LA LETRA GOTICA En el siglo X, en el monasterio de St. Gall, Suiza, se experimentaba con un nuevo tipo de letra comprimida y angulosa. Era más rápida de escribir y aprovechaba mejor el papel. Estos factores eran de gran ayuda en un momento que la demanda de escritos se había incrementado notablemente. En los siglos posteriores, la copia de libros aumentó todavía más. Hacia el año 1.100 d.C. entra en Europa, a través de Sicilia y los musulmanes establecidos en España, un invento ya viejo en Oriente: el papel. Lentamente el secreto de la fabricación de papel fue corriendo por Europa, si bien su fabricación y uso no estuvo bien asentada hasta principios del siglo XV. En los países nórdicos se desarrollo una variante de letra llamada Textura. Era una letra gótica muy estrecha y muy negra. La letra gótica se difundió, aunque con desigual acogida, por toda Europa. En Italia se ideó una variante de la gótica más redondeada pero igual de condensada: la Littera Moderna (o Rotunda), que fue muy utilizada durante todo el Renacimiento. Al tiempo, en la misma Italia, hacia 1.400, Poggio Bacciolini recuperó la tradición carolingia para crear una alternativa a la Litteraa Moderna: las Littera Antiqua. GRANDES TIPOGRAFOS DEL SIGLO XVI Tras la invención de la imprenta, el deseo de singularizar las obras que los editores imprimen en sus talleres, hace que estos editores impulsen el diseño de tipos nuevos. En 1.47o el francés Nicolas Jenson graba el primer tipo en estilo romano inspirándose en las Quadratas romanas. En 1.495 Francesco Griffo diseña el tipo conocido como Bembo, muy apreciado como letra de libros. En 1.501 Francesco de Bolonia diseña para el veneciano Aldo Manucio el primer tipo mecánico cursivo. GRANDES TIPOGRAFOS DEL SIGLO XVIII Al empezar el siglo, se diseño, ordenando por Luis XIV, la Romana Real, primer carácter moderno. Este es el presagio de un siglo marcado por el mecenazgo y por el apoyo de los gobernantes e instituciones a la edición y a la composición cuidada. Se asistía al trabajo de los últimos artesanos anteriores a las grandes innovaciones industriales del siglo XIX, que casi terminan con los procedimientos artesanales del libro. Estos últimos artesanos fueron: Fournier, Didot, Caslon, Baskerville y Bodoni. La aportación del francés Pierre Simon Fournier fue el proponer una unidad de medida estándar a la que llamo «punto». Las innovaciones de Fournier se divulgaron a través de su Manuel Tipográfico, donde introduce el sistema de puntos. Firmin Didot, otro francés, desarrolló las innovaciones hechas por Fournier, de cara a unificar Europa mediante un patrón único de medida. Ni Gran Bretaña ni EE.UU. adoptaron el sistema, pero si basaron el suyo en él. William Caslon, propietario de una fundición tipográfica en Londres, creó hacia 1.720 un estilo de letra genuinamente inglés, que podría definirse como romano antiguo. Este primer tipo creado por Caslon era muy peculiar, pues sus letras vistas aisladamente no parecen que puedan armonizar cuando se componga el texto. El caso de John Baskerville fue el de un hombre que, no contento con desarrollar un tipo que le inmortalizara, se preocupó de mejorar herramientas, tintas y soportes. El tipo Baskerville es un diseño de transición, evolución de los tipos antiguos a los modernos, procurando aunar la legibilidad de los primeros y la limpieza de los segundos. Gianbattista Bodoni reinterpretó el estilo moderno de Didot y en 1.787 presentó su propia versión de letra romana moderna. Bodoni, como Baskerville, era enemigo de la profusión de orlas y ornamentación que distrajera la atención del texto limpio y puro. Bodoni pretendió erigirse en una especie de paladín del buen gusto, entendiendo esto como simetría, clasicismo y sobriedad. Editó tres manuales tipográficos que son el testimonio más extenso de la obra bododiana y el reflejo de toda una generación de artesanos. La belleza de los textos, para Bodoni, reside en la letra. Esta Belleza se asienta en cuatro virtudes fundamentales: Regularidad, Limpieza, Buen Gusto y Gracia. Regularidad en cuanto que todas las letras deben estar regidas por una especie de norma que genere conformidad sin ambigüedad, variedad sin disonancia. La Limpieza se basa en la atención puesta a la hora de fundir las letras y el control atento del proceso de impresión. El Buen Gusto es aquel que sabe combinar estilos y formas variadas. Y, por último, la Gracia, virtud que se advierte en la desenvoltura del trazo, que ha de parecer espontáneo sin serlo.