"La Doctrina Social de la Iglesia frente al actual modelo de desarrollo económico en la sociedad de América Latina" Prof. Dr. Eugenio Yáñez Universidad Adolfo Ibáñez Chile Índice Primera Parte: VER I.- Realidad socioeconómica de América Latina en la actualidad II.- ¿Estamos peor o mejor que hace 40 años? Nuestro continente en la época de: a) Medellín (1968) b) Puebla (1979) c) Santo Domingo (1992) d) Aparecida (2007) III.- ¿Existe un solo modelo o varios modelos económicos en América Latina? 1) Economía de Libre Mercado / capitalismo “salvaje” 2) Economía de Mercado 3) Economía Social de Mercado 4) Economía “socialista” de mercado / colectivismo 2 Segunda Parte: JUZGAR I.- Efectos de la injusticia social: pobreza y desigualdad 1) Teológicas: a) La naturaleza caída del hombre b) El bien y el mal van de la mano. Parábola del trigo y la cizaña c) Dios, aunque nunca es causa del mal, lo permite 2) Filosóficas a) Antropológicas: - visión sesgada del hombre: homo faber, homo economicus, ser esencialmente egoísta - ambivalencia (codicia, ambición afán de poder), - libre albedrío - El hombre se equivoca: conciencia laxa, imprudencia b) Éticas: - La codicia - Mentalidad economicista - Mentalidad “liberal” 3) Económicas a) Aplicación de una economía colectivista b) Aplicación de un modelo económico capitalista (salvaje) 3 4) Sociales a) Creciente deterioro de la familia: - Hogares monoparentales - Hijos fuera del matrimonio - Baja tasa de nupcialidad - Conductas disruptivas: violencia intrafamiliar - Paternidad ausente - Leyes de divorcio - Matrimonio homosexual II.- Causas de la prosperidad 1) Teológicas: el hombre está llamado a trabajar la tierra 2) Filosóficas: Antropológicas: a) inclinación natural a ser más personas (ser y tener); iniciativa privada; inclinación natural al bien Éticas: a) amor al trabajo bien hecho 3) Económicas: Desarrollo; crecimiento económico sostenido y sustentable; economía (social) de mercado 4) Sociales: familias bien constituidas III. ¿Propone la DSI algún modelo económico en particular? 4 IV. Doctrina Social de Ia Iglesia y la Economía Social de Mercado 1) Afinidades 2) Algunos juicios del Magisterio Universal sobre una ESM a) Juan Pablo II b) Benedicto XVI Tercera Parte: ACTUAR I. Necesidad de conocer, promover, profundizar y aplicar la DSI 1.- ¿necesita la Iglesia recurrir a sistemas o ideologías para responder a su vocación de amor por los más pobres y necesitados? II. Rol del clero 1) Seguir privilegiando el Anuncio por sobre la Denuncia 2) “Acercamiento” y/o acompañamiento al mundo empresarial (político, académico, económico) 3) Seguir poniendo el acento en la personas y no en las estructuras III. Rol de los laicos: discípulos y misioneros de Jesucristo 1) Discípulos y misioneros de Jesucristo 2) Coherencia de vida IV. Rol de algunas instituciones: 1) Universidades Católicas 2) Asociaciones de empresarios católicos 3) Sindicatos cristianos 4) Partidos políticos de inspiración cristiana (Democracia Cristiana) Reflexiones finales 5 Introducción Quiero en primer lugar agradecer al CELAM y a la Fundación Konrad Adenauer por invitarme a compartir con ustedes algunas reflexiones en torno a la DSI y el modelo económico en América Latina. Subrayo la expresión “algunas reflexiones”, pues un tema tan amplio y profundo como este, es imposible de abordar en su totalidad en 30 minutos. En consecuencia, es imposible desarrollar todos los aspectos mencionados en el índice. En segundo lugar quiero expresar que es para mí un honor y un privilegio poder exponer este tema ante esta audiencia. Lo hago con temor y temblor, pues no soy economista, ni experto en Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Sólo soy un laico, que ama a su Iglesia y se preocupa por la realidad política, social y económica, tratando de ser fiel al mandato evangélico desde la docencia e investigación académica (en el ámbito de la filosofía, especialmente la ética y la antropología). Deseo precisar, en tercer lugar, que para efectos de esta ponencia he privilegiado el Magisterio Regional, especialmente los Documentos de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Pero también he utilizado como fuente el Magisterio Universal. He incluido algunas reflexiones personales, siempre, espero, a la luz de la DSI. Metodológicamente he utilizado el clásico esquema del Cardenal belga Joseph Cardijn (1882- 1967)1, utilizado posteriormente por Pío XI u Juan XXIII, del Ver, Juzgar y Actuar. 1 Durante la Primera Guerra Mundial, Cardijn fue hecho prisionero por los alemanes; en la cárcel escribió lo que luego sería « EL MANUAL DE LA JUVENTUD TRABAJADORA, en donde propone el método: Ver, Juzgar y actuar. En 1915 formó”La Juventud Sindicalista”, junto a tres jóvenes trabajadores: Fernando Tonnet, Pablo Garcet y Santiago Meet. Durante muchos años estuvieron trabajando, formando equipos de 6 Primera Parte: VER I.- Realidad socioeconómica de América Latina en la actualidad Son muchos los índices que se deberían considerar a la hora de hacer un análisis socioeconómico. Por razones de tiempo nos concentraremos en dos, que me parecen tienen directa relación con el tema económico, a saber: la pobreza y la desigualdad. II.- ¿Estamos peor o mejor que hace 40 años? Nuestro continente en la época de: a) Medellín (26 de agosto – 7 de septiembre de 1968) Los obispos nos decían en Medellín que “La Iglesia de América Latina, dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente, experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor. La pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por Cristo. En 1970 había en América Latina aproximadamente un 45% de pobres y grandes niveles de desigualdad, especialmente en las áreas de salud, acceso a la educación, ingresos. A ello había que sumar grandes niveles de exclusión social, particularmente de los sectores campesino e indígenas. Tan dramática era la situación política, social y económica de nuestro continente que nuestros obispos denuncian la miseria que asola y “margina a grandes grupos jóvenes trabajadores, visitando a los trabajadores, ayudando a las muchachas obreras, dándoles a conocer su dignidad humana y el respeto que debe merecer la clase trabajadora. El 21 de septiembre de 1924, realizaron el “PRIMER CONGRESO DE LA JUVENTUD OBRERA DE BELGICA”. Ahí quedó plasmada la existencia real de ese movimiento. José Cardijn fue nombrado Asesor Nacional de la Organización. En 1925 fue reconocido el movimiento con el nombre oficial de JUVENTUD OBRERA CRISTIANA (JOC). Pablo VI lo consulta y lo nombra cardenal en 1965. A su muerte el Papa dirá: “Es uno de los hombre que más han trabajado en este siglo por la Iglesia y por las almas 7 humanos. Esta miseria como un hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo”, injusticia que procede de una “violencia institucionalizada” (Documento Final 16). b) Puebla (27 de enero – 13 de febrero de 1979) Once años más tarde en Puebla los obispos denunciaban el escándalo de la “creciente brecha entre ricos y pobres” y como “el lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas” (Documento Final, 28). Denunciaban además, “la situación de inhumana pobreza en que viven millones de latinoamericanos”, considerándola como el más “devastador y humillante flagelo” ¿Cuántos pobres había en esa época? Según datos de la CEPALC la cifra ascendía a un 46,3% (cifra de1980). La causa o una de las causas de la pobreza es según los obispos la aplicación de una “economía de mercado libre” que ha “acrecentado la distancia entre ricos y pobres”. c) Santo Domingo (12 – 18 de octubre de 1992) Hasta la realización de la Cuarta Asamblea General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo la pobreza había aumentado a un 48,4% de pobres (dato de 1990), que en términos absolutos representan 204 millones. Afortunadamente esta cifra descendió a 43,8% en 1999, equivalente a 215 millones de pobres. La desigualdad sigue siendo una herida abierta en el continente. d) Aparecida (9 – 14 de mayo de 2007) Si bien es cierto, en la época de Aparecida la pobreza había descendido a un 34,1%, gracias al crecimiento económico impulsado por una economía de mercado, si bien los obispos no condenan este modelo económico, nos advertían (en la línea de las Asambleas anteriores) que “la economía liberal 8 de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales”. Hay que destacar que a diferencia de las asambleas anteriores, los obispos están frente a un nuevo escenario, a saber, la globalización: “conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que marcan tristemente nuestro continente y que mantienen en la pobreza a una multitud de personas. La pobreza hoy es pobreza de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías. Por eso, es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la superación de esta nueva pobreza”. Tras Aparecida la pobreza y la desigualdad sigue disminuyendo. Según la CEPALC el 2008 la pobreza alcanzó un 33,2%, lo que equivale a 183 millones de pobres. En 2010 descendió a un 31,4%, cifra que incluye un 12,3% de personas en estado de indigencia. En términos absolutos estamos hablando de 177 millones de pobres, de los cuales 70 millones son indigentes. El cálculo para el 2011 es también a la baja con un 30,4%, lo que equivale a 174 millones de pobres. Según este mismo informe Argentina, Brasil, Honduras, México y Perú han reducido en los {últimos años ostensiblemente los índices de desigualdad. 9 BALANCE Si nos atenemos estrictamente a las cifras de pobreza y desigualdad, parece ser que estamos mejor que antes, y ello se debe en gran parte, según la CEPALC al crecimiento económico proveniente de la aplicación de un modelo de economía de mercado, principalmente impulsado por el sector privado y, después por políticas públicas, lo cual no obsta para afirmar que pese a este crecimiento sigue manteniéndose todavía altos niveles de pobreza y desigualdad III.- ¿Existe un solo modelo o varios modelos económicos en América Latina? Me parece difícil hablar de un solo modelo económico. Si podríamos afirmar que existe una preminencia del mercado, pero este en cuanto es un mecanismo asignador de recursos, puede organizarse de diferente modo. Así tenemos por ejemplo una: 1) Economía de Libre Mercado / capitalismo “salvaje” 2) Economía de Mercado 3) Economía Social de Mercado 4) Economía “socialista” de mercado / colectivismo Si consideramos a estos modelos desde la lógica puramente económica, es decir, desde sus mecanismos, pareciera ser que no hay grandes diferencias. La diferencia entre uno y otro sería que los partidarios de una economía libre de mercado postulan la necesidad de tanto mercado como posible, y tanto Estado como necesario. Los otros plantearían tanto Estado como posible, y tanto mercado como necesario. Pero tras estas propuestas concretas, hay un fundamento antropológico y ético muy diferente. El fundamento antropológico de un “capitalismo salvaje” (Juan Pablo II) es la 10 “creencia” de que el hombre es un ser esencialmente egoísta que actúa siempre guiado por su propio interés, y que cada vez que logra sus fines esta “automáticamente” cooperando al bien común, en consecuencia la economía no requiere necesariamente de un ente regulador como el Estado. Basta con la “mano invisible” (Smith). En una economía social de mercado, como veremos más adelante, el hombre es un ser ambivalente. En economía “socialista” de mercado, este es un “mal necesario”. Se parte de la base que el hombre es un homo economicus y/o homo faber, parte de un sistema mayor, negándole de este modo, la iniciativa privada. Segunda Parte: JUZGAR I.- Efectos de la injusticia social: pobreza y desigualdad En nuestro continente gran parte de la pobreza y la desigualdad tiene su causa en la injusticia social, sin embargo, se debe afirmar que no toda la pobreza se debe a la injusticia de unos pocos hombres, en contra de muchos. Ella también es producto del fracaso personal (alcoholismo, drogadicción, separaciones, etc.). ¿Por qué el hombre causa un mal o daño a otros hombres, como por ejemplo, explotándolo económicamente o simplemente no dándole lo que le corresponde? Varias son las razones y se ubican en diferentes niveles 1) Teológicas: Me limitaré a exponer sucintamente las causas, pues parto de la base que son por todos ustedes conocidas. a) La naturaleza caída del hombre. Sabemos que por causa del pecado original el hombre no sólo es expulsado del paraíso, sino además, pierde los dones preternaturales. Por su libertad es capaz de hacer el mal. 11 b) El bien y el mal van de la mano. Parábola del trigo y la cizaña (San Mateo 40, 13-24). Sabemos también que el bien y el mal van de la mano y sólo al fin de los tiempos podrás ser separados, con el triunfo del bien. En clave filosófica es lo que Maritain llamaba la “ley del doble progreso contrario” (Filosofía de la Historia). c) Dios, aunque nunca es causa del mal, lo permite Si la persona humana es el agente de la historia, pero ésta, no se hace en cierto sentido, sin Dios, ¿no deberíamos pensar que Dios es también la causa del mal? El mal no es ni querido ni causado por Dios. Él es totalmente inocente, pues aunque conoce el mal, no lo causa. “La certeza fundamental, la roca inconmovible a la cual debemos aferrarnos en esta cuestión del mal moral, es la inocencia absoluta de Dios”2. Siguiendo la doctrina del Aquinate Jacques Maritain afirma: a) Dios no es causa y bajo ningún respecto, ni directa ni indirectamente del mal moral3; b) la causa primera de la falta de gracia viene de nosotros4. Dios no puede ser causa del mal porque el mal es ausencia de bien, privación de ser, el mal es “una nada que corroe el ser. Cuando razonamos en la línea del mal, razonamos en la línea del no ser, porque el mal no es ser, el es solamente vacío o carencia de ser, negación y privación”5 Dios no es causa del mal moral, pero lo conoce debido a su conocimiento divino (ciencia de visión)6. ¿Por qué Dios permite el mal? Según el mismo Maritain esta es una de las preguntas más difíciles de resolver. Para nuestro autor el problema del mal ha ido adquiriendo una importancia creciente en la conciencia humana, primeramente porque “la conciencia del hombre se ha ido 2 Dieu et le permission du mal, DDB, parís, 1963, pág. 11. Deus nullo modo est causa pecatti, neque directe, neque indirecte. Véase también, Suma de Teología, I-II, 79, I. 4 Defectus gratiae prima causa est ex nobis 5 Véase Dieu et la permission du mal, ref. Dada, pág. 16. 6 Véase la crítica a Lautremont quien afirma que Dios no conoce el mal. 3 12 haciendo cada vez más sensible a la dignidad de la persona humana y a los ultrajes que le infiere el mal. El segundo factor es que, simultáneamente con ese sentido más vivo de la dignidad humana, el hombre ha ido descubriendo cada vez con más claridad, tanto en profundidad como en extensión, las dimensiones del mal, de la injusticia, de la crueldad, de toda clase de crímenes presentes en la historia”7 A medida que se ha ido desarrollando este proceso, “el problema del mal ha ido adquiriendo una importancia cada vez más trágica para la conciencia humana”8 Si esto es así, ¿entonces, por qué Dios lo permite? Una primera razón se explica por la disimetría entre el bien y el mal, que en pocas palabras “consiste en que todo lo que concierne a la línea del bien se plantea en términos de ser; mientras que todo lo que concierne a la línea del mal, todo lo que concierne a la línea del mal como tal se plantea en términos de no-ser, de nada o de anonadación”9 Otra razón es que Dios permite el mal, pues del mal siempre se puede sacar el bien10. En este sentido, nos dice, además, que “no se puede condenar la historia. Sería tan poco sensato de parte de un cristiano el condenar los tiempos modernos, como de parte de los racionalistas (que no se privan de hacerlo) condenar la edad media. Un principio espiritual erróneo da frutos inevitables: hay que revelar ese principio, confesar esas pérdidas (…). Hay, unidas a males verdaderos, adquisiciones humanas que tienen un valor sagrado, puesto que se producen dependientemente del gobierno providencial: hay que reconocer esas ganancias”11. Una tercera razón es que Dios respeta la libertad de la criatura. Una vez fijado el plan divino desde la eternidad, este es inmutable. Pero no queda fijado así no más, sino que tiene en cuenta la libre caída del hombre, que Dios 7 Ibid., ref. dada, pág. 11 Ibid, pág. 11 9 Breve tratado acerca de la existencia y lo existente, DDB, París, 1949, pág. 113. 10 Véase Humanismo Integral (1936), Carlos Lohle, Buenos Aires, 1960 Pág. 102 11 Jacques Maritain, Religión y Cultura, Editorial del Pacífico, Santiago 1975, pág. 101. 8 13 contempla en su eternidad. De este modo, el hombre entra en el plan eterno, no para modificarlo, pues esto sería absurdo, sino que entra por su facultad de decir no. 2) Filosóficas Antropológicas: a) Visión sesgada del hombre: homo faber, homo economicus, ser esencialmente egoísta. Una de las razones por la cual un hombre es capaz de negarle a otro lo que en propiedad le corresponde emana de una visión sesgada de su naturaleza, ya sea porque se le considera un mero homo faber, es decir, una parte al servicio del todo (el sistema o el Estado), o un homo economicus, o sea un ser productor: tanto produces, tanto vales. De este modo, en ambos casos, el hombre es un objeto y no un sujeto del trabajo y/o de la economía. Juan Pablo II fue muy claro en denunciar el error antropológico que reduce al hombre a su aspecto material cuando afirma que “no podemos olvidar que la historia reciente ha mostrado que cuando, al amparo de ciertas ideologías, se niegan la verdad sobre Dios y la verdad sobre el hombre, se hace imposible construir una sociedad de rostro humano. Con la caída de los regímenes del llamado "socialismo real" en Europa oriental cabe esperar que también en este continente se saquen las deducciones pertinentes en relación con el valor efímero de tales ideologías. La crisis del colectivismo marxista no ha tenido sólo raíces económicas, como he puesto de relieve en la Encíclica Centesimus annus (n. 41), pues la verdad sobre el hombre está íntima y necesariamente ligada a la verdad sobre Dios”. (Discurso Inaugural de Juan Pablo II, Santo Domingo, 11). En la mencionada Centesimus annus el pontífice afirma que “el error fundamental del socialismo es de carácter antropológico. Efectivamente considera a todo el hombre como un simple elemento y una molécula del 14 organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento del mecanismo económico-social” (N° 13). La naturaleza esencialmente egoísta del hombre la encontramos en la famosa cita de Adam Smith: “It is not from the benevolence of the butcher the brewer, or the baker that we expect our dinner, but from their regard to their own interest. We address ourselves, not to their humanity, but to their self-love, and never talk to them of our own necessities, but of their advantages12 (La Riqueza de las Naciones, Capítulo 2, 1776) b) Ambivalencia: hacer el bien y el mal indistintamente El hombre posee virtudes y defectos, fortalezas y debilidades. Nuestra naturaleza nos inclina al bien, pero podemos hacer el mal. Dado nuestro carácter ambivalente podemos proceder en el ámbito económico guiados por el egoísmo, pero también por la solidaridad. La economía social de mercado, por ejemplo, reconoce esta condición ambivalente. Al incorporar en su estructura las imperfecciones y debilidades humanas considera como propio de nuestra naturaleza el afán desmedido de lucro y el egoísmo. Para evitar las nefastas consecuencias de este proceder, si bien no puede evitarlo, si intenta limitarlo asignándole al Estado el rol de controlar, corregir y ordenar el quehacer económico. Pero una tal economía también considera que se puede corromper el quehacer estatal. En política también se puede promover "lo malo" y evitar "lo bueno", lesionando gravemente el Bien Común. De este modo al mismo tiempo que se afirma la necesidad del Estado de Derecho y el Estado Social, se demarcan sus límites. 12 “No de la benevolencia del carnicero, del cervecero, del panadero, sino de sus miras al interés propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento. No imploramos su humanidad, sino apelamos a su amor propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas”) (“No de la benevolencia del carnicero, del cervecero, del panadero, sino de sus miras al interés propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento. No imploramos su humanidad, sino apelamos a su amor propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas” 15 d) libre albedrío Privilegio la expresión “libre albedrío” para distinguirla de “libertad”. Juan XXIII, distinguía entre ambas. El hombre es capaz de hacer el mal porque posee libre albedrío, es decir, la capacidad de elegir entre diferentes alternativas o la posibilidad de autopdeterminarse, vale decir, ser él el dueño de sus actos. El libre albedrío, no garantiza, sin embargo, el actuar bien. Cuando la voluntad no se deja guiar por el bien que le presenta la inteligencia, puede tomar malas decisiones. En la perspectiva de Juan XXIII, la libertad no sólo es ausencia de coacción, sino la facultad humana de legir bien entre diferentes bienes. e) El hombre se equivoca: conciencia laxa, errónea, imprudencia Juan Pablo II denuncia sin ambages nuestra época marcada por una conciencia autopoeitica o “creadora”, es decir, que ella se convierte en sí misma en la medida del actuar. Ante la radicalización subjetivista del juicio moral (veritatis splendor 32) basta a la persona actuar en conciencia, es decir, en coherencia con sus principios, que naturalmente pueden ser falsos. Esta actitud desemboca en una crisis en torno a la verdad (idem). Éticas: a) La codicia Milton Friedman el más insigne representante de la escuela de Chicago se preguntaba: “¿Qué tipo de sociedad no está basada en la codicia? El problema de las organizaciones sociales es como estructurar un sistema bajo el cual la codicia hará el menor daño posible; el capitalismo es ese sistema.” (Entrevista con Phil Donahue 1979). Friedman propone un sistema legal que limite lo menos posible la codicia. En virtud de ello, “el único deber social de las empresas es generar ganancias” (The social Responsibility of 16 business is to increase its Profits, New York Times Magazine 1970). La tan mentada responsabilidad social de la empresa, es para este economista un sin sentido13. b) Mentalidad economicista Los Obispos en Aparecida hacen referencia a esta mentalidad economicista, y/o sobrevaloración del “mercado” y su consiguiente influencia en la cultura: “La ciencia y la técnica, cuando son puestas exclusivamente al servicio del mercado, con los únicos criterios de la eficacia, la rentabilidad y lo funcional, crean una nueva visión de la realidad. Así se han ido introduciendo, por la utilización de los medios de comunicación de masas, un sentido estético, una visión acerca de la felicidad, una percepción de la realidad y hasta un lenguaje, que se quiere imponer como una auténtica cultura” (N° 45). Esta mentalidad economicista alcanza sus más altas cumbres en los planteamientos del economista Gary Becker, premio nobel de economía 1992. Justamente este galardón le fue concedido por "haber extendido el dominio del análisis microeconómico a un amplio campo del comportamiento y la interacción humanos, incluyendo comportamientos no mercantiles". Si antes, con Gramsci se decía que “todo es política”, hoy tendríamos que decir con Becker, “todo es economía”. Ella se ha convertido en una “ciencia imperialista”, según la expresión de otro premio nobel, George Stigler (1982). Según Becker, nada escapa al ámbito de la economía, esta especie de ciencia de la conducta humana, en cuanto ordenada a la 13 En la ya legendaria película de Oliver Stone, Wall Street, su protagonista Gordon Gekko proclama: “La cuestión es que la codicia (a falta de una palabra mejor) es buena, es necesaria y funciona (…). La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de evolución (…). La codicia salvará no sólo a Teldar Paper, sino a esa otra empresa que va mal y se llama Estados Unidos…” ( Wall Street, 1987). 17 asignación de recursos o a la adquisición de bienes. En su conocida obra The economics approach to human behavior afirma que ha llegado a la convicción de que el enfoque económico es tan general que resulta aplicable a cualquier comportamiento humano. Así el matrimonio, los hijos, la delincuencia, el aborto, el problema de las drogas, la natalidad, la discriminación la donación de órganos, etc., debe ser analizado y resuelto desde este prisma. Dicho de otro modo, todos estos problemas pueden ser solucionados si aplicamos principios económicos, como por ejemplo, el costo y beneficio, y no de otra índole, como morales o políticos. Si llevamos su teoría de la elección racional al ámbito del matrimonio, este no es más que un contrato que implica costos y beneficios. Sacrificar la independencia y asumir compromisos (psicológicos, emocionales y económicos) es uno de los costos. El beneficio estribaría en la compañía, en el placer recibido, en la oportunidad de especializar el trabajo en el hogar, etc. Si una vez hecho el cálculo racional se llega a la conclusión que son mayores los costos a los beneficios, podría ser más ventajoso para ambos establecer una relación prematrimonial, pues esta forma de convivencia es una inversión en información sobre ellos. Contrario sensu, si ambos maximizan sus beneficios y minimizan los costos de esta transacción y deciden casarse y formar una familia, ésta es según Becker una pequeña empresa (se estructura a partir del costo-beneficio en cuanto a tiempo y dinero). Si aumentan, por ejemplo, los ingresos de la familia, los padres invertirán más tiempo y dinero en la educación de sus hijos. Estos, a su vez, deben ser considerados como bienes de consumo, puesto que al igual que otras mercancías, generan satisfacciones y poseen un precio, por ejemplo, medido en el tiempo y en los bienes asociados a su educación. En este análisis se puede considerar también el costo de oportunidad de la madre. A medida que ella es más exitosa o gana más dinero, el costo de tener un hijo es mayor. En consecuencia no convendría tener más hijos. Pero por 18 ejemplo, en algunos países subdesarrollados, donde los hijos son unidades productivas que aumentan el ingreso familiar, convendría tener hijos. El enfoque utilitarista que subyace a esta visión es evidente. Él afirma claramente que “todo el comportamiento humano puede considerarse como realizado por participantes que maximizan su utilidad a partir de un conjunto estable de preferencias”. Becker parte de la base que la racionalidad práctica es la búsqueda interesada del propio bienestar, por lo tanto toda acción es siempre interesada y/o egoísta. Habida cuenta de que cómo afirma Lionel Robbins (un precursor de la elección racional), la economía “es por esencia distinta a la ética”, pues ella “opera con hechos susceptibles de comprobación y la ética con valoraciones y obligaciones”, la “economía es neutral respecto de los fines, no puede pronunciar una sola palabra acerca de la validez de los juicios finales de valor”. Ha habido, no obstante, otro grupo de exitosos economistas y académicos que ha creído que no todo es economía, y que ella debe estar al “servicio de la humanidad”. Esta es la diferencia entre una economía libre de mercado con (correcciones sociales) y una economía social de mercado. Müller-Armack afirmó en reiteradas oportunidades que existen cosas mucho más importantes que la economía, como la familia, la religión, la comunidad, la ética, el Estado, lo estético, en resumen, la humanidad. Otro rasgo de esta mentalidad economicista, se refleja en la tendencia actual de reducir la felicidad a bienestar económico como por ejemplo los estudios de Richard Layard14, que en palabras sencillas reflejarían que a mayor ingreso económico, mayor nivel de “felicidad”.15 14 Véase Richard Layard, La Felicidad. Ediciones Taurus, Buenos Aires 2005. Estos mismos estudios muestran sin embargo, que a mayor nivel de ingresos, menor es el grado de satisfacción. Esta demostración es a nuestro juicio de sentido común. 1515 19 Cabe señalar que esta mentalidad economicista, o sea, medir todo en términos económicos o de costo beneficio, sin espacio para la gratuidad, también se ha ido apoderando de los pobres. La felicidad estaría en la posibilidad de comprar, consumir y desechar. Digamos a modo de colofón que, frente a las crisis económicas se debe evitar en medida de lo posible, la tan arraigada creencia, casi un dogma, de que las crisis económicas se solucionan con “más economía”. Desde la economía social de mercado podemos decir, que muchas veces las crisis económicas se superan, no con más “economía”, si no con mas humanidad. ¿Qué significa esto? Primero un profundo conocimiento del hombre, y segundo, poner siempre a la persona humana en el centro del proceso económico. Dicho de otro modo, hay que humanizar la economía. c) Mentalidad liberal La mentalidad liberal está unida con la mentalidad economicista, que no es otra cosa que hacer de la libertad un principio supremo y exento de cualquier norma o regulación. Ser libre es carecer de obstáculos que me impidan hacer lo que quiera, es pura ausencia de coacción. En América Latina se ha ido enquistando esta forma de entender la libertad. La simple experiencia nos muestra que una libertad que no se acompaña de la verdad y/o responsabilidad, termina en libertinaje, es decir, en el uso desordenado de la libertad. La mentalidad liberal se proyecta en el mundo político, al proponer un Estado mínimo o guardián (liberalismo político). En el ámbito de lo público, en la pretensión de sacar a Dios de la vida pública, negando toda trascendencia (liberalismo de la razón como lo llamaba León XIII en si encíclica Libertas, 1888). En el orden económico, se traduce en una “economía de libre mercado” o capitalista (salvaje), que no acepta 20 regulaciones estatales, pues es dirigida por la famosa “mano invisible” de Smith. 3) Económicas En líneas generales la DSI desde León XIII en adelante viene criticando y denunciando al marxismo y al liberalismo en sus vertientes económicas. Benedicto XVI afirmaba en Aparecida: “tanto el capitalismo como el marxismo prometieron encontrar el camino para la creación de estructuras justas y afirmaron que éstas, una vez establecidas, funcionarían por sí mismas; afirmaron que no sólo no habrían tenido necesidad de una precedente moralidad individual, sino que ellas fomentarían la moralidad común. Y esta promesa ideológica se ha demostrado que es falsa. Los hechos lo ponen de manifiesto. El sistema marxista, donde ha gobernado, no sólo ha dejado una triste herencia de destrucciones económicas y ecológicas, sino también una dolorosa opresión de las almas. Y lo mismo vemos también en Occidente, donde crece constantemente la distancia entre pobres y ricos y se produce una inquietante degradación de la dignidad personal con la droga, el alcohol y los sutiles espejismos de felicidad. Las estructuras justas son, como he dicho, una condición indispensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal” (Aparecida) En este contexto, la aplicación de una economía colectivista o centralmente planificada, demuestra que este tipo de economías no genera riqueza ni crecimiento económico, sino más bien pobreza, no sólo porque pone el acento en la distribución o igualdad, sacrificando la libertad, sino porque anula las potencialidades humanas, como por ejemplo, la iniciativa. Del 21 mismo modo, la aplicación de un modelo económico capitalista (salvaje) genera desigualdad. Me parece importante distinguir entre un “capitalismo salvaje” y una “economía de mercado”, y más aún, una “economía social de mercado”. El juicio crítico de la DSI se dirige a una “economía libre de mercado”, al “capitalismo liberal” que al decir de Puebla es claramente opresivo (Puebla, N° 92), o al “capitalismo salvaje” (Centesimus annus 8), o sea, un mercado sin límites o regulaciones, pero no al mercado en sí mismo, pues éste es solo un mecanismo de asignación de recursos. “El libre mercado es una institución socialmente importante por su capacidad de garantizar resultados eficientes en la producción de bienes y servicios” (Compendio 347). Las advertencias de la DSI se dirigen a los límites del mercado. Así queda de manifiesto, por ejemplo, en Santo Domingo: “conscientes de que se está gestando un nuevo orden económico mundial que afecta a América Latina y el Caribe, la Iglesia desde su perspectiva está obligada a hacer un serio esfuerzo de discernimiento. Tenemos que preguntarnos: ¿hasta dónde debe llegar la libertad de mercado? ¿Qué características debe tener para que sirva al desarrollo de las grandes mayorías?” (Conclusiones 194). Siguiendo la “Centesimus annus”, responden que “es lícita la libre actividad de los individuos en el mercado. Esto no significa que el mercado pueda ofrecer todos los bienes que requiere la sociedad ni que ésta pueda pagar muchos bienes necesarios. La economía de mercado debe tener en cuenta estos límites. Por eso las enseñanzas del Santo Padre señalan la necesidad de acciones concretas de los poderes públicos para que la economía de mercado no se convierta en algo absoluto a lo cual se sacrifique todo, acentuando la desigualdad y la marginación de las grandes mayorías. No puede haber una economía de mercado creativa y al mismo tiempo socialmente justa, sin un sólido compromiso de toda la sociedad y sus actores con la solidaridad a través de un marco jurídico que asegure el valor 22 de la persona, la honradez, el respeto a la vida y la justicia distributiva, y la preocupación efectiva por los más pobres. (Conclusiones, 2.2.8. Nuevo orden económico, 195). A mayor abundancia: “los ajustes económicos, aunque puedan ser beneficiosos a largo plazo, al frenar la inflación y estabilizar la economía, suelen producir un grave deterioro del nivel de vida de los pobres. Por eso, el Estado está obligado en la medida de lo posible, pero sincera y generosamente, a compensar los costos sociales de los más pobres” (Conclusiones 196) Como hemos dicho, una economía libre de mercado o capitalista no genera pobreza, pero si desigualdad como un efecto natural de la aplicación de sus principios económicos. Una economía de mercado, puede generar costos sociales muy altos, si no se deja regular. En una genuina Economía Social de Mercado esto no sucede, pues como lo ha demostrado la experiencia alemana, se logra un equilibrio entre igualdad y libertad. 4) Sociales: el deterioro de la familia La disolución de la familia en América Latina es un fenómeno que va in crescendo. Cada día más nacen hijos fuera del matrimonio, cada día más se separan más matrimonios, cada día más existen más hogares monoparentales. La violencia intrafamiliar es pan de cada día, las leyes de divorcio facilitan el quiebre de los matrimonios. También observamos una paternidad ausente. Todos estos problemas traen aparejados fenómenos de pobreza y desigualdad. Leyes que permiten el matrimonio homosexual también atentan contra la familia. II. Causas de la prosperidad Preguntémonos también por la causas de la prosperidad 23 1) Teológicas: el hombre está llamado a trabajar la tierra, a producir y transformar la naturaleza para ponerla a su servicio. El trabajo es de este modo, primero medio de realización humana y luego medio de subsistencia. Desde León XIII en adelante (Rerum novarum) la DSI viene subrayando el carácter personal y necesario del trabajo. Desde otra perspectiva, podemos mencionar el análisis hecho por Max Weber en su obra “La Ética Protestante o El Espíritu del Capitalismo” (Die protestantische Ethik und der 'Geist' des Kapitalismus), en donde plantea, aludiendo especialmente al calvinismo, que el enriquecimiento sería una señal de predestinación a la salvación eterna. Esta idea habría sido un claro factor de prosperidad económica. 2) Filosóficas: a) Antropológicas: inclinación natural a ser más personas (ser y tener); iniciativa privada; inclinación natural al bien Nos dice Benedicto XVI que “es un grave error despreciar las capacidades humanas de controlar las desviaciones del desarrollo o ignorar incluso que el hombre tiende constitutivamente a ‘ser más’” (Caritas in veritate 14). Para ser más, requiere de cierto tener, como por ejemplo, lo suficiente para poder cubrir las necesidades básicas. El hombre está llamado naturalmente al progreso como un imperativo para “hacer, conocer y tener más para ser más” (Caritas in veritate 18) b) éticas: amor al trabajo bien hecho Siguiendo a Juan Pablo II en su discurso a la CEPALC en Chile en 1987 digamos que “Las causas morales de la prosperidad son bien conocidas a lo largo de la historia. Ellas residen en una constelación de virtudes: laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, espíritu de servicio, cumplimiento de la palabra empeñada, 24 audacia; en suma, amor al trabajo bien hecho. Ningún sistema o estructura social puede resolver, como por arte de magia, el problema de la pobreza al margen de estas virtudes; a la larga, tanto el diseño como el funcionamiento de las instituciones reflejan estos hábitos de los sujetos humanos, que se adquieren esencialmente en el proceso educativo y conforman una auténtica cultura laboral” (N° 9). Yo agregaría a esta lista la puntualidad. 3) Económicas: Desarrollo, crecimiento económico sostenido y sustentable / economía social de mercado Benedicto XVI siguiendo la tradición del Magisterio nos indica que “el desarrollo ha sido y sigue siendo un factor positivo para sacar de la miseria a millones de personas” (Caritas in veritate 21). Aunque la DSI distingue claramente entre desarrollo y crecimiento económico, ella tiene una visión positiva de la economía y reconoce su importancia en la vida humana: “el objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación, aun cuando fuese en pro del bien común, no es una condición suficiente para la realización de una auténtica felicidad humana (Compendio 334. Véase también Pontificio Consejo Justicia y Paz, 2005). Como proponía Paulo VI la Iglesia aspira al desarrollo de “todo el hombre y de todos los hombres” (Populorum Progressio), lo cual implica hacer pasar al hombre de condiciones de vida menos humanas, a 25 condiciones más humanas (idem). Esto no se logra, sin embargo, sin crecimiento económico. . 4) Sociales: familias bien constituidas Así como las familias rotas o en crisis son también causa de la pobreza, las familias bien constituidas es un factor muy importante por ejemplo en la superación de la pobreza. En mi país se han hecho interesantes estudios comparativos en los que se demuestra que hogares bien constituidos salieron más rápidamente de la pobreza, que aquellos monoparentales o con graves conductas disruptivas. No es necesario ser sociólogo o psicólogo para darse cuenta de que en aquellos hogares unidos por el amor es más fácil emprender tareas comunes. III. ¿Propone la DSI algún modelo económico en particular? En múltiples documentos y encíclicas los Papas nos han señalado que la “Iglesia no tiene modelos para proponer”, ni “soluciones técnicas que ofrecer y no pretende ‘de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados’” (Caritas in veritate). Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de todos los responsables que afronten los problemas concretos en todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales que se relacionan entre si" (centesimus annus 43). Esto no significa, sin embargo, que ella se desentienda de la "cuestión social"; por el contrario, ofrece una gran cantidad de orientaciones ético-sociales para la vida económica que concuerdan con una economía social de mercado. De la independencia de la Iglesia frente a la política, economía o cultura no se puede deducir que ella sea neutral o que no diga absolutamente nada frente a los diversos 26 sistemas económicos, políticos y sociales. Ella como "Madre y Maestra" (Juan XXIII) y "experta en humanidad" (Paulo VI) ofrece una serie de principios éticos a fin de consagrar un recto y justo ordenamiento social y económico. La Iglesia “tiene una misión de verdad que cumplir todo tiempo y circunstancia a favor de la sociedad a medida del hombre, de su dignidad y vocación” (Caritas in veritate 10) Sin desconocer este hecho, me parece que a partir de Juan Pablo II la DSI da un paso de mayor concreción en lo económico y nos entrega orientaciones hacia una Economía Social de Mercado, según la experiencia alemana. IV. Doctrina Social de Ia Iglesia y la Economía Social de Mercado 1) Afinidades Entre la economía social de mercado y la Doctrina Social de la Iglesia existe gran afinidad, y por ende, este modelo no sólo constituye un sistema aceptable para los cristianos, sino también una auténtica "opción por los pobres". Para fundamentar esta tesis expondremos algunos principios comunes, entre los que se cuentan, la concepción del hombre, la libertad, la justicia social, la propiedad privada, la competencia económica y el principio de subsidiariedad. Es menester sin embargo, exponer antes los rasgos esenciales de la economía social de mercado, para poder apreciar en su justa medida la citada afinidad. El origen de la economía social de mercado y la Doctrina Social de la Iglesia es similar, si se considera que ambas constituyen una respuesta a los problemas de su tiempo. Primero fue la crítica al paleoliberalismo, después la prosecución de objetivos éticos, y en tercer lugar la justicia social como meta de la economía. Se debe poner de manifiesto que aunque los padres 27 de la economía social de mercado, Alfred Müller-Armack, Ludwig Erhard, Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow, Franz Böhm, Walter Eucken, no eran católicos sino evangélicos encontramos en sus escritos referencias implícitas, y en algunos casos explícitas a la Doctrina Social de la Iglesia. Así por ejemplo Müller-Armack enuncia: "nosotros tenemos en la última década una gran cantidad de intentos que desarrollan normas para nuestra vida en sociedad proveniente del ámbito protestante como de la Iglesia Católica. Menciono aquí el documento publicado por el Consejo de la Iglesia Evangélica `la cuestión de la propiedad en la responsabilidad social', y la más reciente Encíclica del Papa `Mater et magistra'". Más aún, reconoce el aporte que implica para la sociedad los principios de la Doctrina Social Católica. Anton Rauscher por su parte señala que la "economía social de mercado, como se desarrolló en la República Federal de Alemania, coincide con la Doctrina Social de la Iglesia"16. A mayor abundancia, en la Revista ORDO (la "Biblia" de los representantes de la economía social de mercado) encontramos también algunas referencias explícitas a la Doctrina Social de la Iglesia. En este contexto, afirma Wilhem Röpke que la Iglesia católica “ha puesto los fundamentos sobre los que ha crecido la cultura occidental y ha enseñado ciertos principios, que si se dejan de cumplir rebajan esta cultura”17. Y agrega que «es necesario destacar, a partir de Mater et magistra el estrecho parentesco entre los lineamientos que entrega la encíclica y el mundo ideal que proponen los ‘neoliberales’”18. Veamos ahora las afinidades 1.- LA CONCEPCION DEL HOMBRE. 16 Véase Anton Rauscher, Gibt es für die Soziale Marktwirtschaft eine Zukunft? En: Die Kirche und die Welt (La Iglesia y el mundo), Tomo II, Würzburg, 1988 17 W. Röpke, «Die Enzyklika ‘Mater et Magistra’ in marktwirtschaftlicher Sicht» (La encíclica Mater et magistra desde la perspectiva económica), en Walter Hoch, (ed.), Wilhelm Röpke, Wort und Wirkung, ref. dada, pág. 310. 18 Ibidem, pág. 316. 28 Un aspecto clave para la valoración de un sistema económico es la concepción del hombre que subyace a este modelo. De esta concepción derivan principios sociales, éticos, políticos y económicos que aportan criterios suficientes para la organización de la sociedad. En una economía social de mercado el hombre es, para decirlo con una formula ya conocida, "autor, centro y fin de toda la vida económica". Uno de sus rasgos esenciales es su sólida base antropológica. Ella se sustenta en una visión del hombre en cuanto persona, es decir la dignidad humana es el criterio fundamental por el cual se miden las relaciones económicas. En última instancia ella sirve valores supraeconómicos. Alexander Rüstow sostiene: "nosotros somos de la opinión de que existen interminables cosas que son más importantes que la economía: familia, comunidad, estado, todas las formas de integración social de la humanidad, además de lo religioso, lo ético, lo estético, en pocas palabras lo humano, lo cultural. Todos estos grandes sectores de lo humano son más importantes que la economía", o para decirlo con Müller-Armack: "la medida de la economía es el hombre. La medida del hombre es su relación con Dios". Por último cabe destacar que esta visión realista del hombre, hace que se rechace cualquier ideología, basada en una imagen desfigurada o simplemente falsa del hombre, como por ejemplo el marxismo. 2.- LA LIBERTAD. La libertad se encuentra en el centro de la Doctrina Social de la Iglesia como de la economía social de mercado. Ambas consideran la libertad como un aspecto esencial del hombre. La relación entre libertad y economía fue un tema de permanente reflexión para sus representantes, como evidencia esta cita de Erhard: "para mi la libertad es un todo e indivisible. Desde mi punto de vista la libertad política, la libertad económica y la libertad humana representan una compleja unidad. No es posible 29 arrancar una parte sin derrumbar la totalidad". Se puede afirmar que La economía social de mercado es una economía de la libertad, porque ofrece la posibilidad a los individuos de emprender sus propias actividades y empresas. "Los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia y sus premisas antropológicas prejuzgan un orden económico libre". Sin embargo, a la vez que se garantiza la libertad, se la limita. El hombre a través de su libertad debe utilizar sus capacidades en la prosecución de sus fines, pero esto no puede ser a costa de los demás. Su libertad se acaba entonces allí donde comienza la del otro. 3.- LA JUSTICIA SOCIAL. La justicia social es un principio central en la economía social de mercado. Para sus representantes el mercado y el ámbito social son inseparables. Ambos planos deben estar totalmente integrados, esto significa tomar todas las medidas tendientes a la mantención, ensanchamiento y profundización de la justicia social. El Estado tiene un importante rol en la política económica y social, por lo tanto, tiene el deber de garantizar la justicia social, la que bajo esta perspectiva significa no sólo una justa distribución de la riqueza, sino que cubre un horizonte mucho más amplio. El Estado debe repartir en la misma forma tanto los derechos como las obligaciones, que él a sus ciudadanos concede o bien respectivamente exige. 4.- LA COMPETENCIA ECONOMICA. El Magisterio Social de la Iglesia considera la competencia económica, en razón de la primacía de la iniciativa privada frente a la intervención estatal, como un importante e irremplazable instrumento de la economía. No 30 obstante advierte que ella no puede ser aceptada como único instrumento de las relaciones económicas. En atención a este punto previene contra la competencia desenfrenada. Se reconoce además sus consecuencias positivas y se previene ante las peligrosas consecuencias de su eliminación. Las consecuencias positivas de la competencia consisten en la promoción del desarrollo y en la recompensa del esfuerzo humano. Frente a las amargas experiencias del dirigismo económico durante el nacional socialismo, los representantes de la economía social de mercado ponen especial énfasis en el rol de la competencia. Ella puede operar realmente sólo si se cuenta con un orden económico que la asegure, pero a su vez que la limite. De este modo la competencia es una condición esencial para su funcionamiento, correspondiéndole principalmente la función de impedir la concentración del poder económico. Ella por si sola no es suficiente, por ello el Estado debe adoptar medidas que tiendan a su protección y control de su realización, como por ejemplo en la República Federal Alemana, la "Ley contra la restricción de la competencia" aprobada el 27.7. 1957. De este modo el Estado no puede renunciar a promover una activa política de competencia. Anton Rauscher afirma que entre el "neoliberalismo de Eucken y las afirmaciones sobre la competencia en la encíclica Quadragesimo Anno 1931 hay sorprendentes paralelos". 5.- LA PROPIEDAD PRIVADA. Una economía social de mercado no puede funcionar sin el reconocimiento de la propiedad privada. El Magisterio Social de la Iglesia ha reconocido siempre el derecho a la propiedad privada, pues constituye un derecho natural, que garantiza la libertad y el desarrollo del hombre en la sociedad. La ética de la propiedad en la Doctrina Social de la Iglesia se compone de dos polos, a saber: el derecho a la propiedad como un derecho natural y el destino universal de los bienes. La mejor forma de garantizar el destino 31 universal de los bienes es a través de la propiedad privada. Los representantes de la economía social de mercado acentúan particularmente el primer polo, es decir el derecho a la propiedad, pero no hacen referencia específica al destino universal de los bienes. Sin embargo admiten que la propiedad privada no se encuentra en oposición con el destino universal de los bienes, y reconocen que sobre ella grava una "hipoteca social". 6.- EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD. Entre los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia cabe mencionar el principio de subsidiariedad. Tanto la economía social de mercado como el Magisterio de la Iglesia afirman claramente que la libertad en la sociedad se encuentra en peligro si ésta carece de dicho principio. Allí donde el principio de subsidiariedad no determina la estructura de la sociedad, se pone en peligro la dignidad humana, y la sociedad corre el peligro de convertirse en totalitaria. Este principio constituye un principio democrático, contra las pretensiones totalitarias. En su clásica definición en Quadragesimo anno 79, el Papa dirige su mensaje contra las concepciones totalitarias y colectivistas. Una economía social de mercado no se concibe, si no es en un orden de libertad, pues en un sistema carente de libertad, donde no se tiene opción de elegir entre diferentes alternativas políticas, se posee sólo escasas posibilidades de decidir en el plano económico. No hay economía social de mercado sin democracia. 2) Algunos juicios del Magisterio Universal sobre una ESM a) Juan Pablo II En las encíclicas sociales no encontramos referencias explícitas sobre ella. La única alusión expresa que conocemos hasta el momento se encuentra 32 en la alocución del Papa Juan Pablo II con ocasión de la presentación de credenciales del nuevo embajador alemán ante la Santa Sede, Hans Joachim Hallier, el 8 de Noviembre de 1990. En su alocución el Santo Padre destacó el éxito de este sistema económico, que ante todo se construyó teniendo en cuenta a los sectores más débiles. En Centesimus annus encontramos una alusión implícita: "en algunos países y bajo ciertos aspectos, después de las destrucciones de la guerra, se asiste a un esfuerzo positivo por reconstruir, una sociedad democrática inspirada en la justicia social, que priva al comunismo de su potencial revolucionario, constituido por muchedumbres explotadas y oprimidas. Estas iniciativas tratan, en general, de mantener los mecanismos de libre mercado, asegurando, mediante la estabilidad monetaria y la seguridad de las relaciones sociales, las condiciones para un crecimiento estable y sano, dentro del cual los hombres, gracias a su trabajo, puedan construirse un futuro mejor para si y para sus hijos. Al mismo tiempo se trata de evitar que los mecanismos de mercado sean el único punto de referencia de la vida social y tienden a someterlos a un control público que haga valer el principio del destino común de los bienes de la tierra" (19). Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Chile en Abril de 1987 afirmó frente a los representantes del mundo económico en la CEPALC que "!los pobres no pueden esperar!", es decir aquellos seres que padecen una "pobreza y marginalidad indescriptiblemente concretas". Nos invitó además a descubrir "tras el lenguaje conciso de cifras y estadísticas, el rostro viviente y doloroso de cada persona, de cada ser humano indigente y marginado". Recordándonos la opción preferencial por los pobres exhortó a superar el "drama de la extrema pobreza". Este enorme desafío moral debe traducir en el plano económico en una práctica efectiva de la solidaridad, porque aquellos "que nada tienen no pueden aguardar una especie de rebalse de 33 prosperidad generalizada de la sociedad". "!Sed solidarios por encima de todo!", agregó el Santo Padre, y de este modo exhortó una vez más a construir una "economía de la solidaridad", es decir un orden económico en donde el hombre sea el sujeto y fin de la economía. En efecto, Juan Pablo II en numerosas ocasiones utilizó la expresión economía de la solidaridad. Ahora bien, cuando se lee lo que ella implica, estamos en presencia de un modelo de economía social de mercado. En virtud de lo expuesto, podemos afirmar que la Doctrina Social de la Iglesia acepta una economía social de mercado. Con esto no estoy diciendo que sea el único modelo compatible con ella. Cualquier ordenamiento económico que contenga en su estructura los principios fundamentales que la consagran como una economía al servicio del hombre puede ser considerado como un modelo aceptable, lo cual tampoco implica que el cristiano deba aceptar o sentirse satisfecho con cualquier modelo económico. Siguiendo a Walter Friedberger podemos decir que la economía social de mercado es la que se encuentra más cercana a la Doctrina Social de la Iglesia. b) Benedicto XVI Benedicto XVI sigue el surco labrado por su predecesor. En Caritas in veritate encontramos claras alusiones a una economía social de mercado, cuando alude a la economía, al rol del mercado de la justicia, etc. Tercera Parte: ACTUAR I. Necesidad de conocer, promover, profundizar y aplicar la DSI 34 Se preguntaba Benedicto XVI en Aparecida: “¿Cómo puede contribuir la Iglesia a la solución de los urgentes problemas sociales y políticos, y responder al gran desafío de la pobreza y de la miseria?” (Aparecida) Ella puede contribuir a través de la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia que “constituye una invaluable riqueza, que ha animado el testimonio y la acción solidaria de los laicos y laicas, quienes se interesan cada vez más por su formación teológica, como verdaderos misioneros de la caridad, y se esfuerzan por transformar de manera efectiva el mundo según Cristo. Innumerables iniciativas laicales en el ámbito social, cultural, económico y político, hoy se dejan inspirar en los principios permanentes, en los criterios de juicio y en las directrices de acción provenientes de la Doctrina Social de la Iglesia” (Aparecida N° 99, f). Pero para ello es menester primero conocer la DSI. Son muchas las ocasiones en que los pontífices han llamado la atención sobre la necesidad de conocer y estudiar con seriedad la DSI (cfr. discurso inaugural de Puebla) y de la “urgencia de sensibilizar a los fieles” en el conocimiento y aplicación de la DSI. Nuestro continente requiere de laicos comprometidos que desde sus propias actividades (políticos, economistas, empresarios, académicos, gobernantes) propongan soluciones a la luz de la DSI, pero insistimos una vez más, ello no será posible si no se posee un profundo conocimiento de la DSI y la más íntima convicción de la necesidad de aplicar sus principios. Dicha necesidad fue embrionariamente planteada ya en la primera asamblea de Obispos realizada en Rio de Janeiro en 1955. 1.- ¿Necesita la Iglesia recurrir a sistemas o ideologías para responder a su vocación de amor por los más pobres y necesitados? Juan Pablo II nos recordaba en su discurso inaugural de Puebla que la Iglesia “no necesita pues recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre (III, 2). En este mismo 35 sentido Benedicto XVI nos dice que “la doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es ‘caritas in veritate in re social, anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad’” (Caritas N° 6). En síntesis, la Iglesia no necesita ni del marxismo, aún en sus versiones más “edulcoradas”, ni del liberalismo o neoliberalismo para cooperar en la superación de la pobreza y la desigualdad. Tampoco requiere del ecologismo o ecología profunda (cfr. Juan Pablo II, Evangelium vitae y Benedicto XVI, Caritas in veritate 48). II.- Rol del clero La Gaudium et spes nos recuerda en su famoso número 42 que “la misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina. Más aún, donde sea necesario, según las circunstancias de tiempo y de lugar, la misión de la Iglesia puede crear, mejor dicho, debe crear, obras al servicio de todos, particularmente de los necesitados, como son, por ejemplo, las obras de misericordia u otras semejantes”. Los obispos en cuanto “maestros de la Verdad”, la verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre la misión de la Iglesia y verdad sobre el hombre, como nos lo recuerda Juan pablo II en sus discurso inaugural de Puebla, deben preocuparse por todo el hombre y todos los hombres, aunque con un amor de predilección por los más pobres. 1) Privilegiar el anuncio por sobre la denuncia Acá quisiera hacerme cargo de una crítica que viene desde fuera y generalmente de sectores hostiles a la Iglesia. Se nos dice que la DSI tiene 36 un tono quejumbroso, que (casi) siempre ve la parte negativa y no reconoce lo positivo. Su tono pastoral es más bien pesimista. Si bien, formalmente hablando el anuncio está por sobre la denuncia, pareciera ser que materialmente considerada, la denuncia es mayor que el anuncio, como por ejemplo lo advertimos en el documento final de Puebla. Las “alegrías” van del número 17 al 26, y las “angustias” del 27 al 50. 2) “Acercamiento” y/o acompañamiento permanente al mundo empresarial (político, económico, académico) La relación entre la Iglesia y los empresarios ha sido compleja y llena de desencuentros. A partir de Marx el empresario es estigmatizado como un ave de rapiña, que sólo busca el lucro y explota a sus trabajadores. La Iglesia en cierta medida también ha compartido esta visión. La prudencia y la justicia muestran la necesidad de orientar a los empresarios, y de es modo, cooperar a la humanización de la economía. Ello es posible. Benedicto XVI nos dice: “La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente”. 3) Seguir poniendo el acento en la persona y no en las “estructuras”. No existe pecado social, si no hay primero un pecado personal. El mercado en sí mismo no es cruel. Crueles son aquellos que aprovechan este mecanismo para lucrar injustamente o explotar a los más necesitados. Es decir, el mal no está en las estructuras, sino en el corazón del hombre. 37 En este sentido nos dice la exhortación apostólica ecclesia in America (1999) que “como los pecados y las virtudes sociales no existen en abstracto, sino que son el resultado de actos personales, es necesario tener presente que América es hoy una realidad compleja, fruto de las tendencias y modos de proceder de los hombres y mujeres que lo habitan” (13) Desde Paulo VI en adelante, la DSI viene insistiendo que las causas del subdesarrollo no son principalmente materiales o económicas, sino más bien éticas, y precisamente una de ellas es la falta de solidaridad. Para decirlo con Paulo VI una de las causas es “la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos” (Populorum progressio N° 66). En este contexto, nos parece importante seguir poniendo el énfasis en la persona del pobre, que no es sólo el pobre material. Este último no sólo carece de bienes materiales, sino además, de bienes espirituales como la amistad. Según cifras del Programa de las naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en mi país el 42% de los pobres se sienten solos. Según un informe del PNUD (2011) en Chile “no sólo las capacidades materiales o tradicionalmente atendidas (como necesidades básicas y salud) están mal distribuidas, también lo están las que pueden considerarse no materiales (como vínculos y proyecto de vida). Ello puede verse, por ejemplo, en la distribución, según estratos socioeconómicos, de la percepción de soledad y la definición personal de metas y proyectos de vida”. En consecuencia, los más pobres en Chile no sólo cuentan con menos recursos materiales, sino que además presentan mayores niveles de soledad, menor calidad y cantidad de relaciones sociales y menores posibilidades de forjar un proyecto de vida que los haga felices. Por ejemplo, frente a la afirmación “frecuentemente me siento solo”, el 14% del grupo ABC1 (los más ricos) respondió afirmativamente, mientras que en el 38 grupo E (los más pobres) este porcentaje fue 3 veces más elevado, alcanzando un 42%. Los más pobres en mi país no sólo son más pobres materialmente, sino que son más pobres emocionalmente. Es la nueva cara de la desigualdad. III.- Rol de los laicos: discípulos y misioneros de Jesucristo ¿Por qué en un continente con cerca de un 80% de católicos19, entre ellos presidentes de la república, políticos, economistas, académicos, empresarios, etc., subsiste todavía tanta injusticia social. ¿Tenemos alguna cuota de responsabilidad en esta situación? Ciertamente que sí. Juan pablo II constataba amargamente: “Sin embargo se comprueba que la mayor parte de los bautizados no han tomado aún conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia. Se sienten católicos, pero no Iglesia. Pocos asumen los valores cristianos como un elemento de su identidad cultural y por lo tanto no sienten la necesidad de un compromiso eclesial y evangelizador. Como consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por criterios evangélicos. Así se explica la incoherencia que se 19 La mayor parte de la población de América Latina se considera católica en mayor o menor grado, (exceptuando Cuba, en donde el catolicismo se extiende a poco más de la mitad de la población). El país con mayor cantidad de católicos en el mundo es Brasil (139,5 millones). Los países con mayor número de católicos de América Latina, de mayor a menor porcentaje, son los siguientes: Brasil, Colombia, Paraguay, México, Argentina, Venezuela, Ecuador, Puerto Rico, El Salvador, Chile, Costa Rica, Perú, Bolivia. 39 da entre la fe que dicen profesar y el compromiso real en la vida” (Juan pablo II, cf. DP 783) (N° 96). IV.- Rol de algunas instituciones: 1) Universidades Católicas Me parece que el rol de las universidades católicas en la superación de la pobreza y la desigualdad no se ha valorado lo suficiente. De ellas egresan cientos de estudiantes que directamente o indirectamente influyen en el desarrollo del país. ¿Cuál es la formación que se les está dando a los futuros economistas, empresarios o gerentes de empresa? ¿Se les imparte durante su carrera ramos de teología y filosofía o DSI, como nos pide la ex corde eclessiae. Hice un estudio muy artesanal y revise las mallas curriculares de 1520 universidades católicas de Latinoamérica. Revisé si se les impartía en las carreras económicas asignaturas de filosofía, como ética o antropología. De las 15, sólo 6 impartían ramos de antropología, y 3 no impartían ramos de ética. 2) Asociaciones de empresarios católicos En muchos de nuestros países existen asociaciones de empresarios católicos y/o cristianos, que inspirados en la DSI, se preocupan por la justicia social. ¿Por qué esta preocupación no se advierte tan claramente en la práctica? 3) Sindicatos cristianos 20 Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panama, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. 40 ¿Qué pasa con los sindicatos católicos o de inspiración cristiana? ¿Cuál es su presencia hoy en día a nivel sindical? ¿Qué pasa con la DSI a nivel de los trabajadores? ¿Por qué existe un predominio del sindicalismo de izquierda? Hay que revitalizar los sindicatos cristianos como lo plantea Benedicto XVI en caritas in veritate N° 25. 4) Partidos Políticos de inspiración cristiana (Democracia Cristiana) Al igual que con los sindicatos de inspiración cristiana cabe preguntarse qué ha pasado con los partidos políticos de inspiración cristiana. ¿Por qué han perdido fuerza e incluso credibilidad en nuestro continente? ¿Qué tan fieles han sido al Magisterio de la Iglesia Católica, no sólo en materias económicas, políticas o sociales, sino también en aquellas llamadas “valóricas”? Reflexiones finales Tratando de responder “telegráficamente” a la pregunta planteada implícitamente en el título de esta ponencia, a saber, ¿cuál es la actitud de la DSI frente al o los modelo económicos en América Latina?, respondemos con Juan Pablo II: “Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil? 41 La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa. La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado” (N°42). Avanzando a un nivel de mayor concreción, la DSI ofrece claras orientaciones que se enmarcan dentro de una ESM. Si bien esta, no es un 42 orden económico católico, y tampoco es susceptible de ser identificada con la Doctrina Social de la Iglesia, no se puede desconocer como ya hemos visto, que presenta una clara afinidad con ella, es decir, cumple en gran medida las exigencias de un sistema económico inspirado en principios cristianos. La responsabilidad del laico cristiano no se debe limitar sólo a su aceptación, sino que a nuestro juicio debe colaborar responsablemente a su profundización y desarrollo. Ella constituye para el cristiano un modelo aceptable, no sólo porque una de sus metas sea la superación de la pobreza, sino también porque permite la creación, mantenimiento y realización del Bien Común, a través de la exitosa combinación de justicia social con crecimiento económico. Desde esta perspectiva la ESM, constituye una auténtica opción por los pobres.