4 La producción cambia La producción intensiva de alimentos vive horas bajas por su agresividad con el medio ambiente, su asociación con impopulares crisis alimentarias y su cuestionada capacidad para abastecernos en el futuro. La mayor parte de las tierras y ganados que abastecen los mercados del mundo desarrollado son objeto de una explotación intensiva, que pretende obtener rendimientos altos y continuados en plazos muy breves. Esta filosofía justifica una serie de prácticas que muchos consideran insostenibles a largo plazo, pues implican la degradación progresiva del medio ambiente. Se trata de los monocultivos, los abonados masivos con fertilizantes químicos, el uso sistemático de plaguicidas, el engorde forzado del ganado, su hacinamiento y estabulación ininterrumpida... Estos métodos tienen, entre otros efectos indeseados, la destrucción de la fertilidad natural de los suelos y la contaminación tanto de los suelos como de los acuíferos, por acumulación de residuos químicos, concentración de detritos, etc. La agricultura ecológica La agricultura ecológica, también llamada biológica u orgánica, no es el experimento de pequeños grupos alternativos, como muchos consumidores creen todavía, sino un proyecto ambicioso y bien estudiado, que cuenta con su propia normativa y se desarrolla bajo el control de diversos organismos oficiales. Veamos en qué se basan sus normas de producción: • El respeto del suelo: el suelo es un sistema delicado cuya fertilidad natural tarda miles de años en gestarse. Se forma por la interacción del sustrato rocoso, que se disgrega bajo la lluvia, el viento, los cambios de temperatura, etc., y la materia orgánica que aportan los vegetales, animales y microorganismos que desarrollan su actividad en la superficie. La materia orgánica, además de fertilizar el suelo, se amalgama con las partículas arcillosas formando complejos que le confieren al suelo una buena estructura, estable y porosa, capaz de retener el agua y los nutrientes. La agricultura intensiva recurre al arado con frecuencia y abusa de los plaguicidas y la eliminación de las malas hierbas, reduciendo los aportes de materia orgánica OCU al suelo; aunque el abono químico suple la virtudes fertilizantes de ésta, no tiene efectos a la hora de estructurar el suelo. Por eso, las tierras de cultivo intensivo pierden estabilidad y capacidad para retener el agua y cuando son abandonadas, están agotadas para el crecimiento espontáneo de la vegetación y se erosionan velozmente (sus partículas son arrastradas sin resistencia por las lluvias, el viento, etc). Este problema es especialmente grave en España, donde la desertización avanza sin parar. Pues bien, la agricultura ecológica no sólo pretende preservar la fertilidad natural del suelo sino aumentarla: – No permite el uso de abonos químicos salvo en casos puntuales, con productos muy determinados y con el permiso de los organismos de control pertinentes. – Emplea como abonos productos de origen animal y vegetal: estiércol, compost, restos de poda triturados, restos de la siega, deyecciones de lombriz, algas, harinas de sangre, cuerno, etc. – En lo posible, se evita el monocultivo, pues restringe el aporte de materia orgánica al suelo y lo empobrece, al demandarle siempre los mismos nutrientes. En vez de eso, se alternan o compaginan distintos cultivos y se practica el barbecho, o descanso periódico de la tierra. – Se fomenta la actividad de la flora, la fauna y los microorganismos propios de cada suelo y se protegen los hábitats de plantas y animales silvestres. – Las malas hierbas se retiran de forma mecánica, no con herbicidas, para lograr la eliminación de las raíces y la desaparición de las semillas del suelo; además, se siembra de forma calculada para evitar que germinen a la vez las malas hierbas más frecuentes y las plantas cultivadas. Se persigue un buen desarrollo de las raíces de los cultivos, para que sean competitivos frente a otras plantas. – Para luchar contra las plagas de insectos, parásitos, etc., sólo se permite el uso restringido de algunos pesticidas que se degradan fácilmente y no se acumulan ni en las cosechas ni en el medio ambiente. También se recurre a la "lucha biológica", es decir, a la utilización de otros animales o microorganismos competidores de las plagas pero inofensivos para los cultivos, o se desvían las plagas hacia otros lugares. OCU La agricultura ecológica pretende preservar y aumentar la riqueza natural del suelo, desarrollando agroecosistemas sostenibles. • El bienestar animal: la agricultura ecológica trata de compatibilizar explotación ganadera y bienestar animal, no sólo por escrúpulo moral, sino también como una forma de obtener alimentos de mayor calidad y valor nutritivo. – Se limita el número de animales por unidad de superficie y se obliga a su transporte en buenas condiciones. – Se prohíbe el corte de picos, rabos, cuernos, etc. y sólo se tolera la castración física cuando no hacerlo influye negativamente en el sabor de la cane. – Se prohíbe atar a los animales, que deben pasar una parte del día al aire libre, y se respetan sus instintos y La agricultura intensiva degrada el suelo, favoreciendo la erosión y el arrastre de las tierras de cultivo abandonadas. comportamientos sociales. – Los pollos se crían sueltos y no se sacrifican hasta llegar a una edad mínima, que les permite crecer pausadamente. Se limita el uso de la luz artificial para manipular la puesta de huevos. – La base de la alimentación es de pasto y cereal, y los únicos alimentos de origen animal permitidos provienen de pescados o lácteos. Los piensos deben proceder obligatoriamente de agricultura ecológica, para garantizar la ausencia de residuos químicos. Se permite una pequeña cantidad de suplementos de vitaminas y minerales pero están prohibidos los promotores del crecimiento y la alimentación forzada. • Productos "al natural": la agricultura ecológica no tolera el uso de organismos modificados genéticamente ni tampoco el uso de alimentos irradiados. Además, los productos elaborados sólo pueden contener ingredientes ecológicos o bien algunos ingredientes no ecológicos autorizados (especias, cacao, algunas grasas...), que no se encuentran de otra forma. Sólo se autorizan unos pocos aditivos, considerados aceptables por la Organización de Consumidores y Usuarios. ¿Quién controla los productos ecológicos? A diferencia de las explotaciones corrientes, las ecológicas son supervisadas regularmente por organismos certificadores dependientes de la Administración o autorizados por ella. Así se vigila el cumplimiento de la normativa y se garantiza que los productos que se presentan como ecológicos lo son realmente (ver la ficha número 6, sobre etiquetados especiales). OCU La agricultura integrada La agricultura integrada sólo está regulada y reconocida en algunas comunidades autónomas y para algunos cultivos (por ejemplo, en Valencia hay plantaciones integradas de cítricos), donde también se llevan a cabo controles certificadores y se cuenta con un etiquetado específico. Se trata de una agricultura intensiva dulcificada, pues pretende reducir al mínimo el impacto ambiental de los cultivos, utilizando sistemas de riego de precisión, haciendo un uso racional de los plaguicidas y los abonos (aunque sean químicos) e intentando reducir los residuos en el producto final, al menos a la mitad de lo autorizado. Los "transgénicos" Desde hace mucho tiempo se practica el cruce de individuos de la misma especie o de especies parecidas, en busca de la mejora genética. Pero este sistema es lento y azaroso. La novedad que introducen los organismos genéticamente modificados (OGM), conocidos como "transgénicos", es que se logran al manipular los genes de una especie o al insertar genes de una especie en otra distinta, para obtener un producto de nuevas características, de forma rápida y determinada. Así se han conseguido, por ejemplo, los únicos OGM que pueden comercializarse en la Unión Europea por el momento: el maíz de la compañía Syngenta, que tiene un gen de la bacteria Bacillus turigensis y resiste al taladro, un insecto muy dañino para las cosechas, y la soja Round-upready de Monsanto, resistente a los herbicidas usados contra las malas hierbas. Aunque actualmente no es posible afirmar que los OGM presenten riesgos para la salud humana, los consumidores europeos los han recibido con mucha desconfianza. Las críticas a estos productos son de signo muy distinto: hay quien duda de sus efectos a largo plazo sobre la salud y quien percibe en ellos la concentración de la agricultura en manos de las compañías productoras de OGM; otros temen sus efectos en el medio ambiente (cruces espontáneos con plantas similares, aparición de hierbas y plagas resistentes, etc.); también se critica que sólo supongan un paso más en las prácticas agrícolas intensivas... En realidad, las ventajas directas de los OGM sólo alcanzan por el momento a productores y distribuidores, pues se pierden menos cosechas por la acción de plagas, se gasta menos en tratamientos fitosanitarios, se prolonga la vida comercial del producto, etc. Sus defensores indican que, al rendir más, permiten reducir la superficie cultivada y abastecer a más gente, y que pueden potenciar las ventajas nutricionales originales. (Vea la ficha número 6, acerca de los etiquetados especiales). Información elaborada por el equipo de OCU