UN PARTICULAR REHUSAMIENTO1 Pilar Berdullas ¿Cómo puede el poeta realizar esta hazaña de hacer que un sentido esté ausente? J. Lacan. Paradoja, inherente a toda literatura, la poesía gana el máximo de su poder de convicción en el mismo momento en que renuncia a apelar a la verdad. P. de Mann. -I– Bartleby2 no ha dejado de hacer hablar, comenzando por el hombre de leyes que nos dice de su existencia hasta aquellos –escritores, filósofos, críticos- que consienten y refuerzan su existir. Proeza de papel impreso, Bartleby, tan pronto participa de la invención de una lengua extranjera3, como realiza la capacidad extrema que aguarda detrás de toda acción humana4. Se vale de un enunciado particularmente singular: “preferiría no hacerlo”. Frase que, en el rumor que acoge al cuento, pierde su sintaxis, hasta convertirse en título rival del original y en nombre propio de quien en el relato la pronuncia. Bartleby, ¿escribe cuando copia o cuando dice escribe? Es el escribiente que se distingue, en el potente mundo ficcional de las mejores letras (ésas de la literatura), por mostrar cómo un cierto enunciado marcado en su reiteración, basta para abrir el eclipsamiento progresivo de su ocupación de copista y de viviente. Muchas cosas se dicen de él, Bartleby siempre pronuncia una misma cosa. Sin historia que lo preceda, instalado en una gris oficina, nada en él presagia una ruptura con la insidiosa rutina de responder a lo que de él se espera. Después de todo su avidez por copiar no tendría por qué ser un desmérito para un copista. Tal hambre por copiar parece su único exceso, ausentes en él, las exaltaciones de la indigestión, de la bebida, de la ambición. Una vez dicha su frase, nada podrá detener su reiteración y sus consecuencias. Dada la medida de los efectos que alcanzan a los demás, Bartleby parece haber rozado con su dicho algo indecible5, algo que no se puede decir. Presentación en el taller “El acto analítico”, 10 de agosto de 2007. XIV Jornadas de Investigación en Psicología y Tercer Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología, UBA. 2 Melville, H.: “Bartleby, el escribiente”. 3 “Sucede más bien como si fuera la fórmula la que socavase la lengua con una especie de idioma extranjero”. En Deleuze, G.: “Bartleby o la fórmuila”, Preferiría no hacerlo, Editorial Anagrama, Valencia, 2001. 4 “Como escriba es la figura extrema de la nada de la que procede toda creación y, al mismo tiempo, la más implacable reivindicación de esta nada como potencia pura y absoluta”. Y también: “El experimiento al que se arriesga Bartleby es un experimento de contingentia absoluta”. En Agamben, G.: “Bartleby o de la contingencia”, Preferiría no hacerlo, Editorial Anagrama, Valencia, 2001. 5 “…como si se hubiese oído lo Indecible o lo Imprevisible…” Idem nota 2. 1 II En su insistencia la frase no se altera mayormente, y eso a pesar de la creciente incomodidad que produce en los otros. Más aún, al mismo tiempo que hurta su sentido, la frase se cierra y no admite ser sometida a equívoco alguno. Las estructuras gramaticales no son pasibles de ambigüedad, ésta última no es un atributo que pueda afectarlas. En la frase “I would not”6, su poder aniquilador y pleno de ambigüedad tal vez radica en que no respeta algo que podríamos llamar una “gramática del diálogo”. Las diferentes repeticiones de la frase son tantas otras cartas muertas7. De lo contrario: ¿a quién se dirige Bartleby, si la inversión que recibe de sus propias palabras, no parece sancionarlas como mensaje por él emitido? Asimismo, si bien Bartleby no dice cualquier cosa y al igual que en toda articulación de palabras, su dicho está prometido a la significación, la frase excluye tanto el sentido como el referente. A lo dicho -apretado y conciso- no hay modo de reducirlo, aún más, a un sí, a un no, o hacerlo receptivo de esa imperfección de la lengua que es el equívoco. “Preferiría no hacerlo” opera en calidad de rehusamiento, entendiendo por rehusamiento una alternativa posible para traducir el término Versagung8 en el sentido que adquiere ese término alemán cuando lo encontramos en Freud. Tal como surge, ese dicho impasible de Bartleby rehusa, revoca el pacto de la palabra, en lo que la palabra tiene de compromiso con la demanda. No es desconocido el hecho posible de que algo que no puede decirse, sin embargo se dice, y lo hace por medio de una técnica eminentemente verbal. Es el prodigio cotidiano del chiste celebrado por quien lo escucha. Pero que algo que, en lo que se escucha, necesariamente se hurta, pueda no obstante hacerse presente, es el prodigio del relato escrito acerca del infortunado Bartleby. Al comienzo de l´Etoudit9, leemos: “Que se diga queda olvidado detrás de lo que se dice en lo que se oye”. Bartleby hace algo con ese olvido. Bartleby perturba, tal vez porque su acierto no está en las palabras expresadas, sino en lo que más bien habría que situar entre las palabras 10, en eso que sosteniéndolas al mismo tiempo se sustrae de ellas. Si, tras lo que se dice, el decir está destinado a quedar olvidado en lo que se escucha, Bartleby nos conmueve, despierta ecos en nosotros en tanto figura11 de una enunciación irrepresentable. La encarnadura que, conforme al dictado del narrador, le prestamos como lectores -un escribiente pálido, pulcro, “con un aire Vertida al castellano como “preferiría no hacerlo”. Alusión a la última parte del cuento “Bartleby, el escribiente”. 8 Versagung: por lo general este término es traducido como denegación o frustración. 9 Lacan, J.: “L´Etoudit”. Publicación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires y la Escuela de Psioanálisis Sigmund Freud de Rosario, 1982. 10 Allemann, B.: “Pero una lógica del lenguaje en el sentido aludido tendría que prestar su atención ante todo a lo que está entre las palabras y entre las líneas; o dicho más exactamente: lo que justamente no está ahí, sino lo que se abre como campo de tensión entre ellas”. “La metáfora y la esencia metafórica del lenguaje” en Literatura y reflexión II, Ed. Alfa, Bs. As., 1976. 11 Bartleby encierra un vacío que lo convierte en figura. 6 7 irremediable de desamparo”- dicha encarnadura es el precio que esa figura se cobra por llevarnos a semejante aventura. Pero, claro está, no es una historia de aventuras. Alrededor de la presencia perturbadora de Bartleby, y contagiando a esa presencia con un toque de irrisión y de futilidad inestables, el cuento transita por una dimensión que combina lo sórdido y lo ridículo. El letrado, narrador en el relato, compone a través de las descripciones y las observaciones psicológicas que hace, una escena cuya comicidad extrae su principal aporte del hecho que para él pase inadvertida. En cambio, no puede ignorar que lo inaudito ha ocurrido. Por su lado, Bartleby, cautivo de su frase -en la que se vuelca el carácter compulsivo de algo que no admite retroceso- es finalmente arrojado fuera de ella.