Departamento de Sociología y Trabajo Social Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Personas Sin Techo en Madrid Diagnóstico y Propuestas de actuación INFORME Marzo 2003 Pedro José Cabrera Mª José Rubio Universidad Pontificia Comillas de Madrid PLAN DE ATENCIÓN INTEGRAL A PERSONAS SIN HOGAR EN LA COMUNIDAD DE MADRID Informe 1. INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 4 1.1. Metodología ................................................................................................ 10 2. DIAGNÓSTICO ................................................................................................. 14 2.1. ¿Quiénes y Cuántos son? .......................................................................... 14 2.1.1 Operaciones de recuento ...................................................................... 21 2.2. Tipología ..................................................................................................... 40 2.2.1. PERFIL 1.............................................................................................. 40 2.2.2. PERFIL 2.............................................................................................. 46 3. LA VIDA EN LA CALLE ................................................................................... 52 3.1. El camino hacia la calle .............................................................................. 52 3.2. La vida en la calle ....................................................................................... 70 3.2.1. Comer .................................................................................................. 71 3.2.2. Dormir .................................................................................................. 80 3.2.3. Aseo ..................................................................................................... 94 3.2.4. Ropa..................................................................................................... 96 3.2.5. La economía de la calle ....................................................................... 98 3.2.6. Mendicidad......................................................................................... 103 3.2.7. Agresiones ......................................................................................... 108 3.3. Salir de la calle ......................................................................................... 111 4. LOS RECURSOS SOCIO-ASISTENCIALES ................................................. 116 4.1. Recursos específicos para Personas Sin Techo ...................................... 118 4.1.1. SITADE .............................................................................................. 118 4.1.2. UMES................................................................................................. 118 4.1.3. RAIS................................................................................................... 119 2 4.1.4. Centro de baja exigencia Puerta Abierta............................................ 119 4.1.5. “Campaña contra el Frío” ................................................................... 120 4.1.6. Solidarios para el Desarrollo .............................................................. 121 4.1.7. Amauta............................................................................................... 121 4.1.8. Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR) ..................... 122 4.2. Recursos generales para PSH ................................................................. 122 5. ALCANCES Y LÍMITES DE LA ATENCIÓN................................................... 124 5.1. Recursos específicos para PSTecho ........................................................ 125 5.1.1. Los recursos de proximidad (UMES, RAIS, los voluntarios y el Equipo de Intervención Social y Humanitaria del SAMUR) ...................................... 125 5.1. 2. El SITADE ......................................................................................... 150 5.1.3. Puerta Abierta .................................................................................... 151 5.1.4. Campaña del frío................................................................................ 153 5.1.5. La Coordinación de los recursos específicos para PST ..................... 156 5.2. Los recursos generales para PSHogar ..................................................... 160 5.2.1. Insuficiencias e inadaptación de la red............................................... 160 5.2.2. Los problemas de coordinación y conexión externa........................... 180 5.2.3. Los medios para la prevención .......................................................... 184 6. CONCLUSIONES ........................................................................................... 190 7. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN ....................................................................... 197 8. PROPUESTA DE ACTUACIONES PARA LA ELABORACIÓN DE UN ........ 205 “Plan de Atención a Personas Sin Hogar de la Comunidad de Madrid” ...... 205 8.1. ACTUACIONES URGENTES ................................................................... 223 9. BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................. 228 3 1. INTRODUCCIÓN Dormir y vivir en la vía pública, así como pedir y mendigar una moneda a los que pasan, son todavía hoy en día, cuando acabamos de entrar en el siglo XXI, las manifestaciones más visibles que adopta la miseria -real o pretendida-, en las calles de nuestras ciudades. Personas adultas que piden dinero o comida en la calle, a las puertas de una iglesia, de un supermercado o de unos grandes almacenes; adultos acompañados de menores que ejercen la mendicidad; hombres o mujeres que duermen al raso y viven instalados con sus míseras pertenencias, en algún banco o acera de cualquier calle, plaza o parque, son escenas cotidianas para cualquier ciudadano de Madrid. Sin lugar a dudas, el encuentro cara a cara con quien se exhibe públicamente como necesitado y empobrecido hasta el extremo, es una experiencia dura e insoportable para la mayoría de las personas, un encuentro -no por habitual menos inesperado- que introduce cierto nivel de desasosiego y malestar en sus vidas. Las reacciones que se siguen de esa incomodidad pueden ser de lo más variado y alimentar desde las acciones inspiradas por la compasión y el deseo de ayudar al otro, a las reacciones más agresivas y violentas que, en ocasiones, se saldan con la muerte del indigente, tal y como recogen las páginas de sucesos en los periódicos con machacona e inquietante reiteración. En la actualidad, a pesar de los intentos que han hecho tanto la Administración como algunas iniciativas privadas para resolver o al menos paliar el problema, la realidad sigue mostrándonos la presencia de personas cuyo escenario vital sigue siendo la calle. Por lo que se refiere explícitamente a la mendicidad, aunque las evidencias disponibles son más bien fragmentarias y poco informadas científicamente, el hecho es que existe una fuerte conciencia entre algunos sectores de la población y, desde luego, entre los políticos y responsables municipales, acerca del 4 crecimiento de la mendicidad en las grandes ciudades europeas (DEAN 1999). Sin que se hayan investigado en profundidad las razones del fenómeno, así como la naturaleza, las implicaciones y las dimensiones del mismo, la opinión pública y la administración reclaman ideas y proyectos para solucionarlo. Como forma de ayuda entre seres humanos, uno de los cuales se muestra en situación de necesidad, la práctica de la mendicidad implica que la ayuda se realiza en una situación de encuentro cara a cara interpersonal, lo cual violenta y altera el discurrir histórico de la acción social, en el que la aparición de intermediaciones institucionales, permite “evitar” tales encuentros cara a cara, delegándolos en profesionales o mediadores especializados en tales menesteres (religiosos, etc). De ahí que, desde siempre, haya existido la preocupación por distinguir entre unos mendigos y otros, clasificándolos según su estilo, su situación etc., y en definitiva, según el criterio de si serán o no dignos de recibir esa ayuda que se pide sin otras referencias que las que puedan mostrarse a modo de seña de identidad en un encuentro fugaz y transitorio. La mendicidad conlleva, por lo general, un claro estigma social. En según qué contextos grupales y de clase puede implicar la señal última de que se ha perdido la propia autoestima y el sentido de la dignidad, de manera que resultaría preferible la comisión de pequeños delitos o realizar ciertas actividades ilícitas, antes que “rebajarse a pedir”. Por el contrario, en algunas subculturas, tradicionalmente una y otra actividad han resultado habituales y compatibles, sin que implicasen desdoro o menoscabo para quien las practicaba, al menos dentro de la propia comunidad, como ha sido el caso entre los gitanos, o los habitantes de algunos pueblos en Las Hurdes, entre quienes ser un buen “pidior” te convertía en un buen partido a la hora de buscar pareja. 5 Del mismo modo suele ser habitual prestar alguna atención a las formas que se emplean para solicitar limosna, a la evolución que experimentan a lo largo del tiempo, a la extensión que alcanzan unas y otras, y al éxito mayor o menor que acarreen en cada época y circunstancia, puesto que, en definitiva, de ello dependerá en gran medida que el juicio rápido que ha de hacer el transeúnte que pasa al lado de quien pide, le haga decantarse por entregar una moneda, o no. Actualmente, la preocupación por la mendicidad, viene ligada a: • Los recortes en los sistemas de protección, o las insuficiencias de la política de vivienda, salud mental, y de empleo, así como por la modificación de los estilos de intervención social, especialmente en aquellos programas dirigidos a los más pobres. • La preocupación por articular medidas de política social eficaces con relación a la exclusión social, es perfectamente compatible en nuestra sociedad con la tolerancia frente a la desigualdad social y la pobreza de amplias capas de población. Paradójicamente, pueden coexistir la tolerancia cero frente a las exhibiciones ostentosas de miseria, en situaciones cara a cara, con la absoluta permisividad y tolerancia frente a la pobreza masiva. • En la mendicidad actual, se reflejan los procesos de globalización económica y de crecimiento de la desigualdad entre regiones, países y continentes. Como ha señalado Z. Bauman, formando parte del mismo fenómeno de base, podemos contraponer al “turista” y al “vagabundo” (los gitanos rumanos por ejemplo) como protagonistas de un mundo cada vez más global e interconectado. • La mendicidad no es sino una de las formas de actividad económica informales que permiten ir tirando a quienes han sido arrojados a los márgenes de la sociedad, de ahí que tenga importancia estudiarla en tanto que categoría peculiar dentro del amplio espectro de situaciones que 6 concurren en la economía sumergida o informal. En ese sentido, pedir implica una forma de racionalidad económica propia, aunque peculiar y llena de riesgos sin duda. • Por otra parte, mientras que en las leyes antimendicidad, se la suele criminalizar y se la hace responsable del incremento de la inseguridad, también se podría considerar, a la inversa, que pedir es una actividad muy arriesgada para los propios mendigos, que pueden ser objeto de asaltos, robos, explotación mafiosa, etc. • Desde luego, determinadas formas de limosneo pueden ser entendidas como una suerte de rebelión frente al sistema; es el caso de chicos jóvenes, hippies, punkies, new age, o de quienes entroncan con una cierta tradición anarquista de rechazo al trabajo y la explotación que éste conlleva. • Por último, aunque resulte difícil de entender a primera vista, los mismos valores de autonomía e independencia financiera a los que aspiran la mayoría de los ciudadanos, pueden estar en el origen de la conducta de algunas personas que mendigan y que, en ese sentido, encuentran en la mendicidad una “liberación” de otras situaciones más dependientes y “parasitarias”, puesto que el hecho de poder proveerse por sí mismas de lo que necesitan para subsistir las evita depender de albergues, comedores u otras instituciones de asistencia (DEAN y GALE 1999). En este informe, con los términos “pedir” y “mendigar”, nos referimos a la conducta de las personas que viven más o menos habitualmente reclamando ayuda económica y/o material a los transeúntes en un lugar público. Por su parte, “vivir en la calle” es un concepto que hace alusión a todas aquellas personas que duermen al aire libre o en lugares no apropiados para ser utilizados como alojamiento por un ser humano (cajeros, portales, etc.). 7 Por lo general, pedir y vivir / dormir en la calle son problemas que se suelen asociar al fenómeno del sinhogarismo. Sin embargo, aunque en muchos casos esta asociación es cierta, conviene precisar que el sinhogarismo es una realidad más amplia que puede incluir no sólo a los que duermen en la calle, sino a otras muchas personas que lo hacen en la red de alojamientos para PSH, en pensiones, en infraviviendas, etc. Como expone FEANTSA (Federación Europea de Asociaciones que Trabajan a favor de los Sin Hogar), el término Personas Sin Hogar “incluye aquellos que no pueden acceder a conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente, y que proporcione un marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas u otras barreras sociales, o bien porque presentan dificultades personales para llevar una vida autónoma” (Cabrera, 2000:24). Por otro lado, si bien es cierto que muchas Personas Sin Hogar (PSH), y, por lo tanto, sin recursos económicos, piden para subsistir, no todas las PSH piden en la calle. Esta cuestión ha sido frecuentemente señalada por las organizaciones que trabajan con PSH. Pues, según ellos, en muchas ocasiones, se corre el riesgo de considerar a todas las PSH a partir de la conducta de una parte de la población, probablemente minoritaria, etiquetándoles a todos con el calificativo degradante y estigmatizador de “mendigos”. De hecho, en el imaginario popular, se entremezclan junto a la mendicidad, otras situaciones y actividades que poco tienen que ver con ella salvo el hecho de darse cita en el espacio abierto y público que es la calle: vivir sin techo y dormir sobre unos cartones; ejercer la prostitución y solicitar a los peatones como clientes; vender revistas de calle como La Farola o También Contamos; instalar una manta con CDs pirateados; o hacer de estatua pintado de purpurina, son algunas de las posibilidades con las que cualquier transeúnte puede toparse mientras camina por Madrid. Evidentemente, los puntos de conexión que pueden existir entre quienes se ven envueltos en ellas no pueden ignorarse, pero tampoco sería bueno confundirlas y entremezclarlas entre sí en una especie de totum revolutum que 8 nada resuelve y nada aporta, a no ser un incremento del rechazo y la intolerancia hacia quienes ocupan posiciones y lugares marginales en nuestra sociedad. Del simple hecho de entremezclar las cuatro posibilidades básicas que se dan cita en la calle como formas de vida marginales que permiten “ir tirando” a quienes las practican: (a) pedir limosna, (b) vender pequeños productos, (c) ofrecer servicios al paso, o (d) dormir literalmente sin techo, nos surgirían hasta 13 posibilidades diferentes según se den solas o combinadas entre sí (ver Gráfico sig.), cada una de las cuales significa para quienes las practican, tener que asumir connotaciones sociales, económicas, relacionales y simbólicas muy diferentes unas de otras. Duermen sin techo Piden Limosna Ofertan servicios Venden productos Teniendo en cuenta los medios disponibles, el escaso tiempo con que hemos debido preparar este informe, y el tipo de instituciones, agencias y centros sociales que fueron convocados a participar en el proyecto, nos vamos a ocupar básicamente de las dos primeras posibilidades, (1) dormir sin techo, y (2) pedir limosna -o lo que es lo mismo, aquellas que representan la exhibición de miseria más explicita de cuantas nos podemos encontrar en la vía pública-, así como de las interrelaciones que podamos detectar entre ambas. 9 Incluiremos la venta de productos, cuando por su insignificancia (pañuelos) o su expresa vinculación con personas en situación de exclusión (venta de prensa de calle), resulten de hecho asimilables en la conciencia ciudadana a la mendicidad; esto significa no tomar en cuenta, por ejemplo, la venta de fruta, el llamado “top manta”, etc. Del mismo modo, la oferta de servicios, no tendrá sentido incluirla cuando se acompañe de ciertos niveles de calidad, como por ejemplo, los teatros de marionetas ambulantes, los echadores de cartas, la lectura del tarot, etc; en cambio sí que podríamos considerar como formas más o menos similares a la mendicidad, el tocar la flauta mientras se pide con un cuenco, hacer de estatua, echar la buenaventura al paso, etc. En definitiva, nuestro foco de interés se centra en estudiar las circunstancias por las que transcurre la vida de las personas que viven literalmente sintecho, y sus conexiones más o menos próximas con quienes ejercen la mendicidad en las calles de Madrid. El objetivo que nos hemos propuesto cubrir con este informe, consiste en tratar de averiguar, cuántos y quiénes son, de dónde vienen y por qué han llegado a verse así, cuál es la atención que se les presta actualmente y, finalmente, poder lanzarnos a proponer algunas medidas de actuación para el futuro que gocen del respaldo y el consenso de las principales agencias e instituciones implicadas. 1.1. Metodología Por las circunstancias en que ha debido ser abordado y habida cuenta de la escasa investigación previa disponible, el estudio tiene en primer lugar un carácter exploratorio y descriptivo. Una vez delimitado el foco de nuestro interés: personas viviendo en la calle y/o personas practicando la mendicidad, nuestro primer objetivo consistirá en dar cuenta de la realidad existente en estos instantes en las 10 calles de Madrid. De momento, el ámbito de nuestro trabajo de campo, se ha circunscrito al municipio de Madrid, y particularmente a las zonas céntricas en las que se dan cita la mayor parte de situaciones a estudiar. Con ello creemos estar cubriendo el grueso del problema y, desde luego, sus manifestaciones más visibles y notorias. Para lograr esta primera descripción que nos sirva como diagnóstico de la situación actual, hemos contactado con la práctica totalidad de las instituciones, centros y servicios implicados en la atención directa a estas personas. Hemos recopilado la información contenida en sus últimas memorias y hemos realizado entrevistas abiertas en profundidad a un total de 15 profesionales responsables y expertos. Contando con la colaboración de todos ellos, hemos podido conocer de primera mano el funcionamiento de los servicios, siendo particularmente interesante el conocimiento que nos ha proporcionado el hecho de poder acompañar a quienes hacen trabajo de calle e intervienen en medio abierto. Así, hemos podido acompañar en sus recorridos a: la UMES, RAIS y Solidarios para el Desarrollo. Además de las entrevistas a expertos y de las visitas a centros, hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con todos ellos en el transcurso de tres reuniones celebradas en la Escuela Municipal de Voluntariado para poner en marcha la llamada “Campaña contra el Frío”. En la primera de ellas expusimos el proyecto y recogimos las impresiones de los participantes, en la segunda de ellas dimos cuenta del trabajo realizado hasta ese instante y pasamos un cuestionario para recoger las ideas, sugerencias y propuestas de los expertos implicados, y en la tercera se realizó una devolución de los primeros resultados e ideas aportadas hasta ese momento. Operando de esta forma, creemos estar proponiendo un dispositivo de investigación-acción, mediante una metodología participativa y de colaboración interinstitucional que ha de ser fundamental en el diseño de actuación posterior. 11 Además de la visión del problema que emerge desde las instituciones, hemos querido recoger la versión de los propios protagonistas, para lo cual hemos realizado entrevistas en profundidad a 20 personas que viven en la calle y/o practican la mendicidad. La muestra naturalmente, no tiene pretensiones de representatividad estadística de un universo sino que pretende, desde una metodología cualitativa, abrirse a la comprensión de las razones, motivos, justificaciones y demandas que manejan quienes se encuentran literalmente tirados en la calle. No obstante, hemos buscado que la muestra estuviese adornada de la mayor heterogeneidad posible, para lo cual hemos entrevistado a jóvenes y mayores, varones y mujeres, personas solas y con pareja, gentes que utilizan eventualmente los albergues y otras que no los pisan nunca, etc. Creemos que estas entrevistas pueden ser suficientes para poder indagar en la experiencia subjetiva de marginación y desarraigo extremo tal y como es vivida por sus protagonistas. En total, disponemos por tanto de 35 entrevistas en profundidad, realizadas a los actores que intervienen o padecen la cuestión que nos preocupa. Además de todo ello, para intentar una estimación cuantitativa del fenómeno tal y como éste se presenta ante los ojos de un observador callejero, hemos realizado dos recuentos: 1. En el primero de ellos, contamos con la colaboración extraordinaria de los voluntarios que cubren las rutas nocturnas atendidas por la ONG Solidarios para el Desarrollo. A lo largo de la cuarta semana de Octubre, durante las primeras horas de la noche, entre el 21, lunes, y el 24, jueves, los voluntarios de Solidarios, fueron consignando en unas hojas de registro elaboradas al efecto, los datos sociodemográficos básicos de las personas durmiendo en la calle con las que entraban en contacto. 12 2. El segundo recuento, tuvo carácter diurno y se realizó durante la misma semana de referencia. El jueves, 24 de octubre, en grupos de mañana y de tarde, nosotros mismos y un grupo de algo mas de 20 alumnos de 4º de sociología de Comillas, como parte de sus prácticas de observación dentro de la asignatura de Técnicas de Investigación Social, realizamos un barrido sistemático de los distritos centrales de Madrid, tomando nota sistemática de todas aquellas personas que podían detectarse mendigando, o con signos externos de estar durmiendo en la calle. La hoja de registro de observaciones, permite trazar los contornos principales del problema tal y como se detecta de forma visible y aparente a plena luz del día. Los datos cuantitativos fueron analizados mediante el programa SPPSS v. 11; mientras que las cintas con el contenido de las entrevistas se transcribieron a documentos de texto, para ser posteriormente analizadas mediante el programa QSR-NUDIST de análisis de contenido. 13 2. DIAGNÓSTICO 2.1. ¿Quiénes y Cuántos son? Contando con los sistemas de información actuales, es imposible saber el número de personas de las que estamos hablando. Ni siquiera para las personas más directamente relacionadas con el tema y con más conocimiento de la realidad a estudiar resulta fácil aproximarse a una estimación medianamente rigurosa. Una consulta realizada a los representantes de las instituciones implicadas en la atención a PSH en Madrid, arroja cifras muy dispares, las respuestas obtenidas a la pregunta acerca de cuál estiman que sería el número de personas que en un día cualquiera quedan fuera de las instituciones durmiendo en la calle oscila entre 300 y 3.500, con una cifra media de 907 personas sin techo una vez eliminadas las posiciones más extremas. En cuanto a la mendicidad, las respuestas obtenidas a la pregunta sobre el número de personas que en un día cualquiera se dedican a mendigar en Madrid, oscilan entre 100 y 4.000, con un saldo medio estimado de 1.153 personas. Nuestra opinión es que las cifras más ajustadas a la realidad son bastante inferiores. Si tenemos en cuenta que las plazas de alojamiento y/o refugio nocturno disponibles en Madrid, son aproximadamente 1.256, resulta francamente improbable que por cada persona albergada haya aproximadamente otra que no encuentra o no desea obtener una plaza. A nuestro entender, deberíamos estar hablando más bien de un número situado en torno a 300-400 personas en un día cualquiera. Naturalmente, la cifra crece si en lugar de hablar en términos de stock, tratáramos de aproximarnos al número de personas que a lo largo de un período, por ejemplo un año, acaban recalando en la calle y haciendo de un 14 banco, un cajero o un portal, su dormitorio improvisado por un tiempo más o menos prolongado. Tabla 1.Plazas de alojamiento/refugio disponibles para PSH en Madrid, durante los meses de frío. Centro Nº Plazas S. Isidro 269 Puerta Abierta 80 Pabellones Casa de Campo 87 Estación Metro (ocupación media) 61 S. Juan de Dios 230 S. Martín de Porres 62 Mini residencia SMP 12 Calor y Café 50 Pensiones 10 Don de María 80 Sta. María de la Paz 114 Jesús Caminante 60 Hogar Jesús Caminante 50 Misioneras de la Caridad 20 Plazas en pisos (El olivar, HH. de la 71 Caridad, Cáritas, Realidades, etc) Total 1256 Elaboración propia, datos de la Campaña contra el frío 2001/2002 En cuanto al número de personas que practican la mendicidad de un modo regular y no esporádico en Madrid, resulta aún más difícil de estimar, puesto que no existe manera de realizar un censo siquiera aproximado. Sin embargo, si consideramos que aunque no todas las personas alojadas en centros para PSH, mendigan, ni mucho menos, tampoco es infrecuente encontrarse con personas que residen en ellos, y emplean parte de sus horas libres en intentar sacar algún dinerillo a las puertas de una iglesia o de un supermercado, y si a este grupo le sumamos, el amplio grupo de “músicos” ambulantes, “estatuas”, vendedores de prensa callejera, algunas personas mayores con pensiones insuficientes que se ayudan de la mendicidad, y otros, quizás la cifra media ofrecida por los profesionales que estimaba en torno a 1.100 personas el número de mendigos en un día cualquiera no sea del todo exagerada, aunque en este momento nos inclinamos a pensar más bien en una cifra más modesta situada en torno a 600-800 personas, de los 15 que sólo una tercera parte (por razones que más adelante indicaremos) se encuentran viviendo en la calle. En este instante, los datos más sólidos respecto de lo que ocurre en la calle, son los elaborados por Grupo 5 a partir de la actividad desarrollada por la UMES. Así por ejemplo durante el año 2001, atendieron a 1.166 personas diferentes, si bien, la media mensual fue de 221 personas distintas. Del total de personas atendidas, el 54% (esto es 626) se encontraban viviendo literalmente en la calle. A estas podríamos sumarle aproximadamente otro 9% (49) que se encontraban residiendo en albergues pero que sin embargo fueron objeto de una intervención de la UMES, normalmente por estar mendigando. Gráfico 1. Personas que viven en la calle. Año 2001. (Cifras anuales en datos absolutos) 1000 800 626 540 600 400 200 0 Viven en la calle Algun tipo de alojamiento Fuente: Memoria UMES 2001 De las 626 personas que vivían en la calle a lo largo del año 2001, las mujeres representaban un 18%. El 83,5% residía en Madrid desde hacía más de 6 meses, y un 50% vivían en Madrid desde hacía más de 5 años. 16 Gráfico 2. Personas que viven en la calle según sexo. Año 2001. (%) 82 100 80 60 18 40 20 0 Mujeres Hombres Fuente: Memoria UMES 2001 Gráfico 3. Tiempo de residencia en Madrid (más o menos de seis meses). (%) 100 83,5 80 60 16,5 40 20 0 Más de 6 meses Menos de 6 meses Fuente: Memoria UMES 2001 Gráfico 4. Tiempo de residencia en Madrid (Más o menos de 5 años) (%) Menos de 5 años 50% Más de 5 años 50% Fuente: Memoria UMES 2001 17 El 25% eran extranjeros; la mayoría (58%) de países extracomunitarios, pero con una importante representación de naturales de la UE (42%), entre los que la nacionalidad mayoritaria era la portuguesa (un 14% de los extranjeros que vivían en la calle). A diferencia de los nacionales, los extranjeros sin techo, llevan mucho menos tiempo viviendo en Madrid: el 30% menos de 6 meses, y sólo un 23% lleva más de cinco años en Madrid (frente a un 50% entre los españoles). La importancia del desarraigo y el extrañamiento, así como la necesidad de una intervención temprana para evitar la consolidación de la vida en la calle de los extranjeros temporalmente sin techo resulta evidente a la luz de estos datos. Gráfico 5. Extranjeros (%) 100% 75% 80% 60% 40% 25% 20% 0% Extranjeros Españoles Fuente: Memoria UMES 2001 18 Gráfico 6. Origen de los extranjeros (%) U.E. 42% Extracomunitarios 58% Fuente: Memoria UMES 2001 Gráfico 7. Tiempo viviendo en Madrid de los extranjeros 80 70 60 50 40 30 20 10 0 77 23 Más de 5 años Menos de 5 años Fuente: Memoria UMES 2001 Por zonas geográficas, nos encontramos con que nueve de los 21 distritos acumulan, ellos solos, el 89,3% de las intervenciones; son los de Centro (31,5%), Moncloa (16,4%), Salamanca (8,4%), Arganzuela (7,7%) Chamberí (6,6%), Tetuán (5,7%) y Chamartín (5,1%), Latina (4,5%) y Retiro (3,4%). La presencia de zonas comerciales y espacios abiertos con numeroso público, estaciones de tren, y centros de asistencia (comedores, sobre todo y también albergues) ayuda a explicar esta extraordinaria concentración de “emergencias sociales” en una zona relativamente limitada. 19 Tabla 2.- Personas que viven en la calle y/o piden según distritos Distrito % Centro 31,5 Moncloa 16,4% Salamanca 8,4 Arganzuela 7,7 Chamberí 6,6 Tetuán 5,7 Chamartín 5,1 Latina 4,5 Retiro 3,4 Fuente: Memoria UMES 2001 Lamentablemente, de la memoria elaborada por la UMES, no podemos extraer la estimación del número de personas que a lo largo del año 2001 se encontraron ejerciendo la mendicidad de forma, digamos “problemática”, puesto que en la valoración de las situaciones a las que han de enfrentarse desde la Unidad Móvil únicamente pueden asignar a efectos estadísticos una única problemática, cuando la realidad es que pueden concurrir en la misma persona una pluralidad de ellas como por ejemplo, estar mendigando y ser alcohólico. Con todo y con ello, de entre las 1166 personas diferentes que fueron objeto de intervención en 125 casos, la mendicidad era el problema principal o único que motivó dicha intervención y así fue consignado. Por tanto, aunque los datos, lamentablemente son mucho más inseguros y escasos de lo que podrían ser, podemos extraer algunas notas características de estos 125 casos detectados como problemática principal. El 28% de los mendigos fueron mujeres. Entre las mujeres que mendigan son muy numerosas las ancianas de más de 65 años (34%), no así entre los varones, donde los viejos no llegan al 9%. En un 5% de los casos estaban mendigando con menores, se trataba prácticamente siempre de mujeres. En cuanto a la concentración por distritos sigue la misma pauta que el conjunto de la actividad de la UMES, y por lo que se refiere al origen, hay que señalar que, contra lo que se viene afirmando en los medios de comunicación, la inmensa mayoría de los que se dedican a mendigar, son españoles: el 80%. Finalmente, también se confirma la falsedad del 20 estereotipo que hace coincidir, persona sin hogar con mendigo, puesto que, al menos en los casos diagnosticados desde la UMES como problemática principal, sólo una tercera parte aproximadamente (36%), se correspondían con personas que vivían en la calle. Ahora bien, no sólo tiene importancia considerar el número de personas aproximadas que viven en las calles de Madrid, sino que es muy importante, tratar de conocer cuál es el flujo de llegada a esa situación, esto permitiría una intervención precoz que evitara la consolidación de la vida en la calle como forma de existencia habitual. Por los datos de la UMES, del total de 626 personas diferentes que se encontraban viviendo en la calle, 289 eran ya conocidos anteriormente, mientras que 337 fueron detectados por primera vez a lo largo del año de actuación. Podríamos decir que, aproximadamente una persona por día viene a caer en la calle. Algunos de ellos se encontrarán de paso, otros serán rápidamente derivados hacia los centros adecuados, sin embargo, una fracción que en este momento no podemos precisar con exactitud acabará haciendo de las calles madrileñas su residencia habitual. 2.1.1 Operaciones de recuento Para tratar de aproximarnos directamente, esto es, sin mediaciones institucionales, a una estimación del número de personas que viven y duermen literalmente sin techo, intentamos realizar -dentro de las limitaciones económicas y de calendario a las que estábamos sometidos-, un recuento directo en las zonas céntricas de Madrid mediante hojas de registro de observaciones en las que íbamos consignando los casos con que nos encontrábamos. Con ello pretendíamos asomarnos a las impresiones que puede extraer el ciudadano medio que pasea por las calles de Madrid sobre la presencia de situaciones de “miseria”, real o pretendida, que existen en la capital, contrastándola con el número objetivo de casos existentes en un instante determinado, y, de paso, poder verificar la 21 información recogida tras un proceso de intervención social formal como el que realizan las UMES. El trabajo de recuento directo se realizó durante la semana del 21 al 27 de octubre. Esta semana fue elegida por ser inmediatamente anterior a la puesta en marcha de la llamada “Campaña contra el frío” cuyo comienzo estaba previsto para la semana siguiente, con lo cual podíamos pensar que todos los que se encuentran durmiendo fuera de los albergues, se hallarían en la calle al no haberse abierto todavía los dispositivos extraordinarios que se ponen en marcha durante los días más fríos del invierno, y en los que se refugian buena parte de las personas que ahora veremos. El recuento del stock de personas sin techo se apoyó en dos fuentes de aproximación: por un lado, contamos con la inestimable ayuda prestada por los voluntarios de Solidarios para el desarrollo, que llevaron a cabo de forma sistemática un recuento de todas las personas con las que se iban encontrando en sus rutas nocturnas durante aquella semana; por otro lado, el jueves, 24 de octubre, un grupo de 25 alumnos de sociología de la Universidad P. Comillas, entrenados previamente en técnicas de observación realizaron un rastreo diurno, repartidos en turnos de mañana y tarde por los distritos centrales, para detectar a todas aquellas personas que presentaran a simple vista rasgos de estar viviendo en la calle. Igualmente, durante esta labor de observación callejera, se consignaban en hojas de registro diseñadas al efecto, otras situaciones, en parte coincidentes con la condición sin techo y en parte no, como eran la presencia de personas ejerciendo la mendicidad y también la de aquellos que se dedicaban a la venta callejera de productos de uno u otro tipo, desde el periódico “La Farola” a los que se dedican al llamado “top manta”. 22 Los “clientes” de Solidarios para el Desarrollo De lunes a jueves, cada anochecer, los voluntarios de Solidarios para el Desarrollo, se despliegan por las calles de Madrid, para acercarse a quienes se encuentran en la calle, ofrecerles apoyo, llevarles una bebida caliente y unos sándwiches, al tiempo que intentan facilitarles información y orientación sobre la red de recursos sociales existentes. El objetivo último consiste en establecer un vínculo de amistad y confianza, permaneciendo en contacto regular con las PST por si en un momento dado pueden acompañarles o animarles a iniciar un proceso de recuperación personal que les permita salir de la calle. Durante los cuatro días en los que se llevó a cabo la labor de registro de casos, se obtuvieron, cerca de 400 observaciones. Naturalmente, las personas que se encuentran habitualmente en la misma zona, fueron consignadas sucesivamente durante varios días. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de personas que van de un lado para otro, que en ocasiones, no se encuentran en su lugar habitual aunque haya restos de su presencia, o que se refugian en huecos y sitios más o menos recónditos durante la noche, entre otras cosas para protegerse de eventuales asaltos. La ventaja de contar con datos de observación reiterados a lo largo de cuatro días seguidos, y realizados por personas que llevan mucho tiempo haciendo este trabajo voluntario, es que nos permite obtener una información muy contrastada que se apoya en muchas conversaciones y encuentros anteriores. Una vez, descontados los casos que aparecían duplicados, el resultado que obtuvimos fue que en la semana de referencia, se encontraron en la calle durante la noche, un total de 299 personas distintas, cifra que se aproxima mucho a nuestra estimación previa. Bien es verdad, que la zona cubierta por las rutas de Solidarios es limitada1, y que quedan fuera otras zonas de Madrid, como por 1 Las Rutas de Solidarios se extienden por el distrito Centro, Atocha, Sol, Callao, Gran Vía, Pza de España, Argüelles, hasta Moncloa; y por otro lado, cubren el barrio de Salamanca, Goya, Colón, Paseo de Recoletos, la Castellana hasta Nuevos Ministerios y Cuatro Caminos. 23 ejemplo, el parque de Berlín, la Casa de Campo, o el aeropuerto de Barajas, donde nos consta que hay grupos más o menos numerosos de personas sin techo que duermen allí. Sin embargo, también es cierto, que los distritos centrales, son los que concentran el mayor número de casos, tal y como hemos visto anteriormente a partir de los datos de la UMES. En todo caso, teniendo en cuenta todos estos datos, y haciendo una proyección más bien generosa, podríamos estimar que el número total de personas viviendo sin techo, fuera de la red de albergues, durante aquella semana en Madrid, podría rondar las 500 personas en total2. También hay que decir, que las circunstancias personales que concurren en estas 500 personas son muy diferentes. Desde luego, no todas se corresponden con el perfil más estricto y estereotipado de la persona sin techo crónicamente establecida en la calle, durmiendo en un banco, desgreñado, sucio y con evidentes signos de abandono personal. Entre estas personas sin techo, hay buen número de inmigrantes, que no llevan demasiado tiempo en la calle, y que normalmente saldrán de ella cuando encuentren un trabajo o consigan regularizar su situación, personas que de forma más o menos regular “hacen la calle” y duermen muchos días en pensiones, etc. En cualquier caso, lo que es evidente, es que en la semana de referencia, y en un horario comprendido entre las 10 y la 1 de la noche, se encontraban “tirados” en la calle, y se encontraron o se acercaron a los voluntarios de Solidarios para conseguir una bebida caliente, algo de comida y conversación. Son, sin duda, la “gente de la calle” que existe en Madrid. Veamos cuál es el perfil que ofrecen. 2 Si aceptamos que en los nueve distritos centrales en los que viven 1.369.480 madrileños, hay unas 300 personas que duermen sin techo, esto nos daría una tasa de 0,219 PST por cada mil habitantes. Teniendo en cuenta que en los distritos de la periferia la población sin techo es mucho menor, podríamos aplicar a la población que vive allí (1.718.478 hab.) una tasa que fuese la mitad de la anterior (0,109 por mil) lo que arrojaría un resultado de 188 personas sin techo en estos otros distritos, que sumadas a las 300 anteriores, nos daría un total de 488 PST en el municipio de Madrid. 24 El 82% son varones, y el 18% mujeres, lo que confirma exactamente el porcentaje ofrecido por los datos de la UMES, que se ven así totalmente validados. La edad media, que presentan queda establecida en 41.6 años. Siendo algo inferior para las mujeres (40.8 años) que para los varones (41.7). Hay que tener en cuenta, que en este punto nos movemos a partir de datos de observación, puesto que sólo en los casos con los que Solidarios tiene una relación más prolongada, las conversaciones previas a la semana de referencia, y el contacto prolongado con la persona nos permiten conocer su edad de forma fehaciente. En los demás casos, hemos de apoyarnos en impresiones visuales y a primera vista. No obstante, el dato resulta bastante coincidente con los obtenidos en otros estudios. De las 299 PST detectadas, algo más de la mitad se encontraban solas (54%), mientras que el resto (46%) están en la calle formando un grupo, o en parejas. El porcentaje de extranjeros sin techo, que resulta de la observación de Solidarios en octubre de 2002 es de un 30%. Lo que supone un 5% más que las cifras ofrecidas por la UMES para el conjunto del año 2001. Pero incluso, así, los datos pueden considerarse coincidentes, habida cuenta de que la diferencia no es excesiva, y teniendo presente el crecimiento experimentado por los extranjeros en la red de atención a personas sin hogar durante el último año (ver Cabrera y Malgesini, 2002)3. 3 Las cifras que manejamos en el reciente informe elaborado para FEANTSA sobre inmigración y sinhogarismo, a partir de una encuesta a centros de atención a PSH, nos muestran que, actualmente, el 41% de las plazas existentes en los albergues españoles están ocupadas por extranjeros. En algunos comedores madrileños, los extranjeros representan el 80% de la población atendida. 25 Gráfico 8. Extranjeros (%) 100% 70% 80% 60% 30% 40% 20% 0% Extranjeros Españoles Fuente: Solidarios para el Desarrollo. Octubre 2002. En cuanto al origen de los extranjeros viviendo en la calle, nos encontramos con que casi la tercera parte proceden de la Europa del Este (30%), el segundo colectivo más numeroso lo forman los latinoamericanos (25%), seguidos de los magrebíes (18%) y de los que provienen del África subsahariana (14%). Los ciudadanos de países de la UE, que se hallan viviendo literalmente sin techo en Madrid representan un 11% de todos los extranjeros de los que conocemos su nacionalidad (9 casos de 85 en total). En aquella semana, se encontraban viviendo a la intemperie en el centro de Madrid, cinco portugueses, dos alemanes, un italiano y un inglés. Finalmente, aunque sean unas cifras que hayan de tomarse con muchas precauciones puesto que no reflejan un diagnóstico profesional, pedimos a los voluntarios de Solidarios para el Desarrollo que nos indicaran si, según su parecer, las personas a las que atendieron presentaban síntomas de tener un problema de alcoholismo, de drogadicción, de salud mental, o de minusvalía. Los resultados obtenidos, creemos que reflejarían, como mínimo, el porcentaje de casos en los que el problema señalado resulta abrumadoramente evidente, no quiere decir que sean todos los casos existentes, pero digamos que serían los casos más obvios, incluso para un lego. Como mínimo tienen la virtualidad de reflejar la impresión que recibiría el ciudadano medio que paseara por la calle y se encontrara con estas personas. 26 Tabla 3.- Problemas detectados a “simple vista” N % Drogadicción 33 11,5% Enfermedad mental 20 7,0% Alcoholismo 29 10,1% Alcoholismo+Drogadicción 4 1,4% Alcoholismo+Minusvalía 3 1,0% Alcoholismo+Enfermedad mental 3 1,0% Total Alcoholismo 39 13.6% Minusvalía 5 1,7% Drogadicción+Minusvalía 2 0,7% Ningún problema aparente 187 65,4% Total 286 100,0% Digamos que por orden de importancia aparecen señalados el alcoholismo (39 casos en total), igualado por la adicción a otras drogas (39 casos), seguido de la enfermedad mental (23 casos). Los casos de minusvalía son 10 en total. Sin embargo, conviene hacer notar la importancia de los casos que presentan lo que podríamos llamar una patología dual, en total, son 12 los detectados, en distintas combinaciones. Teniendo en cuenta, siempre que se trata de una detección de mínimos, intuitiva y no profesional, puede tener algún interés tratar de ver las diferencias de perfil de quienes presentan alguno de estos problemas, para lo cual, en la siguiente tabla, recogemos, para cada uno de estas cuatro problemáticas, la edad media, el porcentaje que representan las mujeres, y el porcentaje de extranjeros. Tabla 4.- Perfil de las distintas problemáticas detectadas “a simple vista” Edad media % mujeres % extranjeros Alcoholismo (39 casos) 44,4 7,7% 23,7% Drogadicción (39 casos) 33,8 28,9% 26,3% Enfermedad mental (23 casos) 48,0 29,2% 17,4% Minusvalía (10 casos) 47,6 20,0% Ningún problema aparente (187) 41,9 18,2% 33,2% Total de casos 41,6 18,4% 30,1% 27 Las personas que presentan claros síntomas de enfermedad mental, son las que parecen ser más mayores, mientras que los casos de adicción a drogas constituyen el grupo más juvenil, más de catorce años de diferencia separan a los unos de los otros. Esto confirma lo hallado en otros estudios, el deterioro social, económico y de relaciones que provocan ciertas adicciones, constituye la vía más rápida para acabar viviendo tirado en la calle. Las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas entre las personas sin techo con síntomas de enfermedad mental, y de drogadicción, en cambio son una minoría entre las PST con síntomas de alcoholismo que nos han señalado los voluntarios de Solidarios. Finalmente, por lo que se refiere a los extranjeros, los datos obtenidos nos muestran que, si bien hay ejemplos de alcoholismo, enfermedad mental, y adicciones, se comprueba que en todas estas tres problemáticas, los extranjeros se encuentran infrarrepresentados, respecto de lo que sería su porcentaje entre la población sin techo (30,1%), por lo que parece, que más allá de cualquiera de estas circunstancias, es sobre todo su condición de extranjero (pobre y sin recursos) la que les coloca en la calle. Las PST según la observación callejera diurna Para complementar los datos obtenidos de la experiencia ofrecida por Solidarios para el Desarrollo, durante sus rutas nocturnas, ideamos un plan de observación callejera diurna, con el que intentamos aproximarnos, de forma objetiva y llevando un plan de registro sistemático, a la experiencia cotidiana a la que se enfrentan los peatones que deambulan por las calles de Madrid. Al realizar nuestra batida en un solo día, tratábamos de aproximarnos a lo que podría ser el stock de presencias 28 callejeras, que resultasen llamativas a un observador previamente entrenado por presentar alguno de los siguientes rasgos: a) Mostrar signos visibles y aparentes de estar viviendo a la intemperie. b) Estar pidiendo limosna o mendigando de una u otra forma. c) Encontrarse vendiendo algún tipo de productos (CDs, Bufandas, ropa, fruta, etc) d) O bien, ofertando “servicios” (música en vivo, quiromancia, prostitución, etc.). Bien es verdad, que nuestro interés principal se centraba en consignar los casos de PST y/o mendigando, por lo que creemos que no siempre, los observadores estuvieron igual de diligentes a la hora de registrar los casos de vendedores callejeros, con lo que las cifras de éstos pueden resultar algo infrarrepresentadas. El momento censal escogido, fue el día 24 de octubre, jueves, por ser un día central de la misma semana en la que se estaba realizando el recuento de Solidarios. Naturalmente, si la observación callejera se hubiera realizado, un sábado o un domingo, o incluso un lunes, el paisaje humano al que nos hubiéramos enfrentado hubiera cambiado sustancialmente. En general, los fines de semana y, sobre todo los sábados, se produce una verdadera explosión de vendedores callejeros que extienden sus “mantas” en las calles más comerciales y transitadas. No obstante, a pesar de ser un día de diario, la presencia de vendedores, supera a todas las demás posibilidades. Así pues, durante el día 24, en turnos de mañana y tarde, con una duración de entre 4 y 5 horas cada uno, 24 alumnos de sociología y yo mismo, realizamos un barrido lo más detallado que nos fue posible de los distritos centrales de Madrid (Centro, Chamberí, Argüelles-Moncloa, Salamanca, Atocha, Lavapiés, Retiro, y Tetuán hasta llegar a Pza. de Castilla y la estación de Chamartín). Naturalmente no fue posible recorrer todas las calles de una zona tan amplia, pero sí muchas de las más concurridas y significativas. 29 Naturalmente, el recuento no puede considerarse exhaustivo, muchas de las personas que se encuentran sin techo, no son identificables a primera vista, otras muchas se refugian en lugares de difícil acceso o se encuentran ocultas en el momento en que pasa el observador, etc. Pero no obstante, creemos, que después de una sesión de entrenamiento previo en técnicas de observación, y, una vez provistos de una hoja de registro de las circunstancias que se daban cita en cada caso, los observadores estaban en condiciones de proporcionarnos una panorámica general, más amplia y mucho más objetiva, que la que emerge de una aproximación puntual e intuitiva al fenómeno de la “pobreza exhibida” en las calles de Madrid. Pobreza, que en ocasiones presenta rasgos de pura miseria, que en otras muestra indicios de su contacto con el mundo de las adicciones, la enfermedad mental o el abuso del alcohol, o que en otras refleja la situación administrativa irregular de muchos extranjeros que subsisten merced a la economía sumergida, etc. En todo caso, nuestro objetivo era, acercarnos, con ojos entrenados y atentos, a la experiencia del ciudadano medio que unas veces ignora y otras se asombra del “número de mendigos/pobres/sintecho” que hay en la capital de España. ¿Son tantos como a veces se dice?, ¿qué características presentan?, aparentemente, ¿a qué se dedican?, ¿qué actitudes muestran?, eran algunas de las preguntas a las que pretendíamos dar alguna respuesta con este recuento exploratorio y, sin duda, básico e inicial. Como es lógico, salvo en casos muy concretos, en los que los datos registrados resultan altamente coincidentes –lugar en que se produce el encuentro, sexo, edad aparente, actitud idéntica, etc- resulta muy difícil detectar las duplicidades censales a partir de datos extraídos a simple vista, por lo que sólo en parte han podido ser descartadas. De todas formas, lo que nos interesa es poder valorar las proporciones que emergen del conjunto de registros de observación obtenidos, y éstas no se alteran por el hecho de haber contabilizado varias veces a una misma persona al haberse desplazado de una zona a otra, o ser avistada en dos momentos distintos de la jornada y quedar registrada en el turno de la mañana y 30 nuevamente en el de la tarde, puesto que en principio, no tenemos razones para pensar que tal posibilidad no haya ocurrido con probabilidades idénticas en unos tipos u otros. Finalmente, de los 502 registros obtenidos, descartamos 20 casos por tratarse de repeticiones evidentes, y obtuvimos un censo de 482 observaciones. Para no complicar en exceso la presentación de los resultados y habida cuenta del relativamente escaso número de casos de oferta de servicios que fueron reseñados, vamos a unir la “Venta”, ya sea de productos o de servicios, en una misma categoría genérica. Teniendo en cuenta esto, los 482 individuos diferentes sobre los que contamos con información, pueden encuadrarse en alguna de las siguientes posibilidades: 212 personas sin techo (de ellas, 52 además pedían limosna, 12 vendían algo, y 1 mendiga y vendía), registramos 158 personas que explícitamente mendigaban de una u otra forma, de las cuales 52 parecían estar viviendo sin techo, y 44 vendían algún pequeño producto (La Farola, pañuelos, o mecheros en un semáforo, etc), finalmente el grupo más numeroso lo constituyen, los 222 “vendedores” grupo cuyas fronteras se mezclan con las anteriores categorías en las proporciones que ya se han indicado. 31 La “gente de la calle” en Madrid Duermen sin techo 52 147 Piden Limosna 61 1 12 44 165 Venta de productos / Servicios Ahora bien, es evidente que estas cifras no reflejan el volumen total de la población sin techo, de quienes mendigan y de quienes venden en la calle en Madrid, sino sólo los casos que pudieron ser localizados en un momento dado en un día concreto y en unas zonas limitadas. ¿Cómo podríamos tratar de estimar la población total que mendiga, y la de los que venden? La única posibilidad que se nos ocurre es tratar de extrapolar las proporciones encontradas, a partir de la estimación absoluta de las personas sinhogar/sin techo. Si a las 500 personas que estaban durmiendo fuera de los albergues, le sumamos las 1130 personas sin hogar que se encontraban en ellos (1256 plazas en una ocupación de alrededor 90%), podemos calcular en unas 1600 personas la gente sin hogar que había en Madrid por aquel momento. 32 Si expresamos en porcentajes las cifras absolutas que obtuvimos en nuestro recorrido de observación diurna, sobre el paisaje humano que se gana la vida, trapichea, mendiga o vive en la calle, el resultado es el que aparece en el siguiente gráfico. La “gente de la calle” en Madrid (%) Duermen sin techo 10,8% 30,5% 2,5% Piden Limosna 12,7% 0,2% 9,1% 34,2% Venta de productos / Servicios Digamos pues, que la impresión que podría obtener el ciudadano medio, reflejaría que las calles “están llenas” de vendedores” (46%); la gente sin techo les andaría bastante cerca (44%), y probablemente debido a su gran “visibilidad” la percepción subjetiva del paseante resulte sobredimensionada respecto de lo que verdaderamente es su número real en Madrid; finalmente, lo mismo, aunque con mayor motivo, cabría decir de quienes ejercen la mendicidad (32%) puesto que en general pretenden explícitamente llamar la atención y dejarse ver por quienes pasan por la calle. Por otra parte, el hecho de que con frecuencia se confundan y mezclen unas realidades y otras, en el imaginario colectivo, tiene su fundamento en el hecho real de que si no todos, desde luego, hay una buena parte de personas que viven sin 33 techo que, de modo explícito, mendigan, y viceversa. No todas las PST se dedican intensamente a mendigar de forma abierta, y desde luego no todas las PSH (entendiendo por tales los usuarios de los albergues) mendigan, sino que encuentran otras formas de ganarse la vida, entre otras cosas porque la Renta Mínima de Inserción, ha retirado a muchos de esta práctica, aunque sin duda no a todos, tampoco durante todo el tiempo que dura un interminable mes en el que hay que subsistir con los 300 € aproximadamente que supone la RMI. De hecho (ver Tabla sig.) si consideramos aisladamente cada una de las tres categorías anteriores nos encontramos con que el 24,5% de las 212 PST que hemos localizado, se encontraban mendigando en ese momento, y a la inversa, de las 158 personas que hemos observado que pedían limosna, una tercera parte (el 32,9%) presentaban signos externos a partir de los cuales cabía suponer que se encontraban viviendo sin techo. Finalmente, entre los “vendedores” los rasgos de quien se encuentra sin techo, aparecen mucho más raramente (tan sólo en el 5,4% de los casos), mientras que el caso de quienes mendigan, utilizando una puesta en escena que utiliza la venta de productos (La farola, pañuelos) o la oferta de servicios (música, mimo) es bastante más habitual, puesto que hasta una quinta parte (19,8%) de los “vendedores”, en realidad, están mendigando, ya sea por la baja entidad del producto que ofrecen, o porque de hecho solicitan dinero a quienes pasan a su lado mediante un cacillo, una bolsa, etc. Tabla 5.- La gente de la calle en Madrid (% en filas) Duermen sin techo Piden limosna Venta de productos / servicios Total (N) (1) PST 69,3% 32,9% 5,4% 44,0% (212) (2) Mendicidad 24,5% 38,6% 19,8% 32,8% (158) 34 (3) Venta 5,7% 27,8% 74,3% 46,1% (222) 1+2+3 0,5 0,6 0,5 0,2% (1) Total (%) (N) 100,0 212 100,0 158 100,0 222 122,8% 482 Como vemos, las situaciones se entremezclan y hacen difícil poder separar estrictamente a los unos de los otros. No obstante, se pueden observar diferencias de perfil importantes entre unos y otros si atendemos a cómo se dan cita diferentes edades y porcentajes de mujeres y extranjeros entre “PST”, “mendigos” y “vendedores”. Tabla 6.- Perfil de las distintas tipologías detectadas “a simple vista” “PST” “Mendigos” “Vendedores” Edad Media 38,6 años 40,6 años 32,4 años % de mujeres 17,4 % 23,6 23,0 % de extranjeros 28,4 % 24,7 67,4 % solitario 53,3 % 70,3 24,8 % Ropa sucia o muy sucia 36,8 % 25,9 15,4 % Higiene mal o muy mal 39,6 % 32,2 9,0 % Aspecto físico mal o muy mal 35,9 % 22,8 7,2 % Minusvalía 6,1 % 10,8 0,5 % Alcoholismo 45,3 % 22,8 6,8 % Salud Mental 17,5 % 15,2 8,6 % Drogadicción 26,4 % 6,3 4,1 % Mascota 6,1 % 8,9 1,4 % “Instalado” en el lugar 34,0 % 16,5 - Hay que tener en cuenta que en todos los casos se trata de apreciaciones visuales, normalmente, sin que medie diálogo entre el observador y el observado, y realizadas por personas diferentes, aunque de acuerdo con criterios previamente pactados. No obstante en sus perfiles generales creemos que pueden ser tomados como indicadores fiables de las diferencias existentes entre unos y otros tipos de presencias callejeras. Así por ejemplo, se nos confirma que efectivamente, entre las personas sin techo hay alrededor de un 18% de mujeres y en torno a un 30% de extranjeros. El porcentaje de mujeres crece entre los que mendigan (24%), mientras que contra lo que pudiera pensar mucha gente, desciende algo el número “extranjeros” (o al menos de personas de aspecto extranjero). Por el contrario, entre quienes se encuentran vendiendo, los “extranjeros” representan las dos terceras partes como mínimo. 35 La mendicidad es una actividad que habitualmente se realiza en solitario (70,3%), mientras que entre la gente que parece estar en la calle no son pocos los que se encuentran en pareja o en grupo tan sólo el 54% fueron localizados solos; si bien los vendedores son los que más se presentan en grupo (75,2%). También es la venta, la que exige presentar una ropa en mejores condiciones, una higiene mayor y un aspecto físico más saludable. Todas estas circunstancias empeoran bastante entre quienes mendigan, y mucho más aún entre los que entendimos que dormían en la calle: el 37% con las ropas sucias o muy sucias, el 40% con muy mala higiene, y otro tanto con aspecto de encontrarse muy mal de salud. Del mismo modo la asociación con problemas de alcohol, de salud mental, o de drogadicción, crece hasta hacerse extrema entre las PST. Desde la impresión externa que causaron a nuestro equipo de observadores (que es aproximadamente lo mismo que decir cuál será la impresión que causen al ciudadano medio que pase a su lado), el alcoholismo resulta patente, al menos, en un 45% de los casos observados, los problemas serios de salud mental, en un 18%, y la drogadicción en un 26% de los casos. Por lo que se refiere a los problemas graves de salud mental, uno de los que más preocupan en relación a la gente que vive en la calle, la cifra que se desprende de la observación callejera coincide prácticamente con la aportada por la UMES (19,6%); aunque esta última es algo superior, debido al conocimiento más cercano que este servicio tiene de las personas a las que atiende o pretende dirigirse. Por último, no se puede minimizar la importancia de las mascotas, que como mínimo acompañan a un 7% de las PST, y a un 9% de los que se encontraron “mendigando” (jóvenes que tocan la flauta, mimos, malabares, aspecto okupa, 36 etc). Nueve de cada diez personas con mascota se acompañan de un perro, aunque también vimos algún caso con gatos. La mendicidad En buena parte de los casos, la persona que mendiga se sienta en el suelo, en un sitio concurrido sin que se pueda hacer una referencia directa a ningún lugar concreto, sin embargo en cien casos en los que se puede consignar un lugar significativo, nos encontramos con que las puertas de las iglesias y la de determinadas tiendas con mucha clientela (grandes almacenes, centros comerciales como La Vaguada, etc.) siguen llevándose la palma como lugar para mendigar (ver tabla sig.), , y por supuesto, el Metro es la tercera gran alternativa, ya sea en los pasillos, dentro de los vagones o a la entrada de las mismas bocas de metro, si los vigilantes no dejan otra opción. Para quienes lo hacen en el exterior, y abordando directamente a la gente que sale o entra, dos buenas alternativas son las puertas de cafeterías y restaurantes, y las entradas a los supermercados, que además permiten prestar el pequeño servicio que significa abrir la puerta a quien va cargado con bolsas. El caso de los que se dedican al “semaforeo”, suele estar más ligado a la venta que a la mendicidad pura y dura de ahí su baja representación en la tabla, además del hecho de que resulta más fácil de detectar cuando se va en coche, mientras que el equipo de observadores se desplazaba a pie. Tabla 77.- Lugar donde mendiga Iglesia 27,0% Tienda 27,0% Metro 23,0% Cafetería, restaurante 9,0% Supermercado 7,0% Semáforo 7,0% Total 100,0% (N) (100) 37 En cuanto a los textos escritos que en ocasiones se utilizan para pedir, suelen tener un contenido bastante tópico. Los hay que se limitan a dar las gracias, pero lo más normal es proporcionar alguna información estereotipada que se suele referir a la falta de trabajo, al hecho de estar enfermo (de SIDA normalmente) o a tener un buen número de hijos, circunstancias todas ellas que se juzgan más o menos lamentables y dignas de lástima con las cuales se espera inspirar algo de compasión en los viandantes; por último, cuando en ocasiones se sugiere el destino de lo que se recaude mendigando, siempre es obligado hacer referencia a algún objetivo legítimo y razonable, como pueda ser comer o pagar un modesto alojamiento en una pensión; tal y como cabría esperar, a nadie se le ocurre decir que irá destinado a comprar bebida, hacerse con una china de hachís, o “irse de putas” (cuando nos consta que tales objetivos no dejan de estar presentes en algunos casos) Estos son algunos de los textos escritos recogidos por el equipo de observadores: − “Vivimos en la calle, por favor, una ayuda para comer y para la pensión” − “Muchísimas gracias. Que Dios les bendiga” − “Tengo 63 años, no me dan trabajo. Una ayuda para comer. Muchas Gracias” − “Hermano, no tengo trabajo, tengo hambre, llevo 3 días sin comer. "Pro" favor ayudame para comer. Gracias.” − “Foto hija pequeña” − “Estoy enfermo de SIDA, pido una ayuda” − “Estoy durmiendo en la calle y estoy enfermo de SIDA” − “Vivimos en la calle, por favor una ayuda para COMER y para una PENSION. Muchisimas gracias. Que dios les bendiga" − "Por favor una pequeña ayuda para comer, Duermo en la calle, estoy sin trabajo, GRACIAS" − "Tengo 4 hijos, no tengo trabajo, por favor dame una ayuda para comer. Muchas gracias" 38 − "Hermanos por Dios soy viuda. Tengo 5 hijos pido para comer. Ayudarme y que Dios le bendiga." − "Por favor una pequeña ayuda para comer, duermo en la calle, estoy sin trabajo, MUCHAS GRACIAS” − "Una Ayuda" − "Enfermo de Sida" Quienes pueden hacer exhibición de una notoria minusvalía, no suelen usar de ningún otro estímulo para animar a la donación de algunas monedas; es el caso de quien pide en silla de ruedas, mostrando unos brazos mínimos y deformes, o se encuentra mutilado de algún miembro. Por el contrario, entre quienes piden haciendo algo más que extender la mano, o colocar una bolsa, un vaso de plástico o una caja de cartón para recoger las monedas, lo más normal es encontrar a quienes tocan un instrumento: junto al tradicional organillo, nos tropezamos con gente que toca la guitarra, el violín, el arpa, el teclado electrónico, el saxofón, o la flauta. Por último, aunque menos abundantes que los músicos, también son relativamente abundantes los mimos que se plantan a hacer de estatuas, o la gente joven que hace juegos malabares. En su inmensa mayoría, la gente que mendiga adopta una actitud pasiva, y respetuosa, pero nos encontramos con un par de casos en los que mostraban una actitud intimidatoria y algo agresiva, increpando a quienes pasaban, que muy probablemente tenía que ver con un estado de ansiedad y excitación fruto de la drogodependencia. En otro momento, pudimos observar una discusión entre dos mendigos colocados a la puerta de la iglesia de San Judas Tadeo en Atocha, el más joven le decía al más mayor que no podía estar allí porque tenía un piso y cobraba 60.000 pts de pensión, pretendiendo convencerle de que sólo podían estar pidiendo “los que no tienen dinero”, mientras se cruzaban amenazas e insultos mutuamente. 39 En cuanto a la mendicidad con menores, creemos que, en contra de la opinión más extendida, es mucho menos frecuente de lo que parece, de hecho, el equipo de observadores no dejó constancia de ningún caso durante el día de recuento. Creemos se trata de una conducta atípica y poco habitual que puede circunscribirse a grupos étnicos muy concretos de inmigrantes, no se suele asentar de forma estable y continuada en la vía pública sino que se desplaza para evitar el encuentro con la policía, puesto que su actuación a este respecto es mucho más frecuente y efectiva de lo que la opinión pública supone. 2.2. Tipología Además de estas características sociodemográficas se podría realizar una tipología atendiendo no sólo a los hábitos de pedir y dormir en la calle, sino en función de la relación que estas personas tienen con la red de recursos para PSH. Principalmente, se trata de dos grupos con características y necesidades diferentes: 2.2.1. PERFIL 1 Son personas que duermen en la calle y en muchas ocasiones también piden durante el día. Viven en un grado de pobreza muy severo y en unas condiciones materiales muy precarias. Suponen el elemento más visible y llamativo de la miseria en las calles. Pueden haber estado en alguna ocasión en albergues, en otros centros de acogida o en pensiones, pero, fundamentalmente, suelen llevar tras de sí largos periodos de tiempo (varios años) viviendo en la calle. La desconexión de estas 40 personas con la red de recursos para PSH, con la red general de Servicios sociales o con otros recursos como los sanitarios es bastante grande. Por lo general, su actitud es de rechazo institucional. Muchos de ellos se encuentran indocumentados, debido a pérdidas o robos, pero su motivación por recuperar sus acreditaciones (DNI, tarjeta de la Seguridad Social, etc.) suele ser muy débil. Lo que supone un indicio del “desenganche” de estas personas con la organización social instituida. En este mismo sentido, en muchas ocasiones la motivación por acceder a la Renta mínima de inserción o recursos económicos similares puede ser baja. Tratando de huir de todo aquello que les suponga realizar una serie de trámites que les saquen de la apatía y al mismo tiempo de la lucha (pedir, buscar…) que se desprenden de la miseria de la vida en la calle. Según los profesionales que trabajan con estas personas aún hay muchos que a pesar de ser informados de estas rentas mínimas no se deciden a solicitarlas o tramitarlas. De este modo, en este grupo aún se pueden encontrar muchas personas que aún no reciben ningún tipo de ingreso de integración. Tan sólo el trabajo continuado de estos profesionales dedicados a ayudar a estas personas en su medio, esto es en la calle, puede animarles y orientarles para que soliciten estas ayudas económicas. De otro modo, su renuncia a cualquier beneficio y derecho social parece ser una constante de su modo de vida. Como decía unas de las personas entrevistadas “Estoy tan acostumbrado a perder, que ya el ganar me enfada”. (E.1) En otros casos, las rentas mínimas o las pequeñas pensiones que puedan cobrar eventual o permanentemente no parece que hayan servido para sacarles de su situación de calle. Unas veces porque su cuantía no es suficiente como para pagar una pensión o alquilar una casa, otras porque se prefiere seguir viviendo en la calle y poder contar con algo de dinero para comida, tabaco, alcohol, etc. 41 Este colectivo suele ejercer una mendicidad que puede ser de dos tipos: • explícita o activa, poniendo carteles o cualquier recipiente para que los transeúntes depositen alguna moneda, o directamente pidiendo en las terrazas de los bares, las salidas de las parroquias, supermercados, cines, etc; • implícita o pasiva, entendiendo por tal los donativos, comida, ropa, etc. que ofrecen a estas personas el vecindario de la calle o plaza donde suelen vivir, sin que los primeros lo demanden de una forma manifiesta. En muchos casos, los apoyos vecinales son suficientes para que estas personas tengan prácticamente cubiertas sus necesidades más básicas. Se trata sobre todo de personas que llevan viviendo durante mucho tiempo en el mismo lugar y han conseguido una relación de “convivencia” bastante efectiva, e incluso afectiva, con el entorno. En este sentido, en esta investigación hemos encontrado vecinos que no sólo prestan conversación, algo de dinero o ropa a determinadas personas de la calle, sino platos de comida calientes, e incluso hemos llegado a conocer algún caso en el que una vecina se encargaba de lavar regularmente los perros de una persona que vive en la calle, procurándoles además recipientes para comer, cestos para dormir, comida para animales, etc. Por lo general, pedir es vivido con vergüenza por la gente de la calle. Aunque se reconoce que una vez metidos en la dinámica las resistencias personales a mendigar se van haciendo cada vez menos fuertes. Se pide porque no se tiene más remedio para subsistir, ante la ruptura tan decidida que han hecho con la red de recursos para PSH. Esta ruptura lleva implícita toda una serie de conflictos con las reglas y condiciones de los centros de acogida, y una relación casi siempre conflictiva con los otros usuarios de estos recursos. Motivos por los cuales, por ejemplo, se prefiere pedir antes que ir a comer a un comedor público en el que hay que esperar colas, acudir a determinada hora, solicitar tarjetas de admisión, hablar previamente con los trabajadores sociales… y, sobre todo, convivir con toda una 42 serie de personas que le devuelven a cada individuo un reflejo más o menos aproximado de lo que él mismo es; y que, por lo tanto, tenderá a rechazarlo. De esta manera, las personas que ejercen la mendicidad se instalan en una paradoja, pues, por un lado, consiguen una independencia respecto a las instituciones públicas, mientras que, por otro, caen de lleno en la dependencia de la voluntad de los ciudadanos. Y a vivir la mendicidad como una verdadera indignidad, según ellos, para cualquier persona. De hecho, los que piden pasivamente no suelen reconocer que de una u otra manera están ejerciendo la mendicidad, y se defienden imaginariamente contra la práctica siempre vergonzosa de pedir. Además de esta mendicidad, algunas personas tratan de procurarse algunos recursos económicos a través de lo que ellos denominan “la busca”. Es una actividad que tiene como objetivo encontrar algún objeto de “valor” entre las basuras (ropa, calzado, chatarra, electrodomésticos, muebles, libros…) para después poder venderlos en los mercadillos o en el rastro. Los típicos minicarros que acompañan a muchas personas sin hogar en la calle están repletos no sólo de las escasas pertenencias de cada cual, sino de toda esta serie de objetos que recaban aquí y allá. Así, , se pueden distinguir dos tipos de economía que practica la gente que vive en la calle: una economía de la indigencia, que consiste básicamente en obtener recursos a través de la mendicidad, y otra marginal, que se basa en recabar y vender lo que se puede, lo que supone una posición más activa a la hora de buscarse la vida y salir adelante. Algo similar con el proceso de ruptura institucional que lleva a pedir para poder subsistir sucede con el hecho de dormir en la calle. Para estas personas dormir en un centro de acogida supone vivir en un régimen casi carcelario, repleto, según ellos de normas y reglas a cumplir que les coarta de modo severo su libertad y su 43 modo de vida. Por ejemplo, para los que practican “la busca” el horario de los albergues les impide salir a recoger cosas de los contenedores, que suelen empezara llenarse a última hora de la tarde. Tampoco a estos centros pueden llevar sus carros o pertenencias. Así, según ellos si vives en un albergue “no te puedes buscar la vida”. Por otro lado, los albergues son para estas personas una fuente inagotable de conflictos. Ésta suele ser una de las principales razones por las cuales dicen no querer ir a los mismos. La gran cantidad de personas que duermen en muchos de estos centros, la variedad de rasgos y problemas asociados que portan muchos de ellos (adicciones, enfermedades, exreclusos, inmigrantes…), y los, según ellos, frecuentes robos entre usuarios suelen aducirse como los principales motivos para no dormir en un albergue. De esta manera, la calle a pesar de sus rigores y amenazas supone un espacio de libertad y un ecosistema en el que día a día se refuerza ese “desenganche” con los recursos de alojamiento que existen en la actualidad. En algunos casos, sobre todo en el de las personas con mayor deterioro psíquico se va generando un desenganche social y una falta de vínculos relacionales que llevan a un desarraigo y a un aislamiento que suponen el principal factor que entorpece su conexión con la red de asistencia a PSH y a otros recursos generales. En otras personas, sin embargo, justamente, los vínculos relacionales, principalmente con el vecindario, suponen una plataforma importantísima de la vida en la calle. Hay vecinos que durante el día guardan las mantas a las PSH, otros que les guardan las pequeñas pagas que reciben y les van dando el dinero poco a poco según se lo van pidiendo, que charlan con ellos, que les dan comida, ropa o algo de dinero, vecinos que les dan los buenos días todas las mañanas, que en ocasiones les han llevado al hospital cuando les han visto muy enfermos, personas que en sus pequeños negocios (kioscos, tiendas, puestos de flores o de 44 tabaco…) se dejan ayudar por las personas de la calle a cambio de algún dinero, café, tabaco, etc. Aunque es cierto que en muchas ocasiones existe rechazo social, e incluso agresiones físicas muy graves, hacia estas personas, también lo es que aquellas que las que llevan viviendo durante mucho tiempo en un lugar fijo, van creando un entorno ecológico, un terreno propio, muy definido, en el que se crea una cierta sensación de convivencia y seguridad. Por este motivo, muchas veces se renuncia también a dormir en un albergue o en un comedor. Para ellos son lugares alejados del lugar donde pasan todo el día y han organizado mínimamente su vida, y, en consecuencia, acudir a ellos supone integrarse en un mundo vital que no es el suyo. A lo anterior se une que, en ocasiones, también hay personas que tienen muy mermada su salud física, y desplazarse supone un esfuerzo que se evita pidiendo o recibiendo ayuda de los vecinos. Muchas de estas personas a las que se les suele denominar en el argot del trabajo social con PSH como crónicas, presentan problemas añadidos a su condición Sin hogar. Así, por ejemplo, uno de las patologías más notables son los trastornos psiquiátricos crónicos. Según el grupo SMES (Salud Mental y Exclusión Social)4 habría detectados por los diferentes recursos que hacen trabajo de calle alrededor de 100 casos en Madrid de personas con enfermedades mentales severas. Si extrapolamos esta cifra a las 500 personas sin techo estimadas más arriba, tenemos alrededor de un 20% de individuos viviendo en la calle con graves trastornos psíquicos. Lo que básicamente concuerda con las estimaciones de nuestra observación callejera y con los datos que aporta la UMES para el año 2001,. Estas personas no suelen tener tratamiento médico, apenas cuentan con conciencia de enfermedad, y por ende rechazan ir a los centros de salud mental. Y finalmente no cuentan con motivación u orientación alguna para poder salir de la calle. Esto unido a su situación de pobreza severa y a la ausencia de vínculos 4 Propuesta de Actuación coordinada en la Atención a Personas Sin Hogar con Trastornos mentales. 45 relacionales en la que se encuentran, les sitúa en un estado de desprotección extremo. La mayor parte de estas personas suele ejercer una mendicidad implícita o pasiva, llegando incluso a haber casos que subsisten de lo que recaban en las basuras. Otra circunstancia que agrava la situación de los enfermos mentales es que, al no tener conciencia de enfermedad, se muestran muy reacios a pasar un examen psiquiátrico que les califique con una minusvalía suficiente como para cobrar una Pensión por invalidez. Algo similar ocurre cuando se les propone que intenten tramitar la RMI, pues al estar ajenos de la realidad es muy difícil que acepten embarcarse en una serie de gestiones administrativas. Otro problema que agrava la cronicidad de muchas de las personas del grupo al que nos estamos refiriendo son las adicciones, sobre todo el alcoholismo y las toxicomanías. Por un lado, la adicción perpetúa la estancia en la calle al dificultar los procesos de integración social, al tiempo que el mantenimiento de la adicción obliga a ejercer la mendicidad, por otro lado, las adicciones minan severamente la salud de estas personas que viven en la calle y a las que muchas veces se las puede encontrar literalmente tiradas en cualquier acera pública. En este sentido, conseguir que estas personas empiecen, por ejemplo, un tratamiento con Metadona o que admitan dormir en un albergue e inicien un tratamiento de desintoxicación se plantea como la primera gran meta a conseguir a medio y largo plazo. 2.2.2. PERFIL 2 Este segundo grupo está integrado por personas que alternan dormir en la calle con estancias en albergues, centros de baja exigencia o pensiones. Así, pueden vivir durante meses en algún albergue y después pasar periodos en la calle, dependiendo de circunstancias como haber sido expulsados por alguna infracción de estos alojamientos, haberlos abandonado voluntariamente por motivo 46 de algún conflicto entre usuarios o con los profesionales, no haber plazas cuando lo precisan, dejar de cobrar la RMI y, en consecuencia, no poder pagar la pensión donde vivían, etc. También hay personas que duermen en la calle, porque no se adaptan a las normas y la vida de los albergues, pero que durante el día van a comedores, utilizan las duchas de los baños públicos o centros de día, etc. En general, éste es un colectivo mucho más vinculado a la red de asistencia a PSH que el anterior, así como a la red general de los Servicios Sociales y a la sanitaria. Conocen buena parte de los diferentes recursos que existen, y suelen tener una posición más activa para procurarse alojamiento y otros recursos básicos aunque sea por períodos intermitentes. Así, es frecuente que asistan a comedores públicos, suelen estar informados sobre roperos, duchas y otros servicios de los centros de día, y, en ocasiones, los utilizan. En este grupo hay más personas que reciben algún tipo de ingreso económico (RMI, PNCs, pensiones asistenciales…), pues la relación con las instituciones y los centros de acogida les facilita el acceso a las mismas.. A pesar de esos ingresos, en muchas ocasiones dicen necesitar ejercer la mendicidad para cubrir los gastos que supone vivir en una pensión digna, comer al margen de los comedores públicos… y, sobre todo, poderse costear una adicción. En otras ocasiones se trata de personas que han agotado el hasta hace poco tiempo denominado Ingreso Mínimo de Integración (IMI), no lo han podido renovar o no les ha sido concedido ningún tipo de ingreso alternativo, por lo que ejercen la mendicidad ya sea de forma activa o pasiva y vuelven a dormir en la calle o a esperar turno en algún albergue. La Renta Mínima de Inserción parece haber permitido a muchas de estas personas vivir durante algún tiempo en alguna pensión. En buena medida, muchos 47 acuerdos con los usuarios se han establecido con la condición de que dejaran de vivir en la calle y buscaran un establecimiento de ese tipo. Justamente, la calidad de las pensiones a las que desde los ingresos de la RMI se pueden tener acceso suelen ser muy baja. Con lo que muchas veces no suelen contribuir de una manera enteramente positiva en los procesos de integración de las PSH. Las personas de este grupo tienen un contacto más o menos habitual con los centros de ayuda a PSH. A través de ellos han podido gestionar documentos personales, la solicitud de prestaciones económicas e, incluso, pueden haber participado en algún taller o actividad de esos centros. En este sentido son personas que en mayor o menor medida pueden haber iniciado, aunque sea de un modo muy incipiente, algún proceso de integración social, aunque eso en ocasiones consista en algo tan elemental como estar documentado o percibir algún pequeño ingreso con el que poderse empezar a organizar mínimamente. Se encuentran, por tanto, en un nivel de desprotección y de miseria menos extremo que el perfil anterior, pero, sin embargo, al mantenerse en una continua conexión-desconexión con la red de recursos, y no haber conseguido consolidar pequeños procesos de integración social, económica, laboral…, se encuentran abocados bien a pasar temporadas durmiendo en al calle, bien a pedir ocasional o continuamente. Las personas que hemos agrupado en este perfil 2, tienen un modo de vida menos sedentario que las del perfil 1, por eso aunque pueden contar con apoyos vecinales, no tienen una relación tan continuada de la que se derive toda una serie de pequeñas garantías (comida, ropa, algo de dinero…) que les eviten ir a los comedores públicos, roperos, etc. También los que componen este perfil están más dispuestos a asistir a las actividades de los centros de día (el Rincón del Encuentro de RAIS, CEDIA, Realidades…), y en ese sentido a conocer otras dinámicas y rutinas diarias diferentes. 48 También en este grupo la mendicidad puede ejercerse de modo activo o pasivo. Y son frecuentes algunas actividades económicas marginales como revender mecheros, pañuelos, carteras de bolsillo…, ayudar en algún kiosco de prensa, recoger cartones en alguna tienda, etc. Ahora bien, la mayoría de los que piden de forma activa dentro de este grupo lo hacen a causa de alguna adicción, ante la cual se ven obligados a pedir. Una circunstancia que en ocasiones obliga a alguna de estas personas con adicciones, especialmente los toxicómanos, a dormir durante temporadas en la calle, es el hecho de que en algunos centros de acogida no sólo no aceptan toxicómanos en activo, sino que tampoco lo hacen con aquellos que se encuentran bajo tratamiento de Metadona. Algo similar ocurre con las personas con problemas de consumo excesivo de alcohol. En la mayoría de los centros no se admiten personas en estado ebrio, lo que implica no sólo pasar una noche al raso, sino perder la plaza en el albergue durante algún periodo de tiempo. Por otro lado, es frecuente encontrar dentro de este colectivo cierta picaresca que consiste en no gastar el dinero que en principio debería ir destinado a pagar una pensión (RMI, PNC…), durmiendo en centros de baja exigencia, para después emplearlo en alguna adicción. También las enfermedades mentales es un problema significativo dentro de este colectivo. El grupo SMES estima alrededor de 125 enfermos mentales que residen en centros de acogida, pensiones, etc., que utilizan distintos recursos de la red de atención a PSH, y que al menos en la mitad de los casos tienen algún tipo de tratamiento de salud mental. Obviamente, la situación de estos enfermos no es tan acuciante como la descrita en el Perfil 1, pero precisarían de una atención socio-sanitaria y de unos recursos de alojamiento mucho más especializados que los que existen en la actualidad. 49 Dentro de este perfil también se puede incluir a un pequeño número de personas, que aunque tienen casa, y en esa medida se alejan enormemente del modo de vida y las características de este grupo, sin embargo ejercen más o menos habitualmente la mendicidad. Se trata de personas, principalmente mayores de 65 años, que reciben pensiones muy pequeñas y se ven obligados a pedir para poder subsistir. Aunque pueden pedir cualquier día de la semana, parece que se concentran sobre todo los fines de semana, pidiendo en alguna parroquia o a la salida de los grandes almacenes. Así, según los profesionales consultados, durante el sábado y el domingo se pueden reconocer a bastantes personas que no se encuentran en el resto de la semana. Por último, en una situación intermitente, de estancia en la calle y en los centros de acogida tanto para PSH como específicos, se encuentran muchos inmigrantes. Según los profesionales que trabajan con las personas que viven en la calle, cada vez son más las personas extranjeras sin recursos económicos que o bien ocupan buena parte de las plazas de los alojamientos destinados a PSH (en algunos albergues ya ocupan más de la mitad de las camas disponibles), o bien se ven obligados a tener que pernoctar en la calle ante la falta de plazas en centros para inmigrantes. En opinión de los voluntarios, que trabajan con PSH en la calle por las noches, uno de los dispositivos donde mejor se puede apreciar la evolución del volumen de extranjeros sin alojamiento es la Estación de Atocha, recurso de emergencia en los días de mayor frío en invierno, y que en los últimos años se ha visto abarrotado de inmigrantes. La situación de estas personas sin recursos económicos, y en muchas ocasiones sin papeles, cada vez parece estarse agravando más. Hasta el punto de que ya se puede identificar a bastantes inmigrantes que por así decirlo se comienzan a cronificar. Es decir, personas que llevan varios años en nuestro país, sin que hayan podido recabar la documentación y los recursos suficientes como para salir 50 de la calle, que arrastran alguna enfermedad física generada o agravada por las condiciones de la calle, que presentan alguna adicción, etc. También las propias personas que viven en la calle, nos han informado de que cada vez es más habitual ver por las noches a muchas personas, principalmente, inmigrantes recabando comida en los cubos de la basura de los supermercados. Según estos informantes, no son gente que luego duerma en la calle, pero por su actividad parecen estar en una situación de vulnerabilidad clara. Tabla 8 .- Tipología de personas que piden y duermen en la calle PERFIL 1 PERFIL 2 x PSH que alternan dormir en la calle con x PSH “crónicas”. estancias en albergues, pensiones… x Duermen habitualmente en la calle. x Mendicidad o “busca” intermitente. x Mendicidad habitual o “busca”. x Conexión-desconexión con la red de x Pobreza y condiciones materiales muy recursos para PSH. severas. x Considerable volumen de personas con x Desconexión con la red de recursos para RMI, PNC… PSH y con otras redes (sanitaria, Servicios x Enfermos mentales con una situación algo Sociales). más protegida. x Rechazo institucional (albergues, x Adicciones. comedores, Administración). x Inmigrantes. x Apoyos vecinales. x Enfermos mentales en desprotección extrema. x Fuertes adicciones. x Desinterés o falta d expectativas para tramitar la RMI, PNC… 51 3. LA VIDA EN LA CALLE 3.1. El camino hacia la calle 3.1.1. Los factores que llevan a la calle “Vagabundos, mendigos como quieran llamarnos, como cambian todos los nombres, bueno, somos indigentes.” (Entrev. 15) El mendigo, el vagabundo, el indigente, el sin techo… a menudo es percibido como una foto fija, sin historia. Como si las pobres ropas, el aspecto sucio y abandonado, la actitud pasiva y dependiente, el andar tirados por las aceras o los bancos, la pobreza extrema y la miseria hubieran acompañado de modo permanente la vida de estas personas. Sin embargo, el tiempo de los sin techo no es estático. También para estas personas hubo un antes y para muchas habrá un después de la calle. Un momento en que pasaron a la calle, “se tiraron” a la calle (“yo la única solución que vi, es decir, bueno, me tiro a la calle, me pongo a dormir en la calle ” E.13). Un momento de tránsito que suele estar marcado por unas circunstancias y sucesos más habituales y cotidianos de lo que en muchas ocasiones el imaginario colectivo suele suponer: “...en fin... mis hermanos por un lao, que si esto... y venga a acometerte, venga acometerte, …para estar de pelea todos los días -porque yo estaba en la casa de mi madre- bueno pues...aquello era...una cueva de lobos y digo: ‘sí, digo...a tomar por saco’" (E.1). Con frecuencia se ha pretendido describir el proceso del paso a la calle como la consecuencia de una elección personal: la de aquellos que sin querer adaptarse a las normas y costumbres que rigen la cotidianeidad eligen situarse al margen o en las afueras del orden instituido; o en una versión más suavizada, como el resultado al que se ven abocados aquellos que por debilidad moral no son 52 capaces de tomar las riendas de su propia vida. Sin reglas, sin casa, sin pertenencias, sin empleo, sin dinero, sin familia…, planteado en estos términos, a la luz de esas explicaciones individualistas, estar sin hogar parece la conclusión lógica de una cadena de sucesivas elecciones sin más responsable, acaso culpable, que la persona que la porta. Muy al contrario, vivir/pedir en la calle –manifestación específica de la exclusión social- es un fenómeno de raíz multidimensional al que se llega como consecuencia de la interrelación de diferentes desventajas o dificultades que se encuentran presentes en la biografía de ciertas personas, y a las que, personalmente, apenas se consigue hacer frente. Entre ellas destacan las rupturas o conflictos familiares; los problemas con el empleo; la falta de recursos económicos e incluso los desahucios; los problemas de salud, sobre todo los relacionados con los trastornos psíquicos graves. También en algunas ocasiones, las historias de vida de corte marginal –con una socialización conflictiva- terminan abocando a la calle; en otras son los problemas con el abuso de sustancias como el alcohol u otras drogas; y, finalmente, en los últimos años la inmigración por causas económicas es el factor principal que ocasiona que muchas personas procedentes de otros países vivan a la intemperie en nuestras ciudades. Aparentemente, se podría pensar que la mayor parte de estos problemas podrían ser atajados aunando esfuerzos personales, familiares-relacionales y socialesinstitucionales. La cuestión es justamente esa. Cada una de las personas sin techo viene a representar el fracaso colectivo de las distintas redes de pertenencia a las que cada individuo trata de amarrarse para vivir en sociedad, como consecuencia en la mayor parte de los casos de la insuficiencia de recursos con que cuentan para hacer frente a las situaciones de crisis. El análisis de las entrevistas biográficas realizadas para este estudio permite constatar una vez más la presencia de toda esa serie de factores que terminan 53 arrojando a algunas personas a la calle. Asimismo se pueden encontrar referencias a la forma en que las diferentes circunstancias se van entretejiendo en el camino de cada entrevistado de manera que “casi sin darse uno cuenta”, precipitan su caída en la calle: “quitarme... del abujero que nos hemos metío, sin querer o queriendo, nos hemos metío... Sí, sí, [las cosas] van viniendo sin darte cuenta..., yo antes de separarme de mi..., bueno, mi mujer me dejó, yo tenía mi trabajo, tenía de to” (E. 20) Naturalmente, el primer paso hacia la calle no se produce de un día para otro, aunque haya siempre un momento en el que se materialice. La vida anterior a la calle suele estar jalonada de sucesos vitales que van horadando la convivencia familiar, la salud, los recursos económicos, la estabilidad en el empleo…, en definitiva, el equilibrio de la propia vida. La ruptura familiar (sobre todo las separaciones matrimoniales), como causa precipitante de la vida sin-hogar, es mencionada en más de la mitad de las entrevistas. Las desavenencias y discusiones entre cónyuges suelen ser el escenario de una situación que se convierte en insoportable y que, en muchas ocasiones, se zanja con el abandono del hogar de una de las partes, generalmente el marido: “¿Cómo fue que te quedaste en la calle?: Porque tuve problemas con mi mujer… digo, si sigo aquí la voy a matar. ¿Porque discutíais mucho, no…?: Siempre, aquello era ya una cueva de lobos, entonces abandoné mis hijos…y la abandoné a ella.” (E. 1). Desde una posición activa, a veces el abandono se plantea como la solución única a un problema que no se sabe o no se puede resolver. En esa medida se niega la propia incapacidad para afrontar la situación, tratando de responsabilizar y, en buena medida, castigar al otro. “La agarré y dije: ahí te quedas, no has trabajado en tu puta vida, ahora vas a saber lo que es trabajar y si quieres… seguir adelante vale… si no tú verás, si no te metes a prostituta”. (E. 1). En otras ocasiones, y desde una posición pasiva, se termina en la calle tras ser abandonado por el 54 cónyuge y los hijos. “Me echó. Me cambió la cerradura, y ya está, y digo pos vale, pues a la calle”. (E. 9). La desmoralización que implica esa pérdida afectiva repercute, entonces, en todas las esferas vitales, muchas de las cuales se encuentran ya deterioradas, desmoronándose entonces los puntos de anclaje (por ejemplo, el trabajo) sobre los que se sostiene la propia vida. Las crisis conyugales a veces se tratan de superar acudiendo a la ayuda y protección de la familia de origen. Pero los problemas de convivencia y los económicos (desempleo) terminan por deshacer una acogida que en principio se plantea como temporal, pero que después se prolonga sin aparente solución: “Y... y se fue, claro, yo tengo allí hermanas, no tengo ni padre ni madre pero tengo hermanas, pues claro, a mí no me gusta comer de la sopa boba, allí... si no hay trabajo, me tienen que alimentar... y a mí no me gusta, porque al final te lo echan en cara,... es tu familia pero al final te lo echan en cara” (E. 2) La falta de recursos económicos suele acompañar a todas estas rupturas, aunque también puede ocurrir que el abatimiento que sucede a muchas de ellas se intente compensar con el gasto apresurado de los pequeños ahorros de los que se dispone, “[nada más verme en la calle, lo que tenía ahorrado] me lo gasté todo en putas en la calle Montera, me lo gasté en coches de alquiler, eh, y me lo gasté en borracheras.” (E. 13). Otras veces el dinero del que se dispone sirve para pagar durante algún tiempo una pensión antes de pasar a dormir en la calle, pero en la mayor parte de las ocasiones el paso a vivir/dormir en la calle suele ser directo, puesto que para cuando llega el momento de la crisis definitiva y se “sale a la calle” ya se han agotado hasta el extremo todos los recursos económicos. También algunas relaciones conflictivas con los padres culminan con el abandono del hogar por parte de los hijos, o la expulsión de estos por sus progenitores. La adicción a alguna sustancia psicoactiva es uno de los principales 55 desencadenantes de la tensión padres-hijos: “Es más fácil decir: ‘vete a la calle, vete fuera’. Yo cogí mis cosas y me fui. Yo, estaba trabajando de camarero y... bueno, de camarero sabes tú que bueno... Que cuando tu quieres salir del bar son las doce, las tres, la una. Entonces, te tiras catorce horas en un bar y lo más normal es... con los compañeros irte a tomar una copa. Y, entonces a lo mejor, llegaba a casa a las cuatro o las cinco, y entonces eso era lo que ellos no permitían, que una persona…. Entonces yo, tendría unos treinta y nueve, cuarenta años. Entonces lo que no permitían era aquello... eso, que querían ellos de casa al trabajo y del trabajo a casa. Y, entonces, como yo tampoco estaba dispuesto a ello, pues que salga el sol, por donde sea” (E. 6). Del mismo modo, las conductas que se derivan de alguna enfermedad psíquica grave (como la esquizofrenia) terminan por agotar el difícil esfuerzo que supone atender, y entender, a un enfermo psíquico severo. Abandonar la casa paterna sin tener donde refugiarse, suele ser una secuencia relativamente frecuente tras años de tensiones y enfrentamientos al límite entre padres e hijos. En cualquier caso, en opinión de las personas de la calle, las rupturas familiares, cuando se producen y precipitan la caída en la calle, siempre aparecen como algo inevitable. Una cuestión que ni tenía, ni tiene remedio. No había otra salida diferente, así como tampoco hay posibilidades para un nuevo entendimiento. Tan sólo alguna llamada o algún contacto esporádico principalmente con los hijos o con los padres, sigue manteniendo el hilo entre unos y otros. Pero, por lo general, se trata tan sólo de saber que el otro sigue ahí, sin más pretensiones relacionales: “Una niña tengo, bueno una niña ya con veinticinco años. ¿Y la sigues viendo o no?: Sí … De vez en cuando… ¿Por voluntad tuya o… porque vienen a verte?: No, porque voy yo por el barrio y eso… ¿Y, que tal la relación ahora?: Bien, tomamos unos vinos, me invitan ellas, porque yo nunca llevo… y ya está.” (E. 8). Una relación inexistente que sin embargo, puede ser consciente de las dificultades extremas que vive el pariente 56 sin techo: “Sí, ni yo los llamo, ni ellos tampoco, ellos saben mas o menos por donde paro yo y bueno... tampoco existe…, la relación es nula ya...” (E. 6). En ocasiones, las crisis graves de salud despiertan el interés por renovar el vínculo familiar, apelando a los afectos primeros y más básicos, pero para entonces ya poco se puede reestablecer: “Una amiga mía ha llamado a mis hermanos; cuando me dio el infarto llamó [a un hermano] y dijo que eso era mi problema, que no quería saber nada. El otro tampoco quiere saber nada. Y tengo cinco hermanos más, que no es decir uno, no, no, tengo cinco hermanos más y ninguno quiere saber nada, pues que sigan su vida y que Dios les bendiga, la vida es para todos, es para todos”. (E. 16) Estrechamente relacionadas con las rupturas familiares aparecen las crisis laborales. Así, 11 de los 20 entrevistados han explicado las causas de haber terminado en la calle como una mezcla de graves problemas familiares y laborales. Es significativo observar cómo bastantes PST han relatado su situación laboral anterior, como algo relativamente estable hasta el momento en que se produjo la quiebra familiar. Ésta última se presenta como un punto crítico de crisis a partir del cual, empieza o se precipita el hundimiento social y psicológico de la persona. Ese nuevo camino cuesta abajo en el ciclo vital está impregnado de la frustración y la desmoralización ante el fracaso personal en el plano de los vínculos afectivos más íntimos: “A raíz de eso, dejé… lo mandé todo al garete. Yo lo dejé así todo, en el aire” (E. 1). Sin embargo, no siempre se puede establecer de modo inequívoco cuál de las dos circunstancias (si la ruptura con la familia o el fracaso laboral) aparece primero. Lo cierto es que ambas son las dos vías principales de inserción social (la integración económica-laboral y la inserción familiar-relacional), y la ruptura de una y otra se van entretejiendo hasta dejar a la persona sin más protección y lugar que la calle. 57 También la precariedad laboral o el desempleo pueden acompañar a los desahucios. Estas suelen ser las principales causas de la presencia ocasional de algunas familias españolas en las calles de Madrid: “¿Cuánto tiempo llevas en la calle, viviendo en la calle?: Desde el año... 79, prácticamente... Veintitrés años ¿Veintitrés años? ¿Y como fue,... como surgió la cosa: Expulsao del piso y del trabajo. La palabra, yo creo que es la adecuada y la que me gusta, la palabra expulsión mas que desahucio. No soy ningún santo, pero me han enchutao cantidad de trampas... que he tenido que no sé, que valerme... de una serenidad y unos años. El piso está, el que no está soy yo, claro” (E18). Al contrario de lo que mucha gente suele imaginar, la relación con el mundo del trabajo no es algo ajeno a la experiencia vital de las PST: “Siempre me ha gustado estar trabajando de una cosa, de otra, llevarme mi más o mi menos dinero, he vendío pipas, he vendío churruca, he vendío... de todo lo que me ha venío a la mano.” (E. 20). A pesar de que ninguno de los entrevistados trabaja en la actualidad, al menos en un empleo regular a tiempo completo, muchos de ellos realizan chapuzas (pintura, buzoneo, pequeños servicios y recados, etc) y todos ellos han trabajado alguna vez en su vida, excepto el más joven que apenas si ha tenido tiempo para poder hacerlo. Y aunque la estabilidad en el empleo puede ser muy variable, no es raro encontrar personas con largas trayectorias laborales truncadas por el desempleo, las crisis personales, las adicciones, etc. Conviene recordar que el mundo laboral no es una esfera completamente irreconciliable con el mundo de los sin techo. Son personas con mayor o menor experiencia en el mundo del trabajo, y aunque los largos procesos de calle hayan deteriorado muchos de sus hábitos y habilidades, para algunos (dependiendo de la edad, las enfermedades, etc.) aún es posible una reintegración social-laboral. Aunque eso sí, no siempre ésta se podrá realizar a través del mercado laboral normalizado, sino a través de estrategias específicas y adaptadas de inserción social (empresas de inserción, talleres laborales y prelaborales, empleo protegido, etc.). 58 Otra vía por la que a menudo se desemboca en la calle son las adicciones. Más de la mitad de nuestros entrevistados (12 de 20) presentaba algún tipo de adicción a alguna sustancia psicoactiva, principalmente al alcohol. Como hemos afirmado en otras ocasiones (Ver Cabrera y Rubio, 2002), el alcoholismo de las PSH se encuentra firmemente imbricado, ya sea como causa o como efecto, con las condiciones precarias y de exclusión social en que han vivido estas personas y con el hecho de que el alcohol es la droga más usual, barata y accesible en nuestra sociedad. Aunque la lógica de causas y efectos que encierra toda vida humana hace difícil desentrañar si el origen de la vida en la calle se encuentra en el consumo excesivo de alcohol, o por el contrario es la vida marginal la que lo conlleva, lo cierto es que algunos estudios como el proyecto “Health & Dignity”, que a escala europea desarrolla el grupo sobre Salud Mental y Exclusión Social5, han concluido que, mayoritariamente, los problemas con el alcohol son anteriores al momento de quedarse sin hogar. Ese consumo abusivo no sólo genera problemas de convivencia, sino que hace prácticamente inviable una vida laboral estable y capaz de generar los recursos económicos necesarios: “Lo que pasa es que tenía... problemas para beber, ahora bebo lo justo, algo bebo..., lo justo, pero antes sí, ante sí... bebía, entonces claro pues... pues claro no he mantenido los trabajos” (E. 3). Por su parte, las adicciones a otras sustancias psicoactivas (como la heroína o la cocaína) parecen ser también el origen de muchas trayectorias sin techo. Las drogas terminan por expulsar de los hogares a jóvenes que una vez en la calle pasan sus días mendigando o “trapicheando” con el objetivo de conseguir dinero suficiente para la dosis diaria. 5 Los datos del proyecto de investigación http://users.skynet.be/smeseu/uk_h&dstudy.htm 59 se pueden consultar en: Las enfermedades mentales son otro factor fundamental para terminar viviendo sin techo. Algunos enfermos psíquicos graves acaban recalando en la calle no sólo a causa de sus conflictos familiares, sino a raíz de la muerte de los mismos (generalmente los padres). Estas personas son incapaces por sí mismas de gestionar su vida cotidiana, con lo que terminan creando problemas de convivencia con otros familiares o con el vecindario. Todos estos factores provocan que, finalmente, acaben viviendo en la calle. La falta de residencias de media y larga estancia para estos enfermos es sin duda uno de las principales causas de la vida errante de estas personas. Y desde luego la calle agrava enormemente su desequilibrio psíquico. En el extremo opuesto, ocurre algo similar con algunos disminuidos psíquicos leves, quienes cuentan con suficiente autonomía personal, pero son incapaces de manejarse con la suficiente destreza en el mundo de relaciones laborales y sociales, en la práctica son incapacitados sociales. Estas dificultades impiden su proceso de inserción, pero, al no estar en una situación límite y no tener un grado de enfermedad agudo, no encajan en los recursos institucionales para disminuidos psíquicos más profundos o no acceden a las pensiones por minusvalías. Así, la paradoja consiste en que a veces no hay recursos suficientes para problemas graves (por ejemplo, enfermos psíquicos severos), mientras que en otras ocasiones la desprotección afecta a aquellos que no pueden acreditarlos (por ejemplo, disminuidos psíquicos leves). Una persona de la calle, con aparente retraso mental ligero, expresaba así la contradicción de un sistema de protección social, que la declara incapaz para tutelar a sus hijos, pero que al mismo tiempo no contempla esa misma incapacidad como motivo suficiente para incluirla en algún programa asistencial-residencial o para adjudicarle una vivienda de protección oficial: “¿Qué pasa? Que soy subnormal pa quitarme a mi hijo y vendérselo a cualquier “guarra”, ¿no? - porque ya hay que llamar así a la gente-, pero no soy subnormal para que me estén dando un dinero y una casa” (E.5). 60 Algunas veces, terminar durmiendo en la calle sobre algunos cartones, o vivir de las limosnas de los transeúntes es algo que se “hereda”. No nos referimos tanto al hecho de familias con varias generaciones en la calle (a veces existen casos así) sino más bien al hecho de que terminar viviendo en la calle puede ser el resultado, o la herencia, de una vida familiar marginal. Por ejemplo, hemos encontrado varios casos de personas sin techo que desde la infancia habían vivido en alguna institución de protección de menores, al no poder sus familias hacerse cargo de ellos. La precariedad económica y, sobre todo, afectiva ha impregnado la vida de estas personas desde su infancia, lo que sin duda ha tenido unas consecuencias negativas cuando han sido adultas. “’Y.. ¿Tu hija donde se quedó?’: Y mi hija, luego, la metí en el Colegio, en un Colegio, aquí en Madrid .Precisamente el mismo en el que he estao yo, y mis hermanos. ‘¿En cuál?’ : En Fernández de los Ríos, La Sagrada Familia que se llama. ‘La sagrada Familia, ya, ya’.: Ahí, tres generaciones. Y mi madre ‘¿Tu también estuviste ahí?’: Yo y mis hermanos, y mi hija, y mi madre. ‘¿Y tus padres te metieron allí interna, no?’: No, el Tribunal de Menores. Mis padres, nos sacaban. Llegó un domingo, llegaron un domingo y dice:"sus hijos no salen" Y mis hijos, ¿por qué no salen? Porque están por el Tribunal de Menores, si los he metío por la protección o por esto, por... porque mi madre, con este señor no llegaron a casarse nunca, estuvieron toda la vida juntos pero no se casaron. Mi madre era madre soltera, y este señor estuvo por rojo en la cárcel, y cuando salió de la cárcel, este hombre estaba casao y tenía una hija, y se encontró con que su mujer, se había ido a Alemania con otro hombre y tuvo descendencia con otro hombre y entonces al salir, tenia sus perrillas, todo esto lo se yo porque me lo contaban ellos claro, entonces yo, de cría, qué voy a saber. Y compró un terrenico, y poquito a poco se construyó una chabolilla en Peña Grande, a 61 mi padre verdadero, no lo conocemos, no sabemos si vive o esta muerto” (E. 9) Entre las consecuencias negativas de esta infancia institucionalizada, destaca la falta de habilidades y recursos para mantenerse por sí mismas cuando cumplen la mayoría de edad, momento en el que las instituciones sociales dejan de hacerse cargo de estos jóvenes. A veces, dadas las características y la historia de algunas de estas personas, parece que hay una relación directa entre la desinstitucionalización y el paso a vivir en la calle. Así, para algunos casos se hace muy difícil organizarse y mantenerse de un modo autónomo, a pesar del apoyo que los profesionales de los centros para menores tratan de prestarles antes de dejar de ser tutelados. Es como si la falta de protección, y la historia previa de marginación, les abocara a una serie de obstáculos difíciles, o incluso imposibles, de superar, que finalmente les dejan materialmente en la calle: “¿Saliste del centro directamente a la calle?: Sí, porque me gasté los ahorrillos que me dejó mi madre, me lo gasté... y viví en la calle. ¿Y en el centro no te prepararon algún piso de alquiler o...?: Esa es la historia que... mi educadora es una mujer muy buena que me ha ayudao en todo lo que ha podío y... lo de la Comunidad de Madrid y los centros y tal... cuando ya cumples una mayoría tampoco se preocupan demasiao”. (E. 3). A la luz de estos datos, deberían reforzarse los recursos residenciales y socio-laborales para estos jóvenes, así como el seguimiento y el apoyo institucional a medio plazo. Otras veces, el ambiente marginal en que han crecido las PST se refiere a una combinación de circunstancias como la falta de recursos económicos de las familias de origen, los problemas de adicción de largo recorrido de los padres, la inestabilidad laboral y el empleo precario, la falta de atención hacia la formación y la educación de los hijos, la delegación del cuidado de estos en abuelos u otros familiares, etc. En última instancia terminar en la calle viene a certificar, o a cerrar, el círculo de la marginación, siendo la última etapa de todo un recorrido de miseria y precariedad que no es sólo económica, sino también afectiva, cultural, y 62 simbólica. El relato de alguna de las personas entrevistadas trasluce una historia familiar que ha transcurrido permanentemente sobre la cuerda floja de la inestabilidad económica, social y personal. Por último, hay que referirse a un factor determinante para muchas personas que en nuestros días no tienen más remedio que vivir en la calle. Se trata de la inmigración provocada por cuestiones eminentemente económicas, aunque también se puedan encontrar en la calle casos de refugiados políticos. Estas personas ofrecen un perfil que se aleja del clásico de las PST: se refugian en las calles de Madrid porque no tienen un empleo que les procure unos ingresos mínimos para poder costearse algún alojamiento, y muchas veces se encuentran sin papeles, aunque su firme decisión de trabajar y regularizar su situación les permitirá probablemente salir de la calle. Justamente, las decisiones políticoeconómicas pueden influir decisivamente en que la situación de estas personas se cronifique y pasen a engrosar el fenómeno del sinhogarismo, o por el contrario puedan convertirse en trabajadores regularizados. 3.1.2. La adaptación a la vida en la calle La mayoría de los entrevistados (trece), tras largos períodos de conflictos relacionados con los factores mencionados más arriba, pasaron directamente a dormir en la calle. No optaron por refugiarse en algún albergue o pensión, ni tan siquiera buscaron cobijo en la casa de familiares o amigos, sino que se fueron directamente a dormir a la intemperie. La trama de las relaciones familiares y sociales aparece así rota antes de la calle; no en vano los procesos de exclusión 63 social no representan tan sólo una quiebra progresiva de la inserción económicasocial, sino de los vínculos relacionales y afectivos. Por otro lado, aunque la falta de información les impida acudir en un primer momento a los albergues para PSH, y los escasos o nulos recursos económicos no les permitan pagarse la cama en alguna pensión, lo cierto es que en muchos casos, sobre todo aquellos en los que se entremezclan las crisis familiares y laborales, el paso a la calle parece la materialización de un impulso, largo tiempo acariciado y temido, una suerte de liberación, de huída. Una manera de romper definitivamente con las tensiones y de librarse de aquellos obstáculos que en la vida no se han sabido o podido resolver. La calle conlleva, entonces, un cierto componente liberador, un desenganche de obligaciones y ataduras imposibles de soportar por más tiempo. En esos primeros momentos dormir en la calle es un paso duro, arriesgado, pero que libera imaginariamente de todos los conflictos vividos hasta el momento: “Pues me fui a la calle porque..., no es que me guste, pero la verdad es que se está más tranquilo, porque hay muchas circunstancias en la vida que te obligan a estar en estos términos, en estas circunstancias, no hay más remedio, a la vida hay que concederla lo que se merece…” (E, 16). “¿Sabes lo que te digo? Me marcho. Un día, del trabajo cuando salí, cogí un pantalón, como se suele decir un calzoncillo, un calcetín, y adiós… y hasta hoy. Y ¿dónde fuiste?, ¿directamente a la calle?: A la calle, esa misma noche a la calle, a un parque, al auditorio del parque de Entrevías, ahí me fui, para que nadie me viera, me compré mi botella de vino, me fui a los pinos sentado en un banco, pensando en mis cosas, me bebí mi vino, al otro día me fui al trabajo, y hasta hoy” (E. 11). Ante la necesidad de tener que buscarse la vida, en el inicio de su trayectoria sin hogar, algunas PST se vuelven transeúntes durante algún tiempo. Van de acá para allá y así, recorren algunas ciudades en busca de oportunidades laborales, generalmente, en trabajos temporales en sectores como el campo (recolección) o la construcción: ”Sí, yo ganaba tres mil quinientas pesetas, cortando tomates, melones, sandías, en fin… y ganaba tres mil quinientas pelas para pegarme una 64 pensión, pues…eran mil pesetas, me quedaban aún…dos mil quinientas, pero…que nada. He pasao muchas calamidades y fuertes. ¿Y luego otra vez viniste a Madrid, de Extremadura a Madrid otra vez?: Sí, andando. ¿No tenías dinero?: No tenía”. (E.1:6) También hay quien vuelve a su lugar de origen buscando el refugio familiar o una nueva oportunidad. Ese vagar al encuentro de una últimas oportunidad, suele terminar más bien pronto, cuando se constata que poco se puede encontrar en ese modo de vida y, finalmente, se opta por instalarse en las calles de Madrid. Todos coinciden en señalar que la calle es dura, que al principio cuesta adaptarse al frío y a la inseguridad casi permanente. “La vida de la calle es muy dura… Sí es dura, es dura de cojones. El que no ha estao en la calle no sabe lo que es… Tú no sabes lo que es dormir en un colchón… cómodo, con tu manta…. aunque sea con una sábana encima, ¿me entiendes?… pero… el que no ha estao en la calle no lo sabe.” (E. 1). Durante los primeros días, tener que afrontar las inclemencias de la calle se convierte en el mayor problema, pero una vez superada esta fase inicial de transición, hay personas que “prefieren” las incomodidades y la hostilidad de la vida a la intemperie a las exigencias e incomodidades que requiere la convivencia en un albergue. En este sentido, las referencias a los inconvenientes de los albergues son una constante que machaconamente aparece en el discurso de las PST. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que la mayoría de nuestros entrevistados son personas que viven en la calle, fuera del circuito de albergues. Por un lado, para los que optan por vivir durante años a la intemperie, los albergues son el lugar donde se recoge, incluso a veces dirán “se aparca”, a toda una serie de colectivos con alguna patología o condición vinculadas a la marginación social. Así, se describe a los albergues como lugares repletos de enfermos mentales, toxicómanos, borrachos, “maricones”, exreclusos, etc. “Porque allí, hay na mas borrachos, “yonkis” y de to.” (E. 2), “Albergues nada, albergues, hay drogadictos y 65 borrachos... y de todo (E. 4), “Hay drogadictos y hay de todo ahí (…) No, no lo quiero eso, prefiero dormir en la calle que ahí” (E. 4), Los albergues, por lo tanto, son un sitio donde “hay de to” y muchas personas que viven en la calle intentan distanciarse de ese cajón de sastre, en el que podrían ser confundidas y tomadas por lo que no son, pasando a compartir determinadas etiquetas que consideran particularmente infamantes: “Sí, pero yo nunca he entrado al albergue ni borracho, ni con bebida, cuando hay gente que sí, pero eso no lo ven o no lo quieren ver, porque yo entrar al servicio y ver dos cartones de vino, ¿que pasa que no lo ven, o no lo quieren ver?, que tampoco quieren ver a las bolleras, que tampoco quieren ver a los maricones, que tampoco quieren ver a los borrachos, que tampoco quieren ver...yo ahí no puedo estar”. (E. 13) “Te aparcan allí, te dan la comida, tal, cual... tu única responsabilidad es conseguir pa beber y pa... fumar” (E. 19). Se puede estar en la calle, pero aún se aspira a no convertirse en otra cosa aún peor desde el punto de vista de quien responde: “Lo único que puede pasarte si... te tiras mucho tiempo allí es que acabes majara perdido, yo fui hace años y tal, y ahora la cosa pues ha subido un cincuenta por ciento, y cada vez más enfermos mentales allí... y cada vez... hacinan a la gente allí...” (E. 19). Por otro lado, muchas alusiones a los albergues se condensan en la metáfora de la “cárcel”. Para muchas PST el albergue es un lugar de normas y horarios donde, ante todo, se constriñe su libertad y autonomía. Normas y horarios que todos han de cumplir homogéneamente, sin que haya opción a cierta autonomía. Los horarios de entrada, por la tarde, y los de salida, por las mañanas, los de las cenas y desayunos, etc. parecen marcar un ritmo monótono, despersonalizado y restrictivo, que les hace sentirse sin libertad y que en muchas ocasiones les impide poder “buscarse la vida” en determinados momentos del día. “Mu... rígido..., eso prácticamente como una cárcel, o como si fueras un crío o como si estuvieras mal de la cabeza, las funcionarias mu rígidas, mu rígidas...” (E. 9). “No me gusta, es una cárcel.” (E. 7) Paradójicamente, para quien saca unos dinerillos en la busca de chatarra y trastos viejos que se venden los sábados en el Rastro a partir de las dos de la noche, entrar en el albergue implica tener que renunciar a 66 su modo, autónomo e independiente, de ganarse la vida: “Si vas al Albergue no te puedes buscar la vida, porque a las siete y media tienes que estar allí” (E. 2) Rechazada la opción del albergue, y elegida la de la calle, cada cual va creando una especie de entorno o nicho ecológico en donde pueden satisfacer sus necesidades, aunque eso sí siempre situándose en el nivel de la mera supervivencia. Buscar algún lugar donde dormir en el que se esté resguardado de la lluvia, el frío o las agresiones físicas; procurarse algunos cartones y mantas; tratar de ganarse la confianza de los vecinos de un barrio, de los feligreses de una iglesia o de los compradores de un supermercado para que ayuden con sus limosnas; o establecer pequeños contactos con otras personas que viven en la misma situación, son algunas de las principales estrategias de supervivencia cotidiana entre las que se desenvuelven las PST. A través de ellas consiguen ir adaptándose a la vida en la calle. En el marco de esa adaptación, decidirse a pedir no suele ser un paso que se dé con facilidad. Y, por supuesto, tampoco todos llegan a hacerlo. Prácticamente la totalidad de nuestros informantes que piden, o han pedido alguna vez en su vida, han manifestado que les costó empezar a mendigar, que sintieron vergüenza cuando comenzaron, y que aún en la actualidad sienten cierto pudor al hacerlo, aunque naturalmente, la habituación hace que poco a poco se vaya perdiendo la inhibición primera: “Yo al principio me daba mucha vergüenza, lo que pasa es que la compañera llegaba y me decía “José hay que comer, hay que vivir ¿qué hacemos?” (E.11). “Yo me acuerdo, que me ponía a pedir, salía la gente de la Iglesia, me iba a dar y yo me iba. Me iba sinceramente, porque me daba vergüenza, luego claro, pasando el tiempo, pasando el tiempo... dices: “Si es que, no tengo un duro, no tengo tabaco, no tengo pa tomarme.. yo que sé una cocacola, una cerveza. Entonces, tu ya empiezas a analizar las cosas y dices, bueno…, y sinceramente, sí, luego te llega un tiempo, en que ya a la vida le echas cara, le echas cara, ¿no?.” (E.6) Por tanto, al principio de empezar a pedir, a la mayoría de las personas se les cae la cara, con el paso del tiempo, acaban 67 echándosela. “Bueno, la primera vez que me puse, yo creí que me explotaba el corazón, la vergüenza que me daba...En la actualidad no, en la actualidad si me pongo a pedir hoy día, más tranquilo que tranquilo porque ya soy un profesional, después de diez años por lo menos, ya se lleva la profesión por dentro, es como…, es como todo, como todos los trabajos que cuando empiezas, el primer día estás nervioso a ver cómo es esto, tal cual, y luego ya te acostumbras” (E15). Tras los primeros momentos la mayoría sigue pidiendo para ir tirando, y otros, dependiendo de las habilidades sociales que demuestren y de la actitud de las personas a las que se dirigen, encuentran técnicas y estrategias que les permiten, no ya sobrevivir mendigando, sino “vivir” de la mendicidad. Y aunque eso, evidentemente no les saca de su precariedad económica (pues suele ser un dinero destinado a costear alguna adicción), en muchas ocasiones sí que se convierte en la manera única y más segura de ganarse la vida: “yo sé que hay gente que está pidiendo pa comer y está sacando diariamente, y eso te lo puedo garantizar y te lo puedo presentar a la persona que tu quieras, que se está sacando ocho, diez mil pesetas, diarias.” (E. 6). Sin embargo, no conviene magnificar estos ejemplos, en la mayoría de los casos, apenas si se saca algo para ir tirando, como el de esta persona que aprovecha para pedir entre los clientes de las terrazas de una céntrica plaza: “Hoy el día [por el clima] está entre Pinto y Valdemoro, pues hoy igualmente habrá terrazas... que no las abren... entonces... pero... si Dios quiere y las abren, yo sé que tengo dinero. No es que coja tampoco el oro y el moro, no, pero... en fin... pa poder pasar el día sí, ahora pa coger una pensión, no” (E.1) La adaptación a la calle se va consiguiendo con el transcurrir de los días. La muestra de personas que se ha seleccionado para este estudio cuenta con una estancia media en la calle de casi ocho años. Durante algunos períodos más bien cortos (días o meses) pueden haberse alojado en alguna pensión o albergue, pero principalmente sus noches han transcurrido al raso. 68 Una media de ocho años viviendo en la calle, deja su huella en el rostro y en la salud de las personas. La mayoría aparenta tener más edad de la que en realidad tiene, y en buena medida esa vejez prematura es real: bastantes de ellos tienen problemas de salud física; a otros, los rigores de la calle y la falta de atención especializada, les han agudizado su enfermedad psíquica, aislándoles poco a poco en un mundo imaginario e inaccesible; muchos han ido perdiendo progresivamente las habilidades sociales y se han ido replegando cada vez más en sí mismos: A la mayoría el paso del tiempo en la calle les ha anclado en una actitud conformista, desmotivada y de renuncia a buscar alternativas a su situación, y casi todos se han instalado en una forma de vida que tiende a rechazar la ayuda institucional, aunque algunos sigan encontrando en ella algún apoyo ocasional como parte de su estrategia de supervivencia física. De este modo, cuanto más se prolonga la estancia de las personas en la calle, mayor adaptación y acomodación se produce, reforzándose las actitudes contrarias a la reinserción social. Como ha señalado un profesional que trabaja con gente de la calle: “Tratamos que ese periodo de calle sea el mínimo posible, porque luego, una vez que ha entrado en el círculo es más difícil salir.” (E. 4P:15) La adaptación a la calle produce el efecto de habitar en una especie de mundo paralelo en el que se sobrevive bajo mínimos. Un mundo con lógica propia de la que cada vez se hace más difícil sustraerse. Resulta difícil comprender por qué motivos unas personas deciden solventar la falta de un hogar aprovechando cómo pueden los recursos asistenciales que existen (albergues, rentas de inserción, pensiones…), y por qué otras parecen desestimar esas redes y optan por adaptarse a la calle. Desde luego, la capacidad limitada de los recursos actuales y su sistema de funcionamiento inciden en buena medida en que haya quien “opte” por esa segunda vía. En este último sentido, bastantes entrevistados han reconocido sus dificultades para adaptarse a las dinámicas y las reglas de convivencia de un albergue y su bajísimo nivel de tolerancia: “Los problemas me los hago yo sólo…agarro…na más que veo algo 69 que no me gusta…pum, fuera, a la calle, me voy (…) Tengo muy poco aguante.” (E. 1); mientras que otros confiesan sus dificultades para establecer cualquier tipo de relación con los profesionales encargados de los recursos; por ejemplo, a algunos les cuesta, incluso, mantener el contacto periódico con los trabajadores sociales que hacen el seguimiento de la RMI: “Yo lo cobré eso del IMI, hará tres años, me lo quitaron. Estuve seis meses. ¿Y por qué te lo quitaron? ¿Lo sabes?: Por no ir a verla… [a la trabajadora social] y ¿ por qué no ibas?: Psche… porque no tenía ganas.” (E.8) Las insuficiencias que aún presenta la red de asistencia a PSH, y aunque más adelante se expondrán con mayor detenimiento, están en el origen algunas trayectorias personales, y pueden explicar, en buena medida, por qué muchas personas permanecen durante años en la calle. En primer lugar, no existen plazas suficientes, así algunos entrevistados afirmaban, que al menos en invierno, preferirían estar en un albergue, pero no encuentran plaza. En segundo lugar, se aducen toda una serie de conflictos con las reglas y los horarios de los albergues. La tercera razón para evitar los albergues se desprende, según las PST, del ambiente conflictivo que se vive en ellos, al tener que convivir personas con graves problemas de muy diversa índole; por último, algunas patologías graves, como las enfermedades mentales, no encuentran en los albergues actuales una respuesta adaptada a sus necesidades, con lo que los enfermos prefieren quedarse en la calle. 3.2. La vida en la calle La vida en la calle es dura, incómoda y está llena de riesgos. La calle mata. Es verdad que hay quien logra adaptarse y sobrevivir a la intemperie durante años. A los ojos del ciudadano medio, son los representantes más acabados de un mundo inquietante y milenario, que se renueva sin cesar a lo largo de la historia: el mundo de los pobres más desarraigados y excluidos, aquellos que carecen de un lugar, de un hogar, al que poder dirigirse, entrar, sentarse y descansar. 70 Pero más allá de todas las elucubraciones literarias y románticas sobre la vida bohemia del clochard, lo cierto es que la calle es terriblemente dura y desagradable (“la vida de la calle es muy dura...’;’Si, ¿verdad...?’; ‘Sí es dura, es dura de cojones....’; ‘Ya’; ‘El que no ha estao en la calle no sabe lo que es...’; ‘Ya imagino...’; ‘Tú no sabes lo que es dormir en un colchón... cómodo, con tu manta.... aunque sea con una sábana encima, ¿me entiendes?... pero... el que no ha estao en la calle no lo sabe’; E1), los días se suceden monótonos y aburridos en un ciclo ininterrumpido de actividades centradas en conseguir sobrevivir, salir adelante un día más. Vivir en la calle requiere comer, vestirse, protegerse del frío y las heladas, ponerse a resguardo de robos y agresiones, moverse con inteligencia y acierto en medio de los peligros que amenazan a todos los seres que viven al descubierto, en refugios de ocasión, expuestos a mil riesgos. 3.2.1. Comer La primera necesidad que ha de cubrirse cuando se vive en la calle, es la alimentación. Comer es algo que hay que poder hacer diariamente, y a ser posible varias veces al día. Una persona que no supiera alimentarse, difícilmente conseguiría permanecer en la calle más allá de una semana. La mayoría de las personas que viven literalmente en la calle, acuden a los servicios de comedor con mayor o menor regularidad, puesto que una cosa no es incompatible con la otra. Ahora bien, la transformación que han experimentado los comedores en los últimos años, al introducir programas de trabajo social que buscan actuar sobre las causas de la exclusión que padecen sus clientes y no limitarse sólo a dar de comer, ha hecho que algunas de las personas más instaladas en la vida de la calle, dejen de acudir a estos servicios. En muchos de estos centros de comida gratuita, se llevan a cabo intervenciones programadas con criterios profesionales de trabajo social para intentar regular el flujo de clientes y proporcionarles apoyo social. Es difícil acudir en busca de comida, sin encontrarse con que, al mismo tiempo, deben entrevistarse con un trabajador 71 social, abrir un expediente, organizar un plan de trabajo y seguimiento, etc. Todo esto, consigue detener el proceso de deterioro psicosocial de muchas personas excluidas, pero hace difícil el enganche de quien ya se encuentra muy abandonado y rechaza implicarse en tales propuestas menos asistencialistas y a más largo plazo. Naturalmente, los que “pasan” de ir a los comedores sociales, lo hacen porque cuentan con otros apoyos más informales y menos exigentes; los vecinos, la gente que anda por la calle (“Mira, yo conozco a mucho barrendero, por la noche, y más en días que ha hecho frío, ‘venga chaval vente con nosotros’, que vamos a comer algo y ya por lo menos estás ahí, y nos metíamos en un garaje donde aparcan los coches, y teníamos ahí, bueno la hora que tienen ellos para cenar, ¿no?” E.6 ), o los mismos colegas de infortunio proporcionan con frecuencia los alimentos necesarios para sobrevivir. Claro está que cada paso que se da hacia la vida en la calle se hace pagando un alto precio. En este caso, el desorden en las comidas, la baja calidad de la dieta, o la ausencia de productos frescos y bien cocinados, acabarán por traducirse en un importante deterioro de la salud y la calidad de vida general. “E: Y... al comedor dices que vas, a veces. ¿Cuántas veces a la semana vas? Edo: bo... ahora llevo dos meses sin ir... E: ¿Y... Eso por qué? Edo: Porque me compro una lata de sardinas y una barra de pan, aquí donde los chinos... y me lo como aquí. E: ¿Tanto para comer como para cenar? Edo: No, no ceno nunca. E: ¿No cenas?, Y ¿aguantas bien sin cenar? Edo: Y... para desayunar. E: Y... ¿Estas todo el día con un bocadillo? Edo: Sí... bueno, para desayunar una copa de anís.” (E8) 72 Pensemos también que cuando se trata de una personas alcoholizada, la sensación de hambre y la necesidad de comida disminuyen drásticamente: “encima, tuve como diarreas... me dio por no comer pero... ¡absolutamente nada! Por lo menos dos semanas, sí. Ni un pellizco... eh... cogía una botella, y cloc, cloc...” (E9). Por eso mismo, cuando la gente que ha vivido a fondo la vida en la calle, empieza a salir a flote, vuelve a recuperar el interés por la comida regular (“ahora estoy yendo a comer a un comedor, antes ni comía, antes... me compraba más que un bocadillo o... no comía prácticamente nada” E7). Hay que intentar entender que aunque implique una recompensa razonable (poder comer caliente), acudir a un comedor conlleva también algunos inconvenientes y molestias para quien se encuentra instalado en una vida callejera, como es el caso de esta persona que al preguntarle por qué razón había estado sin acudir a los comedores en otras etapas anteriores respondía: “porque… por el horario, más que nada por el horario, no... no tengo yo ganas de moverme a un comedor a tal hora... y tener que depender de un comedor” (E7). Desde su particular visión, si pueden ahorrarse el paseo y la sujeción del horario porque pueden arreglarse con cualquier cosilla (“Te comes cualquier bocadillo, cualquier ensaladita, yo misma y tan feliz, cuando tenía, mi compañero, nos íbamos a cualquier parque, comíamos nuestro vinito, nuestra caserita. Nos echábamos...” E9), con algo de comida que encuentre o con lo que les da la gente, “pasan” de ir a hacer cola. “Edo: En Las Calcutas se come... a las cinco E: ¿A las cinco de la tarde? Edo: A las cinco de la tarde sí... E: ¿Eso qué es... cena o merienda o...? Edo: No es comida E: Es la comida que hay al día Edo: Una comida E: Una comida al día... 73 Edo: Una comida E: Ah... hacen una comida al día... y la ponen a esa hora, qué mala hora ¿no? Edo: Sí E: Las cinco Edo: Y además tienes que estar una hora antes para coger número y... es un rollo” (E7) De ahí la importancia que revisten los programas que acomodan sus horarios o se lanzan a ir en busca de la gente de la calle hasta allí donde se encuentran pernoctando, porque incluso esa pequeña distancia que a nosotros nos parece insignificante, puede convertirse en el gran obstáculo a salvar cuando la persona se ha acomodado a un lugar. No es tanto el hecho de repartir comida como la manera de hacerlo, el método que se sigue, el estilo con que se realiza, para una persona hecha a vivir en la calle, y capaz de ganarse su sustento por sus propios medios, el comedor social no es siempre algo que merezca la pena, conlleva un estilo, una filosofía vital que puede estar en las antípodas de la persona sin hogar: “Muchas veces, pues no como, eso si tengo esa ventaja. O no como, o, vamos, no tengo las comidas... prefiero tomar un pedazo de pan con toda tranquilidad y a gusto, que no pues vas a un comedor... que si tienes que dejarle el sitio a otro, que si te sirven deprisa. Yo soy enemigo de la palabra prisa, que sé yo, es mi manera de ser” (E18) Normalmente, en los comedores se trata de evitar la incertidumbre diaria que supone tener que coger un número para entrar a comer, con las consiguientes peleas y tumultos que se originan cuando los solicitantes son superiores a los números que se reparten, para ello se asignan tarjetas, por un máximo de tres meses, durante los cuales la persona sabe que tiene garantizado el puesto en el comedor. Bien es verdad que esto no hace desaparecer el problema de la escasez de plazas sino que sólo lo modifica en sus manifestaciones más urgentes y compulsivas. En los comedores que funcionan con el sistema de tarjetas, cada día 74 se reparten un número limitado de tarjetas (de cinco a diez) lo que significa que las personas que desean obtenerlas pueden llegar a hacer cola durante horas (“me envió P. con una nota para que me... cogieran, porque suelen coger a los cinco primeros, y ahí tienes que... ahí tienes que dormir en la calle... una noche para... para pillar número” E7) Esto no evita los conflictos en la cola (, pero al menos consigue reducir el número de los que aguardan puesto que ya se sabe que no obtendrán pasaporte de acceso nada más que cinco personas. En este punto, las peleas más frecuentes suelen producirse con los extranjeros. Aunque resulte duro reconocerlo, lo cierto es que las personas de la calle más mayores y más deterioradas, hay veces en que renuncian a ponerse en la cola porque son relegadas por otras más jóvenes y fuertes, normalmente extranjeros. Contra los que se lanzan los mayores improperios e insultos en una especie de reacción xenófoba y primaria que ve en estas otras víctimas de la exclusión social, el obstáculo que se interpone entre ellos y el plato de comida. “Edo: la ley del más fuerte, así es, y en los comedores pasa igual, las colas de los comedores pasa lo mismo, aunque estés en la cola esperando y tengas el número tres, viene polaco, marroquí, y se te pone ahí, o te quitas... E: ¿Está habiendo mucho extranjero? Edo: ¿Extranjeros?, me gustaría que lo vierais vosotras mismas, este hombre suele ir más a Mesón de Paredes, ahí son me parece cincuenta plazas, la mujer, la monja va dando numeritos, a las diez y media, y si estás en la fila y te dicen vete de aquí, te tienes que ir.” (E11) O este otro testimonio: “Edo: es que eso está mal montado. Sí porque dicen ‘antes de las diez’, dicen que no puedes estar ahí, bueno entonces pone hasta las diez para que te den el número para poder comer, y delante de ti se ponen veinte tíos o más, tú estás ahí guardando la cola y no se ponen detrás de 75 ti, se ponen delante. E: Ya, es toda la mañana pendiente de... Edo: Sí, pero a las seis se pide la vez y estamos ocho o diez tíos. Cogemos la vez en Embajadores, pero luego eso no lo respetan los otros y menos un jueves, ayer hubo bofetadas también. Yo no voy al comedor por eso, yo voy a comer, no voy a pegarme con nadie.” (E13) La importancia de organizar las cosas de un modo u otro es crucial, puesto que los conflictos se multiplican cuando la necesidad aprieta y se pretende seguir actuando con métodos de distribución de comidas estrictamente medievales, tal y como se expresa en este último testimonio que recogemos ofrecido por un verdadero superviviente, una persona con su punto de gracia y de humor en la más rancia tradición hispana de la picaresca y la busca: “Edo: Aquí a la vuelta, este edificio es un colegio para abajo y se va a comer, pero se forman unos follones muchas veces en la cola que yo en las condiciones que estoy no puedo ir allí porque hay que bajar dos escalones y luego subirlos otra vez y luego pa sentarme me veo y me deseo y pa levantarme igual ¿sabes? E: Y el lío que se monta ¿no? Mano: Sí, ahí se...ahí lleva una temporada que...es un comedor que lo que menos somos, somos españoles, nos juntamos cinco o seis españoles, dan cincuenta comidas, cinco o seis españoles, lo demás todo extranjeros polacos, búlgaros, rumanos, moros, moros sobre todo ¿sabes? o sea que hay de todo, de vez en cuando viene algún que otro alemán también; cada dos por tres ves caras nuevas y claro dan cincuenta comidas nada más, ahora no dan bocadillos también, después de las comidas se formaba una cola pa los que no habíamos entrao, te daban un bocadillo curioso y tal, ahora lo han quitao lo de los bocadillos por los jaleos que se arman en la puerta, se han quejao los vecinos y tal y cual. E: Los vecinos 76 Edo: Sí, cuatro sinvergüenzas que viven ahí, les han costao los pisos tres pesetas, se creen que son los marqueses de aguascalientes más o menos ¿sabes? no tienen donde caerse muertos porque pasas por ahí por los contenedores que tienen por la noche a buscar y no ves na más que latas de sardinas, latas de guisantes, latas de tomate, latas de pimientos, no ves raspas de pescao, ni huesos de chuleta ni nada de eso, eso no ves nada, ni cáscaras de langostinos ni nada de eso, eso nada. Así que eso, qué le vas a hacer, y ahora pues eso, pues así vamos tirando de la vida” (E14) También, es verdad que hay casos de personas extranjeras que han quedado atrapadas por la vida en la calle y han hecho de una acera su domicilio desde hace años, como es el caso de un magrebí que, ante la posibilidad de volver a su país, nos decía: “Qué va a hacer, mi país qué, pa morir de hambre, aquí hay comedores, hay roperos, hay mucha cosa, en mi país no hay eso, comedores no hay, entonces aquí mejor, por eso ya no pienso” (E10) También hay veces en que se argumenta en contra de los comedores por el hecho de no poder seguir una dieta particular (la comida de los comedores “tiene exceso de grasa, porque echan tocino, echan de todo y yo tengo pancreatitis crónica, es dieta sin grasa y yo cada vez que voy al comedor acabo ingresado” E11), o se aduce el temor a “contagiarse” de alguna enfermedad (“... yo no he estado así directamente con una persona tuberculosa... yo lo achaco pues... o a los cubiertos de un comedor....” E12), o como resultado de una mala experiencia previa, hay que pensar que se trata de personas con serias dificultades para acomodarse y percibir la realidad de forma razonable, con lo que a veces una situación mal vivida puede traducirse en un rechazo general de la oferta de servicios existente: “E: ¿Y a comedores has ido, algún comedor? Edo: Me he ido a alguno pero...no es agradable. E: (la persona que entrevista sugiere un comedor…XXX) Edo: No, ahí nunca, fui un día y me fui, no entré a comer, no entré a comer porque hay una monja ahí que no se comporta bien y como no sé 77 comporta bien pues ¡fuera! y aparte por no decir otra palabra, porque a mi una monjita es una mujer y se tiene que comportar como mujer y como monja, pero cuando no hay respeto, ¡fuera! E: ¿Tuviste problemas con ella porque había mucha cola o qué? Edo: Sí, había muchas personas y tal pero...esa dirección, esa forma de ser no es correcta. E: De tratar a la gente ¿no? Edo: A mí no me tratan así porque la mando a tomar por ...el punto y la i. Pues me fui y no entré a comer, a mí para que me de un plato de comida y tal y encima me esté dirigiendo de una manera que no es correcta, no lo consiento, no lo consiento” (E16). Fantasía o realidad, el hecho es que para muchas de las personas que se instalan en la calle, resulta más fácil, más cómodo, más “interesante” comer o malcomer por su cuenta, que acudir a los centros sociales. Por otro lado, pensemos que con frecuencia, cuando se practica la mendicidad, se pide “para comer” y que es difícil no encontrar a alguien que, si pides estrictamente comida, te la niegue. Finalmente, en el caso de las personas que se instalan en un banco o un portal del que prácticamente no se separan nunca, estamos ante casos en los que la simple subsistencia sería imposible de no haber llegado a un acuerdo relacional con el entorno, de vecinos y comerciantes, que con frecuencia se erigen en protectores directos y proporcionan a la persona excluida sin hogar, la comida, la ropa e incluso los recursos de higiene más imprescindibles. Esta relación simbiótica, sin duda respetable, debe ser entendida como una de las grandes dificultades a vencer para poder “sacar de la calle” a quien se ha instalado definitivamente en ella. Hay formas de ayuda directa, que de alguna forma contribuyen a fijar a la PSH en el banco, la acera, el soportal. Tratándose de personas que en sus últimas fases de deterioro psicosocial han reducido su horizonte vital al mínimo (un poco de comida, un poco de alcohol, una manta para abrigarse), no es difícil que aparezcan “almas caritativas” que acaban por apuntalar su exclusión y desarraigo, eso sí, con la mejor de las intenciones, sin 78 duda. A ello se une, el espíritu rebelde y desajustado frente a las normas de muchas de las personas que optan por montárselo a su aire “…hay dos inconvenientes. Te obligan a comer a una hora fija, y te obligan a comer ese menú, y claro no dan vino, ni... e... cerveza ni tarta de postre, ni cosas de ese tipo. Entonces claro en el momento, todos tenemos un espíritu de libertad…y entonces a partir de ese momento...” (E18) Esta misma persona, con más de treinta años vivienda en una céntrica calle madrileña, no hubiera podido sobrevivir sin la ayuda del vecindario: “Edo: ¿Qué traéis café y cola-cao? Lo que debíais de traer es vino y tabaco. Ahora hay cosas de comer, por ejemplo,... a mí una señora me regaló hace cosa de veinte días, un tarro de miel, muy de agradecer... pero para hacer regalos, se regala una botella de vino, o una botella de güisqui, o una botella de coñac. Regalar.. que sé yo manzanas, naranjas o queso o miel o yogur... en el fondo nos parece mal. E: ¿Por? Edo: Orgullo ya de gente de la calle, no sé, ya me entendéis. Aquí ha habido chicas, pues, traerme a lo mejor de su casa, café o un bocadillo, lógicamente les he dao las gracias. Sobre todo, en el fondo, en el fondo lo que quiere un marginao, un vagabundo y sobre todo si es soltero... Es que esa chica, te coja del brazo y te meta en un bar a tomar algo. No que te saque una cosa del otro mundo, entenderme bien lo que os quiero decir, os hablo de corazón. Ahora lógicamente, hay que guardar unas formas... Eh” (E18) Uno de los retos más importantes para quienes hacen trabajo de calle, consiste en reorientar esta relación de ayuda espontánea, para hacerla operativa y eficaz dentro de un plan de trabajo de recuperación e inserción social: “lo que intentamos también, es que ellos sean un apoyo a esa persona sin hogar, pero de otra forma. Es decir, hay veces en que a la persona se le olvida que hemos quedado para ir al médico no sé qué día, que es importante para ella, pero es que igual por su desorientación...,pues se le puede olvidar..., entonces, pues la persona que está en el entorno...’Oye, mira, tu le puedes ir recordando que vamos a venir,...o bien, 79 si ocurre cualquier cosa nos llamas... Involucrarles en lo que es intentar la mejora de esa persona..intentamos ir por ahí...” EP2). Las campañas de sensibilización ciudadana, y el trabajo social directo con el entorno vecinal y comunitario resultan en este punto absolutamente imprescindibles. Sin embargo, con demasiada frecuencia, la escasez de recursos profesionales y la falta de tiempo, hace que se vaya aplazando un aspecto del trabajo social con PSH que, finalmente, resulta imposible de soslayar, puesto que de él dependen buena parte de los “éxitos” y los “fracasos” en la intervención con estas personas. Incluso en los casos que puedan parecer más aislados y solitarios, lo cierto es que no hay nadie, y menos cuando se vive de forma tan dramática y aparente, que no cuente con anclajes y vínculos con el entorno social y comunitario. Un trabajo centrado exclusivamente en la problemática que presenta el individuo, corre el riesgo de desconocer los vínculos funcionales que se han establecido entre la PSH y el medio que la sostiene. 3.2.2. Dormir La segunda necesidad que necesita cubrir quien viva a la intemperie es la del sueño. Encontrar un lugar mínimamente resguardado y protegido donde poder tumbarse a dormir, implica todo un mundo de decisiones y estrategias a adoptar, que es preciso aprender y poner en práctica cada día. No es fácil dormir en la calle, el ruido, la temperatura, el eventual acoso de comerciantes, policías, barrenderos y asistentes sociales apenas si deja margen para ello. Desde la perspectiva del ciudadano de clase media, cualquier otra alternativa -por ejemplo, ir a un albergue- parece preferible a la de tumbarse en unos cartones bajo una marquesina. Sin embargo, cuando se conocen las razones y argumentos que manejan las PSH, y nos aproximamos a las circunstancias particulares que concurren en cada una de sus biografías, otro mundo de sentido, otra manera distinta de ver las cosas emerge de forma nítida y, con frecuencia, lo que parecía irracional, adquiere unos tintes de plausibilidad que lo hacen comprensible y, hasta cierto punto, razonable. Eso sí, desde sus razones, las suyas, no las nuestras. Veamos cuáles son. 80 Al igual que ocurría con los comedores, la oferta de alojamiento de emergencia que existe actualmente en Madrid es ciertamente insuficiente, la red se encuentra desbordada ante una demanda imposible de atender en su totalidad. También, como sucedía con la comida, tampoco “la cama”, viene sola. El lugar donde dormir, viene encuadrado en un marco institucional, espacial y normativo que incluye, además de la cama, muchas otras cosas. En todos los casos, hay un recuerdo claro de la primera noche en que se vieron teniendo que dormir en la calle, la inexperiencia, la ignorancia de los recursos de alojamiento existente, la extraña sensación que experimentaron o los encuentros que generó esa circunstancia, suelen recordase de forma muy vívida: “Sí, en un...en un garaje, dormí y pasé más frío que frío. Me tiré varias noches durmiendo, hasta que me dicen: ‘oye, ¿por qué...?, ¿le pasa a usted algo?’, ‘mire usted, no me pasa nada, nada más que estoy durmiendo en la calle...’; y ael tío no le...no le cuadraba, ‘¿se viene usted a mi casa a dormir?’, digo: ‘no’, una persona que no la conozco de nada, pues... no sabes lo que puede ocurrir. Y...me dice: ‘bueno pues tenga cinco mil pesetas y se busca usted una pensión o lo que sea pero con el frío que hace no puede usted estar en la calle’. Yo seguí durmiendo allí y..en el hotel este, M., al lao,...macosté en un soportal” (E1). Naturalmente, la cuestión de los horarios, y las exigencias, aunque sean mínimas, resultan a veces incompatible con un estilo de vida callejero, sin reglas y sin cortapisa alguna. En otras ocasiones, las razones que se aducen son aún más fantásticas, pero todas remiten a una especie de elección personal a favor de una existencia “libre”, sin ataduras: “E: Oye Valentín, y ¿alguna vez has ido a dormir a algún albergue...o algún centro así...?, ¿te acuerdas cómo era... ? Edo: Sí, hace... dos o tres días, estuve durmiéndome, lo que pasa es que me salgo yo sólo. 81 E: ¿Sí?, ah... hace dos o tre días, hace poquito, ¿ a cual fuiste? Edo: A Puertas Abiertas. E: Ah... ¿Puerta Abierta, ¿Y qué tal allí? Edo: Bien. E: Bien, ¿no...? Edo: Lo único que pasa...que tengo problemas con las mujeres ¿eh?... una que sa enamorao de mí. Ahora; que se enamore de mí, ahora... y la otra ...pues...que yo no puedo estar ahí acorralao por mujeres. E: ¿Pero es que hay hombres y mujeres en Puerta Abierta?, Edo: Es mixto. E: Es mixto, pero hay habitaciones para hombres y habitaciones para mujeres, no.. Edo: Claro, no van a dormir las mujeres con lo hombres. E: Ya, ya... Edo: Yo tengo...y además...yo sé que tengo mi cama allí, lo que pasa es que me junto con él y empezamos a darle....[a beber] E: Sí... Edo: Y entonces...pues...no voy, me quedo a dormir en el banco aquel de enfrente” (E1) Desgraciadamente, la falta de plazas suficientes en Madrid, hace que a veces subsistan entre nosotros alternativas de albergue que no reúnen las mínimas condiciones en sus instalaciones que son exigibles en una sociedad como la nuestra, lo cual no quiere decir que no cumplan una función y no recojan a un abundante número de personas sin techo durante los momentos más crudos del invierno. En los albergues, como en casi todo también hay grados: “Edo: Además en invierno no se puede soportar y luego en invierno tienes... el capullo éste... el Padre XX. E: Sí... Edo: ¿Lo conoces?, ¿el ‘[nombra el refugio]’? Eso, eso es una miseria E: ¿Si?... a ver, descríbemelo un poco 82 Edo: Eso... una ciudad llenita de gente, o sea se ve que... mogollón de tíos ahí... al suelo... en las tablas, que duermen en tablas, hay varias alturas... duermen en tablas, si no pillas cama, vas al suelo, y ahí todos revueltos y... Una vez me vomitaron encima por la noche, ni me enteré... uno borracho y me vomitó y yo ni me enteré, me enteré al día siguiente porque me vi... y eso es asqueroso. E: O sea que tú prefieres... Edo: Eso no debía ni existir, eso le debían poner una bomba y volarlo, directamente. E: Tú prefieres estar en la calle a... a estar así en esas condiciones no... Edo: Claro” (E7) En este punto, las condiciones físicas que ofrece el pasillo de metro que el Ayuntamiento de Madrid abre durante la campaña del frío, se lleva todas las críticas posibles: “E: Oye y lo de Atocha que impresión te dio al verlo. Edo: Bueno, el uno allí que si se pone con la jeringuilla, el otro que si fuma, el otro que si se descalza huele, el otro que no se ha lavado, el otro porque está con su litrona, el otro porque está con el whisky, el otro porque dice "oye que te calles que te pego una hostia", o sea que todos tirados. Hay un guardia a la puerta, si el guardia tiene que callar, porque si se levantan tres o cuatro el guardia termina, dice "apago la luz y a dormir" pero si…, se levantan, roban, la supervivencia es la ley del más fuerte, te van y te dicen ‘¿qué dinero traes?’, ‘no tengo’, ‘¿como que?, o me lo das por las buenas o te pincho, mira tengo el sida, necesito para un calimocho’ y le tienes que dar dos euros para un calimocho; la ley del más fuerte, así es, y en los comedores pasa igual, las colas de los comedores pasa lo mismo, aunque estés en la cola esperando y tengas el número tres, viene el polaco, el marroquí, y se te pone ahí, o te quitas, o...” (11) 83 O este otro testimonio: “...bueno pues sí, estuve en la estación de Atocha, bajando las escaleras a mano derecha, lo que tienen habilitado para dormir, pero no hay quien duerma. No, porque lo único que hay son tubos de heroína, con la plata, es lo único que hay y el que no tiene tubo, el pico, la chuta, y así todos. Ahí cogí yo una enfermedad gorda. Yo beber sí, a mí que no me falte el vino, pero lo que es pincharme o fumarme eso… O como anoche, anoche ahí durmiendo aquí, en la calle San Cayetano, que viene uno que si tenía un chino, me invitaba a un porro, los porros te los metes tú por donde te quepan. O sea que no, a mí que me den vino y coñac, lo demás nada. Ahí cogí yo una enfermedad que me duró seis meses, no es ninguna enfermedad ni contagiosa, ni nada, es que no sé lo que sería eso, la verdad, con que fui al médico y no sabía lo que era, sí yo pertenezco aquí al consorcio de (...)” (E13) Pensemos que el hecho de encontrarse en la calle, no elimina las manías y los gustos de cada uno, así, hay quien es especialmente sensible al ruido, o tiene el sueño más ligero de lo normal, y eso puede ser la razón que vuelva imposible dormir en un albergue y compartir un dormitorio colectivo, realidades tan nimias y tan prosaicas como los ronquidos: “Yo como oiga un ruido... me pasa como a mi hermana. Si ha sido... y menos mal que mi padre dormía lejos, ¡porque ronca…!, y mi hermana que dormía al lao, la chica sin dormir. No puede dormir, se tapa y se pone la almohada y todo. Pues... fíjate allí... lo que te puedes encontrar... en los Mayorales... peor todavía.” (E12) Es verdad que estos dispositivos, de última urgencia se ponen en marcha para parchear una situación marcada por la insuficiencia de plazas existentes. Porque ciertamente, no hay plazas de albergue suficientes en Madrid, y eso es algo que conocen de sobra las PST, aunque las razones que aduzcan, no siempre sean las correctas: 84 “E: ¿Dónde duermes? Edo: Como no daba para la pensión, pues hay que dormir en la calle. Cada día en un lao. E: Claro, cada día en un lado,¿pr dónde sueles tú dormir? Edo. No, por tos los sitios. E: ¿ En algún portal? O... Edo: En el verano, en los parques y por ahí. E: Ya, ¿y en el invierno? Edo: A resguardarse, un poco. E: Sí. Edo: En San Isidro, no tienen camas, pues a ver. E: Ah... ya. Edo: Tienen pa la gente extranjera y pa los drogatas” (E8) Lo cierto es que se produce una competencia por los escasos recursos de alojamiento disponibles que, paradójicamente, va desplazando y dejando fuera de los centros a quienes más débiles y necesitados de ellos se encuentran. Cuando todas las eventuales barreras de acceso a los albergues como horarios, normas, condiciones físicas y espaciales, quedan superadas, a los ojos de muchas personas sin hogar queda por superar una última barrera puramente simbólica que remite al imaginario colectivo sobre los albergues, y que los hace aparecer como “lo último”, un lugar que, desde su punto de vista, está incluso por debajo de la calle. Fundamentalmente, porque obliga a la convivencia con personas a las que uno no desea parecerse, o con las que no quiere que le confundan”: “E: Oye, M. y... ¿alguna vez has ido a dormir a algún albergue o algo así? Edo: No, pero no... no me gusta, mi mujer ha ido y dice que no E: ¿Tú no has ido? Edo: No porque hay drogadictos y hay de todo ahí. 85 E: Ah... ¿pero tú has ido a alguno? Edo: No, no me gustan. E: A ninguno, ¿ no?... Edo: No, no lo quiero eso, prefiero dormir en la calle que ahí” (E4) En esto consiste precisamente el reto para quien se fija como objetivo intentar “hacer salir de la calle” a las PST, ¿cómo presentarles una alternativa que a sus propios ojos, desde su perspectiva, y teniendo en cuenta sus particulares circunstancias vitales, les resulte preferible a la de dormir en la calle? Hay que ser conscientes de que, en ocasiones, dormir en un albergue, implica tener que renunciar al modo habitual de ganarse la vida. Por ejemplo, con ocasión de la feria de San Isidro, hay bastante gente que duerme en sus inmediaciones para guardarle el puesto en la cola a los reventas y a cambio ganarse unas perrillas, esto no puede hacerse si uno se encuentra interno en un albergue (“En el verano, en la Plaza de toros nos juntamos treinta o cuarenta’; ‘¿Ah, si? Treinta o cuarenta...’; ‘ A sacar entradas, y dormimos allí”; E8). En este sentido, “el banco” sigue siendo un lugar privilegiado para dormir entre la gente de la calle. No se trata de un tópico, de un lugar común, es hoy por hoy el elemento más utilizado para pasar la noche. Por eso es tan importante poder contar con un banco cerca, y si las nuevas tendencias en mobiliario urbano los fijan al suelo, o los dotan de reposabrazos que impiden tumbarse en ellos, entonces hay quien se rebela y utiliza métodos más expeditivos, que no se detienen ni ante los requerimientos de la policía municipal: “E: ¿Pero alguna vez te han dicho que quitaras los bancos de ahí? Edo: No, que me levante, que esto es pa sentarse, y digo: ‘y pa tumbarme yo también..’. E: Y...¿qué hacen lo quitan o...? Edo: Ya se llevaron uno. E: Ah... sí. 86 Edo: Y yo voy…, y cojo otro. E: ¿Lo quitas... y lo vuelves a poner?. Edo: Ya se llevaron uno, y... voy y cojo el primer banco; va to, con tornillos, cojo la llave inglesa y lo quito, y... lo llevo aquí. Como le he dicho: "Dame un piso o dame una habitación dice: "Vete al Albergue" digo: "vete tú, cuando salgas me lo cuentas.” (E2) Además del banco, las entradas a ciertas tiendas, que quedan resguardadas del viento, proporcionan un lugar relativamente protegido para extender los cartones y las mantas. En ocasiones, esto da lugar a situaciones chocantes y paradójicas, de manera que la presencia de PSH que normalmente es mirada como una molestia y un estorbo, aparece como un recurso de seguridad y protección: “Edo: ... nos quedamos sin casa, luego... como no podíamos estar por allí, no me gustaba aquel barrio, me vine aquí, y aquí tengo el Rastro, me voy al Rastro y... y asín vivimos E: Y qué... ¿cuando os quedasteis sin casa... empezasteis a dormir en la calle? Edo: Pues sí, llevamos mucho tiempo, llevamos cuatro años viviendo en la calle E: ¿Dónde dormís? Edo: Ahora aquí abajo E: Abajo... Edo: Sí ahí, en una tienda, en una tienda nos deja la... una señora. En una entrada, una entrada de una tienda. E: Ya... Edo: Ya han venío a robar... antes de ayer, rompieron la luna y no pudieron entrar....No pudieron entrar porque estábamos nosotros, durmiendo Edo: ¡Ay va!... y eso les disuadió ¿no?, ¿les hizo que no robaran? 87 E: Bueno, eso... los dueños pues yo creo que... nos lo agradecerán algún día, entiendes...Porque antes no nos dejaban, nos decían que nos buscáramos otro sitio para ir a dormir y... y ahora pos...yo creo que nos lo agradecen que estemos ahí” (E4) Por último, otro lugar alternativo y novedoso a la altura de nuestras ciudades actuales, son los cajeros automáticos, eso si se dispone de una tarjeta crédito o se consigue entrar por otras vías; especialmente en invierno son un buen refugio, en verano siempre queda la alternativa de tumbarse en un parque: “E: E., a ver... cuéntame un poco, por la noche en la calle, ¿qué tal estás tú?, ¿qué tal te encuentras? Edo: Malamente porque no duermo nada, fatal. E: Mal... Edo: Fatal.. E: ¿Te metes ahí en el cajero? Edo: Me meto en el cajero y... es que no consigo dormir... Todas las horas miro el reloj y... cada hora estoy despierto... hoy he dormido un poquito más que ayer pero... llevo dos o tres día que es que no..., imposible dormir E: Y tienes frío supongo o... Edo: En el cajero no hace mucho frío, en los cajeros no suele... además... muchos están acondicionados. E: ¿ah sí? Edo: Muchos están acondicionados tiene... tienen calefacción. E: Ya, ya, calefacción y... ¿antes del cajero dormías en la calle?, o siempre... ¿siempre has estao en el cajero? Edo: O en la calle. En verano en la calle E: ¿Y dónde te pones en la calle para dormir? Edo: Pues este verano he estao... ahí en... Conde Duque. En el parque que hay... detrás con... con unos colchones E: Ah... Edo: Y bien, ahí he dormido bien E: Sí... pero... Edo: Pero en verano” (E7) Ir a dormir a aun albergue, supone, de entrada, tener que desplazarse físicamente. A veces, esta distancia, si no se cuenta con otros medios de transporte, desanima a las PSH; en otras ocasiones, el deterioro físico es tan importante, que no se ven 88 con fuerzas para ir y venir dos veces al día, del lugar en que “residen” hasta el albergue y viceversa. Cuando la barrera geográfica se ha vencido, quedan las barreras normativas. Los criterios de admisión, no siempre permiten acceder a todas las personas sinhogar, en unos casos no se admiten a personas con adicciones en activo, en otros no se puede entrar si se llega borracho; hay albergues que sólo admiten varones, y otros en los que no se permite la entrada a los extranjeros, o sólo se les permite cubrir un cierto porcentaje del total de camas del albergue. En todo caso, las normas, sean las que sean siempre dan lugar a rechazo por parte de algunas personas que se resignan difícilmente a aceptarlas, con lo que se instalan en la crítica y la queja frente a todo y frente a todos: “E: Oye, ¿y has estado alguna vez en algún albergue? Edo: Sí, he estado dos veces, un día, porque el comportamiento y la administración de eso no es no es soportable, eso no se soporta. E: Cuéntame tu experiencia, cuéntame que me interesa S. Edo: ¿Te interesa? Estar en un albergue de estos que existen pues no es.., .no es para nadie. Parece una cárcel, encima personas que son incompetentes, son las que te dirigen el horario, la cena, lo otro, lo otro, eso es insoportable. Yo considero un albergue, según mi pensamiento, de que tengas libertad, de que te puedas quedar a dormir, que te quedes por la mañana, que descanses. Porque estás cansado y quieres estar más tiempo y no te lo permiten. E: ¿Tienes una hora de salida por la mañana? Edo: Una hora y fuera, a la calle. Ocho de la mañana, un café que te hace daño, porque encima te hace daño, no sé qué le ponen pero hace daño, y luego a la calle” (E16). 89 Incluso en los dispositivos en que los niveles de exigencia son menores, como es el caso de centro Puerta Abierta, en la Casa de Campo, hay ciertas reglas mínimas que hay que cumplir, por ejemplo, no se permiten las agresiones. Si finalmente, se consigue acceder a un albergue, no siempre las condiciones del mismo son las que la PSH considera necesarias o adecuadas, (siempre desde su punto de vista), la limpieza, la higiene, eventualmente la masificación, la convivencia forzosa con otras personas en el mismo dormitorio o habitación, etc. Naturalmente, el alojamiento social, se ofrece, en primer lugar con unos objetivos asistenciales y de apoyo a la supervivencia, pero el personal de los centros de alojamiento rara vez se detiene ahí, sino que intenta ir un poco más lejos y poner en marcha procesos de recuperación personal de más largo alcance, y como se puede suponer, hay personas que rechazan o no están dispuestas a embarcarse en tales recorridos, bien sea porque ya en otras ocasiones lo han intentado y han fracasado, porque consideran que aún no ha llegado el momento de intentarlo, o bien porque piensan que tal momento ya se les ha pasado. Como con los comedores, las alusiones a los posibles “contagios” también aparecen para apoyar y reforzar la decisión de dormir en la calle; así por ejemplo, hay quien rechaza las pensiones porque “por dormir en una pensión cogí lo que no tenía’; ‘Ah, ¿sí?’; ‘Pos claro, cuando fui allí no me cambiaron las sábanas, y tenían hongos, de esto... sarna, o como se llame. Claro a los dos o tres días, empezaba yo a rascarme, me fui a un médico, me dice: "Usted tiene esto". Digo ¿Cómo? si yo me ducho todos los días, y esto es por la porquería. [haciendo un aparte] No me ducho tos los días, pero un día sí, otro no, ahí en Martínez Campos” (E2). 90 Por todo ello, cuando vivir en la calle constituye el modo habitual de vida, hay quien desarrolla estrategias muy eficientes para hacer frente a las inclemencias del tiempo: “E: Y...¿cómo duermes tú, qué te pones, o cómo…? Pab: Yo tengo un manta que la pongo en el suelo, pa no coger la humedad del suelo, porque tengo un saco de dormir, y me pongo el saco de dormir. E: Y...¿cuándo hace mucho frío en invierno? Pab: Cuando hace mucho frío en invierno, me pongo otro saco de dormir, que tengo uno que aguanta 16º bajo cero. Que me tuve que ir otra vez a Andorra, a comprarme un saco [el anterior afirma que lo perdió en una requisa efectuada por la policía de un carro con sus pertenencias], porque aquí, el saco que yo me compro en Andorra, me cuesta 30.000 pesetas allí, pero aquí vale ochenta, son sacos que están forraos como una manta, son impermeables, y te aguantan 16º bajo cero, que haciendo mucho frío, muchos días tengo que abrirlo porque empiezo a sudar.” (E2) La imagen ofrecida por esta persona puede romper algunos esquemas ampliamente extendidos, ciertamente se trata de un caso muy atípico que mantiene un elevado control sobre su vida, que no bebe en absoluto y que se gana razonablemente bien la vida mediante la rebusca de chatarra y objetos en la basura que revende en el Rastro. En muchos otros casos el deterioro psicológico es mucho mayor, y la habilidad para salir adelante muy inferior a la de esta persona. Pero de todas formas, este caso nos previene contra el peligro de pensar de forma simplista, que una cosa es vivir en la calle y otra muy distinta, ser un imbécil. Lo habitual, sin embargo, es que dormir en la calle esté acompañado de la precariedad más extrema, y que el utillaje disponible sea mucho más mísero y ocasional: “esto que me ha pasao a mi [se refiere a una enfermedad] es por estar durmiendo ahí en la calle, no me ha pasao nunca esto y he estao durmiendo en la calle también durante mucho tiempo, pero he tenido mis condiciones claro. Pero aquí en un cartón y anoche sin cartón ni na, porque no había cartones, los habían 91 tirao todos...se los había llevao el camión de la basura tos los cartones; otras veces están los cartones pero de vez en cuando vienen y arrean con todos. Pues yo puse un edredón que tengo ahí grande, este [su compañero], en el suelo, E. se cogió un cartoncito que encontró por ahí, se lo puso en el suelo y ya nos tapamos, yo con una manta y él con un, con un edredón, con un saco de dormir que le dio una vecina de al lao; la otra noche ¿sabes?” (E14) De todas maneras, las fronteras con frecuencia son bastante más difusas de lo que mucha gente piensa, de manera que las vidas de muchas PST incluyen tal grado de precariedad económica y relacional que durante años se suceden los períodos en que se alterna la calle, con el albergue, con la pensión y…vuelta a empezar: “…en San Isidro, yo he estao en San Isidro, eh. Cuando me han salio trabajos... he estao trabajando, entonces, en el mes, que yo he estao trabajando, yo en San Isidro, yo dormía allí, o sea, yo venía por la mañana de trabajar, me echaba a dormir, me levantaba para comer, me preparaban los bocadillos, me iba a trabajar, el primer mes y ya el segundo mes, que supuestamente tu ya has cobrado, entonces, la Asistenta - me imagino qué sabrás, que hay pensiones que están comunicadas con las Asistentas Sociales, que te cuestan menos-, pues entonces ya, cogió la Asistenta y me mandó a una pensión. En la pensión estaría como unos seis meses o por ahí, hasta que se terminó el trabajo. E: Y... ¿qué tal en la pensión...? Edo: Muy bien, tranquilo. Tú subías ahí, tú tenías tu llave. Subías cuando a ti te daba la gana, o te cogías…, a lo mejor como yo trabajaba por la noche, la señora que limpiaba, ¿no? ‘Ah perdona; venga no te preocupes, ya cuando te levantes ya te lo hago todo’. Y al salir, la habitación muy bien, y te hacían la cama... Pero bueno, al terminarse el trabajo, se termina el dinero. E: Claro. 92 Edo: Con lo cual, ¿qué haces?,dormir en la calle, porque, yo tampoco quería ir a San Isidro.” (E6) Llegados a este punto las potencialidades que ofrece la Renta mínima de Inserción son numerosas, aunque su cuantía no permite subvenir a las necesidades de una persona adulta en una ciudad como Madrid, o se utiliza para pagar un alojamiento y no queda para comer, o a la inversa. Lo mismo ocurre con algunas pensiones no contributivas. En ese sentido es difícil que alguien se acomode a vivir de ella, en todo caso será a malvivir, y deberá desplegar otras actividades para complementar sus menguados ingresos; este es el caso de una persona que, después de muchos años de vida en la calle, empieza a salir a flote gracias a una pequeña paga y a los pocos ingresos adicionales que obtiene de la venta de una revista de calle (Milhistorias) elaborada por la Fundación RAIS, entidad que le proporciona, además de la revista, el apoyo profesional y psicológico que necesita para intentar salir adelante: “E: Ya... con lo cual ahora, ahora ya estás cobrando... la paga... Edo: Sí, gracias a Dios la estoy cobrando E: Y ahora con la paga y la revista ya puedes tú... Edo: Hombre... empieza ahora... a ponerme a nivel... porque la paga la verdá, para la invalidez que yo tengo, que tengo absoluta total, me han dejao mu poco, me van a dejar cuarenta y un mil pesetas, si pago la pensión no tengo pa comer, y si tengo pa comer, tengo que dormir otra vez en la calle, como he estao durmiendo toda la vida, bueno... muchos años, (...) pa arriba, (...) pa abajo, hoy aquí, mañana allí, tampoco es eso vida... yo quiero pagarme un techo, y con la revista sacarme para comer, pa mis gastillos... E: Porque tú ahora mismo estás entonces en una pensión... Edo: Sí, estoy en una pensión E: ¿Y cuánto se paga la... la pensión? Edo: Yo pago de pensión... treinta y dos mil pelas... 93 E: Treinta dos mil.... ¿y estás... bien o...? Edo: Hombre, estoy bien, porque tengo derecho a cocina y... y me lavan la ropa, ya la conocía de antes y... estoy bien, hombre... hay pensiones que son más caras, el mismo precio sólo pa dormir, ni te lavan la ropa ni nada, y aquí me lavan la ropa E: Te lavan la ropa, y la comida... Edo: Y la comida me la puedo hacer, puedo cocinar, si va bien la cosa puedo comprar la comida y puedo cocinar yo ahí, exactamente como si fuera mi casa E: Ya, ya, ya, claro, también... porque tú antes de la pensión, decías que estabas durmiendo en la calle... Edo: Sí E: ¿Ah sí? Edo: Durmiendo en la calle durante muchos años E: Mucho años... ¿en dónde?, ¿por qué zona...? Edo: Por todos los sitios... E: ¿En Madrid? Edo: Donde pillaba, aquí en Madrid, en Barcelona, en Zaragoza, en Valencia, ande... ande estuviera E: ¿Y... y no era mejor un albergue o... no había o cómo? Edo: Sí, lo había, son... son buenos, pero según que albergue te dan tres días, otros te dan dos días, otro te da un día, pero que... cuando yo no tiempo tenía que esperar calle E: En Barcelona, en Zaragoza, en Madrid...”(E20) 3.2.3. Aseo Otra necesidad que ha de saber cubrir quien vive en la calle es el aseo. Tradicionalmente venían utilizándose en Madrid los Baños Públicos existentes para la población general en algunos distritos en los que eran abundantes las viviendas sin ducha ni baño (Embajadores, La latina, Tetuán, etc). Hoy en día, 94 aunque subsisten un par de ellos, la mayoría han cerrado, y su lugar, en lo que se refiere a la gente de la calle ha venido a quedar cubierto por algunos comedores que ofrecen a sus clientes la posibilidad de una ducha, e incluso de un servicio de lavandería para la ropa; en algunos de estos centros se pide una pequeña cantidad como medida para regular y ordenar la demanda. “E: ¿Vas a comer todos los días? Edo. No, todos los días, no. Se portan bien, ahí me lavan la ropa y eso... E: ¿Te lavan la ropa? Edo: Hmm, (afirma), pero pagando... también. E: ¿Pagando? Edo: Que gratis, no te lo hacen... ¿E: ¿Cuánto te cobran? Edo: Veinte duros.. E: ¿Veinte duros... por cuánto... por cuanta ropa? Edo: Lo que lleves, una muda a la semana, me parece que te lavan, a mí me lavan mas, porque a lo mejor voy cada quince días, y llevo tres camisas y tres pantalones”. (E8) En el caso de las personas que pasan períodos alojados en pensiones, no siempre se encuentran con la posibilidad de utilizar el baño, puesto que hay muchas de estas pensiones que cobran la ducha aparte, y en ocasiones a precios excesivos: “E: ... ¿y qué tal la pensión? Edo: Mu mal... muy cara y mu mal... E: Muy cara y muy mal... Edo: Valía la ducha doscientas pesetas E: Tenías que pagar para ducharte Edo: Doscientas... y valía un duro ahí en Embajadores... digo... yo me cojo mi bolsita... no tengo otra cosa que hacer... pues me voy pallá y... un duro... me llevo mi champú, me llevo mi... toalla, no voy a pagar yo cuarenta pavos... además que daba asco... era todo de tarima... pero de... cuando 95 Franco era aspirante a Cabo, sabes... y... pisabas por la pensión, y... chirriaba ñi, ñí, ñi...” (E12) También hay quien recurre ocasionalmente al domicilio de un familiar o amigo, que le deja ducharse en su casa. Más extraño es que aparezca un vecino amable que ofrezca su domicilio, pero también nos hemos encontrado con algún ejemplo. Para los casos de mayor desarraigo, como es el caso de algunos extranjeros, es el servicio de la UMES, el que consigue, ofreciéndoles la posibilidad de utilizar su propia furgoneta, que acepte trasladarse a San Isidro para darse una ducha y asearse (“Va bien, sabe, hace un poco viene, fue a duchar y a cambiar todo, ah, conoce a mí, viene con una tiene una furgoneta, dos chicas, y chofer uno”; E10). En el caso de los grandes supervivientes callejeros, hay quien opta por hacerse él mismo la colada, nuevamente por temor a “coger lo que no tengo” si la dan a lavar en algún centro: “Edo: ...yo la ropa que tengo me la lavo yo. E: ¿Dónde la lava? Edo: La lavo en cubo, le meto en lejía, jabón, la dejo un rato, pos... cuando la mierda esta ya un poco blandita... E: Y...¿Dónde te pones a hacer eso? Edo: Aquí mismo. [está en una céntrica plaza llena de gente]. E: ¿Ahí mismo? Edo: Si a la gente no le gusta, que no mire.” (E2) 3.2.4. Ropa Probablemente la necesidad de vestirse sea de las más fáciles de cubrir en Madrid. Es verdad que existen muchos roperos en parroquias, y centros sociales. También los albergues suelen contar con su propio ropero, pero por lo general, la gente que vive literalmente en la calle, sin techo, encuentra muchas oportunidades para conseguir ropa por sí mismos. En este punto, el cambio económico 96 experimentado por la sociedad española en los últimos cincuenta años se deja notar en una hiperabundancia de ropa, que pasa de moda pero que se encuentra en buen estado y no se sabe dónde colocar. Una parte de esta ropa, va a parar directamente a las manos de las PST. “E: Oye... ¿y la ropa?, ¿dónde conseguís la ropa? Edo: Tenemos mucha, ahora de momento E: Sí... Edo: Pero que... o... la conseguimos de los cubos, de la busca, o nos la trae la gente, mucha veces nos la trae la gente E: ¿Ah sí?, ¿y habéis ido alguna vez a roperos?, ¿sabes que hay roperos...? Edo: Si... no, no hemos ido E: No, no os gusta tampoco eso no... Edo: Nosotros nos vestimos de... de los soportales . Muchas veces que sacan ropa a los soportales y cogemos de ahí también... E: Ya... ¿los soportales? Edo: Sí, los... la ropa esa que mandan a... por ahí... E: ¿A África y eso...? Edo: Exacto, pues a veces... cogemos de ahí o si no... la buscamos de por ahí, hay mucha ropa tirá por ahí” (E4) Más difícil suele ser conseguir mantas y ropa de cama para dormir, en ese caso, el recurso habitual suelen ser los centros sociales y de acogida. Aunque como en el caso de la comida hay quien protesta de la competencia que se establece con los extranjeros, lo cierto es que casi nadie nos ha dicho tener dificultades para conseguir vestirse (“hay muchos sitios donde ir”). Lo cual no es óbice para que constatemos una vez más que la presencia de extranjeros con recursos escasos en la red de satisfacción de necesidades básicas que venían utilizando las personas excluidas sin hogar es muy importante; en unos casos porque padecen una necesidad muy similar a la de las PST, en otros casos 97 creemos que puede ser parte de una estrategia de reducción de gastos, sobre todo en los primeros momentos de su proyecto migratorio, o en épocas de desempleo. “E: ¿Compras ropa, tú, o te la dan en el ropero? Edo: Hay veces que me la compro yo, y otras veces me dan en el ropero, pero como los roperos ahora, se lo llevan to lo extranjeros, no pillamos... no pillamos ná E: Si, ¿se te ha dao el caso de ir y no haber ropa? Edo: Si no hay, se lo dan a los extranjeros. E: Y.. ¿en que ropero, te ha pasao eso...? Edo: Bueno, en todos, aquí en Madrid, en todos. Porque ahora estando los peruanos y to eso, te subes ahí a la Milagrosa, que hay ropero, te dan quince números, y a las cinco de la mañana o las cuatro, ya estan tos los extranjeros guardando ahí cola. E: Sí Edo: Y.. entonces, pos no te dan nada.” (E8) 3.2.5. La economía de la calle Como es lógico, vivir en la calle suele estar ligado a una importante escasez de ingresos económicos, pero sin embargo de ahí no se puede concluir precipitadamente que las PST no tengan absolutamente ningún ingreso. Aunque haya quien piense de otra forma, lo cierto es que vivir en la calle también cuesta dinero. Hay que seguir gastando, consumiendo. Ciertamente no hay que pagar alquiler, ni recibo de la luz o de la calefacción, pero hay que pagar el transporte, hay que pagar la comida y la bebida, la ropa, los servicios de higiene, las medicinas, el dinero sigue siendo necesario en alguna medida. Y sobre todo se necesita dinero para intentar salir de la calle, lo que implica tener que esforzarse por ahorrar, por acumular una pequeña cantidad que permita dar el salto… hacia dentro, de una pensión, de un piso compartido, de un apartamento, o una chabolilla minúscula. 98 Por supuesto, hay quien necesita dinero para mantener alguna que otra “afición”, sea esta jugar a las máquinas tragaperras, ir al cine, pagar la cuenta del móvil, o comprar hachís. En ocasiones hay quien tiene compromisos adquiridos que debe seguir manteniendo cuando se encuentra viviendo en la calle, como por ejemplo los gastos de manutención de un hijo (“Yo a mis hermanas les mando tos los meses sensen...sesenta mil pesetas. Del dinerillo que voy sacando, de la busca ¿no? Yo así sin...sin paga sin na…Yo voy guardando dinero, voy guardando dinero pa.. pa poder irme a Canarias y comprarle los juguetes al niño y... mandarle dinero”) En definitiva, hay una economía de la calle que no se detiene nunca y que se alimenta permanentemente a través de diferentes fuentes. Es una economía peculiar, en su mayor parte sumergida, que no consta en ningún presupuesto oficial, hecha de intercambios, trueques, pequeños servicios, chapuzas, etc, merced a la cual las PST logran subsistir y permanecer a la intemperie. Nadie, ni siquiera las personas sin techo, vive exclusivamente del aire. ¿De dónde y cómo obtienen los recursos materiales para sobrevivir? Pues esencialmente, por las mismas vías que el resto de los miembros de nuestra sociedad, o son ingresos provenientes del trabajo - pequeñas chapuzas, busca, chatarreo, prestación de servicios-, o son transferencias -pensiones, RMI- , o son donaciones, en ocasiones demandadas explícitamente, lo que llamamos “mendicidad”, y a veces de modo silencioso y pasivo, la simple presencia en la calle suscita una corriente material de dádivas, obsequios, regalos, aguinaldos y ofrendas que reciben pasivamente muchas PST. Las pequeñas chapuzas pueden consistir en hacer pequeños recados, apoyar con algún encargo a los comerciantes de la zona (“Le bajo el tabaco, porque la mujer no puede, y ella me compra un bocadillo, me da un paquete de tabaco y tres 99 euros. A esta otra mujer, a la de las flores, también le bajo el género, al sótano, se lo bajo y se lo subo”; E2), repartir los periódicos de un kiosco: “Edo: ¿Qué hago yo ahora?. Ahora, por ejemplo, en el Kiosco este, que te estoy diciendo, yo estoy repartiendo los periódicos, o sea, por ejemplo, me dicen: "Oye mira vete a la calle tal, y en el bar este, este y este, deja el AS, el MARCA" E: Ah... sí, sí. Edo: El ABC, hoy. por ejemplo hoy... que le he dicho: "Mira, perdona no puedo venir, digo... porque he quedao con unas personas para hacer una entrevista y luego tengo que ir al CPA, a hablar con la Asistenta y con la Doctora, digo, y voy a venir aquí a las doce y media o la una. Entonces, pos ya no puedo. Pero yo tos los días, yo me cojo por la mañana, llego para allá, y me lío a repartir los periódicos. E: Y, ¿qué te dan, una propinilla o un dinerillo...? Edo: Lo que me da es…, por ejemplo, a las diez o por ahí: ‘¿Francisco ya has desayunao? ¿No?, vete a desayunar’. Y, luego, a las doce: ‘Venga que ya está bien, vamos... a almorzar’. Y almorzamos. Me compran el paquete de tabaco. Y luego me dan..., me dan o van al bar, porque está al lado el bar, dicen: ‘Oye... te dejo la comida pagá, pa cuando venga el hombre este’. O sea, que a mi no me dan un duro, pero... te lo dan, que yo lo prefiero mucho más. ¿Me entiendes?, Yo prefiero mucho más, yo sé que la comida la tengo segura, el paquete tabaco lo tengo seguro. E: Claro. Edo: Y... a la hora de almorzar lo tengo seguro. E: Y ¿desde hace cuanto tiempo haces eso? Edo: No, eso lo llevo haciendo hace como... un mes o por ahí. Vamos yo a las personas esas, la familia esa yo la conozco hace tiempo ya, saben de qué manera soy, saben cómo soy... E: Sí, claro ellos confían en ti... 100 Edo: Yo me tomo mi cervecita. Mira yo muchas veces, se van a lo mejor ellos: ‘Mira, Francisco, me tengo que ir a tal sitio, quédate aquí, si viene uno pues le das el periódico’; o sea, hay veces que yo le cobro y todo. Luego viene ‘mira, que he vendido tanto’, ‘pos toma’.” (E6) Pequeños trabajos con los que hacer frente a los pequeños gastos diarios y que ayudan también a mantener vivo el sentimiento de la propia importancia, aunque siempre, claro está, sobre bases extremadamente débiles (en el caso anterior, mientras dura la adherencia al tratamiento de deshabituación alcohólica) que en cualquier momento se derrumban y hay que volver a empezar de nuevo a reconstruir. La rebusca en las basuras y entre lo que la gente tira, la “busca”, tal y como fue reflejada en las obras literarias de Galdós y Baroja sigue viva y actual entre algunas de las personas que viven en las calles de Madrid: Edo: Si vas al Albergue no te puedes buscar la vida, porque a las siete y media tienes que estar allí.Y claro si yo no tengo trabajo, eh... no tengo na, me tengo que buscar la vida. E: ¿Buscando, no? Edo: Buscando cosas, la gente tira cosas..., y otras que la gente te las compra. Porque yo a veces me he encontrao cosas muy buenas, yo el reloj este e... E: ¿Esto te lo has encontrao? Edo: Me lo encontré. Tengo allí unos cuarenta o cincuenta relojes, en el carro, que me lo encontré... y claro están sin pilas. Yo voy y les pongo pilas y algunos funcionan y algunos no funcionan. A ver, porque a veces la gente porque se le terminan las pilas, bah!. E: ¿Qué buscáis en las basuras, o...? Edo: No, no, no, adentro de las basuras no, pero... mucha gente ya nos conoce, cuando na mas tocando la bolsa ya sabemos si hay cosas o no hay cosas. Es que se nota, eh, levantamos el cubo, miramos, hacemos así... y se nota. Lla mayoría de la gente lo pone afuera del cubo, como la ropa; esto 101 estaba afuera del cubo limpio planchaito. Te lo sacan limpio, aunque lo tiran, porque ellos saben, la gente sabe, mucha gente como yo; hay muchísimos que va a la busca, ¿eh?... y lo sacan limpio, te metes de sacarlo sucio lo lavan lo sacan limpio ¿eh?... y planchao. Si, si es cosa así de... que se plancha, lo planchan y lo meten en la bolsa y al cubo, pero afuera. E: Y...¿Luego que haces, lo vendes? ¿Dónde? O... ¿Cómo haces con esas cosas? Edo: Me voy al Rastro los sábados por la noche a venderlo. E: El Rastro... ¿Sábado por la noche? Aaa..¿A qué hora? Edo: Sobre la una. Sobre la una salimos de aquí, llegamos allí... sobre las dos E: ¿La una de la madrugada? Edo: Si, llegamos allí sobre las dos, mientras que colocamos las cosas y todo esto son las tres, las cuatro de la mañana , y ya empieza a venir gente a comprar. E: ¿A esas horas? Edo: Bue... ¡así, se pone!.. E: Y...¿por qué os ponéis a esas horas, por la policía? Edo: Porque así la policía no, no nos dice na, porque no hay policía, no nos dice na. E: Y...¿Va mucha gente, e...? Edo: Así... E: Fíjate... Y...¿Qué dinerillo sacáis, Pedro? ¿Cuánto mas o menos podéis sacar...? Edo: Yo, cuando voy -porque llevo aparatos, llevo cosas buenas-, puedo sacar... el dinero de así, el dinero de euros puedo sacar unos 300... E: ¿Trescientos...?¿Cada día? Edo: No, al día, no. 102 E: ¿No? ¿Cada día que vas? Edo: Pos... si... yo voy cada quince o veinte días voy al Rastro.” (E2) Como es de suponer, en estas vidas marcadas por la precariedad económica más extrema las fronteras entre el trabajo, las chapuzas y el ejercicio de la mendicidad son más bien difusas. A épocas en la vida en las que se encuentran trabajando por cuenta ajena, les suceden los instantes en que han de buscarse la vida por su cuenta, y si las cosas van muy mal, han de optar por sentarse en el suelo y aguardar la limosna de los que pasean. “E: Y Pepe qué hacía, ¿un poco como tú? ¿se buscaba la vida ...? Eda: A Pepe le gustaba poco, ponerse [a pedir]... Él se dedicaba más a... él de obra en obra que iba, necesitan peones, necesitan pa sacar escombros... necesitan... E: Ah... chapucillas, ¿no? Eda: Sí, la chatarra... cogía su carrito...Aluminio, cobre, to lo que vale, el metal todo eso...Al chatarreo, si le salía cualquier chapuza se iba, se iba a la vendimia, se iba a la aceituna. A él lo que menos le iba es el pedir; él todo el moverse, p'arriba, p'abajo. Que veía que se le daba mal…, no tenía otra opción. ‘Se me ha dao fatal’. ‘Siéntate conmigo, algo sacarás también’. Aunque saliera gente, estábamos juntos, a él le echaban y a mi también. Pos hija....” (E9) 3.2.6. Mendicidad Como hemos indicado anteriormente, no se puede confundir sinhogarismo y mendicidad, pero tampoco sería legítimo ignorar los vínculos existentes entre uno y otra. A explorar siquiera brevemente, cómo algunas personas sin techo practican la mendicidad en las calles de Madrid se dedica este apartado. 103 La práctica de la mendicidad, cuando no se trata de una pauta cultural arraigada como sucede entre determinados grupos étnicos, sino que es fruto de la indigencia extrema a la que una persona llega en un momento dado de su vida, suele comenzar a practicarse con una mezcla de pudor y vergüenza. Naturalmente, a medida que pasa el tiempo la persona llega a acostumbrarse y la practica con desenvoltura y aplomo (“están hechos a eso”). Pero para que esto suceda han de darse muchas circunstancias, en primer lugar, que haya dado con fórmulas relativamente exitosas que compensen el esfuerzo que supone mendigar (estar plantado durante horas a la puerta de una iglesia, de un supermercado o de una boca de metro no es algo demasiado cómodo), en segundo lugar, que no cuente con otras alternativas de obtención de ingresos más saneadas y rentables. A fin de cuentas, la dedicación a la mendicidad, para que se consolide como una actividad regular y permanente, implica una elección racional que descarta otras opciones, en un análisis, si se quiere intuitivo y primario, de los costes y beneficios que reporta (Kennedy y Fitzpatrick, 2001). Por ejemplo, para según qué personas que han vivido experiencias ligadas a actividades delictivas o que se mueven en la frontera del delito, mendigar es una forma de ganarse la vida “honestamente”, “sin hacer daño a nadie”, que si bien tiene muchos aspectos negativos –es humillante, la gente te desprecia, etc- al menos, no encierra tantos peligros como otras vías de obtención de ingresos. Curiosamente, muchas personas que viven de lo que la gente les da, no admiten que su actividad principal consista en mendigar, “ Eso de pedir, no, no nos gusta. Nosotros ponemos aquí un cesto y si quieren echar que echen y si no... E: Eso de pedir no os gusta... Edo: Pues no. Nunca lo... hemos pedido. Nosotros nunca hemos puesto la mano, hemos puesto un cesto y si nos han echao, nos han echao” (E4). Ese último gesto de negarse a extender la mano, puede encerrar toda la dignidad personal que aún se lucha por conservar. Por otra parte, recibir graciosamente lo que la gente te ofrece sin que tú se lo pidas, tampoco es pedir, ni mendigar: “Por ejemplo, yo en la 104 Iglesia que hay allí abajo, a mi no me hace falta pedir porque, toas las mujeres que pasan me conocen” (E6). Hay otra forma de “mendigar” que tiene como objetivo a personas mayores encuadradas en organizaciones de ayuda a los necesitados que, sin duda, en contra de los criterios de su propia organización, se sienten impulsados a “rascarse” su propio bolsillo e ir más allá de la atención oficial para hacerles entrega de algún dinero. En el caso de personas con mucho recorrido en la calle, puede haber una explotación de estas fuentes atípicas de caridad, más propias de otras épocas que de los tiempos actuales: “Edo: Sí yo voy a Cáritas... ahí a... E: ¿A la Plaza de la Marina' Edo: No, a donde está ... la iglesia ésta...El XXX.... donde está Cáritas y... hablo con el abogao... y me da ropa y me da dinero, hoy toca... que hoy es jueves, porque Cáritas ahí, son los Martes y los Jueves E: Ah... ¿y te da algo de dinero? Edo: Sí, el... depende cómo le comas el coco... al abogao... abogao de Cáritas... XXX., un hombre ya mayor, como este hombre, mayor... y... empieza... te echa el responso, la responsalía...que te empieza y... ‘Valentín es que esto no puede ser...’, pero, bueno, luego después el hombre se descubre sólo, no es mala persona. E: ¿Es buena persona? Edo: Sí E: ¿Cuánto dinerillo te da, más o menos? Edo: Unos cinco euros, yo no sé... E: ¿y con eso... con ese dinerillo... para qué tienes Valentín? Edo: Pues pa comprarme unos cartones de vino, si te digo otra cosa es mentira” (E1) 105 Así, muchos de los gastos de supervivencia vienen compensados por una corriente de donaciones en especie que hacen innecesario el flujo monetario que la mayoría de nosotros ha de generar para poder hacer la cesta de la compra, como se recoge por ejemplo en el siguiente testimonio al preguntarle si le costó empezar a pedir limosna: “Al principio sí, aparte de que soy vergonzoso, yo eso de levantarme y decir ‘Déme usted un cigarro’, no, prefiero no ir al bar a tomar un café pero mi paquete de tabaco lo llevo en mi bolsillo, siempre guardado, lo único que no quiero que me falte es eso, el tabaco. Lo demás la comida...todo esto es comida, las personas que ya me conocen que saben que bebo, ayer ahí sentaito, el rato que estuve ahí por la mañana pues me junté con tres cartones de vino, pasa uno…, como saben, "toma un cartoncillo para que tengas luego para comer" el otro toma otro, el otro un bote de cerveza, el uno que me trae un yogurt, el otro que me trae un racimito de uvas, el otro que si una naranja. Las señoras, una que me da un euro, otra ‘Un centimito porque no tengo mas’ es que es la verdad, y las otras pues vienen y me lavan ropa. En fin, ‘¿te hace falta una manta?’, no me la baje usted ahora que mira cómo ando, ‘Cuando te haga falta me lo dices’...” (E11) De la lectura del texto anterior se desprende la evidencia de que no siempre estas personas “caritativas” están colaborando en el proceso de recuperación e inserción social que intentan llevar a cabo profesionales y voluntarios organizados, al contrario incluso se fomenta su alcoholismo y se le fija en su rincón callejero, con servicios y regalos de todo tipo. Los relatos en los que de improviso se ven inundados de regalos por esa caridad indiscriminada son más o menos habituales: “Joder, no hace mucho me llevó un señor, ‘Vente a desayunar conmigo, ¿te gusta el salmón?’, digo: "¡uy! Me encanta" .Je, je. ‘¿Te gustan... tal, las aceitunitas rellenas de anchoa?’, ‘ Me encantan’. Hay unas chiquitas, que me llevo muy bien con ellas, porque como están mu cerquita, y voy muchas veces a comprar ahí alguna sardinita, que me gusta mucho, o 106 alguna latita de algo, según he andao de pelas, y... hasta que se acaben. Sacó un fajo de billetes. Cuando eran los billetes, no los euro, ‘¿Te gusta el champán?’, ¡Uy, si! Y una de ellas, desde la barra me hacía [señas de que pidiera más cosas]... ¡Si era el tío el que decía!... ‘tu pide por esa boquita, hasta que se acabe’. Y... yo no podía con las bolsas, lo menos…, bolsas hasta arriba. Me compró latas de to... Me compró salmón, me compro champán, me compró sangría... benjamines. Me las tuvo que llevar ella hasta la esquina. Digo: ‘yo no puedo con esto’ Entonces vivía mi Pepe, cuando llego, dijo ‘Y esto…’, ‘Pos un señor que ha pasao...’” (E9). Por último, las actividades más o menos ilegales o paralegales, son difíciles de detectar en una primera entrevista, aunque sí aparecen algunas referencias. En todo caso no conviene cargar las tintas excesivamente sobre este asunto, puesto que no sería honesto teñir el sufrimiento de quien se encuentra viviendo sin techo, con la nota de color de lo delictivo, es evidente que, en caso de participar en algún pequeño tráfico, nunca ha de ser de gran entidad cuando la persona no obtiene ni lo suficiente para abandonar la calle. No es por tanto de “delincuentes” de lo que hablamos, sino de la participación en submundos marginales y precarios en cuyos meandros es posible encontrar algunas migajas con las que sobrevivir: Edo: Yo he estao en San Isidro, últimamente, y la decía los sábados y los domingos vengo a las once y a las once me dejaban entrar, o sea, Edo: [a la trabajadora social] “la dije: ‘Oye los sábados y los domingos que me voy a hacer la reventa de los toros, o del fútbol’...’Si ven a las once’ y me dejaban entrar a las once. E: ¿Ah, sí? Edo: Sí, y con eso... E: Porque, ¿qué hacías, reventa de entradas, de...? Edo: Ayudar a la gente E: ¿Comprabas entradas y luego las vendías? Edo: No, a guardárselas a los otros... E: ¿A guardárselas a los que las compraban...? 107 Edo: Claro, pa que no se las quitaran...” (E8) 3.2.7. Agresiones Si la vida en la calle es dura, y mata, no es sólo por las inclemencias del tiempo. La gente de la calle vive una vida expuesta a todo tipo de agresiones, amenazas, hurtos, etc. Desde hace años, en una especie de moda universal, se registran agresiones y homicidios en todas las ciudades del mundo que tienen como víctimas a PST. Su simple presencia molesta a grupos de signo violento y clara orientación racista y fascistoide, que “salen de caza” dispuestos a apalear “vagabundos” como forma exquisita de diversión. Los testimonios se multiplican en todas nuestras entrevistas, cuando no han sufrido agresiones directamente, cuentan y no paran de lo que le sucedió a éste o aquél compañero de infortunio, con lo cual viven bajo el signo del miedo, aterrados por lo que han visto y oído y buscando formas de autoprotección en medio de la jungla urbana. Enlazando con el apartado anterior, el simple gesto de mendigar puede actuar como detonante: “Edo: Una vez pidiendo... les pedí a unos y... y me arrearon E: ¿Sí? Edo: Sí directamente, por pedir sólo, ahora... de momento por dormir no he tenido problemas. Ahora que tengo miedo, se pasa miedo, se pasa miedo E: Claro, claro... Edo: No sabes si cualquier día van a venir... y te van a apalear... cualquiera... y tal... pero por eso prefiero dormir en un cajero, ahora en invierno... porque por lo menos tiene cámara y la gente ya... ve un cajero y ya se corta más” (E7) Hay quien cuenta con varias agresiones físicas a sus espaldas y conoce a fondo de lo que habla: “Edo:... los cabezas rapaos esos... ya me han mandao varias veces al hospital. Me rompieron costillas... tengo un golpe aquí en la cabeza, a ver... en la parte 108 izquierda... sabes que ésto es el cerebelo. Y... me pegaron con un bate de... de beisbol... y me se ha quedao parte de... del cerebro paralizao. Eso hace... por lo menos... año y medio o por ahí hace E: ¿Y donde estabas durmiendo para que te hicieran eso? Edo: Eso... me pasó en... donde está la... la plaza ésta de... de MAPFRE y...(...) pues...ahí, estaba durmiendo. Luego otra vez... en la Plaza de Chamberí, no... de... de Olavides... y otra vez estaba... donde está Chamberí... sabes que hay otro parquecito arriba, me pillaron en el túnel donde está la entrada de los pisos, y estaba durmiendo, y me dieron... también... pal pelo... a patada limpia. Y llevan... zapatos que llevan... lo que es la puntera... de hierro... sabes... y me hundieron tres costillas. E: ¿Estabas tú sólo? Edo: Yo sólo. Otra noche me pegaron fuego... pegaron fuego al colchón de espuma, estaba una mora conmigo durmiendo y un hombre que ya... ha fallecío que era paisano mío, era de Granada, Manolo, entonces... se fueron... dice... "Fátima, vámonos y nos tomamos una copa", se van a tomar una copa y dice... "Valentín ¿vienes?", digo... "no, yo ya tengo suficiente en el cuerpo, no quiero más", cuando vinieron, menos mal que vinieron pronto, el colchón estaba ardiendo y yo... pues frito, durmiendo... al lao de... en... en donde está la calle Martínez Campos... sabes que antes había allí una grúa... y estaba durmiendo al lao. Menos mal que llegaron pronto... si no ardo como una tea, porque la piel de la persona... E: Oye... ésto de los skin es frecuente, verdad... Edo: Cuando pillan... los fines de semana, son peligrosos... E: ¿Los fines de semana? Edo: Sí, mientras... entre semana... nada, pero... a mí me han pegao varias veces ya.” (E1) Parece evidente que el riesgo aumenta durante los fines de semana, para algunos energúmenos se trata de una “diversión” más de los viernes y sábados por la noche: 109 “Edo: vinieron cuatro hijos de su madre, que su madre será una santa pero...ellos son... ¿eh?... y me echaron ácido. Claro, yo puse la mano así pa que no me cayese por la cara, aun encima y to me cayo, tengo aquí... to esto me lo quemó. A ver... vino la policía. E: ¿Qué eran chavales jóvenes? Edo: Si, era un viernes, vino la policía y…, y la policía me dijeron ‘esto es una cosa por no estar en un albergue’. Y el albergue te tienen tres días y a los tres días te echan a la calle y no puedes volver a entrar hasta los tres meses. Y yo pa estar tres días, en un albergue y volver otra vez a la puta calle no voy” (E2) La vida en la calle es, ciertamente una vida expuesta a múltiples riesgos. Pese a todo, la gente suele mirar con recelo y prevención a las PST, siendo así que los mayores peligros los corren quienes viven sin domicilio, a la intemperie. El mecanismo de inculpación de la víctima funciona una vez más de modo inexorable. En el caso de las agresiones a mujeres, los relatos de agresiones adquieren tintes particularmente dramáticos, incluso admitiendo cierto grado de mixtificación y elaboración posterior, la escena resulta dantesca. Lo cierto es que, más allá de la impresión de irrealidad que se desprende del relato, a la protagonista de la historia siguiente la encontramos en un hospital, y las heridas ciertamente eran bien reales: “Eda: Me iba, ya pa cenar a Puerta Abierta. Salía del metro, iba a coger, el pasadizo y... por la espalda, salió el tío, me cogió del brazo... Yo iba andando p'alla, llegaba a cenar pa las diez y... el tío toa su intención meterme p'al coche..., ‘que no te va a pasar nada... anda morena ven aquí conmigo... anda’, ‘ ¡Qué me dejes! ¡Que me tal!’ Empecé a gritar, a llamarle hijo de puta, sinvergüenza, canallaa... ‘¡Que me dejes!’ Primeramente (...) abofetear, sangre por la nariz como ¡bua! Los ojos se me puso como un... E: ¿Y te empezó a pegar...? Eda: Como me empezó a pegar... Pegar es poco, pos si hubieran sio dos 110 bofetones, bofetones no se notan en ese momento, pero el ojo se me puso… la nariz sangrando... me... E: Y ¿te conocía de algo, ese tío? Eda: ¡Pero... qué cojones! No lo había visto en mi vida, si además por la espalda... Por si yo le veo al tío de frente, yo soy muy intuitiva, eso siempre lo he sido... A lo mejor le veo la mirada o la forma... y si viene por ahí, me voy p'alla, me voy por... Porque a lo mejor a la cara le notaba algo raro, siempre, tu vas andando y te vienen por la espalda... y te agarran de los... E: Ya... Eda: Joder, así es... Y cuando empecé a gritar se puso mas violento, y entonces cogió, y un tío fuertote, alto y fuerte. Y me cogió por un forro, como si coges a un tal, y me arrastró. No veas, como de aquí hasta allá. Arrastrándome, y luego me empezó a pisotear, pisándome encima. ¡Eh! E: ¿No pasaba nadie por la calle? Eda: Los coches. En ese momento no pasó nadie y un baretito, que está al lao, estaba cerrao. Que lo cierran, normalmente, sobre la una de la noche. Pero ese día libraba, fíjate tú. ¡Que puta casualidad! Que fue. Hombre que si estan los del bar, seguro que al tío no se le ocurre” (E9) 3.3. Salir de la calle Llegados a este punto, se entienden fácilmente las enormes dificultades que han de salvar quienes han hecho de la calle su lugar habitual de residencia. El tiempo de permanencia en la calle juega en su contra, aunque no se abandonen todas las ilusiones por encontrar un trabajo, “un pisito” en el que poder meterse, saben que la cosa es complicada y que en su contra juegan muchas experiencias previas de fracaso y abandono. La desconfianza respecto de sí mismos, y de los otros hace que la salida sea planteada más como un sueño, como una fantasía que como 111 una verdadera posibilidad. “Mi ilusión…También me decían que si un pisito compartido... con.. Digo, yo con gente que no conozco, no me arriesgo.; E: ¿Te propusieron lo de compartir un piso, ¿No?; Eda : Sí y yo dije, hoy día no te puedes fiar ni de la chupa que llevas puesta... Porque veo la cantidad de tíos y tías… que san juntao tres o cuatro, tal... y si no ha fallao uno, que ha fallao la otra, si no...” (E9) El miedo a un nuevo fracaso, se convierte en el gran obstáculo que han de vencer. Por lo demás la cosa se plantea, por lo general, en términos muy simples y lineales, la idea es conseguir un trabajillo, unos ingresos, con lo que poder conseguir una habitación (casi nadie piensa en un piso para él solo teniendo en cuenta cómo está el mercado inmobiliario), un lugar donde descansar, reponer fuerzas y poder salir a flote de nuevo. De cualquier modo, la ilusión respecto del futuro se expresa en ocasiones de forma convulsa, como si ellos mismos no acabaran de creérsela en el instante mismo en que están expresándola en voz alta : “Claro, si Cáritas me abre otra vez las puertas, pues yo..., y me puede conseguir una renta, un albergue, puedo empezar a trabajar... me puedo espabilar, puedo... yo que sé, puedo... cómo se puede decir... hacer las paces con mis antiguos amigos ¿no?...”. (E.3) El horizonte queda envuelto en un fuerte sentimiento de inseguridad, cuando no de indignación por no poder disfrutar de algunas cosas que parecen simples, elementales, básicas, y, al mismo tiempo, inalcanzables hoy por hoy, habida cuenta de que la experiencia cotidiana muestra cómo ciertos derechos ciudadanos básicos son, en la práctica, negados de forma sistemática e inexorable: “Yo no quiero vivir en un albergue; no, quiero vivir en una casa como cualquier humano. Como esta señora, como...esta señora... como aquella señora, como ese señor... como cualquier humano, en una casa. Que también tengo derecho, porque soy una persona humana, porque no soy, ni rata, ni cucaracha, ni una pocilga, ni una mierda. ¿No?. Entonces ¿Por qué yo no puedo vivir, como esa señora... como aquella señora... como esta señora, como aquella, como aquel... como este 112 señor? ¿Por qué yo no? ¿Qué pasa, que yo no tengo derecho, sólo tienen los demás? Pos no. Yo quiero vivir en una casa como una persona humana y vivir bien y que me dejen de meterse conmigo y me dejen en paz, vivir mi vida” (E5) En todo caso, si el trabajo no llega, se sueña con poder destinar el dinero de la Renta mínima a ese fin, claro que, en este último supuesto, los ingresos han de completarse con alguna que otra chapucilla puesto que los trescientos euros de la RMI no dan para el alojamiento y los gastos diarios de alimentación, transporte, etc: “... bueno…lo que queremos ser: tener una paga, encontrar un trabajo, alguna cosa para buscarte una pensión, y salir de allí [del albergue]. Aunque, luego, tu vayas por ejemplo, y digas: ‘pos bueno, pos mira, pos vale, si puede ser, me das la tarjeta de día’, y yo que sé, vengo a comer y luego, veo aquí, la televisión o vengo a por ropa, y, yo que sé, a lo que te pueda hacer falta..” (E6). Por lo tanto, los dos grandes límites estructurales, la falta de empleo, y la falta de vivienda, se esgrimen una y otra vez como los principales enemigos a abatir. También, claro está, aunque no se diga, hay que allanar los obstáculos que añaden las limitaciones personales, los hándicaps y carencias que la vida en la calle, la historia personal y los problemas acumulados en cada una de estas biografías de gente de la calle han ido dejando en ellos. Para remover y hacer frente a todos estos formidables gigantes (que no molinos) las PST y los profesionales y voluntarios que trabajan en su favor cuentan con medios escasos, poco coordinados y mal adaptados a la cambiante situación de las calles y, por si todo esto fuera poco, han de moverse contra corriente, en contra de la inercia histórica de muchas personas que, en su deseo de ayudar, o en su afán por descargarse de su mala conciencia, destrozan cada día la labor empezada trabajosamente la noche anterior. Porque, antes de plantearse metas más altas, el primer objetivo consiste en conectar, enganchar a la gente, hacer posible que se acerquen a un centro, a un servicio, de muy baja exigencia, en primer lugar, para después poder ir 113 planteándose de forma muy lenta, otros objetivos. La importancia del trabajo de calle para lograr acercar la red a quien se encuentra fuera de ella y no tiene mayores deseos de cambiar su estilo de vida, es fundamental. La percepción, desde el punto de vista de la PST de lo que implica el trabajo de calle que realizan los profesionales, los límites que se imponen y los objetivos que consiguen entrever en esa lenta labor relacional y de enganche personal, quedan palpablemente reflejados en el siguiente texto: “E: Bueno, oye, escúchame... ¿qué tal con los de RAIS, con P. ?, ¿qué tal?, ¿buena relación? Edo: Yo con ellos, de categoría. Es buena gente. No atrasando a nadie, es buena gente, si... A mí... Ya se está quejando de que por qué no voy p’allá. Y es que yo no me acuerdo nunca, yo... de estar la calle. Yo, mira..., correteo to Madrid... tengo que ir a algún sitio, yo sé donde tengo que ir... y si no, dicen que preguntando se va a Roma..., bueno pues... me muevo por todo Madrid pero luego no sé donde está... Como han cambiao la oficina... ahora está en otra calle... E: Sí, sí, Magallanes, ... Edo: Magallanes veintisiete ha dicho ¿no?...Entonces yo... no sé ir allí... no sé ni donde está la calle esa... igualmente he pasao cincuenta mil veces... pero a mí me dices... oye... vete a la calle tal... me preguntan muchas veces la gente: "por favor la calle tal... ", "mire uste, yo no soy de aquí", pa que le vas a decir p’allí ni p’allá... si no lo sabes, entonces... pa qué los vas a engañar... Pues, dicen que en boca cerrada no entran moscas... E: Y además de P., ¿hay más gente que viene a visitaros..., te acuerdas de cómo se llaman...? Edo: Esos son del Ayuntamiento... la de las UMES... la UME...Vienen, ‘Venimos a darte una vuelta, a ver qué tal estás...”Empiezan a hablar conmigo y hasta se tiran un rato... bueno... nos vamos, que tenemos que visitar más gente, igual que han dicho estos... 114 E: YA, ya... Edo: Porque éstos se tiran ahora... to la mañana...... visitando gente... más o menos saben el punto donde estamos... y vienen. Mira cómo han venío a verme... Es que ... yo que sé. Si, Valentín... es que... estás así porque quieres...Me lo dicen en la cara... no se cortan... ni, ni... ni un centavo cómo yo le digo a la moneda esa nuevas que han salío ahora... es buena gente, yo conmigo... yo tengo buena gente E: Tienes buena relación no... V: Sí, yo sí...Y el que diga lo contrario le digo en su cara... eres un mentiroso... porque vienen agradablemente, charlan contigo, ahora... mil duros no te van dar..” (E1) Desgraciadamente, este tipo de recursos de calle, más centrados en lo relacional que en lo asistencial, siguen siendo enormemente insuficientes dentro de una red que continúa repitiendo un tanto mecánicamente los manidos esquemas de intervención del pasado. A repasar el estado de los recursos de asistencia destinados a la gente sin techo en Madrid se dedican los apartados siguientes. 115 4. LOS RECURSOS SOCIO-ASISTENCIALES Los recursos que en la actualidad están dando respuesta al problema de las personas que piden y duermen en la calle son básicamente de dos tipos: recursos específicos para la gente que vive en la calle, que podemos denominar Personas sin Techo, y recursos generales para las PSH. Pasaremos primero a exponerlos y describirlos brevemente para después analizar los alcances y mismos. 116 límites de los Tabla 9 .- Red de recursos para PSH Recursos específicos para PSTecho Recursos generales para PSHogar Alojamientos: Hombres: San Martín de Porres Mini residencia San Martín de Porres San Juan de Dios Santa María de la Paz UMES Puerta Abierta SITADE RAIS “Campaña del frío” (Noviembre-Marzo): - Albergue Casa de Campo - Estación de Atocha Mujeres/Hombres: CASI (Ayuntamiento de Madrid) Hogar Jesús Caminante Don de María (Noviembre-Abril) CEDIA (Centro de noche) Plazas en pensiones Plazas en pisos Misioneras de la Caridad Centro de contacto y atención sociosanitaria para drogodependientes (Centro de noche) Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR) Voluntarios: - Solidarios para el Desarrollo - Amauta Mujeres con niños o solas: Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús. Comedores: Luz Casanova María Inmaculada CASI Santiago Masarnau Ave María San Francisco Hijas de la Caridad Santa María de la Cabeza Hermandad del Refugio Madre Teresa de Calcuta Talleres y otros servicios: Rincón del Encuentro de RAIS. Realidades CEDIA San Martín de Porres Hijas de la Caridad San Vicente de Paúl Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús. María Inmaculada. CASI (Ayuntamiento de Madrid) Centros especializados en PSH con adicciones: Centro de Prevención del Alcoholismo y Tabaquismo (Ayuntamiento de Madrid). CAD 1 (Comunidad de Madrid) Política de rentas (RMI): Realidades RAIS Roperos: (Son muy abundantes y resultaría muy prolija la enumeración de todas las parroquias y centros privados que cuentan con este servicio) 117 4.1. Recursos específicos para Personas Sin Techo 4.1.1. SITADE El Servicio Social de Información Telefónica y Atención de Emergencias es una entidad cogestionada por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid . Funciona las 24 horas. Su principal tarea es atender y responder a las urgencias que se formulan fuera del horario público de los Servicios Sociales, o aquellas otras que por su naturaleza no pueden ser atendidas por los mismos, , para lo cual hace una labor de enlace o de puente entre las llamadas de los ciudadanos y los recursos. En horario nocturno (de 22 a 10 hs.) cuenta con el equipo de noche de la UMES. Y también participa en situaciones de grandes emergencias. 4.1.2. UMES Creado en 1990 por el Ayuntamiento de Madrid, y gestionado por el Gabinete de Trabajo Social de Grupo 5 S.L., la Unidad Móvil de Emergencias Sociales es un servicio que tiene como objetivo principal atender a las personas que estando en la calle necesitan ayuda social. Y está principalmente dirigido a las Personas sin Hogar que viven y/o duermen en la calle o que piden. Para ello, en la actualidad, el servicio está compuesto por: 1. una unidad móvil integrada por un conductor, un trabajador social, un auxiliar de servicios sociales y un vehículo tipo furgoneta. Esta unidad trabaja en turno de mañana y tarde, todos los días del año (festivos inclusive); 2. el equipo de calle, formado por un trabajador social y un auxiliar de servicios sociales, realiza su labor en horario de mañana; 3. el equipo de noche, dotado de vehículo, conductor y un auxiliar de servicios sociales, que presta sus servicios en el SITADE. El servicio de la UMES cubre todo el municipio de Madrid. Atiende con prioridad las llamadas de emergencia del SITADE, y, además, participa en grandes 118 emergencias sociales como derrumbamientos, incendios, atentados terroristas, etc. 4.1.3. RAIS RAIS (Red de apoyo a la Inserción Sociolaboral) es una entidad sin ánimo de lucró que nació en 1998 para desarrollar el programa “Alternativa para la inserción Social y Laboral, mediante la venta de un periódico de Calle”, constituido como Proyecto de Integración IMI. A partir de 1999 la oferta de recursos de RAIS se completa con el centro-día “El Rincón del Encuentro”, la gestión de la RMI para PSH, proyectos de Integración de la RMI y el trabajo de calle con personas que viven y/o duermen en la vía pública o piden. El trabajo de calle que realiza esta entidad está, principalmente, centrado en la almendra central del Municipio de Madrid (en concreto algunas calles y plazas de Centro, Arganzuela, Tetuán, Chamberí y Moncloa). De modo similar a la labor que desarrolla la UMES, mediante este trabajo RAIS procura que las personas sin techo conozcan los recursos que existen, estimulándoles y ayudándoles para que accedan a los distintos servicios (albergues, comedores, prestaciones económicas…). 4.1.4. Centro de baja exigencia Puerta Abierta Es un albergue –centro de noche-, creado en junio de 2001 por el Ayuntamiento de Madrid y gestionado hasta el momento por Grupo 5, S.L. Cuenta con 76 plazas, y como su propio nombre indica está destinado a acoger a aquellas personas sin techo, que debido a su situación de deterioro tras largos periodos de estancia en la calle, no acceden a otros recursos, o habiéndolo hecho no se adaptan a su normativa y régimen de vida. El horario de estancia en el albergue es de 20,30 a 10 hs. Y los servicios que en él se ofrecen son asistenciales (cena y desayuno, ropa limpia de cama, utensilios necesarios para el aseo personal, servicio de 119 lavandería y secado de ropa y material lúdico), sanitarios (enfermería, contacto con los servicios médicos de urgencia municipales, traslado a hospitales, control y administración de medicamentos a enfermos crónicos, coordinación con dispositivos sanitarios especializados: toxicomanías…) y sociales (acogida, información y derivación a otros recursos, realización de gestiones y trámites -prestaciones económicas, residencias para personas mayores, documentación, etc.- y coordinación con otras instituciones). 4.1.5. “Campaña contra el Frío” Es un dispositivo que pone en marcha el Ayuntamiento de Madrid de Noviembre a Marzo, y que engloba dos recursos: el albergue de la Casa de Campo “Campaña contra el frío” y la sala (antiguo pasadizo) de la estación de Atocha. El primero cuenta con 75 plazas, más 12 de emergencia, y se abre de Noviembre a Marzo, de 21 a 9 hs. Además de cama y servicios de higiene ofrece cena fría y desayuno. El segundo se utiliza en los días en los que las bajas temperaturas son más extremas, y, por lo tanto, el riesgo para la salud de los que viven en la calle es muy elevado. La ocupación media de la sala del metro es de 61 personas, aunque según los responsables de este recurso su capacidad es de 80 plazas. Las personas duermen en el suelo. Además, el Ayuntamiento de Madrid coordina ocasionalmente a Protección civil, la UMES, el SITADE y el SAMUR para que en los días de temperaturas más bajas realicen desplazamientos de las PSH en la calle a los albergues o a la estación de Atocha. Además, para la campaña 2002-2003 se han concertado veinticinco plazas de alojamiento en establecimientos de hostelería (pensiones) con un máximo de dos mil estancias. Estas plazas se ofertarán en los días de temperaturas más bajas. 120 4.1.6. Solidarios para el Desarrollo Es una entidad no lucrativa que viene desarrollando su programa de atención a Personas sin Hogar a partir de 1995. En la actualidad realiza una labor de acompañamiento a las PSH que viven en la calle, animándoles para que puedan salir de su situación, brindándoles su apoyo e informándoles sobre los diferentes recursos que existen. La excusa para efectuar este acercamiento es un bocadillo y un café que los voluntarios ofrecen a las personas que pasan la noche en la calle. Cuentan con alrededor de 150 y 180 voluntarios, que hacen un trabajo de calle nocturno, de 21 a 1 hs, aproximadamente, de lunes a jueves. Principalmente actúan en las principales calles del centro de Madrid, recorriendo tres rutas compuesta cada una de ellas por alrededor de 10 voluntarios. Además del trabajo de calle, Solidarios para el Desarrollo realiza campañas de sensibilización a través de exposiciones fotográficas y charlas en Institutos, centros cívicos, etc. 4.1.7. Amauta Una actividad similar a la de Solidarios para el Desarrollo es el que lleva a cabo Amauta, asociación, que se creó en 1998. Realiza trabajo de calle y sensibilización, principalmente, en institutos de Enseñanzas Medias. Cuenta con 30 o 40 voluntarios, que colaboran en horario nocturno de 22 a 1 ó 2 hs, aproximadamente, los viernes y sábados. Cada noche salen a la calle entre 4 y 5 personas. 121 4.1.8. Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR) Se creó oficialmente en Enero de 2002, y pretende ser el germen, por así llamarlo, de un SAMUR social. Actualmente cuenta con una ambulancia, denominada ambulancia social, que sale todos los viernes y sábados de 19 a 5 hs., e interviene con Personas sin Techo, drogodependientes, etc. Su intención es la de hacer seguimientos periódicos de estas personas tratando de ayudarlas a superar sus problemas. Este equipo está integrado enteramente por voluntarios. Además de esta ambulancia social, este equipo integra otras actividades ya creadas con anterioridad. Entre ellas, y a iniciativa del Club Rotari Internacional, el SAMUR recoge entre 40 y 50 menús en hoteles madrileños y los lleva al comedor Hijas de la Caridad. Finalmente, participa en la Campaña del Frío, junto a Protección Civil, recogiendo a las personas de las calles en los días con temperaturas más extremas. 4.2. Recursos generales para PSH La red general de recursos para PSH en Madrid está compuesta por albergues, comedores, roperos, talleres, centros que gestionan la Renta Mínima de Inserción y algunos recursos especializados en PSH con adicciones. De modo similar a cómo está caracterizada la red de atención a PSH en el conjunto de España (ver Cabrera, 2000), en Madrid encontramos unos recursos cuya titularidad es eminentemente privada y de tipo religioso. Así, más del 70% de los albergues pertenece a alguna institución religiosa, y lo mismo sucede con el 90% de los comedores. Donde la iniciativa privada-aconfesional, junto a la Administración Pública, parece haber ganado algo más de terreno, aunque sigue siendo minoritaria, es en los 122 centros de Día que ofrecen talleres y otros servicios (asesoría jurídica, enfermería, duchas, lavandería, etc.), suponiendo en la actualidad alrededor de un tercio de la oferta. Por último, dos instituciones privadas y aconfesionales (RAIS y Realidades) gestionan la Renta Mínima de Inserción. Y la Administración Pública es titular de los tres centros especializados en toxicomanías y alcoholismo. La mayoría de los recursos siguen siendo albergues, comedores y roperos, aunque, sobre todo, en la última década han aparecido algunos servicios que tienen como finalidad ir más allá de la clásica oferta asistencial. En este sentido, a veces se ha procurado flexibilizar y adaptar los recursos a las nuevas necesidades (por ejemplo, algún centro nocturno de baja exigencia, pisos, centros que atienden de modo ambulatorio a PSH con adicciones), o se ha tratado de responder al problema del sinhogarismo desde la lógica de la inserción socio-laboral (talleres laborales, servicios de orientación laboral y búsqueda de empleo, lugares de encuentro durante el día, talleres de habilidades sociales, apoyo psico-social, etc.). La mayor parte de los centros de alojamiento siguen siendo instituciones de tamaño mediano o grande (más de 50 personas), aunque hay que señalar que en sólo tres de ellos se concentran el 47% de las plazas. En concreto, nos referimos a los albergues San Isidro, San Juan de Dios y Santa María de la Paz, quienes siguen representando el modelo más clásico de las macroinstituciones para PSH. En el extremo opuesto, y de modo minoritario, podemos señalar las iniciativas de algunas entidades como Realidades, las Hermanas de la Caridad, El Olivar, Cáritas… en la gestión de pisos para PSH inmersas en procesos de inserción social, o la mini residencia de la Fundación San Martín de Porres con capacidad para 12 personas. Los establecimientos de alimentación están formados por comedores y centros donde se donan bocadillos. En el 40% de estos establecimientos se puede recibir 123 la comida del mediodía. En la actualidad, en Madrid un día cualquiera se sirven aproximadamente 1145 almuerzos calientes. Cifra que puede subir ligeramente en los días más fríos del año, cuando en algunos comedores se redoblan esfuerzos para ofrecer algunas comidas más. Las cenas sólo se pueden encontrar en dos centros en donde se llegan a servir diariamente 250 cenas. Por último, un 40% de establecimientos reparten aproximadamente 1.190 bocadillos o desayunos al día. 6 Tabla 10 .- Servicios de comidas/bocadillos en Madrid Centro Nº servicios Luz Casanova 130 San Francisco 130 Hijas de la Caridad 50 María Inmaculada 450 Santiago Masarnau 135 S. Isidro 250 Hermandad El Refugio (cenas) 90 Madre Teresa de Calcuta (cenas) 160 Ave María (desayunos) 350 S. Isidro (bocadillos) 20 Hermandad El Refugio (bocadillos) 350 Hijas de la Caridad (bocadillos) 70 Agustinas Misioneras (bocadillos) 50 Colegio Sagrado Corazón (bocadillos) 50 Misioneras Santo Sacramento (bocadillos) 300 Total 2585 Elaboración propia. 5. ALCANCES Y LÍMITES DE LA ATENCIÓN Todos los recursos anteriormente descritos tienen como última finalidad mejorar las condiciones y la calidad de vida de las personas que viven en la calle. En ese sentido, cuanto menos se vinculan las PSH a la red de recursos más se agudiza su precariedad y más se refuerza el círculo cerrado de una supervivencia en la 6 Sin contar las cenas y desayunos que los usuarios de todos los albergues reciben. 124 calle bajo mínimos. Así, se buscará que, de una u otra manera, y de forma más integral o más fragmentada, las personas vayan accediendo a los distintos medios ya sea dormir en algún albergue, documentarse, solicitar una renta, comer sin necesidad de tener que pedir, ducharse, acudir a los servicios sanitarios si así lo necesitan, etc. Ahora bien, ¿hasta qué punto los recursos que existen en la actualidad son capaces de romper ese círculo cerrado en el que se inscriben las PSH más crónicas (descritas en el Perfil 1)?. Y en segundo lugar, ¿cuáles son las dificultades que impiden vincular a la red de PSH, de una forma más estable, a toda esa serie de personas (Perfil 2) que a pesar de utilizar diferentes recursos siguen teniendo en la calle su escenario de supervivencia? 5.1. Recursos específicos para PSTecho 5.1.1. Los recursos de proximidad (UMES, RAIS, los voluntarios y el Equipo de Intervención Social y Humanitaria del SAMUR) Desde la UMES y RAIS se realiza un trabajo imprescindible en la respuesta socio-asistencial con PSH que piden o duermen en la calle. Se trata de una labor que se lleva a cabo aproximándose -por eso se les denomina Recursos de proximidad- y entrando en contacto con estas personas en su medio. De otra manera sería muy difícil motivar y dar a conocer los recursos sociales a los que estos ciudadanos tienen derecho. Especialmente para el Perfil 1, el de mayor precariedad, suponen casi las únicas vías de acceso a esos recursos. En ese sentido consideramos que debe ser reforzado y desarrollado en profundidad. Dicho trabajo consta de cuatro fases principales: contactación, diagnóstico, enganche y derivación. Es un proceso continuado y de larga duración en la que 125 ante todo se busca generar una confianza que servirá como soporte de la metodología básica de su trabajo: la relación de ayuda. En la primera fase, de contactación, los profesionales de estas organizaciones tratan de aproximarse y establecer cierta relación con la persona. Para ello se presentarán, les ofrecerán ayuda y procurarán transmitirles una sensación de apoyo. En paralelo a este primer acercamiento, los profesionales tratarán de conocer los problemas de la persona, con el fin de realizar un diagnóstico sobre los principales asuntos a abordar y las posibles vías de solución. El objetivo central de todo este proceso será ganarse la confianza de los que viven en la calle y conseguir un “enganche” relacional con los profesionales. Mediante el mismo se tratará de potenciar una voluntad de cambio que posibilite una mejora de su situación personal, y se les informará de los recursos a los que pueden acceder. Una vez removidos los obstáculos que mantienen a la persona en la calle, se tratará de derivarla a los centros de recursos específicos o generales para PSH u otros especializados (toxicomanías, alcoholismo, salud…). Para ello se le ofrece ayuda y acompañamiento, si así lo precisan. Por ejemplo, los profesionales de RAIS y la UMES pueden acompañar a las PST a realizar un trámite administrativo, a las primeras citas de un centro de desintoxicación, a unos baños públicos, etc. Además pueden entrar en contacto, si la PST no es capaz, con los trabajadores sociales de los distintos alojamientos para conseguir una plaza, concertar una primera cita en algún centro de salud, etc. Para el grupo de PST más crónicas (Perfil 1) esa derivación-acompañamiento puede suponer pequeños-grandes pasos como conseguir que se duchen alguna vez al mes, que tramiten el DNI o la cartilla de la Seguridad Social, que comiencen 126 a ir a un centro de baja exigencia como Puerta Abierta, que soliciten la RMI, que inicien un tratamiento con Metadona, etc. Para el grupo de personas con un itinerario de conexión-desconexión (Perfil 2) se tratará de que el vínculo con la red de recursos sea más estable, procurando solventar los problemas que les apartan temporalmente de la misma. De esta manera se intentará que no tengan la necesidad de pedir y/o dormir intermitentemente en la calle. También los voluntarios (Solidarios y Amauta) hacen este tipo de trabajo de aproximación y apoyo, sólo que al trabajar exclusivamente por la noche tienen muy limitada su capacidad de derivación. Limitación que se refiere, principalmente, a que la mayoría de los centros (por ejemplo, de alojamiento) sólo admiten la tramitación de derivaciones durante el día. Y a que, lógicamente, también es en horario diurno cuando se puede hacer toda una serie de gestiones administrativas, de acompañamiento o de otro tipo. En cualquier caso, hay que señalar que estos grupos de voluntarios no suelen escatimar esfuerzos ni para enlazar su trabajo con los recursos de día (UMES y RAIS) que puedan hacer esta labor, ni, incluso, en desplazar por cuenta propia a las personas que así lo deseen a las escasas plazas de emergencia que existen o a las vacantes que cada noche pueda haber. Por último, nos referiremos al Equipo de Intervención Social y Humanitario del SAMUR. A pesar de que como ya se ha señalado es un equipo de reciente creación (Enero de 2002), llama la atención que ninguna de las entidades que trabajan con PSH en la calle, excepto el SITADE, conozca ni su existencia, ni ninguna de las actividades que desarrolla. Cuestión que resulta chocante si se tiene en cuenta que el SAMUR es un recurso muy utilizado ante situaciones de atención sanitaria con personas que viven en la calle. Pero, el desconocimiento es recíproco. Este Equipo apenas tiene referencias de la red de recursos específicos para PSH en la calle, salvo del SITADE, lo cual parece lógico si se tiene en cuenta la dependencia institucional de organizaciones.. 127 ambas En concreto, por ejemplo, los voluntarios desconocen por completo la ambulancia social que todos los viernes y sábados sale a la calle de 19hs a 5hs con la intención de acercarse y, posteriormente, realizar un seguimiento con PSH en la calle y con gente que presenta problemas de alcoholismo o toxicomanías. De la misma manera, el Equipo de Intervención social y Humanitario no conoce el trabajo que realizan Solidarios y Amauta durante un intervalo de tiempo que queda incluido en su franja horaria. Así, tenemos a varios recursos en Madrid, que en principio pretenden realizar una labor similar con la misma población diana, entre los que no existe ni conocimiento, ni coordinación. La misma desconexión existe entre este equipo del SAMUR, la UMES y RAIS. En consecuencia, se trata de un servicio muy joven, sin apenas conexión con los otros recursos de proximidad; que en la actualidad aparece como un recurso “descolgado” de la red específica de atención a PST en la calle, que actúa por motivación propia, sin haber realizado una evaluación previa de los recursos y necesidades en esta materia. Del mismo modo, los responsables del Equipo manifiestan un vivo interés en seguir trabajando en este ámbito, pero sin que se tengan referencias claras sobre cómo coordinarse con los demás recursos, ni sobre la metodología de trabajo a utilizar. En este último sentido, se reconoce que se precisan de protocolos de actuación y formación específica que complemente su saber hacer de tipo, eminentemente, sanitario con otro más centrado en la intervención social. 128 Gráfico 9. Fases del trabajo de los Recursos de Proximidad CONTACTO DIAGNÓSTICO ENGANCHE UMES DERIVACIÓN Albergue “Campaña contra el frío” RAIS Puerta Abierta Solidarios Estación de Atocha Amauta Recursos generales para PSH Equipo de Intervención social y Humanitario (SAMUR) Red de Servicios Sociales Red Sanitaria 1. Sobre la metodología de trabajo En la metodología de trabajo que los distintos recursos de proximidad comparten (contactación-diagnóstico-enganche-derivación), se aprecia un estilo de intervención casi exclusivamente centrado en las PSH. Si bien es cierto que ese es el sujeto principal de la misma, no lo es menos que no se debe olvidar el trabajo con el entorno inmediato de estas personas. En concreto, nos referimos a los vecinos, a los empleados de tiendas, bares o kioscos, a los conserjes de los portales, a los parroquianos de las iglesias, a los clientes de los supermercados, etc. Es decir, a todos aquellos que forman parte del paisaje cotidiano de muchas personas que no sólo viven en la calle, sino que desde hace mucho tiempo han transformado un banco, un parque o una esquina en su hogar. Este entorno vecinal, en muchos casos, sobre todo en los de las PSH con un perfil más cronificado y sedentario (perfil 1), suele jugar un papel contradictorio. Por una parte, aparece como una fuente básica de recursos de supervivencia y de figuras 129 de referencia para aquellos que no cuentan ni con medios económicos ni con apoyos relacionales y afectivos. En este sentido cumple una función de soporte material y de cierto enganche con la sociedad, suavizando en parte las duras condiciones que conlleva la vida en la calle. Por otra parte, los apoyos vecinales suponen un refuerzo de permanencia en la calle, que incluso puede contribuir a disuadir a las PSH de que acudan a albergues, comedores, etc. De esta manera, se pretende ayudar, y de un modo inmediato algo se consigue, cuando en realidad a lo que se contribuye es a perpetuar una situación de indigencia y desprotección. Ante esta realidad los recursos de proximidad deberían hacer una intervención más extensiva dirigida al entorno vecinal de las PSH. Así, en un primer momento se trataría de recabar información de este entorno, quien suele conocer de primera mano las rutinas diarias y los hábitos de estas personas. Y, posteriormente, se podría tratar de implicarlo en el proyecto individual de inserción social de cada PST con la que se trabaja. Esta implicación consistiría en que los vecinos pudieran colaborar, en mayor o menor medida, para que motiven y conciencien a estas personas sobre la necesidad de que resuelvan algunas situaciones específicas (salud, documentación gestión de ayudas, etc) y, en general, para que les animen a mejorar su situación general, utilizando los servicios que desde los recursos de proximidad se les ofrece. Ahora bien, para que las PSH decidan abandonar la calle es preciso que se les haga una oferta de recursos adecuada. Una oferta que compense dejar de vivir con esos apoyos precarios y que no suponga un nuevo desarraigo personal. A esa oferta nos referiremos cuando, por ejemplo, hablemos de la necesidad de crear nuevas plazas en centros de baja exigencia y centros de día integrales o que se readapten las condiciones y las reglas de los actuales albergues para PSH. 130 2. Recursos personales y materiales Entre las limitaciones de los recursos de proximidad/equipos de calle profesionalizados (UMES, RAIS) hay que comenzar diciendo que en la actualidad se trabaja con pocos medios personales y materiales. Esta cuestión resulta de primer orden si se tiene en cuenta la centralidad de este tipo de trabajo en la intervención con PSH en la calle. Desde estos dispositivos la insuficiencia de medios se ha expresado con argumentaciones como las que siguen: “Somos muy pocos profesionales para cubrir todo Madrid.” (E. 4P:1), “(necesitamos) más profesionales para poder dar cobetura y realizar un trabajo realmente de trabajo social individualizado y personalizado, porque tenemos que cubrir tantas cosas…, y a veces es imposible realizar el trabajo como a nosotros nos gustaría (…) no lo podemos hacer con el volumen que llevamos de casos.” (E. 4P:31), “No hay recursos, nosotros, por ejemplo, no los tenemos. Las personas a las que vamos a ver… nos gustaría llegar a mucho más, pero no podemos. (…) Si queremos llegar a todas las personas sin hogar de Madrid, pues necesitamos a mucha más gente y más especializada.” (E. 4P:15). Esta valoración de las personas que intervienen en la calle con PST se ve ratificada por la opinión de la gente que trabaja día a día en la red de atención a PSH, En efecto, en el cuestionario a expertos incluíamos una pregunta que, a modo genérico, trataba de averiguar cuales son los objetivos que, en su criterio, debería marcarse la Administración para resolver o paliar el problema de las personas que viven y duermen en la calle. Pues bien, la propuesta explícita de reforzar el trabajo de calle aparece entre los cuatro primeros lugares, tras las demandas más generales de aumentar los recursos de atención, garantizar las necesidades básicas de estas personas y potenciar la coordinación de la red de atención a PSH. Así, por ejemplo se considera necesario prestar mayor “Atención en los sitios en que se encuentran (las PST).” (Cuestionario 1), “Crear más equipos que trabajen con ellos, como las UMES.” (C. 2), “Crear recursos de apoyo directo con la persona en la calle.” (C. 20). También a la cuestión más concreta 131 sobre qué se necesitaría, y en la actualidad no existe, para atajar este problema, se ha respondido mayoritariamente que debería haber un incremento de los medios materiales y humanos, haciéndose en varias ocasiones hincapié en el trabajo de calle: “Mayor número de Unidades Móviles, sobre todo equipos de Trabajo de calle y Unidades Móviles de Salud Mental.” (C. 1), “Más recursos Humanos (profesionales sobre todo) en el trabajo de calle.” (C. 14), “Más presupuesto para poder realizar el trabajo de campo: calle…” (C. 20) Si nos detenemos en analizar la situación de los actuales dispositivos de trabajo en la calle, encontramos que la UMES, única unidad móvil de Madrid, cuenta de lunes a viernes con tres equipos constituidos por un trabajador social y un auxiliar, más el conductor de la furgoneta cuando se interviene con este vehículo. En los días laborables los tres equipos rotan trabajando a veces en la unidad móvil, propiamente dicha –la furgoneta- y otras veces haciendo la función del equipo de calle. Este equipo tiene un horario de mañana (de 9 a 15 hs.) y se dedica al trabajo de casos en profundidad, dedicando a cada usuario el tiempo que éste requiera. Estos equipos han de repartirse los 21 distritos del Municipio. A estos hay que añadir el equipo de fin de semana y días festivos (formado de la misma manera que los días de diario y siempre con furgoneta), que sobre todo interviene en las áreas de mayor concentración de comercios, parroquias… donde la gente suele pedir. La UMES también cuenta con un equipo de noche (de 22 a 10 hs.) dotado de vehículo, un conductor y un auxiliar de servicios sociales. Pero, presta su servicio en el SITADE a requerimiento de las intervenciones que desde este servicio se demanden. Pues bien, centrándonos en el trabajo que desempeña la UMES de lunes a viernes, a cada equipo le corresponde una media de 7 distritos. Lo que ya a 132 primera vista, y teniendo en cuenta la labor tan continuada y perseverante que implica el trabajo de calle, supone una carga de usuarios, por equipo, excesiva. Sobre todo si se tiene en cuenta que: 1. la unidad Móvil ha de atender con prioridad los casos que diariamente, mañana y tarde, les pueda derivar el SITADE, con lo que interrumpe su ruta de trabajo. 2. los equipos de la UMES no trabajan en exclusividad en la calle, al tener que realizar tareas de gestión, llamadas a los alojamientos, indagación sobre el paso de determinados usuarios por la red de recursos, etc. 3. Aunque el principal objetivo de la UMES es el de atender a las PSH en la calle, también puede ser solicitada por el SITADE en casos de emergencia social como atentados, derrumbamientos, incendios u otro tipo de catástrofes. Parece razonable pensar que un trabajador social y un auxiliar no puedan abarcar todas las áreas de los siete distritos que le corresponden, si es que realmente se pretende llevar a cabo la metodología de trabajo arriba expuesta. Máxime si se tiene en cuenta que lo ideal es que las visitas que se realicen a las personas que viven en la calle no se demoren mucho en el tiempo, con el fin de que no se pierda el contacto y el vínculo con ellas. Por lo tanto, la cobertura que en la actualidad se estaría ofreciendo abarcaría todo el Municipio de Madrid, pero sólo formalmente; en la práctica, se llega hasta donde se puede con los recursos limitados con los que se dispone. Ante esta situación, y aún teniendo en cuenta que el volumen de PST en la calle es diferente según los diferentes distritos, se debería rebajar al menos a la mitad el número de distritos por equipo. De modo paralelo se debería contemplar la posibilidad de que la UMES contara con más de una furgoneta para los días de diario. 133 Por lo que se refiere a RAIS, se hace un trabajo de calle principalmente centrado en la almendra central del Municipio (en concreto algunas calles y plazas de Centro, Arganzuela, Tetuán, Chamberí y Moncloa). Según los responsables de RAIS se atiende a una media de 100 personas al año. De las cuales se hace un seguimiento continuado a alrededor de un 70%. El resto son casos que se pierden, que rechazan la intervención, etc. Para realizar esta tarea se cuenta con siete profesionales, que compatibilizan el trabajo de calle con el de mediación en el centro de día “Rincón del Encuentro”. En opinión de esta Fundación sería necesario incrementar el número de profesionales si es que se quieren abarcar más zonas y seguir trabajando con la misma intensidad que hasta ahora (una media de una visita a cada persona a la semana). RAIS procura que sus equipos estén formados por trabajador social y psicólogo, aunque se reconoce que no siempre se consigue. La intervención de psicólogos, incluso de psiquiatras, parece ser necesaria no sólo para atender y entender mejor los problemas personales de la gente de la calle, sino por la significativa presencia de enfermos mentales: “Creo que para un equipo sería bueno tener un psiquiatra, que pudiera hacer (…) Yo nunca voy a poder decir, “esta persona tiene un problema de salud mental”, ni lo voy a poder diagnosticar.” (E.2P:24). En este sentido llama la atención que en los equipos de la UMES no haya al menos psicólogos. Sólo la coordinadora de Grupo 5, empresa que actualmente gestiona esta unidad, hace de psicóloga ocasional cuando los trabajadores sociales y los auxiliares demandan su ayuda. En nuestra opinión, los equipos de los recursos de proximidad deberían ser multiprofesionales, debido a la complejidad del problema al que pretenden dar solución. En cuanto a los recursos personales de las entidades voluntarias, Solidarios dice contar con 150-180 personas que hacen trabajo de calle nocturno. Este trabajo 134 está dividido en tres rutas, que a su vez se pueden subdividir por zonas o calles. Cada ruta está formada por alrededor de 10 o 15 personas. El perfil de las personas que componen estos equipos suele ser jóvenes, principalmente estudiantes universitarios. Algo similar ocurre con los voluntarios de Amauta, que por la actividad sensibilizadora que llevan a cabo en los Institutos de Educación Secundaria consiguen reclutar, además, a algunos estudiantes de este nivel educativo. De los 30 o 40 voluntarios de Amauta, suelen salir cada noche un equipo de alrededor de 4 o 5 personas, que cubre una ruta de trabajo de calle. A pesar de que aparentemente la cifra de voluntarios pueda resultar muy elevada, hay que tener en cuenta que la continuidad de su trabajo depende básicamente de su compromiso personal. El cual puede verse afectado por las circunstancias vitales y los intereses de cada voluntario. Por otro lado, Solidarios y Amauta son las únicas organizaciones que trabajan en la calle en horario nocturno, y tan sólo en las primeras horas de la noche y la madrugada (de 21hs a 24,30hs-1hs de lunes a jueves, Solidarios; y de 22hs a 1hs-2hs de viernes a domingos, Amauta). Además intervienen sobre todo en las zonas más céntricas del Municipio de Madrid, con lo que quedan sin cubrir numerosos distritos del mismo. 3. Horarios de trabajo: La noche y las primeras horas del día Tanto la UMES como RAIS realizan su trabajo durante el día (De 10hs a 22hs la UMES y de 10,30hs a 14hs – 15,00hs a 18,30hs RAIS). En el transcurso de la noche tan sólo el SITADE, que atiende las 24hs al día, trabaja de forma profesional. 135 Pero, el SITADE, fundamentalmente, se encarga de recibir las llamadas de los ciudadanos o de personas que viven en la calle, y sólo se desplaza en casos de verdadera emergencia, como, por ejemplo, en aquellos que hay involucrados un menor o una familia o cuando hay que desplazar a alguien de un centro a otro. Desde hace alrededor de un año el SITADE cuentan con un vehículo para realizar desplazamientos. Según los voluntarios de Solidarios, que como se ha dicho realizan su trabajo en horario nocturno, lo habitual es que cuando llaman al SITADE -para solicitar la presencia de su furgoneta y llevar a una persona a un centro de baja exigencia como “Calor y Café” de CEDIA, etc.- les contesten que el vehículo ya está ocupado con otro servicio. Así, en este aspecto, para esta entidad la función del SITADE durante la noche no resulta, en la práctica, muy efectiva, pues en muy pocas ocasiones han podido utilizar los escasos recursos con los que cuenta. Ante esta situación los voluntarios afirman que desde hace tiempo han optado, para estos desplazamientos, por utilizar el vehículo de algún voluntario o un taxi. Antes de que el SITADE contara con un vehículo la situación era similar o si cabe peor, pues, por lo general, según nuestros informantes, cuando llamaban para solicitar su ayuda les solían responder que esperaran al día siguiente cuando comenzara a trabajar la UMES. Esta misma indicación ha sido reconocida por el SITADE, quien ha expuesto que en la actualidad, a no ser que sea algo muy excepcional “a lo mejor incluso salimos, y si no le decimos que se espere y hasta el día siguiente, y si es una cosa que..., que es algo de salud pues llamamos al SAMUR o a la policía”. (E. 6P) La conciencia clara de la carencia de medios de actuación es una realidad evidente entre los profesionales del servicio. La labor nocturna del SITADE aparece aún más difusa para la otra entidad que trabaja de modo voluntario durante la noche (Amauta). Según ellos, siempre que han necesitado algún tipo de derivación se han puesto en contacto con la UMES, y 136 a partir de las 22hs (horario a partir del cual deja de trabajar esta unidad) no tienen referencias claras sobre a quién deben de llamar si hay alguna emergencia (a no ser el SAMUR, si es sanitaria), o si alguien plantea que desea que le lleven a algún centro. De este modo, el desconocimiento y la desconexión entre ambos recursos parece evidente, y debería ser resuelta cuanto antes. Hay que señalar que el carácter voluntario del trabajo de Solidarios y Amauta (únicos recursos nocturnos) no resta valor a la importante labor de mediación y acompañamiento que realizan estas entidades. Muy al contrario, hoy por hoy se trata de la única ayuda nocturna que existe para las PSH que duermen en la calle, probablemente las que cuentan con un perfil y una situación más cronificada y desprotegida. En palabras de las entidades voluntarias se trata de, con la excusa de ofrecer un café o un bocadillo, tratar de “romper el aislamiento que tienen estas personas sin hogar con la sociedad”, y en esa medida tratar de ayudarles material, psíquica y afectivamente y servirles de puente con los recursos sociales. Tanto Solidarios como Amauta ofrecen conversación a las personas que pasan las noches en la calle, tratan de establecer una relación de confianza con ellos, les preguntan por su salud, les apoyan afectivamente y les animan a que acudan a los distintos recursos socio-asistenciales, para lo cual les dan una guía de recursos. Incluso si en alguna ocasión los usuarios les piden que les acompañen durante el día a algún centro procuran hacerlo o bien ponerles en contacto con la UMES o RAIS. Las áreas que abarcan los voluntarios son, aproximadamente, las calles principales de los distritos de Centro y Moncloa. Esto supone que en la actualidad se están atendiendo algunas de las zonas que, probablemente, mayor número de personas durmiendo en la calle concentran, pero quedan por cubrir otras que también pueden tener un peso significativo (Salamanca, Arganzuela, Chamberí, Latina, Tetuán, Chamartín, Retiro...) 137 En conclusión, en horario nocturno, sería necesario: 1. Potenciar con más medios y recursos el trabajo de las entidades voluntarias; 2. Articular un servicio profesionalizado de mediación y ayuda. Creando para ello algún equipo de trabajo de calle, al menos en las áreas de mayor concentración de personas; pues no olvidemos que la gente que duerme asiduamente en la calle (perfil 1) supone la parte más deteriorada y desprotegida del colectivo de las PSH. Asimismo en este equipo se podría centralizar la coordinación del trabajo nocturno, y la conexión con los equipos de día. 3. Hacer efectivas las funciones del SITADE, dotando a este servicio, si así se estima oportuno, de más unidades móviles y profesionales. Por último, cabe mencionar una franja horaria que podríamos denominar clave que queda sin cubrir por ningún recurso. En concreto nos referimos a las primeras horas de la mañana (de 8hs a 10hs aproximadamente), cuando los que duermen en la calle se despiertan y comienzan a circular por la ciudad. Sería conveniente que en ese horario los equipos de calle pudieran trabajar con el fin de que localizaran al máximo número de personas en la calle, antes de que muchas de ellas se desperdiguen y pasen inadvertidas. 138 4. Plazas en alojamientos Otro aspecto importante durante el horario nocturno, aunque también durante el diurno, es el problema que las entidades voluntarias se encuentran ante la falta de plazas en los distintos alojamientos. Durante la noche, el SITADE suele informar a los voluntarios, si así lo reclaman, acerca de si existe alguna plaza vacante en algún centro, pero por lo general éstas suelen ser muy escasas. Por las noches lo más habitual es que si algún usuario decide ir a dormir a un albergue apenas encuentre no sólo una cama, sino incluso una silla en “Calor y Café” de Cáritas. De esta manera, buscar una plaza de alojamiento durante la noche –aunque también durante el día-, resulta una labor muy complicada. La falta de plazas en albergues es una constante en el trabajo que se realiza con las PSH en la calle. La escasez de plazas parece aliviarse algo cuando durante el invierno se abre el albergue “Campaña contra el frío”, pero lo habitual es que a los pocos días llegue un momento de saturación en el que este recurso tampoco es suficiente. Entonces, se recurre a lo último, al Don de María. Recurso privado en el que se hacinan las personas en unas condiciones que repetidamente, y desde diferentes instancias, se califican como de infrahumanas. Hasta hace muy poco ni el SITADE, ni, por supuesto, los recursos de proximidad, contaban con plazas de emergencia reservadas en el CASI (alojamiento del Ayuntamiento de Madrid). En los últimos meses al SITADE se le han asignado un pequeño número de plazas las 24 horas del día, pero probablemente no son suficientes para cubrir las necesidades existentes. Por otro lado, llama la atención el “secretismo” con el que hasta ahora se trata el tema de la asignación de plazas de emergencia en el CASI. Las organizaciones que disponen de ellas (SITAE y SAMUR) apenas se deciden a decir cuántas son, 139 mientras que la UMES, RAIS y los voluntarios no suficiente a este respecto. Esto evidencia la cuentan con información presión asistencial que en la actualidad existe, al tiempo que revela cierta falta de transparencia y de coordinación entre los distintos recursos. En cuanto a las plazas de emergencia también hay planteada una cuestión que tiene que ver con la filosofía de trabajo de los distintos recursos. Así por ejemplo para los voluntarios si “una persona esa noche dice que quiere dormir bajo techo, pues es un caso que ya de por sí debería ser de emergencia, sin mayor agravante”. Por su parte el SITADE (entidad con plazas asignadas) considera “que ha de ser una cosa muy, muy, muy, muy puntual y muy grave. Porque si no, pues mira que quiere irse al albergue, pues que se espere o que hubiera ido al día siguiente, la entrada es por… de… a partir de las cinco de la tarde, pues vaya usted o al San Juan de Dios o vaya mañana a CEDIA que le adjudiquen un albergue, o vaya a Calor y Café entiendes…, pero claro lo que no… esta gente es muy lista y bueno, no es que sea lista, es que es lo único que tiene, entonces pues… tampoco la vas a dejar que caiga en su juego.” (E. 6P) Hay que tener en cuenta que el trabajo de sensibilización que durante meses, incluso años, se puede hacer con una persona que duerme en la calle, y que, por lo tanto, puede contar con unas condiciones físicas a veces muy deterioradas, puede verse lastrado cuando ésta decide ir a un albergue y no queda más remedio que decirle que esa noche, e incluso en noches venideras, no hay plaza. Por eso, desde el trabajo de los recursos de proximidad las emergencias se consideran de un modo muy diferente a cómo se hace desde un recurso puente (enlace con los distintos recursos) como el SITADE. Se trata de un criterio profesional-humanitario frente a un criterio “administrativo”. Criterio este último que desde luego parte de la escasez de plazas en los distintos recursos, pero que es poco sensible con el tipo de trabajo que es necesario realizar con estas personas para lograr que abandonen el círculo cerrado de la calle, aceptando la mediación de ciertos recursos en su proceso de inserción. 140 En cualquier caso, todo parece indicar que los recursos de proximidad deberían contar con una mayor capacidad de decisión a la hora de otorgar las plazas de emergencia, e incluso debería valorarse la posibilidad de que a estos dispositivos se les asignara alguna plaza de este tipo. Esa cuestión de trabajar durante mucho tiempo con una persona y que cuando decida ir a un albergue no sea posible, es un problema de primera magnitud no sólo para los recursos de proximidad que trabajan por la noche sino para el resto. Así, la UMES y RAIS señalan que lo habitual es que llamen a los albergues y que les contesten que tienen que esperar durante varios días, llegándose incluso a permanecer hasta más de un mes en lista de espera. En estas condiciones resulta muy complicado trabajar, pues la metodología de trabajo basada en contacto-diagnóstico-enganche-derivación aparece frecuentemente frustrada ante la realidad de que no hay plazas suficientes que canalicen, con la suficiente inmediatez, las derivaciones que habitualmente se realizan. Ante esta falta de fluidez en la asignación de plazas, muchas personas abandonan la idea de ir a dormir a un albergue, con lo que de nuevo se ha de retomar la labor de concienciación de las mismas. El siguiente relato describe lo que venimos comentando: “Nos encontramos con muchísimas dificultades porque no hay recursos…, bueno, hay muy pocos recursos. Nosotros no contamos con ningún recurso propio, es decir, no hay ningún albergue en el que tengamos una cama reservada. (…) Ha habido casos que la persona, después de haber estado trabajando la motivación porque había estado hace muchísimo tiempo alojado y bueno…, y hacer ver que estaba mucho mejor que cómo estaba ahora, que es un pequeño paso para empezar a dar cambios, y bueno, estar dos meses llamando todos los días y no haber plazas.” (E. 4P: 11, 13) Por lo tanto, debería incrementarse el número de plazas, tanto comunes como de emergencia, en los albergues. Aunque habría que crear diferentes tipos de recursos en función de las necesidades de las PSH con las que se está 141 trabajando. En concreto, sería conveniente habilitar más plazas en centros de baja exigencia de tamaño mediano-pequeño, al estilo de Puerta Abierta, pero algo más reducidos –con capacidad para 20 o 30 personas-. Estos centros se están mostrando como los que cuentan con más posibilidades de enganche entre aquellas personas con largos procesos de exclusión social y de estancia en la calle (Perfil 1). Estos nuevos centros de baja exigencia permitirían, además, descongestionar los albergues actuales de los usuarios más crónicos. Circunstancia que a su vez debería dar la oportunidad de flexibilizar y readaptar las normas y condiciones de estos albergues, con el fin de adaptarse a las necesidades de aquellas personas con enganche, más o menos intermitente, en la red de recursos para PSH (Perfil 2). Por otro lado, se deberían unificar criterios de trabajo y compartir filosofías de intervención convergentes, que permitieran optimizar los esfuerzos que se realizan desde todos los recursos. En concreto habría que avanzar en la coordinación del trabajo de las entidades que trabajan durante la noche y el SITADE como puente de enlace con los diferentes recursos. 5. La territorialización La territorialización por equipos es un aspecto positivo a intensificar en la metodología de trabajo de los distintos recursos de proximidad. Es decir, cada equipo tiene asignados una serie de distritos (en el caso de la UMES) o de rutas (en el de RAIS y los voluntarios), que no son intercambiables entre sí. Esta asignación tiene como finalidad que los mismos profesionales hagan siempre las mismas rutas de trabajo, y de esta manera se facilite el contacto y el enganche con los usuarios. 142 La disminución de la presión asistencial (menos usuarios por equipo) que proponíamos más arriba ayudaría a profundizar y hacer más extensivo ese trabajo territorializado. Aunque también se deberían cuidar las condiciones del trabajo que llevan a cabo profesionales y voluntarios. Así se ha de considerar que se trata de una tarea difícil y en muchas ocasiones incómoda, y que, en consecuencia, debe ser recompensada, de una u otra manera, en su justa medida. De lo contrario, la rotación laboral puede ser muy alta, repercutiendo negativamente en la labor que se lleva a cabo. La territorialización del trabajo con PSH en la calle tiene otro aspecto fundamental a atender. Se trata de desarrollar y reforzar el trabajo conjunto y la coordinación entre los recursos de proximidad y los Servicios Sociales generales de cada zona. En la actualidad esta vinculación aparece de forma muy lasa. En muchas ocasiones, dadas las circunstancias de muchas PSH (no estar domiciliados, vivir asiduamente en la calle, etc.), desde los Servicios Sociales generales se ha delegado el trabajo continuado con estos usuarios, bien en entidades creadas para atender específicamente a esta población (por ejemplo, Realidades, RAIS, CEDIA), bien a los tradicionales albergues o comedores. El resultado, es que poco a poco se ha producido cierta desvinculación entre los profesionales de los Servicios Sociales de cada zona y las personas que viven en la calle, sin que apenas se puedan encontrar, por ejemplo, en el discurso de estas últimas referencias acerca de la ayuda o los recursos que se pueden encontrar en estos centros. Del mismo modo, los profesionales de los recursos específicos para PST no parece que desarrollen un trabajo planificado y conjunto con sus colegas de los Servicios Sociales. Y esto es aplicable tanto por lo que se refiere a la prevención del sinhogarismo como a la intervención con este problema. 143 En consecuencia, los equipos de los recursos de proximidad deberían estar estrechamente vinculados con los Servicios Sociales generales de cada zona, de modo que conjuntamente tuvieran responsabilidad sobre su área territorial de actuación y capacidad para establecer prioridades de acceso a los servicios tanto de alojamiento, como de salud mental, toxicomanías, etc. 6. La cuestión de las enfermedades mentales La cuestión de las enfermedades mentales aparece en la realidad de las PSH que piden y/o duermen en la calle como un problema muy significativo. En concreto, la cronicidad de muchos de estos enfermos, unido a la falta de tratamientos específicos, dificulta el trabajo con estas personas. La mayoría de ellas suelen rechazar la ayuda e incluso el contacto con los profesionales, y se niegan en la mayor parte de las ocasiones a ser derivadas a algún centro, e incluso a tramitar algún tipo de renta. Son personas que necesitan asistencia sanitaria, general y especializada, y todo tipo de asistencia social, pero justamente son quienes menos cuentan con ella. Como indicábamos en páginas anteriores, el grupo SMES cifraba en alrededor de 100 casos, en el Municipio de Madrid, las personas con enfermedades mentales severas en situación de calle, en un estado de desprotección muy severa. A esta cifra se le podría sumar otras 125 enfermos mentales que de forma más o menos intermitente duermen en albergues, pensiones…, con algún tipo de tratamiento, también más o menos continuado, y, por lo tanto, en un estado de desprotección menos agudo. Ante esta situación los propios profesionales de los recursos de proximidad (UMES, RAIS y voluntarios) reconocen que poco pueden hacer, más que constatar el progresivo deterioro de estas personas. Así, como uno de los 144 responsables de las entidades entrevistadas ha expresado son los marginados de los marginados: “Tenemos todos el derecho a la sanidad, precisamente, menos ellos, o sea una persona que está completamente tirada en la calle como un perro o vamos, bueno si fuese un perro la asociación de animales estaría volcada completamente en ellos vamos, no permitirían desde luego que ni una noche estuviese un perro en esa situación, pero ellos como son, como son… por eso, precisamente por su enfermedad mental están completamente olvidados, son los marginados de los marginados. Entonces esa persona no conoce los recursos sociales porque no está en situación de conocer nada, no está en…,desconoce completamente la realidad en la que está y no conoce su situación, no tiene desde luego capacidad de darse cuenta de la situación, y desde luego tampoco de los recursos que hay, porque además no hay ningún recurso, tampoco si fuese capaz de darse cuenta de la realidad tampoco serviría de mucho porque no hay ningún recurso destinado para ellos.” (E.7P: 14) Hasta la fecha no existen equipos de calle especializados para trabajar con estas personas, que ayuden a diagnosticar y a establecer algún tipo de relación con los mismos. Los recursos de proximidad reconocen abiertamente no contar con herramientas ni profesionales específicos para intervenir con un problema tan difícil como las enfermedades mentales. Además, se insiste una y otra vez en que la red de atención sanitaria no parece lo suficientemente adaptada para dar respuesta a este problema. En concreto, los recursos de proximidad dicen encontrarse con las siguientes dificultades: - En los equipos de trabajo de calle no se cuenta con psiquiatras que ayuden a diagnosticar la situación y orientar la intervención. - Aunque la UMES y RAIS, a través del SAMUR psiquiátrico, tienen la capacidad de tramitar ingresos involuntarios en aquellas situaciones más extremas, lo cierto es que después de que se realizan todas las gestiones y se conduce al paciente a algún hospital, tras unos cuantos días, como mucho semanas, se devuelve a la persona a la calle, a la misma situación 145 en la que estaba, o a algún albergue, sin que existan recursos especializados de medias o largas estancias para estos enfermos. - Los actuales albergues se consideran como centros muy inadaptados para atender las necesidades específicas de estos enfermos. - En ocasiones, se critica algunas actuaciones del SAMUR a la hora de valorar el estado de estos enfermos. Más específicamente estas críticas se refieren a que, a veces, se ha solicitado su presencia para que valoren el estado de alguna de estas personas, el SAMUR les ha aplicado test rutinarios de orientación en el espacio y en el tiempo, concluyendo que dicha persona no necesita de ningún ingreso de emergencia. Cuando desde los recursos de proximidad se habían apreciado conductas y situaciones de riesgo para el propio enfermo. - Por otro lado, las derivaciones que desde los recursos de proximidad o desde los albergues se hacen a la red de salud mental (principalmente a los Centros de Salud Mental) no suelen tener consecuencias muy alentadoras. La presión asistencial tan alta que tienen estos centros de salud hace que se vea una vez cada 20 o 30 días a cada paciente, lo que sin duda resulta un tratamiento demasiado laxo para estos enfermos. - Los centros de día para los enfermos mentales no suelen ser dispositivos en los que encajen estas personas sin hogar con largos periodos de estancia en la calle, deterioro físico, etc. Teniendo en cuenta la propuesta del Grupo SMES, la Comunidad de Madrid ha valorado la posibilidad de crear próximamente un Equipo de intervención con enfermos mentales sin hogar en situación de calle. Prácticamente, todos los recursos específicos tienen conocimiento de esta posible innovación, y aunque se la ha recibido positivamente, sin embargo se expresan algunas dudas acerca de la eficacia del citado Equipo. 146 En concreto, se afirma que aunque es necesario la presencia de profesionales especializados en la calle (psiquiatras y psicólogos), poco se podrá hacer si no se crean recursos específicos, de día y de noche, con diferentes niveles de exigencia en función de las características y las necesidades de los pacientes. Derivar a estas personas a los Centros de Salud Mental y a los albergues actuales puede suponer, en la práctica, seguir manteniendo una situación similar a la actual. La inadaptación de estos recursos hará que las personas vuelvan a reproducir su situación de calle. Nos remitimos a la propuesta de SMES sobre los requisitos, objetivos y funcionamiento que debería contar un Centro de atención permanente a enfermos mentales sin hogar. Dispositivo que, obviamente, debería estar integrado con el Equipo móvil de intervención en la calle. Por otro lado, se insiste en que el Equipo móvil debe ser interdisciplinar y no sólo médico, lo que supone contar con psicólogos, trabajadores sociales y educadores, además que con enfermeros y psiquiatras. Sólo desde esta óptica multifactorial, y por lo tanto, multi-respuesta, se puede avanzar en el tratamiento de estos enfermos portadores de un malestar bio-psico-social. A pesar de estas cuestiones, se reconoce que algo se podrá conseguir, en tanto que se tendrá un mayor conocimiento y control sanitario de la citada población. Lo cual puede permitir que estas personas vivan en unas condiciones de pobreza y desprotección menos extremas. En este sentido, se considera que si el nuevo Equipo móvil tiene competencias y capacidad para poder medicar in situ, y administrar periódicamente la medicación, el estado de estos pacientes puede mejorar considerablemente, pues se contribuirá a estabilizar su situación. De modo contrario, si el Equipo sólo tiene atribuciones para diagnosticar y derivar a los Centros de Salud Mental de referencia, lo más probable es que poco se pueda avanzar, pues ni los enfermos mentales que viven en la calle suelen estar 147 dispuestos a ir a estos dispositivos, ni probablemente sean capaces de autoadministrarse, al menos al principio, la medicación prescrita. Otro aspecto sustancial en el buen funcionamiento de este nuevo Equipo ha de ser la coordinación tanto con los recursos de proximidad, como con los recursos generales para PSH y la red de atención sanitaria. De esta manera, se debería articular algún protocolo de actuación que asignara funciones y canales de comunicación entre las diferentes partes. 7. Los Centros de día En el trabajo de proximidad que se lleva a cabo con las PSH que viven en la calle, se considera que además de trabajar con estas personas en su medio, sería necesario contar con centros de día para el colectivo de personas a las que nos estamos refiriendo. En los mismos se trataría de afianzar el enganche con el usuario y de ir dando pequeños pasos en la relación de ayuda. Pero, sobre todo, los centros de día podrían ser un paso fundamental en el proceso de conexión con los recursos generales para PSH. Las personas que viven y duermen asiduamente en la calle están inmersos en una dinámica que trata de evitar cualquier tipo de institucionalización, ya sea dormir en un albergue, ir a un comedor, etc. Muchos de ellos han tenido algún tipo de experiencia, generalmente, y en su opinión, negativa, en estos centros y suelen rechazar por sistema las ofertas que desde los recursos de proximidad se les hacen para que acudan a ellos. Así, por ejemplo, los profesionales de la UMES afirman que se encuentran una y otra vez con la negativa de estas personas, sin que puedan invitarles a que pasen algunas horas el día, cuando ellos quieran, en un espacio transitorio en el que la exigencia sea baja, donde en contacto con estos mismos profesionales puedan pasar el rato, charlar, comer, participar en 148 alguna actividad, avanzar en la gestión de algún trámite administrativo, participar en alguna actividad o taller… Es decir, un lugar que por algún tiempo rompa el círculo cerrado de la calle, y que al mismo tiempo no implique someterse a una serie de reglas y normas estrictas propias de un albergue. El único espacio, con el que cuentan los recursos de proximidad es “El Rincón del Encuentro” de RAIS. Exceptuando este lugar, tan sólo cabe la derivación a CEDIA o Realidades que organiza talleres y dinámicas grupales, o a San Martín de Porres, especializado, por así decirlo, en la búsqueda de empleo y la participación en talleres laborales y prelaborales. Así, la UMES, entidad que mayor número de usuarios en la calle atiende, se encuentra sin un espacio propio donde poder seguir trabajando el enganche con los mismos, y que sirva como escalón de transición hacia recursos más genéricos. De esta manera, consideramos que en el trabajo de proximidad que se realiza con las PSH en la calle se debería avanzar en el desarrollo de esta herramienta de trabajo, creando para ello algún centro de día integral (recursos básicos, comida, talleres, apoyo psico-social, lugar de encuentro, etc.) donde los profesionales pudieran afianzar y profundizar su tarea, y donde a los usuarios se les ofreciera un espacio nuevo que les librara de la continua permanencia en la calle. En el diseño de estos centros se deberían habilitar espacios donde los usuarios pudieran dejar sus pertenencias cuando acudan a ellos. Muchas personas afirman no ir a ningún tipo de recurso porque, sencillamente, no tienen donde dejar sus perros, carritos, etc. Asimismo se deberían potenciar y crear más talleres laborales y prelaborales donde se pudiera trabajar no sólo la formación específica en algunas ocupaciones, sino las habilidades sociales y los hábitos cotidianos, muchas veces perdidos tras 149 largas estancias en la calle marcadas por el aislamiento social. Las pequeñas contraprestaciones económicas por acudir a estos talleres pueden ser un complemento a la RMI o las PNC que algunas de estas personas pueden cobrar, incluso un incentivo o una alternativa a la mendicidad. 5.1. 2. El SITADE El SITADE es un servicio de información telefónica que tiene como principal misión servir de enlace entre las llamadas de los ciudadanos y los recursos para PSH. Durante el día, y tras una valoración de las llamadas, deriva los casos a la UMES, los cuales son atendidos con prioridad por los profesionales de esta unidad. Cuando se valora que la emergencia es ante todo sanitaria se coordina con el SAMUR. Estos son sus dos puntos principales de enlace. Esta entidad también cumple un papel importante en relación a la mendicidad ilegal, la que tiene como protagonista a menores o a adultos con menores. En estos casos las denuncias de los ciudadanos son comunicadas tanto a la UMES como a la Policía. También el SITADE atiende las emergencias de inmigrantes en la calle y gestiona las plazas del Centro de Acogida “Casa de Campo”. Durante la noche se encarga de recibir llamadas, pero al no poder derivar los casos a la UMES, toma nota de las mismas para derivárselos a la mañana siguiente; presentándose a atender personalmente a aquellos casos que se valoren como de verdadera emergencia. Como ya se ha señalado durante la noche su unidad móvil parece estar frecuentemente ocupada, con lo que las entidades que trabajan durante este turno no parece que suelan beneficiarse de este servicio. 150 Por otro lado, el SITADE es un servicio que atiende las llamadas de los ciudadanos, y en este sentido debería cumplir una función sensibilizadora e informativa acerca de cómo entender y responder a los problemas de las Personas sin Hogar en la calle. Todo lo que acabamos de reflejar puede dar una idea de la sobresaturación de demandas y expectativas que se ciernen sobre un servicio que, cubriendo una labor extraordinariamente importante desde que se creó, en la actualidad, se encuentra probablemente desbordado y falto de medios y competencias de todo tipo para poder hacer frente a todo cuanto se le exige. 5.1.3. Puerta Abierta Tras año y medio de funcionamiento, este centro de baja exigencia, creado para acoger a personas que habitualmente viven en la calle o que tienen problemas de adaptación a los albergues, parece gozar de buena aceptación tanto entre las PSH entrevistadas como entre los profesionales. De hecho, según la Memoria de 2001, el 62% de los residentes “han establecido un “vínculo” con este centro, acudiendo diariamente, introduciendo pequeñas modificaciones en sus hábitos, costumbres (…), e incluso aceptando o solicitando la derivación a otros dispositivos donde pudieran permanecer durante todo el día.” (p.:70). Las PSH consideran como ventajas que les hace adherirse al centro el que no se les imponga un horario rígido de entrada y se les guarde la cama si faltan algún día. También se suele valorar como positivo el trato recibido por parte de los profesionales del centro. Así mismo son bien valoradas, tanto por parte de los profesionales de los recursos específicos como de los generales, las reuniones de coordinación que Puerta 151 Abierta ha establecido desde su nacimiento. Se considera que han servido para clarificar el servicio que este recurso presta, orientar las derivaciones y comentar las estrategias de intervención de casos concretos, recaídas, seguimientos, etc. Debido al funcionamiento del centro, a la saturación que en la actualidad presenta y a su ya considerable lista de espera para ingresar, se suele coincidir que sería necesario crear algún centro más de este tipo, eso sí con un número de plazas más reducido. Se señala que entre 20 y 30 plazas sería el número de residentes ideal para evitar los conflictos que conlleva la masificación, y poder llevar a cabo un seguimiento individualizado de los casos. También se debería poner especial cuidado en diseñar espacios en los que se pudieran depositar no sólo bolsas de mano o maletas, sino carritos e incluso mascotas. Un problema de especial interés que se plantea a los profesionales de Puerta Abierta es la frecuente utilización de este centro para la ubicación de personas con patologías asociadas que requieren un tratamiento especializado, principalmente las enfermedades mentales y las toxicomanías. La peculiaridad y gravedad de las mismas generan problemas en la convivencia del centro y precisan de una atención personal y una preparación profesional con la que en la actualidad no se cuenta. En este sentido, los profesionales del centro, reclaman, en línea con lo ya apuntado en epígrafes anteriores, que se cree algún dispositivo ad hoc que responda específicamente a las necesidades de estos enfermos. Entre las propuestas de mejora que desde Puerta Abierta se plantean caben señalar, principalmente, dos: - Dotación de plantilla: 152 Para rebajar la fuerte sobrecarga de trabajo que existe en la actualidad, se plantea aumentar la plantilla en al menos un auxiliar de servicios (a tiempo completo). Para pasar de una atención meramente asistencial a otra de carácter más educativo, se debería: 1. incorporar a dos educadores (Diplomados) 2. ampliar el horario del trabajador social de media jornada a jornada completa. - Creación de un Centro de Día asociado: Para efectuar una atención integral, dotando a los usuarios de habilidades sociales y recursos que les faciliten su incorporación a una vida “normalizada”. Para no obligar a que las personas pasen el día en la calle soportando las inclemencias del tiempo, la rutina desmoralizante de no tener nada qué hacer, etc. Este centro de Día, además de recursos de tipo asistencial debería de contar con talleres y actividades educativas y socializadoras. 5.1.4. Campaña del frío Como se ha indicado, la campaña del frío engloba dos recursos: el albergue “Campaña del frío” (abierto de Noviembre a Marzo) y la sala de la estación de Atocha, a la que se accede en los días de temperaturas más bajas. Además, el Ayuntamiento de Madrid coordina ocasionalmente a Protección Civil, la UMES, el SITADE y el SAMUR para que en los días de temperaturas más bajas, realicen desplazamientos de las PSH en la calle a los albergues o a la estación de Atocha. Para la campaña 2002-2003 el Ayuntamiento también ha concertado 25 plazas en pensiones, con un total de 2.000 estancias, para que acojan a algunas personas en los días de más frío del invierno. Serán estancias breves, dos o tres días, 153 mediante las que se tratará de evitar graves riesgos de salud para los que no tienen otro sitio donde dormir más que la calle. En cuanto al albergue “Campaña del frío” tiene una capacidad de 75 plazas más 12 de emergencia. Se trata de un recurso de asistencia básica que hasta ahora consiste en una cama, un bocadillo y caldo o café caliente a la entrada y salida para cada persona, más los servicios de aseo personal. Tiene un horario de 21hs a 9hs, que deben cumplir todos los usuarios si quieren acceder a él. El que esté ubicado en la Casa de Campo supone a veces un inconveniente para poderse desplazar, sobre todo para los que tienen unas condiciones físicas más deterioradas. También el hecho de que se tenga que acudir a una determinada hora, sin mayor margen para las entradas, es a veces un factor disuasorio. Se calcula que para llegar a este centro se ha de salir con alrededor de una hora de antelación, sobre las ocho de la tarde, y en ese horario algunas personas aún andan “buscándose la vida”. Aunque desde luego este albergue supone un gran desahogo para resguardar a las personas que durante el invierno viven en la calle, sin embargo, la realidad es que todos los años se suele saturar; y si en los primeros días los usuarios pueden ir directamente sin necesitar la mediación de los profesionales de los distintos recursos y esperar en una cola para entrar, poco después es frecuente que tengan que aguardar en listas de espera a que les concedan una cama. Por lo general, se suelen autorizar estancias de alrededor de tres días, a no ser que los trabajadores sociales del albergue valoren que la persona se encuentra en un proceso de inserción social positivo y alarguen ese periodo de tiempo. Estas valoraciones suelen estar influidas por los informes que puedan recibir desde los distintos recursos para PSH. 154 Este albergue, por tanto, cumple una función básicamente de refugio temporal y asistencia básica para los meses con condiciones climatológicas más adversas. El hecho de que se suelan conceder estancias tan breves impide cualquier intento de iniciar un proceso de integración a corto o medio plazo. A lo que también contribuye el hecho de que en él no haya un centro o unas salas donde las personas puedan permanecer durante el día realizando algunas actividades más o menos planificadas, y de esa manera no se vean obligados a tener que volver necesariamente a la calle. La sala de la estación de Atocha supone el dispositivo más rechazado y criticado tanto por usuarios como por profesionales. Con una ocupación media de 60 personas por noche, en los días de más frío puede llegar a haber hasta más de 100 personas7, no se duda en calificarlo como de “auténtica ratonera” en la que incluso puede correr peligro la vida de las personas en caso, por ejemplo, de que se declare un incendio o algo similar. Las condiciones en las que se hacinan los que allí acuden son calificadas como de lamentables. Apenas algunos cartones y mantas, que cada uno aporta, sirven para protegerse del suelo, el espacio entre unos y otros es mínimo, la condensación de humo hace que el ambiente a veces sea irrespirable, los robos entre usuarios parecen ser frecuentes, sólo hay un retrete… A este escenario tan sólo descienden de modo continuado los voluntarios (Solidarios y Amauta). Según ellos, hoy por hoy, este recurso no se corresponde con una ciudad como Madrid: “Me parece una aberración… En una ciudad como Madrid no se puede consentir que gente esté en este tipo de condiciones en la época de invierno.” (E5P:4). 7 En algunos días de Febrero de 2003, en este rincón del suburbano se llegaron a concentrar casi 150 personas. 155 La sala de Atocha también está asistida por dos vigilantes jurados y un trabajador social que realiza su labor de 22 a 1hs. La coordinación y conexión de este último con los demás recursos par PST es muy débil. En el perfil de los usuarios de la sala de la Estación de Atocha parece haber un número significativo de toxicómanos y, en los últimos años, de inmigrantes. Este dispositivo participa también del Programa Municipal de Prevención contra la Tuberculosis en colaboración con el SITADE, el SAMUR y el Centro Municipal de Salud de la calle Montesa. 5.1.5. La Coordinación de los recursos específicos para PST Hasta el momento no se ha establecido ninguna vía formal de coordinación entre los distintos recursos específicos para PST, salvo, obviamente, la coordinación funcional que existe entre el SITADE y la UMES. Esta falta de coordinación no implica, sin embargo, que las distintas entidades no tengan voluntad de contacto y entendimiento. Muy al contrario, en todas ellas se detecta una predisposición a colaborar entre sí y, en ocasiones, se comunican telefónicamente para intercambiar información sobre algún caso o para acordar alguna intervención puntual (como, por ejemplo, colaborar en algún informe para hacer un ingreso psiquiátrico involuntario, etc.). Pero estos contactos ocasionales responden más a una motivación voluntarista, que a las exigencias de un modelo de trabajo sustentado en la coordinación entre las distintas entidades. De esta manera, y con el fin de optimizar el trabajo que estos recursos llevan a cabo, se echa en falta un trabajo de encuentro y coordinación continuado en el que se exponga el trabajo que está realizando cada uno, la manera de llevarlo a cabo, las posibles formas de colaboración y derivación, la intervención con casos comunes, etc. 156 De hecho, los únicos encuentros en los que los distintos recursos específicos para PST tienen la oportunidad de encontrarse e intercambiar información han sido los organizados por el Ayuntamiento para cuestiones concretas. Este es el caso de las reuniones que periódicamente ha establecido el albergue Puerta Abierta y las que organiza el Ayuntamiento de Madrid con motivo de la “Campaña del frío”. Esas reuniones, que en principio están ideadas para hablar y debatir sobre dos temas concretos -las primeras para organizar la derivación a Puerta Abierta y las segundas para preparar la campaña del frío durante los meses de invierno-, son las únicas plataformas de encuentro más o menos continuado entre los distintos recursos. Motivo por el cual, en ellas, los participantes de modo informal tratan a veces de establecer pequeños contactos y acuerdos sobre temas y casos que nada tienen que ver con el objeto de esas citas. Es decir, ante la falta de coordinación específica entre los distintos recursos específicos, se aprovechan los momentos en los que se coincide para intentar establecer pequeñas vías de contacto y coordinación. Evidentemente, esta circunstancia refleja que el conjunto de los recursos específicos para PST es un área de trabajo aún poco desarrollada y ensamblada. Y, en consecuencia, permanecen intactas y sin rentabilizar las sinergias que se puedan derivar de un trabajo más planificado y coordinado. En el día a día esta desconexión se traduce, por ejemplo, en que los recursos de proximidad salen a la calle a trabajar sin tener en cuenta o, más exactamente, desconociendo lo que en paralelo se puede estar haciendo. Más concretamente, la UMES y RAIS pueden estar atendiendo a un mismo caso sin que tengan conocimiento de ello, sin que se debata si es conveniente o no que a esa persona la visiten las dos organizaciones, sin que se haya planificado una estrategia de intervención común, etc. De hecho, estas dos entidades realizan algunas rutas prácticamente iguales. 157 Las intervenciones que a dos bandas se pueden hacer sobre un mismo caso, al no estar necesariamente consensuadas, pueden levantar cierto recelo entre los profesionales, pudiéndose llegar a situaciones en las que no se sabe bien quién lleva la iniciativa en determinada intervención, o en la que aparezcan desacuerdos sobre las actuaciones llevadas a cabo por uno u otro equipo, etc. Sin embargo, esto, hasta ahora, no ha impedido que, en algunas ocasiones, y siempre por una iniciativa voluntarista, las dos entidades se hayan puesto de acuerdo sobre qué áreas (salud, higiene, alojamiento, trámites administrativos…) van a trabajar con una misma persona. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la situación actual está marcada por la escasez de recursos de proximidad, y que en ese sentido habría que pensar hasta qué punto es conveniente la duplicidad de las intervenciones, cuando todo parece indicar que hay zonas en el Municipio de Madrid a medio cubrir, o en las que no se llega a realizar una labor lo suficientemente intensa. La coordinación con los voluntarios está marcada por los mismos signos de espontaneidad e iniciativa individual. Solidarios y Amauta tratan de colaborar en lo que pueden y de derivar a los usuarios a los recursos de día, pero esto se hace sin que se hayan establecido vías expresas de trabajo conjunto y coordinado. Además de esta falta de trabajo coordinado, las personas que intervienen con PST se encuentran conque no cuentan con un sistema de información que almacene datos sobre cada nuevo usuario de la red. Un sistema que les permitiera averiguar en el momento en que entran en contacto con una nueva persona, cuál ha sido su recorrido por la red de recursos, qué problemas de salud o de otro tipo tiene o ha tenido en el pasado, etc. De esta manera, cada nuevo caso puede suponer todo un esfuerzo de indagación para poner al día la historia del individuo. En otras ocasiones el trabajo que esta labor exige es tan considerable, que se renuncia a hacerlo. Un responsable del trabajo con PST en la calle describe la situación del 158 siguiente modo: “Como no hay ahora mismo un funcionamiento de red… sí que puedo saber si ha estado o no en algún albergue porque sabes que CEDIA esta información me la facilita, pero luego a raíz de ahí seria como toda una labor detectivesca de contactar con ese centro, de ver qué proceso se ha iniciado, porqué se truncó, porqué no sé qué… Quiero decir que son cosas que las haces a lo mejor pues de una manera puntual pero que no hay ningún sistema que favorezca que eso exista (…) Yo ahora mismo pues incluso con otros servicios que puedan estar trabajando en la calle, pues si tenemos buena voluntad de colaborar y nos encontramos en reunión y tal decimos ¿oye vosotros no conoceréis a fulanito de tal que nos está preocupando mucho?, ¡ah sí, nosotros le conocemos¡, ah pues mira nosotros estamos interviniendo de esta manera, nosotros tal, pues vamos a coordinarnos, vamos a aunar esfuerzos y tal. Pero que esto que a lo mejor se hace por casos puntuales no se hace absolutamente con todos.” (E. 3P:23) Otro aspecto a tener en cuenta es la débil coordinación entre el trabajo de calle y los albergues. Por lo general, desde estos centros sólo excepcionalmente se comunican los abandonos de las personas que desde los recursos de proximidad les han sido derivados. Con lo que se interrumpe el proceso de seguimiento y se permite que la calle refuerce, de nuevo, los hábitos menos integradores. Algo similar ocurre con los Servicios Sociales generales, con los que se reconoce que existe menos conexión de la deseada. El seguimiento de la Renta Mínima de Inserción sirve para ejemplificar esta situación. En concreto, se plantea que muchas veces los trabajadores sociales de estos Servicios tramitan a los usuarios la prestación económica, sin apenas ponerse en contacto con los equipos de calle que les visitan periódicamente y que les han ayudado a solicitarla. 159 5.2. Los recursos generales para PSHogar 5.2.1. Insuficiencias e inadaptación de la red Una vez analizados los alcances y límites de los recursos específicos dirigidos a las PSTecho, pasamos ahora a examinar la situación de los recursos generales para PSHogar, centrándonos sobre todo en su adecuación a la realidad y las necesidades de la gente de la calle. Una primera valoración de los datos obtenidos en este estudio, recabados tanto entre expertos y profesionales como PST, indica que la actual red de atención a PSH adolece de falta de recursos humanos y materiales, así como de escasa adaptación a los perfiles y problemas que se dan cita en estos momentos entre las PST en Madrid. Rasgos, que por otro lado, ya han sido advertidos, en mayor o menor medida, en relación a los recursos específicos centrados en atender a la gente que vive y duerme en la calle. Los resultados del cuestionario realizado a expertos dejan buena constancia de estas insuficiencias. Las respuestas abiertas han sido analizadas y clasificadas, en la medida de lo posible, por bloques temáticos. Cómo se verá son respuestas múltiples, con lo que el número de ellas supera el total de cuestionarios pasados (21). A la primera pregunta que formulábamos, ¿Qué objetivos debería marcarse la Administración en relación al problema de las personas que viven/duermen en la calle?, las respuestas más frecuentes (22,6%) (ver tabla sig.) aluden a la necesidad de crear más recursos residenciales y de Día (incrementando el número de plazas) y de naturaleza más variada (no sólo los albergues tradicionales, sino centros de baja exigencia, centros de Día, miniresidencias, pisos tutelados, recursos específicos para problemas asociados, alternativas residenciales a precios asequibles, etc.). Así, por ejemplo, se dice: “Crear más plazas de alojamiento para personas crónicas, donde 160 el objetivo sea principalmente reducción de daños.” (C.5), “Generar recursos específicos.” (C.11), “Crear los recursos necesarios en todo momento, no sólo en la Campaña contra el frío.” (C.12), “La gente que está en la calle necesita un techo, en primer lugar. Creo que la red de albergues es insuficiente.” (C.13), “Poner en marcha recursos especializados en función de los diferentes perfiles que existen (salud mental, drogadicción, alcoholismo, inmigración…) (C.14), “Más recursos” (C.17), “Crear recursos sociales adecuados a las personas sin Hogar.” (C.19). Como ya nos hemos referido en el epígrafe dedicado a los recursos de proximidad, la insuficiencia de plazas en albergues es uno de los rasgos más sobresalientes de la actual red de recursos par PSH. Prácticamente, todos los recursos suelen tener lista de espera a lo largo de casi todo el año. Y la situación se hace crítica en los meses de frío en los que no sólo se saturan todos los dispositivos, sino que, incluso, en algunos centros y en los días más críticos se colocan camas provisionales para intentar dejar en la calle al menor número posible de personas. No obstante, algunos responsables de albergues afirman que los centros suelen estar prácticamente llenos tanto en Enero como en el mes de Agosto, cuando las condiciones climatológicas no obligan a refugiarse en ellos. Profesionales y usuarios señalan la paradoja de que muchas personas sin hogar no consiguen plaza en los albergues porque en los últimos años se han abarrotado de población inmigrante. Tanto el refugio de inmigrantes que regenta Cruz Roja en San Blas, como el de la Casa de Campo, también suelen estar cubiertos a lo largo del año y funcionan con lista de espera. Uno de los expertos consultados evaluaba la situación actual del siguiente modo: “Los centros de acogida para inmigrantes que se han creado son simbólicos, por la amplitud de áreas que abarca y los pocos recursos que proporcionan.” (C.12). Por otro lado, la mayor parte de las plazas en albergues suelen estar destinadas para acoger al perfil más clásico de la población transeúnte (hombres), siendo aún 161 pequeña la cantidad de camas para mujeres, y del todo insuficiente las reservadas para mujeres con hijos, familias o parejas. Ante esta situación, si se quiere que cada vez sean menos las personas que duermen en la calle, deberían incrementarse el número de plazas tanto comunes como de emergencia en los albergues. Agilizando la entrada de los que durmiendo habitualmente al raso deciden acudir a un albergue. Y, por supuesto, deberían habilitarse más espacios específicos para inmigrantes, pues hasta ahora la mayoría presenta un perfil y unas necesidades (principalmente, trabajo y legalización) diferentes a las de las PSH. Tabla 10- Análisis de respuestas abiertas sobre Objetivos que debería marcarse la Administración en relación a las PST Nº de respuestas % Más recursos/ Mayor variedad/ Más plazas 19 22,6 Incrementar la coordinación 8 9,5 Garantizar las necesidades básicas 7 8,3 incrementar el trabajo de calle 6 7,1 Fomentar la atención individualizada 6 7,1 Adaptación de los recursos existentes (locales, 5 5,9 profesionales…) Crear recursos orientados a la inserción social y laboral 5 5,9 Profundizar en el conocimiento de la situación actual 5 5,9 Prevención 3 3,5 Sensibilización del ámbito sanitario y de la población en 3 3,5 general Garantizar económicamente la continuidad de las 1 1,1 entidades Recursos en los distritos 1 1,1 Otras 15 17,8 Total 84 100 Por lo que se refiere a los centros de alojamiento para PSH, en su mayor parte siguen siendo instituciones de tamaño mediano o grande (más de 50 personas), aunque hay que señalar que en sólo tres de ellos se concentran el 47% de las plazas. En concreto, nos referimos a los albergues San Isidro (269 plazas), San Juan de Dios (230 plazas) y Santa María de la Paz (115 plazas), quienes siguen 162 representando, en cuanto a su tamaño, el modelo más clásico de las macroinstituciones para PSH. En el extremo opuesto, y de modo minoritario, podemos señalar las iniciativas de algunas entidades como Realidades, las Hermanas de la Caridad, El Olivar, Cáritas… en la gestión de pisos para PSH inmersas en procesos de inserción social, o la miniresidencia de la Fundación San Martín de Porres con capacidad para 12 personas. Justamente, en opinión de los expertos, son este tipo de centros y otros de tamaño pequeño (para vente o treinta personas aproximadamente) los que habría que desarrollar de ahora en adelante. En concreto, y a nuestro modo de ver, la red de alojamientos para PSH debería completarse con centros de tamaño pequeño-mediano, minialbergues (de entre 20 y 30 plazas), o mini residencias (de entre 10 y 15 plazas), que tuvieran diferentes niveles de exigencia dependiendo del perfil de los usuarios. Precisamente, son los centros de baja exigencia los que mayor adherencia suelen promover entre las personas con largos procesos de exclusión social y estancia en la calle. Algunos de estos centros para población que durante mucho tiempo ha dormido al raso deberían estar ubicados en zonas céntricas de la ciudad, por ser éstas las que mayor número de PST concentran. La ubicación de los centros en el extrarradio no sería más que un elemento disuasorio para aquellos que han hecho de una calle o una plaza determinada su entorno de referencia. Del mismo modo, se debería avanzar hacia un modelo de estancias de media y larga duración, donde las personas no se vieran obligadas a tener que abandonar los albergues tras unos días, como mucho unos pocos meses, de alojamiento. La masificación de muchos albergues, y la consecuente ordenación de espacios y tiempos, es una de las características más criticadas tanto por la gente que vive en la calle, como por los mismos profesionales. Habitaciones de 4 o más 163 personas, ordenadas generalmente en literas, grandes e impersonales espacios, rigidez en las normas y en los horarios de entrada y salida, comidas, etc. configuran el retrato básico de los albergues más clásicos de Madrid. Un trabajador de uno de estos centros los describía así: “(En los albergues) hay falta de autonomía, es decir que tienes que vivir con un mogollón de gente, que hay personas que no quieren, la convivencia es difícil, hay poca intimidad (…), No es tan fácil convivir, estar en un albergue o centro de acogida (…), hay gente que no quiere ir a los albergues por la situación a veces de conflicto que se plantea, de falta de intimidad, etc., etc. (…) Yo creo que la estructura de los centros de acogida, de los albergues, tendría que cambiar.” (E.5) Y en la misma línea, un profesional de trabajo con PST en la calle afirmaba: “Las personas que viven establemente en la calle no acceden de manera regular a los recursos de alojamiento (…), y si acceden no los utilizan durante mucho tiempo. No acceden porque son recursos muy rígidos, porque no puede beber, porque hay que estar a las siete, porque no se pueden muchas cosas, porque están masificados y eso genera conflictos entre las personas.” (E.8). Algunas PST también suelen referir que no asisten a los albergues porque en los mismos no hay habilitados espacios donde poder dejar bajo protección sus carritos o mascotas. Siguiendo con la tabla anterior, en segundo lugar aparece la necesidad de establecer una coordinación más sólida y eficaz (con el 9,5% de las respuestas), cuestión de la que nos ocupamos en detalle más adelante. En tercer y cuarto lugar se apuntan dos cuestiones que se sitúan en la misma línea de incrementar los recursos actuales. En concreto, en un 8,3% de las respuestas se considera que aún está si cubrir el primer peldaño de la asistencia a las personas de la calle, esto es, el de las necesidades básicas (alojamiento, comida, ropa, sanidad). Por eso, se exige “Garantizar la cobertura de necesidades básicas, que incluye el alojamiento.” (C.9), “Dar respuesta a la necesidades 164 básicas de las personas que están en la calle.” (C.11), “Responder de forma inmediata a sus demandas, necesidades básicas.” (C.7). Por otro lado, se ha expresado la necesidad de reforzar e incrementar el trabajo que realizan los equipos de calle (7,1%), habida cuenta de que, muchas veces, sólo desde estos dispositivos se puede llegar a conectar con personas con un elevado grado de deterioro y de desenganche social. La necesidad de adaptación de los servicios actuales aparece en los dos bloques siguientes de respuestas. En concreto un 7,1 % de las mismas apunta a que desde los distintos centros para PSH debería hacerse un esfuerzo por prestar una atención más individualizada, en la que se estudiara cada caso concreto, se tomaran medidas adaptadas a cada situación y se hiciera un seguimiento personalizado de cada usuario: “Que efectivamente dé respuestas adaptadas a las peculiaridades de cada caso.” (C.3), ”Hacer un seguimiento de casos serio y empático.” (C.7), “Garantizar una atención personalizada e individualizada con profesionales de referencia.” (C.9), “Cada persona tiene una situación para la que hay que elaborar un menú, un traje a medida, y no adaptarse él a los recursos.” (C.1), “Actuar de forma personalizada y flexible.” (C.20). Se constata así, como entre los profesionales, el viejo modelo de intervención basado en la idea de prestaciones básicas homogéneas para todos como eje vertebrador del trabajo con PSH, va dando paso a otro que además pretende dar respuesta a las necesidades de cada persona, ofreciendo para ello una atención y un trato más individualizado que trascienda la mera supervivencia. Otro tipo de propuestas vinculadas a la adaptación de la red actual de atención a PSH es la que se refiere a la renovación y actualización de los recursos tanto materiales como humanos. En este sentido, un 5,9% de las respuestas de los expertos aluden a la necesidad de mejorar, incluso se dirá de “dignificar”, la atención y los establecimientos en los que se presta la atención (“Que la atención sea digna” (C.3), “Atender con buenas dosis de dignidad a los que se encuentran en peor situación: locales dignos, profesionales suficientes, condiciones, aunque 165 sean las de emergencia, adecuadas.” (C.1), “Más recursos / servicios que permitan cubrir, de forma digna, las necesidades básicas de las Personas sin Hogar.” (C.4) ), de optimizar la formación de los profesionales y de contar, cada vez, con equipos de trabajo más interdisciplinares: “Poner en marcha equipos profesionales con formación y experiencia profesional para trabajar con PSH.” (C.14), “Trabajar con esas personas con equipos multiprofesionales.” (C.2). “Creación de dispositivos de alojamiento adaptado a las situaciones de estas personas (ej. Pisos tutelados, mini-residencias) en los que equipos multidisciplinares intervinieran.” (C.4). En línea con ese nuevo modelo de intervención, que va cuajando entre los profesionales, y que trasciende la lógica de la mera supervivencia, el crecimiento y enriquecimiento de la red de atención a PSH también se plantea desde la óptica de la creación de recursos que procuren una inserción social y laboral a medio y largo alcance. Por eso, se sugiere que deberían desarrollarse iniciativas centradas en la formación laboral, las prácticas remuneradas en talleres de inserción y el asesoramiento y seguimiento psico-social a largo plazo (5,9%). Naturalmente, todas estas nuevas vías de trabajo y los cambios en los perfiles del colectivo de PSH precisan de información y estudios en profundidad que orienten el trabajo de las personas que intervienen con ellos. Es por ello que 5,9% de las respuestas se refieren a la necesidad de “Hacer un estudio serio de la gente que está literalmente en la calle. Que de una vez por todas se detecte cual es la cifra verdadera.” (C.18), “Conocimiento de la situación real y actual.” (C.15), “Realizar estudio y trabajos de campo para observar las verdaderas realidades que existen y cómo esas realidades van cambiando.” (C. 10). Algunas respuestas se han centrado en la prevención (3,5%) y en la sensibilización de la población en general (3,5%) y, de un modo más concreto, del ámbito sanitario, tan estrechamente vinculado, a veces, a las necesidades de las personas que viven en la calle. Otras respuestas minoritarias recuerdan la responsabilidad de la Administración para garantizar la continuidad de los 166 servicios que se prestan desde las entidades sociales, o la conveniencia de que se incrementen los recursos existentes de tal modo que en cada distrito se contara con dispositivos suficientes. Finalmente en el ítem “Otras” hemos agrupado toda una serie de respuestas (17,8%) variadas que, por ejemplo, reivindican la acción social con PSH como propia de las entidades sociales, advierten sobre la picaresca de algunas personas de la calle, etc. La percepción de una red insuficiente y poco adaptada a las necesidades de las PST se ve ratificada cuando de un modo más concreto preguntábamos en el cuestionario qué cosas serían necesarias, y aún no existen, para luchar contra la situación que sufren las PST (ver tab. sig.). Así, en primer lugar se vuelve a repetir que se debería contar con más medios humanos y materiales (17%), haciéndose a veces referencia explícita al trabajo de calle: “Más medios y lugares.” (C.13), “Más recursos humanos (profesionales, sobre todo) en el trabajo de calle.” (C.14). Tabla 11- Análisis de respuestas abiertas sobre Recursos que se necesitarían y actualmente no existen Nº de respuestas Más medios materiales y humanos 7 Centros específicos para distintos problemas (Salud 7 Mental, toxicomanías, alcoholismo…) Más centros de Día 5 Mejorar la atención actual 4 Coordinación 4 Medidas sociolaborales y de inserción 3 Prevención 2 Más Unidades Móviles 2 Mejor acceso a la atención sanitaria 1 Concienciación voluntarios 1 Recursos para familias 1 Mejorar y ampliar los centros para inmigrantes 1 Otras 3 Total 41 167 % 17,0 17,0 12,1 9,7 9,7 7,3 4,8 4,8 2,4 2,4 2,4 2,4 7,3 100 Con el mismo número de respuestas (17%) aparece una demanda muy presente entre las personas que trabajan con gente de la calle y entre éstos últimos. Esa demanda alude a la variedad de problemas añadidos que presentan algunas PST (Enfermedad mental, drogadicción, alcoholismo…), y que en su opinión deberían ser atendidos de un modo diferencial en recursos especialmente pensados y preparados para acoger a estos enfermos. “Recursos de alojamiento específicos para ciertos subcolectivos.” (C.3), “Centros que traten con exclusividad a enfermos mentales.” (C.19), “Dispositivos de alojamiento de nula exigencia y especializados en problemáticas.” (C.14). La inadaptación de los actuales albergues para atender algunos problemas muy concretos como, por ejemplo, las toxicomanías y las enfermedades mentales, es uno de los elementos centrales a la hora de explicar por qué muchas personas enfermas siguen viviendo en la calle, al no encontrar en estos centros un trato y una atención adecuados, y por qué otras, no afectadas por esos problemas, muestran un gran rechazo institucional. En este último sentido, la amalgama de perfiles y patologías que se dan cita actualmente en los albergues, suele ser esgrimido como un factor que disuade de acudir a ellos. Por otro lado, la saturación de muchos centros de la red para PSH debido a la gran afluencia de usuarios para los que, en principio, no están ideados (por ejemplo, toxicómanos) ha abierto la polémica entre los profesionales sobre la conveniencia de crear recursos específicos para estas personas, o por el contrario adaptar los centros a estas nuevas necesidades sociales. Desde luego, la segunda vía implicaría dotar a los albergues actuales con nuevos y especializados recursos materiales y personales. Por lo que se refiere a Salud Mental, y más allá de los albergues para PSH, las plazas del Programa de Atención a Personas con Enfermedades Mentales Crónicas (Consejería de Servicios Sociales) son muy pocas para el conjunto de la 168 población madrileña, y además las personas con varios años de calle son portadoras de unos hábitos y costumbres difícilmente compatibles con las pautas y normas de convivencia a los que se amoldan los demás enfermos. En este sentido, parece urgente habilitar recursos residenciales diferenciados para enfermos mentales sin hogar, con diferentes niveles de exigencia y autonomía, y según el grado de severidad de la enfermedad y de deterioro de las personas. Algo similar ocurre con los Centros de Atención Integral a Drogodependientes, en los que la lógica de la atención a la adicción no suele estar adaptada al del problema del sinhogarismo, el cual entraña toda una serie de factores y de respuestas que van más allá de los servicios que prestan estos centros. Desde el problema de las toxicomanías también es importante destacar que algunos centros de atención sociosanitaria, especialmente el de la zona Centro de Madrid, se encuentran desbordados. Habiéndose restringido la estancia en ellos por las noches a un número limitado de horas. Con la consiguiente desprotección de estas personas, que terminan recalando en la calle, y el aumento del número de los que pasan sus noches a la intemperie. En cuanto a las personas con problemas de adicción al alcohol sólo existe en Madrid una Unidad de desintoxicación Alcohólica (UDA), con lo que la lista de espera de este dispositivo suele ser bastante considerable. Por otro lado, esta unidad tan sólo ofrece quince días de alojamiento para desintoxicación, y un mes más, según valoración de los profesionales del centro, para la deshabituación. Periodo tras el cual las personas que no tienen hogar ni familia vuelven a la calle o a algún albergue, sin que exista la posibilidad de pasar un periodo de deshabituación algo más prolongado en algún centro especializado. Por su parte, el Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo (CPA y T), entidad dependiente del Ayuntamiento de Madrid, proporciona tratamiento antialcohólico de modo ambulatorio y está dirigido específicamente a la población 169 sin hogar. Este centro suele trabajar con personas que cuentan con plaza en algún albergue, condición necesaria, según sus profesionales, para iniciar un tratamiento de deshabituación al alcohol. De esta manera, si cuando un usuario demanda un tratamiento se encuentra durmiendo en la calle, se intenta procurarle previamente una cama en alguno de los albergues. La falta de plazas en los mismos supone aguardar en una lista de espera, lo que en ocasiones desanima o entorpece los primeros intentos de desintoxicación y/o deshabituación de los pacientes. Por otro lado, el CPA y T no realiza trabajo de calle para intentar contactar y enganchar a las personas con este problema. Quizás el trabajo directo -en la callecon estos potenciales usuarios contribuiría a motivarles para que se planteen dejar de beber o iniciar un tratamiento. Algo similar ocurre con el Centro de Atención a Drogodependientes 1 (CAD 1), especializado en tratar las adicciones de las PSH. La única posibilidad de que los potenciales usuarios conozcan a los profesionales de este centro es que se desplacen a él y asistan a las reuniones que se realizan con afectados. Cabe plantearse si no sería conveniente que desde este recurso se hiciera un trabajo de calle, en coordinación con los recursos de proximidad, con el fin de acercar al máximo la oferta de una desintoxicación o de un programa de reducción de daños. En consecuencia, y al igual que ocurre con el problema de la Salud Mental, sería necesario crear centros residenciales para desintoxicación y deshabituación alcohólica y otras adicciones, que estuvieran especialmente adaptados para alojar a PSH y que trabajaran en estrecha coordinación con los servicios de atención ambulatoria actuales -Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo y Centro de Atención a Drogodependientes (CAD 1) del Ayuntamiento de Madrid-. Otro de los recursos de la red de atención para PSH son los centros de talleres y otros servicios básicos (lavandería, enfermería, duchas, etc.). Generalmente se les denomina Centros de día, sin embargo, la fragmentación de los recursos que 170 estos establecimientos suelen ofrecer hoy por hoy apenas permite denominarles como tales, o al menos no se les puede reconocer como centros de Día integrales en los que se ofrezca, de modo conjunto servicios básicos, servicio de orientación personal, actividades y talleres grupales psico-sociales de carácter terapéutico y rehabilitador, ofertas de ocio, comida, etc. De esta manera, lo más que se puede encontrar son centros como Realidades, CEDIA o los talleres de San Martín de Porres en los que se puede participar en talleres laborales o de habilidades sociales, o el Rincón del Encuentro de RAIS, espacio de baja exigencia en el que las personas pueden pasar su tiempo leyendo, charlando, consultando las ofertas de empleo de los periódicos,… o integrándose en talleres u otras actividades. Por otro lado, hay establecimientos que ofrecen sólo servicios básicos durante el día como lavandería, ropero, ducha, orientación jurídica, etc. (como algunos comedores como Santiago Masarnau, Ave María, María Inmaculada…), sin que cuenten con otro tipo de actividades de tipo psico-social, que inviten a sustituir el vacío, ese pasar el día sin hacer nada, de la calle por unos hábitos más constructivos y rehabilitadores. Siguiendo la tabla anterior, los expertos en el trabajo con PSH (12,1%) insisten en la necesidad de crear más centros de Día Integrales, con distintos niveles de exigencia, estrechamente conectados con los albergues y demás centros de acogida: “Hay una necesidad de centros de baja exigencia que a la vez incorporen centros de día.” (C.18), “Centro de día en dispositivo de baja exigencia, pero con buenas condiciones de espacio, personal, materiales, etc.” (C. 1), “Centros de día accesibles realmente para las personas más cronificadas.” (C.3). En concreto, en bastante ocasiones se insiste en que sería conveniente que los albergues de baja exigencia estén dotados de este tipo de recurso. Uno de los profesionales entrevistados lo explicaba así: “Un centro de día se echa mucho de menos, ellos lo echan mucho de menos, muchos dicen “dónde paso el día o podré pasar el día”. Pero, también desde la baja exigencia (…) donde vayamos haciendo cositas, como aquí.” (E.9P:32). Hay que tener en cuenta que cuando se trabaja con PST una de las principales estrategias consiste en romper el círculo muchas veces 171 cerrado de la calle, y esto no se consigue sí sólo se les saca de ella para dormir, expulsándoles cada mañana de nuevo para que pasen desocupados las interminables horas del día. Según los propios profesionales, a la alta concentración y variedad de usuarios en los albergues no se responde con suficientes recursos personales. Sobre todo, si además de prestar una atención asistencial, se pretende trabajar con estrategias socializadoras y con objetivos de inserción social. Del mismo modo, no suele haber en los centros profesionales especializados en psiquiatría, psicología o toxicomanías, tratándose a todos de una manera más o menos homogénea ante la falta de criterios y herramientas de intervención. Es en este sentido en el que también se dirá que se debe mejorar la atención actual (9,7%), diseñando mejores programas de acogida e itinerarios de inserción individualizados y promoviendo actuaciones de carácter más integral: “Mejores programas de acogida,” (C.10), “Recursos humanos para seguimiento y tratar de reinsertar a quien sea recuperable.” (C.13), “Albergues con mayor capacidad y actuaciones más integrales.” (C.10), “Centros de acogida… tanto de baja, media o alta exigencia con un nivel medio de plazas (30 aprox.), donde se pueda trabajar integralmente con la persona.” (C.6). Por otra parte, también en esta ocasión, al preguntar sobre lo que sería necesario crear para atender a las PST, se ha vuelto a insistir en la coordinación entre los distintos recursos (9,7%), así como en desarrollar medidas que promuevan una inserción social a largo plazo, principalmente, a través de la formación laboral y del empleo (7,3%): “Proyectos de verdaderas empresas de inserción o empleo protegido.” (C.9), “Que existieran medidas laborales que permitieran la integración socio-laboral de estas personas (empresas de inserción-regulación, etc.).” (C.4), “Empresas de inserción adaptadas a este colectivo.” (C.11). Por último, y en la línea de aumentar y adaptar los recursos actuales, algunas respuestas se han referido a la necesidad de reforzar la prevención (4,8%), 172 aumentar el número de unidades móviles (4,8%), mejorar el acceso de las PSH a la atención sanitaria (2,4%), mayor concienciación de los voluntarios (2,4%), más recursos para familias (2,4%) y mejorar y ampliar los centros para inmigrantes (2,4%). Otra pieza importante de la red de atención a PSH son los comedores, y su panorama no parece haber avanzado mucho más que el de los albergues. En la actualidad nos encontramos con centros que principalmente ofrecen la comida del mediodía o bocadillos. Para obtenerla, en muchos casos, se precisa pasar previamente por una serie de trámites (concertar cita con el trabajador social, recibir una tarjeta, etc.), que no garantizan la alimentación más que por un periodo determinado de tiempo. Además, en la mayoría de las ocasiones las PSH han de aguardar turno a las puertas de los comedores, lo que suele provocar roces y conflictos entre usuarios. En algunos centros se dejan unas cuantas plazas diarias para personas que no tienen tarjeta, lo que provoca largas esperas desde primeras horas de la mañana y continuos altercados entre los aspirantes. En otros comedores se reparte un número a diario para conseguir un almuerzo. Según los responsables de estos centros, para conseguirlo muchos usuarios acuden a la entrada o a los alrededores de los comedores al amanecer. En todo caso, desde los comedores consultados se insiste que aún son muchas las personas que a diario se quedan sin poder comer caliente al menos una vez al día. Sólo hay que pensar que el número de servicios de comida caliente a mediodía es de 1145 aproximadamente, mientras que según nuestra estimación las PSH, en un día cualquiera en Madrid, son unas 1600. Este déficit se incrementa si se tiene en cuenta el gran contingente de inmigrantes sin recursos económicos que ha llegado a nuestra ciudad en los últimos años, para los cuales apenas existen comedores. 173 Otro inconveniente de algunos comedores son los horarios. En ocasiones se ajustan poco a los usos cotidianos de nuestra cultura, o a los hábitos y formas de ganarse la vida de las personas que viven en la calle. Por ejemplo, el turno de comida de 12 a 13hs, frecuente en muchos comedores, entorpece el ritmo de aquellos que obtienen algunas monedas de la venta de la prensa social, u otros artículos, o de los que piden a la puerta de supermercados en las horas de más afluencia de público. Por último, aún son pocos los comedores que ofrecen algún servicio más que la manutención, por ejemplo salas para ver la televisión, charlar o leer el periódico después de comer. Estos servicios contribuyen a “normalizar” la vida de las personas que de otro modo no cuentan con más alternativa que la rutina vacía y sin sentido de la calle. En consecuencia, si se quiere que cada vez sean menos personas las que pidan para comer, integrándose para ello en la red de comedores, habría que: 1. crear más servicios de comidas; 2. avanzar hacia un modelo menos rígido en cuanto a horarios y normativas, en el que se crearan establecimientos en régimen de autoservicio, con horarios flexibles, en los que no se precise tarjeta para entrar, ni hubiera un límite de asistencias por persona a lo largo del año. Asimismo se debería intentar hacer más grata la estancia en estos establecimientos con el objetivo de que la adherencia a los recursos vaya ganando terreno a la de la calle. Del mismo modo que ocurre con los albergues, se deberían habilitar espacios para que las personas dejen sus pertenencias o mascotas mientras comen o cenan, y esto no sea una excusa para no abandonar la calle aunque sea por periodos pequeños de tiempo. 174 La mendicidad Otro aspecto importante a la hora de valorar los recursos para PSH existentes en la actualidad es la política de rentas mínimas. En opinión de los expertos que trabajan con este colectivo, éste es un elemento principal a revisar si es que se quiere acabar con la mendicidad. En efecto, en el cuestionario incluíamos una pregunta que les interpelaba acerca de qué objetivos debería marcarse la Administración en la intervención social contra la mendicidad. Pues bien, el mayor número de respuestas (10,7%) considera que la cuantía de las rentas mínimas debería ser incrementada o, al menos, se deberían fomentar otro tipo de recursos económicos complementarios. Al mismo tiempo, habría que hacer un esfuerzo mayor para acercar estos recursos a la gente de la calle más aislada y desconectada de la red, procurando que ese dinero les vaya alejando tanto de la dependencia institucional como de la de la caridad o la voluntad de los viandantes: “Que accedan a rentas mínimas (…) Facilitar el acceso a ingresos mínimos y que éstos permitan verdaderamente una mayor autonomía personal y poder romper con la dependencia institucional.” (C.4), “Evitar la (la mendicidad) en lo posible, extendiendo las medidas de ingresos mínimos a toda la población sin recursos y sin trabajo.” (C. 15), “Ampliar la cobertura de las necesidades básicas con rentas mínimas de inserción más amplias.” (C.12), “Tramitación de ayudas económicas de apoyo.” (C.20), “Garantizar que todo el que esté en situación de marginación extrema tendrá recursos para vivir sin mendigar.” (C.21), “Garantizar una renta social básica mayor a la actual.” (C.9). Tabla 128.- Análisis de respuestas abiertas sobre objetivos que debería marcarse la Administración para evitar la mendicidad Nº de % respuestas Acceso e incremento de rentas mínimas 7 10,7 Erradicar la mendicidad infantil 6 9,2 Más recursos en general (económicos, albergues, personal) 5 7,6 Más recursos específicos para PST (trabajo de calle, centros de 5 7,6 baja exigencia, unidades móviles) Sensibilizar a la población 5 7,6 Políticas de empleo y proyectos de inserción laboral 4 6,5 175 Ofrecer alternativas Escucha de demandas, cubrir necesidades básicas Acompañamiento social y trabajo individual Coordinación Actuaciones específicas para determinados problemas (salud mental, inmigración…) Aplicar la legislación Solucionar el problema del sinhogarismo Prevención Investigar, conocer el problema Control del uso adecuado de los donativos que reciben las entidades Cerrar las fronteras No hacer nada si no existe abuso. La mendicidad es coherente con la religiosidad Otras Total 3 3 3 3 2 4,9 4,9 4,9 4,9 3,2 2 2 1 1 1 3,2 3,2 1,6 1,6 1,6 1 1 1,6 1,6 6 61 9,8 100 Hay que tener en cuenta que como comentábamos en otro sitio, una de las principales razones para mendigar es la falta o insuficiencia de recursos económicos para vivir. Las PST que no reciben prestaciones económicas sociales, no tienen más remedio que mendigar o vender clandestinamente lo que recaban, lo que en el argot de los sin techo se denomina “trapicheo”. “la busca” o el Aunque también puede haber otras formas de procurarse algún dinero ayudando en kioscos, recogiendo cartones de los supermercados, colaborando con los dueños de algunos puestos callejeros, recabando chatarra, etc. El hincapié que los expertos hacen sobre la necesidad de extender la garantía de las rentas mínimas a la gente de la calle se entiende mejor si tenemos en cuenta que probablemente aún son bastantes las PST que no cuentan con ningún tipo de ingreso. De hecho, de las 20 personas entrevistadas para este estudio, más de la mitad ( el 65%) no contaba con ningún tipo de prestación económica social en el momento en el que se realizaron las entrevistas. Si contrastamos estos datos con los que se recogen en la Memoria del año 2001 de Puerta Abierta (centro de baja exigencia dirigido a PST con largos procesos de calle y con dificultades de adaptación a los albergues convencionales), el porcentaje de personas sin 176 prestación económica es también considerable, aunque algo inferior al de nuestra muestra. En concreto, un 41,6% de los usuarios de este albergue no contaba con prestaciones económicas. Probablemente, la decisión de optar por la vía de la “institucionalización”, aunque sea en un centro de baja exigencia, aumenta las posibilidades de tener algún tipo de cobertura económica pues, por un lado, algunas PST comienzan a conocer y aceptar que también por vía institucional pueden asegurarse algunos beneficios; y, por otro lado, una vez ubicados en estos centros, los profesionales pueden hacer una labor más directa y continua de información y sensibilización sobre los usuarios. En cualquier caso, todo parece indicar que hoy en día aún existe un volumen considerable de personas viviendo en la calle sin protección económica social, y esto, indudablemente, incrementa la necesidad y la conducta de pedir, las cuales pueden terminar por convertirse en hábito. Ahora bien, pasar a tener un ingreso fijo, por mínimo que sea, retira a muchas personas de la mendicidad, pero no la elimina del todo. Una de las razones principales estriba en que la cuantía de esos ingresos no suele ser suficiente para sobrevivir. Unas veces el dinero se destina casi íntegramente a alquilar una habitación en alguna pensión barata y, entonces, no queda más remedio que procurarse algunos ingresos extras (ver Rubio, 2002)8. Otras veces se sigue durmiendo en la calle o se asiste a un centro de baja exigencia, empleándose el dinero de las prestaciones en comida, bebida o algo de ropa, evitando así asistir a los comedores y los roperos públicos. En esos casos se pide para obtener algún dinero más, pues como ellos mismos dicen “vivir en la calle es caro”. En este sentido es en el que las personas que trabajan con PSH afirman que la cuantía actual de las rentas mínimas es insuficiente si es que de verdad se quiere sacar a la gente de la calle. Rentas que además deberían complementarse con otra serie de coberturas básicas como la vivienda: “Facilitar el acceso a recursos complementarios que la eviten: viviendas, etc.” (C.9). 8 El precio medio de las pensiones más económicas del centro de Madrid era en 2002 de 282, 4 Euros al mes (47.000 ptas). 177 La erradicación de los brotes de mendicidad infantil que han surgido en los últimos años aparece como la segunda medida a tomar por la Administración, a juicio de las personas que trabajan con la gente sin hogar, quienes se han expresado como sigue: “Erradicar la mendicidad infantil de forma urgente.” (C.5), “Erradicar la mendicidad infantil aplicando la legislación que ya existe.” (C.1), “Erradicar la mendicidad infantil.” (C.3), “En cuanto a la mendicidad de menores o el uso de menores para la mendicidad, aplicar medidas legales oportunas.” (C. 6). Sin duda en esta práctica no sólo se ve un claro abuso sobre los menores, sino el caldo de cultivo de futuras conductas mendicantes. Y aunque ya hemos indicado que se trata de una práctica minoritaria (alrededor de un 5% de los adultos que mendigan lo hacen con niños), sin embargo, genera una elevada alarma social. Conscientes de que este tipo de mendicidad hoy en día sólo la ejercen algunas personas extranjeras, se propone el control de la misma intensificando y ampliando el trabajo que se realiza desde los campamentos: “Evitar cualquier tipo de mendicidad infantil, también para extranjeros, solucionando su situación en los campamentos, con escolarización obligatoria y reeducando a los padres (escuela de padres).” (C. 19) La insuficiencia de recursos para atender el problema del sinhogarismo a la que nos venimos refiriendo hasta ahora, se actualiza de nuevo cuando se aborda el tema de la mendicidad. Por eso, un 5% de las respuestas se refieren a la necesidad de contar con más medios materiales (recursos económicos, centros de acogida, etc.) y humanos (más profesionales), a las que habría que sumar otro 5% que específicamente señalan que se deberían aumentar los recursos específicos (trabajo de calle, unidades móviles, centros de baja exigencia) para la gente que vive y duerme literalmente sin techo. Hacer más fuerte a la red de recursos también supone realizar un trabajo más sólido de acompañamiento social y trabajo individualizado (4,9%), contar con efectivos suficientes para acercarse más a la gente de la calle e intentar cubrir sus 178 necesidades básicas (4,9%), atender específicamente a problemas graves asociados a veces a la mendicidad y la falta de un hogar –como las toxicomanías y la salud mental- (3,2%) y enriquecerla con nuevas alternativas (4,9%) y proyectos de inserción sociolaboral (6,5%) que hagan preferible la dinámica de la inserción a la dinámica segregadora a la que conduce la conducta de pedir. En este mismo sentido de reforzar los recursos para PSH, abundan aquellas respuestas que consideran que la mendicidad se resolverá cuando se acabe con ese otro problema más genérico del sinhogarismo (3,2%). En un puesto destacado, con 7,6% de las respuestas, los que han respondido al cuestionario han situado la necesidad de sensibilizar a la opinión pública para que se conciencie del efecto perjudicial que a la larga conlleva el hábito de dar a los que piden: “Informar de que puede ser contraproducente para los que mendigan.” (C.21), “Prevenirla organizando campañas de sensibilización a la población en general para que no la apoye.” (C.15) También algunos expertos han querido resaltar las sospechas, que desde hace tiempo existen entre las personas que trabajan con gente de la calle, acerca de algunas iniciativas que se presentan bajo la apariencia de alternativas a la mendicidad, o sobre posibles grupos organizados. Y plantean la necesidad de que la ley tome cuanto antes cartas en el asunto: “Efectuar control sobre “farolas y similares.” (C.3), “Definir y distinguir la mendicidad como problema social de la mendicidad como mafia organizada, aplicando la legislación vigente a estos últimos.” (C.1). Por último, además de referencias a la necesidad de apoyar la investigación y el conocimiento de la mendicidad y de tratar de realizar actividades preventivas, aparecen algunas propuestas que a pesar de su carácter minoritario conviene resaltar pues representan la posición más obsoleta de la atención al problema del sinhogarismo y la mendicidad. Las mismas tratan de erradicar el problema a base 179 de negarlo o por el contrario de legitimarlo como una cuestión moral. Así, en el primer caso, y ante, por ejemplo, los inmigrantes sin recursos económicos y sin hogar se propondrá la medida de “Controlar las fronteras.” (C.11), mientras que en el segundo caso se justificará la mendicidad y la caridad alegando que “Si no hay coacción o abuso (la mendicidad) es una forma tan legal como otra cualquiera de ganarse la vida. Además está ligada a la formación religiosa (alguien tiene que ser el destinatario del ejercicio de la caridad).” (C.8) 5.2.2. Los problemas de coordinación y conexión externa Además de las características señaladas, hay que apuntar que la actual red de atención a PSH posee una baja articulación interna, así como un aislamiento y desconexión respecto de otros sistemas de protección social. En cuanto a la coordinación en el seno de la propia red, ya hemos visto como las personas que trabajan con PSH, la consideraban insuficiente. Así, en todas las preguntas del cuestionario a las que hasta ahora nos hemos referido, la mayor coordinación es una necesidad que aparece una y otra vez con un número significativo de respuestas. Además de contar con esta información, en el cuestionario incluíamos una pregunta que de modo directo trataba de averiguar de qué manera se podría mejorar la coordinación de la red, con la intención no sólo de que se hicieran propuestas, sino que de las mismas se pudieran extraer algunas orientaciones acerca de aquello que funciona a medias o directamente no existe. Pues bien, la falta de comunicación y conexión entre los profesionales y las entidades es el primer rasgo (25,8%) sobre el que se asienta la débil articulación interna de la red (ver tab. sig.). Las propias personas que trabajan en la misma ponen de relieve que se conocen poco entre sí (“Conocer “realmente” cómo 180 funcionamos cada uno.” (C.14), “Conocimiento mayor de las instituciones, ONG, asociaciones y entidades implicadas en este ámbito de actuación.” (C. 15) ), que se sabe poco del trabajo que desarrolla cada uno (“Más encuentros entre las distintas instituciones, conocer realmente su trabajo, sus dificultades, etc. y unir esfuerzos.” (C.17) ), y que una mayor relación permitiría mejorar las relaciones entre unos y otros, beneficiarse mutuamente de las distintas experiencias y aunar esfuerzos (“Mejor relación entre los profesionales.” (C.10), ”Encuentros particulares, visitando los otros centros y programas, intercambiando experiencias en el campo propio de cada uno, mejoraría.” (C.13), “Con el conocimiento de todas las entidades que trabajamos con sin hogar y un compromiso serio de trabajar en equipo.” (C.11). Como ya se ha señalado, en la actualidad las reuniones de la Campaña del frío y las de Puerta Abierta son los únicos espacios en los que los distintos recursos tienen la oportunidad de verse de modo periódico, Allí, informal y ocasionalmente, se intercambia información que trasciende los motivos concretos por los que se convocan esas reuniones. Pero, se trata de un acto voluntario, que no obedece a una estrategia planificada y establecida de comunicación y trabajo conjunto, sino más bien a iniciativas personales. Ante esta ausencia de un espacio donde poder trabajar coordinadamente, se planteará “crear un Foro de reflexión, del que derivará la coordinación y el trabajo en Red.” (C.19). Tabla 139.- Análisis de respuestas abiertas sobre Coordinación de la red de recursos Nº de % respuestas Más comunicación y conocimiento entre profesionales y 8 25,8% entidades Propuestas concretas de coordinación 7 22,5% Mayor responsabilidad de la Administración 5 16,1% Crear redes organizadas 3 9,6% Reforzar lo que ya existe 3 9,6% Otras 5 16,1% Total 31 100 181 Esta desconexión entre las entidades de la red de recursos para PSH se ancla en diferentes factores que tiene que ver con la propia evolución histórica del problema del sinhogarismo, algunos rasgos definitorios de los recursos y las actuales condiciones de financiación de muchas entidades. Así, según la titularidad de los centros aún se puede reconocer falta de conocimiento mutuo y desconexión en función de que éstos sean públicos o privados, de orientación religiosa o civil, de ámbito municipal o regional. También el enlace parece a veces débil dependiendo de si se trata de viejos o nuevos recursos, o si los mismos tienen un carácter eminentemente profesional o voluntario. A su vez existe cierta competencia a la hora de la asignación de los escasos recursos económicos que principalmente provienen de la Administración, rasgo que, por otra parte, no afecta sólo al área de las entidades que trabajan con PSH, sino al conjunto del sector no lucrativo dedicado a los servicios sociales. Para solventar esta insuficiente articulación interna se proponen varias vías de actuación. En primer lugar, se considera que la Administración debería hacer un esfuerzo mayor para tratar de promover y dirigir la coordinación entre entidades (16,1%), pues se la considera la máxima responsable a la hora de tratar de solucionar los problemas sociales: “Coordinado y dirigido por el Ayuntamiento. Se necesita voluntad política del Ayuntamiento.” (C.19), “Desde luego creo que la mejor forma de mejorar la coordinación es que ésta parta de la Administración. Como la responsabilidad de que alguien duerma y siga en la calle día tras día es de la propia Administración, aunque también los ciudadanos, la sociedad civil, algo tenemos que decir en eso, está claro que es ella la que debe crear el modo en que la famosa red sea algo útil y que verdaderamente sume esfuerzos y ayude a los verdaderos protagonistas de todo esto, que son las personas sin hogar.” (C.18); por otro lado, la Administración Pública también será la encargada de garantizar las necesidades económicas de las instituciones para que éstas puedan atender más y mejor a la población afectada (“Crear una verdadera red impulsada desde la 182 Administración, garantizando la financiación a la iniciativa social y coordinada entre ambas.” (C.9) ), lo que redundará en un funcionamiento y una articulación mejor entre las mismas. Otro paso para conseguir la proyectada coordinación consistiría en crear una red de entidades tanto públicas como privadas, al modo de FACIAM, pero más desarrollada, que permitiera el contacto, el intercambio de información y el trabajo conjunto (9,5%). Y para dar efectividad a esa red, se propone crear un archivo informatizado que conecte on line a todas las entidades. Este sistema de información debería permitir coordinar las actuaciones, actualizar y registrar día a día los datos de los distintos recursos, e informar acerca de las posibilidades que la red ofrece (plazas, talleres, servicios, etc.). Del mismo podría servir para difundir y debatir sobre las buenas prácticas que muchas entidades están llevando a cabo. El trabajo en red será la meta última a conseguir. Objetivo tan presente y deseado en el discurso de los que trabajan con PSH, como hasta el momento difícil de materializar: “Creando, además de FACIAM, una coordinadora de asociaciones.” (C. 21), “Además del fichero de CEDIA la Administración tendría que tener otro, y estar todas las instituciones coordinadas iniciativa social – Administración (autonómica, local).” (C.2), “Una red informática (internet) donde se facilitara toda la información de plazas, horarios, albergues, etc.” (C.10). Para la organización del trabajo en red, un 22,5% de las respuestas recogen propuestas concretas. Así, por ejemplo, se apunta que deberían establecerse funciones y cometidos entre las entidades (“Establecimiento de un reparto claro de funciones y competencias. Establecimiento de los límites de actuación de cada entidad.” (C.15) ), diseñar protocolos y evaluaciones periódicas (“Una planificación previa del circuito de atención. Elaboración de protocolos. Una evaluación periódica con propuestas para actuaciones futuras.” (C. 15) ), unificar criterios de intervención (“Desde unas convicciones sólidas a compartir por todos los centros, unas mismas líneas o pautas de intervención. Tener unos mismos criterios comunes, tanto de lugares públicos como de los privados.” (C.7)), potenciar tanto 183 la coordinación general como aquella otra más específica que permita establecer acuerdos sobre las estrategias de intervención y seguimiento de los casos (“Estableciendo diferentes niveles de coordinación: para aspectos generales y de información; para trabajo en red de casos concretos; buscar sistemas de información común; mesas de trabajo.” (C.3) ) y reforzar la coordinación con los Servicios Sociales Generales y las entidades no lucrativas próximas al problema de los sin hogar (“Mejorar canales de información, no sólo entre centros de la red, sino hacia Servicios Sociales Generales y asociaciones que de alguna manera trabajan con PSH.” (C.5). En cuanto a la articulación externa de la red de atención a PSH, se detecta un aislamiento y desconexión de la misma respecto a los organismos encargados de gestionar áreas como vivienda, sanidad, empleo, policía y seguridad. Del mismo modo, este aislamiento se ve reflejado en las barreras que en muchas ocasiones las PSH encuentran para acceder a servicios de la Administración Pública, Justicia o al sistema de salud (por ejemplo, en hospitales). 5.2.3. Los medios para la prevención Desde una perspectiva global, la intervención social con personas que viven literalmente en la calle y/o que piden, centrada hasta ahora principalmente en la asistencia y reinserción, debería ser completada con la prevención. Justamente en este epígrafe nos detendremos en analizar hasta qué punto la red de recursos para PSH cuenta con medios suficientes y desarrolla actuaciones adecuadas para evitar que las situaciones de vulnerabilidad se terminen consolidando hasta terminar en la calle. 184 Si nos fijamos en las respuestas que a la pregunta ¿Cómo actuarías preventivamente para evitar que haya gente que haga de la calle su lugar de vida habitual?, han ofrecido las personas que trabajan en la red (ver tab. sig.), vemos cómo se ha privilegiado la vía político-institucional como primer paso para desarrollar una labor preventiva. Así, un 18,1% de las respuestas consideran que deberían abonarse de una forma más decidida el terreno de las Políticas Sociales. Se sitúa, por tanto, en un ámbito estructural y político, que en ocasiones sobrepasa las competencias de la propia red, el principal mecanismo capaz de evitar el problema. Cómo medida más general la prevención se haría efectiva “Poniendo en marcha una política social más igualitaria, a nivel general.” (C. 12), en un nivel intermedio se estima que se deberían “Diseñar políticas ajustadas a la realidad que presentan personas en riesgo, relacionadas con la inmigración, empleo, vivienda, sanidad, servicios sociales…” (C.4), “Desde el ámbito de lo público mejores políticas de empleo, trabajos menos precarios.” (C.10), y, finalmente, se resalta el papel que en este problema tienen los Servicios Sociales Generales. Haciéndose referencia explícita a que la capacidad de actuación de estos servicios debería ser reforzada: “Reforzando los Servicios Sociales Generales y específicos de familia, coordinando todos los servicios existentes en los distritos.” (C.2), “Reforzar los Servicios Sociales de base, formándoles en trabajar situaciones de estrés y crisis.” (C. 1), “Intervención preventiva en la red de Servicios Sociales generales, dotándoles del presupuesto necesario para alojamientos y recursos humanos en el acompañamiento social, coordinado con la red sanitaria.” (C.9), “Actuando antes de que llegue a la calle, fundamentalmente desde Servicios Sociales.” (C.3). También en las entrevistas en profundidad realizadas a profesionales, el plano político-institucional ha sido puesto de manifiesto frecuentemente; y no sólo desde la óptica de la prevención, sino para plantear que la intervención social frente al sinhogarismo siempre aparece lastrada por una débil implicación de los distintos niveles de la Administración pública. “Hay poca pringue y poca implicación de la Administración en este sentido y luego además claro a los servicios sociales, que 185 en definitiva son los que los que tratarían todo eso, se les debe dar un rango como se le da a la sanidad como se le da a cualquier otro elemento que tenga que ver con la con los ciudadanos, sanidad pública, etc, etc, que no se da…” (E. 5P:8) Tabla 1410.- Análisis de respuestas abiertas sobre Prevención de las situaciones de calle Nº de % respuestas Políticas y Servicios Sociales 8 18,1 Servicios especializados en determinados problemas (salud 5 11,3 mental, toxicomanías, jóvenes desinstitucionalizados…) Más plazas en alojamientos 4 9 Más trabajo de calle 4 9 Mejorar la primera acogida 4 9 Incrementar el trabajo individualizado con los usuarios 3 6,8 Más coordinación 3 6,8 Más centros de atención integral, no sólo asistencial 3 6,8 Sensibilización de la opinión pública 2 4,5 Prevención y acceso a recursos primarios 2 4,5 Otras 6 13,6 Total 44 100 Dentro ya del marco de la red de recursos para PSH, la prevención podría hacerse más efectiva si se destinaran más recursos y servicios especializados en algunos problemas que, como ya hemos visto, acompañan a algunos sin techo (Salud Mental y Toxicomanías, principalmente) (11,3%): “Aumento de recursos primarios en salud mental.” (C.11), “Actuar, conjuntamente, con equipos interdisciplinares en Salud Mental.” (C.20), “Reforzar la atención de toxicomanías.” (C.11). Aunque también se apunta la situación de jóvenes protegidos por la Comunidad de Madrid, que al cumplir la mayoría de edad son desinstitucionalizados (“Trabajo intensivo y con proyectos concretos a la hora de desinstitucionalizar a jóvenes.” (C.1) ) , o la de los inmigrantes (“En el tema de extranjeros incorporarlos a la red de nacionales o crear una red similar: si no conseguiremos cronificar este colectivo.” (C.5) ). Naturalmente una respuesta temprana y adecuada a las necesidades de estos colectivos evitaría que muchas personas terminaran convirtiendo a la calle en su hogar. 186 La tan reiterada falta de plazas en los alojamientos de la red es un factor que contribuye a perpetuar y deteriorar la vida en la calle y, por lo tanto, obstaculiza el trabajo que se pueda realizar para evitarla. Aumentar el número de plazas se propone así no sólo como una medida asistencial, sino preventiva (9%): “Creando más plazas de alojamiento, muchas veces viven en la calle porque no tienen otro sitio, no porque quieran.” (C.5). Ahora bien, una vez más se recuerda que la oferta residencial ha de ser adaptada y coherente con las distintas necesidades de las PST: “Creando recurso alternativos de alojamiento y estancia.” (C.15) Intensificar el trabajo de calle será otra medida preventiva que buscará que el paso a la calle sea sólo provisional, ofreciendo a las PST otras alternativas (9%): “Realización de trabajo de calle que permita evitar la cronificación de aquellas personas que se encuentran en la calle de forma puntual.” (C.4). En esa misma línea, mejorar la primera acogida de los usuarios contribuiría a evitar que estas personas pasen a engrosar de modo rutinario el contingente de albergados o sin Techo (9%). De la primera acogida dependerá, en buena medida, las actitudes de aceptación o rechazo institucional, y también en ella se efectuará el primer diagnóstico y propuesta de intervención en función de las necesidades de cada persona: ”Mejorando la calidad de la atención cuando la persona tiene el primer contacto institucional. (Esto se traduce en personal cualificado y formado, más recursos.” (C.5), “Actuando de manera intensiva en el momento inicial con equipos interdisciplinares y alojamientos específicos y programas de intervención intensivos.” (C.9). Y tanto en un primer momento como en etapas posteriores, la manera más adecuada de atender el problema será a través del trabajo individualizado, diseñando estrategias e itinerarios personalizados de inserción (6,8%): “Trabajar directamente con la persona. Escuchar su problema y proceso para llegar a ese lugar.” (C.20) La coordinación entre los distintos recursos de la red y con otras redes como la sanitaria también reduciría el número de personas que acaban en la calle, al poder 187 responder más ágilmente a las necesidades de cada uno (6,8%). Y en esa misma línea el acceso que las PST tienen a los recursos primarios parece aún muy limitado. “Con una buena coordinación de las instituciones tanto públicas como privada y sobre todo desde le sector público que las distintas áreas (trabajo, sanidad, etc.) trabajen como un problema común.” (C. 17) Junto a la demanda de más plazas, también se formula otra que reclama más centros (6,8%), pero eso sí con la idea de que cada vez en ellos se supere la mera asistencia de necesidades básicas para prestar una atención más integral que responsa a las necesidades psico-sociales de las PST y les ayude a salir cuanto antes de la vía de la exclusión social: “Con programas integrales de atención y no simplemente asistencia.” (C.10) Por último, la información y sensibilización de la opinión pública contribuiría a que los ciudadanos no contribuyan de una u otra manera a perpetuar la situación de las personas en la calle: “Una mayor información a la sociedad de recursos sociales previos a los específicos.” (C. 11), “Sensibilizando y concienciando a la población de la realidad de la gente que está en la calle, se evitaría el habitual desprecio e indiferencia.” (C.19). La mayor parte de las propuestas recogidas hasta el momento en torno a la prevención del problema de las PST, son apuntadas también por los expertos cuando les preguntamos acerca de qué actuaciones preventivas deberían ser adoptadas para evitar la mendicidad. Sin embargo, en esta ocasión se incluyen dos propuestas más que, por otro lado, ya aparecían cuando se les preguntaba sobre los objetivos que debería marcarse la Administración para atajar este problema. Se trata de incrementar el papel de las Rentas mínimas -aumentando la cuantía de éstas y extendiéndolas al mayor número posible de potenciales usuarios-, (“Garantizar el acceso a las rentas.” (C.3), “Reforzar el papel de las Rentas mínimas y su cuantía.” (C.1) ), y crear más recursos orientados a la formación e inserción socio-laboral: talleres ocupacionales con prestaciones 188 económicas, empresas de inserción, etc. (“Trabajar por la inserción laboral de unos y por la terapia ocupacional de otros, la gente tiene que estar ocupada, sentirse útil y recibir algo a cambio de su esfuerzo.” (C.1). Medidas que tratan de mejorar la situación económica de los que mendigan, ofreciendo posibles alternativas que eviten la necesidad de pedir. Tabla 1511.- Análisis de respuestas abiertas sobre Prevención de la Mendicidad Nº de % respuestas Reforzar el papel de las Rentas Mínimas 6 14,2 Formación e inserción socio-laboral 5 11,9 Más centros adaptados 4 9,5 Actuaciones especializadas en los centros y trabajo de calle 4 9,5 Conocer las necesidades individuales 4 9,5 Políticas sociales (vivienda, trabajo…) 3 7,1 Sensibilización opinión pública 2 4,7 Cubrir las necesidades básicas 1 2,3 Mayor implicación desde los recursos socio-sanitarios 1 2,3 Elaboración de planes contando con los propios usuarios 1 2,3 Perseguir a las mafias 1 2,3 Coordinación 1 2,3 Abordar el problema del sinhogarismo 1 2,3 Aumentar presupuestos 1 2,3 Otras 7 16,6 Total 42 100 189 6. CONCLUSIONES Presentamos a continuación las principales conclusiones del estudio realizado que sirven de base para justificar las medidas a adoptar 1. Las estimaciones, sobre el número de personas que viven y duermen en las calles de Madrid, quedando fuera de la red de albergues y dispositivos de alojamiento existentes, apuntan a una cifra situada en torno a 500 personas en un día cualquiera. 2. Si tenemos en cuenta que en Madrid, existen 1256 plazas de alojamiento/refugio disponibles, que pueden estar ocupadas en torno al 90% por término medio, hemos de concluir que, en un día cualquiera las Personas Sin Hogar en Madrid son unas 1600. 3. Si nos fijamos estrictamente en las que viven a la intemperie, a las que de forma convencional podemos referirnos como Personas (literalmente) Sin Techo, nos encontramos con el siguiente perfil: a. Las cuatro quintas partes (82%) de las personas que viven y duermen en la calle son hombres, y sólo encontramos el 18% de mujeres. Si bien, el porcentaje de mujeres se eleva hasta un 29% entre las PST que presentan síntomas de padecer una enfermedad mental grave. b. La edad media de quienes viven sin techo está en torno a 41.6 años. Esta edad desciende hasta los 33,8 años entre quienes presentan problemas de drogadicción, y se eleva hasta los 48 entre los enfermos mentales crónicos que viven sin techo. 190 c. La gente que vive a la intemperie no son recién llegados a Madrid, el 83,5% lleva viviendo en Madrid desde hace más de seis meses, y el 50% desde hace más de 5 años. d. Aproximadamente el 30% son extranjeros, la mayoría procedentes de países extracomunitarios. i. A diferencia de los nacionales, los extranjeros sin techo llevan mucho menos tiempo viviendo en Madrid: sólo el 23% lo hace desde más de 5 años. Lo que sugiere la necesidad de realizar una intervención temprana para evitar la consolidación de la vida en la calle de los extranjeros temporalmente en la calle. ii. Casi la tercera parte proceden de la Europa del Este (30%), el segundo colectivo más numeroso lo forman los latinoamericanos (25%), seguidos de los magrebíes (18%) y de los que provienen del África subsahariana (14%). Los ciudadanos de países de la UE, que se hallan viviendo literalmente sin techo en Madrid representan un 11% de todos los extranjeros de los que conocemos su nacionalidad. e. Nueve de los 21 distritos de Madrid acumulan el 89,3% de las personas que viven y/o piden en la calle: centro (31,5%), Moncloa (16,4%), Salamanca (8,4%), Arganzuela (7.7%), Chamberí (6,6%), Tetúan (5,7%), Chamartín (5,1%), Latina (4,5%) y Retiro (3,4%). 4. Si nos atenemos al flujo anual de personas nuevas que son detectadas viviendo en la calle cada año, podemos decir que, aproximadamente una persona cada día viene a caer en la calle y empieza a vivir sin techo en Madrid. 191 5. Algo más de la mitad de las personas que viven a la intemperie (el 54%), suelen pernoctar en grupo o en pareja, como una forma de prestarse protección y apoyo en sus dramáticas circunstancias vitales. 6. En cuanto a la mendicidad, podemos estimar el número de personas que practican la mendicidad, en torno a 600-800 personas, de las que sólo una tercera parte se encontrarían viviendo en la calle. 7. El 28% de quienes mendigan son mujeres. Entre ellas son relativamente numerosas las ancianas mayores de 65 años. 8. Según los datos de la UMES, a lo largo del 2001 se detectaron un 5% son casos de mendicidad con menores. En nuestro recuento diurno, no encontramos ningún ejemplo de mendicidad con menores; en este aspecto, creemos que la actuación de la policía municipal es mucho más efectiva de lo que a menudo se afirma. 9. Contra la imagen más extendida que nace de la extrema visibilidad en las formas de ejercer la mendicidad de algunos grupos rumanos, el 80% de los que mendigan en Madrid son españoles a. Si nos atenemos a los datos obtenidos mediante observación callejera durante el día, el panorama de quienes parecen vivir en la calle, mendigan o se dedican a ganarse la vida vendiendo en la calle, digamos que la impresión que podría obtener el ciudadano medio reflejaría que las calles “están llenas” de: i. vendedores” (46%); ii. gente sin techo (44%) iii. y gentes que ejercen la mendicidad (32%). 192 Los porcentajes suman más de 100 porque las situaciones se solapan tal y como se muestra en el siguiente gráfico: La “gente de la calle” en Madrid (%) Duermen sin techo 10,8% 30,5% 2,5% Piden Limosna 12,7% 0,2% 9,1% 34,2% Venta de productos / Servicios 10. Aproximadamente un tercio de quienes encontramos mendigando (32,9%), se puede presumir que además viven sin techo, y, viceversa, a una cuarta parte de quienes identificamos como personas sin techo nos las encontramos mendigando en ese momento (24,5%). Es decir, ni todas las personas sin techo mendigan, ni todos los mendigos viven sin techo. 11. Como cabía esperar de todos los subgrupos que se dan cita en “la calle”, es entre las PST donde se dan cita los mayores deterioros físicos, de imagen externa y de problemas asociados como puedan ser el alcoholismo, la drogadicción y/o la enfermedad mental (ver tabla en Anexo I). 12. Entre las PST podríamos distinguir, al menos, dos perfiles: a) el grupo de quienes se han instalado de forma estable en la calle, han roto con la red social y de recursos, muestran un claro rechazo a las instituciones, saben 193 buscarse la vida gracias a la mendicidad, la busca, las ayudas vecinales o el trapicheo, y muestran un acusado desinterés por movilizarse hacia procesos de reinserción; y b) el grupo de quienes alternan dormir en la calle con estancias en pensiones y/o albergues, entran y salen de la red de asistencia, muchos de ellos han cobrado el IMI o incluso cobran todavía la RMI, y entre los cuales es bastante habitual encontrar a personas con fuertes adicciones. 13. En cuanto a los alcances y límites de la atención que actualmente se presta desde los recursos socio-asistenciales, podemos resumirlos en torno a cuatro ejes: a. son insuficientes para las necesidades actuales, b. están inadaptados a los perfiles y problemas que se dan cita en estos momentos entre las PST, c. se encuentran muy poco articulados entre sí, y d. fuertemente desconectados de otros sistemas de protección social. Lo que expresado brevemente pero con algún detalle significa: a) Insuficiencia: • Pocas plazas. • Pocos profesionales. • Poco trabajo de calle. • No hay centros de día de baja exigencia. • La RMI es insuficiente para cubrir el alojamiento. • Alojamientos para enfermos mentales con diferentes niveles de autonomía. • Residencias para desintoxicación alcohólica y de otras adicciones. • Sistema de información integral inexistente. 194 b) Inadaptación: • Horarios rígidos. • Cajón de sastre. • Espacios impersonales y poco acogedores. • Masificación. • Especialmente para Enfermos mentales y para Adicciones. • Tramos del día desatendidos. • Escasa adherencia, especialmente de los casos más severos. • Comedores a la antigua usanza. • Nuevos perfiles: parejas, familias. • Faltan consignas (pertenencias). • Mascotas. c) Baja articulación interna: • Desconexión al interior de la red específica: o Público / Privado. o Municipal / Regional. o Profesional / Voluntario. o Antiguos / Nuevos. o Confesional / Civil. o Desconocimiento mutuo. o Desconfianza y recelos. o Competencia y rivalidad. o Pugna por los escasos recursos. • Entre la red específica y los SS. SS. • Poco feed-back entre los equipos de calle y los centros (concepción de depósito) No hay seguimiento de los casos. Cada etapa rompe amarras con la anterior. Visión verticalista. d) Aislamiento y desconexión externa: • Vivienda. 195 • Sanidad. o Salud mental. o Hospitales. o Urgencias. • Empleo. • Policía y seguridad. • De la ciudadanía en general. Para tratar de hacer frente a esta situación, se propone la realización de un Plan de Atención Integral a Personas Sin Hogar de acuerdo a una serie de principios inspiradores que se detallan a continuación. 196 7. PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN 1. Vivir en la calle es malo, indigno e intolerable en una sociedad moderna y rica como la nuestra. El hecho de que no esté prohibido o de que no pueda, ni deba, impedirse por la fuerza que alguien viva a la intemperie, no lo convierte en algo positivo y beneficioso, ni para la propia persona, ni para la sociedad. Vivir en la calle es malo para la salud, física y mental -la calle mata9-, para la dignidad personal, y para la pretensión de construir una sociedad democrática y orientada hacia la igualdad, la justicia y el bienestar de todos sus miembros. Por lo tanto, hay que procurar eliminar o al menos reducir al máximo estas situaciones. Lo que significa apoyar aquellas estrategias y actuaciones que ayuden a la gente sin techo a dejar la calle, y rechazar todas aquellas otras que los mantienen anclados en ella. Esto implica: a. La necesidad de intensificar los incentivos para hacer que la gente salga de la calle, facilitando el acceso a los servicios, incrementando la oferta de alternativas adaptadas a cada caso y minimizando el coste psicológico que tal cambio de hábitos implica para la persona habituada a vivir sin techo. b. La filosofía subyacente a cada intervención ha de ser la de cómo lograr hacer más atractiva la vida fuera de la calle. c. Por eso mismo, los equipos que realicen trabajo de calle procurarán intervenir también sobre el entorno vecinal y relacional de las personas que se encuentran viviendo a la intemperie para tratar de 9 De las 157 personas viviendo en las calles de Madrid con las que la UMES trabajó más intensamente en el 2001, 10 fallecieron a lo largo del año pasado. Esto significa una tasa de mortalidad de un 63,7 por mil que es siete veces superior a la tasa de mortalidad de la población española (9 por mil) y 8,5 veces mayor que la tasa de mortalidad entre la población madrileña (7,5). 197 educar y formar a los ciudadanos, evitando que se prodiguen las actuaciones bien intencionadas pero erróneas que terminan por consolidar la exclusión y “fijando” a la persona en la calle. 2. Es preciso actuar sobre las causas. Lo que implica renunciar a una intervención meramente cosmética encaminada a disimular los efectos o invisibilizar la realidad de la exclusión y el desarraigo. Igualmente significa renunciar a abordar el problema exclusivamente en términos policiales, represivos o de mero control social. a. Dormir en la calle, suele ser el resultado más visible de una compleja conjunción de problemas diversos, sin embargo, considerándolo en sí mismo remite directamente a un problema de alojamiento, que o bien no existe, o bien no se adapta a las necesidades, aspiraciones o estilos de vida de la Persona Sin Techo, por ello que las actuaciones encaminadas a organizar la provisión de alternativas residenciales atractivas y adaptadas a cada situación particular, constituirán el principal eje vertebrador de este plan de actuación. b. La intervención que se realice con la gente que vive en la calle y/o que practica la mendicidad, estará orientada por criterios técnicos y profesionales de intervención social. c. La intervención social encaminada a reducir el número de personas que viven marginadas hasta el extremo y a la intemperie, será la que ordene y dirija cualquier otra actuación ya sea de la policía o de cualquier otra agencia de la administración pública que pueda solicitarse en cada caso. d. De cara a la ciudadanía en general, parece importante realizar una campaña de sensibilización en torno a la inconveniencia de realizar acciones, como por ejemplo la limosna indiscriminada, que tienden a perpetuar y sostener, cuando no a agravar, la situación de quienes viven en la calle. 198 3. En aras de una mayor eficacia, se requiere una intervención focalizada sobre los grupos y casos más vulnerables del amplio abanico de situaciones que se dan cita entre la gente sin hogar. Se propone: a. Primar las actuaciones basadas en diagnósticos realizados en medio abierto y destinadas a dar salida a la gente de la calle. b. Establecer una reserva de plazas de alojamiento destinadas a las personas durmiendo a la intemperie que manifiesten su deseo de acudir a un centro de albergue. 4. Hay que incrementar los recursos existentes puesto que no bastan para poder acoger en condiciones dignas a toda la población sin techo que existe en Madrid actualmente. Un repaso somero al mapa de recursos con que cuenta Madrid, revela rápidamente, que antes de iniciar cualquier mejora y revisión de cuanto existe, se requiere sencillamente un incremento de las plazas, los profesionales y los centros con que contamos. Lo que significa: a. Crear más plazas de alojamiento, dirigidas a los que están más necesitados de ellas, esto es: aquellos que se encuentran literalmente viviendo en la calle. b. Lugares de albergue de baja exigencia nocturna en las zonas céntricas donde se acumula más población durmiendo sin techo. c. Reforzar el trabajo de calle mediante la creación de equipos multiprofesionales, vinculados orgánicamente a los servicios sociales generales y a los centros de alojamiento existentes en cada distrito, con responsabilidad sobre su área territorial de actuación, y capacidad para establecer prioridades de acceso a los servicios (de alojamiento, salud mental, desintoxicación, etc) 199 d. Se necesitan más centros de día en los que la gente sin techo pueda realizar actividades y permanecer ocupados en tareas que les alejen de la autodestructividad que supone vivir un tiempo de vigilia agobiante y sin sentido. e. Creación de minialbergues, o mini residencias diseminadas por el territorio madrileño para personas solas pero relativamente autosuficientes, dotadas con personal que preste apoyo psicosocial y realice un acompañamiento profesional. f. Favorecer y estimular las salidas hacia el alquiler social en viviendas y apartamentos públicos. 5. Diversificación y adaptación de los recursos. Lo que implica, cambiar el enfoque de algunos que ya existen, promover su especialización, y en general adaptarlos a las necesidades actuales. Hay que aumentar la calidad de la atención que se presta en los recursos existentes. Todas aquellas iniciativas que se financian con dinero público no pueden sino actuar desde principios universalistas y orientarse a ofrecer una atención digna, transparente, profesional y técnicamente orientada. Lo que supone: a. Favorecer el acceso directo, sin limitaciones horarias u otras exigencias adicionales a los recursos de alojamiento. b. Crear residencias de pequeñas dimensiones diseñadas para atender necesidades específicas: adicciones, alcoholismo, salud mental. c. Establecer horarios de entrada, salida y comidas adaptados a los usos mayoritarios de la población española. d. Está comprobado que las horas más efectivas de actuación en medio abierto son las primeras horas de la noche y al amanecer, con lo que deben favorecerse los servicios de 24 horas y modificar los horarios de intervención. En la actualidad los servicios existentes durante la noche son llevados exclusivamente por voluntarios. 200 e. Primar las iniciativas que estimulen la utilización independiente y flexible por parte de los usuarios, como por ejemplo, comedores en régimen de autoservicio, o albergues de horario y acceso abierto no limitado. f. De igual modo se primarán las iniciativas que se muestren flexibles en la aceptación de mascotas, carritos con las pertenencias, etc, como forma de facilitar la incorporación social de estas personas a ámbitos que les alejen de la calle. g. Establecer mínimos de calidad que contribuyan a dignificar la atención que reciben las PSH en lo que se refiere a condiciones físicas del local, número de profesionales que intervienen, etc. 6. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional. Lo que requiere modificar los procedimientos de trabajo, diseñar protocolos de actuación, y establecer instancias de encuentro y coordinación regular y periódica. a. Creación de una ventanilla única en cada localidad, y por distrito en el caso de Madrid, para poder acceder a las prestaciones básicas de alojamiento, que estará integrada en los centros de servicios sociales municipales, y que funcionará siempre salvo en casos de emergencia. b. Creación de un sistema de información integrado que permita coordinar las actuaciones, integrar las posibilidades que ofrece la red de recursos de alojamiento y atención, y hacer un seguimiento sostenido de la evolución de cada caso, así como proceder a una estimación de los dispositivos e instituciones que muestren ser más exitosos y eficaces a la hora de atraer y hacer salir a la gente de la calle. c. Incluir entre los criterios para optar a la concesión de ayudas y subvenciones de dinero público, la voluntad declarada y demostrable 201 de estar dispuesto a actuar coordinadamente y en red junto a los demás servicios. 7. Incentivar la salida de la calle de forma personal e individualizada. Únicamente se podrán lugar resultados a largo plazo, si se consiguen generar alternativas realistas y adaptadas a las situaciones personales de quienes han hecho de la calle su medio de vida habitual. a. Esto significa prestar especial interés a la actuación ante situaciones específicas como son las que presentan, los más jóvenes, los consumidores de drogas, los enfermos mentales y los alcohólicos. b. Las dificultades que se dan cita en muchos de los casos más complejos, requiere la contratación de trabajadores especializados en disciplinas como salud mental, enfermería, educación no formal, y por supuesto, trabajo social. 8. Territorialización de las intervenciones, los programas y los servicios, desarrollando la responsabilidad sobre áreas geográficas concretas de cuantos actúan en el sector. a. Los equipos de calle que realicen las tareas de contacto, detección, diagnóstico y seguimiento, tendrán responsabilidad sobre un área o territorio concreto y bien delimitado. b. Aún cuando los centros ya existentes lleven a cabo su actuación en ámbitos geográficos más amplios que el que establecen los distritos, en el futuro se incrementarán las relaciones de coordinación y competencia con el centro de servicios sociales correspondiente así como con los centros de salud mental, del INEM, de atención a drogodependencias, u otros que se encuentren radicados en su misma área geográfica. c. Todos aquellos servicios municipales que actúan habitualmente en medio abierto, como por ejemplo la policía de barrio, o incluso el 202 servicio de limpieza, pueden y deben ser implicados en la tarea de detectar la presencia de personas que viven a la intemperie y en condiciones lamentables, poniendo sobre aviso a los equipos de intervención social para que actúen con la mayor rapidez posible. 9. Actuar preventivamente para tratar de evitar la llegada a la calle y reducir así el flujo constante de personas que se ven viviendo sin techo. Esto puede ser especialmente importante en el caso de determinados colectivos como: menores institucionalizados, ex-presos, altas hospitalarias, amenazados de desahucio. a. Para evitar que la gente llegue a quedar en la calle, se impone una intensificación del trabajo preventivo con los servicios de trabajo social existentes en instituciones como: • Centros de tutela y acogida a menores. • Instituciones penitenciarias. • Hospitales y centros de salud. • Juzgados que entienden en problemas de desahucio. b. Paradójicamente, la actuación preventiva que debe realizarse en buena medida en los propios centros de servicios sociales, se encuentra a menudo frenada por la escasez de competencias de los trabajadores sociales para poder intervenir en materia de vivienda y sanidad, por lo que se hace imprescindible reforzar su papel en estos ámbitos. c. Igualmente para evitar las recaídas en la calle, se requiere dar continuidad al seguimiento y apoyo de las personas sin techo ya alojadas por parte de los equipos de detección y seguimiento que intervinieron en su salida de la calle. d. En este punto resultan fundamentales las iniciativas encaminadas a proporcionar ocupación y quehacer durante las horas diurnas, aunque no se trate de un empleo propiamente dicho, pero siempre que se trate de actividades 203 significativas en sí mismas y dotadas de sentido que puedan ir encaminando a la persona hacia la vida laboral. e. Parece importante programas actuar educativos de preventivamente sensibilización en mediante medios escolares, como colegios e institutos. 10. Dar protagonismo a los propios sujetos marginados sin techo y contar con su propia capacidad para ayudarse a sí mismos. a. El objetivo del empleo sigue siendo válido para la mayoría de la gente que vive sin techo, y para conseguirlo son fundamentales la participación, la motivación y la utilización de las potencialidades de los propios afectados. b. Favorecer las iniciativas destinadas a la reincorporación a la vida laboral de las personas marginadas sin hogar, especialmente aquellas que procuren conectarlas con el tejido empresarial y laboral convencional. c. Los grupos de iguales que realizan actividades de ocio, de expresión artística, literaria o social son un instrumento imprescindible para lograr habilitar a las PSH y pueden actuar como canales para generar iniciativas cargadas de sentido, intención y sabiduría práctica con relación a este complejo problema. d. Tanto si se trata de avanzar en un programa de deshabituación a las drogas y/o al alcohol, como si se trata de reelaborar la relación con la familia y favorecer así el retorno a casa, los grupos de autoayuda y apoyo entre personas que han vivido experiencias similares deben ser una herramienta que se utilice cada vez más, abandonando las actitudes paternalistas y de sobreprotección que fueron habituales en otros tiempos. 204 8. PROPUESTA DE ACTUACIONES PARA LA ELABORACIÓN DE UN “PLAN DE ATENCIÓN A PERSONAS SIN HOGAR DE LA COMUNIDAD DE MADRID” De acuerdo a los principios anteriormente expuestos, el Plan que se propone desarrollar en detalle a lo largo de los próximos seis meses, para ser ejecutado a lo largo del período 2003-2006, podría ordenarse en torno a siete grandes capítulos: I. Atención y Asistencia II. Recuperación e Inserción Social III. Prevención IV. Coordinación V. Territorialidad VI. Participación ciudadana VII. Calidad Los tres primeros capítulos recogen las tres grandes etapas en la acción social frente al sinhogarismo, y los cuatro siguientes reflejan cuatro estrategias de desarrollo que parecen particularmente necesitadas de impulso en el sector que nos ocupa. 205 I. Atención y Asistencia 1. Incrementar los recursos, las actuaciones y las plazas disponibles 2. Establecer un continuo de atención, desde la calle hasta la vida autónoma. 3. Adaptar los recursos actuales a las nuevas realidades haciendo especial hincapié en los distintos perfiles y problemáticas asociadas. 4. Prestar a cada PST una atención personalizada, adaptada a su situación y sostenida en el tiempo. 5. Focalizar la atención sobre la población más necesitada de asistencia. 6. Desarrollar aún más el trabajo de proximidad y cercanía con PST. II. Recuperación e Inserción Social 1. Favorecer particularmente las iniciativas tendentes a reincorporar a la vida social y laboral a las PST. 2. Mejorar la accesibilidad y aplicación de la renta básica entre las PSH, en su itinerario de inserción. 3. Crear alternativas residenciales situadas a medio camino entre la vida en institución y la vida independiente. 4. Desarrollar iniciativas destinadas a incorporar a las PSH a actividades de ocio y tiempo libre, enriquecedoras y normalizadas. 206 III. Prevención 1. Reducir y, en la medida de lo posible, eliminar la llegada de nuevas personas a la calle. 2. Mejorar la capacidad de detección e intervención precoz en situaciones de riesgo de sinhogarismo y/o mendicidad. IV. Coordinación 1. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional. 2. Incrementar y mejorar la calidad de la información disponible. 3. Intensificar la coordinación en el trabajo de calle. V. Territorialidad 1. Vincular los recursos al territorio en que se encuentran, coordinándolos estrechamente con los Servicios Sociales de zona. 2. Diseminar por todo el territorio de la Comunidad los recursos asistenciales destinados a PSH, evitando así la formación de guetos. 3. Igualar las posibilidades de acceder a los recursos de alojamiento de emergencia en toda el área geográfica de la Comunidad Autónoma. 207 VI. Participación ciudadana 1. Sensibilizar a la ciudadanía sobre el problema del sinhogarismo y/o la mendicidad y ofrecer pautas correctas de actuación frente a estas situaciones. 2. Apoyar y estimular los programas de voluntariado y la incorporación de voluntarios a los servicios, tanto públicos como de iniciativa privada. VII. Calidad 1. Mejorar la calidad de los servicios. 2. Ampliar nuestro conocimiento del problema y de las vías e instrumentos más idóneos para atajarlo. 208 I. ATENCIÓN Y ASISTENCIA Objetivos 1. Incrementar los recursos, las actuaciones y las plazas disponibles Medidas Acciones específicas • Incrementar el presupuesto destinado a las 1. Firma de conciertos económicos estables con las instituciones privadas que prestan albergue y instituciones que prestan alojamiento de emergencia. alojamiento de emergencia. • Aumentar y reforzar la capacidad de alojamiento de emergencia existente en los distritos del centro de Madrid, sin crear grandes recursos institucionales que puedan generar situaciones de rechazo entre el resto de la ciudadanía. 2. Crear al menos dos albergues de baja exigencia y tamaño mediano (20-30 plazas), para media y larga estancia, en las zonas céntricas de Madrid donde se acumula más población durmiendo sin techo. 3. Duplicar el número de plazas concertadas en pensiones, previo reconocimiento de la calidad de los servicios que ofrecen estos establecimientos. • Reforzar las plantillas de trabajadores existentes 4. Subvencionar al 50% la contratación como mediadores sociales de personas que en el pasado hayan vivido sin en los recursos para PSH. hogar para que puedan incorporarse como trabajadores en los programas sociales que desarrollan las entidades. • Apoyar la contratación de trabajadores 5. Subvencionar mediante convenio con una o varias especializados que puedan abordar las universidades madrileñas la organización y puesta en dificultades complejas que presentan usuarios marcha de un curso universitario de postgrado orientado a con enfermedades mentales y toxicomanías; así formar especialistas en intervención psicosocial con PSH. como otros especialistas en disciplinas como educación no formal y trabajo social. • 2. Establecer un continuo de atención, desde la calle hasta la vida autónoma. • 6. Incrementar la subvención de las plazas de alojamiento en centros privados destinadas a albergar específicamente a PSH que se encuentran en ciertas situaciones que conllevan costes adicionales (como por ejemplo las toxicomanías). Diseñar Centros de Día integrales (comida, 7. Dotar al Centro de baja exigencia Puerta Abierta de un actividades, apoyo psico-social…), con centro de Día vinculado al mismo y situado en la misma zona. Apoyar la capacidad de acogida de la red actual ante situaciones personales particularmente graves como es el caso de los toxicómanos sin hogar. distintos niveles de exigencia. Estos centros funcionarán en estrecha colaboración con los recursos de proximidad y los centros residenciales. 3. Adaptar los recursos actuales a las nuevas realidades haciendo especial hincapié en los distintos perfiles y problemáticas asociadas. 8. Dotar a lo nuevos albergues de baja exigencia que se creen de centros de Día. • Realizar reformas en los edificios de los 9. Diseñar espacios en los centros de alojamiento centros que permitan su adaptación a las destinados a acoger mascotas y consignas para guardar necesidades peculiares de las personas que otras pertenencias (minicarros…). viven en la calle. • Favorecer el acceso directo, sin limitaciones 10. Primar en las subvenciones con dinero público a horarias u otras exigencias adicionales, a los aquellas iniciativas que estimulen la utilización independiente y flexible de los recursos por parte de los recursos de alojamiento. usuarios. 11. Organizar comedores en régimen de autoservicio con horario amplio y acceso abierto. • Impulsar la adaptación de horarios y servicios a 12. Ampliar los actuales horarios de intervención de los las necesidades de inserción e incorporación eqipos de calle, prestando especial atención a las franjas del anochecer y el amanecer, en las que se pueden social de quienes viven en la calle. detectar un numero considerable de personas que viven en la calle. 13. Adaptar los horarios de entrada y salida de los centros (albergues, comedores) para favorecer la inserción social y laboral acomodándose a las necesidades de los usuarios dentro de los usos sociales mayoritarios en nuestra región. • • Impulsar las actuaciones no sesgadas por 14. Apoyar económicamente el incremento de plazas motivos de género o lugar de procedencia en la destinadas indistintamente a mujeres o varones. atención a PSH. Aumentar el número de plazas de alojamiento 15. Coordinar la colaboración entre los centros de albergue para PSH y los centros específicamente destinados a en centros para inmigrantes. acoger inmigrantes. 210 16. Duplicar el número actual de plazas de los centros para inmigrantes. 4. Prestar a cada PST una atención personalizada, adaptada a su situación y sostenida en el tiempo. 5. Focalizar la atención sobre la población más necesitada de asistencia. • • • Reforzar el papel de los trabajadores sociales que realizan trabajo de calle, para que puedan propiciar, ordenar y pautar la intervención de los distintos recursos en los casos sobre los que se encuentran trabajando, y para que puedan realizar el seguimiento posterior de los casos una vez que dejan la calle. 17. Realizar un seguimiento conjunto “Equipos de calle-centros de alojamiento” sobre la evolución a medio-largo plazo de las personas que son primero detectadas y, después, derivadas por los equipos de calle a los citados centros. 18. Establecer un programa de acompañamiento de las personas sin hogar que viven en pensiones y realizar un seguimiento de los procesos de inserción. Reservar más plazas de alojamiento de 19. Incluir en convenio con la Consejería de Sanidad, la emergencia, dirigidas a los que están más reserva de plazas destinadas a PSH en centros necesitados de ellas: aquellos que se residenciales de su competencia. encuentran literalmente viviendo en la calle. Proveer de recursos de atención integral y 20. Crear un Centro de Atención Permanente para adaptados a sus necesidades particulares, enfermos mentales sin hogar. Este centro debería incluido el alojamiento, a los enfermos mentales funcionar las 24 hs al día y contar con un equipo multiprofesional (psicólogo, trabajador social, enfermero sin hogar. psiquiátrico, educador social, auxiliar de servicios sociales). 21. Crear un equipo de calle multiprofesional (psiquiatra, psicólogo, enfermero, trabajador social, educador) que actúe en medio abierto y realice un trabajo de enganche, atención y seguimiento de la población sin techo con graves problemas de salud mental. Este equipo debería estar vinculado al Centro de Atención Permanente a enfermos mentales sin hogar 211 • Prestar atención particular al caso de las PSH con problemas de alcohol u otras toxicomanías mediante la creación de recursos especializados y programas específicos en los centros actuales. 22. Crear un Centro de Atención Permanente para enfermos con adicciones a drogas y/o alcohol. Este centro debería funcionar las 24 hs. al día y contar con un equipo multiprofesional (médico, psicólogo, trabajador social, enfermero, educador social, auxiliar de servicios sociales). 23. Firmar convenios para poder organizar un recurso residencial para PSH con problemas de alcohol con posibilidad de internamiento mientras dure el tratamiento de desintoxicación y deshabituación vinculado al Centro de Prevención del Alcoholismo y el Tabaquismo del Ayuntamiento de Madrid. 6. Desarrollar aún más el trabajo de proximidad y cercanía con PST. • Crear, o consolidar, un equipo de calle por distrito, integrado por un trabajador social y un psicólogo con formación especializada para la intervención social en medio abierto con PSH. 24. Ordenar los actuales programas de calle que desarrollan las entidades sociales, ajustándolos y distribuyéndolos en el territorio para evitar solapamientos y poder extender su radio de actuación. 25. Apoyar económicamente y sacar a concurso público la constitución de los equipos de calle en aquellos distritos que actualmente se encuentran sin cubrir. • Ampliar la acción de la UMES. 26. Ampliar el servicio de la UMES al horario nocturno, de modo que se atienda esta franja de forma profesional y colabore activamente con los voluntarios. 27. Incorporar psicólogos a los equipos de calle de las UMES. 28. Crear una nueva UMES con capacidad de intervención en el resto de los Municipios de la Comunidad Autónoma 212 • Ordenar la prestación de socorro de 29. Establecer una estrecha colaboración con los emergencia en los casos de grave deterioro organismos competentes orientada a favorecer que en casos de grave enfermedad física o psíquica se puedan psicofísico. llevar a cabo ingresos involuntarios en centros de atención especializados. 2. RECUPERACIÓN E INSERCIÓN SOCIAL Objetivos Medidas 1. Favorecer particularmente las iniciativas tendentes a reincorporar a la vida social y laboral a las PST. • 2. Mejorar la accesibilidad y aplicación de la renta básica entre las PSH, en su itinerario de inserción. • Acciones específicas Aumentar y reforzar los servicios dedicados a 30. Creación de programas de transición al empleo, la inserción laboral de colectivos dotados de personal cualificado para actuar en tareas de desfavorecidos (talleres laborales, empresas acompañamiento y apoyo psicosocial. de inserción). Agilizar la tramitación de la RMI que se lleva a 31. Dar posibilidad de controlar y validar la documentación cabo desde entidades privadas no lucrativas preparada en estas instituciones directamente desde el como RAIS o Realidades, y aumentar la SERMASH (Servicio Madrileño de Atención a Personas sin Hogar), trabajando on line con las instituciones y los SS. autonomía en la gestión de la misma. SS. 32. Favorecer la posibilidad de gestionar el pago fraccionado de la RMI en determinados casos cuya situación psicológica y personal así lo aconseje. Para ello se firmarán acuerdos con las entidades bancarias participantes. 213 • 3. Crear alternativas residenciales situadas a medio camino entre la vida en institución y la vida independiente. • Establecimiento de prestaciones económicas 33. Fijar la cuantía de las prestaciones temporales de complementarias a la Renta Mínima de apoyo al alojamiento normalizado como complemento a la Inserción destinadas a cubrir los gastos de RMI. alojamiento de PSH en alternativas residenciales no-institucionalizadas, estas prestaciones complementarias estarán gestionadas directamente desde los SS. Sociales, se facilitarán durante periodos determinados del proceso de inserción personal, y estarán integradas dentro del programa individual de inserción que se establezca para cada persona. Favorecer y estimular las salidas hacia el 34. Firma de convenios con el IVIMA y con la EMV. alquiler social en viviendas y apartamentos de titularidad pública. 35. Incluir dentro de las actuaciones que llevan a cabo el IVIMA y la EMV, la reserva de apartamentos destinados a ser usados por personas solas sin hogar necesitadas de apoyo y soporte psicosocial, pero capaces de llevar a cabo una vida cuasiindependiente. 36. Establecer convenios entre Provivienda y cada una de las entidades que prestan alojamiento o cuentan con programas de inserción residencial destinados a PSH, para favorecer la incorporación a viviendas en alquiler de PSH en fase de recuperación. 37. Incorporar a la “bolsa de vivienda para colectivos en dificultades” las demandas de alojamiento no institucional de las PSH atendidas en la red. 214 4. Desarrollar iniciativas destinadas a incorporar a las PSH a actividades de ocio y tiempo libre, enriquecedoras y normalizadas. • Favorecer la incorporación de PSH en proceso de recuperación a los programas de ocio y tiempo libre destinados a la población general que se desarrollan en los Centros de Cultura municipales. 38. Firma de convenios con el área de cultura de los Ayuntamientos. 39. Establecimiento de un programa destinado a PSH en la red de bibliotecas públicas de la comunidad. 3. PREVENCIÓN Objetivos 1. Reducir y, en la medida de lo posible, eliminar la llegada de nuevas personas a la calle. Medidas • Acciones específicas Intensificar la campaña de formación y sensibilización sobre el sinhogarismo entre los profesionales que trabajan en las diferentes redes de acción social: Sanidad, Educación, Justicia, Vivienda, Empleo, etc. 40. Elaborar una Guía de Supervivencia Básica que recoja los recursos de alojamiento, servicios de comidas, roperos, duchas, etc. Consignando si se trata de recursos dirigidos a la población general, jóvenes, mujeres, inmigrantes, etc. 41. Imprimir la guía de supervivencia y difundirla ampliamente por estaciones de tren y autobuses, aeropuertos, centros de servicios sociales, hospitales, comisarías de policía, etc. 42. Incluirla en la página web del SERMASH 2. Mejorar la capacidad de detección e intervención precoz en situaciones de riesgo de sinhogarismo y/o mendicidad. • Incrementar la capacidad detección e 43. Impartir formación específica a Trabajadores sociales intervención precoz desde los Servicios de las UTS sobre la cuestión del sinhogarismo. Sociales Generales de zona. 215 44. Reforzar las competencias de los trabajadores sociales de los Centros de Servicios Sociales en materia de vivienda (asignación de viviendas públicas) y sanidad (coordinación de ingresos y altas hospitalarias). • Impulsar y organizar la detección y derivación 45. Establecer un protocolo de colaboración y derivación desde el Instituto del Menor y la Familia, entre el IMMF y los albergues, otros recursos residenciales como consolidación del proceso de inserción (pisos, miresidencias…) y centros para inmigrantes que se realiza en los centros de menores. 46. Potenciar la oferta de las entidades de orientación y asesoramiento en la búsqueda de empleo, vivienda y otros recursos para la integración social de jóvenes sin recursos. • Promover la actuación coordinada con centros 47. Firmar un convenio con la Consejería de Sanidad, que desarrolle un protocolo de actuación para los casos de hospitalarios en los casos de PSH. altas hospitalarias de pacientes sin hogar. 48. Incorporar a la red de trabajo con PSH, a los Trabajadores Sociales que ejercen su labor en centros hospitalarios, impartiéndoles formación específica sobre recursos y estrategias de actuación. • Promover la detección y derivación desde 49. Establecer un protocolo de colaboración y derivación Instituciones Penitenciarias de personas entre Instituciones Penitenciarias y los recursos residenciales para PSH. excarceladas sin domicilio. 50. Informar a la población reclusa sobre los distintos recursos residenciales para PSH. 216 51. Potenciar las entidades que trabajan con reclusos y exreclusos apoyándoles en la búsqueda de empleo, vivienda y otros recursos para la integración social. • Favorecer la detección y derivación desde los 52. Difundir la existencia del SERMASH entre el personal juzgados de los casos de desahucio que no de los juzgados mediante folletos, pegatinas, etc. cuenten con otros medios de alojamiento. • Coordinar con las instituciones y entidades de 53. Firmar convenios con Cruz Roja, y cualquier otra asistencia a inmigrantes y refugiados la entidad especializada en atención a extranjeros para detección, derivación y atención a personas coordinar actuaciones. extranjeras sin hogar. Implicar a los servicios municipales que actúan 54. Difundir entre el personal de los Servicios de Limpieza en medio abierto (Servicios de Limpieza, el plan de actuación y formar en la estrategia a seguir en Policía de barrio) en la detección de personas cada caso que se presente. • que viven a la intemperie, poniendo sobre aviso a los equipos de trabajo social para que actúen con la mayor rapidez. 4 COORDINACIÓN Objetivos 1. Lograr una mayor coordinación interdepartamental e interinstitucional. Medidas • Acciones específicas Establecer instancias de coordinación con 55. Crear, en convenio con el Ayuntamiento de Madrid, el participación de las Administraciones, Local y Servicio Madrileño de Atención a Personas Sin Hogar Autonómica, así como de las agencias sociales (SERMASH) con participación de todas las instituciones, públicas y privadas, existentes en el Municipio de Madrid y implicadas. dispuestas a trabajar coordinadas y en red. 217 56. Creación de una ventanilla única de entrada a la red de servicios de alojamiento de emergencia, tanto públicos como privados gestionada desde el SERMASH. • • Incorporar a la intervención coordinada con 57. Firmar convenios con las consejerías de Sanidad, PST a todas aquellas instancias de la Educación, Trabajo y Educación, y establecer protocolos de administración con competencias de actuación actuación conjunta en los casos de PSH. específicas que sean de interés en la lucha contra el sinhogarismo (Sanidad, Vivienda, Educación, Empleo, Seguridad). Propiciar la acción social frente a PSH a todas 58. Impartir un curso de formación específica sobre aquellas instancias que trabajan habitualmente sinhogarismo destinado a las policías locales. en la calle y/o en espacios públicos: Policía, 59. Crear un grupo policial entrenado para intervenir en la Limpieza y urbanismo, Seguridad privada. calle ante casos sociales de quienes se encuentran sin techo y/o practican la mendicidad y vinculado funcionalmente al SERMASH. 60. Impartir un curso de formación a vigilantes jurados que actúan en el Metro, estaciones de tren y autobuses, y aeropuerto. • Favorecer el intercambio de experiencias y el 61. Vincular el acceso a fondos de financiación públicos, con la disposición a colaborar y coordinarse con el resto de trabajo en red. las instituciones implicadas. Incluyendo como criterio para la concesión de ayudas económicas y subvenciones con dinero público, la evaluación de la voluntad declarada y demostrable de intentar trabajar coordinadamente y en red junto a los demás servicios e instituciones. 218 2. Incrementar y mejorar la calidad de la información disponible. • Diseñar e implantar un sistema de información 62. Elaborar una base de datos accesible on line (Albergues en Red) que recoja información actualizada de integrado los recursos de alojamiento y atención: plazas ocupadas y libres, actividades programadas, servicios que se ofrecen, etc, a la que tengan acceso, de forma interactiva todas las entidades públicas y privadas que actúan en el sector. 63. Generar un mapa actualizado con los datos de todos los recursos existentes en la Comunidad, especializados o generales, susceptibles de ser empleados en la lucha contra el sinhogarismo y/o la mendicidad. 64. Crear una página web donde se ofrezca información sobre recursos disponibles, datos de situación, programas existentes, etc. 65. Apoyar económicamente la incorporación y utilización de nuevas tecnologías de la información y comunicación en todos los centros e instituciones que trabajan con PSH. Facilitando el acceso a internet y, en su caso, los equipos y la formación necesaria. 3. Intensificar la coordinación en el trabajo de calle. • Desarrollar la coordinación entre la atención 66. Firma de un convenio y redacción de un protocolo de sanitaria que presta el SAMUR y el trabajo de actuación coordinada entre el SAMUR y el SERMASH. los equipos de calle. 219 67. Incluir un capítulo destinado a apoyar la formación para la acción social del personal del SAMUR con la finalidad de complementar la marcada formación sanitaria de los miembros de esta entidad. 5. TERRITORIALIDAD Objetivos 1. Vincular los recursos al territorio en que se encuentran, coordinándolos estrechamente con los Servicios Sociales de zona. • Estimular la planificación y el acuerdo 68. Diseñar, de modo coordinado, entre los Equipos de interagencias encaminado a realizar un trabajo calle y los Centros de alojamiento itinerarios de inserción y conjunto y focalizado sobre determinados seguimiento personalizados casos particularmente severos. • Facilitar canales de comunicación y trabajo en red entre la intervención diurna y nocturna. Medidas • Responsabilizar a los equipos de calle y a los Servicios Sociales Generales sobre áreas y territorios concretos. De manera que pueda ser evaluada y mejorada la eficacia relativa de unos y otros en la consecución de los objetivos marcados. • Impulsar el trabajo coordinado de los servicios públicos y privados existentes en cada zona con competencias relevantes para combatir el sinhogarismo. 220 Acciones específicas 69. Firmar convenios y establecer protocolos de actuación conjunta entre cada centro de atención a PSH y el centro de servicios sociales del distrito en que se encuentra radicado. 70. Establecimiento de mesas de trabajo territoriales que se reúnan de forma periódica para realizar el análisis y seguimiento de casos, en las que participen profesionales procedentes de los Centros de Servicios Sociales, así como de otros centros radicados en la misma área geográfica (Centros de Salud Mental, INEM, Centros de Atención a drogodependientes, etc…). 2. Diseminar por todo el territorio de la Comunidad los • recursos asistenciales destinados a PSH, evitando así la formación de guetos. Ampliar o, en su caso, crear donde no existan, las dotaciones de recursos residenciales de las ciudades de la Comunidad con más de 100.000 habitantes, destinados a ofrecer alojamiento de emergencia y atención social integral a personas que se encuentran sin hogar, ya sea de forma temporal o crónica. 3. Igualar las posibilidades de acceder a los recursos de alojamiento de emergencia en toda el área geográfica de la Comunidad Autónoma. Crear una ventanilla única en cada localidad que dé acceso a las prestaciones de alojamiento de emergencia existentes en la Comunidad Autónoma. • 71. Creación de cuatro miniresidencias con un máximo de 25 plazas en distintos municipios de la Comunidad Autónoma, destinadas a personas solas, pero relativamente autosuficientes, dotados con personal que preste apoyo psicosocial y acompañamiento profesional. 6. PARTICIPACIÓN CIUDADANA Objetivos 1. Sensibilizar a la ciudadanía sobre el problema del sinhogarismo y ofrecer pautas correctas de actuación frente al mismo. Medidas Acciones específicas • Elaboración de una campaña de 72. Diseñar programas educativos de sensibilización en sensibilización dirigida al conjunto de la centros escolares (colegios, institutos…). ciudadanía, mediante folletos, cuñas en radio y 73. Realización de una exposición fotográfica sobre la vida TV, internet, etc. en la calle. 74. Apoyar los programas de sensibilización que llevan a cabo las entidades voluntarias. • Desarrollar e impulsar la intervención social 75. Programa de difusión del Plan entre Asociaciones entre el entorno vecinal y relacional de las PST, Vecinales, Centros de la Tercera Edad con el fin de que no contribuya a consolidar la estancia en la calle. Desarrollar el conocimiento del problema del 76. Establecer un Programa de Formación y Sensibilización sinhogarismo entre colectivos específicos para estudiantes de Trabajo Social, Educación social, u otras titulaciones afines, que estimule el conocimiento del particularmente sensibles. sinhogarismo y proporcione pistas de intervención. • 221 2. Apoyar y estimular los programas de voluntariado y la incorporación de voluntarios a los servicios, tanto públicos como de iniciativa privada. • Dotar con más medios y recursos a las 77. Subvencionar al 50% durante los tres primeros años, la organizaciones voluntarias que trabajan por la contratación de profesionales del trabajo social que actúen integrados en los programas de las asociaciones de noche. voluntariado que actualmente carezcan de ellos. 7. CALIDAD Objetivos 1. Mejorar la calidad de los servicios. Medidas • 2. Ampliar nuestro conocimiento del problema y de las • vías e instrumentos más idóneos para atajarlo. Acciones específicas Elaborar e implantar una normativa que regule los componentes de la calidad que se dan cita en los servicios: infraestructura, dotaciones, equipamiento, personal, etc. 78. Establecer mínimos de calidad que contribuyan a dignificar la atención que reciben las PSH en lo que se refiere a condiciones físicas de los locales, número de profesionales que intervienen, etc. Favorecer la realización de estudios e 79. Continuar apoyando la elaboración y realización de un investigaciones tanto monográficas y/o Plan de Atención Integral a Personas Sin Hogar en la especializadas, como de carácter general, que Comunidad de Madrid en sus restantes fases. permitan llevar a cabo un seguimiento actualizado y permanente del problema. 80. Crear un espacio permanente de encuentro, conocimiento, debate y reflexión entre los distintos recursos de la red con el objetivo de intercambiar información y experiencias. 222 8.1. ACTUACIONES URGENTES De acuerdo con el diagnóstico anterior, en este momento se constata que el conjunto de recursos destinados a las personas sin hogar en nuestra región son: - insuficientes, - resultan, al menos parcialmente, inadecuados para poder acoger los nuevos perfiles que se dan cita en el sinhogarismo, - se encuentran muy poco articulados entre sí, y con el resto de los sistemas de protección social, - y, finalmente, presentan una distribución territorial, fruto de la historia, que no se corresponde con las necesidades actuales. Por esto mismo, para no retrasar más la actuación que se requiere en estos momentos se proponen una serie de actuaciones con carácter urgente que se concretan en lo siguiente: 0. Se debería disponer la realización de un Plan de Atención Integral a Personas Sin Hogar en la Comunidad de Madrid, con participación de todas las instituciones y entidades implicadas, cuyo borrador provisional cuenta con cincuenta medidas agrupadas en siete capítulos, que se concretan en más de ochenta acciones específicas a llevar cabo en los próximos cuatro años. En una primera fase, se priorizarían aquellas acciones que permitan: i. ordenar el marco institucional para hacer posible el desarrollo del Plan previsto ii. focalizar la atención sobre aquella parte de la población sin hogar que presenta mayores necesidades de atención, esto es, las personas que literalmente viven sin techo en las calles de nuestra región. En consecuencia, se propone que la Consejería de Servicios Sociales, con carácter urgente y, en su caso, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, lleve a cabo lo siguiente: 1. Creación del Servicio Madrileño de Atención a Personas Sin Hogar (SERMASH) que tendría como misión: a. Coordinar y propiciar el trabajo en red de todos los recursos, públicos y privados, destinados a PSH existentes en la Comunidad, y favorecer la cooperación entre ellos. b. Establecer una ventanilla única de acceso a los recursos de emergencia destinados a PSH desde cada uno de los centros de servicios sociales de la región. c. Elaborar un sistema de información integrado que permita hacer un seguimiento en línea y en tiempo real del número de plazas de alojamiento disponibles, número de personas atendidas, intervenciones llevadas a cabo, evolución de los procesos de recuperación e inserción, etc. d. Ordenar los recursos disponibles en la región de forma que pueda establecerse un continuo ininterrumpido de atención y cuidados a las personas sin techo, que vaya desde la calle hasta la vida independiente y autónoma. e. Estimular y desarrollar el trabajo interdepartamental junto a aquellas áreas de la Administración como son Sanidad, Empleo, Vivienda, Educación, Cultura o Seguridad ciudadana, desde las que se puede actuar positivamente en favor de las PSH. 224 2. Para la creación y mantenimiento del SERMASH se firmarían acuerdos con el Ayuntamiento de Madrid, la Federación de Municipios y las Instituciones privadas de reconocido prestigio en la atención a PSH, de manera que puedan incorporarse al funcionamiento diario del servicio, aportando su experiencia, su conocimiento del problema y su personal especializado en intervención con colectivos en situación de exclusión extrema. 3. Incrementar la colaboración económica con las entidades que atienden a las PSH (Ayuntamiento de Madrid, FEMP, Iniciativa social) y se la debería dotar de mayor estabilidad mediante la firma de conciertos. 4. Aumentar la capacidad de alojamiento de emergencia mediante: a. La creación de dos centros de alojamiento de baja exigencia con unas 30 plazas en el centro de Madrid, que puedan albergar a las PSH que se concentran en la zona. Al mismo tiempo se duplicará el número de plazas concertadas en pensiones, dentro de un programa de acompañamiento social para promover el itinerario hacia la vida independiente de las PSH. b. Progresivamente, en convenio con la FEMP, se irían creando hasta seis miniresidencias de entre 20 y 30 plazas para prestar alojamiento de emergencia en cada una de las ciudades de más de 100.000 habitantes de la Comunidad y evitar así, tanto la excesiva concentración de recursos en el Ayuntamiento de Madrid, como la generación de guetos que implica, con frecuencia, la construcción de los macrocentros. 225 c. Por último, se propone que se promuevan acuerdos con el IVIMA y la EMV para animarles a que contemplen en las actuaciones que llevan a cabo, las necesidades residenciales específicas de las personas solas sin hogar, de manera que pueda incrementarse la bolsa de apartamentos públicos en alquiler destinados a estas personas, para lo cual se firmaran acuerdos entre Provivienda y cada una de las entidades que trabajan con PSH. 5. También de manera general, se propone que se incremente el trabajo de proximidad en medio abierto para tratar de hacer salir de la vida en la calle al mayor número de personas que sea posible, para lo cual: a. Aumentar la dotación de la UMES, de manera que se puedan cubrir las horas de la noche, con el personal y los medios suficientes que posibilite su actuación en el conjunto de los municipios de la región. b. Creación de 3 equipos de calle multiprofesionales, que empezarían a trabajar en los distritos centrales de Madrid, con responsabilidad sobre su territorio de actuación y vinculados al Centro de Servicios Sociales del distrito. Progresivamente, se deberán ampliar el número de estos equipos hasta conseguir su implantación en todos los distritos madrileños. c. Creación, en convenio con la Consejería de Sanidad, de un equipo de calle especializado en salud mental para atender en medio abierto a las personas sin techo con enfermedades mentales crónicas. d. Abrir un centro de día vinculado al Centro Puerta Abierta, que ya funciona por las noches en Madrid, para que pueda continuar su actuación en horario diurno, y apoyar la creación de centros de día 226 en todos los albergues madrileños, de manera que puedan llevarse a cabo actividades de apoyo y recuperación psicosocial de las PSH allí alojadas. 6. Incrementar los mecanismos que permitan prevenir el problema, y evitar la llegada a la calle de nuevas personas, mediante un sistema de detección e intervención precoz ante aquellas situaciones de riesgo que se puedan conocer desde: los servicios sociales, los centros de menores, los hospitales y centros de salud, los juzgados e instituciones penitenciarias, los centros de atención a inmigrantes, y, por último, desde aquellos servicios municipales que diariamente actúan en medio abierto, como los Servicios de Limpieza y la Policía de barrio. 7. Igualmente apoyar los programas que llevan a cabo las entidades asociativas y de voluntariado, de manera que puedan incrementar la contratación de profesionales especializados y la incorporación laboral de personas que habiendo vivido sin techo en el pasado, puedan actuar como mediadores frente a quienes se encuentra actualmente sin techo. 8. Asimismo, que se lleve a cabo una campaña de sensibilización ciudadana que permita canalizar los deseos de prestar ayuda y solidaridad que muestran muchos madrileños hacia soluciones eficaces y a largo plazo, mediante la cual, además de dar conocer los recursos sociales existentes se podrán ofrecer pautas de actuación adecuadas y pueda ir desapareciendo la limosna indiscriminada u otros comportamientos semejantes, que, aunque bienintencionados, acaban por tener un efecto negativo sobre las propias personas sin hogar al “fijarles” en la calle y alimentar la aparición de grupos de mendicidad organizados que, en ocasiones, llegan incluso a utilizar menores para mendigar. 227 9. BIBLIOGRAFÍA ABALLÉA, François (1999) « Les jeunes sans domicile fixe et la rue ou ( au bout d’etre énervé)» en Revue Française des Affaires Sociales 1:125-126. AFAN PADILLA J.C., FLORIACH CABOT P., y TORTOSA MARIN J.M. (1993) Los Centros de Acogida Polivalentes. Seminario sobre albergues y Centros de acogida municipales. Madrid: FEMP (Fot.). AGULLÓ y COBO, Mercedes. (1972) El Hospicio y los asilos de San Bernardino. Madrid: Ayuntamiento: Instituto de Estudios Madrileños. ALBERGUE de San Juan de Dios. Madrid: Evaluación (19791983). Programación (1985). Madrid: Albergue de S. Juan de Dios. ALEMÁN, Mateo (1979) Guzmán de Alfarache. Madrid: Cátedra. "ALFONSO" (1987) Memoria de Madrid. Fotografías de "Alfonso". Madrid: Ministerio de Cultura. ALONSO MUÑOYERRO, José Antonio. 1944. La transformación de las inclusas en España: la realidad de la transformación de la de Madrid. Madrid: Dirección General de Sanidad. ALQUERZA, Vicente (1989) “El reglamento y normas de funcionamiento del albergue municipal de transeúntes de Zaragoza”. Cuadernos de Acción Social 19:13-17. APUNTES de Madrid: guía de sus más notables instituciones y edificios de beneficencia, sanidad, administración, enseñanza, ciencias y artes. Madrid: Imp. La Guirnalda. ASOCIACIÓN MATRITENSE DE CARIDAD [S.A.]. Asociación Matritense de Caridad: reseña histórica desde su fundación. Madrid: R. Velasco [s.a.]. AYUNTAMIENTO de Madrid (1999) Programa de atención a las personas sin hogar. Madrid: Ayuntamiento. Área de Servicios Sociales. BAHAMONDE MAGRO, Ángel y Julián TORO MERIDA (1978) “Mendicidad y paro en el Madrid de la Restauración”, Estudios de Historia Social , 1978, pp. 353-384. BAHR, Howard M. 1968. Homelessness and Dissafiliation. New York: Columbia University. BAHR, Howard M. 1970. Dissafilated Man: Essays an Annotated Bibliography on Homelessness. Toronto: University of Toronto Press. BAHR, Howard M. 1973. Skid Row: An Introduction to Dissafiliation. New York: Oxford University Press. BARROSO RODRÍGUEZ, M del Puerto y Francisco MARTÍN SÍMÓN (1994) Intervención social con transeúntes en Extremadura. Sin publicar.: Universidad de Extremadura. Departamento de Psicología y Sociología de la Educación. BELCHER, J. y P. H. EPHROSS (1989) "Toward an effective practice model for the homeless mentally ill". Social Casework 70, no. (7): 421427. BELMAS, Mariano. 1893. La crisis del trabajo y los obreros de Madrid. Madrid: Imp. De José 228 Perales y Martínez. BERNALDO DE QUIRÓS, Constancio y José María LLAMAS Y AGUILANIEDO. 1901. La mala vida en Madrid: estudio psico-sociológico. Madrid: Rodríguez Serra. BORDIÚ, José. 1924. Memoria sobre la mendicidad en Madrid. Madrid: Ayuntamiento. BOULTON, Jeremy (2000) "It Is Extreme Necessity That Makes Me Do This": Some "Survival Strategies" of Pauper Households in London's West End during the Early Eighteenth Century International Review of Social History, 45, supplement 8, Dec, 47-69. BURKE, Roger Hopkins (1999) “Tolerance or intolerance? The policing of Begging in the urban context”, en Begging questions: Street-level economic activity y social policy failure. Ed. DEAN, Hartley. Bristol: The Policy Press. CABRERA CABRERA, Pedro José (1994) “Más allá de los estereotipos: de vagabundos a personas sin hogar” Éxodo , no. 26:24-29. CABRERA CABRERA, Pedro José (1998) “Hacia una sociología de la exclusión extrema: el caso de las personas sin hogar”, Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales , no. 10:25-60. CABRERA CABRERA, Pedro José (1998) Huéspedes del aire: sociología de las personas sin hogar. Madrid: Universidad Pontificia Comillas. CABRERA CABRERA, Pedro José (2000a) “Las personas sin hogar en Espańa, hoy”, en Jornadas sobre personas sin hogar, (Logrońo: Gobierno de La Rioja. Consejería de Salud y Servicios Sociales. Dirección General de Servicios Sociales.). CABRERA CABRERA, Pedro José (2000b) La acción social de personas sin hogar en España. Madrid: Foessa; Cáritas Española. CABRERA CABRERA, Pedro José (2000c) “Exclusión, desviación, pobreza”, en Miradas en el Encuentro: acortando distancias, construyendo relaciones, editado por EQUIPO RAIS. (Madrid: RAIS; Fundación Caja Madrid). CABRERA CABRERA, Pedro José (2001a) “Homeless women in Spain”, en Women and Homelessness in Europe, editado por Edgar, Bill y Joe Doherty. Bristol: The Policy Press. CABRERA CABRERA, Pedro José (2001b) “La realidad social de las personas sin hogar”, en La Coordinación: desafío del trabajo con transeúntes y colectivos sin techo para el siglo XXI. (Jornadas estatales sobre transeúntes y colectivos sin techo, Valencia, 15,16 y 17 de diciembre de 1999), Valencia : Ayuntamiento de Valencia. Área de Servicios Sociales. CABRERA CABRERA, P. J., L. GUERRA, y E. LINARES (1998) “Aplicación de algunos instrumentos metodológicos al proceso de inserción de los sin techo”, Dossier: Escuela de Formación social (Cáritas), no. 46:177-193. CABRERA CABRERA, P. J., MALGESINI, G. (2002) Migration and Homelessness: Spain. National Report 2001-2002 Bruselas: Feantsa. CABRERA CABRERA, P.J., RUBIO, M.J. (2002): El sueño de Vladimir, Comisión Europea, D.G.: Ocupación y Asuntos Sociales. CAPLOW T., BAHR H.M., y STERNBERG D. (1974) “Desarraigo”, en Enciclopedia Internacional 229 de las Ciencias Sociales. Madrid: Aguilar. CARBAJOSA, Manuel (1931) Antecedentes y estadísticas de las instituciones de beneficencia y sanitarias, públicas y privadas, de esta capital. Madrid: Ayuntamiento. CARBAJOSA, Manuel (1931b). Situación del problema de la vivienda en Madrid comparado con el de otras urbes de su categoría. Madrid: Ayuntamiento. CÁRITAS DIOCESANAS ANDALUCÍA (1994) Guía andaluza de recursos para transeúntes y colectivos sin techo . Sevilla: Cáritas Diocesanas Andalucía. CASTRO LEGUA, V. (1890) El Hospicio de Madrid. Madrid: Tip. J. García. CENTRO ANDALUZ DE PROSPECTIVA (2000a) Estudio sobre la población sin hogar: Estimación del número de personas sin hogar. Sevilla: CANP. CENTRO ANDALUZ DE PROSPECTIVA (2000b) Estudio sobre la población sin hogar. Sevilla: CANP. CENTRO de Acogida San Isidro. (2001) Memoria (resumen).: Fot. CENTRO DE ACOGIDA SAN JUAN DE DIOS (1992) ) "El voluntariado social en el colectivo de transeúntes" en Jornadas de formación de voluntarios. Málaga 24-25 Abril 1992. Málaga: Centro de Acogida San Juan de Dios. CHICOTE y RIEGO, César (1914) La vivienda insalubre en Madrid. Madrid: Ayuntamiento. CHRISTOPHE, Paul (1989) Para leer la historia de la pobreza (Título original Les pauvres et la pauvreté). Estella: Verbo Divino. COMUNIDADES EUROPEAS (1992) Pregunta escrita a la Comisión. Personas Sin Hogar en la Comunidad . Diario Oficial de las Comunidades Europeas, no. 89:40. CONSEJERÍA DE INTEGRACIÓN SOCIAL (1990) Proyecto de Rehabilitación e Inserción Social de Enfermos Mentales Crónicos Sin Hogar. Iniciativa Innovadora, no. 32 . CORRAL, José del (1972) La Congregación del Ave María. Madrid: Ayuntamiento: Instituto de Estudios Madrileños. CORRETJE J.L. (1994) “Sin Techo ni derecho” Cáritas 336:1516. DE DEMERSON Paula (1969) “La distribución de sopas económicas por la Real Sociedad Matritense en 1803-1804” Boletín de la Real Academia de la Historia 164:119-135. DEAN, Hartley (1999) Begging questions: Street-level economic activity y social policy failure. Bristol: The Policy Press. DEAN, Hartley y Keir GALE (1999) “Begging and the contradictions of citizenship”, en Begging questions: Street-level economic activity and social policy failure. Ed. DEAN, Hartley. Bristol: The Policy Press. DEFENSOR DEL PUEBLO, El (1987) Estudio sobre la situación institucional de la atención a transeúntes sin hogar. Madrid: Mat Fot. DELGADO, Manuel Fernando y Juan Carlos GARCÍA (1990) Los transeúntes. Málaga: Orden 230 Hospitalaria San Juan de Dios. DIAZ, Jesús y César MORALES (1989) “Mendigos y Transeúntes: cuestión de supervivencia”, Sociedad Familia 114:21-30. DICTAMEN sobre “El problema de los ‘sin techo’ y la vivienda”. Bruselas, 2-3 de junio. CDR 376/98 fin. 1999. Bruselas, UNIÓN EUROPEA . DIEZ ALVAREZ, L. (1978) Los vagabundos. Barcelona: Dopesa. DÍEZ BORQUE, J. M. (1977) Estructura social del Madrid de Lope de Vega. Madrid: Ayuntamiento: Instituto de Estudios Madrileños. EQUIPO MULTIDISCIPLINAR DEL CENTRO DE ACOGIDA DE MÁLAGA (1992) "Proyecto de rehabilitación e inserción social". Paper presented at Joornadad de formación de voluntarios, at Málaga. ESCUDERO CARRETERO, María José (2000) Mujeres sin hogar en Granada: Un estudio antropológico de la experiencia femenina de la pobreza. Granada: Tesis doctoral. Universidad de Granada. Departamento de Antropologia y Trabajo Social. ESPADAS BURGOS, Manuel (1972) “Hambre, mendicidad y epidemia en Madrid (1812-1823)” Anales del Instituto de Estudios Madrileños VIII:371-400. ESTA muy noble y muy leal villa de Madrid...sobre el remedio que podrá haber para recoger los pobres mendigos, que andan en esta villa...en una casa donde sean admitidos y doctrinados por personas de buena vida... Madrid: Casa de Guillermos de Drouy 1581. FABREGA, Horacio (1971) “Begging In A Southeastern Mexican City” Human Organization, 30, 3, FALL, 277-287. FALERO, Juan y V de. MONMENEU José VERA Y LOPEZ. (1881) Madrid, sus instituciones de enseñanza, de beneficencia y administración. Madrid: Imp. La Guirnalda. FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Pedro (1982) Conservación de monarquías y discursos políticos. Madrid: Ministerio de Hacienda. FITZPATRICK, Suzanne; KENNEDY, Catherine (2001) The Links between Begging and Rough Sleeping: A Question of Legitimacy? Housing Studies, 16, 5, Sept, 549-568. GAGNE, Jean (1996) « "Yes, I can debrouille." Propos de jeunes itinerants sur la debrouillardise » Cahiers de recherche sociologique, 27, 63-72. GALLEN, María Antonia (1988) Hacia la reinserción social del transeúnte. española. Madrid: Cáritas GARCIA BRESO, J. M (1991) "Traperos de Emaús. Otra forma de entender las cosas". Noticias Obreras 1026:25-27. GARCÍA GONZÁLEZ, Juan Carlos (1992) "Diferentes servicios para el colectivo de transeúntes". Paper presented at Jornadas de formación de voluntarios, at Málaga. GARCIA MOLINAS, Francisco (1916) La mendicidad en Madrid: sus causas y sus remedios. Madrid: s.n R. Velasco. 231 GEREMEK, Bronislaw (1989) La piedad y la horca: historia de la miseria y de la caridad en Europa. Madrid: Alianza. GEREMEK, Bronislaw (1991) La estirpe de Caín: la imagen de los vagabundos y de los pobres en las literaturas europeas de los siglos XV al XVII. Madrid: Mondadori. GIGINTA, Miguel de (2000) Notes: (Ed. or. 1576) Tratado de remedio de pobres. Barcelona: Ariel. GMELCH, George; GMELCH, Sharon Bohn (1978) “Begging in Dublin: The Strategies of a Marginal Urban Occupation” Urban Life, 6, 4, Jan, 439-454. GÓMEZ FERNÁNDEZ, Ramiro (1935) Lo que fue, lo que es y lo que debe ser la asistencia social en el Ayuntamiento de Madrid. Madrid: Ayuntamiento. GONZÁLEZ DURO, Enrique (1977) “Psiquiatrización de la marginación”, en Grupos Marginados y Peligrosidad Social, editado por VV. AA. (Madrid: Campo Abierto). GÓNZALEZ LÓPEZ, E. (1980) Madrid: Ayuntamiento. Informe sobre marginación social en el municipio de Madrid. GRACIA CÁRCAMO, Juan (1993) Mendigos y vagabundos en Vizcaya (1766-1833). Bilbao: Universidad del País Vasco. GRUPOS SMES MADRID (200). Propuesta De Actuación Coordinada En La Atención A Personas Sin Hogar Con Trastornos Mentales. Madrid, Mat. fot. GUEMES PEÑA, Aurelio (1991) Comité de Solidaridad con los Sin Techo . Documentación Social, no. 85:199-215. HALTER, Anthony (1992) “Homelessness in Philadelphia: A Study of the Impact of State Welfare Reform on Individuals” Journal of Sociology and Social Welfare, 19, 4, Dec, 7-20. HARRINGTON, Joel F. (1997) “`Singing for his supper': The reinvention of juvenile streetsinging in early modern Nuremberg.” Social History, Jan, Vol. 22 Issue 1, p27, 19p HERNÁNDEZ CASTANEDO, Francisco (1983) El Madrid tremebundo: crímenes célebres. Madrid: El Avapiés. HERRERO UGARTE, M Isabel, Teodosia SOBRINO CALZADO, y Abelardo RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (1993) "Una iniciativa innovadora en el abordaje de la problemática de los enfermos mentales crónicos sin hogar" Trabajo Social hoy, 1:pp. 7-14. IGBINOVIA, Patrick Edobor (1991) “Begging in Nigeria” International Journal of Offender Therapy and Comparative Criminology, 35, 1, spring, 21-33. IMI. Ingreso Madrileńo de Integración. Tomo 3: La Exclusión . (1991) Madrid: C.A.M. - Consejería de Integración Social. INCIS (1991) Estudio sociológico sobre los transeúntes marginados. Valencia: Mat. fot. INSTITUTO de Estudios de la Opinión Pública (1990) Instituciones de Servicios Sociales para transeúntes. Madrid: IOPE-ETMAR. JANSÁ, J. M. et al (1999) La salud de la població sense sestre a la ciutat de Barcelona. Barcelona 232 Societat: revista d’informació i estudis socials 10 :46-54. JIMENEZ SALAS, María (1958) Historia de la asistencia social en Espańa en la Edad Moderna . Madrid: CSIC. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de (1778) Discurso acerca de la situación y división interior de los hospicios con respecto a su salubridad. KENNEDY, William (1984) Tallo de hierro (Ironweed). Barcelona: Seix Barral. KENNEDY, Catherine; FITZPATRICK, Suzanne (2001) “Begging, rough sleeping and social exclusión” en Urban Studies 38:11 pp.2001-2016. KOEGEL Paul (1998) “La perspectiva antropológica como enfoque diferente de los enfermos sin hogar” . Intervención Psicosocial 7, no. 1:27-46. La Coordinación: desafío del trabajo con transeúntes y colectivos sin techo para el siglo XXI. (Jornadas estatales sobre transeúntes y colectivos sin techo, Valencia, 15,16 y 17 de diciembre de 1999). Valencia : Ayuntamiento de Valencia. Área de Servicios Sociales. LABURU, José A. de (1943) Anormalidades del carácter. Montevideo: Editorial Mosca Hnos. LANKENAU, Stephen E. (1999) “Stronger than Dirt: Public Humiliation and Status Enhancement among Panhandlers” Journal of Contemporary Ethnography, 28, 3, June, 288-318. LEDESMA SOTELO, M. (1963) Los bajos fondos de Madrid. Barcelona: Rodegar. LU, Hanchao (1999) “Becoming Urban: Mendicancy and Vagrants in Modern Shanghai” Journal of Social History, 33, 1, fall, 7-36. LUCAS R. et al. (1995) “Prevalencia de sintomatología psicótica y hábitos tóxicos en una muestra de Homeless” Revista de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Barcelona 22:18-24. LUCHA contra la pobreza. Una acción integradora. III encuentros técnicos. Programa piloto para situaciones de necesidad (1992) Madrid: M. de Asuntos Sociales. LUNA, Manuel (1907). La caridad en Madrid: o sea una guía de pobres y bienhechores en el conocimiento de las instituciones de caridad y beneficencia existentes en Madrid. Madrid: Ginés Carrión. MADRID caritativo y benéfico: noticia de las obras de caridad y beneficencia existentes en Madrid y sus cercanías. Madrid: Imp. De Gregorio Juste, 1875. MARPSAT Maryse y FIRDION Jean-Marie (1998) “Las personas sin hogar en París:encuesta a una muestra representativa de usuarios de servicios para personas sin hogar”. Intervención Psicosocial 7, no. 1:47-63. MARTIN BARROSO, C., R. GONZALEZ ALVAREZ, y M. A. Coord. GALLEN (1989) Volver a Ser. Experiencias y evaluación de reinserción social de transeúntes. Madrid: Cáritas Espańola. MARTÍN BARROSO, Clemente (1985) "Transeúntes y Albergues" . Documentación social [NUM. MONOGR.] 60 . MATZA, David. (1972) "Los pobres despreciables", en Clase, Status y Poder. editado por R. BENDIX y S.M. LIPSET. 1964 ed. Vol. II, ( Madrid : Euramérica.). 233 MAZA ZORRILLA, Elena (1987) Pobreza y asistencia social en Espańa: Siglos XVI al XX. Valladolid: Universidad. McINTOSH, Ian; Erskine, Angus (2000) "Money for Nothing"?: Understanding Giving to Beggars” Sociological Research Online http://www.socresonline.org.uk/, 5, 1, May, . MEMORIA descriptiva del proyecto del Asilo de Nuestra Seńora de la Paloma. (1907) Madrid: Ayuntamiento. MEMORIA sobre las reformas introducidas en el ramo de la beneficencia provincial de Madrid (1852) Madrid: Imp. de D. José María Alonso. MENDEZ, J. (1980) El oficio de la necesidad. Madrid: Edilsa. MILANS, Mar (1990) El albergue municipal de transeúntes de Sevilla. Cuadernos de Acción Social 21-22:112-117. MILLÁN, Luis (1924) La beneficencia. Madrid: Imp. Clásica Española. MOLINA, E (1990) "Rafalafena contra un comedor de transeúntes" Serveis Socials: Full Informatiu 28, no. 9. MORALES, César (1989) El trauseuntismo, una problemática poco conocido“. Sociedad Familia 114:31-36. MUŃOZ LÓPEZ, Manuel, Carmelo VAZQUEZ VALVERDE, y Juan A. CRUZADO RODRÍGUEZ (1995) personas sin hogar en Madrid . Comunidad de Madrid, Consejería de Integración Social: Facultad de Psicología. Universidad Complutense. MUŃOZ Manuel y VÁZQUEZ Carmelo (1998) “Las personas sin hogar:aspectos psicosociales de la situación española”. Intervención Psicosocial 7, no. 1:7-26. MUŃOZ, M, C. VÁZQUEZ, J. M. VÁZQUEZ, y J J. BERMEJO (1999) “Stresful life events among homeless people: Quantity, types, timing and perceived causality” Journal of Community Psychology 27:73-87. MUŃOZ, M., C. VÁZQUEZ, P. KOEGEL, y J. Y BURNAM (1998) “Differential patterns of mental disorders among homeless in Madrid (Spain) and Los Angeles (CA, USA)” Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology 33:514.520. MUŃOZ, Manuel, Carmelo VÁZQUEZ, y José Juan Vázquez (1998) Atrapados en la calle: Testimonios de personas sin hogar con problemas de salud mental. Madrid: Consejería de Sanidad y Servicios Sociales. Comunidad de Madrid. MUÑOZ LÓPEZ, M (1994) Epidemiología psicopatológica de las personas sin hogar. Madrid: Departamento de Psicología Clínica. UCM. (Mat Fot). MUÑOZ LÓPEZ, M. et al (1995) Personas sin hogar en Madrid : Informe Psicosocial y Epidemiológico. Madrid: Facultad de Psicología, Universidad Complutense, D.L. NERÍN, J. M. et al (1996) Volver a ser : modelo de intervención social con transeúntes. Madrid: Cáritas Española. Programa de Transeúntes y Colectivos sin Techo. NIPHO Y CAGIGAL, Francisco Mariano. 1742. Los engaños de Madrid y trampas de sus moradores. Madrid: s.i. 234 NUM. MONOGR (1985) Transeúntes y Albergues. Documentación social 60. NUM. MONOGR (1993) Programa de tanseúntes y colectivos sin techo. Volver a Ser 0. OLMEDO R. 1993. Transeúntes, sin techo ni derecho. Cáritas 42, no. 333:15-26. ORDÓÑEZ, Pedro José (1997) Monumento triunfal de la piedad católica : erigido por la imperial ciudad de Zaragoza. Zaragoza: Diputación General de Aragón. PARLAMENTO EUROPEO (1987) Dictamen en nombre de la Comisión de Asuntos Sociales y Empleo, sobre la vivienda para las personas sin hogar en la Comunidad Europea. Literatura gris. PÉREZ BALTASAR, María Dolores (1984) Mujeres marginadas: las casas de recogidas en Madrid. s.l.: M.D. Pérez. PEREZ DE HERRERA, Cristóbal. 1975. Amparo de pobres. Madrid: Espasa Calpe. PÉREZ ESTÉVEZ, María Rosa. 1976. El problema de los vagos en la Espańa del Siglo XVIII. Madrid: Confederación Espańola de Cajas de Ahorros. PIASERE, Leonardo (2000) “Antropologia sociale e storica della mendi-cita zingara Polis 2000, 14, 3, Dec, 409-428. POSADA HERRERA, José. 1845. Estudios sobre la Beneficencia Pública: Lecciones de Administración. Oviedo: Universidad de Oviedo; Universidad de León. PROGRAMA de atención a marginados sin hogar . Madrid: Area de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid, 1992 PROGRAMA de prevención e integración . Madrid: Ayto. de Madrid. Area de Servicios Sociales, 1992 PROYECTO de rehabilitación e inserción social de enfermos mentales crónicos indigentes. Madrid: Comunidad Autónoma de Madrid: Consejería de Integración Social. QUIROL, Luis Ignacio (1744) Falacias y engańos de la Corte: trampas y estafas de algunos de sus individuos y suceso del Barquillo y Lavapiés. Madrid: J.M: González. RAIS (Red de Apoyo a la Inserción Sociolaboral) (2000) Miradas en el encuentro: Acortando distancias construyendo relaciones . Madrid: RAIS- Fundación Cajamadrid. RICO GARCÍA, M del Pilar (1991) Salud mental y general de la población transeúnte. Estudio en el albergue “San Vicente de Paúl” de Aranjuez. Alcalá de Henares (Madrid): Universidad de Alcalá de Henares. Facultad de Medicina. Tesis doctoral (Sin publicar). RIU, M (1982) La pobreza y la asistencia a los pobres en la Cataluńa Medieval. Barcelona: CSIC. ROBLES, Juan de. 1965. “La caridad discreta practicada con los mendigos y utilidades que logra la República con su recogimiento”, en Deliberación en la causa de los pobres (y réplica de Fray Juan de Robles). SOTO, Domingo de. Madrid: Instituto de Estudios Políticos. RODRIGUEZ DIAZ, A (1986) Transeúntes e indigentes: Estados de necesidad y respuesta social. Madrid: Ayuntamiento. 235 RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Abelardo (1998) Rehabilitación e inserción social de enfermos mentales crónicos sin hogar: iniciativa innovadora del programa europeo Pobreza 3. Políticas sociales en Europa 3:83-105. RODRÍGUEZ GONZALEZ, Abelardo, JOURÓN GONZÁLEZ Felipe, y FERNÁNDEZ AGUIRRE M Victoria (1998) “Rehabilitación e inserción social de enfermos mentales crónicos sin hogar” Intervención Social 7, no. 1:75-96. ROMERO, Manolo, Manuel RAMOS, y Joan Carles y cols. MARCH. 2002. Perfil de los jóvenes transeúntes. Dificultades para la utilización de los servicios sociosanitarios y propuestas de mejora. Norte de Salud Mental IV, no. 14:21-30. RSU (2001a) Coming in from the cold: second progress report on the Government’s strategy on rough sleeping. August 2001. London: Rough Sleepers Unit. RSU (2001b) Preventing Tomorrow’s Rough Sleepers: a good practice handbook. London: Rough Sleepers Unit. RSU (2001c) Looking for change: The role and impact of begging on the lives of people who beg. Research Summary. London: Rough Sleepers Unit. RUBIO, M.J. (2002) Las personas sin hogar y el alojmaineto precario de la zona centro de Madrid. Análisis cualitativo y cuantitativo de las condiciones, servicios y modo de vida de las pensiones baratas. Madrid: Universidad Pontificia de Comillas. SANCHEZ MIRANDA J. SOLANILLAS VILA J.R (1991) Hacia una acción integral con transeúntes en el mundo rural. Cuadernos de formación. Cáritas. 25. SÁNCHEZ MORALES, M del Rosario (1999) La población “sin techo” en Espańa: un caso extremo de exclusión social. Madrid: Sistema. SERVICIO DE DOCUMENTACIÓN DE CARITAS ESPAÑOLA (1993) Transeúntes y colectivos sin techo. Madrid: Cáritas Española. [SOCIEDAD MATRITENSE DE AMIGOS DEL PAIS]. Colección de memorias premiadas... que tratan del exercicio de la caridad y socorro de los verdaderos pobres, corrección de los ociosos, destierro de la mendicidad voluntaria y fomento de la industria y aplicación. Madrid: 1781. SORIA y HERNÁNDEZ, Arturo. (19239. Un proyecto de nuevo hospicio para Madrid. Madrid: Imp. De la Ciudad Lineal. SOTO, Domingo de. (1965). Deliberación en la causa de los pobres (y réplica de Fray Juan de Robles). Madrid: Instituto de Estudios Políticos. SOUBEYROUX, Jacques. (1980). "Pauperismo y relaciones sociales en el Madrid del siglo XVIII." Estudios de Historia Social 4 (1980):7-277. SOUBEYROUX, Jacques. (1978). Pauperisme et rapports sociaux ŕ Madrid au XVIIIčme sičcle. Paris: Honoré Champion. SWITHINBANK, Tessa (1997) “The Street Press: Homelessness, Self-Help, and Social Identity” Gender and Development 5, 3, Nov, 45-51. TRINIDAD FERNANDEZ, Pedro (1990) “Trabajo y pobreza en la primera industrialización”, en 236 HISTORIA de la Acción Social Pública en Espańa Beneficencia y Previsión, editado por VV.AA. Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. VAN DOORN, Lia (2000) “From Begging to Dealing: The Stock of Income Strategies of the Homeless” Focaal: tijdschrift voor antropologie, 36, 31-49. VÁZQUEZ CABRERA, José Juan (2001) Rcursos básicos de atención a las personas sin hogar (PSH) en Madrid: La perspectiva de los usuarios. Madrid: Universidad Complutense. Facultad de Psicología. Tesis doctoral. (Sin publicar) VÁZQUEZ, C Y M. Y SANZ J. MUŃOZ (1997) “Lifetime y 12-month prevalence of DSM-III-R mental disorders among the homeless in Madrid: A european study using the CIDI” en Acta Psychiatrica Scandinavica 95:523-530. VEGA GONZÁLEZ, Luis S (1996) Salud mental en población sin hogar. Oviedo: Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias. VIDAL GALCHE F. 1992. "¿Qué hacemos con los pobres?. El origen del Asilo de San Bernardino (1834)." Espacio, Tiempo y Forma 5 (1992):305-16. VIVES, Juan Luis (1992) Del socorro de los pobres (De subventione pauperum). Barcelona: Hacer. VV. AA. 1990. HISTORIA de la Acción Social Pública en España Beneficencia y Previsión. Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. VV.AA (1990) IMI.Ingreso Madrileńo de Integración . Madrid: Comunidad de Madrid. WARD, Bernardo. 1782. Proyecto económico, en que se proponen varias providencias, dirigidas a promover los intereses de España, con lo medios y fondos necesarios para su planificación. Madrid: Joaquín Ibarra. WILLIAMS, Brackette F. (1995) “The Public I/Eye: Conducting Fieldwork to Do Homework on Homelessness and Begging in Two U.S. Cities” Current Anthropology, 36, 1, Feb, 25-39. ZAPATA DE LA VEGA J. y CASTRO DOMINGUEZ E. (1992) Marginales sin techo en Madrid. Proyecto: Estudio antropológico social de los marginales sin techo en Madrid: mendigostranseúntes e inmigrantes. Madrid: Mat. Fot. Kennedy, C. and Fitzpatrick, S. (2001) Begging, rough sleeping and social exclusion: implications for social policy. Urban Studies, 38(11), pp2001-2016. 237