ALGO SOBRE LA VIOLENCIA IMITATIVA por el Prof. Dr. Mariano N. Castex Sacuden nuestra sociedad contemporánea toda suerte de violencias. En nuestro país, las hay de todo tipo, abundosas en policromías cuyos espectros corren desde lo oculto y solapado, hasta delinearse en contornos de la más absoluta y mafiosa desfachatez. Jerarquías varias de Poder en donde impera la incoherencia, la contradicción y la manipulación, todas ellas enancadas en las violencias de retribución y acondicionamiento –como las llamara Pietro Prini aquel inolvidable pensador italiano-, afincadas en la creciente pauperización y consiguiente estigmatización ciudadana. Mejores controles para una expansión de la esclavitud en esta forma novedosa de demofictio argentina, convertida en rehén de unos pocos, cautiva y sometida al imperio de un despotismo que impone la obsecuencia y el servilismo en la marejada que causa la lujuria del dinero fácil y la puja por el Poder. Empero, no es solo en la Argentina en donde acaece este fenómeno, si no en el mundo entero. No en vano aquello de mal de muchos consuelo de tontos. Pero como reza el proverbio sajón: Where ignorance is bliss it is folly to be wise.1 Vivimos lamentablemente bajo el impero de la ignorancia. En efecto, se ha impuesto una nueva forma de educar desde los palos altos del gallinero. Los gallos cacareando, pugnando por pisar con desenfreno cuanta hembra cloquee a su lado y los pollitos como consecuencia de la algarabía, piando locamente. Desde todos los ángulos de la comunicación acribillan los ejemplos en donde se entremezclan muerte, sexo, sangre y toda suerte de crueldad humana con una tilinguería sin par, tan despiadada, morbosa y violenta como lo primero. Basta al efecto observar los programas con sus ratings –no solamente en nuestra tierra-. Reina como nunca antes en nuestra historia, el principio setentista que sostenía que la violencia de arriba engendra la violencia de abajo. Pensar que esta verdad de perogrullo nos convertía en merecedores del título de subversivos. Acaso debe sorprender en consecuencia que en los últimos tiempos se hubieran multiplicado los asesinatos masivos como los acaecidos en Alphen aan den Rijn –en pleno paseo público- y en la escuela Tasso da Silveira en la zona oeste carioca, teniendo en este último caso como protagonista a Wellington Menezes, psicótico esquizo delirante sin duda alguna, pero víctima también de la sociedad en que se criara y, en especial, del acoso y hostigamiento por parte de sus compañeritos del centro educacional y que él denominó “ser bulinado”, en referencia al bullying –término más científico por cierto y que podría ampliarse haciéndolo extensivo a extensos niveles de la sociedad y aún a algunas naciones enteras. Contrastando con estos parámetros sangrientos, se tiene también una justicia penal que con sofisticadas argumentaciones cierra causas millonarias en donde es la sociedad la esquilmada, burlada y vapuleada –mientras un Ejecutivo anatematiza con sus mejores argumentaciones delirantes los orígenes de las mismas y el Legislativo se ahoga en un piélago de impotencia y jusmesía. Empero, a la vez, esta Justicia se ocupa en detalle de procesar a un marginal por el robo de cuatro pedazos de queso, como lo hiciera en 1994 al hambriento que ingirió un 1 En el reino de la ignorancia es locura la sensatez. pebete de jamón y queso –ajeno- en antesala tribunalicia, en 2004 a los ladrones de una cabra, en 2008 a un caco por otros dos pedazos de queso y en 2010 a quien intentó sin éxito llevarse seis barras de chocolate. Los listados de causas similares pueden ampliarse sin duda alguna, sirviendo de broche muy reciente el ejemplo de que en 2011, mientras que jerarquizados funcionarios instigan a diario a desobedecer a los tribunales, o se multiplica la ineficiencia más absoluta del Poder Público ante toda suerte de violaciones constitucionales graves, dos jóvenes son llevados a juicio oral en la Provincia de Buenos Aires, por desobediencia a un juez civil cuya orden de no acercarse al domicilio de un cuñado –querulante y paranoide- creían no vigente. Para peor este último personaje, prolífico en denuncias falsas que acompañan ya su esposa, ya un pariente, goza de la protección de uno de los fiscales departamentales y su querulancia atiborra los estrados tribunalicios. ¿Quienes más bulinados que los integrantes de las ciudades en donde unos pocos acosan, maltratan y torturan en nombre de sus derechos, a la vez que pisotean sin asco los ajenos? No por algo, en este claustro, hablamos hace ya más de dos lustros de la psicosis argentina y del sindrome del hartazgo, cuando la crisis del 2001. Las neurociencias están aportando por cierto, no poca luz para interpretar algo mejor este conjunto a través de lo que puede llamarse el fenómeno imitativo. De ello voy a ocuparme en esta grata reunión. Veamos en primer lugar, a modo de introducción, algunas reflexiones. En la temática del suicido, William Farr en 1843 señaló que "no hay una mejor evidencia que el efecto imitativo de la conducta suicida". En 1974, D. P. Phillips describe bajo la designación de "Efecto Werther" al efecto de la sugestión en la conducta suicida tomando como paradigma la novela "Las penas del joven Werther” de J. W.von Goethe publicada en 1774. En la misma, se narra la historia de un joven talentoso quien desesperanzado por pasiones amorosas, se suicida mediante un disparo en la cabeza. Un término equiparable se halla en Oriente, en el llamado "Efecto Yukiko", el cual es utilizado en referencia a la imitación de la conducta suicida en el Japón, ya que un buen número de suicidios en adolescencia y juventud adulta acaecieron después de la cobertura sensacionalista del suicidio del rockero estrella Yukiko. Es en Japón en donde se ha estudiado a fondo la influencia de los medios de comunicación masivos en las tasas de suicidio, arrojando como resultado que las imágenes visuales sobre auto eliminación constituyen un poderoso estímulo para el suicidio por imitación en personalidades vulnerables, determinando incluso, la selección de métodos que no eran usuales en dicha cultura. Traspuesto el fenómeno al terreno de la exo violencia, esto es hacia fuera de sí mismo, el mismo se impone a la observación cotidiana hasta para el hombre menos experto. Nos hallamos de este modo ante la raíz de la violencia social, la que puede adquirir modalidades variadas según tiempos, lugares, circunstancias y personas. El ser humano imita en todos los órdenes, como lo señalan día a día, aludes de referencias en el campo de las psiconeurociencias y de modo especial la Psicología Evolutiva de la etapa infanto juvenil. Entendemos en consecuencia por conducta imitativa al dinamismo que lleva a una persona a actuar de manera similar a otra, de quien se copian los modos de pensar y de actuar. Esta actitud –que comparten los seres vivos, tanto más compleja cuanto más elevado el nivel de organización en la escala animal del imitador, se da tanto en el orden psíquico como el orgánico y, en el terreno de la violencia asesina, llama más la atención, por ser causal de crímenes horrendos, aún cuando a diario en las polifacéticas formas de violencia que estremecen o no a la sociedad puedan la mayor parte de estas formas pasar desapercibidas. La ciudadanía se acostumbra y se inmuniza a diario contra esta modalidades menores pero tan asesinas como un hecho notorio. Dígalo si no la crisis del 2001 en la Argentina, en donde el número de víctimas mortales e invalidadas por acción del Estado, ha sido minusvalorado o ignorado pese a serios estudios existentes sobre el tema. En todo ello, los medios de comunicación tienen un efecto de difícil evaluación ya que aún limitándose a dar a conocimiento lo acaecido en un caso puntual, con prudencia y madurez, el solo hecho de presentarlo se constituye, para algunos sujetos sensibles o proclives a ello, en detonante para una imitación. La conducta imitativa violenta se brinda a diario y no es censurando a los mass media como podrá evitarse aquélla, si no, a través del ejercicio de una función madura y educativa asumida por ellos mismos, y, sobre todo, evitando en lo posible el ejemplo nefasto que brindan los estratos superiores del Poder cuando este se torna violento y engendrador de una violencia ornada de ribetes y coloridos innumerables, envueltos en la sofocante urdimbre que en tiempos actuales tejen los manipuladores de los discursos sociales imperantes. Es obvio que en casos como el de Wanda, Monzón, Conzi, Tablado, Candela, Angeles, o similares, el seguirse estos de otros hechos, similares aislados, no ofrece conjuntos que permitan extraer estadísticas valederas para la extracción científica de conclusiones sólidas. Empero no es necesario recurrir a los mismos para hallar y fundar en la teoría imitativa, la violencia que hoy en día sacude a todos los estratos de la comunidad humana. Como se dijera en líneas previas, un antiguo dicho, que fuera objeto de persecución para quienes lo repitieran públicamente en la década de los setenta: La violencia de arriba engendra la violencia de abajo, no necesita de prueba para demostrarse. Simplemente se impone al observador. El privarse de la vida, en determinados estratos socio culturales y peculiares circunstancias, es contagioso sin duda, así como también lo es una forma llamativa de asesinar o de agredir al conciudadano. La sociedad bautiza con nombres llamativos todas estas formas, las que admiten gradaciones y postulan a su vez, sesudas reflexiones, pero también olvida cuando minimiza o silencia no pocas formas de violencia no tan llamativa, que en cierta manera todas ellas apuntan al fenómeno imitativo. Sobre todo, parecería querer no tener presente que el causal impulsador de estas violencias, es antes que nada, el ejemplo brindado por los estratos superiores del Poder, el poder multiplicador que los medios puedan brindar a través de un efecto deseducante, o también la manipulación de los discursos, una forma execrable esta última, de sometimiento societario y que en el decir del poeta, únicamente se advierte cuando ya es tarde para actuar. En síntesis, cuando en la sociedad contemporánea se eleva el clamor postulando mayor seguridad con pedido a la vez, de mayor represión y la imposición de penas de todo tipo, lo que recae a su vez sobre los estratos societarios con mayor pasivo económico y educativo, privados de toda suerte de incentivos y motivaciones y en donde pulula la marginalidad y sobre abunda la estigmatización, se impone que toda reflexión crítica tendiente a procurar una atenuación de la violencia, tenga a la vista el principio de la conducta imitativa societaria y que ello postula dos principios básicos. El primero es que desde los estratos sociales superiores se brinden ejemplos conductuales propios de ciudadanos en convivencia democrática. El segundo exige priorizar al máximo la educación intensiva en todos los niveles sociales, debiendo poner especial énfasis en la búsqueda permanente de la igualdad de posibilidades para la totalidad de la ciudadanía y en todos los aspectos de la vida societaria, como lo postula nuestra Carta Magna, hoy relegada al olvido o, lo que es peor, manipulados sus principios por las nuevas formas de Violencia del Poder que soplan en nuestras pampas.