EL LAVATORIO DE PIES ¿Costumbre oriental o mandamiento bíblico? Por Efraín Valverde A. Hay muchos en religión que, con sinceridad, se someten a costumbres orientales que se registran en la Biblia, como si é stas fueran mandamientos bíblicos. Las costumbres, en el mundo bíblico, se practicaban por todas las gentes, cristianas o no cristianas; los mandamientos de Dios, sólo se observaban entre cristianos. Entre las costumbres más destacadas que se mencionan en la Biblia tenemos el uso del velo que se ponía la mujer para cubrirse la cabeza y el rostro (Génesis 24:65; 1 Corintios 11:2 -15); el voto del nazareato (Hechos 21:23-26); y el lavatorio de pies (Génesis 18:4; 19:2; Juan 13:5 -17). Estas se mencionan en la Biblia como simples costumbres de la época y no se han registrado para que se traduzcan en doctrina y práctica en las iglesias de Cristo. El cristiano debe distinguir entre mandamientos del Señor y costumbres que son solamente un fenómeno cultural que muchas veces aparece ligado a la religión. El hecho de que una costumbre repercuta entre las iglesias del primer siglo no significa que debe ser un mandamiento observable. Por ejemplo Pablo se sometió al voto del nazareato. Esto de acuerdo con una costumbre judía. El hecho de que Pablo se haya sometido a ese voto no significa que nosotros debemos practicar tal costumbre. Algunos de los mandamientos que se dan a los cristianos son: el bautismo, la cena del Señor, la ofrenda del domingo, la predicación de la palab ra de Dios, la oración, el canto, etc. Estos aspectos son destacados en la Biblia como mandamientos y no meras costumbres de la época y la región. El lavatorio de pies no tuvo origen religioso. Era una práctica social de la época. Las personas caminaban mu cho y sus pies se calentaban y se llenaban de polvo. En tal caso ni que cosa mejor que un buen lavatorio de pies. Pero esto no era tarea del señor de la casa, sino de su criado. Cuando alguien de importancia visitaba un hogar, el señor de la casa mandaba a su criado a lavarle los pies al señor visitante. Era un servicio que un señor le hacía a otro señor a través de un siervo. En el caso de Jesús, el servicio se vuelve del Señor al siervo. "Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los d iscípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido" (Juan 13:5). ¿Con qué propósito Jesús lavó los pies de sus discípulos? No para que sirviera de doctrina y práctica entre cristianos. El lo hizo sólo para enseñar a sus discípulos a ser siervos. Si alguno quería ser grande tenía que hacer de siervo, pues sólo sirviendo se es grande en el reino de los cielos. "Pero no será así entre vosotros, sino que el quiere hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:43 -45). Una persona le puede lavar los pies a otra sin estar dispuesta a servirle. Lavar los pies sig nifica servir humildemente a otros. ¿De qué nos serviría hoy lavarnos los pies los unos a otros si no estamos dispuestos a prestarnos servicios en calidad de siervos? Vemos así que Jesús toma una costumbre de la época para estamparle un significado que hasta ese tiempo no tenía: el verdadero espíritu de servir. En 1 Timoteo 5:10 leemos acerca de las características que necesitaba una viuda para ser clasificada. Entre estas cualidades se pide que la viuda debía haber "lavado los pies de los santos". A nadi e se le podría ocurrir que el Apóstol está hablando de una ceremonia entre la iglesia. Otra vez tenemos que decir que el pasaje hace referencia al servicio que las viudas debían prestar en la comunidad de los santos. Para un verdadero cristiano no puede haber otra cosa que lo satisfaga más que el convertirse en fiel servidor de Jesucristo y de sus hermanos en la fe.