19 LATERCERA Domingo 24 de abril de 2016 MANUEL FELIÚ creó en la segunda parte de los años 80 un eslogan. Decía así: “La libre empresa crea; crea en la libre empresa”. Fue una campaña publicitaria que al mando de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) enarboló para modificar la mala imagen del sector empresarial en la población. Feliú había preguntado qué hacer a Mario Kreutzberger. El animador, Don Francisco, le recomendó hacer encuestas. Los sondeos reflejaban una “pésima” reputación empresarial, dice. La campaña cambió la percepción de la población sobre el sector privado. Y también mejoró, agrega, tras el cambio de régimen: desde Augusto Pinochet a Patricio Aylwin, en el año bisagra de 1990. Los pactos entre empresarios y trabajadores hicieron de Chile un país con paz social, asegura. Feliú dirigió la Confederación entre 1986 y 1990. Conocía a Aylwin desde sus tiempos en la Universidad de Chile, de la que egresó como abogado en 1955. Su relación se estrechó cuando Aylwin, también abogado, asumió la Presidencia de Chile. Feliú, un empresario minero y agrícola que hoy tiene 83 años, votó en 1989 por Hernán Büchi. Cree, sin embargo, que fue mejor que ganara el candidato DC, de quien se convirtió en un amigo cercano que lo invitaba a almorzar y conversar cuando ya no era presidente. Feliú no oculta su admiración por el ex mandatario fallecido esta semana a los 97 años. “Es un prócer. Aylwin es como Bernardo O’Higgins”, asegura. ¿Los empresarios desconfiaban del gobierno de Patricio Aylwin? Había mucha desconfianza de los empresarios, y la razón de esa desconfianza era lo que había escrito la Concertación como bases programáticas de su futuro gobierno. Esas bases programáticas eran volver a Allende. En consecuencia, había un temor que tenía una justificación. Yo las analicé mucho con la gente de la Confederación y era volver atrás en un camino ya recorrido en el que a Chile le había ido muy mal. Pero tuvimos la suerte en esa época de que los socialismos reales fracasaron en forma absoluta y se generó en el mundo una desconfianza total sobre esta doctrina que privilegiaba al Estado por sobre la empresa privada. ¿Cómo se acercaron las posiciones? El ministro de Hacienda (Alejandro) Foxley fue muy pragmático, muy inteligente y se dio cuenta de que por ese lado no iba la cosa. Entonces, él llevó el camino de la Concertación hacia un desarrollo cuya estructura y cuya base eran las exportaciones. Y las exportaciones necesitaban cosas que en el fondo eran difíciles y al mismo tiempo muy simples: necesitaban tipos de cambio reales, borrar el sistema de aranceles de protección, que el país funcionara con una economía libre, abierta y competitiva. Y eso lo entendió perfectamente bien Aylwin, gracias a que Foxley se lo vendió muy bien. Aylwin decía que no entendía nada de economía y yo creo que es cierto. No tenía nada por qué entender. Él les tenía gran aprecio y respeto a sus colaboradores. Foxley logró el apoyo de Aylwin para desarrollar estas políticas que partieron en la discusión de la reforma tributaria. La primera reunión que tuve con Foxley era sobre la cantidad de recursos que ellos requerían del sector privado. ¿Cuánto se requería? Ellos necesitaban US$ 2.000 millones para el primer año. Nosotros hicimos nuestros estudios y nuestros cálculos y la conclusión era que si les pasábamos eso al Fisco, el país perdía 1,5% del Producto. Y que lo más que podía aportar el sector privado de su bolsillo eran US$ 500 millones. Pero los otros US$ 1.500 millones se iban a generar por la actividad económica. Foxley las aceptó y, efectivamente, el sector privado generó ma- RR Manuel Feliú junto al ex Presidente Patricio Aylwin, en el Palacio de La Moneda. “Él tenía una profunda desconfianza en el mercado. Pero el gobierno de él usó el mercado (...). Sin duda alguna, fue el mejor gobierno en materia económica desde 1990”. “Los representantes de la Sofofa me cuestionaron que yo hubiera aceptado la reforma tributaria (...). Yo les pregunté: “Quiero saber una cosa, ¿quién ganó las elecciones? ¿Las ganamos nosotros?”. “Büchi no habría podido gobernar. Se habría producido un problema que con Aylwin no se produjo y se está produciendo hoy día. Con Aylwin se logró la paz social”. yores impuestos por mayor actividad en US$ 1.500 millones. En el gobierno de Aylwin se negociaron dos reformas relevantes, la tributaria y la laboral. Usted llevó a cabo una conducción dialogante. ¿Sintió mucha presión de sus bases empresariales para ser más duro? Claro que había presiones. Voy a contar una anécdota. En un momento determinado, en un comité de la Confederación, los representantes de la Sofofa me cuestionaron que yo hubiera aceptado la reforma tributaria ofreciendo una mayor tasa impositiva que significó US$ 500 millones. La gente no que- ría nada; que no diéramos ni una chaucha. Yo les pregunté: “Quiero saber una cosa: ¿Quién ganó las elecciones? ¿Las ganamos nosotros? Ahí anduvieron arrugando las cejas. “No, no las ganamos nosotros”, me dijeron. “¿Ustedes creen que cuando uno pierde, tiene que pagar la entrada a lo que significa la democracia. El teatro de la democracia vale plata”. Así que la sacamos barata con US$ 500 millones. Pero la sacamos barata convencidos de que esto va a ayudar al país. Nunca más tuve un problema con nadie. Todos me apoyaban. ¿Qué visión tenía de Aylwin sobre los empresarios? Aylwin tenía una condición muy importante como persona: era un hombre bueno por naturaleza. No tenía cosas preconcebidas contra nadie. Los empresarios, para él, eran un grupo de gente necesaria e importante para producir riqueza, pero que eran tremendamente egoístas. Tenía distancia, pero no fue contrario a los empresarios. Se dio cuenta de que eran importantes y muy necesarios y obviamente tenía que tener gente que lo ayudara a entender a los empresarios. Ahí hubo ministros de él que se dieron cuenta de que el proceso no podía avanzar si no se metía a todo el mundo adentro, y además de Foxley y René Cortázar (ministro del Trabajo) fue fundamental (Edgardo) Böeninger. Y en el sector empresarial, ¿quiénes eran cercanos o interlocutores directos con el ex Presidente Aylwin. No conozco a ninguno. Yo tenía muy buena relación con Aylwin y tenía contacto directo. Él me llamaba por teléfono; teníamos una relación importante. En el primer viaje que hizo a Europa, me pidió que lo acompañara. Él me pidió que yo fuera. En ese viaje participamos yo por la Confederación, Ronald Bown por los fruteros... ¿El gobierno de Aylwin tuvo que construir una alianza estratégica con los empresarios? La construyó. La construyó primero sobre la confianza que se generó en las discusiones de estos dos cambios legales tan importantes como fueron la reforma tributaria y la laboral. E hicimos algo que Aylwin lo tenía como una especie de fetiche: él no concebía un gobierno exitoso sin paz social. ¡Y tenía razón, toda la razón del mundo! Aylwin me agradecía a mí y a Manuel Bustos (ex presidente de la CUT, ya fallecido) en privado y en público, porque habíamos logrado ponernos de acuerdo. ¿Qué significó ese acuerdo? Una paz social que duró hasta mediados del gobierno de Frei. La confianza que se generó a nivel de inversionistas por esta situación hizo que el gobierno de Aylwin concretara el mayor monto de inversión extranjera en Chile en la historia de este país hasta esa época. Se concretaron las inversiones mineras, que fueron más de US$ 100 mil millones. Chile es un país abierto, libre y competitivo. ¿El mercado es cruel?, como dijo Aylwin... No, los seres humanos son los crueles. ¿Él creía en el mercado, al final del día? Él tenía una profunda desconfianza en el mercado, por su formación. Pero el gobierno de él usó el mercado. Su gobierno fue muy exitoso en materia económica. Sin duda alguna, fue el mejor gobierno en materia económica desde 1990. El gobierno militar no tenía dinero, así que no pudo hacer nada; hizo cambios, pero sin plata no se compran huevos. A partir de Aylwin, entraron muchos recursos al Fisco y se pudieron hacer muchas cosas y en manos de un gobierno eficiente y honesto. La gente que trabajó con Aylwin fue gente muy capaz, lo mejorcito que ha habido en el último tiempo. ¿Cree que fue mejor que ganara Aylwin a que ganara Büchi? De todas maneras. Büchi no habría podido gobernar y creo que Büchi lo sabía muy bien. Se habría producido un problema que con Aylwin no se produjo y se está produciendo hoy día. Con Aylwin se logró la paz social. Y un gobierno sin paz social, no avanza. ¿Las contribuciones de Aylwin no están en el plano de las reformas estructurales, sino en el plano de la gobernabilidad? Claro, en la administración. Y también algunas reformas importantes, al inicio de su gobierno, la tributaria y laboral, que fueron reformas de fondo. Fueron, de cierto modo, el pago que había que hacer para entrar al teatro de la democracia. N