Trastornos del vínculo en la infancia:Separación y deprivación

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Trastornos del vínculo en la
infancia:Separación y deprivación
MARIEMMA MARTÍNEZ SAIS
INTRODUCCIÓN
Los seres humanos tenemos la necesidad básica de vincularnos afectivamente
con los demás. El vínculo de apego, el de amistad, el paterno/materno-filial o
los vínculos de naturaleza sexual dan respuesta a esta necesidad básica.
El vínculo de apego responde a la necesidad de seguridad emocional.
Necesitamos sentirnos seguros, comprendidos y queridos incondicionalmente.
La teoría del apego (Bowlby, 1969) es una teoría de la regulación del afecto y
como tal, diferencia a las personas en el modo en el que éstas sienten y
expresan sus necesidades afectivas, así como en la manera que actúan para
mantener el equilibrio emocional, y lograr seguridad.
El impacto de las separaciones de los seres queridos y el impacto de las
experiencias deprivación únicas o asociadas en el desarrollo de un niño ha sido
una cuestión a resolver para los psicólogos y psiquiatras infantiles, así como
para otros especialistas infantiles, durante muchos años.
Las revolucionarias investigaciones de John Bowlby sobre los potenciales
efectos psicopatológicos de la separación y su construcción final de la teoría
del apego, en los años 50 y 60, dirigían la atención sobre lo significativo de las
experiencias de separación en la vida de los niños pequeños. Aunque muchos
colegas de su tiempo consideraban que las experiencias infantiles podían tener
consecuencias posteriores en el desarrollo de la personalidad, no creían que la
separación del cuidador primario o pérdida del mismo tuviera una particular
importancia a largo plazo, si otros adultos intervenían en el cuidado del niño
(Colin, 1996). El trabajo de Bowlby cambió la visión convencional y estimuló un
creciente interés para comprender y aminorar las consecuencias adversas de
la separación y las experiencias de deprivación en bebés y niños pequeños.
Las cuestiones clínicas más básicas para entender las experiencias de
separación de los niños a menudo se dirigen a cómo estas experiencias son
conducidas por los adultos responsables del niño incluyendo, tanto a la familia,
como a los profesionales. Por ejemplo: ¿Cómo pueden las experiencias de
separación en la vida de los niños pequeños ser manejadas por los adultos de
manera que se alivie la angustia y provoquen mecanismos defensivos y
adaptativos que protejan y faciliten el desarrollo?, ¿Cómo pueden ayudar mejor
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los padres y principales cuidadores diurnos del niño, al bebé o niño pequeño
para manejarse con el estrés inherente al ser separado de sus padres por
largas horas al día, día tras día?, ¿Cómo se puede reducir el impacto de la
separación en niños discapacitados o enfermos?, o igualmente, ¿cómo la
hospitalización de un niño puede ser menos estresante para éste y su familia?.
Cuando la separación incluye un lugar fuera de la familia ¿qué se puede hacer
para mejorar las respuestas del niño en el sistema de cuidado de acogida?,
¿Cómo podemos reconocer mejor la salud mental del niño y su desarrollo para
ser más eficaces en la comunicación, a fin de influenciar la decisión del lugar
de acogida más adecuado, así como en los casos de custodia?, ¿Es posible
diseñar programas de grupos residenciales de apoyo de niños para desarrollar
y dirigir las necesidades individuales, incluyendo las terapéuticas?
Las cuestiones referentes a la separación y deprivación no son las únicas
consideraciones en las preguntas anteriores, pero son de fundamental
importancia en las recomendaciones para el cuidado del niño y para escoger el
tipo de intervención dentro de una gran variedad de ámbitos asistenciales. El
rol de los psicólogos y psiquiatras infantiles y de otros profesionales de la salud
infantil incluye un amplio rango de posibilidades, desde ser asesor de la policía
pública, a desempeñar un rol más tradicional de consultor, diagnosticador,
consejero y terapeuta del niño y de la familia. Es crucial para cada uno de estos
roles entender el significado de la separación, tanto para el niño, como para el
estudio amplio del desarrollo infantil.
Las experiencias de separación son un sin fin en la vida de los niños y son una
parte esperable en el desarrollo. El permitir a un padre irse al trabajo o decir
adiós en la puerta del colegio, dormir en casa de un amigo y aceptar el cuidado
de otro miembro familiar, o de otros menos familiares o conocidos son ejemplos
de estas separaciones esperadas, de hecho, bajo circunstancias óptimas, las
separaciones promueven el desarrollo en los niños preescolares y en los niños
en edad escolar.
Experiencias potencialmente más disruptivas, que incluyen la pérdida del padre
o la madre, también el divorcio o una enfermedad severa debilitadora o la
muerte. Del mismo modo, que las separaciones que ocurren dentro de un
contexto de abuso infantil o negligencia, con posteriores lugares de acogida,
imponen múltiples problemas y retrasos en el desarrollo, además de la pérdida
de un padre, que puede o no haber sido el abusador. Incluso en las tipologías
más superficiales es realmente extraño que la separación sea una experiencia
de una sola dimensión. El campo de trabajo ha cambiado a través del tiempo
cuando la separación era vista como un suceso que tenía un efecto predecible
cuando ocurría en los primeros años de vida. Asimismo, la deprivación no
puede ser analizada a través de una insuficiencia de nutrientes, la condición de
“no tener bastante” tiene el suficiente valor explicativo. Ésta sobresimplificación no atiende la complejidad del cerebro, del desarrollo psicológico y
de la influencia en el cambio del desarrollo como expresión de un síndrome. Se
sabe que un trastorno clínico particular puede ser el resultado de múltiples
factores y de perturbaciones similares (por ejemplo: la deprivación y la
separación traumática) pueden ser consecuencia de diferentes resultados.
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Cada separación está mediada por:
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La edad de desarrollo del niño y por sus competencias.
Por la historia previa de pérdidas o separaciones del niño y la familia.
Y por el cómo la familia o los adultos responsables del niño responden a
la experiencia concreta en sus propios términos y en los del niño.
Por ejemplo, las separaciones que ocurren en la temprana edad preescolar
tienen un impacto potencialmente mayor en el desarrollo que aquellas que
suceden más tarde. Para los niños con vulnerabilidades basadas
biológicamente como son una susceptibilidad o sensibilidad hacia la novedad y
las transiciones, hasta las separaciones esperadas pueden imponer un mayor
grado de estrés que otros niños menos sensibles. De igual manera, niños con
un retraso específico o general del desarrollo, con una edad esperable para las
separaciones, como es por ejemplo el empezar la guardería, pueden ser
vividas con un grado de ansiedad y un desarrollo de estrés mayor, que niños
más pequeños.
Desde el aspecto ambiental, el cómo los padres o los cuidadores adultos
ayudan al niño para arreglárselas con las experiencias de separación juega un
papel crucial las respuestas a corto y largo plazo del niño. En una gran mayoría
de situaciones el adulto más responsable del niño es incapaz, porque tiene
limitaciones psicológicas y funcionales, (por ejemplo: a causa de sustancias
psicoactivas), para mediar en las experiencias del niño, o si el adulto cuidador
del niño es también extremadamente cariñoso, o como con la muerte o
enfermedad del cónyuge, en este caso el niño puede experimentar una doble
pérdida, ya que el padre que queda es menos capaz y está más deprimido.
En situaciones de extrema disrupción familiar como ocurre con aquellas
familias que son desplazadas de sus casas, suponen para el niño no sólo la
pérdida potencial de los cuidadores, sino también la pérdida de las rutinas
familiares y de su entorno, también está el factor mediador de cómo ha sido de
bien cuidado el niño hasta el momento de la separación.
Niños en un ambiente de deprivación o de abuso crónico tienen un mayor
riesgo de tener retrasos severos en el desarrollo como secuelas de la
experiencia de separación.
Así pues, la separación envuelve a más de un tipo de experiencia, tanto para el
niño individualmente, como para la familia o para cualquier grupo de niños en
una edad de desarrollo dada o para determinadas circunstancias vitales.
¿CÓMO HAN CAMBIADO LOS CONCEPTOS Y DEFINICIONES DE LA
SEPARACIÓN Y DEPRIVACIÓN?
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Con respeto a la separación los conceptos actuales incluyen la consideración
de convertirse en una persona separada y los acontecimientos de separación,
los cuales ocurren a lo largo del ciclo vital.
Tratar con las experiencias de separación es el desafío de toda la vida, no sólo
es inevitable, sino que es necesario para un desarrollo saludable. En la infancia
algunas experiencias de separación facilitan la maduración y crecimiento
psicológico y la organización de la personalidad, al movilizar nuevas
oportunidades para el aprendizaje y para la adaptación. Otras experiencias, en
especial, las que implican la pérdida de personas importantes, dan lugar a
estados de confusión, rabia, ansiedad, pena, tristeza y son dolorosas y
traumáticas. Entre estos dos extremos hay muchas experiencias de separación
con diversos grados de implicación de estrés psicológico, y los mecanismos de
adaptación y defensivos son puestos en juego con variables grados de
eficacidad, siendo aspectos de estas respuestas, los sentimientos de dominio o
impotencia.
La separación traumática o la deprivación a menudo, pero no siempre, van de
la mano.
La condición de deprivación por muchos años denominada “deprivación
materna” se había visto con frecuencia como una falta del cuidado físico
adecuado, así como una falta de estimulación y de intercambio social y
emocional. Tanto investigadores como clínicos han examinado más de cerca
los componentes específicos hallados en los ambientes donde el niño se ha
desarrollado bien, contrastándolos con los que no están presentes en la
experiencia de aquéllos que no se han desarrollado bien y en el cómo tenemos
que prestar más atención en el impacto producido por los déficits sensoriales
como, son la sordera y la ceguera.
Se utiliza el término de deprivación experimental, como término más útil y
acurado, en pro de la deprivación materna, para poder expresar así la variedad
de situaciones “no suficientes” que caracterizan la vida por muchos años; a la
vez que los múltiples factores de riesgo que con frecuencia operan y son
acumulativos en su impacto.
La literatura de la deprivación materna incluye los siguientes aspectos: niños
que residen en instituciones por un periodo prolongado, aquellos que son
temporalmente separados a causa de una enfermedad del niño o de sus
padres, aquellos cuidados por muchas personas diferentes y que, por tanto,
sufren muchas separaciones; y niños extremadamente dejados, descuidados,
abandonados o maltratados por sus familias que experimentan, no sólo la falta
de una adecuada nutrición en el sentido positivo, sino también el trauma de la
insensibilidad, por la forma de tratar hostil y molesta de las figuras paternas.
Se pueden encontrar complejas mezclas de experiencias de deprivación. Los
daños cerebrales y las discapacidades congénitas o adquiridas, la
prematuridad y la enfermedad neonatal incrementan la probabilidad que en un
ambiente empobrecido puedan tener un efecto adverso en el desarrollo.
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Los déficits sensoriales como son la ceguera y la sordera crean una situación
de necesidad que requiere una respuesta ambiental especial en los aspectos
del cuidado del niño y de su crianza.
Cuando los déficits sensoriales son muchos o están combinados con
discapacidades motoras, la vulnerabilidad de la influencia de la deprivación se
acentúa. No obstante cuando los padres son marcadamente disfuncionales,
con frecuencia, hasta el niño más resistente biológicamente podrá tener un
riesgo de problemas posteriores.
¿Cómo se hace para entender qué les pasa a los niños pequeños que
experimentan separaciones traumáticas o deprivación?
No hay una teoría unitaria del desarrollo psicológico que llegue a ser
considerada como una guía diagnóstica, terapéutica y que prevenga los efectos,
sin embargo, los datos empíricos derivados de la investigación, de la práctica y
de la teoría del desarrollo psicológico están organizados en una serie de
constructos.
Presentaremos a continuación aspectos de la teoría del apego, la teoría
psicoanalítica y la teoría cognitiva por su contribución al pensamiento actual
sobre la separación traumática y la deprivación.
La angustia de los niños pequeños hacia la separación y los efectos adversos
de la deprivación son entendidos en parte por cada una. Obviamente no se
puede hacer entera justicia con cada una de ellas, pero intentaremos
proporcionar una guía de los grandes rasgos de cada teoría.
¿Cuáles son las contribuciones desde la teoría del apego?
La teoría del apego de Bowlby emplea una perspectiva de evolución que se
inspira en los principios etológicos (escala de valores) y la conducta animal y
combina estos aspectos con la teoría psicoanalítica para entender la formación
de los vínculos sociales humanos. Los mecanismos de supervivencia de los
niños y las tendencias de crianza y educación de los adultos “predisponen” a
éstos a comportarse recíprocamente y a formar un vínculo.
El apego es definido por Bowlby (1969) y es utilizado por Ainsworth y colegas
como una forma de lazo o vínculo afectivo con una persona específica, un lazo
que aguanta a través del tiempo y que llega a ser, en última instancia, una
parte de la estructura psíquica del individuo.
La función biológica de la relación de apego es la protección. Al principio de la
vida las conductas de apego biológicamente se arraigan siendo organizadas en
un sistema dirigido de objetivos, siendo la meta la proximidad hacia la figura de
apego. Los activadores de este sistema a menudo son condicionantes externos
(extraños, situaciones o sucesos que producen miedo o asustan y de forma
concreta, la separación o la distancia de la figura de apego), pero éstas pueden
incluir condiciones internas (por ejemplo: la fatiga, la enfermedad o el dolor).
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