NIGERIA: UN PAÍS FRAGMENTADO Por Mauricio Carabalí Baquero (*) Las elecciones realizadas el día 16 de abril, en Nigeria, produjeron reacciones violentas que demuestran la fragilidad de uno de los Estados más poblados de África: las diferencias étnicas y religiosas; la distribución del poder político; y el petróleo que yace en el territorio, avivan otro de los conflictos de la África del S. XXI. Nigeria es un Estado federal. Su organización territorial es la forma que encontraron para mediar sus divisiones internas: El sur es mayoritariamente cristiano y tiene dos etnias importantes, la Yoruba y la Ibo; el norte es mayoritariamente musulmán y tiene dos etnias relevantes, los Hausa y los Fulani. Esa división del país ha sido una de las causas de la inestabilidad. Desde su independencia ha sufrido seis golpes de Estado exitosos; una Guerra civil – Guerra del Biafra- que produjo alrededor de un millón de muertos; tres transiciones a la democracia; y una continua violencia sectaria. A pesar de su riqueza en términos de petróleo, no tiene una economía moderna y los beneficios del oro negro no han llegado a sus ciudadanos. La última transición a la democracia la vivió el país entre 1998 y 1999 cuando el General Sani Abacha murió. La idea era alcanzar un gobierno civil que se le entregó a Olusegun Obasanjo. Su gobierno duró de 1999 hasta 2007. Luego fue sucedido por Umaru Yar'Adua, quien murió el año pasado, y el poder pasó a manos del vicepresidente Goodluck Jonathan a quien el congreso nombró como presidente provisional hasta la celebración de elecciones libres. LAS ELECCIONES En las elecciones presidenciales realizadas hace dos semanas Jonathan ganó al lograr 20 millones de votos en el sur cristiano, mientras que en el norte el ex dictador y militar Muhammadu Buhari solo logró 10 millones. Un recuento de votos ratificó a Jonathan la victoria con más de 10 millones de votos de diferencia, en la elección más transparente en la historia de Nigeria, según los observadores internacionales, sin que eso signifique que no haya habido fraude. La diferencia de estas elecciones con las demás es que, por primera vez en la historia reciente del país, se expusieron de forma real las divisiones del país entre el norte musulmán y el sur cristiano. En otras oportunidades, los presidentes eran apoyados por los creyentes de la religión contraria, debido a alianzas políticas que permitían compartir el poder. Los partidos políticos tienen acuerdos, no formales, para alternar los candidatos a la presidencia entre el norte y el sur pero el acuerdo, en esta oportunidad, fue quebrantado por el norte al querer que el sucesor del presidente muerto el año pasado no fuera Jonathan sino otro musulmán. LA VIOLENCIA Y LOS TERRORISTAS La violencia de las últimas semanas puede entenderse como una reacción de la población musulmana del norte que se siente frustrada debido al atraso en el que vive la región. El norte no es tan rico como el sur, que recibe mayoritariamente las ganancias del petróleo. No hay tantas oportunidades en educación y trabajo, y existe una gran corrupción. Aparte de la violencia espontánea generada tras el resultado de las elecciones, han sucedido varios ataques terroristas en el país que son obra de un grupo islámico llamado Boku Haram que significa “la educación occidental está prohibida bajo la ley islámica”. Se trata de la misma manifestación del islamismo radical que se ha vuelto conocida en Pakistán y Afganistán. Algunos no dudan en llamar a este grupo los talibanes de Nigeria. Están en contra no solo de la educación occidental sino también de la ciencia occidental, a tal punto que su líder en una entrevista realizada por la BBC, en 2009, afirmó que la lluvia era una creación de Dios y no el resultado del ciclo del agua. La violencia de las últimas semanas ha generado alrededor de 500 muertes y 40.000 desplazados, entre los levantamientos populares y los ataques terroristas. Los grupos humanitarios que actúan en el país han pedido a las fuerzas de seguridad que no usen recursos extremos a la hora de reprimir los levantamientos; y no ha habido reacciones importantes por parte de las grandes potencias o de la Organización de Naciones Unidas. La fragmentación de Nigeria no es única en África, un continente con países que tienen profundas divisiones étnicas y religiosas (Sudán, Uganda, Ruanda, República Democrática del Congo, Somalia, por nombrar los casos más dramáticos), pero sí puede ser un caso relevante que le indica a la comunidad internacional sobre los problemas de Estados multiétnicos y multireligiosos, y la forma de organización de un sistema político que efectivamente genere beneficios a todos los ciudadanos. (*) Profesor de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.