Entrevista con el filósofo Arthur C. Danto Diario El País, Sábado 28 de julio de 2001 PREGUNTA. ¿Puede cualquier objeto ser una obra de arte? RESPUESTA. Sí, cualquiera puede serlo, pero eso no quiere decir que cualquiera lo sea. Hay unas restricciones, pero lo que no hay son limitaciones en relación a qué aspecto podría tener este objeto artístico. Por ejemplo, este cenicero que está encima de la mesa no es arte ahora en cuanto objeto, pero no sé si podría serlo en otro contexto. Diría que habría que plantearse qué significa y cómo está conectado con la obra del artista y su contenido. P. ¿Hay que visitar las exposiciones acompañado de un filósofo o de un artista para entenderlas? R. Cuando visitas una exposición tienes que ir preparado a pensar como filósofo y como artista. Lo que no puedes esperar es entrar, ver y salir. Hay que pensar. Pensar sobre cuál es la declaración que hace allí el artista, qué hace y qué significa su obra. El arte requiere tiempo. Tienes que leer, tienes que pensar y mirar. Tienes que trabajar para hacer la lectura artística, para que poco a poco la obra revele sus secretos. P. Otras obras visuales, como el cine, son más accesibles. ¿Hasta qué punto el arte no pone barreras al público para hacerse inteligible? R. Las películas son arte popular y ahí radica su importancia, en el hecho de que son populares y todos tienen acceso a ellas. El pop art también era popular porque se hacía arte con objetos cotidianos, con el cómic, con las latas de sopas o con las cajas de jabón. Pero la gente, en cambio, no lo veía así. Se sorprendía. Nunca había pensado en estos objetos cotidianos como objetos artísticos. La gente los reconocía, pero nunca los había visto como arte y fue entonces cuando se hizo necesario pensar en ello. P. En muchas obras de arte es más importante la idea o el concepto que el mismo objeto, pero éste se sigue coleccionando. ¿Qué parte de fetichismo hay en la valoración de estos objetos por encima del proceso creativo? R. Ciertamente, en la última mitad del siglo XX, los objetos han sido sólo los vehículos de las ideas que el artista quiere transmitir. Pero los museos y las galerías necesitan objetos para exponer y la gente también sigue queriendo coleccionarlos por lo que toda la estructura artística depende de esta fetichización del objeto. Las ideas no pueden comprarse ni venderse, no tienen copyright, aunque son ellas las que hacen que estos objetos sean interesantes. Por tanto, ahora el arte está en un momento más intelectual que sensual. P. Cuando habla del fin del arte parece que se refiera más bien al fin de la pintura. ¿Era ajustado el título de su ensayo? R. El título era bueno porque sí que hay una conexión entre lo que se hace ahora y el pasado. Antes no era necesario plantearse si una cosa era arte o no, se daba por seguro. Ahora esta pregunta ha dado lugar a otra cosa. En mi opinión hay tres periodos. En el primero se daba por sentado qué era el arte y nadie lo cuestionaba; en el segundo empezó a plantearse la pregunta sobre si una cosa era arte o no; y la tercera, que es la actual, esta cuestión ya no es importante porque no hay límites al arte. En mi ensayo me refiero no al fin del arte, sino al fin de un cierto modo de pensar en el arte. El fin de una era en la que hay una normativa dominante, y eso sí que ha llegado a su fin. La diversidad de obras impide que ahora haya un relato único que englobe todas las posibilidades de hacer arte. Y eso es lo que quiero decir cuando hablo del fin del arte. P. ¿Por qué considera que este fin del arte empezó con el pop art y no con el dadaísmo de principios de siglo? R. Es cierto que Duchamp y el dadá de Berlín ya hablaban del fin del arte y tenían la sensación de que algo había acabado. Pero 1964, cuando Warhol exhibió las famosas cajas Brillo, fue una fecha fantástica y maravillosa porque la pregunta dejó de ser, ¿qué es el arte? Lo que interesaba era saber por qué esto es arte y aquello no. Eso permitía hacer filosofía de esta pregunta. En general, a lo largo del siglo XX se pensó en la definición del arte. Hay algunos antecedentes, como los ready mades de Duchamp, en los que se cuestionó el contenido de la obra artística, pero no trataban el tema en su plena generalidad filosófica. Esto ocurrió en los sesenta con el pop art y con los objetos de Warhol. Nadie había pensado nunca que unas cajas de detergente pudieran ser objetos de arte. Nos enfrentamos a cosas aparentemente iguales que eran distintas y allí entró el pensamiento filosófico para clarificar la definición del arte. Al fin, pensar el arte se hizo accesible en su generalidad. P. Su próximo libro tratará sobre el arte y la belleza. ¿Es posible hablar de belleza en el arte? R. La belleza casi ha desaparecido del discurso artístico. Era algo que preocupaba a principios de siglo, pero ahora la gente se queda atónita si se le habla de este tema. Ha desaparecido. Sigue habiendo alguna conexión entre arte y belleza, pero no es tan profunda como antes. P. ¿Cree que hay un nuevo interés de los artistas por la belleza? R. En mi opinión, si la gente vuelve al concepto de belleza hay que plantearse qué significado tiene ahora el concepto de belleza. Qué propósito cumple o para qué sirve esta belleza. El arte es una propuesta, no sólo objetos bellos. Si lo son es porque esto contribuye a su significado artístico. En la naturaleza, la idea de la belleza es más inmediata, pero en arte te planteas por qué, para qué, con qué finalidad. La respuesta a la pregunta sobre la belleza en el siglo XI era que escenificaba la venerabilidad de la imagen. En el siglo XIX se perdió el significado de la belleza que Kant y otros filósofos habían definido en los siglos anteriores, y si ahora la gente quiere volver a la belleza hay que replantearse su significado. P. ¿La total libertad del arte es una incitación a la libertad individual o social? R. No lo sé. Lo que importa es que los artistas deben ser libres para tratar todo tipo de cuestiones porque la sociedad se beneficia de la sola posibilidad de que estos temas se planteen. Hay muchas cuestiones en liza. Algunas son morales y otras afectan a la misma idea de libertad. Es un debate, al que el arte contribuye en parte, sobre sus límites y sobre el grado de libertad que realmente tenemos. Lo que reivindico es que no puede haber restricciones al discurso sobre estas cuestiones esenciales. Hay que proteger los derechos de expresión como un bien social. La censura aún se ejerce, y hay que dejar muy claro a las autoridades que siempre hay que proteger el libre intercambio de ideas.