Aparecida y la Comunicación Cristiana. Jos Demon, OCLACC, Quito. 1) Introducción Sobre la relación que se puede y debe establecer entre la vocación cristiana y la práctica de la comunicación, ya se ha reflexionado intensamente y, como frutos de esta reflexión se han obtenido varios aportes. Si nos limitamos a la reflexión desde la perspectiva católica, sin querer excluir o menoscabar los aportes de la perspectiva protestante y de las demás iglesias cristianas, podemos destacar algunos enunciados del Magisterio eclesial, tanto del Vaticano como de las Conferencias Generales del Consejo Episcopal de Latino América y del Caribe (CELAM). Mas, en este ensayo, me dedicaré a una exposición e interpretación del Documento Conclusivo de la Vta Conferencia General del CELAM (DCA) que se celebró en mayo de 2007, en el Santuario de la Virgen de Aparecida, en Brasil, que contó con la participación del mismo Papa Benedicto XVI1. Mi intención, con esto, es señalar algunas pautas que puedan encaminar la interpretación del significado del documento para los comunicadores cristianos y los comunicadores que se sienten afines a las iglesias y destacar los lineamientos e implicaciones del Documento para la práctica de quienes se identifican con el mundo de la comunicación cristiana. Creo que, el significado del Documento Conclusivo de Aparecida, desborda las limitaciones confesionales entre las denominaciones cristianas como son los católicos y los protestantes, y que su mensaje puede interesar a todos los responsables para la comunicación en América Latina. Este ensayo fue escrito con motivo del Taller Comunicación, Evangelización y Discipulado en IIIer Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación, COMLAC 2007, que se celebró del 15 a 19 de octubre 2007, en Loja, Ecuador. Agradezco los aportes de los participantes del Taller que han sido útiles para corregir y profundizar este artículo. El congreso (realizado conjuntamente con la Universidad Particular de Loja) y el taller fueron iniciativas de la Organización Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (OCLACC) que reúne a organizaciones de la comunicación y comunicadores en toda América Latina. Este articulo es un aporte en una trayectoria de la Oclacc de varios años de reflexión alrededor la relación entre Evangelización y Comunicación2. 1 El Documento Conclusivo es el documento final de la Conferencia de Aparecida como ha sido presentada por el CELAM al papa Benedicto XVI para su aprobación. 2 Un último documento alrededor de este tema fue consecuencia de un taller para comunicadores en febrero 2007 en Santo Domingo cuyos resultados fueron entregados como un aporte de OCLACC para la Vta Conferencia de Aparecida, reunida en Aparecida, Brasil: Taller de Formación para comunicadores "Discípulos y misioneros de Cristo en América Latina", V conferencia General de Obispos, 20-22 de febrero 2007. OCLACC creó una Red de Teología y Evangelización en su Sitio Web (www.oclacc.org) donde se puede consultar aportes y contribuir en la reflexión alrededor este tema. Otra iniciativa que OCLACC comparte con la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER) alrededor el tema, es la Red Radio Evangelización http://www.radioevangelizacion.org 1 Sería una equivocación si nos limitáramos a los apartados en que el Documento Conclusivo habla específicamente de las tareas de la Comunicación Social y de los comunicadores (por ejemplo en 35, 36, 99 y, sobre todo, párrafo 10.3 del Documento). Es más consistente entender el papel específico de los comunicadores cristianos desde la dinámica general de la Conferencia de Aparecida que aboga por una nueva evangelización en América Latina y una profundización de la fe cristiana y de sus implicaciones para los que quieren ser seguidores o discípulos de Jesús en el nuevo milenio. Antes de hablar, entonces, sobre los retos y las tareas específicas del comunicador cristiano deberíamos comprender los desafíos que los cristianos enfrentan en esta nueva época del desarrollo de nuestro continente. El desafío principal para la Iglesia, según los obispos reunidos en Aparecida, es la nueva cultura de la modernidad o la cultura de la globalización que esta invadiendo todos los espacios del mundo de hoy, tanto en América Latina como en otros continentes. Dentro este contexto del desafío de la cultura moderna se abordan varios temas que ya son parte de la tradición de la enseñanza cristiana de las conferencias generales del CELAM, como la ‘inculturización’ del evangelio en las culturas y sociedades, la defensa de la dignidad del hombre y la doctrina social de la iglesia católica, en que debemos resaltar el particular énfasis en la opción por los pobres y excluidos. El documento especifica, por lo demás, una variedad de tareas de los cristianos que apuntan al mejoramiento de la sociedad, de los derechos humanos y del medio ambiente en Latino América en base de los lineamientos de la doctrina social. En este ámbito de desafíos y tareas en el mejoramiento de la convivencia humana y ambiental nos encontraremos de nuevo con el mundo de los comunicadores y sus posibles aportes a la nueva evangelización del continente. 2) El desafío de la ‘globalización’ Aparecida no puede ser considerado como un evento singular, sin mayores precedentes; los obispos enfatizan la continuidad de sus conclusiones en la Vª Conferencia con las cuatro conferencias del Consejo Episcopal Latinoamericano y El Caribe que le precedieron (DCA 16, 19, 345). Podemos resaltar, por ejemplo, la continuidad entre el documento de Aparecida con el del la IV Conferencia de la CELAM en Santo Domingo en 1992, en temas como la Nueva Evangelización que se propuso para el continente, la opción por los pobres, y en el ámbito de la comunicación, la importancia de las 'nuevas tecnologías de comunicación', la 'nueva cultura emergente' (no se habló todavía de la 'cultura global') y sus 'nuevos lenguajes', como con el compromiso ético del comunicador con los problemas de la sociedad3. 3 Compare la detallada exposición alrededor el tema de la comunicación en la génesis del documento de la Conferencia de Santa Domingo por parte de Monseñor Juan Luis Ysern de Arce, 1993, La Comunicación Social en Santo Domingo. Proceso de Reflexión y Comentario DECOS-5; UNDA-AL, OCIC-AL-UCLAP; CELAM, Bogotá. La publicación de la CELAM: Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe. Reflexiones del CELAM, 1999-2003, Secretaría General CELAM, Presentación: Mons. Carlos Aguiar Retes, 2004, Bogota, ha sido de gran importancia y merece nuestra detenida lectura. En esta publicación ya se destacan los temas y las orientaciones que recibirán su estatus oficial mediante la Conferencia de Aparecida. El tema de la nueva cultura de la 2 Otro elemento de la continuidad entre las cinco conferencias es la aplicación del método ver, juzgar y actuar. Este método "permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razón para su discernimiento y valoración con sentido crítico; y, en consecuencia, la proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo” (19)4. Fiel a esta metodología la primera parte del documento se dedica a discernir los “signos de los tiempos”, a la luz del Espíritu Santo. Los obispos reunidos en Aparecida señalan que los pueblos de América Latina y del Caribe están hoy en día viviendo una realidad marcada por grandes cambios, cambios que afectan profundamente sus vidas. “La novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, es que tienen un alcance global que, con diferencias y matices, afectan al mundo entero. Habitualmente se los caracteriza como el fenómeno de la globalización”.... “Esta nueva escala mundial del fenómeno humano trae consecuencias en todos los ámbitos de la vida social, impactando la cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y también, naturalmente, la religión”. Como pastores de la Iglesia a los obispos les interesa explorar cómo este fenómeno altera la vida de los pueblos y cómo repercute en el sentido religioso y ético de las personas. (33-35). Aunque obtiene impacto en toda la vida humana, los obispos se enfocan en dos dimensiones que sobresalen en esta nueva cultura ‘global’, una económica y otra cultural. a) La dimensión económica La cara más extendida y exitosa de la globalización, dice Aparecida, es su dimensión económica, que se sobrepone y que condiciona a las otras dimensiones de la vida humana. En la globalización, la dinámica del mercado tiende a instituir la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter dominante de la economía ‘libre’ hace de la globalización un proceso promotor de inequidades y de injusticias múltiples. Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos. Tal y como está configurada actualmente, observan los obispos, la globalización no es capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, la dignidad y los derechos de todos, en globalización y las respuestas que pueden darse desde el contexto latinoamericano por parte de los comunicadores cristianos ya fue anticipado por el Secretario del anterior Servicio de Comunicación Conjunto, antecesor de la OCLACC en Quito, Carlos Eduardo Cortés, 1998, Latin American and the Caribbean: Evangelization for the Culture of Life, en: Sunderay, Victor, ed. Pastoral Planning for Social Communication, Ed. Paulines; Montreal, 41-74. 4 La metodología no fue empleada desde el inicio de la conferencia de Aparecida. Ya antes había sido abandonada en la IV conferencia de Santo Domingo. Por insistencia de la mayoría de los conferencistas fue integrada en el documento final. Para la historia de esta controversia, vea: Marins, José, 2007, El ir y venir del método "Ver-juzgar-actuar" en: Colectivo Amerindia, Aparecida, Renacer de una esperanza, 54-59. Disponible en: www.amerindiaenlared.org/biblioteca. 3 particular de aquellos que viven al margen del propio mercado. Porque una globalización sin solidaridad afecta, sobre todo, a las poblaciones afectadas por la pobreza y a los sectores más pobres de estas poblaciones (60-62). La pobreza misma habrá que concebir en nuevos términos: ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, como se solía concebir desde el siglo XIX cuando se originó el socialismo en Europa, sino de algo nuevo: de una exclusión social. Los excluidos no son solamente ‘explotados’ en el ámbito del trabajo y de la economía, sino se les considera como elementos ‘sobrantes’ y ‘desechables’ en la nueva economía del consumo. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues una importante parte de la humanidad se queda afuera de la más esencial convivencia humana. Como un elemento particular de estas nuevas expresiones de la pobreza se mencionan la pobreza de conocimiento y la exclusión del uso y acceso a nuevas tecnologías. Frente a esta globalización los cristianos deberían promover “una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos”. La finalidad consiste en hacer “de América Latina y de El Caribe no solo el Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor”, como lo propuso el papa Benedicto XVI en el Discurso Inaugural de la Conferencia de Aparecida (DCA 62-65). Los obispos se demuestran críticos de otros aspectos de la actual economía internacional. Aducen que las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales y que debilitan a los estados, estados que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones. Se distancian de la actual concentración de renta y riqueza que se produce principalmente por los mecanismos del sistema financiero: “La libertad concedida a las inversiones financieras favorece al capital especulativo, que no tiene incentivos para hacer inversiones productivas a largo plazo, sino que busca el lucro inmediato en los negocios con títulos públicos, monedas y derivados”. El documento de Aparecida no condena a las empresas en si, es decir reconoce que la actividad empresarial es buena y necesaria siempre cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Constata, sin embargo, que la pequeña y mediana empresa no tienen oportunidades para desenvolverse por la imposición de las exigencias del mercado internacional y que se necesita una política de protección específica de los estados frente a ellas, para impedir que las economías de escala de los grandes consorcios terminen por imponerse como única forma determinante del dinamismo económico (63, 66-69, 71-73, 122). Con este diagnostico el documento de Aparecida crítica abiertamente a la política neoliberal, aunque no menciona este término, que se impuso desde la época del presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan y de la ministra presidente de Inglaterra Margaret Tatcher y se cristalizó en el documento llamado ‘Consenso de Washington’. Organizaciones internacionales de gran influencia como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial encaminaron las recetas neoliberales de 4 libre comercio, principalmente la total apertura a los mercados y el empeño de adelgazar al estado nacional. Aquel recetario a veces apoyó a grandes empresas agrícolas e industrias y sus aliados comerciales que supieron exportar al exterior, pero fue devastador para la mayoría pobre de las poblaciones en Latinoamérica como en otras regiones ‘subdesarrolladas’. Los pequeños campesinos mayoritariamente, pero también los artesanos y las pequeñas empresas como los de cuero, de textil, de tecnología simple como cocinas y refrigeradores, y más avanzada como el de ensamblaje de carros, por ejemplo, en América Latina no lograron competir con los productos de los países desarrollados o los que entraron desde otros países que supieron incorporarse a los industrializados. Tenemos los ejemplos de Japón, Corea, Taiwán y recientemente China e India que, hoy en día, están liderando la producción de una tecnología conveniente, paradójicamente, por no haber seguido, en la mayoría de los casos, a los recetarios del neoliberalismo y de haber protegido su incipiente industria mediante autoritarias políticas de estado. Habrá que reconocer, sin embargo, que existen significativas diferencias al interior de América Latina. Brasil, por ejemplo, es el gigante de América Latina que sí supo crecer estas últimas décadas y Chile que es el modelo ejemplar del éxito durante la época del predominio del neoliberalismo. Es importante constatar que los obispos no niegan las debilidades de los estados latinoamericanos en cuanto se refiere a sus desviaciones en autoritarismo, ineficacia y corrupción (70, 74-77), pero que sí defienden al estado como instancia que puede y debe impulsar al desarrollo económico y puede y debe distribuir la acumulación de riqueza entre la población entera. En esta línea de pensamiento es consecuente que también se oponen al capitalismo ‘volatil’ que invierte donde hay promesas de ganancia, sin ninguna preocupación por las consecuencias de este tipo de especulación por los países pobres y subdesarrollados y emergentes. b) La dimensión cultural Aunque que la dimensión económica representa la cara más extendida y exitosa de la globalización, los obispos en Aparecida adelantan la opinión que el nivel más profundo del cambio de nuestra época se revele en la dimensión cultural que asoma este fenómeno. Entre los aspectos positivos del cambio cultural introducido por la globalización aparece el valor fundamental de la persona, de su conciencia, y su búsqueda del sentido de la vida y de la trascendencia. Pero el énfasis de la nueva cultura en la responsabilidad individual, valerosa como principio, necesita ser evaluada en el particular contexto de la nueva sociedad de consumo. En sociedades que pretenden promover el acceso a los bienes -bienes que constituyen elementos básicos y esenciales para vivir como personas- se niega paradójicamente el acceso de los mismos a las grandes mayorías. Lo que hoy surge con gran fuerza, arguyen los obispos, es una sobre valoración de la subjetividad individual que se expresa en un individualismo exagerado que tiende a debilitar los vínculos comunitarios. Desde la subjetividad se propone una radical transformación del tiempo y del espacio, dando un papel primordial a la imaginación. Se olvida, sin embargo, de la preocupación por el bien común de todos para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos. La ciencia y la técnica, por su parte, puestas exclusivamente al servicio del mercado, con los 5 únicos criterios de la eficacia, la rentabilidad y lo funcional, crean una nueva visión de la realidad, y un lenguaje, que se quiere imponer como una auténtica cultura. Se verifica, según el documento, una especie de nueva colonización cultural por la imposición de culturas artificiales, despreciando las culturas locales y tendiendo a imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores. Esta nueva cultura se caracteriza por la auto-referencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsable (44-46, 52-54). Aunque se percibe un fuerte elemento de condena del fenómeno de la globalización como de la cultura que difunde, el documento de Aparecida reconoce, desde una lectura creyente de la historia, la ambigüedad del actual proceso de globalización. Por una parte, se va configurando una realidad global que hace posibles nuevos modos de conocer, aprender y comunicarse, que nos coloca en contacto diario con la diversidad del mundo entero y crea posibilidades para una unión y solidaridad más estrechas a niveles regionales y a nivel mundial. Por otra parte, se generan nuevas formas de empobrecimiento, exclusión e injusticia (523, 524). La ambigüedad en el documento de Aparecida sobre la globalización es un reflejo de las diferentes opiniones que se desencadenaron alrededor el fenómeno en las Ciencias sociales y otros foros de debate. Científicos sociales divergen sobre como interpretar su alcance y significado, con posiciones tan extremas que algunos suelen calificar a la globalización como un proceso irreversible a quien nadie en el mundo puede escapar, y otros condenan a esta convicción como una falacia y una ideología que corresponde a una nueva estrategia de mantener la dominación económica, política y cultural, por parte de los países ricos y desarrollados. Algunos estudios opinan que la expansión de los contactos económicos, sociales y culturales que evidenciamos, representa un factor positivo para el desenvolvimiento de las sociedades y los procesos de democratización, otros estiman que es nefasto tanto para la economía de los países, como para su configuración social y política y su identidad cultural. Es evidente que el documento de Aparecida vacila entre estas diferentes interpretaciones de la globalización, tanto en el ámbito económico como político y cultural. La iglesia y los cristianos en América Latina necesitan informarse sobre estas diferentes interpretaciones hechas por estudiosos de las Ciencias Sociales. Y necesitan, sobre todo, experimentar con, y evaluar las diferentes dimensiones de esta nueva cultura global y la modernidad en que ya estamos inmersos. Veremos que el documento de Aparecida confía una importante tarea a los comunicadores en esta tarea de exploración de la nueva cultura global. 3) Una nueva evangelización En búsqueda de una respuesta los obispos en Aparecida se convencieron que la única forma para enfrentar a estos nuevos desafíos de la cultura moderna y corregir sus influencias perniciosas es que los cristianos del continente profundicen su fe cristiana y sigan el camino de Jesús. Los cristianos, como los que integraban el pueblo de Israel después de salir de la esclavitud de Egipto y de haber errado por el desierto por 40 años, deben elegir entre los caminos que conducen a la vida o caminos que conducen a la muerte (cf. Dt 30, 15). Necesitan escoger entre los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero, los cuales terminan siendo una cultura que 6 perjudica al ser humano y al bien de los pueblos latinoamericanos, y se opone, por consiguiente, a la plenitud de vida que Cristo nos ha traído. Cristo representa el Camino, la Verdad y la Vida (DCA 22), y es él que nos obliga a distinguir entre los caminos. Aunque Él invita a valorar las cosas y a progresar, también nos previene sobre la obsesión por acumular: “No amontonen tesoros en esta tierra” (Mt 6, 19). “¿De qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida?” (Mt 16, 26) (357) Los obispos valoran la cultura cristiana de anteayer y la religiosidad popular, en particular la devoción mariana (párrafo 6.1.3: 258-265), pero admiten que esta preciosa tradición comienza a erosionarse y que no estará en condiciones de responder a los nuevos desafíos de la cultura global (7,8, 37-39). La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Los obispos encuentran el modelo ejemplar de esta renovación comunitaria en las primitivas comunidades cristianas de las primeras iglesias (cf. Hch 2, 42-47), que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias en que incursionaron. Como estas comunidades, debemos ponderar la presencia de los valores del Reino de Dios en las culturas, recreándolas desde dentro para contrarrestar y transformar las situaciones anti- evangélicas (357, 362, 369, 374 a, párrafo 7.1.4, 7.1.5) El documento de Aparecida nos incentiva a que recobremos el valor y la audacia apostólicos; con el Señor los obispos latinoamericanos nos exhortan: “no tengan miedo” (Mt 28, 5). Es el Papa Benedicto XVI quien invita a esta “misión evangelizadora que convoque todas las fuerzas vivas de este inmenso rebaño” que es pueblo de Dios en América Latina y El Caribe. (14, 550, 552) 148. “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas..., a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados”. La mayor amenaza para la iglesia “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”. Todos somos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo y a realizar la imagen de Jesucristo, el nuevo Adán (cf. 1 Cor 15, 45). El gran desafío consiste en revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos (10-14, 28). El propósito del texto para iniciar una ‘Nueva Evangelización’ en el continente no es tan nuevo, por ser un interés que se proclamó por parte de Juan Pablo II durante su visita a Haití en 1983; desde aquel entonces ha sido un importante tema del CELAM, sobre todo desde su 4ª Conferencia General en Santo Domingo en 1992. El tema adquirió una dimensión importante en la Iglesia Católica por el cambio del 7 milenio y fue profundizada por Juan Pablo II en la exhortación apostólica Ecclesia en América de 1999, después del sínodo de los obispos latinoamericanos en Roma5. La dimensión novedosa de Aparecida es la de situar la propuesta de una nueva evangelización en el contexto de la confrontación de América Latina con la cultura global. Es evidente que los obispos están preocupados que América Latina, el continente más representativo del catolicismo, puede encaminarse a una indiferencia religiosa, o mejor dicho un eclecticismo religioso, como la protagonizada por los países de la Europa occidental, donde las iglesias cristianas perdieron mucho de su anterior influencia. No están ausentes otras preocupaciones, como las del avance de las iglesias evangélicas en América Latina, pero podemos incluirles en el panorama general de los desafíos del nuevo milenio y de la cultura global. 4) La dignidad del hombre y la opción preferencial por los pobres Dentro de la nueva evangelización y el seguimiento de Jesús como discípulo se destaca la defensa de la vida y la opción preferencial por los pobres. En el documento de Aparecida se conectan la concepción del hombre como imagen de Dios, el derecho a y la defensa de la vida, y la opción por los pobres y excluidos. La nueva evangelización debe ser fundamentada en el valor fundamental de la persona, de su conciencia y experiencia, su búsqueda del sentido de la vida y de la trascendencia. Es necesario presentar la persona humana como el centro de toda la vida social y cultural; ella representa la dignidad de ser imagen y semejanza de Dios y la vocación a ser hijos en el Hijo de Dios (28, 52, 104-113, 537, 480; párrafo. 7.1.4: 361-364). Como tal el ser humano es siempre sagrado, desde su concepción hasta su muerte natural; en todas las circunstancias y condiciones de su vida. Y ante cualquier agresión y exclusión, Jesús defiende los derechos de los débiles y la vida digna de todo ser humano (112). Este tema que podemos definir como la opción evangélica por los pobres encuentra un gran énfasis en el documento de Aparecida. Aparecida nos presenta el encuentro con Jesucristo en los pobres como una dimensión constitutiva de nuestra fe (Sobre todo: 291-298). De la contemplación del rostro sufriente de Cristo y del encuentro con Él en los afligidos y marginados6, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, debe surgir nuestra opción por ellos (257). En otro apartado el documento expresa la misma imagen del rostro de sufrimiento de Cristo7 en términos de una reflexión teológica, citando tanto al Papa Juan Pablo II como a Benedicto XVI: Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”8. Por eso “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se 5 Vea: Strotmann, Norberto, 2007, Teología y Pensamiento Social 4, Insituto de Teología Pastoral “Fray Martín” de la Diócesis de Chosica; Lima. = Colección Pastoral, nº 6, 151153. 6 Algunos grupos y categorías de particular interés son mencionados en DCA 65 y en parr.8.6. 7 Esta imagen ya fue muy explicita en anteriores conferencias generales, por ejemplo, en la IVa Conferencia General del CELAM en Santo Domingo: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”: SD, 178; citado en: DCA, 393. 8 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia in America, 67 8 ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza9. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2, 11-12)” (392, 393). Los obispos afirman, de forma solemne, que quieren ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores10 a esta V Conferencia (396). Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos. Al mismo tiempo los obispos prevén, que esta opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones. Por ello es necesario desarrollar una actitud permanente que discierna a los pobres y a los nuevos rostros de la pobreza, que se manifieste en opciones y gestos concretos y evite toda actitud paternalista. (397; Párrafo 8.3: 391- 398, 402). Del Evangelio debemos aprender la sublime lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre (cf. Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar el Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo (cf. Lc 10, 4 ss ) (DCA 3011). La opción por los pobres ha sido una preocupación de los teólogos que pertenecen a la corriente de la teología de la liberación con representantes latinoamericanos como Gustavo Gutiérrez, Juan Luís Segundo, Leonardo y Clodovis Boff y Jon Sobrino12. Es interesante constatar que mientras varios representantes de esta corriente teológica han sido amonestados por sus publicaciones por parte del Vaticano, su preocupación en defender a los pobres ha sido reconocida como auténticamente cristiana, y con las anteriores conferencias del CELAM, Aparecida, y demás documentos magisteriales del Vaticano, incorporada a la enseñanza de la Iglesia Católica. Seguramente el cambio del clima político mundial ocasionado por la caída del muro de Berlín y el ocaso del socialismo aportó a esta nueva valoración de la opción por los pobres. Con ello esta intuición básica de la fe cristiana se despegó de sus connotaciones con la lucha de clases al estilo de la ideología marxista. En el documento de Aparecida podemos resaltar su énfasis en la defensa de los pobres como estrategia para evaluar y corregir a la nueva cultura global como creador de desigualdades. Las consecuencias de la importancia dada por el magisterio de la iglesia para el mundo de la comunicación cristiana a la opción por los pobres todavía necesitan ser exploradas. Podemos señalar, sin embargo, que si la búsqueda de verdad es una de las tareas importantes de los comunicadores en general, en un mundo que privilegia a la apariencia y el espectáculo que se comprueban útil para los representantes del dinero y del poder, se les impone un criterio más a los comunicadores cristianos. Y es la convicción evangélica que no existen verdades ni verdad sin tomar en cuenta a 9 Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 3. 10 Medellín 14, 4-11; Documente de Puebla, 1134-1165; Santo Domingo, 178-181 11 Compare otros apartados del DCA, como son 27, 65, 110, 270, 139, 257, 345, 550. 12 Para una reciente publicación en miras a la conferencia de Aparecida por parte de esta corriente de la teología, vea: Tejiendo redes de vida y esperanza. Cristianismo, sociedad y profecía en América Latina y el Caribe, 2006, Amerindia; Bogotá, 9 los pobres y marginados. O para expresar este criterio de forma positiva, en forma de una exigencia cristiana: los pobres y marginados representan la verdad en el sentido que sus realidades apuntan a los verdaderos problemas de nuestro mundo, como a la necesidad de resolverlos. En este sentido 'la opción preferencial por los pobres' se transforma en una exigencia del trabajo de los comunicadores cristianos; sin la cercanía a la realidad de los desafortunados y sin la convivencia con los pobres nos desviaríamos de los verdaderos desafíos de la comunicación cristiana. Los comunicadores deben estar siempre conscientes de las desigualdades e incoherencias en los diversos ambientes de la sociedad en que trabajan e investigan. Deben buscar y mantener el contacto con las capas pobres de la población y los que viven al margen de la sociedad para expresar sus opiniones, sentimientos y frustraciones, y para poder ver y corregir las injusticias que acosan a nuestras sociedades. 5) La Doctrina Social de la Iglesia y la sociedad en América Latina. a) La Doctrina Social de la Iglesia Los principios de la defensa de la vida y la opción por los pobres como deber de los cristianos deben iluminarse por la doctrina social de la iglesia. En esta doctrina, a la que podemos incorporar la experiencia y la enseñanza contenida en las Conferencias Generales de los obispos en América Latina, los cristianos encuentran lineamientos para un análisis de nuestra actual sociedad, y para su intervención en los problemas sociales. Lo que hoy diseñamos como ‘Doctrina Social’ es una tradición milenaria de la Iglesia enraizada en el ejemplo del mismo Jesús y los discípulos y apóstoles de las primeras iglesias que siempre se preocuparon por los pobres y débiles, como eran los huérfanos, las viudas y los ancianos. El nombre ‘Doctrina Social’ como tal se originó a finales del siglo XIX para especificar y diferenciar la enseñanza de la iglesia como respuesta al surgimiento de la clase obrera y las nuevas propuestas del socialismo y del comunismo. Desde aquel entonces aparecieron diversos documentos e instrucciones por parte de la iglesia alrededor de la ‘cuestión social’, es decir sobre asuntos económicos, sociales y políticos que afectan a las poblaciones, que se siguen actualizando hasta el día de hoy13 (compare DCA, 99 f). Si consideramos a la concepción del hombre como imagen de Dios, el derecho a, y la defensa de la vida y la opción por los pobres como principios cristianos para promover una vida digna para todos, podemos ubicar a la doctrina social como un instrumento o metodología, fundamentado en estos mismos principios, que nos apoya en la reflexión y alrededor como debemos actuar en la sociedad. El desafío de la globalización y el fuerte énfasis en la opción por los pobres y marginados en el documento de Aparecida se traducen en la propuesta de una renovada pastoral social para la promoción humana integral (8.4 399-405.) que se haga presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los 13 Recientemente se publico el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Editado por el Pontifico Consejo ‘Justicia y Paz’, Librería Editrice; Ciudad del Vaticano, 2005, 528 p. 10 grupos más vulnerables, donde la vida está más amenazada. Los obispos proponen que se preste particular atención a las personas que viven en la calle en las grandes urbes, a los migrantes, enfermos, adictos, y los que están detenidos en las cárceles, (8.6, 407-430). Esa asistencia personal de la iglesia que puede, y a veces necesita, desenvolverse en forma independiente de las decisiones políticas de la sociedad, o de las sociedades, es sumamente importante, representa una cara de la pastoral social. Su necesario complemento, sin embargo, consiste en elaborar "acciones concretas que tengan incidencia en los Estados para la aprobación de políticas sociales y económicas que atiendan las variadas necesidades de la población y que conduzcan hacia un desarrollo sostenible" (399-403). En el documento de Aparecida se resaltan dos principios importantes de la doctrina social y que se refieren a la relación entre iglesia y política, e iglesia y economía respectivamente. Afirma, con Juan Pablo II, que la Iglesia no tiene como tarea propia emprender una batalla política, sin embargo, que tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia. “Descubrimos así una ley profunda de la realidad: la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos” (546, 359. compare 539). Para que nuestra casa común, América Latina, sea un continente de la esperanza, del amor, de la vida y de la paz hay que ir, como buenos samaritanos, al encuentro de las necesidades de los pobres y los que sufren, y nos urge crear “las estructuras justas que son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad…” Estas estructuras, indica el Papa Benedicto XVI, “no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal”… Este consenso moral y el cambio de estructuras son importantes para disminuir la hiriente inequidad del continente, y debería realizarse a través de políticas públicas y gastos sociales bien orientados, así como del control de lucros desproporcionados de grandes empresas (537). Con relación a la economía y la actividad empresarial Aparecida señala que, en concordancia con la Doctrina Social de la Iglesia, el objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. La empresa está llamada a prestar una contribución mayor en la sociedad, asumiendo su responsabilidad social-empresarial desde esa perspectiva (69). b) Prioridades sociales y políticas en América Latina Desde estos principios del bien común y de la justicia que deben regir en la convivencia política y económica, se derivan una diversidad de tareas para los cristianos en América Latina y el Caribe que se detallan en el capítulo 8, aunque se los ubica en diferentes apartados del documento de Aparecida. Los obispos llaman la atención a la calidad de las instituciones del estado y de la democracia. Señalan el recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el Estado, que involucra a los poderes legislativos y ejecutivos en todos sus niveles, y 11 también al sistema judicial, donde el juicio se inclina a menudo a favor de los poderosos, generando la impunidad para los que pueden pagarla. Es alarmante el nivel de la corrupción en las economías donde está envuelto tanto el sector público como el sector privado. Todos estos abusos reflejan que no puede haber democracia verdadera y estable sin justicia social, sin división real de poderes y sin la vigencia del estado de derecho. Existen formas de regresión autoritaria en el continente, que, aunque instituida por vía democrática, la derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica, según la opinión de los obispos, que tampoco es suficiente instituir una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que lo que se necesita consiste en una democracia participativa fundamentada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Constatan, con cierta satisfacción, que con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos actores sociales, como son los indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los profesionales, una extendida clase media y los sectores marginados organizados, se está fortaleciendo esta democracia participativa (74-79). Una importante conclusión de esta exposición de Aparecida es que fortalecer a la Sociedad Civil o incentivar a la ciudadanía se destaca como una de las más importantes tareas de los cristianos en América Latina. El documento de Aparecida señala que el CELAM tiene una responsabilidad en formar a los cristianos y sensibilizarlos respecto a los grandes problemas de la justicia nacional e internacional. Quiere promover la participación de la sociedad civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política. Los obispos incentivan que los creyentes se forman en la ética cristiana que se propone perseguir el bien común, la creación de oportunidades para todos, la lucha contra la corrupción y la vigencia de los derechos laborales y sindicales. Proponen que los cristianos deben trabajar por el bien común global, lo cual equivaldría a promover una justa regulación de la economía, de las finanzas y del comercio mundial. Para ello es urgente proseguir en el desendeudamiento externo de nuestros países para favorecer las inversiones en desarrollo y en el ámbito social y que se examinen atentamente los Tratados intergubernamentales y otras negociaciones respecto del libre comercio. (406, 541). Hay otras tareas más que atañen a la vida pública y política, como son la proclamación de la cultura de la vida, que implica la defensa de la vida que está indefensa, con temas como el aborto y la eutanasia, (párrafo 9.7: 464-469) y el cuidado del medio ambiente, la obra creadora que el Dios de la vida encomendó al ser humano para que “la cultivara y la guardara” (Genesis, 2, 15) (470, párrafos 2.1.4, 83-87; y 9.8: 470-475). Podemos señalar algunos importantes vacíos y problemas en el documento de Aparecida en lo que se refiere a los desafíos de la dimensión social y política de la iglesia en América Latina. Donde el documento habla de la presencia y de la emancipación de las mujeres en la sociedad moderna nos haría falta una profundización alrededor de la presencia y la emancipación de las mujeres en la iglesia (Párrafo 9.5: 451-458 sobre la dignidad y participación de las mujeres). El único pronunciamiento que se refiere a la presencia de la mujer en la iglesia católica lo encontramos en 458 b, y se refiere a que se debe "garantizar la efectiva presencia 12 de la mujer en los ministerios que en la Iglesia son confiados a los laicos, así como también en las instancias de planificación y decisión pastorales, valorando su aporte". Es valioso hacerlo pero con ello no se puede y ni se debe evitar el necesario debate alrededor de la presencia de la mujer en las cúpulas de las decisiones de la iglesia y su idoneidad para ser ordenada como diácono permanente y sacerdote. Otro tema apto para la discusión es la improbable y poca práctica separación en la iglesia entre tareas magisteriales y pastorales como el dominio propio de los ordenados y en tareas sociales y políticas que deben ser ejecutadas por los no ordenados, o laicos (100 C, 174, 209-212, 215, 280 D, 406, por ejemplo). Es una equivocación pensar que los ordenados están actuando desde un vacío social o político en cuanto ocupan un espacio eclesial, como la imagen inversa que los laicos tan solo se mueven en 'el mundo', el mundo social y político, sin participar en la tarea pastoral de la iglesia. Aquella separación es contradictoria si consideramos que los laicos "están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey" (209, 157). No se puede negar la oportunidad de la prescripción eclesial que los ordenados no pueden participar directamente en la política partidista, pero este lineamiento se entiende mejor en este sentido que la dedicación principal del sacerdote y del religioso/a debiese concentrarse en el testimonio y la proclamación del evangelio y, por ende, en la construcción de la iglesia. Por lo general, sin embargo, Aparecida nos presenta un panorama bastante completo del necesario cuidado de las dimensiones ecológicas, económicas y políticas de la vida por parte de los cristianos. Es evidente que la doctrina social y la sumatoria de tareas sociales que de ella se deriven en nuestro contexto particular de América Latina tiene particular importancia para los cristianos que están trabajando en el mundo de la comunicación. Si fortalecer a la Sociedad Civil y incentivar a la ciudadanía se considera como una de las más importantes tareas de los cristianos en América Latina, se infiere que los comunicadores como gremio tendrían un papel de primera en esta tarea de informar y de educar a la opinión pública. Los comunicadores cristianos deberían enterarse tanto de los lineamientos de la Doctrina Social de la Iglesia como que necesitan profundizar en el estudio y el análisis de los problemas y desafíos actuales de las sociedades latinoamericanas. Su mirada no puede limitarse al contexto local de sus países de origen ni al más amplio contexto latinoamericano, sino se les impone la necesidad de investigar e indagar en los enlaces de su contexto local y continental con el contexto global o internacional. En la práctica estas exigencias que se deriven para la comunicación cristiana solo se realizarán en un trabajo de especialización periodística y de una optimización del intercambio de los resultados de investigación entre los comunicadores. 6) El debate alrededor la cultura en el documento de Aparecida a) El encuentro entre el evangelio y las culturas 13 Otro enfoque para evaluar la presencia de la iglesia en la sociedad consiste en revisar la forma en que ella y su evangelio se insertan dentro de la cultura. La inserción de la iglesia en la cultura abarca todos los desafíos que se le presentan en la interacción entre las dos entidades, evangelio y cultura, no tan solo la presencia de la iglesia en los ámbitos culturales de la sociedad, sino también su respuesta a los problemas de la justicia, de la pobreza, que ya abordamos en los párrafos anteriores. Aunque la dimensión social que detallamos en los anteriores párrafos es de suma importancia, no puede ni debe ser la única perspectiva que nos apoye a iluminar el porvenir de la iglesia. La perspectiva de la vida cultural es tan importante para el evangelio como lo es la perspectiva social14. Llama la atención que el documento de Aparecida no incorpora al tema de la ‘inculturización’ como uno de los ejes principales de su reflexión, un tema en que se produce una discontinuidad con la anterior conferencia del CELAM en 1992 en Santo Domingo15. La importancia que los obispos dan a la dimensión de la cultura, tanto a las culturas en América Latina como al discernimiento del impacto de la nueva cultura que se deriva de la globalización, hubiese requerido una mayor elaboración de este tema. Otra razón para explorar el tema es que ha sido debatido en los foros de teología de todos los continentes en estas últimas décadas (Vea el anexo de este documento para una visión sobre este tema). Aunque el documento no habla en forma más profunda de la 'inculturación', sí se refiere a esta cuestión en los apartados en que aborda el tema de la cultura. Resumiré brevemente estos apartados para concluir con algunas consideraciones alrededor del significado de esta discusión alrededor de la cultura y la iglesia para la misión de los comunicadores cristianos. El documento conclusivo habla en forma más explícita sobre el tema de la cultura en el capítulo 10, intitulado ‘nuestros pueblos y la cultura’. La introducción a este capítulo podemos considerar como un resumen de la percepción de la dimensión de la cultura por parte de los obispos reunidos en Aparecida. En estos primeros párrafos (476-479) los obispos nos comunican que el encuentro de la fe con las culturas les purifica, y que este encuentro permite que las culturas se enriquezcan y que sus virtualidades se desarrollen. Con la inculturación de la fe, la iglesia, por su parte, se enriquece con nuevas expresiones y valores, manifestando y celebrando 14 Unas de las fuertes y justificadas críticas a la teología de la liberación latinoamericana y su implementación del principio de 'la opción por los pobres' vino, desde los años ochenta, del lado de los teólogos y cristianos de la África y de la Asia. Reclamaron que los latinoamericanos no demostraron el necesario interés por la dimensión de la cultura y del encuentro entre las religiones, ni por la cultura y la religión de los mismos pobres en América Latina, problemas prioritarios con que se vieron enfrentados los cristianos africanos y asiáticos. Compare: Torres, Sergio; Eagleson, John, 1982 (1981 1a), The challenge of Basic Christian Communities, Orbis Books; Maryknoll, 79-170, 209-255; Fabella, Virginia; Torres, S., 1983, Irruption of the Third world. Challenge to theology, Orbis Books, Maryknoll. 15 En el documento se menciona el término en los párrafos 4, 94 y 479 pero no encontramos una mayor elaboración sobre su significado ni sobre su aplicación en el contexto latinoamericano. Es un gran contraste con la anterior conferencia del CELAM en 1992 en Santo Domingo, donde el tema de la inculturación ocupó un espacio de primer orden.Compare: Documento Final de Santo Domingo: 13, 31, 32, 33, 36, 49, 53, 55, 58, 84, 87, 102, 128, 177, 229, 230, 243, 248, 250, 253, 254,256, 271. 14 cada vez mejor el misterio de Cristo. Por este procedimiento (¿o método?) logra, por lo demás, unir más intensamente la fe con la vida para contribuir así a una catolicidad más plena tanto en el ámbito geográfico como cultural. Los obispos señalan que la anterior síntesis entre la fe cristiana y el patrimonio cultural latinoamericano y caribeño se ve confrontado con la actual cultura global, que se está presentando con luces y sombras. Ya constatamos la ambivalencia del discurso del documento de Aparecida alrededor esta nueva cultura en un anterior párrafo de este ensayo dedicado a la globalización. En este apartado del texto de Aparecida los obispos se expresan con mayor claridad alrededor de esta ambivalencia al evaluar la nueva cultura global. Debemos considerar a la nueva cultura con empatía para entenderla, pero también con una postura crítica para descubrir lo que en ella es fruto de la limitación humana y del pecado. Muchos católicos se encuentran desorientados frente a este cambio cultural y le compete a la iglesia denunciar claramente a los modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y dignidad del hombre. Pero al mismo tiempo los obispos constatan que el anuncio del Evangelio no puede prescindir de la actual cultura 'global'. Esta debe ser conocida, evaluada y, en cierto sentido, asumida por la Iglesia. Solamente así -se entiende: en esta confrontación y el intercambio con las culturas- la fe cristiana podrá aparecer como realidad pertinente y significativa de salvación. Al mismo tiempo la fe deberá engendrar modelos culturales alternativos para la sociedad actual. Los cristianos, con los talentos que han recibido, deberán ser creativos en sus campos de actuación: en el mundo de la cultura, de la política, de la opinión pública, del arte y de la ciencia (479, 480). Los obispos son positivos respecto al valor del catolicismo de anteayer y de la religión popular que siguen siendo importantes elementos de la cultura en América Latina, pero temen que esta preciosa tradición comience a erosionarse por la incursión de la nueva cultura global, una cultura que se beneficia de los medios de comunicación. Constatan que “nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado” (127, 38, 39). Lo mismo señalan los obispos con relación a las otras culturas con que se suele asociar e identificar a América Latina: la cultura indígena y la de los afro-descendientes. Todas ellas coexisten en condiciones desiguales con la nueva cultura global y están siendo modificadas por ella. El documento conclusivo opina que la iglesia debe asumir y defender a la diversidad cultural del continente, que es un imperativo del actual momento en que el discurso global pretende uniformar a las culturas (56-59). Una atención especial se dedica a los indígenas y afro-descendientes. Se reconoce y resalta la importancia de estas poblaciones y sus culturas en el seno de las sociedades latinoamericanas (88-97) y se les promete una especial atención y protección al acompañarles en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias y la defensa de sus derechos, como los derechos al territorio y a la educación intercultural bilingüe (529-533) Un tema importante si hablamos del encuentro entre el evangelio y la cultura es el contacto con las otras iglesias cristianas y las otras religiones. El documento de 15 Aparecida no aporta mayormente a estos temas que subsume en un apartado alrededor del ecumenismo y del dialogo interreligioso. Aquello parece ser una con omisión si consideramos la fuerte presencia de otras iglesias en América Latina, en su mayoría protestantes, porque si hablamos de la Nueva Evangelización frente al desafío de la nueva cultura global, se puede suponer que tenemos mucho que compartir e intercambiar con ellas (227-234)16. En lo que se refiere al diálogo interreligioso los obispos se reducen a hablar de las religiones monoteístas, el Islam y el Judaísmo, como los únicos referentes (239), y omiten mencionar a la religión indígena y afro-americana que ganaron importantes espacios en las sociedades latinoamericanas en estas últimas décadas (235-239). b) Una nueva pastoral centrada en la ciudad La cultura urbana es el ámbito propicio del impacto de la nueva cultura global, es híbrida, dinámica y cambiante, amalgama a múltiples formas, valores y estilos de vida, y afecta a todas las colectividades. El documento de Aparecida se refiere, además, a una cultura suburbana como fruto de grandes migraciones de poblaciones pobres, que se asentaron alrededor de las ciudades en los cinturones de miseria. En estas culturas los problemas alrededor de la identidad y la pertenencia, las relaciones, el espacio vital y el hogar resultan ser cada vez más complejos (58, 59). En la ciudad conviven diferentes categorías sociales tales como las elites económicas, sociales y políticas; la clase media con sus diferentes niveles y la gran multitud de los pobres. Y en la ciudad coexisten binomios que la desafían cotidianamente: binomios o contradicciones entre tradición y modernidad, globalidad y particularidad, inclusión y exclusión, personalización y despersonalización, entre lenguaje secular y lenguaje religioso, homogeneidad y pluralidad, cultura urbana y pluriculturalismo (509-512). La ciudad se ha convertido en el lugar propio de las nuevas culturas que se están gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Las grandes ciudades son laboratorios de la cultura contemporánea que se caracteriza por ser compleja y plural. Esta mentalidad urbana se extiende e influye también al mismo mundo rural. Por esta razón la V Conferencia propone y recomienda una nueva pastoral urbana que sea capaz de atender a las variadas y complejas categorías sociales, económicas, políticas y culturales de los pobres, de la clase media y las elites. A esta pastoral se le encarga abrirse a las nuevas experiencias, estilos y lenguajes que allá existen para poder encarnar el Evangelio en la ciudad, y para fomentar una pastoral de la acogida a los que llegan a la ciudad. Necesita brindar atención especial al mundo del sufrimiento urbano, es decir, que debe cuidar de los que han caído a lo largo del camino y a los que se encuentran en los hospitales, a los encarcelados y excluidos (509-519, 517). Una parte de la población con que la iglesia perdió sus contactos son los jóvenes. Los obispos reconocen que la iglesia persistió en lenguajes poco significativos para la cultura actual y para los jóvenes en particular. Muchas veces los lenguajes 16 Para una lúcida exposición alrededor del contexto de las denominaciones cristianas, los que ya no quieren pertenecer a una religión, y el catolicismo en América Latina y en Brasil, vea: Beozzo, Oscar, 2006, El cristianismo en América Latina y el Caribe, en: Colectivo Amerindia, 2006, 187-218. 16 utilizados en la pastoral, parecieran no tener en cuenta la mutación de los códigos existencialmente relevantes en las sociedades influenciadas por la postmodernidad, y marcadas por un amplio pluralismo social y cultural. Los jóvenes son los precursores de la nueva cultura y de los ‘nuevos lenguajes’ de la globalización y representan la mitad de la población del continente. Por tal razón merecerían más atención de la que se les brinda en el documento de Aparecida. (100 d, 442-463). El documento de Aparecida constata que el cristiano de hoy no se encuentra más en la primera línea de la producción cultural, sino que recibe su influencia y sus impactos de la cultura contemporánea que se caracteriza por ser compleja y plural (509). La realidad actual de nuestro continente pone de manifiesto que hay “una notable ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad. La vocación fundamental de la Iglesia en este sector es intentar formar las conciencias, de ser abogada de la justicia y de la verdad, y de educar en las virtudes individuales y políticas (502, 508, 518 j). Aparecida exige de los cristianos que se empeñan como discípulos y misioneros en la vida pública (10.5) y que se presenten en los nuevos areópagos y centros de decisión de nuestras sociedades (10.4, 491, 517, 518). Los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar todos los ámbitos de la vida social con la luz del Evangelio. La misma opción preferencial por los pobres exige una pastoral que esté atenta a los constructores de la sociedad. Si muchas de las estructuras actuales generan pobreza, se debe en parte a la falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de cristianos con especiales responsabilidades políticas, económicas y culturales (501-508). Los obispos demuestran un gran interés por el diálogo entre la fe y las ciencias que en la universidad católica debería ocupar un destacado papel (494, 495, 498, 509). Y para resaltar el arte, señalan que Dios no es sólo la suma Verdad. Él representa también a la suma Bondad y a la suprema Belleza. Por eso, la iglesia y la sociedad tiene necesidad de artistas, de la misma manera como necesita de científicos, técnicos, trabajadores, especialistas, testigos de la fe, profesores, padres y madres (496, 499, 518 L). Lo que resulta ser un incentivo para el trabajo de nuestros productores, cineastas y artistas de inspiración cristiana. Si juntamos los diferentes componentes que conforman el tejido del intercambio entre evangelio y cultura en el documento de Aparecida, podemos destacar el deseo de los obispos en defender el patrimonio de la diversidad cultural en América Latina. Las culturas tradicionales representadas por la religión popular y el catolicismo asociado a la tradición, la cultura mestiza, campesina, indígena y afroamericana, resultan ser vulnerables y la iglesia católica se siente responsable en defenderles ante el impacto de la nueva cultura global. Al mismo tiempo la iglesia reconoce la necesidad de aprender de la nueva cultura global y del laboratorio de encuentros culturales de las ciudades donde hoy en día se concentra la mayoría de la población en América Latina. Los obispos lo estiman una prioridad que los católicos asuman su misión como discípulos y misioneros en la vida pública y que estén presentes en los areópagos de la política y de la cultura donde se concentran los debates y donde maduran las decisiones que determinan el futuro de nuestras sociedades. 17 Si traducimos estas reflexiones a nivel de las tareas de evangelización de los comunicadores cristianos, podemos concluir que estas no se pueden limitar al apoyo que deben brindar en el ámbito social desde la opción por los pobres y los excluidos. Vimos en el apartado anterior que el documento de Aparecida también les exige que contribuyan a la formación de la ciudadanía y de la política. En este apartado alrededor se les amplía esta misión formativa de los comunicadores en el sentido que se les encomienda que aporten de forma creativa a los debates en los centros de decisión donde se moldea el futuro de nuestras sociedades. Ni con ello se acaban sus responsabilidades porque en el ámbito propiamente cultural deben explorar y analizar la nueva cultura global como al intercambio entre esta cultura y las culturas que ya existían en América Latina. Por fin señalamos que Aparecida da un incentivo particular a los creadores y artistas, pensamos en los actores, productores y directores, de radio, de video y de películas a que con sus creaciones aporten a una espiritualidad cristiana. Muchas veces no tomamos en serio esta dimensión de la comunicación, pero lo que calificamos como 'diversión' es un área de trabajo serio en que se forman las conciencias y las personas. La radio, la televisión, las películas, el video y el Internet no son tan solo importantes medios de información, sino también importantes medios para la educación y la formación en valores. Nos presentan conocimientos que antes solo se podían transmitir por medio de la narración, los libros, las novelas, el teatro y la música; nos proponen formas de interpretar a nuestro mundo y, al mismo tiempo, estilos de vida con que nos podemos identificar. Puede ser que no estemos de acuerdo con estas propuestas alrededor de nuestro mundo y nuestras vidas, pero aun cuando les rechazamos siempre influirán y determinarán la trayectoria que define nuestras historias y nuestras identidades17. 7) Los medios de Comunicación Social y el papel de los comunicadores Como anuncié al comienzo de este ensayo, he preferido explorar el conjunto del documento de Aparecida para poder abarcar el abanico de los desafíos de los cristianos con relación a la Nueva Evangelización propuesta por los obispos latinoamericanos, porque de cada uno de ellos se derivan tareas particulares que se entretejen como una exposición de la responsabilidad de los comunicadores. Ahora, sin embargo, llegó el momento para dedicarnos a los apartados donde Aparecida nos habla del papel propio de los representantes de la comunicación cristiana. La importancia de la incidencia de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías que las dinamizan es un tenor del documento. Ya al inicio, cuando introducen el tema de la nueva cultura global, los obispos comentan que los medios de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones hasta la intimidad del hogar. Señalan que los nuevos lenguajes del dominio técnico no siempre revelan el sentido divino de la vida humana redimida en Cristo sino que 17 De las conferencias de Adela Cortina, Jesús Martín Barbero y Rosa María Alfaro, y otras ponencias más presentadas en el Tercer Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación, en octubre 2007 en la ciudad de Loja, Ecuador, podemos derivar que nos urge reevaluar la influencia y el impacto del entretenimiento y de la diversión como dimensión integral de la comunicación: http://www.comlac.org/index.php5?seccion=5 18 también ocurre que lo ocultan. (39, 35) Y proponen que se desarrolle la pastoral de la comunicación social, y que la iglesia cuente con más medios para la evangelización de la cultura, contrarrestando en parte a grupos (religiosos) que ganan constantemente adeptos usando a estos medios. (99 F). El apartado en qué los obispos hablan explícitamente alrededor el papel del comunicador está el párrafo 10.3 (484-490) que se intitula ‘pastoral de la comunicación social’. “La revolución tecnológica y los procesos de globalización conforman el mundo actual como una gran cultura mediática. Esto implica una capacidad para reconocer los nuevos lenguajes, que pueden ayudar a una mayor humanización global. Estos nuevos lenguajes configuran un elemento articulador de los cambios en la sociedad”. Los obispos citan a las palabras de papa Pablo VI en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi de 1975, y al Discurso inaugural de Juan Pablo II en la IV Conferencia del CELAM en Santo Domingo (1992): “En nuestro siglo tan influenciado por los medios de comunicación social, el primer anuncio, la catequesis o el ulterior ahondamiento de la fe, no pueden prescindir de esos medios”. “Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de extender casi sin límites el campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más” (484, 485). En base de esta declaración de la importancia de la comunicación cristiana se definen algunas políticas bien concretas en el párrafo 486. Los obispos se comprometen acompañar a los comunicadores, en el sentido de: a) Conocer y valorar esta nueva cultura de la comunicación. b) Promover la formación profesional en la cultura de la comunicación de todos los agentes (pastorales) y creyentes. c) Formar comunicadores profesionales competentes y comprometidos con los valores humanos y cristianos en la transformación evangélica de la sociedad, con particular atención a los propietarios, directores, programadores, periodistas y locutores. d) Apoyar y optimizar, por parte de la Iglesia, la creación de medios de comunicación social propios, tanto en los sectores televisivo y radial, como en los sitios de Internet y en los medios impresos. e) Estar presente en los medios de comunicación social: prensa, radio y TV, cine digital, sitios de Internet, foros y tantos otros sistemas para introducir en ellos el misterio de Cristo. h) Suscitar leyes para promover una nueva cultura que proteja a los niños, jóvenes y a las personas más vulnerables, para que la comunicación no conculque los valores y, en cambio, cree criterios válidos de discernimiento. i) Desarrollar una política de comunicación capaz de ayudar, tanto las pastorales de comunicación como los medios de comunicación de inspiración católica, a encontrar su lugar en la misión evangelizadora de la Iglesia. Párrafos 487 a 490 se dedican al uso del Internet, y parece lógico que extendamos estas recomendaciones a las demás tecnologías que están revolucionando la comunicación. Citando de nuevo a Juan Pablo II, se propone que: 19 “La Internet, vista dentro del panorama de la comunicación social, debe ser entendida en la línea ya proclamada en el Concilio Vaticano II como una de las “maravillosas invenciones de la técnica”18. “Para la Iglesia, el nuevo mundo del espacio cibernético es una exhortación a la gran aventura de la utilización de su potencial para proclamar el mensaje evangélico. Este desafío está en el centro de lo que significa, al inicio del milenio, seguir el mandato del Señor, de “avanzar”: Duc in altum! (Lc 5,4)”19. La Iglesia quiere acercarse a los nuevos medios de comunicación con la confianza que brilla en estas palabras de los papas Pablo XVI y Juan Pablo II, pero también con realismo. Como otros instrumentos de comunicación, el Internet es un medio y no un fin en sí mismo. Puede ofrecer magníficas oportunidades de evangelización, si se maneja con competencia y una clara conciencia de sus fortalezas y debilidades. Por fin (490) el documento señala la desigualdad existente en la distribución y el uso de estos nuevos instrumentos de comunicación, como la exclusión digital, y sugiere que las parroquias, comunidades, centros culturales e instituciones educacionales católicas podrían ser estimuladoras de la creación de puntos de red y salas digitales para poder promover la inclusión. Una sencilla lectura y resumen del párrafo dedicado a la Comunicación Social nos puede inducir en el error de pensar que lo único que se espera de los comunicadores sea conocer las nuevas tecnologías y ponerlas al servicio para la proclamación del evangelio por parte del Magisterio. Pero estas dos exigencias son mucho más profundas de lo que, a primera lectura, parecen. Por comenzar debemos resaltar que conocer las nuevas tecnologías está íntimamente asociado con la exploración de los significados de la nueva cultura global. Los comunicadores están trabajando en el espacio que representa uno de los nexos más importantes, sino el nexo más importante, de la difusión de esta nueva cultura. El espacio de la comunicación abarca una amplitud de medios como la prensa escrita, radio y televisión, y las múltiples dimensiones de la Web, que se ha transformado en el primer almacén de informaciones y de la educación y que se está transformando en la principal plataforma del entretenimiento y diversión a escala mundial. Y la Conferencia de Aparecida confiere una particular responsabilidad a los representantes de la comunicación cristiana de explorar tanto el valor de estas nuevas tecnologías como de la nueva cultura que difunden. La segunda exigencia a los comunicadores por parte del Documento de Aparecida les sitúa como personas que pueden difundir el evangelio mediante los nuevos medios de comunicación y de la informática. La difusión del evangelio la podemos entender como una tarea de difusión de la enseñanza del magisterio, que por seguro está entre las tareas de la comunicación cristiana. Pero esta interpretación limitará el alcance de lo que debemos considerar como evangelización. Si tomamos en serio el mensaje de los obispos reunidos en Aparecida les importa ante todo "formar comunicadores profesionales competentes y comprometidos con los valores 18 Inter Mirifica, n.1. JUAN PABLO II, Mensaje para la 36º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Internet: un nuevo fuero para la proclamación del Evangelio, n.2, 12 de mayo de 2002. 19 20 humanos y cristianos en la transformación evangélica de la sociedad" (486 C), es decir, a comunicadores que saben traducir las exigencias del evangelio en el ámbito de la sociedad. Profundizar nuestra fe para ser un verdadero discípulo de Jesús, el anhelo central que nos encarga Aparecida, implica toda la escala de conocimientos y destrezas que hemos ido detallando en el transcurso de este ensayo: la opción por y la cercanía a los pobres, el análisis de la realidad a partir de la doctrina social, la formación de los ciudadanos, la participación e incidencia en los centros de discusión y de decisión de nuestras sociedades, la exploración de las diferentes culturas, religiones e ideologías y su evaluación desde la perspectiva de la fe cristiana. Es tan solo desde esta amplitud de su interpretación que podemos resumir las tareas de los comunicadores como 'conocer las nuevas tecnologías y ponerlas al servicio para la proclamación del evangelio'. 8) Conclusiones Nuestro recorrido por los diferentes contenidos del Documento de Aparecida nos hizo concluir que el papel de los comunicadores cristianos, es mucho más amplio que lo que se puede deducir de una primera lectura del párrafo 10.3, dedicado específicamente a la Comunicación Social. El documento conclusivo nos incita a dar una más amplia interpretación a los deberes de los comunicadores que se expresan allí, es decir aportar en habilitar a las nuevas tecnologías para poder proclamar el Evangelio. La misión propia de los comunicadores obliga a presentarse ante los desafíos del nuevo milenio y adueñarse de las destrezas que los cristianos latinoamericanos necesitan adquirir para poder enfrentarlos. Lo que importa para la preparación de los católicos en general adquiere aún más validez para los representantes de la comunicación, por el crucial y estratégico papel que esta última ocupa en la sociedad. El advenimiento de la nueva cultura global y sus impactos, tanto en la economía como en la cultura, la necesidad de una nueva evangelización, la defensa de la vida, la opción por los pobres, la evaluación de las necesidades en el ámbito social y político desde la doctrina social de la iglesia y el discernimiento de los aportes de las culturas, religiones e ideologías desde la fe, era mi argumento, son importantes elementos que la Conferencia de Aparecida aporta para reconsiderar la misión de los comunicadores cristianos. Si partimos de esta interpretación de sus responsabilidades podemos señalar que los comunicadores deben debatirse con una gran diversidad de problemas. Son responsables de profundizar en los complicados temas de la economía, de la pobreza, de la exclusión, de la injusticia y de la democracia que afligen a los países latinoamericanos. Necesitan adentrarse en los cambios en la cultura y cómo estos afectan a las poblaciones, y les urge presentarse ante las discusiones éticas, políticas, ideológicas y religiosas de los areópagos de decisión de nuestras sociedades. Por fin deben ser capaces de presentar estos debates a nivel mediático, tanto para públicos más educados como para públicos populares, con nuevos lenguajes y tecnologías. Un problema para los comunicadores es como deben prepararse para tareas tan exigentes, tanto en el ámbito intelectual y emocional como a la altura de su fe. Los 21 comunicadores necesitan encontrar una división de trabajo que les permita, por una parte, una formación general desde la fe, y por otra parte una especialización ante los múltiples desafíos que se presentan en nuestras naciones; naciones que ya se encuentran involucradas en la dinámica de una nueva cultura global. Una dimensión importante en esta división de trabajo es la de la investigación del contexto cambiante de la comunicación. América Latina tiene una multitud de facultades de comunicación pero solo algunos valiosos centros de estudio, a menudo afuera de las universidades, se han dedicado a la investigación de la nueva realidad de la comunicación. Las formas de intercambio entre los comunicadores especialistas y ‘generalistas’, y entre comunicadores y sus públicos merecen particular atención para poder promover una autentica comunicación cristiana. Una comunicación que estará empeñada en promover la comunión entre las personas, las clases, las razas, los géneros, las naciones, el medio ambiente, y las iglesias; una comunicación para la comunión20. La posesión de medios alternativos de comunicación, como lo propone el documento de Aparecida, representa un importante requisito para poder responder a la acumulación de los medios de comunicación en manos de pocos adinerados y para poder cuestionar a una prensa que tan solo se mueve por audiencias y ganancia. Pero más allá de la posesión de medios de comunicación propios por parte de la iglesia será de suma importancia establecer, mantener y mejorar la relación entre los comunicadores cristianos y las parroquias, las diócesis y la iglesia nacional, continental e internacional, en resumen, es decir, entre los comunicadores y la iglesia a que pertenecen. La iglesia necesita de sus comunicadores, y la particular preocupación de la iglesia católica por incentivar la comunicación social, que se refleja en la conferencia de Aparecida, es un importante gesto al respecto. Los comunicadores también necesitan de su iglesia. La misión propia del comunicador cristiano, el empeño de estar al lado de los pobres, de aportar en la formación de la ciudadanía, de evaluar las culturas, las religiones y las ideologías y el interés de incidir en los centros de la cultura, de la discusión y decisión, tienen su fundamento, inspiración y su fuente en la fe en Jesús Cristo. Esta fe no debe ni puede limitarse a una vocación individual, del comunicador, o del equipo de comunicadores. La fe es, indudablemente, una vocación individual pero necesita al mismo tiempo del intercambio con la comunidad cristiana, con todos los que integran nuestra iglesia. Solo por este intercambio los comunicadores pueden enriquecer a la comunidad cristiana con sus aportes específicos y solo así los comunicadores pueden transparentar y encaminar su práctica diaria desde la inspiración y sabiduría de la fe, de la comunidad cristiana. Las pequeñas comunidades de cristianos comprometidos con la realidad de su contexto local y global pueden ser importantes enlaces entre la iglesia y sus comunicadores (Compare DCA 178-180). 20 Vea: OCLACC, 2007, Aportes a V conferencia General del episcopado Latinoamericano y del Caribe: en: Taller de Formación para comunicadores, obra citada. 22 Anexo: El debate alrededor la 'inculturación' y 'la iglesia local' Llama la atención que el documento de Aparecida no incorpora el tema de la ‘inculturización’ como uno de los ejes principales de su reflexión. La importancia que los obispos dan a la dimensión de la cultura, tanto a las culturas en América Latina como al discernimiento del impacto de la nueva cultura que se deriva de la globalización, hubiese requerido una mayor elaboración de este tema. Sobre todo porque ha sido debatido en los foros de la teología de todos los continentes en estas últimas décadas. Ruego la paciencia del lector, entonces, para una pequeña digresión alrededor de este tema para poder profundizar nuestra exposición alrededor el documento conclusivo de Aparecida. La forma en que la iglesia se inserta en la cultura determina su aspecto particular en un contexto local determinado. Por esta razón la iglesia en América Latina difiere de la iglesia en Europa, o para ser más específico, es por ello que la iglesia en Ecuador se diferencia de la iglesia en Holanda. Contextos tan diferentes como el de Ecuador y el de Holanda son la causa para que se presenten problemas y desafíos diferentes que se deben debatir en estas iglesias. Una consecuencia importante de esta constatación es que las respuestas de la iglesia, desde el evangelio, deben ser diferenciadas según los desafíos de su contexto como iglesia local. Este problema se ha definido como el debate de ‘inculturización’ en la teología, o también, como el de la definición de los desafíos de una ‘iglesia local’. Este debate considera la medida en que una iglesia particular puede y debe adaptar su identidad a la cultura que le rodea, es decir la medida en que puede incorporar contenidos de la cultura sin que comience a perder su identidad como iglesia cristiana. En esta última definición, sin embargo, abordamos el tema de forma negativa o impositiva como si la cultura solo puede dañar a la pureza del evangelio. Y es la forma en que se suele concebir al problema desde la perspectiva de las iglesias que se iniciaron en tiempos de la Reforma del siglo XVI y grandes personajes como Martín Lutero y Juan Calvino. Aunque existen muchas diferencias y matices al respecto -los luteranos son más cercanos a la posición de la iglesia católica, y aún más cercanos son los anglicanos que se originaron alrededor del mismo tiempo en Inglaterra- podemos señalar una fuerte inclinación en las iglesias protestantes de identificar el evangelio con la vida de las primeras comunidades cristianas. Según la mayoría de las iglesias protestante estas comunidades, y el testimonio del Nuevo Testamento en particular, son el criterio con que deberíamos medir nuestro compromiso con el evangelio. Una consecuencia de este principio de la primacía de la Biblia (‘solo escritura’) aunque en verdad nos urge explicar mucho más de la doctrina protestante- es una evaluación negativa y una actitud de rechazo con relación a la incorporación de aspectos de las culturas y de las religiones no cristianas en la vida profesa de sus iglesias. Este trasfondo de la tradición protestante explica en gran parte la actitud de condena por parte de las iglesias evangélicas y pentecostales a la religión y cultura popular, como la de las tradiciones y religiones de las culturas indígenas y de los afro-descendientes en América Latina. La conversión a estas iglesias suele implicar un radical y obligatorio distanciamiento de la cultura popular o autóctona y sobre 23 todo de sus convicciones y prácticas religiosas, que se acostumbran presentar como superstición e idolatría. Desde sus principios –aunque no siempre coincidieron con sus prácticas- las iglesias de origen católica y ortodoxa han sido mucho más generosas con relación a la incorporación de elementos de la cultura y de la religión de las civilizaciones con que han estado en contacto. Fueron ya los primeros padres de la iglesia que hablaron del principio de ‘las semillas del Verbo’ (compare DCA 4, 92, 529), que se encuentran en las culturas y religiones no cristianas, es decir de aspectos positivos de la cultura y de la sabiduría que deberían ser tomados en cuenta e incorporados en el encuentro entre el evangelio y las culturas. Otro principio de que la iglesia católica ha hablado desde sus inicios es el de la ‘encarnación’ del evangelio en las culturas, palabra que, sin embargo, no se utiliza en este sentido en el documento conclusivo de Aparecida (salvo en 517 d). Con la imagen de Cristo que se hizo carne, es decir hombre, en nuestro mundo, se quiso ilustrar la necesidad que el evangelio y la iglesia se harían cuerpo y carne en la cultura, la misma preocupación entonces que se quiere expresar hoy con el término ‘inculturización’. En contraste con la posición protestante la iglesia católica ha sido más tolerante y consistente en reconocer que no se puede hablar de un evangelio en si, sino que el evangelio solo existe en la medida en que se puede incorporar o materializar en una cultura. Las primeras comunidades cristianas son un referente importante pero tenemos que considerar que hasta la fe de estas comunidades y hasta la actuación pública como la conocemos de Jesús se originaron como respuestas particulares a los desafíos de sus tiempos y de sus culturas. Aunque la iglesia de los comienzos, mediante el testimonio que tenemos de ella desde el Nuevo Testamento, sigue siendo nuestro referente más importante para la fe, también para la iglesia católica, no podemos comprenderlo así que debemos repetir literalmente las respuestas que los primeros cristianos dieron a las necesidades de su tiempo. Nuestros desafíos de hoy son diferentes por ser determinados por nuestra cultura de hoy, y por tal razón tenemos que dar otras respuestas desde nuestra fe que los que se elaboraron a partir de los desafíos del tiempo de las primeras iglesias. Nuestras respuestas necesitan, sin embargo, mantener su correspondencia con, o mejor dicho, ser fieles a la buena nueva de Jesús y a la fe de las primeras iglesias. Para entender ello debemos considerar que ser fiel al evangelio no es simplemente repetir lo que han dicho los cristianos del primer siglo, sino que implica intentar de ser fiel a la enseñanza de Jesús en un contexto cultural diferente. Cualquier iglesia está llamada a difundir la fe en correspondencia al evangelio de Jesús pero siempre en respuesta a los desafíos de un contexto que ha ido cambiando tanto por desplazarse su geografía - por ya no tratarse del medio oriente sino de Europa o de América Latina-como por transformarse en la historia- la actual América Latina ya no es la América Latina del siglo XVIII. Por tal razón las iglesias de tradición católica y ortodoxa nos hablan de la ‘tradición de las iglesias’ que han intentado vivir y anunciar el evangelio a lo largo de la historia. El referente en la iglesia católica no es tan solo el Nuevo Testamento y la primera comunidad cristiana, sino la continuidad de toda la tradición de las iglesias que se manifestaron en nuestra historia. 24 Un aspecto importante del debate alrededor de este tema del intercambio entre la iglesia como representante del evangelio y la cultura es el del encuentro entre el evangelio y otras religiones e ideologías. La iglesia católica cometió muchos errores en el pasado en el sentido de intentar erradicar las religiones en América Latina, en particular las religiones amerindias y afro-americanas. La supervivencia de las religiones africanas y la religión indígena, que se concentra en la continuidad de las prácticas de los chamanes, como la de la religión popular en América Latina atestiguan, sin embargo, de cierta tolerancia por parte de la iglesia católica en su trato con estas religiones. En los países andinos por ejemplo hubo la época conocida como 'la extirpación de las idolatrías' en la primera mitad del siglo XVII en que la iglesia católica intentó erradicar la religión de los indígenas. En general sin embargo la práctica de la iglesia se caracterizaba por la incorporación de elementos de la cultura y de la religión indígena bajo la supervisión eclesial, que se transformaron en el espacio híbrido de devociones que solemos caracterizar como 'religión popular'. En la actual religión popular en América Latina conviven tradiciones cristianas con tradiciones indígenas y africanas e influencias de religión popular de la península ibérica. La tradición de la religión andina y africana se supo consolidar en grandes partes de la periferia latinoamericana donde no llegaba imponerse el control de las autoridades eclesiales ni estatales. Las iglesias evangélicas y pentecostales más radicales, por su parte, opinarán que a la iglesia católica le hace falta el empeño en defender la verdadera fe cristiana. Para ellas la fe cristiana no debe y no puede coexistir con otras tradiciones religiosas, una coexistencia que se descalifica, de forma repentina, como una forma de desviación de la fe y de idolatría. No es tan fácil decir quién tendrá razón en este debate porque aquí estamos precisamente en unos de los grandes dilemas -y en la parte de la aceptación de otra religión precisamente en el mayor dilema- de lo que la iglesia, en nombre del evangelio, puede aceptar e incorporar del lado de la cultura. Por una parte necesitamos incorporar el principio del necesario dialogo entre las religiones y necesitamos abrirnos a las verdades contenidas en otras religiones e ideologías. Por otra parte se impone el criterio del evangelio que nos prohíbe incorporar elementos como las prácticas de embrujar y de dañar a las personas, como son practicados en la religión andina, africana y popular, aunque con el objetivo de salvar a otras. La evaluación de las religiones es por esta razón uno de los debates más controversiales dentro el contexto del problema de la inculturación o encarnación del evangelio21. Mencioné que pareciera una omisión que el Documento de Aparecida no se refiriera explícitamente a la discusión alrededor de la 'inculturación' y la particularidad de las 21 Últimamente teólogos latinoamericanos asociados a La Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo (ASETT) se han dedicado al problema del diálogo entre las religiones. Parece una omisión, sin embargo, que no han situado al tema en el contexto de este otro desafío de las iglesias que definimos como el problema de la inculturación. Compare: Casaldáliga, P., y otros, 2003, Por los muchos Camino de Dios. Vol. I, Desafíos del pluralismo religioso a la teología de la liberación, Centro Bíblico Verbo Divino; Quito; Vigil, José María; Tomita, L.E., Barros, M, 2004, Por los muchos Camino de Dios. Vol. II, Hacía una teología cristiana y latinoamericana del pluralismo religioso, Abya-Yala; Quito. 25 iglesias locales. Se puede comprender que los obispos y los redactores no quisieron complicar el documento final con estas deliberaciones, sobre un tema, además, alrededor del que todavía existe poco consenso. Referirse al debate de la inculturación, sin embargo, tiene la ventaja de poder aclarar importantes discusiones que se relacionan con la dinámica de la interacción entre el evangelio y las culturas y las religiones en América Latina, como que también aporta a transparentar las diferencias que separan a católicos y protestantes en nuestra práctica de la fe. Habrá que añadir que el debate puede aportar a evaluar lo que los obispos en Aparecida consideran como el mayor desafío de nuestro tiempo, la incursión del fenómeno de la globalización, su cultura y, podemos añadir, su ideología o sus ideologías. Para los cristianos en general y para los comunicadores cristianos en particular el debate puede abrir una importante luz alrededor de su diaria realidad y la relación con su misión como discípulos de Jesús. Diariamente nos encontramos con acontecimientos que nos interrogan en nuestra identidad como seguidores de Jesús. ¿Qué debemos opinar, por ejemplo, sobre las prácticas de los chamanes y de los cultos afro-americanos, sobre la espiritualidad de la Nueva Era que se ha difundido en la clase media, o sobre la orientación liberal o socialista del gobierno? ¿Y qué es que nos separa de los hermanos y hermanas protestantes; qué es que lo podemos aprender de ellos y donde, en verdad, es que somos diferentes como católicos? Reflexionar alrededor la dinámica y el intercambio entre evangelio y cultura nos apoya a definir nuestra identidad como cristianos/as católico/as. 26