10-11 Ergonomia.qxd 25/6/07 19:51 Página 10 > ERGONOMÍA Y PSICOSOCIOLOGÍA Rosenthal, McGregor y las organizaciones Juan Manuel Gutiérrez, socio director de Conducta Segura Integral. ace casi 40 años, en 1968, un grupo de investigadores en Estados Unidos, dirigido por R. Rosenthal, publicaba el libro Pygmalion en el Aula, que conmovió a la comunidad científica. En él, se hablaba del efecto del investigador en los experimentos sociales. Con esta obra se lanzó la hipótesis (posteriormente contrastada) de que los deseos de los científicos en los experimentos con personas se transmiten de manera no intencionada a los sujetos del experimento a través de la comunicación no verbal. Más aún, las expectativas de los investigadores pueden sesgar las respuestas de los sujetos de la muestra en la dirección de confirmar la hipótesis del científico. ver cumplida mi hipótesis inicial sobre él, y cargar más las tintas en el trato especial que le doy. Y así en un círculo cerrado de difícil salida. Esto se solventó en parte con la condición del doble ciego, principio científico frecuentemente utilizado. Es decir, en situación experimental el sujeto no sabe (obviamente) si pertenece al grupo de control o al experimental, pero tampoco lo sabe el investigador. Así se asegura que los experimentadores no transmiten de forma no intencionada sus expectativas. Sólo una persona conoce los códigos que enlazan a nombres, sujetos y grupos, que hace de tesorero de esos datos. Es decir, las suposiciones que hace el director de una empresa sobre cómo se van a comportar los trabajadores condicionará fuertemente las actitudes y conductas finales que van a mantener éstos. Sin querer ofrecer una imagen excesivamente determinista de las relaciones laborales, McGregor supuso que en aquellas empresas en las que los jefes creen (y actúan en consecuencia) que sus trabajadores son perezosos, sólo piensan en las vacaciones y su único incentivo real es el dinero, las relaciones laborales se establecerán de tal modo que acabarán cumpliéndose estas suposiciones. H Aquella hipótesis recibió la denominación de efecto Rosenthal, y es uno de los principios que se tiene en cuenta regularmente en el sector educativo, en el que los docentes deben analizar cómo sus propias expectativas influyen en el rendimiento de sus alumnos. Por ejemplo, si soy un profesor de instituto y espero que un alumno mío se porte mal podría estar condicionando (con mi actitud, mi forma distinta de tratarlo, mi mirada, mi comportamiento general) esa suposición previa, ese prejuicio. Si el alumno reacciona en algún momento de forma indisciplinada, me dará pie para 10 • Gestión Práctica de Riesgos Laborales Esto se puede aplicar al mundo de la empresa de forma obvia con el siguiente axioma: “Las expectativas y los prejuicios tienen un enorme poder en la interacción humana, consistente en su capacidad para determinar conductas futuras”. Once años antes, un investigador llamado Douglas McGregor, algo menos conocido quizá que Rosenthal, planteó un principio general de Sociología del Trabajo que tocaba un tema similar y que decía: “La filosofía de la gerencia determina su posterior práctica”. McGregor denominó modelo X a este formato de empresa. En él, supuestamente, los trabajadores no necesitan autonomía personal, se preocupan poco o nada por sus perspectivas económicas a medio o largo plazo, no tienen iniciativas para mejorar el actual sistema de trabajo, permanecen siempre a la espera de órdenes sin pensar por sí mismos, necesitan líderes que piensen por ellos y los lleven de un lado a otro, etc. A este formato, un tanto retrógrado, McGregor opuso el modelo Y. En las empresas que funcionan con el esquema Y, los gerentes entienden que las personas son activas por naturaleza, necesitan alcanzar sus propias metas personales y sociales, buscan un desempeño laboral estimulante, y aprecian los retos y los compromisos continuos que puedan servir para demostrar su nivel de autonomía y responsabilidad. Como hipótesis de trabajo diferenciadas, no pueden ser más distintas. Lo que espera de su gente un tradicional jefe X es absolutamente opuesto a lo que espera un mando Y. Aparte de eso, y al menos en teoría, los dos estilos de gerencia podrían resultar eficaces y competitivos. Ahora bien, los requerimientos de producción y gestión de personas en las empresas del siglo XXI van a exigir de ellas, o lo están exigiendo ya, un nivel de flexibilidad que no puede darse sino a duras penas con un modelo de funcionamiento X. Resulta evidente: si usted no se fía de su propia gente, difícilmente va a delegar en ellos funciones vitales de producción, mantenimiento, administración, etc. Los controles crecerán por doquier y tendrá que destinar demasiado personal a meras funciones de supervisión. En el esquema o modelo Y, por el contrario, se puede intentar una gestión autónoma o semiautónoma de las distintas secciones, delegar funciones de alto nivel, incluso conseguir rotaciones de personas en diferentes tareas, así como aprovechar el conocimiento acumulado en las personas que desempeñan su labor en la organización. Por supuesto, estos modelos que hoy se presentan son hipótesis puras, y lo que en realidad se Nº 40 • Julio-Agosto de 2007 10-11 Ergonomia.qxd 25/6/07 19:51 Página 11 www.riesgos-laborales.com observa en el día a día son consideraciones y estructuras trufadas de ambas teorías. Es difícil encontrar una empresa tan polarizada en uno u otro sentido. Pero, siguiendo a Rosenthal y, en mayor medida, a McGregor, se puede afianzar la conciencia en el pronóstico de que “el talante de las personas que gestionan los activos humanos de una organización tiene un efecto determinante sobre las conductas de sus subordinados”. A renglón seguido, entre los años 60 y 70, los expertos Ouchi y Zangwill retrataron la tipología Z de gestión de las organizaciones. En este estilo se prima el consenso y la participación de los trabajadores, se valora la decisión y el empeño, y no sólo los resultados, se diseñan objetivos a medio y largo plazo, se acepta la necesidad de la innovación constante, y se asume la mejora continua como principio de acción fundamental de la organización. Si con los modelos X e Y se hacía alusión a unos valores extremos y contrapuestos dentro del continuo autoridad–participación, con el modelo Z se pretende avanzar hacia una concepción conciliadora que rompa el esquema de opuestos y sea capaz de generar nuevas ideas. Y por fin, como colofón, Inoue, Murray y Blanco identificaron el modelo W, que se caracteriza por un estilo de trabajo creativo y curioso; que necesita autonomía y asume riesgos; que observa mucho y actúa sólo cuando es necesario; que busca la libertad y las oportunidades para ser innovador; que intenta armonizar los objetivos del grupo y de los individuos. Los gerentes que siguen el modelo W están firmemente persuadidos de que sus trabajadores odian la supervisión excesivamente próxima y son más productivos si tienen autonomía para trabajar de forma independiente. De los cuatro estilos de gestión basados en presunciones sobre las personas de las organizaciones, el W es el más complejo en su implantación, ya que requiere un nivel competencial muy alto por parte de todos los elementos de la organización. Pero también es el más satisfactorio, ya que considera la escala más alta de motivación (la autorrealización) según una diversificación individual tan amplia como se quiera. Un buen modelo, por tanto, para los privilegiados que se hallan a la búsqueda de la excelencia en la gestión. A partir de todo lo comentado, sugiero a los técnicos prevencionistas especializados en Psicosociología y Ergonomía que modulen sus propios prejuicios teniendo en cuenta el modelo existente en las organizaciones para las que trabajan (W, X, Y o Z), con el objetivo último de no incrementar los sesgos y errores individuales cuando se metan de lleno en el campo de la investigación psicosocial.