Crónica de un asesinato* El detonante. El 28 de junio de 1914 fue asesinado en Sarajevo el archiduque de Austria Francisco Fernando, hecho que desencadenó la Primera Guerra Mundial. El Comercio informó con celeridad y consternación. Una nueva desgracia, quizá más espantosa que todas las anteriores, acaba de caer sobre la casa reinante de Austria. Parece que sobre esa desdichada familia pesara una maldición implacable, una de esas maldiciones bíblicas que no perdonan nada y que se extienden de generación en generación. La historia trágica de esta familia no es nueva para los lectores de El Comercio. Hace ya muchos años que Maximiliano de Austria, el efímero emperador de México, murió en Querétaro, fusilado por las huestes republicanas. Su infeliz y amante viuda, la emperatriz Carlota, no pudo soportar tan rudo golpe y hoy, por su aislada villa europea, pasea aún su enlutada silueta llena de una locura dolorosa y regia […] Más tarde, en la corte de Viena, se desarrolla otra tragedia. Rodolfo, el archiduque heredero del trono, amanece muerto un día, con el cuerpo atravesado a estocadas. Nada se supo sobre el origen de esta muerte, que hasta hoy permanece en el misterio; pero la fantasía popular forjó alrededor de ella una leyenda amorosa. Al poco tiempo de esta desgracia, y cuando la herida no estaba aún cicatrizada, la dulce magnánima esposa del viejo emperador Francisco José, la emperatriz Isabel de Austria, paseando un día por Suiza, cae a los golpes del puñal de un asesino, en las orillas de uno de los verdes lagos de Lucerna, la pobre víctima al caer sonríe y perdona a su asesino. El viejo emperador soportó esto con resignación cristiana; pero desde aquel día su vida regia y su vida íntima no fueron las mismas de antes. […] Hoy la desgracia vuelve a abatir a Francisco José con el asesinato del archiduque Fernando y su esposa, llevados a cabo en la trágica forma que nos detalla el cable […]. Sarajevo, junio 28. La tragedia ocurrió esta mañana a las 11 y 15 minutos. La ciudad estaba de fiesta, por doquiera se veía un alegre bullicio de gente que había venido del campo a ver al heredero del trono y futuro emperador. El embanderamiento con los múltiples pabellones de las ciudades que forman la monarquía austro-húngara, daba una nota especial de alegría a las calles; los archiduques gozaban de grandes simpatías en esta población y venían a asistir a una recepción en el palacio municipal. Desde temprano había acudido un enorme gentío a la estación del ferrocarril a esperar la llegada de los príncipes. La policía tenía que hacer grandes esfuerzos para contener al pueblo. Dentro de la estación esperaban las autoridades civiles, militares y municipales y la aristocracia. Cuando llegó el tren después de los saludos y presentaciones, los archiduques subieron en carruaje y poco más atrás iban en otro carruaje su séquito y la escolta. De pronto se adelantó un obrero y arrojó una bomba de dinamita al carruaje, pero fuese por nerviosidad del individuo o porque calculase mal la velocidad del carruaje, la bomba estalló cuando este había pasado, hiriendo a seis personas del cortejo. El pánico que se produjo fue indescriptible; toda la gente echó a correr horrorizada. Los archiduques permanecieron sentados portándose valientemente y al parecer indemnes. Entonces se adelantó otro joven y disparó su revolver sobre ellos, recibiendo el archiduque varias balas en la cabeza y la archiduquesa Sofía, otras en el estómago. Al acercarse el joven, el archiduque procuró cubrir el cuerpo de su esposa con el suyo. El asesino, con el revólver en la mano, se quedó contemplando los cuerpos inanimados de sus víctimas arropados en el fondo del carruaje. […] La gente que no huyó se lanzó sobre el asesino, intentando lincharlo, pero la policía y la tropa lo impidieron y arrestaron a ambos agresores. El que arrojó la bomba es un obrero serbio llamado Cabrinovic y el asesino es un estudiante de la misma nacionalidad que no ha dado su nombre. Los archiduques mortalmente heridos fueron llevados a palacio, pero apenas se les había puesto en la cama fallecieron. Berlín, junio 28. La noticia del asesinato de Frenz Ferdinand en Bosnia ha causado profunda sensación. El emperador se halla muy afectado y ha dirigido un sentido telegrama al emperador Francisco José. * En: Suplemento El Dominical. Diario El Comercio, 28 de junio 2009 (Tomado de El Comercio, 29 de junio 1914).