HISTORIA MODERNA II Profesora Ana María Carabias Torres TEMA 2 Textos 1. El proteccionismo industrial: A. de MONTCHRESTIEN: Tratado de Economía Política (1616) “Se desprende de ahí que el mayor beneficio que puede proporcionarse al Estado es no consentir que dentro de él permanezca ninguna parte ociosa; y, por consiguiente, que en una ocupación tan útil como honrosa hacer pulir con habilidad y criterio las facultades naturales de los hombres que en él viven, hacerlos útiles por la unión y provechosos para el mantenimiento y conservación del cuerpo universal, del que son miembros animados, haciendo brillar en ellos por todos lados la acción, como el único espíritu vital que les imprime un pulso vigoroso, testigo de su perfecta salud. En este trabajo público, dividido en tantas artes y oficios, debéis principalmente hacer que vuestros súbditos no se mezclen o se diversifiquen tanto en una sola mano. Los alemanes y flamencos, que no se ocupan voluntariamente más que de una tarea, son aquellos a quienes debe imitarse, porque de esa manera obtienen mejores resultados, en tanto que nuestros francieses, deseosos de hacer todo bien, se exponen a que todo les salga mal, lo que les desvía del camino recto que conduce a la perfección de una cosa determinada. El ánimo se debilita cuando se aplica atentamente a diversos asuntos y no tiene ni tiempo ni fuerza para encontrar lo que busca, lo que existe de bueno distraído por la necesidad o por la curiosidad. Para poner remedio a esto e impedir en ese terreno la inconstancia de nuestra inclinación al cambio, V.M. permitirá, si lo tiene a bien, que se instalen en las diversas provincias de Francia varios talleres de los oficios que son más necesarios universalmente, y se dé la dirección y administración de ellos, con privilegios útiles y honrosos, a aquellos individuos capaces y suficientemente dotados de la inteligencia que se requiere para su cometido, con el objeto de que puedan repartir con criterio las tareas y los trabajos entre los artesanos, según la habilidad y capacidad que hayan adquirido o que posean por naturaleza. Bien establecido este orden, de él surgirá la ciencia exquisita y la práctica exdelente de las artes y de los oficios para bien y provecho de vuestros súbditos, para la recomendación de vuestra prudencia y para la gloria del Estado… Es imposible hacer la guerra sin hombres, mantener a los hombres sin soldada, proveer la soldada sin tributos, imponer los tributos sin comercio. Por esto, el ejercicio del comercio, que forma gran parte de la acción política, se ha practidado siempre entre los pueblos que han estado florecientes de gloria y de poder, y en la actualidad más diligentemente que nunca por los que persiguen su fuerza y grandeza. Es también el medio más corto de enriquecerse y, por medio de la riqueza, subir al pináculo del honor y la autoridad. Como prueba y ejemplo de esto, tenemos a la vista a Holanda, así como nuestros antepasados tuvieron a las repúblicas de Génova y de Venecia”. 2. Modelo de proteccionismo industrial. El Acta de Navegación inglesa de 1660 “Habiendo Dios sido servido de disponer, por su dingular bondad hacia Inglaterra, que las riquezas, seguridad y fuerzas de este reino consistiesen en las cosas del mar, el Rey, los señores y los comunes, juntos en Parlamento, han mandado que para aumento del estudio marítimo y nnavegación, se observen por todo el reino los reglamentos que se siguen: Empezando desde primero de diciembre de 1660, no se llevará ni se traerá mercadería alguna, ni frutos y otros géneros a las colonias que pertenecen o pertenecieron a su Majestad o a sus sucesores, en Asia, África y América, sino es en navíos fabricados en países de la dominación de Inglaterra, o que verdadera y realmente sean de súbditos de su Majestad; y tanto en los unos como en los otros han de ser ingleses el Capitán y a lo menos tres cuartas partes de los marineros… También se ordena que, después del día primero de febrero de 1661, ninguna persona nacida fuera de los estados de su Majestad y no naturalizada, pueda ejercer algún comercio, por sí ni por otros en las dichas colonias… Se ordena asimismos que mercaderías algunas de las que producen la Asia, África y la América, no puedan ser transportadas a las tierras y dominios que obedecen a su Majestad, sino en los navíos que quedan expresados, debajo de la pena de confiscación a los contraventores. Las mercaderías y otros géneros europeos no podrán ser traídos a Inglaterra por otros navíos que por aquellos que fueren de los puertos del país donde se fabrican las mercaderías y se producen los frutos, debajo de las mismas penas expresadas. Cualquier género de pescado, aceite y huesos de ballena que no hubiese sido pescado por navíos ingleses, si se transportare a Inglaterra, pagará la aduana extanjera, que viene a ser doble. Se prohibe a todos los navios que no fueran ingleses y conforme a las reglas arriba expresadas, el cargar cosa alguna en los puertos de Irlanda o de Inglaterra, para transportarla en algún otro lugar de los estados de su Majestad, pena de ser apresados y confiscados, pues el comercio llamado muerto a puerto sólo se permite a los navíos ingleses… Ninguna mercadería, frutos y otros géneros de los que se fabrican y producen en Moscovia, ni los árboles de navíos ni otro maderamen, la sal forastera, la pez brea, resina, cáñamo, lino, los higos, las pasas, el aceite de oliva, cualquier género de trigo o grano, azúcar, ceniza para hacer jabón, el vino, el vinagre, y el aguardiente, podrán ser transportados a Inglaterra desde el 10 de abril de 1661, sino en los navíos arriba expresados. Y lo mismo se ordena por lo que toca a las pasas de Corinto y otras mercaderías de los estados del Gran Señor, después de 11 de septiembre de 1661. Goda la madera, sal forastera, pez brea, resina, cáñamo, lino, vino de España y de Portugal y otras mercaderías arriba expresadas que fueren conducidas a Inglaterra después del día 21 de abril de 1661 por navíos que no fueren ingleses… serán considerados pertenecientes a extranjeros y pagarán como tales… Pero será lícito a los navíos ingleses, como se ha referido, conducir a todos los estados de su Majestad las mercaderías, géneros y otros frutos de Levante, aunque no los hayan cargado en los lugares donde se producen o son fabricados, como los dichos navíos los hayab enbarcado en otro puerto del Mediterráneo, más allá del Estrecho de Gibraltar. Lo mismo se permitirá a los mismos navíos por lo que toca a los géneros y mercaderías de las Indias Orientales, como las hayan cargado en algún puerto más allá del Cabo de Buena Esperanza. Se permite también a los dichos navíos cargar en España las mercaderías de las Canarias y de las otras colonias españolas, y asimismo en Portugal, las de las Azores y de otras colonias portuguesas. Cualquier navío francés que después del día 20 de octubre de 1660 llegare a cualquier lugar de Inglaterra o Irlanda para recibir o dejar pasajeros o mercaderías, pagará al Colector o Tesorero del Rey cinco chelines por tonelada y la capacidad o buque en dicho navío será estimada y juzgada por el Oficial del Rey…” 3. Carta de la Superiora de las Carmelitas de Blois a una dama de París (1662) (En P. CLEMENT: Histoire de la vie et de la administration de Colbert, contrôler général des finances. Paris, 1846) “Sabemos ciertamente que la miseria actual ha producido un número tan grande de pobres que se cuentan tres mil en la ciudad y en sus alrededores. Todas las calles resuenan con sus gritos lamentables; sus lamentaciones llegan a nuestros muros y sus sufrimientos a nuestras almas llenas de piedad. El trigo (...) todos los días se encarece. Los pobres del campo parecen esqueletos desenterrados; el pasto de los lobos es hoy el alimento de los cristianos, porque cuando poseen caballos, asnos y cualquier otro tipo de animales muertos o ahogados se alimentan de esta carne corrompida que les hace morir más que vivir. Cantidad de familias honestas tienen hambre, pero sienten vergüenza de decirlo. Dos jóvenes de quienes no se conocía la necesidad fueron encontrados comiendo sus desperdicios en un sendero; la persona que las sorprendió se quedó tan trastornada que se puso a llorar con ellas… Un hombre, después de estar varios días sin comer, encontró a un caritativo labrador que le hizo cenar; pero como tenía el estómago demasiado débil y las entrañas retorcidas, se murió de repente. Otro hombre se dio ayer un navajazo, desesperado de morirse de hambre. Otro, que fue encontrado sobre el pavimento, agonizande de hambre, habiéndose llevado el Santo Sacramento del Altar al mismo lugar, el cura, que era contrario a dejarlo reposar sobre una piedra mientras hablaba al enfermo, lo hizo transportar a un copbertizo a salvo de la lluvia y le dio el viático, y el pobre murió poco después no teniendo sobre sí más que vestidos podridos. Se ha encontrado una mujer muerta con su hijo en el regazo, todavía mamando después de su muerte, y que murió también tres horas después. Un hombre miserable a quien tres de sus hijos le pedían pan con lágrimas en los ojos, los mató a los tres y se mató él mismo, fue juzgado y arrastrado al patíbulo. Otro, a quien su mujer había cogido un poco de pan que reservaba para sí, le dio seis golpes de hacha, la mató a sus pies y y huyó. De verdad, no hay ningún día en que no se encuentren pobres muertos de hambre en sus casas, en las calles o en los campos; nuestro capellán acaba de enterrar uno que ha encontrado en el camino. En fin, la miseria y la escasez se vuelven tan universales, que se asegura que en los lugares vecinos la mitad de los campesinos se ve reducida a pastar hierba y que hay pocos caminos que no estén bordeados de cuerpos muertos”. 4. Patrick Süskind. El Perfume “En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitoiros, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el clérigo; el oficial de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de la vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada de algún hedor. Y, como es natural, el hedor alcanzaba sus máximas proporciones en París, porque París era la mayor ciudad de Francia. Y dentro de París habia un lugar donde el hedor se convertía en infernal, entre la Rue aux Fers y la Rue de la Ferronnerie, o sea, el Cimetière des Innocents. Durante ochocientos años se había llevado allí a los muertos del hospital Hôtel-Dieu y de las parroquias vecinas; durante ochocientos años, carretas con docenas de cadáveres habían vaciado su carga día tras día en largas fosas y durante ochocientos años se habían ido acumulando los huesos en osarios y sepulturas. Hasta que llegó un día, en vísperas de la Revolución Francesa, cuando algunas fosas rebosantes de cadáveres se hundieron y el olor pútrido del atestado cementerio incitó a los habitantes no sólo a protestar, sino a organizar verdaderos tumultos, en que fue por fin cerrado y abandonado despues de amontonar los millones de esqueletos y calaveras en las catacumbas de Montmarttre. Una vez hecho esto, en el lugar del antiguo cementerio se erigió un mercado de víveres”