El principio genético de relación de Fernando Rielo, piedra maestra del nuevo quehacer metafísico Javier Rico Aldave I/ Preliminares: Quo vadis, metaphysica? ¿Cabe hoy preguntarse, en el alba de este nuevo milenio, sobre el paradero de la metafísica, la vieja disciplina del saber humano que subió al trono de la razón humana ya en la antigua Grecia y que se llamó a sí misma o más bien la llamaron ”philosophia perennis”, por no decir inmortal? Lo cierto es que con el exordio de las ciencias experimentales en la época moderna entró en crisis, de tal manera que la mayoría de los científicos han firmado sin más ambages su acta de defunción y poco a poco ha quedado arrinconada en los estantes polvorientos de nuestras bibliotecas pœblicas. ¿Delenda est metaphysica, o quizás llamada a renacer como la ”avis phoenix” de la antigua mitología griega? Y yendo a otro campo de preguntas: ¿Es que no podremos salvar a la metafísica descubriendo quizás desde concretos textos evangélicos que existe una metafísica típicamente cristiana, y más que cristiana, propia de la razón humana? Lo que hay que reconocer que la metafísica cristiana ha vivido hasta el presente como si fuese una filosofía prestada. En efecto, desde el alborear del ser, cantado por los autores presocráticos, escudriñadas y fragmentadas sus entrañas por los colosales filósofos Platón y Aristóteles, todo este patrimonio universal del saber filosófico fue apresado por los autores de la escolástica de la baja edad media (Alcuino, S. Anselmo y muchos otros) llegando cándidamente, como agua cristalina y pura, al pozo intelectual sin fondo de Aquinate. Este sabio y santo dominico aprovechó el momento maravillosamente para verter en moldes cristianos toda una concepción del ser paganizante prestada, venida principalmente del Estagirita y construyendo, cual verdadera catedral gótica, un sistema esplendoroso tomista, cuyos contrafuertes intelectuales apoyaban magistralmente todo el depósito revelado de la iglesia católica. Pero aun reconociendo el valor inmenso de la filosofía tomista, no podemos dejar de preguntarnos una vez más: ¿No existe en el evangelio trazos claros, verdades anunciadas por Cristo, indicadoras ciertamente de lo que encierra como origen y estructura del pensar humano a nivel de metafísica? Mi modesta contribución científica quisiera demostrar en parte que nos encontramos en un momento histórico importante para cimentar juntos una seria singladura en el campo de la metafísica como ciencia. Todo el esfuerzo intelectual como filósofo del pensador español, Fernando Rielo va encaminado a mostrar con claridad que la metafísica tiene que descubrir sus propias raíces desde el evangelio y con ellas el desarrollo de las ciencias. Es lo que este autor, creador de la ”Escuela Idente” se propone hacer con el denominado ”Principio genético de relación”. Toda una vida dedicada a mostrar cómo la metafísica no hay más que una, y cómo su concepto de ser + rompe la concepción del ”ser es ser”; esto es de un ser identitático e indeterminado, resultado de un seudoprincipio de identidad II/ El principio genético de relación: Más que una hipótesis de trabajo, un dato revelado propuesto a la razón humana. II.a ¿En qué consiste el ”principio genético de relación? La historia de la filosofía pone de manifiesto que en el devenir histórico del pensamiento humano se han dado importantes corrientes de pensamiento tales como el idealismo, racionalismo, pragmatismo, historicismo, evolucionismo, existencialismo al frente de los cuales han descollado autores importantes: Platón, Aristóteles, Santo Tomás, S. Buenaventura, Bacon, Descartes, Fichte, Hegel; y en el transcurrido siglo renombrados filósofos como Sastre, Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Ricoeur, Gadamer, Habermas, KŸlpe, Tugendhat, Poppe, Wittgenstein y otros muchos. Estos autores han pretendido convertirse en centinelas del ser en función de su propio sistema de pensamiento. De esta forma vemos que cada escuela de pensamiento autocrea su propia metafísica al servicio de la idea que el filósofo han construido de antemano en su mente. En el fondo se da en toda corriente de pensamiento filosófico un apriorismo trascendental en función del requerido sistema de pensamiento, viendo en ello la fundamentación œltima del ser. Ahora bien, cuando afirmamos que ”el principio genético de relación” es un dato revelado propuesto a la razón humano, estamos sosteniendo que ”metafísica como concepción del ser no hay más que una”1 y que es anterior e independiente a todo sistema filosófico. La elevación a absoluto de un principio no es la absolutación simpliciter de cualquier noción ni la elevación por abstracción. Hay œnica noción absoluta (...) obteniéndose la aniquilación a priori de la identidad, quedando establecida así la concepción genética del principio de relación2. Para el filósofo Fernando Rielo el ser no existe clausurado en sí, sino que es relación. El ”unum metaphysicum” se sitœa en congénita relación con un más, al que el autor denomina ”gene”. Es decir que el ser solo, clausurado en si mismo no existe. El ser es relación con algo, con alguien, y de esta forma se destruye, obviamente, el seudoprincipio de identidad, el tautologismo del ser en cuanto ser. Es así que la identidad es sustituida por la congenitud intrínseca del ser, y es precisamente esa congenitud la que estructura el ser. La sustitución de la identidad por la congenitud requiere dos términos en inmanente complementariedad genética [P1=P2] que constituyen una œnica concepción genética de la sustancia. Brevemente expuesto: ¿En qué consiste el ”principio de relación”? En dos seres personales en inmanente complementariedad intrínseca, cuya fórmula podría ser [P1=P2] Se da, por tanto, una forma de esta sustancia o congenitud absoluta, que consiste en la posesión absoluta del carácter hereditario o geneticidad de [P1] por [P2]. II.b. ¿Qué se propone hacer el autor con este principio? Este principio no es un paradigma que valide un sistema metafísico cualquiera, es decir un axioma que el autor haya inventado o hallado en un momento de feliz inspiración, sino que es más bien principio que fundamenta o vertebra la metafísica misma en su mismo origen. El autor Fernando Rielo expresa con claridad esto en la obra mencionada: ”El concepto de 1 FERNANDO RIELO: Un diálogo a tres voces, ed. F. Rielo, Madrid, 1995. Dice el autor: “Metafísica no hay más que una, que tiene como objeto la concepción auténtica del ser. Filosofías hay muchas. Aunque la metafísica está en crisis, es una. Las filosofías tienen, de alguna manera, vocación a ser la metafísica. Este metafísico carácter incoativo en los pensadores se debe a la elevación a absoluto de una noción o concepto que les sirva de axioma en orden a dar explicación a la realidad” (o. c. 124) 2 F. Rielo: o. c. pag. 125. congenitud sustituye al concepto histórico de sustancia”3 (...) En la metafísica genética no existe substancia ”a secas” -podríamos afirmar- sino una concepción genética de la sustancia. La sustitución de la identidad por la congenitud requiere dos términos en inmanente complementariedad genética [P1=P2] que constituyen œnica concepción genética de la sustancia. Creemos que la genialidad que encierra el ”principio genético de relación” le viene de su misma simplicidad. ¿Le bastó al autor Fernando Rielo una diáfana intuición intelectual, fruto de muchos años de meditar sobre el ser? Nos dice el autor que fue más bien un don recibido, un encuentro matinal con el Padre Celestial en la ciudad de Madrid en el Parque del Oeste, revestido aquel amanecer de plateada claridad. Este don se le presentaba al autor como dardo encendido en un corazón ebrio por conocer algo de la verdad de Dios, apasionado amor de un hijo por su Padre celestial que busca la verdad divina en el ser, en el actuar y en el pensar. ”Yo soy más que el ser...”4, resonó en el interior del autor, percibiendo místicamente la voz interior de Dios Padre. El ser, aquí Trinidad santa, no tiene vocación de enclaustrarse en su propio existir, sino que está constituido por una vida en comunión con el ser humano, pura y rebosante gratuidad, por parte de Dios, y al mismo tiempo esmerada respuesta a la gracia, por parte del hombre. Se produce así una verdadera confluencia de bienes - ”magnum commercium”- entre Dios mismo y la persona humana. Esta relación constituye la raíz del ser humano, ”radix essendi”, potenciando así todo ente y toda vida en devenir constante. La historia de la filosofía nos depara un muestrario de verdades, valiosísimas obras de museo, algunas de gran valor, pero que han respondido a un período hístórico determinado de la historia de la humanidad. El modelo genético de Fernando Rielo se nos presenta como atemporal, como atípico, no comparable con ningœn otro. Viene de un mundo que rebasa el presente, y al mismo tiempo lo canaliza conduciéndolo hacia la visión de las verdades propuestas a nuestro espíritu. Es por lo que decimos que es ”un dato revelado propuesto a la razón humana”. El autor esclarece el alcance de este principio diciendo que él mismo da ”respuesta a dos dimensiones: por el ámbito intelectual del axioma, a todas las culturas; por el ámbito revelado del mismo axioma, al cristianismo5. En otro pasaje de esta obra nos dirá que su concepción genética de la metafísica tiene: dentro del ámbito racional [P1=P2], valor ecuménico; dentro del ámbito revelado [P1=P2=P3], la pertenencia exclusiva a la fe cristiana6 III/ El principio genético de relación, verdadero catalizador de la interdisciplinariedad dialogante de las ciencias modernas. ¿Cuál sería el alcance del modelo genético del principio de relación? Todas las ciencias, principalmente las ciencias humanas se sirven, se pueden servir de él, y él no se sirve de ninguna de ellas. Es anterior a toda ciencia constituida por la exigencia de una validez científica. El principio de relación de Fernando Rielo está cargado de profetismo en un 3 F. Rielo: o. c. pag. 132. 4 F. Rielo: o. c. pag. 127. 5 F. Rielo: o. c. pag. 132 6 F. Rielo: o. c. 135 momento histórico de las ciencias, principalmente de la filosofía, en el que se hace sentir la necesidad de una verdad-soporte donde descanse el progreso fehaciente de un cœmulo de verdades fragmentarias, como sucede con muchas de las ciencias modernas, aun cuando éstas sean necesarias para responder a las necesidades vitales del ser humano en la actualidad. Fernando Rielo se hace eco de esta realidad en su obra: Diálogo a tres voces, cuando dice: ”Si mi metafísica es la concepción genética del principio de relación, éste será el paradigma que, haciendo posible las ciencias humanas, las hace, a su vez, comunicables con la metafísica; si con la metafísica, también entre sí. Esta comunicabilidad es la forma de apertura que tiene por supuesto la concepción genética del principio de relación” 7. En el ”principio genético de relación” descubrimos un verdadero potencial de comunicabilidad entre las ciencias que les viene no sólo por la vía de presentar lo que cada una de ellas tiene de específico, sino que existe más bien un vínculo interno, un entrelazado entre las mismas ciencias, principalmente las denominadas ”ciencias humanas”, debido a que existe una capacidad ingénita en la estructura de la razón humana que vehiculiza el diálogo entre esas mismas ciencias. El principio genético de relación es como la aorta que va a vivificar, merced a la estructuración interna del ser con su gene (+), el fluir dialogante de las ciencias y la comunicación interna entre ellas. El filósofo y presidente de la Escuela Idente, Dr. José María López Sevillano ha sabido con lucidez descubrir este hecho en el principio genético de relación de Fernando Rielo en su reciente artículo que él titula: ”Apuntes para una concepción estética desde el modelo genético de Fernando Rielo”8. Dice este experto interpretador del modelo genético de Fernando Rielo que ”las ciencias del espíritu poseen, de este modo, carácter ontológico o místico. Las tres ciencias primordiales son las que F. Rielo estableciera ya de antiguo: la metafísica, la ontología o mística y la gnoseología. Todas las demás ciencias las suponen hallando su función en ellas.Todas las demás ciencias, incluidas también la ontología o mística y la gnoseología, se remiten, pues, a la metafísica por constituir ésta la primacía absoluta. La metafísica, por œltimo, proporciona el soporte transcendental a las ciencias de la naturaleza” 9. Podemos afimar que el modelo genético del principio de relación se presenta en los albores de este nuevo milenio como un modelo resolutivo de la metafísica y como factor dialogante de las ciencias. En primer lugar recuerda a todos los científicos la perentoria necesidad de apertura en un diálogo abierto con las otras ciencias. Es al mismo verdadero catalizador de una unidad por encima de propio coto científico al que esta condenado todo quehacer parcial de la ciencia humana y experimental. El modelo genético es verdadero centinela que obliga a todo saber humano a preguntarde de dónde procede el insaciable afán por desentrañar todo misterio del existir del hombre y al mismo tiempo proyecta haces de luz en el futuro de una humanidad que busca en todo momento una base apaciguadora donde poder asentar una verdad-principio que dé razón de todo pensar, existir y operar de la persona humana. La carga profética del principio genético de relación de Fernando Rielo posee una extraordinaria capacidad de establecer un diálogo permamente entre las ciencias. La realidad interdisciplinante del saber humano se presenta hoy como en incesante bœsqueda de encontrar un asidero cierto y convincente donde amarrar la indómita barca del 7 F. Rielo: o. c. pag. 145. 8 J. M. López Sevillano: o. c. Nueva York, marzo 2000 (trabajo inédito). 9 J. M. López Sevillano: o. c. pag. 4. conocer contemporáneo. En pareja consonancia con esta verdad podemos valorar lo que recientemente un purpurado del Vaticano expresaba en la Basílica del Vaticano delante de varios miles de científicos. El Cardenal Paul Poupard, Presidente del Pontificio Consejo para la cultura en el Vaticano, con motivo de la Alocución que dirigiera el 25 de mayo en la Basílica de S. Pedro a los científicos, recordaba con penetrante claridad que ”la modestia y la gratitud en el ámbito de la ciencia y de la investigación fortalece y orienta el progreso científico. (...) Esta verdad proporciona al hombre de ciencia, que es siempre buscador y investigador, una nueva luz, una más profunda inspiración, una más clara conciencia y grandeza de vocación. Son hombres, que penetrados de la sabiduría de Dios y que estando iluminados de la fuerza interior, van más allá de las fronteras de la ciencia; fundamentan la ”fuerza del espíritu”, y ven y comprenden lo que está escondido: El científico lleva en sí mismo ALGO PROFETICO. El hombre científico, que realiza su tarea con amor, recibe un carisma profético para el próximo milenio”10 En complementariedad intrínseca con esta vocación profética que toda persona científica posee, queremos aludir brevemente a otra realidad que el filósofo Fernando Rielo ha dejado asentada en su propio sistema metafísico. El autor defiende la constitutividad deitática de todo ser humano, y éste viene definido por la divina presencia constitutiva, haciendo de él un ser místico. Este constitución divina del ser humano es anterior a todo comportamiento religioso y a toda manifestación artística de la persona humana. Esta divina presencia constitutiva del ser humano desde el primer momento de su concepción le hace ser deidad, dotado de una conciencia dialogante, le dota de una dignidad y valor transcendental y eterno. Pues bien el primer fruto y consecuencia directa de esta indecible realidad mística es a nivel racional y existencial el denominado ”modelo genético de relación”, donde está precintada la base de toda construcción científica, literaria y, en general, cultural. El principio genetico de relación es, segœn Fernando Rielo, binidad en un discurso racional [P1=P2] y trinidad en una aprehensiva visión de revelación cristiana [P1=P2=P3]. IV/ Notas de esperanza en el porvenir de la metafísica En el diálogo que Cristo establece en el brocal del pozo con una mujer de Samaria marcará el límite de un proceso para el ser humano en la bœsqueda y el encuentro del verdadero adorador -el hombre con su espíritu y su razón- ”en espíritu y en verdad” de lo que es Dios. El mismo Cristo indica y es el sendero al mismo tiempo, para llegar al corazón de un Padre santo que envuelve en su santidad a toda creatura humana. ”Ha llegado la hora en que adoraréis al Padre en espíritu y en verdad...” confiesa Cristo a la Samaritana11. Si queremos salvar a la metafísica, pienso que quizás ha llegado el momento de asentar las bases de un método serio, genuino, original y científico en el campo de esta ciencia que responda a las necesidades del momento presente. El principio genético de relación del filósofo Fernando Rielo podría ofrecer a los estudiosos en el quehacer metafísico las líneas maestras de una forma viable, exigente y científica de redescubrir, recordando a S. Pablo, lo que de tesoro encondido en sabiduría y ciencia, encierra la persona y mensaje de Cristo12. El es 10 Card. Poupard:Alocución a los científicos, Osservatore Romano, 16.Junio.2000 11 Jn 4, 23 12 Col 2,3 el metafísico y pedadogo por excelencia y en él debe confluir toda la verdad del ser humano, en las ciencias, en el pensamiento y en arte. Me gustaría terminar estas breves ideas recordando la fuerza profética que encierran las palabras y la imagen empleada por el conocido filósofo austríaco Karl Popper en su acertada ”teoría focal o de proyección” (Scheinwerfer-Theorie)13. Este filósofo nos asegura que sólo encontramos en la realidad lo que nuestro faro de luz recoge de la oscuridad. Probablemente este autor apunta, por una parte, a la riqueza interna de creación y valoración crítica de la inteligencia humana, y por otra parte, al mundo y naturaleza que nos circunda, siempre bajo el signo de la precariedad y caducidad de lo creado. Sirviéndonos de esta bella imagen podríamos interrogarnos: ¿Quién nos ha proporcionado este foco o proyector para que lo manejemos rastreando la verdad a nuestro alrededor? ¿Quién nos insta o mueve a dirigir este utensilio cargado de luz descubriendo en nosotros mismos los infinitos resortes de nuestra inteligencia y espíritu? ¿Quién nos asegura que buscar la verdad tiene un sentido y significado perenne para nosotros? Sin un Alguien que no impele a buscarle a El mismo en su misterio y en su acción, no podríamos responder a estas preguntas cuyo planteamiento forma parte de la quintaesencia de la metafísica como ciencia. El es el que ha fijado en nuestro espíritu las reglas de una codificación genética precisa, cuya matriz es, supuesta la divina presencia constitutiva en todo ser humano, el ”principio genético de relación”. Colonia/Neuss, 6 de agosto de 2000 Javier Rico Aldave M.Id. Texto citado por Willi …elmŸller en la obra ”Metaphysik heute”, ed. Schenigh, Padeborn, 1987, pg. 96. 13