La relación de ayuda, una gran responsabilidad La relación de ayuda siempre ha sido la base del trabajo psicológico terapéutico. Esto es simplemente, porque representa la esencia de la relación con el paciente. A lo largo de la historia de la psicología se ha planteado la relación de ayuda desde diferentes puntos de vista y bajo distintos aspectos. Por nombrar algunos ejemplos, Freud plantea una psicoterapia analítica y de tipo transferencial, Banduras y otros psicólogos cognitivo−conductuales prefieren terapias enfocadas a sintomatologías manifiestas, más que al análisis global de las personas que las sustentan, Rogers y los psicólogos humanistas apuntan a desarrollar principalmente la atención y la escucha, la contención del cliente. Por otro lado, la psicología sistémica estudia los distintos tipos de comunicación que se dan en las relaciones humanas y la psicología comunitaria busca proporcionar ayuda a diversas comunidades a través del empoderamiento de ellas mismas. Sin embargo, el crecimiento ilimitado de las técnicas terapéuticas es preocupante, porque todo parece admisible... y bien sabemos que eso no es efectivo. Para evitar esto es importante exponer lo que cada uno está haciendo, porque la validez de un trabajo terapéutico no se logra deducir del título profesional del terapeuta, sino de la evaluación abierta y compartida de su trabajo, a través del diálogo y confrontación entre los diferentes enfoques en vinculación consciente al entorno social. El trabajo terapéutico y la relación de ayuda son la base del rol del psicólogo clínico. Su estudio y mejoramiento son de vital importancia, porque quien es el principal actor que se involucra en ella, es una persona vulnerable y susceptible a la ayuda que pretendamos entregarle. Por esto no podemos simplemente desarrollar técnicas terapéuticas al azar o tomarnos a la ligera nuestro papel dentro de esta relación. Así mismo es muy importante tener cuidado con las posibles relaciones de poder que podamos estar ejerciendo: quien se encuentra frente a nosotros es una persona digna y muy valiosa, a quien ante todo, debemos respetar. Por esto también debemos preocuparnos de no creer que somos omnipotentes frente a sus problemas, porque no lo somos. Nosotros también somos humanos y por eso mismo, tenemos como deber desarrollar habilidades, conductas, actitudes hacia el autocuidado y generación de estilos y modo de vida saludable, involucrando también a las personas en procesos vinculados con la salud, tanto a nivel individual como colectivo. Para que esto tenga resultados favorables, siempre se debe tener en cuenta la asimetría de la relación, además de la información y poder que el paciente nos entrega. Él reconoce que tiene un dolor que no puede resolver y busca a alguien con más competencia en ese dominio. Alguien que él cree que sí puede ayudarlo. Le entrega autorización a ese alguien para que lo ayude. Por esta razón, y por la responsabilidad que tenemos frente a él y su problema, debemos tener cuidado con la manipulación, el asistencialismo y paternalismo. Siempre se deben tomar en cuenta la profesionalización y las diferencias culturales y valóricas; realizar una profunda auto−reflexión para poder paulatinamente discriminar entre deseos y necesidades propias y capacidades e intereses del trabajo con otra gente. Así mismo se debe buscar conocer los factores sociales que rodean al individuo; estructuras generales de la sociedad e interacciones sociales. La realidad y los problemas reales de la gente. (Por ejemplo, si se trabaja en Chile, se debe conocer el significado de la pobreza para muchos de los que viven en éste país, así como las consecuencias de la acción ejercida por el gobierno militar, etc.) Es también esencial que cada psicólogo se forme adecuadamente y adquiera las destrezas necesarias para un buen desempeño, así como técnicas adecuadas. Que respete al otro como un legítimo otro y le ayude a ser un legítimo otro. Que lo comprenda como un ser biopsicosocial, que conozca los límites de la ayuda clínica e intervenga guiándose por principios éticos. 1 Así, como todos sabemos, la ética es un concepto universal que dependiendo de las diferentes culturas y áreas, se va delimitando. En Chile, los psicólogos buscamos un código ético que se ajuste a la realidad nacional. Los que cumplen con estos requisitos son principalmente el código ético canadiense para psicólogos, los criterios éticos de la APA (1992) y la ética del colegio de psicólogos de Chile (1981). Así, un buen psicólogo se mantiene siempre fiel a las normas éticas dictadas por su profesión. Se preocupa en primer lugar por el respeto de la dignidad de las personas, dando énfasis a los derechos morales y generales, así como la no−discriminación, el consentimiento informado y la libertad de consentimiento por parte del paciente. También se preocupa de darle un trato justo y de sus vulnerabilidades, además de garantizar privacidad y confiabilidad. Así mismo, muestra una preocupación y cuidado responsable por del paciente. Esto en cuanto al cuidado en general y al desarrollo de sus competencias y autoconocimiento. También en cuanto al posible riesgo/beneficio del tratamiento. Busca maximizar los beneficios y minimizar los daños, viendo si éstos últimos, son adecuados o inadecuados para el paciente. En tercer lugar considera la integridad en las relaciones interpersonales. A veces la apertura y la rectitud del psicólogo deben verse subordinadas a los valores contenidos en el principio de respeto por la dignidad de las personas y cuidado responsable. Sin embargo, en este principio se incluye honestidad y objetividad, además de apertura y evitación de la decepción y conflictos de intereses con el paciente. Por último, un psicólogo ético debe también tomar una responsabilidad con la sociedad, en el sentido de desarrollar conocimiento y actividades beneficiosas. También demostrar respeto por la sociedad y fomentar el desarrollo de la misma. Es por esto que los psicólogos clínicos han comenzado a intervenir cada vez con mayor energía y propositividad en los distintos centros de atención primaria y secundaria a lo largo del país. En consultorios de atención primaria, existen centros comunitarios de salud mental familiar que son un apoyo significativo al desarrollo de iniciativas de fomento, protección y prevención de salud mental. También se realizan intervenciones grupales en el consultorio y en la comunidad. El psicólogo aporta en el consultorio en el área asistencial (evaluación diagnóstica y tratamiento) y en la orientación de las derivaciones. En conclusión, podemos ver que el rol y la misión de un psicólogo clínico va mucho más allá del simple análisis terapéutico o intervenciones grupales o comunitarias. El psicólogo debe asumir un rol responsable y comprometido con los pacientes que acuden a él, siempre teniendo en cuenta la dignidad y los derechos intrínsecos de los mismos. No debe abusar de su poder ni sentirse omnipotente porque es simplemente un instrumento al servicio de ellos. Así también debe preocuparse de seguir ciertas normas éticas que son de vital importancia para el ejercicio de nuestra profesión y de procurar el desarrollo de la sociedad, aunque siempre teniendo en cuenta que la dignidad y el cuidado del paciente están primero. Bibliografía Domínguez, R: Reflexiones sobre los aportes de los contenidos y metodologías de la psicología a las tareas de la atención primaria en salud. 1993. Becker, D: Recursos en psicoterapia: necesidades, disponibilidades y perspectivas. 1993. Canadian Code of Ethics for Psychologists. 1991. Haz, A.M.: Apuntes de clases. 2000 2