Diario Constitucional y Derechos Humanos Nro 116 – 13.06.2016 Breve descripción de la doctrina del estado de cosas inconstitucional Por Carlos José Laplacette1 En ocasiones, el análisis de constitucionalidad se plantea respecto de una realidad amplia, que involucra, de modo simultáneo, a normas, conductas y omisiones. En estos casos, el tribunal analiza una determinada porción de la realidad y la compara con lo previsto por la Constitución, a fin de determinar si la primera es compatible con las normas constitucionales y, en su caso, tomar medidas que, con distinta intensidad, procuran revertir ese estado de cosas. Se trata de escenarios que requieren de un abordaje necesariamente general y conjunto, pues los remedios parciales o limitados a uno solo de los aspectos involucrados, serían insuficientes o impotentes para sanear una situación que se estima contraria la Constitución y, de ese modo, tutelar los derechos de los afectados. Distinta terminología se utiliza para referirse a esta clase de conflictos (litigio estructural, litigio estratégico, litigio de reforma estructural, etc.), cuyos primeros hitos suelen situarse en la CorteWarren y, en especial, en las sentencias del caso Brown vs. Board of Education.2 De modo habitual, este tipo de control de constitucionalidad tiende a ser canalizado a través de distintas formas de procesos colectivos. En los últimos años ha ganado terreno el término “estado de cosas inconstitucional”, el cual centra su atención sobre la situación fáctica que se juzga incompatible con la Constitución, más que sobre las características del proceso o las finalidades buscadas por los actores. Los tribunales, señala la doctrina, recurren al estado de cosas inconstitucional “para juzgar, no un acto del Estado o de alguno de sus órganos, sino para juzgar una realidad. Dicha doctrina parte de confrontar la realidad con un juicio normativo y concluye si está ante situaciones que no son compatibles con la Constitución”.3 Unos de los primeros tribunales que utilizó el concepto fue la Corte Constitucional de Colombia, quien luego efectuó un desarrollo de esta doctrina y la aplicó a diferentes situaciones, entre otras, al desplazamiento forzado de personas, a la sistemática violación de los detenidos sin condena, a la mora habitual en el pago de los haberes de pensión en los departamentos del Bolívar, a la omisión de concursos de mérito para el nombramiento de notarios, etcétera. En su sentencia T-025 del año 2004, fijó el alcance de la figura del estado de cosas inconstitucional, identificando seis elementos o “factores” para definir si existe un estado de cosas inconstitucional; ellos fueron los siguientes: “(i) la vulneración masiva y generalizada de varios derechos constitucionales que afecta a un número significativo de personas; (ii) la prolongada omisión de las autoridades en el cumplimiento de sus obligaciones para garantizar los derechos; (iii) la adopción de prácticas inconstitucionales, como la incorporación de la acción de tutela como parte del procedimiento para garantizar el derecho conculcado; (iv) la no expedición de medidas legislativas, administrativas o presupuestales necesarias para evitar la vulneración de los derechos. (v) la existencia de un problema social cuya solución compromete la intervención de varias entidades, requiere la adopción de un conjunto complejo y coordinado de acciones y exige un nivel de recursos que demanda un esfuerzo presupuestal adicional importante; (vi) si todas las personas afectadas por el mismo problema acudieran a la acción de tutela para obtener la protección de sus derechos, se produciría una mayor congestión judicial.” Se trata de una posición reiterada por ese tribunal en distintas ocasiones.4 En nuestro país, sin que esta doctrina haya sido utilizada en forma explícita, distintos casos dan cuenta de que los tribunales en ocasiones realizan un control de constitucionalidad sobre una realidad vasta, comprensiva, en forma simultánea, de actos, omisiones y normas jurídicas. Un buen ejemplo está dado por 1 2 3 4 Abogado (UNR), integrante de Cassagne Abogados, docente de derecho constitucional (UBA). 347 U.S. 483 (1954); 349 U.S. 294 (1955). GARCÍA JARAMILLO, Leonardo, Constitucionalismo Deliberativo. Estudio sobre el Ideal Deliberativo de la Democracia y La Dogmática Constitucional del Procedimiento Parlamentario, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2015, p. 189. V.gr., sentencias T-068 de 2010, T-701 de 2012 y T-388 de 2013. el caso Verbitsky5, en el cual el Centro de Estudios Legales y Sociales, a través de su presidente, promovió una acción de habeas corpus correctivo y colectivo en favor de todas las personas privadas de su libertad en jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires, detenidas en establecimientos penales y comisarías sobrepoblados. En esta ocasión la Corte Suprema considera “establecido, sin controversia alguna: a) el cuadro de situación señalado en el considerando 24[superpoblación carcelaria, alto porcentaje de detenidos sin condena, etc.]; b) que hay menores y enfermos en comisarías; c) que los esfuerzos del Poder Ejecutivo provincial no alcanzan para resolver el problema porque no cede la curva ascendente del número de presos en la provincia; d) que este aumento responde básicamente a leyes provinciales en materia excarcelatoria y penitenciaria; e) que también el Poder Ejecutivo provincial considera que media un excesivo uso de la prisión preventiva por parte de los jueces de la Provincia de Buenos Aires”. Otro caso que puede ser mencionado aquí está dado por Lavado6, en donde la Corte Suprema toma intervención a raíz de una situación de generalizada violación a los derechos constitucionales de parte de los reclusos en la Provincia de Mendoza, la cual había merecido incluso la intervención de la Comisión y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En estas situaciones, los jueces habrán de declarar la inconstitucionalidad de las normas y, asimismo, de los actos y omisiones consideradas incompatibles con la Constitución, ordenando dejar de aplicar las primeras, cesar con las segundas, y ejecutando, con distintos alcances, las acciones omitidas por los poderes públicos. La diferencia con otro tipo de procesos radica en la mayor importancia que tiene aquí la visión general y la idea de sistema, así como la visión de transitoriedad que debe guiar la implementación de soluciones cuya competencia ha sido atribuida por la Constitución a otros órganos del gobierno. 5 6 Fallos 328:1146. Fallos 330:111.