¿Para qué trabajamos? La pregunta del “¿para qué?” es ontológica del hombre. Cada ser humano, en la profundidad de su corazón se la pregunta. Es nuestro espíritu trascendente, que requiere de un propósito, para dar sentido a cada paso de su vida, a sus acciones, a su misión, etc. El mundo, sin embargo, condiciona ese mecanismo profundo de la persona bombardeando con modas, mandatos o culturas que determinan la conducta con el riesgo de, muchas veces, mutilar esta pregunta existencial en el hombre. Se requiere un trabajo de auto-reflexión y de encuentro consigo mismo, y también con Dios, para poder responder a tan simple postulado. Para nosotros, es una pregunta fundamental que creemos beneficioso que cada ser humano la responda. Queremos hombres y mujeres que libremente adhieran a nuestra propuesta, y también queremos hombres y mujeres que puedan responderse esta pregunta de manera diferente pues con ello habremos contribuido al bienestar de un ser humano, y así al bien de la humanidad. Cada quién tiene su luz especial, que es necesario que brille para bien de todos. Contestar esta pregunta con sincero corazón significa saber cuál es la luz que uno tiene que dar al mundo. Nosotros trabajamos para mayor gloria de Dios, y para el bien de los demás. ¿Qué es entonces la Mayor Gloria de Dios? Dios no agrega a su Gloria nada por mérito nuestro. Su Gloria, infinita, no necesita de nuestro accionar para crecer. Entonces ¿por qué decir Mayor Gloria de Dios? Esta frase, de San Ignacio de Loyola (fundador de la Compañía de Jesús – “jesuitas” – orden a la que pertenece el Papa Francisco) se completa con una segunda parte que le da significado: “Todo a mayor gloria de Dios, para poder en todo amar y servir”. El propósito de la frase no es agregar gloria a Dios, sino que es una guía para dirigir nuestro accionar. Todo ser humano busca la felicidad, y en la paradoja de la vida, la felicidad se encuentra amando y sirviendo. Extraña, pero realmente, “dando” es que uno se “llena” cada vez más, y el amor y el servicio son las maneras de “darse” por excelencia. Desde esta realidad de buscar la felicidad a través de la entrega a otros, es que necesitamos agregarle dirección a esa intención. La felicidad está en la entrega a los demás, pero necesitamos que el motivo de esa entrega sea Dios, y no el hombre en sí mismo, para que esa felicidad sea SANTIDAD. El amar y servir a los demás nos hace felices, pero si no tiene trascendencia se vuelve egoísta porque es una manera de cuidar a otros para que ellos también lo hagan conmigo. Tiende a hacerse con los cercanos y seres queridos. La medida de la santidad, que es la felicidad plena, es incluso hacerlo con aquellos que son nuestros enemigos, que nos hieren aún cuando intentamos hacerles un bien. Ahí empieza a operar el accionar por amor a Dios, que nos permite, por amor a Él, incluso amar y servir a quienes nuestro “natural” nos dice que no amemos ni sirvamos. Felicidad Humana darse amar y servir Santidad darse a todos en todo amar y servir Límite: no amo ni sirvo al enemigo Sin límite, hasta que duela (MTC) Existe también otra razón en esta frase. San Ignacio de Loyola, soldado y evangelizador como pocos, entendió luego de su conversión, que debía conquistar almas para Cristo. Con esta frase también quería tener siempre presente, que sus obras debían demostrar la grandeza de Dios. Proponerse obrar para Mayor Gloria de Dios le establecía un parámetro evangélico, no solo por el bien de su alma, sino para lograr que a través de sus obras otras almas lleguen a conocer a Dios. Por esa razón, ello también servía de guía para cada uno de sus días: que todo lo que haga hable de Dios para que las almas, a través de esas obras, puedan llegar a conocerlo. Entonces, ¿qué es para nosotros la “Mayor Gloria de Dios”? Un recuerdo, una dirección, un propósito, una directriz de nuestro accionar. Queremos obrar, y “darnos” cada día a TODOS, sin excluir a nadie. Hacer todo lo que hacemos por amor a Dios. Queremos ser felices plenamente, queremos amar y servir a amigos y enemigos por amor a Dios, para corresponder a ese Amor. Queremos también que nuestras acciones hablen de Dios, que es un estándar de perfección que tiene doble consecuencia: ser un puente para que las almas puedan conocer a ese Dios Amor, y trabajar cada vez mejor, debido a que un trabajo hecho “cara a Dios” tendrá el mayor nivel de excelencia posible y no requiere controles (porque se trabaja a conciencia). En definitiva, trabajamos para mayor gloria de Dios significa: - Trabajar con excelencia con el control de la propia conciencia, Que nuestras obras “hablen” de Dios para evangelizar a través de ellas Que podamos amar y servir, “darnos”, a todos (incluso a adversarios) En segundo lugar, también trabajamos para el bien de los demás. Este segundo lugar en la frase, también nos recuerda la primacía de obrar “cara a Dios” en lugar de hacerlo para el “qué dirán” del prójimo. Primero hablamos de Dios, para solo después hablar del hombre. Queremos que nuestro respeto a Dios también prime en esa relación con los demás, para buscar hacerles siempre el bien, y nunca convalidar caprichos. En este sentido, completamos la definición de todos, dicha en la explicación de la mayor gloria de Dios, haciéndola explícita. Entendemos que trabajamos para bien de nuestras familias, de nuestros colaboradores y sus familias. Para bien de nuestros clientes, de nuestros proveedores, de la comunidad en general, incluso de competidores. Para el bien del Estado que recauda impuestos y regula nuestras acciones en busca del bien común. Para el bien de nuestro planeta, del mundo, tanto ecológicamente, como humana, psicológica y espiritualmente. Entendemos bien como algo integral y que abarca todos los aspectos de la realidad humana. Es una propuesta ambiciosa, el bien de todos abarca: - Cuidar a la naturaleza y a las personas humana, psíquica y espiritualmente Velar por los clientes, proveedores y colaboradores junto con sus familias Entenderse como ser social y respetar y colaborar con reguladores y Estados Hemos dicho qué abarca el bien pero, ¿qué entendemos que es el bien? Dentro de las teorías económicas existe la formulada por Abraham Maslow en su obra “Una teoría de la motivación humana”. En ella establece una jerarquía de necesidades que comienzan con las fisiológicas (comida, bebida, vestido, etc.), luego las de seguridad (de salud, de empleo, etc.), luego las de afiliación (amistad, afectos, etc.), luego las de reconocimiento (éxito, confianza, respeto, etc.) y por último las de autorrealización (moralidad, creatividad, espontaneidad, etc.). Maslow establece en su teoría que cada persona tiene que tener resueltos los “escalones” inferiores antes de poder subir a la parte superior de esta pirámide. Nosotros creemos que esa es una teoría de la motivación humana, pero tenemos y vivimos otra. Como dijimos anteriormente el bien de la persona humana es aquel que pueda completar la integralidad de la misma. Resolver las necesidades fisiológicas es importante, pero creemos que son igualmente importantes las de reconocimiento, autorrealización, seguridad, etc. La teoría de la división y jerarquización de las distintas facetas de la persona puede ser parte de la desintegración que vive el hombre moderno. Por otro lado también existen ejemplos de personas que llegaron a la autorrealización incluso vulnerando sus propias necesidades básicas. Dentro de la Iglesia Católica existen millones, desde los apóstoles, los mártires que dan incluso su vida y se dejan torturar sin perder la alegría profunda y sentirse completamente realizados. Ejemplos más cercanos también pueden ser la Madre Teresa de Calcuta, o Mahatma Gandhi, o podríamos pensar en casi todos los premios nobel de la paz y también los héroes patrios. Millones de personas que no se comportaron de acuerdo a la teoría de Maslow sino que, prácticamente todos, se burlaron de ella. ¿Qué significa esto? En un principio, que esa teoría es “una” teoría, tal como el mismo Maslow la define, pero no es la única. Recorrimos un camino en el cual las crisis recurrentes de nuestro país nos hicieron vulnerar empíricamente las necesidades básicas. En esos momentos, sostenerse desde los estratos de trascendencia y autorrealización, fueron la manera de sobrevivir como empresa y como persona en ese camino. Allí encontramos el primer indicio: las necesidades, que son reales todas ellas, no tienen jerarquías sino que se complementan y completan. Descubrimos entonces que el bien está asociado a la integralidad de los aspectos de la persona. Cada necesidad puede ser vulnerada en un espacio de tiempo determinado, pero también, el bien completo está en la satisfacción de todas ellas en simultáneo. Por esta razón queremos y entendemos como “bien de los demás” preocuparse por satisfacer las necesidades de la persona de manera integral, es decir, las físicas, psíquicas y las espirituales (cuerpo, mente y espíritu). Entendemos que se hará un bien a alguien cuando pueda dar el sustento que su familia se merece, cuando se lo respete como persona y se le ofrezca un marco de libertad que promueva su dignidad y fortalezca su responsabilidad, y cuando se le ofrezcan espacios de trascendencia donde poderse conectar con lo profundo de su espíritu y con Dios mismo para crecer también en este aspecto. Y esto es para los colaboradores, clientes, proveedores, comunidad… todos. En resumen, creemos que la persona humana tiene una obligación consigo mismo de preguntarse el ¿para qué? de las cosas. Nosotros proponemos una respuesta a esta pregunta que consiste en hacerlo para mayor gloria de Dios, que significa tener a Él como único receptor de nuestras acciones y que ellas “hablen” de Él; y para el bien de los demás, entendiendo esto en sentido horizontal por el mundo que nos rodea, y vertical, hacia el propio interior de la persona, para satisfacer sus necesidades físicas, psíquicas y espirituales en simultaneo.