CÓMO DEJAR DE HACERSE PAJAS MENTALES Y DISFRUTAR

Giulio Cesare Giacobbe
CÓMO DEJAR DE
HACERSE PAJAS MENTALES
Y DISFRUTAR DE LA VIDA
Traducción de Isabel Prieto
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Capítulo primero
De pajeros mentales
ESTE
LIBRO
Este libro, como su título indica, quiere ayudarte a que
dejes de hacerte pajas mentales y, por lo tanto, a que consigas
disfrutar de la vida.
Porque, créeme, para disfrutar de la vida sólo hace falta
dejar de hacerse pajas mentales.
Piénsalo bien, si no: ¿de dónde provienen casi todos tus
males? De las vueltas que le das a la cabeza —o sea, a la mente—
por este o aquel asunto, ¿no? Pues, entonces, para qué seguir
hablando: es evidente que tengo razón.
Pero, antes, sé sincero contigo mismo: ¿quieres, de verdad,
dejar de hacerte pajas mentales?
¿Quieres, de verdad, disfrutar de la vida?
No es una pregunta absurda: hay imbéciles que se lo pasan
en grande haciéndose sufrir a sí mismos y que se agarran un
cabreo de mil diablos si alguien intenta impedírselo.
Si no perteneces a esta categoría —la de los masoquistas—
sigue leyendo este libro: te será utilísimo.
Si, por el contrario, perteneces a la categoría de los masoquistas, continúa igualmente con su lectura, y con más razón todavía:
perder el tiempo leyendo un libro cuyo contenido te importa
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un bledo te producirá un sufrimiento —es decir, un placer—
más que considerable; si a eso le añades que no poner en práctica
ninguno de mis consejos te permitirá seguir llegando, tú solito,
a un sufrimiento sin límites, el placer alcanzado, reconócelo, será
digno de los dioses.
Y todo eso sin tener que pedirle ayuda a nadie (las ayudas,
ya se sabe, siempre se ofrecen a cambio de algo, incluso de algo
muy poco conveniente).
De todas formas, a mí, que sigas o no leyendo el libro, me
la trae al pairo.
Total, ya lo has comprado.
Eso sí: ¡ni se te ocurra prestarlo!
Deja, mejor, que otros cometan la gilipollez de comprarlo (y si,
definitivamente, no se lo quieren comprar, jódeles regalándoselo)
y disfruta pensando en que los habrá tan masoquistas que hasta se
lo lean.
Igual que estás haciendo tú.
SI
VES A UNO/A...
Si ves a uno/a11 caminando por la calle con la misma gracia
con que lo haría un autómata, con la mirada ausente, el cuerpo
rígido y los brazos caídos, como muertos, a lo largo de los
costados, no te asustes. No se trata del prototipo de un robot
11
Doy aquí inicio al peñazo prometido en el prólogo de emplear la
fórmula o/a. Para no hacerte muy pesada la lectura, al menos al principio,
y dejar que te vayas acostumbrando poco a poco, en este capítulo alternaré
los géneros. Una vez le tocará al masculino y otra al femenino. Así estaremos
en perfecta igualdad, que es a lo que aspiran todas las mujeres, Dios sabrá
por qué.
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fabricado a perfecta imagen y semejanza del hombre, aprobado
secretamente por la NASA; tampoco es un zombi o un infeliz
cuyo cerebro ha sido abducido por invasores extraterrestres;
ni siquiera se trata de un extra enloquecido que acaba de
escaparse del plató de una película de terror...
No.
Estás ante uno/a que se hace pajas mentales.
Si sales con uno que, cuando le hablas, se te queda mirando
tan fijamente como si le hubieras hipnotizado y, si le haces de
pronto una pregunta sobre lo que estás diciendo, te contesta
entre balbuceos y sin dar pie con bola mientras se fuma hasta
el filtro del cigarro, no te hagas ilusiones: no está enamorado de
ti; tampoco es que le hayas fascinado con tu conversación, que
esté sufriendo un ataque de afasia parapléjica o que sea autista12
(a menos que seas tan rico que des asco y tan idiota como para
dejar que otro conduzca tu Ferrari).
No.
Estás ante uno que se hace pajas mentales.
Si una te dice que eres un mierda y que todo se ha
acabado entre vosotros porque ha encontrado en uno de tus
bolsillos un billete de autobús de París (en mi opinión, habría
que fusilar a todos los que te fisgonean en los bolsillos) y
tú no le has dicho nunca que conoces París, ciudad en la
que ella no ha estado jamás, así que mucho menos contigo,
no pienses que eres un mierda, como ella afirma, y, sobre
todo, no te hagas ilusiones con que todo ha acabado entre
vosotros, porque con una así no se concluye nunca nada,
con independencia de lo que le hagas o le dejes de hacer.
12
Autista, en italiano, significa también conductor de vehículos. (N. de
la T.)
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No se trata de una pobre víctima inocente de tu cinismo o
tu maldad.
No.
Estás ante una que se hace pajas mentales.
Si uno te echa a perder una noche que tú pensabas dedicar
a ver, por fin, esa cinta de vídeo que no es que te interese gran
cosa, pero te la prestó hace ya un año un amigo que cada vez
que te lo encuentras te insiste en que a ver si quedáis para que
se la devuelvas; o a lavarte el pelo con huevos batidos, que
te ha dicho una amiga que es lo mejor que hay para que te
quede tan sano y brillante como el de las modelos; o a hacer
un recorrido por las tiendas cerradas para ver si queda alguna
abierta, que nunca se sabe; o a cualquier otra actividad igual
de útil e interesante, para contarte, sin darte siquiera un respiro
para que te tomes una caña y unas tapas —que, naturalmente,
pagarías tú—, qué desgraciado se siente aún por la historia
que vivió hace cuatro años con una determinada persona, tan
sumamente imbécil que ni siquiera le quería, pero a la que él,
que se encariñaría hasta con un perro sarnoso, quiso como a
nadie, y todavía la quiere, porque él cuando se enamora, se
enamora (típico ejemplo de tautología amorosa: no quiere decir
absolutamente nada), y todavía se acuerda de cuando le quitaba
la mierda de las uñas de los pies, que aquella determinada
persona decía que para qué hacía eso, si sería pijo, pero que él
lo hacía lleno de amor, porque el amor se nota, sobre todo, en
pequeños detalles como ése, y también se acuerda de cuando
le quitaba espinillas y aquella determinada persona se cabreaba
con él porque decía que luego le iba a quedar la marca, y él le
decía que no, porque si aprietas bien la espinilla, desde la raíz,
como quien dice, y la sacas entera, no te queda marca, bueno,
no te queda casi nunca (él tiene unas cuantas marcas porque
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en cuanto se ve una espinilla, se la quita, bueno, no todas, a
las de la espalda no llega, y aquella determinada persona se
negaba a hacerlo por él, si sería egoísta, además de imbécil
perdida), y él no deja de pensar ahora en todo lo que podría
haberle dicho entonces y no le dijo, y por eso su vida es una
tortura insufrible... No pienses que estás ante un ser sensible y
delicado, lleno de amor y ternura, al que la vida ha maltratado
injustamente.
No.
Estás ante uno que se hace pajas mentales.
Si una se pasa todo el día encerrada en su casa, dándole
vueltas a la cabeza porque no sabe qué va a ser de ella, si
conseguirá encontrar trabajo, si cuando lo encuentre sabrá
compaginarlo con el matrimonio aunque, bueno, la verdad es
que lo del matrimonio no termina de verlo, porque luego está
lo de los hijos, ¡Dios mío, los hijos!, a ella le gustaría tener
hijos, claro, a qué mujer no, ¿pero será capaz de educarlos
como es debido?, ¿y si al hacerse mayores caen en la droga o
se convierten en delincuentes? ¿Y él? ¿Cómo reaccionaría él
ante algo así? ¡Él, al que ni siquiera conoce aún, y como para
intentar conocerlo! ¿Quién es la guapa que se atreve a salir a la
calle a buscar al hombre de su vida en medio de tanto gilipollas
como anda por ahí suelto? Porque ella no quiere andarse con
tanteos ni medias tintas, ella quiere o blanco o negro desde el
principio, saber con exactitud cómo será su vida, no soporta
ni un segundo más esta incertidumbre continua, ¡Dios!, ¡qué
pánico da el futuro!, por eso no se siente capaz de salir de casa,
¡digo!, para que le pase eso que no sabe qué es pero que teme
tanto, como si ella no supiera de sobra lo horrible que puede
llegar a ser la vida, siempre te tiene alguna desgracia guardada
y las desgracias siempre les ocurren a los mismos y ella tiene
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mala suerte desde que el día en que nació y por eso todo le
pasa a ella, casi mejor va otra vez a que le echen las cartas, así
al menos sabrá a qué atenerse, porque las cartas que le echaron
ayer no la han convencido mucho... No pienses que estás ante
un caso de mutación genética, un ejemplar perteneciente a una
subespecie de la raza humana que la selección natural ha creado
a beneficio de la especie que comprende a cartománticos,
quiromantes, nigromantes y afines; aunque en la práctica sea
así, la genética no tiene nada que ver en esto.
No.
Estás ante una que se hace pajas mentales.
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Capítulo segundo
De las pajas mentales
DEFINICIONES
Empecemos por aclarar una cosa: hacerse pajas mentales
es algo totalmente natural. No eres un/a monstruo/a o un
cretino/a por hacértelas. Todo el mundo se las hace.
Los científicos están convencidos de que para conocer una
cosa es preciso definirla (¿cómo se las arreglarán con mi prima
Caterina?). Al lector culto (¿existirá algún lector culto capaz
de leer este libro?) no le disgustará, por lo tanto, que comience
por dar una definición científica de la paja mental:
Dícese «paja mental» al acto de pensar
en cosas que no tienen relación alguna
con la realidad.
Estarás pensando que, según esta definición, tú no te has
hecho nunca pajas mentales.
Esa idea es un ejemplo clásico de paja mental.
El quid de la cuestión radica en lo que se entienda por
realidad. Mi definición de realidad es la única real, como podría
confirmarte cualquier campesino de la llanura del Po.
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La realidad es nuestro cuerpo
y el ambiente físico que lo rodea.
¿Te parece muy materialista? Pues sí, lo es, ¿pero qué tiene
de malo el materialismo, en vista de que es real?
Si tienes el valor de aceptar esta verdad, ya tienes hecha la
mitad del camino que te queda por recorrer hasta conseguir
dejar de hacerte pajas mentales y disfrutar de la vida (suponiendo
que ésa haya sido tu intención al comprar este libro: también
los masoquistas, es más, sobre todo ellos, compran libros).
Las personas normales (por ejemplo, el empleado de una
hidroeléctrica al que conocí el domingo pasado, cuando fui a
recoger setas, y yo) saben perfectamente que las cosas son así.
Los neuróticos (histéricos, neurasténicos, ansiosos, deprimidos,
esquizofrénicos, paranoicos, etc.), o sea, todos los demás, están
irrecuperablemente convencidos de que la realidad está dentro
de su cabeza. Como para pegarse un tiro. De hecho, es lo que
terminan haciendo muchos de ellos, aunque nunca en un número
suficiente como para que ambas categorías queden igualadas. Los
neuróticos, mal que bien, siempre constituyen la inmensa mayoría.
LA
PAJA MENTAL BENEFICIOSA
No todas las pajas mentales son nocivas: existen también las
pajas mentales beneficiosas.
Si te han invitado a una fiesta en el norte de Italia, en la
altiplanicie de Carso, en Venecia Julia, y, de pronto, miras a un
lado y a otro y te das cuenta de que estás en una trinchera, que
a tu alrededor hace furor la Primera Guerra Mundial, que no
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van a servir ni un mísero canapé y que el Martini sabe a agua
sucia...; si pasan los días y tienes hambre, frío y un miedo atroz
a que un cecchino13 austrohúngaro (que, a pesar de lo que su
nombre indica, tiene una vista de lince, el muy cabronazo) te
meta una bala entre los ojos y el anfitrión de la fiesta insiste en
que te quedes, al menos, hasta el año que viene (ejemplo perfecto
de «fracaso de fiesta» o de «situación ambiental de mierda»)...
¿Qué haces para reducir esa tensión insoportable que amenaza
con hacerte estallar la cabeza en mil pedazos? Piensas en tu
mujer (desnuda) y en tus niños (vestidos) que te esperan en
casa con los brazos abiertos, si eres un él. O bien en tu marido
(vestido) y en tus niños (desnudos)14 que te esperan en casa con
los brazos abiertos (esta última imagen sí es igual para ambos
géneros), si eres una ella (aunque, ¿cuántas oportunidades tiene
una mujer de verse metida en una trinchera de Carso, con la
Primera Guerra Mundial chisporroteando a su alrededor? ¡Me
río yo de la igualdad de oportunidades!). Y este pensamiento
alivia tu tensión, te ayuda a experimentar un bienestar pasajero.
Es una paja mental, sí, qué duda cabe. Pero te proporciona
placer, así que es beneficiosa.
Precisemos, por lo tanto, que:
La paja mental que proporciona
placer es beneficiosa.
13
Cecchino es el diminutivo de cieco, ciego, y también el nombre que recibían los tiradores escogidos del ejército austriaco durante la Primera Guerra Mundial. (N. de la T.)
14
¿Por qué diablos las mujeres lo hacen todo al revés?
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Un tipo particular de paja mental beneficiosa es el pensamiento
creativo.
El arte, la ciencia, la filosofía son pajas mentales beneficiosas.
¿Que no te gusta el mundo real?
Te inventas uno en el que eres más feliz que un dios.
Cierto, para qué negarlo, son huidas de la realidad.
Pero son bellísimas.
Nos ayudan a gozar, a sentirnos a gusto con la vida y con
nosotros mismos. Nos consuelan.
Es decir, son beneficiosas.
Pero, ¡cuidado!, las pajas mentales son como las setas: las
venenosas son mortales; las comestibles, si te das un atracón,
producen dolor de estómago.
¿Qué podríamos decir de un tipo que se sumerge de
tal forma en su mundo de fantasía (ya sea éste el exquisito
mundo del arte, el de las profundidades de la filosofía o el
inteligentísimo de la ciencia) que vive ajeno a la realidad que
lo rodea? Que no se diferencia mucho de un drogadicto.
De acuerdo, es un universo maravilloso. Pero si sólo vives
en y para él, no te extrañes si un buen día, al mirarte al espejo,
te topas con una ruina de hombre: divorciado, con la foto de
sus hijos eternamente en la cartera para recordar, al menos, qué
aspecto tenían, sin un solo amigo que echarse a la cara, con
mal aliento, una vida sexual que da asco y, para rematar, con
problemas de estreñimiento.15
15
Prescindo aquí de la pesadísima fórmula él/ella porque son los hombres
los que se hacen con más frecuencia pajas mentales beneficiosas, es decir, los que
se alienan más fácilmente de la realidad a través del arte, la ciencia y la filosofía.
Dicho de otra forma: los hombres tienen más tendencia a padecer de estreñimiento, quiero decir, a encerrarse en sí mismos. Las damas, en cambio, tienden
más a la colitis; es decir, a las explosiones incontrolables dirigidas hacia el exterior
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Cierto, alguien tiene que sacrificarse para que el patrimonio
cultural y científico de la humanidad se mantenga y prospere16,
pero el resultado es socialmente desastroso.
(de hecho, las mujeres hablan muchísimo, a veces demasiado).Yo he experimentado ambas inclinaciones y, la verdad, no sabría decir cuál es mejor. Quizá, si
estás pensando en hacer un viaje por el trópico, te convenga el estreñimiento:
ahorrarás bastante en pastillas contra la disentería, que cuidado que incordian, no
hay forma de meter la mano en la bolsa de viaje y no encontrártelas..., al final te
las terminas tomando sólo para perderlas de vista, con el consiguiente y brutal
tapón, que también es mala pata, ¡tú que te habías ido de viaje para olvidarte de
que eres un estreñido!... La colitis, en cambio, es muy útil cuando se hace la mili.
No sirve para que te declaren inútil porque en el Ejército hay una gran demanda
de colitosos, es decir, de dispépticos (y también de despóticos, faltaría), pero es un
excelente tema de conversación que te ayudará a hacer un montón de amigos
y, ya se sabe, los amigos de la mili son como los del colegio: duran para toda la
vida. Aunque, ahora que lo pienso, no sé si es una ventaja contar con amistades
inolvidables, salvo si te meten en chirona y no tienes nada que hacer en todo el
santo día, salvo pensar, en lo que sea, para no terminar sintiéndote igual que el
colchón o el orinal. En resumen: mi consejo a todo aquel que prefiera la colitis
al estreñimiento es que se las ingenie para que le enchironen y pueda, así, dar
rienda suelta a cuanto guarda en su interior y disfrutar como un enano gracias
a su elección (previamente tendrá que haber hecho la mili, si no se descabala
todo el plan). Debo advertirle, sin embargo, de que allí corre el riesgo de hacer
más amistades inolvidables. Los amigos para toda la vida no se conocen sólo en
el colegio y en el servicio militar, sino también en la cárcel.Y a éstos habría que
añadir, además, los conocimientos que se hacen en el hospital, pero llegados a
este punto el plan empieza a asumir dimensiones faraónicas, así que te aconsejo
que lo olvides, salvo que seas un megalómano o quieras embarcarte en tamaña
empresa sólo para hacerme un corte de mangas. Resumiendo de nuevo: yo creo
que es mejor el estreñimiento, al menos siempre te queda algo...
16
Ésta es la excusa oficial que dan los hombres para justificar su propensión natural a hacerse pajas mentales beneficiosas de tipo artístico, científico
o filosófico. Según las mujeres, deben tener algo defectuoso en el cerebro.
Comparto la opinión.
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Así pues, ándate con ojo: dedícate al arte, a la ciencia o a la
filosofía, pero sin perder el contacto con la realidad. Entre otras
cosas, obtendrás mejores resultados en los tres campos.17
El arte, la ciencia y la filosofía son un raro ejemplo de
pajas mentales que pueden conducir a algo bueno. Pero son la
excepción. Las otras son repugnantes. Peor aún: son malignas.
LA
PAJA MENTAL MALIGNA
Aunque el resultado suene algo banal, definiré la paja
mental maligna en contraposición a la paja mental beneficiosa:
La paja mental que produce sufrimiento es
maligna.
Pero, ¿cuál es, en concreto, el proceso por el que alguien
termina desarrollando una paja mental maligna?
Cuando el ser humano se civilizó, eliminó las amenazas
físicas del exterior pero, a cambio, creó unas mucho más
peligrosas en el interior de su cerebro.
Su Yo se expandió desde su cuerpo (su única realidad) por
una serie infinita de representaciones e imágenes, es decir, de
símbolos, irreales.
17
No sigas jamás el ejemplo de Schopenhauer. En la universidad, unos
alumnos le hicieron observar que su sistema filosófico no tenía nada que
ver con la realidad. «Peor para la realidad», fue su respuesta. Desde ese día no
volvió a tener un solo alumno. Yo prefiero explicar filosofía realista porque
me gusta tener un montón de alumnos, único motivo razonable que se me
ocurre para seguir filosofando.
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Los hombres nos alarmamos cuando vemos amenazadas
las siguientes cosas: la mujer, los hijos, la cuenta corriente, el
coche, el televisor, el trabajo, los amigos, la siesta de los sábados
por la tarde, el perro, nuestros padres, la reputación, la salud, el
honor, nuestro programa de tele preferido, la prestancia (sobre
todo, la sexual: esto va por los varones), la moral (sobre todo, la
sexual: esto va por las mujeres), la honestidad, la inteligencia, el
prestigio social, etc.
Nuestro Yo se ha convertido en algo hipertrófico, gigantesco, como si fuera una planta trepadora que hubiera invadido
la totalidad del mundo que nos rodea.
Cuantas más cosas se poseen y más relaciones se tienen,
cuanto más rico es uno y más poder tiene, más extendido está
su Yo simbólico.18
Es evidente que cuanto más extendido está nuestro Yo, más
vulnerable es: es más fácil hacer blanco si disparas contra un
batallón que si lo haces contra un soldado solo.
El resultado es que nos sentimos continuamente agredidos
en alguna parte simbólica de nuestro Yo.
Las agresiones reales, las de tipo físico, son ya relativamente
infrecuentes.
Pero nuestro sistema de alarma no distingue entre agresiones
físicas reales y agresiones simbólicas imaginadas o mentales
porque lo que lo activa no es el mundo exterior, sino el cerebro.
Y nuestro cerebro decide que las agresiones simbólicas son
agresiones a todos los efectos.
18
De lo que se deduce que cuanto más rico es uno y más poder tiene,
más sufre. Una gran verdad. Claro, que también es verdad que constatar el
hecho no le parece a nadie una buena razón para renunciar a ser rico y
poderoso.
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Por eso estamos en un estado de tensión continua.
Y la tensión la vivimos como un sufrimiento.
En consecuencia, sufrimos y somos infelices continuamente.
El sufrimiento, dijo Buda, subtiende los aspectos de nuestra
vida hasta el punto de constituir la esencia de la «condición
humana». Y la causa de esto es, precisamente, nuestra identificación con los símbolos del Yo.
Éste es el mecanismo de la paja mental.
O, más exactamente, de la paja mental maligna.
Llegados a este punto, ya podemos adentrarnos en su
estructura y definirla de forma más completa:
La paja mental maligna consiste en la
identificación del Yo con uno de sus
símbolos y en la generación de sufrimiento
como consecuencia de la suposición de
amenaza a dicho símbolo extendida a la
totalidad del Yo.
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