De Madrid a Medina del Campo, a finales del XVI * Simulación de un viaje por el tiempo realizado por un periodista económico, a través de un programa de realidad virtual capaz de reproducir el comportamiento pasado de la economía. Incluido en el libro Momentos estelares de Econolandia. Al-Passat (mi tutor en los viajes virtuales) decidió, ahora veo que con gran criterio, que mi viaje virtual a Medina no fuera automático como en otras ocasiones. Quería que viviese la experiencia de un desplazamiento de un par de cientos de kilómetros por la Castilla de finales del XVI. Mi punto de partida era Madrid, dónde Felipe II había trasladado la capital, desde Valladolid, hace tan solo nueve años. Ahora el rey residía en el ya antiguo Alcázar madrileño de origen musulmán y renovado a fondo tanto por su padre Carlos I como por él mismo. Yo sabía, por mis lecturas preparatorias del viaje, que el Alcázar sería destruido por un incendio en 1734 y, en sus terrenos se edificaría el Palacio Real. Por ahora era un modesto palacio en la parte elevada de un promontorio en las afueras de la ciudad. Sin duda, Madrid aun era un proyecto de ciudad, a pesar de su fuerte crecimiento demográfico y urbanístico. De los 10.000 habitantes de hace nueve años, ahora debe andar por mas de los 35.000 y es observable para el visitante el ritmo frenético de construcción de casas, iglesias y edificios públicos; posiblemente a finales de siglo se habría triplicado la población actual. El Monasterio de El Escorial, la gran obra de Felipe II en acción de gracias por la victoria de San Quintín sobre el ejercito francés, se ha iniciado hace siete años, pero aún queda el doble para su terminación. Según un testimonio de la época, Madrid “no está rodeada de murallas ni de fosos y las puertas no cierran el recinto; por añadidura las hay ruinosas. Madrid no tiene castillos que declaren una ostensible defensa, ni siquiera tapias que no puedan ser destruidas a naranjazos... Las calles son largas, rectas y de bastante anchura, pero no las hay de peor piso en el mundo; por mucho cuidado que se tenga, el paso de coches salpica de barro a los peatones”. Además, como en otras muchas ciudades de Europa, la suciedad, los malos olores y las pulgas están al orden del día. Las casas más acomodadas tienen un retrete que es un agujero encima de una fosa séptica que los poceros vacían de vez en cuando. No existe servicio de recogida de basuras ni alcantarillado. Los vecinos al callejear por sus barrios, viejos o nuevos, orinan en cualquier rincón o ante cualquier puerta; los orinales se vacían por la ventana con el aviso previo de “¡agua va!”. De noche es peligroso moverse por cualquier punto, incluso céntrico, de la ciudad. Hacerlo, en caso de necesidad, exige andar armado y provisto de alguna lámpara ya que la oscuridad es prácticamente total, excepto en noches de luna clara. En cualquier caso, yo no voy a quedarme ni un minuto en Madrid, ya que mi módulo de viaje virtual me sitúa cerca de la Puerta del Conde, al final de la calle del Gumiel, un poco más allá de su cruce con la calle del Noviciado. Ahí empieza el campo, las huertas y un camino de tierra que va hacia Segovia, desde donde tomaré dirección Medina del Campo. Pronto iré descubriendo lo que supone un viaje en aquella época, ¡y eso que he pedido que sea a caballo!. Algo menos de doscientos kilómetros me llevaron cinco días de viaje, a una media de 30 a 40 kilómetros por día. Tuve que pasar noche en Cercedilla, Segovia, San Pedro y Olmedo. Pero el verdadero problema no era ya la lentitud del desplazamiento, sino las dificultades, costes y peligros del mismo, algo que nunca hubiera pensado ni por aproximación. Prácticamente, poco había mejorado la humanidad en este campo en los últimos siglos. Ya en tiempos de mis estancias en Córdoba en el 970, los escasos viajes que se realizaban se hacían a pie, en asno, mulo o caballo en etapas que habitualmente eran de unos 25 Km, es decir una media de 3 km/hora en jornadas de ocho horas. En tiempos de Abderramán III se conocen libros de viajes en que se detallan las etapas a realizar entre Córdoba y Lorca (7 etapas) o de Córdoba a Medinaceli (11 etapas). Los descansos se realizaban en un “manzil”, venta o parador. Había que llegar a las ciudades antes del atardecer ya que, por razones de seguridad, las puertas quedaban cerradas hasta el amanecer. Pero es que ahora las cosas no han cambiado mucho, al menos en los viajes por tierra. La gran revolución ha sido los movimientos en barco de vela oceánico con carabelas que combinan la vela cuadrada, nórdica, con la triangular, latina. Según testimonios de la época, un viaje de 300 Km por tierra puede durar ocho días “si uno se mata cabalgando”. Pocos años después de mi viaje, Quevedo deja reflejada en La vida del Buscón el traslado de Pablos y su amo de Madrid a Alcalá de Henares, ya en un pequeño coche de caballos. “Nosotros nos metimos en un coche, salimos a la tardecica, una hora antes del anochecer, y llegamos a la media noche, poco más a la siempre maldita venta de Viveros (entre Madrid y Alcalá). El ventero era morisco y ladrón... Los rufianes hicieron la cuenta y vino a montar de cena sólo treinta reales, que no entendiera Juan de Leganés la suma”. La realidad es que la suciedad, incomodidades y costes elevados de viajar continuarán durante siglos. Incluso dos siglos más tarde los viajeros describen la dura jornada de camino que termina en una venta perdida en el campo, rodeados de perros flacos, mulas, cerdos y gallinas esqueléticas, donde apenas pueden comer si espantan las moscas y dormir, entre animales y devorados por las chinches. Aunque en 1570 las antiguas carretas empiezan a cruzarse en los caminos con coches de caballos y carrozas que incorporan la innovación técnica de la “suspensión” mediante cadenas y correas, todavía son raros estos vehículos y resultan más un signo de distinción de familias acomodadas. Faltan dos siglos para que, hacia 1770 se establezca un servicio de postas para diligencias. En cada posta (habrá por esas fechas unas 35 entre Madrid y la frontera con Francia) se realizará el relevo de caballos y las atenciones mínimas a los viajeros. A pesar de todo, la velocidad media que llegará a alcanzarse no superará los 10 Km/hora, es decir que Madrid-Medina del Campo exigirá al menos dos jornadas con alojamiento en alguna posada del recorrido. Pero incomodidades aparte, pude comprobar lo caro que resultaba moverse por aquellos polvorientos caminos. Permisos de viaje, derechos de paso, pagos por alojamiento y comidas mías y del caballo, a todo lo cual había que añadir pérdidas, sustracciones “al descuido” e incluso robos con violencia. En mi caso tuve suerte y solo debí apuntar la pérdida de una pequeña bolsa que llevaba con cien reales. Como medida de prudencia (no sabía lo que el módulo virtual me tendría preparado) llevaba bien ocultas otras dos bolsas una con diez ducados de oro y otra con trescientos reales de plata. Yo ya había aprendido que un ducado equivalía a once reales. Lo bueno de estos viajes es que tenías tiempo de pensar e incluso de hacer alguna amistad o, al menos, conversar con otros durante el camino. Hasta Olmedo me entretuve con mis propios pensamientos, saludando a caminantes y caballeros pero sin entrar en conversación. Me sentía impresionado con el hecho de que aquellos senderos polvorientos correspondiese al gran Imperio edificado por Carlos I y heredado por su hijo Felipe II. Aún se comenta en caminos y posadas el nuevo matrimonio del rey, el cuarto, ahora con Ana de Austria. Antes se había casado en la habitual política de alianzas, con la hija del rey de Portugal, María Manuela. A su temprana muerte, con Isabel de Valois, hija del rey francés Enrique II. La tercera boda se celebra con la en aquel momento reina de Inglaterra, María Tudor. No hay todavía descendencia masculina al trono de España. Su hijo varón, del primer matrimonio, el príncipe Don Carlos ha fallecido hace dos años y al futuro heredero, Felipe III, aún le quedan unos años para su nacimiento. La monarquía española, como es habitual en otros países, tiene también sus poderes y contrapoderes. Se comentan las rivalidades entre el secretario real, Antonio Pérez, y otros personajes influyentes de la corte como el hermano del rey Don Juan de Austria, el duque de Alba o el príncipe de Éboli, formando facciones que se unen y desunen según ocasiones. La política exterior de los Habsburgo (con su doble rama española y alemana) se basa en la contención de los turcos en el Mediterráneo, la lucha contra la Reforma protestante, el equilibrio de poder (siempre inestable con Francia) y la rivalidad con Inglaterra y Holanda por el imperio ultramarino. Los Países Bajos han iniciado la rebelión bajo el mando de Guillermo de Orange y en dos años el Duque de Alba iniciará sus campañas en Flandes. Isabel I gobierna una Inglaterra que considera a España y la Iglesia católica como los máximos enemigos de la Corona. Francia está, en estas fechas de 1570, en periodo de paz con España. La Santa Sede, Venecia y España han formado la Santa Alianza que llevará en un año a la batalla naval de Lepanto. Como curiosidad había leído algún documento, antes de mi viaje, sobre sueldos y pagos en relación con esa batalla de Lepanto. Aunque la moneda de oro en la España de 1570 era el escudo, aún era habitual hacer las cuentas también en ducados, que había sido la referencia desde los Reyes Católicos, como adaptación española del célebre ducado veneciano. La diferencia entre escudo y ducado era de sólo un 10% en valor, ya que el escudo equivalía a diez reales de plata y el ducado a once. Pues bien. Don Juan de Austria, el héroe de Lepanto, tenía un escandaloso sueldo anual de 20.000 escudos (a 50 euros, como venimos haciendo la cuenta para tener una idea aproximada de valor, del orden de un millón de euros), aunque posiblemente incluía dinero de “libre disposición” que fue en gran parte a parar a heridos en la batalla. Entre los bonificados por sus heridas estaba un tal Miguel de Cervantes que recibió un donativo de 22 escudos, la mitad del sueldo de un capitán. Al parecer don Juan de Austria manejó fondos entre 1.571 y 1.572 del orden de un millón y medio de escudos. De acuerdo con la propia contabilidad de la Contaduría Mayor de Cuentas, sabemos que pagó 1.500 escudos por una galera fabricada en Nápoles, 497 por una cadena de oro, cuatro escudos por una misa cantada o 672 para el caballero que debía llevar el mensaje al emperador de la victoria naval. De mis reflexiones de alta política internacional me saco, a mi salida de Olmedo, el coincidir en el camino con un joven clérigo que iba también hacia Medina del Campo. Empezamos a hablar de la Santa Inquisición, las estrictas prohibiciones del momento y, como era inevitable, del papel de la Iglesia en el Nuevo Mundo. Me enteré, con sorpresa, que la Inquisición había iniciado, este mismo año, un proceso al propio arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza. Comentamos la triste orden que, desde hace ya once años, prohíbe a los españoles ir a estudiar a universidades extranjeras y del Índice de libros prohibidos por la Iglesia que se hizo público ahora hace apenas cuatro años. Terminamos hablando de las numerosas donaciones que la Iglesia recibía tanto en dinero como en tierras, que por no ser transmisibles a nuevos productores por razones legales, quedaban muchas veces sin labrar y serían más tarde conocidas como «manos muertas». Aunque mi acompañante estaba de acuerdo en algunos de mis comentarios críticos, me daba cuenta que estaba contagiado por la fuerte mentalidad conservadora de la época y por una moral que buscaba hacer compatible la espiritualidad con una cierta seguridad económica. Pero una jornada de viaje en común da mucho de sí y poco a poco, según cobraba confianza, empezó a reconocer una cierta crisis de conciencia. Cuando llegamos al tema del papel de la Iglesia en el Nuevo Mundo reconoció que había oído hablar de clérigos y frailes en el Virreinato del Perú conocidos por su notoria fama de mal hablados, jugadores, bebedores y gentes de todo vicio. Con aire aparentemente distraído me pasó una copia manuscrita que circulaba por algunos ambientes críticos de la Iglesia. Se trataba de un escrito del virrey de aquellas tierras don Francisco de Toledo, fechada en el año de gracia de 1569 y dirigida al propio Rey. La leí en silencio y evitando comentarios que pudieran añadir leña al fuego: «En cuanto al Gobierno espiritual de aquel Reino, hallé cuando llegué a él que los clérigos y frailes, obispos y prelados de las órdenes, eran señores absolutos de todo lo espiritual y, en lo temporal, casi no conocían ni tenían superior y Vuestra Majestad tenía un continuo gasto en vuestra Real Hacienda con pasar a costa de ella cada flota mucha cantidad de clérigos y frailes con nombre de que iban a predicar, enseñar y doctrinar a los indios; y en realidad de verdad pasaban muchos de ellos a enriquecerse con ellos, pelándolos lo que podían, para volverse ricos». Antonio Pulido, Momentos estelares de Econolandia Para más detalle: Cronología de Reyes de España en la Edad Moderna (1474-1788) Selección de acontecimientos hacia 1570 Cronología de Reyes de España en la Edad Moderna (1474-1788) Previo a los Habsburgo (1474-1517) Isabel I, la Católica de Castilla, 1474-1504 Fernando II, el Católico de Aragón, 1479-1516 (unión dinástica de Castilla y León, 1474) 1ª Regencia de Fernando II, 1505-1506 Juana I de Castilla y Felipe I, 1506-1507 2ª Regencia de Fernando II, 1507-1516 (conquista del Reino de Navarra, 1512) Regencia del cardenal Cisneros, 1516-1517 Dinastía Habsburgo (1517-1700) Carlos I (V de Alemania), 1517-1556 Felipe II, 1556-1598 Felipe III, 1598-1621 Felipe IV, 1621-1665 Carlos II (el Hechizado), 1665-1700 Dinastía Borbón (1700-1868) Felipe V de Anjou (1ª vez), 1700-1724 Luis I, 1724 Felipe V (2ª vez), 1724-1746 Fernando VI, ¡746-1759 Carlos III, 1759-1788 Selección de acontecimientos hacia 1570 España 1541 Se instala en España Domenikos Theotocópulos, el Greco 1545 Se inicia la sublevación de los moriscos granadinos (Guerra de las Alpujarras) 1554 Se publica La vida del Lazarillo de Tormes 1558 Luis Ortiz, contador de Felipe II, publica su Memorial 1559 Decreto prohibiendo a los españoles estudiar en las universidades extranjeras 1561 Felipe II traslada la capital a Madrid 1562 Santa Teresa de Jesús funda su primera casa de oración en Ávila 1566 Sublevación de los Países ajos 1569 Tomás de Mercado publica Tratos y contratos de mercaderes y tratantes 1570 Se casa Felipe II (cuarto matrimonio) con Ana de Austria 1570 Establecimiento del archivo histórico de Simancas 1571 La Santa Liga (Santa Sede, Venecia y España) gana la batalla naval de Lepanto frente al Islam 1572 La inquisición encarcela a Fray Luis de León e inicia su proceso 1577 Se inicia la primera bancarrota de Felipe II 1584 Se terminan las obras del Monasterio de El Escorial, iniciadas en 1563 1588 Derrota de la Armada “Invencible” en la guerra con Inglaterra 1598 Sube al trono Felipe III y deja durante veinte años el ejercicio del poder en manos de su válido el duque de Lerma 1601 Se inicia un periodo transitorio de cinco años en que la corte se traslada a Valladolid 1603 Se publica La vida del Buscón de Francisco de Quevedo 1605 Cervantes publica la primera parte de El Quijote 1609 Expulsión de los moriscos españoles Resto del mundo 1519 Ruptura de Lutero con Roma: inicio de la Reforma protestante 1534 La iglesia anglicana se separa de Roma 1557 Derrota del ejército francés ante el español en San Quintín 1563 Finaliza el Concilio de Trento, que duró en total 18 años repartidos en tres periodos 1568 Inicio de la rebelión de los Países Bajos bajo el mando de Guillermo de Orange 1572 Comienzan las campañas del Duque de Alba, que durarán dos años 1579 La República Holandesa se independiza en los “Países Bajos” gobernados por España Antonio Pulido, Momentos estelares de Econolandia