La ley 26657 y la evaluación de la situación de riesgo cierto e inminente en las internaciones involuntarias Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones Autores: Silvio O. Angelini soangelini@gmail.com María Florencia Carril lic.florencia.carril@gmail.com Alejandra Irie alejandrairie@yahoo.com.ar Analía Pena analiaepe@hotmail.com Resumen El objetivo de este trabajo es compartir algunas apreciaciones respecto a la evaluación y determinación de la situación de riesgo cierto e inminente en el que se funda la posibilidad de efectivizar internaciones involuntarias. Es nuestro interés abordar una primera aproximación al concepto considerando el desplazamiento semántico del vocablo riesgo hacia la idea de peligro a partir de una análisis etimológico del término. Luego trabajaremos sobre las recomendaciones y estándares técnicos elaborados por organismos internacionales, poniendo en tensión estos desarrollos con ciertas regularidades observadas en la práctica clínica de las instituciones relevadas. La internación involuntaria conlleva privación de la libertad, y conforme a la normativa vigente, requiere un uso restrictivo y el respeto de numerosos estándares y normativas nacionales e internacionales de DDHH. Objetivo de riesgo El objetivo de este trabajo es compartir algunas apreciaciones respecto a la evaluación y determinación de la situación de riesgo cierto e inminente en el que se funda la posibilidad de efectivizar internaciones involuntarias. Es nuestro interés abordar una primera aproximación al concepto considerando el desplazamiento semántico del vocablo riesgo hacia la idea de peligro a partir de una análisis etimológico del término. Luego trabajaremos sobre las recomendaciones y estándares técnicos elaborados por organismos internacionales, poniendo en tensión estos desarrollos con ciertas regularidades observadas en la práctica clínica de las instituciones relevadas. La internación involuntaria conlleva privación de la libertad, y conforme a la normativa vigente, requiere un uso restrictivo y el respeto de numerosos estándares y normativas nacionales e internacionales de DDHH. Cabe aclarar que aún no podemos hablar de resultados definitivos, pero sí podemos establecer algunas apreciaciones a modo de hipótesis surgidas de las observaciones realizadas a partir del trabajo de evaluación de más de 200 casos de situaciones de internación involuntaria de personas en instituciones públicas y privadas de la CABA solicitadas a la DNSMyA por la diferentes Curadorías Nacionales en el marco de la aplicación de la Ley nacional 26657 de Salud Mental. Actualmente la Unidad de Fiscalización de la Dirección se encuentra en proceso de carga en una matriz los datos relevados hasta el momento sobre dichas internaciones. Metodología La estrategia metodológica consistió en la realización de un estudio exploratorio y descriptivo de corte cualitativo. El referente empírico de nuestro trabajo está conformado por los informes producidos por el equipo interdisciplinario de la Unidad de fiscalización de internaciones DNSM y A del ministerio de Salud de la nación. La producción de estos informes ha requerido la realización de un trabajo de campo consistente en: la evaluación interdisciplinaria de usuarios en situación de internación en efectores públicos y privados en el ámbito de CABA entre enero – abril de 2011, mediante relevamiento de historias clínicas, lectura y análisis de documentos producidos por los equipos institucionales de los efectores, entrevistas en profundidad a los profesionales y usuarios implicados. Asimismo constituyen insumos para este trabajo las crónicas de reuniones con actores institucionales. El análisis de la y la revisión de bibliografía sobre la temática. Finalmente se menciona que el desempeño profesional en el campo de la SM, de los integrantes del equipo interdisciplinario de la Unidad de Fiscalización, se constituye en un insumo central para la tarea investigativa. Introducción de(l) riesgo Nos proponemos retomar el concepto de la palabra riesgo a través del tiempo, rescatando que en sus orígenes estuvo vinculado al destino, a una idea de tomar un riesgo personal, en el sentido de aventurarse o tomar coraje, o incluso como probabilidad, asignándosele un valor neutral. Con el transcurso del tiempo hasta llegar a la actualidad se observa que alcanza una connotación negativa, el riesgo como la probabilidad de que ocurra un hecho adverso. El origen de la palabra e idea de riesgo, según algunas de las fuentes consultadas, se pierde en el tiempo asociada a los seguros marítimos durante la edad media o a principios del renacimiento europeo sin saber bien de qué idioma europeo es originario. Joan Corominas lo propone como un italianismo que luego se expandió a otras lenguas europeas, en particular al francés. Sin embargo una de las fuentes consultadas nos propone una lengua de origen precisa: según Federico Corriente riesgo derivaría del árabe rizq que significa ―todo cuanto depara la providencia que puede ser bueno o malo para el musulmán ortodoxo‖, ―don fortuito e inesperado‖, ―albur favorable‖ (DE EPALZA, M. 1988) La connotación de la palabra "riesgo" ha ido cambiando a través del tiempo. Según algunas versiones la noción de riesgo fue introducida en el siglo XVII en el contexto del juego, donde se refería a la probabilidad de que algo aconteciera aparejada con posibles pérdidas y/o ganancias. Pero esta connotación de pérdidas y/o ganancias asociadas al riesgo, paulatinamente en los diversas lenguas europeas fue sufriendo una torsión desde esa valoración neutral a una negativa, torsión que en diversos aspectos de los saberes y la vida cotidiana se volvió hegemónica relegando los otros significados del término a otros territorios de los saberes y la vida, menos importantes como el juego, por ejemplo. Esta concepción del riesgo como algo adverso, negativo, siempre como peligro fue colonizando las especialidades científicas y técnicas, en la medida en que fue colonizando la sociedad y sus producciones, y fue ligándose a un uso profesional en especial en aquellos saberes o profesiones vinculadas a las técnicas de control social (medicina, psiquiatría, psicología, trabajo social, etc.). Así si habláramos de grupos de riesgo, si reemplazáramos riesgo por peligro la idea se mantendría sin variación. Claramente, el paradigma de la peligrosidad, de ciertos sujetos o grupo sociales, que la criminología italiana nos legó se mantiene incólume en el uso actual del concepto de riesgo. Por su parte, los enfoques desde la sociología señalan que existe una construcción social del riesgo, producto de la elaboración de cada sociedad, en los que determinados puntos de vista resultan dominantes en grupos sociales determinados. Así, es muy fácil, si uno vive en determinada sociedad, formar parte de esa construcción, y adherir tácitamente a determinados puntos de vista que permanecen enraizados en los conceptos, lo cual resulta luego muy difícil relativizar o ponerlos a consideración, como por ejemplo las valoraciones de los grupos de riesgo, los perfiles de riesgo, las conductas de riesgo de determinado padecimiento, entre otras. En este sentido Sandoval (SANDOVAL, M. 2006) sostiene: Recalcar la dimensión social y cultural del riesgo evita caer en etnocentrismos que nos llevan a tildar de arriesgadas conductas y actitudes de personas que no comparten el conocimiento o la estructura de valores y símbolos asociados a un determinado riesgo, al respecto el caso de la violencia intra-escolar es particularmente interesante pues está asociado, conciente o inconcientemente al juego de la vida y la muerte. Por su parte en los enfoques pertinentes a la Sociología, el tema del riesgo no se plantea como una cuestión que aborda lo meramente técnico y adopta características de problemática social. Las diversas miradas sociológicas, en general, critican la concepción racionalista del riesgo y enfatizan que existe una construcción social del riesgo Según Arguello y Lavel (2011)1 el riesgo es siempre producto de las acciones conscientes o inconscientes de actores sociales, organizaciones, instituciones o individuos. El riesgo está en las normas En diversas normas nacionales como principios y estándares técnicos internacionales sobre salud mental se plantea una visión relativamente homogénea del concepto de riesgo cierto e inminente. Según consta en la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 (2010) en su artículo 14 la internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y solo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social.2 Por otra parte en su artículo 20 indica, que la internación involuntaria de una persona debe concebirse como recurso terapéutico excepcional en caso de que no sean posibles los abordajes ambulatorios, y sólo podrá realizarse cuando a criterio del equipo de salud mediare situación de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros. Por lo que se debe determinar y justificar la situación de riesgo cierto e inminente y la ausencia de otra alternativa eficaz para su tratamiento.3 Considerando que la internación es una alternativa terapéutica, es importante destacar que debe ser utilizada como último recurso, teniendo en cuenta que la misma se puede efectivizar de manera voluntaria o involuntariamente. La internación psiquiátrica involuntaria sólo podrá ser utilizada cuando no sean posibles los abordajes comunitarios, como medida terapéutica excepcional, lo más breve posible, y únicamente en el caso de que exista riesgo grave de daño inmediato o inminente para esa persona o para terceros.4 Así mismo se describe en los Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las América (2008) la privación de libertad de una persona en un hospital psiquiátrico u otra institución similar se deberá emplear como último recurso, y únicamente cuando exista una seria posibilidad de daño inmediato o inminente para la persona o terceros. La mera discapacidad no deberá en ningún caso justificar la privación de libertad.5 En los Diez Principios Básicos para la Atención de la Salud Mental (1996) se refiere que la evaluación de la salud mental debe incluir: el diagnóstico; la elección de un tratamiento; la determinación de la capacidad; la determinación de que uno pudiera dañarse a sí mismo o a terceros debido a un trastorno mental. También se indica que a las personas con trastorno de salud mental se les debe proveer una atención que sea mínimamente restrictiva. Para la selección de las alternativas menos restrictivas se debe tener en cuenta: el trastorno en cuestión; los tratamientos disponibles; el nivel de autonomía de la persona; la aceptación y la cooperación de la persona; y el potencial del daño causado a sí mismo o a terceros.6 La definición de riesgo cierto e inminente debe fundamentarse sobre 3 condiciones: 1. Inmediatez del riesgo. 2. Certeza. 3. Gravedad de daño contra la seguridad de sí mismo o de terceros. Debemos entender lo inminente como lo que está próximo a suceder, lo que amenaza. Su origen etimológico deriva del latín inminēre, que significa amenazar. inminente es aquello lejano o remoto. Lo contrario a Por su parte la certeza consiste en ―el conocimiento de la verdad de nuestros conocimientos o en tener conciencia de la verdad. Es base de toda certeza la conciencia racional basada en un método‖ y/o en un ―Estado de la mente en el que ésta se adhiere a un juicio sin temor a errar. Por extensión se llaman cosas ciertas a aquellas que por su comprobabilidad o evidencia crean un estado de certeza‖ según diversos diccionarios filosóficos consultados online. Diagnóstico riesgoso Un aspecto que hemos encontrado en este proceso de evaluación (en realidad la función es fiscalización) es que ciertos diagnósticos son de por sí sinónimo de riesgo o peligro. Así ciertas conductas o padeceres son vistos como riesgosos y, por lo tanto, debe realizarse una intervención con el fin del cese de esa conducta o padecer, intervención que siempre termina en la internación. En la mayoría de las disposiciones de internación no existe una fundamentación de la razón de la misma, que no sea otra que la que se basa en el diagnóstico presuntivo al momento de la admisión. Es habitual, descompensación psicótica o heteroagresividad por ejemplo, la consignación de como motivo de la internación, sin describir las conductas y actitudes, sin referencias a la particularidad y el contexto en el que se produce. Muchas veces también se basan en diagnósticos e historiales de internaciones anteriores, claramente en oposición al artículo 5 y 7 incisos c,d i, y n de la ley nacional 266577. También observamos que no se expresan, o si se lo hace es de manera muy sucinta, las alternativas terapéuticas utilizadas anteriormente que no fueron suficientes para evitar la internación. En este punto es necesario contar con la especificación no sólo del tipo de tratamiento recibido, sino también del lugar, frecuencia y período. La determinación adecuada de la modalidad terapéutica más favorable debería incluir, como buena práctica, el contacto con el profesional tratante con anterioridad al momento de ingreso, lo que habitualmente no sucede. Una observación frecuente, en la notificación de las 10 hs. de la internación que se envía a los juzgados civiles, es que se lo hace en una planilla pre-diseñada e impresa en la que no hay lugar para el desarrollo de una fundamentación de la internación, solo se admite una respuesta positiva o negativa, claramente siguiendo una pauta administrativa y no asistencial como sería necesario. En lo que hace respecto de otras estrategias terapéuticas menos restrictivas utilizadas anteriormente, se refiere generalmente a la atención psiquiátrica-farmacológica por consultorios externos. En este punto corresponde citar lo que expresa Marcelo Viñar sobre el diagnóstico al que califica de un conocimiento que porta un ―poder eficaz de sanción y de consecuencias en cuanto a establecer el destino de aquellos a quienes se les aplica, que tiene un valor de anticipación, un valor predictivo… [de riesgo?, de peligrosidad? de control?]… El diagnóstico no sólo es portador de una fotografía del presente sino de una presunción anticipada sobre el futuro, sobre las consecuencias‖. (VIÑAR, 2004) Así vemos como el diagnóstico determina el riesgo cuando se lo plantea en términos estrictamente psicopatológicos o prima ese enfoque, cuando se enfoca exclusivamente sobre el individuo, la persona y se lo ve como el productor de único de la situación de riesgo. En el campo de la salud mental, encontramos al concepto de riesgo ligado estrechamente a las probabilidades de eventos adversos, en relación al diagnóstico que porta determinado usuario de la salud mental, incluso validado con porcentajes. Es así como estamos habituados a oír hablar del riesgo de suicidio en la esquizofrenia, con los porcentajes en relación a los factores de riesgo que se encuentren presentes, el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual en el trastorno bipolar, el riesgo de pérdida de trabajo en la enfermedad mental. Consecuentemente, lo que se establece, es un parámetro inmodificable, a la vez que una estrecha unión entre los términos, uno lleva al otro indisolublemente, lo que no permite pensar en una alternativa, en la posibilidad de cambio, de extremar los recursos disponibles para reflexionar sobre las distintas alternativas terapéuticas presentes. Partiendo de que el riesgo instituye significados que involucran amenaza o peligro (factores de riesgo para contraer vih, población de riesgo) y de la cantidad de incertidumbres y amenazas que plantea la vida cotidiana, comenzaron a proliferar discursos sobre el riesgo, que se destacan como dispositivos de ejercicio de poder, en la medida en que son inapelables e inalcanzables por la inaccesibilidad de sus términos entre otras cosas. Esta construcción serviría a determinada función social y política, permitiendo segregar, establecer parámetros inmodificables, que no serían tan racionales u objetivables. A donde se apunta es a que no se produzcan, a evitarlos, a encerrarlos, no actuando sobre ellos desde un abordaje distinto, que no sea marginalizador. Los enunciados científicos suelen resistirse a cualquier contrastación (―si tiene 5 de los siguientes factores de riesgo, es indicación de internación por riesgo de suicidio‖). Es decir que el riesgo funcionaria como dispositivo ordenador de las acciones que deben llevarse a cabo ante algunos indicadores, sin llegar a evaluar y preponderar la individualidad del caso. También vemos a asociado a la idea de riesgo, un concepto que puede trabajar retrospectivamente explicando los infortunios individuales en función de las conductas pasadas: los que presentaron algún trastorno o conducta grave, fallaron en el cumplimiento de las directivas para reducir los riesgos, lo que lleva a la culpabilización de la persona que sufre el trastorno; Así el riesgo es algo que se atribuye al sujeto y no una propiedad de la situación en la que está. Esto permite descomplejizar y reducir la problemática como a un conjunto de variables predecibles, exactas y delimitadas, que no admitan preguntarse más allá, y menos pensar desde un abordaje más comunitario. En este sentido Emiliano Galende (B. Geller, 2007) sostiene que …El problema… [cuando se trata de problemas de salud mental]… no es estrictamente psicopatológico, lo que está en riesgo es la capacidad subjetiva de esa persona de subsistir en un medio social. Esa capacidad de subsistencia, de desarrollar su vida en un medio social, también está en relación con los recursos que esa persona pueda encontrar en el ámbito de la salud mental. En ese sentido quienes trabajamos en el área de la salud mental no tenemos que olvidar algo que es clave: todo lo que llamamos enfermedad mental comienza con la pérdida de capacidades sociales para poder integrarse a un mundo simbólico, de participar de los intercambios culturales, económicos y sociales, entre otros8. …ningún trastorno se limita a la sintomatología propia del sujeto que lo padece, dado que provoca además un desorden en todos los ámbitos de su vida social, de sus relaciones familiares, de trabajo, compañeros, amigos, incluye su economía, su hábitat, es decir, una problemática compleja que incluye dimensiones sociales y a veces culturales más amplias. Esa complejidad implicaría que los recursos que hay que tener para atender también deben ser complejos. …Los recursos que tenemos son básicamente dos, el uso de psicofármacos y la posibilidad de una psicoterapia, pero esto no es suficiente. Si consideramos que los síntomas, que no son más que el modo en que se expresa un sufrimiento a nivel subjetivo, son de una complejidad mayor, en el sentido que incluyen dimensiones familiares, laborales, culturales y de otro tipo, entonces es preciso que sepamos, cuando trabajamos con pacientes graves, que la posibilidad de que una persona reconstruya mínimamente ciertos sostenes sociales hacen a la incidencia o no de recaídas de su trastorno psicótico. Es evidente que las circunstancias de empleo, sociabilidad, influyen directamente en la evolución de la enfermedad. Los servicios de salud mental tienen que comprender esta problemática y orientar también su labor a la recomposición de los lazos sociales de la gente.‖ Conclusión arriesgada La ley nacional de salud mental como otras normativas y estándares internacionales sostienen la necesidad de un diagnóstico interdisciplinario, entendido como un diálogo (democrático, de igual a igual) y consenso entre disciplinas respecto de un problema común y no como la sumatoria de saberes sin diálogo entre ellos, sin producción de algo nuevo, esto último propio de los enfoques multidisciplinarios. Pero este diálogo interdisciplinario no se agota solo en los saberes profesionales. Sino que debe ampliarse a la participación de otros actores: la persona misma, sus referentes afectivos, su comunidad. Esto plantea un cambio paradigmático en la concepción de la atención en salud mental y por lo tanto en la consideración del riesgo. Si como decíamos anteriormente, la percepción y evaluación del riesgo es una construcción sobre acontecimientos futuros de los diferentes grupos sociales, y que ella varía en cada uno de ellos, nos lleva a plantear que la determinación del riesgo cierto e inminente es una construcción que debe hacerse entre los diferentes profesionales del equipo interdisciplinario junto a las personas destinarias de la atención y de sus referentes continentes, sean familiares o no. Esa visión se expresa claramente en el artículo 9 de la Ley Nacional 266657 que dice que ―el proceso de atención debe realizarse preferentemente fuera del ámbito de internación hospitalario y en el marco de un abordaje interdisciplinario e intersectorial, basado en los principios de la atención primaria de la salud. Se orientará al reforzamiento, restitución o promoción de los lazos sociales‖. Este punto se vuelve necesario estar atentos a estos falsos enlaces que se establecen directamente entre diagnóstico y riesgo ya que conllevan una toma de decisión, de determinada conducta terapéutica en la cual prevalece la visión del especialista para la determinación del riesgo, siendo evaluado como si pudiera cuantificarse con parámetros objetivos, y de modo verticalista, lo que puede suceder si….. Teniendo en cuenta que la conducta humana no puede reducirse a ítems de los cuales se deduce tal o cual probabilidad, con su riesgo y la conducta a seguir. No estamos en el campo de la ingeniería, economía o epidemiología en la que los riesgos pueden cuantificarse. Si el riesgo significa en primer lugar abrir un futuro desconocido a la toma de decisiones, se convierte la posibilidad de riesgo, en cuanto cualidad de terminadas acciones, en una forma existencial inevitable dentro del obrar. Cuanto mayor sea la inseguridad con respecto a la relación temporal de acontecimientos, actuaciones y decisiones, tanto mayor será la posibilidad y necesidad de introducir el riesgo en juego. Pues incluso el acto de evitar actuaciones arriesgadas con ayuda de estrategias preventivas se concebirá como arriesgado ya que con ello se asume la carga de costos y renuncias que podrían considerarse como innecesarios eventualmente. (BECHMANN, G. 1995) Se busca inmunizarse frente al fracaso de no poder saber a ciencia cierta el comportamiento futuro de una persona que padece un trastorno mental, y evitar todo tipo de desajuste con respecto a la norma. La cultura del riesgo paraliza, hace temer a la persona que padece un trastorno y a su entorno, al profesional que lo asiste de manera monodisciplinaria, a la sociedad que debería encarar su reinserción, y por la misma premisa, hace temer a las enfermedades, al clima, al aire que se respira, es decir a toda posibilidad de variación que conlleva la vida misma. Por ello, proponemos abordajes que tiendan hacia retomar a la idea de riesgo como un desafío que vale la pena recorrer. Aceptar un riesgo es la fuente de energía que moviliza nuestras acciones, y crea riqueza para un individuo y su sociedad. Permitiendo enriquecer sus modos de abordaje y nutriendo la relación entre el individuo que padece algún trastorno mental y la sociedad que lo ampara "Pobre del que tiene miedo a correr riesgos. Porque ese quizás no se decepcione nunca, ni tenga desilusiones, ni sufra como los que persiguen un sueño…" Bibliografía consultada y/o utilizada BECHMANN, GOTTHARD (1995): Riesgo y desarrollo técnico-científico. Sobre la importancia social de la investigación y valoración del riesgo. Cuadernos de sección. Ciencias sociales y económicas 2. (1995) p. 59-98 ISBN: 84-87471-90-o Donostia: Eusko Ikaskuntza BECK, ULRICH (1985): La sociedad del Riesgo. Paidós. Buenos Aires BERGALLI, R. y otros (1983): El pensamiento criminológico. Estado y control. Editorial Temis. Bogotá. FOUCAULT, (1996): LA vida de los Hombres infames. Editorial Altamira. La Plata FOUCAULT, M (2000): Un diálogo sobre el poder. Alianza Editorial. Madrid GELLER, Bruno (2007): La institucionalización psiquiátrica y la medicalización son estrategias de aniquilación del sujeto. Entrevista a Emiliano Galende. Agencia CyTA. Instituto Leloir. www.agenciacyta.org.ar. Último acceso: 06/07/2011 MINISTERIO DE SALUD DE LA NACIÓN (2010): Instrumentos internacionales de derechos humanos y salud mental. Documento N° 1. Buenos Aires. MINISTERIO DE SALUD DE LA NACIÓN (2010): Ley Nacional 26657. Buenos Aires. P.I.F.A.T.A.C.S. (2009): Desarrollo Humano en Comunidades Vulnerables. Editorial Koyatun. Buenos Aires. SANDOVAL, M. 2006). La violencia escolar desde la teoría del riesgo y el cambio cultural. En publicación: Investigaciones CEJU. CEJU. Centro de Estudios en Juventud UCSH. Septiembre 2006. UNIDAD DE FISCALIZACIÓN (2011): Información a relevar de las 24 y 48 hs. Documento interno. Dirección Nacional de salud Mental y Adiciones, Ministerio de Salud de la Nación, Argentina. VIÑAR, Marcelo ―Sobre el diagnóstico de vulnerabilidad. Ventajas y riesgos”, en VVAA ―Diagnóstico de Vulnerabilidad‖. CENFORES. INAME. OPP. AECI. Montevideo, 2004. 11 Citado en SANDOVAL, M. (2006). La violencia escolar desde la teoría del riesgo y el cambio cultural. En publicación: Investigaciones CEJU. CEJU. Centro de Estudios en Juventud UCSH. Septiembre 2006. 2 Ley Nacional de Salud Mental N° 26657, art. 14, (2010) 3 Ley Nacional de Salud Mental N° 26657, art. 20, (2010) 4 Principios para la protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la Salud Mental, supra, principio 16.1.a, (1991) 5 CIDH, RESOLUCIÓN 1/08 Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las América; ppio. 3, punto 3; (2008) 6 Diez Principios Básicos de las Normas para la Atención de la Salud Mental (OMS); ppio. 3, punto 1; ppio. 4 punto 1 y 2; (1996). 7 ARTICULO 5° — La existencia de diagnóstico en el campo de la salud mental no autoriza en ningún caso a presumir riesgo de daño o incapacidad, lo que sólo puede deducirse a partir de una evaluación interdisciplinaria de cada situación particular en un momento determinado ARTICULO 7° — El Estado reconoce a las personas con padecimiento mental los siguientes derechos: …c) Derecho a recibir una atención basada en fundamentos científicos ajustados a principios éticos; d) Derecho a recibir tratamiento y a ser tratado con la alternativa terapéutica más conveniente, que menos restrinja sus derechos y libertades, promoviendo la integración familiar, laboral y comunitaria; …i) Derecho a no ser identificado ni discriminado por un padecimiento mental actual o pasado; …n) Derecho a que el padecimiento mental no sea considerado un estado inmodificable; 8 Nota de los autores: Por ello, resulta paradójico (o parajódico) que para fortalecer sus capacidades para participar de los intercambios sociales, culturales y económico las personas con padecimiento mental deban ser separadas de su comunidad, trabajo, a veces de su ciudad mediante la internación en instituciones monovalentes de salud mental (instituciones totales). En ese sentido en la misma entrevista E. Galende sostiene que cuando se suplanta ―… la vida real de un chico o un adulto por una vida institucional, ahí ya no hay que preocuparse por los amigos, por el trabajo, por la familia.‖