HACIA UNA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO: CONCEPCIÓN AXIOLÓGICA EN MAX SCHELER Y CONCEPCIÓN GENETICA EN FERNANDO RIELO Ángel Rodríguez Guerro 1. Teoría del conocimiento en Max Scheler El amor es, en el personalismo de Scheler, el fundamento intencional de todo saber. El amor nos viene propuesto como entrega y superación de los límites del propio ser y “ser así” del otro ente. Para Scheler el valor es autónomo respecto del ser, su conocimiento es anterior a aquél del ser y por lo tanto no se puede deducir del ser. Si el ser humano quiere que su contemplación espiritual de las esencias sea pura y goce así de la mayor objetividad posible, entonces se tiene que producir una reducción de las formas de existir de los objetos y de los sujetos conocientes1. La facultad de separar la existencia de la esencia constituye la nota fundamental del espíritu humano, en la que se basan todas las demás2. El acto de contemplación del objeto o de la esencia obliga a suspender las facultades, de manera que el objeto llega al espíritu con la máxima pureza. La percepción, el recuerdo, el pensamiento, nos dan exclusivamente la manera de ser de las cosas, jamás su existencia. La existencia nos es dada por la resistencia que ofrecen las distintas esferas del mundo. El acto peculiar por el que se reconoce el espíritu es la ideación. "La ideación es la acción de comprender las formas esenciales de la estructura del universo sobre cada ejemplo de la correspondiente región de esencias, prescindiendo de observaciones que hacemos y de las inferencias inductivas". Los conocimientos obtenidos a través de este acto son los que Scheler llama "a priori". Scheler enuncia tres actos morales básicos que hacen posible en su actuación unitaria el conocimiento filosófico: 1) El amor de toda la persona espiritual al valor y al ser absolutos, que rompe la fuente existente en el hombre de la relatividad del ser de todo lo que es mundo circundante y nos conduce hacia el ser absoluto. 2) La humillación del yo y del ego natural, que quiebra el orgullo natural y constituye el supuesto moral del desposeimiento simultáneo y necesario para el conocimiento filosófico; la humildad nos lleva del existir contingente de algo hacia la esencia, hacia el puro contenido material del mundo. 3) El autodominio y, por su medio, la objetivación posible de los impulsos instintivos que condicionan siempre necesariamente la percepción sensorial natural de la vida dada somáticamente y vivida sobre base somática; el autodominio nos conduce de lo inadecuado a la plena adecuación del conocimiento intuitivo y se trata de una condición básica tanto para el conocimiento filosófico como para el científico. La propuesta de Scheler es la de un ascetismo moral sobrenatural que disuelva los límites que ofrece la biología y psicología humana al conocimiento filosófico, entendido éste como acto del espíritu humano. Estos actos morales básicos disuelven el egocentrismo natural, el vitalismo y el antropomorfismo del hombre, propio de toda cosmovisión natural. Para Scheler los actos emocionales del amor y del odio son los que abarcan y fundan a todos los demás tipos de actos, constituyen también las raíces comunes de nuestra conducta práctica y teorética y son los actos básicos en que exclusivamente encuentra y mantiene su última unidad nuestra vida teorética y práctica. Esta teoría se distingue en nuestro espíritu nítidamente, tanto de aquellas que tienen como fundamento el primado de la razón como de aquellas que tienen como primado la voluntad 1 2 SCHELER, M., La Esencia de la Filosofía, pág. 15. SCHELER, M., El Puesto del Hombre en el Cosmos, Buenos Aires, 1976, pág 69. 1 afirmando el primado del amor y del odio frente a todas las especies de representar y de juzgar, como frente a todo querer. Amor y odio no pueden ser confundidos con el sentimiento o la tendencia o una simple sensación intencional de algo3. Mientras que el amor es un movimiento que va del valor inferior al valor superior, el odio es un movimiento inverso. El amor se mueve en la dirección del más del ser de dicho valor, el odio se mueve, por el contrario, en la dirección del menos ser de dicho valor. El amor es el fundamento intencionante de todo saber. El amor nos viene propuesto como entrega y superación de los límites del propio ser y "ser así" del otro ente. Para Scheler, no se puede llegar a la conclusión de que lo psíquico está dado inmediatamente, y el objeto físico por ejemplo, u otras formas objetivas son dadas de modo mediato. Son psíquicos aquellos objetos que se dan como vivencia de un "yo" capaz de vivencias y a cuyo carácter de dados corresponden esencialmente una dirección y una forma muy peculiares de una conciencia de algo o de un acto intencional4. En el ámbito físico, por ejemplo, hay entre apariencia y realidad una diferencia que se condiciona, ya sea físicamente, como en el caso del arco iris, ya sea fisiológicamente, como sucede con los objetos sujetos a errores de óptica. En el ámbito psíquico se da exactamente la misma diferencia entre el color real y el aparente, los sentimientos reales y los aparentes, la percepción real y la aparente, como por ejemplo la verdadera alucinación. Sería erróneo creer que la percepción interior (por ejemplo, el “yo”) tiene mayor evidencia que la externa (por ejemplo, los objetos del mundo corpóreo). Scheler rechaza todo método psicológico que reduzca lo real a un hecho de conciencia, donde las disciplinas científicas están condenadas a ser una simple descripción de la realidad psíquica. En la relación del “yo” con los valores, Scheler rechaza la afirmación de que el ser de los valores suponga un sujeto: “El „yo‟ en cualquiera de los sentidos posibles de esta palabra es siempre objeto de un vivir intencional y por consiguiente objeto de una conciencia. El „yo‟ está dado solamente en la intuición interna y representa exclusivamente cierta forma de diversidad que se manifiesta en la dirección de la intuición íntima. Por tanto es completamente indiferente a la esencia de los valores en general”. . 2. Teoría del conocimiento en Fernando Rielo a) Concepción genética del principio de relación F. Rielo distingue los conceptos de “metafísica” y “filosofía”. Existen para nuestro autor muchas filosofías o interpretaciones descriptivas del ser, del mundo, del hombre, de la sociedad del lenguaje , del conocimiento, de la ciencia, de la historia, etc., pero existe una sola metafísica pura, o metafísica genética, cuyo lenguaje es la definición. El objeto de esta metafísica es la concepción genética dentro del ser, del principio de relación. La ambigüedad y desgaste por el uso oblicuo e hiperbólico del concepto de “metafísica” ha llevado a un exceso de expresiones como “metafísica de la ciencia”, “metafísica del lenguaje”, “metafísica de la praxis”, “metafísica de la sociedad”, “metafísica de la cultura” etc.. 3 4 Cfr.. Scheler, M., Essenza e Forme della Simpatia, Città Nuova, Roma, 1980, pág. 226. Cfr., Scheler M., “El Formalismo…”, obr. cit. pág 72. 2 F. Rielo se separa de todas esas formas de concebir la metafísica, distinguiendo entre metafísica o teología pura (o simplemente teología metafísica) y ontología o teología mística (o simplemente mística) que, bajo sus dos ámbitos, entre sí abiertos e inseparables, racional y revelado estudian la concepción genética del principio de relación: la metafísica o teología pura, su actuación ad intra; la ontología o teología mística, su actuación ad extra. Dicho con palabras de López Sevillano, en un estudio, todavía inédito: “Los dos seres personales constituyéndose, genéticamente en único principio, único axioma, único sujeto absoluto, único acto absoluto, constituyen a su vez, única concepción absoluta del principio, axioma, modelo…La concepción ontológica o mística del principio genético de relación tiene el supuesto de la concepción metafísica o divina de dicho principio. Esto quiere decir, que las personas divinas tienen: primero, única concepción absoluta de sí mismas ad intra ; segundo, única concepción absoluta de lo que no son ellas ad extra ; tercero, nuestra concepción del modelo es imagen y semejanza de la concepción divina del mismo; por tanto mística u ontológica concepción “de” la divina o metafísica concepción, que quiere decir “mística u ontológica concepción (definida) por la divina o metafísica concepción”. b) Ruptura de la “ identidad” Fernando Rielo efectúa la ruptura del seudoprincipio de identidad —que ha estrangulado a lo largo de la historia del pensamiento la posibilidad de un Absoluto metafísico capaz de entrar en relación real e inmediata con el ser humano— con la concepción genética del principio de relación, constituida: en el ámbito de lo racional o ecuménico, por dos seres personales en inmanente complementariedad intrínseca; en el ámbito revelado o cristológico, por tres seres personales en inmanente complementariedad intrínseca. Por este motivo, Rielo denomina al Sujeto Absoluto: en el ámbito racional, Santa Binidad; en el ámbito revelado, Santa Trinidad. El ser humano queda definido por la divina presencia constitutiva de este Sujeto Absoluto (Santa Trinidad para la fe cristiana) en su espíritu creado. Esta divina presencia es el espiritual patrimonio genético, el supremo valor que posee la persona humana en orden a su comunicación con el Sujeto Absoluto. Esta apertura ontológica o mística, cuyo valor primordial es comunicación de amor (complementariedad intrínseca) y conciencia extática (salir de sí para encontrarse con), condiciona su forma de abrirse a sus semejantes y al mundo. La divina presencia constitutiva del Sujeto Absoluto es, de este modo, la condición necesaria para que la persona humana sea, actúe, conciba. El conocimiento humano es, por esta causa, siempre espiritual, en virtud de que es el espíritu, quien formado por la divina presencia constitutiva, posee el acto ontológico con el que la persona humana es, conoce y, sobre todo, cree, espera y ama. La concepción metafísica del ser, en Rielo, es genética. ¿y que quiere decir qué es genética?: que el ser tiene “gene”. Este contenido metafísico del ser establece la substitución de la parmenídica identidad absoluta, “ser es ser” por la congenitud absoluta de dos seres [S1=S2] que constituyen dentro del orden racional, la máxima expresión reductiva del principio de relación5. c) Epistemología El principio clásico del conocimiento aristotélico Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu,(Nada hay en el intelecto que no haya estado antes en el 5 RIELO, F., Hacia una nueva concepción metafísica del ser. Roma 1988., pág. 1 3 sentido), considera al alma humana como una tabla rasa en la que nada hay escrito antes de recibir sensaciones. Las sensaciones estimulan la actividad superior del entendimiento y éste elabora todo este material haciendo surgir los conceptos o ideas que más tarde usamos en nuestro lenguaje. Este principio, nos dice Rielo, debe ser en todas sus interpretaciones rechazado en virtud de que los sentidos, lejos de ser el medio o el origen necesarios del conocimiento, son sólo dura condición que acompaña al conocer en nuestro estado viador6. La experiencia mística nos enseña que lejos del conocimiento por mediación sensorial hay grados de contemplación extática, en los cuales quedan suspensos los sentidos externos e internos. La experiencia, nos sigue diciendo Rielo, no se agota en el campo de lo sensible. La visión del ser humano abarca muchos más ámbitos que el sensible: inteligible, afectivo, imaginativo, memorístico, espiritual. Si el ámbito experimental o de las ciencias de la naturaleza constriñe el conocimiento a lo matematizable o cuantificable el ámbito experiencial donde se desarrolla el resto del conocimiento humano representa un mayor cúmulo de experiencia humana. Esta es la razón por la que, nos sigue diciendo Rielo, lo no matematizable es más valioso y vital para el ser humano. El influjo que deja en la conciencia lo matematizable es espontáneo y pasajero, mientras que la mayor parte de nuestras experiencias y formas de comportamiento, entre ellas las espirituales y morales son duraderas y nos comprometen porque va nuestra vida en ello. Estas experiencias exceden al método matemático en virtud de que pertenecen a la experiencia no sensible. Este no sensibilismo es, precisamente, la vía por la que discurre la experiencia ontológica o mística. Para Rielo no existe un tipo de conocimiento como el de Scheler: un conocimiento que unifica en la vivencia psíquica tanto lo dado inmediatamente a priori como el objeto físico mediato. No conocemos, según la concepción rieliana, a través de los sentidos, ni siquiera de las facultades, sino que es nuestro espíritu inhabitado constitutivamente por la divina presencia del Sujeto Absoluto, quien conoce por inspiración, no por medio de los sentidos y facultades, aunque no sin la dura condición de estos. De aquí que todo lo que podamos decir del conocimiento y del actuar del ser humano encuentra su fundamento ontológico en dicha presencia. Cuando hay adecuación entre la presencia constitutiva del sujeto absoluto y el acto ontológico del ser humano, está presente la iniciativa divina en dicho acto. La deformación del acto absoluto, entonces, se produce cuando el ser humano no actúa en conformidad con el sujeto absoluto. Esta actuación formante de nuestro acto ontológico, F. Rielo la llama “inspiración”, que es principio de nuestro ser, nuestro conocer, nuestro querer y nuestro unir. El acto inspirativo del sujeto absoluto en el espíritu humano, en virtud de la presencia constitutiva, es por tanto el principio de nuestro conocimiento, y en ningún caso los sentidos, ni la inteligencia, ni otra propiedad humana.7 El ser humano, posee como naturaleza, de acuerdo con la concepción antropológica de F. Rielo, un espíritu psicosomatizado (espíritu, alma y cuerpo). El cuerpo tiene unos sentidos y el alma posee unas facultades que ahondan sus raíces en el espíritu. Unas facultades que no pueden concebirse como compartimentos estancos, sino como funciones de una naturaleza espiritual psicosomatizada, en cuya complejidad psicológica y sensible se polariza el acto ontológico del espíritu. Una de las novedades que presenta la experiencia mística de F. Rielo es la facultad unitiva que hace la síntesis de la facultad intelectiva y la volitiva. La importancia de esta facultad es que nos permite sacar el amor, de la sede donde históricamente se le ha atribuido, esto es, la voluntad, evitándonos de caer en un voluntarismo, y situarlo en dicha facultad unitiva. 6 7 RIELO, F., Definición mística del hombre …”. pág. 5 LÓPEZ SEVILLANO, J.M., Documento 1/2000. N.Y. 2000 4 Esta facultad unitiva no sólo une a sí la mente y la voluntad sino también hace posible la unión de nuestra alma a nuestro espíritu y trascendentalmente de éste al sujeto absoluto A la facultad unitiva F. Rielo la llama algunas veces “potencia de unión”. López Sevillano escribe a propósito de la teoría del conocimiento de F. Rielo: “Siempre que se ve un objeto, se ve con los ojos de la propia historia, de la ideología aceptada, de la propia creencia, de la cultura en que se vive, de la experiencia individual o colectiva, del refinamiento de nuestros sentidos etc. Pero todo esto no forma la inspiración que es el principio de nuestro conocimiento, sino que es la inspiración la que mueve todos los resortes que nos proporcionan nuestros sentidos, nuestros conocimientos adquiridos, nuestra experiencia etc., reduciendo sus límites formales y ampliando en sumo grado el límite trascendental que es el conocimiento divino”. “Las facultades y sentidos son las ventanas de nuestro conocimiento, pero no bajo la razón de conocer a través de estas ventanas ; antes bien, en el sentido de la limitación que el reducido marco de una ventana supone para nuestro conocimiento de todo el entorno. La vista por una ventana es parcial… Hay que salir del edificio para contemplar todo lo exterior. Lo mismo sucede con nuestro conocer espiritual”.8 No se están infravalorando los sentidos y las facultades, sino dándoles el justo alcance que tienen. 3. Conclusiones El amor es, en el personalismo de Scheler, el fundamento intencional de todo saber. El amor nos viene propuesto como entrega y superación de los límites del propio ser y "ser así" del otro ente. Para Scheler el valor es autónomo respecto del ser, su conocimiento es anterior a aquél del ser y por lo tanto no se puede deducir del ser. Fernando Rielo efectúa la ruptura del seudoprincipio de identidad —que ha estrangulado a lo largo de la historia del pensamiento la posibilidad de un Absoluto metafísico capaz de entrar en relación real e inmediata con el ser humano— con la concepción genética del principio de relación, constituida: en el ámbito de lo racional o ecuménico, por dos seres personales en inmanente complementariedad intrínseca; en el ámbito revelado o cristológico, por tres seres personales en inmanente complementariedad intrínseca. Por este motivo, Rielo denomina al Sujeto Absoluto: en el ámbito racional, Santa Binidad; en el ámbito revelado, Santa Trinidad. El ser humano queda definido por la divina presencia constitutiva de este Sujeto Absoluto (Santa Trinidad para la fe cristiana) en su espíritu creado. Esta divina presencia es el espiritual patrimonio genético, el supremo valor que posee la persona humana en orden a su comunicación con el Sujeto Absoluto. Esta apertura ontológica o mística, cuyo valor primordial es comunicación de amor (complementariedad intrínseca) y conciencia extática (salir de sí para encontrarse con), condiciona su forma de abrirse a sus semejantes y al mundo. La divina presencia constitutiva del Sujeto Absoluto es, de este modo, la condición necesaria para que la persona humana sea, actúe, conciba. El conocimiento humano es, por esta causa, siempre espiritual, en virtud de que es el espíritu quien, formado por la divina presencia constitutiva, posee el acto ontológico con el que la persona humana es, conoce y, sobre todo, cree, espera y ama. Para Rielo no existe un tipo de conocimiento como el de Scheler: un conocimiento que unifica en la vivencia psíquica tanto lo dado inmediatamente a priori como el objeto físico mediato. No conocemos, según la concepción rieliana, a través de los sentidos, ni siquiera de las facultades, sino que es nuestro espíritu inhabitado constitutivamente por la divina presencia del Sujeto Absoluto, quien conoce, por 8 RIELO, F. Diálogo a tres voces, pág. 35 5 inspiración, no por medio de los sentidos y facultades, aunque no sin la dura condición de éstos. De aquí, que todo lo que podamos decir del conocimiento y del actuar del ser humano encuentra su fundamento ontológico en dicha presencia. Dr. Ángel Rodríguez Guerro, M.Id Profesor Adjunto, Facultades de Medicina y Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile 6