BUENO-A MUÑOZ, Francisco A. y LORENTE LINDES, Marcelo Es un adjetivo que puede aplicarse a entidades de diverso tipo (personas, animales, cosas, etc.) y que indica que su cualidad es adecuada, que cumple con las condiciones que se le presuponen y por lo tanto es útil, beneficioso, conveniente para la vida. También se aplica, a lo que de por sí es gustoso o saludable para el cuerpo como una comida, una bebida, etc., a todo aquello que es de alguna forma agradable a los sentidos. En el mismo sentido puede relacionarse con otras palabras de raíz similar tales como bonanza y bonito, emparentadas con lo admirable, apreciable, digno de admiración, especial, espléndido, estimable, laudable, formidable, magnífico, etc. En consonancia con tan amplio sentido existen un sinfín de expresiones en el lenguaje para valorar positivamente las situaciones tales como: Buenas, buenos días -como saludo-, que bueno sería que..., estaría bueno..., bueno sería que..., lo bueno es.., buena mano, Noche Buena, de buena fe, de buena gana, de buen humor, a buenas horas, buen entendedor, etc.. Usado para las personas tiene un muy amplio significado aplicado, en primer lugar, a toda persona que olvida sus propios intereses en beneficio de los demás (ALTRUISMO), en este sentido se conoce con bondad la capacidad de desprenderse del propio interés, hasta el punto de que una persona buena es considerada una persona santa. Puede, asimismo, entenderse como bonachón, bondadoso, caritativo, noble, compasivo (COMPASIÓN), misericordioso (MISERICORDIA), de buen corazón, humano, gente de PAZ, por citar solamente algunos ejemplos. Su origen proviene de los tiempos antiguos en los que, en los grupos tribales, el sentido de bueno era el de hombre valiente, bravo, esforzado, veraz (del latín bonus, esforzado, valiente). Por el contrario el malo, era el cobarde, el impotente, el que se veía obligado a mentir para sobrevivir. La razón de estos presupuestos éticos la hallamos en el hecho de que nos encontramos ante sociedades que estaban sometidas a la tensión de razias y movimientos migratorios en los que se ponía en peligro sus bases de subsistencia y en las que el coraje y arrojo eran valores necesarios para su supervivencia. El sentido primigenio de la palabra bueno, es por consiguiente, el de hombre valiente, pudiendo rastrearse tanto en la antigua Grecia como en Roma, desde que Homero escribió la Iliada hasta la imposición definitiva del cristianismo. El primer sentido señalado para la palabra bueno se puede comprobar en Homero, donde personajes que destacan por su fiereza y crueldad son paradójicamente calificados de «buenos» como Aquiles, Ulises, Agamenón, que eran los referentes éticos principales de la Grecia antigua. Lo mismo cabe descubrir en la tragedia y en todos los géneros literarios griegos. En Roma continua con el sentido apuntado de fuerte, bravo, valiente, pudiendo encontrarse ejemplos de lo dicho en Cicerón, en Salustio, etc.. El cristianismo aportó una nueva óptica en cuanto a la concepción moral de bueno y malo ya que, por una lado, valoró positivamente a los que sufrían y padecía sed de justicia, a los pobres de espíritu y a los que eran desgraciados, y por otro el bueno era, ante todo, el que servía a los demás, s imitaba la vida de Cristo y seguía los preceptos de la Iglesia. La persona mala era el que desobedecía la ley de Dios contenida en los mandamientos de las Tablas de Moisés y en el Nuevo Testamento, su forma de apartamiento del rebaño adoptaba la forma de pecado, que era la falta cometida contra lo dispuesto por Dios. Los primeros recibirían la dicha eterna de la gloria, los «malos» serían castigados con el infierno. La bondad de los seres humanos nos lleva, en definitiva, sobre las condiciones de nuestra condición y, por lo tanto, no es de extrañar que haya sido debatida a lo largo de los siglos, desde una u otras posiciones. Sirva como ejemplo, bien conocido, La genealogía de la moral del filósofo alemán Federico Nietzsche en la que se preocupa por el sentido «premoral» de la palabra bueno, y culpaba al judaísmo y, en particular, al cristianismo, de haber subvertido toda la escala de valores antigua, que admiraba el rigor y la fuerza como elementos principales de su ética. En cualquier caso, lo bueno se encuentra el lugar más alto y elevado de cualquier escala moral o ética, como calidad y excelencia que debe ser siempre buscada y practicada. FAM - MLL