la
persona. Ese nuevo camino cuesta abajo en el ciclo vital está impregnado de la
frustración y la desmoralización ante el fracaso personal en el plano de los
vínculos afectivos más íntimos: “A raíz de eso, dejé… lo mandé todo al garete. Yo
lo dejé así todo, en el aire” (E. 1).
Sin embargo, no siempre se puede establecer de modo inequívoco cuál de las dos
circunstancias (si la ruptura con la familia o el fracaso laboral) aparece primero. Lo
cierto es que ambas son las dos vías principales de inserción social (la integración
económica-laboral y la inserción familiar-relacional), y la ruptura de una y otra se
van entretejiendo hasta dejar a la persona sin más protección y lugar que la calle.
57
También la precariedad laboral o el desempleo pueden acompañar a los
desahucios. Estas suelen ser las principales causas de la presencia ocasional de
algunas familias españolas en las calles de Madrid: “¿Cuánto tiempo llevas en la
calle, viviendo en la calle?: Desde el año... 79, prácticamente... Veintitrés años
¿Veintitrés años? ¿Y como fue,... como surgió la cosa: Expulsao del piso y del
trabajo. La palabra, yo creo que es la adecuada y la que me gusta, la palabra
expulsión mas que desahucio. No soy ningún santo, pero me han enchutao
cantidad de trampas... que he tenido que no sé, que valerme... de una serenidad y
unos años. El piso está, el que no está soy yo, claro” (E18).
Al contrario de lo que mucha gente suele imaginar, la relación con el mundo del
trabajo no es algo ajeno a la experiencia vital de las PST: “Siempre me ha
gustado estar trabajando de una cosa, de otra, llevarme mi más o mi menos
dinero, he vendío pipas, he vendío churruca, he vendío... de todo lo que me ha
venío a la mano.” (E. 20). A pesar de que ninguno de los entrevistados trabaja en
la actualidad, al menos en un empleo regular a tiempo completo, muchos de ellos
realizan chapuzas (pintura, buzoneo, pequeños servicios y recados, etc) y todos
ellos han trabajado alguna vez en su vida, excepto el más joven que apenas si ha
tenido tiempo para poder hacerlo. Y aunque la estabilidad en el empleo puede ser
muy variable, no es raro encontrar personas con largas trayectorias laborales
truncadas por el desempleo, las crisis personales, las adicciones, etc.
Conviene recordar que el mundo laboral no es una esfera completamente
irreconciliable con el mundo de los sin techo. Son personas con mayor o menor
experiencia en el mundo del trabajo, y aunque los largos procesos de calle hayan
deteriorado muchos de sus hábitos y habilidades, para algunos (dependiendo de
la edad, las enfermedades, etc.) aún es posible una reintegración social-laboral.
Aunque eso sí, no siempre ésta se podrá realizar a través del mercado laboral
normalizado, sino a través de estrategias específicas y adaptadas de inserción
social (empresas de inserción, talleres laborales y prelaborales, empleo protegido,
etc.).
58
Otra vía por la que a menudo se desemboca en la calle son las adicciones. Más
de la mitad de nuestros entrevistados (12 de 20) presentaba algún tipo de adicción
a alguna sustancia psicoactiva, principalmente al alcohol. Como hemos afirmado
en otras ocasiones (Ver Cabrera y Rubio, 2002), el alcoholismo de las PSH se
encuentra firmemente imbricado, ya sea como causa o como efecto, con las
condiciones precarias y de exclusión social en que han vivido estas personas y
con el hecho de que el alcohol es la droga más usual, barata y accesible en
nuestra sociedad.
Aunque la lógica de causas y efectos que encierra toda vida humana hace difícil
desentrañar si el origen de la vida en la calle se encuentra en el consumo excesivo
de alcohol, o por el contrario es la vida marginal la que lo conlleva, lo cierto es que
algunos estudios como el proyecto “Health & Dignity”, que a escala europea
desarrolla el grupo sobre Salud Mental y Exclusión Social5, han concluido que,
mayoritariamente, los problemas con el alcohol son anteriores al momento de
quedarse sin hogar. Ese consumo abusivo no sólo genera problemas de
convivencia, sino que hace prácticamente inviable una vida laboral estable y
capaz de generar los recursos económicos necesarios: “Lo que pasa es que
tenía... problemas para beber, ahora bebo lo justo, algo bebo..., lo justo, pero
antes sí, ante sí... bebía, entonces claro pues... pues claro no he mantenido los
trabajos” (E. 3).
Por su parte, las adicciones a otras sustancias psicoactivas (como la heroína o la
cocaína) parecen ser también el origen de muchas trayectorias sin techo. Las
drogas terminan por expulsar de los hogares a jóvenes que una vez en la calle
pasan sus días mendigando o “trapicheando” con el objetivo de conseguir dinero
suficiente para la dosis diaria.
5
Los
datos
del
proyecto
de
investigación
http://users.skynet.be/smeseu/uk_h&dstudy.htm
59
se
pueden
consultar
en:
Las enfermedades mentales son otro factor fundamental para terminar viviendo sin
techo. Algunos enfermos psíquicos graves acaban recalando en la calle no sólo
a causa de sus conflictos familiares, sino a raíz de la muerte de los mismos
(generalmente los padres). Estas personas son incapaces por sí mismas de
gestionar su vida cotidiana, con lo que terminan creando problemas de
convivencia con otros familiares o con el vecindario. Todos estos factores
provocan que, finalmente, acaben viviendo en la calle. La falta de residencias de
media y larga estancia para estos enfermos es sin duda uno de las principales
causas de la vida errante de estas personas. Y desde luego la calle agrava
enormemente su desequilibrio psíquico.
En el extremo opuesto, ocurre algo similar con algunos disminuidos psíquicos
leves, quienes cuentan con suficiente autonomía personal, pero son incapaces de
manejarse con la suficiente destreza en el mundo de relaciones laborales y
sociales, en la práctica son incapacitados sociales. Estas dificultades impiden su
proceso de inserción, pero, al no estar en una situación límite y no tener un grado
de enfermedad agudo, no encajan en los recursos institucionales para disminuidos
psíquicos más profundos o no acceden a las pensiones por minusvalías.
Así, la paradoja consiste en que a veces no hay recursos suficientes para
problemas graves (por ejemplo, enfermos psíquicos severos), mientras que en
otras ocasiones la desprotección afecta a aquellos que no pueden acreditarlos
(por ejemplo, disminuidos psíquicos leves). Una persona de la calle, con aparente
retraso mental ligero, expresaba así la contradicción de un sistema de protección
social, que la declara incapaz para tutelar a sus hijos, pero que al mismo tiempo
no contempla esa misma incapacidad como motivo suficiente para incluirla en
algún programa asistencial-residencial o para adjudicarle una vivienda de
protección oficial: “¿Qué pasa? Que soy subnormal pa quitarme a mi hijo y
vendérselo a cualquier “guarra”, ¿no? - porque ya hay que llamar así a la gente-,
pero no soy subnormal para que me estén dando un dinero y una casa” (E.5).
60
Algunas veces, terminar durmiendo en la calle sobre algunos cartones, o vivir de
las limosnas de los transeúntes es algo que se “hereda”. No nos referimos tanto al
hecho de familias con varias generaciones en la calle (a veces existen casos así)
sino más bien al hecho de que terminar viviendo en la calle puede ser el resultado,
o la herencia, de una vida familiar marginal. Por ejemplo, hemos encontrado
varios casos de personas sin techo que desde la infancia habían vivido en alguna
institución de protección de menores, al no poder sus familias hacerse cargo de
ellos. La precariedad económica y, sobre todo, afectiva ha impregnado la vida de
estas personas desde su infancia, lo que sin duda ha tenido unas consecuencias
negativas cuando han sido adultas.
“’Y.. ¿Tu hija donde se quedó?’: Y mi hija, luego, la metí en el
Colegio, en un Colegio, aquí en Madrid .Precisamente el mismo en el que
he estao yo, y mis hermanos.
‘¿En cuál?’ : En Fernández de los Ríos, La Sagrada Familia que se
llama.
‘La sagrada Familia, ya, ya’.: Ahí, tres generaciones. Y mi madre
‘¿Tu también estuviste ahí?’: Yo y mis hermanos, y mi hija, y mi
madre.
‘¿Y tus padres te metieron allí interna, no?’: No, el Tribunal de
Menores. Mis padres, nos sacaban. Llegó un domingo, llegaron un domingo
y dice:"sus hijos no salen" Y mis hijos, ¿por qué no salen? Porque están por
el Tribunal de Menores, si los he metío por la protección o por esto, por...
porque mi madre, con este señor no llegaron a casarse nunca, estuvieron
toda la vida juntos pero no se casaron. Mi madre era madre soltera, y este
señor estuvo por rojo en la cárcel, y cuando salió de la cárcel, este hombre
estaba casao y tenía una hija, y se encontró con que su mujer, se había ido
a Alemania con otro hombre y tuvo descendencia con otro hombre y
entonces al salir, tenia sus perrillas, todo esto lo se yo porque me lo
contaban ellos claro, entonces yo, de cría, qué voy a saber. Y compró un
terrenico, y poquito a poco se construyó una chabolilla en Peña Grande, a
61
mi padre verdadero, no lo conocemos, no sabemos si vive o esta muerto”
(E. 9)
Entre las consecuencias negativas de esta infancia institucionalizada,
destaca la falta de habilidades y recursos para mantenerse por sí mismas cuando
cumplen la mayoría de edad, momento en el que las instituciones sociales dejan
de hacerse cargo de estos jóvenes. A veces, dadas las características y la historia
de algunas de estas personas, parece que hay una relación directa entre la
desinstitucionalización y el paso a vivir en la calle. Así, para algunos casos se
hace muy difícil organizarse y mantenerse de un modo autónomo, a pesar del
apoyo que los profesionales de los centros para menores tratan de prestarles
antes de dejar de ser tutelados. Es como si la falta de protección, y la historia
previa de marginación, les abocara a una serie de obstáculos difíciles, o incluso
imposibles, de superar, que finalmente les dejan materialmente en la calle:
“¿Saliste del centro directamente a la calle?: Sí, porque me gasté los ahorrillos
que me dejó mi madre, me lo gasté... y viví en la calle. ¿Y en el centro no te
prepararon algún piso de alquiler o...?: Esa es la historia que... mi educadora es
una mujer muy buena que me ha ayudao en todo lo que ha podío y... lo de la
Comunidad de Madrid y los centros y tal... cuando ya cumples una mayoría
tampoco se preocupan demasiao”. (E. 3). A la luz de estos datos, deberían
reforzarse los recursos residenciales y socio-laborales para estos jóvenes, así
como el seguimiento y el apoyo institucional a medio plazo.
Otras veces, el ambiente marginal en que han crecido las PST se refiere a una
combinación de circunstancias como la falta de recursos económicos de las
familias de origen, los problemas de adicción de largo recorrido de los padres, la
inestabilidad laboral y el empleo precario, la falta de atención hacia la formación y
la educación de los hijos, la delegación del cuidado de estos en abuelos u otros
familiares, etc. En última instancia terminar en la calle viene a certificar, o a cerrar,
el círculo de la marginación, siendo la última etapa de todo un recorrido de miseria
y precariedad que no es sólo económica, sino también afectiva, cultural, y
62
simbólica. El relato de alguna de las personas entrevistadas trasluce una historia
familiar que ha transcurrido permanentemente sobre la cuerda floja de la
inestabilidad económica, social y personal.
Por último, hay que referirse a un factor determinante para muchas personas que
en nuestros días no tienen más remedio que vivir en la calle. Se trata de la
inmigración provocada por cuestiones eminentemente económicas, aunque
también se puedan encontrar en la calle casos de refugiados políticos. Estas
personas ofrecen un perfil que se aleja del clásico de las PST: se refugian en las
calles de Madrid porque no tienen un empleo que les procure unos ingresos
mínimos para poder costearse algún alojamiento, y muchas veces se encuentran
sin papeles, aunque su firme decisión de trabajar y regularizar su situación les
permitirá probablemente salir de la calle. Justamente, las decisiones políticoeconómicas pueden influir decisivamente en que la situación de estas personas se
cronifique y pasen a engrosar el fenómeno del sinhogarismo, o por el contrario
puedan convertirse en trabajadores regularizados.
3.1.2. La adaptación a la vida en la calle
La mayoría de los entrevistados (trece), tras largos períodos de conflictos
relacionados con los factores mencionados más arriba, pasaron directamente a
dormir en la calle. No optaron por refugiarse en algún albergue o pensión, ni tan
siquiera buscaron cobijo en la casa de familiares o amigos, sino que se fueron
directamente a dormir a la intemperie. La trama de las relaciones familiares y
sociales aparece así rota antes de la calle; no en vano los procesos de exclusión
63
social no representan tan sólo una quiebra progresiva de la inserción económicasocial, sino de los vínculos relacionales y afectivos.
Por otro lado, aunque la falta de información les impida acudir en un primer
momento a los albergues para PSH, y los escasos o nulos recursos económicos
no les permitan pagarse la cama en alguna pensión, lo cierto es que en muchos
casos, sobre todo aquellos en los que se entremezclan las crisis familiares y
laborales, el paso a la calle parece la materialización de un impulso, largo tiempo
acariciado y temido, una suerte de liberación, de huída. Una manera de romper
definitivamente con las tensiones y de librarse de aquellos obstáculos que en la
vida no se han sabido o podido resolver. La calle conlleva, entonces, un cierto
componente liberador, un desenganche de obligaciones y ataduras imposibles de
soportar por más tiempo. En esos primeros momentos dormir en la calle es un
paso duro, arriesgado, pero que libera imaginariamente de todos los conflictos
vividos hasta el momento: “Pues me fui a la calle porque..., no es que me guste,
pero la verdad es que se está más tranquilo, porque hay muchas circunstancias en
la vida que te obligan a estar en estos términos, en estas circunstancias, no hay
más remedio, a la vida hay que concederla lo que se merece…” (E, 16). “¿Sabes
lo que te digo? Me marcho. Un día, del trabajo cuando salí, cogí un pantalón,
como se suele decir un calzoncillo, un calcetín, y adiós… y hasta hoy. Y ¿dónde
fuiste?, ¿directamente a la calle?: A la calle, esa misma noche a la calle, a un
parque, al auditorio del parque de Entrevías, ahí me fui, para que nadie me viera,
me compré mi botella de vino, me fui a los pinos sentado en un banco, pensando
en mis cosas, me bebí mi vino, al otro día me fui al trabajo, y hasta hoy” (E. 11).
Ante la necesidad de tener que buscarse la vida, en el inicio de su trayectoria sin
hogar, algunas PST se vuelven transeúntes durante algún tiempo. Van de acá
para allá y así, recorren algunas ciudades en busca de oportunidades laborales,
generalmente, en trabajos temporales en sectores como el campo (recolección) o
la construcción: ”Sí, yo ganaba tres mil quinientas pesetas, cortando tomates,
melones, sandías, en fin… y ganaba tres mil quinientas pelas para pegarme una
64
pensión, pues…eran mil pesetas, me quedaban aún…dos mil quinientas,
pero…que nada. He pasao muchas calamidades y fuertes. ¿Y luego otra vez
viniste a Madrid, de Extremadura a Madrid otra vez?: Sí, andando. ¿No tenías
dinero?: No tenía”. (E.1:6)
También hay quien vuelve a su lugar de origen buscando el refugio familiar o una
nueva oportunidad. Ese vagar al encuentro de una últimas oportunidad, suele
terminar más bien pronto, cuando se constata que poco se puede encontrar en
ese modo de vida y, finalmente, se opta por instalarse en las calles de Madrid.
Todos coinciden en señalar que la calle es dura, que al principio cuesta adaptarse
al frío y a la inseguridad casi permanente. “La vida de la calle es muy dura… Sí es
dura, es dura de cojones. El que no ha estao en la calle no sabe lo que es… Tú no
sabes lo que es dormir en un colchón… cómodo, con tu manta…. aunque sea con
una sábana encima, ¿me entiendes?… pero… el que no ha estao en la calle no lo
sabe.” (E. 1). Durante los primeros días, tener que afrontar las inclemencias de la
calle se convierte en el mayor problema, pero una vez superada esta fase inicial
de transición, hay personas que “prefieren” las incomodidades y la hostilidad de la
vida a la intemperie a las exigencias e incomodidades que requiere la convivencia
en un albergue.
En este sentido, las referencias a los inconvenientes de los albergues son una
constante que machaconamente aparece en el discurso de las PST. Hay que
tener en cuenta, por otra parte, que la mayoría de nuestros entrevistados son
personas que viven en la calle, fuera del circuito de albergues. Por un lado, para
los que optan por vivir durante años a la intemperie, los albergues son el lugar
donde se recoge, incluso a veces dirán “se aparca”, a toda una serie de colectivos
con alguna patología o condición vinculadas a la marginación
social. Así, se
describe a los albergues como lugares repletos de enfermos mentales,
toxicómanos, borrachos, “maricones”, exreclusos, etc. “Porque allí, hay na mas
borrachos, “yonkis” y de to.” (E. 2), “Albergues nada, albergues, hay drogadictos y
65
borrachos... y de todo (E. 4), “Hay drogadictos y hay de todo ahí (…) No, no lo
quiero eso, prefiero dormir en la calle que ahí” (E. 4), Los albergues, por lo tanto,
son un sitio donde “hay de to” y muchas personas que viven en la calle intentan
distanciarse de ese cajón de sastre, en el que podrían ser confundidas y tomadas
por lo que no son, pasando a compartir determinadas etiquetas que consideran
particularmente infamantes: “Sí, pero yo nunca he entrado al albergue ni borracho,
ni con bebida, cuando hay gente que sí, pero eso no lo ven o no lo quieren ver,
porque yo entrar al servicio y ver dos cartones de vino, ¿que pasa que no lo ven, o
no lo quieren ver?, que tampoco quieren ver a las bolleras, que tampoco quieren
ver a los maricones, que tampoco quieren ver a los borrachos, que tampoco
quieren ver...yo ahí no puedo estar”. (E. 13) “Te aparcan allí, te dan la comida, tal,
cual... tu única responsabilidad es conseguir pa beber y pa... fumar” (E. 19).
Se puede estar en la calle, pero aún se aspira a no convertirse en otra cosa aún
peor desde el punto de vista de quien responde: “Lo único que puede pasarte si...
te tiras mucho tiempo allí es que acabes majara perdido, yo fui hace años y tal, y
ahora la cosa pues ha subido un cincuenta por ciento, y cada vez más enfermos
mentales allí... y cada vez... hacinan a la gente allí...” (E. 19). Por otro lado,
muchas alusiones a los albergues se condensan en la metáfora de la “cárcel”.
Para muchas PST el albergue es un lugar de normas y horarios donde, ante todo,
se constriñe su libertad y autonomía. Normas y horarios que todos han de cumplir
homogéneamente, sin que haya opción a cierta autonomía. Los horarios de
entrada, por la tarde, y los de salida, por las mañanas, los de las cenas y
desayunos, etc. parecen marcar un ritmo monótono, despersonalizado y
restrictivo, que les hace sentirse sin libertad y que en muchas ocasiones les
impide poder “buscarse la vida” en determinados momentos del día. “Mu...
rígido..., eso prácticamente como una cárcel, o como si fueras un crío o como si
estuvieras mal de la cabeza, las funcionarias mu rígidas, mu rígidas...” (E. 9). “No
me gusta, es una cárcel.” (E. 7) Paradójicamente, para quien saca unos dinerillos
en la busca de chatarra y trastos viejos que se venden los sábados en el Rastro a
partir de las dos de la noche, entrar en el albergue implica tener que renunciar a
66
su modo, autónomo e independiente, de ganarse la vida: “Si vas al Albergue no te
puedes buscar la vida, porque a las siete y media tienes que estar allí” (E. 2)
Rechazada la opción del albergue, y elegida la de la calle, cada cual va creando
una especie de entorno o nicho ecológico en donde pueden satisfacer sus
necesidades, aunque eso sí siempre situándose en el nivel de la mera
supervivencia. Buscar algún lugar donde dormir en el que se esté resguardado de
la lluvia, el frío o las agresiones físicas; procurarse algunos cartones y mantas;
tratar de ganarse la confianza de los vecinos de un barrio, de los feligreses de una
iglesia o de los compradores de un supermercado para que ayuden con sus
limosnas; o establecer pequeños contactos con otras personas que viven en la
misma situación, son algunas de las principales estrategias de supervivencia
cotidiana entre las que se desenvuelven las PST. A través de ellas consiguen ir
adaptándose a la vida en la calle.
En el marco de esa adaptación, decidirse a pedir no suele ser un paso que se dé
con facilidad. Y, por supuesto, tampoco todos llegan a hacerlo. Prácticamente la
totalidad de nuestros informantes que piden, o han pedido alguna vez en su vida,
han manifestado que les costó empezar a mendigar, que sintieron vergüenza
cuando comenzaron, y que aún en la actualidad sienten cierto pudor al hacerlo,
aunque naturalmente, la habituación hace que poco a poco se vaya perdiendo la
inhibición primera: “Yo al principio me daba mucha vergüenza, lo que pasa es que
la compañera llegaba y me decía “José hay que comer, hay que vivir ¿qué
hacemos?” (E.11). “Yo me acuerdo, que me ponía a pedir, salía la gente de la
Iglesia, me iba a dar y yo me iba. Me iba sinceramente, porque me daba
vergüenza, luego claro, pasando el tiempo, pasando el tiempo... dices: “Si es que,
no tengo un duro, no tengo tabaco, no tengo pa tomarme.. yo que sé una cocacola, una cerveza. Entonces, tu ya empiezas a analizar las cosas y dices,
bueno…, y sinceramente, sí, luego te llega un tiempo, en que ya a la vida le
echas cara, le echas cara, ¿no?.” (E.6) Por tanto, al principio de empezar a pedir,
a la mayoría de las personas se les cae la cara, con el paso del tiempo, acaban
67
echándosela. “Bueno, la primera vez que me puse, yo creí que me explotaba el
corazón, la vergüenza que me daba...En la actualidad no, en la actualidad si me
pongo a pedir hoy día, más tranquilo que tranquilo porque ya soy un profesional,
después de diez años por lo menos, ya se lleva la profesión por dentro, es
como…, es como todo, como todos los trabajos que cuando empiezas, el primer
día estás nervioso a ver cómo es esto, tal cual, y luego ya te acostumbras” (E15).
Tras los primeros momentos la mayoría sigue pidiendo para ir tirando, y otros,
dependiendo de las habilidades sociales que demuestren y de la actitud de las
personas a las que se dirigen, encuentran técnicas y estrategias que les permiten,
no ya sobrevivir mendigando, sino “vivir” de la mendicidad. Y aunque eso,
evidentemente no les saca de su precariedad económica (pues suele ser un
dinero destinado a costear alguna adicción), en muchas ocasiones sí que se
convierte en la manera única y más segura de ganarse la vida: “yo sé que hay
gente que está pidiendo pa comer y está sacando diariamente, y eso te lo puedo
garantizar y te lo puedo presentar a la persona que tu quieras, que se está
sacando ocho, diez mil pesetas, diarias.” (E. 6). Sin embargo, no conviene
magnificar estos ejemplos, en la mayoría de los casos, apenas si se saca algo
para ir tirando, como el de esta persona que aprovecha para pedir entre los
clientes de las terrazas de una céntrica plaza: “Hoy el día [por el clima] está entre
Pinto y Valdemoro, pues hoy igualmente habrá terrazas... que no las abren...
entonces... pero... si Dios quiere y las abren, yo sé que tengo dinero.
No
es
que coja tampoco el oro y el moro, no, pero... en fin... pa poder pasar el día sí,
ahora pa coger una pensión, no” (E.1)
La adaptación a la calle se va consiguiendo con el transcurrir de los días. La
muestra de personas que se ha seleccionado para este estudio cuenta con una
estancia media en la calle de casi ocho años. Durante algunos períodos más
bien cortos (días o meses) pueden haberse alojado en alguna pensión o albergue,
pero principalmente sus noches han transcurrido al raso.
68
Una media de ocho años viviendo en la calle, deja su huella en el rostro y en la
salud de las personas. La mayoría aparenta tener más edad de la que en realidad
tiene, y en buena medida esa vejez prematura es real: bastantes de ellos tienen
problemas de salud física; a otros, los rigores de la calle y la falta de atención
especializada, les han agudizado su enfermedad psíquica, aislándoles poco a
poco en un mundo imaginario e inaccesible; muchos han ido perdiendo
progresivamente las habilidades sociales y se han ido replegando cada vez más
en sí mismos: A la mayoría el paso del tiempo en la calle les ha anclado en una
actitud conformista, desmotivada y de renuncia a buscar alternativas a su
situación, y casi todos se han instalado en una forma de vida que tiende a
rechazar la ayuda institucional, aunque algunos sigan encontrando en ella algún
apoyo ocasional como parte de su estrategia de supervivencia física. De este
modo, cuanto más se prolonga la estancia de las personas en la calle, mayor
adaptación y acomodación se produce, reforzándose las actitudes contrarias
a la reinserción social. Como ha señalado un profesional que trabaja con gente
de la calle: “Tratamos que ese periodo de calle sea el mínimo posible, porque
luego, una vez que ha entrado en el círculo es más difícil salir.” (E. 4P:15)
La adaptación a la calle produce el efecto de habitar en una especie de mundo
paralelo en el que se sobrevive bajo mínimos. Un mundo con lógica propia de la
que cada vez se hace más difícil sustraerse.
Resulta difícil comprender por qué motivos unas personas deciden solventar la
falta de un hogar aprovechando cómo pueden los recursos asistenciales que
existen (albergues, rentas de inserción, pensiones…), y por qué otras parecen
desestimar esas redes y optan por adaptarse a la calle. Desde luego, la capacidad
limitada de los recursos actuales y su sistema de funcionamiento inciden en buena
medida en que haya quien “opte” por esa segunda vía. En este último sentido,
bastantes entrevistados han reconocido sus dificultades para adaptarse a las
dinámicas y las reglas de convivencia de un albergue y su bajísimo nivel de
tolerancia: “Los problemas me los hago yo sólo…agarro…na más que veo algo
69
que no me gusta…pum, fuera, a la calle, me voy (…) Tengo muy poco aguante.”
(E. 1); mientras que otros confiesan sus dificultades para establecer cualquier tipo
de relación con los profesionales encargados de los recursos; por ejemplo, a
algunos les cuesta, incluso, mantener el contacto periódico con los trabajadores
sociales que hacen el seguimiento de la RMI: “Yo lo cobré eso del IMI, hará tres
años, me lo quitaron. Estuve seis meses. ¿Y por qué te lo quitaron? ¿Lo sabes?:
Por no ir a verla… [a la trabajadora social] y ¿ por qué no ibas?: Psche… porque
no tenía ganas.” (E.8)
Las insuficiencias que aún presenta la red de asistencia a PSH, y aunque más
adelante se expondrán con mayor detenimiento, están en el origen algunas
trayectorias personales, y pueden explicar, en buena medida, por qué muchas
personas permanecen durante años en la calle. En primer lugar, no existen
plazas suficientes, así algunos entrevistados afirmaban, que al menos en invierno,
preferirían estar en un albergue, pero no encuentran plaza. En segundo lugar, se
aducen toda una serie de conflictos con las reglas y los horarios de los albergues.
La tercera razón para evitar los albergues se desprende, según las PST, del
ambiente conflictivo que se vive en ellos, al tener que convivir personas con
graves problemas de muy diversa índole; por último, algunas patologías graves,
como las enfermedades mentales, no encuentran en los albergues actuales una
respuesta adaptada a sus necesidades, con lo que los enfermos prefieren
quedarse en la calle.
3.2. La vida en la calle
La vida en la calle es dura, incómoda y está llena de riesgos. La calle mata. Es
verdad que hay quien logra adaptarse y sobrevivir a la intemperie durante años. A
los ojos del ciudadano medio, son los representantes más acabados de un mundo
inquietante y milenario, que se renueva sin cesar a lo largo de la historia: el mundo
de los pobres más desarraigados y excluidos, aquellos que carecen de un lugar,
de un hogar, al que poder dirigirse, entrar, sentarse y descansar.
70
Pero más allá de todas las elucubraciones literarias y románticas sobre la vida
bohemia del clochard, lo cierto es que la calle es terriblemente dura y
desagradable (“la vida de la calle es muy dura...’;’Si, ¿verdad...?’; ‘Sí es dura, es
dura de cojones....’; ‘Ya’; ‘El que no ha estao en la calle no sabe lo que es...’; ‘Ya
imagino...’; ‘Tú no sabes lo que es dormir en un colchón... cómodo, con tu
manta.... aunque sea con una sábana encima, ¿me entiendes?... pero... el que no
ha estao en la calle no lo sabe’; E1), los días se suceden monótonos y aburridos
en un ciclo ininterrumpido de actividades centradas en conseguir sobrevivir, salir
adelante un día más. Vivir en la calle requiere comer, vestirse, protegerse del frío y
las heladas, ponerse a resguardo de robos y agresiones, moverse con inteligencia
y acierto en medio de los peligros que amenazan a todos los seres que viven al
descubierto, en refugios de ocasión, expuestos a mil riesgos.
3.2.1. Comer
La primera necesidad que ha de cubrirse cuando se vive en la calle, es la
alimentación. Comer es algo que hay que poder hacer diariamente, y a ser posible
varias veces al día. Una persona que no supiera alimentarse, difícilmente
conseguiría permanecer en la calle más allá de una semana.
La mayoría de las personas que viven literalmente en la calle, acuden a los
servicios de comedor con mayor o menor regularidad, puesto que una cosa no es
incompatible con la otra. Ahora bien, la transformación que han experimentado los
comedores en los últimos años, al introducir programas de trabajo social que
buscan actuar sobre las causas de la exclusión que padecen sus clientes y no
limitarse sólo a dar de comer, ha hecho que algunas de las personas más
instaladas en la vida de la calle, dejen de acudir a estos servicios. En muchos de
estos centros de comida gratuita, se llevan a cabo intervenciones programadas
con criterios profesionales de trabajo social para intentar regular el flujo de clientes
y proporcionarles apoyo social.
Es difícil acudir en busca de comida, sin
encontrarse con que, al mismo tiempo, deben entrevistarse con un trabajador
71
social, abrir un expediente, organizar un plan de trabajo y seguimiento, etc. Todo
esto, consigue detener el proceso de deterioro psicosocial de muchas personas
excluidas, pero hace difícil el enganche de quien ya se encuentra muy
abandonado y rechaza implicarse en tales propuestas menos asistencialistas y a
más largo plazo.
Naturalmente, los que “pasan” de ir a los comedores sociales, lo hacen porque
cuentan con otros apoyos más informales y menos exigentes; los vecinos, la gente
que anda por la calle (“Mira, yo conozco a mucho barrendero, por la noche, y más
en días que ha hecho frío, ‘venga chaval vente con nosotros’, que vamos a comer
algo y ya por lo menos estás ahí, y nos metíamos en un garaje donde aparcan los
coches, y teníamos ahí, bueno la hora que tienen ellos para cenar, ¿no?” E.6 ), o
los mismos colegas de infortunio proporcionan con frecuencia los alimentos
necesarios para sobrevivir. Claro está que cada paso que se da hacia la vida en
la calle se hace pagando un alto precio. En este caso, el desorden en las comidas,
la baja calidad de la dieta, o la ausencia de productos frescos y bien cocinados,
acabarán por traducirse en un importante deterioro de la salud y la calidad de vida
general.
“E:
Y... al comedor dices que vas, a veces. ¿Cuántas veces a la semana
vas?
Edo: bo... ahora llevo dos meses sin ir...
E:
¿Y... Eso por qué?
Edo: Porque me compro una lata de sardinas y una barra de pan, aquí
donde los chinos... y me lo como aquí.
E:
¿Tanto para comer como para cenar?
Edo: No, no ceno nunca.
E:
¿No cenas?, Y ¿aguantas bien sin cenar?
Edo: Y... para desayunar.
E:
Y... ¿Estas todo el día con un bocadillo?
Edo: Sí... bueno, para desayunar una copa de anís.” (E8)
72
Pensemos también que cuando se trata de una personas alcoholizada, la
sensación de hambre y la necesidad de comida disminuyen drásticamente:
“encima, tuve como diarreas... me dio por no comer pero... ¡absolutamente nada!
Por lo menos dos semanas, sí. Ni un pellizco... eh... cogía una botella, y cloc,
cloc...” (E9).
Por eso mismo, cuando la gente que ha vivido a fondo la vida en la calle, empieza
a salir a flote, vuelve a recuperar el interés por la comida regular (“ahora estoy
yendo a comer a un comedor, antes ni comía, antes... me compraba más que un
bocadillo o... no comía prácticamente nada” E7). Hay que intentar entender que
aunque implique una recompensa razonable (poder comer caliente), acudir a un
comedor conlleva también algunos inconvenientes y molestias para quien se
encuentra instalado en una vida callejera, como es el caso de esta persona que al
preguntarle por qué razón había estado sin acudir a los comedores en otras
etapas anteriores respondía: “porque… por el horario, más que nada por el
horario, no... no tengo yo ganas de moverme a un comedor a tal hora... y tener
que depender de un comedor” (E7). Desde su particular visión, si pueden
ahorrarse el paseo y la sujeción del horario porque pueden arreglarse con
cualquier cosilla (“Te comes cualquier bocadillo, cualquier ensaladita, yo misma y
tan feliz, cuando tenía, mi compañero, nos íbamos a cualquier parque, comíamos
nuestro vinito, nuestra caserita. Nos echábamos...” E9), con algo de comida que
encuentre o con lo que les da la gente, “pasan” de ir a hacer cola.
“Edo: En Las Calcutas se come... a las cinco
E:
¿A las cinco de la tarde?
Edo: A las cinco de la tarde sí...
E:
¿Eso qué es... cena o merienda o...?
Edo: No es comida
E:
Es la comida que hay al día
Edo: Una comida
E:
Una comida al día...
73
Edo: Una comida
E:
Ah... hacen una comida al día... y la ponen a esa hora, qué mala hora
¿no?
Edo: Sí
E:
Las cinco
Edo: Y además tienes que estar una hora antes para coger número y... es
un rollo” (E7)
De ahí la importancia que revisten los programas que acomodan sus horarios o se
lanzan a ir en busca de la gente de la calle hasta allí donde se encuentran
pernoctando, porque incluso esa pequeña distancia que a nosotros nos parece
insignificante, puede convertirse en el gran obstáculo a salvar cuando la persona
se ha acomodado a un lugar. No es tanto el hecho de repartir comida como la
manera de hacerlo, el método que se sigue, el estilo con que se realiza, para una
persona hecha a vivir en la calle, y capaz de ganarse su sustento por sus propios
medios, el comedor social no es siempre algo que merezca la pena, conlleva un
estilo, una filosofía vital que puede estar en las antípodas de la persona sin hogar:
“Muchas veces, pues no como, eso si tengo esa ventaja. O no como, o, vamos, no
tengo las comidas... prefiero tomar un pedazo de pan con toda tranquilidad y a
gusto, que no pues vas a un comedor... que si tienes que dejarle el sitio a otro,
que si te sirven deprisa. Yo soy enemigo de la palabra prisa, que sé yo, es mi
manera de ser” (E18)
Normalmente, en los comedores se trata de evitar la incertidumbre diaria que
supone tener que coger un número para entrar a comer, con las consiguientes
peleas y tumultos que se originan cuando los solicitantes son superiores a los
números que se reparten, para ello se asignan tarjetas, por un máximo de tres
meses, durante los cuales la persona sabe que tiene garantizado el puesto en el
comedor. Bien es verdad que esto no hace desaparecer el problema de la escasez
de plazas sino que sólo lo modifica en sus manifestaciones más urgentes y
compulsivas. En los comedores que funcionan con el sistema de tarjetas, cada día
74
se reparten un número limitado de tarjetas (de cinco a diez) lo que significa que las
personas que desean obtenerlas pueden llegar a hacer cola durante horas (“me
envió P. con una nota para que me... cogieran, porque suelen coger a los cinco
primeros, y ahí tienes que... ahí tienes que dormir en la calle... una noche para...
para pillar número” E7) Esto no evita los conflictos en la cola (, pero al menos
consigue reducir el número de los que aguardan puesto que ya se sabe que no
obtendrán pasaporte de acceso nada más que cinco personas.
En este punto, las peleas más frecuentes suelen producirse con los extranjeros.
Aunque resulte duro reconocerlo, lo cierto es que las personas de la calle más
mayores y más deterioradas, hay veces en que renuncian a ponerse en la cola
porque son relegadas por otras más jóvenes y fuertes, normalmente extranjeros.
Contra los que se lanzan los mayores improperios e insultos en una especie de
reacción xenófoba y primaria que ve en estas otras víctimas de la exclusión social,
el obstáculo que se interpone entre ellos y el plato de comida.
“Edo: la ley del más fuerte, así es, y en los comedores pasa igual, las colas
de los comedores pasa lo mismo, aunque estés en la cola esperando y
tengas el número tres, viene polaco, marroquí, y se te pone ahí, o te
quitas...
E:
¿Está habiendo mucho extranjero?
Edo: ¿Extranjeros?, me gustaría que lo vierais vosotras mismas, este
hombre suele ir más a Mesón de Paredes, ahí son me parece cincuenta
plazas, la mujer, la monja va dando numeritos, a las diez y media, y si estás
en la fila y te dicen vete de aquí, te tienes que ir.” (E11)
O este otro testimonio:
“Edo: es que eso está mal montado. Sí porque dicen ‘antes de las
diez’, dicen que no puedes estar ahí, bueno entonces pone hasta las diez
para que te den el número para poder comer, y delante de ti se ponen
veinte tíos o más, tú estás ahí guardando la cola y no se ponen detrás de
75
ti, se ponen delante.
E: Ya, es toda la mañana pendiente de...
Edo: Sí, pero a las seis se pide la vez y estamos ocho o diez tíos. Cogemos
la vez en Embajadores, pero luego eso no lo respetan los otros y menos un
jueves, ayer hubo bofetadas también. Yo no voy al comedor por eso, yo voy
a comer, no voy a pegarme con nadie.” (E13)
La importancia de organizar las cosas de un modo u otro es crucial, puesto que los
conflictos se multiplican cuando la necesidad aprieta y se pretende seguir
actuando con métodos de distribución de comidas estrictamente medievales, tal y
como se expresa en este último testimonio que recogemos ofrecido por un
verdadero superviviente, una persona con su punto de gracia y de humor en la
más rancia tradición hispana de la picaresca y la busca:
“Edo: Aquí a la vuelta, este edificio es un colegio para abajo y se va a
comer, pero se forman unos follones muchas veces en la cola que yo en las
condiciones que estoy no puedo ir allí porque hay que bajar dos escalones
y luego subirlos otra vez y luego pa sentarme me veo y me deseo y pa
levantarme igual ¿sabes?
E: Y el lío que se monta ¿no?
Mano: Sí, ahí se...ahí lleva una temporada que...es un comedor que lo que
menos somos, somos españoles, nos juntamos cinco o seis españoles, dan
cincuenta comidas, cinco o seis españoles, lo demás todo extranjeros
polacos, búlgaros, rumanos, moros, moros sobre todo ¿sabes? o sea que
hay de todo, de vez en cuando viene algún que otro alemán también; cada
dos por tres ves caras nuevas y claro dan cincuenta comidas nada más,
ahora no dan bocadillos también, después de las comidas se formaba una
cola pa los que no habíamos entrao, te daban un bocadillo curioso y tal,
ahora lo han quitao lo de los bocadillos por los jaleos que se arman en la
puerta, se han quejao los vecinos y tal y cual.
E: Los vecinos
76
Edo: Sí, cuatro sinvergüenzas que viven ahí, les han costao los pisos tres
pesetas, se creen que son los marqueses de aguascalientes más o menos
¿sabes? no tienen donde caerse muertos porque pasas por ahí por los
contenedores que tienen por la noche a buscar y no ves na más que latas
de sardinas, latas de guisantes, latas de tomate, latas de pimientos, no ves
raspas de pescao, ni huesos de chuleta ni nada de eso, eso no ves nada, ni
cáscaras de langostinos ni nada de eso, eso nada. Así que eso, qué le vas
a hacer, y ahora pues eso, pues así vamos tirando de la vida” (E14)
También, es verdad que hay casos de personas extranjeras que han quedado
atrapadas por la vida en la calle y han hecho de una acera su domicilio desde
hace años, como es el caso de un magrebí que, ante la posibilidad de volver a su
país, nos decía: “Qué va a hacer, mi país qué, pa morir de hambre, aquí hay
comedores, hay roperos, hay mucha cosa, en mi país no hay eso, comedores no
hay, entonces aquí mejor, por eso ya no pienso” (E10)
También hay veces en que se argumenta en contra de los comedores por el hecho
de no poder seguir una dieta particular (la comida de los comedores “tiene exceso
de grasa, porque echan tocino, echan de todo y yo tengo pancreatitis crónica, es
dieta sin grasa y yo cada vez que voy al comedor acabo ingresado” E11), o se
aduce el temor a “contagiarse” de alguna enfermedad (“... yo no he estado así
directamente con una persona tuberculosa... yo lo achaco pues... o a los cubiertos
de un comedor....” E12), o como resultado de una mala experiencia previa, hay
que pensar que se trata de personas con serias dificultades para acomodarse y
percibir la realidad de forma razonable, con lo que a veces una situación mal
vivida puede traducirse en un rechazo general de la oferta de servicios existente:
“E: ¿Y a comedores has ido, algún comedor?
Edo: Me he ido a alguno pero...no es agradable.
E: (la persona que entrevista sugiere un comedor…XXX)
Edo: No, ahí nunca, fui un día y me fui, no entré a comer, no entré a
comer porque hay una monja ahí que no se comporta bien y como no sé
77
comporta bien pues ¡fuera! y aparte por no decir otra palabra, porque a
mi una monjita es una mujer y se tiene que comportar como mujer y como
monja, pero cuando no hay respeto, ¡fuera!
E: ¿Tuviste problemas con ella porque había mucha cola o qué?
Edo: Sí, había muchas personas y tal pero...esa dirección, esa forma de
ser no es correcta.
E: De tratar a la gente ¿no?
Edo: A mí no me tratan así porque la mando a tomar por ...el punto y la
i. Pues me fui y no entré a comer, a mí para que me de un plato de comida
y tal y encima me esté dirigiendo de una manera que no es correcta, no lo
consiento, no lo consiento” (E16). Fantasía o realidad, el hecho es que
para muchas de las personas que se instalan en la calle, resulta más fácil,
más cómodo, más “interesante” comer o malcomer por su cuenta, que
acudir a los centros sociales.
Por otro lado, pensemos que con frecuencia, cuando se practica la mendicidad, se
pide “para comer” y que es difícil no encontrar a alguien que, si pides
estrictamente comida, te la niegue. Finalmente, en el caso de las personas que se
instalan en un banco o un portal del que prácticamente no se separan nunca,
estamos ante casos en los que la simple subsistencia sería imposible de no haber
llegado a un acuerdo relacional con el entorno, de vecinos y comerciantes, que
con frecuencia se erigen en protectores directos y proporcionan a la persona
excluida sin hogar, la comida, la ropa e incluso los recursos de higiene más
imprescindibles. Esta relación simbiótica, sin duda respetable, debe ser entendida
como una de las grandes dificultades a vencer para poder “sacar de la calle” a
quien se ha instalado definitivamente en ella. Hay formas de ayuda directa, que de
alguna forma contribuyen a fijar a la PSH en el banco, la acera, el soportal.
Tratándose de personas que en sus últimas fases de deterioro psicosocial han
reducido su horizonte vital al mínimo (un poco de comida, un poco de alcohol, una
manta para abrigarse), no es difícil que aparezcan “almas caritativas” que acaban
por apuntalar su exclusión y desarraigo, eso sí, con la mejor de las intenciones, sin
78
duda. A ello se une, el espíritu rebelde y desajustado frente a las normas de
muchas de las personas que optan por montárselo a su aire “…hay dos
inconvenientes. Te obligan a comer a una hora fija, y te obligan a comer ese
menú, y claro no dan vino, ni... e... cerveza ni tarta de postre, ni cosas de ese tipo.
Entonces claro en el momento, todos tenemos un espíritu de libertad…y entonces
a partir de ese momento...” (E18) Esta misma persona, con más de treinta años
vivienda en una céntrica calle madrileña, no hubiera podido sobrevivir sin la ayuda
del vecindario:
“Edo: ¿Qué traéis café y cola-cao? Lo que debíais de traer es vino y tabaco.
Ahora hay cosas de comer, por ejemplo,... a mí una señora me regaló hace
cosa de veinte días, un tarro de miel, muy de agradecer... pero para hacer
regalos, se regala una botella de vino, o una botella de güisqui, o una
botella de coñac. Regalar.. que sé yo manzanas, naranjas o queso o miel o
yogur... en el fondo nos parece mal.
E:
¿Por?
Edo: Orgullo ya de gente de la calle, no sé, ya me entendéis. Aquí ha
habido chicas, pues, traerme a lo mejor de su casa, café o un bocadillo,
lógicamente les he dao las gracias. Sobre todo, en el fondo, en el fondo lo
que quiere un marginao, un vagabundo y sobre todo si es soltero... Es que
esa chica, te coja del brazo y te meta en un bar a tomar algo. No que te
saque una cosa del otro mundo, entenderme bien lo que os quiero decir, os
hablo de corazón. Ahora lógicamente, hay que guardar unas formas... Eh”
(E18)
Uno de los retos más importantes para quienes hacen trabajo de calle, consiste en
reorientar esta relación de ayuda espontánea, para hacerla operativa y eficaz
dentro de un plan de trabajo de recuperación e inserción social: “lo que intentamos
también, es que ellos sean un apoyo a esa persona sin hogar, pero de otra forma.
Es decir, hay veces en que a la persona se le olvida que hemos quedado para ir al
médico no sé qué día, que es importante para ella, pero es que igual por su
desorientación...,pues se le puede olvidar..., entonces, pues la persona que está
en el entorno...’Oye, mira, tu le puedes ir recordando que vamos a venir,...o bien,
79
si ocurre cualquier cosa nos llamas... Involucrarles en lo que es intentar la mejora
de esa persona..intentamos ir por ahí...” EP2). Las campañas de sensibilización
ciudadana, y el trabajo social directo con el entorno vecinal y comunitario resultan
en este punto absolutamente imprescindibles. Sin embargo, con demasiada
frecuencia, la escasez de recursos profesionales y la falta de tiempo, hace que se
vaya aplazando un aspecto del trabajo social con PSH que, finalmente, resulta
imposible de soslayar, puesto que de él dependen buena parte de los “éxitos” y los
“fracasos” en la intervención con estas personas. Incluso en los casos que puedan
parecer más aislados y solitarios, lo cierto es que no hay nadie, y menos cuando
se vive de forma tan dramática y aparente, que no cuente con anclajes y vínculos
con el entorno social y comunitario. Un trabajo centrado exclusivamente en la
problemática que presenta el individuo, corre el riesgo de desconocer los vínculos
funcionales que se han establecido entre la PSH y el medio que la sostiene.
3.2.2. Dormir
La segunda necesidad que necesita cubrir quien viva a la intemperie es la del
sueño. Encontrar un lugar mínimamente resguardado y protegido donde poder
tumbarse a dormir, implica todo un mundo de decisiones y estrategias a adoptar,
que es preciso aprender y poner en práctica cada día. No es fácil dormir en la
calle, el ruido, la temperatura, el eventual acoso de comerciantes, policías,
barrenderos y asistentes sociales apenas si deja margen para ello. Desde la
perspectiva del ciudadano de clase media, cualquier otra alternativa -por ejemplo,
ir a un albergue- parece preferible a la de tumbarse en unos cartones bajo una
marquesina. Sin embargo, cuando se conocen las razones y argumentos que
manejan las PSH, y nos aproximamos a las circunstancias particulares que
concurren en cada una de sus biografías, otro mundo de sentido, otra manera
distinta de ver las cosas emerge de forma nítida y, con frecuencia, lo que parecía
irracional, adquiere unos tintes de plausibilidad que lo hacen comprensible y, hasta
cierto punto, razonable. Eso sí, desde sus razones, las suyas, no las nuestras.
Veamos cuáles son.
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Al igual que ocurría con los comedores, la oferta de alojamiento de emergencia
que existe actualmente en Madrid es ciertamente insuficiente, la red se encuentra
desbordada ante una demanda imposible de atender en su totalidad. También,
como sucedía con la comida, tampoco “la cama”, viene sola. El lugar donde
dormir, viene encuadrado en un marco institucional, espacial y normativo que
incluye, además de la cama, muchas otras cosas.
En todos los casos, hay un recuerdo claro de la primera noche en que se vieron
teniendo que dormir en la calle, la inexperiencia, la ignorancia de los recursos de
alojamiento existente, la extraña sensación que experimentaron o los encuentros
que generó esa circunstancia, suelen recordase de forma muy vívida: “Sí, en
un...en un garaje, dormí y pasé más frío que frío. Me tiré varias noches durmiendo,
hasta que me dicen: ‘oye, ¿por qué...?, ¿le pasa a usted algo?’, ‘mire usted, no me
pasa nada, nada más que estoy durmiendo en la calle...’; y ael tío no le...no le
cuadraba, ‘¿se viene usted a mi casa a dormir?’, digo: ‘no’, una persona que no la
conozco de nada, pues... no sabes lo que puede ocurrir. Y...me dice: ‘bueno pues
tenga cinco mil pesetas y se busca usted una pensión o lo que sea pero con el frío
que hace no puede usted estar en la calle’. Yo seguí durmiendo allí y..en el hotel
este, M., al lao,...macosté en un soportal” (E1).
Naturalmente, la cuestión de los horarios, y las exigencias, aunque sean mínimas,
resultan a veces incompatible con un estilo de vida callejero, sin reglas y sin
cortapisa alguna. En otras ocasiones, las razones que se aducen son aún más
fantásticas, pero todas remiten a una especie de elección personal a favor de una
existencia “libre”, sin ataduras:
“E:
Oye Valentín, y ¿alguna vez has ido a dormir a algún albergue...o
algún centro así...?, ¿te acuerdas cómo era... ?
Edo: Sí, hace... dos o tres días, estuve durmiéndome, lo que pasa es que
me salgo yo sólo.
81
E:
¿Sí?, ah... hace dos o tre días, hace poquito, ¿ a cual fuiste?
Edo: A Puertas Abiertas.
E:
Ah... ¿Puerta Abierta, ¿Y qué tal allí?
Edo: Bien.
E:
Bien, ¿no...?
Edo: Lo único que pasa...que tengo problemas con las mujeres ¿eh?...
una que sa enamorao de mí. Ahora; que se enamore de mí, ahora... y la
otra ...pues...que yo no puedo estar ahí acorralao por mujeres.
E:
¿Pero es que hay hombres y mujeres en Puerta Abierta?,
Edo: Es mixto.
E:
Es mixto, pero hay habitaciones para hombres y habitaciones para
mujeres, no..
Edo: Claro, no van a dormir las mujeres con lo hombres.
E:
Ya, ya...
Edo: Yo tengo...y además...yo sé que tengo mi cama allí, lo que pasa es
que me junto con él y empezamos a darle....[a beber]
E:
Sí...
Edo: Y entonces...pues...no voy, me quedo a dormir en el banco aquel de
enfrente” (E1)
Desgraciadamente, la falta de plazas suficientes en Madrid, hace que a veces
subsistan entre nosotros alternativas de albergue que no reúnen las mínimas
condiciones en sus instalaciones que son exigibles en una sociedad como la
nuestra, lo cual no quiere decir que no cumplan una función y no recojan a un
abundante número de personas sin techo durante los momentos más crudos del
invierno. En los albergues, como en casi todo también hay grados:
“Edo: Además en invierno no se puede soportar y luego en invierno
tienes... el capullo éste... el Padre XX.
E: Sí...
Edo: ¿Lo conoces?, ¿el ‘[nombra el refugio]’? Eso, eso es una miseria
E: ¿Si?... a ver, descríbemelo un poco
82
Edo: Eso... una ciudad llenita de gente, o sea se ve que... mogollón de tíos
ahí... al suelo... en las tablas, que duermen en tablas, hay varias alturas...
duermen en tablas, si no pillas cama, vas al suelo, y ahí todos revueltos y...
Una vez me vomitaron encima por la noche, ni me enteré... uno borracho y
me vomitó y yo ni me enteré, me enteré al día siguiente porque me vi... y
eso es asqueroso.
E: O sea que tú prefieres...
Edo: Eso no debía ni existir, eso le debían poner una bomba y volarlo,
directamente.
E: Tú prefieres estar en la calle a... a estar así en esas condiciones
no...
Edo: Claro” (E7)
En este punto, las condiciones físicas que ofrece el pasillo de metro que el
Ayuntamiento de Madrid abre durante la campaña del frío, se lleva todas las
críticas posibles:
“E:
Oye y lo de Atocha que impresión te dio al verlo.
Edo: Bueno, el uno allí que si se pone con la jeringuilla, el otro que si
fuma, el otro que si se descalza huele, el otro que no se ha lavado, el otro
porque está con su litrona, el otro porque está con el whisky, el otro porque
dice "oye que te calles que te pego una hostia", o sea que todos tirados.
Hay un guardia a la puerta, si el guardia tiene que callar, porque si se
levantan tres o cuatro el guardia termina, dice "apago la luz y a dormir" pero
si…, se levantan, roban, la supervivencia es la ley del más fuerte, te van y
te dicen ‘¿qué dinero traes?’, ‘no tengo’, ‘¿como que?, o me lo das por las
buenas o te pincho, mira tengo el sida, necesito para un calimocho’ y le
tienes que dar dos euros para un calimocho; la ley del más fuerte, así es, y
en los comedores pasa igual, las colas de los comedores pasa lo mismo,
aunque estés en la cola esperando y tengas el número tres, viene el polaco,
el marroquí, y se te pone ahí, o te quitas, o...” (11)
83
O este otro testimonio:
“...bueno pues sí, estuve en la estación de Atocha, bajando las escaleras a
mano derecha, lo que tienen habilitado para dormir, pero no hay quien
duerma. No, porque lo único que hay son tubos de heroína, con la plata, es
lo único que hay y el que no tiene tubo, el pico, la chuta, y así todos. Ahí
cogí yo una enfermedad gorda. Yo beber sí, a mí que no me falte el vino,
pero lo que es pincharme o fumarme eso… O como anoche, anoche ahí
durmiendo aquí, en la calle San Cayetano, que viene uno que si tenía un
chino, me invitaba a un porro, los porros te los metes tú por donde te
quepan. O sea que no, a mí que me den vino y coñac, lo demás nada. Ahí
cogí yo una enfermedad que me duró seis meses, no es ninguna
enfermedad ni contagiosa, ni nada, es que no sé lo que sería eso, la
verdad, con que fui al médico y no sabía lo que era, sí yo pertenezco aquí al
consorcio de (...)” (E13)
Pensemos que el hecho de encontrarse en la calle, no elimina las manías y los
gustos de cada uno, así, hay quien es especialmente sensible al ruido, o tiene el
sueño más ligero de lo normal, y eso puede ser la razón que vuelva imposible
dormir en un albergue y compartir un dormitorio colectivo, realidades tan nimias y
tan prosaicas como los ronquidos: “Yo como oiga un ruido... me pasa como a mi
hermana. Si ha sido... y menos mal que mi padre dormía lejos, ¡porque ronca…!, y
mi hermana que dormía al lao, la chica sin dormir. No puede dormir, se tapa y se
pone la almohada y todo. Pues... fíjate allí... lo que te puedes encontrar... en los
Mayorales... peor todavía.” (E12)
Es verdad que estos dispositivos, de última urgencia se ponen en marcha para
parchear una situación marcada por la insuficiencia de plazas existentes. Porque
ciertamente, no hay plazas de albergue suficientes en Madrid, y eso es algo que
conocen de sobra las PST, aunque las razones que aduzcan, no siempre sean las
correctas:
84
“E:
¿Dónde duermes?
Edo: Como no daba para la pensión, pues hay que dormir en la calle.
Cada día en un lao.
E:
Claro, cada día en un lado,¿pr dónde sueles tú dormir?
Edo. No, por tos los sitios.
E:
¿ En algún portal? O...
Edo: En el verano, en los parques y por ahí.
E:
Ya, ¿y en el invierno?
Edo: A resguardarse, un poco.
E:
Sí.
Edo: En San Isidro, no tienen camas, pues a ver.
E:
Ah... ya.
Edo: Tienen pa la gente extranjera y pa los drogatas” (E8)
Lo cierto es que se produce una competencia por los escasos recursos de
alojamiento disponibles que, paradójicamente, va desplazando y dejando fuera de
los centros a quienes más débiles y necesitados de ellos se encuentran.
Cuando todas las eventuales barreras de acceso a los albergues como horarios,
normas, condiciones físicas y espaciales, quedan superadas, a los ojos de
muchas personas sin hogar queda por superar una última barrera puramente
simbólica que remite al imaginario colectivo sobre los albergues, y que los hace
aparecer como “lo último”, un lugar que, desde su punto de vista, está incluso por
debajo de la calle. Fundamentalmente, porque obliga a la convivencia con
personas a las que uno no desea parecerse, o con las que no quiere que le
confundan”:
“E:
Oye, M. y... ¿alguna vez has ido a dormir a algún albergue o algo
así?
Edo: No, pero no... no me gusta, mi mujer ha ido y dice que no
E:
¿Tú no has ido?
Edo: No porque hay drogadictos y hay de todo ahí.
85
E:
Ah... ¿pero tú has ido a alguno?
Edo: No, no me gustan.
E:
A ninguno, ¿ no?...
Edo: No, no lo quiero eso, prefiero dormir en la calle que ahí” (E4)
En esto consiste precisamente el reto para quien se fija como objetivo intentar
“hacer salir de la calle” a las PST, ¿cómo presentarles una alternativa que a sus
propios ojos, desde su perspectiva, y teniendo en cuenta sus particulares
circunstancias vitales, les resulte preferible a la de dormir en la calle?
Hay que ser conscientes de que, en ocasiones, dormir en un albergue, implica
tener que renunciar al modo habitual de ganarse la vida. Por ejemplo, con ocasión
de la feria de San Isidro, hay bastante gente que duerme en sus inmediaciones
para guardarle el puesto en la cola a los reventas y a cambio ganarse unas
perrillas, esto no puede hacerse si uno se encuentra interno en un albergue (“En el
verano, en la Plaza de toros nos juntamos treinta o cuarenta’; ‘¿Ah, si? Treinta o
cuarenta...’; ‘ A sacar entradas, y dormimos allí”; E8).
En este sentido, “el banco” sigue siendo un lugar privilegiado para dormir entre la
gente de la calle. No se trata de un tópico, de un lugar común, es hoy por hoy el
elemento más utilizado para pasar la noche. Por eso es tan importante poder
contar con un banco cerca, y si las nuevas tendencias en mobiliario urbano los
fijan al suelo, o los dotan de reposabrazos que impiden tumbarse en ellos,
entonces hay quien se rebela y utiliza métodos más expeditivos, que no se
detienen ni ante los requerimientos de la policía municipal:
“E:
¿Pero alguna vez te han dicho que quitaras los bancos de ahí?
Edo: No, que me levante, que esto es pa sentarse, y digo: ‘y pa tumbarme
yo también..’.
E:
Y...¿qué hacen lo quitan o...?
Edo: Ya se llevaron uno.
E:
Ah... sí.
86
Edo: Y yo voy…, y cojo otro.
E:
¿Lo quitas... y lo vuelves a poner?.
Edo: Ya se llevaron uno, y... voy y cojo el primer banco; va to, con
tornillos, cojo la llave inglesa y lo quito, y... lo llevo aquí. Como le he dicho:
"Dame un piso o dame una habitación dice: "Vete al Albergue" digo: "vete
tú, cuando salgas me lo cuentas.” (E2)
Además del banco, las entradas a ciertas tiendas, que quedan resguardadas del
viento, proporcionan un lugar relativamente protegido para extender los cartones y
las mantas. En ocasiones, esto da lugar a situaciones chocantes y paradójicas, de
manera que la presencia de PSH que normalmente es mirada como una molestia
y un estorbo, aparece como un recurso de seguridad y protección:
“Edo: ... nos quedamos sin casa, luego... como no podíamos estar por allí,
no me gustaba aquel barrio, me vine aquí, y aquí tengo el Rastro, me voy al
Rastro y... y asín vivimos
E:
Y qué... ¿cuando os quedasteis sin casa... empezasteis a dormir en
la calle?
Edo: Pues sí, llevamos mucho tiempo, llevamos cuatro años viviendo en la
calle
E:
¿Dónde dormís?
Edo: Ahora aquí abajo
E:
Abajo...
Edo: Sí ahí, en una tienda, en una tienda nos deja la... una señora. En una
entrada, una entrada de una tienda.
E:
Ya...
Edo: Ya han venío a robar... antes de ayer, rompieron la luna y no
pudieron
entrar....No
pudieron
entrar
porque
estábamos
nosotros,
durmiendo
Edo: ¡Ay va!... y eso les disuadió ¿no?, ¿les hizo que no robaran?
87
E:
Bueno, eso... los dueños pues yo creo que... nos lo agradecerán
algún día, entiendes...Porque antes no nos dejaban, nos decían que nos
buscáramos otro sitio para ir a dormir y... y ahora pos...yo creo que nos lo
agradecen que estemos ahí” (E4)
Por último, otro lugar alternativo y novedoso a la altura de nuestras ciudades
actuales, son los cajeros automáticos, eso si se dispone de una tarjeta crédito o se
consigue entrar por otras vías; especialmente en invierno son un buen refugio, en
verano siempre queda la alternativa de tumbarse en un parque:
“E:
E., a ver... cuéntame un poco, por la noche en la calle, ¿qué tal estás
tú?, ¿qué tal te encuentras?
Edo: Malamente porque no duermo nada, fatal.
E:
Mal...
Edo: Fatal..
E:
¿Te metes ahí en el cajero?
Edo: Me meto en el cajero y... es que no consigo dormir... Todas las horas
miro el reloj y... cada hora estoy despierto... hoy he dormido un poquito más
que ayer pero... llevo dos o tres día que es que no..., imposible dormir
E:
Y tienes frío supongo o...
Edo: En el cajero no hace mucho frío, en los cajeros no suele... además...
muchos están acondicionados.
E:
¿ah sí?
Edo: Muchos están acondicionados tiene... tienen calefacción.
E:
Ya, ya, calefacción y... ¿antes del cajero dormías en la calle?,
o siempre... ¿siempre has estao en el cajero?
Edo: O en la calle. En verano en la calle
E:
¿Y dónde te pones en la calle para dormir?
Edo: Pues este verano he estao... ahí en... Conde Duque. En el parque
que hay... detrás con... con unos colchones
E:
Ah...
Edo: Y bien, ahí he dormido bien
E:
Sí... pero...
Edo: Pero en verano” (E7)
Ir a dormir a aun albergue, supone, de entrada, tener que desplazarse físicamente.
A veces, esta distancia, si no se cuenta con otros medios de transporte, desanima
a las PSH; en otras ocasiones, el deterioro físico es tan importante, que no se ven
88
con fuerzas para ir y venir dos veces al día, del lugar en que “residen” hasta el
albergue y viceversa.
Cuando la barrera geográfica se ha vencido, quedan las barreras normativas. Los
criterios de admisión, no siempre permiten acceder a todas las personas sinhogar,
en unos casos no se admiten a personas con adicciones en activo, en otros no se
puede entrar si se llega borracho; hay albergues que sólo admiten varones, y otros
en los que no se permite la entrada a los extranjeros, o sólo se les permite cubrir
un cierto porcentaje del total de camas del albergue.
En todo caso, las normas, sean las que sean siempre dan lugar a rechazo por
parte de algunas personas que se resignan difícilmente a aceptarlas, con lo que se
instalan en la crítica y la queja frente a todo y frente a todos:
“E:
Oye, ¿y has estado alguna vez en algún albergue?
Edo: Sí, he estado dos veces, un día, porque el comportamiento y la
administración de eso no es no es soportable, eso no se soporta.
E:
Cuéntame tu experiencia, cuéntame que me interesa S.
Edo: ¿Te interesa? Estar en un albergue de estos que existen pues no
es.., .no es para nadie. Parece una cárcel, encima personas que son
incompetentes, son las que te dirigen el horario, la cena, lo otro, lo otro, eso
es insoportable. Yo considero un albergue, según mi pensamiento, de que
tengas libertad, de que te puedas quedar a dormir, que te quedes por la
mañana, que descanses. Porque estás cansado y quieres estar más tiempo
y no te lo permiten.
E:
¿Tienes una hora de salida por la mañana?
Edo: Una hora y fuera, a la calle. Ocho de la mañana, un café que te hace
daño, porque encima te hace daño, no sé qué le ponen pero hace daño, y
luego a la calle” (E16).
89
Incluso en los dispositivos en que los niveles de exigencia son menores, como es
el caso de centro Puerta Abierta, en la Casa de Campo, hay ciertas reglas
mínimas que hay que cumplir, por ejemplo, no se permiten las agresiones.
Si finalmente, se consigue acceder a un albergue, no siempre las condiciones del
mismo son las que la PSH considera necesarias o adecuadas, (siempre desde su
punto de vista), la limpieza, la higiene, eventualmente la masificación, la
convivencia forzosa con otras personas en el mismo dormitorio o habitación, etc.
Naturalmente, el alojamiento social, se ofrece, en primer lugar con unos objetivos
asistenciales y de apoyo a la supervivencia, pero el personal de los centros de
alojamiento rara vez se detiene ahí, sino que intenta ir un poco más lejos y poner
en marcha procesos de recuperación personal de más largo alcance, y como se
puede suponer, hay personas que rechazan o no están dispuestas a embarcarse
en tales recorridos, bien sea porque ya en otras ocasiones lo han intentado y han
fracasado, porque consideran que aún no ha llegado el momento de intentarlo, o
bien porque piensan que tal momento ya se les ha pasado.
Como con los comedores, las alusiones a los posibles “contagios” también
aparecen para apoyar y reforzar la decisión de dormir en la calle; así por ejemplo,
hay quien rechaza las pensiones porque “por dormir en una pensión cogí lo que no
tenía’; ‘Ah, ¿sí?’; ‘Pos claro, cuando fui allí no me cambiaron las sábanas, y
tenían hongos, de esto... sarna, o como se llame. Claro a los dos o tres días,
empezaba yo a rascarme, me fui a un médico, me dice: "Usted tiene esto". Digo
¿Cómo? si yo me ducho todos los días, y esto es por la porquería. [haciendo un
aparte] No me ducho tos los días, pero un día sí, otro no, ahí en Martínez
Campos” (E2).
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Por todo ello, cuando vivir en la calle constituye el modo habitual de vida, hay
quien desarrolla estrategias muy eficientes para hacer frente a las inclemencias
del tiempo:
“E:
Y...¿cómo duermes tú, qué te pones, o cómo…?
Pab:
Yo tengo un manta que la pongo en el suelo, pa no coger la
humedad del suelo, porque tengo un saco de dormir, y me pongo el saco de
dormir.
E:
Y...¿cuándo hace mucho frío en invierno?
Pab: Cuando hace mucho frío en invierno, me pongo otro saco de dormir,
que tengo uno que aguanta 16º bajo cero. Que me tuve que ir otra vez a
Andorra, a comprarme un saco [el anterior afirma que lo perdió en una
requisa efectuada por la policía de un carro con sus pertenencias], porque
aquí, el saco que yo me compro en Andorra, me cuesta 30.000 pesetas allí,
pero aquí vale ochenta, son sacos que están forraos como una manta, son
impermeables, y te aguantan 16º bajo cero, que haciendo mucho frío,
muchos días tengo que abrirlo porque empiezo a sudar.” (E2)
La imagen ofrecida por esta persona puede romper algunos esquemas
ampliamente extendidos, ciertamente se trata de un caso muy atípico que
mantiene un elevado control sobre su vida, que no bebe en absoluto y que se
gana razonablemente bien la vida mediante la rebusca de chatarra y objetos en la
basura que revende en el Rastro. En muchos otros casos el deterioro psicológico
es mucho mayor, y la habilidad para salir adelante muy inferior a la de esta
persona. Pero de todas formas, este caso nos previene contra el peligro de pensar
de forma simplista, que una cosa es vivir en la calle y otra muy distinta, ser un
imbécil. Lo habitual, sin embargo, es que dormir en la calle esté acompañado de la
precariedad más extrema, y que el utillaje disponible sea mucho más mísero y
ocasional: “esto que me ha pasao a mi [se refiere a una enfermedad] es por estar
durmiendo ahí en la calle, no me ha pasao nunca esto y he estao durmiendo en la
calle también durante mucho tiempo, pero he tenido mis condiciones claro. Pero
aquí en un cartón y anoche sin cartón ni na, porque no había cartones, los habían
91
tirao todos...se los había llevao el camión de la basura tos los cartones; otras
veces están los cartones pero de vez en cuando vienen y arrean con todos. Pues
yo puse un edredón que tengo ahí grande, este [su compañero], en el suelo, E. se
cogió un cartoncito que encontró por ahí, se lo puso en el suelo y ya nos tapamos,
yo con una manta y él con un, con un edredón, con un saco de dormir que le dio
una vecina de al lao; la otra noche ¿sabes?” (E14)
De todas maneras, las fronteras con frecuencia son bastante más difusas de lo
que mucha gente piensa, de manera que las vidas de muchas PST incluyen tal
grado de precariedad económica y relacional que durante años se suceden los
períodos en que se alterna la calle, con el albergue, con la pensión y…vuelta a
empezar:
“…en San Isidro, yo he estao en San Isidro, eh. Cuando me han salio
trabajos... he estao trabajando, entonces, en el mes, que yo he estao
trabajando, yo en San Isidro, yo dormía allí, o sea, yo venía por la mañana
de trabajar, me echaba a dormir, me levantaba para comer, me preparaban
los bocadillos, me iba a trabajar, el primer mes y ya el segundo mes, que
supuestamente tu ya has cobrado, entonces, la Asistenta - me imagino qué
sabrás, que hay pensiones que están comunicadas con las Asistentas
Sociales, que te cuestan menos-, pues entonces ya, cogió la Asistenta y me
mandó a una pensión. En la pensión estaría como unos seis meses o por
ahí, hasta que se terminó el trabajo.
E:
Y... ¿qué tal en la pensión...?
Edo: Muy bien, tranquilo. Tú subías ahí, tú tenías tu llave. Subías cuando
a ti te daba la gana, o te cogías…, a lo mejor como yo trabajaba por la
noche, la señora que limpiaba, ¿no? ‘Ah perdona; venga no te preocupes,
ya cuando te levantes ya te lo hago todo’. Y al salir, la habitación muy bien,
y te hacían la cama... Pero bueno, al terminarse el trabajo, se termina el
dinero.
E:
Claro.
92
Edo: Con lo cual, ¿qué haces?,dormir en la calle, porque, yo tampoco
quería ir a San Isidro.” (E6)
Llegados a este punto las potencialidades que ofrece la Renta mínima de
Inserción son numerosas, aunque su cuantía no permite subvenir a las
necesidades de una persona adulta en una ciudad como Madrid, o se utiliza para
pagar un alojamiento y no queda para comer, o a la inversa. Lo mismo ocurre con
algunas pensiones no contributivas. En ese sentido es difícil que alguien se
acomode a vivir de ella, en todo caso será a malvivir, y deberá desplegar otras
actividades para complementar sus menguados ingresos; este es el caso de una
persona que, después de muchos años de vida en la calle, empieza a salir a flote
gracias a una pequeña paga y a los pocos ingresos adicionales que obtiene de la
venta de una revista de calle (Milhistorias) elaborada por la Fundación RAIS,
entidad que le proporciona, además de la revista, el apoyo profesional y
psicológico que necesita para intentar salir adelante:
“E:
Ya... con lo cual ahora, ahora ya estás cobrando... la paga...
Edo: Sí, gracias a Dios la estoy cobrando
E:
Y ahora con la paga y la revista ya puedes tú...
Edo: Hombre... empieza ahora... a ponerme a nivel... porque la paga la
verdá, para la invalidez que yo tengo, que tengo absoluta total, me han
dejao mu poco, me van a dejar cuarenta y un mil pesetas, si pago la
pensión no tengo pa comer, y si tengo pa comer, tengo que dormir otra vez
en la calle, como he estao durmiendo toda la vida, bueno... muchos años,
(...) pa arriba, (...) pa abajo, hoy aquí, mañana allí, tampoco es eso vida...
yo quiero pagarme un techo, y con la revista sacarme para comer, pa mis
gastillos...
E:
Porque tú ahora mismo estás entonces en una pensión...
Edo: Sí, estoy en una pensión
E:
¿Y cuánto se paga la... la pensión?
Edo: Yo pago de pensión... treinta y dos mil pelas...
93
E:
Treinta dos mil.... ¿y estás... bien o...?
Edo: Hombre, estoy bien, porque tengo derecho a cocina y... y me lavan la
ropa, ya la conocía de antes y... estoy bien, hombre... hay pensiones que
son más caras, el mismo precio sólo pa dormir, ni te lavan la ropa ni nada, y
aquí me lavan la ropa
E:
Te lavan la ropa, y la comida...
Edo: Y la comida me la puedo hacer, puedo cocinar, si va bien la cosa
puedo comprar la comida y puedo cocinar yo ahí, exactamente como si
fuera mi casa
E:
Ya, ya, ya, claro, también... porque tú antes de la pensión, decías
que estabas durmiendo en la calle...
Edo: Sí
E:
¿Ah sí?
Edo: Durmiendo en la calle durante muchos años
E:
Mucho años... ¿en dónde?, ¿por qué zona...?
Edo: Por todos los sitios...
E:
¿En Madrid?
Edo: Donde pillaba, aquí en Madrid, en Barcelona, en Zaragoza, en
Valencia, ande... ande estuviera
E:
¿Y... y no era mejor un albergue o... no había o cómo?
Edo: Sí, lo había, son... son buenos, pero según que albergue te dan tres
días, otros te dan dos días, otro te da un día, pero que... cuando yo no
tiempo tenía que esperar calle
E:
En Barcelona, en Zaragoza, en Madrid...”(E20)
3.2.3. Aseo
Otra necesidad que ha de saber cubrir quien vive en la calle es el aseo.
Tradicionalmente venían utilizándose en Madrid los Baños Públicos existentes
para la población general en algunos distritos en los que eran abundantes las
viviendas sin ducha ni baño (Embajadores, La latina, Tetuán, etc). Hoy en día,
94
aunque subsisten un par de ellos, la mayoría han cerrado, y su lugar, en lo que se
refiere a la gente de la calle ha venido a quedar cubierto por algunos comedores
que ofrecen a sus clientes la posibilidad de una ducha, e incluso de un servicio de
lavandería para la ropa; en algunos de estos centros se pide una pequeña
cantidad como medida para regular y ordenar la demanda.
“E:
¿Vas a comer todos los días?
Edo. No, todos los días, no. Se portan bien, ahí me lavan la ropa y eso...
E:
¿Te lavan la ropa?
Edo: Hmm, (afirma), pero pagando... también.
E:
¿Pagando?
Edo: Que gratis, no te lo hacen...
¿E:
¿Cuánto te cobran?
Edo: Veinte duros..
E:
¿Veinte duros... por cuánto... por cuanta ropa?
Edo: Lo que lleves, una muda a la semana, me parece que te lavan, a mí
me lavan mas, porque a lo mejor voy cada quince días, y llevo tres camisas
y tres pantalones”. (E8)
En el caso de las personas que pasan períodos alojados en pensiones, no
siempre se encuentran con la posibilidad de utilizar el baño, puesto que hay
muchas de estas pensiones que cobran la ducha aparte, y en ocasiones a precios
excesivos:
“E:
... ¿y qué tal la pensión?
Edo: Mu mal... muy cara y mu mal...
E:
Muy cara y muy mal...
Edo: Valía la ducha doscientas pesetas
E:
Tenías que pagar para ducharte
Edo: Doscientas... y valía un duro ahí en Embajadores... digo... yo me cojo
mi bolsita... no tengo otra cosa que hacer... pues me voy pallá y... un duro...
me llevo mi champú, me llevo mi... toalla, no voy a pagar yo cuarenta
pavos... además que daba asco... era todo de tarima... pero de... cuando
95
Franco era aspirante a Cabo, sabes... y... pisabas por la pensión, y...
chirriaba ñi, ñí, ñi...” (E12)
También hay quien recurre ocasionalmente al domicilio de un familiar o amigo, que
le deja ducharse en su casa. Más extraño es que aparezca un vecino amable que
ofrezca su domicilio, pero también nos hemos encontrado con algún ejemplo.
Para los casos de mayor desarraigo, como es el caso de algunos extranjeros, es
el servicio de la UMES, el que consigue, ofreciéndoles la posibilidad de utilizar su
propia furgoneta, que acepte trasladarse a San Isidro para darse una ducha y
asearse (“Va bien, sabe, hace un poco viene, fue a duchar y a cambiar todo, ah,
conoce a mí, viene con una tiene una furgoneta, dos chicas, y chofer uno”; E10).
En el caso de los grandes supervivientes callejeros, hay quien opta por hacerse él
mismo la colada, nuevamente por temor a “coger lo que no tengo” si la dan a
lavar en algún centro:
“Edo: ...yo la ropa que tengo me la lavo yo.
E:
¿Dónde la lava?
Edo: La lavo en cubo, le meto en lejía, jabón, la dejo un rato, pos...
cuando la mierda esta ya un poco blandita...
E:
Y...¿Dónde te pones a hacer eso?
Edo: Aquí mismo. [está en una céntrica plaza llena de gente].
E:
¿Ahí mismo?
Edo: Si a la gente no le gusta, que no mire.” (E2)
3.2.4. Ropa
Probablemente la necesidad de vestirse sea de las más fáciles de cubrir en
Madrid. Es verdad que existen muchos roperos en parroquias, y centros sociales.
También los albergues suelen contar con su propio ropero, pero por lo general, la
gente que vive literalmente en la calle, sin techo, encuentra muchas oportunidades
para conseguir ropa por sí mismos. En este punto, el cambio económico
96
experimentado por la sociedad española en los últimos cincuenta años se deja
notar en una hiperabundancia de ropa, que pasa de moda pero que se encuentra
en buen estado y no se sabe dónde colocar. Una parte de esta ropa, va a parar
directamente a las manos de las PST.
“E:
Oye... ¿y la ropa?, ¿dónde conseguís la ropa?
Edo: Tenemos mucha, ahora de momento
E:
Sí...
Edo: Pero que... o... la conseguimos de los cubos, de la busca, o nos la
trae la gente, mucha veces nos la trae la gente
E:
¿Ah sí?, ¿y habéis ido alguna vez a roperos?, ¿sabes que hay
roperos...?
Edo: Si... no, no hemos ido
E:
No, no os gusta tampoco eso no...
Edo: Nosotros nos vestimos de... de los soportales . Muchas veces que
sacan ropa a los soportales y cogemos de ahí también...
E:
Ya... ¿los soportales?
Edo: Sí, los... la ropa esa que mandan a... por ahí...
E:
¿A África y eso...?
Edo: Exacto, pues a veces... cogemos de ahí o si no... la buscamos de por
ahí, hay mucha ropa tirá por ahí” (E4)
Más difícil suele ser conseguir mantas y ropa de cama para dormir, en ese caso, el
recurso habitual suelen ser los centros sociales y de acogida.
Aunque como en el caso de la comida hay quien protesta de la competencia que
se establece con los extranjeros, lo cierto es que casi nadie nos ha dicho tener
dificultades para conseguir vestirse (“hay muchos sitios donde ir”). Lo cual no es
óbice para que constatemos una vez más que la presencia de extranjeros con
recursos escasos en la red de satisfacción de necesidades básicas que venían
utilizando las personas excluidas sin hogar es muy importante; en unos casos
porque padecen una necesidad muy similar a la de las PST, en otros casos
97
creemos que puede ser parte de una estrategia de reducción de gastos, sobre
todo en los primeros momentos de su proyecto migratorio, o en épocas de
desempleo.
“E:
¿Compras ropa, tú, o te la dan en el ropero?
Edo:
Hay veces que me la compro yo, y otras veces me dan en el ropero,
pero como los roperos ahora, se lo llevan to lo extranjeros, no pillamos... no
pillamos ná
E:
Si, ¿se te ha dao el caso de ir y no haber ropa?
Edo: Si no hay, se lo dan a los extranjeros.
E:
Y.. ¿en que ropero, te ha pasao eso...?
Edo: Bueno, en todos, aquí en Madrid, en todos. Porque ahora estando los
peruanos y to eso, te subes ahí a la Milagrosa, que hay ropero, te dan
quince números, y a las cinco de la mañana o las cuatro, ya estan tos los
extranjeros guardando ahí cola.
E:
Sí
Edo: Y.. entonces, pos no te dan nada.” (E8)
3.2.5. La economía de la calle
Como es lógico, vivir en la calle suele estar ligado a una importante escasez de
ingresos económicos, pero sin embargo de ahí no se puede concluir
precipitadamente que las PST no tengan absolutamente ningún ingreso. Aunque
haya quien piense de otra forma, lo cierto es que vivir en la calle también cuesta
dinero. Hay que seguir gastando, consumiendo. Ciertamente no hay que pagar
alquiler, ni recibo de la luz o de la calefacción, pero hay que pagar el transporte,
hay que pagar la comida y la bebida, la ropa, los servicios de higiene, las
medicinas, el dinero sigue siendo necesario en alguna medida. Y sobre todo se
necesita dinero para intentar salir de la calle, lo que implica tener que esforzarse
por ahorrar, por acumular una pequeña cantidad que permita dar el salto… hacia
dentro, de una pensión, de un piso compartido, de un apartamento, o una
chabolilla minúscula.
98
Por supuesto, hay quien necesita dinero para mantener alguna que otra “afición”,
sea esta jugar a las máquinas tragaperras, ir al cine, pagar la cuenta del móvil, o
comprar hachís.
En ocasiones hay quien tiene compromisos adquiridos que debe seguir
manteniendo cuando se encuentra viviendo en la calle, como por ejemplo los
gastos de manutención de un hijo (“Yo a mis hermanas les mando tos los meses
sensen...sesenta mil pesetas. Del dinerillo que voy sacando, de la busca ¿no? Yo
así sin...sin paga sin na…Yo voy guardando dinero, voy guardando dinero pa.. pa
poder irme a Canarias y comprarle los juguetes al niño y... mandarle dinero”)
En definitiva, hay una economía de la calle que no se detiene nunca y que se
alimenta permanentemente a través de diferentes fuentes. Es una economía
peculiar, en su mayor parte sumergida, que no consta en ningún presupuesto
oficial, hecha de intercambios, trueques, pequeños servicios, chapuzas, etc,
merced a la cual las PST logran subsistir y permanecer a la intemperie. Nadie, ni
siquiera las personas sin techo, vive exclusivamente del aire.
¿De dónde y cómo obtienen los recursos materiales para sobrevivir?
Pues esencialmente, por las mismas vías que el resto de los miembros de nuestra
sociedad, o son ingresos provenientes del trabajo - pequeñas chapuzas, busca,
chatarreo, prestación de servicios-, o son transferencias -pensiones, RMI- , o son
donaciones, en ocasiones demandadas explícitamente, lo que llamamos
“mendicidad”, y a veces de modo silencioso y pasivo, la simple presencia en la
calle suscita una corriente material de dádivas, obsequios, regalos, aguinaldos y
ofrendas que reciben pasivamente muchas PST.
Las pequeñas chapuzas pueden consistir en hacer pequeños recados, apoyar con
algún encargo a los comerciantes de la zona (“Le bajo el tabaco, porque la mujer
no puede, y ella me compra un bocadillo, me da un paquete de tabaco y tres
99
euros. A esta otra mujer, a la de las flores, también le bajo el género, al sótano, se
lo bajo y se lo subo”; E2), repartir los periódicos de un kiosco:
“Edo: ¿Qué hago yo ahora?. Ahora, por ejemplo, en el Kiosco este, que te
estoy diciendo, yo estoy repartiendo los periódicos, o sea, por ejemplo, me
dicen: "Oye mira vete a la calle tal, y en el bar este, este y este, deja el AS,
el MARCA"
E:
Ah... sí, sí.
Edo: El ABC, hoy. por ejemplo hoy... que le he dicho: "Mira, perdona no
puedo venir, digo... porque he quedao con unas personas para hacer una
entrevista y luego tengo que ir al CPA, a hablar con la Asistenta y con la
Doctora, digo, y voy a venir aquí a las doce y media o la una. Entonces, pos
ya no puedo. Pero yo tos los días, yo me cojo por la mañana, llego para
allá, y me lío a repartir los periódicos.
E:
Y, ¿qué te dan, una propinilla o un dinerillo...?
Edo:
Lo que me da es…, por ejemplo, a las diez o por ahí: ‘¿Francisco ya
has desayunao? ¿No?, vete a desayunar’. Y, luego, a las doce: ‘Venga que
ya está bien, vamos... a almorzar’. Y almorzamos. Me compran el paquete
de tabaco. Y luego me dan..., me dan o van al bar, porque está al lado el
bar, dicen: ‘Oye... te dejo la comida pagá, pa cuando venga el hombre
este’. O sea, que a mi no me dan un duro, pero... te lo dan, que yo lo
prefiero mucho más. ¿Me entiendes?, Yo prefiero mucho más, yo sé que la
comida la tengo segura, el paquete tabaco lo tengo seguro.
E:
Claro.
Edo: Y... a la hora de almorzar lo tengo seguro.
E:
Y ¿desde hace cuanto tiempo haces eso?
Edo: No, eso lo llevo haciendo hace como... un mes o por ahí. Vamos yo a
las personas esas, la familia esa yo la conozco hace tiempo ya, saben de
qué manera soy, saben cómo soy...
E:
Sí, claro ellos confían en ti...
100
Edo: Yo me tomo mi cervecita. Mira yo muchas veces, se van a lo mejor
ellos: ‘Mira, Francisco, me tengo que ir a tal sitio, quédate aquí, si viene uno
pues le das el periódico’; o sea, hay veces que yo le cobro y todo. Luego
viene ‘mira, que he vendido tanto’, ‘pos toma’.” (E6)
Pequeños trabajos con los que hacer frente a los pequeños gastos diarios y que
ayudan también a mantener vivo el sentimiento de la propia importancia, aunque
siempre, claro está, sobre bases extremadamente débiles (en el caso anterior,
mientras dura la adherencia al tratamiento de deshabituación alcohólica) que en
cualquier momento se derrumban y hay que volver a empezar de nuevo a
reconstruir.
La rebusca en las basuras y entre lo que la gente tira, la “busca”, tal y como fue
reflejada en las obras literarias de Galdós y Baroja sigue viva y actual entre
algunas de las personas que viven en las calles de Madrid:
Edo: Si vas al Albergue no te puedes buscar la vida, porque a las siete y
media tienes que estar allí.Y claro si yo no tengo trabajo, eh... no tengo na,
me tengo que buscar la vida.
E:
¿Buscando, no?
Edo: Buscando cosas, la gente tira cosas..., y otras que la gente te las
compra. Porque yo a veces me he encontrao cosas muy buenas, yo el
reloj este e...
E:
¿Esto te lo has encontrao?
Edo: Me lo encontré. Tengo allí unos cuarenta o cincuenta relojes, en el
carro, que me lo encontré... y claro están sin pilas. Yo voy y les pongo pilas
y algunos funcionan y algunos no funcionan. A ver, porque a veces la gente
porque se le terminan las pilas, bah!.
E:
¿Qué buscáis en las basuras, o...?
Edo: No, no, no, adentro de las basuras no, pero... mucha gente ya nos
conoce, cuando na mas tocando la bolsa ya sabemos si hay cosas o no hay
cosas. Es que se nota, eh, levantamos el cubo, miramos, hacemos así... y
se nota. Lla mayoría de la gente lo pone afuera del cubo, como la ropa; esto
101
estaba afuera del cubo limpio planchaito. Te lo sacan limpio, aunque lo
tiran, porque ellos saben, la gente sabe, mucha gente como yo; hay
muchísimos que va a la busca, ¿eh?... y lo sacan limpio, te metes de
sacarlo sucio lo lavan lo sacan limpio ¿eh?... y planchao. Si, si es cosa así
de... que se plancha, lo
planchan y lo meten en la bolsa y al cubo, pero afuera.
E:
Y...¿Luego que haces, lo vendes? ¿Dónde? O... ¿Cómo haces con
esas
cosas?
Edo: Me voy al Rastro los sábados por la noche a venderlo.
E:
El Rastro... ¿Sábado por la noche? Aaa..¿A qué hora?
Edo: Sobre la una. Sobre la una salimos de aquí, llegamos allí... sobre las
dos
E:
¿La una de la madrugada?
Edo: Si, llegamos allí sobre las dos, mientras que colocamos las cosas y
todo esto son las tres, las cuatro de la mañana , y ya empieza a venir
gente a comprar.
E:
¿A esas horas?
Edo: Bue... ¡así, se pone!..
E:
Y...¿por qué os ponéis a esas horas, por la policía?
Edo: Porque así la policía no, no nos dice na, porque no hay policía,
no nos dice na.
E:
Y...¿Va mucha gente, e...?
Edo: Así...
E:
Fíjate... Y...¿Qué dinerillo sacáis, Pedro? ¿Cuánto mas o menos
podéis
sacar...?
Edo: Yo, cuando voy -porque llevo aparatos, llevo cosas buenas-, puedo
sacar... el dinero de así, el dinero de euros puedo sacar unos 300...
E:
¿Trescientos...?¿Cada día?
Edo:
No, al día, no.
102
E:
¿No? ¿Cada día que vas?
Edo: Pos... si... yo voy cada quince o veinte días voy al Rastro.” (E2)
Como es de suponer, en estas vidas marcadas por la precariedad económica más
extrema las fronteras entre el trabajo, las chapuzas y el ejercicio de la mendicidad
son más bien difusas. A épocas en la vida en las que se encuentran trabajando
por cuenta ajena, les suceden los instantes en que han de buscarse la vida por su
cuenta, y si las cosas van muy mal, han de optar por sentarse en el suelo y
aguardar la limosna de los que pasean.
“E:
Y Pepe qué hacía, ¿un poco como tú? ¿se buscaba la vida ...?
Eda: A Pepe le gustaba poco, ponerse [a pedir]... Él se dedicaba más a...
él de obra en obra que iba, necesitan peones, necesitan pa sacar
escombros... necesitan...
E:
Ah... chapucillas, ¿no?
Eda: Sí, la chatarra... cogía su carrito...Aluminio, cobre, to lo que vale, el
metal todo eso...Al chatarreo, si le salía cualquier chapuza se iba, se iba a
la vendimia, se iba a la aceituna. A él lo que menos le iba es el pedir; él
todo el moverse, p'arriba, p'abajo. Que veía que se le daba mal…, no tenía
otra opción. ‘Se me ha dao fatal’. ‘Siéntate conmigo, algo sacarás también’.
Aunque saliera gente, estábamos juntos, a él le echaban y a mi también.
Pos hija....” (E9)
3.2.6. Mendicidad
Como hemos indicado anteriormente, no se puede confundir sinhogarismo y
mendicidad, pero tampoco sería legítimo ignorar los vínculos existentes entre uno
y otra. A explorar siquiera brevemente, cómo algunas personas sin techo practican
la mendicidad en las calles de Madrid se dedica este apartado.
103
La práctica de la mendicidad, cuando no se trata de una pauta cultural arraigada
como sucede entre determinados grupos étnicos, sino que es fruto de la indigencia
extrema a la que una persona llega en un momento dado de su vida, suele
comenzar a practicarse con una mezcla de pudor y vergüenza. Naturalmente, a
medida que pasa el tiempo la persona llega a acostumbrarse y la practica con
desenvoltura y aplomo (“están hechos a eso”). Pero para que esto suceda han de
darse muchas circunstancias, en primer lugar, que haya dado con fórmulas
relativamente exitosas que compensen el esfuerzo que supone mendigar (estar
plantado durante horas a la puerta de una iglesia, de un supermercado o de una
boca de metro no es algo demasiado cómodo), en segundo lugar, que no cuente
con otras alternativas de obtención de ingresos más saneadas y rentables. A fin
de cuentas, la dedicación a la mendicidad, para que se consolide como una
actividad regular y permanente, implica una elección racional que descarta otras
opciones, en un análisis, si se quiere intuitivo y primario, de los costes y beneficios
que reporta (Kennedy y Fitzpatrick, 2001).
Por ejemplo, para según qué personas que han vivido experiencias ligadas a
actividades delictivas o que se mueven en la frontera del delito, mendigar es una
forma de ganarse la vida “honestamente”, “sin hacer daño a nadie”, que si bien
tiene muchos aspectos negativos –es humillante, la gente te desprecia, etc- al
menos, no encierra tantos peligros como otras vías de obtención de ingresos.
Curiosamente, muchas personas que viven de lo que la gente les da, no admiten
que su actividad principal consista en mendigar, “ Eso de pedir, no, no nos gusta.
Nosotros ponemos aquí un cesto y si quieren echar que echen y si no...
E:
Eso de pedir no os gusta...
Edo: Pues no. Nunca lo... hemos pedido. Nosotros nunca hemos puesto la mano,
hemos puesto un cesto y si nos han echao, nos han echao” (E4). Ese último gesto
de negarse a extender la mano, puede encerrar toda la dignidad personal que aún
se lucha por conservar. Por otra parte, recibir graciosamente lo que la gente te
ofrece sin que tú se lo pidas, tampoco es pedir, ni mendigar: “Por ejemplo, yo en la
104
Iglesia que hay allí abajo, a mi no me hace falta pedir porque, toas las mujeres que
pasan me conocen” (E6).
Hay otra forma de “mendigar” que tiene como objetivo a personas mayores
encuadradas en organizaciones de ayuda a los necesitados que, sin duda, en
contra de los criterios de su propia organización, se sienten impulsados a
“rascarse” su propio bolsillo e ir más allá de la atención oficial para hacerles
entrega de algún dinero. En el caso de personas con mucho recorrido en la calle,
puede haber una explotación de estas fuentes atípicas de caridad, más propias de
otras épocas que de los tiempos actuales:
“Edo: Sí yo voy a Cáritas... ahí a...
E:
¿A la Plaza de la Marina'
Edo: No, a donde está ... la iglesia ésta...El XXX.... donde está Cáritas y...
hablo con el abogao... y me da ropa y me da dinero, hoy toca... que hoy es
jueves, porque Cáritas ahí, son los Martes y los Jueves
E:
Ah... ¿y te da algo de dinero?
Edo: Sí, el... depende cómo le comas el coco... al abogao... abogao de
Cáritas... XXX., un hombre ya mayor, como este hombre, mayor... y...
empieza... te echa el responso, la responsalía...que te empieza y... ‘Valentín
es que esto no puede ser...’, pero, bueno, luego después el hombre se
descubre sólo, no es mala persona.
E:
¿Es buena persona?
Edo: Sí
E:
¿Cuánto dinerillo te da, más o menos?
Edo: Unos cinco euros, yo no sé...
E:
¿y con eso... con ese dinerillo... para qué tienes Valentín?
Edo: Pues pa comprarme unos cartones de vino, si te digo otra cosa es
mentira” (E1)
105
Así, muchos de los gastos de supervivencia vienen compensados por una
corriente de donaciones en especie que hacen innecesario el flujo monetario que
la mayoría de nosotros ha de generar para poder hacer la cesta de la compra,
como se recoge por ejemplo en el siguiente testimonio al preguntarle si le costó
empezar a pedir limosna:
“Al principio sí, aparte de que soy vergonzoso, yo eso de levantarme y
decir ‘Déme usted un cigarro’, no, prefiero no ir al bar a tomar un café pero
mi paquete de tabaco lo llevo en mi bolsillo, siempre guardado, lo único que
no quiero que me falte es eso, el tabaco. Lo demás la comida...todo esto es
comida, las personas que ya me conocen que saben que bebo, ayer ahí
sentaito, el rato que estuve ahí por la mañana pues me junté con tres
cartones de vino, pasa uno…, como saben, "toma un cartoncillo para que
tengas luego para comer" el otro toma otro, el otro un bote de cerveza, el
uno que me trae un yogurt, el otro que me trae un racimito de uvas, el otro
que si una naranja. Las señoras, una que me da un euro, otra ‘Un centimito
porque no tengo mas’ es que es la verdad, y las otras pues vienen y me
lavan ropa. En fin, ‘¿te hace falta una manta?’, no me la baje usted ahora
que mira cómo ando, ‘Cuando te haga falta me lo dices’...” (E11)
De la lectura del texto anterior se desprende la evidencia de que no siempre estas
personas “caritativas” están colaborando en el proceso de recuperación e
inserción social que intentan llevar a cabo profesionales y voluntarios organizados,
al contrario incluso se fomenta su alcoholismo y se le fija en su rincón callejero,
con servicios y regalos de todo tipo.
Los relatos en los que de improviso se ven inundados de regalos por esa caridad
indiscriminada son más o menos habituales: “Joder, no hace mucho me llevó un
señor, ‘Vente a desayunar conmigo, ¿te gusta el salmón?’, digo: "¡uy! Me encanta"
.Je, je. ‘¿Te gustan... tal, las aceitunitas rellenas de anchoa?’, ‘ Me encantan’. Hay
unas chiquitas, que me llevo muy bien con ellas, porque como están mu cerquita,
y voy muchas veces a comprar ahí alguna sardinita, que me gusta mucho, o
106
alguna latita de algo, según he andao de pelas, y... hasta que se acaben. Sacó un
fajo de billetes. Cuando eran los billetes, no los euro, ‘¿Te gusta el champán?’,
¡Uy, si! Y una de ellas, desde la barra me hacía [señas de que pidiera más
cosas]... ¡Si era el tío el que decía!... ‘tu pide por esa boquita, hasta que se acabe’.
Y... yo no podía con las bolsas, lo menos…, bolsas hasta arriba. Me compró latas
de to... Me compró salmón, me compro champán, me compró sangría...
benjamines. Me las tuvo que llevar ella hasta la esquina. Digo: ‘yo no puedo con
esto’ Entonces vivía mi Pepe, cuando llego, dijo ‘Y esto…’, ‘Pos un señor que ha
pasao...’” (E9).
Por último, las actividades más o menos ilegales o paralegales, son difíciles de
detectar en una primera entrevista, aunque sí aparecen algunas referencias. En
todo caso no conviene cargar las tintas excesivamente sobre este asunto, puesto
que no sería honesto teñir el sufrimiento de quien se encuentra viviendo sin techo,
con la nota de color de lo delictivo, es evidente que, en caso de participar en algún
pequeño tráfico, nunca ha de ser de gran entidad cuando la persona no obtiene ni
lo suficiente para abandonar la calle. No es por tanto de “delincuentes” de lo que
hablamos, sino de la participación en submundos marginales y precarios en cuyos
meandros es posible encontrar algunas migajas con las que sobrevivir:
Edo: Yo he estao en San Isidro, últimamente, y la decía los sábados y los
domingos vengo a las once y a las once me dejaban entrar, o sea,
Edo: [a la trabajadora social] “la dije: ‘Oye los sábados y los
domingos que me voy a hacer la reventa de los toros, o del fútbol’...’Si
ven a las once’ y me dejaban entrar a las once.
E:
¿Ah, sí?
Edo: Sí, y con eso...
E:
Porque, ¿qué hacías, reventa de entradas, de...?
Edo: Ayudar a la gente
E:
¿Comprabas entradas y luego las vendías?
Edo: No, a guardárselas a los otros...
E:
¿A guardárselas a los que las compraban...?
107
Edo: Claro, pa que no se las quitaran...” (E8)
3.2.7. Agresiones
Si la vida en la calle es dura, y mata, no es sólo por las inclemencias del tiempo.
La gente de la calle vive una vida expuesta a todo tipo de agresiones, amenazas,
hurtos, etc. Desde hace años, en una especie de moda universal, se registran
agresiones y homicidios en todas las ciudades del mundo que tienen como
víctimas a PST. Su simple presencia molesta a grupos de signo violento y clara
orientación racista y fascistoide, que “salen de caza” dispuestos a apalear
“vagabundos” como forma exquisita de diversión. Los testimonios se multiplican en
todas nuestras entrevistas, cuando no han sufrido agresiones directamente,
cuentan y no paran de lo que le sucedió a éste o aquél compañero de infortunio,
con lo cual viven bajo el signo del miedo, aterrados por lo que han visto y oído y
buscando formas de autoprotección en medio de la jungla urbana. Enlazando con
el apartado anterior, el simple gesto de mendigar puede actuar como detonante:
“Edo: Una vez pidiendo... les pedí a unos y... y me arrearon
E:
¿Sí?
Edo: Sí directamente, por pedir sólo, ahora... de momento por dormir no
he tenido problemas. Ahora que tengo miedo, se pasa miedo, se pasa
miedo
E:
Claro, claro...
Edo: No sabes si cualquier día van a venir... y te van a apalear...
cualquiera... y tal... pero por eso prefiero dormir en un cajero, ahora
en invierno... porque por lo menos tiene cámara y la gente ya... ve un
cajero y ya se corta más” (E7)
Hay quien cuenta con varias agresiones físicas a sus espaldas y conoce a fondo
de lo que habla:
“Edo:... los cabezas rapaos esos... ya me han mandao varias veces al hospital. Me
rompieron costillas... tengo un golpe aquí en la cabeza, a ver... en la parte
108
izquierda... sabes que ésto es el cerebelo. Y... me pegaron con un bate de... de
beisbol... y me se ha quedao parte de... del cerebro paralizao. Eso hace... por lo
menos... año y medio o por ahí hace
E:
¿Y donde estabas durmiendo para que te hicieran eso?
Edo: Eso... me pasó en... donde está la... la plaza ésta de... de MAPFRE y...(...)
pues...ahí, estaba durmiendo. Luego otra vez... en la Plaza de Chamberí, no...
de... de Olavides... y otra vez estaba... donde está Chamberí... sabes que hay otro
parquecito arriba, me pillaron en el túnel donde está la entrada de los pisos, y
estaba durmiendo, y me dieron... también... pal pelo... a patada limpia. Y llevan...
zapatos que llevan... lo que es la puntera... de hierro... sabes... y me hundieron
tres costillas.
E:
¿Estabas tú sólo?
Edo: Yo sólo. Otra noche me pegaron fuego... pegaron fuego al colchón de
espuma, estaba una mora conmigo durmiendo y un hombre que ya... ha fallecío
que era paisano mío, era de Granada, Manolo, entonces... se fueron... dice...
"Fátima, vámonos y nos tomamos una copa", se van a tomar una copa y dice...
"Valentín ¿vienes?", digo... "no, yo ya tengo suficiente en el cuerpo, no quiero
más", cuando vinieron, menos mal que vinieron pronto, el colchón estaba ardiendo
y yo... pues frito, durmiendo... al lao de... en... en donde está la calle Martínez
Campos... sabes que antes había allí una grúa... y estaba durmiendo al lao.
Menos mal que llegaron pronto... si no ardo como una tea, porque la piel de la
persona...
E:
Oye... ésto de los skin es frecuente, verdad...
Edo: Cuando pillan... los fines de semana, son peligrosos...
E:
¿Los fines de semana?
Edo: Sí, mientras... entre semana... nada, pero... a mí me han pegao varias
veces ya.” (E1)
Parece evidente que el riesgo aumenta durante los fines de semana, para algunos
energúmenos se trata de una “diversión” más de los viernes y sábados por la
noche:
109
“Edo: vinieron cuatro hijos de su madre, que su madre será una santa
pero...ellos son... ¿eh?... y me echaron ácido. Claro, yo puse la mano así pa
que no me cayese por la cara, aun encima y to me cayo, tengo aquí... to
esto me lo quemó. A ver... vino la policía.
E: ¿Qué eran chavales jóvenes?
Edo: Si, era un viernes, vino la policía y…, y la policía me dijeron ‘esto es
una cosa por no estar en un albergue’. Y el albergue te tienen tres días y a
los tres días te echan a la calle y no puedes volver a entrar hasta los tres
meses. Y yo pa estar tres días, en un albergue y volver otra vez a la puta
calle no voy” (E2)
La vida en la calle es, ciertamente una vida expuesta a múltiples riesgos. Pese a
todo, la gente suele mirar con recelo y prevención a las PST, siendo así que los
mayores peligros los corren quienes viven sin domicilio, a la intemperie. El
mecanismo de inculpación de la víctima funciona una vez más de modo
inexorable. En el caso de las agresiones a mujeres, los relatos de agresiones
adquieren tintes particularmente dramáticos, incluso admitiendo cierto grado de
mixtificación y elaboración posterior, la escena resulta dantesca. Lo cierto es que,
más allá de la impresión de irrealidad que se desprende del relato, a la
protagonista de la historia siguiente la encontramos en un hospital, y las heridas
ciertamente eran bien reales:
“Eda: Me iba, ya pa cenar a Puerta Abierta. Salía del metro, iba a coger, el
pasadizo y... por la espalda, salió el tío, me cogió del brazo... Yo iba
andando p'alla, llegaba a cenar pa las diez y... el tío toa su intención
meterme p'al coche..., ‘que no te va a pasar nada... anda morena ven aquí
conmigo... anda’, ‘ ¡Qué me dejes! ¡Que me tal!’ Empecé a gritar, a llamarle
hijo de puta, sinvergüenza, canallaa... ‘¡Que me dejes!’ Primeramente (...)
abofetear, sangre por la nariz como ¡bua! Los ojos se me puso como un...
E: ¿Y te empezó a pegar...?
Eda: Como me empezó a pegar... Pegar es poco, pos si hubieran sio dos
110
bofetones, bofetones no se notan en ese momento, pero el ojo se me
puso…
la nariz sangrando... me...
E: Y ¿te conocía de algo, ese tío?
Eda: ¡Pero... qué cojones! No lo había visto en mi vida, si además por la
espalda... Por si yo le veo al tío de frente, yo soy muy intuitiva, eso siempre
lo he sido... A lo mejor le veo la mirada o la forma... y si viene por ahí, me
voy p'alla, me voy por... Porque a lo mejor a la cara le notaba algo raro,
siempre, tu vas andando y te vienen por la espalda... y te agarran de los...
E: Ya...
Eda: Joder, así es... Y cuando empecé a gritar se puso mas violento, y
entonces cogió, y un tío fuertote, alto y fuerte. Y me cogió por un forro,
como si coges a un tal, y me arrastró. No veas, como de aquí hasta allá.
Arrastrándome, y luego me empezó a pisotear, pisándome encima. ¡Eh!
E: ¿No pasaba nadie por la calle?
Eda: Los coches.
En ese momento no pasó nadie y un baretito, que está
al lao, estaba cerrao. Que lo cierran, normalmente, sobre la una de la
noche. Pero ese día libraba, fíjate tú. ¡Que puta casualidad! Que fue.
Hombre que si estan los del bar, seguro que al tío no se le ocurre” (E9)
3.3. Salir de la calle
Llegados a este punto, se entienden fácilmente las enormes dificultades que han
de salvar quienes han hecho de la calle su lugar habitual de residencia. El tiempo
de permanencia en la calle juega en su contra, aunque no se abandonen todas las
ilusiones por encontrar un trabajo, “un pisito” en el que poder meterse, saben que
la cosa es complicada y que en su contra juegan muchas experiencias previas de
fracaso y abandono. La desconfianza respecto de sí mismos, y de los otros hace
que la salida sea planteada más como un sueño, como una fantasía que como
111
una verdadera posibilidad. “Mi ilusión…También me decían que si un pisito
compartido... con.. Digo, yo con gente que no conozco, no me arriesgo.; E: ¿Te
propusieron lo de compartir un piso, ¿No?; Eda : Sí y yo dije, hoy día no te puedes
fiar ni de la chupa que llevas puesta... Porque veo la cantidad de tíos y tías… que
san juntao tres o cuatro, tal... y si no ha fallao uno, que ha fallao la otra, si no...”
(E9) El miedo a un nuevo fracaso, se convierte en el gran obstáculo que han de
vencer.
Por lo demás la cosa se plantea, por lo general, en términos muy simples y
lineales, la idea es conseguir un trabajillo, unos ingresos, con lo que poder
conseguir una habitación (casi nadie piensa en un piso para él solo teniendo en
cuenta cómo está el mercado inmobiliario), un lugar donde descansar, reponer
fuerzas y poder salir a flote de nuevo. De cualquier modo, la ilusión respecto del
futuro se expresa en ocasiones de forma convulsa, como si ellos mismos no
acabaran de creérsela en el instante mismo en que están expresándola en voz
alta : “Claro, si Cáritas me abre otra vez las puertas, pues yo..., y me puede
conseguir una renta, un albergue, puedo empezar a trabajar... me puedo
espabilar, puedo... yo que sé, puedo... cómo se puede decir... hacer las paces con
mis antiguos amigos ¿no?...”. (E.3)
El horizonte queda envuelto en un fuerte sentimiento de inseguridad, cuando no
de indignación por no poder disfrutar de algunas cosas que parecen simples,
elementales, básicas, y, al mismo tiempo, inalcanzables hoy por hoy, habida
cuenta de que la experiencia cotidiana muestra cómo ciertos derechos ciudadanos
básicos son, en la práctica, negados de forma sistemática e inexorable: “Yo no
quiero vivir en un albergue; no, quiero vivir en una casa como cualquier humano.
Como esta señora, como...esta señora... como aquella señora, como ese señor...
como cualquier humano, en una casa. Que también tengo derecho, porque soy
una persona humana, porque no soy, ni rata, ni cucaracha, ni una pocilga, ni una
mierda. ¿No?. Entonces ¿Por qué yo no puedo vivir, como esa señora... como
aquella señora... como esta señora, como aquella, como aquel... como este
112
señor? ¿Por qué yo no? ¿Qué pasa, que yo no tengo derecho, sólo tienen los
demás? Pos no. Yo quiero vivir en una casa como una persona humana y vivir
bien y que me dejen de meterse conmigo y me dejen en paz, vivir mi vida” (E5)
En todo caso, si el trabajo no llega, se sueña con poder destinar el dinero de la
Renta mínima a ese fin, claro que, en este último supuesto, los ingresos han de
completarse con alguna que otra chapucilla puesto que los trescientos euros de la
RMI no dan para el alojamiento y los gastos diarios de alimentación, transporte,
etc: “... bueno…lo que queremos ser: tener una paga, encontrar un trabajo, alguna
cosa para buscarte una pensión, y salir de allí [del albergue]. Aunque, luego, tu
vayas por ejemplo, y digas: ‘pos bueno, pos mira, pos vale, si puede ser, me das
la tarjeta de día’, y yo que sé, vengo a comer y luego, veo aquí, la televisión o
vengo a por ropa, y, yo que sé, a lo que te pueda hacer falta..” (E6).
Por lo tanto, los dos grandes límites estructurales, la falta de empleo, y la falta de
vivienda, se esgrimen una y otra vez como los principales enemigos a abatir.
También, claro está, aunque no se diga, hay que allanar los obstáculos que
añaden las limitaciones personales, los hándicaps y carencias que la vida en la
calle, la historia personal y los problemas acumulados en cada una de estas
biografías de gente de la calle han ido dejando en ellos. Para remover y hacer
frente a todos estos formidables gigantes (que no molinos) las PST y los
profesionales y voluntarios que trabajan en su favor cuentan con medios escasos,
poco coordinados y mal adaptados a la cambiante situación de las calles y, por si
todo esto fuera poco, han de moverse contra corriente, en contra de la inercia
histórica de muchas personas que, en su deseo de ayudar, o en su afán por
descargarse de su mala conciencia,
destrozan cada día la labor empezada
trabajosamente la noche anterior.
Porque, antes de plantearse metas más altas, el primer objetivo consiste en
conectar, enganchar a la gente, hacer posible que se acerquen a un centro, a un
servicio, de muy baja exigencia, en primer lugar, para después poder ir
113
planteándose de forma muy lenta, otros objetivos. La importancia del trabajo de
calle para lograr acercar la red a quien se encuentra fuera de ella y no tiene
mayores deseos de cambiar su estilo de vida, es fundamental. La percepción,
desde el punto de vista de la PST de lo que implica el trabajo de calle que realizan
los profesionales, los límites que se imponen y los objetivos que consiguen
entrever en esa lenta labor relacional y de enganche personal, quedan
palpablemente reflejados en el siguiente texto:
“E: Bueno, oye, escúchame... ¿qué tal con los de RAIS, con P. ?, ¿qué tal?,
¿buena relación?
Edo: Yo con ellos, de categoría. Es buena gente. No atrasando a nadie, es
buena gente, si... A mí... Ya se está quejando de que por qué no voy p’allá.
Y es que yo no me acuerdo nunca, yo... de estar la calle. Yo, mira...,
correteo to Madrid... tengo que ir a algún sitio, yo sé donde tengo que ir... y
si no, dicen que preguntando se va a Roma..., bueno pues... me muevo por
todo Madrid pero luego no sé donde está... Como han cambiao la oficina...
ahora está en otra calle...
E: Sí, sí, Magallanes, ...
Edo: Magallanes veintisiete ha dicho ¿no?...Entonces yo... no sé ir allí...
no sé ni donde está la calle esa... igualmente he pasao cincuenta mil
veces... pero a mí me dices... oye... vete a la calle tal... me preguntan
muchas veces la gente: "por favor la calle tal... ", "mire uste, yo no soy de
aquí", pa que le vas a decir p’allí ni p’allá... si no lo sabes, entonces... pa
qué los vas a engañar... Pues, dicen que en boca cerrada no entran
moscas...
E: Y además de P., ¿hay más gente que viene a visitaros..., te acuerdas de
cómo se llaman...?
Edo: Esos son del Ayuntamiento... la de las UMES... la UME...Vienen,
‘Venimos a darte una vuelta, a ver qué tal estás...”Empiezan a hablar
conmigo y hasta se tiran un rato... bueno... nos vamos, que tenemos que
visitar más gente, igual que han dicho estos...
114
E: YA, ya...
Edo: Porque éstos se tiran ahora... to la mañana...... visitando gente... más
o menos saben el punto donde estamos... y vienen. Mira cómo han venío a
verme... Es que ... yo que sé. Si, Valentín... es que... estás así porque
quieres...Me lo dicen en la cara... no se cortan... ni, ni... ni un centavo cómo
yo le digo a la moneda esa nuevas que han salío ahora... es buena gente,
yo conmigo... yo tengo buena gente
E:
Tienes buena relación no...
V:
Sí, yo sí...Y el que diga lo contrario le digo en su cara... eres un
mentiroso... porque vienen agradablemente, charlan contigo, ahora... mil
duros no te van dar..” (E1)
Desgraciadamente, este tipo de recursos de calle, más centrados en lo relacional
que en lo asistencial, siguen siendo enormemente insuficientes dentro de una red
que continúa repitiendo un tanto mecánicamente los manidos esquemas de
intervención del pasado. A repasar el estado de los recursos de asistencia
destinados a la gente sin techo en Madrid se dedican los apartados siguientes.
115
4. LOS RECURSOS SOCIO-ASISTENCIALES
Los recursos que en la actualidad están dando respuesta al problema de las
personas que piden y duermen en la calle son básicamente de dos tipos: recursos
específicos para la gente que vive en la calle, que podemos denominar Personas
sin Techo, y recursos generales para las PSH. Pasaremos primero a exponerlos y
describirlos brevemente para después analizar los alcances y
mismos.
116
límites de los
Tabla 9 .- Red de recursos para PSH
Recursos específicos para PSTecho
Recursos generales para PSHogar
Alojamientos:
Hombres:
San Martín de Porres
Mini residencia San Martín de Porres
San Juan de Dios
Santa María de la Paz
UMES
Puerta Abierta
SITADE
RAIS
“Campaña del frío” (Noviembre-Marzo):
- Albergue Casa de Campo
- Estación de Atocha
Mujeres/Hombres:
CASI (Ayuntamiento de Madrid)
Hogar Jesús Caminante
Don de María (Noviembre-Abril)
CEDIA (Centro de noche)
Plazas en pensiones
Plazas en pisos
Misioneras de la Caridad
Centro de contacto y atención sociosanitaria para
drogodependientes (Centro de noche)
Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR)
Voluntarios:
- Solidarios para el Desarrollo
- Amauta
Mujeres con niños o solas:
Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús.
Comedores:
Luz Casanova
María Inmaculada
CASI
Santiago Masarnau
Ave María
San Francisco
Hijas de la Caridad
Santa María de la Cabeza
Hermandad del Refugio
Madre Teresa de Calcuta
Talleres y otros servicios:
Rincón del Encuentro de RAIS.
Realidades
CEDIA
San Martín de Porres
Hijas de la Caridad
San Vicente de Paúl
Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús.
María Inmaculada.
CASI (Ayuntamiento de Madrid)
Centros especializados en PSH con adicciones:
Centro de Prevención del Alcoholismo y Tabaquismo
(Ayuntamiento de Madrid).
CAD 1 (Comunidad de Madrid)
Política de rentas (RMI):
Realidades
RAIS
Roperos:
(Son muy abundantes y resultaría muy prolija la
enumeración de todas las parroquias y centros privados que
cuentan con este servicio)
117
4.1. Recursos específicos para Personas Sin Techo
4.1.1. SITADE
El Servicio Social de Información Telefónica y Atención de Emergencias es una
entidad cogestionada por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid . Funciona
las 24 horas. Su principal tarea es atender y responder a las urgencias que se
formulan fuera del horario público de los Servicios Sociales, o aquellas otras que
por su naturaleza no pueden ser atendidas por los mismos, , para lo cual hace una
labor de enlace o de puente entre las llamadas de los ciudadanos y los recursos.
En horario nocturno (de 22 a 10 hs.) cuenta con el equipo de noche de la UMES. Y
también participa en situaciones de grandes emergencias.
4.1.2. UMES
Creado en 1990 por el Ayuntamiento de Madrid, y gestionado por el Gabinete de
Trabajo Social de Grupo 5 S.L., la Unidad Móvil de Emergencias Sociales es un
servicio que tiene como objetivo principal atender a las personas que estando en
la calle necesitan ayuda social. Y está principalmente dirigido a las Personas sin
Hogar que viven y/o duermen en la calle o que piden. Para ello, en la actualidad,
el servicio está compuesto por: 1. una unidad móvil integrada por un conductor, un
trabajador social, un auxiliar de servicios sociales y un vehículo tipo furgoneta.
Esta unidad trabaja en turno de mañana y tarde, todos los días del año (festivos
inclusive); 2. el equipo de calle, formado por un trabajador social y un auxiliar de
servicios sociales, realiza su labor en horario de mañana; 3. el equipo de noche,
dotado de vehículo, conductor y un auxiliar de servicios sociales, que presta sus
servicios en el SITADE.
El servicio de la UMES cubre todo el municipio de Madrid. Atiende con prioridad
las llamadas de emergencia del SITADE, y, además, participa en grandes
118
emergencias sociales como derrumbamientos, incendios, atentados terroristas,
etc.
4.1.3. RAIS
RAIS (Red de apoyo a la Inserción Sociolaboral) es una entidad sin ánimo de lucró
que nació en 1998 para desarrollar el programa “Alternativa para la inserción
Social y Laboral, mediante la venta de un periódico de Calle”, constituido como
Proyecto de Integración IMI. A partir de 1999 la oferta de recursos de RAIS se
completa con el centro-día “El Rincón del Encuentro”, la gestión de la RMI para
PSH, proyectos de Integración de la RMI y el trabajo de calle con personas que
viven y/o duermen en la vía pública o piden.
El trabajo de calle que realiza esta entidad está, principalmente, centrado en la
almendra central del Municipio de Madrid (en concreto algunas calles y plazas de
Centro, Arganzuela, Tetuán, Chamberí y Moncloa). De modo similar a la labor que
desarrolla la UMES, mediante este trabajo RAIS procura que las personas sin
techo conozcan los recursos que existen, estimulándoles y ayudándoles para que
accedan a los distintos servicios
(albergues, comedores, prestaciones
económicas…).
4.1.4. Centro de baja exigencia Puerta Abierta
Es un albergue –centro de noche-, creado en junio de 2001 por el Ayuntamiento
de Madrid y gestionado hasta el momento por Grupo 5, S.L. Cuenta con 76 plazas,
y como su propio nombre indica está destinado a acoger a aquellas personas sin
techo, que debido a su situación de deterioro tras largos periodos de estancia en
la calle, no acceden a otros recursos, o habiéndolo hecho no se adaptan a su
normativa y régimen de vida. El horario de estancia en el albergue es de 20,30 a
10 hs. Y los servicios que en él se ofrecen son asistenciales (cena y desayuno,
ropa limpia de cama, utensilios necesarios para el aseo personal, servicio de
119
lavandería y secado de ropa y material lúdico), sanitarios (enfermería, contacto
con los servicios médicos de urgencia municipales, traslado a hospitales, control y
administración de medicamentos a enfermos crónicos, coordinación con
dispositivos sanitarios especializados: toxicomanías…) y sociales (acogida,
información y derivación a otros recursos, realización de gestiones y trámites
-prestaciones económicas, residencias para personas mayores, documentación,
etc.- y coordinación con otras instituciones).
4.1.5. “Campaña contra el Frío”
Es un dispositivo que pone en marcha el Ayuntamiento de Madrid de Noviembre a
Marzo, y que engloba dos recursos: el albergue de la Casa de Campo “Campaña
contra el frío” y la sala (antiguo pasadizo) de la estación de Atocha. El primero
cuenta con 75 plazas, más 12 de emergencia, y se abre de Noviembre a Marzo,
de 21 a 9 hs. Además de cama y servicios de higiene ofrece cena fría y desayuno.
El segundo se utiliza en los días en los que las bajas temperaturas son más
extremas, y, por lo tanto, el riesgo para la salud de los que viven en la calle es
muy elevado. La ocupación media de la sala del metro es de 61 personas, aunque
según los responsables de este recurso su capacidad es de 80 plazas. Las
personas duermen en el suelo.
Además, el Ayuntamiento de Madrid coordina ocasionalmente a Protección civil, la
UMES, el SITADE y el SAMUR para que en los días de temperaturas más bajas
realicen desplazamientos de las PSH en la calle a los albergues o a la estación de
Atocha.
Además, para la campaña 2002-2003 se han concertado veinticinco plazas de
alojamiento en establecimientos de hostelería (pensiones) con un máximo de dos
mil estancias. Estas plazas se ofertarán en los días de temperaturas más bajas.
120
4.1.6. Solidarios para el Desarrollo
Es una entidad no lucrativa que viene desarrollando su programa de atención a
Personas sin Hogar a partir de 1995. En la actualidad realiza una labor de
acompañamiento a las PSH que viven en la calle, animándoles para que puedan
salir de su situación, brindándoles su apoyo e informándoles sobre los diferentes
recursos que existen. La excusa para efectuar este acercamiento es un bocadillo y
un café que los voluntarios ofrecen a las personas que pasan la noche en la calle.
Cuentan con alrededor de 150 y 180 voluntarios, que hacen un trabajo de calle
nocturno, de 21 a 1 hs, aproximadamente, de lunes a jueves. Principalmente
actúan en las principales calles del centro de Madrid, recorriendo tres rutas
compuesta cada una de ellas por alrededor de 10 voluntarios.
Además del trabajo de calle, Solidarios para el Desarrollo realiza campañas de
sensibilización a través de exposiciones fotográficas y charlas en Institutos,
centros cívicos, etc.
4.1.7. Amauta
Una actividad similar a la de Solidarios para el Desarrollo es el que lleva a cabo
Amauta, asociación, que se creó en 1998. Realiza trabajo de calle y
sensibilización, principalmente, en institutos de Enseñanzas Medias. Cuenta con
30 o 40 voluntarios, que colaboran en horario nocturno de 22 a 1 ó 2 hs,
aproximadamente, los viernes y sábados. Cada noche salen a la calle entre 4 y 5
personas.
121
4.1.8. Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR)
Se creó oficialmente en Enero de 2002, y pretende ser el germen, por así llamarlo,
de un SAMUR social. Actualmente cuenta con una ambulancia, denominada
ambulancia social, que sale todos los viernes y sábados de 19 a 5 hs., e interviene
con Personas sin Techo, drogodependientes, etc. Su intención es la de hacer
seguimientos periódicos de estas personas tratando de ayudarlas a superar sus
problemas. Este equipo está integrado enteramente por voluntarios.
Además de esta ambulancia social, este equipo integra otras actividades ya
creadas con anterioridad. Entre ellas, y a iniciativa del Club Rotari Internacional, el
SAMUR recoge entre 40 y 50 menús en hoteles madrileños y los lleva al comedor
Hijas de la Caridad. Finalmente, participa en la Campaña del Frío, junto a
Protección Civil, recogiendo a las personas de las calles en los días con
temperaturas más extremas.
4.2. Recursos generales para PSH
La red general de recursos para PSH en Madrid está compuesta por albergues,
comedores, roperos, talleres, centros que gestionan la Renta Mínima de Inserción
y algunos recursos especializados en PSH con adicciones.
De modo similar a cómo está caracterizada la red de atención a PSH en el
conjunto de España (ver Cabrera, 2000), en Madrid encontramos unos recursos
cuya titularidad es eminentemente privada y de tipo religioso. Así, más del 70% de
los albergues pertenece a alguna institución religiosa, y lo mismo sucede con el
90% de los comedores.
Donde la iniciativa privada-aconfesional, junto a la Administración Pública, parece
haber ganado algo más de terreno, aunque sigue siendo minoritaria, es en los
122
centros de Día que ofrecen talleres y otros servicios (asesoría jurídica, enfermería,
duchas, lavandería, etc.), suponiendo en la actualidad alrededor de un tercio de la
oferta.
Por último, dos instituciones privadas y aconfesionales (RAIS y Realidades)
gestionan la Renta Mínima de Inserción. Y la Administración Pública es titular de
los tres centros especializados en toxicomanías y alcoholismo.
La mayoría de los recursos siguen siendo albergues, comedores y roperos,
aunque, sobre todo, en la última década han aparecido algunos servicios que
tienen como finalidad ir más allá de la clásica oferta asistencial. En este sentido, a
veces se ha procurado flexibilizar y adaptar los recursos a las nuevas necesidades
(por ejemplo, algún centro nocturno de baja exigencia, pisos, centros que atienden
de modo ambulatorio a PSH con adicciones), o se ha tratado de responder al
problema del sinhogarismo desde la lógica de la inserción socio-laboral (talleres
laborales, servicios de orientación laboral y búsqueda de empleo, lugares de
encuentro durante el día, talleres de habilidades sociales, apoyo psico-social, etc.).
La mayor parte de los centros de alojamiento siguen siendo instituciones de
tamaño mediano o grande (más de 50 personas), aunque hay que señalar que en
sólo tres de ellos se concentran el 47% de las plazas. En concreto, nos referimos
a los albergues San Isidro, San Juan de Dios y Santa María de la Paz, quienes
siguen representando el modelo más clásico de las macroinstituciones para PSH.
En el extremo opuesto, y de modo minoritario, podemos señalar las iniciativas de
algunas entidades como Realidades, las Hermanas de la Caridad, El Olivar,
Cáritas… en la gestión de pisos para PSH inmersas en procesos de inserción
social, o la mini residencia de la Fundación San Martín de Porres con capacidad
para 12 personas.
Los establecimientos de alimentación están formados por comedores y centros
donde se donan bocadillos. En el 40% de estos establecimientos se puede recibir
123
la comida del mediodía. En la actualidad, en Madrid un día cualquiera se sirven
aproximadamente 1145 almuerzos calientes. Cifra que puede subir ligeramente en
los días más fríos del año, cuando en algunos comedores se redoblan esfuerzos
para ofrecer algunas comidas más. Las cenas sólo se pueden encontrar en dos
centros en donde se llegan a servir diariamente 250 cenas. Por último, un 40% de
establecimientos reparten aproximadamente 1.190 bocadillos o desayunos al día.
6
Tabla 10 .- Servicios de comidas/bocadillos en Madrid
Centro
Nº servicios
Luz Casanova
130
San Francisco
130
Hijas de la Caridad
50
María Inmaculada
450
Santiago Masarnau
135
S. Isidro
250
Hermandad El Refugio (cenas)
90
Madre Teresa de Calcuta (cenas)
160
Ave María (desayunos)
350
S. Isidro (bocadillos)
20
Hermandad El Refugio (bocadillos)
350
Hijas de la Caridad (bocadillos)
70
Agustinas Misioneras (bocadillos)
50
Colegio Sagrado Corazón (bocadillos)
50
Misioneras Santo Sacramento (bocadillos)
300
Total
2585
Elaboración propia.
5. ALCANCES Y LÍMITES DE LA ATENCIÓN
Todos los recursos anteriormente descritos tienen como última finalidad mejorar
las condiciones y la calidad de vida de las personas que viven en la calle. En ese
sentido, cuanto menos se vinculan las PSH a la red de recursos más se agudiza
su precariedad y más se refuerza el círculo cerrado de una supervivencia en la
6
Sin contar las cenas y desayunos que los usuarios de todos los albergues reciben.
124
calle bajo mínimos. Así, se buscará que, de una u otra manera, y de forma más
integral o más fragmentada, las personas vayan accediendo a los distintos medios
ya sea dormir en algún albergue, documentarse, solicitar una renta, comer sin
necesidad de tener que pedir, ducharse, acudir a los servicios sanitarios si así lo
necesitan, etc.
Ahora bien, ¿hasta qué punto los recursos que existen en la actualidad son
capaces de romper ese círculo cerrado en el que se inscriben las PSH más
crónicas (descritas en el Perfil 1)?. Y en segundo lugar, ¿cuáles son las
dificultades que impiden vincular a la red de PSH, de una forma más estable, a
toda esa serie de personas (Perfil 2) que a pesar de utilizar diferentes recursos
siguen teniendo en la calle su escenario de supervivencia?
5.1. Recursos específicos para PSTecho
5.1.1. Los recursos de proximidad (UMES, RAIS, los voluntarios y el Equipo de
Intervención Social y Humanitaria del SAMUR)
Desde la UMES y RAIS se realiza un trabajo imprescindible en la respuesta
socio-asistencial con PSH que piden o duermen en la calle. Se trata de una labor
que se lleva a cabo aproximándose -por eso se les denomina Recursos de
proximidad- y entrando en contacto con estas personas en su medio. De otra
manera sería muy difícil motivar y dar a conocer los recursos sociales a los que
estos ciudadanos tienen derecho. Especialmente para el Perfil 1, el de mayor
precariedad, suponen casi las únicas vías de acceso a esos recursos. En ese
sentido consideramos que debe ser reforzado y desarrollado en profundidad.
Dicho trabajo consta de cuatro fases principales: contactación, diagnóstico,
enganche y derivación. Es un proceso continuado y de larga duración en la que
125
ante todo se busca generar una confianza que servirá como soporte de la
metodología básica de su trabajo: la relación de ayuda.
En la primera fase, de contactación, los profesionales de estas organizaciones
tratan de aproximarse y establecer cierta relación con la persona. Para ello se
presentarán, les ofrecerán ayuda y procurarán transmitirles una sensación de
apoyo.
En paralelo a este primer acercamiento, los profesionales tratarán de conocer los
problemas de la persona, con el fin de realizar un diagnóstico sobre los
principales asuntos a abordar y las posibles vías de solución.
El objetivo central de todo este proceso será ganarse la confianza de los que viven
en la calle y conseguir un “enganche” relacional con los profesionales. Mediante
el mismo se tratará de potenciar
una voluntad de cambio que posibilite una
mejora de su situación personal, y se les informará de los recursos a los que
pueden acceder.
Una vez removidos los obstáculos que mantienen a la persona en la calle, se
tratará de derivarla a los centros de recursos específicos o generales para PSH u
otros especializados (toxicomanías, alcoholismo, salud…). Para ello se le ofrece
ayuda y acompañamiento, si así lo precisan. Por ejemplo, los profesionales de
RAIS y la UMES pueden acompañar a las PST
a realizar un trámite
administrativo, a las primeras citas de un centro de desintoxicación, a unos baños
públicos, etc. Además pueden entrar en contacto, si la PST no es capaz, con los
trabajadores sociales de los distintos alojamientos para conseguir una plaza,
concertar una primera cita en algún centro de salud, etc.
Para el grupo de PST más crónicas (Perfil 1) esa derivación-acompañamiento
puede suponer pequeños-grandes pasos como conseguir que se duchen alguna
vez al mes, que tramiten el DNI o la cartilla de la Seguridad Social, que comiencen
126
a ir a un centro de baja exigencia como Puerta Abierta, que soliciten la RMI, que
inicien un tratamiento con Metadona, etc. Para el grupo de personas con un
itinerario de conexión-desconexión (Perfil 2) se tratará de que el vínculo con la red
de recursos sea más estable, procurando solventar los problemas que les apartan
temporalmente de la misma. De esta manera se intentará que no tengan la
necesidad de pedir y/o dormir intermitentemente en la calle.
También los voluntarios (Solidarios y Amauta) hacen este tipo de trabajo de
aproximación y apoyo, sólo que al trabajar exclusivamente por la noche tienen
muy limitada su capacidad de derivación. Limitación que se refiere, principalmente,
a que la mayoría de los centros (por ejemplo, de alojamiento) sólo admiten la
tramitación de derivaciones durante el día. Y a que, lógicamente, también es en
horario diurno cuando se puede hacer toda una serie de gestiones administrativas,
de acompañamiento o de otro tipo. En cualquier caso, hay que señalar que estos
grupos de voluntarios no suelen escatimar esfuerzos ni para enlazar su trabajo
con los recursos de día (UMES y RAIS) que puedan hacer esta labor, ni, incluso,
en desplazar por cuenta propia a las personas que así lo deseen a las escasas
plazas de emergencia que existen o a las vacantes que cada noche pueda haber.
Por último, nos referiremos al Equipo de Intervención Social y Humanitario del
SAMUR. A pesar de que como ya se ha señalado es un equipo de reciente
creación (Enero de 2002), llama la atención que ninguna de las entidades que
trabajan con PSH en la calle, excepto el SITADE, conozca ni su existencia, ni
ninguna de las actividades que desarrolla. Cuestión que resulta chocante si se
tiene en cuenta que el SAMUR es un recurso muy utilizado ante situaciones de
atención sanitaria con personas que viven en la calle.
Pero, el desconocimiento es recíproco. Este Equipo apenas tiene referencias de la
red de recursos específicos para PSH en la calle, salvo del SITADE, lo cual parece
lógico si se tiene en cuenta la dependencia institucional de
organizaciones..
127
ambas
En concreto, por ejemplo, los voluntarios desconocen por completo la ambulancia
social que todos los viernes y sábados sale a la calle de 19hs a 5hs con la
intención de acercarse y, posteriormente, realizar un seguimiento con PSH en la
calle y con gente que presenta problemas de alcoholismo o toxicomanías. De la
misma manera, el Equipo de Intervención social y Humanitario no conoce el
trabajo que realizan Solidarios y Amauta durante un intervalo de tiempo que queda
incluido en su franja horaria. Así, tenemos a varios recursos en Madrid, que en
principio pretenden realizar una labor similar con la misma población diana, entre
los que no existe ni conocimiento, ni coordinación.
La misma desconexión existe entre este equipo del SAMUR, la UMES y RAIS.
En consecuencia, se trata de un servicio muy joven, sin apenas conexión con los
otros recursos de proximidad; que en la actualidad aparece como un recurso
“descolgado” de la red específica de atención a PST en la calle, que actúa por
motivación propia, sin haber realizado una evaluación previa de los recursos y
necesidades en esta materia.
Del mismo modo, los responsables del Equipo manifiestan un vivo interés en
seguir trabajando en este ámbito, pero sin que se tengan referencias claras sobre
cómo coordinarse con los demás recursos, ni sobre la metodología de trabajo a
utilizar. En este último sentido, se reconoce que se precisan de protocolos de
actuación y formación específica que complemente su saber hacer de tipo,
eminentemente, sanitario con otro más centrado en la intervención social.
128
Gráfico 9. Fases del trabajo de los Recursos de Proximidad
CONTACTO
DIAGNÓSTICO
ENGANCHE
UMES
DERIVACIÓN
Albergue “Campaña contra el frío”
RAIS
Puerta Abierta
Solidarios
Estación de Atocha
Amauta
Recursos generales para PSH
Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR)
Red de Servicios Sociales
Red Sanitaria
1. Sobre la metodología de trabajo
En la metodología de trabajo que los distintos recursos de proximidad comparten
(contactación-diagnóstico-enganche-derivación),
se
aprecia
un
estilo
de
intervención casi exclusivamente centrado en las PSH. Si bien es cierto que
ese es el sujeto principal de la misma, no lo es menos que no se debe olvidar el
trabajo con el entorno inmediato de estas personas.
En concreto, nos referimos a los vecinos, a los empleados de tiendas, bares o
kioscos, a los conserjes de los portales, a los parroquianos de las iglesias, a los
clientes de los supermercados, etc. Es decir, a todos aquellos que forman parte
del paisaje cotidiano de muchas personas que no sólo viven en la calle, sino que
desde hace mucho tiempo han transformado un banco, un parque o una esquina
en su hogar.
Este entorno vecinal, en muchos casos, sobre todo en los de las PSH con un perfil
más cronificado y sedentario (perfil 1), suele jugar un papel contradictorio. Por una
parte, aparece como una fuente básica de recursos de supervivencia y de figuras
129
de referencia para aquellos que no cuentan ni con medios económicos ni con
apoyos relacionales y afectivos. En este sentido cumple una función de soporte
material y de cierto enganche con la sociedad, suavizando en parte las duras
condiciones que conlleva la vida en la calle. Por otra parte, los apoyos vecinales
suponen un refuerzo de permanencia en la calle, que incluso puede contribuir a
disuadir a las PSH de que acudan a albergues, comedores, etc. De esta manera,
se pretende ayudar, y de un modo inmediato algo se
consigue, cuando en
realidad a lo que se contribuye es a perpetuar una situación de indigencia y
desprotección.
Ante esta realidad los recursos de proximidad deberían hacer una intervención
más extensiva dirigida al entorno vecinal de las PSH. Así, en un primer
momento se trataría de recabar información de este entorno, quien suele conocer
de primera mano las rutinas diarias y los hábitos de estas personas. Y,
posteriormente, se podría tratar de implicarlo en el proyecto individual de inserción
social de cada PST con la que se trabaja. Esta implicación consistiría en que los
vecinos pudieran colaborar, en mayor o menor medida, para que motiven y
conciencien a estas personas
sobre la necesidad de que resuelvan algunas
situaciones específicas (salud, documentación gestión de ayudas, etc)
y, en
general, para que les animen a mejorar su situación general, utilizando los
servicios que desde los recursos de proximidad se les ofrece.
Ahora bien, para que las PSH decidan abandonar la calle es preciso que se les
haga una oferta de recursos adecuada. Una oferta que compense dejar de vivir
con esos apoyos precarios y que no suponga un nuevo desarraigo personal. A esa
oferta nos referiremos cuando, por ejemplo, hablemos de la necesidad de crear
nuevas plazas en centros de baja exigencia y centros de día integrales o que se
readapten las condiciones y las reglas de los actuales albergues para PSH.
130
2. Recursos personales y materiales
Entre las limitaciones de los recursos de proximidad/equipos de calle
profesionalizados (UMES, RAIS) hay que comenzar diciendo que en la
actualidad se trabaja con pocos medios personales y materiales. Esta cuestión
resulta de primer orden si se tiene en cuenta la centralidad de este tipo de trabajo
en la intervención con PSH en la calle. Desde estos dispositivos la insuficiencia de
medios se ha expresado con argumentaciones como las que siguen: “Somos muy
pocos profesionales para cubrir todo Madrid.” (E. 4P:1), “(necesitamos) más
profesionales para poder dar cobetura y realizar un trabajo realmente de trabajo
social individualizado y personalizado, porque tenemos que cubrir tantas cosas…,
y a veces es imposible realizar el trabajo como a nosotros nos gustaría (…) no lo
podemos hacer con el volumen que llevamos de casos.” (E. 4P:31), “No hay
recursos, nosotros, por ejemplo, no los tenemos. Las personas a las que vamos a
ver… nos gustaría llegar a mucho más, pero no podemos. (…) Si queremos llegar
a todas las personas sin hogar de Madrid, pues necesitamos a mucha más gente y
más especializada.” (E. 4P:15).
Esta valoración de las personas que intervienen en la calle con PST se ve
ratificada por la opinión de la gente que trabaja día a día en la red de atención a
PSH, En efecto, en el cuestionario a expertos incluíamos una pregunta que, a
modo genérico, trataba de averiguar cuales son los objetivos que, en su criterio,
debería marcarse la Administración para resolver o paliar el problema de las
personas que viven y duermen en la calle. Pues bien, la propuesta explícita de
reforzar el trabajo de calle aparece entre los cuatro primeros lugares, tras las
demandas más generales de aumentar los recursos de atención, garantizar las
necesidades básicas de estas personas y potenciar la coordinación de la red de
atención a PSH. Así, por ejemplo se considera necesario prestar mayor “Atención
en los sitios en que se encuentran (las PST).” (Cuestionario 1), “Crear más
equipos que trabajen con ellos, como las UMES.” (C. 2), “Crear recursos de apoyo
directo con la persona en la calle.” (C. 20). También a la cuestión más concreta
131
sobre qué se necesitaría, y en la actualidad no existe, para atajar este problema,
se ha respondido mayoritariamente que debería haber un incremento de los
medios materiales y humanos, haciéndose en varias ocasiones hincapié en el
trabajo de calle: “Mayor número de Unidades Móviles, sobre todo equipos de
Trabajo de calle y Unidades Móviles de Salud Mental.” (C. 1), “Más recursos
Humanos (profesionales sobre todo) en el trabajo de calle.” (C. 14), “Más
presupuesto para poder realizar el trabajo de campo: calle…” (C. 20)
Si nos detenemos en analizar la situación de los actuales dispositivos de trabajo
en la calle, encontramos que la UMES, única unidad móvil de Madrid, cuenta de
lunes a viernes con tres equipos constituidos por un trabajador social y un auxiliar,
más el conductor de la furgoneta cuando se interviene con este vehículo. En los
días laborables los tres equipos rotan trabajando a veces en la unidad móvil,
propiamente dicha –la furgoneta- y otras veces haciendo la función del equipo de
calle. Este equipo tiene un horario de mañana (de 9 a 15 hs.) y se dedica al
trabajo de casos en profundidad, dedicando a cada usuario el tiempo que éste
requiera.
Estos equipos han de repartirse los 21 distritos del Municipio. A estos hay que
añadir el equipo de fin de semana y días festivos (formado de la misma manera
que los días de diario y siempre con furgoneta), que sobre todo interviene en las
áreas de mayor concentración de comercios, parroquias… donde la gente suele
pedir.
La UMES también cuenta con un equipo de noche (de 22 a 10 hs.) dotado de
vehículo, un conductor y un auxiliar de servicios sociales. Pero, presta su servicio
en el SITADE a requerimiento de las intervenciones que desde este servicio se
demanden.
Pues bien, centrándonos en el trabajo que desempeña la UMES de lunes a
viernes, a cada equipo le corresponde una media de 7 distritos. Lo que ya a
132
primera vista, y teniendo en cuenta la labor tan continuada y perseverante que
implica el trabajo de calle, supone una carga de usuarios, por equipo,
excesiva. Sobre todo si se tiene en cuenta que: 1. la unidad Móvil ha de atender
con prioridad los casos que diariamente, mañana y tarde, les pueda derivar el
SITADE, con lo que interrumpe su ruta de trabajo. 2. los equipos de la UMES no
trabajan en exclusividad en la calle, al tener que realizar tareas de gestión,
llamadas a los alojamientos, indagación sobre el paso de determinados usuarios
por la red de recursos, etc. 3. Aunque el principal objetivo de la UMES es el de
atender a las PSH en la calle, también puede ser solicitada por el SITADE en
casos de emergencia social como atentados, derrumbamientos, incendios u otro
tipo de catástrofes.
Parece razonable pensar que un trabajador social y un auxiliar no puedan abarcar
todas las áreas de los siete distritos que le corresponden, si es que realmente se
pretende llevar a cabo la metodología de trabajo arriba expuesta. Máxime si se
tiene en cuenta que lo ideal es que las visitas que se realicen a las personas que
viven en la calle no se demoren mucho en el tiempo, con el fin de que no se pierda
el contacto y el vínculo con ellas. Por lo tanto, la cobertura que en la actualidad se
estaría ofreciendo abarcaría todo el Municipio de Madrid, pero sólo formalmente;
en la práctica, se llega hasta donde se puede con los recursos limitados con los
que se dispone.
Ante esta situación, y aún teniendo en cuenta que el volumen de PST en la calle
es diferente según los diferentes distritos, se debería rebajar al menos a la mitad
el número de distritos por equipo.
De modo paralelo se debería contemplar la posibilidad de que la UMES contara
con más de una furgoneta para los días de diario.
133
Por lo que se refiere a RAIS, se hace un trabajo de calle principalmente centrado
en la almendra central del Municipio (en concreto algunas calles y plazas de
Centro, Arganzuela, Tetuán, Chamberí y Moncloa).
Según los responsables de RAIS se atiende a una media de 100 personas al año.
De las cuales se hace un seguimiento continuado a alrededor de un 70%. El resto
son casos que se pierden, que rechazan la intervención, etc. Para realizar esta
tarea se cuenta con siete profesionales, que compatibilizan el trabajo de calle con
el de mediación en el centro de día “Rincón del Encuentro”. En opinión de esta
Fundación sería necesario incrementar el número de profesionales si es que se
quieren abarcar más zonas y seguir trabajando con la misma intensidad que hasta
ahora (una media de una visita a cada persona a la semana).
RAIS procura que sus equipos estén formados por trabajador social y psicólogo,
aunque se reconoce que no siempre se consigue. La intervención de psicólogos,
incluso de psiquiatras, parece ser necesaria no sólo para atender y entender mejor
los problemas personales de la gente de la calle, sino por la significativa presencia
de enfermos mentales: “Creo que para un equipo sería bueno tener un
psiquiatra, que pudiera hacer (…) Yo nunca voy a poder decir, “esta persona tiene
un problema de salud mental”, ni lo voy a poder diagnosticar.” (E.2P:24). En este
sentido llama la atención que en los equipos de la UMES no haya al menos
psicólogos. Sólo la coordinadora de Grupo 5, empresa que actualmente gestiona
esta unidad, hace de psicóloga ocasional cuando los trabajadores sociales y los
auxiliares demandan su ayuda.
En nuestra opinión, los equipos de los recursos de proximidad deberían ser
multiprofesionales, debido a la complejidad del problema al que pretenden dar
solución.
En cuanto a los recursos personales de las entidades voluntarias, Solidarios dice
contar con 150-180 personas que hacen trabajo de calle nocturno. Este trabajo
134
está dividido en tres rutas, que a su vez se pueden subdividir por zonas o calles.
Cada ruta está formada por alrededor de 10 o 15 personas. El
perfil de las
personas que componen estos equipos suele ser jóvenes, principalmente
estudiantes universitarios. Algo similar ocurre con los voluntarios de Amauta, que
por la actividad sensibilizadora que llevan a cabo en los Institutos de Educación
Secundaria consiguen reclutar, además, a algunos estudiantes de este nivel
educativo. De los 30 o 40 voluntarios de Amauta, suelen salir cada noche un
equipo de alrededor de 4 o 5 personas, que cubre una ruta de trabajo de calle.
A pesar de que aparentemente la cifra de voluntarios pueda resultar muy elevada,
hay que tener en cuenta que la continuidad de su trabajo depende básicamente de
su compromiso personal. El cual puede verse afectado por las circunstancias
vitales y los intereses de cada voluntario.
Por otro lado, Solidarios y Amauta son las únicas organizaciones que
trabajan en la calle en horario nocturno, y tan sólo en las primeras horas de la
noche y la madrugada (de 21hs a 24,30hs-1hs de lunes a jueves, Solidarios; y de
22hs a 1hs-2hs de viernes a domingos, Amauta). Además intervienen sobre todo
en las zonas más céntricas del Municipio de Madrid, con lo que quedan sin cubrir
numerosos distritos del mismo.
3. Horarios de trabajo: La noche y las primeras horas del día
Tanto la UMES como RAIS realizan su trabajo durante el día (De 10hs a 22hs la
UMES y de 10,30hs a 14hs – 15,00hs a 18,30hs RAIS). En el transcurso de la
noche tan sólo el SITADE, que atiende las 24hs al día, trabaja de forma
profesional.
135
Pero, el SITADE, fundamentalmente, se encarga de recibir las llamadas de los
ciudadanos o de personas que viven en la calle, y sólo se desplaza en casos de
verdadera emergencia, como, por ejemplo, en aquellos que hay involucrados un
menor o una familia o cuando hay que desplazar a alguien de un centro a otro.
Desde hace alrededor de un año el SITADE cuentan con un vehículo para realizar
desplazamientos.
Según los voluntarios de Solidarios, que como se ha dicho realizan su trabajo en
horario nocturno, lo habitual es que cuando llaman al SITADE -para solicitar la
presencia de su furgoneta y llevar a una persona a un centro de baja exigencia
como “Calor y Café” de CEDIA, etc.- les contesten que el vehículo ya está
ocupado con otro servicio. Así, en este aspecto, para esta entidad la función del
SITADE durante la noche no resulta, en la práctica, muy efectiva, pues en muy
pocas ocasiones han podido utilizar los escasos recursos con los que cuenta. Ante
esta situación los voluntarios afirman que desde hace tiempo han optado, para
estos desplazamientos, por utilizar el vehículo de algún voluntario o un taxi.
Antes de que el SITADE contara con un vehículo la situación era similar o si cabe
peor, pues, por lo general, según nuestros informantes, cuando llamaban para
solicitar su ayuda les solían responder que esperaran al día siguiente cuando
comenzara a trabajar la UMES. Esta misma indicación ha sido reconocida por el
SITADE, quien ha expuesto que en la actualidad, a no ser que sea algo muy
excepcional “a lo mejor incluso salimos, y si no le decimos que se espere y hasta
el día siguiente, y si es una cosa que..., que es algo de salud pues llamamos al
SAMUR o a la policía”. (E. 6P) La conciencia clara de la carencia de medios de
actuación es una realidad evidente entre los profesionales del servicio.
La labor nocturna del SITADE aparece aún más difusa para la otra entidad que
trabaja de modo voluntario durante la noche (Amauta). Según ellos, siempre que
han necesitado algún tipo de derivación se han puesto en contacto con la UMES, y
136
a partir de las 22hs (horario a partir del cual deja de trabajar esta unidad) no
tienen referencias claras sobre a quién deben de llamar si hay alguna emergencia
(a no ser el SAMUR, si es sanitaria), o si alguien plantea que desea que le lleven a
algún centro. De este modo, el desconocimiento y la desconexión entre ambos
recursos parece evidente, y debería ser resuelta cuanto antes.
Hay que señalar que el carácter voluntario del trabajo de Solidarios y Amauta
(únicos recursos nocturnos) no resta valor a la importante labor de mediación y
acompañamiento que realizan estas entidades. Muy al contrario, hoy por hoy se
trata de la única ayuda nocturna que existe para las PSH que duermen en la
calle, probablemente las que cuentan con un perfil y una situación más
cronificada y desprotegida. En palabras de las entidades voluntarias se trata de,
con la excusa de ofrecer un café o un bocadillo, tratar de “romper el aislamiento
que tienen estas personas sin hogar con la sociedad”, y en esa medida tratar de
ayudarles material, psíquica y afectivamente y servirles de puente con los recursos
sociales.
Tanto Solidarios como Amauta ofrecen conversación a las personas que pasan las
noches en la calle, tratan de establecer una relación de confianza con ellos, les
preguntan por su salud, les apoyan afectivamente y les animan a que acudan a los
distintos recursos socio-asistenciales, para lo cual les dan una guía de recursos.
Incluso si en alguna ocasión los usuarios les piden que les acompañen durante el
día a algún centro procuran hacerlo o bien ponerles en contacto con la UMES o
RAIS.
Las áreas que abarcan los voluntarios son, aproximadamente, las calles
principales de los distritos de Centro y Moncloa. Esto supone que en la actualidad
se están atendiendo algunas de las zonas que, probablemente, mayor número de
personas durmiendo en la calle concentran, pero quedan por cubrir otras que
también pueden tener un peso significativo (Salamanca, Arganzuela, Chamberí,
Latina, Tetuán, Chamartín, Retiro...)
137
En conclusión, en horario nocturno, sería necesario:
1. Potenciar con más medios y recursos el trabajo de las entidades
voluntarias;
2. Articular un servicio profesionalizado de mediación y ayuda. Creando
para ello algún equipo de trabajo de calle, al menos en las áreas de
mayor concentración de personas; pues no olvidemos que la gente que
duerme asiduamente en la calle (perfil 1) supone la parte más deteriorada y
desprotegida del colectivo de las PSH.
Asimismo en este equipo se podría centralizar la coordinación del trabajo
nocturno, y la conexión con los equipos de día.
3. Hacer efectivas las funciones del SITADE, dotando a este servicio, si así
se estima oportuno, de más unidades móviles y profesionales.
Por último, cabe mencionar una franja horaria que podríamos denominar clave que
queda sin cubrir por ningún recurso. En concreto nos referimos a las primeras
horas de la mañana (de 8hs a 10hs aproximadamente), cuando los que duermen
en la calle se despiertan y comienzan a circular por la ciudad. Sería conveniente
que en ese horario los equipos de calle pudieran trabajar con el fin de que
localizaran al máximo número de personas en la calle, antes de que muchas de
ellas se desperdiguen y pasen inadvertidas.
138
4. Plazas en alojamientos
Otro aspecto importante durante el horario nocturno, aunque también durante el
diurno, es el problema que las entidades voluntarias se encuentran ante la falta de
plazas en los distintos alojamientos.
Durante la noche, el SITADE suele informar a los voluntarios, si así lo reclaman,
acerca de si existe alguna plaza vacante en algún centro, pero por lo general éstas
suelen ser muy escasas. Por las noches lo más habitual es que si algún usuario
decide ir a dormir a un albergue apenas encuentre no sólo una cama, sino incluso
una silla en “Calor y Café” de Cáritas. De esta manera, buscar una plaza de
alojamiento durante la noche –aunque también durante el día-, resulta una labor
muy complicada. La falta de plazas en albergues es una constante en el
trabajo que se realiza con las PSH en la calle.
La escasez de plazas parece aliviarse algo cuando durante el invierno se abre el
albergue “Campaña contra el frío”, pero lo habitual es que a los pocos días llegue
un momento de saturación en el que este recurso tampoco es suficiente.
Entonces, se recurre a lo último, al Don de María. Recurso privado en el que se
hacinan las personas en unas condiciones que repetidamente, y desde diferentes
instancias, se califican como de infrahumanas.
Hasta hace muy poco ni el SITADE, ni, por supuesto, los recursos de proximidad,
contaban con plazas de emergencia reservadas en el CASI (alojamiento del
Ayuntamiento de Madrid). En los últimos meses al SITADE se le han asignado un
pequeño número de plazas las 24 horas del día, pero probablemente no son
suficientes para cubrir las necesidades existentes.
Por otro lado, llama la atención el “secretismo” con el que hasta ahora se trata el
tema de la asignación de plazas de emergencia en el CASI. Las organizaciones
que disponen de ellas (SITAE y SAMUR) apenas se deciden a decir cuántas son,
139
mientras que la UMES, RAIS y los voluntarios no
suficiente a este respecto. Esto evidencia la
cuentan con información
presión asistencial que en la
actualidad existe, al tiempo que revela cierta falta de transparencia y de
coordinación entre los distintos recursos.
En cuanto a las plazas de emergencia también hay planteada una cuestión que
tiene que ver con la filosofía de trabajo de los distintos recursos. Así por ejemplo
para los voluntarios si “una persona esa noche dice que quiere dormir bajo techo,
pues es un caso que ya de por sí debería ser de emergencia, sin mayor
agravante”. Por su parte el SITADE (entidad con plazas asignadas) considera
“que ha de ser una cosa muy, muy, muy, muy puntual y muy grave. Porque si no,
pues mira que quiere irse al albergue, pues que se espere o que hubiera ido al día
siguiente, la entrada es por… de… a partir de las cinco de la tarde, pues vaya
usted o al San Juan de Dios o vaya mañana a CEDIA que le adjudiquen un
albergue, o vaya a Calor y Café entiendes…, pero claro lo que no… esta gente es
muy lista y bueno, no es que sea lista, es que es lo único que tiene, entonces
pues… tampoco la vas a dejar que caiga en su juego.” (E. 6P)
Hay que tener en cuenta que el trabajo de sensibilización que durante meses,
incluso años, se puede hacer con una persona que duerme en la calle, y que, por
lo tanto, puede contar con unas condiciones físicas a veces muy deterioradas,
puede verse lastrado cuando ésta decide ir a un albergue y no queda más remedio
que decirle que esa noche, e incluso en noches venideras, no hay plaza. Por eso,
desde el trabajo de los recursos de proximidad las emergencias se consideran de
un modo muy diferente a cómo se hace desde un recurso puente (enlace con los
distintos
recursos)
como
el
SITADE.
Se
trata
de
un
criterio
profesional-humanitario frente a un criterio “administrativo”. Criterio este
último que desde luego parte de la escasez de plazas en los distintos recursos,
pero que es poco sensible con el tipo de trabajo que es necesario realizar con
estas personas para lograr que abandonen el círculo cerrado de la calle,
aceptando la mediación de ciertos recursos en su proceso de inserción.
140
En cualquier caso, todo parece indicar que los recursos de proximidad deberían
contar con una mayor capacidad de decisión a la hora de otorgar las plazas de
emergencia, e incluso debería valorarse la posibilidad de que a estos dispositivos
se les asignara alguna plaza de este tipo.
Esa cuestión de trabajar durante mucho tiempo con una persona y que cuando
decida ir a un albergue no sea posible, es un problema de primera magnitud no
sólo para los recursos de proximidad que trabajan por la noche sino para el resto.
Así, la UMES y RAIS señalan que lo habitual es que llamen a los albergues y que
les contesten que tienen que esperar durante varios días, llegándose incluso a
permanecer hasta más de un mes en lista de espera. En estas condiciones resulta
muy
complicado
trabajar,
pues
la
metodología
de
trabajo
basada
en
contacto-diagnóstico-enganche-derivación aparece frecuentemente frustrada ante
la realidad de que no hay plazas suficientes que canalicen, con la suficiente
inmediatez, las derivaciones que habitualmente se realizan. Ante esta falta de
fluidez en la asignación de plazas, muchas personas abandonan la idea de ir a
dormir a un albergue, con lo que de nuevo se ha de retomar la labor de
concienciación de las mismas. El siguiente relato describe lo que venimos
comentando: “Nos encontramos con muchísimas dificultades porque no hay
recursos…, bueno, hay muy pocos recursos. Nosotros no contamos con ningún
recurso propio, es decir, no hay ningún albergue en el que tengamos una cama
reservada. (…) Ha habido casos que la persona, después de haber estado
trabajando la motivación porque había estado hace muchísimo tiempo alojado y
bueno…, y hacer ver que estaba mucho mejor que cómo estaba ahora, que es un
pequeño paso para empezar a dar cambios, y bueno, estar dos meses llamando
todos los días y no haber plazas.” (E. 4P: 11, 13)
Por lo tanto, debería incrementarse el número de plazas, tanto comunes como
de emergencia, en los albergues. Aunque habría que crear diferentes tipos de
recursos en función de las necesidades de las PSH con las que se está
141
trabajando. En concreto, sería conveniente habilitar más plazas en centros de
baja exigencia de tamaño mediano-pequeño, al estilo de Puerta Abierta, pero
algo más reducidos –con capacidad para 20 o 30 personas-. Estos centros se
están mostrando como los que cuentan con más posibilidades de enganche entre
aquellas personas con largos procesos de exclusión social y de estancia en la
calle (Perfil 1).
Estos nuevos centros de baja exigencia permitirían, además, descongestionar los
albergues actuales de los usuarios más crónicos. Circunstancia que a su vez
debería dar la oportunidad de flexibilizar y readaptar las normas y condiciones de
estos albergues, con el fin de adaptarse a las necesidades de aquellas personas
con enganche, más o menos intermitente, en la red de recursos para PSH (Perfil
2).
Por otro lado, se deberían unificar criterios de trabajo y compartir filosofías
de intervención convergentes, que permitieran optimizar los esfuerzos que se
realizan desde todos los recursos. En concreto habría que avanzar en la
coordinación del trabajo de las entidades que trabajan durante la noche y el
SITADE como puente de enlace con los diferentes recursos.
5. La territorialización
La territorialización por equipos es un aspecto positivo a intensificar en la
metodología de trabajo de los distintos recursos de proximidad. Es decir, cada
equipo tiene asignados una serie de distritos (en el caso de la UMES) o de rutas
(en el de RAIS y los voluntarios), que no son intercambiables entre sí. Esta
asignación tiene como finalidad que los mismos profesionales hagan siempre las
mismas rutas de trabajo, y de esta manera se facilite el contacto y el enganche
con los usuarios.
142
La disminución de la presión asistencial (menos usuarios por equipo) que
proponíamos más arriba ayudaría a profundizar y hacer más extensivo ese trabajo
territorializado. Aunque también se deberían cuidar las condiciones del trabajo que
llevan a cabo profesionales y voluntarios. Así se ha de considerar que se trata de
una tarea difícil y en muchas ocasiones incómoda, y que, en consecuencia, debe
ser recompensada, de una u otra manera, en su justa medida. De lo contrario, la
rotación laboral puede ser muy alta, repercutiendo negativamente en la labor que
se lleva a cabo.
La territorialización del trabajo con PSH en la calle tiene otro aspecto
fundamental a atender. Se trata de desarrollar y reforzar el trabajo conjunto y
la coordinación entre los recursos de proximidad y los Servicios Sociales
generales de cada zona. En la actualidad esta vinculación aparece de forma muy
lasa. En muchas ocasiones, dadas las circunstancias de muchas PSH (no estar
domiciliados, vivir asiduamente en la calle, etc.), desde los Servicios Sociales
generales se ha delegado el trabajo continuado con estos usuarios, bien en
entidades creadas para atender específicamente a esta población (por ejemplo,
Realidades, RAIS, CEDIA), bien a los tradicionales albergues o comedores. El
resultado, es que poco a poco se ha producido cierta desvinculación entre los
profesionales de los Servicios Sociales de cada zona y las personas que viven en
la calle, sin que apenas se puedan encontrar, por ejemplo, en el discurso de estas
últimas referencias acerca de la ayuda o los recursos que se pueden encontrar en
estos centros.
Del mismo modo, los profesionales de los recursos específicos para PST no
parece que desarrollen un trabajo planificado y conjunto con sus colegas de los
Servicios Sociales. Y esto es aplicable tanto por lo que se refiere a la prevención
del sinhogarismo como a la intervención con este problema.
143
En consecuencia, los equipos de los recursos de proximidad deberían estar
estrechamente vinculados con los Servicios Sociales generales de cada zona, de
modo que conjuntamente tuvieran responsabilidad sobre su área territorial de
actuación y capacidad para establecer prioridades de acceso a los servicios tanto
de alojamiento, como de salud mental, toxicomanías, etc.
6. La cuestión de las enfermedades mentales
La cuestión de las enfermedades mentales aparece en la realidad de las PSH
que piden y/o duermen en la calle como un problema muy significativo. En
concreto, la cronicidad de muchos de estos enfermos, unido a la falta de
tratamientos específicos, dificulta el trabajo con estas personas. La mayoría de
ellas suelen rechazar la ayuda e incluso el contacto con los profesionales, y se
niegan en la mayor parte de las ocasiones a ser derivadas a algún centro, e
incluso a tramitar algún tipo de renta.
Son personas que necesitan asistencia sanitaria, general y especializada, y todo
tipo de asistencia social, pero justamente son quienes menos cuentan con ella.
Como indicábamos en páginas anteriores, el grupo SMES cifraba en alrededor de
100 casos, en el Municipio de Madrid, las personas con enfermedades mentales
severas en situación de calle, en un estado de desprotección muy severa. A esta
cifra se le podría sumar otras 125 enfermos mentales que de forma más o menos
intermitente duermen en albergues, pensiones…, con algún tipo de tratamiento,
también más o menos continuado, y, por lo tanto, en un estado de desprotección
menos agudo.
Ante esta situación los propios profesionales de los recursos de proximidad
(UMES, RAIS y voluntarios) reconocen que poco pueden hacer, más que
constatar el progresivo deterioro de estas personas. Así, como uno de los
144
responsables de las entidades entrevistadas ha expresado son los marginados de
los marginados: “Tenemos todos el derecho a la sanidad, precisamente, menos
ellos, o sea una persona que está completamente tirada en la calle como un perro
o vamos, bueno si fuese un perro la asociación de animales estaría volcada
completamente en ellos vamos, no permitirían desde luego que ni una noche
estuviese un perro en esa situación, pero ellos como son, como son… por eso,
precisamente por su enfermedad mental están completamente olvidados, son los
marginados de los marginados. Entonces esa persona no conoce los recursos
sociales porque no está en situación de conocer nada, no está en…,desconoce
completamente la realidad en la que está y no conoce su situación, no tiene desde
luego capacidad de darse cuenta de la situación, y desde luego tampoco de los
recursos que hay, porque además no hay ningún recurso, tampoco si fuese capaz
de darse cuenta de la realidad tampoco serviría de mucho porque no hay ningún
recurso destinado para ellos.” (E.7P: 14)
Hasta la fecha no existen equipos de calle especializados para trabajar con estas
personas, que ayuden a diagnosticar y a establecer algún tipo de relación con los
mismos. Los recursos de proximidad reconocen abiertamente no contar con
herramientas ni profesionales específicos para intervenir con un problema tan
difícil como las enfermedades mentales. Además, se insiste una y otra vez en que
la red de atención sanitaria no parece lo suficientemente adaptada para dar
respuesta a este problema. En concreto, los recursos de proximidad dicen
encontrarse con las siguientes dificultades:
-
En los equipos de trabajo de calle no se cuenta con psiquiatras que ayuden
a diagnosticar la situación y orientar la intervención.
-
Aunque la UMES y RAIS, a través del SAMUR psiquiátrico, tienen la
capacidad de tramitar ingresos involuntarios en aquellas situaciones más
extremas, lo cierto es que después de que se realizan todas las gestiones y
se conduce al paciente a algún hospital, tras unos cuantos días, como
mucho semanas, se devuelve a la persona a la calle, a la misma situación
145
en la que estaba, o a algún albergue, sin que existan recursos
especializados de medias o largas estancias para estos enfermos.
-
Los actuales albergues se consideran como centros muy inadaptados para
atender las necesidades específicas de estos enfermos.
-
En ocasiones, se critica algunas actuaciones del SAMUR a la hora de
valorar el estado de estos enfermos. Más específicamente estas críticas se
refieren a que, a veces, se ha solicitado su presencia para que valoren el
estado de alguna de estas personas, el SAMUR les ha aplicado test
rutinarios de orientación en el espacio y en el tiempo, concluyendo que
dicha persona no necesita de ningún ingreso de emergencia. Cuando
desde los recursos de proximidad se habían apreciado conductas y
situaciones de riesgo para el propio enfermo.
-
Por otro lado, las derivaciones que desde los recursos de proximidad o
desde los albergues se hacen a la red de salud mental (principalmente a los
Centros de Salud Mental) no suelen tener consecuencias muy alentadoras.
La presión asistencial tan alta que tienen estos centros de salud hace que
se vea una vez cada 20 o 30 días a cada paciente, lo que sin duda resulta
un tratamiento demasiado laxo para estos enfermos.
-
Los centros de día para los enfermos mentales no suelen ser dispositivos
en los que encajen estas personas sin hogar con largos periodos de
estancia en la calle, deterioro físico, etc.
Teniendo en cuenta la propuesta del Grupo SMES, la Comunidad de Madrid ha
valorado la posibilidad de crear próximamente un Equipo de intervención con
enfermos mentales sin hogar en situación de calle. Prácticamente, todos los
recursos específicos tienen conocimiento de esta posible innovación, y aunque se
la ha recibido positivamente, sin embargo se expresan algunas dudas acerca de la
eficacia del citado Equipo.
146
En concreto, se afirma que aunque es necesario la presencia de profesionales
especializados en la calle (psiquiatras y psicólogos), poco se podrá hacer si no
se crean recursos específicos, de día y de noche, con diferentes niveles de
exigencia en función de las características y las necesidades de los
pacientes. Derivar a estas personas a los Centros de Salud Mental y a los
albergues actuales puede suponer, en la práctica, seguir manteniendo una
situación similar a la actual. La inadaptación de estos recursos hará que las
personas vuelvan a reproducir su situación de calle.
Nos remitimos a la propuesta de SMES sobre los requisitos, objetivos y
funcionamiento que debería contar un Centro de atención permanente a enfermos
mentales sin hogar. Dispositivo que, obviamente, debería estar integrado con el
Equipo móvil de intervención en la calle.
Por otro lado, se insiste en que el Equipo móvil debe ser interdisciplinar y no sólo
médico, lo que supone contar con psicólogos, trabajadores sociales y educadores,
además que con enfermeros y psiquiatras. Sólo desde esta óptica multifactorial, y
por lo tanto, multi-respuesta, se puede avanzar en el tratamiento de estos
enfermos portadores de un malestar bio-psico-social.
A pesar de estas cuestiones, se reconoce que algo se podrá conseguir, en tanto
que se tendrá un mayor conocimiento y control sanitario de la citada población. Lo
cual puede permitir que estas personas vivan en unas condiciones de pobreza y
desprotección menos extremas. En este sentido, se considera que si el nuevo
Equipo móvil tiene competencias y capacidad para poder medicar in situ, y
administrar periódicamente la medicación, el estado de estos pacientes puede
mejorar considerablemente, pues se contribuirá a estabilizar su situación. De
modo contrario, si el Equipo sólo tiene atribuciones para diagnosticar y derivar a
los Centros de Salud Mental de referencia, lo más probable es que poco se pueda
avanzar, pues ni los enfermos mentales que viven en la calle suelen estar
147
dispuestos a ir a estos dispositivos, ni probablemente sean capaces de
autoadministrarse, al menos al principio, la medicación prescrita.
Otro aspecto sustancial en el buen funcionamiento de este nuevo Equipo ha de
ser la coordinación tanto con los recursos de proximidad, como con los recursos
generales para PSH y la red de atención sanitaria. De esta manera, se debería
articular algún protocolo de actuación que asignara funciones y canales de
comunicación entre las diferentes partes.
7. Los Centros de día
En el trabajo de proximidad que se lleva a cabo con las PSH que viven en la calle,
se considera que además de trabajar con estas personas en su medio, sería
necesario contar con centros de día para el colectivo de personas a las que nos
estamos refiriendo. En los mismos se trataría de afianzar el enganche con el
usuario y de ir dando pequeños pasos en la relación de ayuda. Pero, sobre todo,
los centros de día podrían ser un paso fundamental en el proceso de conexión con
los recursos generales para PSH.
Las personas que viven y duermen asiduamente en la calle están inmersos en una
dinámica que trata de evitar cualquier tipo de institucionalización, ya sea dormir en
un albergue, ir a un comedor, etc. Muchos de ellos han tenido algún tipo de
experiencia, generalmente, y en su opinión, negativa, en estos centros y suelen
rechazar por sistema las ofertas que desde los recursos de proximidad se les
hacen para que acudan a ellos. Así, por ejemplo, los profesionales de la UMES
afirman que se encuentran una y otra vez con la negativa de estas personas, sin
que puedan invitarles a que pasen algunas horas el día, cuando ellos quieran, en
un espacio transitorio en el que la exigencia sea baja, donde en contacto con
estos mismos profesionales puedan pasar el rato, charlar, comer, participar en
148
alguna actividad, avanzar en la gestión de algún trámite administrativo, participar
en alguna actividad o taller… Es decir, un lugar que por algún tiempo rompa el
círculo cerrado de la calle, y que al mismo tiempo no implique someterse a una
serie de reglas y normas estrictas propias de un albergue.
El único espacio, con el que cuentan los recursos de proximidad es “El Rincón del
Encuentro” de RAIS. Exceptuando este lugar, tan sólo cabe la derivación a CEDIA
o Realidades que organiza talleres y dinámicas grupales, o a San Martín de
Porres, especializado, por así decirlo, en la búsqueda de empleo y la participación
en talleres laborales y prelaborales.
Así, la UMES, entidad que mayor número de usuarios en la calle atiende, se
encuentra sin un espacio propio donde poder seguir trabajando el enganche
con los mismos, y que sirva como escalón de transición hacia recursos más
genéricos.
De esta manera, consideramos que en el trabajo de proximidad que se realiza con
las PSH en la calle se debería avanzar en el desarrollo de esta herramienta de
trabajo, creando para ello algún centro de día integral (recursos básicos, comida,
talleres, apoyo psico-social, lugar de encuentro, etc.) donde los profesionales
pudieran afianzar y profundizar su tarea, y donde a los usuarios se les ofreciera un
espacio nuevo que les librara de la continua permanencia en la calle.
En el diseño de estos centros se deberían habilitar espacios donde los usuarios
pudieran dejar sus pertenencias cuando acudan a ellos. Muchas personas afirman
no ir a ningún tipo de recurso porque, sencillamente, no tienen donde dejar sus
perros, carritos, etc.
Asimismo se deberían potenciar y crear más talleres laborales y prelaborales
donde se pudiera trabajar no sólo la formación específica en algunas ocupaciones,
sino las habilidades sociales y los hábitos cotidianos, muchas veces perdidos tras
149
largas estancias en la calle marcadas por el aislamiento social. Las pequeñas
contraprestaciones económicas por acudir a estos talleres pueden ser un
complemento a la RMI o las PNC que algunas de estas personas pueden cobrar,
incluso un incentivo o una alternativa a la mendicidad.
5.1. 2. El SITADE
El SITADE es un servicio de información telefónica que tiene como principal
misión servir de enlace entre las llamadas de los ciudadanos y los recursos para
PSH. Durante el día, y tras una valoración de las llamadas, deriva los casos a la
UMES, los cuales son atendidos con prioridad por los profesionales de esta
unidad. Cuando se valora que la emergencia es ante todo sanitaria se coordina
con el SAMUR. Estos son sus dos puntos principales de enlace.
Esta entidad también cumple un papel importante en relación a la mendicidad
ilegal, la que tiene como protagonista a menores o a adultos con menores. En
estos casos las denuncias de los ciudadanos son comunicadas tanto a la UMES
como a la Policía.
También el SITADE atiende las emergencias de inmigrantes en la calle y gestiona
las plazas del Centro de Acogida “Casa de Campo”.
Durante la noche se encarga de recibir llamadas, pero al no poder derivar los
casos a la UMES, toma nota de las mismas para derivárselos a la mañana
siguiente; presentándose a atender personalmente a aquellos casos que se
valoren como de verdadera emergencia.
Como ya se ha señalado durante la noche su unidad móvil parece estar
frecuentemente ocupada, con lo que las entidades que trabajan durante este turno
no parece que suelan beneficiarse de este servicio.
150
Por otro lado, el SITADE es un servicio que atiende las llamadas de los
ciudadanos, y en este sentido debería cumplir una función sensibilizadora e
informativa acerca de cómo entender y responder a los problemas de las
Personas sin Hogar en la calle.
Todo lo que acabamos de reflejar puede dar una idea de la sobresaturación de
demandas y expectativas que se ciernen sobre un servicio que, cubriendo una
labor extraordinariamente importante desde que se creó, en la actualidad, se
encuentra probablemente desbordado y falto de medios y competencias de todo
tipo para poder hacer frente a todo cuanto se le exige.
5.1.3. Puerta Abierta
Tras año y medio de funcionamiento, este centro de baja exigencia, creado para
acoger a personas que habitualmente viven en la calle o que tienen problemas de
adaptación a los albergues, parece gozar de buena aceptación tanto entre las
PSH entrevistadas como entre los profesionales. De hecho, según la Memoria de
2001, el 62% de los residentes “han establecido un “vínculo” con este centro,
acudiendo diariamente, introduciendo pequeñas modificaciones en sus hábitos,
costumbres (…), e incluso aceptando o solicitando la derivación a otros
dispositivos donde pudieran permanecer durante todo el día.” (p.:70).
Las PSH consideran como ventajas que les hace adherirse al centro el que no se
les imponga un horario rígido de entrada y se les guarde la cama si faltan algún
día. También se suele valorar como positivo el trato recibido por parte de los
profesionales del centro.
Así mismo son bien valoradas, tanto por parte de los profesionales de los recursos
específicos como de los generales, las reuniones de coordinación que Puerta
151
Abierta ha establecido desde su nacimiento. Se considera que han servido para
clarificar el servicio que este recurso presta, orientar las derivaciones y comentar
las estrategias de intervención de casos concretos, recaídas, seguimientos, etc.
Debido al funcionamiento del centro, a la saturación que en la actualidad presenta
y a su ya considerable lista de espera para ingresar, se suele coincidir que sería
necesario crear algún centro más de este tipo, eso sí con un número de plazas
más reducido. Se señala que entre 20 y 30 plazas sería el número de residentes
ideal para evitar los conflictos que conlleva la masificación, y poder llevar a cabo
un seguimiento individualizado de los casos. También se debería poner especial
cuidado en diseñar espacios en los que se pudieran depositar no sólo bolsas de
mano o maletas, sino carritos e incluso mascotas.
Un problema de especial interés que se plantea a los profesionales de Puerta
Abierta es la frecuente utilización de este centro para la ubicación de personas con
patologías asociadas que requieren un tratamiento especializado, principalmente
las enfermedades mentales y las toxicomanías. La peculiaridad y gravedad de
las mismas generan problemas en la convivencia del centro y precisan de una
atención personal y una preparación profesional con la que en la actualidad no se
cuenta.
En este sentido, los profesionales del centro, reclaman, en línea con lo ya
apuntado en epígrafes anteriores, que se cree algún dispositivo ad hoc que
responda específicamente a las necesidades de estos enfermos.
Entre las propuestas de mejora que desde Puerta Abierta se plantean caben
señalar, principalmente, dos:
-
Dotación de plantilla:
152
ƒ
Para rebajar la fuerte sobrecarga de trabajo que existe en la
actualidad, se plantea aumentar la plantilla en al menos un auxiliar
de servicios (a tiempo completo).
ƒ
Para pasar de una atención meramente asistencial a otra de carácter
más educativo, se debería: 1. incorporar a dos educadores
(Diplomados) 2. ampliar el horario del trabajador social de media
jornada a jornada completa.
-
Creación de un Centro de Día asociado:
ƒ
Para efectuar una atención integral, dotando a los usuarios de
habilidades sociales y recursos que les faciliten su incorporación a
una vida “normalizada”.
ƒ
Para no obligar a que las personas pasen el día en la calle
soportando las inclemencias del tiempo, la rutina desmoralizante de
no tener nada qué hacer, etc.
ƒ
Este centro de Día, además de recursos de tipo asistencial debería
de contar con talleres y actividades educativas y socializadoras.
5.1.4. Campaña del frío
Como se ha indicado, la campaña del frío engloba dos recursos: el albergue
“Campaña del frío” (abierto de Noviembre a Marzo) y la sala de la estación de
Atocha, a la que se accede en los días de temperaturas más bajas. Además, el
Ayuntamiento de Madrid coordina ocasionalmente a Protección Civil, la UMES, el
SITADE y el SAMUR para que en los días de temperaturas más bajas, realicen
desplazamientos de las PSH en la calle a los albergues o a la estación de Atocha.
Para la campaña 2002-2003 el Ayuntamiento también ha concertado 25 plazas en
pensiones, con un total de 2.000 estancias, para que acojan a algunas personas
en los días de más frío del invierno. Serán estancias breves, dos o tres días,
153
mediante las que se tratará de evitar graves riesgos de salud para los que no
tienen otro sitio donde dormir más que la calle.
En cuanto al albergue “Campaña del frío” tiene una capacidad de 75 plazas más
12 de emergencia. Se trata de un recurso de asistencia básica que hasta ahora
consiste en una cama, un bocadillo y caldo o café caliente a la entrada y salida
para cada persona, más los servicios de aseo personal.
Tiene un horario de 21hs a 9hs, que deben cumplir todos los usuarios si quieren
acceder a él. El que esté ubicado en la Casa de Campo supone a veces un
inconveniente para poderse desplazar, sobre todo para los que tienen unas
condiciones físicas más deterioradas. También el hecho de que se tenga que
acudir a una determinada hora, sin mayor margen para las entradas, es a veces
un factor disuasorio. Se calcula que para llegar a este centro se ha de salir con
alrededor de una hora de antelación, sobre las ocho de la tarde, y en ese horario
algunas personas aún andan “buscándose la vida”.
Aunque desde luego este albergue supone un gran desahogo para resguardar a
las personas que durante el invierno viven en la calle, sin embargo, la realidad es
que todos los años se suele saturar; y si en los primeros días los usuarios pueden
ir directamente sin necesitar la mediación de los profesionales de los distintos
recursos y esperar en una cola para entrar, poco después es frecuente que tengan
que aguardar en listas de espera a que les concedan una cama.
Por lo general, se suelen autorizar estancias de alrededor de tres días, a no ser
que los trabajadores sociales del albergue valoren que la persona se encuentra en
un proceso de inserción social positivo y alarguen ese periodo de tiempo. Estas
valoraciones suelen estar influidas por los informes que puedan recibir desde los
distintos recursos para PSH.
154
Este albergue, por tanto, cumple una función básicamente de refugio temporal y
asistencia básica para los meses con condiciones climatológicas más adversas. El
hecho de que se suelan conceder estancias tan breves impide cualquier intento de
iniciar un proceso de integración a corto o medio plazo. A lo que también
contribuye el hecho de que en él no haya un centro o unas salas donde las
personas puedan permanecer durante el día realizando algunas actividades más o
menos planificadas, y de esa manera no se vean obligados a tener que volver
necesariamente a la calle.
La sala de la estación de Atocha supone el dispositivo más rechazado y
criticado tanto por usuarios como por profesionales. Con una ocupación media de
60 personas por noche, en los días de más frío puede llegar a haber hasta más de
100 personas7, no se duda en calificarlo como de “auténtica ratonera” en la que
incluso puede correr peligro la vida de las personas en caso, por ejemplo, de que
se declare un incendio o algo similar.
Las condiciones en las que se hacinan los que allí acuden son calificadas como de
lamentables. Apenas algunos cartones y mantas, que cada uno aporta, sirven para
protegerse del suelo, el espacio entre unos y otros es mínimo, la condensación de
humo hace que el ambiente a veces sea irrespirable, los robos entre usuarios
parecen ser frecuentes, sólo hay un retrete…
A este escenario tan sólo descienden de modo continuado los voluntarios
(Solidarios y Amauta). Según ellos, hoy por hoy, este recurso no se corresponde
con una ciudad como Madrid: “Me parece una aberración… En una ciudad como
Madrid no se puede consentir que gente esté en este tipo de condiciones en la
época de invierno.” (E5P:4).
7
En algunos días de Febrero de 2003, en este rincón del suburbano se llegaron a concentrar casi
150 personas.
155
La sala de Atocha también está asistida por dos vigilantes jurados y un trabajador
social que realiza su labor de 22 a 1hs. La coordinación y conexión de este último
con los demás recursos par PST es muy débil.
En el perfil de los usuarios de la sala de la Estación de Atocha parece haber un
número significativo de toxicómanos y, en los últimos años, de inmigrantes. Este
dispositivo participa también del Programa Municipal de Prevención contra la
Tuberculosis en colaboración con el SITADE, el SAMUR y el Centro Municipal de
Salud de la calle Montesa.
5.1.5. La Coordinación de los recursos específicos para PST
Hasta el momento no se ha establecido ninguna vía formal de coordinación entre
los distintos recursos específicos para PST, salvo, obviamente, la coordinación
funcional que existe entre el SITADE y la UMES.
Esta falta de coordinación no implica, sin embargo, que las distintas entidades no
tengan voluntad de contacto y entendimiento. Muy al contrario, en todas ellas se
detecta una predisposición a colaborar entre sí y, en ocasiones, se comunican
telefónicamente para intercambiar información sobre algún caso o para acordar
alguna intervención puntual (como, por ejemplo, colaborar en algún informe para
hacer un ingreso psiquiátrico involuntario, etc.). Pero estos contactos ocasionales
responden más a una motivación voluntarista, que a las exigencias de un modelo
de trabajo sustentado en la coordinación entre las distintas entidades.
De esta manera, y con el fin de optimizar el trabajo que estos recursos llevan a
cabo, se echa en falta un trabajo de encuentro y coordinación continuado en
el que se exponga el trabajo que está realizando cada uno, la manera de llevarlo a
cabo, las posibles formas de colaboración y derivación, la intervención con casos
comunes, etc.
156
De hecho, los únicos encuentros en los que los distintos recursos específicos para
PST tienen la oportunidad de encontrarse e intercambiar información han sido los
organizados por el Ayuntamiento para cuestiones concretas. Este es el caso de
las reuniones que periódicamente ha establecido el albergue Puerta Abierta y las
que organiza el Ayuntamiento de Madrid con motivo de la “Campaña del frío”.
Esas reuniones, que en principio están ideadas para hablar y debatir sobre dos
temas concretos -las primeras para organizar la derivación a Puerta Abierta y las
segundas para preparar la campaña del frío durante los meses de invierno-, son
las únicas plataformas de encuentro más o menos continuado entre los distintos
recursos. Motivo por el cual, en ellas, los participantes de modo informal tratan a
veces de establecer pequeños contactos y acuerdos sobre temas y casos que
nada tienen que ver con el objeto de esas citas. Es decir, ante la falta de
coordinación específica entre los distintos recursos específicos, se aprovechan los
momentos en los que se coincide para intentar establecer pequeñas vías de
contacto y coordinación.
Evidentemente, esta circunstancia refleja que el conjunto de los recursos
específicos para PST es un área de trabajo aún poco desarrollada y ensamblada.
Y, en consecuencia, permanecen intactas y sin rentabilizar las sinergias que se
puedan derivar de un trabajo más planificado y coordinado.
En el día a día esta desconexión se traduce, por ejemplo, en que los recursos de
proximidad salen a la calle a trabajar sin tener en cuenta o, más exactamente,
desconociendo lo que en paralelo se puede estar haciendo. Más concretamente,
la UMES y RAIS pueden estar atendiendo a un mismo caso sin que tengan
conocimiento de ello, sin que se debata si es conveniente o no que a esa persona
la visiten las dos organizaciones, sin que se haya planificado una estrategia de
intervención común, etc. De hecho, estas dos entidades realizan algunas rutas
prácticamente iguales.
157
Las intervenciones que a dos bandas se pueden hacer sobre un mismo caso, al no
estar necesariamente consensuadas, pueden levantar cierto recelo entre los
profesionales, pudiéndose llegar a situaciones en las que no se sabe bien quién
lleva la iniciativa en determinada intervención, o en la que aparezcan desacuerdos
sobre las actuaciones llevadas a cabo por uno u otro equipo, etc. Sin embargo,
esto, hasta ahora, no ha impedido que, en algunas ocasiones, y siempre por una
iniciativa voluntarista, las dos entidades se hayan puesto de acuerdo sobre qué
áreas (salud, higiene, alojamiento, trámites administrativos…) van a trabajar con
una misma persona.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la situación actual está marcada por la
escasez de recursos de proximidad, y que en ese sentido habría que pensar hasta
qué punto es conveniente la duplicidad de las intervenciones, cuando todo parece
indicar que hay zonas en el Municipio de Madrid a medio cubrir, o en las que no se
llega a realizar una labor lo suficientemente intensa.
La coordinación con los voluntarios está marcada por los mismos signos de
espontaneidad e iniciativa individual. Solidarios y Amauta tratan de colaborar en lo
que pueden y de derivar a los usuarios a los recursos de día, pero esto se hace
sin que se hayan establecido vías expresas de trabajo conjunto y coordinado.
Además de esta falta de trabajo coordinado, las personas que intervienen con PST
se encuentran conque no cuentan con un sistema de información que almacene
datos sobre cada nuevo usuario de la red. Un sistema que les permitiera averiguar
en el momento en que entran en contacto con una nueva persona, cuál ha sido su
recorrido por la red de recursos, qué problemas de salud o de otro tipo tiene o ha
tenido en el pasado, etc. De esta manera, cada nuevo caso puede suponer todo
un esfuerzo de indagación para poner al día la historia del individuo. En otras
ocasiones el trabajo que esta labor exige es tan considerable, que se renuncia a
hacerlo. Un responsable del trabajo con PST en la calle describe la situación del
158
siguiente modo: “Como no hay ahora mismo un funcionamiento de red… sí que
puedo saber si ha estado o no en algún albergue porque sabes que CEDIA esta
información me la facilita, pero luego a raíz de ahí seria como toda una labor
detectivesca de contactar con ese centro, de ver qué proceso se ha iniciado,
porqué se truncó, porqué no sé qué… Quiero decir que son cosas que las haces a
lo mejor pues de una manera puntual pero que no hay ningún sistema que
favorezca que eso exista (…) Yo ahora mismo pues incluso con otros servicios
que puedan estar trabajando en la calle, pues si tenemos buena voluntad de
colaborar y nos encontramos en reunión y tal decimos ¿oye vosotros no
conoceréis a fulanito de tal que nos está preocupando mucho?, ¡ah sí, nosotros le
conocemos¡, ah pues mira nosotros estamos interviniendo de esta manera,
nosotros tal, pues vamos a coordinarnos, vamos a aunar esfuerzos y tal. Pero que
esto que a lo mejor se hace por casos puntuales no se hace absolutamente con
todos.” (E. 3P:23)
Otro aspecto a tener en cuenta es la débil coordinación entre el trabajo de calle y
los albergues. Por lo general, desde estos centros sólo excepcionalmente se
comunican los abandonos de las personas que desde los recursos de proximidad
les han sido derivados. Con lo que se interrumpe el proceso de seguimiento y se
permite que la calle refuerce, de nuevo, los hábitos menos integradores.
Algo similar ocurre con los Servicios Sociales generales, con los que se reconoce
que existe menos conexión de la deseada. El seguimiento de la Renta Mínima de
Inserción sirve para ejemplificar esta situación. En concreto, se plantea que
muchas veces los trabajadores sociales de estos Servicios tramitan a los usuarios
la prestación económica, sin apenas ponerse en contacto con los equipos de calle
que les visitan periódicamente y que les han ayudado a solicitarla.
159
5.2. Los recursos generales para PSHogar
5.2.1. Insuficiencias e inadaptación de la red
Una vez analizados los alcances y límites de los recursos específicos dirigidos a
las PSTecho, pasamos ahora a examinar la situación de los recursos generales
para PSHogar, centrándonos sobre todo en su adecuación a la realidad y las
necesidades de la gente de la calle.
Una primera valoración de los datos obtenidos en este estudio, recabados tanto
entre expertos y profesionales como PST, indica que la actual red de atención a
PSH adolece de falta de recursos humanos y materiales, así como de escasa
adaptación a los perfiles y problemas que se dan cita en estos momentos entre
las PST en Madrid. Rasgos, que por otro lado, ya han sido advertidos, en mayor o
menor medida, en relación a los recursos específicos centrados en atender a la
gente que vive y duerme en la calle.
Los resultados del cuestionario realizado a expertos dejan buena constancia de
estas insuficiencias. Las respuestas abiertas han sido analizadas y clasificadas, en
la medida de lo posible, por bloques temáticos. Cómo se verá son respuestas
múltiples, con lo que el número de ellas supera el total de cuestionarios pasados
(21). A la primera pregunta que formulábamos, ¿Qué objetivos debería marcarse
la Administración en relación al problema de las personas que viven/duermen en
la calle?, las respuestas más frecuentes (22,6%) (ver tabla sig.) aluden a la
necesidad de crear más recursos residenciales y de Día (incrementando el
número de plazas) y de naturaleza más variada (no sólo los albergues
tradicionales, sino centros de baja exigencia, centros de Día, miniresidencias,
pisos tutelados, recursos específicos para problemas asociados, alternativas
residenciales a precios asequibles, etc.). Así, por ejemplo, se dice: “Crear más
plazas de alojamiento para personas crónicas, donde
160
el objetivo sea
principalmente reducción de daños.” (C.5), “Generar recursos específicos.” (C.11),
“Crear los recursos necesarios en todo momento, no sólo en la Campaña contra el
frío.” (C.12), “La gente que está en la calle necesita un techo, en primer lugar.
Creo que la red de albergues es insuficiente.” (C.13), “Poner en marcha recursos
especializados en función de los diferentes perfiles que existen (salud mental,
drogadicción, alcoholismo, inmigración…) (C.14), “Más recursos” (C.17), “Crear
recursos sociales adecuados a las personas sin Hogar.” (C.19).
Como ya nos hemos referido en el epígrafe dedicado a los recursos de
proximidad, la insuficiencia de plazas en albergues es uno de los rasgos más
sobresalientes de la actual red de recursos par PSH. Prácticamente, todos los
recursos suelen tener lista de espera a lo largo de casi todo el año. Y la situación
se hace crítica en los meses de frío en los que no sólo se saturan todos los
dispositivos, sino que, incluso, en algunos centros y en los días más críticos se
colocan camas provisionales para intentar dejar en la calle al menor número
posible de personas. No obstante, algunos responsables de albergues afirman que
los centros suelen estar prácticamente llenos tanto en Enero como en el mes de
Agosto, cuando las condiciones climatológicas no obligan a refugiarse en ellos.
Profesionales y usuarios señalan la paradoja de que muchas personas sin hogar
no consiguen plaza en los albergues porque en los últimos años se han
abarrotado de población inmigrante. Tanto el refugio de inmigrantes que regenta
Cruz Roja en San Blas, como el de la Casa de Campo, también suelen estar
cubiertos a lo largo del año y funcionan con lista de espera. Uno de los expertos
consultados evaluaba la situación actual del siguiente modo: “Los centros de
acogida para inmigrantes que se han creado son simbólicos, por la amplitud de
áreas que abarca y los pocos recursos que proporcionan.” (C.12).
Por otro lado, la mayor parte de las plazas en albergues suelen estar destinadas
para acoger al perfil más clásico de la población transeúnte (hombres), siendo aún
161
pequeña la cantidad de camas para mujeres, y del todo insuficiente las reservadas
para mujeres con hijos, familias o parejas.
Ante esta situación, si se quiere que cada vez sean menos las personas que
duermen en la calle, deberían incrementarse el número de plazas tanto comunes
como de emergencia en los albergues. Agilizando la entrada de los que durmiendo
habitualmente al raso deciden acudir a un albergue. Y, por supuesto, deberían
habilitarse más espacios específicos para inmigrantes, pues hasta ahora la
mayoría presenta un perfil y unas necesidades (principalmente, trabajo y
legalización) diferentes a las de las PSH.
Tabla 10- Análisis de respuestas abiertas sobre Objetivos que debería marcarse la
Administración en relación a las PST
Nº de respuestas
%
Más recursos/ Mayor variedad/ Más plazas
19
22,6
Incrementar la coordinación
8
9,5
Garantizar las necesidades básicas
7
8,3
incrementar el trabajo de calle
6
7,1
Fomentar la atención individualizada
6
7,1
Adaptación de los recursos existentes (locales,
5
5,9
profesionales…)
Crear recursos orientados a la inserción social y laboral
5
5,9
Profundizar en el conocimiento de la situación actual
5
5,9
Prevención
3
3,5
Sensibilización del ámbito sanitario y de la población en
3
3,5
general
Garantizar económicamente la continuidad de las
1
1,1
entidades
Recursos en los distritos
1
1,1
Otras
15
17,8
Total
84
100
Por lo que se refiere a los centros de alojamiento para PSH, en su mayor parte
siguen siendo instituciones de tamaño mediano o grande (más de 50 personas),
aunque hay que señalar que en sólo tres de ellos se concentran el 47% de las
plazas. En concreto, nos referimos a los albergues San Isidro (269 plazas), San
Juan de Dios (230 plazas) y Santa María de la Paz (115 plazas), quienes siguen
162
representando, en cuanto a su tamaño, el modelo más clásico de las
macroinstituciones para PSH.
En el extremo opuesto, y de modo minoritario, podemos señalar las iniciativas de
algunas entidades como Realidades, las Hermanas de la Caridad, El Olivar,
Cáritas… en la gestión de pisos para PSH inmersas en procesos de inserción
social, o la miniresidencia de la Fundación San Martín de Porres con capacidad
para 12 personas. Justamente, en opinión de los expertos, son este tipo de
centros
y
otros
de
tamaño
pequeño
(para
vente
o
treinta
personas
aproximadamente) los que habría que desarrollar de ahora en adelante.
En concreto, y a nuestro modo de ver, la red de alojamientos para PSH debería
completarse con centros de tamaño pequeño-mediano, minialbergues (de entre 20
y 30 plazas), o mini residencias (de entre 10 y 15 plazas), que tuvieran diferentes
niveles de exigencia dependiendo del perfil de los usuarios. Precisamente, son los
centros de baja exigencia los que mayor adherencia suelen promover entre las
personas con largos procesos de exclusión social y estancia en la calle.
Algunos de estos centros para población que durante mucho tiempo ha dormido al
raso deberían estar ubicados en zonas céntricas de la ciudad, por ser éstas las
que mayor número de PST concentran. La ubicación de los centros en el
extrarradio no sería más que un elemento disuasorio para aquellos que han hecho
de una calle o una plaza determinada su entorno de referencia.
Del mismo modo, se debería avanzar hacia un modelo de estancias de media y
larga duración, donde las personas no se vieran obligadas a tener que abandonar
los albergues tras unos días, como mucho unos pocos meses, de alojamiento.
La masificación de muchos albergues, y la consecuente ordenación de espacios y
tiempos, es una de las características más criticadas tanto por la gente que vive
en la calle, como por los mismos profesionales. Habitaciones de 4 o más
163
personas, ordenadas generalmente en literas, grandes e impersonales espacios,
rigidez en las normas y en los horarios de entrada y salida, comidas, etc.
configuran el retrato básico de los albergues más clásicos de Madrid.
Un
trabajador de uno de estos centros los describía así: “(En los albergues) hay falta
de autonomía, es decir que tienes que vivir con un mogollón de gente, que hay
personas que no quieren, la convivencia es difícil, hay poca intimidad (…), No es
tan fácil convivir, estar en un albergue o centro de acogida (…), hay gente que no
quiere ir a los albergues por la situación a veces de conflicto que se plantea, de
falta de intimidad, etc., etc. (…) Yo creo que la estructura de los centros de
acogida, de los albergues, tendría que cambiar.” (E.5) Y en la misma línea, un
profesional de trabajo con PST en la calle afirmaba: “Las personas que viven
establemente en la calle no acceden de manera regular a los recursos de
alojamiento (…), y si acceden no los utilizan durante mucho tiempo. No acceden
porque son recursos muy rígidos, porque no puede beber, porque hay que estar a
las siete, porque no se pueden muchas cosas, porque están masificados y eso
genera conflictos entre las personas.” (E.8).
Algunas PST también suelen referir que no asisten a los albergues porque en los
mismos no hay habilitados espacios donde poder dejar bajo protección sus
carritos o mascotas.
Siguiendo con la tabla anterior, en segundo lugar aparece la necesidad de
establecer una coordinación más sólida y eficaz (con el 9,5% de las respuestas),
cuestión de la que nos ocupamos en detalle más adelante.
En tercer y cuarto lugar se apuntan dos cuestiones que se sitúan en la misma
línea de incrementar los recursos actuales. En concreto, en un 8,3% de las
respuestas se considera que aún está si cubrir el primer peldaño de la asistencia a
las personas de la calle, esto es, el de las necesidades básicas (alojamiento,
comida, ropa, sanidad). Por eso, se exige “Garantizar la cobertura de necesidades
básicas, que incluye el alojamiento.” (C.9), “Dar respuesta a la necesidades
164
básicas de las personas que están en la calle.” (C.11), “Responder de forma
inmediata a sus demandas, necesidades básicas.” (C.7). Por otro lado, se ha
expresado la necesidad de reforzar e incrementar el trabajo que realizan los
equipos de calle (7,1%), habida cuenta de que, muchas veces, sólo desde estos
dispositivos se puede llegar a conectar con personas con un elevado grado de
deterioro y de desenganche social.
La necesidad de adaptación de los servicios actuales aparece en los dos bloques
siguientes de respuestas. En concreto un 7,1 % de las mismas apunta a que
desde los distintos centros para PSH debería hacerse un esfuerzo por prestar una
atención más individualizada, en la que se estudiara cada caso concreto, se
tomaran medidas adaptadas a cada situación y se hiciera un seguimiento
personalizado de cada usuario: “Que efectivamente dé respuestas adaptadas a las
peculiaridades de cada caso.” (C.3), ”Hacer un seguimiento de casos serio y
empático.” (C.7), “Garantizar una atención personalizada e individualizada con
profesionales de referencia.” (C.9), “Cada persona tiene una situación para la que
hay que elaborar un menú, un traje a medida, y no adaptarse él a los recursos.”
(C.1), “Actuar de forma personalizada y flexible.” (C.20). Se constata así, como
entre los profesionales, el viejo modelo de intervención basado en la idea de
prestaciones básicas homogéneas para todos como eje vertebrador del trabajo
con PSH, va dando paso a otro que además pretende dar respuesta a las
necesidades de cada persona, ofreciendo para ello una atención y un trato más
individualizado que trascienda la mera supervivencia.
Otro tipo de propuestas vinculadas a la adaptación de la red actual de atención a
PSH es la que se refiere a la renovación y actualización de los recursos tanto
materiales como humanos. En este sentido, un 5,9% de las respuestas de los
expertos aluden a la necesidad de mejorar, incluso se dirá de “dignificar”, la
atención y los establecimientos en los que se presta la atención (“Que la atención
sea digna” (C.3), “Atender con buenas dosis de dignidad a los que se encuentran
en peor situación: locales dignos, profesionales suficientes, condiciones, aunque
165
sean las de emergencia, adecuadas.” (C.1), “Más recursos / servicios que
permitan cubrir, de forma digna, las necesidades básicas de las Personas sin
Hogar.” (C.4) ), de optimizar la formación de los profesionales y de contar, cada
vez, con equipos de trabajo más interdisciplinares: “Poner en marcha equipos
profesionales con formación y experiencia profesional para trabajar con PSH.”
(C.14), “Trabajar con esas personas con equipos multiprofesionales.” (C.2).
“Creación de dispositivos de alojamiento adaptado a las situaciones de estas
personas
(ej.
Pisos
tutelados,
mini-residencias)
en
los
que
equipos
multidisciplinares intervinieran.” (C.4).
En línea con ese nuevo modelo de intervención, que va cuajando entre los
profesionales, y que trasciende la lógica de la mera supervivencia, el crecimiento y
enriquecimiento de la red de atención a PSH también se plantea desde la óptica
de la creación de recursos que procuren una inserción social y laboral a medio y
largo alcance. Por eso, se sugiere que deberían desarrollarse iniciativas centradas
en la formación laboral, las prácticas remuneradas en talleres de inserción y el
asesoramiento y seguimiento psico-social a largo plazo (5,9%).
Naturalmente, todas estas nuevas vías de trabajo y los cambios en los perfiles del
colectivo de PSH precisan de información y estudios en profundidad que orienten
el trabajo de las personas que intervienen con ellos. Es por ello que 5,9% de las
respuestas se refieren a la necesidad de “Hacer un estudio serio de la gente que
está literalmente en la calle. Que de una vez por todas se detecte cual es la cifra
verdadera.” (C.18), “Conocimiento de la situación real y actual.” (C.15), “Realizar
estudio y trabajos de campo para observar las verdaderas realidades que existen
y cómo esas realidades van cambiando.” (C. 10).
Algunas respuestas se han centrado en la prevención (3,5%) y en la
sensibilización de la población en general (3,5%) y, de un modo más concreto, del
ámbito sanitario, tan estrechamente vinculado, a veces, a las necesidades de las
personas que viven en la calle. Otras respuestas minoritarias recuerdan la
responsabilidad de la Administración para garantizar la continuidad de los
166
servicios que se prestan desde las entidades sociales, o la conveniencia de que se
incrementen los recursos existentes de tal modo que en cada distrito se contara
con dispositivos suficientes.
Finalmente en el ítem “Otras” hemos agrupado toda una serie de respuestas
(17,8%) variadas que, por ejemplo, reivindican la acción social con PSH como
propia de las entidades sociales, advierten sobre la picaresca de algunas
personas de la calle, etc.
La percepción de una red insuficiente y poco adaptada a las necesidades de las
PST se ve ratificada cuando de un modo más concreto preguntábamos en el
cuestionario qué cosas serían necesarias, y aún no existen, para luchar contra la
situación que sufren las PST (ver tab. sig.). Así, en primer lugar se vuelve a
repetir que se debería contar con más medios humanos y materiales (17%),
haciéndose a veces referencia explícita al trabajo de calle: “Más medios y
lugares.” (C.13), “Más recursos humanos (profesionales, sobre todo) en el trabajo
de calle.” (C.14).
Tabla 11- Análisis de respuestas abiertas sobre Recursos que se necesitarían y
actualmente no existen
Nº de respuestas
Más medios materiales y humanos
7
Centros específicos para distintos problemas (Salud
7
Mental, toxicomanías, alcoholismo…)
Más centros de Día
5
Mejorar la atención actual
4
Coordinación
4
Medidas sociolaborales y de inserción
3
Prevención
2
Más Unidades Móviles
2
Mejor acceso a la atención sanitaria
1
Concienciación voluntarios
1
Recursos para familias
1
Mejorar y ampliar los centros para inmigrantes
1
Otras
3
Total
41
167
%
17,0
17,0
12,1
9,7
9,7
7,3
4,8
4,8
2,4
2,4
2,4
2,4
7,3
100
Con el mismo número de respuestas (17%) aparece una demanda muy presente
entre las personas que trabajan con gente de la calle y entre éstos últimos. Esa
demanda alude a la variedad de problemas añadidos que presentan algunas
PST (Enfermedad mental, drogadicción, alcoholismo…), y que en su opinión
deberían ser atendidos de un modo diferencial en recursos especialmente
pensados y preparados para acoger a estos enfermos. “Recursos de alojamiento
específicos para ciertos subcolectivos.” (C.3), “Centros que traten con exclusividad
a enfermos mentales.” (C.19), “Dispositivos de alojamiento de nula exigencia y
especializados en problemáticas.” (C.14).
La inadaptación de los actuales albergues para atender algunos problemas muy
concretos como, por ejemplo, las toxicomanías y las enfermedades mentales,
es uno de los elementos centrales a la hora de explicar por qué muchas personas
enfermas siguen viviendo en la calle, al no encontrar en estos centros un trato y
una atención adecuados, y por qué otras, no afectadas por esos problemas,
muestran un gran rechazo institucional. En este último sentido, la amalgama de
perfiles y patologías que se dan cita actualmente en los albergues, suele ser
esgrimido como un factor que disuade de acudir a ellos.
Por otro lado, la saturación de muchos centros de la red para PSH debido a la
gran afluencia de usuarios para los que, en principio, no están ideados (por
ejemplo, toxicómanos) ha abierto la polémica entre los profesionales sobre la
conveniencia de crear recursos específicos para estas personas, o por el contrario
adaptar los centros a estas nuevas necesidades sociales. Desde luego, la
segunda vía implicaría dotar a los albergues actuales con nuevos y
especializados recursos materiales y personales.
Por lo que se refiere a Salud Mental, y más allá de los albergues para PSH, las
plazas del Programa de Atención a Personas con Enfermedades Mentales
Crónicas (Consejería de Servicios Sociales) son muy pocas para el conjunto de la
168
población madrileña, y además las personas con varios años de calle son
portadoras de unos hábitos y costumbres difícilmente compatibles con las pautas y
normas de convivencia a los que se amoldan los demás enfermos. En este
sentido, parece urgente habilitar recursos residenciales diferenciados para
enfermos mentales sin hogar, con diferentes niveles de exigencia y autonomía, y
según el grado de severidad de la enfermedad y de deterioro de las personas.
Algo similar ocurre con los Centros de Atención Integral a Drogodependientes, en
los que la lógica de la atención a la adicción no suele estar adaptada al del
problema del sinhogarismo, el cual entraña toda una serie de factores y de
respuestas que van más allá de los servicios que prestan estos centros.
Desde el problema de las toxicomanías también es importante destacar que
algunos centros de atención sociosanitaria, especialmente el de la zona Centro de
Madrid, se encuentran desbordados. Habiéndose restringido la estancia en ellos
por las noches a un número limitado de horas. Con la consiguiente desprotección
de estas personas, que terminan recalando en la calle, y el aumento del número
de los que pasan sus noches a la intemperie.
En cuanto a las personas con problemas de adicción al alcohol sólo existe en
Madrid una Unidad de desintoxicación Alcohólica (UDA), con lo que la lista de
espera de este dispositivo suele ser bastante considerable. Por otro lado, esta
unidad tan sólo ofrece quince días de alojamiento para desintoxicación, y un mes
más, según valoración de los profesionales del centro, para la deshabituación.
Periodo tras el cual las personas que no tienen hogar ni familia vuelven a la calle o
a algún albergue, sin que exista la posibilidad de pasar un periodo de
deshabituación algo más prolongado en algún centro especializado.
Por su parte, el Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo (CPA y T),
entidad dependiente del Ayuntamiento de Madrid, proporciona tratamiento
antialcohólico de modo ambulatorio y está dirigido específicamente a la población
169
sin hogar. Este centro suele trabajar con personas que cuentan con plaza en algún
albergue, condición necesaria, según sus profesionales, para iniciar un tratamiento
de deshabituación al alcohol. De esta manera, si cuando un usuario demanda un
tratamiento se encuentra durmiendo en la calle, se intenta procurarle previamente
una cama en alguno de los albergues. La falta de plazas en los mismos supone
aguardar en una lista de espera, lo que en ocasiones desanima o entorpece los
primeros intentos de desintoxicación y/o deshabituación de los pacientes.
Por otro lado, el CPA y T no realiza trabajo de calle para intentar contactar y
enganchar a las personas con este problema. Quizás el trabajo directo -en la callecon estos potenciales usuarios contribuiría a motivarles para que se planteen dejar
de beber o iniciar un tratamiento.
Algo similar ocurre con el Centro de Atención a Drogodependientes 1 (CAD 1),
especializado en tratar las adicciones de las PSH. La única posibilidad de que los
potenciales usuarios conozcan a los profesionales de este centro es que se
desplacen a él y asistan a las reuniones que se realizan con afectados. Cabe
plantearse si no sería conveniente que desde este recurso se hiciera un trabajo de
calle, en coordinación con los recursos de proximidad, con el fin de acercar al
máximo la oferta de una desintoxicación o de un programa de reducción de daños.
En consecuencia, y al igual que ocurre con el problema de la Salud Mental, sería
necesario crear centros residenciales para desintoxicación y deshabituación
alcohólica y otras adicciones, que estuvieran especialmente adaptados para alojar
a PSH y que trabajaran en estrecha coordinación con los servicios de atención
ambulatoria actuales -Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo y
Centro de Atención a Drogodependientes (CAD 1) del Ayuntamiento de Madrid-.
Otro de los recursos de la red de atención para PSH son los centros de talleres y
otros servicios básicos (lavandería, enfermería, duchas, etc.). Generalmente se les
denomina Centros de día, sin embargo, la fragmentación de los recursos que
170
estos establecimientos suelen ofrecer hoy por hoy apenas permite denominarles
como tales, o al menos no se les puede reconocer como centros de Día
integrales en los que se ofrezca, de modo conjunto servicios básicos, servicio de
orientación personal, actividades y talleres grupales psico-sociales de carácter
terapéutico y rehabilitador, ofertas de ocio, comida, etc. De esta manera, lo más
que se puede encontrar son centros como Realidades, CEDIA o los talleres de
San Martín de Porres en los que se puede participar en talleres laborales o de
habilidades sociales, o el Rincón del Encuentro de RAIS, espacio de baja
exigencia en el que las personas pueden pasar su tiempo leyendo, charlando,
consultando las ofertas de empleo de los periódicos,… o integrándose en talleres
u otras actividades. Por otro lado, hay establecimientos que ofrecen sólo servicios
básicos durante el día como lavandería, ropero, ducha, orientación jurídica, etc.
(como algunos comedores como Santiago Masarnau, Ave
María, María
Inmaculada…), sin que cuenten con otro tipo de actividades de tipo psico-social,
que inviten a sustituir el vacío, ese pasar el día sin hacer nada, de la calle por
unos hábitos más constructivos y rehabilitadores.
Siguiendo la tabla anterior, los expertos en el trabajo con PSH (12,1%) insisten en
la necesidad de crear más centros de Día Integrales, con distintos niveles de
exigencia, estrechamente conectados con los albergues y demás centros de
acogida: “Hay una necesidad de centros de baja exigencia que a la vez incorporen
centros de día.” (C.18), “Centro de día en dispositivo de baja exigencia, pero con
buenas condiciones de espacio, personal, materiales, etc.” (C. 1), “Centros de día
accesibles realmente para las personas más cronificadas.” (C.3). En concreto, en
bastante ocasiones se insiste en que sería conveniente que los albergues de baja
exigencia estén dotados de este tipo de recurso. Uno de los profesionales
entrevistados lo explicaba así: “Un centro de día se echa mucho de menos, ellos lo
echan mucho de menos, muchos dicen “dónde paso el día o podré pasar el día”.
Pero, también desde la baja exigencia (…) donde vayamos haciendo cositas,
como aquí.” (E.9P:32). Hay que tener en cuenta que cuando se trabaja con PST
una de las principales estrategias consiste en romper el círculo muchas veces
171
cerrado de la calle, y esto no se consigue sí sólo se les saca de ella para dormir,
expulsándoles cada mañana de nuevo para que pasen desocupados las
interminables horas del día.
Según los propios profesionales, a la alta concentración y variedad de usuarios en
los albergues no se responde con suficientes recursos personales. Sobre todo, si
además de prestar una atención asistencial, se pretende trabajar con estrategias
socializadoras y con objetivos de inserción social. Del mismo modo, no suele
haber en los centros profesionales especializados en psiquiatría, psicología o
toxicomanías, tratándose a todos de una manera más o menos homogénea ante
la falta de criterios y herramientas de intervención. Es en este sentido en el que
también se dirá que se debe mejorar la atención actual (9,7%), diseñando
mejores programas de acogida e itinerarios de inserción individualizados y
promoviendo actuaciones de carácter más integral: “Mejores programas de
acogida,” (C.10), “Recursos humanos para seguimiento y tratar de reinsertar a
quien sea recuperable.” (C.13), “Albergues con mayor capacidad y actuaciones
más integrales.” (C.10), “Centros de acogida… tanto de baja, media o alta
exigencia con un nivel medio de plazas (30 aprox.), donde se pueda trabajar
integralmente con la persona.” (C.6).
Por otra parte, también en esta ocasión, al preguntar sobre lo que sería necesario
crear para atender a las PST, se ha vuelto a insistir en la coordinación entre los
distintos recursos (9,7%), así como en desarrollar medidas que promuevan una
inserción social a largo plazo, principalmente, a través de la formación laboral y
del empleo (7,3%): “Proyectos de verdaderas empresas de inserción o empleo
protegido.” (C.9), “Que existieran medidas laborales que permitieran la integración
socio-laboral de estas personas (empresas de inserción-regulación, etc.).” (C.4),
“Empresas de inserción adaptadas a este colectivo.” (C.11).
Por último, y en la línea de aumentar y adaptar los recursos actuales, algunas
respuestas se han referido a la necesidad de reforzar la prevención (4,8%),
172
aumentar el número de unidades móviles (4,8%), mejorar el acceso de las PSH a
la atención sanitaria (2,4%), mayor concienciación de los voluntarios (2,4%), más
recursos para familias (2,4%) y mejorar y ampliar los centros para inmigrantes
(2,4%).
Otra pieza importante de la red de atención a PSH son los comedores, y su
panorama no parece haber avanzado mucho más que el de los albergues. En la
actualidad nos encontramos con centros que principalmente ofrecen la comida del
mediodía o bocadillos. Para obtenerla, en muchos casos, se precisa pasar
previamente por una serie de trámites (concertar cita con el trabajador social,
recibir una tarjeta, etc.), que no garantizan la alimentación más que por un periodo
determinado de tiempo.
Además, en la mayoría de las ocasiones las PSH han de aguardar turno a las
puertas de los comedores, lo que suele provocar roces y conflictos entre usuarios.
En algunos centros se dejan unas cuantas plazas diarias para personas que no
tienen tarjeta, lo que provoca largas esperas desde primeras horas de la mañana y
continuos altercados entre los aspirantes. En otros comedores se reparte un
número a diario para conseguir un almuerzo. Según los responsables de estos
centros, para conseguirlo muchos usuarios acuden a la entrada o a los
alrededores de los comedores al amanecer.
En todo caso, desde los comedores consultados se insiste que aún son muchas
las personas que a diario se quedan sin poder comer caliente al menos una vez al
día. Sólo hay que pensar que el número de servicios de comida caliente a
mediodía es de 1145 aproximadamente, mientras que según nuestra estimación
las PSH, en un día cualquiera en Madrid, son unas 1600. Este déficit se
incrementa si se tiene en cuenta el gran contingente de inmigrantes sin recursos
económicos que ha llegado a nuestra ciudad en los últimos años, para los cuales
apenas existen comedores.
173
Otro inconveniente de algunos comedores son los horarios. En ocasiones se
ajustan poco a los usos cotidianos de nuestra cultura, o a los hábitos y formas de
ganarse la vida de las personas que viven en la calle. Por ejemplo, el turno de
comida de 12 a 13hs, frecuente en muchos comedores, entorpece el ritmo de
aquellos que obtienen algunas monedas de la venta de la prensa social, u otros
artículos, o de los que piden a la puerta de supermercados en las horas de más
afluencia de público.
Por último, aún son pocos los comedores que ofrecen algún servicio más que la
manutención, por ejemplo salas para ver la televisión, charlar o leer el periódico
después de comer. Estos servicios contribuyen a “normalizar” la vida de las
personas que de otro modo no cuentan con más alternativa que la rutina vacía y
sin sentido de la calle.
En consecuencia, si se quiere que cada vez sean menos personas las que pidan
para comer, integrándose para ello en la red de comedores, habría que: 1. crear
más servicios de comidas; 2. avanzar hacia un modelo menos rígido en
cuanto a horarios y normativas, en el que se crearan establecimientos en régimen
de autoservicio, con horarios flexibles, en los que no se precise tarjeta para entrar,
ni hubiera un límite de asistencias por persona a lo largo del año. Asimismo se
debería intentar hacer más grata la estancia en estos establecimientos con el
objetivo de que la adherencia a los recursos vaya ganando terreno a la de la calle.
Del mismo modo que ocurre con los albergues, se deberían habilitar espacios para
que las personas dejen sus pertenencias o mascotas mientras comen o cenan, y
esto no sea una excusa para no abandonar la calle aunque sea por periodos
pequeños de tiempo.
174
La mendicidad
Otro aspecto importante a la hora de valorar los recursos para PSH existentes en
la actualidad es la política de rentas mínimas. En opinión de los expertos que
trabajan con este colectivo, éste es un elemento principal a revisar si es que se
quiere acabar con la mendicidad. En efecto, en el cuestionario incluíamos una
pregunta que les interpelaba acerca de qué objetivos debería marcarse la
Administración en la intervención social contra la mendicidad. Pues bien, el mayor
número de respuestas (10,7%) considera que la cuantía de las rentas mínimas
debería ser incrementada o, al menos, se deberían fomentar otro tipo de recursos
económicos complementarios. Al mismo tiempo, habría que hacer un esfuerzo
mayor para acercar estos recursos a la gente de la calle más aislada y
desconectada de la red, procurando que ese dinero les vaya alejando tanto de la
dependencia institucional como de la de la caridad o la voluntad de los viandantes:
“Que accedan a rentas mínimas (…) Facilitar el acceso a ingresos mínimos y que
éstos permitan verdaderamente una mayor autonomía personal y poder romper
con la dependencia institucional.” (C.4), “Evitar la (la mendicidad) en lo posible,
extendiendo las medidas de ingresos mínimos a toda la población sin recursos y
sin trabajo.” (C. 15), “Ampliar la cobertura de las necesidades básicas con rentas
mínimas de inserción más amplias.” (C.12), “Tramitación de ayudas económicas
de apoyo.” (C.20), “Garantizar que todo el que esté en situación de marginación
extrema tendrá recursos para vivir sin mendigar.” (C.21), “Garantizar una renta
social básica mayor a la actual.” (C.9).
Tabla 128.- Análisis de respuestas abiertas sobre objetivos que debería marcarse la
Administración para evitar la mendicidad
Nº de
%
respuestas
Acceso e incremento de rentas mínimas
7
10,7
Erradicar la mendicidad infantil
6
9,2
Más recursos en general (económicos, albergues, personal)
5
7,6
Más recursos específicos para PST (trabajo de calle, centros de
5
7,6
baja exigencia, unidades móviles)
Sensibilizar a la población
5
7,6
Políticas de empleo y proyectos de inserción laboral
4
6,5
175
Ofrecer alternativas
Escucha de demandas, cubrir necesidades básicas
Acompañamiento social y trabajo individual
Coordinación
Actuaciones específicas para determinados problemas (salud
mental, inmigración…)
Aplicar la legislación
Solucionar el problema del sinhogarismo
Prevención
Investigar, conocer el problema
Control del uso adecuado de los donativos que reciben las
entidades
Cerrar las fronteras
No hacer nada si no existe abuso. La mendicidad es coherente
con la religiosidad
Otras
Total
3
3
3
3
2
4,9
4,9
4,9
4,9
3,2
2
2
1
1
1
3,2
3,2
1,6
1,6
1,6
1
1
1,6
1,6
6
61
9,8
100
Hay que tener en cuenta que como comentábamos en otro sitio, una de las
principales razones para mendigar es la falta o insuficiencia de recursos
económicos para vivir.
Las PST que no reciben prestaciones económicas
sociales, no tienen más remedio que mendigar o vender clandestinamente lo que
recaban, lo que en el argot de los sin techo se denomina
“trapicheo”.
“la busca” o el
Aunque también puede haber otras formas de procurarse algún
dinero ayudando en kioscos, recogiendo cartones de los supermercados,
colaborando con los dueños de algunos puestos callejeros, recabando chatarra,
etc.
El hincapié que los expertos hacen sobre la necesidad de extender la garantía de
las rentas mínimas a la gente de la calle se entiende mejor si tenemos en cuenta
que probablemente aún son bastantes las PST que no cuentan con ningún tipo de
ingreso. De hecho, de las 20 personas entrevistadas para este estudio, más de la
mitad ( el 65%) no contaba con ningún tipo de prestación económica social en el
momento en el que se realizaron las entrevistas. Si contrastamos estos datos con
los que se recogen en la Memoria del año 2001 de Puerta Abierta (centro de baja
exigencia dirigido a PST con largos procesos de calle y con dificultades de
adaptación a los albergues convencionales), el porcentaje de personas sin
176
prestación económica es también considerable, aunque algo inferior al de nuestra
muestra. En concreto, un 41,6% de los usuarios de este albergue no contaba con
prestaciones económicas. Probablemente, la decisión de optar por la vía de la
“institucionalización”, aunque sea en un centro de baja exigencia, aumenta las
posibilidades de tener algún tipo de cobertura económica pues, por un lado,
algunas PST comienzan a conocer y aceptar que también por vía institucional
pueden asegurarse algunos beneficios; y, por otro lado, una vez ubicados en
estos centros, los profesionales pueden hacer una labor más directa y continua de
información y sensibilización sobre los usuarios. En cualquier caso, todo parece
indicar que hoy en día aún existe un volumen considerable de personas viviendo
en la calle sin protección económica social, y esto, indudablemente, incrementa la
necesidad y la conducta de pedir, las cuales pueden terminar por convertirse en
hábito.
Ahora bien, pasar a tener un ingreso fijo, por mínimo que sea, retira a muchas
personas de la mendicidad, pero no la elimina del todo. Una de las razones
principales estriba en que la cuantía de esos ingresos no suele ser suficiente para
sobrevivir. Unas veces el dinero se destina casi íntegramente a alquilar una
habitación en alguna pensión barata y, entonces, no queda más remedio que
procurarse algunos ingresos extras (ver Rubio, 2002)8. Otras veces se sigue
durmiendo en la calle o se asiste a un centro de baja exigencia, empleándose el
dinero de las prestaciones en comida, bebida o algo de ropa, evitando así asistir a
los comedores y los roperos públicos. En esos casos se pide para obtener algún
dinero más, pues como ellos mismos dicen “vivir en la calle es caro”. En este
sentido es en el que las personas que trabajan con PSH afirman que la cuantía
actual de las rentas mínimas es insuficiente si es que de verdad se quiere sacar a
la gente de la calle. Rentas que además deberían complementarse con otra serie
de coberturas básicas como la vivienda: “Facilitar el acceso a recursos
complementarios que la eviten: viviendas, etc.” (C.9).
8
El precio medio de las pensiones más económicas del centro de Madrid era en 2002 de 282, 4
Euros al mes (47.000 ptas).
177
La erradicación de los brotes de mendicidad infantil que han surgido en los
últimos años aparece como la segunda medida a tomar por la Administración, a
juicio de las personas que trabajan con la gente sin hogar, quienes se han
expresado como sigue: “Erradicar la mendicidad infantil de forma urgente.” (C.5),
“Erradicar la mendicidad infantil aplicando la legislación que ya existe.” (C.1),
“Erradicar la mendicidad infantil.” (C.3), “En cuanto a la mendicidad de menores o
el uso de menores para la mendicidad, aplicar medidas legales oportunas.” (C. 6).
Sin duda en esta práctica no sólo se ve un claro abuso sobre los menores, sino el
caldo de cultivo de futuras conductas mendicantes. Y aunque ya hemos indicado
que se trata de una práctica minoritaria (alrededor de un 5% de los adultos que
mendigan lo hacen con niños), sin embargo, genera una elevada alarma social.
Conscientes de que este tipo de mendicidad hoy en día sólo la ejercen algunas
personas extranjeras, se propone el control de la misma intensificando y
ampliando el trabajo que se realiza desde los campamentos: “Evitar cualquier tipo
de mendicidad infantil, también para extranjeros, solucionando su situación en los
campamentos, con escolarización obligatoria y reeducando a los padres (escuela
de padres).” (C. 19)
La insuficiencia de recursos para atender el problema del sinhogarismo a la que
nos venimos refiriendo hasta ahora, se actualiza de nuevo cuando se aborda el
tema de la mendicidad. Por eso, un 5% de las respuestas se refieren a la
necesidad de contar con más medios materiales (recursos económicos, centros de
acogida, etc.) y humanos (más profesionales), a las que habría que sumar otro 5%
que específicamente señalan que se deberían aumentar los recursos específicos
(trabajo de calle, unidades móviles, centros de baja exigencia) para la gente que
vive y duerme literalmente sin techo.
Hacer más fuerte a la red de recursos también supone realizar un trabajo más
sólido de acompañamiento social y trabajo individualizado (4,9%), contar con
efectivos suficientes para acercarse más a la gente de la calle e intentar cubrir sus
178
necesidades básicas (4,9%), atender específicamente a problemas graves
asociados a veces a la mendicidad y la falta de un hogar –como las toxicomanías
y la salud mental- (3,2%) y enriquecerla con nuevas alternativas (4,9%) y
proyectos de inserción sociolaboral (6,5%) que hagan preferible la dinámica de la
inserción a la dinámica segregadora a la que conduce la conducta de pedir.
En este mismo sentido de reforzar los recursos para PSH, abundan aquellas
respuestas que consideran que la mendicidad se resolverá cuando se acabe con
ese otro problema más genérico del sinhogarismo (3,2%).
En un puesto destacado, con 7,6% de las respuestas, los que han respondido al
cuestionario han situado la necesidad de sensibilizar a la opinión pública para que
se conciencie del efecto perjudicial que a la larga conlleva el hábito de dar a los
que piden: “Informar de que puede ser contraproducente para los que mendigan.”
(C.21), “Prevenirla organizando campañas de sensibilización a la población en
general para que no la apoye.” (C.15)
También algunos expertos han querido resaltar las sospechas, que desde hace
tiempo existen entre las personas que trabajan con gente de la calle, acerca de
algunas iniciativas que se presentan bajo la apariencia de alternativas a la
mendicidad, o sobre posibles grupos organizados. Y plantean la necesidad de que
la ley tome cuanto antes cartas en el asunto: “Efectuar control sobre “farolas y
similares.” (C.3), “Definir y distinguir la mendicidad como problema social de la
mendicidad como mafia organizada, aplicando la legislación vigente a estos
últimos.” (C.1).
Por último, además de referencias a la necesidad de apoyar la investigación y el
conocimiento de la mendicidad y de tratar de realizar actividades preventivas,
aparecen algunas propuestas que a pesar de su carácter minoritario conviene
resaltar pues representan la posición más obsoleta de la atención al problema del
sinhogarismo y la mendicidad. Las mismas tratan de erradicar el problema a base
179
de negarlo o por el contrario de legitimarlo como una cuestión moral. Así, en el
primer caso, y ante, por ejemplo, los inmigrantes sin recursos económicos y sin
hogar se propondrá la medida de “Controlar las fronteras.” (C.11), mientras que en
el segundo caso se justificará la mendicidad y la caridad alegando que “Si no hay
coacción o abuso (la mendicidad) es una forma tan legal como otra cualquiera de
ganarse la vida. Además está ligada a la formación religiosa (alguien tiene que ser
el destinatario del ejercicio de la caridad).” (C.8)
5.2.2. Los problemas de coordinación y conexión externa
Además de las características señaladas, hay que apuntar que la actual red de
atención a PSH posee una baja articulación interna, así como un aislamiento
y desconexión respecto de otros sistemas de protección social.
En cuanto a la coordinación en el seno de la propia red, ya hemos visto como las
personas que trabajan con PSH, la consideraban insuficiente. Así, en todas las
preguntas del cuestionario a las que hasta ahora nos hemos referido, la mayor
coordinación es una necesidad que aparece una y otra vez con un número
significativo de respuestas.
Además de contar con esta información, en el cuestionario incluíamos una
pregunta que de modo directo trataba de averiguar de qué manera se podría
mejorar la coordinación de la red, con la intención no sólo de que se hicieran
propuestas, sino que de las mismas se pudieran extraer algunas orientaciones
acerca de aquello que funciona a medias o directamente no existe.
Pues bien, la falta de comunicación y conexión entre los profesionales y las
entidades es el primer rasgo (25,8%) sobre el que se asienta la débil articulación
interna de la red (ver tab. sig.). Las propias personas que trabajan en la misma
ponen de relieve que se conocen poco entre sí (“Conocer “realmente” cómo
180
funcionamos cada uno.” (C.14), “Conocimiento mayor de las instituciones, ONG,
asociaciones y entidades implicadas en este ámbito de actuación.” (C. 15) ), que
se sabe poco del trabajo que desarrolla cada uno (“Más encuentros entre las
distintas instituciones, conocer realmente su trabajo, sus dificultades, etc. y unir
esfuerzos.” (C.17) ), y que una mayor relación permitiría mejorar las relaciones
entre unos y otros, beneficiarse mutuamente de las distintas experiencias y aunar
esfuerzos
(“Mejor
relación
entre
los
profesionales.”
(C.10),
”Encuentros
particulares, visitando los otros centros y programas, intercambiando experiencias
en el campo propio de cada uno, mejoraría.” (C.13), “Con el conocimiento de todas
las entidades que trabajamos con sin hogar y un compromiso serio de trabajar en
equipo.” (C.11).
Como ya se ha señalado, en la actualidad las reuniones de la Campaña del frío y
las de Puerta Abierta son los únicos espacios en los que los distintos recursos
tienen la oportunidad de verse de modo periódico, Allí, informal y ocasionalmente,
se intercambia información que trasciende los motivos concretos por los que se
convocan esas reuniones. Pero, se trata de un acto voluntario, que no obedece a
una estrategia planificada y establecida de comunicación y trabajo conjunto, sino
más bien a iniciativas personales. Ante esta ausencia de un espacio donde poder
trabajar coordinadamente, se planteará “crear un Foro de reflexión, del que
derivará la coordinación y el trabajo en Red.” (C.19).
Tabla 139.- Análisis de respuestas abiertas sobre Coordinación de la red de recursos
Nº de
%
respuestas
Más comunicación y conocimiento entre profesionales y
8
25,8%
entidades
Propuestas concretas de coordinación
7
22,5%
Mayor responsabilidad de la Administración
5
16,1%
Crear redes organizadas
3
9,6%
Reforzar lo que ya existe
3
9,6%
Otras
5
16,1%
Total
31
100
181
Esta desconexión entre las entidades de la red de recursos para PSH se ancla en
diferentes factores que tiene que ver con la propia evolución histórica del problema
del sinhogarismo, algunos rasgos definitorios de los recursos y las actuales
condiciones de financiación de muchas entidades. Así, según la titularidad de los
centros aún se puede reconocer falta de conocimiento mutuo y desconexión en
función de que éstos sean públicos o privados, de orientación religiosa o civil, de
ámbito municipal o regional. También el enlace parece a veces débil dependiendo
de si se trata de viejos o nuevos recursos, o si los mismos tienen un carácter
eminentemente profesional o voluntario. A su vez existe cierta competencia a la
hora de la asignación de los escasos recursos económicos que principalmente
provienen de la Administración, rasgo que, por otra parte, no afecta sólo al área de
las entidades que trabajan con PSH, sino al conjunto del sector no lucrativo
dedicado a los servicios sociales.
Para solventar esta insuficiente articulación interna se proponen varias vías de
actuación. En primer lugar, se considera que la Administración debería hacer un
esfuerzo mayor para tratar de promover y dirigir la coordinación entre entidades
(16,1%), pues se la considera la máxima responsable a la hora de tratar de
solucionar los problemas sociales: “Coordinado y dirigido por el Ayuntamiento. Se
necesita voluntad política del Ayuntamiento.” (C.19), “Desde luego creo que la
mejor forma de mejorar la coordinación es que ésta parta de la Administración.
Como la responsabilidad de que alguien duerma y siga en la calle día tras día es
de la propia Administración, aunque también los ciudadanos, la sociedad civil, algo
tenemos que decir en eso, está claro que es ella la que debe crear el modo en que
la famosa red sea algo útil y que verdaderamente sume esfuerzos y ayude a los
verdaderos protagonistas de todo esto, que son las personas sin hogar.” (C.18);
por otro lado, la Administración Pública también será la encargada de garantizar
las necesidades económicas de las instituciones para que éstas puedan atender
más y mejor a la población afectada (“Crear una verdadera red impulsada desde la
182
Administración, garantizando la financiación a la iniciativa social y coordinada
entre ambas.” (C.9) ), lo que redundará en un funcionamiento y una articulación
mejor entre las mismas.
Otro paso para conseguir la proyectada coordinación consistiría en crear una red
de entidades tanto públicas como privadas, al modo de FACIAM, pero más
desarrollada, que permitiera el contacto, el intercambio de información y el trabajo
conjunto (9,5%). Y para dar efectividad a esa red, se propone crear un archivo
informatizado que conecte on line a todas las entidades. Este sistema de
información debería permitir coordinar las actuaciones, actualizar y registrar día a
día los datos de los distintos recursos, e informar acerca de las posibilidades que
la red ofrece (plazas, talleres, servicios, etc.). Del mismo podría servir para difundir
y debatir sobre las buenas prácticas que muchas entidades están llevando a cabo.
El trabajo en red será la meta última a conseguir. Objetivo tan presente y
deseado en el discurso de los que trabajan con PSH, como hasta el momento
difícil de materializar: “Creando, además de FACIAM, una coordinadora de
asociaciones.” (C. 21), “Además del fichero de CEDIA la Administración tendría
que tener otro, y estar todas las instituciones coordinadas iniciativa social –
Administración (autonómica, local).” (C.2), “Una red informática (internet) donde se
facilitara toda la información de plazas, horarios, albergues, etc.” (C.10).
Para la organización del trabajo en red, un 22,5% de las respuestas recogen
propuestas concretas. Así, por ejemplo, se apunta que deberían establecerse
funciones y cometidos entre las entidades (“Establecimiento de un reparto claro de
funciones y competencias. Establecimiento de los límites de actuación de cada
entidad.” (C.15) ), diseñar protocolos y evaluaciones periódicas (“Una planificación
previa del circuito de atención. Elaboración de protocolos. Una evaluación
periódica con propuestas para actuaciones futuras.” (C. 15) ), unificar criterios de
intervención (“Desde unas convicciones sólidas a compartir por todos los centros,
unas mismas líneas o pautas de intervención. Tener unos mismos criterios
comunes, tanto de lugares públicos como de los privados.” (C.7)), potenciar tanto
183
la coordinación general como aquella otra más específica que permita establecer
acuerdos sobre las estrategias de intervención y seguimiento de los casos
(“Estableciendo diferentes niveles de coordinación: para aspectos generales y de
información; para trabajo en red de casos concretos; buscar sistemas de
información común; mesas de trabajo.” (C.3) ) y reforzar la coordinación con los
Servicios Sociales Generales y las entidades no lucrativas próximas al problema
de los sin hogar (“Mejorar canales de información, no sólo entre centros de la red,
sino hacia Servicios Sociales Generales y asociaciones que de alguna manera
trabajan con PSH.” (C.5).
En cuanto a la articulación externa de la red de atención a PSH, se detecta un
aislamiento y desconexión de la misma respecto a los organismos encargados de
gestionar áreas como vivienda, sanidad, empleo, policía y seguridad.
Del mismo modo, este aislamiento se ve reflejado en las barreras que en muchas
ocasiones las PSH encuentran para acceder a servicios de la Administración
Pública, Justicia o al sistema de salud (por ejemplo, en hospitales).
5.2.3. Los medios para la prevención
Desde una perspectiva global, la intervención social con personas que viven
literalmente en la calle y/o que piden, centrada hasta ahora principalmente en la
asistencia y reinserción, debería ser completada con la prevención. Justamente en
este epígrafe nos detendremos en analizar hasta qué punto la red de recursos
para PSH cuenta con medios suficientes y desarrolla actuaciones adecuadas para
evitar que las situaciones de vulnerabilidad se terminen consolidando hasta
terminar en la calle.
184
Si nos fijamos en las respuestas que a la pregunta ¿Cómo actuarías
preventivamente para evitar que haya gente que haga de la calle su lugar de vida
habitual?, han ofrecido las personas que trabajan en la red (ver tab. sig.), vemos
cómo se ha privilegiado la vía político-institucional como primer paso para
desarrollar una labor preventiva. Así, un 18,1% de las respuestas consideran que
deberían abonarse de una forma más decidida el terreno de las Políticas Sociales.
Se sitúa, por tanto, en un ámbito estructural y político, que en ocasiones
sobrepasa las competencias de la propia red, el principal mecanismo capaz de
evitar el problema. Cómo medida más general la prevención se haría efectiva
“Poniendo en marcha una política social más igualitaria, a nivel general.” (C. 12),
en un nivel intermedio se estima que se deberían “Diseñar políticas ajustadas a la
realidad que presentan personas en riesgo, relacionadas con la inmigración,
empleo, vivienda, sanidad, servicios sociales…” (C.4), “Desde el ámbito de lo
público mejores políticas de empleo, trabajos menos precarios.” (C.10), y,
finalmente, se resalta el papel que en este problema tienen los Servicios Sociales
Generales. Haciéndose referencia explícita a que la capacidad de actuación de
estos servicios debería ser reforzada: “Reforzando los Servicios Sociales
Generales y específicos de familia, coordinando todos los servicios existentes en
los distritos.” (C.2), “Reforzar los Servicios Sociales de base, formándoles en
trabajar situaciones de estrés y crisis.” (C. 1), “Intervención preventiva en la red de
Servicios Sociales generales, dotándoles del presupuesto necesario para
alojamientos y recursos humanos en el acompañamiento social, coordinado con la
red sanitaria.” (C.9), “Actuando antes de que llegue a la calle, fundamentalmente
desde Servicios Sociales.” (C.3).
También en las entrevistas en profundidad realizadas a profesionales, el plano
político-institucional ha sido puesto de manifiesto frecuentemente; y no sólo desde
la óptica de la prevención, sino para plantear que la intervención social frente al
sinhogarismo siempre aparece lastrada por una débil implicación de los distintos
niveles de la Administración pública. “Hay poca pringue y poca implicación de la
Administración en este sentido y luego además claro a los servicios sociales, que
185
en definitiva son los que los que tratarían todo eso, se les debe dar un rango como
se le da a la sanidad como se le da a cualquier otro elemento que tenga que ver
con la con los ciudadanos, sanidad pública, etc, etc, que no se da…” (E. 5P:8)
Tabla 1410.- Análisis de respuestas abiertas sobre Prevención de las situaciones de calle
Nº de
%
respuestas
Políticas y Servicios Sociales
8
18,1
Servicios especializados en determinados problemas (salud
5
11,3
mental, toxicomanías, jóvenes desinstitucionalizados…)
Más plazas en alojamientos
4
9
Más trabajo de calle
4
9
Mejorar la primera acogida
4
9
Incrementar el trabajo individualizado con los usuarios
3
6,8
Más coordinación
3
6,8
Más centros de atención integral, no sólo asistencial
3
6,8
Sensibilización de la opinión pública
2
4,5
Prevención y acceso a recursos primarios
2
4,5
Otras
6
13,6
Total
44
100
Dentro ya del marco de la red de recursos para PSH, la prevención podría hacerse
más efectiva si se destinaran más recursos y servicios especializados en algunos
problemas que, como ya hemos visto, acompañan a algunos sin techo (Salud
Mental y Toxicomanías, principalmente) (11,3%): “Aumento de recursos primarios
en salud mental.” (C.11), “Actuar, conjuntamente, con equipos interdisciplinares en
Salud Mental.” (C.20), “Reforzar la atención de toxicomanías.” (C.11). Aunque
también se apunta la situación de jóvenes protegidos por la Comunidad de Madrid,
que al cumplir la mayoría de edad son desinstitucionalizados (“Trabajo intensivo y
con proyectos concretos a la hora de desinstitucionalizar a jóvenes.” (C.1) ) , o la
de los inmigrantes (“En el tema de extranjeros incorporarlos a la red de nacionales
o crear una red similar: si no conseguiremos cronificar este colectivo.” (C.5) ).
Naturalmente una respuesta temprana y adecuada a las necesidades de estos
colectivos evitaría que muchas personas terminaran convirtiendo a la calle en su
hogar.
186
La tan reiterada falta de plazas en los alojamientos de la red es un factor que
contribuye a perpetuar y deteriorar la vida en la calle y, por lo tanto, obstaculiza el
trabajo que se pueda realizar para evitarla. Aumentar el número de plazas se
propone así no sólo como una medida asistencial, sino preventiva (9%): “Creando
más plazas de alojamiento, muchas veces viven en la calle porque no tienen otro
sitio, no porque quieran.” (C.5). Ahora bien, una vez más se recuerda que la oferta
residencial ha de ser adaptada y coherente con las distintas necesidades de las
PST: “Creando recurso alternativos de alojamiento y estancia.” (C.15)
Intensificar el trabajo de calle será otra medida preventiva que buscará que el
paso a la calle sea sólo provisional, ofreciendo a las PST otras alternativas (9%):
“Realización de trabajo de calle que permita evitar la cronificación de aquellas
personas que se encuentran en la calle de forma puntual.” (C.4).
En esa misma línea, mejorar la primera acogida de los usuarios contribuiría a
evitar que estas personas pasen a engrosar de modo rutinario el contingente de
albergados o sin Techo (9%). De la primera acogida dependerá, en buena medida,
las actitudes de aceptación o rechazo institucional, y también en ella se efectuará
el primer diagnóstico y propuesta de intervención en función de las necesidades
de cada persona: ”Mejorando la calidad de la atención cuando la persona tiene el
primer contacto institucional. (Esto se traduce en personal cualificado y formado,
más recursos.” (C.5), “Actuando de manera intensiva en el momento inicial con
equipos interdisciplinares y alojamientos específicos y programas de intervención
intensivos.” (C.9). Y tanto en un primer momento como en etapas posteriores, la
manera más adecuada de atender el problema será a través del trabajo
individualizado, diseñando estrategias e itinerarios personalizados de inserción
(6,8%): “Trabajar directamente con la persona. Escuchar su problema y proceso
para llegar a ese lugar.” (C.20)
La coordinación entre los distintos recursos de la red y con otras redes como la
sanitaria también reduciría el número de personas que acaban en la calle, al poder
187
responder más ágilmente a las necesidades de cada uno (6,8%). Y en esa misma
línea el acceso que las PST tienen a los recursos primarios parece aún muy
limitado. “Con una buena coordinación de las instituciones tanto públicas como
privada y sobre todo desde le sector público que las distintas áreas (trabajo,
sanidad, etc.) trabajen como un problema común.” (C. 17)
Junto a la demanda de más plazas, también se formula otra que reclama más
centros (6,8%), pero eso sí con la idea de que cada vez en ellos se supere la mera
asistencia de necesidades básicas para prestar una atención más integral que
responsa a las necesidades psico-sociales de las PST y les ayude a salir cuanto
antes de la vía de la exclusión social: “Con programas integrales de atención y no
simplemente asistencia.” (C.10)
Por último, la información y sensibilización de la opinión pública contribuiría a que
los ciudadanos no contribuyan de una u otra manera a perpetuar la situación de
las personas en la calle: “Una mayor información a la sociedad de recursos
sociales previos a los específicos.” (C. 11), “Sensibilizando y concienciando a la
población de la realidad de la gente que está en la calle, se evitaría el habitual
desprecio e indiferencia.” (C.19).
La mayor parte de las propuestas recogidas hasta el momento en torno a la
prevención del problema de las PST, son apuntadas también por los expertos
cuando les preguntamos acerca de qué actuaciones preventivas deberían ser
adoptadas para evitar la mendicidad. Sin embargo, en esta ocasión se incluyen
dos propuestas más que, por otro lado, ya aparecían cuando se les preguntaba
sobre los objetivos que debería marcarse la Administración para atajar este
problema. Se trata de incrementar el papel de las Rentas mínimas -aumentando la
cuantía de éstas y extendiéndolas al mayor número posible de potenciales
usuarios-, (“Garantizar el acceso a las rentas.” (C.3), “Reforzar el papel de las
Rentas mínimas y su cuantía.” (C.1) ), y crear más recursos orientados a la
formación e inserción socio-laboral: talleres ocupacionales con prestaciones
188
económicas, empresas de inserción, etc. (“Trabajar por la inserción laboral de
unos y por la terapia ocupacional de otros, la gente tiene que estar ocupada,
sentirse útil y recibir algo a cambio de su esfuerzo.” (C.1). Medidas que tratan de
mejorar la situación económica de los que mendigan, ofreciendo posibles
alternativas que eviten la necesidad de pedir.
Tabla 1511.- Análisis de respuestas abiertas sobre Prevención de la Mendicidad
Nº de
%
respuestas
Reforzar el papel de las Rentas Mínimas
6
14,2
Formación e inserción socio-laboral
5
11,9
Más centros adaptados
4
9,5
Actuaciones especializadas en los centros y trabajo de calle
4
9,5
Conocer las necesidades individuales
4
9,5
Políticas sociales (vivienda, trabajo…)
3
7,1
Sensibilización opinión pública
2
4,7
Cubrir las necesidades básicas
1
2,3
Mayor implicación desde los recursos socio-sanitarios
1
2,3
Elaboración de planes contando con los propios usuarios
1
2,3
Perseguir a las mafias
1
2,3
Coordinación
1
2,3
Abordar el problema del sinhogarismo
1
2,3
Aumentar presupuestos
1
2,3
Otras
7
16,6
Total
42
100
189
6. CONCLUSIONES
Presentamos a continuación las principales conclusiones del estudio realizado que
sirven de base para justificar las medidas a adoptar
1. Las estimaciones, sobre el número de personas que viven y duermen en las
calles de Madrid, quedando fuera de la red de albergues y dispositivos de
alojamiento existentes, apuntan a una cifra situada en torno a 500 personas
en un día cualquiera.
2. Si tenemos en cuenta que en Madrid, existen 1256 plazas de
alojamiento/refugio disponibles, que pueden estar ocupadas en torno al
90% por término medio, hemos de concluir que, en un día cualquiera las
Personas Sin Hogar en Madrid son unas 1600.
3. Si nos fijamos estrictamente en las que viven a la intemperie, a las que de
forma convencional podemos referirnos como Personas (literalmente) Sin
Techo, nos encontramos con el siguiente perfil:
a. Las cuatro quintas partes (82%) de las personas que viven y
duermen en la calle son hombres, y sólo encontramos el 18% de
mujeres. Si bien, el porcentaje de mujeres se eleva hasta un 29%
entre las PST que presentan síntomas de padecer una enfermedad
mental grave.
b. La edad media de quienes viven sin techo está en torno a 41.6 años.
Esta edad desciende hasta los 33,8 años entre quienes presentan
problemas de drogadicción, y se eleva hasta los 48 entre los
enfermos mentales crónicos que viven sin techo.
190
c. La gente que vive a la intemperie no son recién llegados a Madrid, el
83,5% lleva viviendo en Madrid desde hace más de seis meses, y el
50% desde hace más de 5 años.
d. Aproximadamente el 30% son extranjeros, la mayoría procedentes
de países extracomunitarios.
i. A diferencia de los nacionales, los extranjeros sin techo llevan
mucho menos tiempo viviendo en Madrid: sólo el 23% lo hace
desde más de 5 años. Lo que sugiere la necesidad de realizar
una intervención temprana para evitar la consolidación de la
vida en la calle de los extranjeros temporalmente en la calle.
ii. Casi la tercera parte proceden de la Europa del Este (30%), el
segundo
colectivo
más
numeroso
lo
forman
los
latinoamericanos (25%), seguidos de los magrebíes (18%) y
de los que provienen del África subsahariana (14%). Los
ciudadanos de países de la UE, que se hallan viviendo
literalmente sin techo en Madrid representan un 11% de todos
los extranjeros de los que conocemos su nacionalidad.
e. Nueve de los 21 distritos de Madrid acumulan el 89,3% de las
personas que viven y/o piden en la calle: centro (31,5%), Moncloa
(16,4%), Salamanca (8,4%), Arganzuela (7.7%), Chamberí (6,6%),
Tetúan (5,7%), Chamartín (5,1%), Latina (4,5%) y Retiro (3,4%).
4. Si nos atenemos al flujo anual de personas nuevas que son detectadas
viviendo en la calle cada año, podemos decir que, aproximadamente una
persona cada día viene a caer en la calle y empieza a vivir sin techo en
Madrid.
191
5. Algo más de la mitad de las personas que viven a la intemperie (el 54%),
suelen pernoctar en grupo o en pareja, como una forma de prestarse
protección y apoyo en sus dramáticas circunstancias vitales.
6. En cuanto a la mendicidad, podemos estimar el número de personas que
practican la mendicidad, en torno a 600-800 personas, de las que sólo una
tercera parte se encontrarían viviendo en la calle.
7. El 28% de quienes mendigan son mujeres. Entre ellas son relativamente
numerosas las ancianas mayores de 65 años.
8. Según los datos de la UMES, a lo largo del 2001 se detectaron un 5% son
casos de mendicidad con menores. En nuestro recuento diurno, no
encontramos ningún ejemplo de mendicidad con menores; en este aspecto,
creemos que la actuación de la policía municipal es mucho más efectiva de
lo que a menudo se afirma.
9. Contra la imagen más extendida que nace de la extrema visibilidad en las
formas de ejercer la mendicidad de algunos grupos rumanos, el 80% de los
que mendigan en Madrid son españoles
a. Si nos atenemos a los datos obtenidos mediante observación
callejera durante el día, el panorama de quienes parecen vivir en la
calle, mendigan o se dedican a ganarse la vida vendiendo en la calle,
digamos que la impresión que podría obtener el ciudadano medio
reflejaría que las calles “están llenas” de:
i. vendedores” (46%);
ii. gente sin techo (44%)
iii. y gentes que ejercen la mendicidad (32%).
192
Los porcentajes suman más de 100 porque las situaciones se
solapan tal y como se muestra en el siguiente gráfico:
La “gente de la calle” en Madrid (%)
Duermen sin techo
10,8%
30,5%
2,5%
Piden Limosna
12,7%
0,2%
9,1%
34,2%
Venta de productos
/ Servicios
10. Aproximadamente un tercio de quienes encontramos mendigando (32,9%),
se puede presumir que además viven sin techo, y, viceversa, a una cuarta
parte de quienes identificamos como personas sin techo nos las
encontramos mendigando en ese momento (24,5%). Es decir, ni todas las
personas sin techo mendigan, ni todos los mendigos viven sin techo.
11. Como cabía esperar de todos los subgrupos que se dan cita en “la calle”, es
entre las PST donde se dan cita los mayores deterioros físicos, de imagen
externa y de problemas asociados como puedan ser el alcoholismo, la
drogadicción y/o la enfermedad mental (ver tabla en Anexo I).
12. Entre las PST podríamos distinguir, al menos, dos perfiles: a) el grupo de
quienes se han instalado de forma estable en la calle, han roto con la red
social y de recursos, muestran un claro rechazo a las instituciones, saben
193
buscarse la vida gracias a la mendicidad, la busca, las ayudas vecinales o
el trapicheo, y muestran un acusado desinterés por movilizarse hacia
procesos de reinserción; y b) el grupo de quienes alternan dormir en la calle
con estancias en pensiones y/o albergues, entran y salen de la red de
asistencia, muchos de ellos han cobrado el IMI o incluso cobran todavía la
RMI, y entre los cuales es bastante habitual encontrar a personas con
fuertes adicciones.
13. En cuanto a los alcances y límites de la atención que actualmente se
presta desde los recursos socio-asistenciales, podemos resumirlos en torno
a cuatro ejes:
a. son insuficientes para las necesidades actuales,
b. están inadaptados a los perfiles y problemas que se dan cita en
estos momentos entre las PST,
c. se encuentran muy poco articulados entre sí, y
d. fuertemente desconectados de otros sistemas de protección social.
Lo que expresado brevemente pero con algún detalle significa:
a) Insuficiencia:
•
Pocas plazas.
•
Pocos profesionales.
•
Poco trabajo de calle.
•
No hay centros de día de baja exigencia.
•
La RMI es insuficiente para cubrir el alojamiento.
•
Alojamientos para enfermos mentales con diferentes niveles de
autonomía.
•
Residencias para desintoxicación alcohólica y de otras
adicciones.
•
Sistema de información integral inexistente.
194
b) Inadaptación:
•
Horarios rígidos.
•
Cajón de sastre.
•
Espacios impersonales y poco acogedores.
•
Masificación.
•
Especialmente para Enfermos mentales y para Adicciones.
•
Tramos del día desatendidos.
•
Escasa adherencia, especialmente de los casos más severos.
•
Comedores a la antigua usanza.
•
Nuevos perfiles: parejas, familias.
•
Faltan consignas (pertenencias).
•
Mascotas.
c) Baja articulación interna:
•
Desconexión al interior de la red específica:
o Público / Privado.
o Municipal / Regional.
o Profesional / Voluntario.
o Antiguos / Nuevos.
o Confesional / Civil.
o Desconocimiento mutuo.
o Desconfianza y recelos.
o Competencia y rivalidad.
o Pugna por los escasos recursos.
•
Entre la red específica y los SS. SS.
•
Poco feed-back entre los equipos de calle y los centros
(concepción de depósito) No hay seguimiento de los casos. Cada
etapa rompe amarras con la anterior. Visión verticalista.
d) Aislamiento y desconexión externa:
•
Vivienda.
195
•
Sanidad.
o Salud mental.
o Hospitales.
o Urgencias.
•
Empleo.
•
Policía y seguridad.
•
De la ciudadanía en general.
Para tratar de hacer frente a esta situación, se propone la realización de un Plan
de Atención Integral a Personas Sin Hogar de acuerdo a una serie de principios
inspiradores que se detallan a continuación.
196
7. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN
1. Vivir en la calle es malo, indigno e intolerable en una sociedad moderna y
rica como la nuestra.
El hecho de que no esté prohibido o de que no pueda, ni deba, impedirse
por la fuerza que alguien viva a la intemperie, no lo convierte en algo
positivo y beneficioso, ni para la propia persona, ni para la sociedad. Vivir
en la calle es malo para la salud, física y mental -la calle mata9-, para la
dignidad personal, y para la pretensión de construir una sociedad
democrática y orientada hacia la igualdad, la justicia y el bienestar de todos
sus miembros. Por lo tanto, hay que procurar eliminar o al menos reducir al
máximo estas situaciones. Lo que significa apoyar aquellas estrategias y
actuaciones que ayuden a la gente sin techo a dejar la calle, y rechazar
todas aquellas otras que los mantienen anclados en ella.
Esto implica:
a. La necesidad de intensificar los incentivos para hacer que la gente
salga de la calle, facilitando el acceso a los servicios, incrementando
la oferta de alternativas adaptadas a cada caso y minimizando el
coste psicológico que tal cambio de hábitos implica para la persona
habituada a vivir sin techo.
b. La filosofía subyacente a cada intervención ha de ser la de cómo
lograr hacer más atractiva la vida fuera de la calle.
c. Por eso mismo, los equipos que realicen trabajo de calle procurarán
intervenir también sobre el entorno vecinal y relacional de las
personas que se encuentran viviendo a la intemperie para tratar de
9
De las 157 personas viviendo en las calles de Madrid con las que la UMES trabajó más
intensamente en el 2001, 10 fallecieron a lo largo del año pasado. Esto significa una tasa de
mortalidad de un 63,7 por mil que es siete veces superior a la tasa de mortalidad de la población
española (9 por mil) y 8,5 veces mayor que la tasa de mortalidad entre la población madrileña (7,5).
197
educar y formar a los ciudadanos, evitando que se prodiguen las
actuaciones bien intencionadas pero erróneas que terminan por
consolidar la exclusión y “fijando” a la persona en la calle.
2. Es preciso actuar sobre las causas.
Lo que implica renunciar a una intervención meramente cosmética
encaminada a disimular los efectos o invisibilizar la realidad de la exclusión
y el desarraigo. Igualmente significa renunciar a abordar el problema
exclusivamente en términos policiales, represivos o de mero control social.
a. Dormir en la calle, suele ser el resultado más visible de una compleja
conjunción de problemas diversos, sin embargo, considerándolo en
sí mismo remite directamente a un problema de alojamiento, que o
bien no existe, o bien no se adapta a las necesidades, aspiraciones o
estilos de vida de la Persona Sin Techo, por ello que las actuaciones
encaminadas a organizar la provisión de alternativas residenciales
atractivas y adaptadas a cada situación particular, constituirán el
principal eje vertebrador de este plan de actuación.
b. La intervención que se realice con la gente que vive en la calle y/o
que practica la mendicidad, estará orientada por criterios técnicos y
profesionales de intervención social.
c. La intervención social encaminada a reducir el número de personas
que viven marginadas hasta el extremo y a la intemperie, será la que
ordene y dirija cualquier otra actuación ya sea de la policía o de
cualquier otra agencia de la administración pública que pueda
solicitarse en cada caso.
d. De cara a la ciudadanía en general, parece importante realizar una
campaña de sensibilización en torno a la inconveniencia de realizar
acciones, como por ejemplo la limosna indiscriminada, que tienden a
perpetuar y sostener, cuando no a agravar, la situación de quienes
viven en la calle.
198
3. En aras de una mayor eficacia, se requiere una intervención focalizada
sobre los grupos y casos más vulnerables del amplio abanico de
situaciones que se dan cita entre la gente sin hogar.
Se propone:
a. Primar las actuaciones basadas en diagnósticos realizados en medio
abierto y destinadas a dar salida a la gente de la calle.
b. Establecer una reserva de plazas de alojamiento destinadas a las
personas durmiendo a la intemperie que manifiesten su deseo de
acudir a un centro de albergue.
4. Hay que incrementar los recursos existentes puesto que no bastan para
poder acoger en condiciones dignas a toda la población sin techo que
existe en Madrid actualmente.
Un repaso somero al mapa de recursos con que cuenta Madrid, revela
rápidamente, que antes de iniciar cualquier mejora y revisión de cuanto
existe, se requiere sencillamente un incremento de las plazas, los
profesionales y los centros con que contamos.
Lo que significa:
a. Crear más plazas de alojamiento, dirigidas a los que están más
necesitados de ellas, esto es: aquellos que se encuentran
literalmente viviendo en la calle.
b. Lugares de albergue de baja exigencia nocturna en las zonas
céntricas donde se acumula más población durmiendo sin techo.
c. Reforzar el trabajo de calle mediante la creación de equipos
multiprofesionales, vinculados orgánicamente a los servicios sociales
generales y a los centros de alojamiento existentes en cada distrito,
con responsabilidad sobre su área territorial de actuación, y
capacidad para establecer prioridades de acceso a los servicios (de
alojamiento, salud mental, desintoxicación, etc)
199
d. Se necesitan más centros de día en los que la gente sin techo pueda
realizar actividades y permanecer ocupados en tareas que les alejen
de la autodestructividad que supone vivir un tiempo de vigilia
agobiante y sin sentido.
e. Creación de minialbergues, o mini residencias diseminadas por el
territorio
madrileño
para
personas
solas
pero
relativamente
autosuficientes, dotadas con personal que preste apoyo psicosocial y
realice un acompañamiento profesional.
f. Favorecer y estimular las salidas hacia el alquiler social en viviendas
y apartamentos públicos.
5. Diversificación y adaptación de los recursos. Lo que implica, cambiar el
enfoque de algunos que ya existen, promover su especialización, y en
general adaptarlos a las necesidades actuales.
Hay que aumentar la calidad de la atención que se presta en los recursos
existentes. Todas aquellas iniciativas que se financian con dinero público no
pueden sino actuar desde principios universalistas y orientarse a ofrecer
una atención digna, transparente, profesional y técnicamente orientada.
Lo que supone:
a. Favorecer el acceso directo, sin limitaciones horarias u otras
exigencias adicionales a los recursos de alojamiento.
b. Crear residencias de pequeñas dimensiones diseñadas para atender
necesidades específicas: adicciones, alcoholismo, salud mental.
c. Establecer horarios de entrada, salida y comidas adaptados a los
usos mayoritarios de la población española.
d. Está comprobado que las horas más efectivas de actuación en
medio abierto son las primeras horas de la noche y al amanecer, con
lo que deben favorecerse los servicios de 24 horas y modificar los
horarios de intervención. En la actualidad los servicios existentes
durante la noche son llevados exclusivamente por voluntarios.
200
e. Primar las iniciativas que estimulen la utilización independiente y
flexible por parte de los usuarios, como por ejemplo, comedores en
régimen de autoservicio, o albergues de horario y acceso abierto no
limitado.
f. De igual modo se primarán las iniciativas que se muestren flexibles
en la aceptación de mascotas, carritos con las pertenencias, etc,
como forma de facilitar la incorporación social de estas personas a
ámbitos que les alejen de la calle.
g. Establecer mínimos de calidad que contribuyan a dignificar la
atención que reciben las PSH en lo que se refiere a condiciones
físicas del local, número de profesionales que intervienen, etc.
6. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional.
Lo que requiere modificar los procedimientos de trabajo, diseñar protocolos
de actuación, y establecer instancias de encuentro y coordinación regular y
periódica.
a. Creación de una ventanilla única en cada localidad, y por distrito en
el caso de Madrid, para poder acceder a las prestaciones básicas de
alojamiento, que estará integrada en los centros de servicios sociales
municipales, y que funcionará siempre salvo en casos de
emergencia.
b. Creación de un sistema de información integrado que permita
coordinar las actuaciones, integrar las posibilidades que ofrece la red
de recursos de alojamiento y atención, y hacer un seguimiento
sostenido de la evolución de cada caso, así como proceder a una
estimación de los dispositivos e instituciones que muestren ser más
exitosos y eficaces a la hora de atraer y hacer salir a la gente de la
calle.
c. Incluir entre los criterios para optar a la concesión de ayudas y
subvenciones de dinero público, la voluntad declarada y demostrable
201
de estar dispuesto a actuar coordinadamente y en red junto a los
demás servicios.
7. Incentivar la salida de la calle de forma personal e individualizada.
Únicamente se podrán lugar resultados a largo plazo, si se consiguen
generar alternativas realistas y adaptadas a las situaciones personales de
quienes han hecho de la calle su medio de vida habitual.
a. Esto significa prestar especial interés a la actuación ante situaciones
específicas como son las que presentan, los más jóvenes, los
consumidores de drogas, los enfermos mentales y los alcohólicos.
b. Las dificultades que se dan cita en muchos de los casos más
complejos, requiere la contratación de trabajadores especializados
en disciplinas como salud mental, enfermería, educación no formal, y
por supuesto, trabajo social.
8. Territorialización de las intervenciones, los programas y los servicios,
desarrollando la responsabilidad sobre áreas geográficas concretas de
cuantos actúan en el sector.
a. Los equipos de calle que realicen las tareas de contacto, detección,
diagnóstico y seguimiento, tendrán responsabilidad sobre un área o
territorio concreto y bien delimitado.
b. Aún cuando los centros ya existentes lleven a cabo su actuación en
ámbitos geográficos más amplios que el que establecen los distritos,
en el futuro se incrementarán las relaciones de coordinación y
competencia con el centro de servicios sociales correspondiente así
como con los centros de salud mental, del INEM, de atención a
drogodependencias, u otros que se encuentren radicados en su
misma área geográfica.
c. Todos aquellos servicios municipales que actúan habitualmente en
medio abierto, como por ejemplo la policía de barrio, o incluso el
202
servicio de limpieza, pueden y deben ser implicados en la tarea de
detectar la presencia de personas que viven a la intemperie y en
condiciones lamentables, poniendo sobre aviso a los equipos de
intervención social para que actúen con la mayor rapidez posible.
9. Actuar preventivamente para tratar de evitar la llegada a la calle y reducir
así el flujo constante de personas que se ven viviendo sin techo.
Esto puede ser especialmente importante en el caso de determinados
colectivos como: menores institucionalizados, ex-presos, altas hospitalarias,
amenazados de desahucio.
a. Para evitar que la gente llegue a quedar en la calle, se
impone una intensificación del trabajo preventivo con los
servicios de trabajo social existentes en instituciones como:
•
Centros de tutela y acogida a menores.
•
Instituciones penitenciarias.
•
Hospitales y centros de salud.
•
Juzgados que entienden en problemas de desahucio.
b. Paradójicamente,
la
actuación
preventiva
que
debe
realizarse en buena medida en los propios centros de
servicios sociales, se encuentra a menudo frenada por la
escasez de competencias de los trabajadores sociales para
poder intervenir en materia de vivienda y sanidad, por lo que
se hace imprescindible reforzar su papel en estos ámbitos.
c. Igualmente para evitar las recaídas en la calle, se requiere
dar continuidad al seguimiento y apoyo de las personas sin
techo ya alojadas por parte de los equipos de detección y
seguimiento que intervinieron en su salida de la calle.
d. En este punto resultan fundamentales las iniciativas
encaminadas a proporcionar ocupación y quehacer durante
las horas diurnas, aunque no se trate de un empleo
propiamente dicho, pero siempre que se trate de actividades
203
significativas en sí mismas y dotadas de sentido que puedan
ir encaminando a la persona hacia la vida laboral.
e. Parece
importante
programas
actuar
educativos
de
preventivamente
sensibilización
en
mediante
medios
escolares, como colegios e institutos.
10. Dar protagonismo a los propios sujetos marginados sin techo y contar
con su propia capacidad para ayudarse a sí mismos.
a. El objetivo del empleo sigue siendo válido para la mayoría de la
gente que vive sin techo, y para conseguirlo son fundamentales la
participación, la motivación y la utilización de las potencialidades de
los propios afectados.
b. Favorecer las iniciativas destinadas a la reincorporación a la vida
laboral de las personas marginadas sin hogar, especialmente
aquellas que procuren conectarlas con el tejido empresarial y laboral
convencional.
c. Los grupos de iguales que realizan actividades de ocio, de expresión
artística, literaria o social son un instrumento imprescindible para
lograr habilitar a las PSH y pueden actuar como canales para
generar iniciativas cargadas de sentido, intención y sabiduría
práctica con relación a este complejo problema.
d. Tanto si se trata de avanzar en un programa de deshabituación a las
drogas y/o al alcohol, como si se trata de reelaborar la relación con la
familia y favorecer así el retorno a casa, los grupos de autoayuda y
apoyo entre personas que han vivido experiencias similares deben
ser una herramienta que se utilice cada vez más, abandonando las
actitudes paternalistas y de sobreprotección que fueron habituales en
otros tiempos.
204
8. PROPUESTA DE ACTUACIONES PARA LA ELABORACIÓN DE UN
“PLAN DE ATENCIÓN A PERSONAS SIN HOGAR DE LA COMUNIDAD DE MADRID”
De acuerdo a los principios anteriormente expuestos, el Plan que se propone
desarrollar en detalle a lo largo de los próximos seis meses, para ser ejecutado a
lo largo del período 2003-2006, podría ordenarse en torno a siete grandes
capítulos:
I. Atención y Asistencia
II. Recuperación e Inserción Social
III. Prevención
IV. Coordinación
V. Territorialidad
VI. Participación ciudadana
VII. Calidad
Los tres primeros capítulos recogen las tres grandes etapas en la acción
social frente al sinhogarismo, y los cuatro siguientes reflejan cuatro estrategias de
desarrollo que parecen particularmente necesitadas de impulso en el sector que
nos ocupa.
205
I. Atención y Asistencia
1. Incrementar los recursos, las actuaciones y las plazas disponibles
2. Establecer un continuo de atención, desde la calle hasta la vida autónoma.
3. Adaptar los recursos actuales a las nuevas realidades haciendo especial
hincapié en los distintos perfiles y problemáticas asociadas.
4. Prestar a cada PST una atención personalizada, adaptada a su situación y
sostenida en el tiempo.
5. Focalizar la atención sobre la población más necesitada de asistencia.
6. Desarrollar aún más el trabajo de proximidad y cercanía con PST.
II. Recuperación e Inserción Social
1. Favorecer particularmente las iniciativas tendentes a reincorporar a la vida
social y laboral a las PST.
2. Mejorar la accesibilidad y aplicación de la renta básica entre las PSH, en su
itinerario de inserción.
3. Crear alternativas residenciales situadas a medio camino entre la vida en
institución y la vida independiente.
4. Desarrollar iniciativas destinadas a incorporar a las PSH a actividades de ocio y
tiempo libre, enriquecedoras y normalizadas.
206
III. Prevención
1. Reducir y, en la medida de lo posible, eliminar la llegada de nuevas personas a
la calle.
2. Mejorar la capacidad de detección e intervención precoz en situaciones de
riesgo de sinhogarismo y/o mendicidad.
IV. Coordinación
1. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional.
2. Incrementar y mejorar la calidad de la información disponible.
3. Intensificar la coordinación en el trabajo de calle.
V. Territorialidad
1. Vincular los recursos al territorio en que se encuentran, coordinándolos
estrechamente con los Servicios Sociales de zona.
2. Diseminar por todo el territorio de la Comunidad los recursos asistenciales
destinados a PSH, evitando así la formación de guetos.
3. Igualar las posibilidades de acceder a los recursos de alojamiento de
emergencia en toda el área geográfica de la Comunidad Autónoma.
207
VI. Participación ciudadana
1. Sensibilizar a la ciudadanía sobre el problema del sinhogarismo y/o la
mendicidad y ofrecer pautas correctas de actuación frente a estas situaciones.
2. Apoyar y estimular los programas de voluntariado y la incorporación de
voluntarios a los servicios, tanto públicos como de iniciativa privada.
VII. Calidad
1. Mejorar la calidad de los servicios.
2. Ampliar nuestro conocimiento del problema y de las vías e instrumentos más
idóneos para atajarlo.
208
I. ATENCIÓN Y ASISTENCIA
Objetivos
1. Incrementar los recursos, las actuaciones y las
plazas disponibles
Medidas
Acciones específicas
• Incrementar el presupuesto destinado a las 1. Firma de conciertos económicos estables con las
instituciones privadas que prestan albergue y instituciones que prestan alojamiento de emergencia.
alojamiento de emergencia.
• Aumentar y reforzar la capacidad de alojamiento
de emergencia existente en los distritos del
centro de Madrid, sin crear grandes recursos
institucionales que puedan generar situaciones
de rechazo entre el resto de la ciudadanía.
2. Crear al menos dos albergues de baja exigencia y
tamaño mediano (20-30 plazas), para media y larga
estancia, en las zonas céntricas de Madrid donde se
acumula más población durmiendo sin techo.
3. Duplicar el número de plazas concertadas en pensiones,
previo reconocimiento de la calidad de los servicios que
ofrecen estos establecimientos.
• Reforzar las plantillas de trabajadores existentes 4. Subvencionar al 50% la contratación como mediadores
sociales de personas que en el pasado hayan vivido sin
en los recursos para PSH.
hogar para que puedan incorporarse como trabajadores en
los programas sociales que desarrollan las entidades.
• Apoyar la contratación de trabajadores 5. Subvencionar mediante convenio con una o varias
especializados que puedan abordar las universidades madrileñas la organización y puesta en
dificultades complejas que presentan usuarios marcha de un curso universitario de postgrado orientado a
con enfermedades mentales y toxicomanías; así formar especialistas en intervención psicosocial con PSH.
como otros especialistas en disciplinas como
educación no formal y trabajo social.
•
2. Establecer un continuo de atención, desde la calle
hasta la vida autónoma.
•
6. Incrementar la subvención de las plazas de alojamiento
en centros privados destinadas a albergar específicamente
a PSH que se encuentran en ciertas situaciones que
conllevan costes adicionales (como por ejemplo las
toxicomanías).
Diseñar Centros de Día integrales (comida, 7. Dotar al Centro de baja exigencia Puerta Abierta de un
actividades,
apoyo psico-social…), con centro de Día vinculado al mismo y situado en la misma
zona.
Apoyar la capacidad de acogida de la red
actual
ante
situaciones
personales
particularmente graves como es el caso de los
toxicómanos sin hogar.
distintos niveles de exigencia.
Estos centros funcionarán en estrecha
colaboración con los recursos de proximidad y
los centros residenciales.
3. Adaptar los recursos actuales a las nuevas
realidades haciendo especial hincapié en los distintos
perfiles y problemáticas asociadas.
8. Dotar a lo nuevos albergues de baja exigencia que se
creen de centros de Día.
•
Realizar reformas en los edificios de los 9. Diseñar espacios en los centros de alojamiento
centros que permitan su adaptación a las destinados a acoger mascotas y consignas para guardar
necesidades peculiares de las personas que otras pertenencias (minicarros…).
viven en la calle.
•
Favorecer el acceso directo, sin limitaciones 10. Primar en las subvenciones con dinero público a
horarias u otras exigencias adicionales, a los aquellas iniciativas que estimulen la utilización
independiente y flexible de los recursos por parte de los
recursos de alojamiento.
usuarios.
11. Organizar comedores en régimen de autoservicio con
horario amplio y acceso abierto.
•
Impulsar la adaptación de horarios y servicios a 12. Ampliar los actuales horarios de intervención de los
las necesidades de inserción e incorporación eqipos de calle, prestando especial atención a las franjas
del anochecer y el amanecer, en las que se pueden
social de quienes viven en la calle.
detectar un numero considerable de personas que viven en
la calle.
13. Adaptar los horarios de entrada y salida de los centros
(albergues, comedores) para favorecer la inserción social y
laboral acomodándose a las necesidades de los usuarios
dentro de los usos sociales mayoritarios en nuestra región.
•
•
Impulsar las actuaciones no sesgadas por 14. Apoyar económicamente el incremento de plazas
motivos de género o lugar de procedencia en la destinadas indistintamente a mujeres o varones.
atención a PSH.
Aumentar el número de plazas de alojamiento 15. Coordinar la colaboración entre los centros de albergue
para PSH y los centros específicamente destinados a
en centros para inmigrantes.
acoger inmigrantes.
210
16. Duplicar el número actual de plazas de los centros
para inmigrantes.
4. Prestar a cada PST una atención personalizada,
adaptada a su situación y sostenida en el tiempo.
5. Focalizar la atención sobre la población más
necesitada de asistencia.
•
•
•
Reforzar el papel de los trabajadores sociales
que realizan trabajo de calle, para que puedan
propiciar, ordenar y pautar la intervención de
los distintos recursos en los casos sobre los
que se encuentran trabajando, y para que
puedan realizar el seguimiento posterior de los
casos una vez que dejan la calle.
17. Realizar un seguimiento conjunto “Equipos de
calle-centros de alojamiento” sobre la evolución a
medio-largo plazo de las personas que son primero
detectadas y, después, derivadas por los equipos de calle
a los citados centros.
18. Establecer un programa de acompañamiento de las
personas sin hogar que viven en pensiones y realizar un
seguimiento de los procesos de inserción.
Reservar más plazas de alojamiento de 19. Incluir en convenio con la Consejería de Sanidad, la
emergencia, dirigidas a los que están más reserva de plazas destinadas a PSH en centros
necesitados de ellas: aquellos que se residenciales de su competencia.
encuentran literalmente viviendo en la calle.
Proveer de recursos de atención integral y 20. Crear un Centro de Atención Permanente para
adaptados a sus necesidades particulares, enfermos mentales sin hogar. Este centro debería
incluido el alojamiento, a los enfermos mentales funcionar las 24 hs al día y contar con un equipo
multiprofesional (psicólogo, trabajador social, enfermero
sin hogar.
psiquiátrico, educador social, auxiliar de servicios sociales).
21. Crear un equipo de calle multiprofesional (psiquiatra,
psicólogo, enfermero, trabajador social, educador) que
actúe en medio abierto y realice un trabajo de enganche,
atención y seguimiento de la población sin techo con
graves problemas de salud mental. Este equipo debería
estar vinculado al Centro de Atención Permanente a
enfermos mentales sin hogar
211
•
Prestar atención particular al caso de las PSH
con problemas de alcohol u otras toxicomanías
mediante
la
creación
de
recursos
especializados y programas específicos en los
centros actuales.
22. Crear un Centro de Atención Permanente para
enfermos con adicciones a drogas y/o alcohol. Este centro
debería funcionar las 24 hs. al día y contar con un equipo
multiprofesional (médico, psicólogo, trabajador social,
enfermero, educador social, auxiliar de servicios sociales).
23. Firmar convenios para poder organizar un recurso
residencial para PSH con problemas de alcohol con
posibilidad de internamiento mientras dure el tratamiento
de desintoxicación y deshabituación vinculado al Centro de
Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo del
Ayuntamiento de Madrid.
6. Desarrollar aún más el trabajo de proximidad y
cercanía con PST.
•
Crear, o consolidar, un equipo de calle por
distrito, integrado por un trabajador social y un
psicólogo con formación especializada para la
intervención social en medio abierto con PSH.
24. Ordenar los actuales programas de calle que
desarrollan las entidades sociales, ajustándolos y
distribuyéndolos en el territorio para evitar solapamientos y
poder extender su radio de actuación.
25. Apoyar económicamente y sacar a concurso público la
constitución de los equipos de calle en aquellos distritos
que actualmente se encuentran sin cubrir.
•
Ampliar la acción de la UMES.
26. Ampliar el servicio de la UMES al horario nocturno, de
modo que se atienda esta franja de forma profesional y
colabore activamente con los voluntarios.
27. Incorporar psicólogos a los equipos de calle de las
UMES.
28. Crear una nueva UMES con capacidad de intervención
en el resto de los Municipios de la Comunidad Autónoma
212
•
Ordenar la prestación de socorro de 29. Establecer una estrecha colaboración con los
emergencia en los casos de grave deterioro organismos competentes orientada a favorecer que en
casos de grave enfermedad física o psíquica se puedan
psicofísico.
llevar a cabo ingresos involuntarios en centros de atención
especializados.
2. RECUPERACIÓN E INSERCIÓN SOCIAL
Objetivos
Medidas
1. Favorecer particularmente las iniciativas tendentes
a reincorporar a la vida social y laboral a las PST.
•
2. Mejorar la accesibilidad y aplicación de la renta
básica entre las PSH, en su itinerario de inserción.
•
Acciones específicas
Aumentar y reforzar los servicios dedicados a 30. Creación de programas de transición al empleo,
la
inserción
laboral
de
colectivos dotados de personal cualificado para actuar en tareas de
desfavorecidos (talleres laborales, empresas acompañamiento y apoyo psicosocial.
de inserción).
Agilizar la tramitación de la RMI que se lleva a 31. Dar posibilidad de controlar y validar la documentación
cabo desde entidades privadas no lucrativas preparada en estas instituciones directamente desde el
como RAIS o Realidades, y aumentar la SERMASH (Servicio Madrileño de Atención a Personas sin
Hogar), trabajando on line con las instituciones y los SS.
autonomía en la gestión de la misma.
SS.
32. Favorecer la posibilidad de gestionar el pago
fraccionado de la RMI en determinados casos cuya
situación psicológica y personal así lo aconseje. Para ello
se firmarán acuerdos con las entidades bancarias
participantes.
213
•
3. Crear alternativas residenciales situadas a medio
camino entre la vida en institución y la vida
independiente.
•
Establecimiento de prestaciones económicas 33. Fijar la cuantía de las prestaciones temporales de
complementarias a la Renta Mínima de apoyo al alojamiento normalizado como complemento a la
Inserción destinadas a cubrir los gastos de RMI.
alojamiento de PSH en alternativas
residenciales no-institucionalizadas,
estas
prestaciones
complementarias
estarán
gestionadas directamente desde los SS.
Sociales,
se facilitarán durante periodos
determinados del proceso de inserción
personal, y estarán integradas dentro del
programa individual de inserción que se
establezca para cada persona.
Favorecer y estimular las salidas hacia el 34. Firma de convenios con el IVIMA y con la EMV.
alquiler social en viviendas y apartamentos de
titularidad pública.
35. Incluir dentro de las actuaciones que llevan a cabo el
IVIMA y la EMV, la reserva de apartamentos destinados a
ser usados por personas solas sin hogar necesitadas de
apoyo y soporte psicosocial, pero capaces de llevar a cabo
una vida cuasiindependiente.
36. Establecer convenios entre Provivienda y cada una de
las entidades que prestan alojamiento o cuentan con
programas de inserción residencial destinados a PSH,
para favorecer la incorporación a viviendas en alquiler de
PSH en fase de recuperación.
37. Incorporar a la “bolsa de vivienda para colectivos en
dificultades” las demandas de alojamiento no institucional
de las PSH atendidas en la red.
214
4. Desarrollar iniciativas destinadas a incorporar a las
PSH a actividades de ocio y tiempo libre,
enriquecedoras y normalizadas.
•
Favorecer la incorporación de PSH en proceso
de recuperación a los programas de ocio y
tiempo libre destinados a la población general
que se desarrollan en los Centros de Cultura
municipales.
38. Firma de convenios con el área de cultura de los
Ayuntamientos.
39. Establecimiento de un programa destinado a PSH en la
red de bibliotecas públicas de la comunidad.
3. PREVENCIÓN
Objetivos
1. Reducir y, en la medida de lo posible, eliminar la
llegada de nuevas personas a la calle.
Medidas
•
Acciones específicas
Intensificar la campaña de formación y
sensibilización sobre el sinhogarismo entre los
profesionales que trabajan en las diferentes
redes de acción social: Sanidad, Educación,
Justicia, Vivienda, Empleo, etc.
40. Elaborar una Guía de Supervivencia Básica que recoja
los recursos de alojamiento, servicios de comidas, roperos,
duchas, etc. Consignando si se trata de recursos dirigidos a
la población general, jóvenes, mujeres, inmigrantes, etc.
41. Imprimir la guía de supervivencia y difundirla
ampliamente por estaciones de tren y autobuses,
aeropuertos, centros de servicios sociales, hospitales,
comisarías de policía, etc.
42. Incluirla en la página web del SERMASH
2. Mejorar la capacidad de detección e intervención
precoz en situaciones de riesgo de sinhogarismo y/o
mendicidad.
•
Incrementar la capacidad detección e 43. Impartir formación específica a Trabajadores sociales
intervención precoz desde los Servicios de las UTS sobre la cuestión del sinhogarismo.
Sociales Generales de zona.
215
44. Reforzar las competencias de los trabajadores sociales
de los Centros de Servicios Sociales en materia de vivienda
(asignación de viviendas públicas) y sanidad (coordinación
de ingresos y altas hospitalarias).
•
Impulsar y organizar la detección y derivación 45. Establecer un protocolo de colaboración y derivación
desde el Instituto del Menor y la Familia, entre el IMMF y los albergues, otros recursos residenciales
como consolidación del proceso de inserción (pisos, miresidencias…) y centros para inmigrantes
que se realiza en los centros de menores.
46. Potenciar la oferta de las entidades de orientación y
asesoramiento en la búsqueda de empleo, vivienda y otros
recursos para la integración social de jóvenes sin recursos.
•
Promover la actuación coordinada con centros 47. Firmar un convenio con la Consejería de Sanidad, que
desarrolle un protocolo de actuación para los casos de
hospitalarios en los casos de PSH.
altas hospitalarias de pacientes sin hogar.
48. Incorporar a la red de trabajo con PSH, a los
Trabajadores Sociales que ejercen su labor en centros
hospitalarios, impartiéndoles formación específica sobre
recursos y estrategias de actuación.
•
Promover la detección y derivación desde 49. Establecer un protocolo de colaboración y derivación
Instituciones Penitenciarias de personas entre Instituciones Penitenciarias y los recursos
residenciales para PSH.
excarceladas sin domicilio.
50. Informar a la población reclusa sobre los distintos
recursos residenciales para PSH.
216
51. Potenciar las entidades que trabajan con reclusos y
exreclusos apoyándoles en la búsqueda de empleo,
vivienda y otros recursos para la integración social.
•
Favorecer la detección y derivación desde los 52. Difundir la existencia del SERMASH entre el personal
juzgados de los casos de desahucio que no de los juzgados mediante folletos, pegatinas, etc.
cuenten con otros medios de alojamiento.
•
Coordinar con las instituciones y entidades de 53. Firmar convenios con Cruz Roja, y cualquier otra
asistencia a inmigrantes y refugiados la entidad especializada en atención a extranjeros para
detección, derivación y atención a personas coordinar actuaciones.
extranjeras sin hogar.
Implicar a los servicios municipales que actúan 54. Difundir entre el personal de los Servicios de Limpieza
en medio abierto (Servicios de Limpieza, el plan de actuación y formar en la estrategia a seguir en
Policía de barrio) en la detección de personas cada caso que se presente.
•
que viven a la intemperie, poniendo sobre aviso
a los equipos de trabajo social para que actúen
con la mayor rapidez.
4 COORDINACIÓN
Objetivos
1. Lograr una mayor coordinación interdepartamental
e interinstitucional.
Medidas
•
Acciones específicas
Establecer instancias de coordinación con 55. Crear, en convenio con el Ayuntamiento de Madrid, el
participación de las Administraciones, Local y Servicio Madrileño de Atención a Personas Sin Hogar
Autonómica, así como de las agencias sociales (SERMASH) con participación de todas las instituciones,
públicas y privadas, existentes en el Municipio de Madrid y
implicadas.
dispuestas a trabajar coordinadas y en red.
217
56. Creación de una ventanilla única de entrada a la red de
servicios de alojamiento de emergencia, tanto públicos
como privados gestionada desde el SERMASH.
•
•
Incorporar a la intervención coordinada con 57. Firmar convenios con las consejerías de Sanidad,
PST a todas aquellas instancias de la Educación, Trabajo y Educación, y establecer protocolos de
administración con competencias de actuación actuación conjunta en los casos de PSH.
específicas que sean de interés en la lucha
contra el sinhogarismo (Sanidad, Vivienda,
Educación, Empleo, Seguridad).
Propiciar la acción social frente a PSH a todas 58. Impartir un curso de formación específica sobre
aquellas instancias que trabajan habitualmente sinhogarismo destinado a las policías locales.
en la calle y/o en espacios públicos: Policía,
59. Crear un grupo policial entrenado para intervenir en la
Limpieza y urbanismo, Seguridad privada.
calle ante casos sociales de quienes se encuentran sin
techo y/o practican la mendicidad y vinculado
funcionalmente al SERMASH.
60. Impartir un curso de formación a vigilantes jurados que
actúan en el Metro, estaciones de tren y autobuses, y
aeropuerto.
•
Favorecer el intercambio de experiencias y el 61. Vincular el acceso a fondos de financiación públicos,
con la disposición a colaborar y coordinarse con el resto de
trabajo en red.
las instituciones implicadas. Incluyendo como criterio para
la concesión de ayudas económicas y subvenciones con
dinero público, la evaluación de la voluntad declarada y
demostrable de intentar trabajar coordinadamente y en red
junto a los demás servicios e instituciones.
218
2. Incrementar y mejorar la calidad de la información
disponible.
•
Diseñar e implantar un sistema de información 62. Elaborar una base de datos accesible on line
(Albergues en Red) que recoja información actualizada de
integrado
los recursos de alojamiento y atención: plazas ocupadas y
libres, actividades programadas, servicios que se ofrecen,
etc, a la que tengan acceso, de forma interactiva todas las
entidades públicas y privadas que actúan en el sector.
63. Generar un mapa actualizado con los datos de todos
los recursos existentes en la Comunidad, especializados o
generales, susceptibles de ser empleados en la lucha
contra el sinhogarismo y/o la mendicidad.
64. Crear una página web donde se ofrezca información
sobre recursos disponibles, datos de situación, programas
existentes, etc.
65. Apoyar económicamente la incorporación y utilización
de nuevas tecnologías de la información y comunicación en
todos los centros e instituciones que trabajan con PSH.
Facilitando el acceso a internet y, en su caso, los equipos y
la formación necesaria.
3. Intensificar la coordinación en el trabajo de calle.
• Desarrollar la coordinación entre la atención 66. Firma de un convenio y redacción de un protocolo de
sanitaria que presta el SAMUR y el trabajo de actuación coordinada entre el SAMUR y el SERMASH.
los equipos de calle.
219
67. Incluir un capítulo destinado a apoyar la formación para
la acción social del personal del SAMUR con la finalidad de
complementar la marcada formación sanitaria de los
miembros de esta entidad.
5. TERRITORIALIDAD
Objetivos
1. Vincular los recursos al territorio en que se
encuentran, coordinándolos estrechamente con los
Servicios Sociales de zona.
•
Estimular la planificación y el acuerdo 68. Diseñar, de modo coordinado, entre los Equipos de
interagencias encaminado a realizar un trabajo calle y los Centros de alojamiento itinerarios de inserción y
conjunto y focalizado sobre determinados seguimiento personalizados
casos particularmente severos.
•
Facilitar canales de comunicación y trabajo en
red entre la intervención diurna y nocturna.
Medidas
•
Responsabilizar a los equipos de calle y a los
Servicios Sociales Generales sobre áreas y
territorios concretos. De manera que pueda ser
evaluada y mejorada la eficacia relativa de
unos y otros en la consecución de los objetivos
marcados.
•
Impulsar el trabajo coordinado de los servicios
públicos y privados existentes en cada zona
con competencias relevantes para combatir el
sinhogarismo.
220
Acciones específicas
69. Firmar convenios y establecer protocolos de actuación
conjunta entre cada centro de atención a PSH y el centro
de servicios sociales del distrito en que se encuentra
radicado.
70. Establecimiento de mesas de trabajo territoriales que se
reúnan de forma periódica para realizar el análisis y
seguimiento de casos, en las que participen profesionales
procedentes de los Centros de Servicios Sociales, así
como de otros centros radicados en la misma área
geográfica (Centros de Salud Mental, INEM, Centros de
Atención a drogodependientes, etc…).
2. Diseminar por todo el territorio de la Comunidad los •
recursos asistenciales destinados a PSH, evitando así
la formación de guetos.
Ampliar o, en su caso, crear donde no existan,
las dotaciones de recursos residenciales de las
ciudades de la Comunidad con más de 100.000
habitantes, destinados a ofrecer alojamiento de
emergencia y atención social integral a
personas que se encuentran sin hogar, ya sea
de forma temporal o crónica.
3. Igualar las posibilidades de acceder a los recursos
de alojamiento de emergencia en toda el área
geográfica de la Comunidad Autónoma.
Crear una ventanilla única en cada localidad
que dé acceso a las prestaciones de
alojamiento de emergencia existentes en la
Comunidad Autónoma.
•
71. Creación de cuatro miniresidencias con un máximo de
25 plazas en distintos municipios de la Comunidad
Autónoma, destinadas a personas solas, pero
relativamente autosuficientes, dotados con personal que
preste apoyo psicosocial y acompañamiento profesional.
6. PARTICIPACIÓN CIUDADANA
Objetivos
1. Sensibilizar a la ciudadanía sobre el problema del
sinhogarismo y ofrecer pautas correctas de actuación
frente al mismo.
Medidas
Acciones específicas
•
Elaboración
de
una
campaña
de 72. Diseñar programas educativos de sensibilización en
sensibilización dirigida al conjunto de la centros escolares (colegios, institutos…).
ciudadanía, mediante folletos, cuñas en radio y
73. Realización de una exposición fotográfica sobre la vida
TV, internet, etc.
en la calle.
74. Apoyar los programas de sensibilización que llevan a
cabo las entidades voluntarias.
•
Desarrollar e impulsar la intervención social 75. Programa de difusión del Plan entre Asociaciones
entre el entorno vecinal y relacional de las PST, Vecinales, Centros de la Tercera Edad
con el fin de que no contribuya a consolidar la
estancia en la calle.
Desarrollar el conocimiento del problema del 76. Establecer un Programa de Formación y Sensibilización
sinhogarismo entre colectivos específicos para estudiantes de Trabajo Social, Educación social, u
otras titulaciones afines, que estimule el conocimiento del
particularmente sensibles.
sinhogarismo y proporcione pistas de intervención.
•
221
2. Apoyar y estimular los programas de voluntariado y
la incorporación de voluntarios a los servicios, tanto
públicos como de iniciativa privada.
•
Dotar con más medios y recursos a las 77. Subvencionar al 50% durante los tres primeros años, la
organizaciones voluntarias que trabajan por la contratación de profesionales del trabajo social que actúen
integrados en los programas de las asociaciones de
noche.
voluntariado que actualmente carezcan de ellos.
7. CALIDAD
Objetivos
1. Mejorar la calidad de los servicios.
Medidas
•
2. Ampliar nuestro conocimiento del problema y de las •
vías e instrumentos más idóneos para atajarlo.
Acciones específicas
Elaborar e implantar una normativa que regule
los componentes de la calidad que se dan cita
en los servicios: infraestructura, dotaciones,
equipamiento, personal, etc.
78. Establecer mínimos de calidad que contribuyan a
dignificar la atención que reciben las PSH en lo que se
refiere a condiciones físicas de los locales, número de
profesionales que intervienen, etc.
Favorecer la realización de estudios e 79. Continuar apoyando la elaboración y realización de un
investigaciones tanto monográficas y/o Plan de Atención Integral a Personas Sin Hogar en la
especializadas, como de carácter general, que Comunidad de Madrid en sus restantes fases.
permitan llevar a cabo un seguimiento
actualizado y permanente del problema.
80. Crear un espacio permanente de encuentro,
conocimiento, debate y reflexión entre los distintos recursos
de la red con el objetivo de intercambiar información y
experiencias.
222
8.1. ACTUACIONES URGENTES
De acuerdo con el diagnóstico anterior, en este momento se constata que el
conjunto de recursos destinados a las personas sin hogar en nuestra región son:
-
insuficientes,
-
resultan, al menos parcialmente, inadecuados para poder acoger los
nuevos perfiles que se dan cita en el sinhogarismo,
-
se encuentran muy poco articulados entre sí, y con el resto de los
sistemas de protección social,
-
y, finalmente, presentan una distribución territorial, fruto de la historia,
que no se corresponde con las necesidades actuales.
Por esto mismo, para no retrasar más la actuación que se requiere en estos
momentos se proponen una serie de actuaciones con carácter urgente que se
concretan en lo siguiente:
0. Se debería disponer la realización de un Plan de Atención Integral a
Personas Sin Hogar en la Comunidad de Madrid, con participación de
todas las instituciones y entidades implicadas, cuyo borrador provisional
cuenta con cincuenta medidas agrupadas en siete capítulos, que se
concretan en más de ochenta acciones específicas a llevar cabo en los
próximos cuatro años. En una primera fase, se priorizarían aquellas
acciones que permitan:
i.
ordenar el marco institucional para hacer posible el desarrollo
del Plan previsto
ii. focalizar la atención sobre aquella parte de la población sin
hogar que presenta mayores necesidades de atención, esto
es, las personas que literalmente viven sin techo en las calles
de nuestra región.
En consecuencia, se propone que la Consejería de Servicios Sociales, con
carácter urgente y, en su caso, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid,
lleve a cabo lo siguiente:
1. Creación del Servicio Madrileño de Atención a Personas Sin Hogar
(SERMASH) que tendría como misión:
a. Coordinar y propiciar el trabajo en red de todos los recursos, públicos
y privados, destinados a PSH existentes en la Comunidad, y
favorecer la cooperación entre ellos.
b. Establecer una ventanilla única de acceso a los recursos de
emergencia destinados a PSH desde cada uno de los centros de
servicios sociales de la región.
c. Elaborar un sistema de información integrado que permita hacer un
seguimiento en línea y en tiempo real del número de plazas de
alojamiento
disponibles,
número
de
personas
atendidas,
intervenciones llevadas a cabo, evolución de los procesos de
recuperación e inserción, etc.
d. Ordenar los recursos disponibles en la región de forma que pueda
establecerse un continuo ininterrumpido de atención y cuidados a las
personas sin techo, que vaya desde la calle hasta la vida
independiente y autónoma.
e. Estimular y desarrollar el trabajo interdepartamental junto a aquellas
áreas de la Administración como son Sanidad, Empleo, Vivienda,
Educación, Cultura o Seguridad ciudadana, desde las que se puede
actuar positivamente en favor de las PSH.
224
2. Para la creación y mantenimiento del SERMASH se firmarían acuerdos con
el Ayuntamiento de Madrid, la Federación de Municipios y las Instituciones
privadas de reconocido prestigio en la atención a PSH, de manera que
puedan incorporarse al funcionamiento diario del servicio, aportando su
experiencia, su conocimiento del problema y su personal especializado
en intervención con colectivos en situación de exclusión extrema.
3. Incrementar la colaboración económica con las entidades que atienden a
las PSH (Ayuntamiento de Madrid, FEMP, Iniciativa social) y se la debería
dotar de mayor estabilidad mediante la firma de conciertos.
4. Aumentar la capacidad de alojamiento de emergencia mediante:
a. La creación de dos centros de alojamiento de baja exigencia con
unas 30 plazas en el centro de Madrid, que puedan albergar a las
PSH que se concentran en la zona. Al mismo tiempo se duplicará el
número de plazas concertadas en pensiones, dentro de un programa
de acompañamiento social para promover el itinerario hacia la vida
independiente de las PSH.
b. Progresivamente, en convenio con la FEMP, se irían creando hasta
seis miniresidencias de entre 20 y 30 plazas para prestar
alojamiento de emergencia en cada una de las ciudades de más de
100.000 habitantes de la Comunidad y evitar así, tanto la excesiva
concentración de recursos en el Ayuntamiento de Madrid, como la
generación de guetos que implica, con frecuencia, la construcción de
los macrocentros.
225
c. Por último, se propone que se promuevan acuerdos con el IVIMA y la
EMV para animarles a que contemplen en las actuaciones que llevan
a cabo, las necesidades residenciales específicas de las personas
solas sin hogar, de manera que pueda incrementarse la bolsa de
apartamentos públicos en alquiler destinados a estas personas,
para lo cual se firmaran acuerdos entre Provivienda y cada una de
las entidades que trabajan con PSH.
5. También de manera general, se propone que se incremente el trabajo de
proximidad en medio abierto para tratar de hacer salir de la vida en la calle
al mayor número de personas que sea posible, para lo cual:
a. Aumentar la dotación de la UMES, de manera que se puedan cubrir
las horas de la noche, con el personal y los medios suficientes que
posibilite su actuación en el conjunto de los municipios de la región.
b. Creación de 3 equipos de calle multiprofesionales, que
empezarían a trabajar en los distritos centrales de Madrid, con
responsabilidad sobre su territorio de actuación y vinculados al
Centro de Servicios Sociales del distrito. Progresivamente, se
deberán ampliar el número de estos equipos hasta conseguir su
implantación en todos los distritos madrileños.
c. Creación, en convenio con la Consejería de Sanidad, de un equipo
de calle especializado en salud mental para atender en medio
abierto a las personas sin techo con enfermedades mentales
crónicas.
d. Abrir un centro de día vinculado al Centro Puerta Abierta, que ya
funciona por las noches en Madrid, para que pueda continuar su
actuación en horario diurno, y apoyar la creación de centros de día
226
en todos los albergues madrileños, de manera que puedan llevarse a
cabo actividades de apoyo y recuperación psicosocial de las PSH allí
alojadas.
6. Incrementar los mecanismos que permitan prevenir el problema, y evitar la
llegada a la calle de nuevas personas, mediante un sistema de detección e
intervención precoz ante aquellas situaciones de riesgo que se puedan
conocer desde: los servicios sociales, los centros de menores, los
hospitales y centros de salud, los juzgados e instituciones penitenciarias,
los centros de atención a inmigrantes, y, por último, desde aquellos
servicios municipales que diariamente actúan en medio abierto, como los
Servicios de Limpieza y la Policía de barrio.
7. Igualmente apoyar los programas que llevan a cabo las entidades
asociativas y de voluntariado, de manera que puedan incrementar la
contratación de profesionales especializados y la incorporación laboral de
personas que habiendo vivido sin techo en el pasado, puedan actuar como
mediadores frente a quienes se encuentra actualmente sin techo.
8. Asimismo, que se lleve a cabo una campaña de sensibilización
ciudadana que permita canalizar los deseos de prestar ayuda y solidaridad
que muestran muchos madrileños hacia soluciones eficaces y a largo plazo,
mediante la cual, además de dar conocer los recursos sociales existentes
se
podrán
ofrecer
pautas
de
actuación
adecuadas
y
pueda
ir
desapareciendo la limosna indiscriminada u otros comportamientos
semejantes, que, aunque bienintencionados, acaban por tener un efecto
negativo sobre las propias personas sin hogar al “fijarles” en la calle y
alimentar la aparición de grupos de mendicidad organizados que, en
ocasiones, llegan incluso a utilizar menores para mendigar.
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