SERES HUMANOS TRASCENDENTES En las puertas del cielo hay un sendero de luz para todo aquel de buena voluntad que desee una vida eterna y feliz después de la muerte. Por definición, el hombre nace libre, puede ir construyendo su vida, paso a paso, resolviendo, a cada instante, su presente que es futuro inmediato, además no poseemos certeza del momento inesperado de la muerte, por tanto siempre debemos estar preparados para el viaje definitivo. Entonces: ¿Qué hacer, en este mundo, para alcanzar la trascendencia, aquella vida eterna que nos ofrece el Padre Dios para todo cristiano quien profesa su fe? En síntesis, hacer el bien, siempre, en todo momento, amar, respetar a Dios y nuestro prójimo, ser solidario, honesto y honrado, una persona de bien que colabora en la gestación del nuevo universo que se propone para nuestra existencia. Cuando nuestra sociedad moderna se aleja de los valores trascedentes y universales que deben guiar nuestro existir, considerar el respeto por el planeta y la vida que florece en todo lugar, cuando damos paso a la violencia, el descontrol y la ira, cuando se nos hace común el engaño, la trampa y la usura, mientras no se reparte equitativamente la riqueza, cuando la corrupción se expone por todas partes, debemos levantar nuestra voz, denunciar, reclamar derechos y deberes, validar el respeto al prójimo como valor sagrado, la defensa del más débil y la comunión con el que sufre y llora su desgracia. En el inmenso universo desconocido somos apenas un accidente, en el margen del tiempo absoluto de todas las cosas, nuestra vida es apenas un suspiro, tan breve, tan ingrata, donde damos cabida a tales sentimientos, a veces sublimes a veces menospreciados, entonces acariciar el amor, disfrutar del instante preciso que nos corresponde vivir es una necesidad imperiosa. Ante tales conclusiones, creo pertinente dar valor trascendente a la vida, aprovechar esta oportunidad de existencia y aprovechar cada regalo de la naturaleza como un obsequio preciado. Proponernos abandonar este mundo y dejar una herencia que de prestigio a nuestro nombre, las buenas obras engendran memoria e historia, las palabras elevan nuestro ser a alturas indeterminadas. Alimentemos nuestro ser de paz, misericordia, cordura y armonía, aliviemos el dolor ajeno, seamos serviciales, apliquemos la razón y cordura en nuestro actuar cotidiano, demos buen ejemplo a las nuevas generaciones, busquemos, incansablemente, el conocimiento y la sabiduría, aceptemos nuestra realidad como una oportunidad para ser mejores personas Mañana, puede ser el último día de la existencia, partiremos sin nada a cuesta, sólo nuestras acciones, positivas o negativas, nuestro actuar y los buenos deseos de ventura para el otro que viaja a mi lado. Cuando el invierno se aparece en este lado del mundo, la simiente viene a germinar, esperamos el aguacero tremendo, nos reunimos en torno a la estufa, los días se nos hacen más cortos, es tiempo de compartir en familia, de escuchar los cuentos del abuelo, de valorar la educación como un modelo de enseñanza eficaz, que requiere modernización y en el cual, los profesores, cual más cual menos, trabajan, incansablemente, para enseñar a nuestros hijos, sólo así podremos dar la vuelta de página sobre los grandes males que flagelan a la sociedad. El hambre y la guerra deben ser erradicadas, la miseria un mal recuerdo y el genocidio, lacra despedida. Somos seres capaces de transformar el mundo, capaces de entrega sublime, de amor total, de esperanza y anhelo, paz y equilibrio. Elevemos nuestra oración para construir un nuevo cielo, una nueva generación de hermanos, un planeta en armonía con oportunidades para todos. Así, las puertas del cielo estarán abiertas para todo hombre y mujer de buena voluntad, para todo aquel que valore la vida sobre este planeta.