A pesar de la creencia generalizada que la salud está determinada fundamentalmente por los servicios prestados en la asistencia sanitaria, existen abundantes referencias demuestran que otros numerosos factores pueden jugar un papel tanto o más importante que los propios servicios sanitarios. Con el objetivo de examinar tales factores, y de examinar su peso y potencial en este momento de crisis financiera del SNS, se realizó el pasado martes la jornada “La Salud de los españoles y sus determinantes,” organizado conjuntamente por La Fundación Gaspar Casal y la Fundación Ramón Arreces. Partiendo del esquema clásico establecido por el Canadiense Marc Lalonde en los años 70, cada uno de los cuatro ponentes abordó un determinante distinto, dando pistas para mejorar la salud de la población española, y mundial: José Maria Ordovás, director y catedrático del Laboratorio de Nutrición y Genética. Universidad de Tufts (la biología humana); Ferran Ballester, coordinador del Área de Investigación Ambiente y Salud del Centro Superior de Investigación en Salud Pública de la Generalitat Valenciana (el medioambiente); Fernando Rodríguez-Artalejo, catedrático y director del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid (los estilos de vida), y Vicente Ortún, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Pompeu Fabra (los servicios sanitarios). Después de una introducción breve impartida por Raimundo Pérez-Hernández, el Director de la Fundación Ramón Areces, Ordovás trató los determinantes biológicos, que según la esquema de Lalonde explican hasta un 50% de la salud de un individuo. Resaltó el valor de la secuenciación genómica y la búsqueda de biomarcadores, que tienen un fuerte potencial predictivo: nos indican cuáles son los individuos que están a mayor o menor riesgo de enfermedades crónicas degenerativas. Este conocimiento nos permitirá cambiar el enfoque de la medicina, de la reactiva a la preventiva, lo cual resultaría mucho menos caro (a pesar de los costes supuestamente elevados de llevar a cabo toda la investigación necesaria del genoma). También tendrán implicaciones para la calidad de vida: aunque la esperanza de vida es España es entre las mejores del mundo, la esperanza de vida libre de enfermedades crónicas es mucho menor; con la genoma y la medicina preventiva se busca evitar este patrón de auge temprano y declive gradual para poder mantener al individuo en su estado máximo de salud durante décadas. No obstante, según Ordovás es importante recordar que aunque el estudio de la genómica puede tener resultados positivos en condiciones crónicas como la obesidad, no hay soluciones únicas, ni aisladas, ni para todos, y que la genoma representa solo una parte de la solución. En cuanto al impacto del medioambiente, Ballester afirmó que aproximadamente un cuarto de la carga de la enfermedad mundial puede ser atribuida a riesgos ambientales, una estadística que asume más importancia al considerar que todos estos riesgos pueden ser mitigados o eliminados usando intervenciones ya disponibles y probadas. Notó que los que actualmente están causando mayor impacto son la contaminación del aire y el cambio climático, y que aunque los riesgos principales varían según el estado de desarrollo del país, las peores condiciones medioambientales suelen encontrarse en los países pobres, en particular los que se están industrializando rápidamente. Dentro de los países y las poblaciones, los individuos tampoco son afectados de manera desigual, el impacto siendo determinado por la genética, pero sobre todo por la edad: los niños se ven más perjudicados por su falta de mecanismos defensivos, y los fetos en útero son más susceptibles aun. Precisamente por estas inequidades, el intervenir sobre los riesgos ambientales no es solo más eficiente (por prevenir enfermedades que luego causan un gasto sanitario importante) sino que más equitativo, ya que los beneficios llegan a todos los miembros de una sociedad, y no solo los que disponen de más información o más medios. Según Rodriguez-Artalejo, el mérito de la propuesta de Lalonde se encuentra en el desarrollo del consejo sanitario, que pretende que un paciente en el entorno clínico adopte estilos de vida saludables. Esto a su vez actúa y repercute en alguno de los factores de riesgo biológicos, permitiendo la aparición de menos episodios de enfermedad. Sin embargo, a pesar del marco teórico favorable a las modificaciones de estilo de vida, existe un conflicto con la propia naturaleza humana, que se inclina más por el rescate que por la prevención. Afirmó que la salud pública no puede competir con la asistencia para financiación, y por lo tanto las estrategias desarrolladas tienen que ser altamente efectivas, y dirigidas o a toda la población o a grupos de alto riesgo. Y aun así, quedan dudas sobre su potencial real: no se sabe hasta dónde se puede llegar la intervención de los poderes públicos en la modificación de los estilos de vida, y las intervenciones más efectivas suelen ser impopulares. A Ortún le tocó el papel de defender la importancia de los servicios sanitarios, cosa que hizo con entusiasmo. Recalcó que en promedio, los servicios sanitarios valen lo que cuestan, y citando varios estudios realizados en España y el extranjero les asignó un valor de hasta cuatro veces su coste. Eso sí, reconoció unos problemas: que los servicios sanitarias compensan su coste es compatible con que hay servicios completamente innecesarios y perjudiciales, a la vez que hay servicios útiles que se dejan de hacer, y destacó el ejemplo de los Estados Unidos, donde han calculado que la tercera parte de los servicios sanitarios podrían suprimirse sin afectar al estado de la salud de la población. Según Ortún, los claves para mejorar en esta época de crisis prolongada son dos: los mismos clínicos, y la política. Solo los clínicos pueden conseguir paliar las brechas entre eficacia y efectividad, así quitando hasta un 20% de los excesos de los servicios sanitarios, y la política tiene que planificar, dar los incentivos a la innovación correcta, y reasignar los recursos dedicados a intervenciones de bajo valor clínico. La jornada fue clausurada por José Martínez Olmos, ex Secretario General de Sanidad, del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad.